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El presente documento tiene como finalidad impulsar la lectura hacia aquellas regiones de habla hispana en las cuales son escasas o nulas las publicaciones, cabe destacar que dicho documento fue elaborado sin fines de lucro, así que se le agradece a todas las colaboradoras que aportaron su esfuerzo, dedicación y admiración para con el libro original para sacar adelante este proyecto.

Moderadora de Traducción: Blanca20011893

Grupo de Traducción: Blanca20011983

Euge Hedo

Dark juliet

vecina

Princesa de la luna

Lizels

IzarGrim

lililamour

5hip

florache

Sttefanye

DarkLover

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Moderadora de Corrección: Leluli

Grupo de Corrección: Francatemartu

lsgab38

Yanii

Leluli

vickyra

jery_miso

Ingridshaik

Angeles Rangel

Revisión Final: Ivi04

Diseño: MaryJane♥

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Sinopsis

Capítulo 15

Prólogo

Capítulo 16

Capítulo 1

Capítulo 17

Capítulo 2

Capítulo 18

Capítulo 3

Capítulo 19

Capítulo 4

Capítulo 20

Capítulo 5

Capítulo 21

Capítulo 6

Capítulo 22

Capítulo 7

Capítulo 23

Capítulo 8

Capítulo 24

Capítulo 9

Capítulo 25

Capítulo 10

Capítulo 26

Capítulo 11

Epílogo

Capítulo 12

Extra

Capítulo 13

Próximo Libro

Capítulo 14

Sobre la Autora

El vocalista Leo Nash, de la mundialmente famosa banda de rock Nash, es la última persona en la tierra en la que Samantha Williams confiaría. Ella ya ha aprendido lo que es amar a una celebridad de la forma más difícil, y no se va a inscribir para otra lección. Cuando Sam le patea el trasero a Leo, él quiere agarrarla por los hombros y sacudirla. ¿Qué demonios le hizo, de cualquier manera? No está acostumbrado a que las mujeres lo traten como si fuera veneno, y él no está dispuesto a dejarla salir corriendo cada vez que se acerque. Ha tenido suficientes personas huyendo por una vida… cuando ella huye, el inicia la persecución. Sin embargo, atrapar a Sam no es

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tan fácil como el imaginaba. La atracción sexual entre ellos es intensa, Sam puede prácticamente sostenerla en la mano. No hay manera que pueda negarse a sí misma la promesa de placer que le proporciona quedarse con Leo. El placer siempre viene con el dolor y cuando se revelen secretos y la verdad sea cuestionada, ¿quién huira y quien será perseguido? Traducido por Blanca20011983 Corregido por Leluli

Traducido por Blanca20011983 Corregido por francatemartu

a saben —anuncia Meg a toda la habitación—. No tenían que traer tanta ayuda. No tengo tantas cosas, y Leo y Will pueden manejarlas con facilidad. Estábamos todos reunidos en la casa de Will Montgomery, ayudando en la mudanza de su novia Megan a su hogar. Aprendí a amar a estas personas. Mi hermano se casó con un miembro de la familia Montgomery y fue lo mejor que

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pudo haber hecho. Maldita sea, Luke siempre acierta. Miro el impresionante salón de Will, donde estoy tratando de decidir dónde debo colgar unas brillantes pinturas a color de Meg, y miro a mi hermano mientras besa a su bella esposa morena en la mejilla. Natalie es la mejor persona en el mundo, y estoy muy contenta de que me perdonara por ser una perra con ella cuando la conocí. No es que haya lamentado mucho hacer eso. Tenía mis razones. Pero Nat es fantástica. Ella es mi mejor amiga. —Gracias por dejar que me ofrezca como voluntario — murmura Leo, el hermano de Meg—. ¿Por qué no contratar a una empresa? Sonrío sola, y quedo de espaldas a la habitación, concentrándome en la pared y el cuadro debajo de mis manos. Estoy en una habitación con Leo Nash. Leo Nash. Sólo es la estrella de country rock más caliente del país. Él es sexy. Y me ha estado mirado todo el día.

Will y Leo siguen quejándose de tener que hacer todo el trabajo pesado, ganando miradas de Meg, Dios, ella es divertida. Y te garantizo que ninguna de las chicas se queja de ver a Leo, Nate y los hermanos Montgomery levantando objetos pesados. Malditos hombres calientes. —Entonces, Sam. —Leo se acerca a mí. Puedo sentirlo en mi espalda, a pocos centímetros de distancia, y maldita sea si puedo oler su sudor y su jabón almizclado—. ¿Qué harás después? Respiro profundamente y mantengo mi rostro impasible. Aprendí hace mucho tiempo a mantener mis emociones bajo control. —No haré nada —murmuro y martillo un clavo en la pared. Aunque en realidad estoy atraída por él, bastante, después de todo, ¿quién no lo estaría? Leo está fuera de mis límites. Él es el hermano de Meg

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Es famoso. Y es arrogante como un demonio. —Uh, no me estaba ofreciendo, querida. —Me giro para ver a Leo sonriendo con aire de suficiencia—. Me preguntaba si te gustaría que te llevara a que alguien tire de la vara en tu culo. Las chicas suspiran, y los ojos de Luke están duros como piedras. Ok, eso duele. Nadie va a sacar la vara de mi culo, idiota. Antes de que mi hermano pueda romper en pedazos a Leo, y aunque su comportamiento generalmente es dulce, no tengo ninguna duda de que lo haría en un santiamén, me pego una sonrisa en la cara y me rio. —Nop, me gusta mi vara exactamente donde está. —Dime si cambias de opinión. —Leo sonríe y mete las manos en los bolsillos de sus jeans gastados, que son bajos en las caderas.

—Tú serás el primero en saberlo. —Me vuelvo a la pared, colgando el cuadro—. Pero para que lo sepas —hablo de nuevo hacia él—: No salgo con gente famosa. —Yo tampoco. —Parpadea y se va a la cocina, coge una cerveza de la nevera y toma un sorbo, flexionando sus bíceps con esos tatuajes impresionantes que cubren su piel, al tiempo que levanta y baja la botella de los labios. Él traga y me sonríe, sus ojos brillando con interés, y por primera vez en cinco años, lamento mí regla en contra de las celebridades. Mierda.

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stás bien? —Luke me susurra al oído mientras me abraza saliendo de la casa de Will. —Claro, ¿por qué no? —Sonrío desafiante mirando los felices ojos azules de mi hermano. —Leo fue realmente un idiota. —Frunce el ceño y mira hacia atrás a la casa. —Estaba tratando de ser gracioso, Luke. Puedo aceptar bien una broma. —Asiento

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con indiferencia, y me hundo en mi pequeño Mercedes blanco—. ¿Te veré en casa de mamá y papá el domingo? —Sí, nos encontraremos allí. —Él asiente y se une a Nat en su auto y se aleja conduciendo. Todo el mundo ya se fue, excepto Leo que se quedó para ayudar a descargar unas cajas más, y me siento aliviada de alejarme de él. Es demasiado hermoso para que me sienta cómoda. Ok, tal vez no sea sólo eso. Salgo del garaje y me dirijo a mi casa. Veo algo en Leo que me perturba. No es que tenga miedo de él, ya que no sé qué diablos piensa, sino porque es tan... varonil. Me atrae de una manera que nadie ha hecho antes. No tiene nada que ver con su banda o su dinero, es todo sobre esos ojos grises y su dulce sonrisa. Él trae equipaje 1 , y probablemente es una estúpida estrella de rock. No tengo paciencia para tratar con esa actitud arrogante. Yo ya tengo mi propia arrogancia

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Equipaje: Referencia a la mochila emocional que lleva Leo por las cosas que ha pasado en su vida.

que manejar. De repente, a unos tres kilómetros de la casa de Will y Meg, mi auto hace un movimiento brusco y me voy hacia un lado. ¡Mierda! El neumático explotó. Pongo el auto a un lado de la carretera y salgo. Empieza a llover, una lluvia espesa, fría y fuerte, que es famosa en Seattle en invierno. Gracias a Dios que estaba preparada para el clima con mis pantalones vaqueros, zapatillas de deporte y una sudadera con capucha. No es mi ropa normal del día a día. Estoy en la lluvia, mi capucha roja sobre mi pelo, y miro el neumático. Este es el final perfecto para una semana infernal. Suspiro y miro hacia arriba y abajo de la calle, y luego le doy una fuerte patada al neumático, haciéndome daño en la punta de mi dedo en el proceso. ¡Mierda! Camino en círculos y luego hago una mueca de nuevo a la cubierta. Malditos neumáticos. Bueno, podría llamar a la grúa de rescate, pero es sólo un pinchazo, y podría

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reemplazarlo antes de que el chico viniera aquí para ayudar. Abro el pequeño maletero del auto y saco la rueda de repuesto, el gato y esa herramienta para aflojar los tornillos. No sé cuál es el nombre de esta herramienta, pero estoy segura de que puedo usarla, y doy gracias a mi padre por enseñarme a hacer esto. Así que me inclino, y coloco el gato debajo del eje, veo un auto conocido detrás de mí, y suspiro profundamente. Leo. Hijo de puta. Él saca su delgado y musculoso cuerpo de su auto negro y camina hacia mí, sus zapatos All Star trituran la grava negra, al parecer, sin molestarse por la lluvia. Lleva una chaqueta de cuero, abierta por delante, sobre su camisa blanca rasgada. Se cubre la cabeza con un gorro de lana negro. —¿Problemas? —dice con una media sonrisa, mi visión va directo al piercing en el labio.

¿Por qué estoy atraída por una perforación del labio? No lo sé, pero lo estoy. —Sólo un pequeño imprevisto. Estoy trabajando en ello. No tienes que quedarte. —Empecé a trabajar en los tornillos. Leo no se movió. —No tienes que quedarte —lo repito más firme, y miro su hermoso rostro. —¿De verdad crees que voy a dejarte aquí, al lado de la carretera para cambiar un neumático sola? —me pregunta, sus ojos cada vez más fríos, y arrugo la frente. —No veo cuál es el problema. En lugar de ir de nuevo a su auto y salir volando, apoya su culo en mi auto, cruzando los brazos sobre su pecho, y me mira con esos ojos de tormenta, el mismo color de las nubes que vierten agua fría sobre nosotros.

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—Siéntate como en casa. —Me encojo de hombros y vuelvo a la tarea en cuestión. Dios, la lluvia es fría y el viento está más fuerte ahora, por lo que mis manos laten, y me gustaría estar usando guantes, pero me niego a dejar que Leo vea mi malestar. Las tuercas salen en silencio, hasta que llego a la última, que es muy estrecha. Yo lucho, gruñendo, y me caigo de culo por el esfuerzo. La tuerca no se mueve. —Mierda —murmuro y mis ojos observan la tuerca. Unas manos fuertes envuelven mis brazos y me levantan hasta quedar en equilibrio sobre mis pies. —Dios, eres una cosa pequeña —murmura y me hace a un lado. Se agacha junto a la llanta y afloja la tuerca obstinada. —La dejé suelta para ti — digo apretando la barbilla obstinadamente. —Por supuesto. —Se ríe y saca la rueda pinchada del eje—. ¿Siempre eres tan terca?

Cruzo los brazos sobre el pecho, enterrando mis manos contra mis costillas para calentarlas. —Depende. Se ríe y niega con la cabeza, con los dedos tatuados pone el neumático nuevo y aprieta las tuercas. No puedo apartar la mirada de sus manos, los colores vivos de los tatuajes. Sus tatuajes son hermosos. Me pregunto por los que tiene debajo de la ropa. Por lo general, esta sin camisa en las fotos de publicidad, por lo que sé que tiene los brazos completos, uno en el pecho, estrellas en las caderas, pero me encantaría ver lo que hay debajo de los pantalones. Respiro profundo, cierro los ojos, y fuerzo la foto sin camisa fuera de mi cabeza,

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mientras baja el auto, tira del eje y guarda las herramientas en el auto con el neumático desinflado. —No tienes que hacer eso, ya sabes. —Ofrezco una media sonrisa, y le doy una risa a carcajadas cuando me frunce el ceño. —Sam, no voy a dejarte sola aquí, en el borde de la carretera para cambiar un neumático en la lluvia. Tu hermano metería su pie en mi culo. Claro. Acaba de ser agradable a causa de Luke. Al igual que todos los demás. Mantengo constantemente mi rostro sin expresión, enderezando los hombros y levantando la pared a mí alrededor. Las personas no pueden hacerme daño si no lo permito. —Tienes razón. —Me retiro con un paso, y camino de vuelta a mi auto blanco para entrar y marcharme—. Yo le avisaré de que has sido de gran ayuda. Gracias.

—¿Qué demonios ha pasado? —Sus ojos se estrechan en mi cara, con los pulgares metidos en los bolsillos de sus pantalones vaqueros. —No sé de qué estás hablando. —Sí, ya sabes. Has ido aflojando un poco, y de repente vuelves a la reina de hielo. ¡Yo no soy una reina de hielo! ¡Yo soy un ser humano de mierda, pero nunca voy a dejar que tú o gente como tú me vea vulnerable otra vez, nunca! —Que tengas un buen día, Leo. —Hey. —Me bloquea el camino a la puerta del conductor, y lleva el dedo a mi barbilla para levantar mi mirada a sus ojos —. ¿Qué fue lo que dije? Sacudí la cabeza y me retrocedí, necesitando espacio. Dios mío, es como un maldito imán.

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Me miró fijamente por un momento y luego se encogió de hombros. —De acuerdo conduce con cuidado. Reemplaza la llanta desinflada en la tienda mañana. —Vuelve a su auto, esperando a que salga en frente de él. ¿Quién sabía que una estrella de rock tan famosa como él pudiera ser un caballero? Extraño. Le ofrecí una leve inclinación de cabeza, soltando el aire por primera vez en treinta minutos. Él es un hombre sexualmente potente. No es de extrañar que sea tan famoso. Y yo nunca voy a hacer ese camino de nuevo.

Olivia es tal vez el bebé más perfecto, y ella heredó todo su encanto, inteligencia y buena apariencia de su tía Sammie.

Y nadie más en la tierra me puede llamar Sammie. Normalmente no soy la persona que le gusta estar cargando bebés, pero, oh, cómo me encanta esta chica. Todos nos reunimos en casa de mis padres, y por todos, me refiero a todos. Todos los Montgomerys están aquí con sus hijos, Luke, Nat y Livie, y mi hermano más joven, Mark. Incluso Brynna está aquí con sus chicas. Will atrajo a Meg a su regazo en el sofá, y se ríen íntimamente. Me mira y me da un guiño amable, y siento una punzada en la boca del estómago. Y pensar que hace apenas dos años, las cenas familiares consistían en sólo cinco personas. ¡Cuán aburrido era! Ahora tenemos esta hermosa familia. No cambiaría nada de nada, aunque me ha hecho perder mi trabajo la semana pasada. —Livie, eres la chica más guapa de la habitación. Sí, lo eres. —Le doy varios besos

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en su cuello, y ella deja escapar risitas dulces de una niña de nueve meses y agarra mi pelo en su pequeña mano—. Uh oh... suelta mi pelo, querida. Ella se ríe un poco más y coge una mecha rubia en su boca. —Argh... ¿sabes qué cantidad de producto llevo en el pelo, amiguita? Definitivamente no es comestible. —Últimamente, todo lo que coge se lo lleva a la boca — murmura Nat sentándose a mi lado en el suelo, con la espalda apoyada en el sofá—. Y también está babeando como si no hubiera mañana. Creo que le están saliendo más dientes. Como respondiendo a nuestras preguntas, Livie nos ofreció una gran sonrisa, mostrando con orgullo sus cuatro dientes frontales y me río de ella. —Es tan dulce. —La beso en la mejilla. —Sí, lo es. —Los ojos verdes de Nat brillaba mientras busca a su hija—. Espero que el siguiente también lo sea—susurra.

¿Qué? Suspiro y casi dejo que se caiga. —¿Estás…? —susurro de nuevo y me da una pequeña sonrisa y una pequeña inclinación de cabeza, y luego sonrió con cariño a Luke, que nos estaba mirando. —¿Cuándo vas a dar la noticia? —le pregunto. ¡Otro bebé! —Después de la cena, creo —dice mientras Luke se sienta a mi otro lado y coge a Livie en brazos. —Hola, nenita. —Él la besa en la frente y Livie se ilumina al ver a su padre—. ¿Así que ella te lo dijo? —me pregunta en voz baja para que sólo yo pueda oírlo. —Sí. Luke, estoy tan feliz por ti. Sus dulces ojos azules miran los míos, y puedo leer sus pensamientos. Esperó tanto tiempo para este tipo de felicidad. Se merece cada sonrisa, cada momento

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maravilloso con su familia. —Gracias —susurra y besa la cabeza de Livie de nuevo—. No puedo esperar para decirlo, cariño. Natalie se echó a reír. —Vamos, entonces. —Gente, tengo noticias. —Luke se levanta fácilmente con el bebé descansando sobre el antebrazo, y se enfrentan a la habitación. Todo está en silencio, y dirigen su atención a él. Mi mirada alcanza a Leo al otro lado de la habitación. Este es el primer evento de la familia de Meg en el que participa. Me pregunto cómo lo está llevando. Él me guiña el ojo, pero puedo ver la tensión alrededor de sus ojos. Somos un grupo enorme, incluso si estás acostumbrado a las familias numerosas y ruidosas, y sé que él no lo está.

Mi madre se ha puesto a llorar, anticipando lo que serán las noticias. Ella tiene razón, como siempre. —Natalie y yo —él tira hacia adelante a Nat, que estaba escondida a su lado— vamos a ser padres de nuevo. —¡Mierda! —Caleb exclama primero, y la habitación estalla en sonidos de voces, abrazos y aplausos. —Jesús, ¿eres una fábrica de bebés? — dice Jules con lágrimas en los ojos, mientras que salta para abrazar a Nat—. Esto es lo que sucede cuando sigues haciendo esas demostraciones repugnantes en público. —Sí, bueno, queremos un montón de niños —susurra Natalie con una sonrisa, los ojos felices. Luke se ríe de Jules y le da un beso de película a Nat, sólo para burlarse de ella.

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—Argh... —Ella frunce el ceño y se aleja. Mientras todo el mundo sigue celebrando las buenas noticias, decidí salir un poco, y tomar una bocanada de aire fresco. Yo los amo a todos, pero el estar juntos es realmente demasiado, y me paso el noventa por ciento de mi tiempo a solas, así que siento la necesidad de aislarme un poco. Cojo un jersey del armario del pasillo, y me voy al porche de la casa de mis padres, respirando profundamente, y apoyándome en la barandilla, mirando el bosque en la parte trasera de la casa. —¿Necesitas un descanso también?

~Leo~ —¡Mierda! —salta y se vuelve a mirarme presionando su mano contra su pecho, sus ojos azules se abren, y tengo que agarrarme a la barandilla en la que estaba apoyado, para no correr hacia ella y besarla allí mismo. —Lo siento, no era mi intención asustarte. —Le sonrío y observo las decisiones que pasan por aquella cabeza sexy, cambiando sus expresiones. ¿Va a sonreír? ¿Hacer una mueca? ¿Estirar los hombros? Me gustaría tratar de sacar todo eso de su cabeza. —Sólo necesitaba un minuto lejos del ruido. —Traga saliva y mira hacia los árboles—. ¿Te estás divirtiendo? Le sonrío y cruzo los brazos sobre el pecho.

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—Tienes una gran familia, es mucha actividad toda junta para mí. —Estás acostumbrado a cincuenta mil fans gritando tu nombre en alguna parte, Leo. No puedo imaginar que sea demasiado ruido para ti. —Esto es diferente. Es mi trabajo. —Es mi vida. —Bueno, esta clase no es fácil. Especialmente todos a la vez. —Me sonríe suavemente y luego parece recordar quién soy, y mira hacia otro lado. Interesante. —Meg quería que viniera, así que aquí estoy. Es la verdad, y lo haría de nuevo. Ahora Meg pertenece a esta familia, y voy a hacer lo que pueda para adaptarme y hacerla feliz. Además de mi banda, Finch es mi única familia. —Eso fue muy amable de tu parte —dice con un tono fresco de burla, y yo no puedo dejar de reír y acercarme más a ella.

—Aunque no lo creas, nena, puedo ser muy bueno. Ella se encoge de hombros y mira a mis manos cuando me agarro a la barandilla de nuevo. También notó mis manos el otro día, y no puedo evitar preguntarme si los tatuajes le agradan o la excitan. Por lo general, no hay término medio aquí, y no me importa una mierda de todos modos. Ella respira profundamente, temblando y me mira a la cara, con los ojos un poco más brillante, labios rosados y entreabiertos. Definitivamente excitada. Puedo trabajar con eso. Levanto la mano a su cara, pero ella retrocede, y no puedo evitar sentir una oleada de pura rabia ante su reacción. ¿Cuál es tu maldito problema?

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—Listo. —Cojo un pelo suelto de su cabello y se lo muestro, antes de dejarlo caer al suelo. —Lo siento —susurra. —Entonces, ¿qué haces para divertirte? —le pregunto. — ¿Por qué preguntas? —me pregunta entrecerrando los ojos. —Porque yo no te conozco muy bien, y estamos solos en el balcón, así que podríamos tener una conversación casual. Dios, es tan fría. ¿Qué haría falta para calentarla? —Corro. —Se encoge de hombros. —¿Corres? —le pregunto. —Sí, ya sabes, cuando te pones las zapatillas de deporte y te mueves rápidamente hacia adelante.

Es jodidamente adorable cuando está siendo sarcástica. Tiene una hermosa voz de mujer, ronca y baja. Ella no es nada estridente. No me puedo imaginar gritando ¡Wowww! Como cuando estás borracho. Su voz es jodidamente increíble. —Sí, tengo una buena idea de lo que es, pero ¿qué tipo de carreras haces? —Maratones. Mis ojos recorrieron su cuerpo pequeño y firme. Ella es más delgada de lo que normalmente me gusta, pero no es débil. Me di cuenta de eso cuando le tuve los brazos, el otro día, cuando la levanté del suelo. Le encanta correr. Al igual que a mí. Tal vez los dos, después de todo, tenemos algo en común. Me pregunto qué tipo de

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música escucha. —¿Desde cuándo llevas corriendo maratones? —le pregunto y me muevo a sentarme a su lado en las escaleras. —Desde la escuela. Corro pista y hay maratones más importantes aquí en Seattle durante todo el año. —Lo sé, también me encontré con algunas de ellos. —Asiento y me inclino hacia atrás, apoyándome en los codos. —¿Corres mucho? —Sus ojos son tranquilos y felices, y veo que esas paredes poco a poco se rompen. —Cuando tengo tiempo, sí. Prefiero correr en el exterior, pero cuando estamos de gira tengo que aprovechar los gimnasios. —Me gusta correr al aire libre también. Correr en una cinta de correr no es la misma cosa. —Ella asiente y me da una media sonrisa, y mi respiración se atrapa.

Samantha Williams es hermosa, con el pelo rubio claro y ojos azules grandes, pero cuando sonríe, ella podría hacer que los dioses llorasen. Podría escribir una canción acerca de su sonrisa. —Por lo general corro cada mañana antes de que la ciudad se despierte —añade y yo arrugo la frente con eso. —¿Dónde vives? —le pregunto. —En el centro —responde vagamente. — ¿En el centro de qué ciudad? —pregunto con creciente impaciencia. —Seattle —dice y me frunce el ceño—. ¿Por qué? Tengo que tomar una respiración profunda, tratando de evitar gritarle.

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— ¿Te refieres a que corres en el centro de Seattle en la madrugada? ¿Vas con alguien? —Sí, corro en el inicio de la madrugada. No, voy sola. Sacudo la cabeza y muevo mis manos sobre mi cara, tratando de empujar esta repentina necesidad de a proteger esta pequeña chica irascible. —Eso es peligroso —murmuro. —¿Quieres ser mi guardaespaldas, Sr. Famosa estrella del rock? —me pregunta, su voz cargada de sarcasmo, y no puedo dejar de reír. Ella es inteligente y divertida. —En realidad, sí, creo que voy a serlo. Genial, eso borra la sonrisa en su cara, y ella se tambalea por un segundo, abriendo y cerrando la boca, sin saber qué decir, hasta que, finalmente enlaza sus manos y me mira con recelo. —Claro. Ok, quieres correr conmigo, está bien. Pero no voy a reducir mi ritmo para ti, sólo para aclarar. Tendrás que acompañarme.

—De acuerdo. —Sonrío un poco y me acerco un par de centímetros. —Por lo general corro a las 6 am, pero... —pierde el hilo de sus pensamientos mientras sus ojos se pierden en mis labios, mi piercing. Sí, le encantan los tatuajes y piercing. Y me gusta. Mucho. —¿Pero…? —le pregunto. —Huh… —Ella me mira a los ojos, y luego se aclara la garganta y no puedo detener la sonrisa que se abre en mi cara cuando veo su rostro ruborizado—. Pero desde que no trabajo, puedo correr sobre las 7hs. ¿Es demasiado pronto para ti? Creo que probablemente te acuestas a esa hora. —No, soy una persona de la mañana. —Paso mi dedo por su cara, feliz de que esta vez se incline a mí, en lugar de retirarse—. Estaré en tu casa a las siete. Envíame un

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mensaje con tu dirección. —No tengo tu número —susurra. —Tengo el tuyo —respondo—. Voy a enviarte un mensaje, así guardas mi número. —¿Por qué tienes mi número? —Sus ojos están de vuelta en mi boca, nuestra respiración entrecortada. —Se lo pedí a Meg. Te iba a llamar para averiguar sobre tu auto. —Oh. Se lame los labios y no puedo soportarlo. Toco su suave cuello con mi pulgar sosteniendo firmemente su barbilla, muerdo la comisura de su boca, moviéndome por los labios suaves, rosas y muerdo el otro lado, preguntándome si los labios de su vagina son igual de rosa.

Suspira con un gemido cuando me sumerjo, persuado la boca abierta con la lengua y disfruto de ella. Es sexy como el sol, me sumerjo completamente, disfrutando cada aliento, cada toque experimental de su lengua contra la mía. Ella agarra mis caderas, afirmándose contra mí, y me pasa el otro brazo alrededor de la parte baja de la espalda, tirando con fuerza de mí. Sus pezones se endurecen contra mi pecho y me sonríe mientras desacelero el beso, frotándome la nariz en ella y besándola en la frente, todavía con fuerza. —¿Qué fue eso? —susurra. —Si tienes que preguntar, es porque no lo he hecho de la manera correcta. Ella sonríe, se inclina contra mi pecho y luego se inclina hacia atrás para mirarme. Es tan pequeña.

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—Sabes lo que quiero decir. Me encojo de hombros, repentinamente incómodo. Todos los hombres dentro de la casa me patearían el culo si me vieran celebrar un beso como un loco, y no podría culparlos. Pero no puedo estar lejos de ella. —Eres adorable. —¡Ahí estás! Nos alejamos de un salto, con un sentimiento de culpa con el sonido de la voz de Meg en la puerta. Ella está sonriendo alegremente, no pareciendo molesta por encontrarme en una situación comprometida con su amiga, y suelto el aire con alivio. —La cena está lista —nos dice Meg. —Bueno, me muero de hambre. —Parpadeo a Sam disfrutando del rubor en sus mejillas—. A las siete mañana.

—A las siete —murmuró mientras camino dentro, deseando que llegue mañana.

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Traducido por Vecina Corregido por francatemartu

~ Samantha ~ oloco los auriculares en mis oídos, buscando en la lista de reproducción la carpeta que nombré sudor en mi IPhone, guardándolo dentro de mi corpiño, cierro la puerta detrás de mí, colocando mi llave allí también, para que no se caiga de mi escote. Estoy usando una calza negra, una remera rosa clara, una capucha rosa para

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cubrirme del frío día de invierno en Seattle. Ya estiré, entonces es hora de correr y limpiar mi cabeza. Mientras desciendo corriendo las escaleras, en vez de hacerlo por el elevador, no puedo dejar de pensar en Leo. Sabía que no aparecería esta mañana para correr. Ahora, ¿por qué diablos él estaba jugando sobre eso la noche pasada? ¿Y por qué en nombre de Dios él estaba besándome de aquella manera? Es mejor que me olvide de todo sobre ese beso y me concentre en encontrar un empleo. Corro por el zaguán de mi predio y saludo a Frank, el encargado, giro a la izquierda en la acera y acelero, la suave voz de Adam Levine sonando en mis oídos, pidiéndome darle una noche más. No hay problema, Adam. De pronto, hay un movimiento a mi derecha y me asusto, mi corazón sube hasta mi garganta y suelto un grito y tropiezo. Unas manos fuertes aprietan mis brazos,

manteniéndome en pie, y miro hacia arriba a tiempo para ver la diversión llenando aquellos ojos grisáceos. —¿Qué diablos? —tartamudeo sacándome los auriculares de mis oídos. —Te dije que te encontraría esta mañana. —No pensé que aparecerías —respondo y retomo mi corrida, guardando mis auriculares en mi corpiño. —Sistema de almacenamiento interesante tienes ahí —comenta con una sonrisa, mirando descaradamente mis pechos y no puedo dejar de reír con él. —No puedo cargar un bolso mientras corro. —Levanto mis hombros y lo miro de reojo. ¿Realmente? ¿Será que él tiene esa hermosa apariencia a las siete de la mañana?

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Es mucho más alto que mi metro cincuenta y ocho, por lo menos 30cm más alto. Está usando short de básquet, zapatillas y una remera negra de manga larga debajo de una de manga corta roja. Estoy un poco decepcionada que apenas sean visibles los tatuajes de sus manos. Me gustaría pasar mis dedos y mi lengua por sus tatuajes. ¡¡Suficiente!! Corremos en silencio durante cuatro cuadras. —¿Quieres saber cuál es la distancia que corro? —le pregunto satisfecha de no estar agitada. —No importa —me responde. Tampoco está agitado. Bien, diablos. —¿Por qué? —pregunto. —Porque voy a correr tanto como tú aguantes.

—Muy bien. —Sonrío y tomo mi ritmo, mi cuerpo ya precalentado y ahora listo para acelerar. Él combina fácilmente con mi ritmo. No le admitiría eso a él ahora, pero es bueno tener a alguien a mi lado mientras corro. Nunca nadie estuvo interesado en correr conmigo antes. Eso me hace sentir segura, aunque no estemos hablándonos, solo respirando y corriendo lado a lado. —Puedes escuchar tu música, si quieres. —Sonríe para mí. —Está todo bien. —Asiento y continúo corriendo. Me gusta oírlo respirar. —¿Qué estás escuchando? —Era una canción de Maroon5. —Le sonrío. ¿Qué hay en ese hombre que me hace sentir tan cómoda? — ¿Fan de Maroon5? —me pregunta.

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—Siii. —¿Cuál es tu banda favorita? —él pregunta con una sonrisa curiosa. Nash. Pero de ninguna manera le voy a confesarle eso. En vez de eso, levanto mis hombros nuevamente e intento pensar en otra banda. Caramba, es difícil cuando él está tan cerca que puedo sentir como huele. Él huele malditamente bien. —Me gusta todo tipo de música. No amo una banda en particular. —Yo tampoco. —Oigo la risa en su voz—. Estabas en lo cierto, correr a esta hora de la mañana es muy bueno. Lo sé. Es relativamente tranquilo y ni siquiera me importa cuando llueve. —¿Estás listo para acelerar de nuevo?

—Por supuesto, solo estoy siguiéndote a ti. Tomo mi ritmo nuevamente y ahora estamos corriendo a un ritmo más rápido. Mi respiración está acelerada, lo suficiente como para resultar más difícil hablar, y puedo oír que lo mismo le está sucediendo a él, de modo que nos calmamos y disfrutamos de la corrida, el ruido constante de nuestras pisadas en la acera en perfecta sincronía. No le doy importancia a esa leve garúa, ni a mis mejillas ni a la punta helada de mi nariz. Limpio mi nariz con mi capucha y continúo. Me dije a mi misma ayer a la noche, mientras estaba en la cama pensando en esta sexy estrella del rock y sus deliciosos besos, que transformaría esta corrida en una feroz competición, pero al final de cuenta, realmente la estoy disfrutando. Seis kilómetros después, comienzo a desacelerar sintiendo la quemazón en mis muslos. —¿Estás bien? —pregunta con rostro preocupado.

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¿Por qué es tan genial? —Estoy bien, pensé que tal vez tú estarías cansado —miento. Muero antes de decirle que mis muslos se están quemando. —Yo estoy bien. —Frunce su frente. —Ok. —Levanto mis hombros como si estaría bien y tomo el ritmo nuevamente. Mis muslos y pantorrillas gritan en protesta, pero mantengo mi rostro inexpresivo y en vez de eso, me concentro en mi respiración y en el sonido de nuestros pies. Si él puede hacer esto, yo también puedo y corro tres kilómetros más. Finalmente, suelto un suspiro silencioso de alivio cuando comienzo a bajar el ritmo. Mis piernas están un poco flojas. Acostumbro a correr todas las mañanas, pero no entreno para un maratón hace largo tiempo, gracias a mi trabajo. Mi ex trabajo. Mi cuerpo muestra la falta de entrenamiento.

Leo se retrasa conmigo y me lleva para un parque con mesas de picnic. Me lleva hasta la mesa más cercana. —Siéntate arriba de la mesa —dice con su voz dura. Sigo sus órdenes y arrugo la frente mirándolo. —¿Por qué? —¿Por qué has hecho eso? —Él pone mi pierna derecha en línea recta y comienza a trabajar con sus dedos en mis músculos del muslo y no puedo contener mi gemido de placer. — ¿Hacer qué? —Tú, obviamente, corriste más de lo que estás acostumbrada. Tus piernas están temblando.

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—Estoy bien. —Enderezo mi cabeza e intento salir de su control, pero se inclina y aprieta su mano en mi cadera, con el rostro a pocos centímetros del mío, apretado con rabia. —Nunca me mientas, Luz del sol. No quiero nunca más que corras al punto que tus piernas queden temblando de este modo otra vez. La única vez que tus piernas van a temblar así, será cuando yo esté dentro de ti. Mi boca se abre y mis ojos se agrandan. Me mira durante otro latido del corazón y en seguida retoma su trabajo en mis piernas, acariciando y masajeándolas. ¿Cuándo fue la última vez que alguien quiso cuidar así de mí? No lo recuerdo. Cuando yo esté dentro de ti. Mierda. Por más tentador que parezca, eso no sucederá.

Él masajea mi otra pierna y cuando comienzo a sentirme mejor, me aparto de él y quedo de pie. —Gracias, estoy bien. —No puedo mirarlo. Es muy fácil gustar de este hombre, querer entregarme a sus caricias y su bondad. Es de la familia. Es una celebridad. No voy a entrar en eso. Camina junto a mí regresando a mi departamento. Corrimos en círculo así que mi casa no está lejos. Cuando pasamos por mi café favorito, Leo toma mi codo para empujarme para un descanso allí, y no puedo evitar vacilar un instante, mientras me aparto.

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Sus ojos están calientes mientras frunce su frente. Aclaro mi garganta. Me está observando como si quisiera preguntarme alguna cosa, pero solo suspira. —Vamos a desayunar. —Señala el café y deja de fruncir la frente. No debería pasar más tiempo con él. Pero el pensar en volver a casa, sin un trabajo al cual ir y realmente nada planeado para hoy, me deprime. —Okay. Me lleva hacia una mesa y nos sentamos uno frente al otro. —¿Café? —pregunta la moza mientras se aproxima a la mesa. —Sí —responde Leo. —No, gracias —murmuro y agarro el menú—. Solo un jugo de naranja. — ¿Sin café? —pregunta Leo mientras la moza se aleja. —No. —Arrugo mi nariz con disgusto cuando leo el menú, sin saber que quiero—. Odio el café.

—¿Has notado que vives en Seattle, no? —Se ríe y toma un sorbo de café negro—. Creo que apreciar un café es ley. —No llames a la policía del café. Desgraciadamente no conseguí que me gustara. Amo este lugar. —Cierro el menú y me reclino en mi silla, sin poder evitar mirarlo. Mis tripas hacen un salto doble. Debería ser ilegal que alguien tenga esa apariencia. Su cabello está mojado pero el estilo es un mohicano medio confuso, pero eso está muy bien. Él tiene un estilo casual con su ropa de correr, las manos tatuadas alrededor de su taza y es fácil olvidar que es una celebridad. Es solo un hombre. La moza trae mi jugo, anota nuestro pedido y nos deja solos nuevamente. —Entonces. —Se inclina hacia atrás, apoyando un codo en la parte posterior de la pequeña cabina—. ¿Por qué no estás trabajando hoy?

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—¿Cómo sabes que no estoy trabajando? —pregunto. —Tú has dicho anoche que no estabas trabajando. ¿Por qué no? —Sus ojos se estrechan un poco y me está observando de cerca. Sin mentiras. —Fui despedida —respondo y tomo un sorbo de mi jugo, intentando sacarme el mal gusto que la palabra dejó en mi boca. Despedida. Sus cejas se levantan hasta casi su cabeza, sorprendido. — ¿Por qué? Levanto mis hombros y miro mi jugo. No quiero contarle eso. Se inclina y toma mi mano y no puedo evitar el salto instintivo que viene cuando me tocan.

¿Qué hay de malo conmigo? —¿Por qué te apartas cada vez que te toco? —pregunta en voz baja y firme. —No lo sé —susurro. —Mírame. —Su voz no deja lugar para discutir, entonces lo miro a sus ojos grises irritados. —Respóndeme. Levanto los hombros nuevamente y muevo mi cabeza. —Es una cosa estúpida. No soy ninguna víctima, Leo. No me conoces muy bien, pero creo que me conoces lo suficiente para saber que no soy insolente con nadie. —Está bien, continúa. —Él sigue sosteniendo mi mano en la suya y frota el pulgar

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sobre mi palma. Dios, es una sensación muy buena. —No quiero hablar sobre eso. —Y esa es la verdad. —Está bien, es justo. Vamos a olvidarnos de eso, por ahora. —Sonríe tranquilizándome pero no suelta mi mano. ¿Dónde está nuestra comida? No es que estuviera con hambre pero realmente me gustaría tener mi mano otra vez. Desliza el pulgar sobre los nudillos nuevamente, enviando un hormigueo por todo mi cuerpo. Deslizo mi mano lejos de la suya y agarro mi jugo con las dos manos. Mi mano está fría, no por causa del jugo, sino por la pérdida de contacto. Sonríe otra vez y le devuelvo la sonrisa. —Eres bonita cuando sonríes, Sam. —Hum, gracias.

—Háblame sobre tu trabajo —exige y se arrima cuando nuestra comida es servida. —Fui directora de la revista Seattle durante ocho años. —Echo pimienta en mi omelete y como un poco. —Eso es bastante tiempo. —Sí, me gustaba. Era muy buena en eso. —Entonces, ¿qué sucedió? —Hace más o menos un año atrás, mi jefe me pidió hacer un reportaje con Luke. Él creyó, ya que soy la hermana, que conseguiría una exclusiva con él, su nueva esposa y eso haría que las ventas de la edición se disparasen. —Pero tú no eres reportera —me interrumpe con un gesto serio.

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—No, pero él quería que haga una excepción, ya que sabía que no permitiría que nadie hiciera eso. —Dejo mi tenedor en mi plato y bebo un poco de jugo—. Le respondí que no lo haría de ninguna manera. —Balanceo mi cabeza, cuando recuerdo la rabia en el rostro de mi jefe, en el momento que le dije que no haría el reportaje. — ¿Qué te hizo decir que no? — pregunta. —Luke defiende su privacidad ferozmente. No hay nada que me haga realizar un reportaje a mi hermano solo para disparar las ventas de mi revista. Además de eso, es un insulto pedirme escribir un artículo sobre mi familia y luego, enojarse cuando digo que no. —Frunzo el ceño, enojada una vez más. —Ok, ¿pero qué tiene que ver eso con que hayas sido despedida? —pregunta y come sus panqueques. — ¿Cómo puedes comer panqueques y continuar tan delgado? —pregunto antes de pensar. Sonríe, el piercing capturando mi mirada.

—Genética. —Suertudo —murmuro obteniendo una carcajada de él y todo mi cuerpo queda inmóvil. Mi Dios, es increíble cuando se ríe. —De todos modos —continúo forzándome a despertar—. La semana pasada, mi jefe me buscó nuevamente, siendo un completo idiota sobre no haberle contado que Will Montgomery estaba ligado a mi familia. —¡Diablos! —susurra. —Él quería que yo tirase de algunas cuerdas y consiguiera una exclusiva para la revista y una vez más, me negué. —Muevo mi cabeza y retiro mi plato, demasiado enojada para comer—. Leo, ellos son mi familia. Jamás los usaría para mantener mi carrera. Jamás haría eso.

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— ¿Qué te dijo? —pregunta bajo. Sus dedos tomando su taza de café con fuerza, la rabia dibujada en su rostro. —Él gritó, me llamó mariquita. —Sonrío cuando Leo agarra mi mano nuevamente—. Le dije No, Bob, tengo una vagina. Pero entiendo si tú no conoces la diferencia. —Punto para ti. —Leo ríe—. Apuesto que no le gustó. —No, no quedó impresionado. —Suspiro y distraídamente trazo algunas letras en los dedos de Leo—. Él dijo que si yo no me ponía la camiseta del equipo y si no estaba dispuesta a hacer eso por el bien de la revista, entonces tal vez no tuviera más lugar para mí en la empresa. Muerdo mi labio, trazando su tatuaje en su mano ahora. —Tal vez él tuviera razón —susurro—. Pero amaba ese estúpido trabajo. —¿Qué dijo tu familia?

Mi mirada se posó en la suya y mi estómago se retorció dolorosamente. —Ellos no lo saben. Por favor, no digas nada. —¿Por qué no lo saben? —Frunce su frente. —Porque no tienen que preocuparse por mí y no quiero que se sientan obligados a ayudarme. Estoy bien. Voy a resolver esto. Tengo ofertas de trabajo en otras ciudades pero no quiero estar lejos de mi familia. ¿Tonto, verdad? Gira mi mano agarrándola con fuerza. —No es tonto. Esto es tu hogar. Yo también sentí la falta de este lugar. —¿Por qué has vuelto? —pregunto apreciando su compañía. Es tan fácil conversar con él. Quizás, demasiado fácil. Probablemente no debería abrirme tanto, pero no puedo hablar con mi familia sobre esto. Me asusta mucho.

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—Extrañé a Meg. Acabé cansado de la ruta. Necesitaba un descanso. —¿Hace cuánto tiempo que no tomas un descanso? —pregunto y tomo mi jugo. Se ríe sin gracia. —Estamos sin pausa hace cinco años. Las tres últimas giras fueron consecutivas durante tres años. —¿Tres años en la ruta? —Exactamente. —No es de extrañar que estés cansado. Mueve la cabeza y sonríe, pero sus ojos de repente parecen completamente exhaustos. —¿Estás lista? —pregunta. No realmente.

—Sí. Me tira de la mesa, paga la cuenta y me lleva por la acera hasta mi casa. —¿Cómo están tus piernas? —pregunta casualmente mientras caminamos por la acera. La ciudad está despertando. —Están mucho mejor, gracias. —Hablé muy en serio, no hagas eso otra vez. —Hago lo que quiero —le retruco. —Obstinada —rezonga y lanza una mirada filosa hacia mí. No puedo parar de reír. —Diablos, nunca escuché eso antes. Estoy impresionada. —Parpadeo hacia él, jugando.

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—Listilla. Nos aproximamos a la puerta del frente de mi predio. Esto puede complicarse. Él solamente me empuja para un abrazo, envuelve los fuertes brazos por mi cuerpo y me empuja contra su duro pecho, me balanceo levemente para delante y para atrás por un instante. Lo siento besarme en la cabeza y hago una mueca. ¿Qué es eso? —Te veo mañana a la mañana —susurra y se aleja, sus ojos grises suaves y una sonrisa en sus labios—. ¿Estás segura que no tienes una banda favorita? —pregunta mientras camina en dirección a su auto. Le sonrío y muevo la cabeza. —Es… Matchbox Twenty, son muy buenos. —Me matas. —Lleva sus dos manos sobre su corazón.

—Vete a casa —le digo con una sonrisa y abro la puerta, entrando al acogedor lobby y miro hacia atrás cuando él entra en su auto. Me hace un guiño y saluda con un movimiento de su cabeza antes de alejarse. Estoy en un gran problema.

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Traducido por vecina Corregido por Leluli

~ Leo ~ ué planes tienes para el fin de semana? —le pregunto a Sam, mientras corremos hasta su calle. Es viernes y corrimos juntos todas las mañanas de esta semana. El lunes comenzamos la rutina. Corremos, desayunamos, le acompaño hasta su casa y me marcho. Jesús, quiero besarla nuevamente.

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Pero creo que ella necesita de un amigo más que cualquier cosa, y caramba, ella me gusta mucho. Cuando se olvida de levantar esos muros alrededor suyo y se suelta un poco, es divertida y es un placer hablar con ella. Y ciertamente no tengo problema en verla correr con sus calzas y remera. Tiene un cuerpo delgado y fuerte. Me pregunto cómo me sentiría con esas piernas rodeando mi cintura. —Cada día es un fin de semana, Leo —responde secamente, alejándome de mi fantasía—. Pero creo que voy a encontrarme con Nat y Jules más tarde para tomar un café. —Tú no tomas café. Se ríe, sus grandes ojos azules brillando y arruga esa nariz adorable para mí. —Realmente no entiendes la definición de chicas tomando café.

—Explícamela —estamos comenzando a respirar más agitados ahora. Cuando comenzamos el lunes, yo estaba seguro que nuestras pequeñas corridas no iban a desafiarme, pero Sam es una corredora fuerte. —Nosotras nos encontraremos para un café, bebemos alguna cosa y hablamos durante algunas horas. — ¿Sobre qué cosas hablan? —pregunto, aunque en verdad no me importa. Solo quiero seguir escuchando su voz ronca y sexy. —No puedo decírtelo. Es cosa de chicas. —Vamos, no le contaré a nadie. Juro —cruzo los dedos sobre mi corazón y sonrío para ella. —No —ella balancea la cabeza y sonríe un poco más.

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—Está bien. Entonces no te contaré mi chisme. —Levanto mis hombros con indiferencia y sonrío. —¿Qué chisme? —me pregunta. —No te lo puedo decir. —Está bien —se encoje de hombros y me mira de reojo, intentando ocultar la sonrisa. Finalmente, se ríe y me golpea el hombro—. No tienes ningún chisme, idiota. Antes que pueda responder, mi dedo del pie golpea en una parte elevada de la calle y me siento lanzado hacia adelante, de cara al suelo. — ¡Mierda! Mi rodilla golpea más fuerte en la caída y giro de lado, levantándome nuevamente. —¿Estás bien? —Sam agarra mis brazos, sus pequeñas manos fuertes, los ojos grandes y preocupados, buscando mi rostro, agitada.

Mierda, ella es linda. —Estoy bien. No ha sido nada. —Sus ojos hacen una inspección a mi cuerpo y se ahoga cuando ve mi rodilla. — ¡No, no estás bien! Estás sangrando. —Es solo un rasguño, Sam. —Tú estás sangrando —repite y se agacha examinando el pequeño rasguño. Ni sabía que tenía ese rasguño hasta que ella me lo dijo. —No es nada. Vamos, continuaremos corriendo. —De ninguna manera, te llevaré a casa y te curaré. Lo siento mucho, no tuve la intención de empujarte tan fuerte. —Ella se pone de pie y sus ojos encuentran los míos nuevamente, sus cejas unidas en una mueca.

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Me río y paso mi pulgar sobre sus líneas de expresión, ignorando su pequeño intento de apartarse. —Estoy bien. —Vamos. Te has lastimado. —Coge mi mano y nos lleva de vuelta a su departamento, andando rápidamente. ¿Podría ser más adorable? Llegamos a su edificio y por primera vez en esta semana, me lleva para dentro junto con ella, saludando al portero y metiéndome dentro del elevador. —Es un bonito edificio —comento, observando su rostro. Nunca me canso de su rostro. —Sí, me gusta este lugar.

Ella de repente lleva su mano dentro de su remera y coge una llave de su top deportivo. —Adoro tu sistema de almacenamiento —y quiero llevar mi mano hasta allí. Sam sonríe y me lleva dentro de su departamento. No estoy preparado para ver el departamento de Sam. El espacio es abierto y sorprendentemente grande. Iluminado. Hay grandes ventanas, ofreciendo abundante claridad solar. Sonrío. Apropiado. Pero, en vez de un departamento moderno, elegante y frío, que era lo que estaba esperando, me veo observando grandes muebles atractivos en rojo y azul, plantas, flores y revistas de moda en la mesa, su laptop cerrada en el sofá. Hay una

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chimenea a gas en la esquina y diáfanas cortinas blancas en las ventanas. Un piano apoyado en la pared opuesta. ¿Ella toca? —Es un excelente hogar. Su sonrisa es ancha y tan atractiva como su casa. —Gracias. — ¿Tú misma lo has decorado? —es muy femenino y dulce. Como ella. —Sí, lo hice todo yo sola. —Se ríe y me mira. Toma mi mano y me lleva hasta un corredor, hasta su habitación, llena de almohadones suaves y ropa de cama en tonos rojos, gris y blanco. Su baño es la misma cosa. Suave y bonito, pero sin tantos detalles. Es confortable.

—Siéntate en el borde de la tina, voy a buscar mis cosas. —Se gira de espaldas a mí, quitándose su remera con capucha rosa, quedando apenas con una musculosa fina sobre las calzas. Mis manos se cierran en puños, a los costados de mis caderas. Mierda, quiero tocarla, apretar aquel trasero en mis manos, empujar mi cara entre sus piernas. Se gira hacia mí, con las manos llenas de suministros. —Ok, esto puede dolerte un poco —se muerde el labio inferior y me mira, mientras se agacha delante de mí, a pocos centímetros—. Lo siento mucho. —Sam, estoy bien. No me duele. Hasta paró de sangrar. —No quiero que se infecte. Voy a limpiar la herida. —Comienza a frotar suavemente con un paño caliente, limpiando la sangre que comenzó a secarse en mi pierna. Su dulce cabeza rubia está inclinada sobre mí, concentrada en su tarea.

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Y mi polla está moviéndose con cada toque de esos dedos increíbles, con las uñas pintadas de blanco. Toma mi pierna firmemente con una mano y yo me resisto un poco, imaginándola rodeando mi polla de la misma manera. — ¿Te he hecho daño? —ella se aparta, los ojos grandes y me mira con preocupación. —No, no ha sido nada. —No creo que necesites una curita, ni ninguna otra cosa. —No, no necesito de nada de eso —murmuro y me río—. ¿Ves? No fue nada. —Discúlpame, yo te empujé —murmura. —Sam, estoy bien. Ya tuve peores cosas, confía en mí —deja el paño a un lado y la mantengo cerca de mí, antes que pueda ponerse de pie y alejarse. Me gusta tenerla tan cerca.

Ella huele jodidamente increíble. — ¿Por qué te alejas cuando te toco? —murmuro e inclino su mentón para que pueda mirarme a los ojos. Ella frunce el ceño y su mejilla brilla inmediatamente rosa. Deslizo mis dedos por su rostro y trazo su labio inferior con mi pulgar—. Dime. Me gusta tocarte. Se tensa y frunce la frente de nuevo. —Creo que no estoy acostumbrada a eso. — ¿Qué quieres decir? —Paso la mayor parte del tiempo sola, Leo. A menos que esté cerca de mi familia, lo que no sucede seguido, no me tocan mucho. —Encoje sus hombros y baja la mirada—. No soy una persona melosa.

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—Está bien. —Dios, ella rompe mi corazón y me hace querer abrazarla y mantenerla en mis brazos todo el tiempo. Cosa que ella no aceptaría muy bien, mujer miedosa e independiente. —Apuesto que a ti te tocan todo el tiempo —ella sonríe. — ¿Por qué? —pregunto. Aún estamos cara a cara, a centímetros de distancia. No me quiero mover. —Fans. También están las groupies que acompañan a todos los shows. Mujeres que quieren un pedazo de ti. —Los fans son fantásticos, y si, puede haber algunas groupies. —Le doy una sonrisa—. Hace tiempo que no les presto atención a las groupies. Sus ojos sorprendidos encuentran nuevamente los míos. ¿Será que ella piensa que yo intento follar con todas las mujeres que se acercan a mí? Ok, acostumbraba hacerlo, pero era un chico.

— ¿En verdad? Paso mis dedos por su mejilla otra vez y le sonrío. —Las dejo que se diviertan con el personal tras bastidores. —Beneficios del trabajo —responde divertida. —Ellos no se quejan —asiento—. Hueles exquisitamente bien —susurro. Su dulce perfume ilumina todo a mí alrededor. Huele a vainilla con un toque de limón. Ella es como la luz del sol. Su respiración se vuelve agitada, sus ojos caen hasta mis labios y sé que estoy perdido. —Voy a besarte, Samantha —susurro.

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~ Samantha~ —Gracias a Dios

—susurro, observando esos labios, ese piercing. Él me tocó

durante toda la semana, un leve toque aquí, un abrazo allí, pero no me besó desde aquel día en el balcón de mis padres. Nunca imaginé que podría desear tanto un beso. Él sonríe, sus ojos felices y calientes, mientras pasa los dedos ásperos por mis mejillas e inclina mi cabeza hacia atrás. Me sostengo con mis manos en la tina, cerca de sus caderas, mientras se inclina, y levemente, suavemente toca sus labios con los míos. Muerde delicadamente el costado de mi boca, y entonces mueve su mano en mi cabello amarrado, apretando fuerte con su puño para mantener mi cabeza inclinada hacia atrás, la otra mano rodeando mi cuello y rostro y me besa como nunca fui besada en mi vida.

Como si él aún no pudiera estar lo suficientemente cerca. El sentimiento es totalmente recíproco. Envuelvo mis brazos alrededor de su cuello y me agarro fuerte, saliendo de mi posición de rodillas e inclinándome sobre él. Juro que alguien aumentó la temperatura en mi departamento. Estoy caliente y mojada, literalmente. Retira la mano de mi cabello, desciende por mi espalda, hasta tomar mi culo con su mano. Se aparta, respirando con dificultad, los ojos brillando con la lujuria. — ¿Estás saliendo con alguien? Muevo mi cabeza negando y me inclino para besarlo nuevamente, pero se aleja hacia atrás, el rostro aún con expresión grave.

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— ¿Follando con alguien? —Brandon se mudó. — ¿Quién es Brandon? —Un ex amigo de follar — ¿por qué estamos hablando de esto? — ¿Cuánto tiempo? —pregunta, los ojos apretados, observándome. —Hace algunos meses —tomo su rostro con mis manos y lo miro con una mueca— . ¿Qué historia es esa? —No quiero meterme en territorio de otro hombre y yo no comparto. Guau. —Estoy soltera —arrugo mi frente otra vez—. Pero nosotros no estamos…

—Oh, creo que nosotros estamos —él interrumpe, su mirada cuestionándome. Toma mi trasero más fuerte y aprieta, fácilmente arrastrándome por mis pies—. No voy a soltarte —susurra. —Tienes que soltarme —le susurro e intento apartarme, pero su rostro se vuelve serio y aprieta mis brazos—. Suéltame —repito, más alto. Él suspira y me suelta, dando un paso atrás. Su rostro está sombrío. Su cuerpo alto y delgado aun usando una remera y su habitual short negro para correr, pero el short forma claramente una carpa. Me muerdo mi labio y, en seguida le ofrezco una pequeña sonrisa antes de quitarme mi remera y mi top deportivo por la cabeza, arrojándolos al suelo de azulejos. Oigo su respiración jadeante, pero continúo con la tarea, arrancándome mis calzas y dejándolas en el suelo, junto a mi remera.

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Él está congelado en su lugar, sus ojos tempestuosos sorprendidos y su boca abierta, saboreándome completamente. Sus manos, puños abriendo y cerrándose, como si quisiera tocarme, pero intentando contenerse. —Tienes un piercing en el ombligo —susurra casi para sí mismo y sonrío. —Si —miro el diamante colgado en mi ombligo y sonrío—. Fue mi primer acto de rebeldía, cuando estaba en la escuela. “Cryin”, de Aerosmith estaba de moda y la mayoría de las chicas solo querían tener un piercing en el ombligo. —Es muy excitante. —Sácate la ropa —camino hacia él, pero me detiene, con los ojos fijos en los míos. — ¿Estás segura? —Leo, no invito muchos hombres a mi casa. En realidad no invito muchos hombres a desnudarse. Creo que quiero decir realmente eso.

Mira mi rostro por un largo tiempo y, luego, en vez quitarse su ropa como le pedí, se acerca rápidamente, me agarra, me sienta en el lavabo y me besa como un loco. Este hombre puede follar solo besando. Tiro de su piercing con mis dientes, haciéndolo reír. — ¿Te gusta duro, Luz del sol? —me pregunta. —Si, en verdad, me gusta. —Bien, vas a tener lo que buscas. Pero las cosas serán un poco suaves también — pasa su lengua por mi oreja, provocándome escalofríos en mi columna. —Duro funciona mejor para mí. Muerde mi oreja, duro, haciéndome gritar, entonces me alivia con la lengua.

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—Voy a llevarte duro y suave, un poco a cada paso —toma mi rostro con las manos y me mira, su nariz tocando con la mía—. Voy a follarte completamente. ¡Oh Dios, si! —También voy a hacerte el amor, hasta que estés temblando y no recuerdes quien eres. Sus grandes manos se deslizan hasta mis brazos y luego a mis pechos suavemente, los pulgares apretando mis pezones, tornándolos aún más duros de lo que estaban y no creía que eso fuera posible. Encuentra un camino directo hacia mi coño y me estremezco. Llevo mis manos bajo su camisa y encuentro la piel caliente y los músculos duros. —Quiero verte —murmuro, mordisqueando el labio inferior al lado de su piercing.

Retrocede y levanta un brazo encima de su cabeza, tirando de su camisa por el hombro y luego por la cabeza de esa manera sexy que los hombres hacen. Se desprende de su short rápidamente, saca sus zapatillas y allí está él listo. Completamente desnudo. Da un paso más cerca, encajándose entre mis rodillas, descansando su dura erección contra mi cuerpo y me besa. Creo que no me besaron tanto en toda mi vida. Me gusta. —Dios, eres hermosa —murmura. Lo miro y lo encuentro mirando el espejo a mi espalda y sonrío. —Como tú.

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—Yo soy hombre. — ¿Y? —No soy hermoso —me da una gran sonrisa y luego se inclina para chupar mi pezón. —Tu tatuaje es hermoso —le respondo sin aliento y entrelazo mis dedos en su cabello—.Sabes que tengo una cama. —Buena idea. Antes de que pueda bajar del lavabo, me agarra fácilmente y me lleva a la cama, aparta las sábanas y sube aun cargando conmigo, mis brazos y piernas rodeando su cuerpo. Me acuesta, chupando nuevamente mi pezón, con las manos deslizando sobre mi pecho, mis brazos… en todo mi cuerpo. De pronto, me gira.

—Buena idea —murmuro e intento levantar mi culo pero él se ríe y me empuja de nuevo para abajo. —Aún no, dulce, estoy disfrutando de esto. —Ok, estoy lista —me muevo debajo de él, lista para sentirlo dentro mío, pero me cubre con su cuerpo, llenándome de besos en el hombro y mordiendo mi oreja. —Relájate. —Solo fóllame, Leo. Se levanta de encima de mí y me gira de espaldas nuevamente, con el rostro serio. —No. No estoy aquí solo para follarte. —Muy bien —intento girar para irme, pero me asegura firmemente.

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— ¡También voy a disfrutarte, maldición! —me besa duro, exigente, suelta mi cabello del elástico y hunde sus dedos en él, mientras hace el amor con mi boca. No puedo evitar pasar mis manos sobre sus brazos, sus hombros, acariciando su piel suave, a pesar de la cantidad de colores de los tatuajes que lo cubren casi por completo. —Disfruta esto, Sam —susurra y me besa suave, completamente diferente al beso anterior, enviándome hacia una espiral de emociones. Cuando creo que finalmente está listo, cambia completamente de posición. Yo no puedo tener relaciones sexuales con él en esta posición. Besa mis pechos, mordisqueando y chupando, y luego desciende para mi ombligo. —Adoro esto —refunfuña y lo besa castamente. —Me alegro —le sonrío. Él devuelve mi sonrisa, besándome otra vez y entonces se mueve más hacia el sur.

—Rosa —susurra. — ¿Qué? —Tu coño es rosa. Me pregunté si tu coño era tan rosa como tus labios desde el día que te conocí. — ¿Cómo? —me apoyo en mis codos y lo miro, boquiabierta. —Así es —me asegura y acaricia el lugar con la nariz y luego abre más mis muslos y me lame a partir de mis pliegues hasta mi clítoris, en una larga lamida. —Oh, Dios —suelto un gemido y me acuesto, llevando un brazo sobre mi rostro. El sexo oral siempre me pone nerviosa. Es muy íntimo.

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Pero no quiero decirle que pare. Él es muy, muy bueno en esto. Tira mis labios a su boca y chupa con pequeños impulsos, llevando las manos bajo mi culo para levantar mi pelvis y hundir esa deliciosa lengua dentro de mí. Grito y me agarro de las sábanas con los puños, retorciéndome contra su rostro. Él suaviza sus golpes y luego cierra la boca y frota el metal contra mis labios y sobre mi clítoris, en círculos, y empuja hacia arriba, empuja mi protuberancia en su boca y chupa. Duro. Planto mis pies en su espalda y abro más mis piernas, alzando mi pelvis, pidiéndole que nunca se detenga. Mierda infernal, ese piercing me va a matar. Libera mi clítoris y lo besa suavemente, y luego gentilmente besa y masajea mi coño con los dedos, susurrándome pero no consigo entender las palabras.

Finalmente, sube de nuevo a mi cuerpo, dejando besos mojados en su paso y se instala entre mis piernas. Aparta mi cabello de mi rostro y me besa. Puedo sentir mi sabor y él me excita nuevamente. —Me gustan mucho tus labios —le susurro. Sus ojos enloquecen con la lujuria. —Eres increíble, Luz del sol. — ¿Por qué me llamas así? —le pregunto, y lentamente paso mis dedos para arriba y para debajo por su espalda. Parece que él lo está pensando, una pequeña mueca se forma entre las cejas, pero me sonríe. —Por tu hermoso cabello rubio. —Huh —giro mis caderas y siento su erección contra mi centro—. Es necesario cubrir esa criatura, amigo. Hay preservativos en la mesa de luz. —Y te necesito de

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vuelta, rápido. —Pensé que no invitabas hombres a tu casa —se aparta de mí y abre el cajón, tomando un condón y colocándolo en su polla. —Rara vez invito hombres para venir aquí pero es bueno estar preparada —antes que pueda ponerse nuevamente sobre mí, me monto a horcajadas sobre él; rodillas apoyadas a los costados de sus caderas y envuelvo mis brazos alrededor de su cuello. Sus manos inmediatamente viajan por mi cuerpo y suelta un gemido suave. ¡Se siente tan bien ser tocada! Agarra mis caderas y me levanta suavemente, hasta que la cabeza de su polla está pronta a hundirse dentro de mí. — ¿Estás lista? —me pregunta contra mis labios. Lo beso y desciendo lentamente, gimiendo con él, mientras me empala con su polla. —Mierda me haces sentir tan bien, querida.

—Mmm —concuerdo y comienzo a moverme, apretándolo, montándolo. —Mierda —susurra nuevamente y mira hacia abajo donde nuestros cuerpo se unen—. Esto es sexy. Se inclina para atrás apoyándose en sus codos, dobla las rodillas y comienza a empujar adentro y fuera de mi duro. Es la cosa más intensa que jamás sentí. —Dios, Leo —lloro y me pierdo en él, montándolo con tanta fuerza que mis piernas comienzan a temblar. Golpea de lado y trabaja mi clítoris con su pulgar y grito. —Así, nena, córrete para mí —golpea más fuerte con sus caderas, apretando más con su pulgar y me deshago totalmente, gritando su nombre.

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Se sienta nuevamente y aprieta mis caderas con firmeza, golpeando fuerte durante todo el camino y me sigue con su propio orgasmo, gruñendo, mientras se derrama dentro de mí. —Mierda, nena —susurra y acomoda mi cabello detrás de las orejas—. Eres increíble. —Besa mis pechos, mis clavículas y después mi mentón. —Tú no eres nada inexperto… —murmuro y sonrío, cuando él muerde mi cuello con la broma. — ¿Puedo quedarme? —me susurra, sus ojos felices en los míos. No puedo resistirme. Asiento feliz y entrelazo mis brazos alrededor de su cuello. —Quédate.

Traducido por blanca20011983 Corregido por IngridShaik

e desperté en mi cuarto sombrío, oscuro y mi cama fría. Nos quedamos dormidos después de una ronda particularmente vigorosa de sexo duro, pero no tenía planeado dormir tanto tiempo. Me siento y miro alrededor de la habitación, observo la camisa de Leo todavía en el piso del baño, y de repente huelo a tocino. ¿Tocino por la noche?

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Me levanto de la cama, me pongo una bata de seda negra y sigo el olor con mi nariz. Mis pies paran de golpe en la entrada de la cocina, y estoy fascinada. Leo Nash, estrella del rock, está haciendo comida en mí cocina. Medio desnudo. Está en pantalones vaqueros, ¿de dónde sacó los pantalones? pero están sueltos, cómo sí él no los hubiera abrochado, y claramente no lleva ropa interior. Tiene unos hoyuelos impresionantes por encima del culo. Sus hombros son anchos, pero finos, como el resto de su cuerpo. Es musculoso, pero no como los Montgomery. Tiene el cuerpo de un corredor. Su pelo es un desastre que mis dedos pican por enterrarse de nuevo ahí. Me mira con una media sonrisa, y se me encoge el estómago. Mierda, estoy tan jodida. —Eh, dormilona. —Hola. —Me acerco a él, envuelvo mis brazos alrededor de su cintura y beso su espalda, entre los omóplatos. Es tan alto a mi lado. O soy demasiado baja—. ¿También cocinas?

—Un poco. Tenías cosas para el desayuno, así que las use. Espero que todo esté bien. —Mmm, me muero de hambre. No te acostumbres a él, Sam. —Miau. —Hey, pequeño —sonrío y recojo a mi esponjoso gato blanco en mis brazos, acariciando su rostro. —Tienes un gato — me mira con una ceja levantada, mientras rompe los huevos. —Lo tengo. Leo conoce a Levine. — ¿Hola cómo estás? —Hace una pausa y sonríe—. ¿Cómo Avril o cómo Adam?

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—Es macho, Leo. — ¿Cómo elegiste ese nombre? —pregunta con una sonrisa, colocando los huevos en nuestros platos. —Creo que tengo alguna cosa con las estrellas de rock tatuadas —sonrío y me encojo de hombros. — ¿Qué pasa con Nash? —pregunta con un gesto falso. —Oh, nada. Está bien, supongo. —Te voy a dar una tunda más tarde —él se ríe y luego sacude la cabeza. — ¿Qué? —pregunto, y coloco al gato en el suelo. —Nunca te imagine dueña de un gato. —Es un gato. No soy la señora loca de los gatos, o algo así. —Salto en el mostrador al lado de la estufa, y miro sus manos tatuadas mientras hace la comida, y mi gato hace su camino a través de las piernas de Leo, ronroneando.

—Bueno, el jurado aún no se ha pronunciado sobre la parte loca. —Él me guiña el ojo y le doy una palmada en el brazo. —No seas un idiota. Mira que estoy pensando en tener sexo contigo otra vez. Leo se ríe y pone la comida en nuestros platos, me entrega uno a mí. — ¿Quiere sentarse a la mesa? —pregunto. —Estoy bien. —Se apoya en la barra en frente de mí, cruza las piernas con sus vaqueros rotos, y empieza a comer. Él me está mirando, pero no dice nada, sólo me mira con una sonrisa en los labios. — ¿En qué piensas? —finalmente, me pregunta. — ¿Cómo te hiciste esa cicatriz? —pregunto, y apunto a su abdomen con mi tenedor. Tiene estrellas tatuadas en las caderas, en la línea de V muy sexy, y tiene

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una cicatriz quirúrgica justo por encima, a la derecha. —Apendicectomía —se encoge de hombros—. No es una historia muy emocionante. —Apuesto a que duele. —Casi muero. — ¿Qué? —mis ojos se encuentran con los suyos y dejo de comer—. ¿Qué quieres decir? —Era un adolescente en un hogar de acogida. Le dije a la señora con la que vivía sobre mi dolor de estómago, pero ella me dijo que sólo tenía que ir a la cama. —Él se encoge de hombros otra vez y toma un gran bocado de tocino—. Cuando empecé a vomitar y mi temperatura subió a 40°c, me llevó a la sala de emergencias. Tuvieron que hacer una cirugía de emergencia. —Se concentra en el plato, sin mirarme a los ojos, tratando de hablar casualmente, cómo sí no fuera gran cosa, pero puedo ver que es una gran cosa.

Por supuesto que lo es. Situó mi plato casi todo consumido en el fregadero, y salto del mostrador, tomando el plato de él y poniéndolo en la barra atrás, envolviendo mis brazos alrededor de su cintura, apoyando mi cabeza en su pecho, y apretando firmemente. Además de Olivia, nunca sentí la necesidad de abrazar a alguien en mi vida. Él envuelve sus brazos alrededor de mis hombros y me sostiene apretado, estrechando los labios en la parte superior de mi cabeza y respirando profundamente. —Lo siento —susurro y beso su pecho. Me inclino un poco hacia atrás, para poder ver bien sus tatuajes de cerca, mientras no estamos envueltos en nuestro frenesí de pasión. ¿Quién tiene tiempo para examinar los tatuajes cuando está dentro de mí? Yo no.

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Hay un tatuaje de una frase que dice que lo que te quema, no te mata, dentro de un corazón con dos manos en llamas. Es totalmente rockstar, pero tengo la sensación de que es algo más que eso. Tal vez le preguntaré sobre ello más tarde. Mis ojos recorren el pecho, el abdomen esculpido con sus estrellas, y maldita sea, sólo quiero lamerlas. Miro su rostro, encontrando que pacientemente me mira con esos ojos grises tormentosos. Sus dientes apretados, un músculo se mueve en la mandíbula, pero por el contrario su cuerpo está completamente calmo y tranquilo, observándome explorarlo. En este momento, me olvido de Leo Nash: el Dios del rock, y es sólo un hombre, de pie en mi cocina conmigo. Suelto mis manos de su cintura, rozando la parte superior de sus pantalones, y sigo el contorno de las estrellas con mis pulgares. Él aspira el aire con los dientes apretados, encoge el estómago, y sonrío, antes de hundirme de rodillas, lo que le permite a sus caderas y la erección presionando contra sus atractivos vaqueros rasgados, estar a la par con mis ojos. —Sam... —se inclina, pero las palabras quedan atascadas en la garganta cuando me inclino y empiezo a lamer la estrella a la derecha, siguiendo el camino que mis pulgares hicieron hace unos momentos, y luego beso la cicatriz de su cirugía.

— ¡Hija de puta! —murmura. Planto pequeños besos sobre la tinta azul y roja de la cicatriz de la incisión, como si estuviera lavando su dolor con mis besos. Sigo besando la parte baja del abdomen, del pubis, y cambio de lado, dando la misma atención a otra estrella, sigo disfrutando de la forma de la línea de los músculos de la cadera. Cualquier mujer que dice que las caderas V de un hombre no es sexy, es una mentirosa. Leo me mete suavemente el pelo detrás de las orejas, mientras yo paso mis manos sobre sus muslos, hasta que llego a la cremallera de sus pantalones y la bajo lentamente, dejándolos caer desde las caderas hasta los tobillos, y su impresionante polla se libera. Me quita la bata y la deja caer sobre los hombros al suelo. Agarro su polla en mi mano, la bombeo de arriba hacia abajo, adoro como se endurece en mi mano, y me inclino a lamer una gota de semen en la punta. —Samantha… —susurra y entierra sus manos en mi pelo, sosteniendo los mechones con sus fuertes manos, cómo si necesitara un ancla. Echo un vistazo

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hacia él, que me mira cómo lo sumerjo en lo más profundo, empujándolo hacia la parte posterior de la garganta y luego lo agarro firmemente con los labios y subo todo el camino. Sus ojos están en llamas, mirándome fijamente, jadeando cómo si acabara de correr diez kilómetros. Le sonrío, y repito el movimiento, hacia arriba y hacia abajo sobre su polla, burlándome de él con la lengua, y las puntas de los dientes, y luego succiono con fuerza. — ¡Joder, ah Samantha! —Él tira de mí y me carga en sus brazos, pisando con fuerza saliendo de la cocina. — ¿A dónde vamos? —pregunto con una sonrisa, mientras envuelvo mis brazos alrededor de su cuello, acariciando el lugar. —Habitación. Voy a tener que abastecer todos los ambientes de tu departamento con condones — murmura, poniéndome en la cama, tirando un paquete del cajón, y hace el trabajo rápido y se mete en la cama junto a mí. Me pongo sobre él, pasando mis manos por sus brazos para entrelazar los dedos, manteniendo los brazos descansando en la cama junto a su cabeza, levantando mis caderas y me empaló a mí misma en su erección.

—Maldita sea, estás tan mojada. —Me excitas mucho —respondo con una sonrisa de suficiencia. —Me alegra mucho oír eso, sol —responde con sarcasmo y risa, pero gimiendo cuando aprieto los músculos alrededor de su polla, tirando y empujando, cuando empiezo a montarlo, rodeando mis caderas, moliendo mi clítoris contra su hueso púbico, siento la presión que comienza a construirse, mi estómago se aprieta, y yo rompo en sudor. —Se siente tan bien —le susurro y me muevo más rápido, persiguiendo el orgasmo que está casi a mi alcance. —Suelta mis manos, Sam. Obedezco y me agarra el pecho con una mano, y con la otra su talentoso pulgar se encuentra con mi clítoris, y me manda al precipicio de un clímax abrumador. Antes

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de pueda revivir, me levanta y me voltea hacia mi estómago, tira de mi culo en el aire y se mete en mí bruscamente. — ¡Oh, Dios, sí! —sollozo y aseguro mi mano a la cabecera, poniéndome de vuelta al goce. Él agarra firmemente las caderas y me tira duro, gruñendo y jadeando, de la manera más deliciosamente primitiva que he vivido. —Mierda, mierda, mierda —él canta, mientras que me folla duro, hasta vaciarse dentro de mí. No creo que haya gozado tan fuerte en mi vida. Jesús, ¿qué está haciendo conmigo? Se desploma sobre mí, empujándome contra el colchón, y no me importa si no puedo respirar. Creo que podría haberme matado de todos modos. Y sería una buena forma de morir. Poco a poco sale de mí, rodando hacia un lado y sale de la cama para tirar el condón, para luego arrastrarse de vuelta en la cama, nos cubre con mantas, poniéndome a su lado, con la cabeza apoyada en su pecho.

—Miau —Levine salta en la cama, mirando a Leo por un segundo y luego le toca la mano con la cabeza. —Le gustas — le digo y sonrío al ver que Leo le gustan los animales. — ¿Estás bien? —pregunta. —Estoy genial, gracias. ¿Y tú? Leo se ríe y pone al gato de lado, que después gira su rabo hacia él y se acuesta en una bola en el extremo de la cama, empezando a lamerse. —Fantástico es una buena descripción. —Me besa la frente ligeramente. — ¿Te vas ahora? —le pregunto, lista para poner algo de distancia entre nosotros, con la esperanza de que me diga que quiere quedarse.

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Él guarda silencio por un momento, y luego me sostiene la barbilla hacia atrás, haciendo que mire sus ojos. — ¿Quieres que me vaya? —Quédate —me encojo de hombros—. Yo podría hacer un buen uso de ti por la mañana. Él baja su cara a la mía y me besa en los labios suavemente, luego frota la nariz contra la mía. —Quiero quedarme. —De acuerdo. —Él mueve sus dedos arriba y abajo por mi espalda, y me da sueño. —Tú no tienes ningún tatuaje —murmura cuando estoy casi dormida. — No —confirmo. — ¿Quieres uno? — me pregunta. —No.

—Wow, eres tan habladora —se ríe—. ¿Por qué no? —No lo sé, supongo que nunca he encontrado nada que quiera en mí para siempre. —Me encojo y trazo con el dedo una vez más a sus estrellas—. Me gustan los tuyos. Los he visto sólo en imágenes, por supuesto, pero son aún mejor en persona. —Gracias. — ¿Quieres más? —le pregunto. —Puede ser —se encoge de hombros—. Probablemente. —Se ven bien en las fotos. —Eso es lo que me dicen —se ríe y me besa en la frente de nuevo. — ¿Estás comenzando a echarlo de menos? —le pregunto, y él ni siquiera finge no

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saber de lo que estoy hablando. —A veces, pero estoy disfrutando de este descanso. Estoy escribiendo música, y hablando con la mayor parte de la banda casi todos los días. —Eres cercano a ellos — afirmo. —Sí, son mis hermanos. —Se coloca de lado, por lo que estamos frente a frente, envuelve su brazo alrededor de mi espalda y me mantiene cerca—. Pasamos mucho tiempo juntos. — ¿Alguno de ellos se casó? —husmeo, aunque sé la respuesta. Nash es mi banda favorita. He visto varias entrevistas. —Sí, dos están casados. No es fácil para ellos estar lejos de sus familias durante largos períodos. Todos estamos disfrutando del descanso. — ¿No pueden llevar a sus familias en la gira? —Lo hacen la mayoría de las veces.

Asiento y sigo su mandíbula con un dedo. — ¿Cómo conseguiste seguir soltero? —pregunto—. Tú eres la estrella de rock más codiciada de Estados Unidos. Él frunce el ceño, y luego se ríe de mí. —Lo que sea. —Lo eres. —Empujo su hombro y sonrió—. Suéltalo. —No quiero casarme… nunca — responde, sus ojos serios. Eso me sorprende. — ¿Nunca? Sacude la cabeza, mirándome atentamente. —No tienes que estar necesariamente casado para estar comprometido con alguien

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—le recuerdo. —Mi trabajo es muy duro para mantener relaciones, Sam. La confianza es difícil de manejar en ambos lados. Yo siempre estoy de viaje —se encoge de hombros con la mirada triste por un segundo, pero esconde una sonrisa—. ¿Por qué estás soltera? Tenía que meter ese tema, ¿no? —Nunca he estado ni siquiera cerca de casarme, y no tengo intención de estarlo — lo digo automáticamente, levantando las paredes y manteniendo una expresión agradable en la cara. Eso me irrita jodidamente, maldición. —Estás mintiendo. —Sus ojos grises estaban ardiendo. —No, no lo estoy. —Niego con la cabeza y sigo mi enfoque al trazar las letras en el pecho.

— ¿Por qué te alejas? —me pregunta, mirándome atentamente. Sigo dibujando el tatuaje en su pecho, y él me calma, tomando mi mano entre las suyas. —Lo siento, no debí haber preguntado —susurro. —Sam, estamos teniendo una conversación. —Niego con la cabeza, pero él se inclina hacia delante, besándome suavemente y me relajo instintivamente. Eso me tranquiliza y me pone nerviosa. —Yo estaba en una relación que acabó mal —le susurro—. No confío en la gente con facilidad, y no me veo confiando en alguien lo suficiente como para comprometerme de esta manera. —Mírame. Inconscientemente, me inclino y descanso mi cabeza en su pecho.

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—Mírame, Luz del sol —su voz es casi luz, y me arriesgo a echar un vistazo. Él está sonriendo. — ¿Me encuentras graciosa? —pregunto, dándole una mirada irónica. —En realidad, sí, eres una persona muy divertida. —Sigue sonriendo, y sólo quiero que se incline hacia atrás, agarrar el piercing con los dientes y tirar. —Esto puede sonar egoísta, pero me alegro de que no funcionara con este tipo, ya que si lo hubiera hecho, no estaría aquí y nunca pasaría estos momentos contigo, se lo agradezco mucho. Siento que mi mandíbula cae y mis ojos se abren. Esa fue la mejor cosa que alguna vez alguien me dijo. ¿Soy patética? —Pero también quiero patear su culo, por hacerte daño.

—Tal vez le hice daño —replico con una sonrisa. Él me mira de cerca y luego exhala mientras asiente con la cabeza. —No, él te hizo daño —me tira suavemente y envuelve sus brazos alrededor de mí con fuerza—. ¿Alguna vez te golpeó? —me pregunta, su voz apenas un susurro. —No —respondo de inmediato—. Y yo no quiero hablar de eso. —De acuerdo... — ¿Cuál es tu banda favorita? —pregunta, haciéndome reír. — ¿Cuál es tu banda favorita? —le respondo. —Yo pregunté primero. Entrecierro los ojos, como si lo estuviera pensando mucho.

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— U2. —Tendrás que pagar un alto precio por ello. —Me ataca con cosquillas, y grito con risas y luego gimo de placer mientras sus manos recorren mi cuerpo. —Creo que me gusta este sistema de pago que has creado. —Apenas estoy empezando, Luz del sol.

Traducido por florache Corregido por InridShaik

oy una idiota. ¿Qué mierda estaba pensando? ¿Desde cuándo dejo que mis entrañas tomen decisiones? Porque eso es justamente lo que paso ayer. Y anoche. Y, otra vez, está mañana.

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Me muevo incómoda en el asiento del conductor de mi auto, el dolor muscular entre mis piernas me recuerda exactamente dónde estuvo Leo pasando la mayor parte de las 24 horas anteriores. El hombre es sexo en un palo2. Demasiado para no mantenerse involucrada. Lo venía haciendo tan bien toda la semana, manteniéndolo a distancia. Y entonces, él tuvo que ir y verse tan bien ahí en mi departamento, y ya no pude sacar mis manos de él. Pero no otra vez. No, por el bien de mi cordura, y para mantener a mi familia relativamente fuera del melodrama, anoche fue cosa de una sola vez. Encontraré otro amigo para follar de vez en cuando y las cosas volverán a la normalidad. Entonces, ¿por qué el pensamiento de eso me hace doler el estómago? Estaciono afuera de la cafetería cerca de Alki Beach en el oeste de Seattle. Decidimos juntarnos cerca de la casa de Nat y Luke está vez, me quedaba bien. La vista aquí es maravillosa, incluso en un día oscuro y gris como hoy. Envuelvo mi bufanda negra alrededor de mi cuello y

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Sexo en un palo: expresión que se usa para decir que un hombre es sexy y comestible.

me muevo rápido a través del viento y la lluvia hasta el café e inmediatamente veo a Nat, Jules y Meg en una mesa cerca del fondo. — ¡Hey! —saludo con la mano y ordeno un te chai3 antes de unirme a ellas. — ¿Cómo te está yendo? —me pregunta Jules y bebe un poco de su latte. — Bien. ¿Cómo están ustedes? —pregunto y tomo asiento. —Estamos bien, estábamos hablando acerca de la gran mudanza de Nat y Luke — Meg me contesta y señala a Natalie. — ¿Qué gran mudanza? —pregunto mientras bebo a sorbos mi té. —Nos mudamos — dice Natalie y se muerde el labio. — ¿Qué? — ¿Qué mierda es esta?—. ¿Dónde diablos se van a mudar? Si dicen L.A., te

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patearé el trasero. — No. — Ella me sacude y niega con la cabeza, con una gran sonrisa en su hermoso rostro—. Sólo nos mudamos a una casa más grande. — ¿Cuándo? —pregunta Jules y toma un scone4. ¿Cómo puede comer así y seguir tan delgada? Creo que la odio. —Recién empezamos a ver. No lo sé. —Nat se encoje de hombros—. Espero que antes de que el nuevo bebé venga porque no quiero lidiar con eso después de que nazca. Todas asentimos en acuerdo y tomamos nuestras bebidas. —Te ayudaré a mirar, si quieres —me ofrezco—. Me gusta ir de compras para cualquier cosa. 3

Masala chai es una bebida típica del sur de la India, consistente en una mezcla de té con especias y hierbas aromáticas.1 Es muy consumida por las clases populares y puede adquirirse por las calles a través de los vendedores llamados chai wallahs. 4

Un scone es un panecillo individual de forma redonda, típico de la cocina del Reino Unido y originario

de Escocia.

— ¡A mí también! —Jules concuerda felizmente.

—Yo no —Meg niega con su cabeza—. Las amo chicas, pero odio buscar casas. Es cómo comprar un auto. Aburrido cómo el infierno. —Les haré saber cuándo y si hay algo que mirar. Hasta ahora Luke no ha encontrado nada que le guste, y él está hablando sobre “construir algo” —Suena cómo mi hermano —murmuro con una sonrisa—. Él les construirá algo fabuloso. —Sí, pero quiero mudarme en los próximos seis meses, así que veremos cómo va eso —Nat desplaza su silla y empuja su magdalena sin un mordisco lejos—. Suficiente de eso, me pone nerviosa. Meg, ¿cómo está asentándose Leo? ¿Luke mencionó que se está quedando en tu antigua casa?

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Genial, mi turno para estar nerviosa. Tomo otro sorbo de mi té y mantengo mi cara en blanco. No voy a decirles a mis amigas sobre lo que Leo y yo hemos estado haciendo. De ninguna manera. —Él está bien —Meg contesta y luego frunce el ceño—. Pero ha estado muy malhumorado la última semana más o menos. — ¿Melancolía de músico? —Jules pregunta con un guiño. —No. —Meg se encoge de hombros—. Usualmente actúa así cuando está enamorado. Pero está más malhumorado que lo usual. Si está viendo a alguien, y la conozco, le voy a patear el culo por hacerlo tan gruñón. Me ahogo con mi bebida, escupiendo y tosiendo, y Nat se inclina para golpear mi espalda. — ¿Estás bien? —pregunta ella.

—Bien —me ahogo de nuevo y tomo otro sorbo de mi bebida—. Perdón, sólo bajo por el lugar incorrecto. —Entonces, ¿piensas que él está viendo a alguien? —Nat le pregunta a Meg. Por favor, Dios, ¡cambia de tema! —No lo sé, él no me lo dirá. Así que le dije que dejara de ser un idiota mal humorado. —Meg sonríe con suficiencia. —Creo que puedes ser la única persona del planeta que le puede decir a Leo Nash que deje de ser un idiota —observa Jules. —Él es mi hermano. Sam puede entenderme. —Ella sonríe y yo asiento, tratando de empujar la culpa hacia abajo. ¿Por qué mierda me siento culpable?

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Ok, quizás porque he dejado que su hermano me joda el cerebro y no voy a decirle. Esto sólo me confirma que no volver a ver a Leo es la mejor decisión para todos. —Es diferente cuando es tu hermano. — ¿Alguna vez le dices a Luke que deje de ser un idiota? —Nat me pregunta, con sus ojos verdes riendo. —Todo el tiempo. —Señalo hacia ella con mi taza, tomo un trago y todas nos reímos. — ¿Por cuánto tiempo estará en la ciudad? —pregunta Jules. —Un tiempo —Meg se encoge de hombros y sonríe—. Me gusta tenerlo aquí. Él se está quedando en mi casa. En realidad, empezamos a trabajar en una canción juntos la semana pasada. — ¡Eso es genial! Estoy tan feliz por ti. —Nat palmea el hombro de Meg. — Jules, ¿cómo está Nate? —pregunto efectivamente cambiando de tema.

—Sexy —contesta y corre su rubio pelo atrás de su hombro. —Eso lo sabemos —Meg rueda sus ojos. —Estamos bien. Ocupados —Jules se encoge de hombros—. Nada para reportar. Durante la siguiente hora hablamos sobre amigos en común y nos ponemos al día, y me siento aliviada de que la conversación se mantenga alejada de Leo. No me gusta mentirles a mis mejores amigas, y no decirles acerca de Leo es mentirles. No se siente bien. —Sam, ¿cómo está tu trabajo? —Meg pregunta. Oh bueno, otra mentira para sentirme culpable.

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—Bien. Lo usual. —Me encojo de hombros con indiferencia y sonrío. Voy a ir directo al infierno por mentirle a mi familia.

—Hola bebé, ¿se divirtieron? —Luke le pregunta a Nat mientras entramos por la puerta principal y le da un beso, con Livie posada en la cadera. Livie chilla de alegría mientras llega su mamá, y no puedo evitar sonreír mientras miro su pequeña familia. Son adorables. Nat baña de besos a su hija y luego me la pasa, entonces Luke la agarra y planta un gran beso en ella. Tengo una gran compulsión al estilo de Jules por atragantarme. —Ew, no mires Livie. Eres demasiado joven. —La cargo hasta la cocina y la siento en su silla, ella inmediatamente busca los cereales esparcidos en la bandeja. —Mmm —sonríe mientras mete unos cereales en su boca.

—Mmm —coincido con ella. Dios, es adorable. — ¿Tú colocaste el hermoso lazo rosa en su pelo? —–le pregunto a Luke con una sonrisa. —Uh, no. —Lo hice antes de irme. —Nat se ríe y besa a su bebé en la cabeza mientras camina pasándola—. ¿Se divirtieron ustedes dos? —Siempre. —Sonríe Luke. Es bueno verlo sonreír tanto. Él no lo había hecho durante un largo tiempo. —Nat me invito a cenar. —Me dejo caer en la silla junto a Olivia y empujo su

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cereal a través de la bandeja. —Bien, estamos cocinando hígado y cebollas. —Me voy. —Apoyo mi mano en la mesa para levantarme y Natalie golpea el brazo de Luke. —Si es así, yo me voy con ella. — ¿Qué estás cocinando? —Creo que estoy haciendo Alfredo —suspira, sabiendo que es mi favorito. — ¡Sí! —Levanto mi puño en el aire y le ofrezco a Olivia mi mano para que choque los cinco, pero ella se ríe de mí. —Entonces, ¿qué sabes? —me pregunta cómo siempre y apoya sus codos en la encimera. —Sé que eres un dolor en el trasero —le respondo con una sonrisa. — ¿Por qué la invitaste? —–le pregunta a Natalie.

—Ella me gusta —Nat se encoge de hombros y me guiña el ojo. —Ella me gusta más de lo que te gusta a ti —le digo a Luke con suficiencia. —No, te garantizo que eso no es verdad, ¿no es así bebé? —Luke la agarra de atrás y acaricia con su nariz su cuello y empuja su pelvis contra su culo y está vez simulo que me atraganto. —Dios, deténganse. Hay un bebé presente. —Sacudo mi cabeza—. Son asquerosos. —Él no puede alejar sus manos de mí. —Natalie se ríe y apunta a su todavía plano estómago—. De ahí él bebe número dos. — ¿Ustedes saben lo que causa eso, verdad? —pregunto. — ¿Qué? —Luke pregunta inocentemente.

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—No estoy teniendo esta conversación contigo. —Me estremezco violentamente—. Asqueroso. Él se ríe y nos instalamos en una feliz y relajante tarde de buena comida y conversación. Amo a mi hermano más que a nadie en el mundo. Confío en él. Puedo ser yo misma con él, y él me ama también. Y he llegado a sentir lo mismo por Nat. Necesitaba está noche. Cuando limpiamos todo lo de la cena, Nat toma a Olivia para bañarla y acostarla, y Luke me pasa una copa de vino blanco. Nos sentamos en la mesa del desayuno de su increíble cocina. Él es tan condenadamente consentido. —Entonces, ¿qué pasa contigo? —me pregunta. —Nada. —Tomo un sorbo del fresco, dulce vino—. ¿Qué pasa contigo?

No lo estoy engañando. Él sólo se me queda mirando por un minuto y después toma un trago de su propio vino. Pasa sus manos a través de su pelo siempre desordenado y sacude la cabeza. — ¿No quieres hablar de ello? —me pregunta. Odio cuando puede ver a través de mí. Estúpido hermano. Y tengo muchas ganas de contarle acerca de mi trabajo y Leo, porque sé que me entenderá y me escuchara, pero no puedo. —Nada que hablar. — ¿Necesitas ayuda? —pregunta suavemente, sus ojos azules serios y preocupados.

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—Nop —repito y niego con la cabeza. —Me preocupas, sabes. —Pensé que yo era la hermana mayor. —Arrugo mi nariz y le palmeo la espalda—. Estoy bien. —Bien. Estoy aquí. —Exhala y me tira de la oreja, luego toma otro sorbo de su vino. —Lo sé. —Me mortifico al sentir como se reúnen las lágrimas en las esquinas de mis ojos, así que cambio rápidamente de tema—. Entonces, ¿se están mudando? —Sí, sí puedo encontrar un lugar que no de lástima. —Lo que quieres decir es si puedes encontrar un lugar que ames más que este — respondo con un guiño—. Sé que amas esta casa. —Así es. —Asiente pensativo y luego sus ojos se vuelven a la parte superior de las escaleras—. Pero las amo más

—No te estoy ayudando a mudar. Tienes demasiadas cosas. —Termino mi vino y río a su ceño fruncido. —Bueno, es bueno que pueda pagar una empresa de mudanzas. —Bueno… —reconozco y le sonrío con suficiencia—. Pero haré de niñera. —Tú sólo me estás usando por mi hija —se ríe y se vuelve a servir vino—. ¿Quieres más? —No, me tengo que ir. — ¿Te vas? — Nat pregunta mientras termina de bajar las escaleras. —Sí, tu esposo me está aburriendo. —Le hago un guiño y me pongo mi chaqueta y la bufanda.

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—Eres tan encantadora —Luke murmura. —Lo sé. Los abrazo a los dos y me dirijo a mi auto cuándo siento mi teléfono vibra en mi bolsillo. Mi corazón late con fuerza cuando veo un mensaje de Leo y tengo que recordar que no puedo quedármelo. Él no es mío. Me subo al auto, lo enciendo y abrocho mi cinturón antes de leer el mensaje, sólo para probarme a mí misma que no me estoy muriendo por verlo otra vez. Porque lo estoy. *¿Dónde estás Luz del sol? Dios, me encanta cuando me llama sol. *Estoy afuera. Quizás si no soy muy cálida y amigable él se irá.

*¿Puedo verte está noche? O no. No quiero ser mala con él, pero no puedo verlo de nuevo. Mientras más permita progresar la relación física, más difícil será dejar de verlo después. *No sé cuánto tiempo estaré fuera. Puede que no vuelva a casa está noche. Sabes cómo es. Respiro profundo y salgo del auto hacia mi casa. ¿Acabo de insinuar que estoy con otro hombre cuando todavía puedo sentir los efectos de tenerlo dentro de mí cada vez que me muevo? ¿Cuándo todavía puedo prácticamente olerlo? No soy esa chica.

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Mi teléfono suena con otro mensaje y lo levanto con mi mano temblando. *Esperaré. ¿Él esperara? Bien, si quiere pelea, le daré pelea. ¿Quién demonios se cree que es de todas formas? Me siento mejor con mi enojo hirviendo hacia la superficie y me hace conducir a casa en tiempo récord. Estaciono debajo de mi edificio, en mi espacio, y tomo el ascensor hasta mi piso cuando encuentro a Leo apoyado contra la pared junto a mi puerta, sus piernas cruzadas en sus tobillos, leyendo algo en su teléfono. Él tiene una bolsa de plástico con comida para llevar. — ¿Cuánto tiempo has estado aquí? —le pregunto mientras me muevo pasándolo para abrir mi puerta. —No mucho —responde él con voz calmada. Me rehúso a mirarlo a la cara.

— ¿Por qué estás aquí? –—odio cuan fría suena mi voz. —Pensé en traerte la cena. —Me sigue dentro del departamento y cierra la puerta detrás de él, apoya la bolsa en la mesa de café y se da la vuelta para mirarme, empujando sus manos en sus bolsillos y se mueve hacia atrás en sus zapatos. —Tendrías que haber llamado antes. Ya tuve una cita para comer —trago y miro hacia cualquier lado menos a él, mi estómago da vueltas. —Mírame. —Leo… —Mírame, maldición —mis ojos encuentran los suyos y mis rodillas casi se doblan ante el dolor en su tormentosa y gris mirada. Mierda.

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— ¿Qué es lo que quieres de mí? —pregunto y planto mis manos en mis caderas—. No recuerdo haber hecho ninguna promesa anoche. — ¿Qué pasa con el acto de la reina del hielo? —Su voz es fuerte ahora. El enojo es bueno. Puedo trabajar con el enojo. —Está es quien soy Leo —sonrío con suficiencia y me doy vuelta, él se para detrás de mí. ¡Sólo vete! —Mentira —me sostiene del brazo y me da vuelta para enfrentarlo—. Habla conmigo. — ¿Qué es lo que hay que decir? —tiro mi brazo de su agarre y me alejo de él. Mientras más distancia mejor—. Lo de anoche fue cosa de una sola vez, Leo. — ¿Qué? —frunce el ceño, no cree lo que le estoy diciendo.

— ¿Creíste que estábamos empezando una relación? —sonrío hacia él—. Tú no tienes relaciones, ¿recuerdas? —Me estás haciendo enojar Samantha. —Cierra sus puños a los lados de su cuerpo y sus ojos están tirándome dagas, tengo que cuadrar mentalmente mis hombros para evitar hundirme en el suelo. —No sé qué decirte —lo despido cómo si no tuviera importancia—. Tú conocías el marcador. Era sólo sexo. Muy buen sexo —admito—. Pero sólo sexo. Finalmente me acosté con una estrella de rock. Gracias. Le guiño un ojo y rápidamente me doy vuelta para que no pueda ver cuánto duele hablarle así, poner ese dolor en sus increíbles ojos. Saco una botella de vino del refrigerador y la destapo, pero rápidamente me da vuelta para enfrentarlo. Sus ojos son feroces, su respiración áspera y sus manos agarran fuertemente mis hombros.

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— ¿Quieres joder con una estrella de rock, cariño? —antes de que pueda reaccionar, clava sus dedos en mi pelo y me tira hacia él. Me besa fuerte, demandando que abra mis labios y acepte su lengua. Lame y chupa mi boca, muerde mis labios y toma algo más, lo empujo desde su pecho tratando de correrlo pero él se mantiene firme. Sus manos bajan para ahuecar mi cara y me sujeta con mi espalda contra el refrigerador. —No te jodí anoche —gruñe—. Pero me aseguraré de hacerlo ahora. Él ataca mi boca con más violencia que antes, da un tirón a mi camisa abriéndola, desparramando los botones a través de la habitación, y la tira hacia abajo de mis brazos cayendo al suelo. Desabrocha mis jeans y los baja hasta las rodillas, me hace girar alrededor de la cocina hasta que me inclina sobre la isla y jadea al ver mi ropa interior. Estoy usando ropa interior negra de encaje con volantes en el culo, hábilmente las rasga en pedazos y las tira a un lado. — ¿Qué carajo? ¡Esas eran nuevas! —Me importa una mierda. Estaban en mi camino.

—Será mejor que tengas un condón contigo, no sé dónde ha estado tu polla. —Lo muerdo deliberadamente tratando de hacerle daño y sé que llegué a mi objetivo cuando aspira una bocanada de aire a través de sus dientes. Lo oigo abrir un paquete de papel aluminio, y lo siguiente que siento es que agarra mi pelo con su puño y empuja mi cara hacia el mostrador, golpea mi mejilla derecha, fuerte y se sumerge dentro de mí, hasta el final. Duro. Furioso. Herido. Y me odio a mí misma por amar la forma en que se siente dentro de mí. Por estar tan malditamente mojada y lista para él. Sí no hubiera estado ya dolorida desde antes, no me hubiera dolido.

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Pero, oh dios, duele. Libera mi pelo para agarrar mi otra cadera y así sostenerse y bombearse en mí, gruñendo, se viene, estremeciéndose detrás de mí. Sale, tira del condón y lo echa en la basura, cierra sus pantalones y se para tras de mí, jadeando. No puedo mirarlo. Estoy muy avergonzada y sólo quiero que se vaya. —Ahora si te ha jodido una estrella de rock. ¿Cómo se siente? —Como todo lo demás, una mierda. Usada y lista para que te vayas —le respondo sin mirarlo. — Jesús —susurra y lo oigo frotarse las manos sobre su cara—. Levántate. —Vete Leo. —Sam…

—Vete —susurro y apoyo mi frente en la encimera. No voy a mirarlo. No voy a hablar con él. Si lo hago, le rogaré que se quede y me perdone, y es mejor que me odie. Después de un largo minuto, suspira y camina hacia la puerta. No lo miro cuando escucho la puerta cerrarse o por unos largos minutos después de que la cierra. Sólo me quedo aquí, apoyada en la encimera y dejo que las lágrimas fluyan.

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Traducido por florache Corregido por IngridShaik

~ Leo ~ o debí dejarla. No debí follarla contra la encimera de su cocina cómo un idiota arrogante. Ella no debería haber sido tan perra. ¿Cómo puede alguien que se ve tan dulce convertirse en la mayor perra tan rápido? ¿Quién coño se cree que es? Ninguna mujer vale esta mierda.

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He estado sentado en casa por dos días. No puedo escribir. No puedo dormir. Estoy jodidamente harto de mí mismo. Así que me metí en mi Camaro y he estado conduciendo por la ciudad, con las ventanas abiertas y el sonido hard metal de The End of Grace1 5 a todo volumen a través de los altavoces, sin ningún destino en mente. Sólo necesito conducir. Me dirijo a una esquina, estaciono a través de la puerta abierta y paro el auto, tirado en el parque, apago el motor, el sonido de repente se corta con ello y miro hacia adelante unos minutos. Jesús, ni siquiera puedo pensar con claridad. Parpadeo, miro a mi alrededor y me doy cuenta que he llegado a la casa de Meg, y ella está de pie en la puerta, apoyada contra el marco, con los brazos cruzados sobre 5 The Hymn of a Broken Man (El Himno de un hombre destrozado) es el álbum debut del dúo estadounidense de metalcore Times of Grace, que se estrenó el 18 de enero de 2011 en Roadrunner Records.

el pecho, mirándome con el ceño fruncido. Mierda. Va a reventar mis pelotas. Pero tengo que hablar con alguien, y ella es la única en quien confío en esto. Los chicos de la banda me van a tomar el pelo por el resto de mi vida si saben que estoy colgado por una mujer. ¿Qué pasa conmigo? Salgo del auto y cierro la puerta. — ¿Por qué tu puerta está abierta? — ¿Por qué te ves como al mierda? —Jodete. —Empujo la mano por mi pelo y la miro, ella me sonríe de vuelta. —Tú no eres mi tipo —Ella pierde su hermosa sonrisa y tiende su mano hacia mí —. Vamos.

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Tomo su mano y la sigo a su casa. Se mudó con Will Montgomery el pasado fin de semana. Estoy contento de que ella sea feliz. Se merece la felicidad más que casi cualquier persona que conozco después de la manera de mierda en que su vida comenzó. Pero si le hace daño, voy a matarlo con mis propias manos. — ¿Tienes hambre? —pregunta. —No mamá —respondo con sarcasmo, y ella me saca la lengua. — ¿Café? —pregunta. —Sí. Vierte una taza para cada uno de café negro, y agarra un taburete en su barra de desayuno. — ¿Vas a decirme quién es? —pregunta.

Maldita sea, ella es perceptiva. Siempre lo fue. Había olvidado lo mucho que lo echaba de menos en los últimos años. Niego con la cabeza y miro hacia abajo a mi café. ¿No es por eso que conduje hasta aquí? —He estado viendo a Sam —murmuro suavemente y tomo un sorbo de café, ignorando su mirada en shock. — ¿Samantha Williams? —ella pregunta. —Esa es la única Sam que conozco. —La vi el sábado. Me encojo de hombros hacia ella. Yo también lo hice, y fue de dicha y felicidad por la mañana al mayor jodido desastre en la noche. — ¿Cuál es el problema? —pregunta Meg.

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—Los dos lo jodimos —le respondo y río sin ganas— a lo grande. —Necesito más información. Empieza por el principio. No dejes de lado el sexo. — Ella se sienta sobre su pie en el taburete y se acomoda para la historia. —No hablaré de mi vida sexual. —Está bien, dime el resto. —He estado corriendo con ella todos los días —empiezo y ella asiente, pensativa. —Eso suena como algo bueno. —Ha sido genial. Y entonces como que caímos en la cama y ahora ella no me habla —aprieto mis manos en puños mientras la frustración vuelve con toda su fuerza. —Por lo que dijeron las grupies en aquellos días, tú eras el mejor en la cama. — Meg se ríe y sé que ella está tratando de ser graciosa, pero es como una bofetada en la cara de nuevo.

—Yo no follo con grupies Megan —se estremece al oír mi voz dura y yo juro soltando mí aliento—. Lo siento. —Tomo una respiración profunda. —No me digas que Sam cree que duermes con la fila de grupies que hay en tu puerta. —No lo sé —me encojo de hombros. “No sé dónde ha estado tu polla.” —Ella te molestó —Meg comenta sombría, y tiene razón. Ella me molestó jodidamente. —Tiene un maldito palo en el culo. —No puedo seguir sentado, así que empiezo a acechar alrededor de su cocina—.Tuvimos una buena semana, Sam estaba flexible, y yo disfrutaba estar con ella. Es divertida como el infierno y puede ser dulce, y

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Dios, es jodidamente sexy. —Paso mis manos por mi pelo otra vez. — ¿Qué pasó entonces? —pregunta con el ceño fruncido. —Me fui el sábado por la mañana, y en el momento en el que la vi de nuevo aquella noche, ella subió sus malditas paredes otra vez y me dijo que no quería verme más. Los dos intentamos hacernos daño y funcionó. —No puedo sacarme de la cabeza la imagen de ella llorando en la encimera. Inclinada, con los pantalones alrededor de sus rodillas y los brazos alrededor de su cuerpo, temblando. Mierda, soy un imbécil. —No necesito su mierda. Suena el teléfono de Meg y ella frunce el ceño ante la pantalla, sostiene el dedo levantado pidiéndome un minuto y toma la llamada. — ¿Hola? Me apoyo en el granito y escucho a medias.

—Suena como si tuvieras gripe. ¿Cuál es tu temperatura? Siempre hay alguien que la está llamando para un consejo médico. Estoy tan orgulloso de mi hermana pequeña. Ella es excelente en su trabajo. —Necesitas líquidos y descansar. Se trata de un virus, pero hoy tienes que tomar algo de Tylenol6 y cuidar esa temperatura. —Sus ojos me miran y ella se encoge de hombros y luego termina la llamada—. Lo siento. —Está bien —me encojo de hombros hacia ella. —Por lo tanto, tú no necesitas su mierda —Meg me refuta. —No, no la necesito. No sé qué cuál es su problema, pero no necesito esto. —Entonces, no vuelvas a verla.

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¿Es tan fácil? La idea de no oír su risa, no hundirme en su cuerpo suave, simplemente… duele. Y eso me molesta demasiado. —Yo no tengo relaciones —le recuerdo y ella sacude la cabeza hacia mí con disgusto. —Creo que ella te gusta. —Cuando no está siendo una perra fría, sí, me gusta. —Creo que tiene problemas de confianza Leo. —Meg mira su café encerrada en sus pensamientos. — ¿No los tenemos todos? —pregunto sarcásticamente. —Supongo —se encoje de hombros—. Recuerda, su hermano es súper famoso, y ella tuvo que verlo lidiar con eso. Probablemente no es fácil estar relacionado con

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Tylenol: marca reconocida de ibuprofeno.

alguien tan famoso. —Ella levanta una ceja—. Apuesto a que muchas personas la han usado para llegar a él. — ¿La gente te está usando para llegar a mí? —pregunto, enojado otra vez. —No —me tranquiliza—. Hasta hace poco, la mayoría de la gente no sabía que tú y yo estábamos relacionados. Pero ella y Luke son muy unidos, y la gente apesta. —Pero no tengo ninguna razón para utilizarla para llegar a Luke. Lo conocí antes de conocerla a ella. —Sólo estoy diciendo que podría ser uno de los motivos por lo que es tan difícil de conocer, y por qué no es rápida en hacer amigos. Cruzo mis brazos sobre el pecho con el ceño fruncido. —No creo que ella tenga muchos amigos — murmura Meg, y yo acuerdo en

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silencio. —No necesito su mierda —afirmo una vez más, con firmeza. —Bien, entonces, ¿por qué estás tan enojado? —me pregunta—. Tú normalmente te darías vuelta y seguirías con tu vida. —No lo sé. —No me mientas Leo. —Los ojos de Meg son tan suaves cómo su voz, y ella sonríe tiernamente hacia mí, y sé que no puedo engañarla. —Ella es diferente —murmuro con el ceño fruncido. —Ve a disculparte. —Va a tomar más que eso. —Leo, si persigues algo con ella, ¿estás listo para contarle todo acerca de tu vida? —mi estómago se aprieta ante el pensamiento.

Joder. Eso nunca debe saberlo. Pero recuerdo su reacción con la historia de la cirugía, cómo me contuvo, la primera persona en hacerlo desde que mi madre murió, y mi pecho repentinamente se siente pesado. —Todavía no, pero ella es la primera persona después de ti, a quién consideraría contarle. Los ojos de Meg se abrieron como platos, y para mi horror, se llenaron de lágrimas. Ella parpadea rápidamente. —De acuerdo —asiente—. No me hagas lamentar de decirte esto…

~ Samantha ~ 85

Me estoy muriendo. Dios finalmente me castiga por ser tan perra y me está matando lentamente. Me lo merezco. Mi estómago se retuerce de nuevo, y no estoy segura si es porque tengo la gripe, o porque no puedo dejar de pensar en las cosas horribles que le dije a Leo la otra noche. Las cosas horribles que nos dijimos el uno al otro. Sin duda es mejor que no nos veamos de nuevo. Cualquier relación entre nosotros sería tóxica. Soy una idiota. No, no lo haría porque él no es realmente un idiota y yo no soy realmente una perra, sólo somos dos personas que tenemos mucho equipaje y no confiamos en nadie. Más retorcijones.

Jesús, ¿qué es lo que viene? No he comido nada desde la cena en la casa de Luke el sábado. No hay nada más en mí, salvo mis órganos internos. Aunque, estoy casi segura que acabo de vomitar un riñón. Me lavo la cara y enjuago mi boca por cuadragésima vez hoy y busco una camiseta limpia para dormir. Yo duermo con camisetas de bandas. Son suaves y grandes y me confortan. Y hoy necesito una de Nash. Quizás nunca lo vuelva a ver, pero quiero que me envuelva. Saco una grande, gris de mi cajón y la deslizo por mi cabeza. La foto de la banda está en el frente y Leo en el centro. Se ha lavado un millón de veces desde que la compré durante su primera gran gira, y es mi favorita. Me deslizo en otro par de bragas limpias y me muevo hacia la cama cuándo alguien empieza a golpear la puerta. ¿Me estas jodiendo? Camino por el apartamento hasta la puerta principal y la abro sin mirar por la

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mirilla y casi me desmayo al ver a Leo. Leo. — ¿Qué estás haciendo aquí? — pregunto, mientras mi estómago se retuerce de nuevo. —Estás enferma —murmura él y sonríe tímidamente, cómo si no supiera como voy a reaccionar, luego sus ojos bajan a mi camiseta y su sonrisa se ensancha. Es tan jodidamente bueno verlo, pero antes de que pueda decir nada, mi estómago se retuerce de nuevo. Lanzo mi mano sobre mi boca y corro hacia el baño. Ahí va el otro riñón. Lo oigo arrastrar los pies hacia la cocina y luego en mi pasillo y me pregunto brevemente qué es lo que está haciendo, pero vomito un poco más. Finalmente, se detiene, y siento a Leo moverse detrás de mí, corre mi pelo hacia atrás y lo fija con un elástico. Él pone un paño frío en mi nuca y lo frota con su gran mano arriba y abajo de mi espalda.

— ¿Estás bien?— me pregunta en voz baja. —Está pasando —susurro—. Necesito mi cama. —Vamos, te ayudaré —toma mi mano y me ayuda a ponerme de pie, hace guardia mientras me enjuago la boca otra vez, y entonces me alza en brazos y se lleva a la cama. —No deberías estar aquí, Leo. Soy un desastre y no puedo hablar contigo cuando estoy así. Descanso mi cabeza en su hombro, en el suave algodón de su camiseta, y disfruto de su calidez y fuertes brazos alrededor de mí. Él besa mi frente y frunce el ceño. —Tu temperatura sigue siendo alta. ¿Tomaste algo de Tylenol? —No tengo ninguno —susurro, mis ojos cerrándose. Estoy muy débil, no puedo

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mantener mis ojos abiertos. —He traído un poco —él me mete en la cama y sale de la habitación, regresando rápidamente con un vaso de agua y las pastillas—. Toma esto, y luego te tomare la temperatura. Cumplo, demasiado débil para discutir. Debo patear su culo de aquí, pero estoy demasiado débil para eso también. Él toma el vaso de agua y me mete el termómetro en la boca, recostando su cadera en la cama. Sus dedos se arrastraban por mi mejilla y cuello, con suavidad, con dulzura. Podría dormir. Dios, sólo quiero dormir. —Treinta y nueve —murmura y exhala profundamente—. Demasiado alto, Luz del sol. El Tylenol debería funcionar. Duerme un poco. Te despertaré en un par de horas más para tomarte la temperatura de nuevo. —No necesito que te quedes —balbuceo—. No quiero que me veas así.

—Yo no me voy, y tú estás demasiado débil para patear mi tonto culo de aquí, por lo que tendrás que lidiar con eso, cariño. —Siento sus labios en mi frente otra vez y luego nada, mientras el sueño me reclama. ***** —Despierta, cariño. Sam, despierta. —Un paño frío se frota en mi frente y la suave voz de Leo está llamándome—. Sam, necesito que tomes más medicina. Despierta. Abro los ojos y ahí está. No es un sueño. Sus ojos parecen preocupados, y su pelo es más desordenado que lo habitual. Parece cansado. — ¿Qué hora es? —pregunto, con mi voz ronca. —Sobre las dos de la mañana. Aquí, toma esto. —Me da dos pastillas blancas

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pequeñas y el agua y luego toma de nuevo mi temperatura—. Treinta y siete y medio. Viene bajando. —Soy un desastre sudoroso —murmuro con disgusto. — ¿Quieres una ducha? —me pregunta. —Sí. —Vamos. —Me saca las mantas y me ayuda a ponerme de pie, pero estoy tambaleándome con debilidad. Joder, odio sentirme así. —Un baño tendrás. —Sonríe hacia mí y me alza en sus brazos. —Pensé que te había soñado —murmuro y entierro mi nariz en su cuello. —Eso explica por qué estabas diciendo que soy sexy y talentoso y maravilloso en tus sueños. —Me hace guiños mirando hacia abajo y no puedo evitar la pequeña sonrisa que encuentra su camino a través de mis labios.

—Eso lo explica. —Estoy de acuerdo. Me pone suavemente sobre el inodoro mientras corre el agua caliente en la bañera, me saca la empapada camiseta por encima de la cabeza, me ayuda con mis bragas y me alza de nuevo en sus brazos para que pueda bajarme dentro del agua. —Se siente frío —frunzo el ceño ante él. —No puedo darte un baño súper caliente, cariño. Estoy tratando de bajarte la fiebre —levanta mi ropa sucia y la arroja en la cesta—. ¿Dónde están tus pijamas? —Mis camisas para dormir están en el primer cajón del tocador. Bragas están en el segundo cajón hacia abajo. Él asiente y sale del baño y yo empujo mis manos a través del agua, mirándola caer por mis rodillas. Él es muy bueno en esto de hacerse cargo de alguien. — ¿Dónde aprendiste a ser un cuidador? —le pregunto.

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—Me hice cargo de Meg por un largo tiempo —se encoge de hombros y me sonríe dulcemente, ese piercing captura mi vista, y no puedo dejar de recordar lo que puede hacer con ese pequeño pedazo de metal. Levanta otra camiseta de Nash—. ¿Qué pasa con todas esas camisetas de conciertos? —Veo un montón de conciertos —miro hacia abajo al agua, avergonzada de que él haya visto todas mis camisetas de Nash—. Siempre consigo una camiseta y las uso de pijamas. —Tú tienes una gran colección de Nash. —Son mis favoritos —susurro, mis ojos comienzan a cerrarse de nuevo—. ¿Feliz ahora? —Casi —susurra y besa mi frente—. Vamos, nena, vamos a llevarte a la cama. — Me levanta de la bañera y boqueo ante lo frío que se siente el aire incluso en mi piel recalentada.

— ¡Mucho frío! —Lo veo envolver una toalla alrededor de mí mientras empiezo a temblar—. Lo siento. — ¿Qué es lo que sientes? —me pregunta. —Que estés cuidando de mí. —Yo no lo siento. — Me seca enérgicamente y resbala el suave algodón de la camiseta por encima de mi cabeza, me levanta en sus brazos y me lleva a la habitación—. Siento lo de la otra noche, Samantha. Jesús, estoy tan atormentado. Nunca te usaría. —Lo sé. Yo también lo siento. Soy tan mala cuando tengo miedo —le susurro y me acurruco en la cama. Pasa los dedos por mi pelo, rítmicamente, mirándome con suavidad. —Voy a dormir en la habitación de invitados —ofrece y comienza a ponerse de pie,

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pero lo agarro de la muñeca para mantenerlo a mi lado. —No tengo una habitación libre. —Este es un departamento de dos dormitorios —frunce el ceño hacia mí y le ofrezco una pequeña sonrisa. —He convertido el otro dormitorio en un armario. No hay cama. Duerme aquí — bostezo, el sueño está tirándome hacia abajo—.

¿Dónde está mi gato? —le

pregunto. —Ha estado siguiéndome. Le di de comer. Duerme —siento la cama hundirse mientras sube las sábanas detrás de mí y me tira contra él, con los brazos a mi alrededor, completamente vestidos, dejo que el sueño se haga cargo. ***** La luz del sol se derramaba sobre mi rostro cuando me despierto y miro alrededor de la habitación. Estoy en la cama sola, aparte de Levine, acurrucado a mis pies,

roncando. Me siento mejor. No me siento cómo una noche en la ciudad, pero creo mi fiebre se ha ido y no necesito vomitar. Progreso. Puedo oír a alguien tocar el piano y sonrío. Leo sigue aquí. Uso el baño, cepillo mis dientes y coloco una manta alrededor de mis hombros antes de encontrarlo sentado en mi sala de estar, con la misma camiseta negra y pantalones vaqueros de la noche anterior. Sus pies descalzos y un lápiz entre los dientes. Su pelo está parado de punta por sus dedos. Leo está aquí. Cruzo la sala hacia él y beso su cabeza. Se desplaza hacia la izquierda, dejando espacio para mí en el banco, y me uno a él. —Hola.

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—Hey. ¿Cómo te sientes? —se inclina y me besa en la frente dos veces, comprobando la fiebre y debe estar feliz con lo que siente porque se aleja y me sonríe. —Mejor. No quiero estar en la cama nunca más —miro hacia abajo a sus manos de dedos largos descansando en las teclas del piano. —Está bien, quédate un rato conmigo. — ¿Qué estas tocando? —le pregunto. —Algo nuevo —arruga su frente mientras se concentra en las teclas, tocando una melodía suave que nunca había oído antes. Dios, es tan talentoso. —No sabía que tocabas el piano —murmuro. —No muy bien, pero no tengo aquí mi guitarra.

—No tenías que quedarte —le susurro e inclino mi cabeza en su hombro mientras toca. —Sí, tenía. Pensé en llevarte en algún momento a la sala de emergencias —miro sus tormentosos ojos grises con sorpresa—. Pero te recuperaste. —Gracias. —De nada. Nos sentamos en un silencio agradable mientras él toca la melodía. De vez en cuando él para y escribe algo o cambia las notas que le convienen. Es fascinante. —No puedo conseguir el gancho —dice refunfuñando, buscando a tientas sobre la canción. Se detiene y retrocede y trata de empezar de nuevo, pero todavía no lo

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escucha. Pero yo lo hago. Me pongo a tararear y sus ojos se disparan hacia mí con sorpresa. —Tócala tú — dice y saca sus manos de las teclas. Recojo dónde lo había dejado, jugando con lo que oigo en mi cabeza como gancho de la canción. —Tu turno —murmuro e inclino mi cabeza hacia su hombro mientras él imita lo que acabo de tocar y me sonríe. —Nunca dejas de sorprenderme —besa mi cabeza y sigue tocando, tarareando. Estoy completamente feliz aquí, sentada en mi banqueta del piano, con éste hombre complejo, voluble. Mientras la canción llega a su fin, descansa las manos en su regazo y apoya su mejilla en mi cabeza. — ¿Escribiste esto mientras yo dormía? —le pregunto.

—Sí. — ¿Leo? —Sí, Luz del sol. —Así que esto no es una cosa de una noche — susurro. Él se ríe suavemente y cubre con un brazo mis hombros, tirándome hacia él. —Me alegra que te estés poniendo al día.

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Traducido por EugeH Corregido por Lsgab38

ué elegiste? —pregunto mientras entro a la sala de estar desde el dormitorio. Estoy recién salida de la ducha, finalmente sintiéndome normal otra vez con ropa limpia, pelo lavado, y el vientre lleno de sopa que Leo me trajo para cenar de mi delivery favorito, uno que se encuentra más abajo en esta calle. Y ni siquiera tengo necesidad de vomitar.

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Si no lo miro, me podría acostumbrar a ser mimada. Los créditos iniciales de una película se detienen en la TV. —El nuevo James Bond. —Él me sonríe desde el sofá y me dejo caer a su lado—. ¿Te sientes mejor? —me pregunta. —Mucho, gracias. — ¿Sin camiseta de Nash? —me pregunta con una ceja levantada. Miro mi camiseta y me giro hacia él con una sonrisa descarada. —The Goo-Goo Dolls son mis favoritos. —Cierto. Eso no es lo que dijiste anoche. —Presiona play en el control remoto y Adele comienza a cantar la canción de apertura de la película. Me encanta Adele.

—Estaba delirando de fiebre —murmuro y me siento a su lado, apoyando mi cabeza en su hombro. —Mentirosa —susurra con una sonrisa y me besa en la frente. Me gusta tenerle aquí, en mi espacio, entre mis cosas. Nunca pensé que pudiera ser tan cómodo estar con alguien durante largos períodos de tiempo. La gente por lo general me molesta. Demonios, a veces yo misma no me aguanto. Leo y yo nos hemos asentado en un ritmo. Las conversaciones son interesantes. Los silencios no son incómodos. Y a él le gusta tenerme cerca, lo cual es un consuelo para mí, no sólo porque he estado enferma.

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Enlazo mis dedos con los suyos y froto mi pulgar sobre la tinta en su piel. Me encantan sus tatuajes. No puedo dejar de mirarlos. Me pregunto lo que significan para él. Me pregunto si me dirá si le pregunto. Leo carraspea, y me doy cuenta que he estado perdida en mis pensamientos. Miro aquellos sonrientes ojos grises. — ¿Qué? —La película no se está reproduciendo en mi mano. —Lo siento —murmuro y pretendo ver la película. — ¿No te gusta James Bond? —pregunta. —Claro, me gusta. — ¿Por qué no lo estás viendo?

Subo a su regazo y envuelvo mis brazos alrededor de su cuello. —Sabes —comienzo a besar a su barbilla— no me han besado durante una película desde que Ethan Middleton me llevó a ver Toy Story en el undécimo grado. —¿Qué clase de idiota lleva a su cita a ver Toy Story? —responde, envolviendo sus brazos alrededor de mi espalda. —Tuve un gran enamoramiento por Ethan —replico con una sonrisa y un beso en la mejilla—. No me importa lo que me llevó a ver. —¿Él marcó esa noche? —pregunta, con los ojos felices y riendo. —Infiernos no, pero llegó a segunda base. Juega bien tus cartas y te dejaré anotar un tanto, hombre sexy. —¿Dónde está Ethan ahora?

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—No tengo ni idea. —Me muevo, por lo que estoy a horcajadas, mis rodillas plantadas sobre el sofá en sus caderas—. El punto es que creo que deberíamos besarnos. —Te estás sintiendo mejor. —Me besa la nariz y luego me levanta de su regazo y me deja de nuevo en el sofá junto a él—. Mira la película. —Quiero besarte. —Hago puchero y cruzo los brazos sobre el pecho, ganando una carcajada de Leo, y mi estómago se aprieta ante el sonido. Incluso su risa suena musical. Dios, podría comerlo con una cuchara. —¿Quieres que nos besemos, cariño? —pregunta y se desplaza hacia mí, empujándome sobre mi espalda hacia el sofá. —Bueno —me encojo de hombros con indiferencia—. Ya sabes, si quieres. —Eres tan descarada —murmura y mira hacia abajo, a mis labios—. Voy a besarte, si quieres.

—Oh Dios, tenía miedo de que tuviera que localizar a Ethan. —Soy el único hombre para este trabajo, cariño. Planta sus codos sobre el cojín al lado de mi cabeza, descansa su cuerpo más bajo contra el mío y deja pequeños besos en mi barbilla, mi mandíbula, y luego desliza su nariz contra mi cuello, haciéndome temblar y retorcerme. —Tienes unos labios geniales —le susurro y lo siento sonreír contra mi oído. Paso mis manos por su firme espalda y tiro de su camiseta para poder sentir su cálida piel bajo mis manos. —La ropa se queda —susurra y continúa con los pequeños, dulces besos. —¿Por qué? —pregunto y jadeo cuando muerde la oreja. —Sólo estamos besándonos.

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—Por ahora. Se estira para apoyarse en sus manos y me mira con sus brillantes ojos grises. —No, estamos sólo besándonos. No más allá de segunda base. —Uh, Leo, Meg es la que tiene la regla de las tres citas, no yo. ¿Te acuerdas? Su rostro se divide en una amplia sonrisa y me siento sonreír a su vez. —¿Ella tiene una regla de las tres citas? —pregunta. —Sí, casi mata a Will. —Esa es mi chica. —Se ríe con orgullo—. Y creo que me has hecho esperar como cerca de cinco citas. —Correr no es una cita. —Santa María Madre de Dios, si lame mi cuello así de nuevo, le voy a arrancar la camisa de su cuerpo y atacarlo.

—Te compre comida cada vez. Fue una cita —susurra y se mueve al otro lado de mi cuello para causar los mismos estragos en la sensible piel debajo de mi oreja. —¿Leo? —¿Mmm hmm? —Dame un beso, por favor. —Ya voy. Le pellizco el culo, y muerde mi oreja y me fulmina con su mirada. —Por favor. Mis ojos se posan en sus labios, el metal de plata en el labio inferior, y nunca he querido que nadie me bese tanto como quiero que él lo haga en estos momentos.

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Corre sus dedos en mi pelo, inclina la cabeza y pone suavemente sus labios sobre los míos. Aprieto mis manos en su espalda, abrazándolo con fuerza contra mí, suspiro profundamente mientras empieza a mover sus talentosos labios. Mordisquea y chupa de una esquina de mi boca a la otra, sin dejar ni un trozo de piel intacta. Mis manos comienzan a viajar, por su espalda, sus brazos, su cara, explorando lenta y ligeramente, hasta que estoy tan consumida por él, que no oigo la película, o siento el sofá debajo de mí. Todo lo que siento es a Leo. Enhebro mis piernas a través de él, no puedo acercarlo lo suficiente, y giro las caderas en su contra, pero abandona mis labios y se desliza hasta mi oído. —Samantha, no voy a hacer el amor contigo esta noche. Pero voy a besarte hasta sacar la mierda de ti. Mis labios se encuentran con los suyos con un gemido y esta vez profundiza el beso, burlándose de mis labios y de la punta de mi lengua con la suya. Nunca me han besado tan profundamente en toda mi vida.

Una de sus manos deja mi pelo y baja por mi cara, mi hombro, y justo cuando creo que va a ahuecar mi pecho, su mano se desliza hasta mi cadera, y la descansa allí. Él sólo va a besarme. Gimo de nuevo y paso los dedos por su rostro sin afeitar. A pesar de la barba, su piel es suave y huele tan condenadamente bien. Ralentiza el beso, mordisqueando mis labios otra vez, y luego acaricia mi nariz. —Haces que me olvide de respirar —susurra. —Me encanta la forma en que me besas —le susurro. —Bien —murmura y me ofrece media sonrisa, sus ojos tormentosos son perezosos y sus párpados pesados—. Porque planeo besarte un montón.

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—Está bien —asiento con timidez. ¿Por qué me vuelve tan tímida? De repente, se pone de pie y me tira en sus brazos, me acuna contra él, y me lleva al dormitorio. —La televisión está encendida —le recuerdo. —Volveré más tarde.

~ Leo ~ Ella es hermosa cuando duerme. Es hermosa y punto. Incluso cuando estaba vomitando y sudorosa por la fiebre, era un espectáculo para la vista. Estoy en problemas.

Dormimos hasta tarde esta mañana, pero ninguno tiene a donde ir, así que estoy acostado a su lado, disfrutando de la vista. Nunca he besado a una mujer sin hacer el amor con ella. Rara vez beso a las mujeres. El sexo es genial, pero besarse conduce a toda clase de apegos y sentimientos, y simplemente es mejor no ir por allí, especialmente teniendo en cuenta que las mujeres con las que he estado en los últimos diez años han sido un polvo rápido. Ciertamente no las besé como besé a Sam anoche. Quería hundirme en ella y hacerle el amor toda la noche, pero había estado enferma. Tal vez me estoy convirtiendo en un maricón en mi vejez. ¿El truco? Me importa una mierda. Sam despierta y bosteza, abre los ojos azul zafiro y me sonríe suavemente. —Buenos días. —Beso su suave mejilla y disfruto de su gemido somnoliento.

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—Mmm... es de mañana. —Mierda. Me encanta esa voz rasposa. Es más sexy cuando se despierta y cuando está a punto de correrse. —¿Qué quieres hacer hoy? —pregunto y cepillo su cabello de la mejilla. —Quiero magdalenas. —¿Magdalenas? —pregunto con una sonrisa—. Son sólo las diez de la mañana, dulzura. ¿No es un poco temprano para magdalenas? —Es evidente que has pasado demasiado tiempo en el extranjero. —Empuja la mano por su pelo desordenado y le da un tirón, lo que hace que mi polla se agite inmediatamente—. Las magdalenas son apropiadas en cualquier momento. —¿Puedo tomar un café con la mía? —Seguro. —Está bien, te llevaré por magdalenas. —Eso fue fácil —sonríe.

Me encojo de hombros. Mierda, le doy casi todo lo que quiera en este momento. —Vamos. —¿No deberíamos correr primero? —pregunta con el ceño fruncido. —No estás lista para correr todavía. Estabas enferma hace veinticuatro horas. —Le recuerdo y bajo de la cama. —Entonces tal vez no debería tener una magdalena. —Samantha, vamos a buscar magdalenas y todo lo que condenadamente quieras. —Le frunzo el ceño y aprieto los puños para no llegar a ella y caer de espaldas en la cama cuando me ofrece una amplia sonrisa. —Magdalenas serán entonces.

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Nos vestimos rápidamente y mantengo su abrigo negro para ella para luego ponerme el mío y deslizar un gorro en mi cabeza. —Deja el gorro —dice sonriéndome—. Me gusta tocar tu pelo. —Es más fácil si me lo pongo. —La beso en la frente y salgo por la puerta. —Entonces, ¿es tu disfraz? —pregunta sarcásticamente—. ¿Tiras una gorra sobre tu cabello sexy y la perforación de la ceja, cubres tus tatuajes, y rezas para que nadie te reconozca? Ella puede estar bromeando, pero puedo oír el filo en su voz. Mi ser reconoce que no le entusiasma más que a mí. Pulso el botón del ascensor en el vestíbulo y la estrecho entre mis brazos para el viaje hacia abajo. —No soy reconocido a menudo, dulzura. Ella se relaja contra mí y suspira, no puedo evitar sonreír. La diferencia desde cuando comenzamos a correr juntos y ahora es increíble. Está acostumbrada a que

la toque, lo cual es bueno porque no puedo mantener mis manos fuera de su pequeño cuerpo sexy. —¿Dónde está el lugar de las magdalenas? —pregunto mientras salimos del ascensor y caminamos por el vestíbulo de su edificio. —A sólo un par de manzanas más. Podemos caminar. —¿Te sientes lo suficientemente bien para eso? —pregunto y le frunzo el ceño, pero ella me da un codazo. —Estoy bien. Unas pocas manzanas no me van a matar. —Dirige entonces. En Seattle hoy el cielo es azul brillante, nos obsequia un raro día soleado de invierno. Entrelazo los dedos de Sam con los míos y los beso, y la sigo a una

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pequeña tienda llamada Succulent Sweets. Huelo a café y azúcar en el interior, los bonitos ojos azules de Sam se iluminan al caer en la caja de cristal llena de productos de panadería. Maldita sea, ella es linda. —¿Qué quieres? —le pregunto. —Chocolate, por supuesto. —Se ríe y se me aprietan las tripas. Me encanta su risa. Ordena su magdalena de chocolate y un té caliente, y coloco mi orden y la mocosa alcanza su billetera. —¿Qué estás haciendo? —Te compro una magdalena. —Bien, porque voy a dejar que una mujer me compre el desayuno. —Ruedo los ojos, la empujo a un lado y agarro mi cartera de mi bolsillo trasero. La cajera pelirroja me mira casualmente y luego hace una toma doble.

—Santa Mierda, ¿eres Leo Nash? —pregunta y frunzo el ceño hacia ella como si estuviera loca. —Me dicen eso todo el tiempo —me río—. No, no lo soy. Esa banda es una mierda. —Me gustan. —La pelirroja se encoge de hombros y al instante me gusta—. Pero sí, lo siento, puedo ver ahora que no eres él. —Soy más guapo, ¿no? —Le guiño un ojo y ella se ríe, nos entrega las bebidas y pasteles y encontramos una mesa. Sam está sonriendo, tratando de no reírse abiertamente. —¿Qué? —Eso es serio ¿cómo frustras el reconocimiento no bienvenido? ¿Por faltarle el

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respeto a tu propia banda? —Funcionó. —Me río y tomo un bocado—. Maldita sea, esto es bueno. —¡Tienes limón! ¿Puedo tener un poco? Es mi segundo favorito. Sostengo el pastel en mis labios y ella toma un pequeño bocado, cierra los ojos mientras gime de felicidad, y tengo que reajustarme en mi silla. Jesús, soy como un adolescente cachondo con ella. Pensé que tenía un mejor control sobre mi polla que esto. —¿Puedo tener un bocado del tuyo? —le pregunto. —Infiernos no, obtén los tuyos. —Corre su magdalena más cerca de ella y me frunce el ceño. —Mocosa egoísta. Compartí la mía. —Inocente —sonríe y continúa comiendo su chocolate.

Echo un vistazo al otro lado de la calle y sonrío. —¿Sabes lo que es la construcción que está al otro lado de la calle? Sigue mi mirada y se encoge de hombros. —Sólo un edificio de ladrillo rojo. No hay señalización y es indescriptible. —No, es un estudio de grabación. Es propiedad de un famoso dúo femenino de Seattle. Lo tienen desde principios de los ochenta. —Emocionado, me inclino hacia delante y con mi taza de café en las manos—. Sam, Johnny Cash grabó allí. Nirvana, Sound Garden, Pearl Jam. Dios, demasiados para contar. —Miro nuevamente al edificio y una idea se forma en mi cabeza. —¿Has grabado allí? —pregunta, mirando el edificio.

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—No. —Niego con la cabeza—. He estado en el interior, sin embargo. Cuando me mudé a Seattle, gané un concurso de radio para ir a un concierto privado de Pearl Jam allí. Sólo había doce de nosotros en la audiencia, todos sentados en un semicírculo. Fue la mejor cosa en la que he estado. —Wow, eso es impresionante. Ustedes deberían hacer eso. Asiento, la idea tomando más forma. —Me pregunto si podíamos grabar el próximo álbum allí —digo y los ojos de Sam se ensanchan. —¿En serio? —pregunta. — Sí, no veo por qué no. No sé hasta qué punto estarán reservadas, pero así no tendría que volver a Los Ángeles para grabar. La mayoría de nosotros vivimos aquí de todos modos. Sonrío hacia ella, emocionado por comenzar a hacer llamadas y Sam sonríe de nuevo.

—¿Podría ir a escucharos? —pregunta. —Por supuesto. En cualquier momento. —La idea de tener a Sam en el estudio con nosotros, de follar con ella, hace que mi estómago se apriete. La idea de follar con ella en el estudio es aún mejor. Nunca lo he hecho antes porque el trabajo y lo personal siempre ha sido diferente para mí, pero maldita sea, ya he borrado todas mis líneas para ella, ¿por qué no ésta también? —¿Cuántas canciones has escrito? —pregunta y lame su tenedor. —He escrito tres yo mismo y dos con Meg. Algunos de los otros chicos han escrito algunas. Estoy trabajando en una ahora. Tenemos una lista de canciones que el estudio quiere que consideremos. Me imagino que vamos a empezar a trabajar juntos en un par de semanas. —Sus grandes ojos están sobre mí, escuchando atentamente. Me enorgullece que esté tan interesada, haga preguntas inteligentes, no las típicas preguntas de fans.

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Es definitivamente una fan de la banda y eso es sólo una cosa más que me atrae hacia ella. Por supuesto, me atraería si odiara la banda también, pero nada a largo plazo podría resultar de eso. Mi banda es mi familia. —Hay glaseado en tu labio —me quejo. Ella lame el lado equivocado y sonríe con complicidad. —¿Lo atrapé? —No, del otro lado. Lame otra vez, su lengua rosada bordeando sus labios y mi polla al instante se despierta. Ella me pierde. —¿Ahora?

Extiendo la mano y aparto el glaseado con mi dedo, pero antes de que pueda retirarlo, agarra mi muñeca en su la mano y mete mi dedo en su boca, chupando el glaseado y mordisqueando suavemente mi piel. Mierda. —Tenemos que largarnos de aquí —gruño. Oigo la necesidad en mi voz, y sus ojos se dilatan de lujuria. —No he terminado con mi té —murmura y sus ojos caen a mi piercing. —Sí, lo has hecho. Vamos.

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Traducido por: EugeH Corregido por Lsgab38

~ Samantha ~ ueno, creo que voy a desgastar la magdalena de esta mañana, después de todo. Leo me tira en el ascensor de mi edificio, después de casi arrastrarme las

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dos manzanas a casa, y golpear el botón de mi piso. Tan pronto como se cierran las puertas, está sobre mí. Me levanta contra la pared, sosteniéndome con su pelvis presionando contra la mía, mis piernas alrededor de su cintura delgada, y me besa como un loco. Tiro el gorro de su cabeza y hundo mis dedos en su cabello, aguantando, mientras saquea mi boca, mordiendo y chupando y luego saqueando un poco más. Dios, él sabe besar. Los golpes de campana indican que hemos llegado a mi piso, y de pronto está tirando de mí detrás él. Mis dedos son torpes con las llaves mientras se pliega a sí mismo detrás de mi, besando mi cuello, sus pulgares pellizcando mis pezones. —No puedo abrir la puerta —murmuro y jadeo mientras chupa la piel suave debajo de mi oreja. —Dame las llaves, cariño.

Hace un trabajo rápido con la puerta, me guía al interior, la cierra y traba y comienza a guiarme hacia al dormitorio. —El sofá está aquí —le recuerdo inmóvil, se vuelve hacia mí, con los ojos grises en fuego y la respiración rápida. Da un paso hacia mí y ahueca mi cara entre sus manos, sosteniendo mis ojos con los suyos. —No he estado dentro de ti en días. —Sába... —El sábado no fue más que ambos haciéndonos daño. No cuenta. No he estado contigo, dentro de ti, por días. No te voy a follar en el sofá. Quiero recostarte en la cama y volvernos locos. Te quiero temblorosa y húmeda. Santa Mierda.

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—No puedo discutir con eso. —Le sonrío y de repente estoy atrapada en sus brazos nuevamente. Abro la cremallera de su sudadera, la retiro de sus brazos, y saco su camisa sobre su cabeza. Rápidamente nos desnudamos mutuamente, dejando un rastro de ropa a través de la sala de estar, el pasillo y hacia mi dormitorio. Cuando estamos de pie junto a la cama, él completamente desnudo, y delicioso, da un paso atrás y barre los ojos hacia arriba y abajo de mi cuerpo, sobre mi sujetador de encaje rosa y mis bragas, tipo bóxer, a juego. —Jesús, ¿siempre llevas ropa interior como esa? Sonrío con suficiencia. —Me gusta la ropa interior bonita. —¿Te pones ropa interior así todos los días y viejas camisetas de conciertos para dormir? —No te metas con mis camisetas. Me encantan.

Y de repente estoy sobre mi espalda en la cama y Leo me está bajando las bragas por mis piernas. Las arroja por encima de su hombro y planta un beso en mi vientre, justo encima de mi piercing. —Me encanta este piercing —murmura y me besa de nuevo. —Es sólo un piercing en el ombligo, bebé. —Me río y gimo cuando lame por mi vientre hasta mi pubis y por encima de mi clítoris. —No lo critiques —murmura y lame aún más a lo largo de mis pliegues. —Mierda que eres bueno en eso. —Mis caderas empujan instintivamente, pero él las tiene firmemente contra el colchón. —Tienes un sabor increíble. —Chupa mi clítoris en su boca y empuja dos dedos dentro de mí y no puedo aguantarme, me corro a pedazos, rompiéndome y estremeciéndose, empujando mi coño contra su cara, agarrando las sábanas a mi

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lado. Besa el interior de mis muslos, el pliegue donde las piernas encuentran mi centro, y con los dedos aún dentro de mí, besa su camino hasta mis pechos. Arremolina su lengua alrededor de un pezón, lo mordisquea, y presta al otro la misma atención, mientras mueve sus dedos, cuatro de ellos, en un movimiento rítmico de onda, haciéndome cosquillas. —Eso hace cosquillas. —Mmm —sonríe y besa mi boca, suave, juguetonamente. Agarro su piercing con mis dientes y tiro suavemente, sonríe un poco más, moviendo los dedos más rápidamente. Me quejo y retuerzo debajo de él, jadeo cuando presiona su pulgar sobre mi clítoris. —No soy una guitarra, ya sabes —le recuerdo a medida que continúa atormentando mis pliegues con sus talentosos dedos.

—Oh, pero los sonidos que haces, nena —susurra y entierra su cara en mi cuello. Envuelvo mis brazos a su alrededor. Se aprieta contra mí, desde la cadera hasta el hombro, sus dedos juegan conmigo como si fuera un instrumento, y para mi sorpresa, me corro otra vez, violentamente. Él me va a matar. —Leo —ahueco su rostro en mis manos y le miro, y por primera vez en toda mi vida, la idea de tener relaciones sexuales con él encima de mí no me asusta—. Nunca he hecho esto. —Sé que no es verdad, nena, lo has hecho conmigo. —Me sonríe, pero yo niego con la cabeza. —Nunca en esta posición, sobre mi espalda. —¿Qué? —frunce el ceño, saca su mano de entre mis piernas y se concentra en

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mí—. ¿Qué quieres decir? Cierro los ojos, lamentando mis palabras, y tomo una respiración profunda. —Exactamente lo que dije —susurro. —Mírame —murmura en voz baja. Mis ojos encuentran los suyos mientras se desplaza lentamente entre mis piernas, me cubre con su cuerpo delgado, y me encanta sentir su peso sobre mí. Sólo descansa allí, lo que me permite adaptarme a él, su polla dura presionado contra mis pliegues, sus piernas entre las mías, así que yo levanto las mías y las envuelvo alrededor de su cintura. Deja caer su frente a la mía y toma una respiración entrecortada. —¿Estás bien? —susurra. —Sí —respiro.

—¿Por qué? —sus ojos están clavados en mí, se ve preocupado y feliz al mismo tiempo. —No podía soportar la idea de dar a alguien tanto control sobre mí —mi voz es suave y muevo mis caderas, deslizando su polla en mi contra—. Dios, te sientes bien. —Tienes que dejar de hacer eso, nena, estoy tratando de ir despacio. —¿Quién dijo que tiene que ser lento? —le pregunto y paso mis dedos por su cara— . Puedes follarme duro. —No siempre tiene que ser duro para ser bueno, Sam. No voy a llorar. Trago y cierro los ojos. Jesús, ¿qué está haciéndome? Me ha visto enferma, enojada, y ahora está viendo mi versión más vulnerable.

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—Bebé —susurra y me besa suavemente—. Te tengo. Se agacha entre nosotros y desenrolla un condón, agarra una de mis manos entre las suyas, tira de ella cerca de su pecho, y poco a poco, oh tan lentamente se hunde dentro de mí. Mi respiración se atasca cuando miro sus ojos, al ver allí que no estoy lista para la etiqueta, y lo mantengo cerca cuando comienza a moverse, su polla fuerte y completa, su hueso púbico empujando contra mi clítoris con cada empuje suave. Nunca en mi vida tuve un hombre que me hiciera el amor lenta y dulcemente, y éste malhumorado e impresionante hombre está haciéndolo. —Dios mío, Sam —susurra— están tan apretada. Sus palabras, el tono de su sedosa voz, y la forma en que su cuerpo me está cubriendo es mi perdición, siento la acumulación procedente de la base de la columna, mi rostro se ruboriza, y me aferro a él mientras caigo sobre el borde, coreando su nombre.

—Sí —murmura contra mis labios, su cuerpo queda inmóvil y luego se sacude mientras se corre dentro de mí. —No llores —susurra y besa una lágrima en mi mejilla—. ¿Te he hecho daño? Sólo puedo mover la cabeza y abrir y cerrar los ojos. —No. —¿Entonces? —su voz es suave. —Es que esto es nuevo —respondo y le ofrezco una sonrisa acuosa—. Pero es bueno. —Estaba apuntando a muy bueno. —Tienes buena puntería.

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Sonríe con orgullo y mi teléfono empieza a sonar con el tema de Twentieth Century Fox. —Ese es Luke. —Puede esperar. Leo me besa en la nariz, la frente y la mejilla antes de colocar sus labios sobre los míos de nuevo, rozándolos de ida y vuelta. Y el teléfono se apaga de nuevo. —Algo podría estar mal —le susurro—. Debería responder. Lamentablemente sale de mí y me mira moverme en la cama para encontrar mi teléfono que todavía está en el bolsillo de mis jeans. —¿Hola? —Me vuelvo para encontrar a Leo tumbado, boca abajo, la frente apoyada en los brazos cruzados, sonriéndome. Meto mi lengua en él. —¿Qué en el infierno, Sam? —Luke está enojado.

—¿Qué? —Se suponía que cuidarías a Liv hoy, mientras Nat y yo íbamos al doctor. —Oh, ¡mierda! Lo siento, se me olvidó. He estado enferma. —Leo frunce el ceño y se sienta, me doy la vuelta dándole la espalda. —¿Estás bien? —Sí, me siento mejor. —Bueno, espero que estés en casa porque te la estamos llevando, ya que la oficina no está demasiado lejos. Estoy estacionando ahora. La llevaremos arriba. Cuelga y me asusto inmediatamente. —¡Mierda!

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—¿Qué? —Leo está parado detrás de mí, con el rostro preocupado, y mi pánico se eleva. —Luke y Nat están en camino hasta aquí con Olivia. Se supone que debo cuidarla, y me olvidé. —Lo miro, desnudo, caliente y, a continuación, comienzo a buscar nuestra ropa—. ¡Vístete! ¡Maldición, maldición, maldición! Leo comienza a reír, no ayuda nada a la situación. —Tienes que esconderte en el armario. —Me pongo mi camisa y pantalones vaqueros y me doy vuelta para encontrarlo mirándome. —No tengo dieciséis años, Sam. No me estoy escondiendo de nadie. —Se pone delante de mí y me tira a sus brazos, besando mi frente—. Hemos establecido que esto no es cosa de una noche. —De acuerdo. —Nuestras familias iban a saberlo alguna vez.

Trago saliva. Mierda. —Correcto —le susurro. —No te preocupes. —Sonríe tranquilizadoramente y justo suena el timbre. —Ponte los pantalones —siseo a su cara sonriente y se estremece cuando Luke llama a la puerta. Leo saca sus pantalones vaqueros, se los pone y no puedo esperar más para que se ponga una camisa. Abro la puerta a una sonriente Livie, pero a un Luke con el ceño fruncido. —Vaya, gracias —murmura con sarcasmo y me entrega el bebé, empujando por delante de mí hacia la sala de estar. Natalie le sigue feliz, sonriéndome, cuando ve a Leo en la cocina lavándose las manos. Luke se queda sin habla.

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—Hola, Leo. —Nat sonríe y saluda con su mano. —Hey Nat. ¿Cómo te sientes? —pregunta Leo y la besa en la mejilla, secándose las manos con una toalla. —Si vas a tocar a mi esposa, es mejor que te pongas una camisa. Amigo, ¿qué coño estás haciendo con mi hermana? Los ojos de Livie se llenan de lágrimas por la voz áspera de su padre. Le beso en la frente y la hago rebotar en mis brazos. —Luke, relájate. —Lo clavo con la mirada, pero no le importa. —Vamos a llegar tarde —Nat le recuerda y me ofrece una sonrisa simpática. —Vamos a hablar de esto. —Luke besa a Liv y se inclina para susurrarle al oído—. Ten cuidado. —No tardaremos —dice Nat—. Ella tiene bocadillos, pañales y juguetes en su bolso. Acaba de tomar una siesta por lo que debe estar bien hasta que regresemos.

—Nat, estoy bien —le aseguro y los guío hacia la puerta—. Ve. —Ella es linda —Leo murmura y pasa la mano por la mejilla regordeta de Liv. El bebé agarra inmediatamente su dedo y lo mete en la boca. —Tómala, voy a buscarle un poco de zumo. —Whoa, ¿cargarla? —Da un paso atrás, sus ojos repentinamente asustados. Él es muy gracioso. —Es un bebé, Leo, no es un arma de destrucción masiva. —Empujo al bebé en sus manos, tomo el biberón de su bolso y me dirijo a la cocina. —¿Puedo ponerla en el suelo con sus juguetes? —me dice. —Claro, sólo pon una manta debajo para que pueda arrastrarse en ella.

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Maldita sea, es divertido. —Creo que el bebé está a punto de matar a tu gato —dice Leo secamente y regreso rápido a la sala de estar, mientras tapo la taza encuentro a Livie con un puñado de la piel del gato, tratando de ponerla en su boca. —O comérselo. —Estoy de acuerdo y río al ver como Leo intenta desenredar la pequeña mano de Liv, que sostiene sorprendentemente fuerte el agarre sobre mi pobre gato. Nos sentamos con ella y la entretenemos con sus juguetes por un rato, riendo de lo linda que es. —Esto no es demasiado duro —le digo y me sonríe. —No, no es demasiado difícil. —Se pasa la mano por el pelo castaño claro y luego frunce el ceño—. Espera, ¿no hueles eso? —No. —Dejo lo que estoy haciendo y huelo—. ¿Qué es?

Leo frunce el ceño y mira a Liv, que le está sonriendo ampliamente, baba chorreando por su linda barbilla. —Creo que se cagó. —Deja de maldecir delante de ella. —Que yo maldiga no es nuestro mayor problema en este momento. Nos miramos el uno al otro durante un minuto y luego buscamos en la bolsa de pañales, saca un pañal y toallitas y me las da. —Aquí. —¿Por qué tengo que hacerlo yo? —pregunto. —Porque eres su tía. Duh.

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—Yo no limpio caca. —Frunzo el ceño hacia la niña, como si lo hubiera hecho a propósito. —¿Qué haces normalmente cuando esto ocurre y estás cuidándola? —Mi madre la cambia. —¿No la has cuidado tu sola antes? —Ahora Leo se está riendo, Liv se ríe con él, disfrutando de la broma y les frunzo el ceño a los dos. —Dios mío, ¿qué le dan de comer? —Sostengo mi mano sobre mi nariz—. ¿No sabes cómo? —Ella es una chica. No voy a ir a la cárcel. —No seas un idiota. No vas a ir a la cárcel por cambiar el pañal. Puedes ir a la cárcel por no cambiar el pañal. —Vamos, tía Sammie —me guiña con encanto—. Puedes con esto.

—Leo va a perder su virilidad si alguna vez me llama Sammie otra vez —le digo a Liv y ella se ríe. Entonces, de repente, es como si se diera cuenta sobre lo que está sentada, su bonita cara se desmorona y empieza a llorar. —Mierda, tenemos que cambiarla. —Voy a llamar a Meg. —Leo saca su teléfono y marca el número de Meg. —¿Por qué? —Ella es enfermera. Trata con esta mierda todo el tiempo. Hey, estoy en lo de Sam. Hay una emergencia y necesito que vengas aquí lo antes posible. Uh huh. No, no con ambulancia, sólo necesito tu ayuda. Bien, gracias. —Cuelga y guarda nuevamente su teléfono en el bolsillo—. Ya viene. —Acabas de mentirle totalmente.

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—Estará aquí en diez minutos. Son los diez minutos más largos de mi vida. Por último, suena el timbre de la puerta. La única razón por lo que lo escucho es porque Liv se ha tomado un respiro, lo que nos da como tres segundos de silencio. —Gracias a Dios. —Leo tira de ella al apartamento y frunce el ceño al ver al bebé en mis brazos. —¿Qué pasa con ella? —pregunta. —Tiene un pañal cagado —le dice Leo. —Cámbienla. —Leo tiene miedo de ser considerado un pedófilo, y yo no sé cómo. Meg toma al bebé en sus brazos y mira de ida y vuelta entre nosotros, con el rostro incrédulo.

—¿Están bromeando? Dijiste que era una emergencia. He trabajado toda la noche, ¿y me desperté para esto? —¿No hueles eso? Es una emergencia. —Jesús, son inútiles. —Meg encuentra el pañal y las toallitas, recuesta al bebé en el suelo en su manta, y empieza a trabajar—. Esto no es nada. Al menos ella no sopla el pañal. —¿Qué significa eso? —no estoy segura de querer saberlo realmente. —Cuando la caca sube por la espalda, al pelo, por todo el lugar. Eso sí que es grave. —¿No es el punto de un pañal atrapar la caca? —plantea Leo con sus manos en las caderas, frunciéndole el ceño a Meg—. Quiero decir, si no hacen su trabajo, ¿cuál es el punto?

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Meg se ríe y sube el jersey por la espalda del bebé, toda limpia y feliz. —Todo listo. Liv sonríe y apoya la cabeza en el hombro de Meg cuando la levanta del suelo. —Este es nuestro secreto —le digo— Luke nunca me dejará vivir si se entera de que no podía cambiar el pañal. —Está bien —asiente Meg y me entrega el bebé—. ¿La has alimentado? Y, como si fuera una señal, Liv eructa, vomitando lo que sea que almorzó. —No voy a tener hijos —murmuro. —Bien dicho —Leo está de acuerdo y me ofrece el puño para que choque con el suyo.

~Leo~

—Gracias de nuevo por venir a ayudar. —Me apoyo en la Range Rover de Meg y le ofrezco una amplia sonrisa. —Me traes aquí bajo falsas pretensiones —me mira y se ríe, moviendo la cabeza—. Ambos lucían ridículos. —Sí, tal vez los niños no son para mí. —Lo harías muy bien. —Se encoge de hombros y sonríe ampliamente, su hoyuelo saltando a la vista—. Parece que las cosas van mejor. Asiento y doy un paso atrás desde el auto, pasándome las manos por el cabello. —Sí, las cosas son mejores. —Bueno. Voy a volver a la cama.

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—Está bien, ve a dormir un poco. Ella sonríe ampliamente y tengo la sensación de que está a punto de decir algo que realmente no quiero saber. —Voy a la casa de Will. Voy a volver a la cama, pero no para dormir. —Deja de decir cosas así, Meg. Lo digo en serio. —Se ríe y se aleja de la acera, saludando mientras se funde en el tráfico. Y ahora tengo visiones de mi hermana follando con Will Montgomery, quiero arrancar la imagen de mi mente con algo afilado y caliente. Me vuelvo hacia el edificio justo cuando Luke y Natalie regresan y estacionan. Al acercarme a ellos, Luke clava su mirada en mí, no es muy agradable, y siento que la charla del hermano está por llegar. —Oye nena, ve arriba y busca a Livie. Dile a Sam que la llamaré más tarde. —Está bien. Hasta luego, Leo. —Saluda y camina hacia el edificio de Samantha. Luke la mira hasta que la puerta de cristal se cierra detrás de ella.

—¿Cómo está? —le pregunto. —Está muy bien, el bebé está bien, ahora vamos a ir al grano. ¿Qué mierda pasa, hombre? —Cruza los brazos sobre el pecho y me frunce el ceño. Echo un vistazo a nuestro alrededor, buscando a cualquier persona con una cámara o teléfono apuntando hacia nosotros. Lo último que necesitamos son fotos publicadas en Internet de Leo Nash y Luke Williams discutiendo en las calles de Seattle. —Mira, Sam es grande... —Lo sé, soy su maldito hermano. —¿Cuál es tu problema? —Esto es más que un hermano sobreprotector—. Sabes que soy un buen tipo.

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—Eres una celebridad. Sam se ha visto afectada por esta industria lo suficiente. —¿De qué estás hablando? —Esa es su historia para contarla. —Sacude la cabeza en señal de frustración y pasa más allá de mí—. Tu estilo de vida no es para ella. —Sam es una mujer adulta, Luke. Puede tomar sus propias decisiones. Tú y yo sabemos lo inteligente que es. —Vas a hacerle daño, y que me condenen si me siento a mirar. —Su dedo índice apuntando hacia mí, me está molestando. —Voy a protegerla jodidamente. Luke, los miembros de mi banda tienen esposas y familias... —¿Es eso lo que quieres con ella? —pregunta con sarcasmo—. ¿El mujeriego Leo Nash quiere una familia? Vete a la mierda, hijo de puta. No sabes lo que quiero.

—Estoy loco por ella, amigo. Si crees que voy a dejar que algo le haga daño, estás loco. —No puedes protegerla de este negocio y lo sabes. Debes dejarla sola ahora, antes de que vaya más lejos. —Haré todo lo posible para mantenerla a salvo —repito, mi mandíbula dolorida de apretarla con tanta fuerza—. No voy a dejar de verla. Luke me mira mientras froto mi pecho, donde crece un dolor ante la idea de no ver a Sam, sólo mueve la cabeza y suspira. —No puedo creer que ella esté haciendo esto de nuevo —susurra. Pero antes de que pueda preguntar qué coño significa eso, sigue con…—: Te lo digo, cuando hayas terminado con ella, va a ser un desastre. Le tomó años recuperarse de la última vez, y no sé si podrá hacerlo de nuevo.

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¿Qué cojones pasó? —¿Listo? —Natalie pregunta mientras sale del edificio, sosteniendo a Liv en la cadera. La cara de la niña se ilumina ante la vista de su padre. —Sí —responde Luke y me mira pensativamente mientras Natalie sienta a Olivia en el auto —. Mejor protégela, Nash, o te mato. —No lo haría de ninguna otra manera.

Traducido por Blanca20011983 Corregido por Lsgab38

~ Samantha ~ eñorita Williams, sus referencias son impecables y sus credenciales perfectas. Nos encantaría si pudiese venir a Los Ángeles para reunirse con nosotros y con otros editores y así ver si sería una buena opción para todos los involucrados. —Gracias, Señor Foss. —Sonrío para la cámara web en mi Mac y el apuesto

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hombre sonríe al otro lado—. Me gustaría eso —¿La semana que viene le vendría bien? —Sí, creo que mi agenda está libre la semana que viene. —Estoy saltando arriba y abajo en mi interior, pero puedo mantener la calma en el exterior. —Le voy a decir a mi asistente que le envíe un correo electrónico con los planes de viaje. Espero poder conocerla en persona. Tenga una buena semana, señorita Williams. —Gracias, usted también. La pantalla se pone en negro cuando termino la charla con el Señor Foss por Skype, y me quedo en mi silla, mordiéndome el labio. Necesito ropa nueva para la entrevista.

Las compras me ayudan a pensar. Puede parecer estúpido, y mis hermanos se burlan de mí sin cesar, pero deslizarme a través de montañas y montañas de ropa y zapatos me ayudan a aclarar mi cabeza. Por lo tanto, me pongo un abrigo, cojo mi bolso y me voy a la zona comercial. No vivo lejos de allí. Una de las razones por las que elegí para comprar este apartamento era la comodidad de estar en el centro. Estar cerca de mi antiguo trabajo, tiendas, mercado, y me encanta estar en medio del bullicio de la ciudad. Soy una chica de ciudad. Voy caminando a Nordstrom, el calor dentro de la tienda es un agudo contraste con el frío exterior. Me voy directamente a mi sección favorita de la tienda, la ropa interior, y dejo que mi mente divague.

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L. A. ¿Quiero ir a Los Ángeles? No. Pero necesito desesperadamente un trabajo. Tengo una hipoteca, un auto y una vida que pagar. He sido bendecida con un ahorro saludable, pero no va a durar para siempre. Y me muero antes de pedir limosna. Pero dejar Seattle significa dejar a mi familia. Mis amigos. Leo. Todavía estoy pensando en ello cuando veo una ropa interior negra con volantes en el trasero y siento mi cara sonrojarse. Es exactamente igual al que él rompió esa noche en mi cocina. Bien podría reemplazarlo. Y comprar nuevos sujetadores hermosos mientras estoy aquí.

Ha pasado más de una semana desde nuestra lucha, mi enfermedad. Desde que cuidamos a Olivia juntos. Llevo la ropa a la sección femenina para elegir un nuevo traje para mi reunión de la semana que viene, y termino con tres nuevos juegos, todos adecuados para las entrevistas. Porque incluso si el trabajo no sale bien en Los Ángeles, voy a tener otras entrevistas al final. Espero. Cuando camino de vuelta a casa con mis compras, mi mente se distrae de nuevo con el sexy y tatuado hombre que plantó su camino en mi vida. Y ahora parece tan natural tenerlo a mi lado. Es atento y considerado. Es increíble en la cama. Es gracioso.

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Y sólo quiero lamerlo. Pero llegará un momento, en un futuro no muy lejano, que va a estar fuera la mayoría del tiempo. Él y su banda lanzarán un nuevo álbum, y todo el alboroto que lo acompaña se iniciará: giras, promociones, apariciones en televisión. Montones y montones de viajes. Ni siquiera tiene una casa en Seattle. Está alojado en la antigua casa de Meg. Es dueño de una casa en Los Ángeles Oh Dios, no quiero que piense que estoy considerando un trabajo en California, sólo porque él vive allí. Sería humillante. La idea de dejar a Leo me pone triste. Ok, eso me hace sentir como si mi corazón estuviese siendo arrancado de mi cuerpo sangrante. Pero voy a sobrevivir. Y voy a disfrutar mientras tanto.

Le eché de mi casa ayer y le dije que se fuera a casa por un día. Un tiempo separados es saludable. No tenemos que permanecer pegados el uno al otro las veinticuatro horas, siete días a la semana. Y no quiero que se canse de mí. Se marchó de mala gana, pero luego me llamó a las dos de la mañana, se quejaba de que no podía dormir. Yo tampoco podía dormir bien. Y tuvimos el más divertido y caliente sexo por teléfono que he tenido en mi vida. Sí, me gusta. Dejo caer las compras en la silla y suspiro de felicidad. Me encanta esta habitación. Tres paredes están cubiertas con ropa, separadas para cada ocasión, casual, trabajo,

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formal. Una cuarta pared tiene mis bolsos y zapatos. Y en el centro de la sala hay un largo y delicioso sillón color beige. Antes de que pueda comenzar a observar mis nuevas adquisiciones, suena mi teléfono. La pantalla sólo aparece un nombre, Nash. Sonrío al responder. —Hey, estrella del rock ridículamente sexy. —Hey. ¿Qué estás haciendo? —su voz es cálida, suave y profunda, tengo que bajar a la silla antes de que mis rodillas se doblen. Dios, estoy tan jodida. —Tuve que ir de compras, así que estoy guardando algunas cosas nuevas. —¿Es para una ocasión especial? —pregunta.

—Necesito algo de ropa nueva para una entrevista, y decidí comprar algo de ropa interior. —Hmm... Definitivamente quiero ver la ropa interior. Sonrío. —Veré lo que puedo hacer. —¿Tienes planes para cenar esta noche? —¿Por qué se escucha inseguro? —No, ¿por qué? —pregunto. —Meg nos invitó a cenar con ella y Will en su casa. —Exhala profundamente. —¿No quieres ir? —pregunto. —Estoy bien con eso, si tú lo estas.

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—De acuerdo, lo estoy. —Está bien, voy a buscarte a las seis. —Se aclara la garganta, y oigo voces en el fondo. —¿Qué estás haciendo? —pregunto, mi curiosidad se despierta. —Estoy viendo a algunos de los chicos. Estamos eligiendo algunas opciones de música para el nuevo álbum y siendo estúpidos. Me río, sosteniendo el teléfono entre la oreja y el hombro, ya empiezo a colgar mi ropa nueva. —¿Qué están haciendo? —Jake está reemplazando todas las malas palabras por palabras normales en las canciones. Juro que estos tipos tienen diez años de edad. —Los quieres —murmuro con una sonrisa.

—Están locos —murmura de nuevo, y oigo que alguien arranca tocando la guitarra, y ya quiero estar allí para escuchar—. Voy a terminar aquí y nos vemos a las seis. —Es una cita. —Miro las bragas negras en mi mano, y pienso en lo lejos que hemos llegado desde aquella noche horrible en mi cocina. —Bien y nena... —¿Sí? —No vas a dormir sola esta noche. Cuelga, y me deja con una sonrisa y las bragas mojadas. Gracias a Dios.

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—Estás fantástica —murmura Leo y me mira de arriba abajo con placer, absorbiendo mi blusa roja y pantalones vaqueros negros. Mis tacones rojos aumentan mi altura por 10 cm, y aún es mucho más alto que yo. —Al igual que tú. —Y esta fantástico, sus vaqueros desteñidos y una camisa de color negro con las mangas arremangadas, revelando los tatuajes calientes en sus antebrazos. —Vamos, Meg nos matará si llegamos tarde, y si me pongo en…, no vamos a llegar hoy. Se instala en el auto y entra en el tráfico hacia la casa de Will. —Así que compraste ropa para una entrevista. Supongo que eso significa que tienes una. —Levanta una ceja hacia mí y me ofrece una media sonrisa. —La tengo. La semana que viene. —Aprieto mis manos en mi regazo y rezo para que no me pregunte dónde. No soy tan afortunada.

—¿Dónde? —En L. A. Su cabeza se gira a mirarme, con la boca abierta, y luego pone el ceño fruncido, mirando hacia delante al camino, con los nudillos blancos sobre el volante. —¿Por qué Los Ángeles? —me pregunta con voz engañosamente baja. —Porque es donde llamé. —Me encojo de hombros y miro por la ventana, sin prestar atención al paisaje. —Pero no quieres dejar Seattle. —Leo, a veces lo que queremos y lo que tenemos son dos cosas diferentes. —Tomo una respiración profunda y hago un gesto también—. ¿Cuál es el problema?

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—No deberías tener que conformarte con eso. —Me mira. —Necesito un trabajo —digo las palabras lenta y claramente—. Me estoy volviendo loca aquí, Leo. Tengo que trabajar. Me gusta trabajar. Nadie en Seattle me está ofreciendo un trabajo. —Te ayudaré a encontrar algo aquí. Se ve tan fuerte y quiero suavizarlo, sólo con el pensamiento de que me quiere ayudar, pero eso no va a suceder. —No necesito ayuda. —Samantha... —Leo, no estoy pensando en trabajar en Los Ángeles, porque ahí es donde tienes tu casa, si eso es lo que te pone nervioso. Realmente no sé si trabajaré allí, pero me llamaron, quiero ir la próxima semana, y lo haré. —¿Es eso lo que piensas?

—Es que... —Sam, simplemente no quiero que aceptes un trabajo que realmente no quieres. No hay ninguna razón para que tengas que hacer esto. Niego con la cabeza y froto mi frente con la punta de los dedos. —No hago nada que no quiera. —Y que lo digas. —Como ya he dicho, puede que no me elijan. Por lo menos es una buena experiencia pasar por un proceso de entrevistas. —Hey. —Toma mi mano entre las suyas y besa mis dedos—. Eres impresionante. Serían estúpidos si no te dan el empleo.

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—Gracias. —Ofrezco una pequeña sonrisa. Todavía parece molesto, pero no enojado—. ¿Cómo te fue con la banda hoy? —Fue bueno salir un poco y hablar sobre trabajo. —¿Cómo están? —Bien. Disfrutando de su tiempo libre. —Se detiene frente a la casa de Will y Meg y apaga el motor. —¿Por qué estás tan nervioso por haberme traído aquí esta noche? —le pregunto cuándo se gira hacia mí en el auto oscuro. —Porque prefiero estar en tu casa o en la mía, a solas contigo. —Me pasa la mano por la cara suavemente y con seguridad—. Te he eché de menos anoche. —Yo también —le susurro. —Vamos a terminar con esto para que podamos salir y finalmente pueda perderme en ti durante diez horas.

Maldita sea, me encanta cuando dice cosas como esa. Siento lo mismo cuando estoy con él, me pierdo por completo. —¿Puedo lamer tus estrellas? —le pregunto y suelto una carcajada cuando sus ojos se dilatan y su respiración se acelera. —Maldita sea, puedes lamer lo que quieras. —Vamos a empezar con las estrellas. —¡Sal ahora, o te llevaré de vuelta a casa! Me acompaña hasta la puerta, su mano en mi culo, y mientras esperamos que nuestros anfitriones respondan a la puerta, se inclina y susurra en mi oído. —Una vez que llegue a casa, te voy a follar hasta que no puedas caminar más.

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Trago saliva, pero sonrío maliciosamente. —Promesas, promesas. Me aplasta el culo hasta que la puerta se abre, y abre sus brazos a Meg, dándole un gran abrazo. —¡Hey! —Hola, idiota. —Le abraza por un minuto, luego se aleja y me sonríe—. ¿Algún problema con los pañales últimamente? —No. —Me estremezco y la sigo para adentro—. Creo que voy a dejar el negocio de cuidado de niños para mi madre. —Ya aprenderás. —Meg sonré. —¡Hey, estás aquí! —Will esta delicioso, con sus vaqueros y jersey de fútbol. Will está delicioso con cualquier cosa. —Gracias por invitarnos —dice Leo y extiende la mano para saludarlo.

—Vamos a la cocina. —Meg se acerca y nos lleva a la hermosa cocina de su casa—. La cena está casi lista. Ayudo a poner la mesa y llenar las copas de vino. —Huele delicioso. —Se está preparando salmón con arroz y ensalada, y me duele el estómago—. No he comido nada hoy. —¿Por qué no has comido? —pregunta Leo al otro lado de la habitación. —Porque tuve una reunión esta mañana, y luego me fui de compras y supongo que lo olvidé. —Yo lo hago también —Meg asiente—. Hice un montón de comida, por lo que comerás a voluntad. —Puedes contar conmigo. —Asentimos y todos reclamamos un lugar en la mesa y

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comenzamos a servir. —Entonces, Meg —Leo desliza un gran trozo de salmón en mi plato y luego uno para él—. ¿Cuáles son tus planes para tu cumpleaños? —Los Montgomery hacen una fiesta de cumpleaños en general, participarán todos los miembros de la familia que tienen los cumpleaños este mes. —Se encoge de hombros como si no fuera gran cosa, pero sus ojos están felices. Ella ama su cumpleaños. —Le voy a comprar un auto nuevo, para finalmente sustituir ese pedazo de mierda que se rompió hace meses —dice Will y Meg se mueve incómodamente en su silla. Siento que Leo se pone rígido a mi lado. —¿Por qué estabas conduciendo un pedazo de mierda, Megan? —le pregunta a ella, en voz baja. —Porque es lo que me podía permitir. —Toma un sorbo de vino, sin mirar a los ojos de nadie. Will le frunce el ceño.

—Eso es una mierda. —Leo se ve enojado. Will ve la mirada confusa de Leo. —No, no lo es. Leo niega con la cabeza y deja caer el tenedor. —Meg, estoy seguro de que podrías haber comprado todo lo que quieras. Me aseguré de que recibas tu cincuenta por ciento de los derechos de autor de todas las canciones en las que fuiste co-autora de los dos últimos discos. No puedo evitar el suspiro que escapa a mis pulmones, mientras mis ojos se abren y veo como el rostro de Meg se pone rojo de vergüenza. —¿Qué? —pregunta Will.

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—¿Dónde está el dinero? —le pregunta Leo. —Lo doné. —Se encoge de hombros y sigue mirando al plato. —¡Mierda! —Leo murmura suavemente y se pasa la mano por la cara—. ¿Me estás diciendo que me pasé la mayor parte de los últimos 15 años de mi vida cuidando de ti, y cuando me marcho por unos años, haciendo millones para nosotros dos, estás viviendo de tu salario de mierda? ¿Qué carajo, Megan? —¡No quería el dinero! —le grita y se queda mirándole a través de la mesa—. ¡Sólo te quería a ti y te habías ido, estaba enojada! —Así que ¿donaste millones de dólares? Un dinero que necesitabas. —No lo necesito. — Ella niega con la cabeza obstinadamente. —Nena. —Will envuelve los brazos alrededor de sus hombros—. ¿Por qué no me lo dijiste antes? Ella se encoge de hombros otra vez, y los ojos de Will queman de dolor.

—Bueno, suficiente —interrumpo y tres pares de ojos, llenos de dolor y de amor, se vuelven a mí—. Ya está hecho. No se puede cambiar. —Cojo la mano de Leo en la mía y lo miro—. Ella te ama, y te echaba de menos —le susurro. Aprieta sus ojos cerrándolos y luego me mira, sus ojos grises llenos de preocupación. Suelta mi mano y envuelve su brazo alrededor de mis hombros, tirando de mí más cerca y plantando aquella boca mágica en la mía, devorándome, y me olvido de que no estamos solos. —Eso suena como una buena idea —oigo susurrar a Will, y asumo que está eliminado toda la mierda de Meg. Leo se echa para atrás y acaricia mi labio inferior con el pulgar. —Gracias. Cuando nos enfrentamos a la mesa otra vez, planta un beso en la frente de Meg y

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sus labios están llenos e hinchados por ser besados, con los ojos vidriosos por las lágrimas y el deseo de no derramarlas. Su mirada se encuentra con la mía y pone una tonta sonrisa en su rostro. —¿Qué? —pregunto. —Nunca he visto a Leo besando a nadie. —Su voz está llena de admiración, su mirada se desplaza entre Leo y yo. —¿No? —Arrugo la frente al hombre sentado a mi lado. Él mira a Meg. —No, él siempre tenía una estricta política de no besos. —Su sonrisa se ensancha a medida que continúa provocándole. —Cállate —le susurra. —Interesante. —Mucho —está de acuerdo—. Siempre dijo que nada de besos, ni de sexo oral. Lo utilizaba para molestar a las chicas y echarlas.

—Cierra la boca, Megan —Leo se molesta de nuevo, y me quedo cuando me acuerdo de la noche en mi sofá cuando me besó por horas y me levantó y me beso por la noche en mi cama. A veces se acaba en mí, como si no se cansase de mí. Megan se ríe y traga duro cuando Will llama mi atención. Él sonríe tranquilizadoramente y me guiña el ojo, y por un momento quiero correr. Esto es demasiado. Estoy cada vez más dependiente del cariño de un hombre que nunca tuvo una relación o besos con mujeres. ¿Por qué yo? ¿Qué voy a hacer cuando termine? Y entonces siento la mano de Leo en mi hombro, su agarre firme y cálido, le miro a los ojos suaves, dulce y tranquilamente. Me inclino y le beso, tirando de su piercing con mis dientes y sonrío.

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—Me besa todo el tiempo —le digo a Meg con aire de suficiencia. —Muy bien. Ya era hora. —Sabes mocosa, conozco tus secretos, varios de ellos, y puedo contarlos —Leo le recuerda y Will está atento. —Dilo. —¡No! —Meg niega con la cabeza y se ríe—. No es el momento de recordar el pasado. —Está bien. —Will y Leo comparten una mirada—. Con el tiempo me lo dirá todo. —Creo que nunca deberían estar juntos de nuevo. —Decide Meg—. Díganse adiós ahora, y vamos a ir por caminos separados. —No creo que sea así como funciona— me río. —Maldición.

—Vamos. —Will levanta a Meg de su silla—. Vamos a ir a la sala de estar para comer el postre. Leo me levanta de la silla también, pero se inclina para susurrar. —Tú eres el postre.

Me despierto con un sobresalto, sentada en la cama, y hago una mueca cuando veo que estoy sola. Mis ojos se acostumbran a la oscuridad en la habitación de Leo, pero no le veo. Me trajo aquí después de la cena en la casa de Will y Meg, y yo estaba muy emocionada de ver lo que ha hecho con la casa de Meg Es pequeña, desordenada, la casa de un hombre solo, por lo que es perfecto para él. ¿Dónde está?

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Me levanto de la cama y visto su camisa negra, me abrocho sólo los dos botones del medio y, en un capricho, guardo un condón en el bolsillo del pecho. La casa está muy tranquila. Sin música. Algo ha pasado. Lo encuentro en un cuarto oscuro, meciéndose tranquilamente en una silla grande. Esta demasiado oscuro para ver su cara, pero sé que está despierto, porque la silla se mueve rítmicamente. —¿Bebé? —le pregunto en voz baja. —Ven aquí —susurra. Me subo en su regazo y sus brazos se ponen alrededor de mi cuerpo con fuerza, tirándome en su contra, y entierra su nariz en mi pelo, tomando una respiración profunda, muy profunda. —¿Qué pasa? —pregunto.

—No podía dormir. —Creí que estabas agotado —ccontesto con una sonrisa. Cuando dijo antes que yo era el postre y que estaba en camino de follarme por completo, no estaba bromeando. Le siento sonreír contra mi pelo. —Me encanta hacer el amor contigo. —Hey. —El tono de melancolía en su voz me molesta. Me recuesto y cojo su cara entre mis manos, haciendo que me mire a los ojos—. Habla conmigo. Enreda sus dedos en mi pelo, y observo de cerca su cara. Sus dedos acarician mi rostro. Me toca suavemente, y guarda silencio durante tanto tiempo, que creo que no va a decir nada cuando por fin comienza a hablar, en voz tan baja que aunque estoy a pocos centímetros de su boca, me es difícil oírlo.

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—Cuando conocí a Meg, era delgada. Estaba muy baja de peso. Tenía el pelo rojo y sólo huesos largos. Y estaba tan asustada. —Cierra los ojos e inclina su frente contra la mía, recordando la chica que amaba—. Yo estaba haciendo cosas malas. Andaba con gente mala. Entonces vino al orfanato donde estaba, y ella se volvió mía. Respira, traga y sigue hablando. —Me seguía a todas partes y no me importaba. Si mis amigos no la querían a su alrededor, no eran mis amigos más. —Eran almas gemelas —susurro y está de acuerdo. —Sí, y sabía lo que le iba a pasar en un orfanato con su edad. Por lo tanto, me hice cargo de ella. Le enseñé a tocar la guitarra. Y cuando me llevaron a otro lugar, me aseguré de tener siempre un trabajo, por lo que podía permitirme un teléfono para ella. Pasa una mano por mi pelo y mi cara mientras habla, sus ojos distantes, perdido en otro momento.

—Siempre nos cuidamos el uno al otro. Incluso cuando las cosas eran realmente una mierda, y a menudo eran así, nos teníamos el uno al otro. Traga de nuevo y maldice en voz baja, y siento los músculos tensos todavía en mis manos. —Y esta noche descubro que ella ha estado luchando durante años, y no estuve aquí para cuidarla. —Leo, es una mujer adulta. Tomo sus decisiones por una razón. —Sí, porque la lastimé. —Sacude la cabeza y gruñe de frustración—. Sabía que iba a hacerle daño al dejarla aquí, pero, maldita sea, acababa de comenzar su carrera, y seguir esta cosa de la música puede ser impredecible y brutal. No quería eso para ella. —Me besa la frente, como si sólo necesitara el contacto y pasa las manos arriba y abajo de mi espalda—. Estaba seguro de que estaba lista para recibir el

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dinero de los derechos de autor, y que no tendría que preocuparse acerca de su situación financiera. —A Meg no le importa el dinero. Ella sólo se preocupa por las personas que ama. —le recuerdo. —Lo sé. —Suspira—. Amo a esa chica más que nada. Y me mata saber que estaba conduciendo un auto inseguro. —Cariño —susurro y le beso suavemente, sintiendo la necesidad de consolarlo—. Está bien. Sus brazos se aprietan alrededor de mi cuerpo otra vez, y me tira en un abrazo, poniendo mi cara contra su cuello. —Y ahora te tengo a ti. —Sus manos siguen arriba y abajo de mi espalda—. Otra mujer obstinada. Coge mis hombros y me levanta para que le mire a los ojos de nuevo.

—Sé que eres fuerte e independiente, y lo respeto, pero esto es lo que soy, Sam. Me ocupo de lo mío. Eres mía. Él espera a que me defienda a mí misma, pero no puedo. Siento las lágrimas picar mis ojos, y me muerdo el labio. —No llores —susurra—. Déjame hacer lo que hago mejor, cariño. Deja que yo me ocupe de ti. —Me resulta difícil dejar entrar a la gente, Leo. —Ya entré —me recuerda—. Y yo no voy a ninguna parte. Todavía. Sus manos vagan bajo la camisa, haciendo que mi cuerpo despierte. Me levanta, me sube desnuda a caballo en su regazo, y me desabrocha la camisa, bajándola por mis

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brazos para tirarla al suelo, pero rescato la camisa de su mano, tomando el condón de su bolsillo, y sonrío con la ceja elevada. —Me gusta planear las cosas. —Ya veo. —Saca la camisa de mi mano y la tira al suelo—. Eso está mejor — susurra y se inclina hacia adelante para atrapar un pezón en sus labios. —Dios. —Me agarro a su cabello castaño claro con mis dedos y lo sostengo fuerte, haciendo estragos en mi cuerpo. Sus manos sostienen mi culo, sus labios están sobre mi pecho y el cuello. Por último, me levanta, se pone el condón y poco a poco me llena, besándome suavemente. —Eres absolutamente increíble. —Sus suaves labios pincelan los míos, y me echo para atrás cuando comienza a moverse dentro de mí. —Balancéate conmigo nena.

Y empezamos a mecernos, la silla está haciendo todo el trabajo, empujando su polla dentro y fuera de mí, nuestros brazos alrededor uno del otro, besándonos, tocándonos la cara desde la frente hasta la nariz, y perdiéndonos el uno en el otro, hasta que ya no sé dónde termino yo y dónde comienza él. —Casi estoy —susurra mordiéndome el labio inferior, siento que mi propio clímax se acerca, mi cuerpo vibra, las piernas comienzan a temblar. —Yo también. —Córrete conmigo. —Habla en voz baja y coge mis labios con los de él, cuando grito, mi orgasmo me consume. Él gruñe bajo en su garganta y me sigue, jadeando y agitando las manos en mi culo. —No voy a ninguna parte —susurra.

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Traducido por blanca20011983 Corregido por Vickyra

~ Leo ~ as desayunado? —le pregunto, mientras que tropiezo con cara de sueño en mi cocina. Sam está usando mi camisa negra, y se ve totalmente para comérsela. Su cabello rubio está en un montón desordenado en la parte superior de su cabeza, y su rostro está sin maquillaje.

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Mi pene despierta con su visión, y estoy de acuerdo con él. Ella es hermosa. —Sí, no quería despertarte —ella sonríe feliz, con un plato lleno de tostadas y huevos. —Sé que no tengo esas cosas en la cocina —susurro y la beso en la mejilla, antes de llenar una taza con café caliente. —Dios, hiciste tú el café. —Fui al supermercado esta mañana. No tienes mucho de nada, excepto de cerveza y cajas de pizza. —¿Fuiste luciendo así a la tienda también? —Como cuestión de principio, voy a tener que matar a todos los hombres con los que se cruzó en la actualidad. Ella pone los ojos y sonríe con aire de suficiencia. —No, idiota, llevaba pantalones. —Vaya, eso es reconfortante. —Tomo un sorbo de mi café para despertar a la vida, y la observo arreglar la mesa.

Se ve bien en mi cocina. Se ve bien en cualquier lugar. —Espero que te gusten los huevos revueltos —murmura y saca el tocino del horno—. No sé cómo hacer tortilla. —¿No sabes? —No, siempre hago huevos revueltos. —Se encoge de hombros y se instala en el banco para que me siente. —Esto se ve muy bien, gracias. —Me inclino y la beso suavemente, con cuidado, y luego empiezo a comer. —No hay de qué. —Ella sonríe suavemente. Dios, yo haría cualquier cosa para hacerla sonreír de esa manera siempre.

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—¿Cuáles son tus planes para hoy? —le pregunto, y me pongo la patata en la boca. Uff, es una buena cocinera. —Tengo que ir a yoga. No he entrenado mucho desde que me enfermé. —Ok —¿Y tú? —pregunta y bebe zumo de naranja. —Tengo que hacer algunas llamadas, hacer un trabajo. —Ella se levanta de un salto en la silla y frunce el ceño por un segundo—. ¿Cuál es el problema? Ella levanta la vista, sobresaltada. —Nada. —Hiciste una mueca. —¿Lo hice? —Lo hiciste.

Niega con la cabeza y se encoge de hombros. —No lo hice conscientemente. — ¿Estás segura? —Sí. Ella come su tocino y lame sus labios, y vaya si no quiero ir a recogerla y llevarla de vuelta a la cama. Limpiamos nuestros platos, y yo limpio la mesa y lo pongo todo en la máquina. Mis ojos constantemente girando a la hermosa mujer sentada en mi mesa, bebiendo jugo de naranja. —Me fije cuando vi el cajón de tus camisetas, que no tienes la de nuestra última gira —nenciono casualmente.

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—Lo sé. No pude ir al show. Estábamos en Tahiti para la boda de Luke y Nat. — Así que frunce el ceño y se muerde el labio inferior en un puchero y no puedo parar de reír. —Es sólo un espectáculo, Luz del sol. —Yo, literalmente, pensé por un momento en decirles que no podía ir a Tahití, así podría ir al show. —Se encoge de hombros, con su rostro poniéndose rosa con vergüenza. La saco de la silla, la levanto y la arrastro por las escaleras. —Bueno, eso es solo una locura. —Yo quería ir. —La miro, me sigue en las escaleras, y sus ojos están sobre mi trasero. —Por otra parte, el baterista es caliente. La fulmino con una mirada, cuando llegamos a nuestro destino. —¿Perdón?

—El baterista. Ya sabes, el tipo que está detrás de esas grandes cosas redondas que hacen ruido. —Sí, soy consciente de lo que es un baterista. —Bueno, el de ustedes es caliente. —Te gusta Eric, ¿no es así? —Oh, ¿se llama así? —pregunta inocentemente. Pequeña malcriada. —Sabes que sí —respondo y la acorralo contra la pared. Su respiración se incrementa, con los ojos entrecerrados en mis labios, justo sobre mi perforación. Es curioso cómo sus ojos siempre se quedan en mi piercing. Dejo que mis labios caigan en los de ella y la beso, largo y poco a poco, a fondo,

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presionando mi polla contra su vientre, mientras la levanto del suelo. Ella gime y envuelve sus brazos alrededor de mi cuello, hundiendo sus manos en mi pelo y tira de mi piercing con los dientes. La bajo y me dirijo hacia el dormitorio. —¡Hey! —exclama. —¿Qué? —miro hacia atrás con una ceja levantada. —¿Qué fue eso? —Eso fue por hacerme bromas acerca de mi banda. Nunca conocerás a Eric ahora. Y voy a tener que matarlo, y él es muy bueno para reemplazarlo. Ella se echa a reír, su risa ronca y profunda, y me sigue a la habitación. —Así que volvamos al tema original… —Sí, de vuelta al beso. —No, querida, el asunto antes de ese. —Le doy una risa. Dios, ella es divertida. Saco una bolsa de regalo de mi armario, y se la doy, nervioso.

Tal vez es una idea estúpida. Sus ojos brillan como si fuera la mañana de Navidad al ver el regalo de la bolsa de color rojo. —¿Para mí? —me pregunta y salta sobre sus pies. Una nota que no debo olvidar: le gustan los regalos. —No veo a nadie más aquí, nena. —Dame. —Extiende los brazos, moviendo los dedos, su dulce cara toda feliz y brillante, y se ve como un niño. Le entrego la bolsa y meto las manos en los bolsillos de los pantalones vaqueros que llevaba antes de bajar.

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—¿Por qué estás nervioso? —ella inclina la cabeza hacia un lado, mirándome. —No lo estoy. Sus ojos se estrechan mientras me mira. —Ajá. Claro. —Ya me conoce muy bien. —Ábrelo. Ella tira el papel de seda blanco sobre el suelo y saca la camiseta blanca y suave de la bolsa, la agarra y me mira con la boca abierta. —¡Es una camiseta de Nash! —susurra, sus ojos viajan a través del estampado de mi imagen y los chicos. —Sí, estabas en Tahití. —Me encojo de hombros. Inmediatamente se quita la camisa, y se pone la camiseta por encima de su cabeza, la mira, y vuelve a mí con una sonrisa. —Me encanta éste regalo.

—Bien, porque me encanta ver mi nombre en ti. —Le susurro. Ella se lanza a mis brazos y me besa profundamente. —Es muy suave —murmura. —¿Tienes una pluma para tela? —Probablemente ¿por qué? —¿Me la puedes firmar?

—Ella salta de nuevo como un fan loco, y por un

momento, me pongo tenso. No necesito un fan obsesionado por novia. Y entonces recuerdo, esta es Sam. No es un loco fan obsesionado. —¿Por qué? —vuelvo a preguntar. —En caso de que quiera venderla en eBay. —Ella golpea sus pestañas y me relaja

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el estómago. Miro en el bolso del ordenador portátil y saco un marcador negro. —¿Dónde quieres que lo firme, listilla? —Duh. —Ella gira los ojos. Es una locura—. ¡En mi pecho! —¡En tu pecho! —Me pellizco el puente de la nariz y le doy una sonrisa. —Como si nunca hubieras autografiado un pecho antes —sonríe. —Oh, he tenido mi parte. —Me imaginaba. Por lo tanto, mi petición no debe sorprenderte. —Me encantan tus pechos. —Me inclino y la beso en la mejilla. Ella tiene grandes pechos. —Pues firma. —Da un paso atrás y empuja el pecho hacia mí y mi polla se endurece de inmediato en contra de mis vaqueros.

Poco a poco firmo su camiseta, a la derecha sobre el pecho, con los ojos fijos en los de ella. Se muerde el labio inferior jugosamente, y aguanta la respiración, los ojos dilatados. Dios, ella será mi muerte. —Listo—susurro. —Gracias —murmura y luego parpadea, alejándose de ese trance sexy. Se saca la camiseta sobre su cabeza, la dobla con cuidado y la pone de nuevo en la bolsa, caminando hasta su ropa. —¡Para! —digo. Ella me mira con sorpresa. —¿Qué?

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—Ven aquí. Me frunce el ceño y se coloca frente a mí. —No he terminado. —Ya has autografiado mi camiseta. —Sí —mis ojos siguen sus curvas, las líneas y los duros pezones bajo mi mirada—. Pero me gusta jugar un poco. —¿Con la pluma? Me encojo de hombros. —¿Quieres dibujar en mi cuerpo? —Eres un hermoso lienzo en blanco, Luz del sol. Ella me guiña el ojo, pensando en la idea, y luego sonríe lentamente.

—Ok, pero quiero algo. —¿Qué? —Quiero lamer tus estrellas. —No necesitas mi permiso para hacer esto, ya sabes. —Mi estómago gira y se escapa mi mente con el pensamiento de sus pequeños labios y su lengua tocando mis caderas. Se encoge de hombros alegremente. —Eso es lo que quiero. —Hecho. Ponte aquí, delante del espejo. —¿No puedo tumbarme? —protesta.

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—Por supuesto que no, tienes que mirar. —Yo sonrío y tomo al espejo de cuerpo entero que cuelga en la puerta del cuarto de baño, poniendo su espalda contra él. Pero puede mirar por encima del hombro para espiar. Quito el capuchón de la pluma y comienzo en los omóplatos, diseñando nubes y pájaros, un sol y ella jadea y se muerde el labio mirando con fascinación. —Eres bueno. —Me gusta pintar —murmuro, y mantengo la atención en la tarea. Una vez que termino, y empiezo a trabajar en sus pechos y el estómago, estoy perdiendo la concentración. Sigo poniendo la tinta en su piel, añadiendo un océano y palmeras, arena, estrellas de mar. En la parte superior de su culo, pongo una barra de notas musicales y añado una de mis canciones favoritas, una que escribí yo, llamada "Envuelto en ti“, es una balada, y ella debe conocerla. La tocamos en cada show. —¿Estás escribiendo una canción?

—Ya la he escrito, sólo pongo la imagen de abajo. —Pongo la pluma entre sus piernas haciendo remolinos largos, diseñando aleatoriamente en su carne blanca. —Wow, eres bueno. ¿Diseñas tus propios tatuajes? —me pregunta. —Algunos de ellos. Para otros pido un dibujo. —¿Qué significan los tatuajes en tus manos? —Ella está mirando mi mano de cerca. Siempre dibuja mis tatuajes con la punta de su dedo. Me encojo de hombros. —Esto es para recordarme que debo reducir la velocidad. —Sin embargo, la palabra significa ir rápido. —Ella frunce el ceño. —Exactamente. —¿Quién iba a pensar que eres tan profundo? —Ella sonríe y le doy una fuerte

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palmada en el culo. Grita y se ríe—. Me gustan unas palmadas en mi culo, ya sabes. —Lo sé. —Le sonrío y le doy otra palmada—. Está bien, date la vuelta. Ella obedece, y sonrió con aprobación. El frente será un poco diferente. Dibujo otra barra diagonal de música, saliendo de su cadera izquierda, por encima del esternón hasta el hombro derecho, pero lo suficientemente baja para que la ropa la pueda ocultar. Añado las notas de música, desde donde lo dejé en su espalda. Cuando termino, me pongo a dibujar flores. Flores de cerezo envuelven la música, hasta su estómago y costillas. Ella pone sus manos sobre mis hombros, sus ojos están fijos en el espejo por encima de mi cabeza, mirando con atención. Su respiración es poco profunda, y puedo sentir su emoción. Ella es tan jodídamente caliente. No puedo esperar a hundirme en ella.

Termino los pétalos alrededor de la vagina, y luego, en la cadera, y firmo con mi nombre. No porque yo soy el artista, sino porque ella es mía. Estoy muy enamorado de ella. Y yo no sé cómo decírselo, porque me temo que, como yo hubiera hecho antes, se irá corriendo en la dirección opuesta. —Todo listo —murmuro, y doy un paso atrás, mirándola girar en círculos, admirando los dibujos en el espejo. —Es precioso. Pensé que harías unos dibujos estúpidos con palitos o pondrías “Leo estuvo aquí.” —Ella se ríe. Su rostro se enrojece cuando me llama la atención en el espejo. —Te quiero aquí —le digo.

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—Estoy bien aquí. No puedo dejar de mirarla. Las líneas negras marcadas en la piel suave y blanca. Sus mejillas rosadas, rojizas de lujuria. En sus cálidos ojos azules, caminando por mi pecho desnudo. Sus ojos se detienen en las estrellas de mis caderas, y luego saltan de nuevo a mis ojos, y no puedo soportarlo. La levanto en mis brazos y la acuesto en la cama, poniéndola suavemente sobre el colchón, me saco mis jeans, para reunirme con ella en la cama. —Es mi turno —susurra.

~ Samantha ~ Empujo a Leo hacia atrás y beso su pecho, hombros, debajo de las costillas. Acaricio su ombligo con mi nariz, disfrutando de la forma en que se contraen los músculos con mi tacto. Agarró sus caderas en mis manos, me arrodillo entre las piernas y llevo los labios a la estrella azul y roja en la cadera izquierda, besando y lamiendo, trazando las líneas.

—Amo mucho estas estrellas —susurro, y cambio de lado, prestando especial atención a la cicatriz sobre el tatuaje, trazando la línea malditamente sexy en forma de V. Leo agarra mi cabeza con suavidad en sus manos, y maldice en voz baja, y yo sonrío mientras voy besándole hasta su polla dura. Empiezo a lamer desde la base hasta la punta, y chupo con fuerza, apretando con el puño, y lo cojo con la boca. Su sabor es delicioso, suave pero duro al mismo tiempo. —Dios, Sam —gruñe y mueve mi pelo con sus manos, mientras me guía hacia arriba y hacia abajo en la gloria de su polla. Me alejo para lamer el escroto y suelta otro gruñido. Él entrecierra los ojos y echa la cabeza hacia atrás, pero quiero sus ojos en los míos.

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—¡Mírame! —susurro y sonrío cuando sus ojos se encuentran con los míos. Le beso la parte inferior de la punta y luego empiezo a lamer, me hundo en ello otra vez, hasta que lo siento profundamente en mi garganta, apretando mis labios alrededor empiezo a chupar, repitiendo el movimiento una y otra vez, hasta que siento que sus bolas se contraen y elevan, y las piernas se vuelven inquietas. Él está jadeando. Amo jodídamente el efecto que tengo sobre él. —Basta —susurra. Lo ignoro. —Para, Sam, no me quiero correr en tu boca. —Coge mis hombros, me jala hacia él y me besa profundamente—. Tu atrevida boca me va a matar. —No será una muerte dolorosa —murmuro, y pellizco su barbilla. Él pone mis caderas sobre él, deslizando mi humedad en su polla y gime. Está siguiendo la música dibujada en mi vientre—. ¿Qué es? —le pregunto.

—“Envuelto en ti”. —Sonríe tímidamente y yo suspiro. Esta es mi canción favorita de la banda—. ¿Te gusta? —me pregunta. Dejo mi rostro inexpresivo y muevo los hombros. —Es una canción genial. Antes de que pueda parpadear, él agarra mis manos y revierte nuestra posición, me empuja hacia atrás, con una de sus grandes manos sosteniendo las mías por encima de mi cabeza y aprieta su pelvis contra la mía. —¡Admítelo! —susurra. —¿Admitir qué? —¿Qué te gusta?

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Le sonrío y trato de sacar mis manos, pero empuja con más fuerza contra la cama. —De acuerdo. Con su mano libre, elimina suavemente los hilos sueltos de mi pelo de mi cara, baja su pecho hasta que su cara está a centímetros de la mía, y en voz baja, muy, muy suavemente, se pone a cantar. Tú me haces temblar. Cuando te abrazo así. Tu piel brilla intensamente en la luz de la luna. Me tienes totalmente envuelto en ti... Su voz es increíble. Incluso cuando habla, no puedo tener suficiente de él, pero cuando canta, me tiene totalmente perdida.

Libera mis manos y acaricia mi cara suavemente con las yemas de los dedos, y atrapó sus labios con los míos, derramando todo lo que siento por él en ese beso, mis manos en su rostro. Estoy envuelta en él. Cuando él se aparta, le doy una pequeña sonrisa. —Esa es mi canción favorita de Nash. —¿En serio? —dice, sus ojos felices. —Te lo juro. ¿Tú escribiste eso? Frunce el ceño por un momento y mira mis labios, y luego de vuelta mis ojos. —Yo no lo escribí para nadie. —Me besa la nariz—. Pero creo que se ajusta a la

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manera en que me siento por ti. Nunca voy a cantarla otra vez sin pensar en ti. —Eres maravilloso conmigo. —Le susurro. —Te mereces más —habla en voz baja y me besa de nuevo, más profundo ahora, y creo que está más cerca del lado de la cama para conseguir un condón. —Te quiero dentro de mí, querido. —Puedo hacerlo. —Él sonríe y empuja dentro de mí, hasta que está completamente enterrado, y para—. ¿Está bien así? —Está bien. —Me encojo de hombros y me muerdo el labio inferior, burlándome de él. —¿Crees que puedes hacerlo mejor? —Levanta las cejas, y luego en cuanto me pongo en posición, vuelve a girarnos, por lo que estoy montada en su regazo, y tumbada sobre su cuerpo delgado—. Siéntete como en casa. Con mucho gusto me siento y empiezo a montarlo, apretándome a su alrededor con cada movimiento que hago, empujar y tirar, arriba y abajo, disfrutando de sus

manos firmemente plantadas en mi culo, que me guían. Sus ojos están salvajes fijos en los míos. —Eso está bien —murmuro, y me inclino hacia delante, apoyando las manos sobre sus hombros, contrayendo mis caderas, frotando mi clítoris contra su hueso púbico, y siento el aumento de la energía en mi interior, listo para dispararse dentro de mí. —¡Dios mío, eres tan malditamente hermosa! —Sus manos sostienen mis pechos y pellizcan mis pezones duros, y luego pasa los dedos suavemente por las puntas. De repente, se sienta, su cara en mi nivel, y me besa duro, mordiéndome el labio y golpeando mi nalga derecha. Me inclino hacia abajo y lamo su cuello, mordiendo el músculo en la parte superior de su hombro y enloquezco cuando tira de mí con fuerza, rodeando sus caderas y me hacen llegar al orgasmo, rasgando mi cuerpo.

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—Eso es, nena. —Me lame el cuello arriba y abajo, y cuando vuelvo, desliza la mano entre nosotros, frotando mi clítoris con la punta del dedo pulgar, y lo disfruto más, haciéndole gemir. Siento su cuerpo exigir, apretando su brazo alrededor de mí, y él se viene conmigo, gritando mi nombre cuando se acaba. —¡Mierda! —susurro y lo único que puedo hacer es sonreír—. Supongo que no necesito una clase de yoga ahora. —Vamos a correr más tarde. —Me mete el pelo detrás de la oreja—. Echo de menos correr contigo. —Bueno, ¿vamos a pasar la noche aquí? Voy a necesitar un poco de ropa para correr. —Quiero quedarme contigo en tu casa, si no te importa. —No me importa —sonrío—. Me voy a casa temprano, y tú puedes hacer las conexiones y otras cosas que tienes y me encuentras allí más tarde.

—Maldición. Yo voy contigo. Hago mis llamadas desde tu casa más tarde. —Me besa en la frente y me levanta de encima. Cuando nos separamos le empiezo a decir que permanecer separados por menos de una hora, no nos va a matar, pero cuando tira el condón en la basura, y el aire frío golpea mi piel caliente, sé que no quiero estar ni un segundo sin él. Me gusta mucho. Demasiado.

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e quedo mirando a Leo mientras conduce a través del tráfico de Seattle el viernes por la tarde. Él esta tan sexy conduciendo este auto. Se sube las mangas de su chaqueta gris a los antebrazos, y veo como los músculos se contraen y se relajan bajo la piel tatuada, mientras conduce su Camaro estilizado.

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Con solo mirarlo hace que me sienta mojada. Se ve hermoso esta noche, con una chaqueta gris sobre una camiseta blanca de Levi’s, pantalones vaqueros azul marino y zapatos Converse negros. Todavía lleva su gorra de costumbre sobre el cabello. Vamos a salir a cenar y luego ir a un club a ver una banda que conoce. O, como me gusta pensar, nuestro primer encuentro real. —¿Un Camaro? —lo miro desde mi asiento. —¿Qué quieres decir? —cambia de carril y me sonríe. —Podrías tener cualquier auto en el mundo. ¿Por qué elegiste un Camaro y no algo más alto, como un Porsche o un Bentley? Se ríe y niega con la cabeza.

—Quería un Camaro desde que era un niño. Mi padre tenía uno. —Frunce el ceño, como si un recuerdo cruzase por su mente—. ¿No te gusta mi auto? —Lo amo, sólo era curiosidad. Su teléfono suena, mientras para en un semáforo en rojo y presiona el botón del altavoz en el volante. —Nash. —Hola, soy Eric. Leo me sonríe brevemente. —¿Qué pasa? —¿Tienes una hora? El gerente del estudio que llamaste el otro día me llamó, y

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tienen un tiempo libre esta noche, si es posible. Jake y yo estamos dentro. Me mira con las cejas levantadas preguntándome, y asiento. —Por supuesto, podemos confirmar que vamos. Estoy con alguien. Se agradable. —Tranquilo. Creo que Rick va también. —Ok, nos vemos pronto. —Cuelga la llamada y hace una mueca—. Lo siento, cariño. No vamos a estar mucho allí. —De acuerdo. —Me encojo de hombros y luego no puedo dejar de burlarme de él —. Pero pensé que no querías que conociera a tu banda. —¿Vas a coquetear con ellos? —pregunta con un suspiro. —Probablemente. —Mierda —susurra bajo, y me río, disfrutando de la broma.

Aparca junto a la acera en frente del edificio de ladrillo rojo en el otro lado de mi tienda de magdalenas. Eric y Jake están saliendo de un Jeep Wrangler negro y caminan en nuestra dirección. —Hey, hombre. —Todos hacen esa cosa masculina del apretón de mano - abrazo que siempre me confunde, y dos pares de ojos se vuelven hacia mí, esperando una presentación. Leo envuelve un brazo alrededor de mi cuerpo, y sonríe. —Ella es Samantha. Sam, estos son algunos de los idiotas de la banda, Eric y Jake. Jesús, María y José, me voy a reunir con Nash. —Hey, chicos. —Sonrío tranquilamente, tomando mi mano para saludarlos, manteniendo mi rostro completamente neutro. Estoy acostumbrada a las celebridades. Soy la hermana de una. Por el amor de Dios, yo me acuesto con una.

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Pero no puedo dejar de hacer un pequeño, pequeño, baile feliz en mi cabeza. —Vamos, vamos a ver como es. —Eric nos lleva al interior, donde un hombre parcialmente calvo, de mediana edad, con una camisa a cuadros y pantalones caqui está hablando con un tipo delgado y joven que tiene el estilo de un patinador. —Gracias por venir, Rick. —Leo me mira y asiente con la cabeza al hombre calvo. —Ella es Sam. Rick es nuestro manager —me dice con una sonrisa. Asiento con la cabeza y sonrío, y luego somos todos presentados a Skip, el flaco que dirige el estudio. —Entonces, ¿qué puedo hacer por ti? —Skip pregunta. —Sólo queremos echar un vistazo al espacio del estudio, hablar contigo acerca de cómo programar un tiempo para grabar, cosas así — dice Jake, con una sonrisa. A las chicas fans de la banda les encanta Jake. Es alto, musculoso, y tiene una sonrisa matadora. Siempre lleva las mismas gafas de sol.

—No hay problema. No hay nadie aquí ahora, así que siéntete libre para pasear y preguntarme lo que quieras. —Rick vuelve a hablar con Skip, y los chicos vagan por las cabinas de sonido. Eric está de vuelta, me mira con admiración, y de inmediato me doy cuenta de que me encuentra atractiva. Esto podría ponerse difícil. —Entonces, ¿eres de Seattle? —me pregunta con una sonrisa. Él es muy lindo. Su pelo es negro y largo, y tiene un piercing en la ceja. Es delgado, con brazos fuertes. Debe entrenar duro por lo menos dos horas al día para tener ese cuerpo. —Sí, nacida y crecida. —Sonrío. —Genial, yo también.

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—¿En serio? ¿De qué parte? —pregunto, realmente interesada. —Del área de Bellevue —responde. —¡Yo también! —Pongo mi mano en su brazo, sonriendo—. ¿A qué escuela fuiste? —Con permiso —Leo nos interrumpe y miro sus ojos grises enojados. ¿Qué demonios? —Skip, ¿hay alguna oficina que pueda usar? —Me susurra—: Tengo que hablar contigo. —Claro, abajo a la derecha —Skip responde y vuelve a su conversación con Rick. Leo entrelaza sus dedos con los míos y me lleva a la oficina de Skip, cierra y bloquea la puerta detrás de nosotros. —¿Cuál es el problema? Él no responde, sólo apresta mis brazos en sus manos y me besa duro.

Y yo me sumerjo inmediatamente. Prácticamente trepo por él, tratando de acercarme, sentir su piel sobre la mía. Dios, es siempre así. Un toque y no puedo tener suficiente. Él me levanta contra la puerta y frota su pene contra mi centro, me besa para ahogar mis gemidos. Sus manos son ásperas, duras. Atrapada. Esto es nuevo. Agarro su cabello y aparto su cabeza de la mía, los dos sin aliento. —¿Qué pasa? —le pregunto. Incluso sin palabras, me da vuelta en sus brazos y me pone sobre la mesa de Skip, sin preocuparse por tirar los papeles. Baja mis pantalones hasta mis caderas, y me desviste una sola pierna, mientras saca un condón de su bolsillo.

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—¿Me vas a follar aquí? —le digo, sorprendida—. ¡Hay gente a diez metros de distancia! —Deja de hablar —ordena, sus ojos feroces, la mandíbula apretada, y maldito sea si no me deja totalmente excitada. Ya estoy toda mojada. Me apoyo en los codos mientras agarra mis caderas y me tira contra él, empujando en mi humedad. —Oh, Dios —susurro, los ojos fijos en él mientras empuja dentro y fuera, más duro, más rápido, y más. —Mía —susurra y aprieta los ojos cerrados—. Mía —Joder, Leo. —Tengo su cara entre las manos. Se ve enojado otra vez.

—Eres mía. Y con eso me desplomo, mordiéndome los labios hasta que siento la sangre, así que no grito, me sacudo a su alrededor, y me sigue, se corre con fuerza y gimiendo suavemente. Él está jadeando y se inclina para susurrarme al oído: —¿Tienes alguna idea de lo loco que me vuelves? Eres mía, ¡maldita sea! —Leo... —empiezo, pero él sale de mí y se endereza, mirándome sin ninguna emoción. Arreglo mi ropa, limpio mi garganta. —¿Estabas tratando de marcarme? —le pregunto en voz baja, tratando de entender lo que pasó.

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—No necesito verte coquetear con mi banda, Samantha. —Leo, estaba siendo amable. —¡Le tocaste! —¿Y? —lo miro como si estuviera loco. —Eric se... —Eric no es un problema —interrumpo—. A menos que dejes que se convierta en uno. Levanta una ceja y luego se ríe. —Leo, me llevo bien con los hombres. Siempre me llevé bien. Si tienes un problema con eso, tenemos que hablarlo ahora. Me mira por un minuto, y murmurando una maldición, se frota las manos por la cara.

—Soy un idiota. —Sí, pero eres caliente, así que voy a olvidar eso ahora. —Sonrío e inclino mi culo sobre la mesa, con los brazos cruzados sobre el pecho. —No me gustó —susurra. —Me di cuenta. —No nos miramos por un minuto, hasta que se mueve hacia adelante y envuelve sus brazos alrededor de mis hombros, manteniendo los brazos entre nosotros. Me besa suavemente la frente y sonríe con tristeza. —¿Es así como te sientes acerca de las groupies? —Probablemente no —contesto con una sonrisa—. Me importan un comino ellas.

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Sus cejas se suben a su cuero cabelludo. —¿No te importan? —No. —¿Por qué no? —parece casi insultado, y no puedo dejar de sonreír. —¿Tengo alguna razón para preocuparme por esas groupies? —le pregunto sarcásticamente. Sé que no. —Por supuesto que no. —Por eso no me importa una mierda, cariño. No son nada. —Me encojo de hombros y beso su barbilla—. He visto fans enloquecidos desde hace mucho tiempo como para que me preocupen. —Eso es cierto —entendiendo él sonríe—. Apuesto a que Luke tuvo su cuota. —Una mujer se suicidó en la casa de Luke, Leo. Sé todo sobre fans obsesionados. —¡Mierda! —escupe, horrorizado.

—Así es. No soy una persona celosa. Nunca lo fui. —Nunca he sido celoso, hasta ahora. Cuando pusiste su mano sobre él me volví loco. —Entonces habla. Podrías haber hablado con calma conmigo sobre ello más tarde, ya sabes. —Me gustaba esa manera. —Me da un guiño y un beso, hasta que hay un golpe en la puerta. —Vamos a terminar con esto para que podamos salir de aquí. Leo abre la puerta para encontrar a Eric de pie en el otro lado, a punto de golpear de nuevo. —¿Vamos a trabajar, o a tener relaciones sexuales? —le pregunta con el ceño

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fruncido. —Vete a la mierda —murmura Leo y lo empuja cuando pasa por su lado. Eric me sonríe sugestivamente. —Podría llevarte de nuevo a la oficina... —comienza. —¡Basta! —Le digo, mirando al frente—. Tú y yo vamos a estar bien, así que aclarare algunos puntos: visualmente me gustas, pero no voy a follar contigo ni ahora ni nunca. Estoy con Leo. Él es tu amigo. ¿Queda claro? Eric se pone serio y mete las manos en los bolsillos, enderezándose en sus talones y luego una lenta sonrisa se extiende en toda su cara. —Me gustas. —Me alegra oír eso. Ahora pueden empezar a trabajar. —Me gusta ella —anuncia alegremente, cuando va por el pasillo. —A mí también. —Los ojos de Leo están bailando, mirándome.

Ruedo los ojos. —Puedes ir a trabajar también. —Eres muy mandona. —Sonríe. —Un poco —lo admito. —Vamos a hacer algo al respecto más adelante. —Aplasta mi culo y me lleva donde los otros examinan el espacio y el tiempo. —Por lo tanto, pueden comenzar en unas dos semanas. —Skip consulta su iPad—. Se puede utilizar el estudio tres veces a la semana, cuatro horas al día. —Vamos a cerrarlo. —Leo coge el teléfono del bolsillo para agregar fechas al calendario.

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—Muy bien. Gracias, chicos. Espero con interés trabajar con ustedes. —Skip se despide de todo el mundo y nos acompaña a la salida. —¿Has hablado con Adam y Jason sobre su venida desde Los Ángeles para grabar aquí? —Jake le pregunta. —Sí, están de acuerdo. —Leo suspira—. Van a traer a sus familias con ellos y alquilaran casas. —Bien —Eric está de acuerdo—. Es bueno escribir y grabar de nuevo en casa. —Lo es. —Leo está de acuerdo y asiente cuando Jake y Eric se van. —Quiero hablar contigo —Rick comienza cuando sólo quedamos los tres. —Está bien. —Leo frunce el ceño. —Á solas. —Rick explica, señalando hacia mí. —Esperare en el auto. —Empiezo a caminar hacia la acera, pero Leo me interrumpe.

—No. Quédate aquí. —Encara a Rick—: Todo lo que tienes que decir se puede decir delante de ella. —¿Va a ser un problema? —Rick pregunta sin rodeos. —¿De qué estás hablando? —Entraste y no pudiste esperar más de cinco minutos, antes de tener tirar de ella a una habitación cerrada y follártela. Este álbum es un gran negocio. Es un negocio de diez millones, y esto sólo en concepto de regalías. Siento que mi cara se calienta y mi boca se abre. —Espera. —Leo levanta la mano, y mis ojos se encuentran con los suyos, antes de regresar al idiota—. Es posible que lo hayas olvidado, pero para mí nunca fue por el dinero, Rick. Sólo es por la música. A los aficionados les encantan la música. Si tienes un problema con mi novia, voy a buscar otro manager.

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—Estoy contigo desde que estabas cantando en pequeños clubes cochambrosos en Bothel —él dice. —Sí, y te hiciste rico. —Leo lo mira fijo a su rostro—. Nunca ignores a mi chica otra vez, Rick. Ella no es el problema. —¿Me estás amenazando? —No, te estoy diciendo explícitamente un hecho, hombre. Ella no es sólo una de una larga lista. Acostúmbrate a verla a tu alrededor. Rick me mira y luego se limpia la boca con el dorso de la mano. —De acuerdo. Leo entrelaza su mano en la mía, y me lleva hasta el auto, poniéndome del lado del pasajero, antes de sentarse en su lugar y acelerar fuera del estudio. —Lo siento —murmuro cuando encuentro mi voz. —¿Por qué?

—No quiero causarte ningún problema. Se ríe y niega con la cabeza embotada. —Tú no eres un problema. La mitad de los chicos de la banda están casados, Sam. Rick es un idiota y no le gusta el cambio. —Está bien —le susurro y aprieto mis dedos en mi regazo. Es verdad. Rick es un idiota. Pero no quiero ser la causa de todos los problemas en la banda. En una hora me las arreglé para que Leo tuviera una crisis de celos, pusiera a su baterista en su sitio y se enfadase con su manager. Soy realmente encantadora. —Basta —murmura y toma mis manos que juguetean en mi regazo, tuerce mi mano entre las suyas y besa mis dedos—. Confía en mí, no es un problema.

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—Está bien —murmuro, y sigo la línea de los tatuajes en sus manos con las nuestras entrelazadas y apoyadas en el regazo—. ¿Estás emocionado de regresar al estudio? —Sí, va a ser divertido. Asiento y miro por la ventana. La oscuridad cae. Oscurece rápidamente en invierno en Seattle. —Así que no creo que vayamos a ir a cenar antes de ir al club. —Leo me da una sonrisa de disculpa—. Pero voy a comprar comida en el bar. —¡Me encanta la comida de bar! —Sólo la idea de lo que ofrecen hace que mi estómago gruña—. Quiero patatas con queso cheddar y tocino, pollo frito y nachos. —¿Eso es todo? —me pregunta con una sonrisa. —Y mozzarella frita en palo. Pero voy a compartir. —De acuerdo. —Se encoge de hombros y se ríe de nuevo.

—¿De dónde conoces a la banda que vamos a ver? —le pregunto. —Me encontré con el cantante cuando estuvimos aquí en Seattle. Él tiene la oportunidad de ir a Los Ángeles, pero su familia está aquí, y está contento de vivir con ellos. No le he visto desde hace años. —Genial. ¿Son buenos? —Muy buenos. Cantan principalmente covers, pero tienen cosas propias también. —¿Sabe que vas hoy? —Sí, lo llamé el otro día. —Leo frunce el ceño y me mira. —¿Qué? —Que probablemente me reconocerán esta noche.

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—Me imaginaba. No estás con tu apariencia habitual. —Suspiro y beso su mano. —¿Estás bien? Me encanta que él esté preocupado por mí. —Estoy bien —¿En serio? —parece sorprendido. —No me gusta la fama —le recuerdo—. Ya lo sabes. Pero es una parte de lo que eres. Estoy emocionada de escuchar a la banda contigo. Voy a estar bien. —Muy bien, gracias. Aparca, se baja la gorra para cubrir su frente y exhala profundamente. —Vamos, cariño. Vamos a alimentarte. —No toques mis nachos.

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oy a abrir tu puerta. —Leo fija su mirada en mi dirección—. Espérame. — Yo arrugo la frente, y le veo salir del auto y caminar hasta mi lado. La

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abre y toma mi mano firmemente, tirando de mí hasta quedarme pegada a su lado. Dos hombres altos y musculosos están de pie en la acera, esperando estoicamente. —Estos son Stan y Henry. Ellos son los guardaespaldas de esta noche —murmura Leo y se gira a los hombres—. No la pueden perder de vista en ningún momento. ¿Entienden? —Entendido, señor —Stan responde, y ambos mueven la cabeza. —Uh, Leo... —Lo miro con una mueca—. ¿Esto es realmente necesario? —Sí —responde y agarra mi cara con su mano—. La casa está llena, y no voy a correr riesgos con tu seguridad. Entonces pienso... ¡Jesús!... Estoy con Leo Nash. El cantante y fundador de la banda Nash, una sensación en todo el mundo. No estoy con Leo, mi novio. Oh chico.

—De acuerdo. —Le sonrío tranquilizadoramente, mientras le doy unas palmaditas en su pecho con la mano libre—. Lidera el camino. Él asiente a los guardias, y uno se encuentra en frente de nosotros, y el otro detrás, al entrar en el lugar. La banda toca un cover de una canción de Nirvana. Todavía es temprano. La música nos golpea como una pared, mientras caminamos por el gran club. El escenario es grande y está en la parte posterior del local. La mayor parte de los clientes están frente al escenario, bebidas en la mano, bailando y disfrutando de la música. Leo me lleva a una mesa junto a la barra, con una vista completa del escenario, me ayuda a deslizarme en el interior, y luego se une a mí, se coloca a mi lado, en vez de sentarse frente a mí. Los guardias se acomodan en una mesa vacía junto a nosotros. —¿Qué puedo hacer por ti? —Una camarera le grita por encima de la música. Leo levanta una ceja.

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—Voy a tomar un Martini seco. Él sonríe y pasa a la camarera mi pedido, así como una cerveza para él y toda la comida del bar que quería. Agarra mi mano y me besa los dedos, sonriéndome. —¿Te gusta Nirvana? —¿Vivo en Seattle? —respondo y arrugo mi nariz—. Duh. Se ríe y se acomoda para ver a la banda y a la gente bailando. Nadie nos está prestando atención, y no puedo dejar de pensar que la seguridad que contrato es un poco exagerada. Nadie se preocupa por nosotros. La comida y las bebidas llegan, y Leo se inclina gritando en el oído de la camarera. Ella sonríe, asiente con la cabeza y se aleja.

—¿Qué has dicho? —le pregunto voz alta, llevando un pedazo de deliciosa patata con queso cheddar a mi boca. —Estás muy elegante. —Se ríe y me limpia un pedazo de queso cheddar en el labio. —Lo sé. —Me encojo de hombros y sigo comiendo. —Le dije que le diga a la banda que estamos aquí. —Oh, genial. —Nosotros comemos y escuchamos la música, viendo a la gente. Miro a Leo, y veo un rastro de sudor que le cae por el cuello. —Estás sudando. —Arrugo la frente—. Quítate el sombrero, amor. Sacude la cabeza y mira a su alrededor. —Todavía no. —Él está exagerando demasiado.

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—Aquí nadie siquiera te mira dos veces —le recuerdo. —Todavía no —dice de nuevo y coge un queso en un palo. —¿Ofrecemos un poco de comida a Cosa Uno y Cosa Dos? —Todavía hay un montón de comida que no vamos a poder terminar. Me sonríe y envuelve su brazo alrededor de mis hombros. —Están a punto de merecer su salario. Sólo entonces la banda termina una canción y empieza a hablar a la audiencia. —Hey, Seattle, ¿se están divirtiendo? La multitud se vuelve loca, gritando y gritando, y me sonríe. Me encantan los shows en vivo. —¿Qué dirían si les dijera que tengo una sorpresa para ustedes? — dice l cantante, tomando un largo sorbo de agua. Más aplausos—. Un viejo amigo mío está aquí.

—Esa es nuestra señal. —Leo murmura para mí, y asiente al de seguridad—. Vamos. —Yo no voy a entrar en el escenario —protesto, y él se ríe. —No, te quedarás al margen. Pero no te quiero en esta multitud. —Nos unimos a nuestros fornidos guardias—. Quiero que tú supervises el backstage. Ellos están esperando allí y les mostraras dónde ir. Ellos asienten, y empezamos a ir a través de la multitud. —¿Alguna vez han oído hablar de un pequeño grupo llamado Nash? —El público estalla en aplausos y vítores—. ¿Y de ese tipo feo de pie delante de ellos, Leo? Nos guían a la parte derecha del escenario, y a través de una puerta inmediatamente a la izquierda, y me dicen que me quede allí, detrás de una cortina negra. Estoy mirando el escenario, y puedo ver toda la banda.

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—Bueno, —continúa el cantante—. Yo sabía que Leo está cantando otra vez en Seattle, y que se quedara aquí en la ciudad, y ahora… ¡vino a vernos! Tiene que dejar de hablar, porque los gritos son ensordecedores. No puedo dejar de saltar sobre las puntas de los pies con emoción, mi garganta se aprieta con alegría, y agarro mis manos, sujetándolas contra mi pecho. De repente, del otro lado, Leo salta al escenario, y se une al cantante, dándole un abrazo y susurrándole algo al oído. Se quita la gorra, mostrando su pelo desordenado y piercing. Él sigue con su chaqueta, pero la tira y la recoge alguien detrás del escenario. Las chicas gritan un poco más fuerte cuando él está ahí con su camiseta Levi, las mangas abrazando sus musculosos brazos tatuados. Mi Señor, él es precioso. Y está completamente en su elemento. Está sonriendo, cabeceando y saludando al público y coge el micrófono que se le ofrece.

—¡Hey, Seattle! Más gritos, y aplaudo junto con la multitud. Leo vuelve la cabeza, me encuentra detrás de la cortina de negro y me guiña. —Entonces, hermano, ¿qué quieres cantar? —su amigo le pregunta. —Bueno... No sé. —Frunce el ceño y mira a los fans—. ¿Quieren oír algo? Bueno, esa es una pregunta estúpida. Las chicas se vuelven locas y Leo se ríe. —Puedes tomar mi guitarra, hombre. —No... —Leo asiente con la cabeza y se acerca al piano—. ¿Puedo robar tu piano? —Lo que quieras, hombre. El pianista se levanta, haciendo una pequeña reverencia a Leo, y toda la banda

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abandona el escenario, saludándome a mí a medida que pasan, dejándolo solo en el escenario. Quién está trabajando con las luces lo señala con un punto a él, oscureciendo el resto del escenario. No puedo mirar hacia otro lado. No puedo parpadear. —Esta es una nueva canción. —Comienza el ajuste de la base del micrófono, y se sienta en el banco del piano—. ¿La quieren oír? —¡Te quiero, Leo! —Una chica borracha grita en la primera fila. —Gracias, querida. —Él le guiña un ojo, se ríe y empieza a tocar algunas claves, calentando sus manos—. Vamos a ir más tranquilos. Esta canción se llama Luz del sol. Comienza a tocar. Inicia dulce y suave, y es sorprendentemente familiar para mí. Y entonces comienza a cantar. Yo no quiero ser solo tu amigo

Porque no puedo estar sin ti Cada vez que veo tus dulces ojos azules Yo sé que tengo que hacerte mía Y mis paredes se desmoronan... Y desmoronan Así que todo lo que veo Es el verdadero yo Estoy sorprendida. Él está cantando sobre mí. Y es la canción que escribió cuando estaba enferma, cuando nos sentamos juntos en el piano. Toma el gancho, y mi corazón se llena a reventar. Ayudé a hacer esta melodía.

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No tenía ni idea de que estaba escribiendo una canción sobre mí. O lo que se convertiría en una canción. Pensé que estaba tocando un rato porque se aburría cuidándome. Él escribió una canción jodidamente hermosa. Cuando sonríes Tu luz me golpea Y las sombras en mi alma Se han ido O muchas veces Miré tus labios Deseando poder sentirte en mí

Cuando estás tan cerca Bebé, no me acuerdo cómo respirar.

Él me mira con esos profundos ojos grises agudos, su mirada es intensa, posesiva, y luego sube una de las esquinas de la boca hasta que se aleja del coro. Cuando sonríes Tu luz me golpea Y las sombras en mi alma Se han ido Cuando muevo mi mano

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Sobre tu piel perfecta Sé que me ves Y ya no estoy cubierto de sombras Mis paredes se desmoronan... Y se desmoronan Por lo tanto, todo lo que veo es como te necesito a mi lado Siento las lágrimas caer por mi cara, pero no puedo moverme. Su voz está a mi alrededor, invadiendo mi cuerpo con su calor, la ternura de sus palabras, y la dulce melodía del piano. No puede alguien cantar tan bien. Apuesto a que toca bien cualquier instrumento. Por último, la música llega a su fin, toma una respiración profunda y sonríe a la audiencia. Se pone de pie y asiente, hace una pequeña reverencia y se mueve fuera del escenario hacia mí, tomándome en sus brazos.

—¡Oh, Dios mío! —exclamo y envuelvo mis brazos alrededor de su cuello. —¿Qué piensas? —dice y se echa hacia atrás, mirándome a los ojos. —Es fantástica —contesto y le beso profundamente. —Es para ti. —Espero que sí, o tendría que cortar alguna cabeza —respondo de inmediato y se echa a reír, sosteniéndome contra él—. Es el mejor regalo que alguien me podría dar, gracias —le susurro al oído y él sonríe ampliamente. Orgulloso. —Vayamos detrás del escenario. —Él me tira hacia atrás mientras la banda toma su lugar en el escenario para terminar su programa. Ni siquiera me doy cuenta de que los guardaespaldas gemelos estuvieron detrás de mí todo el tiempo, y que nos siguen ahora. Uno de ellos entrega a Leo su chaqueta.

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Hay un grupo de varias personas que están detrás del escenario, esperando a la banda. Algunos en traje de negocios, supongo que es la gente de la industria. Algunos parecen ser miembros de la familia o amigos de la banda. Y hay más que unas pocas groupies. Leo me lleva, me agarra la mano firmemente en la suya, y me comienza a presentar a la gente que conoce. No puedo recordar sus nombres o incluso sus rostros, pero el hecho de que me mantenga a su lado, y que me incluya en cada conversación, dice mucho acerca de este hombre. Él se preocupa por mí. La banda entra como una explosión en la sala, vienen con cervezas en una mano y con la otra en alto las chocan entre sí, obviamente, felices con su espectáculo. La habitación se ilumina con energía. —¡Amigo! —El cantante se acerca a nosotros, y Leo me aprieta en un abrazo—. Buena música, hermano. —Él le guiña a Leo y me sonríe—. Soy Lance.

—Sam —respondo y aprieto su mano. —¿Cuánto tiempo te quedarás en la ciudad? —le pregunta a Leo. —Un tiempo. Grabaremos el próximo álbum aquí —Leo responde—. Me gustaría que vengas y toques en algunas pistas. Los ojos de Lance brillan con interés y sonríe. —Hecho. —Genial. —Un gran espectáculo, cariño. —Una hermosa rubia abraza a Lance por la espalda, y él se vuelve para pasar sus brazos en ella. —Gracias, mi amor. Tash, este es Leo y Sam. Leo, te acuerdas de mi esposa.

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—Por supuesto, hola Tash. —Leo se inclina y besa su mejilla. —¡Hola, encantada de verte! —Me gusta inmediatamente. Ella es alguien con quien saldría, es sensata y agradable, sin menospreciar a Leo Nash. La feliz pareja se vuelve para mezclarse con otros invitados después del espectáculo, y Leo me sonríe. —¿Te estás divirtiendo? —Sí. —Asiento y miro alrededor de la habitación—. Es más tranquilo de lo que esperaba. —La seguridad dejará entrar a algunos fans en unos pocos minutos para fotos y autógrafos. —Se encoge de hombros—. Va a ser más confuso. —Bueno, hola. —Una pechugona morena con una blusa negra, lo suficientemente apretada para mostrar sus pechos comprados, y una falda negra que apenas cubre su culo, de repente se aprieta contra el otro lado de Leo—. ¿En busca de un poco de diversión, señor Nash?

Leo le frunce el ceño y mis cejas suben hasta mi cuero cabelludo. Supongo que la perra tiene agallas. También es repulsiva. ¡Qué asco! Estas groupies no son como las entusiastas a las que estoy acostumbrada. Ellas claramente no están aquí sólo por su amor por la música y el trabajo de la banda. Ellas están aquí para joder a cada miembro de la banda. Eso es todo. Creo que vomitaré un poco. —¿No ves que estoy sosteniendo la mano de mi novia?

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Leo le pregunta con voz fría. —Puedo hacer un trío, si eso es lo que quieres. —Ella sonríe y se frota sus pechos contra su brazo. No puedo aguantar la risa, estalla fuera de mí, y me doblo. Tengo que soltar la mano de Leo para que poder sostener mi vientre, ya que me estoy riendo. Ella es tan patética que es hilarante. Miro a los ojos de Leo riendo. Él está sonriendo, y está haciendo caso omiso de la ofendida mujer todavía pegada a su lado. Ella me pone cara fea, lo que me hace reír aún más. —¿Estás bien, sol? —Leo me pregunta con una sonrisa, cuando me enderezo y finalmente tomo una respiración profunda. Me seco las lágrimas en mis ojos, agradeciendo a Dios por el rimel a prueba de agua, y asiento. —¿Eso es de lo que hablabas antes? ¿Las chicas como esta? Él se encoge de hombros y asiente con la cabeza.

—Sí, como si algo me preocupara. —Ahora, los ojos de la perra se cierran en mí, y yo me río de nuevo. —¡Vete a la mierda! —ella grita y pone una mano en su cadera, sigue presionando el cuerpo de Leo. —Estás tocando algo que no es tuyo —le digo con una sonrisa. —No veo un anillo en tu dedo. —Ella sonríe. —No te importaría mucho —le recuerdo, y ella asiente con la cabeza, pensativa. —Es cierto. Leo está observando el intercambio como un partido de tenis, con la cabeza hacia atrás y adelante. Por último, levanta una ceja a la perra y se aleja de ella.

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—No tengo la necesidad de tus servicios, pero seguro que uno de los otros chicos lo aceptará. —Pero quiero decir que me follé a Leo Nash. —Pone mala cara —. Vamos. Voy a dejar que la perra se una a nosotros. Le doy otra carcajada y luego aprieto mi mano sobre mi boca cuando Leo lanza una mirada penetrante a la tonta mujer. —No me follaba basura como tú cuando estaba soltero. ¿Por qué debería empezar ahora? —Le da la espalda a ella y me levanta la barbilla con el dedo—. ¿Quieres salir de aquí? —No tenemos que salir sólo por eso —le aseguro con la voz ligera—. Te lo dije antes, no me preocupo por eso. Se inclina hasta que su boca toca mi oreja y susurra. —Me importa un comino ella también, querida. Estoy dispuesto a llevarte a tu casa, desnudarte y tenerte debajo de mí.

Mi respiración se queda atrapada en los pulmones. —Bueno, si te pones de esa manera, sí, vamos. Leo se despide de Lance con un movimiento de cabeza, quien asiente en reconocimiento, y grita adiós al resto de la banda. Los guardas nos acompañan a través de la puerta, de vuelta al aire fresco del invierno, a su Camaro. Arranca el auto y se aleja de la acera. —Eso fue divertido. —Me vuelvo en mi asiento, para poder verlo, observando cómo las luces parpadean en su cara y reflejan el metal en su oreja y labios. —Sí, lo fue. —Está de acuerdo—. No estabas bromeando. Las groupies no te molestan. —Son agresivas. —Yo arrugo mi frente—. ¿Por qué alguien iba a querer follar con

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ellas? ¿Quién sabe dónde estuvo su vagina, por no hablar de su boca? argh... —Me estremezco y hago ruidos de vómitos—. En serio, esto es sólo una cuestión de higiene básica. Leo echa la cabeza hacia atrás y se ríe. —¿Cuántas groupies te has follado? Y no me digas que no puedes saber porque fueron varias. Eres inteligente. —No voy a contestar esa pregunta. —Sacude la cabeza. —¿Por qué no? —Sam, hay preguntas que una mujer nunca debe hacer. Preguntar a un músico famoso cuántas mujeres se ha follada es una de ellas. —Sólo dame una estimación. —¿Con cuántos hombres has follado? —me pregunta, frunciendo el ceño. —Yo pregunté primero. —Sonrío, disfrutando de su malestar.

—Me comí un montón de groupies años atrás. Pero no lo hago hace mucho, mucho tiempo. —Se encoge de hombros—. No imaginas cuánto. —¿Pero no hay besos ni sexo oral? —le pregunto, recordando lo que dijo Meg en la cena de la otra noche. —No, muy personal. —Sólo un polvo rápido entonces. —Samantha... —Y sé que eso es lo único que está dispuesto a decir, así que voy a dejar las cosas así. —Seis. —Le digo. —¿Seis qué?— me pregunta.

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—Tuve sexo con seis hombres, entre ellos tú. —Le sonrío con suficiencia y espero su reacción. —¿Solo has tenido relaciones sexuales con seis chicos? —Hey, es un número razonable. Lo suficiente para saber lo que me gusta, pero no tantos como para que me sienta una unidad de comida rápida. Leo ríe de nuevo y me sonríe. —He tenido relaciones sexuales con más de seis mujeres. —Me lo imaginaba. —Pero estoy teniendo relaciones sexuales con una sola actualmente. —Si fuera diferente, te habría cortado la polla ahora —asiento—. La mayoría de los chicos tienen un montón de sexo cuando son más jóvenes. Eres cantante. Todo lo que tienes que hacer es abrir la boca, y las mujeres se quitan la ropa interior. ¿Qué hombre puede resistirse a eso?

—Bueno, no he tenido relaciones sexuales con miles de mujeres, o algo así. No soy Gene Simmons. Me río. —Realmente no me importa, estoy disfrutando el atormentarte. Sus ojos se estrechan para mí. —Creo que tendría que nalguearte. Me pongo seria y observo sus fuertes manos en el volante. —Cántame mi música de nuevo, y puedes hacer lo que quieras. Su rostro se vuelve hacia mí con sorpresa, y luego sonríe con suavidad. —¿De verdad te gusta?

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Asiento alegremente y alcanzo su mano cuando comienza a cantar en voz baja. Yo no quiero ser solo tu amigo Porque no puedo estar sin ti Cada vez que veo sus dulces ojos azules Yo sé que tengo que hacerte mía Y mis paredes se desmoronan... Y se desmoronan Así que todo lo que ves es el verdadero yo. Canta la canción entera, de principio a fin, y trazo la tinta en sus manos, como he oído, absorbiendo las palabras. Cuando sonríes Tu luz me golpea

Y las sombras en mi alma Ellas se han ido O muchas veces Miro en tus labios Deseando poder sentir en mí Cuando estás tan cerca Bebé, no me acuerdo cómo respirar Él me mira con esos profundos ojos grises agudos, su mirada es intensa, posesiva, y luego una de las esquinas de la boca hasta que se aleja del coro. Cuando muevo mi mano

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Sobre de tu piel perfecta Sé que me ves Y ya no estoy cubierto de sombras Mis paredes se desmoronan... y se desmoronan. Por lo tanto, todo lo que veo Es como yo te necesito a mi lado Mis bragas rojas están mojadas cuando la canción termina, y estoy sin aliento. Lo quiero. Ahora. Él para en su casa en la acera y detiene el motor. —No puedo esperar más para llegar a tu casa. —Estoy totalmente de acuerdo.

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Traducido por Princesa de la Luna Corregido por Leluli

penas entramos por la puerta antes de que estuviésemos luchando. Su sistema de alarma suena como una advertencia para recordarte que debes colocar el código antes de que llamen a la policía. No necesito que la policía irrumpa aquí. Él está trabajando en mis pantalones vaqueros, no prestando atención cuando la puerta se cierra tras nosotros. —El código, Leo. —¿Eh? —entierra su cara en mí cuello y muerde la carne blanda debajo de mi oreja,

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enviando escalofríos por mis brazos. —¿Cuál es el código? No quiero que la policía entre aquí. —Uno, dos, tres, cuatro. Me detengo y arrugo la frente. —¿En serio? —Sí. —Está tirando de mis pantalones vaqueros ajustados por mis muslos y me esfuerzo para volver al teclado e introducir el código antes de que termine la ventana de treinta segundos. Golpeo los números y vuelvo a él. —Levanta los pies y quítate los pantalones. —Está en cuclillas a mis pies y me agarro de sus hombros, apretando su camisa suave en mis dedos, mientras arranca los pantalones vaqueros de mis piernas. —Quítate la camisa —murmuro y funciona, asalta mi boca con besos duros y exigentes.

Me arrastra por las escaleras, a medida que seguimos arrancando nuestra ropa, avanzando hacia la habitación. —No puedo esperar. —Se sienta en las escaleras y se inclina, enterrando su cara en mi coño todavía cubierto. —¡Mierda! —estoy sentada e inclinada en un ángulo de 90º, viendo a Leo tirar de mis bragas a un lado con el dedo índice y descansar sus labios en mis pliegues, hasta mi clítoris. —¡Maldita sea! —le susurro. —¡Acuéstate! —ordena, su voz fuerte sin dejar espacio para discutir. Me encanta cuando se pone quisquilloso. Rasga mis bragas en dos pedazos y las arroja sobre el hombro.

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Continúa destruyendo mi ropa en perfecto estado, me quejo, sonrío y me siento contra mi coño. —Voy a comprar más. —No es necesario. Me gusta. —Le escucho reír y luego su lengua está dentro de mí y mis caderas se elevan, empujo con más fuerza contra su boca. Agarra mi culo con sus manos y me mantiene firme contra él. —Maldita sea, eres bueno en eso. —Y recuerdo: soy una de las pocas que lo saben. Hunde un dedo dentro de mí y me aprieto alrededor de él, mis músculos listos para sacudir su gruesa polla. Lo necesito en mi interior. —Leo —respiro. —Sí, querida.

Miro hacia abajo, encontrando su mirada, viendo mis pezones excitados, arrugados, mi respiración se aproxima rápidamente, mis dientes muerden repetidamente mis labios mientras me folla duro con el dedo y chupa mi clítoris. —Dios, te necesito. —Me tienes, Sam. Sus ojos son malos, cuando hunde un segundo dedo dentro de mí, me folla duro mientras sigue chupando mi clítoris. Me echo hacia atrás, gritando su nombre y frotándome contra su cara, manteniendo el cabello en mis puños. Lo oigo reír mientras sube sobre mí y tira de mis pezones en su boca, chupa y pasa la lengua sobre ellos, de uno en uno, lo que provoca nuevas contracciones alrededor de los dedos. —Tan sensible —murmura contra mi boca.

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Puedo sentirlo y si fuera posible, me pone aún más excitada. —Creo que te necesito en mi cama. Antes de que pueda protestar, o incluso responder, me levanta y rápidamente me conduce a la habitación, me acuesta boca abajo en la cama. Justo cuando creo que me tomará fuerte y rápido, empieza a besarme, me muerde suavemente mi culo por mi columna vertebral y en mi cuello. Está entre mis muslos y siento su polla dura descansando en mis nalgas. Está inclinado sobre mí, acariciando y besando mi espalda, susurrando palabras que no puedo entender a través de la espesa niebla del sexo en la que estoy atrapada y no puedo dejar de levantar mis caderas a modo de invitación. —En un minuto, cariño —susurra y lleva su gran mano de nuevo a mi culo—. Eres hermosa, Sam. Me encanta tu piel suave. No tienes cicatrices ni marcas.

—Excepto, la tinta de tu pluma —le recuerdo con una sonrisa y muerde mi hombro juguetonamente. —No te quejaste —murmura y sigue frotándome levemente, poniéndome la piel de gallina. —Eres sexy —le susurro. —Tu eres sexy —susurra y me besa el hombro, donde simplemente muerde. —Me encanta tu voz ronca —besa mi espina dorsal, entre mis omóplatos— me encanta tu pelo rubio liso —besa mi otro hombro— me encanta el ruido que haces cuando lo hago —muerde mi oreja y dejo escapar un gemido—. Tan jodidamente sexy —murmura y se desliza por mi cuerpo dejando besos por el camino. Agarra mis caderas y sube mi culo al aire. ¡Por fin!

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Pero en vez de joderme, entierra su cara en mi coño otra vez, y me envía directamente a otro orgasmo enloquecedor. —¡Mierda! —grito cuando arrastra su lengua arriba y sobre mis labios, desde mi ano hasta mi clítoris— ¡Leo, por favor! —Por favor, ¿qué, cariño? —pregunta y oigo el desgarro del condón. Gracias Moisés. —¡No me jodas! —Está bien —está de acuerdo y lo empuja con fuerza dentro de mí. Lloro de nuevo y empuja mi culo hacia él, manteniendo su ritmo. De repente, golpea mi trasero en el lado derecho con la palma de la mano y me estremezco. Golpea mi nalga izquierda poco después y creo que sólo voy a morir de placer. Continúa alternando ligeramente las nalgadas cuando jode y cuando lo oigo jadear y sé que él está casi allí, muevo mis piernas debajo de su escroto y empiezo a acariciarlo.

—¡Maldita sea! —grita y aprieta mis caderas, tirando de mí rítmicamente contra él y sucumbe a su orgasmo. Sale de mí interior y cae en mi pecho, mi culo aún en el aire. No me puedo mover. No me importa. —Bueno, este es un hermoso espectáculo —murmura Leo con una sonrisa, mientras camina por la habitación para eliminar el condón. Abro un ojo y lo miro. —Me rompiste. Se ríe mientras yace a mi lado, rodándome a un lado, hacia sus brazos. —No lo creo. —Mmm.

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—Mírame. —Abro los ojos para encontrarle frunciendo el ceño—: ¿Estás bien? Asiento, bostezó y me acerco más él. Se pasa los dedos por la cara y su expresión se suaviza. —Gracias por la música —le susurro. —Fue un placer. —¿Vas a escribir? —le pregunto, mirándole perezosamente. —Sí, si no te importa. Me encojo de hombros. —No me importa. Simplemente pregunto porque normalmente no tocas muchas baladas. —Se trata de una balada increíble, no una balada pequeña. —Se pone a la defensiva y sonrío ampliamente.

Definitivamente estoy alucinando. —Estoy de acuerdo. —Vete a dormir, querida —besa mi frente. —No estoy cansada —murmuro y empiezo a sonreír cuando siento su risa en mi mejilla. —Por supuesto que no lo estás. —Besa mi frente otra vez y suspira profundamente, conteniéndose; y el constante sonido de los latidos de su corazón y el calor de sus brazos alrededor de mí, me envuelven en el sueño.

—¡No, no, no!

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Me despierto de repente, los ojos muy abiertos, para encontrar a Leo retorciéndose en su sueño, empapado en sudor. Las sábanas estaban tiradas en el suelo, junto con la almohada. No me está tocando y suena como si estuviera siendo torturado, tenso. —¿Leo? —le pregunto atentamente, sin saber si tocarle, o incluso despertarlo. Se agita de nuevo y hace una mueca, como si sufriera algún dolor. —¡No, hijo de puta! —las lágrimas comienzan a caer de sus ojos. ¿Qué carajo? —Leo, despierta —hablo con firmeza y le toco suavemente el brazo. Retrocede de mi tacto y abre los ojos asustado. Se sienta, en un movimiento contra la cabecera, alejándose de mí, como si fuese a hacerle daño. —Hola, cariño, soy yo —tarareo en voz baja—. Estás bien. Me mira parpadeando por un momento, mira alrededor de la habitación y luego exhala profundamente.

—Maldición —susurra y aprieta los ojos con fuerza, antes de presionar sus manos contra su cara. —Leo —trato de acercarme a él, pero se retira de nuevo. —¡No me toques! —su voz es áspera, enojada. No es Leo. —De acuerdo. —Levanto mis manos y me alejo de él—. Está bien. De repente, sus ojos se abren y se lleva las manos a la boca, escapa de la cama al baño y vomita violentamente. ¡Oh! Dios mío. Mi pobre Leo. ¿Qué debo hacer? Me quedo quieta por un momento y cuando parece que el vómito

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empeora, me levanto y empapo una toalla, presionándola en su cuello, lo mismo que hizo cuando estaba enferma. Antes de que pueda quitar mi mano, la agarra con la suya y la mantiene firme presionándola contra su cara. —¡No te vayas! Lo siento. —Hey, no voy a ninguna parte. —Me siento de rodillas a su lado y le acaricio el pelo, la cara, la espalda—. Estoy aquí. Tiene los ojos fuertemente cerrados y se concentra en respirar. Fuera lo que fuese que estaba soñando, se está repitiendo todavía en su mente y aún sigue aterrorizado. —Basta —murmuro y beso su cabeza—. Estás a salvo, Leo —. Fue sólo un sueño. —Consigo tranquilizarlo y murmurar en voz baja, reconfortándolo hasta que los temblores paran y respira normalmente. Se gira de repente y me agarra, enterrando su cara en mi cuello, envolviendo sus brazos alrededor de mi cintura.

Finalmente, después de unos minutos, se aparta y limpio su cara con la tela, tratando de calmarlo. —Estoy bien. Coge la tela de mi mano y la frota por todo el cuello, mirándome tenso. Sus ojos están tristes, todavía un poco inquieto. —¿Quieres hablar de ello? —le pregunto. Sacude la cabeza y se levanta, caminando hacia el fregadero y enjuaga la boca, echando agua fría en su cara y luego sólo estrecha la mano sobre la mesada y pone su cabeza hacia abajo, mientras que el agua cae. Se me ocurre que ambos seguimos estando tan desnudos como el día que venimos al mundo.

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Estoy a su lado y apago el agua, cogiendo su mano para guiarlo. —Vuelve a la cama. —Se acerca y tira las sábanas por encima, se dispersan sobre nosotros y le entrego su almohada. —No puedo volver a dormir —murmura. —Las pesadillas no te molestarán más —se lo digo con confianza y me acurruco a su alrededor, como si lo protegiese. —¿Cómo lo sabes? —Porque estoy aquí y sé que va a ser así —me encojo de hombros, como si eso cerrara todo, me encojo ligeramente cuando pasa la mano por mi espalda. —No te inmutaste antes con mi toque. —He oído tristeza en su voz y

sigo

abrazándolo, por lo que puedo ver la expresión de su cara mientras hablo. —Es que no me esperaba que intentases confortarme ahora, Leo. Estoy consolándonos y por primera vez en mi vida, no estoy aterrorizada. —Sus ojos se abren y pasa sus dedos por mi cara—. Me gusta tener tus manos sobre mí. Por

favor, no empieces a pensar que tengo miedo de ti o algo así, porque eso solo me va a enojar. —Por lo tanto, ¿este debe ser mi consuelo? —pregunta con una sonrisa. Suspiro y descanso mi cabeza en su pecho. —Idiota —mascullo. —Gracias —susurra y besa mi pelo, sus manos se deslizan hacia arriba y abajo en mi espalda. —Es un placer. ¿Alguna vez me contaras? —le pregunto en voz baja, cuando empieza a relajarse debajo de mi cara. —Sí, pero no esta noche.

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—Está bien.

~ Leo ~ Sam está sobre mí, cubriéndome, con los brazos sosteniéndome con fuerza, como si quisiera protegerme de todo lo que trata de hacerme daño. Y joder ella lo haría. Es la mujer más fuerte que he conocido. Acaricio, subiendo los dedos hasta su pelo y sonrío cuando ronronea como una gatita y se inclina hacia mi toque. Sí, está acostumbrada a jugar conmigo. La pesadilla continúa como un peso muerto en la boca de mi estómago, las imágenes vuelan dentro y fuera de mi mente. No con la frecuencia con que lo hacían hace unos diez años, pero siguen llegando. No puedo imaginar lo que las causa. No hay manera en el infierno que lo disparase el puto desastre que vive en mi subconsciente fuera hacer el amor con Sam, cantarle y ver sus ojos iluminarse con alegría y entusiasmo.

Tengo que hablar con ella, decirle lo que pasó cuando era demasiado joven para protegerme. Merece saberlo. Pero voy a tener una maldita suerte si aún quiere que la toque. Ver la sentencia en sus ojos, o peor aún, el rechazo, me destruiría. No estoy listo todavía. —Leo —murmura, sorprendiéndome. Habría jurado que

todavía estaba

durmiendo. —Sí, ¿mi sol? —susurro y acaricio suavemente su cara. Sam, es toda suave. Es suave en todas partes y no puedo dejar de tocarla. —Duérmete. Ella es tan terca. —Tú duerme —murmuro y beso su cabeza.

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—Sólo voy a dormir si también lo haces. —Sí, maldita terca. —Está bien, me voy a dormir. —Ven —se sienta y me da una dulce sonrisa—. Es casi el amanecer de todos modos. Podríamos ir correr. Me pongo de espaldas contra ella y los dos rodamos en la cama, por lo que puede ocultarse debajo de mí, presionando mi pelvis contra la de ella y sus manos encuentran inmediatamente mi culo. Apoyo los codos hacia el lado de su cabeza y entierro mis manos en su pelo, acariciando su nariz con la mía y luego me hundo en un beso largo y lento. Hace que me olvide de la mierda de mi pasado y es la primera persona que está a mi lado, que me hace sentir tan vivo como me siento cuando estoy cantando. —Nunca te dejaré ir.

Mi pene está dolorosamente duro otra vez y roza contra la humedad de la vagina. Cada vez que golpeo la punta de su clítoris, emite gemidos y se muerde el labio. Me alejo para agarrar un condón, pero ella me para, entrelazando sus dedos con los míos y conduce nuestras manos unidas a su cara, frotando las palma de las mano sobre él. —No necesitamos un condón —susurra, sus hermosos ojos azules mirándome fijamente. —Sam —la beso tiernamente— estoy conforme con utilizar condones. Niega con la cabeza y agarra mi cara con la mano libre. —No lo vamos a necesitar —repite— uso un DIU. —Pero... —empiezo a decir, pero me interrumpe de nuevo, besando mis labios, tirando de mi labio inferior.

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—Confío en ti —dice con firmeza, sus ojos felices todavía en mí y sé que esta afirmación es posiblemente la más profunda que Samantha Williams podría haberme hecho. —Confío en ti, también —mis labios se encuentran con los suyos de nuevo, barriendo de ida y vuelta, uniendo su lengua dulce contra la mía y pongo mis caderas hacia atrás hundiéndose lentamente en su calor húmedo apretado. Suspira y sonríe. —Mucho mejor. —Jesús, Samantha nunca he hecho esto sin usar protección —admito y la examino de cerca. —Yo tampoco —sonríe— creo que lo prefiero así.

Cualquier movimiento, lo siento intensamente. Es así de simple. Dios esto es increíble, sus músculos tensos agarran mi polla desnuda con las piernas abrazando mis caderas, envolviéndome. Nunca me sentí tan completo. Hasta ahora. —Tienes que moverte —murmura. —No quiero —sacudo la cabeza y descanso la frente en ella. —¿Por qué? —No quiero que termine. —Leo —balancea las caderas, lo que me obliga a moverme dentro de ella. Ella me quita el aliento.

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—Esto es sólo la primera vez. La primera de muchas. Mis caderas comienzan a moverse, empujando suavemente al principio y luego ganan impulso, empujando más duro, más rápido. Siento la acumulación de la presión en la espalda, cuando la primera pequeña contracción aprieta mi polla. —Joder, nena, me vuelves loco —muevo mi mano entre nosotros, acariciando su clítoris con el pulgar y empujándola sobre el borde. Ella resiste y grita, su coño apretándome aún más cuando se viene. Mis bolas se contraen y elevan, el mundo deja de girar cuando me corro dentro de ella, verdaderamente dentro de ella por primera vez. Es el momento más increíble de mi vida. —Impresionante —refunfuño y la beso suavemente. —No eres tan malo.

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Traducido por Princesa de la Luna Corregido por Leluli

~ Samantha ~ i nombre empieza con “c” y termina con “o”. Soy peludo y redondo y suave en el interior. ¿Qué soy yo? —Jules se dobla de la risa mientras sostiene la tarjeta con la pregunta con firmeza en su mano. —Necesito otra cerveza —murmura Caleb y va hacia Luke y Nat en la cocina para

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otra ronda. —¿Un caramelo? —Brynna pregunta, su rostro arrugado en concentración. —¿Qué tipo de dulces has estado comiendo? —Leo le pregunta con una sonrisa. —Argh .... Bueno, no importa. —Es gracioso como el infierno. —Jules ríe. —¿Qué demonios puede ser? —Me quedo mirando a Jules como si me enviara la respuesta por ósmosis—. Estamos jugando Dirty Minds 7 , es noche de juego en familia, todos mis hermanos y nuestras medias naranjas estamos aquí y lo hemos convertido en un juego de quién bebe más. Por supuesto. —Yo sé lo que es. —Will sonríe a Meg y pasa la mano por su espalda hasta la cadera—. Aunque no es peludo. 7

Dirty Minds es un juego de mesa para adultos que consiste en adivinar pistas con doble sentido.

—Argh... Basta. —Yo los reprendo y sonrío cuando él se ríe en voz alta. —Amigo, ¿en serio? —Leo frunce el ceño. —¿Qué? —Will le pregunta inocentemente. —Por el amor de todo lo sagrado, Nat, deje de fraternizar con el enemigo. —Luke está dando un beso de cine a Nat, como es habitual. —Estoy casada con él, Jules. Él está lejos de ser el enemigo. —Esta noche es chicas contra chicos. Trae tu sexy culo aquí, a mi lado. —¿Quieres besarme? —pregunta Nat irguiéndose. —Después de otro trago, sí. —Sin duda volveré con ella. —Nat rápidamente salta y recibe un ceño fruncido de

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todos los tipos, excepto Leo, que sigue riéndose a mi lado. —Uh, ellas son nuestras hermanas, hombre. —Matt recuerda con una mueca en su hermoso rostro, sus ojos azules brillando con humor, enarcando una ceja. —No son mis hermanas. —Nate responde. —¡Es un coco, gente desagradable! —Jules grita y me entrega las cartas a mi—. Tú eres la siguiente. —Está bien —le respondo y saco una tarjeta de la baraja, este juego es jodidamente hilarante—. Soy rosa y dura, y por fuera suave y pegajosa. ¿Qué soy yo? —Eso es asqueroso. —Stacy se ríe y toma un sorbo de su margarita. —Eso no fue lo que dijiste anoche. —Isaac se inclina y acaricia su cuello, haciéndola estremecer y reír. —Sólo piensan en el sexo —anuncio a la habitación en general.

—No todos. —Brynna hace un mohín, se muerde el labio inferior, frunciendo el ceño a Caleb. —No empieces —él le advierte. Mis cejas se suben a mi cuero cabelludo. —¿Qué coño es eso? —Caleb se quedara con Brynna y las chicas por un tiempo. —Luke me informa—. Es una cuestión de seguridad. Yo arrugo la frente ante esa pareja improbable, Brynna con su pelo largo y oscuro, su cuerpo con curvas generosas -¡Dios mío, desearía tener esas tetas!- y Caleb, el gran y musculoso SEAL de la Marina. —¿Hay algo pasando allí? —le pregunto a Luke suavemente.

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—No tengo ni idea. —Se encoge de hombros—. Sin embargo, se siguen mirando el uno al otro. Y no es asunto mío. —¿Qué es, Sam? —Nat pregunta con una sonrisa. —Es la goma de mascar. —¡Oh! Aquí hay otro. —Will exclama, después de tomar la caja de mi—. Me clavas dentro tus varas, me atas para conseguir que me levante y me mojo antes que tú. —Me gusta la cosa de atar, ya sabes. —Me acuerdo de los muchachos, haciendo que todos en la sala rían, incluyendo el tranquilo Matt, quien se atraganta con su cerveza y me sonríe. —¿En serio? —Leo me mira con renovado interés, y siento el rubor en mi cara. —Claro. —Me encojo de hombros.

Leo envuelve su brazo alrededor de mi cuerpo, me tira contra él y me besa en la frente, haciendo que me tense inmediatamente. Nunca, nunca hice manifestaciones públicas de amor frente a mi familia antes. —No soy una persona sensible, sentimental, ¿recuerdas? —le digo en voz baja. Se inclina y pone sus labios en mi oído. —Terminemos con eso, Luz del sol. Eres mía y yo soy tuyo y te tocaré. —Me besa suavemente de nuevo, y se endereza, la cara completamente neutral, y me siento como si hubiera sido golpeada por un camión. Luke nos está mirando con atención, a medida que pasa los dedos arriba y abajo del brazo de Natalie. El resto de la habitación, incluyendo a Mark y Meg, están ajenos. Luke se encoge de hombros y me sonríe ligeramente antes de centrarse en el juego de nuevo.

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—Se trata de una tienda de campaña, ¡chicos! —se ríe y pasa a la casilla de la parte delantera. —No entiendo que esta húmeda por una vara larga —Brynna anuncia, y escupo mi margarita. —¿Cuántas copas se ha tomado? —le pregunto. —Muchas —Caleb responde— disculpen, pero necesitamos hablar. —Agarra a Brynna del brazo, la lleva a la oficina de Luke y oigo el portazo. Miro a las chicas, Jules, Nat, Meg y Stacy, y todas rompemos a reír. —No hablaremos de orgasmos esta noche —Matt anuncia en advertencia. —¿Quién dijo algo sobre orgasmos? —Mark pregunta con interés. Mi hermano pequeño es adorable, y ya creció. Se parece mucho a Luke y a nuestro padre, alto, rubio y fuerte.

Y él es un prostituto8. —Las chicas tienen la costumbre de hablar de orgasmos cuando el alcohol está involucrado —Nate informa y asiente con la cabeza oscura. —¿Más bebidas, señoras? —Mark pregunta con su encantadora sonrisa moja bragas. —¡Más bebidas! —Stacy está de acuerdo. —Los orgasmos son una cosa perfectamente buena para hablar. —Jules toma un largo sorbo de su bebida y dirige a Nate una sonrisa tonta—. Y son mejores cuando tienes un apagasms9. —¡Julianne! —Nate gruñe. —¿Qué? Meg preguntó primero. —Ella apunta a Meg, quien agranda los ojos

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inocentemente. —¿Yo? —le pregunta. —Sí, ¿recuerdas? En la camioneta. —Estaba completamente borracha en la camioneta, Jules. —Meg ríe—. Sin embargo, apaorgasmo parece ser muy bueno. —¿Maldición les dijiste? —Nate mira en estado de shock a Jules, y ella aprieta sus labios y parece casi avergonzada por un momento, pero luego envuelve sus brazos alrededor de su fuerte cuello y lo besa en la boca. —Si lo tienes, osténtalo, as. —Oh, querida, pero no lo tienes. —Le recuerda, pero ella levanta la mano izquierda y menea el anillo en su dedo.

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Manwhore: se traduce como hombre puta, es decir un hombre que sale con muchas mujeres, disfruta del sexo y no se involucra sentimentalmente con ellas. 9 Apagasms: juego de palabras que proviene de una conversación en la novela anterior entre ampallang, el tipo de piercing que tiene Nate en su pene, y orgasmos.

—Sí, lo tengo. —Me sorprende que no tengas uno. —Me dirijo a Leo, para verlo con los ojos muy abiertos por la sorpresa y la boca abierta—. Estas perforado por todas partes. —No voy a perforar mi polla —él gruñe como si yo le hubiera pedido cortarla. Resoplo. Sí, bufo. Él es encantador. —Oh, no seas cobarde, he oído cosas muy, muy buenas sobre el apa. Y hablando de coños. —Le hago un gesto a Meg con una sonrisa—. Hasta tu hermana tiene traspasado su clítoris. —¿Qué carajo? —Leo exclama, con el ceño fruncido mirando entre mí y Meg y viceversa—. Yo te crié mejor que eso. —¡Muy bien! —Mark choca los cinco de Meg en el aire.

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—¿Podemos verlo? —Nate pregunta y levanta las cejas ganándose un puñetazo de Will en el brazo. —Es muy bonito. —Jules sonríe dulcemente, y Natalie asiente con la cabeza. —¿Ustedes lo han visto? —Stacy pregunta. —Sí, fuimos con ella cuando se lo hizo. —Yo también quiero verlo —Stacy salta en su asiento, su margarita se mantiene firmemente en sus manos. —¿Qué quieres ver? —pregunta Brynna, cuando ella y Caleb vuelven a la sala, más tranquilos que cuando se fueron, pero la bonita cara de Brynna se vacía. Interesante. Meg se encoge de hombros y se sube a la falda de Will. Él envuelve sus grandes brazos alrededor de ella y la besa en la cabeza.

—Yo quería hacerme un piercing. —Ella le dice a Leo, y me guiña el ojo. —Oído, nariz, ombligo, ceja. —Señala apasionadamente con el dedo cada punto de su sugerencia—. Esos son los piercings aceptables. —Pero no era lo que quería. —Jesús. —Pone la mano tatuada en su cara y se echa a reír—. Nunca, nunca necesito saber cosas como esta sobre ti. —Hey —lo detiene Will—. No te quejes hasta que no lo pruebes. —Así que de vuelta al orgasmo. —Stacy ve que Caleb comienza a dar saltos, agitando los brazos. —¡No! ¡No, no, no! No hay conversación sobre orgasmos esta noche.

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—Podría hablar de orgasmos — ofrece Mark. —¡No! Lo digo en serio. —Caleb nos mira a todos nosotros, y decido ayudarle a salir de su desesperación. —Ok, amigos... vamos a discutir sobre el orgasmo durante la noche de chicas. —Un buen plan — susurra Leo suavemente—. Yo no necesito escuchar a mi hermana hablar de ello —su voz baja aún más— cada vez que te hago correrte, es sólo entre nosotros, nena. Nadie más. Bueno, ahora yo estaría encantada de discutir sobre orgasmos. Mi ropa interior púrpura se empapa. —¿Cómo van las cosas en casa? —Matt pregunta a Caleb y Brynna. —Bien. —Caleb se encoge de hombros. —Es bueno con las chicas — dice Brynna, con los ojos marrones suavizados. Dios mío, ella está enamorada de él ¿Qué demonios está sucediendo en esa casa?

Todos intercambiamos miradas, pero nadie plantea la cuestión. El rostro de Caleb se suaviza en una sonrisa, y él descansa la gran mano en la rodilla de Brynna. —Es muy fácil ser bueno con ellas. —No hablemos de los niños —Stacy reprende–. Nos pusimos de acuerdo. Estamos pretendiendo que somos jóvenes sin responsabilidades. —Soy joven, sin responsabilidades. —Mark muestra a todos una sonrisa de satisfacción—. Se los recomiendo. —Claro, porque odias a los niños. —Sonrío—. Te las arreglas para mantenerte alejado de Livie. —La amo. Y luego se va a casa y yo a buscar un cuerpo caliente. —Parpadea y yo

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le frunzo el ceño. —Repugnante. —No estoy seguro de si Sam quiere tener hijos pronto. —Meg anuncia con una sonrisa. —¿Por qué no ? —Luke cuestiona. —Bueno, había un pañal... —Leo la agarra, tapándole la boca con la mano, amortiguando el resto de las palabras, y haciendo sonarlas distorsionadas. —Definitivamente no estoy lista —le digo rápidamente—. No soy muy maternal. Ya lo sabes. —Me encojo de hombros y miro por encima de Nat, se ríe tanto que tiene que sostener su vientre. —¿A Liv le explotó el pañal cuando se hicieron cargo de ella? —pregunta, secándose las lágrimas de sus ojos. —¿Qué demonios le diste a comer? —Leo le pregunta.

—Deja de hablar de los niños —interrumpe Jules—. Y definitivamente deja de hablar de heces. —Dijo heces. —Se echa a reír.—¿Qué tienes, doce? —Matt le pregunta. — Como si no lo hubiera encontrado muy gracioso. —Mierda, ahora quiero chocolate. —Brynna se muerde el labio. —¿Tienes chocolate? —Jules pide a Natalie. —Yo vivo aquí, chicas, y estoy embarazada. Por supuesto que hay chocolate. —¡Sígueme! —Salta Nat y todos la seguimos ansiosamente, lo que lleva nuestras bebidas a la cocina. Natalie desaparece en una despensa y luego abre la nevera y comienza a acumular

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valiosos paquetes sobre el mostrador. —Tenemos helado de chocolate, barras de chocolate, brownies y crema batida. —Estoy tan enamorada de ti ahora, creo que me acostaré en este banco y pondré esa mierda en todo mi cuerpo. —Jules dice a Nat, abrazándola con fuerza, luego coloca varios cuencos, y los pasa alrededor. —No nos importa, vamos a ver. —Nate grita desde la sala de estar. —Oh, Dios mío, es tan bueno. —Brynna se queja al masticar un pedazo de brownie. —Me encanta el cuerpo de Brynna. Como Nat, está lleno de curvas, incluso más. —Me gustaría tener sus pechos. —Le digo y no soy capaz de mantener la envidia fuera de mi voz. Ella sonríe. —Cierto.

—Hombre, yo quiero, lo juro. —Tomo un sorbo de mi bebida, mi mente felizmente difuminada ahora, y camino hasta ella, tocándola, la copa de tamaño C entra a la perfección en mi mano—. ¿Ves? Tiene los pechos perfectos. Stacy ¿has sentido sus pechos? —¡Oh sí! —Stacy asiente hacia mí—. Ella tiene hermosos senos. —Quiero sentirlos. —Jules salta entre nosotros. —Dame un poco de chocolate y puedes jugar con lo que quieras. —Brynna ríe—. Esta es la máxima acción que he tenido en meses —ella mira a Caleb y él maldice largo y fuerte. —Tus pechos son hermosos así, sol. —Leo me dice desde la habitación, y le tiro un beso. —Me alegro de que me apruebes, hombre sexy.

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Seguimos matándonos con esa mierda de calorías mientras los chicos se ríen y hablan de fútbol y los autos y otras cosas que francamente no me importan. —Entonces, ¿cómo es el sexo? —Jules me pregunta, echando un vistazo en dirección de la habitación. —Yo no quiero saber. —Meg frunce el ceño—. Espera. Sí, quiero. Cuenta. Quiero decirles. De verdad. —Y luego que nos cuentas sobre el sexo, nos dicen cómo estás. —Natalie añade. Todos ellos me miraban con una mezcla de curiosidad, simpatía y puro orgullo. Dios, me encantan estas chicas. —El sexo es... increíble —admito y me muerdo el labio—. Estoy bien. Todavía estamos descubriendo las cosas entre nosotros. —Suena bastante bien. —Nat asiente con aprobación—. Él es sexy, eso es seguro.

—Dios, quiero comerlo. —Stacy está de acuerdo. —Quiero lamer sus estrellas. —Agrega Brynna y todos reímos. —Amiga, yo lo hago todo el tiempo. Son totalmente lamibles. —Te odio. —Brynna se ríe—. Realmente te odio. —Sí, porque vivir con un SEAL de la Marina es demasiado sexy. —El idiota no me va a tocar, no importa cuánto lo intente —susurra, los ojos de Jules se abren con sorpresa. —Oh, Dios mío. —Ella suspira. —Hablando de sexys —dice Meg—. Míralos. Maldita sea, estamos en la misma habitación con lo que parece ser una lista de una revista de los hombres más sexys

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del mundo. —Necesito un orgasmo. —Suspiro, a la vez que Leo busca mi camino. Una lenta sonrisa de suficiencia poco a poco se extiende por su bonita cara, como si pudiera leer mi mente. Probablemente porque él puede, carajo. —No sé qué otras cosas están descubriendo —Meg dice, y responde a un beso que le lanzaron. —Sólo hace un par de semanas que estamos juntos —le recuerdo. —Es cierto. —Se encoge de hombros y empuja chocolate en su boca. Mi canción favorita, 'King of Anything' deSara Bareilles comienza a sonar en el equipo de audio. —Dios, me encanta esta canción. —¡A mí también! —Jules brinda conmigo y todos empezamos a cantar y bailar alrededor de la cocina, uso un carro como micrófono, riendo y cantando en voz alta.

¿A quién le importa si está en desacuerdo? Tú no eres yo ¿Quién te hizo rey de algo? La canción termina y golpeó las manos en alto, y nos volvemos al oír aplausos procedentes de nuestros hombres riendo. No recuerdo la última vez que me he divertido tanto y me sentí tan... completa. Nos inclinamos ante los chicos. —Otra —Mark grita—. Con menos ropa. Excepto tú, Sam, conserva esa mierda. —Solo la muestra de una canción, gente. Lo siento. —De todos modos, creo que es hora de irse —Isaac dice, mientras que los chicos

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entran a la cocina para unirse a nosotros. Él envuelve sus brazos alrededor de su esposa y la besa en la mejilla. —Es tarde —Nate murmura a Jules. —Aguafiestas —murmura Meg, pero se ríe cuando Will le planta las manos en su culo y la levanta en toda su altura, para darle un beso. —Ok, yo podría ir a casa. Leo se desliza por detrás y me envuelve sus brazos alrededor de mi cintura, tirando de mí con fuerza contra su abdomen plano, y me tensó por un momento, y luego me relajo en su contra. —Eso está mejor — susurra en mi oído—. Estoy listo para tenerte sólo para mí. —De acuerdo. —Le sonrío—. Vamos. Will ya está en la puerta con Meg y el resto de nosotros tomamos nuestros abrigos y partimos.

Leo me acompaña al auto, abre la puerta para mí. Él es un rock star caballero, me encanta eso de él. Estamos a mitad de camino a casa cuando ya no puedo soportarlo. Aflojo el cinturón, y me arrodillo en el asiento, sorprendiéndolo. —¿Qué estás haciendo? —¿Se puede tirar tu asiento hacia atrás un poco más, y aún conducir cómodamente? —le pregunto. Presiona un botón en el lado del asiento, moviéndolo hacia atrás unos centímetros. Suelto su cinturón y abro sus pantalones, tirando de su pene semi rígido de dentro del bóxer, y bajo mi rostro hacia él, lo chupo en mi boca con firmeza, y dejo escapar un gemido cuando él comienza a endurecerse inmediatamente en mi boca. —¡Santa mierda! —exclama y entierra una mano en mi pelo. No le doy la

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oportunidad de acostumbrarse a mi boca, le asalto, de la mejor manera posible, chupando y pasando mis dientes suavemente por su piel, lamiendo y agarrándolo con mis labios, frotando mi mano en toda su longitud. —Sam, Jesús, ¿qué demonios, nena? Mantengo mi culo en el aire, las rodillas en el asiento y sonrío alrededor de su pene cuando siento que azota mi culo. Lo chupo más duro, y siento la tensión en sus muslos, justo antes de venirse con fuerza, golpeando la parte posterior de mi boca. Trago rápidamente, y continúo acariciando su pene con mis labios hasta que se relaja en el asiento de nuevo. Agarra mi barbilla entre el pulgar y el índice y me levanta enfrente a él, besándome rápida y profundamente, y luego sonríe con lujuria en sus ojos grises. —No es que me queje, porque me has follado fantástico, pero ¿qué fue eso? —Me encanta tu polla. —Me encojo de hombros y me siento en mi lugar—. Quería chuparte. Así que lo hice.

—No se puede discutir con eso. —Se ríe—. Pero tuviste suerte que no nos salimos del camino. —Eres un buen conductor. —Asiento y sonríe—. No estaba preocupada. Entrelaza sus dedos con los míos, y frota su pulgar sobre mis nudillos. —¿De qué color es tu ropa interior? —Púrpura. —¿Es tu favorita? —pregunta a la ligera. —Sí, me gusta. —Bueno sugiero que te las saques, antes de que te ponga mis manos cuando lleguemos a casa, a menos que quieras otra bragas rasgadas, sol, porque te voy a

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follar contra la puerta de entrada. —Bueno, no se puede discutir con eso.

Traducido por Vecina Corregido por Leluli

eo cierra la puerta, toma mi mano y antes que pueda poner un pie dentro de la sala, me gira, llevándome contra la puerta, su boca sobre la mía y las manos arrancando mis ropas. —No estabas bromeando. —Por supuesto que no —murmura y tira de mi camisa hacia mi cabeza, abre y

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desliza mi sostén y toma mis senos en sus manos—. Tus pechos son perfectos, lo sabes. —No son muy grandes. —Arrugo mi nariz para él y tiro de su remera sobre su cabeza. —Son perfectos para tu cuerpo pequeño, nena —mi cuerpo se arquea hacia atrás cuando sus labios van a mi pecho derecho y empuja mis pantalones hacia abajo y fuera de mis piernas. —No rompas ésta —le murmuro cuando sus manos se cierran sobre mis bragas. Gruñe y las desciende por mis piernas, plantando sus manos en mi culo y levantándome, envolviendo mis piernas alrededor de su cintura y sosteniéndome contra la puerta. —Me dejas jodidamente loco —murmura contra mis labios—. Eres tan caliente — se desliza profundamente dentro mío y me mantiene allí, entre su cuerpo duro y la puerta—. Quería detener el auto en la calle y follarte bien allí.

—La próxima vez —sonrío para él y muerdo su labio inferior, tirando de su piercing suspirando cuando me empuja duro, con movimientos largos y suaves. Es tan fuerte, sus brazos están flexionados y me sostienen con firmeza. Él entierra su rostro en mi cuello y me muerde levemente y en seguida clama la piel con los labios. —Eres increíble. Dios, amo estar dentro de ti, sin nada entre mi piel y la tuya. —Mmm —concuerdo y entierro mis manos en su cabello suave, tiro de su cabeza hacia atrás y lo beso duro, nuestras lenguas deslizándose una sobre otra, las narices anidadas, hasta que siento que mis piernas comienzan a temblar—. Oh, Dios, Leo. —Sí, nena —susurra y aumenta la velocidad—. Córrete. —Mierda, mierda, mierda —digo y de repente el orgasmo me atraviesa, apretando cada músculo de mi cuerpo. Me agarro fuerte a él, montada en su cuerpo y cuando vuelvo, él gira y me lleva cruzando la sala hasta el cuarto.

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Sin salir de dentro mío, me coloca sobre la cama, apoyando las manos sobre el colchón, al lado de mis hombros y se mueve más rápido, buscando su propio clímax. Bajo mi mano entre nuestros cuerpos, y froto mi clítoris con los dedos, estimulando mis músculos de la vagina apretándome más alrededor de él. Sus ojos están presos en mis dedos, en el lugar donde nuestros cuerpos están unidos. —Tan linda — susurra—. Continúa tocándote. —Eres mandón —murmuro con una sonrisa. Sus ojos grises calientes se disparan hacia mí y me sonríe posesivo, como un depredador. Se inclina hacia abajo, tomando mi mano que está entre nuestros cuerpos y entierra sus manos en mi cabello, sonriendo contra mis labios. —¿Me estás reclamando? —No —me muerdo los labios.

—Me imaginé —susurra y da leves lamidas en mis labios, desciende más para besar mi mentón, mi oído y muerde la punta de mi oreja—. Tan linda —susurra. Con la presión de mis dedos contra mi clítoris, las caderas de Leo meneándose más rápido y su polla dura moviéndose rítmicamente dentro mío, soy un caso perdido. Mi cuerpo se tensa y no puedo dejar de llorar cuando el clímax me atraviesa como un terremoto. El cuerpo de Leo se endurece y grita cuando se corre, sus caderas golpeando contra mí y sus manos apretando mi cuero cabelludo. Se estremece y exhala fuertemente, besando mi rostro y luego mis labios, suavemente, suspirando mientras fija su mirada en la mía. —¿Ves lo que comenzaste? —pregunta. —Fue un placer —respondo riéndome.

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Él sonríe aún más. —Vamos a tomar un baño. —Me vas a ensuciar otra vez —hago una mueca provocándolo. —Yo te limpio de nuevo. Vamos, Luz del sol, vamos a continuar portándonos mal.

—Vas a necesitar más que eso —Leo me dice desde la cama, con una mueca. Luego de otro round en la ducha, finalmente estamos limpios y nos vestimos. Estoy ocupada haciendo mi maleta para el viaje a LA. —Solo voy a estar allí una noche —le recuerdo. —No, vamos a quedarnos algunos días —él mira nuevamente su iPad, perdiéndose mi ceño. —Nosotros no estamos yendo juntos a ningún lugar —planto mis manos en mis caderas y lo miro.

—Yo voy contigo —me dice aún sin levantar la vista de su iPad. —¿Por qué? —Porque tiene sentido —se encoje de hombros—. Mi casa está allí. Vamos a permanecer en ella y he programado reuniones a las que necesitaba ir de cualquier manera. —¿Cuándo exactamente estabas planeando compartir esos planes conmigo? No sé porque estoy tan molesta, pero lo estoy. Estamos juntos hace solo unas semanas. No está bien que él decida cosas sin hablar conmigo. No soy su propiedad. —Estoy diciéndotelo ahora. —Mira… —comienzo pero él lanza su iPad en la cama, endereza su cuerpo largo y

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delgado fuera de ella y toma mi rostro entre sus manos. —No quiero estar lejos de ti por algunos días. No estoy preparado para eso. Quiero tenerte en mi cama. Quiero verte en mi casa. Quiero mostrarte mi playa. Son solo algunos días y no te lo he dicho antes porque sé lo malditamente miedosa que eres y sabía que ibas a decir que no. —Es solo una noche —arrugo mi frente, una parte de mi completamente tonta con la idea de que él quiera estar conmigo, pero con miedo, porque ninguno de los dos conseguimos soportar la idea de estar separados por apenas unas horas. Cierra los ojos por un segundo, mueve la cabeza y aprieta su mandíbula cuando me mira nuevamente. Herí sus sentimientos. —Pero me gustaría conocer tu casa —hablo pensativa—. ¿Vives en la playa? Su cuerpo se relaja y su rostro se calma. —Sí.

—¿Ya has tenido sexo oral en la playa? —le pregunto. Él sonríe y sus pulgares acarician mi rostro suavemente. —No. —Yo si —levanto mis hombros y sonrío cuando él me mira fijamente—. Vamos a necesitar un cobertor porque no quiero arena en mis partes íntimas. —Entonces, ¿estás asumiendo que vamos a hacer sexo oral en mi playa? —Estoy segura —lo beso rápidamente y salgo de sus brazos, volviendo a preparar mi maleta—. Mierda, necesito más cosas. Mientras él se ríe, salgo de mi cuarto para escoger más ropa para nuestro viaje a la soleada California. Cuando regreso, él está sentado en la cama nuevamente, examinando su iPad.

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—¿Qué estás haciendo? —le pregunto. —Leyendo mails y marcando compromisos. —Nadie trabaja a esta hora de la noche —le recuerdo. —No, pero cuando lean mis mensajes mañana, ellos lo van a hacer. —Entonces, ¿tú solo les dices a esas personas que salten y ellos preguntan a qué altura? —pregunto con una ceja levantada, doblando un pantalón beige capri y colocándolo en la maleta. —Más o menos —se encoje de hombros. —Debe ser difícil —murmuro sarcásticamente. —Pago sus salarios —me recuerda—. Ellos pueden conseguir un tiempo para encontrarse conmigo. Punto para él. Concuerdo con mi cabeza y termino de preparar mi maleta cuando se me cruza un pensamiento.

—Puta mierda, ¿tú vas a entrar en el avión mañana conmigo? Él comienza a sonreír terminando en una carcajada. —No, querida. Vamos a tomar un jet de Arista’s. —¿Qué? —exclamo sorprendida. —Bueno, uno de sus jets —frunce el ceño profundamente—. Si entro en un avión contigo, vamos a tener un problema en nuestras manos. Asiento lentamente. —Fans. —Sí. Respiro hondo y lo miro a los ojos.

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—Odio esa parte. Él hace una mueca y siento la necesidad de aclararle. —Estoy tan orgullosa de ti, nene. —Subo a la cama y monto en sus caderas, envolviendo mis brazos alrededor de su cuello—. Amo tu música y estoy tan orgullosa de saber que haces lo que amas. —¿Pero? —me pregunta, sus grandes manos deslizándose hacia arriba y hacia abajo en mi espalda. —Pero —arrugo la frente, intentando reunir mis pensamientos—. Esa parte de la fama me pone nerviosa. Diablos, él me pone nerviosa. —Ya pasé antes por eso —le recuerdo—. Tengo un pasado que lo prueba. —Mira, Sam, no espero que seas parte de ese lado de mi vida como celebridad. Eso es solo un trabajo. Si yo trabajara en una oficina, no te llevaría conmigo. Si quieres

que las cosas sean discretas entre nosotros, todo bien, pero no voy a mentir sobre lo nuestro. Tú eres mía. —Me besa y pasa los dedos por mi mejilla—. Tampoco necesitamos hacer una tapa de revista. —Ok —concuerdo. —La realidad es que en algún momento nos van a fotografiar juntos. La prensa nos va a descubrir. Después de un tiempo, eso va a ser noticia vieja. Acuerdo con la cabeza, sabiendo que está en lo cierto. Esta es la parte de mierda. Pero si no quiero lidiar con su status de celebridad, voy a tener que optar por perderlo. Porque eso es lo que él es. No lo puede cambiar. Y yo no quiero que él cambie. —Ok —le digo otra vez y le sonrío—. Tranquilo.

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—No eres una buena mentirosa —murmura, con ojos serios—. No es tan fuerte como lo que sucede con Luke, bebé. Sus fans eran obsesivos. Los míos son apenas… persistentes. Muevo mi cabeza y sonrío. —Ok. —¿Conoces otras palabras además de “ok”? —me pregunta. —Si —respondo simplemente. —Niñita —se ríe y me abraza—. No te preocupes, querida. Vamos a estar bien. Descanso mi cabeza contra su pecho, oyendo su ritmo cardíaco estable. Dios, él me deja nerviosa.

—¿A qué hora es tu entrevista? —Leo pregunta. Está sentado a mi lado en la limusina, saliendo del aeropuerto. Aún estoy retorciéndome en mi asiento, mojada e hinchada. ¿Quién imaginaría que tener sexo en un avión particular sería tan divertido? La sonrisa de Leo es presuntuosa. —¿Estás bien? —Estoy bien —levanto mi mentón y aliso mi falda sobre mis piernas—. Hum, la entrevista es a las dos de la tarde. —Bien, tenemos tiempo de ir a mi casa primero. —¿Dónde vives? —pregunto, curiosa por conocer el lugar que él llama casa y nerviosa como el infierno, y no es por la entrevista.

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¿Por qué estoy tan nerviosa de ir a casa de Leo? —Malibu —responde y besa mis dedos. —Pero mi entrevista es en Burbank —le recuerdo. —No te preocupes, vas a estar allí a horario. —La limusina entra en la autopista y Leo me tira contra él, envolviendo su brazo alrededor de mi cuerpo y mis ojos comienzan a cerrarse. Estoy tan malditamente cansada. No dormí bien la noche anterior, con miedo de quedarme dormida y no escuchar la alarma. —Duerme —me susurra y besa mi cabello—. Voy a despertarte cuando lleguemos. Intento dormir pero simplemente no consigo desligar mi cerebro. Estoy muy nerviosa por conocer la casa de Leo, por la entrevista de hoy y sobre la posibilidad de ser vista con él. Si, esa es la parte que me deja más nerviosa. Ya hace bastante tiempo, desde que vi mi foto en una revista y prefiero no comenzar con eso de nuevo. Para no hablar de que me transformo en una perra furiosa cuando estoy nerviosa.

Eso no es bueno. —¿Qué estás pensando? —me pregunta bajito. Mis ojos se abren sorprendidos y me sonríe nuevamente—. Yo sé que no estás durmiendo. —Solo pensando en la entrevista —es apenas una mentira a medias. —Vas a hacerla muy bien —su voz es tranquila. —¿Qué hay de malo conmigo? —pregunto con una mueca. —Probablemente porque no quieres vivir aquí —él encoje sus hombros. —No voy a discutir eso otra vez —pongo en blanco mis ojos e inclino mi mejilla contra su pecho nuevamente. —Vas a hacerla muy bien —repite—. Llegamos.

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La limusina entra por un portón y atraviesa un parque, antes de parar al frente de una casa blanca, grande y moderna. Hay arbustos que revisten la calle y jardines de flores por todos lados. —Debes tener un jardinero. —Lo tengo —sonríe y me ofrece su mano, ayudándome a salir del auto. El chofer saca las maletas del baúl y las coloca en los escalones del frente. —Nosotros nos encargamos a partir de aquí, gracias —Leo le dice al chofer. —Muy bien, señor —el chofer apoya los dedos en la punta de la gorra y se retira. —Bienvenida. —Leo sonríe y me besa nuevamente, abriendo la puerta y dejándome pasar primero. Siento que entro en aquella zona de penumbra. Estoy totalmente confundida. Odio eso.

—Esto es… bonito —murmuro, mis ojos intentando verlo todo. Es ultramoderno. Hay un piano blanco de cola descansando sobre una alfombra de oso polar en un rincón de la sala. Hay un mueble también blanco, de tres lugares próximo a una chimenea a gas. Hay almohadones rojos y negros, dispersos y una mesa. Los pisos son de mármol frío. La sala es abierta con la cocina y hay un pequeño espacio de alimentación. Los armarios son negros, pero, nuevamente, las mesadas son de mármol blanco. Todos los aparatos son de acero inoxidable. Hay una escalera en espiral que lleva hasta el segundo piso. Mis ojos inmediatamente encuentran un lindo balcón al lado de la cocina, con una cocina al aire libre, hogar, y que desciende hasta una piscina que parece infinita. —Vamos a llevar nuestras maletas al piso de arriba —Leo murmura y me lleva por

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las escaleras. El piso superior es más de lo mismo. Todo es impecablemente blanco con un arte extraño y moderno en las paredes. Pasamos por puertas que imagino son su escritorio y cuartos de huéspedes y me lleva a un cuarto grande, que imagino es el principal, escasamente amueblado. La cama del tamaño de Alabama, suave y todas las sábanas son blancas. Hay tapetes negros cubriendo el piso de mármol. —El baño es por allí —hace un gesto hacia la puerta izquierda—. Puedes colgar tus cosas en el armario de allí, y el balcón está allá. El balcón es la mejor cosa que vi hasta ahora. Camino hacia allí, abriendo la puerta de vidrio y salgo al espacio cubierto. Hay dos sillas mecedoras de grandes dimensiones y la vista te quita el aliento. El océano es azul brillante, reflejando el sol. Hay una ligera brisa. Me encantaría pasar cada minuto de cada día aquí, si pudiera.

—No has dicho ni una palabra —Leo habla detrás de mí. Me giro y me inclino contra la baranda, observándolo. Su cabello se mueve con el viento. Sus manos tatuadas están metidas en los bolsillos traseros de sus pantalones, empujando su remera roja con fuerza sobre su pecho—. ¿Qué estás pensando? —Me gustaría pasar todos los días en este balcón. Se ríe y asiente. —Acostumbro hacer eso cuando estoy aquí. —¿Cuánto tiempo estás aquí? Frunce la frente. —No mucho. Cerca de dos días cada dos o tres meses.

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—Entonces, ¿solo pasas una o dos semanas por año en esta casa? —pregunto sorprendida. —Últimamente, sí. —Puff, no es un misterio que necesitas unas vacaciones —cruzo mis brazos sobre mi pecho. ¿Cuándo viajará otra vez? Inclina la cabeza para un lado, observándome de cerca. —¿Cuál es ese pensamiento que acabas de tener? —Solo pensaba que tienes la agenda completa —respondo. —Esta es la segunda vez que me mientes —murmura bajito, con su mirada dura. —No es una mentira. Se mueve hacia mí y acaricia mi labio inferior con su pulgar. —Habla conmigo.

—Eres un hombre ocupado —afirmo simplemente. Sus ojos se estrechan, mirándome y entonces suspira. —Estoy intentando bajar el ritmo. —Por ahora —levanto mis hombros—. ¿Tú has decorado este lugar? —pregunto antes que él profundice más sobre el tema. —No —se ríe—. Esto es mucho más lindo de lo que era cuando me mudé. —Nada que ver contigo —le digo con sinceridad—. Es frío e impersonal. —¿Y cómo soy yo? —pregunta y se aproxima más. —Tú no eres este lugar moderno y súper estéril. —¿Tal vez deba redecorarlo? —me pregunta con una sonrisa.

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—Tal vez —y muevo mis hombros. No me gusta que él viva aquí. Eso en verdad lo resume todo. Odio eso, saber que es dueño de una casa en Los Angeles y no en Seattle. Este no es el lugar donde él pertenece. —Ok, tu cerebro se está moviendo a velocidad luz, y me encantaría torturarte hasta saber que está pasando por allí, pero necesito llevarte a Burbank —se inclina para besarme suave, tiernamente, y quedo shokeada al sentir las lágrimas asomar en mis ojos. —Vamos a hablar más tarde. —Estoy bien. —Vamos a hablar más tarde.

—Gracias por haber venido de tan lejos para esta entrevista, Srta. Williams

—el

Señor Foss sonríe y aprieta mi mano. Él ya me llevó a conocer todas las salas y me presentó algunas personas y ahora estamos instalados en su escritorio, listos para comenzar a hablar del trabajo. —Gracias por recibirme —le sonrío alegremente. —Su currículum es ciertamente impresionante y hay tres personas más que se juntarán con nosotros brevemente para proseguir con la entrevista. Pero antes de continuar, tengo algunas preguntas. —Por favor. —Telefoneé a su ex empleador de Seattle Magazine. Mierda.

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—¿Si? —Conozco a Bob hace algún tiempo. Como usted sabe, el mundo del periodismo es muy pequeño —sonríe amablemente, pero siento mi estómago como una roca. —Eso es verdad —asiento. Ve directo al punto. —Bob no fue muy educado con sus palabras —él comienza y yo siento mi rostro ruborizarse. ¡Aquel hijo de puta!—. Pero yo sé, trabajando en este negocio, que siempre hay dos lados en una historia —él levanta una ceja. —Señor Foss —comienzo y limpio mi garganta—.Amo lo que hago. Creo que usted ya percibió por mi currículum y otras referencias que soy extremadamente dedicada y que soy buena en mi trabajo. Pero soy extremadamente leal a mi familia, y espero que cualquier empleador que me contrate, consiga respetar eso. Él me mira por un momento, se inclina hacia atrás en su silla, sus dedos entrelazados sobre su redonda barriga. Finalmente, frunce los labios y asiente. —Es justo.

Traducido por blanca20011983 Corregido por Angeles Rangel

or qué voy contigo otra vez? —le pregunto a Leo, mientras conduce por la autopista a la mañana siguiente. —¿Por qué no? —me pregunta. —Me podría haber quedado en casa y enviar currículos hasta que vuelvas.

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—Eso es aburrido —él me sonríe—. Además, yo pensé en llevarte al muelle de Santa Mónica, cuando estemos volviendo a casa. —¿Un tour? —le pregunto con una sonrisa. —Claro —se encoge de hombros—. Voy a llevarte a la noria. —Tengo miedo a las alturas. —Te mantendré a salvo. —Me besa la mano y entra en un aparcamiento. —Estamos en el estudio de Arista. —Inclino mi cabeza y miro el edificio alto. —Oh, bueno, era exactamente donde quería ir. —Se ríe de mí cuando salgo del auto. —Eres muy inteligente. —Le golpeó el brazo, y luego le doy una risa, y me sumerge en sus brazos, besándome profundamente. —Lo siento. —Habla en voz baja, sus ojos felices.

—Estás perdonado —le susurro. —Eres muy fácil. —Se ríe, me abraza al entrar en el edificio y me lleva a los ascensores. —¿Qué estamos haciendo aquí? —le pregunto. —Los otros chicos ya están aquí. —¿Nash está aquí? ¿Por qué? —Tenemos que dar una entrevista y nos tomaran algunas fotos para la revista People sobre el lanzamiento del próximo álbum. Será en unos pocos meses, pero así no tendré que hacerlo más adelante. —Bien entonces, de nuevo, ¿por qué estoy aquí?

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—Pensé que sería divertido. —Él me frunce el ceño—. ¿Estás realmente preocupada por esto? —No lo sé. —No va a tomar mucho tiempo. —Me besa la frente y las puertas se abren al vestíbulo de un estudio fotográfico que ya está cargado con luces y un fondo blanco. —Hey, hombre. —Un tipo más bajo, pero con cabello mohicano, aprieta a Leo en un abrazo—. ¿Cómo estás? —Bien, hombre. Hey, ella es Sam. —Leo se vuelve hacia mí con una sonrisa—. Sam, este es DJ, nuestro bajista. Has conocido a Eric y Jake. Y ese es Gary. Todo el mundo sonríe y asiente. —Me alegro de verte de nuevo. —Eric sonríe, con su voz amable y sin el coqueteo anterior.

—¿Me estabas poniendo a prueba cuando me encontré con él en Seattle? —le pregunto, y pongo mis manos en mis caderas. —La pasaste. —Se encoge de hombros y sonríe. Jesús, no es de extrañar que las mujeres le arrojen su ropa interior cuando las mira. —Eres demasiado lindo para tu propio bien —le lanzo una mirada irónica—. No coquetees conmigo o voy a tener que hacerte daño. —Me gusta —habla Gary desde donde está sentado en un sillón donde lo están maquillando. —Vaya, estás hermoso —se burla Leo de él. —Cállate. —Señor Nash, si puede sentarse aquí, vamos a prepararlo. Todo el mundo está

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listo. —No me vas a tocar con ese maquillaje —gruñe Leo y pongo mi mano sobre mi boca antes de empezar a reír a carcajadas. —Pero las luces… —el maquillador comienza a hablar con esa forma de ser completamente gay, pero se detiene cuando Leo levanta la mano. —Para eso inventaron el Photoshop. —Eres un idiota. —Sonríe Jake y se desplaza a través de su teléfono. —Pero estoy sin maquillaje —está de acuerdo Leo—. ¿Dónde está Lori? —le pregunta a Gary. —¡Estoy aquí! —Todos nos damos la vuelta cuando una morena alta, y muy embarazada, se desliza a través de la habitación. Dios mío, es hermosa.

—Hey, niña bonita. —Leo sonríe y abraza a Lori suavemente, poniendo una mano sobre su vientre y besándola en la mejilla. Podría matarla. —¿Cómo te sientes? —le pregunta él. —Gorda, cansada y embarazada —se ríe ella— pero Gary cuida de mí. —Retira tus manos de mi esposa, idiota —dice Gary con los ojos entrecerrados. Este debe ser el comportamiento normal. —Quiero que conozcas a alguien. —Leo se aparta y asiente en mi dirección—. Ella es Sam. La boca de Lori cae de sorpresa y sus ojos se abren cuando mira a Leo.

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—¿Me estás presentando a una mujer? —Cállate —se queja él y se ríe. —Mierda. Hola. —Se mueve tan rápido como puede hacia mí, y en lugar de estrechar mi mano, me tira en un fuerte abrazo—. Es muy bonito conocerte. —Hola —le sonrío y salgo de su abrazo—. ¿No te conozco de algún lado? —Oh. —Ella asiente con indiferencia, y se frota el vientre—. Yo solía hacer algunos trabajos como modelo, pero ahora soy ama de casa. Y entonces me golpeó. —¡Eres Lori Fitzgerald! —Si —sonríe ella tímidamente. —Algunos trabajos como modelo, ¿no? —le pregunto con la lengua en la mejilla—. Es como decir que yo hago algunas respiraciones. Lori se echa a reír.

—Bueno, supongo que eso es cierto. —Hey, chicos. —Otra mujer entra en la habitación, consultando un iPad firmemente en su brazo, sin levantar la vista. Ella está acostumbrada claramente a estar rodeada de gente famosa. Gracias a Dios. —Me alegra que hayas llegado hasta aquí. —Frunce el ceño a Leo, pero él sólo se ve firme. Leo Nash no pide disculpas por el retraso. Un fotógrafo se une a ella y comienza a tomar fotos de los chicos mientras ellos se están preparando para el rodaje y hablando entre sí, después de mí de pie junto a Leo y Lori.

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—¿Por qué este hombre me está fotografiando? —le pregunto, mi voz en modo de puta completa. —Está tomando algunas fotos del backstage para el reportaje —me responde la mujer—. Soy Melissa, la relaciones públicas de Nash. Ella me mira a los ojos por un momento, y luego sus ojos azules se amplían. —¡Oh, Dios mío, eres la hermana de Luke Williams! Y así, mis paredes se levantan y mantengo mi expresión impasible, alejándome de Leo y apretando los puños. Hermana de Luke Williams. Yo no tengo nombre propio. —Yo no di permiso para que alguien me tome una foto. Melissa mira a Leo buscando orientación, pero él se encoge de hombros. —Tiene razón. Es su derecho. —¿Están los dos juntos?

—¡No! —Sí —respondemos al mismo tiempo. Leo me frunce el ceño—. Lo estamos. —¡Mierda, esto va a ser una gran primicia! —dice Melissa y yo aprieto los dientes. —No voy a responder a las preguntas. No quiero que mi imagen salga en este artículo. Ni una maldita palabra, ¿me entiendes? Ella se acerca y se detiene abruptamente, con el ceño fruncido. —Saliste con Scott Parker, ¿no es así? —¿Saliste? —pregunta Lori, su voz impresionada. —Sin comentarios —le respondo y deseo con todas mis fuerzas no estar aquí. ¿En que estaba pensando al ir con él a una entrevista en Los Ángeles? No puedo vivir

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aquí. —Hey. —Leo me gira y me abraza, pero estoy tiesa como una tabla—. Sam, para. —Haz tu entrevista, toma fotos, y sácame de aquí. —Lo miro por un momento y luego me relajo. No lo hizo a propósito. Sólo me quería con él. Tomo una respiración profunda, de espaldas al resto de la sala, frente a Leo. Frunce el ceño, pero sus ojos están llenos de preocupación, no de ira. Niego y tomo su mano firmemente en la mía. —Lo siento —le susurro—. Yo no quiero mi foto en el artículo. —Ya está hecho —contesta y besa mi frente—. Tu foto no aparecerá en el artículo. Melissa aprieta los dientes. —Pero es una gran primicia, Leo. —Me importa un bledo. A menos que quieras perder tu trabajo, déjala fuera.

—O nos vamos. —Eric está de acuerdo en silencio. Por primera vez desde que Melissa entró en la habitación, miro a los otros chicos. Todos ellos la están mirando. —No eres el TMZ10 —recuerda Lori... —De acuerdo. —Melissa se endereza, lanzando dagas en mi dirección—. Vamos a hacerlo. —Vuelve la espalda y golpea el suelo duro con sus talones, mientras camina por el estudio. —Ella es una perra —susurra Lori y me guiña el ojo. —No soy una fan de la prensa. —Sin embargo, trabajas en la industria. —Leo asiente y se ríe de mí. —Soy redactora de revistas de estilo, no de chismes —aclaro.

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—Entonces, ¿saliste con Scott? —pregunta Lori, llamando mi atención de nuevo. —En resumen, hace mucho tiempo —murmuro en voz baja a Melissa y el entrevistador no oye lo que estamos hablando. —Es caliente. —Es un idiota. —Sonrío dulcemente—. No importa lo maravilloso y dulce que quiera que todos piensen de él. —¡Lo sabía! —Lori ríe—. Nadie es tan perfecto. —No tienes ni idea. Leo nos está mirando en silencio, con los ojos fijos en los míos. Me encojo de hombros.

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TMZ: una fuente de noticias de celebridades, compuesta por paparazzi dolorosamente aburrida y totalmente ajeno a lo patético y aburrido que son.

—¡Vamos, muchachos! —llama Melissa—. Estaremos fuera de aquí dentro de media hora. —Famosas últimas palabras —murmura Lori y se sienta en una silla mientras los chicos se mueven al estudio para tomar las fotos y contestar preguntas—. Siéntate conmigo. —De acuerdo. —Me uno a ella y veo los destellos de disparos en la otra habitación. —¿Cuánto tiempo? —pregunta ella, sus ojos también en el estudio. —Hace unas semanas. Ella asiente. —Estos chicos no son fáciles. Increíblemente sexys, pero no son fáciles.

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—¿Qué tipo es fácil? —le pregunto con una sonrisa. —Buena pregunta —ella está de acuerdo. —¿Ustedes han tenido problemas a causa de ello? —le pregunto en voz baja. Ella me mira y de nuevo a los chicos. —No. Siempre fue Gary para mí. Y antes ya éramos amigos. —Se vuelve a poner seria— pero es diferente con él, ya sabes. —Sí, lo sé. —Bueno, entonces. —Ella exhala y me sonríe mientras se frota su vientre—. Bienvenida al clan.

—¿Cuándo volvemos a Seattle? —le pregunto a Leo, cuando estamos en el auto viajando por la carretera. —Jueves por la mañana, ¿por qué?

—¿Estás dispuesto a ir al muelle? —Cambio la posición en el asiento para ver su rostro. Me encanta observarlo. Me mira, y luego de nuevo a la carretera. —¿Tienes algo en mente? —Me encantaría pasar tiempo en la playa, pero prefiero algo más privado —le sonrío y corro mis dedos hacia arriba y abajo de su muslo. —Hmm, privado, ¿no? —él sonríe y se pone sus gafas de sol—. Conozco un lugar. —Muy bien. Conduce el auto en la carretera y menos de veinte minutos más tarde, estamos en su garaje. —Bueno, esto es privado —murmuro y sonrío mientras él me ayuda a salir del auto.

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—Tengo una playa privada aquí. —¿Realmente eres dueño de un pedazo de la playa? —le pregunto emocionada de llegar al agua. —Sí, podría haber comprado un pequeño país del tercer mundo con lo que me costó, pero es muy grande. Yo empiezo a caminar por el lado de la casa, pero me interrumpe. —Vamos a entrar en la casa primero. —Quiero entrar en el agua. —Lo sé, impaciente. —Me sonríe y me lleva a dentro—. Precisamos algunas cosas. —¿Cómo qué?

—Una manta. —Parpadea y se encoje el estómago y las pequeñas bragas rosadas que estoy usando con estos pantalones de color caqui se mojan inmediatamente. Una mirada del hombre, y yo soy un charco. Dios, me encanta. —Vamos. —Estoy casi saltando arriba y abajo de la emoción. —No vas menudo a la playa, Luz del sol. —Leo es enero. Creo que estábamos a 5 ° C y llovía cuando salimos de Seattle. Aquí estamos a 25 ° C y es un hermoso día. Por supuesto, quiero caminar por la playa. —Puedes dejar tus zapatos aquí. La arena es suave. —Toma mi mano y me lleva por una escalera de madera sobre la arena blanca. El agua de aquí es tan diferente de la costa norte.

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—Uno nunca piensa que es el mismo océano —murmuro y respiro el aire del mar feliz. —Es muy diferente. —Sacude la cabeza, mirando las olas romper en la playa. Es un día pintoresco, cálido y soleado, el agua está bastante calma. La playa está vacía. —Vamos. Leo deja caer una gruesa manta sobre la arena y me lleva hasta el agua. —¡Estará fría! —grito y entro en el agua caliente—. Oh, es como el agua de la ducha. Corro en el lugar, disfrutando de la sensación del agua sobre mis pies, tobillos y piernas, hasta que me doy cuenta de que estoy interpretando a un loco personaje de dibujos animados. Me detengo y miro a mi alrededor, encontrando a Leo unos veinte metros detrás de mí, con los brazos cruzados sobre el pecho desnudo, gafas de sol sobre los ojos y una sonrisa en su rostro.

—¿No vienes? —le pregunto. —Supongo que no juegas muy a menudo —comenta y me acompaña en el agua tibia. —¿Lo crees? —le pregunto con una ceja levantada. —No tan a menudo como deberías —habla y tira de mí cerca de él—. Me encanta verte tan feliz y sonriente. Me recoge en sus brazos y no me besa, me tiene. Me consume. Por último, me permite deslizarme por su cuerpo, los pies salpicando de nuevo el agua. —Vamos a caminar. —Cojo su mano y lo tiro a la orilla del agua, chapoteando los pies en ella a medida que avanzamos.

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—Háblame de Parker —su voz es tranquila pero fuerte. Él no permitirá que escape o dé respuestas a medias. Caray, yo no hago eso. —Estaba en la película Nightwalker con Luke. Interpretó el papel de su hermano mayor —empiezo y veo la espuma blanca de las olas. —Sí, lo recuerdo. ¿Cómo te involucraste con él? —me pregunta. —¿Te pondrás todo celoso y estúpido? —le pregunto, medio en broma. —No, pero tengo la sensación de que esto podría explicar las cosas un poco. Esto explicará un poco de mi equipaje, pero no todo. Se lo diré. No estoy lista para el resto todavía. —Yo estuve en el set durante una semana con Luke cuando estaban filmando. Él era hermoso. Yo una idiota —me encojo de hombros—. Ya sabes cómo es. —¿Entonces qué? —me pregunta.

Mierda. —Y luego salimos por un tiempo. Las películas eran ridículamente populares. Bueno, tú lo recuerdas. —Pongo los ojos en blanco—. A Scott le encanta la atención. No podía ser más diferente de Luke. También odiaba el hecho de que Luke, era el personaje principal de la película, tiene la atención de todos aquellos adolescentes estúpidos que corrieron tras él. Niego y saltó sobre un trozo de madera. —De todos modos, supe con relativa rapidez que ambos no duraríamos mucho tiempo. Es muy egoísta para mí, muy egocéntrico. Pero de repente estaba atrapada en medio de la tormenta mediática que hubo sobre los chicos en ese momento. Pobre Luke. —Me detengo y miro el agua, viendo el sol que comienza a hundirse en el horizonte, el cielo se torna de color rosa y naranja, pero todo lo que veo es mi pobre hermano en mi cabeza.

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»Las mujeres lo perseguían. Literalmente lo perseguían por la calle. Encontraban la manera de colarse en sus habitaciones de hotel. Ofrecían mamadas por números de teléfono. —Suena como groupies. —Sonríe Leo y yo asiento. —Sí, excepto que estas groupies tenían trece, catorce. —¡Maldita sea! —murmura Leo. —Exactamente. —Me froto la cara con las manos y luego me froto el pelo—. Leo, no sé cuántas de estas jóvenes mujeres afirmaban que estaban embarazadas y que Luke era el padre. —¿Me estás tomando el pelo? —No —niego y sonrío con tristeza—. Él, por supuesto, nunca tocó a ninguna de ellas, pero eso no impidió las acusaciones. De todos modos, todos fuimos perseguidos por todas partes durante el rodaje y durante unos cinco años, mientras las películas fueron populares. Bueno —me tomo un descanso, y le ofrezco una

pequeña sonrisa—. No fue peor para mí, porque después de seis meses o algo así, rompí con Scott y me fui a casa. Pero en esos seis meses nos siguieron todos los días. Paparazzi con cámaras apuntaban hacia nosotros, estando en público o no. Me encojo de hombros y comienzo a caminar de nuevo. —Mi vida no es realmente así, Sam. —La voz de Leo está en calma, y sus manos en sus bolsillos mientras camina a mi lado. —Yo sé que no es exactamente lo mismo, pero sigues siendo reconocido todo el tiempo. Incluso no pudimos tomar un vuelo normal para llegar aquí. Frunce el ceño. —¿Por qué dices eso? —Sólo estoy contando una historia. Tú lo pediste —le recuerdo, y él está de

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acuerdo—. Volvamos al pasado. Un día, mientras estábamos todavía juntos, Scott y yo estábamos almorzando fuera, y los paparazzi nos encontraron, como siempre. Ellos no paraban de hacer preguntas, tomar fotos, ya sabes. Y llenar nuestra bolsa, pero Scott no quería hacer una escena y arruinar su reputación absolutamente limpia. Sólo me estaba follando. —Pareces tú —murmura con una sonrisa. —Bueno, yo debería haber mantenido la boca cerrada. Debido a que nos persiguieron el resto del día. Acabo provocando un accidente automovilístico menor. —Espera —se detuvo bruscamente, su mano en mi brazo—. ¿Saliste herida? —No —negué— pero me asustó. Y enfadó a Scott. —Debería estarlo. —Él está tan enojado en mi defensa, y yo sólo quiero darle un beso. —No, él estaba enojado conmigo —aclaro

—¿Por qué? —Por qué no mantuve la boca cerrada. Según él, fue mi culpa. —¡Ese hijo de puta! Dios, él es caliente cuando está enojado. —Sí, y esa fue la gota final que me hizo romper con él. Y unos años más tarde se produjo el incidente en la casa de Luke, no lejos de aquí. Suspira profundamente y me tira en sus brazos, meciéndose hacia adelante y hacia atrás, con las manos frotando la espalda de arriba abajo. Me siento muy segura con él. —Sentémonos en nuestra manta y veamos la puesta de sol —susurra él en mi oído,

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y se aparta para agarrar la manta sobre la arena. La colocamos, y nos sentamos en el medio, apoyada en su pecho, sin decir nada, mientras miramos cómo el sol comienza a hundirse en el agua. —Me encanta el mar aquí —comento. —A mí también, pero sinceramente, cambio todo eso aquí por Seattle sin pestañear. —¿En serio? —mi mirada sorprendida encuentra la suya. —Sí, creo que no sabía cuánto lo echaba de menos hasta pasar allí estos últimos meses. —Me gusta cuando estás en Seattle, también —susurro, dibujo los tatuajes en su mano con el dedo. —¿Te gustan? —me besa la cabeza. —Sí.

Él me inclina la cabeza hacia atrás con un dedo, veo sus hermosos ojos grises, y estoy completamente atrapada por él. Estoy completamente enamorada de este hombre.

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Traducido por Vecina Corregido por Angeles Rangel

is ojos caen sobre el piercing en su labio y él se inclina y barre suavemente sus labios contra los míos. —Eres tan dulce —susurra y me besa profundo, sus manos sujetando mi cabella, asegurándome contra él.

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Suelto un gemido cuando me tira de espaldas en la arena suave, protegida con el cobertor. Se recuesta encima de mí y aún estamos con nuestras ropas, me besa, apartando el cabello de mi rostro y luego se aparta apenas algunos centímetros y me sonríe. —Vas a tener frío —susurro y froto su espalda caliente con las manos. Amo sentir su piel lisa. —Estoy bien —murmura y mueve la cabeza—. Hueles tan bien. —Como tú —le sonrío tímidamente y acaricio su nariz con la mía—. Tú aún estás con los pantalones. —¿Será que eso te está escandalizando? —pregunta con una carcajada. —Sí, estoy terriblemente ofendida —lo miro provocativamente y llevo mis manos entre su bóxer y la piel de su trasero—. Amo tu trasero. —Yo también amo el tuyo. Y todavía está cubierto. —Tú estás sobre mí. —Sí —concuerda y no se mueve para que pueda quitarme mi ropa. —Bien, entonces parece que estamos en un impasse.

—¿Y si yo solamente quiero estar aquí y besarte toda la noche? —pregunta él, su rostro serio, su mirada sobre mi cara, sus dedos rozando suavemente mi piel. —¿Eso quieres? —le pregunto. —Claro que no, quiero estar dentro de ti pero esa no es la cuestión —se ríe. —Bien, puedes besarme cuando quieras. —Es bueno saberlo. Él me besa una vez más y luego se pone de rodillas tirando de mis pantalones y levanta las cejas cuando ve mis bragas. —Bella pieza. —Por favor, no las desgarres —me río.

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—No, ellas se quedan. —Abre su pantalón, bajándolo por sus piernas y después se ubica sobre mí nuevamente, ajustándose entre mis muslos. No puedo creer que antes de él nunca tuve sexo en esta posición. Adoro la manera en cómo me siento con él encima. Aunque nunca había confiado en nadie antes colocándome en esta posición vulnerable. —¿En qué estás pensando?— susurra. —Que amo la forma en cómo me siento cuando tú estás así sobre mí. Mueve sus caderas hacia atrás, acomodándose entre los dos y hace mis bragas para un lado con la punta del dedo y lentamente, tan malditamente lento, se hunde en mí. —Oh, bebé. —Ok, me gusta esto también —sonrío contra su boca. —Oh, Luz del sol, eres increíble —besa mi nariz y mis mejillas. Por lo tanto, él no está follando conmigo ahora. Está haciendo el amor conmigo y no consigo tener suficiente de él. —¿Por qué me llamas Luz del sol? —pregunto e imagino si me lo va a decir. Mis manos se están deslizando por su espalda, brazos, trasero. No puedo parar de tocarlo.

—Te lo dije antes, por tu cabello. —No creo que eso sea verdad. —Llevo mis dedos por su rostro y beso sus labios suavemente. Respira hondo y se mueve un poco más dentro de mí, haciéndome jadear. —Te llamo Luz del sol —susurra y acaricia mi rostro— porque cuando sonríes, me iluminas por dentro. —Oh, bebé —le susurro y tiro de su rostro hasta el mío y lo beso ferozmente, moviendo mis caderas. Él comienza a deslizarse dentro y fuera de mí, aún lentamente, pero de forma firme, balanceando su hueso púbico contra mi clítoris cada vez que entra en mí.

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La noche desciende completamente a nuestro alrededor y puedo escuchar el sonido de los grillos mezclándose con las olas rompiendo en la playa. Estoy envuelta literal y emocionalmente por el calor de Leo. Él lleva una de sus manos a mi cabello, a lo largo de mi cara y descansa al final sobre mi pecho. El pulgar y el índice trabajando firmes en mi pezón a través de mi camisa, enviando electricidad directo a mi centro, y pulso alrededor de su erección. Me besa el cuello y muerde mi hombro. —Córrete. Lo hago, bajito pero no menos intenso de cuando me folla duro. Me estoy quebrando debajo de él, agarrándome a su espalda con las uñas. —Ah, mierda, bebé —gime él y me sigue en el éxtasis. ***** —Realmente debemos levantarnos —murmuro y giro el rostro para besar su pecho. —¿Por qué? —Es casi mediodía —me río. Leo sonríe y besa mi cabeza. —No tenemos ningún lugar al que debamos ir, no hasta esta noche. —Se pone de lado para quedar frente a mí. —¿Qué vamos a hacer esta noche? —le pregunto y trazo su tatuaje del hombro. —Fuimos invitados por Gary y Lori para una cena con todo el equipo.

—Oh, qué bien —suspiro y me acomodo más en mi almohada, mirándolo—. ¿Qué vamos a hacer durante el día? —¿Qué quieres hacer? —pregunta y aparta un mechón de mi cabello atrás de mi oreja. —Podríamos correr —sugiero y suelto una risa cuando él frunce la frente. —Toma un día de descanso, bebé. —Bien, podríamos por lo menos pensar en salir de tu enorme cama y preparar algo para comer. Tengo hambre. Sonríe como un lobo. —Abrí tu apetito, ¿no es así? —Vamos. —Me pongo de rodillas y acaricio su pierna. Los ojos de Leo suben y bajan por mi cuerpo desnudo y me río—. No más sexo hasta que haya sido alimentada, Señor Insaciable.

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—Pero eres irresistible —toma mi mano y me tira de nuevo sobre él. —De ninguna manera, no puedo hacer más nada de esas cosas de sexo hasta que haya sido alimentada. —Lo beso y doy un tirón de broma a su piercing. —Está bien —suspira profundo, fingiendo estar molesto. —¿Tienes comida acá? —pregunto. Solo hemos comido fuera desde que llegamos. —Debe haber algunas provisiones básicas. Le pedí a la empleada que trajera algunas cosas el día que llegamos. —Fantástico. Vamos. —Salto fuera de la cama, deslizo una camiseta sobre mi cabeza, tiro unos pantalones deportivos negros de mi maleta y me voy vistiendo mientras camino hacia fuera del cuarto sin mirar atrás—. ¡Levante su perezoso trasero de esa cama, Nash! —grito por encima de mi hombro. —¿Siempre eres tan irritante? —me grita. —¡Sí! Lo escucho reírse mientras camino hasta la cocina. Separo todo lo que necesito para hacer tostadas y bacon.

Él entra en la cocina, descalzo y con el pecho desnudo, apenas con unos jeans con el botón superior abierto. Mi Dios, es delicioso. Sonríe presuntuosamente cuando lo miro de arriba abajo. —¿Te gusta lo que ves, dulce? —No estás tan mal. —Muevo los hombros, sonrío y tomo cuatro rebanadas de pan. —No necesitas acariciar tanto mi ego —se ríe y busca el jugo de naranja en el refrigerador, sirviendo dos vasos y se inclina sobre la mesada viéndome moverme en su cocina. —Tu ego no necesita ser más acariciado. Tú sabes que eres sexy. Él apenas levanta los hombros y bebe su jugo. —Eso tiene más valor cuando lo dices tú.

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Nuestro desayuno está listo y llevamos nuestros platos y el jugo hacia el patio. Hay más nubes en el cielo hoy y el aire no está tan caliente. —Creo que va a llover —comenta Leo y muerde una tostada—. Dios, esto es muy bueno. ¿Dónde aprendiste a cocinar? —Mamá y papá cocinan muy bien. —Muerdo un poco de bacon—. Ellos nos enseñaron todo. Garantizar nuestro sustento, era así como mi madre decía. Él para de comer y frunce la frente por un segundo antes de dar otra mordida en la tostada. —¿Qué sucede? —le pregunto. —¿Qué? —¿Qué te hizo poner esa cara? Él come y coloca el tenedor en el plato, una arruga aún entre las cejas. —Mi madre acostumbraba a decir eso también. Se queda quieto por unos momentos, mirando su comida. —¿Quieres hablar sobre ellos? —pregunto bajito.

Se encoje de hombros y luego exhala fuerte. —Es extraño, las cosas que provocan recordar. —¿Cuántos años tenías cuando ellos se fueron? —le pregunto. —Doce. Una mierda de accidente de auto. Asiento. Sabía eso por Meg. —¿Cómo era tu madre? —Ella era tan divertida —él ríe y me sonríe—. Realmente divertida. Recuerdo reírme mucho con ella, muy parecido a lo que sucede con nosotros. —¿Y tu padre? —pregunto con una sonrisa. —Mi padre era muy entretenido. Era músico. Él me enseñó a tocar la guitarra y el piano cuando tenía seis años. —Guau, eso es increíble.

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—Yo prefería la guitarra. Hasta hoy —se encoje de hombros y sus ojos quedan serios—. Escuchábamos Bob Dylan durante horas. Papá tenía buen gusto musical. —¿Y tu madre? ¿Qué tipo de música le gustaba? —Adoro que esté hablando de su familia. Tengo la sensación que eso no sucede con frecuencia. —A ella le gustaba la música pop. Escuchábamos mucha radio en el auto. Tenía una hermosa voz —frunce la frente nuevamente y solo quiero contenerlo y sostenerlo cerca de mí. Me parte el corazón que haya perdido a esas maravillosas personas. —Siento mucho que los hayas perdido —susurro. —Yo también. —¿Tienes fotos de ellos? —Si, en uno de los cuartos. Cuando ellos murieron, todas sus pertenencias quedaron en un depósito hasta que tuve dieciocho años. También recibí el dinero del seguro a los dieciocho años. Entonces, permanecí con todas sus cosas personales, vendí o doné los muebles y apenas mantuve todas sus cosas en cajas. —¿Nunca has mirado que cosas eran? —le pregunto sorprendida.

—No. —¿Ni siquiera para encontrar algunas fotos o certificados de nacimiento o algo así? —No. —Mueve la cabeza y su mirada triste encuentra la mía—. Siempre lo sentí como si fuera una invasión a su privacidad. Pobre hombre. —Ellos querrían que hicieras eso —le digo con confianza. —Algún día, tal vez. —Se encoje de hombros y luego cambia de asiento—. Vamos, ya has comido. Vamos a tomar un baño. Sé que el asunto está cerrado. Pero mi corazón está lleno y feliz, sabiendo que él compartió algo tan personal y sagrado conmigo. Recorrimos un largo camino estos últimos días. Trabajamos juntos limpiando las cosas del desayuno y él toma mi mano, llevándome por las escaleras en dirección a la suite mayor.

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—¿Tu color favorito es el blanco? —le pregunto. —No, ¿por qué? —Todo es realmente muy blanco aquí. Él se ríe y mueve la cabeza. —Te estás muriendo de ganas de redecorar el lugar, ¿no? —Se necesita hacer algo con esto. —Me gusta tu casa temperatura.

—comenta él y abre el agua de la ducha, ajustando la

—¿Te gusta? —quedo sorprendida—. ¿No la encuentras muy femenina? —Al principio, sí —admite con una sonrisa— pero es realmente un hogar. Confortable. Ese es el mejor elogio que alguien podría haber hecho sobre mi casa. Es exactamente como quiero que él se sienta allí.

Estoy sonriendo feliz, aún vestida, mientras él se desprende de sus jeans y busca dos toallas para el baño. Se gira y me encuentra mirándolo y me ofrece una media sonrisa. —¿Qué está pasando por ese lindo cerebro? —Nada. —Levanto los hombros, la sonrisa todavía firme en mi rostro. —No, esa sonrisa no es de nada. ¿Qué es lo que te puso tan feliz? —pregunta, envolviendo los brazos alrededor de mi cuerpo. —Tú —le digo de forma simple y beso su mentón—. Tú me haces feliz. —Bueno, ese es el objetivo. —Tira de mi remera sobre mi cabeza y desliza mis bragas por mis piernas—. Ahora vamos a cuidar de la limpieza. Me lleva hasta la ducha, mojando una de las pequeñas toallas con jabón y comienza a lavarme, masajeando mis músculos. Mimándome.

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—Dios, esto es muy bueno. Tienes unas manos estupendas. —Me inclino hacia él y cierro los ojos. —Y a ellas les gusta tocarte —murmura él y me gira para poder lavar mi espalda. —En verdad, si esa cosa de la música no te interesara más, voy a contratarte para ser mi masajista. —Es bueno saber que tengo algo para hacer, en caso que desista de todo —se ríe y me lleva bajo el agua para lavarme—. Inclina la cabeza para atrás. Metódicamente lava y pasa acondicionador en mi cabello, refregando mi cuero cabelludo y enjuagando completamente. Cuando termina, me aproximo a él, tomo la otra toalla y le devuelvo el favor. —Adoro tus tatuajes —miro mis manos con jabón—. Los míos desaparecieron. — Parpadeo rápido y él mira mi cuerpo donde estaban las líneas negras aquel día. —Los míos no van a desaparecer —ríe. —Bueno, yo no quiero que desaparezcan. —Me paro detrás de él para poder lavar su espalda y su trasero—. Ok, ahora tu cabello. —No vas a poder lavar mi cabello.

—¿Por qué no? —Porque soy un poco alto —sonríe. Hmm. Verdad. Él es tan alto y yo soy tan baja que lavar su cabello puede ser un poco difícil. —Levántame. —Me apoyo en la pared y levanto mis brazos para él. —Todo un placer, querida. —Planta sus grandes manos en mi trasero y me empuja hacia él. Rodeo su cintura con mis piernas, amando cómo me mantiene contra la pared, presa por sus caderas. Sus ojos felices mirándome lavar su cabello, masajear su cuero cabelludo y jugar la espuma que formo, dejando su cabello parado. —Estás lindo —juego con él—. Podrías comenzar una nueva tendencia. —Muy graciosa —susurra. —Ok, necesitas enjuagarte.

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Sin soltarme, se inclina hacia atrás bajo el agua caliente, dejando que enjuague el champú de su cabello, luego se endereza y me besa, el agua descendiendo de su cabeza como una cascada entre nuestros cuerpos. —Creo que estamos limpios —murmuro contra sus labios y aprieto mis caderas contra su erección. Él suspira y muerde mi labio inferior. —Vamos a solucionar eso. —Pensé que el punto era quedar limpios —levanto una ceja. Sin responder, me levanta más alto y se desliza dentro de mí. —Estás tan mojada, bebé. —Sí, bueno, eso parece suceder mucho cuando estoy cerca de ti. Inclina su cabeza contra la mía, nuestras caderas moviéndose a un ritmo perfecto. Él se inclina para atrás y presiona el pulgar contra mi clítoris, enviándome al límite, mis piernas rodeando su cadera, mi coño apretando su polla. —Mierda, me haces sentir tan bien —gruñe cuando se corre, sus caderas empujando y empujando duro—. Tan bien —repite, jadeante. Me besa largamente con fuerza y luego me pone de nuevo de pie.

—Paso mucho tiempo fuera de la tierra contigo —comento, mientras me seco con la toalla. —¿Me estas reclamando? —pregunta con una sonrisa. —No, solo es una observación. Peino mi cabello mojado y lo dejo secar naturalmente, colocándome rímel y brillo labial y sigo hasta su cuarto. Él está usando jeans y una remera y no puedo evitar mi decepción al ver que cubrió sus tatuajes. —¿Qué hay de malo? —pregunta con una sonrisa. —Quería lamer tus estrellas —le digo malhumorada, haciéndolo reír. —¿Qué hay contigo y las estrellas? —Son muy sabrosas. No soy la única. Brynna también dice que quiere lamerlas y dijo que me odia porque yo puedo lamerlas siempre que quiera. —Las mujeres son extrañas —sonríe.

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En ese momento mi teléfono suena en la mesa. —Es el Señor Foss. —Mi estómago se contrae cuando miro el identificador de llamadas. —Atiende. Estaré en el balcón. Él besa mi frente y camina hasta la puerta de vidrio de su balcón cubierto, mientras agarro el teléfono. —¿Hola? —¿Señorita Williams? —Sí, soy yo —respondo y camino alrededor del cuarto, mis pies fríos sobre el mármol. —Soy Foss, la estoy llamando sobre nuestra entrevista del otro día. —Sí, hola, gracias por haber llamado. —Creo que no tengo buenas noticias, Señorita Williams. Hemos decidido cerrar con otro candidato.

—Entiendo. —¿Por qué estoy tan aliviada? —Estoy seguro que encontrará una posición en otra empresa en poco tiempo. Buena suerte, Samantha. —Gracias, Señor Foss. Que tenga buen día. Corto la llamada y me siento al borde de la cama. ¿Y ahora?

~ Leo ~ Sam está caminando por mi cuarto, su teléfono apoyado en la oreja. Comenzó a llover. No es una lluvia suave, es fuerte, ruidosa, parece tener vida propia. Golpea fuerte contra mi tejado y casi oculta la visión del mar.

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Muevo mi cadera al ritmo del sonido de la lluvia y pienso en la mujer pequeña con una enorme personalidad en mi cuarto. Ella es endiabladamente increíble. Su fuerza, su gran corazón, su lealtad, todo eso me deja de rodillas. No me canso de ella. La puerta de vidrio se abre y Sam aparece en el balcón. —¿Y bien? —le pregunto. —Ellos no me seleccionaron —encoje sus hombros, su bello rostro triste y tal vez con un poco de miedo. Si me dejaras, cuidaría de ti y nunca tendrías que volver a trabajar. —Ven acá, bebé. —Tomo su mano con la mía y la siento en mis rodillas. Ella se acomoda, el rostro contra mi pecho y envuelvo mis brazos alrededor de su cuerpo, balanceándola suavemente—. Solo balancéate conmigo un rato. Ella sonríe bajo, recordando que la última vez que le dije esas palabras hicimos el amor en mi silla. —Yo no sé por qué estoy triste. No creo realmente que quisiera ese trabajo de cualquier manera. Tú estabas en lo cierto, no quiero vivir en L.A. —El rechazo es una porquería —murmuro y beso su cabello rubio y suave.

—Sí —concuerda ella. —Me alegro que no funcionó —admito—. Tampoco quiero que salgas de Seattle. Creo que voy a vender esta casa y pasar a tener mi base allá. —Frunzo la frente y miro la lluvia que nos rodea, mi mente vagando—. Nunca me sentí en mi casa en este lugar. Tú misma lo dijiste, esta casa no soy “yo”. —Hmm… —ella concuerda y se aprieta más a mí. Dios, es perfecta para mis brazos. —Estoy cansado de viajar tanto. Probablemente pueda organizar las cosas para intentar estar solo tres meses por año fuera. Serían tres meses seguidos, sin pausa, pero luego, el resto del tiempo sería capaz de permanecer en casa. Los chicos estarían encantados. Especialmente Gary y DJ, ya que ellos tienen familia. —¿Para cuándo espera Lori el bebé? —pregunta ella en voz baja. —El próximo mes. De cualquier manera, estamos todos poniéndonos viejos para estar en la ruta todo el año. No es como si necesitáramos el dinero.

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—Eso es bueno porque tú puedes hacer tu elección —concuerda. Asiento y la beso nuevamente. No puedo parar de besar sus cabellos rubios con aroma dulce. A la mierda, estoy jodido. —Va a ser bueno estar cerca de Meg también. Vigilarla. —Espera. —Se sienta y frunce la frente para mí—. ¿Por qué todos esos cambios en tu vida ahora? —Oh, Luz del sol —susurro y sonrío—. ¿Aún no descubriste que estoy completamente enamorado de ti? Sus ojos se abren sorprendidos y sus manos aprietan mi camisa y, por primera vez desde que la conocí, creo que ella se queda sin palabras. —Tendrías que haberte dado cuenta, bebé. —Beso su frente y tomo su rostro en mis manos—. No llevo mujeres cuando estoy con mi banda. No escribo música para chicas. Nunca traje ninguna mujer a mi casa. Nunca hablo de mi familia con ninguna. Te amo, Samantha. —Oh, guau —susurra ella y arrastra los dedos por mi rostro, mirándome con sus hermosos y brillantes ojos azules—. Estoy mareada.

—Yo te sostengo, bebé. Ella parpadea y traga en seco, su cerebro girando enloquecidamente. Permanecemos sentados allí en silencio, escuchando la lluvia, mientras procesa sus pensamientos. Esperaba eso de ella. No es una mujer que iría a gritar y tirarse sobre mí, vociferando su amor. Así no es como funciona y eso es sólo una de las muchas cosas que amo de ella. —Yo también te amo —susurra tan bajito que no puedo oírla con la lluvia. Sostengo su mentón con el dedo, forzándola a mirarme a los ojos. —¿Qué has dicho? —Yo también te amo —repite, esta vez más alto—. Tú me asustas. —Eso es bueno, porque tú me asustas condenadamente —lanzo una carcajada y la aprieto contra mí— pero estar sin ti me asusta más.

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—¿Realmente te estás mudando a Seattle definitivamente? —pregunta ella, el rostro esperanzado y feliz. —Yeah. —No vas a vivir conmigo —ella hace una mueca de repente, haciéndome reír mucho—. No estamos listos para eso. —Desde la última vez que chequeé, yo tenía mi propia casa —le recordé. —Creo que eso significa que necesito encontrar un empleo en Seattle —murmura y besa mi mejilla dulcemente. —Sería conveniente —concuerdo. —¿Y cuándo tú estés de gira? —Sus cejas se unen en una mueca y froto su piel suave con el pulgar. —Si no estás ocupada, puedes venir conmigo. Si no puedes venir, vamos a sobrevivir a eso. Ella balancea la cabeza y sonríe. —¿Nada más de esta casa fea en Malibú?

—No —me río y la abrazo fuerte—. Venderé esta casa fea de Malibú. —Gracias a Dios.

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Traducido por lililamour Corregido por Angeles Rangel

~ Samantha ~ stás aquí! —una Hermosa rubia salta de una silla Adirondack 11 en el patio junto a la piscina y corre hacia Leo y hacía mí—. Tú eres Sam —me informa y lanza sus brazos a mi alrededor, abrazándome

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apretadamente. —Sí, lo soy. —Veo alrededor del área de la piscina de la hermosa casa de Gary y Lori. Es sorprendente para mí lo rápido que cambia el clima aquí abajo. Hace solo unas pocas horas estábamos escuchando la lluvia en el porche de Leo, y ahora está soleado y cálido de nuevo. Los sonrientes ojos de Lori se encuentran con los míos y le articulo “¡Ayuda!” pero sólo se ríe más fuerte. Traidora. —Soy Cher. —Me aparta y sonríe—. Lori tenía razón, eres caliente. Ella es caliente —le dice a Leo quien se está desternillando de la risa al lado mío. —Síp, lo es —concede.

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Silla Adirondack Sillas de jardín, generalmente rígidas, amplias, de madera, plástico u otro material.

DJ, con su alto mohawk12, se nos une y envuelve su brazo alrededor de los hombros de Cher. —Cher es mi esposa —sonríe amorosamente hacia ella—. Está muy emocionada de conocerte. —Leo nunca trae mujeres para conocernos. —¿En serio? —pregunta Leo con intensidad—. ¿Vamos a pasar por esto cada maldita vez? —Bueno, ahora ella ha conocido a todos —Jake ríe disimuladamente. —Ven, siéntate con nosotros. —Cher agarra mi mano y me jala hacia el sombreado patio donde Lori está descansando, frotando sus manos en su vientre, y me hace señas para que me siente. Veo sobre mi hombro, y Leo está observándome, sus ojos están felices.

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Él me ama. Encoge los hombros, toma la cerveza que DJ le ofrece y se retira para pasar el rato con los otros chicos que están parados a un lado del asador. Hay algunas cosas que sé con seguridad en esta vida, y una de ellas es que los hombres siempre serán se encontraran cerca del asador. Gary está asando, los otros chicos están en sillas o parados alrededor, sorbiendo cervezas de la botella y riendo. Eric está sosteniendo a un adorable niño pequeño, de más o menos dos años de edad, haciéndole caras y sonriendo. La mundialmente famosa banda de rock Nash es solo un montón de gente normal. —Me alegra que estés aquí —sonríe Lori.

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El mohawk, mohicano o iro (referencia al pueblo iroqués) es un corte de cabello que consiste en afeitar completamente ambos lados de la cabeza, dejando una franja de cabello notablemente más largo o cresta.

—Gracias por aceptarme —respondo y echo un vistazo a su exuberante patio trasero—. Tienes una casa encantadora. —Es verdad. La alberca tiene forma de riñón y es grande, con una bañera adherida en una de las orillas. El espacio entero está recubierto con adoquines, con una enorme chimenea exterior en un lado, rodeada de muebles afelpados. Una gran área de juegos para niños con columpios, un tobogán, y una casa del árbol toman otra de las orillas. El patio donde estamos sentados tiene el doble de metros cuadrados que mi departamento, está cerrado y también amueblado con cómodas y coloridas sillas y mesas. Los chicos y el asador están a más o menos veinte metros de distancia, también en el patio. —Gracias —me responde Lori con una sonrisa—. No logramos pasar mucho tiempo aquí, así que cuando estamos en casa, disfrutamos que vengan todos. —No puedo creer lo grande que se ha puesto Maddox —comenta Cher, señalando al pequeño niño en el regazo de Eric.

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—Lo sé, está creciendo como la hierba —concuerda Lori—. Ese es nuestro hijo, Maddox —me dice. —Es adorable. —Chicos, quiero hablarles de algo —comienza Leo y todo el mundo frunce el ceño hacia él. —No me digas que estás pensando en tomar otro tramo de las fechas de la gira justo ahora —gruñe Lori, su voz dura—. En caso de que no te hayas dado cuenta, estoy a punto de dar a luz. —No. —Leo sacude la cabeza y voltea verme a mí, después a los chicos—. De hecho, quiero hablarles acerca de recortar el recorrido. —Gracias Dios —murmura Gary y se pasa los dedos a través de su cabello. —¿Por qué? —pregunta Jake y toma un trago de su cerveza.

—No quiero renunciar —aclara Leo—. Sólo estoy pensando recortar nuestro recorrido a unos cuantos meses al año, y el resto del tiempo trabajarlo en álbumes, escribiendo, trabajando con otros artistas, cosas como esas. Todos los chicos intercambian miradas. Cher y Lori están literalmente conteniendo el aliento, sosteniéndose de las manos apretadamente. —Esa no es una mala idea —responde DJ—. Ya no tenemos veintidós. —Podemos hacer presentaciones especiales ahora y entonces, shows de premios, mierda como esa —accede Eric. —Puedo jugar con mis hijos —añade Gary y exhala—. Honestamente, estoy listo para bajarle un poco. —Necesito que todos estemos en la misma página. —Leo mete las manos en sus bolsillos, y luce preocupado—. Ustedes son mi familia. Hacemos esto juntos o no lo

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hacemos en absoluto. No creo que pudiera amarlo más de lo que ya lo hago, y entonces va y dice cosas como esa. Yo entiendo a la familia. Todos los ojos voltean a Jake y él se encoge de hombros. —Sí, ir más calmado podría ser bueno. Podremos grabar más seguido. —Tal vez te asientes —sugiere Gary, pero Jake sonríe con superioridad. —No nos volvamos locos. —Una cosa más —añade Leo mientras Gary voltea los bistecs en el asador—. Me voy a mudar a Seattle permanentemente. No espero que DJ y Gary me sigan, pero quiero hacérselos saber. Silencio. Después de unos segundos todo el mundo comienza a reír, incluidas Lori y Cher. —¿Qué diablos es tan divertido? —reclama Leo.

—Teníamos apuestas de cuánto ibas a durar en esa horrible casa tuya —informa Cher mientras se limpia las lágrimas de las orillas de sus ojos—. Yo perdí la apuesta hace un año. —¿Todo el mundo odia tu casa? —pregunto sorprendida. —Oh querida, es espantosa. —Lori rueda sus ojos, y yo le sonrío. —Lo sé. Estoy agradecida de que la vaya a vender. —La compre por muy poco —nos recuerda Leo y entonces ríe junto a todos los demás—. Sí, es horrible. —A mí no me importaría mudarme a Seattle —murmura Cher, sus grandes ojos viendo a DJ. —Podemos ver qué se puede hacer —accede él.

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—Odio L.A. Por favor, Dios, dime que nosotros podemos mudarnos también —le ruega Lori a su guapo esposo. —¿Odias L.A.? —pregunta, sorprendido. —¡Sí! Mudémonos antes de que Maddox comience la escuela y tengamos que arrancarlo de sus raíces. —Creo que todos nos mudaremos a Seattle y nos convertiremos en aburridos habitantes de los suburbios —murmura Gary. —Habla por ti mismo, amigo. Yo no soy un habitante de los suburbios. —Eric sostiene las manos arriba y sacude su cabeza. —Dijo el hombre con un bebé en su rodilla —bromea DJ. —Eres una polla —le regresa Eric. —¡Polla! —grita Maddox con una amplia sonrisa.

—Ah, demonios —murmura Lori—. Dejen de enseñarle a mi niño todas esas malas palabras. —Sus tíos son músicos —le recuerda Leo—. Es inevitable que tenga una boca de letrina. —¿Pero tiene que ser de bebé? —¡Polla! —grita de nuevo Maddox y palmea sus regordetas y pequeñas manitas. —Mi niño va a ser uno de los que será detenido todos los días después de la escuela por maldecir en clase —se queja Lori, ganándose sonrisas de los chicos. —¿Por cuánto tiempo has estado casada? —le pregunto a Cher. —Diez años —contesta y ríe ante mi mirada sorprendida—. O, en años de banda de rock, quince.

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—Bien por ustedes chicos. —Siento esperanza de primavera. Estas mujeres han hecho funcionar sus relaciones con sus famosos maridos. Tal vez no sea tan duro. Tal vez yo tenga veinticinco de nuevo mañana. —No es fácil —admite Cher y observa a su esposo con ojos soñadores— pero vale la pena. Va a ser agradable tenerlo más en casa. De hecho tal vez tengamos un bebé. —¿No tienen hijos? —pregunto. Sacude la cabeza con un no y sus ojos se suavizan. —No puedo tener hijos —me confía, su voz es baja— pero queremos adoptar. —Ya te lo dije antes, seré una suplente para ti —le recuerda Lori—. Al parecer soy una máquina para hacer bebés. —Estás loca —ríe Cher. —Mejor aún —Lori toma a un lloroso Maddox de Eric—. Puedes llevarte a éste. Está ligeramente usado, pero tiene sus lindos momentos.

—¿Qué hay de ti, Sam? ¿Quieres hijos? —pregunta Cher y repentinamente se siente cómo si todo el mundo, incluyendo los chicos y al pequeño bebé Maddox, se quedaran quietos, esperando por mí respuesta. —Uh, no, en realidad no quiero hijos propios. Mi hermano y su esposa tienen uno y otro en camino, y tengo parientes con hijos. Me gusta ser la fabulosa tía, y regresarlos a casa saltando de azúcar y de películas clasificadas R13. Los ojos de Leo están trabados con los míos, su cara tranquila y relajada, pero no puedo leerlo. Finalmente me sonríe suavemente. —En realidad Sam es una gran tía —murmura— y estamos en la misma página en cuanto a hijos se refiere. —Muy bien entonces, no hay necesidad de tener sexo —comenta Lori, y muerde su labio tratando de no reírse.

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—Es verdad —accedo y asiento pensativamente—. Es una buena cosa ya que él es horrible en la cama. Las cejas de Leo suben hasta su despeinada línea del cabello y todos los chicos se ríen, doblándose a la mitad. —Oh, amigo, ¡lo sabía! —lo señala Eric y da una palmada a su rodilla. —¿Es así? —me pregunta Leo, deja su cerveza sobre la mesa, y camina tranquilamente hacia mí. Encojo los hombros y aprieto juntos los labios, luchando por no reírme. —Eso creo. —Agarra mi mano y me levanta en mis pies, entonces se agacha y me sube sobre sus hombros—. Mereces ser castigada por eso. —Oh, mierda, ¡Leo no me tires a la alberca! ¡No traigo ninguna otra ropa conmigo! —¡Demasiado tarde! 13

Clarificación R: (Restricted(, reserva el visionado de una película exhibida en salas cinematográficas a los mayores de 17 años, o a los menores de esa edad que acudan acompañados de un adulto.

Y repentinamente estoy volando a través del aire y hacia la cálida agua con un fuerte salpicón. Pateo hacia la superficie del agua, escupiendo y quitando el cabello de mi cara, viendo de forma penetrante al hombre demasiado guapo que se ríe de mí. —¡Eres un idiota! —le siseo. —¡Idiota! —repite Maddox, ganándose más risas. —Ven aquí, te sacaré. —Leo se pone en cuclillas al lado de la alberca y me ofrece su mano. La alcanzo y la tomo, planto mi pie en el lado de la piscina, y lo tiro al agua conmigo, para el disfrute de nuestra audiencia. Antes de poder darme la vuelta, soy jalada debajo del agua, y entonces tiro de nuevo hacia la superficie para poder tomar un aliento. La cara de Leo está a centímetros de la mía, su cabello húmedo y pegado a su cuero cabelludo. El agua

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está goteando de su cara, de los piercings en su oreja y ceja, su camiseta negra se aferra a sus hombros. —Dios, eres sexy —susurro y sus ojos se dilatan calientes con lujuria. Me tira hacia él y me besa duro, minuciosamente, sus brazos sosteniéndome a apretadamente y sus manos presionando mis lados. Me empuja contra el lado de la alberca y me devora con sus labios y todo lo que puedo hacer es aferrarme como si se me fuera la vida. Finalmente, se retira y me sonríe, jadeando. —Vas a pagar por ese comentario. —Gustosamente —concedo y me río mientras me salpica. —La comida está lista, imbécil —llama Gary a Leo—. ¿Lori tienes ropas para Sam? —Uh, probablemente no, Gary —respondo mientas Lori ríe y me salgo de la alberca—. No sé si te diste cuenta, pero Lori y yo no podemos ser más diferentes.

—Puedes andar desnuda —ofrece Eric con un guiño. Leo le golpea detrás de la cabeza. —Cierra la maldita boca. —¡Maldita boca! —asiente Maddox. —Los voy a matar a todos —gruñe Lori.

—Sabes, tengo que decirte —Lori me guía a través de la casa hacia la habitación principal para prestarme una camiseta y un par de pantalones de yoga—. Estuve muy orgullosa por la manera en que manejaste a Melissa el otro día. —¡Escuché acerca de eso! —asiente Cher—. La mayor parte de la gente no la soporta.

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—¿Cómo manejan estar siempre en los tabloides? —les pregunto sin pensar. —Tú sabes lo que es estar en los tabloides —señala Lori. —Sí, pero tengo el presentimiento de que es diferente con estrellas de rock que con actores. —Los chicos le dijeron a Melissa que nosotras nunca fuéramos incluidas en cosas de publicidad —dice en confianza Cher en tanto Lori me lanza ropas para cambiarme. —¿De verdad? —Yep —asiente Lori—. Las fotos familiares no serán expuestas. Melissa lo sabe mejor que nadie. —Sólo quería la exclusiva de las primeras fotos de Leo y su nueva novia. —Primera novia —añade Lori—. No creo que alguna vez Leo haya sido fotografiado con una mujer.

—¿Nunca? —frunzo el ceño con incredulidad—. Eso es difícil de creer. Estoy segura de que ha tenido novias. —No lo sé —encoge los hombros Cher— pero si las tuvo, nunca las mostro. Él es en realidad un tipo reservado. —Somos afortunadas —asiente Lori—. Nuestros chicos son todo con respecto a la música y los fans. El resto de eso es solo banalidad, y ellos en realidad no se detienen mucho en eso. Juegan el juego de la publicidad cuando lo tienen que hacer, pero… —encoge los hombros. —Me gusta eso —murmuro pensativamente. —Pensé que te gustaría —sonríe ampliamente Lori—. Leo es el mejor. Tendrá tu respaldo. Nos reunimos de nuevo con los chicos en el patio, quienes ya estaban comiendo y

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hablando de música y bandas y quién sabe cuándo sale el siguiente sencillo. Me siento silenciosamente, mordisqueando mi ensalada y el bistec nadando en ella. Estos chicos son tan… normales. Y amables. —¿Qué estás pensando? —susurra Leo en mi oreja y me ofrece una mordida de su bistec. —Me gustan —le susurro de vuelta y sonríe ampliamente. —Me alegro. —Besa mi frente y regresa a comer su cena y a charlar con su banda y se me ocurre que, acabo de hacer amigos a quienes no les importa una mierda quién es mi hermano y de qué familia vengo. Imagina eso.

—Estoy tan cansada —bostezo y me recargo en el asiento del auto de Leo mientras manejamos de regreso a la fea casa de Malibú desde la de Lori y Gary tarde esa

noche. Nos quedamos mucho más tarde de lo que esperaba, charlando y riendo. También los chicos terminaron un pequeño trabajo, hablando de la selección de canciones para el siguiente álbum. —Creo que te has ganado a los de la banda. —Entrelaza sus dedos a los míos y trazo el tatuaje en su mano. —Fue la declaración del sexo —río con suficiencia. —Nunca lo olvidarán —asiente y me mira—. Serás castigada por eso. —Ya me castigaste, bebé. De ahí, que las ropas no sean las mías. —Señalo hacia la camiseta morada de Lori y sonrió con superioridad. —¿Estás vistiendo también su ropa interior? —pregunta. —No estoy usando ropa interior —respondo y bostezo de nuevo.

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Leo jala su auto hacia la entrada y se estaciona en la cochera, y antes de que pueda abrir mi puerta, me está poniendo sobre mis pies y levantándome en sus brazos. —Puedo caminar —murmuro y engancho mis brazos alrededor de su cuello, mientras entierro mi cara junto a su piel y lo huelo— pero esto es agradable. —Estás cansada. —No sé por qué —murmuro y disfruto la manera en la que sin esfuerzo me carga a través de su horrible casa hacia la escalera—. Uh, tal vez necesite subir a pie esta extraña escalera. —Estás bien. —Besa mi frente y me carga hacia la recámara—. ¿Necesitas usar el baño? Asiento y me lleva al baño principal, gentilmente me pone en mis pies y me deja sola para hacer mis cosas. Cuando regreso a la recámara, ha volteado la cama y está parado en el balcón, desnudo sólo con sus cortos y negros calzoncillos bóxer.

Permanezco parada y lo observo, su espalda hacia mí, inclinado sobre la barandilla y viendo fijamente hacia la oscuridad, como si estuviera escuchando el mar. Hasta su espalda es hermosa, suave y libre de tatuajes, excepto la parte más alta de sus hombros donde terminan sus mangas. Me pregunto, ¿por qué nunca se hizo un tatuaje en su espalda? Como si pudiera sentirme, se voltea y sonríe y entra a través de la puerta de cristal. —¿Estás bien? —pregunto y ladeo mi cabeza. Hay algo en sus ojos que se ve triste. Asiente y cruza hacia mí, me levanta de nuevo en sus brazos y me besa suavemente. —La cama está a solo unos cuantos pasos de distancia —le recuerdo. —Me gusta tenerte en mis brazos.

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Peino su cabello hacia atrás con mis dedos mientras nos mueve hacia la cama y se recuesta a mi lado, jalándome contra él. —No estás tratando de seducirme. —No es una pregunta. —Quiero sostenerte. —Sólo estaba bromeando cuando dije que eras malo en la cama —le recuerdo y me pongo sobre mis codos. Sonríe con superioridad y peina mi cabello hacia atrás de mi oreja y entonces ríe, una amplia carcajada. —No puedo creer que dijiste eso. Sonrío y me encojo de hombros. —Fue divertido.

—Tú eres divertida. —Me besa y me mete a su costado, mi cabeza en su pecho—. Deberías dormir. —Okey —accedo pero sólo permanezco recostada tranquilamente y lo escucho respirar. Casi puedo escuchar las ruedas girando en su cabeza—. ¿Vas a decirme? —le pregunto pacientemente. Se pone rígido detrás de mí. —¿Decirte qué? —¿Lo que está en tu mente? —frunzo el ceño pero no volteo a verlo. Suspira y se relaja. —Fue un día ocupado.

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—Es verdad. Lleno de trabajos rechazados y chapuzones en la piscina. Me empuja sobre mi espalda y me mira mientras recorre sus nudillos hacia abajo de mi mentón. —Y tú diciéndome que me amas —susurra. Tomo su cara entre mis manos y lo beso dulcemente. —Y si te amo —susurro. —Sabes que nunca me cansaré de escuchártelo decir. —Bien —sonrío—. Te lo recordaré seguido, en caso de que lo olvides. —No creo que sea algo que olvide. —Besa mi frente y me jala de nuevo contra él mientras bostezo—. Duérmete ahora, Luz del sol. —¿Te dormirás también? —pregunto en tanto mis ojos caen. —Pronto —susurra y lo siento reír contra mi frente mientras me besa ahí—. Me dormiré pronto.

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Traducido por Blanca20011983 Traducido por Vickyra

~ Leo ~ uáles son tus planes para hoy? —le pregunto a Sam desde la cocina mientras le sirvo un poco de jugo, y pongo un poco de azúcar en mi café. —Tengo una entrevista y dos en el inicio de la próxima semana. No he oído nada de nadie durante semanas, y ahora tengo un montón de entrevistas. —Ella se

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encoge de hombros y frunce sus labios rosados—. Extraño. —Vas a estar genial. —Ella sonríe suavemente y mi estómago se encoge, en la forma en que siempre lo hace cuando me mira de esa manera, como si confiase en mí. Como si me amase. Estamos de vuelta en Seattle hace unos días, y yo todavía no puedo creer que sea mía. Ella es mía. —¿Y cuáles son tus planes para hoy? —me pregunta, y doy mi mejor esfuerzo para mantener mi cara completamente vacía. Ella tiene una habilidad increíble para leerme, y esto es un secreto. —Tengo algunas cosas que hacer. —Tomo un sorbo de café y desciende hasta el estómago—. Probablemente me reúna con un agente inmobiliario. —Divertido. —Ella sonríe—. Así que ¿vas a salir de la casa de Meg? —Sí, así podrá vender esa casa. Sus vecinos se enteraron de quien soy, y el chico de al lado me deja notas diciendo que quiere hablar conmigo cuando este en casa. —

Yo arrugo la frente y luego doy una risa—. No creo que sea un tipo normal para vivir en condominios. —Probablemente no. —Ella asiente y se ríe—. Por lo menos es un tipo al que le gusta la música y no un joven molesto. —Oh, también hay de esos. Gracias a Dios, Will había instalado un sistema de alarma. —¿En serio? —sus ojos ruedan, y luego se echa a reír—. ¡Esto es tan divertido! —Seguro que lo es. —Yo le frunzo el ceño. —Lo es —ella insiste y asiente —. Bueno, entonces necesitas una casa. —Sí. —Estoy de acuerdo, y recojo mi taza, la pongo en el lavavajillas, y luego saco mi cartera y las llaves—. Será mejor que vaya.

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—De acuerdo. —Ella sonríe y me abraza, envolviendo sus brazos alrededor de mi cintura, dándome un beso en el pecho—. Que tengas un buen día. —Tú también, nena. —Me inclino para besarla lentamente, frotando mis labios sobre los de ella y mordiéndole la comisura de la boca hasta que sonríe—. Mejor me voy antes de tirarte de espaldas en la cama y follarte por completo —murmuro, sonriendo con suficiencia mientras sus ojos azules brillantes se dilatan con lujuria. —Estoy lista para eso. —Más tarde. —La beso de nuevo, sonriendo cuando se desequilibra porque la suelto, dejando su casa. A mitad de camino, mi teléfono suena. Tengo la esperanza de que fuera uno de los chicos, y arrugo el ceño con sorpresa cuando veo la identidad en la pantalla. —Nash. —Hola, soy Will. —Se aclara la garganta y estoy inmediatamente en guardia.

—¿Le pasó algo a Meg? —le pregunto, y me meto en mi auto. —No, está bien. Ella está durmiendo. Escucha... —Me dirijo a mi auto y empiezo a tamborilear con los dedos impacientemente en mi volante. —¿Tienes tiempo para reunirte conmigo hoy? —¿Qué te pasa? —le pregunto—. Tengo una cita. —Sólo necesito diez minutos. Prefiero hablar contigo personalmente. Miro mi reloj y pongo una mueca. —¿Me puedes encontrar en diez minutos cerca de la casa de Sam? —le pregunto. —Claro, no hay problema. ¿Dónde? Le paso la dirección y hago mi camino a través del tráfico de la mañana. Hay

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mucho que hacer hoy y no hay tiempo suficiente. Me detengo frente al pequeño estudio de grabación cerca del apartamento de Sam y apago el motor. Will viene detrás de mí cinco minutos después. —Oye, amigo, gracias por venir. —Él me estrecha la mano y mira al edificio—. ¿Dónde estamos? —El estudio. —Le sonrío—. Estoy trabajando aquí actualmente. —Genial, no voy a retenerte mucho tiempo. —Podemos hablar dentro. —Me lo llevo adentro, y veo a Skip cerca de la entrada. —¿Puedo usar tu estudio por un minuto, hombre? —Por supuesto, ya sabes el camino. Esta vez, no esparzas mis papeles en el suelo — sonríe mientras me llevo a Will y lo dirijo a la oficina, cerrando la puerta detrás de nosotros, y yo contra la mesa. —¿Qué está sucediendo?

Por primera vez desde que lo conocí, Will parece nervioso. Ah, demonios, no puede ser bueno. —Meg y yo hemos estado juntos por un tiempo. —No mucho —le recuerdo apretando los labios para no sonreír. Frunce el ceño y empieza a caminar. —Es sólo que... —Se detiene y se pasa la mano por el pelo, y cruza los brazos sobre el pecho, estoy disfrutando de su malestar. El hombre está comiendo a mi hermana. Él debe estar malditamente incómodo. —Ella es todo — dice finalmente—. Me hace feliz y estúpido y tan jodidamente enfadado porque me dan ganas de darle una palmada en el culo.

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—Amigo —le interrumpo y me sonríe. —Lo siento. Bueno, de todos modos. —Da un paso más—. La quiero. Me niego a vivir un solo día sin ella. Ella es la mejor parte de mi vida. —Ella ya descubrió eso, hombre, ¿a dónde quieres llegar exactamente? —Quiero casarme con ella. —Exhala profundamente y se frota las manos por la cara. —Entonces, pregúntale. —No, no lo entiendes. —Sacude la cabeza—. Por eso estoy aquí. Estoy pidiendo tu permiso para preguntarle. Estoy sorprendido. —¿Por qué necesita mi permiso? —Porque es tuya — responde con sencillez—. Eres su familia. Tú eres la única persona de la que dependió la mayor parte de su vida, y te ama. Tu opinión es

importante. Puedo ser un idiota arrogante a veces, pero estaba convencido de hacerlo de la manera correcta. —Traga y mete las manos en los bolsillos—. Es cierto, pido tu bendición antes de pedírselo a ella. Te doy mi palabra, Leo, voy a protegerla, respetarla y amarla hasta el día que me muera. —Lo sé — respondo automáticamente. —¿Lo sabes? —Por supuesto. Meg no es estúpida. No iba a estar contigo, si fueses lo contrario. —Yo me quedo ahí inclinado, mirando a Will por un momento, y recuerdo a Meg joven, con los ojos abiertos y pecosa, con el pelo rojo y extremidades largas, y luego pienso en ella cuando estábamos todos juntos en la noche del juego, y cuan vibrante, feliz y segura que se la veía, lo tranquila que estaba. Tengo que agradecer a Will por ella.

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—Puedes casarte con ella, con una condición. —Le digo, mi voz baja y estable, mis ojos en los suyos. —Dilo —responde inmediatamente. —Vas a dar mi nombre a su primer hijo. —Él suspira, sus hombros se hunden como si llevara el peso del mundo, y sonríe de oreja a oreja. —¿Y si es una niña? —me pregunta. —No me fastidies…. —De acuerdo. —Él concuerda y me ofrece su mano, la agarro y le doy un abrazo, golpeando con fuerza su espalda. —Ella me hace feliz. —Su rostro se enrojece—. Más que nada. —¿Cómo vas a hacer esto? —Bueno, eso es otra cosa que quería hablar contigo. ¿Todavía van a hacer el show en el Key Arena en unas semanas?

—Ese es el plan. —Asiento. —Mira esta es mi idea...

~ Samantha ~ —¡Esto va a ser divertido! —Estoy casi saltando en el asiento del Camaro sexy de Leo, emocionada de que me pidiese que fuera con él a escoger su casa. Estuvo fuera todo el día de ayer, cuidado de algún negocio que tenía en su agenda, y hoy ha sido un día de relax, disfrutando de la compañía de los otros. —Eres como un niño. —Él me sonríe y me da risa. —Me gusta ir de compras. —Me encojo de hombros—. ¿A dónde vamos primero? —Bueno, sólo veremos una hoy.

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—Bien, ¿dónde? —Vuelvo a preguntar. —No muy lejos de la casa de Luke y Nat. —Me encanta ese barrio. —Yo sonrío feliz al sexy hombre tatuado a mi lado. —Bueno, vamos a ver lo que pensamos de la casa. —Conduce a una hermosa casa azul y blanca en un estilo tradicional. La vista de la bahía es impresionante. Hay un Toyota rojo aparcado en el garaje y una pequeña muchacha rechoncha con el pelo rubio de pie en el balcón, consultando su teléfono. —Me gusta la parte de afuera —comento, tomando nota de los rosales y árboles de cerezo que florecerán en pocos meses. —De acuerdo, vamos. —Me sonríe y salimos del auto, caminando hacia la entrada. —¡Hola! Soy Melody Jenkins, el agente enviado para ayudarlos hoy. —Melody tiene una bonita sonrisa y rezuma juventud. Es evidente que aún es una novata en el sector inmobiliario.

—¿No les dijiste que eras tú, cuando marcaste? —le susurro a él. —Por supuesto que no. —Frunce el ceño, y le ofrece a Melody una mano para saludarla—. Gracias por reunirse con nosotros. —¡Mierda, eres Leo Nash! —Ella llora y casi cae hacia adelante en la escalera. Me vuelvo hacia ella, así que no puede ver el divertido estampado en mi cara. —Culpable. —Leo le ofrece una encantadora sonrisa—. Es un placer conocerte. Disfrazo mi expresión, y me doy la vuelta para ver la boca de Melody abrirse y cerrarse como un pez, con los ojos muy abiertos y atrapados en Leo, completamente muda. —Oh, por el amor de... ¿Melody? —Mi mano hace hola delante de su cara, llamando su atención—. Hola, soy Sam. Nos encantaría ver la casa.

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—Oh, por supuesto. —Le tiemblan las manos mientras consulta el código de la alarma, y entramos por la puerta que nos lleva a su interior. Miro a Leo y hace una imitación de la fan sosteniendo las manos sobre la boca como si fuera sorprendido al verlo, y entrecierra los ojos en mí, susurrando: —Hay que ser agradable. —Esto es muy gracioso —murmuro mientras Melody se vuelve hacia nosotros. —Entonces, esta es la casa. Es realmente muy bonita. Cuenta con una cocina moderna, un solárium, una piscina de hidromasaje. —Sus ojos se pierden por el cuerpo de Leo hacia las caderas y luego tose y se aleja. —Son las estrellas —le susurro, ganándome otra mirada penetrante. —Apenas quiero decírtelo. —Melody dice acelerada, dirigiéndose a Leo—. Soy una gran fan. Tengo todos sus discos, incluso los más viejos. No puedo contener la risa. El más antiguo tiene un máximo de cuatro años. Por supuesto, ella todavía debía estar en la escuela.

—Uh, gracias —murmura Leo, claramente incómodo y mira alrededor por un medio de escape. —¿Qué es tan gracioso? —Melody me pregunta, con las manos apoyadas en las caderas. Ella es muy hermosa. —Absolutamente nada. Nash es asombroso. —Estoy de acuerdo con ella y sonrío a Leo, que sigue mirándome. —Ya sabes, Melody, supongo que vamos a dar una vuelta por nuestra cuenta, si está bien para ti. —Ah. —Pone mala cara y me mira, antes de girar los ojos marrones como platos hacia Leo, con lo que estoy segura ella piensa que es su mirada seductora—. ¿Está seguro? No me importa mostrarle la casa. —Estoy seguro, gracias. —Leo toma mi mano y me lleva por las escaleras—. No

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estás ayudando —gruñe. —Lo siento, pero esto es muy divertido, y es tu culpa. —¿Es mi culpa? —me pregunta con incredulidad. —Bueno, sí. En primer lugar, debiste informar a la agencia quien eres para que pudieran enviar a alguien más apropiado, y lo segundo, eres el que siempre anda sin camisa en todos tus vídeos y sesiones de fotos. Una cosa es segura, quiere lamer tus estrellas. —Cállate — se queja y me tira por el pasillo, mirando en cada habitación. —No puedes hacerte tatuajes sexys en la zona V, un punto en el cuerpo de un hombre que hace que una mujer quiere sentarse y rogar, y no esperar a llamar su atención —le comunico con aire de suficiencia, y río aún más a medida que continúa mirándome. Cuando pasamos a la parte superior de las escaleras, hacia una habitación que me imagino que es la suite principal, escuchamos la voz de Melody desde abajo.

—¡No vas a creer a quien le estoy mostrando una casa ahora! ¡El maldito y maravilloso Leo Nash! No estoy mintiendo. No, lleva una camisa. Yo reviento a reír aún más, mientras que Leo gruñe y me arrastra a la habitación principal. —Te lo dije. —Sólo quería ver algunas casas — se queja y se pasea por el gran espacio vacío. —Creo que debes decirle a tu asistente que llame a las inmobiliarias a partir de ahora. —Probablemente. ¿Te gusta esta habitación? —me pregunta. —Es muy grande. —Camino a la ventana y miro la fuente, el agua que refleja la luz del sol por la tarde—. La vista es estupenda.

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—Sí, me gusta la vista también. —El suelo no está congelando mis pies, y las paredes son de color marrón claro, que es cálido y agradable. —Llevas zapatos —me recuerda con una sonrisa. —Tu casa de Malibu congelaba mis pies, incluso con los zapatos. —Listilla. —Sonríe y abre la puerta a un gran armario con estantes para zapatos y bolsos, e incluso una isla central para otros accesorios. —Creo que morí y fui al cielo —suspiro, sintiendo mis ojos abrirse y el aumento de latidos de mi corazón—. Es sólo que... Oh, Dios mío. —Eso es un sí al armario. —Leo se ríe. —Esta es tu casa —le recuerdo consciente, y mantengo mi rostro sin expresión—. No mía.

—Sin embargo… —No es mía —repito, y niego con la cabeza. —Muy bien, vamos a decir que hay suficiente espacio aquí para que tengas tu propio cajón para cuando te quedes. —¿Me estás tomando el pelo? —Sí. Vamos a ver el cuarto de baño. El cuarto de baño es aún mejor. —Podría nadar en la bañera —refunfuño y miro a través del espacio. La ducha es del tamaño de Manhattan. Podríamos organizar fiestas allí. Shows completos. Oh, Dios mío, el sexo que podríamos hacer en esta bañera.

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—¿Estás bien? —Leo me pregunta, su voz ligera y divertida. —Sí —le respondo y arrastro mi mano sobre la encimera de granito claro. Hay dos lavabos, a unos metros de distancia, con un montón de espacio y cajones debajo. Me doy vuelta y me apoyo contra el granito, observando a Leo en el otro lado del cuarto de baño—. Creo que quiero lamer tus estrellas —murmuro y lo miro de arriba a abajo. Él entrecierra los ojos hacia mí y se mueve lentamente hacia la puerta, cerrándola y luego camina hacia mí, apoyando las manos a ambos lados de mi cintura, su rostro a centímetros del mío. —No vas a lamer nada ahora. —¿En serio? —Levanto una ceja y lo miro mientras sus ojos recorren mi cuerpo. —No, pero yo sí. —Él me agarra y me empuja hacia el mostrador, me tiemblan las piernas y mi coño se encuentra cerca del borde.

—Leo, la chica está en la casa. —Se mueve entre mis rodillas y se inclina más cerca, sus labios contra mi centro, sus manos desabrochan mis jeans. —Me importa una mierda. No me importaría si Jesús y JFK14 estuvieran ahora en la planta baja. No me podrían impedir el saborearte. Levanta tu trasero. Obedezco y baja mis jeans y mis bragas por mi culo y las piernas, cayendo al suelo. Él agarra mis caderas con sus fuertes manos y besa mi mejilla, hasta el punto sensible en mi oído y luego a lo largo de la barbilla hasta mis labios. —Puedo oler tu excitación —susurra contra mis labios y una de sus manos vaga entre mis piernas y agarra mi centro—. Dios, estas caliente y húmeda, nena. —Fue el armario que me excitó —susurro y dejo escapar un gemido mientras empuja un dedo dentro de mí. —Así que es mejor comprar la casa —murmura con una sonrisa.

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—Estoy bromeando — respiro. —¿Qué te hizo estar mojada? —me pregunta, y muerde mi labio inferior, calmándolo después con la lengua. —Tú. —¿Qué más? —También pensé en lo divertido que podría ser esa ducha. —Mi respiración se traba cuando él cepilla suavemente mi clítoris con el pulgar. —Mmm, sí, esto podría ser divertido. —Él está de acuerdo y me besa suavemente. —¿Samantha? —Sí. —Oh, Dios, basta con apretar un poco más duro. Sólo un poco más fuerte. Muevo mis caderas, tratando de aumentar la presión contra mi centro sensible, sabiendo que estoy tan cerca. 14

JFK: John Fitzgerald Kennedy, trigésimo quinto presidente de los Estados Unidos de América.

—Voy a comerte aquí mismo. Pensé que no podría estar más emocionada, pero lo consiguió. —Y entonces te llevaré a casa y me perderé en ti. —Tenemos una cena con la familia —recuerdo y suspiro mientras empuja otro dedo al lado del primero. —Tenemos tiempo. —Se arrodilla frente a mí, abre mis piernas, tirando los dedos de mi interior y lame entre mis pliegues y hasta mi clítoris dos veces, grito, y luego se instala firmemente allí, tirando de ellos con la boca y chupando con firmeza. Frota su nariz contra mi clítoris y mis caderas suben en el mostrador. —Calma —susurra echándose hacia atrás, con los ojos clavados en mi coño—. Dios, eres tan hermosa, mi amor.

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Mis músculos se contraen con sus palabras y me sonríe mientras empuja los talentosos dedos dentro de mí una vez más, encontrando el lugar correcto, y agarra mi clítoris con los labios, chupando y tirando, empujando y mordiendo, frotando ese maldito piercing contra mí hasta que me corro contra su boca, mis tacones clavándose en su espalda, haciendo una mueca y mordiéndome el labio hasta sangrar, sin gritar. Él me besa y me calma, acaricia mis muslos y besa mis labios. —Me encanta sentir mi gusto en ti —murmuro. —A mí también. —Él sonríe y me besa profundamente, y luego se da la vuelta, con las manos sobre mis hombros para mantenerme firme. —Bueno, eso fue divertido. —Salto de la encimera y recojo mis jeans. —No te pongas las bragas. No las necesitarás. —Estás muy seguro de ti mismo, ¿no es así? Simplemente levanta una ceja y una sonrisa se estira lentamente por sus labios.

—Creo que sólo para demostrarte que puedo tomarte en cualquier momento y en cualquier lugar, Luz del sol. —Buen punto

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Traducido por Vecina Corregido por Yanii

uántas veces ustedes se reúnen para estas cenas en familia? —Leo me pregunta mientras nos dirigimos a casa de Will y Meg. —Aproximadamente una vez al mes. —Me encojo de hombros. —Es bastante gente en una casa. —Se ríe y mueve la cabeza. —Sí, pero por otro lado no nos vemos mucho. Todo el mundo está siempre ocupado. —Él aparca detrás del Mercedes SUV de Luke y respira hondo—. ¿Listo? —le pregunto.

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—Todo lo que puedo —refunfuña mientras me ayuda a salir del auto. Toma mi mano y me lleva hasta la puerta. —No podemos faltar a las cenas familiares. Seríamos masacrados. —Sonrío y abro la puerta hacia el caos. Los bebés están corriendo o gateando alrededor, los adultos riendo, discutiendo y moviéndose por la cocina. —¡Hey! —Jules exclama cuando nos ve y me envuelve en un fuerte abrazo—. Will es un idiota y pidió pizza. —A todo el mundo le gusta la pizza. —Él frunce la frente para ella desde su sofá y entonces nos sonríe—. Hay treinta pizzas en la cocina junto a las cervezas, gaseosas y creo que Matt está haciendo algunos tragos también. —¿Mis padres están aquí? —pregunto a Jules. —Sí, todos los padres y quiero decir todos los padres, incluyendo los de Brynna, ellos están arriba en el ático apreciando la tranquilidad, lejos del caos. Aunque, habiendo llevado a Olivia con ellos, estarán viviendo su propio caos personal. —Sí, estamos conscientes de eso. —Leo asiente y abre las cajas de pizza en la mesada de la cocina—. Ella es adorable pero difícil de controlar. —Toma una porción grande de pizza calabresa, una botella de cerveza y entra en la sala de estar para sentarse con Meg y conversar.

—Es de mi familia de quien estás hablando. —Luke informa y me da un gran abrazo—. ¿Cómo estás? —susurra en mi oído. Balanceo la cabeza para él alegremente y sus profundos ojos azules se suavizan. —Bien. —Toma su cerveza y continúa para la sala, colocando a Natalie sobre sus rodillas y besa sus cabellos. —¿Qué te gustaría beber? —Matt me pregunta del otro lado de la isla en la cocina. —¿Qué es lo que tienes, barman bonito? —le pregunto y me siento en un taburete. —Prácticamente todo lo que quieras. Invadí el armario de bebidas de Will. —¡Escuché eso! —Will grita desde la sala. —¡No me importa! —Matt le grita—. Entonces, ¿qué beberás? —¿Tienes aceitunas? —pregunto con una sonrisa. —Uh, no —él mueve la cabeza y ríe. —Mierda. Ok, quiero una fuzzy navel15. —Matt comienza a trabajar—. ¿Dónde están Brynna y las niñas? —No estoy seguro. Caleb telefoneó más temprano y dijo que estaba llevándolas a

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algún lugar este fin de semana y que no estarían aquí. —Misterioso —levanto mis cejas—. ¿Cómo es que has acabado acá trabajando de barman? —Para mí es tranquilo, yo no bebo. —Se encoje de hombros y derrama jugo de naranja por encima de mi licor de durazno y hielo y me pasa la copa—. ¿Pizza? —Luego voy por una porción —bebo un trago de la bebida y sonrío sorprendida—. Esto está muy bueno. —No estés tan sorprendida. Trabajé en un bar durante la facultad. —Un chico hombre orquesta para todos los oficios —lo provoco con una sonrisa. —¡Ey, amiga! ¿Cuándo has llegado? —Stacy aparece a mi lado y mira ansiosamente mi bebida y luego a Matt, que ríe. —¿Tú quieres uno de esos? —Si, por favor —ella sonríe. —Leo y yo llegamos hace unos minutos. ¿Dónde está Isaac? —Está jugando xBox con Nate y Mark. Acelerando a Nate —ella sonríe y toma una caja de pizza aún llena, coloca unas cervezas debajo del brazo, agarra su bebida y se va en dirección a la sala de juegos. 15

Fuzzy navel: coctel de vodka con licor de durazno, jugo de naranja y granadina.

—¿Necesitas ayuda? —le pregunto. —No, soy madre. Esto no es nada —y me guiña un ojo. Me inclino contra la isla y observo la familia a mi alrededor. Matt está limpiando la mesada, inmerso en sus pensamientos. Puedo escuchar a Nate e Isaac gritando en la otra sala y Jules y Stacy riendo. Leo y Meg están con sus cabezas juntas, tramando algo. Will, Luke y Nat están en una conversación profunda. —Necesitamos encontrar una chica para ti. —Le digo a Matt que se detiene y frunce la frente. —¿Por qué? —Tú no estás volviéndote más joven. —Doy una carcajada cuando me mira serio—. No eres gay. Tira su cabeza hacia atrás y se ríe, pasa sus manos por su cabello rubio oscuro y me sonríe. —No, no lo soy. —Bien entonces.

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—Tengo gustos particulares —murmura. —Lo sé. Sus ojos apuntan a los míos otra vez. —¿Lo sabes? Levanto una ceja para él, una media sonrisa en los labios y él suspira y mueve la cabeza. —Eres muy observadora. Le sonrío dulcemente y tomo mi bebida, esperando que él hable. —Eso va a suceder eventualmente —finalmente admite—. Pero tengo la sensación que ella no va a ser fácil de encontrar. —Ella va a valer la pena —le aseguro, acariciando su ancho hombro. —¿Qué está pasando entre tú y Leo? —me pregunta bajito. Mis ojos se dirigen hacia el hombre en la sala de estar, aún en una profunda charla con Meg. Siempre estoy atenta a él, lo que está haciendo y donde está. No lo puedo evitar. —Entré en eso y me enamoré de él. —Sonrío y miro para Matt, que se sentó a mi lado—. ¿Qué opinas de él? —Me gusta —balancea la cabeza—. Me parece que se enamoró de ti, también —él apunta y giro la cabeza para encontrar a Leo observándonos. Le guiño un ojo y él

sonríe suavemente antes de volver a su charla. —Es medio repugnante. —Escojo una porción de pizza y le doy una mordida—. Pero es divertido. Vamos a ver a donde llegamos. —¿Tú no eres muy adepta a esas cosas melosas y románticas, no es así? —Matt pregunta riéndose. —Es verdad —me encojo de hombros y, en seguida, percibo que es una mentira. Adoro esas cosas románticas cuando es con Leo. —Entiendo — dice. —A ti tampoco te gustan las cosas románticas —le recuerdo. —Existe un tiempo y un lugar para el romance —disiente—. Pero yo decido cuando y donde. —Dios, eres un mandón. Se ríe de mí y choca su copa con la mía para un brindis. —Uh, ¿Sam? —Stacy se está moviendo por la sala, el teléfono en sus manos y con gesto serio.

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—¿Si? —¿Has visto esto? —¿El qué? —le pregunto, mientras pone su teléfono en mis manos. Matt se inclina para mirar por encima de mi hombro y maldice entre dientes, mientras mi mundo se detiene. Es una foto en una página de chismes on-line, conmigo y Leo en la sesión de fotos la semana pasada en LA, Lori fue cortada de la foto. Claro. La leyenda debajo dice: “Leo Nash con su nueva novia, la hermana del actor/productor Luke Williams.” Sin mi nombre. —¿Qué es? —le oigo preguntar a Leo, con la voz más cerca que antes y siento mi rostro arder de rabia, incomodidad y traición pura. —Mierda.

~ Leo ~ El rostro de Sam esta rojo brillante mientras mira fijamente el teléfono de Stacy, sus manos están temblando y Matt está mirando el teléfono como si quisiera arrojarlo

contra la pared. —¿Qué diablos está mal? —pregunto mientras me aproximo a ella. Levanta el teléfono y lo empuja en mi pecho. —Eso es lo que está mal. La foto es de la semana pasada en Los Ángeles, exactamente la foto que Sam dijo que no quería que se filtrara. ¡Mierda! Melissa acaba de perder su empleo. —¿Qué es lo que está sucediendo? —Luke pregunta cuando se junta con nosotros. —Una foto se filtró —murmuro y se la paso a él. Él frunce la frente mirando el teléfono y se vuelve hacia Sam. —Sam, eso no es novedad. Tú estabas con Leo en L.A. ¿Qué esperabas que sucediera? —Le dije específicamente a esa perra publicista que no tenía mi autorización para usar mi foto. Luke dirige su mirada acusadora hacia mí, su rostro duro y estrecha los ojos.

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—Ey, hombre, yo apoyé a Sam. Voy a despedir a esa perra que filtró las fotos. —¿Vas a despedir a todos los que filtraron esta mierda? —Luke exige y empuja el teléfono hacia Stacy—. Sam trabajó duro para estar fuera de los tabloides. —Soy consciente de eso —me mantengo firme y cruzo los brazos sobre el pecho. —Te lo dije. —Luke apunta el dedo en mi cara—. Te dije que esto iba a pasar. ¡Esa foto —él señala el teléfono— es por cosas así que te advertí que te quedaras bien lejos! —¡No le hables de esa manera! —Meg se para entre Luke y yo, sus ojos castaños mirándolo—. Ya te dijo que él apoyó a Sam. —Quédate fuera de esto. —Luke murmura para ella, pero ella permanece firme. —No lo voy a hacer. Estas mierdas suceden. Tú deberías saberlo bien. Diablos, ella sabe eso. Trabaja para una revista. —Meg planta sus manos en sus caderas y quiero decirle que se aparte, pero sé que va a ser inútil. Ella está en el modo hermana protectora. —Meg… —comienzo, pero ella levanta la mano para callarme y mis cejas suben por la sorpresa. Matt le sonríe. Isaac, Nate y los otros salieron de la sala de juegos para ver el motivo de toda esta conmoción. —Colocó a mi hermana en una posición que ni siquiera él entiende. —Me apunta nuevamente con el dedo, levantando la voz, mientras Mark se pone a su lado.

—¿Cómo diablos puedes decir que él no entiende de esto? —Meg ruge—. ¡Él vive en ese maldito mundo todos los días! Tú no eres más famoso que él, lo sabes. En realidad, él está aún más inmerso en esto. —Esto no es sobre quien es más famoso —Luke interrumpe. —Leo nunca lastimaría a Sam. —¡Él no es lo suficientemente bueno para mi hermana! —Luke exclama y un sudor frío irrumpe en mi rostro. Él está en lo cierto. No lo soy. Pero que me jodan si voy a dejarla ir. —Luke. —Sam suavemente interviene, pero niega con cabeza. —No, tú le dices que no quieres ese tipo de publicidad, ¿y qué sucede? Esa mierda. —Él apunta para el teléfono de Stacy—. Eso es mierda —se gira hacia mi—. ¡Tú deberías protegerla mierda! ¡Y no arrojarla a los lobos! ¡Lo prometiste! —¿Tú estás jugando conmigo? —Agarro a Meg por los hombros y la coloco en dirección a Will, sabiendo que él va a mantenerla fuera de esto—. ¿Crees que no sé

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lo que la fama, tu fama, hizo a tu hermana? —Leo —la voz de Sam está llena de advertencia, pero la ignoro. Ya tuve suficiente de esta mierda. —Tu fama, toda tu fama. —Apunto para Will y en seguida de nuevo a Luke, mi corazón golpeando mi pecho—. ¡Sam perdió su empleo, mierda! Ella está desempleada hace más de un mes, porque nunca vendería a su familia. Luke cierra su mandíbula y sus ojos vuelan para Sam, que ahora está con lágrimas en los ojos. —¿Es verdad eso? —Jódete —ella susurra y mueve la cabeza—. Me marcho de aquí. —Se abre paso a través de las personas reunidas a nuestro alrededor y sale golpeando la puerta del frente, Natalie la sigue detrás. —¿De qué diablos estás hablando? —Mark pregunta, las manos en las caderas. —El jefe de ella quería que hiciera un reportaje sobre Luke y Nat el año pasado después que ellos se casaron. Ella se negó. —Pero tú acabas de decir que ella está desempleada hace solo un mes. Estamos casados hace más de un año. —No terminé. —Paso mi mano por mi cabello—. Cerca de un mes atrás, el bastardo la llamó nuevamente, porque ella no le había comentado que estaba

relacionada a los Montgomerys. Más específicamente, Will Montgomery. —Hijo de puta —Will susurra—. Le habría dado una entrevista a ella. —Ella no te lo hubiera pedido, hombre. Te ama. A todos ustedes. —Miro alrededor de la sala, a la familia de Sam. Jules tiene lágrimas en los ojos, las bocas de los hombres están apretadas, los puños cerrados—. Ella nunca colocaría a su familia en ninguna revista, especialmente sabiendo como ustedes protegen ferozmente su vida privada. Si ella solo les hubiera contado esto antes, habrían luchado por ella. —Entonces, la despidieron, porque ella no llevaba puesta la camiseta del equipo, por no estar dispuesta a vender a su familia. Ella fue a los L.A. para una entrevista de trabajo. —No se va a mudar a L.A. —El padre de Sam afirma desde su posición en la escalera. Los padres salieron para escuchar. —No, no se va a mudar —le confirmo y muevo la cabeza—. Tiene algunas entrevistas aquí en la ciudad esta semana.

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—¿Por qué nunca nos dijo nada? —Luke pregunta. —Estamos hablando de Sam —le recuerdo con una sonrisa triste—. Ella es inflexible como el infierno. Tampoco quiere que nadie se preocupe. —Me giro hacia Luke y lo enfrento—. Entonces, si crees que yo alentaría para que una mierda así sucediera —apunto al teléfono, apretado con fuerza entre las mano de Stacy— estás muy equivocado. La perra será despedida. Yo sé sobre Scott. —La última frase es susurrada a Luke, y apenas Mark consigue escucharla también. Su mirada sorprendida encara a la mía y luego él suspira profundamente. —Mierda.

~ Samantha ~ ¿Qué diablos sucedió? Corro por la puerta del frente en dirección al auto de Leo y me doy cuenta que no solo no vine conduciendo, sino que no tengo ninguna llave tampoco. No me puedo ir. ¡Mierda! —Sam —la suave voz de Natalie viene detrás de mí, y me giro para encontrarla de pie en la puerta, con los ojos verdes preocupados y húmedos.

—Vuelve adentro, Nat —solo quiero estar sola. Dios, mi corazón duele. Ese hijo de puta les contó. Les contó después que le dije que no quería. —Sam, habla conmigo. —Nat insiste y camina hacia mi, los brazos alrededor de su cintura. —No hay nada que decir. —Planto mis manos en mis caderas y la observo descender la calle. —Habla ya, Williams —la voz de Nat es dura. Miro a mi linda cuñada, agradecida porque ella esté aquí. —Le dije a Leo que no cuente nada a mi familia sobre mi trabajo —finalmente admito. —¿Por qué? —pregunta con una mueca—. Nos habría gustado ayudarte. —Por eso —arrojo una piedra en la calle—. Luke habría intentado resolverlo o pagar mi hipoteca o algo así de estúpido. —Estoy segura que tu hipoteca será pagada mañana a la tarde. —Nat concuerda

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con una sonrisa. —Es mejor que él no lo haga —le advierto, luego, siento las lágrimas que comienzan a caer de mis ojos, lo que me irrita aún más—. Mierda. —Tú sabes, todos te amamos. —Nat sonríe y yo comienzo a llorar más. La perra— . Te alejaste de nosotros, de todos realmente, pero te amamos mucho. Tus hermanos harían cualquier cosa por ti. —Lo sé. —Susurro. —Tengo la sensación que Leo se siente de la misma manera. —Muevo mi cabeza pero ella solo se ríe de mí—. Sam, ¿lo has observado por lo menos un segundo, para ver la cara de él cuando vió esa foto? No. Agito mi cabeza. —Eso lo devastó. Él va a hacer las cosas bien. —Ella afirma confiadamente y sonríe suavemente. —¿Por qué eres tan buena conmigo? —le pregunto—. Yo era horrible contigo. —Porque sé el motivo de que eras así y porque te amo por querer proteger a mi marido. Agito mi cabeza y me limpio las lágrimas de mis mejillas. —¿Estás llorando por causa de esa foto? —me pregunta bajito. —No —muevo mi cabeza y limpio mi nariz con el dorso de mi mano—. Me siento

traicionada por aquel idiota tatuado de allí y avergonzada que todos sepan ahora que perdí mi trabajo. Nat asiente y luego frunce la frente. —Vas a encontrar otro trabajo, lo sabes. Me encojo de hombros. —Ellos no están golpeando mi puerta. —Lo vas a conseguir. ¿Qué es lo que Leo te dijo? —Se está mudando para acá, para estar cerca de Meg y la banda va a grabar su próximo álbum aquí. —No fue eso lo que quise decir y lo sabes. —Estrecha los ojos hacia mí, haciéndome reír. —Dios, eres una caza fortuna —le digo con una carcajada. Ella sonríe y asiente. —Sí, no le digas a Luke. Cree que lo amo por su linda apariencia. Me limpio el resto de las lágrimas y suspiro. —Leo dijo que va a cuidar de mí.

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—Apuesto que eso también te irritó. —observa correctamente. —Claro que sí. No necesito que cuide de mí. —No. —Concuerda con una sonrisa. —¿Qué hay con esos hombres que piensan que pueden cuidar de todo? No soy una doncella en peligro. No tengo esa mierda. —Lo sé —se encoje de hombros—. Pero es un poco tranquilizador saber que no tienes que hacer todo por cuenta propia. A mí me gusta que Luke cuide de todo a mí alrededor. —Creo que él prefiere tu frente —sonrío. —No, él ama mi trasero —se ríe. —Tienes un muy buen trasero —le confirmo y luego arrugo la frente—. Aún estoy muy, muy enojada con él. No debería haberle contado a mi familia. —No, eso era una cosa tuya para contar. —Natalie coloca su brazo sobre mis hombros—. Siento mucho que estés herida. La puerta del frente se abre y espero ver a Luke o mis padres viniendo a mi encuentro, pero en vez de ellos es Leo, moviéndose rápidamente, con cara de pocos amigos. —Entra en el puto auto. —¿Discúlpame? Te veo más tarde —le susurro a Nat, que besa mi mejilla antes de

volver hacia el interior. —Me has escuchado. —No voy a ningún lugar contigo —defiendo mi posición, mis brazos cruzados y lo miro desafiante. —Una mierda que no vienes. Entra. —No. Se detiene y se gira para mí, sus ojos grises con más rabia de lo que ya he visto. Queda a centímetros de mi rostro, su voz baja y aparentemente calma. —Entra en ese puto auto, antes que yo te ubique personalmente. —Leo… —¡Entra al auto! Jesús, María y José, está furioso.

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Traducido por Dark juliet Corregido por Yanii

~ Leo ~ aldita sea, me haces enojar —murmuro y agarro el volante con fuerza, disfrutando del estruendo del motor mientras piso fuerte dándole gas y corto fuera del camino de entrada de Will. —Van a matarnos a ambos —murmura y me mira. —No, si me decido a matarte, voy a ahogar la mierda fuera de ti. —Ella tiene la

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audacia de reírse. —¿Crees que es la primera vez que he sido amenazada con un ahogamiento? —No, cariño, estoy seguro de que ocurre en forma regular. Eres tan jodidamente terca. Ella me deslumbra de nuevo y mira por la ventanilla del pasajero. Estoy muy enfadado con ella, no me atrevo a tocarla. Estoy cabreado en muchos niveles, y ni siquiera sé por dónde comenzar y cómo cavar a través de la raíz de la misma. Sólo sé que no he estado tan enfadado desde que tenía dieciséis años. —Leo —ella comienza, pero la interrumpo. —Deja de hablar. Su mirada sorprendida azota a la mía, y la miro, hirviendo. —Estás muy enfadado —susurra y se sienta tranquilamente mientras navego por el centro de Seattle hacia su edificio. Me estaciono, y pongo el auto en punto muerto así que su puerta se abre y ella puede salir. —Hablaré contigo más tarde. —¿No vas a entrar? —pregunta, sorprendida. —No.

—Leo, entra y habla conmigo. —Miro hacia ella, y sus ojos están asustados, y una parte de mí se ablanda. Le preocupa que no vuelva. —Está bien. —Apago el motor, rodeo el capó del auto y la jalo de su asiento, camino rápidamente a su edificio y presiono el botón del ascensor. Cuando las puertas se cierran, trata de hablar, pero la interrumpo. —No, quieres que hable, bien, voy a hablar. Cuando entremos en tu casa. Ella frunce el ceño hacia mí, a punto de discutir, pero cierra los labios y mira al frente. En su piso, pisoteo por delante de su puerta y esperó a que la abra y entre. —Siéntate. —No, no soy un puto perro, Leo. Si estás enojado, habla. Si sólo vas a ser un idiota, vete a casa. Estoy harta de que me acoses. —¿Acosarte? —la rodeo, la furia aumenta de nuevo—. Acosarte. Me quede en la mierda por ti, Samantha. —No, mis hermanos, lo hicieron —responde, con los ojos en llamas—. Me has traicionado.

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Me tropiezo hacia atrás, como si me hubiera golpeado físicamente. —Sabes, para ser una mujer inteligente, puedes ser increíblemente estúpida. —Sus ojos destellan pero la fulmino con la mirada, evitando que se levante—. ¿Quieres hablar de esto? Bien, voy a hablar, y tú vas a escuchar cada palabra de mierda que diga.

~ Samantha ~ Si él me jura de esa manera una vez más, juro por Dios que voy a echarlo a patadas en el culo. —¿Quién diablos te crees que eres para tratar a tu familia de esa manera? —Él pone sus manos en las caderas y me clava la mirada—. Tienes una familia que te adora. Tus hermanos harían cualquier cosa por ti. Jesús, Sam, incluso los Montgomery matarían por ti. —Él pisa fuerte y comienza a pasear por mi sala de estar, con el rostro tenso por la ira. —¿Sabes lo que hubiera dado por un instante de eso cuando estaba creciendo? —Se vuelve hacia mí y siento toda la sangre drenándose de mi cabeza—. Me habría arrastrado por fuego para tener una familia tan grande que me amara. Por tener

hermanos con quien pelear y defender cuando alguien tratara de joder con ellos. Pero, ¿sabes lo que me dieron en su lugar? Oh, Dios, no sé si quiero saberlo. Él empieza a caminar de nuevo, sus ojos distantes, y me doy cuenta de que en realidad no es que esté enojado conmigo. Esta sólo enojado. —Mis padres murieron cuando yo tenía doce años, y no tenían hermanos, así que no había nadie que me llevara. En lugar de eso fui arrojado al sistema de acogidas. El primer lugar no estaba mal, pero no me pudieron mantener por mucho tiempo, así que seguí siendo barajeado alrededor, de casa en casa, hasta que tuve dieciséis años. La mayoría de las casas estaban bien. A algunos de los papás les gustaba golpear, lo que aprendí a tratar. —Se encoge de hombros y se va a mirar por la ventana a la calle de abajo. —¿Qué pasó cuando tenías dieciséis años? —susurro, mi estómago turbio de ira, dolor y horror. —Me desperté una noche. —Su voz es tan baja que apenas se oye, así que

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tranquilamente me acerco más—. Y el hombre con el que vivía estaba encima de mí, tratando de quitarme los pantalones. Santa mierda. —Siempre fui un chico alto, pero a los dieciséis años, también era fuerte, y luché contra el hijo de puta grasoso que tenía encima. Le deje el ojo negro. —Él apoya su frente contra el vidrio, perdido en los recuerdos horribles que atraviesan su cabeza—. Me desperté de esa manera, casi todas las noches durante una semana. Sólo que no se rendía. Llegue luchar contra el sueño, haciendo todo lo posible para permanecer despierto y dormir durante la clase durante el día, pero inevitablemente me dormía. —Respira hondo y cierra los ojos—. Entonces trajeron a este otro chico, unos años más joven que yo, llamado Tom. Él era más débil que yo. Tenía la cama junto a la mía. —Oh, Dios —le susurro, mi mano sobre mi boca. —Sí, él no tuvo tanta suerte —susurra—. Pero peor que eso, Meg llegó. —No me digas que... —No, el hijo de puta prefería chicos jóvenes, pero hice mi misión en la vida protegerla y asegurarme de que nadie la tocara así. —Se vuelve hacia mí, con la cara desprovista cuidadosamente de cualquier emoción. Sus manos se hacen puños a los costados, y cada músculo de su cuerpo se apresta—. Eso es lo que hace la

familia, Samantha. Se protegen entre sí. En lugar de darles a tus hermanos, tus padres, tus amigos la oportunidad de ayudarte, te les alejas. —No necesito su caridad —empiezo, pero su rostro se endurece una vez más y me estremezco—. Eso no es lo que quiero decir. No quiero que se sientan obligados a ayudarme. —No se sienten obligados. Sienten amor, ¡maldita sea! —¡No me lo merezco! —le grito—. Nunca he hecho nada para merecer estar en esta familia, con todas estas personas maravillosas y hermosas. —¿De qué estás hablando? —pregunta, con el rostro completamente confundido. —No soy nadie especial. No tengo ningún talento increíble, no hago un montón de dinero, ni siquiera soy una persona muy agradable. Lo único que tengo son familiares famosos. —Sacudo mi cabeza y me muevo por la habitación, de espaldas a él—. ¿Sabes que, aparte de la familia y la gente con la que estoy emparentada por matrimonio no tengo una persona que considere mi amiga? Ni una sola. Y eso no es una coincidencia. —Me vuelvo hacia él.

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Él me mira como si me hubiera vuelto loca. Él podría estar en lo cierto. —¿Por qué? —pregunta. —Porque siempre hay alguien que quiere algo de mí, Leo. En el instituto, querían estar cerca de Luke o Mark por lo que fingían ser mis amigas para que pudieran pasar el rato en nuestra casa y tratar de vislumbrarlos. Cuando Luke se hizo famoso, se intensificó por mil. Diablos, un millón. —Me río con tristeza—. Finalmente me dejé de tonterías y me separé de ello, encontré una carrera que me gusta y en la que soy buena, hasta que me jodieron de nuevo. Recargo mi cabeza en mis manos, frotándome la frente con la punta de mis dedos. —Aprendí hace mucho tiempo a ver por mí misma, y no depender de otros para cuidar de mí. La fama es efímera y honestamente, es simplemente una mentira. — Encuentro sus ojos y me encojo de hombros—. Ser famoso no hace feliz a nadie. Es sólo que... da miedo. —Sam, te mereces tu familia. Ellos te aman. —Sí, lo hacen. —Asiento y luego muevo la cabeza—. Y los amo más que a nada. Pero no merezco tenerlos recogiendo los pedazos cuando mi vida se derrumba. Estoy en mis treinta, por el amor de Cristo, Leo, tengo que recoger mis propias piezas.

—Me doy cuenta de que no me estás incluyendo en ninguna parte de esta ecuación —murmura y mete sus manos en sus bolsillos. —No necesito que soluciones nada tampoco —le digo con firmeza. —No, no es necesario que arregle nada, pero apoyarte y estar ahí para ti, no es arreglar. —No necesito tu fama —murmuro, y le doy la espalda, arrastrando los pies hacia atrás y adelante a través de mi pequeña sala de estar. —¿Qué necesitas? —pregunta, con voz tensa por la frustración, pero no respondo. Sólo sigo el ritmo. —No necesito tu dinero —murmuro de nuevo y empujo mis manos por mi pelo. —Está bien. —Está justo detrás de mí, y puedo sentir la frustración rodando fuera de él en oleadas, pero él pone sus manos suavemente sobre mis hombros y su tacto es mi perdición—. ¿Qué necesitas, Luz del sol? —¡A ti! —Me giro y estrecho mis brazos alrededor de su centro, presiono mi rostro contra su pecho, así no tengo que mirarle a los ojos y dejó que las lágrimas lleguen

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—. Sólo te necesito a ti —le susurro. —Sam —susurra y envuelve los cálidos y fuertes brazos alrededor de mis hombros, me abrazaba cerca—. Me tienes, nena. —Esto me molesta. —Apoyo mi frente contra su pecho—. No me gusta esta sensación. En el auto, pensé que me estabas dejando y no volverías, y eso me mata. No quiero depender de ti. —Hey. —Inclina mi barbilla de modo que tengo que mirarlo a los ojos—. Me pones tan enojado, que simplemente no creo que pueda hablar contigo sin querer estrangularte. Sam, tienes que trabajar en esto de no sentir que vales la pena. Tu familia te adora, y sientes lo mismo. Tienes que confiar en ellos. —Lo sé. —Dejo caer mi mirada a su boca y frunzo el ceño. —Y otra cosa. —Besa mi frente—. Eres una buena persona, te guste o no. Eres la mujer más increíble que he conocido. Si sigues hablando mierda sobre mi mujer, voy a tener que castigarte. —No más lanzamientos en piscinas. —Sonrío. —Siento que sintieras que te traicioné. —Su cara sobria, sus ojos están tristes—. Esa es la última cosa que haría nunca. —Lo sé, pero te dije...

—Sabes, una de las cosas que aprenderás acerca de mí —besa mi frente suavemente—. Es que siempre voy a tener los mejores intereses en mi corazón. Tu familia merecía saberlo. —Y yo merecía decirles. —Me coloco fuerte—. Te necesito a mi lado, no peleando mis batallas por mí. Una lenta sonrisa se extiende por su rostro y acuna mi cara entre sus manos antes de bajar sus labios a los míos. —Bien dicho. Mientras este en la foto. —Leo, eres la foto. Él permanece quieto, sus ojos buscando los míos, y luego me besa, suavemente al principio, y luego más exigente. Se inclina y me toma en sus brazos y me lleva a mi habitación. —Necesito tenerte desnuda y perderme en ti. ¿Está bien? —pregunta, sus ojos grises se han suavizado. —Sí, está bien. —Tiro su camisa sobre su cabeza cuando me pone de pie.

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Rápidamente nos desnudamos mutuamente y caemos sobre la cama. Leo se eleva por encima de mí, con la pierna descansando entre las mías, y sus dedos enderezan mi cara. —Te quiero, Samantha Williams. Cada maldito día, Te amo. —Sus labios capturan los míos de nuevo antes de que pueda responder, y felizmente me besa, rozando su boca sobre la mía, dejándome morder y tirar de su piercing, su pulgar trazando círculos en mi mejilla. Su erección se presiona contra mi cadera, pero cuando trato de llegar abajo por ella, él capta mi mano en la suya y me besa los dedos. —Todavía no —susurra. —¿Qué pasa? —Tenemos toda la noche. Esto no es un polvo rápido, Luz del sol. —Mordisquea la esquina de mi boca y mi línea de la mandíbula—. No estaba bromeando cuando dije que voy a perderme en ti. Voy a hacerte el amor, nena. —No sé... —Sí, lo sabes —interrumpe, sus ojos en los míos, y me besa de nuevo—. Tú lo sabes. Deslizo mis dedos bajo su costado a su culo y mis manos aprietan cuando las puntas de sus dedos rodean circulando mi pezón, endureciendo la piel sensible.

—Me encantan tus pechos —susurra y tira del pezón en su boca, succionando suavemente—. Tan receptivos. —Me encanta tu boca. —Me retuerzo debajo de él mientras muerde suavemente el pezón apretado—. No puedo tener suficiente de ella. —Bien. —Él se ríe y me besa de nuevo la mandíbula hasta mis labios. Sigue para besar mi boca, su lengua tomándole el pelo a la mía, mientras su mano se desliza por mi torso, por encima de mi estómago, a mi centro, y empuja dos dedos sobre mi clítoris y entre mis pliegues. —Oh, Dios. —Mi espalda se arquea de forma automática, empujándome contra su mano—. Dios, tienes buenas manos. —Me encanta lo húmeda que estas —susurra—. Eres tan jodidamente sexy, nena. Él mordisquea hasta mi clavícula y más aún a mis pechos, prestando especial atención a los dos. Sus dedos se mueven rítmicamente por mis labios, casi haciéndome cosquillas. —¿No hemos decidido ya que no soy una guitarra? —pregunto.

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—Eres mejor. —Él lame mi ombligo, tira de mi piercing suavemente con los dientes y luego lo besa dulcemente. —Esta perforación será mi perdición. —Todos esos piercings que tienes… —Jadeo mientras uno de sus dedos se sumerge dentro de mí y frota mi punto dulce —. ¿Y mi piercing en el ombligo te enciende? —Es caliente como el infierno en ti, nena. —Me gustan los tuyos también, incluso el de la ceja. —¿Sí? —Sus labios se mueven más abajo del abdomen a mi coño y luego se inclina hacia atrás y simplemente se queda mirando mí centro. —¿Qué estás mirando? —Me encanta lo rosa que eres. —Él sonríe maliciosamente y luego se inclina y me lame, de mi ano hasta mi clítoris y hacia abajo de nuevo—. Dios, sabes bien. —Mierda —le susurro mientras mis caderas comienzan a moverse como si tuvieran una vida propia. Extiende mis piernas ampliamente, pasa hacia abajo sobre el colchón con sus antebrazos, y utiliza sus manos para extender mi coño enterrando su rostro en mi interior, mete la lengua dentro de mí, entonces cierra la boca y mueve ese glorioso piercing por todos mis labios y hasta mi clítoris. —Dios mío, ese labio es impresionante —murmuro y lo siento sonreír contra mí—. ¿Es por eso que lo tienes? —le pregunto, jadeando.

—No, beneficio colateral. —Él lo hace de nuevo. —Leo. —Dios, no puedo respirar. No puedo ni abrir los ojos. Me está volviendo del revés. —Mmm... —Te necesito, Leo —susurro, ni siquiera estoy segura de si las palabras están realmente saliendo de mí, o si están sólo en mi cabeza. —Estoy aquí, cariño. —Está bien, que hable en voz alta. —Te necesito dentro de mí. —Sacudo mi cabeza sobre la almohada, mi mente envuelta en lujuria. Si me excita más lejos, me voy a morir. O estallar en llamas. —Llegaré allí —dice entre dientes y continúa asaltando mi coño con su boca. —Por favor —le susurro y luego gimo cuando engancha esos labios increíbles sobre mi clítoris y hunde dos dedos dentro de mí. Él está tratando de matarme. Me vengo como loca alrededor de sus dedos, mis caderas sacudiéndose y empujando contra él, y finalmente besa y lame su camino de regreso por mi cuerpo,

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descansa el suyo más bajo contra el mío, y se apoya sobre los codos a cada lado de mi cabeza, sus manos en mi cabello y su cara a sólo centímetros de la mía. Mis manos pasean hacia arriba y abajo de su espalda y por encima de sus hombros para que pueda rastrear los tatuajes en sus brazos. —Me encanta la tinta —le susurro y miro mis dedos en su piel—. ¿Qué significa esto? —Representa la primera canción que escribí y que grabamos en nuestro primer álbum —responde, mirándome fijamente. —¿Y este otro? —le pregunto, trazando el otro hombro. —Esa fue la obra de arte original del tercer disco, pero el estudio optó por ir con algo diferente. —Se sacude un mechón de pelo de la frente y me besa suavemente allí. —¿Qué hay de esto? —le pregunto, tocando su antebrazo. —Eso me recuerda a Meg. —¿En serio? —le pregunto con una sonrisa. Él asiente y acaricia mi nariz con la suya. —Si seguimos así, vamos a estar aquí toda la noche. —Tenemos toda la noche —le recuerdo con una sonrisa. —Vamos a continuar la charla del tatuaje en un rato —sugiere.

—Bueno, ¿qué te gustaría hacer mientras tanto? —sigo rastreando su tinta con mi dedo. —Se me ocurren algunas cosas. —Se hunde lentamente dentro de mí—. Jesús, Luz del sol, nunca me acostumbraré a estar dentro de ti sin condón. —Mmm... —Estoy de acuerdo y suspiro mientras él mantiene sus caderas aún, asentado completamente dentro de mí—. Se siente muy bien. Él enlaza mi mano con la suya, besa mis dedos, y la levanta por encima de mi cabeza para descansarla en la cama. Aprieta su mano con firmeza cuando comienza a moverse dentro y fuera de mí, lenta, pero constantemente. Apoya su frente en la mía. —Nunca en mi vida me había sentido así —murmura y sigue haciendo el amor conmigo—. Tú eres todo lo que siempre he querido, Sam. Más que la música. Más que cualquier otra cosa. Lágrimas se reúnen en mis ojos ante sus palabras dulces y le muerdo el labio. —No llores —susurra.

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—No lo hago —le respondo mientras una lágrima cae en mi cabello. —Por supuesto que no. —Él sonríe y me besa suavemente mientras empieza a moverse más rápidamente, alcanzando ese lugar increíble con cada embestida, hasta que siento moviéndose el orgasmo a través de mí, y yo me aprieto a su alrededor, llevándomelo conmigo.

Traducido por lizels Corregido por Jery_miso

~ Samantha ~ dónde estamos yendo? —pregunto, y arrugo la frente hacia la ventana del auto de Leo. Estamos en el medio de la nada. —Tengo que mostrarte algo.

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—¿Otra casa? —pregunto, incapaz de mantener la emoción lejos de mi voz. —Claro. —Él sacude la cabeza y ríe hacia mí. —Espero que sea una corredora diferente. Aquella chica no era la persona correcta para ti. —Doy una risita, y paso mis dedos por su cabello castaño claro y desordenado. —Definitivamente otro corredor. —Él toma mi mano, dándole un beso. Continuamos conduciendo por carreteras vecinales, y pierdo completamente la noción de donde estábamos. Leo enciende la radio, cambia hasta una estación local popular de rock, y canta junto con Pink. —¿Eres fan de Pink? —pregunto sorprendida. —¿No lo son todos? Esa chica es ruda. —Él ríe y sacude la cabeza—. Y puede dar un show como ninguna. —Escuche que ella se calmó cuando tuvo un hijo. —Yo canto junto a la música. Esta canción es actualmente una de mis favoritas. “Tienes que levantarte e intentar…” —Creo que es verdad, no la veo desde hace tiempo. —¿Dónde está la casa que vamos a visitar? —pregunto, y examino nuestro alrededor—. Estamos en el medio de la nada. —Sé paciente. —Él ríe.

—No soy impaciente. ¿No has aprendido eso hasta ahora? —Esa bufanda azul te queda linda. —Él me sonríe, cambiando la conversación—. Hace que tus ojos parezcan todavía más azules. —Eres un seductor —señalo y hago una mueca hacia todos aquellos árboles a lo largo de la carretera—. Y vas a ser un encantador solitario, si compras una casa que yo no pueda encontrar. Él ríe y sacude la cabeza hacia mí, y dejo de intentar descubrir para donde estamos yendo, enderezándome para mirarlo. Hoy él esta con su chaqueta de cuero negro, y su marca registrada habitual, sus pantalones jeans decolorados. Sin el gorro, lo cual prefiero, luego paso mis dedos por su cabello nuevamente y suspiro contenta. Él continúa mirando hacia su reloj, mientras está conduciendo. —¿Vamos a llegar retrasados? Él solo sacude la cabeza, y acelera un poco más. ¿Por qué esta tan nervioso? —Creo que es eso —murmura y conduce el auto hasta un área con un acantilado, y

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una vista sobre la Ensenada. No percibí que estábamos tan cerca del agua. Hay un bosque a mi derecha con árboles detrás de él. La vista es espectacular. Pero no hay ninguna casa. Frunzo el ceño hacia Leo, pero él ya salió del auto y abre la puerta para mí. —Uh, Leo, no hay ninguna casa aquí. —Dame un minuto. Después de que él me jala fuera del auto, se inclina en la puerta abierta del pasajero y aumenta el volumen del radio tan alto, que estoy segura que mi hermano en Alki puede escucharlo. Él ve el reloj nuevamente, asiente y estrecha su mirada hacia mí. —¿Qué estás haciendo? —pregunto y doy una sonrisa—. Esto no suena como tú. —Oye —murmura él. La canción en la radio termina y el Dj regresa. —Hey, tú, Seattle, que estas sintonizado aquí en KLPR, la mejor estación de radio de Rock de Seattle. Tengo un regalo especial para nuestros oyentes. Recibí una llamada ayer, del propio Leo Nash de Seattle de la mega banda Nash, pidiéndome para que tocara su más reciente música, de su próximo álbum, Luz del sol. El álbum será lanzado de aquí a un mes, pero tenemos un adelanto de la canción que

tiene ese como título para ustedes hoy. Leo me contó que esta canción está dedicada a alguien especial. Espero que les guste. —¿Estas bromeando conmigo? —pregunto, mis ojos ensanchados. Leo está sonriendo dulcemente y sostiene las puntas de mi bufanda en sus puños, jalándome contra él. —Baila conmigo. Él me envuelve en sus brazos y cuando el piano comienza, él nos mueve de atrás hacia adelante del acantilado, el viento soplando en nuestro cabello y quemando mis mejillas, él se aleja brevemente, para que yo pueda deslizar mis brazos sobre la chaqueta, y aprieta los brazos alrededor de mí de nuevo, asegurándome cerca, mirándome a los ojos. No quiero ser solo tu amigo Porque ya no puedo estar sin ti Cada vez que veo en tus dulces ojos azules Sé que necesito hacerte mía

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Y mis paredes se desmoronan Entonces todo los que ves, es mi verdadero yo Cuando sonríes Tu Luz del sol me alcanza Y las sombras en mi alma Van desapareciendo Él canta suavemente, los ojos sobre mis labios, y en seguida, de regreso a mi rostro. Besa mi frente suavemente. —Amo esa música —susurro. —Te amo —susurra él, doblándome en una inmersión profunda, y después gira conmigo alrededor del auto. La canción alrededor de nosotros, el resto del mundo se calma, y hasta las olas abajo en el acantilado parecen estar calmadas. Oh cuantas veces Mire tus labios Deseando que pudiera sentirlos en mí Cuando estás tan cerca

Nena, me olvido de cómo respirar Cuando sonríes Tu Luz del sol me alcanza Y las sombras en mi alma Van desapareciendo Cuando alzo mi mano Sobre tu piel perfecta Sé que me ves Y ya no estoy más cubierto de sombras Mis paredes se desmoronan.... y se desmoronan Entonces, todo lo que veo Es como te necesito junto a mí No puedo mirar más allá de mis ojos. Esta es la forma en cómo él me ve. ¿Qué hice para merecerlo?

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Él sostiene mi rostro en sus manos y barre mis labios con los suyos, mordiendo suavemente y acariciando mi boca, y después se hunde en mí, besándome con todo lo que tiene cuando nuestra música llega a su fin. Él se aleja hacia atrás, sus ojos grises felices y brillantes con lujuria, besa mi mejilla y después me libera para inclinarse en el auto y apagar la radio. Cuando se gira hacia mí, su rostro esta temeroso. —¿Cuándo grabaste la música? —pregunto, un poco sin aliento. —La semana pasada. —Se encoge de hombros y me jala de vuelta hacia él, mis brazos sobre su chaqueta nuevamente para mantenerme cálida—. Dj y Gary vinieron de LA y pasamos algún tiempo en el estudio. —¿Era esa su misión misteriosa? —pregunto, y simulo una mueca. —Sí. —Él ríe y besa mi nariz. —Amo eso. —Beso su barbilla y sonrío—. Realmente amo eso. ¿Le vas a dar al álbum el nombre Luz del sol? —Sí, vamos. —Él frota mi mejilla con el pulgar—. Es apropiado. Sonrío y después miro a mi alrededor hacia el agua, los árboles, los acantilados. —Entonces sin casa, al menos que esté usando un manto de invisibilidad. —No sabía que eras fan de Harry Potter. —Claro. —Me encojo de hombros.

—Ninguna casa todavía. —Él sacude la cabeza y sigue mi mirada. —¿Qué quieres decir? ¿Vas a construir una casa sobre zancos? —Sonrío y asiento en dirección a la Ensenada—. ¿Sabes cuantas casas caen al agua todos los años aquí? —Entonces, aquí está el negocio. —Él besa mi frente suavemente y se aleja, tomando mi mano y jalándome más cerca del acantilado. —Eso es lo máximo que iré. —Plano mis pies y me detengo—. Tengo miedo a las alturas, ¿recuerdas? —Okay miedosa. —Él ríe y sus ojos viajan hacia el agua—. ¿Puedes imaginar cuanto quería vivir cerca del agua, cuando me mude a Seattle? Nunca había visto el océano hasta que me mude para acá, cuando tenía diecinueve años. —Él se gira, sus ojos en los míos y aprieta mi mano. —¿No podrías encontrar una casa para comprar más cerca del mar? —pregunto. —Después de aquella tarde interesante con la última corredora del otro día, pensé que sería más fácil si mandara a construir una. —Él encoge los hombros—.

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Además, en ese caso vas a tener exactamente lo que quieres. —Leo. —Trago e intento mantener mi pánico adentro—. Te dije, no estoy lista para que vivamos juntos. —Yo tampoco. —Se ríe y se gira hacia mí, poniendo mis manos en las de él—. ¿Sabes cuánto tiempo lleva construir una casa? —Sí, Isaac es contratista. Pero… —Oye —me besa, su sonrisa aun en mi rostro, y me calmo, solo un poco—. No necesito ni comenzar a romper la tierra hasta que los dos estemos de acuerdo que estamos listos para dar ese paso, Sam. El terreno va a estar aquí. —Pero es muy lejos de la ciudad. —No, no lo es. —Él sacude la cabeza y ríe casi tímidamente—. Tome la ruta más bonita. Estaba tratando de matar el tiempo mientras esperaba la hora en que la radio tocara la música. —¿Cuánto tiempo toma normalmente hasta aquí? —Solo diez minutos desde el centro de la ciudad. —Él pasa los dedos por mi rostro—. Piensa en el armario que puedes construir, nena. —Oh, Dios, eso no es justo, me sobornas con un armario.

—No te estoy sobornando —lanza la cabeza hacia atrás mientras ríe—. Quiero que te envuelvas completamente cuando vayamos a construir la casa. Puedes hacer lo que quieras con ella, cuando estés lista. —¿Será que ya la compraste? —pregunto, ya sabiendo la respuesta. Él mira hacia abajo y frunce el ceño nerviosamente y, en seguida, me mira a los ojos. —Sí. Para los dos. Para cuando estuviéramos listos. Pero va a suceder, Luz del sol. Eres mía. Él está seguro. Y lo amo por no presionar para que demos ese salto ahora, sin dejar que las cosas evolucionen como deberían. —Entonces, hasta que estemos listos para vivir juntos —aclaro—: ¿vamos a hacer los planos para nuestra casa e Isaac la construirá aquí, a unos treinta metros de distancia del acantilado? —O en la parte herbosa allí. —Él asiente. Miro hacia el agua gris, cubierta de nubes oscuras con gaviotas blancas volando sobre el agua en busca de comida. La balsa está llevando a unas de las personas a la

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isla. —Es una bella vista. —Sí, lo es. —Giro para encontrarlo mirándome, sus ojos serios—. Quiero mirarlo el resto de mi vida. Wow. —Gracias. —Lo abrazo fuerte, enterrando mi rostro en su pecho y respiro profundo. —¿Pero qué, mi amor? —Mi música. Este lugar. —Me inclino y miro hacia su hermoso rostro—. Es tan bueno para mí. —El placer es todo mío. —Él besa mi frente y me lleva de vuelta para el auto. —¿Quieres alquilar una película camino a casa? —Y cupcakes.

—En serio, ¿por qué los hombres piensan que toda esa sangre es genial? —Me estremezco cuando otro bandido cae sangrando en la tv de pantalla grande en la habitación de Leo.

—Pregúntale a tu hermano, él es el especialista. —Leo ríe y le da una mordida a su cupcake de limón. Lo miro con humor, y él se aleja más allá de mi alcance—. Mio. —Peo no comí de limón. —Muevo los ojos hacia él y agarro su pene en mi mano— . ¿Por favor? —No me engañas. —Él sonríe y aprieta mi mano—. Eres una piraña egoísta cuando se trata de cupcakes. —Tacaño. —Quedo malhumorada, y cruzo los brazos sobre mi pecho—. Mi cupcake fue devorado hace mucho tiempo. Él sonríe suavemente cuando su teléfono suena. —Nash —traga el cupcake y frunce el caño— ¿cuándo? —No me gusta el tono de su voz. Detiene la película y se endereza, viendo el reloj—. Correcto hombre, no entres en pánico. Voy a llamar al aeropuerto y dejar el jet listo. Termina de tomar tus cosas y nos encontramos allá. Si, voy a llamar a los otros tíos también. Dile a Lori que la amamos. —Él cuelga y pasa la mano por su rostro—. Era Gary. —¿Qué sucedió?

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—Lori entró en trabajo de parto. —Pero es temprano. —Frunzo el ceño. Arrugo la frente. —Sí, pensamos que teníamos más tiempo, Gary todavía está aquí. Necesitamos llevarlo hasta ella. —Él salta fuera de la cama y solo mira alrededor con ojos preocupados, como si no supiera que hacer primero. —Ok, haz las llamadas, y yo voy a empacar tu maleta. —Busco su gran maleta. —¿Estas segura? Ven conmigo. Doblo sus jeans y algunas camisetas y los coloco en su maleta. —No puedo, nene. Tengo entrevistas y Luke me llamó hoy mientras estábamos en los acantilados. Quiere hablar. —Sacudo mi cabeza, y sonrío hacia él en tono tranquilizador—. Va a estar todo bien. Lleva a Gary hasta su casa, ve como esta Lori. Dile que siento mucho no poder estar allá. —Está bien. —Su boca esta apretada, y puedo ver la lucha interna en su la su rostro por querer estar conmigo—. No me gusta eso. —Va a estar todo bien .—Repito y lo abrazo fuerte—. Haz tus llamadas. —Gracias. —Él besa mi frente y comienza a trabajar, llamando a la compañía aérea, garantizando que el jet este listo en una hora. Debe ser bueno tener un avión a disposición en tu agenda telefónica.

Mientras él camina por la habitación, haciendo llamada tras llamada, yo reúno sus cosas y empaco su maleta. Sus productos de higiene personal, medias, ropa interior. Él realmente tiene bellos boxers. Todos son negros pero cortos. Algunos dicen Armani a lo largo del elástico. Otros Ed Hardy. Dios, son calientes. —¿Por qué estas mirando mi bóxer? —pregunta él con una sonrisa. —Estaba imaginando como se ven en ti —sonrío y lo lanzo a su maleta—. Tienes boxers bien sexy. —¿Qué está pasando con esa obsesión tuya por mis bóxer? —Solo me gustan. —Me encojo de hombros. Él sacude la cabeza y hace su próxima llamada. Corro hacia abajo para tomar su computador y cualquier otra cosa que él pueda necesitar aquí abajo, cuando veo su block de notas en el sofá. La primera hoja está cubierta de letras semi-acabadas de una canción. Leo y sonrío. Esto definitivamente no es una balada, sea jodidamente loca o no. Giro hasta encontrar una hoja y garabatos en una nota, doblándola por la mitad,

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llevo el resto de sus cosas hacia la habitación, para añadirlas a su maleta. —Creo que estoy listo. —Él frunce el ceño mientras sus ojos se mueven alrededor de la habitación y se detienen en mi—. ¿Me vas a llevar al aeropuerto? —Claro, pero no tengo mi auto —le recuerdo—. Tendré que conducir el tuyo. —Voy a conducir hasta el aeropuerto, y tú puedes traerlo a casa, si prometes que serás cuidadosa. —¿Estas insinuando que soy una conductora imprudente? —pregunto, y planto mis manos en mis caderas, fingiendo irritación. —No, solo quiero que seas cuidadosa con mi auto. Es nuevo. Y muy genial. —Es bueno. —Me encojo de hombros y me río cuando su quijada cae en descrédito. —¿Acabaste de faltarle el respeto a mi auto? —Supera eso. —Ruedo los ojos y cierro el cierre de su maleta—. Todo empacado. Él toma la maleta de mi mano y la coloca en el suelo, sostiene mi rostro en sus manos y me besa, no de forma delicada y suave, sino con pasión, como si el pensamiento de estar lejos de mí lo matara. Envuelvo mis brazos alrededor de su cintura y me inclino contra él, apretando mi estómago contra su erección.

—No hay tiempo para eso —murmuro contra sus labios y sonrío cuando él gruñe en frustración. Me besa nuevamente, y entonces me jala para un abrazo apretado. —Cuídate —susurra, haciéndome sonreír. —Siempre me cuido. Cuídate también. —Me alejo y él sostiene mi rostro en su mano, y su toque siempre cálido—. En serio, dile a Lori que estoy pensando en ella. Permanece seguro. —Vamos.

~ Leo ~ —¿Dónde está mi mujer? —exige Gary a medida que nos acercamos a la recepción de emergencia del hospital Sinai en Los Ángeles. —¿Uh, quien es usted? —pregunta la gorda morena, con voz aburrida. Está leyendo una revista y cotilleando con una colega de trabajo.

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—Gary Hovel —dice él, impaciente, agitando la mano sobre el mostrador—. Mi esposa se llama Lori y va a tener un bebé. —Ella está en el piso cuatro, en la sala de maternidad. ¿Están todos juntos? — pregunta con una mueca, mirando hacia todos nosotros. —Si —le responde Gary, ya a mitad del pasillo en dirección a los ascensores. Él ha sido un desastre y un dolor en el culo desde que salimos de Seattle. Pobre hombre. El ascensor nos deja en el piso cuatro y Gary camina rápidamente hasta el escritorio donde está sentada otra enfermera. —¿Dónde está mi mujer? —¿Y quién es ella? —pregunta una rubia baja con una sonrisa. Esta demasiado emocionada para quien está trabajando a esa hora de la noche. —Lori Hovel. —Habitación cuatro, oh nueve, en el pasillo. —Ella apunta y Gary sale como un galgo corriendo detrás de un conejo. El resto de nosotros no estamos muy lejos de él. —Oh, gracias a Dios. —Gary respira y corre hacia su esposa, sosteniéndola en sus brazos y enterrando el rostro en su cuello, en seguida, besa su rostro—. ¿Estás bien?

—Sí, estoy bien. Los dos estamos bien. —¿Dónde está Maddox? —pregunta él. —Con mi hermana. Está todo bien, cariño. —Ella le sonríe y frota su estómago. Hay una cinta amarrada alrededor de ella, con gruesos cables que conducen a un monitor. —¡Hey, guapo! —Cher salta de su silla al lado de Lori y se lanza en los brazos de Dj. —Bienvenido a casa. —Gracias. —Él sonríe hacia ella y la besa con fuerza. El resto de nosotros se lanza en las sillas alrededor de la habitación, y sonreímos hacia Lori. —Entonces, ¿cuánto tiempo tenemos que esperar? —pregunta Eric. —Bien, mi trabajo de parto se detuvo —responde Lori con un suspiro. —¿Qué? —Gary frunce el ceño —. ¿Cómo es eso posible? —Oh, eso es posible. Confía en mí. —Ella sacude la cabeza y suspira—. No me dejan ir a casa casa porque mi bolsa exploto y no quieren riesgo de infección, por

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eso estoy aquí. —¿No pueden hacer que comience de nuevo? —pregunto con una mueca—. Voy a hacer una llamada. —Hasta incluso tus contactos no pueden hacer que el bebé venga más rápido de lo que quiere —Lori se ríe de mi—. Si el trabajo no comienza mañana en la mañana, lo van a inducir, pero podríamos estar hablando de días, creo. No estoy segura. —Jesús —susurro y trago en seco. ¿Qué mierda voy a estar haciendo unos días en Los Ángeles, además de estar extrañando como loco a Sam? Y entonces se me ocurre. Sonrío y tomo mi celular de mi bolso, encuentro el número que quiero y aprieto. —¿Qué es lo que él está haciendo? —pregunta Cher. —Hey, Kat, soy Nash —sonrío—. Estoy en la ciudad y necesito un favor. —Él está haciendo lo que siempre hace cuando esta aburrido —responde DJ y besa su mejilla—. Va hacerse otro tatuaje. —Debemos salir todos para dejar que descansen —murmura Eric cuando acabo mi llamada. —Gracias, tío —Gary me abraza y da una palmada a mi hombro—. Te debo una. —Mierda —Arrugo la frente hacia él, como si fuera loco—. Eso es lo que hacemos.

—Gracias por hacer que él viniera tan rápidamente. —Los ojos de Lori se llenan de lágrimas—. No podía hacer eso sin ustedes. —Vas a estar bien, chica linda. —Beso su rostro, y sigo a los tíos fuera de la habitación.

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Traducido por vecina Corregido por Jery_miso

~ Samantha ~ odrían ser varios días? —pregunto incrédula y me siento en mi cama, recostándome en la cabecera y levanto mis rodillas hasta mi pecho, con mi teléfono presionado en mi oído. —Eso es lo que ella dijo, pero espero que esté equivocada. —Leo suspira. Amo su

voz.

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—Pobre mujer, espero que esté equivocada también por ella —se ríe en mi oído y

yo sonrío.

¿Qué estás haciendo ahora?

—Acabo de llegar a casa. Estoy sacando las cosas de la maleta —su voz suena vacía

e infeliz. —¿Ya estás con tus pies congelados? —pregunto con una sonrisa. Levine salta

arriba de la cama, apoya la cabeza en mi mano y comienza a ronronear, cuando acaricio su lomo. —No, guapa, todavía no —él ríe. —Bueno, usa medias o se te van a congelar. ¿Qué planes tienes para mañana? —

inclino mi cabeza hacia atrás y cierro los ojos, escuchándolo moverse por el cuarto, intentando imaginar la escena. —Probablemente estaré en el hospital la mayor parte del día. Gary… —deja de

hablar de repente y queda en silencio. —¿Qué hay de malo? —pregunto y arrugo la frente. —Encontré algo escondido en mi ropa —escucho la sonrisa en su voz. —¿Qué puede ser? —intento parecer indiferente, pero no puedo evitar sonreír. —Una nota —murmura—. Te amo demasiado.

—No acostumbro a hacer cosas así, sentimentales, lo sabes —le recuerdo riéndome

y mi estómago se contrae cuando lo escucho reír. —Si, lo sé. Eres totalmente anti sentimentalista. —Completamente. —Sabes, siempre supe que esta casa era fría y poco acogedora, pero no me

importaba porque no permanecía mucho tiempo aquí. Ahora que estoy acá sin ti, es peor aún —susurra las últimas palabras. —La odias, Nash. —Estoy mandando a mi asistente para colocarla en venta mañana. Voy a separar

mis cosas personales y enviarlas a Seattle. No voy a quedarme aquí otra vez. ¿Cómo está mi auto? —Bien, el hombre del camión remolque me dijo que estará como nuevo en pocas

semanas —pongo mi mano sobre la boca para que él no pueda oír mi risa. —Eso no es gracioso. —¿El qué?

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—Voy a golpear tu culo cuando te vea, Samantha —advierte. —Promesas, promesas. —Dime que él está seguro en su garaje. —Él está seguro en el garaje de alguien —esta vez no consigo detener la carcajada. —¡Samantha Williams! —él está riendo mucho y oigo el susurro mientras se quita

su ropa. —¿Estás desnudo? —pregunto. —Si. Acostándome. ¿Y tú? —No, no estoy desnuda, pero estoy en la cama. —¿Qué remera estás usando? —Cyndi Lauper —miento. —Mentirosa —susurra. —Journey —miento nuevamente. —Intenta una vez más, Luz del sol. —Podría estar usando una remera autografiada Nash que mi dulce enamorado me

ha dado. —Mejor así —lo escucho bostezar y me acuesto tapándome con el cobertor. —Deberías dormir. Tuvimos un largo día. —Tú deberías dormir también.

—Tenemos que cortar —me río. —Corta tú —se queja. —¿Qué tenemos dieciséis años? —Descansa un poco, bebé. Te amo.

Corta el teléfono y me acuesto, recordando nuevamente este día. La música, el baile, los acantilados, donde vamos a construir una casa algún día. Si esto es un sueño, no quiero despertar nunca.

—No entiendo porque no me dejas llevarte a almorzar

—le reclamo a Luke,

cuando abre la puerta de su casa. —Tal vez porque no estás ganando dinero, entonces, ¿cómo serías capaz de pagar

un almuerzo? —él toma mi abrigo y escapa cuando intento golpear su brazo. —No seas idiota —hago una mueca para él—. Tengo ahorros. No estoy a punto de

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ser una sin techo o cualquier cosa así. —Dios, estoy tan feliz de oír eso —pone sus ojos en blanco y camina hacia la

cocina. —¿Dónde están Nat y Liv? —salto sobre el taburete y me inclino sobre la mesada.

Estoy con una remera amplia y larga y leggings, optando hoy por el confort. No tengo a nadie para impresionar. —Ellas están con Jules. —No me han invitado —arrugo mi frente. —Sabían que ibas a estar conmigo —sonríe y mueve la cabeza, mientras me sirve

un vaso de té helado—. No te ofendas, mana. —Bueno, está bien entonces —me pasa el té, se sirve uno para él y en seguida se

inclina sobre la mesada bebiendo su bebida, contemplándome sobre el borde de su vaso. —¿Qué? —¿Leo y tú resolvieron las cosas? —Para de perseguirlo, Luke —reviro los ojos para él pero apenas levanta una ceja—

. Eso tampoco funciona conmigo. Soy tu hermana, no tu esposa. —Nena, eso es verdad. Definitivamente no eres mi esposa. —Nunca voy a ser la esposa de nadie — me doy de hombros y bebo un sorbo de té.

—¿Por qué? —pregunta— pensé que las cosas iban bien con Leo. —Están bien. Eso no significa que necesito un anillo en mi dedo. No estamos

pensando ni siquiera en vivir juntos. Sé que no entiendes este concepto, una vez que tú y Nat pasaron de un asalto a un bebé, en alrededor de doce minutos. —Mierda —sonríe. —No precisas de un contrato para estar en una relación seria. —Todo bien —frunce nuevamente la frente y luego encoje sus hombros—. Cada

uno con su tema. —Exactamente —concuerdo. —¿Por qué no me has contado que tenías problemas en el trabajo por mi causa? —

pregunta, con ojos tristes. —Porque no quería ver esa mirada en tu rostro —suspiro y paso mis manos por mi

rostro. —Vamos, Sam, eso siempre va a ser un problema, lo siento mucho, pero necesitas

dejar de ser tan miedosa y permitir que te ayude.

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—¿Cómo vas a ayudarme, Luke? —Desciendo del taburete y camino hasta sus altas

ventanas, del suelo al techo, con vista a la Ensenada—. No hay nada que hacer. — Podrías al menos hablarme sobre eso. —Y entonces te sentirías culpable y voy a tener que patear tu trasero porque no es

tu culpa. —Levanto los hombros y me giro para encararlo. —Luke, no es tu culpa. Estoy tan orgullosa de ti y de todo lo que has conseguido.

Lo mereces. —Sé que lo estás, pero también sé que ser mi hermana no es fácil. Y ahora estás

románticamente involucrada con alguien aún más famoso que yo y eso hace que me preocupe por ti. —Ya descubrí que es diferente cuando son astros de rock de treinta y pico de años

de lo que sucede con los galanes. —Sonrío cuando él frunce la frente. —Yo no soy un maldito galán. —Lo que seas. —Me encojo de hombros—. Nosotros no tenemos adolescentes

siguiéndonos. Y las groupies son interesantes. —Admito y luego lanzo una carcajada. —Habrá más fotos en las revistas —me recuerda—. Eso pareció asustarte.

—Me asustó Melissa, la publicista —le aclaro— dejó que salieran las fotos después

de que Leo específicamente le avisó que no lo hiciera. Y él me irritó más cuando les dijo a ustedes sobre mi trabajo. —Tú debiste contarnos. —Lo sé, pero no quería que se preocuparan. Leo me recordó que eso es lo que una

familia hace, preocuparse. —Leo es inteligente. —Luke me ofrece una sonrisa. —Pero no es lo suficiente bueno para mí —le recuerdo y suspiro. —Sam, te dije eso con rabia. Eres mi hermana. Nadie es lo suficientemente bueno

para ti, porque yo te amo. —Hunde las manos en sus cabellos rubios y frota su cuero cabelludo. —Así como Natalie no era lo suficientemente buena para ti también —le sonrío—.

Por lo menos no acusaste a Leo de ser una prostituta caza fortuna. —Yo no dije eso —él asiente riéndose. —Y ahora yo la adoro. Ella es perfecta para ti. —Inclino mi cabeza para un lado y

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observo como su rostro se suaviza cuando piensa en ella. Sus ojos sonríen. —Ustedes son perfectos el uno para el otro. Lo sabes —comienza y salta sobre la

mesada, con los pies descalzos colgando—. La foto de Livie nunca apareció en ninguna revista. Y fueron ofrecidos millones por las fotos de ella después que nació. —Lo recuerdo —concuerdo con la cabeza sin saber dónde quiere llegar. —Hay maneras de garantizar que tengas una vida relativamente privada mientras

estás con una celebridad —él encoje los hombros. —Lo sé. Ya hablé con las esposas de los otros miembros de la banda.

Honestamente, no estoy muy preocupada por eso. —¿No lo estás? —Sus cejas suben y está completamente sorprendido. —No, no lo estoy. Estoy cansada de dejar que mi miedo a la fama me diga a quien

amo, como reacciono y quien soy. Nosotros vamos a descubrir eso. —Woow, te volviste muy inteligente. —No seas un asno sarcástico. —Yo pagué tu departamento. —Lo menciona casualmente, mientras baja de la

mesada. — ¿Pero qué diablos? ¿Por qué harías eso? —Porque ahora tú no necesitas preocuparte por la hipoteca y porque puedo. —Yo no soy un caso de caridad.

—Si dices eso nuevamente, voy a patearte el trasero —su rostro está rojo y sus ojos

están en llamas. —Tú no eres ningún maldito caso de caridad. Eres mi hermana. Tengo más dinero

de lo que los hijos de mis hijos jamás podrán gastar, Sam. Puedo darme el lujo de comprar tu departamento. —Fanfarrón —murmuro y hago una mueca.

Se ríe y me abraza, sirviendo más té. —Gracias. —El placer es mío —frunce la frente y suspira—. Siento mucho aquello que dije,

sobre que Leo no es lo suficientemente bueno para ti. Me gusta él. Es un buen hombre y si te hace feliz, entonces yo soy feliz. Después de todo lo que él hizo por ti, es probablemente lo más cercano que vas a encontrar a alguien lo suficientemente bueno para ti. —Woow. ¿Será que mi hermano menor acabó de darme permiso para estar con mi

novio?

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—Dios, eres una boba. —Se ríe. —Entonces, ya lo escuché antes. —Asiento y río junto con él.

~ Leo ~ Mi hombro me está quemando, pero mierda, si eso no fue alucinante. Kat es la mejor que existe. Entro en la sala de espera del hospital para encontrar los otros hombres y Cher descansando en la sala de espera, jugando con sus móviles o iPads o leyendo cómics para adultos. Irritante como el infierno. —Hey, gente. —Tomo una taza de horrible café hospitalario y me siento al lado de

Cher—. ¿Alguna novedad? —Aún no. —Ella mueve la cabeza—. Sabemos que comenzó el trabajo de parto

esta mañana, pero puede demorar un poco. —¿Por qué diablos esa demora? —Jake pregunta irritado—. Basta con hacer salir a

la criatura.

—Verdad —Cher rueda los ojos— todos los bebés vienen a su propio tiempo. Este

es el bebé de una estrella de rock. Él definitivamente va a hacer una entrada triunfal cuando sea la hora y esté listo. —¿Por qué no saben aún si es una niña o un niño? —DJ pregunta. —Lori quería que fuera sorpresa. —Le recuerdo y envío un mensaje a Sam.

*En el hospital. Todavía esperando al bebé. Me pregunto si ella ya recibió los cupcakes que mandé entregarle esta mañana. Envié tanto chocolate como limón, ya que no estoy allí para que robe una mordida. —Bien, si supiéramos de antemano podríamos haber comprado los regalos

correctos —murmura Cher y frunce el ceño— espero que sea una niña. —¿Por qué? —Eric pregunta, sus ojos sin despegarse de su iPad.

*Ten paciencia —responde Sam—. Y gracias por los cupcakes.

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*Tú no eres la persona correcta para hablar sobre paciencia, Luz del sol. Y fue un placer. —Porque quiero ayudarla a decorar el cuarto del bebé de color rosa. —Ella aplaude

con entusiasmo y entonces sus lindos ojos verdes se vuelven tristes. DJ se inclina y susurra en su oído, haciendo que vuelva a tener una dulce sonrisa en los labios. —Lo sé.

Espero que ellos puedan adoptar un bebé en breve. Cher sería una madre fantástica. ¿Por qué será que las personas que deberían tener hijos tienen tantas dificultades y aquellas personas que no deberían nunca tener hijos, los tienen a los veinte años? El tiempo pasa lentamente. A media tarde, pedimos pizza y Gary viene a darnos las últimas novedades. Lori está bien, pero el trabajo es difícil. —¿Qué te has hecho? —Eric pregunta apuntando para mi hombro cubierto con

plástico. —Me hice un sol. —Es hora de sacar esa protección —Cher comenta y me levanto, quedando delante

de ella para que pueda sacarlo. —Oh, quedó maravilloso ella suspira. —Lo sé.

—¿Kat? —Jake pregunta con una sonrisa. Él y Kat tuvieron un ligue hace un

tiempo. —Eso mismo. —Concuerdo con la cabeza, sonriendo. —Ella es la mejor. —Se encoje de hombros. Cher va para el baño para mojar

algunas toallas de papel y cuidadosamente limpia mi hombro. —Protege la zona por algunos días —murmura. —Tranquila, madre —sonrío— este no es mi primer tatuaje. —La suerte es que eres caliente o tendría que lastimarte. ¿Quieres que tome una

foto del tatuaje con tu móvil y se la envías a Sam? Imagino que te lo has hecho para ella. —No, ella lo va a ver más tarde.

Sinceramente, estoy muy nervioso, no imagino cómo va a reaccionar con el tatuaje. La noche se aproxima, y estoy cansado de estar en esta sala de espera. —Yo no aguanto más esto —murmuro y comienzo a andar por la sala cuando Grey

aparece corriendo.

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—¡Es una niña! ¡Es una niña! Puta madre, tengo una niña.

Cher da un grito estridente y todos nos turnamos para abrazar a nuestro amigo. Un nuevo miembro de la banda nació. —¿Cómo está Lori? —pregunto. —Linda, cansada, perfecta —él sonríe para mí—. Tenemos una niña. —¿Sabes lo que eso significa, no? —Eric le pregunta con una sonrisa. —¿El qué? —Nosotros comenzamos a ligar con las adolescentes aproximadamente a los

quince años. Lori es un maldito golpe de gracia. Basta pensar que el bebé será parecido a ella, y entonces… —Mierda, voy a ir a la cárcel. —Gary lleva su mano al rostro y luego sonríe. —¿Cómo la llamarán? —Jake agarra a Gary por la cabeza, refregando los dedos por

sus cabellos. —No digas que la llamarán Apple —Cher le advierte y él se ríe. —No, Alexis Mae —anuncia orgullosamente. —Vamos, ya pueden ir a conocerla. —¿Todos? —pregunto dudando. —Lori no aceptaría otra cosa. La enfermera puede besar mi culo —Gary nos

conduce por el corredor con aroma a antiséptico hasta el cuarto de Lori y se echa

un vistazo para asegurarse que está decente, antes de indicarnos que entremos al cuarto. —Hey, gente. —Lori nos sonríe, la cara sin maquillaje y su cabello está atado en

una cola simple. Ella está sosteniendo un pequeño bulto bajo un cobertor rosa y azul en sus brazos. —Hey, niña bonita —me inclino y beso su mejilla, espiando el rostro rosado del

cobertor—. Ella es linda como su madre. —Gracias —susurra. Beso su cabeza y me aparto así todo el mundo puede conocer

a la bebé. Cuando me giro, veo decenas de rosas rojas y blancas, globos, ropa de bebé y el más grande y suave oso de peluche marrón que haya visto. Cerca de él hay una pequeña guitarra de juguete. —Lee la tarjeta —Gary me dice.

Discúlpame, no pude estar allí. ¡Felicidades! La guitarra es para Maddox. Él debe recibir regalos también. Los mejores deseos, Samantha Williams

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Quedo mudo. Mis ojos pasean sobre los regalos nuevamente. Envió estas cosas porque estas son las personas que yo amo. Porque ella es tan jodidamente increíble. No es buena persona, mi culo. Ella tiene el mejor corazón que cualquier persona que haya conocido. Simplemente hace un buen trabajo para mantenerlo escondido. Miro a mi alrededor y encuentro a todo el mundo observándome. —¿Cuándo llegaron? —Esta mañana. —Gary sonríe.

Me dirijo con pasos largos hasta la cabecera y me inclino sobre Lori, mirando sus ojos felices. —Lo siento, tengo… —Ve por ella, tigre —ella sonríe—. Nosotros estamos bien.

Sonrío de nuevo para ella y beso su frente, entonces abrazo a todos mis amigos, beso el rostro de Cher y comienzo a hacer llamadas para regresar a Seattle.

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Traducido por 5hip Corregido por Vickyra

~ Samantha ~ ólo han pasado veinticuatro horas desde que Leo se fue a Los Ángeles y ya estoy inquieta. Esto no es bueno. Estoy harta de mi propia compañía. No quiero ir a donde Luke o con mis padres.

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Quiero a Leo. Así que, para aclarar mi mente, decido ir a correr. Lo más probable es que Leo me azote el culo por correr sola tan tarde. El pensamiento me hace sonreír. El hombre da un buen azote. Subo el cierre de mi sudadera con capucha, agarro mis llaves y palpo el vial de color rosa del aerosol de pimienta que llevo conmigo cuando corro sola, y salgo. El barrio está relativamente tranquilo, y las farolas están encendidas. Debido a la tardía hora, sólo voy a correr un kilómetro más o menos. Se siente bien estar afuera en el aire frío. Hago un gran círculo, y a medida que me acerco a la entrada de mi edificio, veo a un hombre familiar apoyado en la pared. Lo primero que pienso es que es Leo, pero Leo es más alto y más delgado que este tipo. —Hola, Samantha. ¿Qué diablos está haciendo aquí?

—Brandon. —No debes correr en la noche sola. —Frunce el ceño hacia mí mientras me acerco, jadeando. —Estoy bien. ¿Qué estás haciendo en la ciudad? —Estoy aquí para ver a la familia durante una semana, pensé en pasar y ver cómo estás. —Se encoge de hombros y sonríe—. Por los viejos tiempos. —Los viejos tiempos, cierto. —Le sonrío con suficiencia. —Así que, ¿qué me dices? ¿Me vas a invitar a pasar? Apoyo las manos en las caderas e inclino la cabeza, mirando al guapo hombre interesado en meterse en mis pantalones.

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No es tan alto como Leo, tiene el pelo negro y los ojos azules, un mentón cuadrado. Su cuerpo es musculoso y perfecto, y sabe su camino en el cuerpo de una mujer. Pero la idea de follarlo hace que mi estómago se revuelva. —Brandon, nos la pasamos muy bien, pero estoy saliendo con alguien. —Así que, ¿es verdad? —Se ríe burlonamente—. Siempre me dijiste que sólo estabas interesada en un polvo duro. —Es verdad. Eso es todo en lo que estaba interesada. —Mis muros inmediatamente se alzan. Brandon es ardiente, pero también es un imbécil. —Te habría dado todo lo que quisieras, sabes. —Sacude la cabeza y frunce el ceño—. He estado enamorado de ti desde hace años. Mi boca cae abierta. —Éramos solo amigos de follada —respondo.

—Así fue como tú lo llamaste —responde en voz baja. —Bueno, lamento que no estuviéramos en la misma sintonía, Brandon. Si lo hubiera sabido... —Habrías dejado de llamar —interrumpe—. Lo sé. — Bueno, buena suerte. —Me doy la vuelta hacia mi edificio, pero me detiene. —¿Qué tal si me invitas adentro, y te hago recordar lo bien que te hago sentir? — Da un paso cerca de mí, y empuja la mano por debajo de mi sudadera con capucha para acariciar mi pecho. —¿Qué tal si quitas la mano de mi cuerpo ahora mismo y no te pateo el trasero? — Mi voz es fría y dura, y muevo el aerosol de pimienta a mi mano, listo para mostrarle quién es el jefe.

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—Vamos, nena, no seas así. —Creo que ella dijo que no. —Una voz dura sale de la oscuridad. Brandon inmediatamente me suelta y se aleja mientras Leo -¡Leo!- se pasea hacia mí, envuelve su brazo alrededor de mis hombros, besa mi sien y mira a Brandon—. ¿Estás sordo? —Vete a la mierda —se burla Brandon. —Creo que ella prácticamente te dijo eso también. —Leo se ríe—. Reduce tus pérdidas, amigo. —Tú no sabes nada de nosotros —comienza Brandon, pero Leo levanta una mano, deteniéndolo. —¿Quieres presentar cargos por acoso sexual? —pregunta Leo. — No, quiero que se vaya. — Está bien. —El ceño de Brandon vaga por mi cara—. Tú te lo pierdes.

—Está bien. —Me encojo de hombros y le doy la espalda, Leo y yo entramos en el edificio y en el ascensor antes de que salte sobre él, envolviendo mis piernas alrededor de su cintura y mis brazos alrededor de sus hombros y lo beso a lo tonto, mordiéndole los labios, su piercing, sumergiéndome en su calor y su olor. —Te extrañé —susurro contra sus labios, sonriendo. —Yo también, y estoy enojado contigo. —¿Por qué? —me bajo de un salto y le frunzo el ceño. —Fuiste a correr a medianoche. —¿Cómo lo sabes? —pregunto y me muerdo el labio. —Bueno, se lo admitiste a ese imbécil allá abajo, y estás vestida para correr.

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—Espera, ¿escuchaste toda la conversación? —le pregunto con incredulidad. Escarbo mi cerebro, tratando de recordar todo lo que dijimos. —Lo hice —asiente y suspira y pasa los dedos por mi mejilla—. Casi lo mato. El ascensor llega a mi piso, y lo llevó a mi puerta. —Parecías muy tranquilo. —Casi lo mato. —Ante el sonido de su voz, Levine viene corriendo de la habitación, salta sobre el brazo del sofá y llora por atención. —Él también te extrañó. Le acaricia la espalda a Levine y me mira, sus ojos fijos y cálidos, pero su boca muestra desaprobación. —No quiero que corras tan tarde. —Sólo fui un kilometro y medio —respondo. Suspira y me tira en sus brazos. No sólo me besa. Toma posesión de mí.

Y demonios si no me encanta. —Por favor, no lo hagas de nuevo —susurra—. Si algo te pasara, eso me mataría. Bueno, cuando lo pone así... —Está bien —acepto. —Gracias por enviar regalos al bebé. Sonrío ampliamente y reboto sobre las puntas de los pies. —¿Llegaron? —Sí, son muy grandes. A Maddox le encantará la guitarra. —Él debe tener una guitarra como su papá. —Asiento—. ¿Cómo está el bebé?

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—Pequeño. —Se ríe y se encoge de hombros. —¿Y Lori? —Está muy bien. —Sus ojos son felices mientras me levanta en sus brazos y me lleva a la habitación. —¿Quieres algo de beber? —Empujo mis dedos en su cabello castaño claro. —Más tarde —murmura y me besa la sien. —¿Qué quieres ahora? —pregunto con una sonrisa. —No he estado en tu interior durante demasiadas horas, Luz del sol. —Me pone de pie y me desviste completamente, sus labios besan mi piel a medida que la descubre. Para cuando me quita los calcetines, estoy jadeando y en llamas. Él se saca la camisa por la cabeza, se quita los pantalones y me guía a la cama, boca arriba. —Abre las piernas, cariño.

—Vaya, esto es muy rápido. Suelo pedirle a un chico que me invite a cenar antes de que simplemente me insista en abrir las piernas. —Suelto una risita y me pellizca el muslo, luego lo muerde y aleja el dolor con besos. Sistemáticamente besa su camino ascendente por mi cuerpo, con sus manos moviéndose sobre mí, acariciando suavemente mis pechos, mis pezones. Acaricia mi ombligo y suspira: —Sexy. Deja besos húmedos con la boca abierta en mi piel y sube para descansar su pelvis contra la mía. Sus labios causan estragos en mi cuello, haciendo que me retuerza bajo él, mis caderas rodeando e invitándolo a entrar en mí. —Te extrañé —susurra.

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—Yo también, pero sólo fue un día. —Te extrañé de todos modos. —Besa su camino hacia el otro lado y chupa el lóbulo de mi oreja, roza mi mandíbula con los dientes y se pone cómodo besándome a lo tonto. Su mano roza bajando por las costillas y entre nosotros para ahuecar mi centro. —Estás tan mojada, bebé. Desliza un dedo en mi interior, su pulgar roza mi protuberancia, y jadeo: —Te deseo. — Mmm... —está de acuerdo—. ¿Sabes lo increíble que eres? Ni siquiera puedo pensar en este momento. —Si esto es un examen sorpresa, voy a aceptar el cero ya que no recuerdo ni mi nombre en este momento.

Él se ríe y me muerde el labio inferior, cepilla el cabello de mi cara, y continúa volviéndome loca con los dedos. Jadeo cuando añade otro, mis dedos se doblan y empujo mi pelvis contra él. —Me asombras —susurra—. Córrete. —Me muerde la barbilla, presiona mi clítoris con el pulgar, y veo estrellas, aprieto los dedos con fuerza, gimo y tiemblo bajo él. Y ni siquiera está dentro de mí todavía. Saca los dedos de mí y los chupa hasta limpiarlos, sus ojos sonríen hacia mí. —Eres deliciosa, sol. Simplemente sonrío mientras agarra mis manos entre las suyas, une nuestros dedos, y los empuja por encima de mi cabeza mientras se levanta de nuevo y se hunde dentro de mí, rápido y duro.

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—Ah, mierda —murmuro y me presiono contra sus manos, pero me abraza fuerte, sus ojos grises me clavan en su mirada, y se inyectan en mi interior, una y otra vez , más y más fuerte. Su aliento es fuerte y rápido, y finalmente, aprieta los ojos y se viene, estremeciéndose mientras se derrama dentro de mí. —Te amo —susurra y me besa suavemente. —Yo también te amo. Me besa una vez más y después se levanta, sale de mi interior y se tambalea fuera de la cama para entrar en el cuarto de baño para limpiarse. Lo veo irse, admirando felizmente su apretado culo, cuando su hombro me llama la atención. —¿Qué demonios es eso? —exijo y me bajo de la cama. Él reaparece en la puerta, secándose las manos con una toalla. —Un tatuaje —responde. Pongo los ojos en blanco.

—Es evidente. ¿Cuándo te lo hiciste? No lo tenías cuando te fuiste anoche. —Me lo hice esta mañana. Kat me lo hizo temprano. —¿Kat? —Frunzo el ceño y luego abro los ojos como platos—. ¿Esa Kat16? —Conozco gente. —Se da la vuelta para regresar al cuarto de baño y yo le sigo, inspeccionando el nuevo tatuaje en el espejo. Es espectacular a la luz. Es un sol amarillo y naranja, delineado en negro. Los rayos se ven como si estuvieran moviéndose en una explosión de color. Alrededor de él, y entre los rayos, es un azul vibrante, como un cielo azul. —Es hermoso —exhalo—. Espero no haberte lastimado cuando te abracé. —Estoy bien. —Sonríe—. Ella hizo un gran trabajo.

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No puedo apartar la mirada de él. —El azul es por tus ojos —murmura y se vuelve hacia mí, ahuecando mi rostro entre sus manos. —¿Pusiste tinta permanente sobre ti para recordarme? Frunce el ceño por un momento y luego suspira: —Sí. —¿Está bien si eso me asusta un poco? —Sí. —Se ríe y asiente. —Bien, porque me espanta un poco. —Lo veo de nuevo en el espejo y el calor se propaga en mí al saber que quiere algo mío en él, pero al mismo tiempo, es un gran compromiso. —Dime por qué estás espantada. —Me está mirando de cerca. 16

Kat: Refiere a la famosa tatuadora Kat Von D.

—Es permanente —susurro y él sólo asiente, esperando que continúe—. Mierda, Leo, es más permanente que un anillo. Entrecierra los ojos. —Confía en mí, cuando ponga un anillo en tu dedo, va a estar allí de forma permanente. ¿Cuándo ponga un anillo en mi dedo? —Leo —comienzo y me salgo de sus brazos—. Pensé que estábamos en la misma página. No estoy interesada en tener un anillo en mi dedo. —¿De qué estás hablando? —frunce el ceño. —Dijiste que no te interesaba el matrimonio. A mí tampoco. —Niego y cruzo los brazos sobre el pecho—. Podemos estar comprometidos el uno al otro sin anillos en

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nuestros dedos. —Samantha, yo era un hombre diferente entonces. —Apoya las manos en las caderas, justo encima de sus vaqueros bajos y bóxers—. El conocerte, el enamorarme de ti, ha cambiado eso. Eres mía. —Sí, sigues recordármelo. A menudo. —Porque al parecer necesitas el recordatorio. Me has marcado, y este tatuaje soy yo mostrándole al mundo que soy tuyo, permanentemente. Sigo frunciéndole el ceño, pero mierda, es mío. Permanentemente. —Leo, estoy comprometida contigo, pero el matrimonio... —Jesucristo —interrumpe—. No es como si estuviera de rodilla ofreciéndote un anillo. —Está bien. —Frunzo el ceño.

Cierra la brecha entre nosotros y empuja sus manos en mi cabello, sosteniéndome quieta. —Soy tuyo, sol. Acostúmbrate a ello. El resto se resolverá por sí solo. —Eres tan mío. —Estoy de acuerdo y siento que mi interior se relaja. —Dios, eres jodidamente terca. A la mayoría de las mujeres les encantaría que su hombre se tatuara por ellas. —Por lo menos no tienes tatuado mi nombre en el cuello. —Me estremezco mientras ríe. —No es lo mío. —Sacude la cabeza y suspira—: ¿Qué voy a hacer contigo? Solo sigue amándome. No lo digo en voz alta. En cambio me paro en puntas de pies y presiono mis labios en los suyos.

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—Tu nuevo tatuaje es precioso —susurro.

Traducido por blanca20011983 Corregido por Leluli

Un mes más tarde o tienes que seguirme hasta la puerta. Recuerdo donde viven Jules y Nate. —Sonrío a Leo caminando por el pasillo del edificio de Jules y Nate, y me él lleva a la puerta. —No me importa. Así que todo está todo aclarado, nos encontraremos a las seis y media, ¿no?

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—Sí. —Asiento y ruedo mis ojos. Esta es la tercera vez que me lo recuerda desde que salimos de mi casa, y sólo viven cuatro manzanas de distancia—. ¿Por qué estás tan preocupado de que estemos allí a tiempo? —Porque las mujeres tienen una tendencia a llegar tarde, pero seis de ustedes preparándose juntas, ¿llegaran a tiempo? Imposible. Y el espectáculo empieza a las siete. —¡Oh! hombre de poca fe. —Le doy una sonrisa y toco el timbre—. Llegaremos a tiempo. Tenemos por lo menos tres horas para prepararnos. —¡Hey! ¡Estás aquí! —Jules abre la puerta, vestida sólo con pantalones cortos de color rojo y una blusa corta negro apretado—. Estamos peinándonos. Ya tengo una idea para ti. —Gracias por el paseo. —Doy un paso para seguir a Jules, pero Leo coge mi mano y me tira de espaldas a él, besándome profunda y posesivamente, antes de marcharse con una sonrisa pícara.

—Vas a estar espectacular esta noche, nene. —le susurro. Sonríe, pero sé que está un poco nervioso. —Ponte algo sexy para mí. — Golpea mi culo cuando sale. —¡Voy a llevar ropa de gimnasio! —le grito por encima de mi hombro, y asiente cuando se ríe y cierra la puerta tras de sí. —¡Hola chicas! —digo, pongo mi mochila con las cosas que usare en la noche en la cama de Jules, junto con todos los demás, y camino al baño—. Parece que un salón de belleza explotó aquí. —¡Viniste! —Natalie besa mi cara, feliz. Stacy y Brynna se inclinan sobre el lavabo, aplicando con cuidado la base de maquillaje. —Se trata de un concierto de rock, ya sabes. Vas a sudar mucho y ese maquillaje se

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irá. —No, no lo hará —Stacy ríe—. No soy una mujer que suda. Yo brillo. Meg se ríe. —Sólo tienes que utilizar algo resistente al agua y va a quedar bien. Ella es increíble. Su pelo es una explosión de rizos pelirrojos y rubios, y agregó rayas púrpuras alrededor de la cara. Jules y Natalie han optado por abandonar su larga cabellera suelta y recta, y estaban muy elegantes. —Siéntate —Jules me instruye. —Puedo hacer mi propio peinado. —Hago una mueca—. He estado haciendo esto durante mucho tiempo. —No seas cobarde. Voy a hacer algo realmente increíble.

—Eso es genial. Eso sí, no hagas un corte de pelo al estilo de los 80. Jules sonríe y me empuja en una silla, acercándose con su plancha y poniéndose a trabajar. —Sam, ¿estás a gusto en tu nuevo trabajo? —Stacy pregunta y me sonríe. —Me encanta. —Sonrío cuando pienso en mi nuevo trabajo en el Wine Northwest,, una popular revista que muestra vinos y bodegas del noroeste de la ciudad. —¿Ya comenzaste a probar los productos? —Jules me pregunta mientras frota un poco de gel en mi cabello. —En realidad, sí. Y es increíble. —Bien por ti. —Nat termina su lápiz labial y organiza cuidadosamente su pelo. No parece embarazada todavía—. Estamos orgullosos de ustedes.

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—Gracias, es un alivio tener un empleo de nuevo. —¿Leo está nervioso por lo de esta noche? —pregunta Brynna, capturando mis ojos en el espejo. —Él dice que no, pero creo que debería estarlo. Este es su primer concierto en casi seis meses. —Por otra parte, es en su propia casa, entonces significa mucho más. —Meg está de acuerdo—. Es probable que esté actuando como un valiente, pero su estómago debe estar loco. —Piedad. —Stacy ríe—. Dios, espero que se quede esta noche sin camisa. —¿Puedes lograr eso, Sam? —Nat pregunta con una risita—. Dios mío, esas estrellas. —Ella ventila el rostro con las manos y se ríe. —Voy a informarle de tu pedido —contesto secamente. Por supuesto que va a estar sin camisa. Es Leo Nash.

No puedo esperar. —Brynna, estas sexy. —Jules dice, y sigue tirando de mi cabeza. —Gracias. —Brynna parpadea. Jules esta en lo cierto; Brynna esta genial. Su cuerpo curvilíneo es fantástico, con sus jeans ajustados y su escotada blusa color negro brillante. —El sexo la hace más bella. —Stacy sonríe y siento mis ojos abrirse. —¡No puede ser! Brynna se sonroja y baja la mirada por un momento y luego se vuelve hacia la habitación con una sonrisa feliz. —¡Estás consiguiendo tus orgasmos! —Natalie exclama alegremente.

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—¡Madre mía, si! —Brynna concuerda—. Puedo decir con seguridad que los hombres Montgomery pueden dar algunos orgasmos increíbles. —Tanto Stacy como Meg asienten con la cabeza y sonrío aliviada cuando Jules deja de lado mi cabello para que no se queme. —¡Oh, Dios mío! ¡Esto es genial! —Jules se apresura a abrazar Brynna y frunce el ceño—. Espera. Argh. Es mi hermano. Ugh. —Jules, odio decirte esto, pero tus hermanos tienen relaciones sexuales. —Sonrío y cojo una copa de champán de una botella en el fregadero. —Son muy, muy buenos en el sexo. —Meg aplica su brillo de labios y se da unos golpecitos—. Muy buenos. —Si te hace daño, lo mataré. —Jules levanta el puño y lo coloca sobre su pecho, como si fuera en camino a derrocar a alguien. —Siempre dices lo mismo. —Nat gira los ojos y abraza Brynna—. Estoy muy feliz por ti.

—Sí, bueno, es un completo burro terco, y dejó en claro que es sólo sexo y que se asegurara de que los niños y yo estamos seguros. —Se encoge de hombros, pero no puede ocultar la tristeza en sus hermosos ojos marrones—. Pero los orgasmos son alucinantes. —Aquí tenemos algunas bebidas alcohólicas. —Voy por otra copa—. Estas sexy esta noche. Vamos a tener una explosión. Caleb se tragara su propia lengua cuando te vea. —Después de todo, ¿por qué los chicos van también? —Stacy pregunta—. Pensé que iba a ser una noche de chicas. —No lo sé. —Jules se encoge de hombros—. A ellos les gusta la música. —Ojalá Will no estuviera fuera de la ciudad este fin de semana. —Meg frunce el ceño—.Le enviaremos fotos —asegura—. Vamos a tomar fotos de la gente en la

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primera fila, coqueteando con los guardias de seguridad y tratando de irrumpir en el escenario. —Eh, Nat. —Le doy una sonrisa y sacudo la cabeza—. Estamos con la banda. No necesitamos coquetear con los gorilas. —Bueno, ¿dónde está la diversión entonces? —Ella frunce el ceño, y todas nos reímos de ella. —De acuerdo, tu pelo es perfecto. —Jules trabaja un mechón en mi frente—. Echa un vistazo. Ella hizo un gran trabajo. Consiguió poner mi cabello alborotado y agitado y un poco desordenado, con un estilo rockero. ¿Cómo se las arregló para hacerlo con una plancha y esas cosas de gel que están más allá de mi conocimiento? —Gracias. —Sonrío—. Ya sabes, si ese banco de inversión falla, perfectamente podrías trabajar con el pelo. —Lo tendré en cuenta —responde con sarcasmo, mientras llego a mi bolsa de maquillaje y empiezo a buscar lo que quiero, con Brynna rondando cerca, dándome

consejos sobre cómo hacer los ojos ahumados. Finalmente, después de lo que parece una eternidad, Brynna, y el resto de las chicas están satisfechas con mi cara. —Voy a vestirme. —Jules anuncia. —Yo también. —La sigo a la habitación y me pongo mí vestido negro ajustado, tachonado de plata en mis muslos. Cuenta con un profundo escote en V, que muestra mis pechos, gracias a un gran sostén que me las levanta. —¡Mierda, estas caliente! —Jules me está mirando con la boca abierta—. ¿Qué zapatos usaras? Saco de mi bolso mis zapatos negros de tacón con tiras, estilo gladiador y se los muestro con aire de suficiencia. —Zapatos fóllame.

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—Leo necesitará algún tipo de reanimación. —Sonríe y usa jeans ajustados y una blusa roja con cinta para el cuello drapeado, también con un escote que se hunde hacia abajo entre sus pechos. Con unos zapatos de cuero rojo Jimmy Choo para completar el look. —Todas estamos mostrando nuestros pechos esta noche. —Le doy un poco de risa. —Por supuesto que sí, ¿por qué no? Nos unimos a las otras y ganamos varios gritos y silbidos. —Somos un grupo de perras calientes —Meg asintió alegremente. Ella esta impresionante en un vestido verde de strapless estilo muñeca por los muslos y una bufanda verde. Nat y Stacy están hermosas en cortos vestidos negros. La frase de Meg es perfecta, somos un montón de perras calientes. —¿Todo listo? Leo se sorprenderá si llegamos a tiempo. —Vamos a darle una sacudida eléctrica. —Jules está de acuerdo.

El lugar está lleno. El Key Arena es menor, mucho menor que el Tacoma Dome, pero es más íntimo. No estaba muy sorprendida de que los chicos lo hubieran elegido para tocar esta noche. Aquí podrá comenzar su recorrido de veinte días por los EE.UU... La gira Luz del sol, sonrío cuando veo las camisas mientras caminamos a nuestros asientos. Leo ya me dio la mía. A medida que hacemos nuestro camino a la primera fila, donde ya puedo ver y escuchar a nuestros chicos, un guardia de seguridad se acerca a nosotros. —¿Cuál de ustedes es Samantha Williams? —pregunta. Las chicas me apuntan, y siguen caminando hacia sus hombres. Dios, estos tipos están realmente fantásticos esta noche.

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—¿Puede venir conmigo? —me pregunta—. Al Sr. Nash le gustaría tener unas palabras. —Claro. —Sigo, y luego cruzó una puerta negra a la zona de detrás del escenario. Esta sorprendentemente tranquilo aquí, a pesar de la intensa actividad de los plomos 17 y demás personas que dan vueltas por el lugar, todos con insignias oficiales VIP alrededor de sus cuellos. —Aquí. —Abre una puerta y me hace señas dentro, cerrando la puerta detrás de mí. —Gracias a Dios. —Leo me tira contra él y me besa con locura, entonces se aparta, sus ojos grises se mueve arriba y abajo de mi cuerpo—. ¡Mierda, Sam!, ¿cómo voy a llegar a concentrarme en el show contigo de esta manera en la primera fila? Sonrío y me vuelvo en un círculo cerrado. —¿Te gusta?

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Un roadie, pipa o plomo es un técnico que viaja con un grupo musical en sus giras y que se encarga de todos los aspectos de sus conciertos.

—Creo que acabo de tener un accidente cerebro vascular —me confirma. —Estas muy sexy también. —Está con pantalones de cuero, y una camiseta negra de un viejo concierto de AC/DC—. ¿Cuánto tiempo hasta quitarte la camiseta? —Probablemente, la primera canción. Tengo mucho calor — murmura. —Quieres mostrar tus estrellas. —Me contradigo y me rio cuando frunce el ceño—. Las chicas estarán encantadas. Ellas están muy contentas de ver tus estrellas. —¿Y tú? —me pregunta y besa mi frente. —Me gustan las estrellas. —Yo sonrío y pongo mis manos bajo su camiseta, frotando mis dedos donde están las estrellas, acariciando la V de su cadera—. Son absolutamente impresionantes. —No me dejes así de excitado antes de un show, Luz del sol.

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—¿Eso es lo que estoy haciendo? —le pregunto con los ojos abiertos. —Eres un problema — murmura y sonríe—. Pero me encanta este problema. La seguridad traerá a todos de vuelta a este sitio después del concierto. Sólo quédense en los asientos. —Nos quedaremos. Vas a estallar —le recuerdo. —Honestamente, no es que el espectáculo me ponga nervioso. —Frunce el ceño y besa mi frente otra vez. —¿Qué es lo que te pone nervioso? —Ya lo verás. —Sacude la cabeza y mira su reloj—. Será mejor que vuelva allí. Tengo que encontrar a los chicos. Tenemos unos rituales pre show y no me los puedo perder. —¿Sacrifican una virgen? —le pregunto con una sonrisa.

—No hay nada tan dramático. —Sacude la cabeza, sonriendo suavemente—. Te veo en un rato. —Está bien, rómpete una pierna18. —Me besa, duro y rápido, y me lleva a la sala, donde la seguridad está a la espera para acompañarme a mi asiento. —Él es Lionel. Fue asignado a ti toda la noche. Si necesitas algo, sólo le preguntas. —De acuerdo. —Me dirijo a Lionel—. Estoy lista.

~ Leo ~ Además de Samantha, no hay nada que me guste más que cantar. La emoción de estar rodeado de miles de personas cantando conmigo las canciones que escribí, es mejor que cualquier locura inducida por fármacos.

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La primera mitad del show fue sin problemas. La banda esta afinada, tocando el borde de la perfección. He estado con estos chicos lo suficiente para que nos comuniquemos con movimientos de manos o de ojos. Es lo mejor. Mi voz es fuerte y segura, nunca me había divertido tanto en un concierto. Claro, que no hace mal que mi ciudad y mi chica esté en la audiencia. —¿Estás disfrutando Seattle? —grito y levanto el micrófono hacia el público, la respuesta es un grito ensordecedor. Miro hacia adelante y veo a Lionel llamando a Meg para mí, escoltándola al backstage. Es el momento. —Tenemos una invitada muy especial con nosotros esta noche, Seattle. Incluso cuando tocábamos en bares y discotecas en la ciudad, estaba esta hermosa niña. — 18

Rómpete una pierna que se utiliza para dar suerte en el ambiente artístico en el mundo anglosajón.

Hago un gesto a mi izquierda, mientras Meg camina con confianza hacia el escenario, una gran sonrisa y un micrófono en la mano—. Era una parte de Nash en ese momento. Ella accedió a cantar con nosotros esta noche. En persona, ¡Megan McBride! Los vítores y aplausos de la multitud son ensordecedores, y la primera fila está completamente trastornada. Jules está gritando y saltando arriba y abajo. No has visto nada, querida. —¡Hey, chicos! —grita Meg, recibiendo más aplausos. Le pedí que me acompañe en el escenario hace unas semanas, y ella rechazó vehementemente la idea al principio, pero puse a Sam, Jules y las otras chicas a hablar con ella sobre eso. Siempre puedo hacer las cosas a mi manera.

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Muevo la cabeza a Gary y él comienza la música en el teclado, Eric se une en los tambores y la música comienza. No es una de las nuestras. Will me pidió que tocara Kiss Me Slowly de Parachute19 en un dúo, así podría hacer que Meg cante conmigo. Le mentí y le dije que era para Sam. Ella cayó. Yo canto el primer verso, y ella el segundo, y se une al coro. Dios, mi chica puede cantar. La canción termina y la gente está golpeando sus pies, gritando por nosotros, y la sonrisa de Meg es simplemente increíble. Ella debe tocar con nosotros más a menudo. Ella asiente y vuelve a salir al escenario, pero cojo su mano. 19

Parachute es una banda de pop norteamericana procedente de Charlottesville, Virginia.

—No tan rápido, Megan. —Yo hablo por el micrófono y se da la vuelta, con sorpresa en su rostro—. Estoy seguro de que no lo saben —le digo a la multitud— pero Megan es mi hermana. Creció y se involucró con alguien que todos conocemos y amamos, creo que van a reconocer su nombre, el Señor Will Montgomery. La gente sale de la órbita, saltando y gritando y Meg me frunce el ceño. Ella piensa que estoy loco, simplemente por mencionar el nombre de Will aquí. Ella está equivocada. —Date la vuelta, Finch. —Grito en su oído y sólo ella puede oírme, sus ojos se abren en estado de shock y las lágrimas empiezan a caer también, cuando ve a Will acercándose detrás de ella. Él está usando un pantalón y camisa de botones con las mangas arremangadas, y tiene un micrófono en la mano. Él asiente con la cabeza hacia mí y le suelto la mano, alejándome unos pasos para dejar que haga lo que

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necesita, pero lo suficientemente cerca para poder ver con el resto de Seattle. —Hey. —Dice en el micrófono, los ojos fijos en Meg, y luego saluda a la multitud, que estalla de inmediato en alegría de nuevo. Esta es una fantástica audiencia. Miro hacia abajo a la fila para encontrar los ojos de Sam en mí, sonriendo ampliamente. Todos los Montgomerys están animando y gritando, las mujeres llorando. Will y yo conseguimos para mantener en secreto. —Meg —se acerca más y más a ella, tanto que desde ese lado, la familia puede ver el perfil de los dos perfectamente—. Así que, obviamente, no tenía que salir de la ciudad este fin de semana. —Él sonríe y se encoge de hombros—. Leo me ayudó con esta sorpresa. Meg me mira, y yo sólo sonrío y me encojo de hombros. —La canción que cantó no era para Sam como él dijo. —Se ríe cuando ella baja el micrófono, me maldice por haberle mentido y luego gira la barbilla hacia él—. Era

para ti. Como lo ves —se aclara la garganta—: yo no estaba seguro de dónde iba a cuando te conocí, todo lo que sabía era que yo te quería. La multitud estaba en absoluto silencio, escuchando con éxtasis como Will derrama su corazón a Meg. Si yo no la amase tanto lo llamaría marica, pero merece cada palabra, y mucho más. —Hay un fragmento de la canción que acabas de cantar que dice: "Es difícil amar de nuevo cuando la única forma en que lo has hecho, cuando el único amor que tu conociste simplemente se fue... ". Bueno, estoy aquí para decirte, delante de toda esta gente, y toda la gente que amamos, que nunca me voy a ir a ninguna parte, Meg, y que nunca te dejaré ir. Te amo más de lo que pensé posible amar a alguien. Por lo tanto —se pone con una rodilla doblada, y Meg se cubre la boca con las manos, las lágrimas corriendo por su bonita cara. Saca una pequeña caja azul de su bolsillo y

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la abre, mostrando una enorme piedra preciosa. Genial, Will. —Megan, ¿me harías el honor de ser mi esposa? Cásate conmigo, cariño. Se podía escuchar un alfiler caer en el Key Arena ahora. Nadie respira siquiera a la espera de la respuesta de Meg, los Montgomery está de pie inmóviles. Las lágrimas aún corren por el rostro de Meg, unos pocos segundos pasan y me siento como si fueran horas. —Uh, Meg —susurro en mi micrófono—. La respuesta es sí, saca al hombre de su desesperación. El público se ríe, y finalmente se sumerge en sus rodillas delante de él, deja caer su micrófono en el suelo, tiene su cara en sus manos y dice: —Por supuesto que me casaré contigo. La multitud se vuelve loca cuando Will envuelve sus brazos alrededor de su cintura y la lleva contra él, besándola duro y profundo.

Demasiado largo y muy profundamente. —Hey, Montgomery, pon la piedra en su dedo y lárguense. Tengo que hacer un show. Ellos ríen, Will desliza el anillo en el dedo de Meg, la besa, y luego le ayuda a levantarse. Saluda a la multitud y deja el escenario detrás de las cortinas a mi izquierda. Vuelvo con mi banda, levanto el micrófono en la cara y grito: —Ok, Seattle, ¡toquemos rock, maldita sea!

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Traducido por Blanca20011983 Corregido por Leluli

~ Samantha ~ a fiesta posterior está en auge. Los fans que ganaron entradas gratuitas para autógrafos y fotografías van y vienen. La banda dejó en claro que este partido era sólo para ellos y sus familias. A pesar que hay más de treinta personas entre nosotros.

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—¡El espectáculo fue genial! —Stacy llora y se acurruca junto a Isaac, una copa en la mano. —Lo fue —Brynna asiente y sonríe a Meg y Will, sentado en un sofá, Meg en su regazo—. Fue posiblemente la propuesta más romántica que he visto en mi vida. —Yo soy un tipo romántico. —Se encoge de hombros y ofrece una sonrisa arrogante. Meg estalla en carcajadas. —Tu tiene muchas cualidades, dulce, pero no eres una romántica. ¿Te dio Luke algunos consejos? —¡Hey! ¡Tengo mis momentos románticos! —Will frunce el ceño y luego se inclina para susurrarle al oído, haciendo sonrojar. —Oh, sí, eso es correcto.

—No me importa. —Matt asiente y luego se vuelve a Caleb, que estuvo absolutamente silencioso durante toda la noche, incluso durante el show. Sus ojos son estrechos, su cuerpo en alerta máxima—. ¿Estás bien, amigo? —Todo bien. —Caleb confirma con un movimiento de cabeza. Brynna frunce el ceño hacia él. —¿Estás seguro? —Estoy bien. —Su mandíbula esta apretada, pero su voz es firme y no deja espacio para preguntas. —Hey, Sam. —Jules viene a nosotros a través del cuarto—. Leo estaba buscándote hace unos minutos. Debes haber ido al baño. —¿Sabe dónde se fue? —Lo vi en el pasillo. —Jules apuntando hacia la puerta.

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—Muy bien, gracias. —Compruebo la hora en mi teléfono, mientras camino por el pasillo. Me pregunto cuánto tiempo tenemos que quedarnos antes de que podamos salir discretamente. Los chicos viajan mañana de gira, y yo quiero tener el máximo posible de horas a solas con mi hombre. Oigo voces susurrando cuando voy por el pasillo. Leo está de pie, de espaldas a mí, frente a su manager Rick, que está frente a mí, pero no me vio. —Vas a destruirla, Leo. Ella te quiere. —Yo la quería mucho, pero ¿cómo diablos puedo confiar en ella? ¿Qué sugieres que haga? Cuanto antes ocurra, mejor. ¿Qué carajo hice? Rick se alza sobre el hombro de Leo al verme. Su boca se cierra en una línea sombría y respira fuerte. —Hola, Sam.

—Carajo —murmura Leo en voz baja, baja la cabeza y planta las manos en las caderas, y mi corazón se siente como que va a salirse del pecho—. Vuelve a la fiesta, Sam. Su voz es fría. Seca. No se vuelve para mirarme. Rick asiente. —No, creo que esta es una conversación que necesites tener. —Le da una palmada en el hombro de Leo, y luego me da una palmada en el hombro al pasar junto a mí, dejando a Leo y a mi solos entre las blancas paredes del corredor silencioso. —Sí, parece que tenemos que tener una conversación. —Levanto mis paredes a mí alrededor. No dejes que te hagan daño, Samantha. Voy hasta donde Rick estaba hace unos momentos. Leo no me mira, él mantiene sus ojos fijos en el suelo.

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—Mírame. Levanta la cabeza, pero en vez de mirarme a los ojos, se centra en el hombro. —Leo joder, mírame. Sacude la cabeza, entrecierra los ojos y maldice entre dientes otra vez. —Mira, Sam... —No, a la mierda eso. Sólo dime lo que hice mal. Su cabeza niega y finalmente me mira intensamente con sus ojos grises de tormenta, con el ceño fruncido. —No hiciste nada malo. —Pero acabas de decir que no se puede confiar en mí. Oí eso claramente.

—No. —Sacude la cabeza con firmeza y se frota las manos por sus brazos—. Tú no hiciste nada. Yo no estaba hablando de ti, nena. —¿Qué está pasando? —Mierda — murmura de nuevo, suspira y jadea—. No sé cómo decir esto, Sam. —Me estás asustando —susurro. —Te lo diré, pero antes de hablar, por favor, que sepas que estoy muy, muy devastado. —Él está buscando en mis ojos, preocupado, triste, y muy, muy devastado. —¿Qué es? —le pregunto, exasperada. —Parece que alguien tomó fotos de nosotros en Los Ángeles, en mi casa, haciendo el amor en la terraza.

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—¿Qué? ¿Cómo? Tu playa es privada. —Sí, bueno, ¿quién sabe? —¿Cómo lo sabes? ¿Has visto las fotos? Frunce el ceño y sacude la cabeza. —No. Melissa me está chantajeando. Ella dice que si la despido por la filtración de tu foto, publicará esas. —Se mete la mano por el pelo y se aleja—. Por lo tanto, no voy a ser capaz de despedirla, hasta que pueda ver cómo lidiar con todo esta mierda. —A la mierda. —¿Qué? —Se vuelve hacia mí, los ojos muy abiertos. —Ella no va a intimidarte para que estés obligado a mantener su maldito trabajo, Leo. Haz frente a su farol. Tómalo. Si ella filtró las fotos, que así sea. Somos adultos en una relación amorosa. Si a alguien no le gusta, pueden besarme el culo.

No voy a permitir que el momento más hermoso de mi vida se convierta en algo sucio. Él se queda parado allí con la boca abierta, y luego parpadea rápidamente. —Espera, ¿de dónde viene eso? La semana pasada te pusiste tan molesta cuando viste la foto que estaba seguro de que esto te destruiría. Yo no estoy preocupado por mí, pero no voy a permitir que algo como esto salga a la luz por ti. —Mira, puede que haya exagerado sobre la foto. Esta mierda va a suceder. Es parte de estar contigo. —Pongo mis dedos en su cara y le ofrezco una pequeña sonrisa—. Te quiero, Leo. Hemos dejado en claro que yo soy tuya y tú eres mío, y estamos apostando a una cosa a largo plazo. Me niego a tener gente como Melissa dictando la forma en que vivimos. —Esto puede convertirse en una gran tormenta de mierda para ti, nena.

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Me encojo de hombros y envuelvo mis brazos en su cintura todavía desnuda. —Apuesto a que no va a publicarlas, Leo. Ella no querría arruinar su reputación en este negocio. Sería una tonta si dejara que se le escape. Ni siquiera tenemos la prueba de que existen. —¿Estás segura? —El problema con esta perra terminó —confirmo—. Ahora, vamos a disfrutar de nuestras familias, algunas bebidas, y luego iremos a casa, para que finalmente me puedas dar algunos orgasmos. —Muéstrame el camino, sol.

—¿A qué hora tienes que irte? —le pregunto en voz baja, para no perturbar el dulce silencio de la madrugada. Rodamos en la cama. El día recién amaneció. El gato se acurrucó en el vientre de Leo, ronroneando, y me acurruqué junto a él, con la cabeza en su pecho.

Seguimos sudados por el sexo de la mañana, mi piel sigue tarareando, y la mano de Leo se pasea de arriba a abajo por mi espalda. —Tengo que estar en el aeropuerto a las nueve —susurra. —¿Qué vas a querer hacer hasta entonces? —le pregunto, y trazo las letras tatuadas en su pecho. —Creo que deberíamos ir a correr. Mi cabeza gira para ver su cara. —¿En serio? —Sí. —Él me sonríe—. No voy a ser capaz de correr sin ti durante dos semanas. —Te veré en Nueva York este fin de semana —le recuerdo. Sólo cinco días parecen

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muy lejos. —No vamos a correr en Nueva York, nena. Tendremos suerte si salimos de la habitación del hotel. —Se ríe y me besa en la frente—. Vamos, vamos a salir de esta cama. Levántate. Lo sigo fuera de la cama, me pongo mi ropa y salimos corriendo a la calle. Me doy cuenta que él está usando los mismos pantalones cortos y camiseta que llevaba en la mañana de nuestra primera carrera. —Ya lo sabes —menciono casualmente mientras damos nuestro recorrido habitual por la ciudad—. Puedo correr más de lo que normalmente hacemos. —Sólo tienes que hacerlo. Voy a seguirte. —¿No quieres saber por dónde voy? —le pregunto con una sonrisa. —No, voy a ir donde quieras. —Ok, pero tendrás que mantenerte. No voy a reducir mi ritmo gracias a ti. —Le echó una mirada burlona mientras se ríe—. Así que presta atención.

Maldita sea, él es sexy. Es tan sexy para mí, ya lo era desde la primera mañana que corrimos juntos. Aún más ahora que sé que es el hombre de los tatuajes y piercings. —Entonces, ¿quién es tu banda favorita? —me pregunta con una sonrisa. —No lo sé. —Me encojo de hombros y mantengo mi cara neutral—. Me gusta Daughtry. —Vuelve a intentarlo. —Train. —Te daré una paliza. —Puede que tenga algo especial con Nash. —Le respondo, riendo. —Vamos a trabajar eso. —Se ríe.

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Corremos lado a lado, la respiración y los pasos combinados... golpe, golpe, golpe, todo el camino hasta el parque, en el que me llevó a la mesa de picnic para masajear mis piernas. —Mis piernas no están temblando ahora. —Me jacto con una sonrisa. —Yo no estoy dentro de ti. Por supuesto que no lo están. Levanto una ceja y luego caigo de la risa, empujando su hombro. —Eres un idiota tan arrogante. Él acaricia mi oreja, respirando con dificultad mientras caminábamos hacia el café. —¿Dije tonterías? —murmura. —No. Solo fue arrogante. La camarera nos lleva a una mesa con el menú en la mano, y escribe las solicitudes de jugo y café.

Ninguno de nosotros necesita abrir el menú. —¿Cómo va el trabajo, cariño? —Leo pregunta y apoya los codos sobre la mesa, los ojos felices, una media sonrisa en los labios besables. —Bien. —Asiento —. No hay idiotas llamados Bob hasta ahora, y es poco probable que quieran que haga la historia de mi familia, ya que nuestro objetivo es el vino. —Parpadeo hacia él, y me acerco más a tomar su mano en la mía, así que puedo dibujar el tatuaje en sus dedos—. ¿Estás emocionado por el viaje? —le pregunto, y miro mis dedos través de su piel. —Será divertido cantar y estar con la banda durante un par de semanas, pero estoy ansioso por volver a casa. —Son sólo por dos semanas. Esto es mejor que nueve meses. —Doy una risita—. Nueve meses me iban a matar.

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—No tomaría nueve meses, si no estuvieras conmigo —dice, como si este fuera el final de la discusión. Asiento cuando mi teléfono vibra en mi sostén, y Leo se echa a reír cuando lo ve. —Me encanta ese sistema de almacenamiento. Le saco la lengua, y puedo comprobar el mensaje. Es de Caleb. *Reunión familiar hoy a las 18:00 horas. En casa de Brynna. Obligatorio. Arrugo la frente y giro el teléfono para mostrárselo a Leo. —¿Qué es? —me pregunta, entrecerrando los ojos. —No lo sé. —Me encojo de hombros—. Probablemente tiene algo que ver con estos problemas de seguridad de Brynna. Me gustaría que nos hubiese contado qué demonios estaba pasando. —Es probable que haya algo entre ellos. —Me recuerda con una sonrisa—. Estás curiosa.

—Estoy preocupada —No estoy de acuerdo y doy una risa—. Ok, tengo curiosidad. —Llámame más tarde y me dices lo que está pasando. Me encojo de hombros y frunzo el ceño. —La reunión es hoy por la tarde. Tú probablemente estarás ocupado con la prueba de sonido. —Tú puedes y debes llamarme en cualquier momento, nena. Me importa un bledo lo que estoy haciendo. Necesito que sepas que aun cuando yo no estoy aquí, eres la prioridad. Quiero saber qué está pasando. Me encojo de hombros otra vez y me enderezo cuando la camarera pone los platos en frente de nosotros.

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—Fue bueno ver a Lori anoche, aunque sólo sea por unos minutos. —Pongo una sonrisa satisfecha y él se echa a reír a carcajadas. —Tratando de desviar el tema, listilla. Me tomo un bocado de mis huevos, y parpadeo inocentemente, haciéndolo reír. —Ella nunca se habría perdido el show de anoche. —Leo asiente—. Además, quería conocer a tu familia. —Meg parecía estar en la luna cuando la vio. ¿Cómo se conocieron? —le pregunto, y tomo un bocado de mi tocino—. Además de porque sea la esposa de Gary. — Agrego. —Meg y Lori siempre se llevaron muy bien. Lori estaba muy herida cuando Meg y yo no hablamos por un rato. —Toma un bocado de tocino y toma un sorbo de café—. Conozco a Gary desde siempre. —Comienza Leo—. Además de Meg, y ahora tú, él es probablemente la persona más cercana a mí. Conocimos a Lori después de un show aquí en Seattle. Ella estaba en la ciudad, y vinieron a ver el espectáculo, y como era una celebridad, vino a la fiesta después y se fue con

nosotros. Yo estaba decidido a joderla. —Se ríe y se inclina hacia atrás en la cabina, con la cara llena de humor. —¿Qué pasó? —le pregunto, y empujo mi plato a un lado, apoyándome en los codos. —Ella no quiso nada conmigo. —Sacude la cabeza con tristeza—. Echó un vistazo a la fea cara de Gary, y listo, todo había terminado para los dos. Si yo hubiera tratado de seducirla, él me habría pateado el culo. Sonrío y localizo los tatuajes en su mano. —¡Pobre muchacho , que perdió a la niña! Él guarda silencio y miro hacia arriba para encontrar que me miraba en silencio. —¿Qué pasa?

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Niega con la cabeza, como si estuviera viviendo de un sueño, y me da la mano para cruzar sus dedos con los míos. —Hemos recorrido un largo camino desde la primera vez que me senté en este café. —Sí, definitivamente. —Asiento e inclino mi cabeza hacia él—. ¿Eres feliz? —Oh, Luz del sol. —Él suspira y pone la mano en mis labios, barriéndolos con los dedos y me sonríe—. Feliz no comienza a definirlo.

Traducido por lizels Corregido por Vickyra

Dos meses después ~ Leo ~ ios, es bueno estar en casa. Salimos de Atlanta inmediatamente después del

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show ayer en la noche y volamos directo a casa, llegando a Sea Tac alrededor de las dos de la mañana. Sam y yo todavía no hemos dormido. En vez de eso, hicimos el amor en el mostrador de la cocina, tomando el café de la mañana, y regresamos hacia la cama descansando y disfrutando del uno al otro después de estar separados por dos semanas. Dos semanas y es lo máximo que estoy dispuesto a hacer como una concesión. —¡Oh, mira! —Sam esta sentada con la espalda apoyada contra la cabecera de su cama, su camiseta del show Luz del sol y su ipad en el regazo—. ¡Hay una foto de nosotros dos en Yahoo! El gato esta enrollado en mi estómago, ronroneando mientras lo acaricio, mi otra mano debajo de mi cabeza. Estoy mirando hacia el techo. No me molesto en mirar hacia el ipad.

—¿Estamos desnudos? —pregunto, solo bromeando a medias. Cada día tengo temor de esas fotos que Melissa amenazo con filtrar en algún lugar. —No, felizmente no —ríe Sam y lleva sus dedos por mi cabello. Mierda, amo cuando ella hace eso. —Estas son del show en Phoenix, la semana pasada. Wow, ellos colocaron mi nombre abajo, y no solo “la novia de Nash” o “hermana de Luke Williams” Empujo el gato de mi estómago y me giro, asegurando mi cabeza en mis brazos y suspiro cuando Sam traza el Sol en mi hombro. —Oh, son preciosos —murmura ella—. Dios, mira este bolso. La nueva línea de Michael Kors para la primavera esta para morirse. —¿Vas a comprar ahora? —pregunto con una carcajada.

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—Si, no he gastado dinero desde hace mucho tiempo con estas cosas, solo quiero estar segura que mi cabello este bien en las fotos. —Sonríe ella—. Oh mierda, esos zapatos van a ser míos. Mientras ella continúa hablando cada vez más sobre zapatos y bolsos o lo que diablos este comprando on-line, mi mente vuela para más tarde esta noche. Creo que voy a llevarla a bailar. Ella adora bailar, y verla mover ese dulce trasero me vuelve loco. Pensándolo bien, mejor no. Tendría que matar a todos los hijos de puta que miraran hacia ella. —Creo que todo esto no cabe en mi armario —murmura. —Mmm hmm —murmuro, casi cayendo en el sueño con sus dedos suaves acariciando mi espalda. —Creo que necesito pensar en construir uno nuevo. —Espera, ¿qué? —Me levanto por mis codos, y la miro—. ¿Qué dijiste?

—Necesito un armario mayor —repite, mientras yo arranco el ipad de sus manos, colocándolo sobre la mesita de noche y la tomo en mis brazos. —Continua —murmuro y alejo su suave cabello rubio detrás de su oreja. —Bien, tal vez debemos comenzar a buscar un arquitecto. —Ella se muerde el labio y me mira especulativamente, y quiero cantar de felicidad, pero solo asiento con la cabeza, pensativo. —¿Quieres reformar tu casa? —No seas idiota. —Ella huele mi brazo y, en seguida, traza mi tatuaje allí. Esta mujer siempre está tocándome. Espero que nunca se detenga.

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—¿Para qué estamos contratando un arquitecto, Samantha? —pregunto, y acaricio su nariz. —Bien, probablemente también vamos a necesitar una cocina. —Se encoje de hombros—. Y un lugar para dormir. —¿Qué más? —Lleva meses construir una casa. —Ella baja la mirada hacia mi pecho, y yo inclino su barbilla hacia arriba, para encontrar mi mirada—. No quiero llevar todas nuestras cosas a un apartamento cualquiera o a tu casa. No estoy completamente lista y, además de eso, creo que deberíamos comenzar en algún lugar nuevo. —Ok. —Pero hasta el momento en que se encuentre un arquitecto, se aprueben los planos, y la casa este realmente construida, creo que estaremos más que listos. — Las últimas palabras son susurradas. —Voy a darme prisa en ese proceso, Luz del sol. Te aviso ahora. El contratista va a odiarme, porque lo voy a forzar a terminar todos los días.

—Voy a avisar a Isaac —responde ella secamente. —¿Estas segura? —susurro. Por favor, Dios, dime que estas segura. —Si, mis zapatos realmente están superpoblados en este armario. Ellos merecen un espacio mejor. —Voy a darles todo el que necesiten. —Doy una carcajada—. Sam, quiero darte el mundo. Te amo tanto, quiero estar contigo, todos los días. —Podemos comenzar con un armario jodidamente grande y una bañera. —Ella sonríe y pasa el pulgar a lo largo de mi labio inferior. Beso suavemente la punta de su dedo pulgar. —También te amo. Leo Nash. Cada día más.

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Para aquellos de ustedes que terminaron Rock with me… estoy segura que recuerdan la lucha que esos dos enfrentaron para estar juntos y, ahora, ¿qué le dice Sam a Leo en el epílogo? Bien, esta escena extra es aproximadamente seis meses después del epílogo. Es su primera noche en su nueva casa. Aprovecha…

Organizo el último artículo de la última caja, guardando la linda caja de zapatos

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Jimmy Choo en su espacio, y me pongo sobre los tacones, con un suspiro feliz. Levine está enrollado en una bola a mi lado, felizmente roncando en su nueva casa. Estamos en casa. Ya pasaron seis largos meses de arquitectos y planos, y Leo gritando a un equipo de construcción para que trabajaran más rápido, por no mencionar más drama familiar que nuestra familia ya vio, pero aquí estamos, seguros, del otro lado y acomodándonos en nuestra casa en los acantilados con vista a la Ensenada. Nunca más quiero salir. —Aquí estas —Leo camina hacia dentro del armario, sus ojos grises felices y los labios abiertos en una sonrisa. —Nunca voy a dejar este armario —respondo. —En ese caso. —Él se agacha en el suelo a mi lado, inclinado de espaldas contra la isla en medio de la sala, donde guardo mis bragas y sujetadores, y me jala hacia su regazo—. Tendré que darte esto aquí.

—¿Qué es? —pregunto. Él no responde, solo me besa profundamente, hunde los dedos en mi cabello, y después frota su nariz contra la mía, con un suspiro profundo. —Amo este armario —susurro contra su boca—. Gracias por construirlo para mí. —Fue un placer. —¿Será que terminaste de organizar las cosas en la cocina? —pregunto, y trazo los tatuajes de sus dedos. —Sí, terminamos. —Él suspira y besa mi frente—. Gracias a Dios. Estaba listo para quedarnos aquí, en nuestra casa, por meses. —Lo sé. —Sonrío y giro mi rostro, en su pecho tomo una respiración profunda, apreciando su olor a limpio—. Conseguimos eso.

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Él eleva mi barbilla con el pulgar y el índice, para poder verme a los ojos. —¿Crees que falta algo? —No. —Sacudo mi cabeza, y paso mis dedos por su mejilla—. ¿Qué quieres darme? —Todo lo que quisieras —responde él inmediatamente y le doy una sonrisa larga. —Tengo todo lo que quiero, aquí. —Eso es dulce —murmura y no puedo evitarlo, pero me divierto un poco. —Lo es. —Asiento y miro alrededor del armario lleno de tejidos coloridos, cuero y joyas—. Cada cosa aquí es fantástica. Sus ojos se estrechan, pero él no me engaña. Cree que estoy siendo graciosa. —¿Es cierto? —pregunta, su voz engañosamente calma.

—Mmm. —Confirmo con un movimiento de cabeza, pero, en seguida paro, como si estuviera reconsiderando—. Bien, Levine también. —Claro, Levine también. —Leo ríe y sacude la cabeza—. ¿Qué voy a hacer contigo, Luz del sol? —Amarme —susurro y beso su barbilla. —Te amo. —Su rostro esta serio, y él cierra sus ojos por unos instantes antes de encontrar los míos nuevamente. —¿Qué está mal? —pregunto, y sostengo su rostro en mis manos. —Absolutamente nada. —Su voz es ronca y llena de emoción, y yo estoy completamente perdida. Tiene algo entre nosotros.

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—Habla conmigo —susurro. —No puedo decirte cuanto significa para mí que estemos aquí. —Él traga y me mira intensamente—. Quiero darte una cosa. Oh, Dios, va a pedirme matrimonio. Él debe haber sentido mi miedo, porque ríe y murmura: —No, no te estoy pidiendo matrimonio, Luz del sol. —Está bien —suspiro de alivio, pero mi guardia se eleva otra vez cuando él queda callado nuevamente, pareciendo dudoso—. Estas asustándome, Nash. Dilo pronto. —Hoy es un nuevo comienzo para nosotros. No lo que la gente lo necesite, porque nosotros hemos caminado muy bien hasta ahora, pero parece que eso lo convierte todo en oficial. Asiento, animándolo a continuar.

—Nunca tuve una casa como esta, Sam. No, desde que mis padres fallecieron. Eso, tu, eres todo lo que siempre quise. Siento las lágrimas amenazando con caer, cuando él continúa. —Mis padres tenían eso, y yo sabía, incluso siendo tan pequeño, que ellos estaban locos el uno por el otro. Mi padre le dio a mi madre esto. —Él toma una pequeña caja blanca con una cinta roja de su bolsillo y la extiende hacia mí—. Cuando era muy joven. —Tienes sus cosas —susurro. —Yeah. Ábrelo. Dentro hay una pulsera de cadena de plata con un pequeño y encantador sol colgante.

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—Será que ella se llamaba Luz del sol —susurro. —No, pero adoraba esta pulsera. La usaba casi todos los días, y creo que es apropiado que la tengas ahora. Mis ojos giran hacia él, y sonrío nuevamente. —Muchas gracias. —El placer es mío. Bienvenida a nuestra casa, Luz del sol. —Él inclina la cabeza y barre sus labios levemente por los míos, y entonces se instala para besarme largo y profundo. Mis senos están muy duros y lo siento endurecer contra mis caderas, mientras llevo mis dedos a su cabello y lo aseguro con fuerza contra mí. De repente, él está de pie, conmigo en sus brazos y avanza hacia fuera del armario hasta nuestra habitación. —Basta de esa mierda sentimental —gruñe y me acuesta en el suave edredón—. Es hora de bautizar esta cama. —Buen plan. —Sonrío.

5 - Safe With Me Mantener a otros a salvo es lo que hace Caleb Montgomery. Él nunca había tenido un problema aceptando una tarea, ya fuera durante sus peligrosos días como SEAL o en su más reciente trabajo entrenando a mercenarios de guerra. Pero ser designado para mantener a Brynna Vincent y a sus adorables hijas, Maddie

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y Josie, a salvo de una amenaza desconocida, lo ha sacado de su eje. Arde por la alta morena desde que ella regreso a la ciudad hace más de un año, estar cerca de ella cada día está quebrando la resolución de Caleb de mantener sus manos lejos de su espléndido cuerpo y su cabeza dentro de la misión. Brynna está harta de tener miedo. Todo lo que quiere es una vida normal y tranquila para ella y sus preciosas niñas. Justo cuando se está asentando en su nuevo hogar en Seattle y sintiéndose segura de nuevo, Caleb aparece en la puerta de su casa insistiendo en que el peligro es más alto que nunca. Pero que necesite ser protegida de la amenaza de su pasado, o de las intensas emociones que siente por el sexy y protector hombre que duerme en su casa, eso está por verse. ¿Qué ocurrirá si Brynna y sus niñas se enamoran de un hombre tan roto que podría no ser capaz de protegerlas del peligro que amenaza y mucho menos de sí mismo? SAFE WITH ME es el quinto libro en la serie With Me in Seattle, y continúa siguiendo a esta unida y amorosa familia a través de las vicisitudes de la vida con humor, pasión y amor eterno.

Kristen es autora de la Amazonia y EE.UU. Hoy tiene superventas en la serie Seattle. Ella tiene una pasión por una buena historia de amor y personajes fuertes que aman el humor y tienen un fuerte sentido de la lealtad y la familia. Sus hombres son del tipo alfa, ferozmente protector y un poco mandón, y sus damas son divertidas, fuertes, y no tienen miedo de ponerse de pie por sí mismas. Kristen pasa sus días con su musa en el noroeste del Pacífico. A ella le gusta el café, el chocolate y el sol. Y las siestas.

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