Créditos Carosole

Pachi15

Aria

Shari Bo

Mir

Boom

Mona

Agus901

JesMN

xx.Majo.xx

Jane

Niki26

Vettina

Maggiih

Osma

Nony_mo

xx.Majo.xx

Pachi15

Sttefanye

Steffanye

Gaz

Índice Sinopsis Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7

Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Próximo libro Sobre la autora

Sinopsis

L

a necesidad de poder llegó a mí por accidente. La necesidad era real. Abrumadora. Me estaba consumiendo.

Así que jugamos un peligroso juego de prueba y error. Lo que podía manejar y lo que no. Se manifestó con bastante rapidez lo cual no podía manejar mucho. Pero me gustó este juego, porque lo controlaba. La historia de Link y Rocky continúa en esta segunda entrega de la serie Dirty.

Capítulo 1

A

aron Woods toma un momento para reflexionar sobre sus opciones. Él sabe que está muerto de cualquier manera. Estaba claro sobre eso. No soy un mentiroso y no sentí ninguna necesidad de endulzar mis intenciones. La idea de él sufriendo no tiene relación con mi conciencia.

—Vete a la mierda —susurra, escupiendo sangre y saliva en el aire en una niebla rosada—. No te estoy diciendo nada, imbécil. —Su cabeza se inclina, con la barbilla apoyada en su pecho, y se ríe. Me imaginé eso. No puedes prometerle a un hombre su muerte con tus manos y esperar que coopere. Lo que no sabe es que esperaba que él eligiera el camino difícil. Sonrío. —Vas a decírmelo —explico, mi voz extrañamente tranquila—. De una manera u otra. Sin previo aviso, mi mano lo golpea, agarrando su dedo meñique. Instintivamente intenta alejarse mientras sus ojos se encuentran con los míos en cuestión. Mi sonrisa se ensancha mientras lo golpeo de arriba y hacia afuera, rompiendo su hueso. El POP sonando, llena el aire por un momento perfecto antes de que se salga de mi agarre con un grito. Aaron abraza su mano en su pecho, su ojo bueno se ensancha, sus fosas nasales se dilatan con cada respiración de pánico que toma. Sé que duele como una perra. He sufrido la ruptura del boxeador un par de veces. Dedos rotos no son divertidos. —Ese es solo uno —le digo—. Tienes doscientos cinco huesos que quedan. ¿Cuántos crees que tengo que romper antes de que me entregues a esos nombres? ¿Cuatro? ¿Cinco? ¿Diez? ¿Cincuenta? Me siento hacia adelante, trayendo mi rostro hacia el suyo. Él se aleja de mi proximidad. —Piensa en eso. Cincuenta putos huesos roto por la mitad. Lo que sientes ahora es nada en comparación. —Chasqueo mi lengua ruidosamente—. He esperado cuatro malditos años por este día. Soy un hombre paciente. Puedo hacer esto toda la noche. Durante toda la semana, si tengo que hacerlo.

Su mirada se va la hacia la puerta. Puedo imaginar lo que está pensando. Se pregunta hasta dónde podía llegar. Sus posibilidades de estar fuera de este apartamento de manera segura son: Cero. Pero no lo obligo a que me de la información dos veces. En su lugar, lo tuerzo, mis nudillos golpeando en la suave carne de su mejilla y golpeando su cabeza contra la pared con un ruido sordo. —¿Cómo puedes vivir contigo mismo? —pregunto repentinamente. Realmente quiero saber la respuesta a esto—. ¿Cómo recuestas tu cabeza y duermes toda la noche sabiendo que violaste y asesinaste a una joven? ¿Cómo te despiertas cada mañana? —Inhalo fuertemente, mi corazón late con fuerza en mis oídos—. ¿CÓMO? Cada día es una lucha para mí. ¿Cómo lo hace? No me responde. No se fija en mí. Solo se sienta allí, presionando su espalda contra el sofá, inclinándose tan lejos de mí como puede conseguir. Su actitud me recuerda a un perro maltratado. Está tratando de hacerme sentir mal, tratando de jugar en mis simpatías. Solo me hace enojar más. Imágenes del cuerpo de Aaron sacudiéndose en la parte superior de Livie mientras empujaba dentro de ella, a pesar de sus súplicas, parpadean como un rayo a través de mi mente. Sus ojos asustados mirándome. Sus gemidos. Los dedos fríos de ella rozando los míos. No tengo ninguna compasión por este monstruo. Me pongo de pie y desengancho mi cinturón. El movimiento brusco obliga a Aaron a volver su atención de nuevo en mí. —¿Qué estás haciendo? —me pregunta rápidamente. Su voz tiembla y me alegro. Estoy tan contento de que esté aterrorizado. Ignoro su pregunta, trabajando mi correa floja de los bucles en mis jeans. Lo doblo en mi mano y lo dejo preguntarse lo que tengo en la mente para él. Cualquiera que sea el escenario que su retorcida mente evoca todavía no será tan horrible como lo que le hizo a Livie. —Ponte de pie y date la vuelta. Coloca tus palmas sobre la pared. —No —murmura, desafiante. —No era una pregunta —declaro lentamente. Le doy un par de segundos, lo que le permite tiempo para actuar por su cuenta. Cuando él sigue sentado, negándose a hacer lo que le dirigí, hundo mis dedos en su cabello, tirando de él hacia arriba. Me doy cuenta, mientras meto su cara contra la pared manchada de humo amarillento, cómo desconcertantemente parecida mis acciones son a las suyas esa noche. Me aturde y vacilo. ¿Si hago esto, soy mejor que él? —Ella era tan apretada la primera vez que me la tiré.

Su declaración me pilla con la guardia baja. Estoy tan sorprendido que aligero mi alcance, lo que le permite girar su cuerpo hasta que me está mirando. Él sonríe, sus dientes de color rojo con su sangre. —En el momento en que conseguí mi segunda vuelta, era como estar follando con un cubo de agua. Nosotros. La. Rompimos. En. Pedazos. Me tropiezo hacia atrás como si él me hubiera empujado. Las lágrimas queman mis ojos. La bilis se levanta en mi garganta. No. NO. No sabía eso. Yo no... Lo miro con horror. ¿Cuántas veces se la violaron mientras yacía allí inconsciente? Pongo mis manos sobre mi cara, pasándolas por encima de mi cabeza. Mis uñas raspando mi cuero cabelludo. NO. Me lanzo hacia él. Voy a matarlo. Mis dedos agarran su garganta y presiono, cortándole el oxígeno. La mayoría de la gente no sabe lo fácil que es estrangular a alguien. La cantidad correcta de presión en el lugar correcto traerá incluso al hombre más grande de rodillas. Dejo que mis dedos se hundan en su manzana de Adán y expriman como una bola de estrés. Él agarra mi muñeca. Trata de aflojar mi puño. Me pega, pero ni siquiera lo siento. Voy a matarlo. Voy a matarlo. Voy a matarlo. Los párpados de Aaron se hunden, su cuerpo se desploma. Y entonces me doy cuenta de que lo estoy matando. Lo voy a matar y no tengo los nombres. Necesito esos nombres. Lo suelto. Su cuerpo cae al suelo. No estoy seguro de cuánto tiempo lo miro hacia abajo. Estoy en guerra conmigo mismo. Espero que esté muerto, porque él no merece vivir. Espero que esté vivo, no solo porque necesito los nombres que puede proporcionar, sino también porque necesita sufrir más. Y entonces me doy cuenta de que ésta era probablemente su intención. Para ponerme tan enojado que actuaría sin pensar, terminando así rápidamente. Y caí en la trama. Dejé que me manejara como un maldito idiota. Lo empujo con la punta de mi zapato. Él rueda con el movimiento, aterrizando sobre su espalda. Miro su pecho hasta que lo veo subir con una respiración lenta. No es alivio lo que siento.

Recogiendo mi cinturón que cayó al suelo en algún momento cuando enloquecí, lo amarro alrededor de las muñecas de Aarón. Tiro firmemente, uniéndolos.

Capítulo 2 E

l pasillo está vacío. Desierto. Mis zapatos rechinan contra el linóleo brillante mientras me apresuro hacia el murmullo de voces de mis doscientos compañeros de estudio. Esta es la asamblea para animar a la escuela más importante del año. Nuestro equipo de fútbol está jugando contra Gainesville —nuestro mayor rival— esta noche. Yo ya debería estar allí, agitando mis pompones y moviendo el culo para el equipo. Como estudiante de último año, nunca conseguiré una oportunidad como esta de nuevo. Entro en el interior del vestuario, buscando el espejo más cercano. Suspiro ante la vista de mi cabello despeinado, deslizando la banda de goma a través de mis cabellos oscuros. Mis dedos hacen el trabajo rápido, armando una nueva cola de caballo y ajustando la cinta con los colores de la escuela. Me lavo las manchas secas de restos de pintura de mis manos, frotando mis uñas. Las mantengo recortadas para que no sean tan notables, pero es solo una parte de lo que soy. Siempre hay algo del restos de mis proyectos de arte decolorando mis cutículas, manchando mi ropa, o aglutinando mi cabello. Me gusta eso, sin embargo. Mis pinturas son tanto una parte de mí como yo de ellas. Paso mis manos bajo el soplador y doy una pequeña vuelta, asegurándome de que todo está en su lugar. Maquillaje, perfecto. Moño, derecho. Uniforme, impecable... bueno, menos ese pequeño punto de color azul en el extremo de mi manga. Estoy segura de que nadie se dará cuenta. Sonrío ante mi reflejo. Me veo bien. Aplausos apagados estallan cuando empujo y abro la puerta, dirigiéndome al gimnasio. Me asomo a través de la pequeña ventana que me separa del resto de mi clase. Puedo ver a mi amiga, Cecily, la animadora principal, mirando a la multitud de estudiantes gritando que llenan las gradas. Conozco ese ceño fruncido. No está feliz. Probablemente está buscándome. Y probablemente está seriamente cabreada porque no estoy ahí. Como perfeccionista, ella probablemente está sufriendo un mini ataque de pánico. Estoy a punto de abrir la puerta y tranquilizarla cuando un par de manos se deslizan a lo largo de mis caderas antes de agarrar mi cintura. Soy tirada hacia atrás contra un pecho duro. Grito de sorpresa, pero no porque esté asustada. Doug hace esto todo el tiempo, justo antes de dejarme un beso en la mejilla. Hemos estado haciendo esta misma danza durante el último mes mientras espero que tome la

iniciativa de invitarme a salir. He estado enamorada de él desde el año pasado, pero nuestro tiempo ha sido siempre mal. O yo estaba saliendo con alguien o lo estaba él. Pero ambos hemos estado solos durante casi cuatro semanas. Si él no me invita a salir pronto, creo que lo invitaré yo. Su beso de costumbre no sucede y se lo atribuyo a los nervios. Y ahora mi estómago se retuerce con anticipación. Tal vez por fin va a hacerlo. Trato de darme vuelta para poder mirarlo, pero sus manos me aprietan casi dolorosamente. Abro la boca para decírselo, pero no sale nada. Estoy en estado de shock, mi barbilla tiembla mientras observo su mano deslizándose hasta mi torso hasta que se curva alrededor de mi pecho. Aprieta con fuerza y lo siento endurecerse contra mi espalda. Su rígida longitud se clava contra la curva de la parte baja de mi espalda mientras aprieta sus caderas. Trato de alejarme de nuevo, luchando por liberarme. —Detente. —No lo grito. No lo digo con firmeza o dureza. Apenas dejo salir la palabra, porque no entiendo por qué está ocurriendo esto. No puedo comprender por qué Doug haría esto. Clavo mi mano en la suya. Solo la quiero fuera de mí. Sus dedos se aprietan alrededor de mi pecho como si estuviera tratando de hacerme daño. Grito por la incomodidad. Antes de registrar lo que está haciendo, su otra mano cubre mi nariz y mi boca. Mis pies dejan el suelo. Sucede muy rápidamente. En un momento, estoy a pocos pasos de una habitación llena de gente. Al siguiente, estoy siendo llevada a otra habitación, el vestuario que acabo de dejar. La puerta se cierra detrás de nosotros y me baja hasta que la punta de mis zapatos rechinan contra el suelo en mi lucha. Su mano está todavía sobre mi cara. No puedo respirar. Muevo las piernas, luchando contra él. Pateo. Trato de arañar sus gruesas manos, mis uñas son demasiado cortas para hacer algo de daño. Trato de empujar hacia atrás contra él, pero mis pies no encuentran resistencia, pues resbalan y se deslizan sobre el linóleo liso. Trato de gritar, pero no es nada más que un zumbido detrás de su apretado agarre. Nunca he sido retenida en contra de mi voluntad. Nunca. Nadie ha tratado de hacerme daño. Nadie me ha tocado nunca de esta forma sin mi permiso. Cada hueso de mi cuerpo se opone. No puedo pensar en otra cosa que alejarme. Conseguir aire en mis pulmones. Correr. Él me empuja contra la pared, mi mejilla presiona el ladrillo fresco. Mi camisa se ha levantado en el forcejeo y el ladrillo raspa mi estómago. En esta posición, se ve obligado a mover su mano, y yo inhalo profundamente, una y otra vez, tratando de recuperar el aliento. —Si gritas, te mataré —susurra en mi oído. Su aliento caliente se hincha contra mi piel y me estremezco ante el reconocimiento. Garrett.

Garrett Marshall. El amigo y compañero de equipo de Doug. No lo conozco bien. Somos más bien conocidos, teniendo amigos en común en el mismo círculo, de lo que somos amigos entre los dos. Pero hemos estado en la escuela juntos desde primer año. Él siempre ha sido amable conmigo. ¿Por qué está haciendo esto? No sé por qué no grito, pero no lo hago. No hago un sonido que no sean mis rápidas respiraciones. Garrett aparta el cabello de mi cara y de mi cuello. El gesto es lento, íntimo. Me estremezco. Solo puedo verlo con mi visión periférica. Parece tranquilo, relajado. No puedo dejar de temblar. No puedo pensar. Necesito salir de aquí. Necesito que deje de tocarme. —Por favor —murmuro finalmente—. Por favor, detente. —Cállate. —Él agarra mi cuello, sosteniéndome confinada a la pared. Su agarre no es apretado, todavía puedo respirar, pero es lo suficientemente firme como para mantenerme en el lugar. Levanta la parte trasera de mi falda y encuentra la cinturilla de mis pantalones cortos. En un rápido movimiento, los baja, dejando al descubierto mi carne desnuda para él. Segundos pasan. No tengo idea de lo que está haciendo a mis espaldas. Lo que él está pensando. Estoy desnuda de la cintura para abajo para su placer visual. Es degradante. Humillante. Siento que se mueve. Siento su mano acariciando mi piel. Salto, sorprendida. Hace una pausa por un momento, y luego oigo el sonido metálico cuando se afloja el cinturón. A continuación, una cremallera abriéndose. Lloro. No, no, no, no, no, no, no, no. Cada lección que aprendimos en la escuela primaria sobre el peligro de los extraños se ejecuta a través de mi mente. No hablar con extraños. No tomar caramelos de extraños. Nunca aceptar aventones de extraños. No abrirle la puerta a extraños. Nunca decirle a un extraño que estás sola en casa. Y continúa, continúa, continúa. Ni una vez mi madre o mis profesores me dijeron qué hacer con alguien que conociera. Nadie me enseñó a detener a alguien de violarme. Ellos solo explicaron lo qué hacer después de los hechos. Garrett me toca. Sus largos dedos empujan dentro, acariciando y bombeando como si estuviera tratando de hacerme sentir bien ahora. Como si pudiera. Como si esto fuera normal. Deseado. Mis manos se extienden planas contra la pared, y mis uñas arañan los ladrillos. Espero que él saque sus desagradables dedos fuera de mí. Espero que me deje ir. Lágrimas de miedo, de vergüenza, de absoluta agonía queman mis ojos.

Esto no está sucediendo. Esto no me está pasando. No puede ser. Garrett quita sus dedos y me impulso hacia atrás, esperando atraparlo con la guardia baja, pero él aún tiene mi cuello agarrado. Aprieta, sus dedos clavándose en mis músculos. Duele tanto que estuve a punto de caer de rodillas. Fácilmente me maniobra de nuevo en el lugar. Me posiciona como quiere. Estómago contra la pared, los brazos en alto. Patea mis pies hasta que mis piernas se extienden a su gusto. Creo que le pido que se detenga otra vez. Creo que le digo que no. Estoy llorando tanto que es difícil saber a ciencia cierta. Sé que estoy gritando en el interior de mi cabeza. Estoy gritando por mi papá. Por mi hermano. Mi madre. Porque cualquiera, donde sea, me ayude. Me salve. Su estómago está empujando contra mi espalda. Respira en mi cabello. Puedo oler su colonia. Lo siento frotar su erección contra mí. Tengo arcadas. Él embiste fuerte una vez, enterrándose hasta la empuñadura. Mis músculos se aprietan en reacción. Garrett gime como si se sintiera bien. Creo que voy a vomitar. Él se mueve contra mí, sacando y empujando de nuevo. Cada vez es una tortura. Se siente como si estuviera desgarrando mi interior mientras él sigue enterrándose en mí, más y más fuerte. No trata de ser amable. Deseo estar muerta. Él suspira con gratificación. Quiero morir y él está gimiendo de placer. Mi mente se apaga. Dejo de luchar contra él. Dejo de llorar. Solo me quedo de pie en el mismo lugar, permitiéndole hacer lo que quiera de mí. No sé cuánto tiempo pasa. Se siente eterno. Sus movimientos agresivos se detienen. Dice mi nombre con ternura. Su mano acaricia mi cabello. Su otra mano masajea mi cuello con simpatía. —No le digas a nadie —canturrea—. Este es nuestro pequeño secreto. Nuestro pequeño secreto. Asiento. Estoy de acuerdo con casi cualquier cosa en estos momentos. Da un paso atrás y me doy la vuelta lentamente, ajustando mi falda para cubrirme. Todavía me siento desnuda. No quiero mirarlo, pero tengo que ver lo que está haciendo. Tengo que ver que se vaya. Lo veo meter su ahora flácido pene en sus pantalones vaqueros y subirse la cremallera. Se inclina, recogiendo mis pantalones cortos y los sostiene hacia mí. No me muevo para tomarlos. No puedo. Él mueve la mano, molesto. Cuando da un paso más en mi dirección, finalmente me muevo, empujándome hacia adelante. Los arrebato de él y me alejo rápidamente. Él espera, mirándome cuando me los coloco, y tiro de ellos por mis piernas. Sus ojos entornados recorren mi cuerpo. Estoy aterrorizada de los pensamientos corriendo en su cabeza. Él parece querer hacerlo todo otra vez. Hacerme daño otra vez.

Frenéticamente trato de pensar en alguna forma de disuadirlo. Algo que pueda decir o hacer para repugnarlo o asustarlo o... La animada llamada de los estudiantes vitoreando se hace más fuerte por un momento, como si alguien hubiera abierto la puerta del gimnasio. Garrett parpadea, volviendo de cualquier pensamiento enfermo que estuviera dándole vueltas. Dirige sus dedos por su cabello, y luego sale por la puerta como si nada hubiera pasado. Me dejo caer al suelo con alivio. Mis rodillas palpitan con dolor, pero es leve en comparación con el dolor interior. Solo me quedo así durante unos segundos. Tengo miedo de que vuelva. Tengo miedo que lo haga de nuevo. Agarrándome del banco de madera, me levanto con cautela. Estoy a medio camino de la puerta cuando capturo mi reflejo en el espejo. Mi máscara está derramada en rayas negras debajo de mis ojos. Mi cabello está colgando en mechones, mitad dentro y mitad fuera de mi cola de caballo. Mi suéter está torcido, el cuello estirado fuera de lugar. Me quedo mirando la mancha azul. Me quedo mirándola tan fijamente que se desdibuja. No puedo caminar por los pasillos así. Todo el mundo sabrá lo que pasó. Ellos sabrán lo que él me hizo. Me arranco la banda de mi cabello y con los dedos lo cepillo tan rápido como pueda antes de salpicar agua en mi cara. Mientras me limpio las manchas debajo de mis ojos, asumo el hecho de que acabo de ser violada. He sido violada. He sido violada. He sido violada. El pasillo está vacío. Desierto. Mis zapatos rechinan contra el linóleo brillante mientras me apresuro hacia las voces apagadas de doscientos de mis compañeros de estudio. Esperen. No. Esto no está bien. Me miro a mí misma. En mi uniforme. ¿Por qué estoy usando mi viejo uniforme de animadora? Mi cabeza se desplaza hacia la puerta del vestuario, y luego a las puertas que daban al gimnasio. No. No. Esto no es real. No estoy aquí. Manos se deslizan alrededor de mi cintura, tirando de mí hacia atrás contra un pecho sólido. Esto no es real. Esto no es real. Esto. No. Es. Real.

Me despierto con un sobresalto, mi corazón latiendo con fuerza en mi pecho. Puedo sentir el vetas saladas que mis lágrimas han dejado atrás. Pruebo la bilis en mi garganta. Él siempre está ahí. Cada vez que cierro los ojos. Nunca voy a ser libre de él.

Capítulo 3 ¿C

uán lejos es demasiado lejos? ¿Cuál es el punto en el que ya no hay retorno?

¿Cuál es la línea que tienes que cruzar antes de que estés tan lejos que ya ni siquiera puedas reconocerte? Aaron ha continuado su vida como si no hubiera violado y asesinado a una joven mujer. Como si él no fuera parte de destruir tantas vidas. Como si no hubiera hecho los momentos finales de Livie absolutamente tortuosos. Todos esos hombres simplemente han seguido adelante. Se han casado. Han tenido hijos. Van a fiestas. Ven películas. Se divierten. Sonríen y se ríen. No permiten que esa noche los afecte. ¿Así que cuán lejos es demasiado lejos? No importa cuántas veces me lo pregunte, al parecer no puedo encontrar la respuesta. Siempre regreso a un hecho importante. Livie está muerta por su culpa. No me he reconocido desde que ella me dejó. Era una parte tan importante de mi vida, una pieza vital de quien yo era, que sin ella, estoy perdido. ¿Importa si cruzo esa línea invisible? ¿Si voy demasiado lejos? ¿Si nunca puedo regresar? No lo creo. ¿Por qué que queda para mí aquí? Nada. Me han dicho una y otra vez que el tiempo cura todas las heridas. El tiempo lo hará más fácil. La gente dice lo que sea que pueda pensar en un intento de hacerte sentir mejor. Pero aquí está la verdad: han pasado años y ella es aún todo en lo que puedo pensar. Todo lo que extraño. Todo lo que me falta. El tiempo no ha curado esa pérdida o llenado ese agujero. En todo caso la han alejado más de mí. No se hace más fácil.

Simplemente no se hace más fácil. Y no puedo soportarlo. No puedo soportarme. No puedo soportar que todos estos hombres estén libres. No puedo soportar pretender. Restringirme a mí mismo. Necesito que ellos sufran, que paguen, antes de que enloquezca. O quizás ya lo he hecho.

Capítulo 4 E

stoy tumbada en la cama, incapaz de dormir. Esto no es inusual. Pero la razón por la que no puedo dormir esta noche lo es. Mis pensamientos están atrapados en Linken Elliot.

No puedo dejar de preguntarme qué pasó para hacer que empezara a dar clases de defensa propia. Joe dijo que hubo una chica. Que Link lo hace por ella. ¿Quién era la chica? ¿Su hermana? ¿Madre? ¿Novia? ¿Esposa? ¿Qué le pasó a ella? Si conozco las respuestas tal vez me sienta mejor con las clases. Con él. Reproduzco las clases. Lo que Link dijo. Cómo sus ojos se encontraron con los míos cuando hablamos. Lo muerta que está su mirada. Lo mucho que su sonrisa transforma su rostro. Creo que quiero conocerlo. Entenderlo. Me imagino cómo sería tocarle. Dejar que me toque. No dejo que los hombres me toquen. No he tenido sexo con un hombre desde que Garrett me forzó. Ahora todo lo que soy capaz de hacer es ordenar a los hombres que se pongan de rodillas para que puedan ir abajo, en mí. Tengo que tener el control. Mi necesidad de poder me vino de accidente. Fue justo después de que el fiscal diera la noticia de que no presentarían cargos contra Garrett. Yo estaba… molesta. Enfurecida probablemente sea una palabra más adecuada. Así que hice lo que cualquier adolescente incapaz de manejar sus emociones haría. Fui a una fiesta y me emborraché hasta no poder más. Ocurrieron varias cosas aquella noche. La primera que me di cuenta que me gustaban —no me encantaban— los efectos del alcohol. Estaba entumecida. Libre. Y se sentía increíble. También averigüé que Cecily, mi amiga desde la infancia, no creía que hubiera sido violada después de explicar sin rodeos que “no se permitían putas en la fiesta”. Doug me ofreció amablemente llevarme a casa después de ser testigo de cómo Cecily me reprendía delante de todos sus invitados. Mientras conducíamos en silencio, miré a Doug y estuve sorprendida de que todavía me sintiera atraída por él. La idea de tener sexo con él me ponía y me enfermaba a la vez.

Y luego me pregunté si Doug podría posiblemente borrar lo que hizo Garrett. Le dije que se detuviera. Lo hizo, rápidamente, pensando que iba a vomitar. Le conté cómo todavía podía sentir a Garrett dentro de mí. Contra mí. Su aliento y sus manos. Todo ello. Siempre. Le pregunté si podía llevárselo. Cuando me preguntó cómo, le expliqué que no lo sabía. Pero la necesidad era real. Era abrumadora. Me estaba consumiendo. Así que jugamos un peligroso juego de prueba y error. Qué podía manejar y qué no. Se volvió aparentemente bastante rápido que no podía manejar mucho. Pero me gustó este juego porque yo lo controlaba. Le controlaba a él. Y cuando bajó la cabeza y pasó su lengua contra mí mientras se lo ordenaba, me gustó eso también. Me gustó porque se sentía bien. Y se sintió bien porque Garrett no hizo eso. Estuve demasiado avergonzada para ver a Doug después de eso. En aquel punto había dejado de ir a clase, así que no era difícil evitarle. Aunque no me gustaba ser tocada, me había vuelto adicta a este nuevo juego, así que empecé a buscar formas de recrearlo. En busca de una persona que finalmente pudiera borrar a Garrett. Tan pronto como llegué a la edad para beber, empecé a ir a bares. Los baños se volvieron mi habitación porque sentía una falsa sensación de protección si me mantenía en un sitio público. El hecho de que un baño público sea similar a un vestuario es algo en lo que me niego a pensar demasiado. No he sentido las manos de un hombre en mí íntimamente en tres años. Aun así, no puedo dejar de imaginarme las manos de Link ahora, deslizándose por mi acalorada piel. Presionando y acariciando en todos los sitios correctos. Sus dedos callosos pinchando todos mis lugares femeninos. El pensamiento me asusta y me excita al mismo tiempo. Deslizo mi propia mano bajo la sábana y la descanso en mi vientre. Me concentro en la presión de mi toque, flexionando mis dedos uno por uno. El calor de mi palma contra mi estómago suscita mi necesidad. La excitación quema dentro de mí. La sonrisa de link brilla detrás de mis párpados. Me imagino que está sonriendo. Para mí. Y quiero jugar el juego con él. Mis dedos trabajan bajo la goma de mis pantalones cortos a mis bragas. Mantengo mi toque suave, ligero, apenas ahí mientras acaricio mi montículo. Una, dos, tres veces. Estoy tan caliente. Mis pestañas revolotean. Los dedos de mis pies se enroscan en el colchón. Separo mis labios con mi primer dedo y el anular, dejando que el del medio juegue con mi humedad. Estoy resbaladiza y caliente. Hago círculos con la humedad pegajosa alrededor de mi clítoris. Cada caricia me lleva más cerca. Mi mano ya no es mía. Es la de Link. Sus dedos separándome. Sus dedos, frotando, tocando, haciendo que mis caderas se sacudan con cada caricia. Su otra mano se desliza bajo mi top, encontrando mi pecho. Pincha mi pezón, suavemente al principio, y luego más firme hasta que casi duele de una forma exquisita. Gimo, bajo y largo. Se siente tan bien.

Son sus manos, no su boca lo que quiero. Quiero su toque. Lo anhelo. Mi clítoris late contra mis dedos en dichosos temblores. Parpadeo abriendo los ojos e intento calmar mi respiración. Ha pasado tanto desde que he sido capaz de fantasear sobre un hombre de esa forma.

Mi nevera está vacía menos por un paquete de palitos de queso y media botella de vodka. Cojo uno de queso, dejando abierta la puerta de la nevera por la luz, mientras me apoyo en el mostrador. Abro el envoltorio de plástico lentamente. Doy un bocado y lo trago con un gran sorbo de alcohol. A veces participo en una tarea mundana, como comer y beber sola en medio de la noche, y contemplar cómo encuentro la fuerza para seguir adelante cada día. ¿Cómo es que no me he rendido? ¿Por qué me molesto en vivir cuando esto es todo lo que tengo para ofrecer? No he estado en casa durante meses. Cada vez que llaman mis padres, lo envío directo al buzón de voz. He cortado todo contacto con los pocos amigos que me quedaron después de que la escuela se dividiera por la violación. Algunos me creyeron. Algunos creyeron a Garrett. De todas formas a la mayoría no le importaba. Trabajo desde casa, cuando realmente tengo trabajo para hacer. Y no puedo tener una verdadera relación con un hombre. He recurrido a utilizar mi propia mano para satisfacerme. Estoy bastante segura de que el único que estaría afectado si dejara de existir sería mi hermano. Pero Joe es fuerte. Estaría bien. La cosa es que no tengo la fuerza para acabar con mi vida. No tengo ningún deseo de cortarme las muñecas o tener sobredosis por pastillas. Estoy demasiado cansada. Soy demasiado vaga. Si tan solo pudiera desvanecerme en la inexistencia, eso sería perfecto. Trago más vodka. Esto es lo más cerca que estaré a desaparecer.

Capítulo 5 E

staba hecho un manojo de nervios la primera vez que llamé a Olivia. No solo era la hija de mi director, sino que era también la chica más hermosa que había visto alguna vez. Era un año más joven que yo e iba a una escuela diferente. Rápidamente aprendí que nuestra diferencia de edad no importaba porque era verdaderamente mucho más madura que yo, y estando en escuelas diferentes solo me hizo verla mucho más adorable. Cuando puse el teléfono en mi oído la primera vez, estaba tan preocupado de que no se acordase de quién era yo. Pero Livie puso toda mi inquietud a descansar tan pronto como respondió. Nunca olvidaría sus palabras tanto tiempo como viviera. “Ya era hora que finalmente usaras mi número. Me estaba empezando a preocupar de que te hubieses tropezado con el Bosque Perdido”. Todo esto me llevó tres aturdidos segundos para darme cuenta que ella hizo una referencia a Zelda, lo cual era genial como la mierda. Y luego un par más para entender que lo hizo por mi nombre. Para cuando mi silencio alcanzó un nivel incómodo, creo que me había enamorado de ella. Un amor adolescente y torpe, pero era amor de todas formas. No solo recordaba mi nombre, sino que esperaba por mi llamada. Y lo principal de esto, ella sabía de vídeo juegos. Estaba convencido de que era un ángel enviado a mí por Dios. Creo que las chicas solo suponen que los chicos tienen toneladas de confianza y siempre saben cómo hablar con ellas. No lo sabemos. Al menos, yo no la tenía. No cuando se trataba de Livie. Ella era, sin lugar a dudas, la mujer más genial que conocía. Estaba quedando como un idiota tartamudo y torpe. Esto la hizo reír, lo cual me enseñó que fue en realidad una cosa buena. Nosotros tuvimos nuestra primera cita aquel fin de semana, Batman en el teatro local. Compartimos una CocaCola y nos tomamos de las manos. Después de eso fuimos inseparables. Al día de hoy, no sé cómo tuve tanta suerte. No solo por ese tiempo que tuve con ella, sino porque me amaba. A mí. De todos los chicos en el mundo. Ella era mía. Ahora se ha ido.

Ni una sola vez en cuatro años ha conseguido esto ser más fácil. Me senté detrás de mi escritorio del gimnasio, mirando sin ver la pila de papeles delante de mí. Algunos son facturas. Algunos son informaciones de clientes que necesitaban ser archivados. Algunos son solo basura que se necesita eliminar. No tengo la capacidad mental para ocuparme de esto hoy. O cualquier otro día, para el caso. Mi existencia está ligada a una cosa y solo a una cosa. La venganza. Me aparto del escritorio, recogiendo la pila a medida que me voy. Angie y Joe están el ring, entrenando por diversión antes de que abramos por el día. Dejo caer mis papeles sobre el ring. —Aug, necesito una secretaria —digo—. ¿Sabes de alguien que pueda estar interesado en el trabajo? Joe baja la guardia, bajando su brazo, y dándome toda su atención. Augie, siendo el idiota que es, tomó toda la ventaja de la distracción. Efectivamente le asestó a Joe un gancho de derecha, dejando al pobre chico fuera de balance. Es un movimiento de un completo cretino que lo tiene trastabillando hasta las cuerdas. Augie golpeó su mano enguantada en el hombro de Joe, riéndose por lo bajo alrededor de su protector bucal. —¿Ellos enseñan esto en los Marines? Joe escupe su protector bucal. —No, pero sí nos enseñan cómo utilizar un arma. Augie echó un vistazo sobre su hombro hacia mí, sonriendo. —Nunca joder a un Marine. —Anotado —le respondo. —Puede que conozca a alguien —dice Joe mientras sale fuera del ring. Me lleva un segundo darme cuenta que se está refiriendo a mi pregunta de la secretaria. —Bien. Tráela aquí hoy. Necesito esta mierda solucionada. —Asentí hacia la pila—. Pagaré a doce la hora. —Págame un extra de doce la hora y yo lo haré —dice Augie. —No puedo —digo mientras empiezo a darme la vuelta hacia la salida—. Tengo algo de mierda que arreglar esta semana y voy a necesitarte para que te encargues de las cosas por aquí. —Volteo el letrero de abierto antes de salir por la puerta. —¿Qué? ¿A dónde vas, hombre? —gritó Augie—. Has estado aquí diez minutos. —Diligencias.

Me encuentro estacionado fuera de la agencia de seguros de Gregory Anthony. No sé por qué, sigo volviendo, vigilando. Esperando a que metiera la pata. Para así, darme una oportunidad para matarlo. No entiendo porque continúo torturándome a mí mismo cuando sé que no puedo matarlo. Pero por Dios, yo quiero. Me siento aquí, solo en mi auto, mis ojos fijos en las puertas principales y solo espero. Y espero. Cuanto más tiempo estoy aquí sentado, más me enfadado. Solo lo reproduzco una y otra vez en mi cabeza como en un circuito. No debería tener esta vida. No se le debería estar permitido ver a su hija crecer. No se le debería dejar ir a casa con su esposa cada noche y hacerle el amor. Me pregunto probablemente por una enésima vez, lo que mi vida sería ahora si aquellos hombres no la hubieran arruinado. Olivia y yo estaríamos casados. Ella estaría embarazada de nuestro primer hijo. Un niño. Livie siempre quiso un niño. Quería que él tuviera mis ojos y mi sonrisa. Secretamente esperaba que cualquier niño que tuviéramos se pareciera a ella. Me imagino como se vería con ese brillo especial del embarazo al que la gente se refiere, y su vientre redondeado con la vida. Sé que ella estaría absolutamente preciosa. Estaría feliz. Nerviosa por ser una madre primeriza, pero satisfecha. Me rio suavemente cuando me la imagino con la preparación del cuarto del bebé, limpiando todo a la vista. Y las compras masivas a las que ella me arrastraría para prepararnos para nuestro bebé. Cierro los ojos e intento respirar hondo. Hay un fuerte dolor en mi pecho haciéndolo imposible. Mis hombros se sacuden como si estuviese llorando, pero no hay lágrimas. No más. He llorado todo lo que puedo llorar. Mi mano se dobla, formando un puño, y lo bajo rápidamente sobre mi pecho. Esto fuerza el aire de mis pulmones y me permite respirar. Esta agonía me está consumiendo. He perdido todo. No tengo nada. Nada por lo que vivir. Nada por lo que luchar.

Capítulo 6 S

abía que iba a tomar el trabajo tan pronto como Joe me llamó para decirme sobre él. Sabía que incluso si yo no hacía daño por dinero, todavía habría aceptado solo para tener la oportunidad de estar cerca de

Link.

Tal vez sea porque él no le dijo a mi hermano sobre la noche que me encontró recibiendo sexo oral de un extraño en el baño del bar. Tal vez sea porque él está tratando de ayudar a las mujeres. Enseñarles cómo detener un ataque antes de que pase. Antes de que puedan someterlas. Tal vez sea porque él está tan roto como yo. Cualquiera que sea la razón, estoy interesada en él. Intrigada. Fascinada. Curiosa. Joe me recibe en la puerta del gimnasio, abriéndola para mí. Sonríe, satisfecho de que en realidad aparecí. —Oye —dice—. Luces bien. Meto un mechón de cabello detrás de mí oreja mientras entrecierro mis ojos. No puse ningún esfuerzo adicional para arreglarme de lo que suelo hacer. Mi hermano me halaga y no me gusta. Continúa rápidamente antes de que pueda contestarle. —Básicamente tendrás que archivar papeleo. Link no me dio ninguna instrucción, pero le eché una mirada. Parece que tendrás que determinar cuáles facturas necesitan ser pagadas, cuales cuotas tienen que ser cobradas y tirar lo que no sirve. Entonces supongo que simplemente mantener el tanto de eso. Lo sigo a la oficina de Link. Él asiente hacia el escritorio. —Puedes trabajar aquí. Responde al teléfono si suena. Si tienes alguna pregunta, simplemente ven a buscarme. —Está bien. —Saco la silla de la oficina y me dejo caer en ella. —¿Estás bien? —Sí —dije lentamente, mirándolo—. Creo que puedo manejar esto. Me sonríe, su mirada fija exhumando orgullo. Nadie me ha mirado de esa manera en mucho tiempo. Me pone incómoda. Como que no voy a ser capaz de hacer esto. Voy a arruinarlo de alguna manera y decepcionarlo.

—Tengo que irme, pero voy a estar cerca. Asiento, tragando con fuerza. Mis ojos lo siguen hasta la puerta. Cuando se cierra detrás de él, suelto un largo suspiro. Me giro de un lado a otro en la silla, mirando alrededor de la pequeña habitación. Para no ser un hombre simple, obviamente Link tiene un gusto muy sencillo cuando se trata de decorar. El escritorio, escondido bajo montones de carpetas de archivos, papeles impresos, y vasos vacíos de poliestireno, es antiguo, descolorido, y manchado con círculos de bebidas calientes. La silla sosteniendo mi culo es oscura de dañado cuero y sin duda cómoda. Hay un calendario en la pared a la derecha del escritorio, indicando el mes pasado. Quito la tachuela y lo arreglo. Algunos carteles mostrando imágenes de boxeadores famosos están alineados en las otras paredes, pero no hay fotos personales. En realidad, los únicos detalles que puedo determinar sobre Link son que es desorganizado y descuidado con sus bebidas. El teléfono suena y me sobresalto por el inesperado sonido. Ha pasado un tiempo desde que he usado un verdadero teléfono con comunicador y receptor. Demonios, han pasado años desde que he oído el tono de un teléfono real. Lo levanto lentamente, insegura de cómo responder. —Um, gimnasio Livie. ¿Puedo ayudarle? —¿Puedo hablar con el señor Elliot, por favor? — pregunta una dulce voz femenina. —Uh, él no está aquí en este momento. ¿Puedo darle el mensaje? —Fallo con las palabras, improvisando—. Esta es su secretaria —agrego innecesariamente. —Es Taylor de Forever Florist. El Sr. Elliot hace un pedido con nosotros todos los lunes en la mañana, pero no hemos recibido su llamada hoy. —Hace una pausa. La oigo tomar una respiración rápida—. Es inusual... No tengo ni idea de qué decir. Si él no hizo el pedido, no quería las flores esta semana, ¿verdad? ¿Qué tipo de floristería llama porque no ordenaste flores un día? —Le voy a dejar un mensaje para que te devuelva la llamada. —Escribo de forma descuidada en un trozo de papel. Llamó agobiante mujer de las flores. —Oh, está bien. Gracias. —Mm-hm —murmuro antes de colgar el receptor.

Había revisado una tercera parte de la pila cuando se abre la puerta de la oficina. Levanto mi cabeza rápidamente, encontrando los ojos de Link. Me devuelve la mirada, confundido. Sostengo el recibo de la luz en mi mano para que lo vea.

—Esto es de dos meses atrás. Y eres consciente de que no has cobrado cuotas de una gran cantidad de personas. Como, casi la mitad. En por lo menos dos meses. ¿Cómo puedes mantener este lugar funcionando? Observo la comprensión suavizar sus rasgos, pero no por mucho. Sus hombros se hunden ligeramente mientas rodea el escritorio para conseguir una mirada más de cerca del recibo en mi mano. —¿Es esta la más reciente? —Síp. —Señalo la fecha y se inclina hacia ella. El perfume de su colonia hace que me vuelva hacia él. No he disfrutado del olor de un hombre en mucho tiempo. Su aroma es agradable, limpio. Tentador. —Bueno, mierda. —Se endereza y apoya en la esquina del escritorio—. Hay una chequera en el cajón superior derecho. Tengo los fondos. Paga cualquier recibo pendiente. Y dame una lista de qué tipos todavía deben y cuánto. Voy a hablar con ellos personalmente. Sigo mirando. Por fuera, probablemente parezco ligeramente interesada en lo que está diciéndome. Pero por dentro, no estoy realmente prestando atención. En su lugar, me sigo preguntando: ¿Por qué él? ¿Por qué, después de todo este tiempo, me encuentro atraída a este hombre? Es solo un hombre. ¿Por qué me gusta la forma en que huele? ¿Por qué me toco y pienso en él? ¿Por qué me precipité con la oportunidad de venir a trabajar para él? —Tu florista llamó —digo con torpeza. El rostro de Link palidece. Se pone de pie y saca su teléfono de su bolsillo. La expresión en su rostro es tan afligida, tan angustiada. Mi estómago se tensa en respuesta. —Hola, Taylor. Sí, estoy bien. Yo solo... —Sacude su cabeza mientras la cólera reemplaza lentamente su tristeza—. Me olvidé —casi susurra las palabras. Sus labios se aprietan en una fina línea—. Sí. Dos docenas de rojo. Hoy... —Se frota su frente como si le doliera—. Sí, envía una imagen en la entrega. Tú también. Cuando me mira, su expresión es neutral. Sin emociones. —Nunca dejes que me olvide de mi orden de los lunes de flores. Es… importante. Asiento. Se queda mirando. Le devuelvo la mirada. Tengo curiosidad, pero no voy a preguntar. No es asunto mío. Puedo recordarle ordenar flores sin conocer los detalles. —Son para ella —murmura—. Para Livie. Asiento otra vez y se vuelve hacia la puerta. —Estás haciendo un buen trabajo. Gracias.

—De nada —contesto, mi voz llena de emoción. Eso es otra cosa que no ha sucedido en un mucho tiempo, ser agradecida por haber hecho algo bien. Se detiene, con la mano en el picaporte. No se da la vuelta o trata de mirarme. Varios segundos pasan, y luego deja caer su cabeza. —¿Alguna vez piensas en matarlo? Parpadeo, sorprendida por su pregunta. Un estremecimiento recorre mi espalda cuando me doy cuenta que él sabe sobre mí. Sobre lo que me pasó. Un centenar de diferentes pensamientos pasan rápidamente por mi mente. No expreso ninguno de ellos. —Sí. Él asiente hacia el suelo. —¿Con qué frecuencia? ¿Con qué frecuencia piensas en ello? —Siempre —susurro. Se da la vuelta lentamente, mirándome. Nuestros ojos fijos, y veo entendimiento allí. Y algo más. Apreciación. Creo que va a decir algo más, luce como si quisiera, pero abre la puerta yéndose sin decir una palabra. Y entonces comprendo por qué la atracción. No es que los dos hemos sido dañados. O que los dos hemos sufrido, perdido o herido. Es que ambos sobrevivimos.

Capítulo 7 E

s tarde para el momento en que llego a casa. Lanzo mis llaves en el mostrador y abro una lata de bebida energética. La voy a necesitar.

Dejo caer mi chaqueta en la silla y pisoteo mi camino por las escaleras al cuarto de suministros en mi sótano. Tiro de la cuerda de luz en el techo. La bombilla desnuda ilumina el húmedo y mohoso espacio, permitiéndome insertar la combinación en la cerradura. Tan pronto como abro la puerta, el olor de amoniaco de orina llena mi nariz. Vuelvo la cabeza hacia otro lado y tomo una respiración profunda. Y entonces arranco la cinta adhesiva que cubre los ojos de Aarón. Gime, amortiguado detrás de sus labios fuertemente sellados. Los pedazos de pegamento todavía están pegados a su cara, haciendo que sus pestañas se peguen a su piel. No es que realmente pueda ver a través de sus ojos hinchados de todos modos. Me inclino hacia abajo y golpeo duramente su dedo roto. Él grita detrás de su mordaza. Sus orificios nasales se abren con cada respiración dolorosa, pero es incapaz de moverse. Está fijado fuertemente a la silla en la que lo até. —¿Estás dispuesto a cooperar? Le toma un momento, pero luego asiente. Tiro la cinta de su boca. Él hace una mueca de dolor, trabajando su mandíbula. —Los nombres —le exijo—. Ahora. Se aclara la garganta. El sonido es áspero y rasposo. Espero, mis brazos cruzados sobre mi pecho. Él levanta la barbilla y sé lo que va a decir antes de que siquiera lo diga. —Vete a la mierda —croa. Aprieto los labios, asintiendo. Quiero pegarle. Quiero dejarlo hecho mierda. En cambio agarro su dedo anular y le doy un fuerte tirón. El crujido hace eco en el pequeño espacio. Él grita de dolor¸ tratando de zafarse, pero sus brazos están sujetados firmemente. Él no tiene a dónde ir. Cuando calma sus gritos, inclino mi bebida energética a los labios, ofreciéndole un sorbo. Duda en un primer momento, rechazando el líquido. Cae por su barbilla, gotea, y empapa su camisa. El sabor debe finalmente registrarse porque él abre su boca ampliamente, aceptando con avidez.

—¿Por qué no me matas? —pregunta cuando no queda nada para beber. —Porque no me sirves muerto. —Me pongo en cuclillas, poniéndome a mí mismo más cerca de él. Apesta. Mal. Estuve a punto de vomitar—. Esta es tu vida, Aaron, hasta que me des los nombres de tus amigos. —Alguien me va extrañar, cuando no me presente a trabajar o devuelva las llamadas, alguien lo notará. —Bueno, Aaron —le digo, mi voz suave y lenta como si estuviera hablando con un niño—. Esa es la cosa acerca de esperar cuatro años para que tus atacantes salgan a la superficie. Todo lo que un hombre puede hacer es esperar y pensar. Hacer planes. Confía en mí cuando digo que nadie te va a echar de menos. Con lo que le respecta a las personas, hiciste tus maletas y huiste. Y supongo que no eres la persona más confiable. Esto es, probablemente, nada nuevo para las personas que tienen la desgracia de conocerte. —Tengo vecinos. Uno de ellos tuvo que haberte visto. Me río en voz baja. —Si alguien hubiera visto, lo único que vieron fue un hombre de tu tamaño, usando tu sudadera con capucha, cargando con tu maletera de gran tamaño. — Sustituyo la cinta adhesiva sobre su boca, presionándola en su lugar mucho más duro de lo necesario—. No te preocupes, cubrí mi culo. Tú y yo tenemos todo el tiempo que necesitamos. Golpeo la puerta cerrada, sumergiéndolo de nuevo en la oscuridad.

No puedo soportar estar en la casa sabiendo que Aaron está en el sótano. Después de una ducha rápida y un cambio de ropa, salgo. Conduzco sin destino durante casi una hora antes de acabar en el bar de Bo. Estoy bebiendo mi segunda cerveza cuando una cabeza familiar cabeza que me llama la atención. No tengo ni idea de cuánto tiempo ha estado aquí. Estaba demasiado absorto en mi propia miseria para darme cuenta. Me giro en mi asiento, inclinando mi espalda contra la barra y veo como Rocky juega billar con un tipo bastante mayor como para ser su padre. Estoy bastante seguro de que no lo es, a juzgar por la forma en que mira su culo mientras ella se inclina sobre la mesa para alinear su tiro. Ella hunde la bola, lo que le hace sonreír. Levanta la cabeza y mira en mi dirección. Su sonrisa se desvanece a medida que se encuentra con mi mirada. Inclino mi cabeza, saludándola con mi botella. Ignorándome, rodea la mesa, contemplando su próximo movimiento. Ella es muy bonita, me doy cuenta. La forma en que su cabello oscuro coincide con el color de sus ojos. Jeans abrazan un culo en forma agradable. Es pequeña, pero con curvas. Mis ojos se pierden sobre su cuerpo varias veces, arriba y abajo.

El hombre mayor con el que está, coloca la boca a su oído. Ella se estremece, pero no se aparta. Observo la forma en que sostiene su cuerpo, los hombros tensos, las manos en puños. Ella toma un pequeño y casi imperceptible paso hacia atrás, poniendo efectivamente algo de distancia entre los dos. Ella responde, haciendo un gesto con la cabeza hacia los baños. Él asiente, toma el taco de su mano y lo coloca sobre la mesa de billar. Los sigo con la mirada, ya que desaparecen en la esquina. Termino mi cerveza, tiro un par de billetes sobre la barra, y luego me dirijo para el baño también.

Capítulo 8 C

omo-se-llame me mira lascivamente con ojos calientes. Toca la puerta, en busca de una cerradura. No hay una sola, pero no parece importarle mucho. Su mano se desliza y acaricia su polla por encima de sus pantalones vaqueros. Trazo la forma con los ojos, sabiendo que nunca voy a entrar en contacto con él. Para un hombre mayor, es muy guapo. Pero fue la forma lenta y sensual en que se lamió los labios que me hizo invitarlo a jugar una partida de billar. Me hubiera recostado en la mesa y dejado comer mi vagina en ese momento si no hubiera habido tanta gente aquí esta noche. Fue uno de esos días. Sé que no debería estar haciendo esto. Sé que estoy haciendo cada error de los que Link me advirtió y me pruebo que Garrett Marshall no está dentro de cada hombre que conozco. Estoy en control. Libero el botón de mis pantalones y bajo gradualmente la cremallera. Mis dedos se hunden en el interior, casi rozando mi ropa interior. Me entusiasma la sensación sedosa. Cómo-se-llame se acerca, tirando de su propia cremallera. Niego con la cabeza. —De rodillas —demando. Sonríe como si conociera mi juego, y quisiera jugar. Lo veo caer sobre una rodilla, luego a dos. Su cabeza está al nivel de mi estómago. Se lame los labios de la misma manera que primero me llamó la atención. Mi parte baja del abdomen se tensa con expectación. En esta posición, con él caliente y cachondo y de rodillas, estoy a cargo. Me encanta. Lo odio. Tirando de mi mano libre de mis pantalones, agarro la cintura. La puerta se abre con un largo y fuerte chillido. Aparto la mirada del hombre en el suelo hacia el hombre en la puerta.

—Sal de aquí —dice Link, su voz no da a una discusión. Mi socio en el crimen intenta de todos modos. —Vamos, hombre. Danos quince minutos. Estamos en medio de algo. Los músculos de la mandíbula de Link se contraen. Inhala profundamente y cruza la habitación en tres zancadas. Él agarra a cómo-se-llame por el cuello de la camisa, levantándolo por lo que están cara a cara. —He dicho que te vayas. —Link... —No termino mi pensamiento porque mueve esa intensa mirada hacia mí. Mis palabras mueren en mi garganta. —¿Conoces a este tipo? —pregunta cómo-se-llame. Se sacude del agarre de Link, dando un paso hacia atrás, tropezando. Me encojo de hombros. Él levanta sus manos, con las palmas hacia arriba. —Lo siento, hombre. No lo sabía. —No corrijo su suposición. Tampoco Link. Los dos nos quedamos ahí en silencio a la espera de que se vaya. Las bisagras de la puerta gritan en señal de protesta, abriéndose y cerrándose antes de que ninguno de nosotros hable. —¿Qué diablos crees que estás haciendo? —espeto—. No tienes derecho a detenerme de ligar con alguien. —Estoy cabreada y agradecida al mismo tiempo. —Uno de estos días —dice Link—, vas a entrar en un cuarto de baño con la persona equivocada, y es posible que no salgas. —Es mi vida. Mi elección. Mi error. No lo entiendes. Sus ojos se estrechan a medida que caen sobre mi cara. —Lo entiendo. —No —susurro—, no lo haces. —Lo hago. —Él sigue mirando, sus ojos fijos en mí. Sin decir una palabra, se rebaja hasta el suelo sucio, de rodillas frente a mí. Se acerca a mí y mi cuerpo se pone rígido en respuesta. Su movimiento desacelera, pero no se detiene. Cada movimiento es exagerado, deliberadamente suave, mostrándome lo que está haciendo. Me muerdo la lengua cuando veo sus grandes manos magulladas bajando mis jeans por mis piernas. Levanta el pie, deslizando mi zapato. Entonces lo repite con el otro. Link levanta la cabeza, mirando hacia mí justo cuando engancha sus dedos en la cintura de mis bragas. Él está en silencio pidiendo permiso. Asiento, aturdida, una sacudida brusca de la cabeza. —Me puedes decir que pare en cualquier punto, y voy a escucharte —dice, con voz ronca. Mis ojos se llenan de lágrimas. Él desliza mis bragas hasta mis tobillos, desnudándome. Siento su aliento acariciar mi piel. Siento la rugosidad de su barbilla sin afeitar, raspando a través de mi muslo. Mis ojos revolotean cerrándose. Su lengua, caliente y húmeda, se desliza

entre mis pliegues. Mis caderas se retuercen, tratando de acercarse. Sus manos se pliegan alrededor de mis caderas, sosteniéndome en el lugar. Mis ojos se abren e inhalo con fuerza. —Detente —susurro. Link se aleja, pero aún me sostiene con las manos. Él inclina la cabeza hacia atrás, tratando de leer la expresión de mi cara. Él asiente, con las manos cayendo. No me muevo mientras está de pie. Su polla está dura, presionando contra la costura de sus jeans. Una parte de mí quiere caer al suelo y tomar su polla en mi boca. Hacer por él lo que él intentaba hacer por mí. La otra parte de mí está temblando, confundida en cuánto a lo que ha ocurrido aquí esta noche. —¿Qué quieres Rocky? Niego, desconcertada por la pregunta. —No lo sé. Quiero olvidar. Quiero sentirme segura. Quiero ser normal. —Puedo ayudarte a olvidar cuando lo necesites. Puedo ayudarte a sentirte segura. Pero no puedo cambiar lo que te pasó. —No te lo pedí —declaro a la defensiva. —Lo sé. —Se inclina, recogiendo mis bragas del suelo. Él las sostiene hacia mí y cuando no las tomo, capta mi mirada antes de que se arrodille frente a mí una vez más. Todo lo que tengo que hacer es caminar en ellas, pero todavía no me muevo. Su mirada recorre mi cuerpo. Su lengua se arrastra por su labio inferior e inhala. Sus ojos se cierran y respira de nuevo. —Tengo que olvidar. Hazme olvidar —murmuro. Siento sus pestañas rozar mi pierna. La piel de gallina estalla a lo largo de mi piel. Él acaricia su nariz contra el ápice de mi muslo. Abro mis piernas, invitándolo más cerca. No lo detengo cuando me toca, rozando su dedo sobre mi clítoris. Gimo, arqueándome en su mano. Quiero más. Mis dedos se extienden sobre sus hombros, guiándolo hacia adelante hasta que su boca está finalmente en mí otra vez. Link utiliza caricias lánguidas, excitándome suave y lento. Él empuja su dedo medio dentro de mí y grito. Ha pasado tanto tiempo desde que he sentido. Dado que yo quería esto. Empujo hacia atrás, presionando contra él. Él hace un ruido apreciativo, añadiendo más presión. Él comienza a chupar mi clítoris, su lengua chasqueando y presionando a la vez con el dedo. Deslizo mis manos debajo de su cuello, acariciando su espalda. Mis dedos rozan la piel arrugada allí. Línea tras línea levantada, piel con cicatrices. Me pregunto qué pasó con él para causar estas marcas. ¿Se lastimó? ¿Alguien le hizo daño? Aumenta la presión de su lengua, haciendo a mis pensamientos desaparecer. Deslizo mis manos por su cuello y cierro mis dedos alrededor de la parte posterior de la cabeza. Y empujo contra él. Lo real es mucho más caliente que la fantasía.

Me vengo duro, mi orgasmo me desgarra. Link no se detiene. No se detiene, porque no se lo pido. Duplica sus esfuerzos, lamiendo y chupando. Él agarra mi tobillo, levantándolo por encima de su hombro, y me extiende más. Otro dedo se une al sumergido dentro de mí. Agarro su la cabeza. Dirijo mi vagina a su boca. Grito su nombre con los dientes apretados cuando llego al clímax por segunda vez. Es más intenso que el primero, y no sé si podré aguantar mucho más, pero no quiero jamás parar. Caigo al suelo, sorprendiendo a Link. Su boca está húmeda con mi excitación. Quiero probar mi sabor en sus labios. Me inclino, presionando mi boca abierta en la suya. No he compartido un beso con nadie en años. Por un momento dulce, su lengua encuentra la mía, imitando la forma en que me devastó. Y luego se aleja, sus ojos muy abiertos. Se seca la boca como si estuviera tratando de limpiar mi beso. Se pone de pie y toma varios pasos de mí, su pecho subiendo y bajando rápidamente. Todavía estoy arrodillada en el suelo, bajando de mi orgasmo. —Vístete —dice con voz ronca—. Te llevaré a casa. Echo un vistazo alrededor, aturdida por su abrupto cambio. Patea mis jeans hacia mí. —Date prisa.

Capítulo 9

N

o sé qué demonios acaba de pasar. Quiero culpar a la reacción de Rocky hacia mí. Pero lo verdad es que, no tengo idea de por qué la dejé besarme. O por qué le devolví el beso.

Me siento como si hubiera traicionado a Liv. Y por una chica que apenas jodidamente conozco. De camino a su departamento, Rocky no habla. Cuando me detengo en el área de estacionamiento, sale, cerrando suavemente la puerta detrás de ella. Sin despedirse. Espero hasta que esté segura dentro antes de irme. Luego me dirijo directo por Lea. Estoy furioso conmigo. Estoy furioso con Rocky. Sé que si voy a casa ahora, Aaron no vivirá lo suficiente para darme los nombres que he estado buscando desesperadamente. Sacaría todo ésta ira con él. La luz del porche está encendida, pero la casa de Lea esta oscura. No dejo que eso me detenga. Golpeo la puerta con fuerza. Espero, mirando como primero se enciende la luz de su dormitorio, seguidas por las luces de la sala de estar. Ella abre la puerta y doy un paso adentro. —Es tarde, Link. —Lo sé. Lo siento. Asiente, girándose hacia el dormitorio. Pateo la puerta cerrándola y la sigo. Lea desliza su camiseta sobre su cabeza. Sus pechos se balancean con el movimiento. Doy un paso hacia adelante y meto un pezón en mi boca, chupando fuerte. Ella gime, apretando mi cabeza contra su pecho. Prodigo cada perfecto pico y luego agarro su cintura, girándola. Le quito sus pantalones cortos, arrastrándolos hacia abajo por sus piernas. Luego hago lo mismo con sus bragas. Me paro, frotando mi cuerpo contra el de ella. Está completamente desnuda ahora. Me gusta la forma en la que su cuerpo se siente contra el mío, calentando mi ropa.

Mis manos acarician su culo desnudo, mis dedos deslizándose entre las mejillas. Ella se empuja hacia atrás contra mí, disfrutando mi toque. La empujo hacia delante de manera que yace con la cara hacia abajo y el culo hacia arriba. Me arrodillo detrás de ella y me inclino para probar su coño. Aún puedo saborear a Rocky en mi lengua y quiero borrar su sabor. Remplazarlo. Lea gime mientras la follo con mi lengua. Le acerco y luego me detengo, quitándome la ropa. Ella me mira sobre su hombro. Mantengo mi remera puesta, no queriendo que vea el nombre de Olivia sobre mi corazón. Pero dejo caer mi pantalón y mi bóxer y me posiciono detrás de ella. Me empujo en ella rápido y fuerte. Sisea un gemido, sus dedos curvándose en la sabana. —Oh, Dios. Link, te sientes tan bien. —También tú —digo mientras empiezo a moverme, bombeando en ella con abandono. Pienso en lo mucho que deseaba a Rocky esta noche. La besé. No puedo creer que jodidamente la besé. Y me gustó. ¿Cómo pudo gustarme? Muevo mis caderas con más fuerza. Estoy cerca. Muy cerca. El recuerdo de cómo ella respondió a mi pasa detrás de mis parpados. Su reacción fue tan diferente –mucho más fuerte– de cómo reaccionó al chico de la otra noche. Ella me deseaba. Y yo quería follarla. Quería tomarla justo allí en el baño. Desearía estar dentro de ella ahora. Desearía que fuera su vagina la que estuviera envuelta alrededor de mi pene, ayudándome a escapar. Tiro mi cabeza hacia atrás mientras me vengo dentro de Lea. Ni siquiera terminé fuera. Sigo hasta que ella llora mi nombre y se desploma en la cama. Caigo a su lado, sin aliento. Lea gira su cabeza para mirarme. —No sé qué tipo de demonios te están persiguiendo esta noche, pero si esto no te ayuda a escapar, no sé qué lo hará.

—Oye hombre, luces como la mierda —dice Augie tan pronto como entro al gimnasio. No fui a casa anoche y terminé durmiendo solo por un par de horas. Aún tengo la misma ropa de la noche anterior. Me siento como mierda, así que estoy seguro de que él tiene razón. Lo ignoro, demasiado cansado para hacer una réplica inteligente. Estoy a unos cuantos pasos de mi oficina cuando recuerdo que Rocky estará trabajando ahí.

Hago una pausa. No estando seguro de si quiero verla. Cualquiera sea el infierno que está pasando entre nosotros, no puede seguir a ningún lado. No puede durar. Mientras yacía despierto al lado de Lea la otra noche, pensé en hablar con ella. Con Rocky. En ver si estaría interesada en un acuerdo como el que tengo con Lea. Podría ayudarla a olvidar y ella podría dejar de recoger extraños en los bares. Estaría a salvo y obtendría lo que está buscando con esos tipos. La única cosa que me detenía era ese beso. Me tenía jodido y enojado conmigo mismo. Pero podía decirle. Explicarle. Sacar los besos de la mesa. Suspiro. ¿Qué demonios estoy haciendo? He estado pensando en matar a cuatro hombres. Tengo a uno de esos hombres encerrado en mi sótano. La última cosa que necesito es arrastrar a otra persona a esta tormenta de mierda.

Capítulo 10 L

ink entra en la oficina, evitando con determinación su mirada con la mía. No entiendo a este hombre. ¿Puede hacerme sexo oral, pero no puede mirarme? ¿Hablar conmigo?

Lo observo cuidadosamente a través de papeles sobre el borde del escritorio. Tengo todo organizado en pilas. Estoy segura de que fácilmente podría ayudarlo, pero si él no habla, entonces yo tampoco. Suspira. —¿Tienes la lista de quién debe? Encuentro la carpeta de Manila que tiene cada nueva cuenta que preparé, junto con la lista llena de nombres y totales. Se la ofrezco. Toma la esquina de enfrente, rechazando mirarme. No suelto la carpeta cuando la arrastra hacia él. —¿Cómo conseguiste las cicatrices en tu espalda? Sus ojos finalmente se encuentran con los míos. Los dos estamos todavía sosteniendo el archivo. Los segundos hacen tic-tac. —Fui apuñalado dieciocho veces con un cuchillo desollador. —Hace una pausa y libero la carpeta, sorprendida con su abrupta honestidad. —¿Cómo? ¿Por qué? Link retrocede hasta que su espalda está apoyada en la pared. Me mira, sus dedos deslizándose arriba y abajo sin problema a lo largo de la carpeta. —¿Pescas? ¿Cazas? Siento que mis cejas se unen por la confusión. Sacudo mi cabeza. Mi papá come, respira y sueña boxeando. Jamás. Nunca estuvo en la caza. Podemos haber pescado unas veces cuando era más joven, pero no era un hobby. —Los cazadores y los pescadores usan cuchillos de desolladura para quitar la piel de sus presas. También era una forma de tortura, popular en la época medieval. Siempre me he preguntado si el hombre que me apuñaló era un cazador, pescador o simplemente comenzaba su tortura. —¿Por qué tiene que ser solo una de las anteriores? —pregunto.

Garrett fue un estudiante adolescente, un jugador de fútbol y un violador. Las personas no son de una sola cara. Somos más complejos que eso. Nunca he conocido a alguien que fuera simplemente una cosa. Soy una alcohólica, una víctima, una sobreviviente. Link asiente lentamente, como si estuviera de acuerdo, pero entonces dice: —Creo que era un cobarde. —Cualquiera que no puede mirar a la cara a la persona que le está haciendo daño es definitivamente un cobarde. Él asiente nuevamente. —Lo dices como si supieras. —Eso es porque lo hago. Pero ya lo sabías, ¿verdad? Esos pequeños músculos de su mandíbula se contraen mientras me mira detenidamente. Golpea el archivo contra su pierna. —Solo sé que fuiste agredida y el chico se fue. —Agredida —repito, manteniendo la palabra alrededor en mi lengua. Tiene un sabor amargo. No es una palabra lo suficientemente grande, pero duele menos que la palabra “V”—. Te diré la mía si me dices la tuya. —No necesito escuchar su historia —responde, su voz sin emoción. —Tal vez tengo que escuchar la tuya —le contesto—. Tal vez solo necesito hablar de la mía. —¿Quieres intercambiar historias de guerra? —Se ríe sin humor—. ¿Entonces qué? ¿Congeniamos? ¿Nos hacemos amigos porque ambos sobrevivimos a un ataque violento? —Da un paso hacia delante, apoyando su mano en la parte superior de la mesa. Tiene su cara a escasos centímetros de la mía—. O podríamos follar. ¿Es eso lo que quieres? ¿Por mí te tomo aquí en el escritorio, porque los dos poseemos un pasado de mierda que puede relacionarnos? Quiero retroceder ante su proximidad inmediata. Pero no lo hago. Sostengo su mirada fija constantemente. —No follo. No he follado a nadie desde el día que me violaron. Los ojos de Link chasquean sobre mi cara, investigando. —Tomas a los hombres en los baños de los bares… —Yo tomo a los hombres en los baños del bar y los uso para el sexo oral. Eso es todo. No me cogen. No sé sus nombres. No los llamo. —Doy un suspiro tembloroso— . No los besos. Observo cómo las pupilas de Link se dilatan. Sus ojos estallan con calor. —Me besaste. Es una declaración simple, pero oí la pregunta crítica ocultada dentro. —Eres el primero. Se pone de pie, poniendo espacio importante entre nosotros.

—¿Por qué? ¿Por qué yo? —No lo sé —le digo con honestidad. —No puedes hacer eso otra vez. Yo no... —Él raspa sus dedos por encima de su cabeza—. Conseguí la cicatriz en mi espalda cuando mi novia fue… agredida. La forma en que dice la palabra “Agredida” me lleva a creer que ella fue “Agredida” de la misma manera que yo. —Ella era todo para mí. No he besado a nadie desde ella. —Me besaste —digo, imitando sus palabras, la pregunta es evidente. —Eres la primera —afirma sin perder el ritmo. —¿Por qué yo? Se encoge de hombros, sonriendo con tristeza. —No lo sé. No me gusta analizarlo. —Somos patéticos. Resopla una carcajada. —Estoy de acuerdo. Me balanceo hacia adelante y atrás en la silla, sin saber qué decir a continuación. Estoy confundida por toda esta conversación. Link pasa de caliente a frío, cambia en un abrir y cerrar de ojos. Es vertiginoso, frustrante y fascinante al mismo tiempo. Se posa en el borde de la mesa y coloca su mano en el brazo de la silla, calmando mis movimientos. Mis ojos se deslizan sobre su mano, su brazo, el cuello y descansan en su cara. Su mirada fija en la mía, se desliza. Su expresión es de repente vulnerable, abierta. —¿Cuál es su nombre? ¿El tipo que te hizo daño? No es como si nunca hubiera dicho su nombre decenas de veces. Era una parte vital de la orientación. Aceptación. Pero por alguna razón, me cuesta decírselo a Link. Abro la boca, pero no sale nada. Trago fuerte. Mi mirada se aleja. Me quedo mirando el escritorio hasta que finalmente cierro los ojos, bloqueando todo a la vista. —Garrett Marshall —susurro. —¿Quieres matar a Garrett Marshall ? —pregunta Link. Mis ojos parpadean. —Ya te dije que pienso en ello todo el tiempo. El aire entre nosotros es pesado. Link se inclina nuevamente sobre mí, esta vez sin hostilidad. —No, Rocky. No quiero saber si piensas en ello. Quiero saber si lo deseas. Realmente, realmente quieres verlo muerto.

Hay tanta pasión en sus palabras. Entusiasmo en sus ojos. Debería molestarme. Asustarme. Pero no puedo mirar a otro lado, cautivada por su evidente hambre, ya que considero su pregunta. ¿Realmente quiero que Garrett muera? El día que tomó todo de mí, el día en que me violó en la escuela, en un lugar que me sentía segura, destella a través de mi mente. Siento sus manos sobre mí. Huelo su colonia. Oigo sus respiraciones jadeantes mientras me viola. Y lo sé. —Sí —respiro—. Lo quiero muerto.

Capítulo 11 —P

uedo ayudarte —digo. Suena lejano, como si alguien más estuviera hablando. Mi voz es animada y se cuan equivocado es esto. Sentirse tan vivo cuando hablo de terminar la vida de un hombre. Es enfermo. Estoy enfermo. Rocky me mira, y por primera vez, veo algo en sus ojos. Un estallido de esperanza. Es hermoso. Ella es hermosa, y es abrumador que compartamos esta perversa necesidad. Me encuentro deseando inclinar mi cabeza y probar sus labios otra vez. Abrir su boca con la presión de mis labios, y arrastrar mis labios contra los de ella. Mi pene se sacude con la idea. Aplasto el deseo y espero por su respuesta. —¿Qué quieres decir? ¿Cómo puedes ayudarme? —Muerde su labio, haciendo mucho más difícil mantener mi distancia. No he ansiado la boca de una mujer así desde Olivia. Esto está mal. Esto es tan malo. Aclaro mi garganta bruscamente y me siento. —Puedo ayudarte a matarlo. Sus ojos oscuros se mueven rápidamente alrededor de la habitación. No sé qué estaba buscando. ¿La respuesta correcta? ¿Una forma de salir? Sus manos se aprietan en pequeños puños. Su pie golpea el piso embaldosado nerviosamente. Finalmente su mirada cae en mí, centellando con una emoción que no puedo leer. —¿Por qué harías eso? —pregunta. Es una pregunta legítima, pero no una que pensé preguntaría. —Porque él no debería tener permitido vivir para hacerlo otra vez. —Es la simple verdad. Monstruos como ese nunca deberían ser dejados acechar a otra víctima. Ella se levanta rápidamente, la silla golpeando la pared con su repentino movimiento. —Esto es loco. Estás loco. No estamos hablando de esto. No estamos discutiendo de asesinar a un hombre. No importa cuánto piense que merece morir.

No es nuestro derecho. —Trata de moverse pasándome. La alcanzo, colocando mi mano en su brazo. Se encoge, sus ojos ampliándose. Dejo caer mi mano inmediatamente. —Lo siento —digo bruscamente—. Conozco cómo es eso. Pretender vivir cuando te sientes muerto por dentro. Cuando la persona responsable camina libre. Entiendo el anhelo de sentirse seguro. Y sé que la única manera de ganar control completamente es tomarlo. Si alguna vez decides… solo entiende que mi oferta sigue en pie. —¿No vas a decirme que no le diga a nadie? —pronuncia ella. Niego con mi cabeza. —No. No voy a decirte que hagas algo. —No te entiendo. Me encojo de hombros indiferentemente. Seguro como el infierno que ni yo me entiendo. No veo como podría alguna vez. —No necesitas hacerlo. —Si tengo que. Cierro mis ojos. Tres pequeñas palabras me afectan más de lo que debería ser posible. —No deberías —murmuro. La siento venir más cerca, aunque no está tocándome. Solo es una sensación. Juro que puedo sentir el calor de su cuerpo. El olor de su champú me golpea y abro mis ojos. Esta lo suficiente cerca para besarme. Todo lo que tengo que hacer es bajar mi barbilla. —Quiero, Link. Quiero entenderte. Quiero conocerte. Mi corazón acelera, golpeando en mi pecho. Quiero a esta chica tanto, pero ambos tenemos nuestros límites. No puede joderme. No puedo besarla. ¿Y abrirme como ella quiere? Soy completamente incapaz. —No puedo. Ella empuja apartando mis piernas, haciendo espacio para acomodarse mientras camina entre ellas, pero su cuerpo no toca el mío de otra manera. Prácticamente estamos nariz a nariz. Puedo sentir cada una de sus exhalaciones danzar a lo largo de mis labios, los lamo, desesperado por solo una probada de su sabor. —¿Qué puedes hacer? —pregunta suavemente. No hay respuesta fácil. Es una pregunta completamente cargada. Y aún más importante, no sé la respuesta. Si esto fuera una semana atrás, le habría dicho que no había absolutamente nada que pudiera ofrecerle. Pero quiero darle más que eso. Quiero hacerla sentir segura. Quiero protegerla en todas las maneras en que fallé en proteger a Olivia.

Cierro la distancia entre nosotros. Mi mejilla presiona contra la de ella, mis brazos la tiran hacia mí, y la envuelvo en un abrazo. Su cuerpo se tensa, sus brazos rígidos a sus lados. No me aleja empujándome. No retrocede. No me pide detenerme. Y entonces, muy lentamente, Rocky desliza sus manos alrededor de mi cintura, devolviendo el gesto. Siento que puedo respirar, aunque mis pulmones se expanden y relajan fácilmente. Su pequeño cuerpo tiembla contra el mío. Gira su cabeza, acariciando el hueco de mi cuello. Sus brazos se aprietan. La aprieto en respuesta. Mis ojos arden. El beso se sintió como traición. Como si estuviera siendo desleal a Livie. Pero esto, este abrazo, duele peor. Este sentimiento de unificación, de unidad, es casi demasiado para soportar. Es traición. Olivia fue mi contraparte desde que tenía quince años. Era mi otra mitad. Rocky es mi paralelo. Un reflejo de lo que soy ahora. Mi imagen reflejada de dolor. No me ha dolido tan mal o sentido tan bien en mucho tiempo. No puedo. No puedo. Me alejo. Mis manos anhelan aferrarse a ella. Que es exactamente la razón por la que la dejo ir. La puerta se abre e inclino mi cabeza al lado esperando a Augie. Mentalmente me preparo para la mierda que me dará sobre Rocky. Pero es Joe, de pie perplejo en la entrada. Rocky deja caer sus manos, alejándose de mis piernas abiertas. Joe la observa, sus cejas elevadas, confusión claramente escrita a lo largo de su cara. —¿Estoy interrumpiendo?—Mira de su hermana a mí, y luego de vuelta otra vez. —No —respondo. Deslizándome fuera del escritorio, sujeto la carpeta por la que originalmente vine, y me muevo pasando su enfocada comprobación—. Gracias por esto, Rocky —agrego, sosteniendo la carpeta mientras salgo por la puerta.

Capítulo 12 T

uve la oportunidad de dejar de lado el interrogatorio de Joe por el resto de la jornada de trabajo. Me escapé temprano mientras estaba ocupado coqueteando con una de las habituales chicas que entra en el gimnasio con el único propósito de comerse con los ojos a los boxeadores y entrenadores. No es que la culpe, esa es la mejor parte de este trabajo. Mientras la chica hace girar su cabello, y Joe mira boquiabierto su amplio pecho, la exhibición de su escotada camiseta, agarro mi cartera y uso la puerta de atrás. A pesar de que soy una adulta madura, y lo he sido desde hace varios años, mi hermano me trata como a una niña frágil. Estoy segura de que tiene cincuenta preguntas y preocupaciones diferentes sobre Link y yo. No le debo ninguna explicación. E incluso si quisiera, no podía explicarlo. Me detengo en el pequeño bar de mierda al cruzar la calle, pero solo planeo quedarme lo suficiente como para comprar un paquete de seis cervezas para llevarla a casa. Le entrego el camarero mi dinero, rechazando el cambio, y me dirijo hacia la puerta. Una sonrisa familiar llama mi atención, haciendo que me detenga junto al último taburete. El vaquero de la semana pasada me mira por encima del borde de su tarro. Lentamente lame la espuma de la cerveza de sus labios. —Bueno, si no es mi vaquera de sabor dulce —dice arrastrando las palabras, su voz llena de diversión. Asiento hacia él una vez. —Vaquero. —Maldición, se ve bien. Recuerdo exactamente cómo esa barba de un día se sintió al rozarse contra mis muslos. Su mirada pasa por encima de mí con admiración. —Cariño, ¿buscando a alguien para llevarlo de paseo? —Sonríe y mis bragas se humedecen ante la vista—. Siempre juego. El recuerdo de su lengua bajando, me tiene apretando juntos mis muslos. Dios, fue bueno. Jodidamente bueno. Link es mejor. Pero Link no está aquí.

Vacilo, mis hormonas se rebelan en contra de mi sentido común. El vaquero baja su tarro sobre el mostrador. Se desliza del taburete y agacha su cabeza para rozar mi oreja con su boca. —Entra en mi oficina conmigo —respira. Sigo su mano mientras hace un gesto hacia los baños. Es tentador. Lo miro de reojo. Hace un guiño, esa sonrisa maliciosa se extiende, más ampliamente en su rostro. Tenía un buen momento jodiendo esa sonrisa. Así que tentador. Su mano se desliza sobre la curva de mi espalda, justo por encima de mi trasero, y me da un codazo hacia adelante. Afirmo mis pies y sacudo mi cabeza. —Vaquero, lo siento, pero no tengo ganas de salvar caballos esta noche. —Doy un paso alejándome, metiendo mi paquete de seis bajo el brazo—. ¿Sí? No contesta, pero su sonrisa se desvanece cuando me mira. Lo ignoro y sigo caminando. Tan pronto como el aire fresco de la noche llega a mi piel, un cosquilleo nervioso patina por mi espina dorsal. Apresuro mis pasos dirigiéndome al otro lado de la calle en vez de subir por la calle hacia mi apartamento. Oigo pasos acercándose rápidamente y miro por encima de mi hombro. El vaquero se encuentra a pocos pasos detrás de mí y todo dentro de mí grita: CORRE, mientras golpea mi instinto de luchar o huir. Hago algo que usualmente no me molesto en hacer. Escucho la reacción de mi cuerpo. Dejo caer la cerveza y empiezo a correr, corro a toda velocidad hacia el gimnasio tan rápido como puedo. Oigo el roce de sus botas contra la grava mientras continua, persiguiéndome. La adrenalina bombea a través de mis venas haciendo que mis extremidades se sienten pesadas. Cualquier cosa que pudiera haber aprendido de la clase de defensa personal se pierde en mi pánico. Todo lo que puedo pensar es en llegar a las puertas. A mi hermano. A lo seguro. El auto de Joe todavía está estacionado en el estacionamiento. Hay otros dos autos que no reconozco, pero espero que uno pertenezca a Augie. El vaquero está alcanzándome, sus pasos están moviéndose más rápido, cada vez más cerca. Aspiro profundamente y gritó el nombre de Joe. No tengo ni idea de si será capaz de oírme, pero sé que no voy a llegar a las puertas. Tengo que intentar hacer algo. vez.

Su brazo rodea mi cintura y me levanta. Tengo un dejá vu repugnante. No otra No. De nuevo.

Salí de la clase de Link cuando explicaba esto, pero no antes de que discutiera algunos sencillos movimientos. Intento recordar solo uno de ellos, pero mis

pensamientos están tan dispersos —medio en mi pasado, reviviendo el ataque Garrett, medio desesperada por escapar. Separo mis labios, lista para gritar de nuevo. La mano de vaquero toma medidas drásticas contra mi boca. Muerdo sus dedos, mordiendo uno lo suficiente como para arrancar su mano lejos. —Pequeña vaquera, eres una maldita luchadora. Algo en el tono burlón de su voz calma la carrera de mis pensamientos. Visualizo a Link dando un paso detrás del voluntario en la clase. Me concentro en él durante apenas un segundo, recordando sus palabras. Y entonces lanzo con fuerza mi cabeza hacia atrás, conectando con la cara del vaquero. Oigo el enfermante crujido mientras mi cráneo se estrella contra su nariz. Grita de dolor y afloja su agarre. Me caigo al suelo duro, aterrizando sobre mi trasero. Rocas clavan y pinchan mi piel mientras me alejo. Escucho al vaquero maldiciendo furioso. —Jodida perra loca. Me empujo y corro hacia las puertas del gimnasio. A medida que mis dedos se enroscan alrededor de la manija, miro sobre mi hombro a mi cazador. Sus manos están ahuecando su nariz, la sangre filtrándose entre sus dedos. Sus ojos se ven furiosos y llenos de promesas oscuras. Se aleja, sin dejar de mirarme. Estiro abriendo la puerta. Gira sobre sus talones, dándose la vuelta casualmente, y me apresuro a entrar al interior.

Capítulo 13 E

stoy sentado enfrente de la casa de Anthony. Este es mi nuevo pasatiempo. Después de que llegó a casa de la estación gasolinera llevando flores para la esposa, no he sido capaz de moverme.

No puedo creer que olvidara las flores de Olivia. Todos los lunes. Cada maldito lunes durante años. Y lo olvidé. ¿Si Livie estuviera viva, haría esto? ¿Le traería sus flores? ¿Es solo porque está muerta que lo hago? ¿Me olvidaría como lo hice ayer? La estoy perdiendo. Cada día la estoy perdiendo más y más. ¿Cómo pude olvidar sus flores? Mi teléfono vibra contra mi pierna. Lo ignoro hasta que inmediatamente comienza otra vez. Me inclino hacia atrás, rebusco en mi bolsillo. El rostro de Augie me sonríe desde la pantalla iluminada. Casi rechazo la llamada, no estoy de humor para su alegre, voz irlandesa, pero él ha tomado todas mis citas por mí. Al menos puedo responder su llamada. —Oye, cabrón —digo a modo de saludo—. ¿Qué diablos quieres? —Oye, hombre, probablemente deberías ir al gimnasio. Su tono sombrío me sorprende. Me siento, buscando a tientas mi cinturón de seguridad. —¿Qué está mal? —Algún idiota atacó a la hermana de Joe en el estacionamiento. Joe quiere llamar a la policía. Ella no quiere. Hay una maldita controversia desatada. —Joder —suspiro—. ¿Está ella bien? —¿Define bien? Correcto. Pregunta tonta. —¿Dónde está el tipo? —Él escapó. —Bien. Estoy en camino. —¿Debería llamar a la policía? ¿Presentar una denuncia? —pregunta.

Giro la llave de encendido y salgo a la carretera. —¿Le hizo daño? —No creo. Parece que ella simplemente se dio un dolor de cabeza a sí misma. Golpeó al tipo con un cabezazo en reversa. Sonrío con orgullo. Ella estaba poniendo atención durante la clase. —Buena chica. ¿Ella consiguió un golpe decente? Él ríe. —Ella cree que le rompió la nariz, entonces diría que esa es una suposición bastante razonable. —¿Nariz rota? No está mal para su primer cabezazo. Si no quiere presentar cargos, creo que no deberíamos forzarla. —No llames a la policía a no ser que ella quiera hacerlo —digo—. Estaré allí en unos minutos.

Soy recibido con voces acaloradas cuando abro la puerta del gimnasio. Joe y Rocky están tan inmersos en su discusión que no notan mi llegada. Augie está apoyado contra la pared, sus brazos doblados sobre su pecho, piernas cruzadas en el tobillo. Él levanta sus cejas cuando me acerco. —Donnie y Marie no han parado desde que te llamé. —No sé por qué estás siendo tan obstinada —grita Joe, su frustración es clara en su tono. Él rastrilla sus dedos por su cabello, jalándolo en los extremos. —¿Por qué debería reportar esto cuando la policía no va a hacer nada de todos modos? —contesta Rocky—. No quiero permanecer sentada en un interrogatorio que no va a hacer ni mierda. —Es lo correcto de hacer —dice Joe bajando su voz—. Ese tipo podría perseguir a otra mujer. Rocky se encoge de hombros, negando con su cabeza enérgicamente. —No es mi problema. —Eso es mentira, Rock, y tú lo sabes. Ella aprieta sus ojos con fuerza como si estuviera sufriendo. Miro su pecho sacudiéndose cuando ella inhala profundamente. —Lo que sé es que hice lo correcto con Garrett Marshall y fue absolutamente inútil. No me voy a someter a esa mierda otra vez. Solamente dejémoslo ahí. Escuchar la agonía en su voz, la honestidad de sus palabras, trae de vuelta las incontables emociones que pasé esos primeros meses después de que me desperté. Pero sobre todo, escucho la derrotada, desolación que la injusticia deja atrás.

Rocky da vuelta, notándome por primera vez. Su mirada se desliza directamente sobre mí mientras ella se dirige a la puerta. La corto, caminando delante de ella antes de que pueda marcharse. —Te llevaré a casa —digo. Lo presento como una petición, pero no lo es. No la dejaré salir de aquí sola. Sus ojos oscuros ruedan hacia el cielo, pero ella no les permite caer sobre mí. —No soy tu responsabilidad —contesta ella. No hay ninguna inflexión. Ella suena sin vida. Derrotada. Tal como estaba cuando la vi la primera vez. —Ese es el problema con la sociedad —murmuro, dando un paso más cerca—. La gente raras veces reclama obligaciones para otros. Todos deberíamos ser responsables el uno con el otro. Es la decencia humana, común. Sus ojos encuentran los míos y creo, por un segundo, que ella está a punto de ceder. —No soy una persona decente, Link —susurra tan en voz baja que casi lo pierdo. Me agacho, inclinándome naturalmente hacia ella—. Y como alguien dispuesto a ayudarme en el asesinato de mi violador, cuestiono tu nivel de decencia humana común también. —Se mueve alrededor de mí, empujando la puerta abriéndola—. Mi hermano puede llevarme a casa.

Cuestiono mi decencia también. Reflexiono sobre ello cuando conduzco a casa, cuando entro en mi casa donde tengo a un hombre cautivo en mi sótano, y cuando preparo un emparedado de jamón. Lo considero cuando tomo una toalla y un paño del armario del baño, y cuando aplasto pastilla tras pastilla de los somníferos que compré al por mayor después de que dejé el hospital. Sigo contemplándolo cuando vierto las píldoras aplastadas en una botella de Jack Daniel, cuando abro la puerta al armario de almacenaje, y más aún cuando quito toda la cinta que encarcela a Aaron a la silla. Él está débil, casi frágil. Su mano está hinchada a dos veces su tamaño. Contusiones púrpuras inflamadas se destacan sobre su maltrecho cuerpo. Le hice esto. Yo. Aaron levanta su cabeza, sus ojos parpadeando ligeramente abiertos. Esto es en realidad una mejora con respecto a ayer. Casi vomito cuando lo agarro bajo sus axilas y lo levanto de la silla. Él huele tan mal. Está sucio por los días de sudor, orina, y mierda. Es casi insoportable. Está así porque lo mantuve atado a una silla durante días. Yo. Le hice esto.

Lo arrastro a la improvisada ducha, apoyándolo contra la pared, y conecto el agua. Él se estremece contra el rocío. Y luego separa sus labios, dejándolo llenar su boca. Él hace ruido, tragando ruidosamente mientras bebe vorazmente. Él gime, el sonido animal. Son los primeros ruidos que él ha hecho desde que abrí la puerta de su prisión. Cuando creo que no va a caerse, le quito su camisa. Él no forcejea. No sé si es porque no tiene lucha, ni voluntad, ni fuerzas. O si él finalmente cedió ante mí. Tal vez él simplemente está resignado ahora. Enjabono un trapo y lo arrastro a través de su piel. Sobre su rostro, haciéndolo estremecerse y aspirar el aire por sus dientes mientras enjuago los remanentes de pegamento dejado por la cinta. Su aliento es asqueroso. Lo ignoro y quito el resto de su ropa. Deslizar sus pantalones sucios es lo peor, pero sigo haciéndolo fregando su carne asquerosa. Mis dedos trabajan la maraña a través de su cabello, lo enjabono. Las burbujas toman un camino lento bajo su rostro. Él no hace ningún movimiento para alejarlas cuando están cerca de sus ojos. Empujo su cabeza directamente bajo el agua, enjuagándolo. El agua comienza a correr fría, entonces la apago y lo seco. —Vístete —digo, asintiendo hacia la pila de ropa que puse sobre la pequeña mesa en medio de la habitación. Él arrastra los pies tambaleante hacia la mesa, aferrándose a ella por apoyo. Pateo una silla hacia él y cae en ella pesadamente. Tomo asiento frente a él, observando sus lentos movimientos mientras se viste. Él se encoge por el esfuerzo. Y soy la razón por la que se mueve con dificultad. Cuando finalmente está vestido, deslizo el plato que tiene el emparedado a través de la mesa. Él mira abajo y puedo ver cuánto lo quiere. El hambre en su mirada es casi espantosa. —Come —ordeno. Sus ojos no se han movido del plato. Sus manos tiemblan cuando lo lleva hacia arriba. Él toma un bocado y gime de dolor y apreciación mientras traga. Solo puedo imaginarme lo que le está haciendo a su estómago después de tantos días sin comer. Porque lo privé de comida. Le negué el alimento. Cuando termina el último bocado, apoyo mis codos en la mesa, y coloco un cuaderno de notas y un lapicero delante de él. —Dame los nombres —digo suavemente. Sin una palabra, él recoge el lapicero y garabatea rápidamente a través de la página. Él deja el lapicero y lágrimas desbordan sus ojos. No tenía idea de que él fuera capaz de tal acto. Coloco mi índice sobre el bloc, tirando de él de nuevo hacia mí. Un temblor salta por mi columna, causando que el pelo sobre mis brazos se ponga de punta. Mi

cabeza está hormigueando. Mis oídos rugiendo cuando la presión se construye en mi cabeza. Ellos están allí. Los cuatro nombres. Como una confesión. Aaron Woods. Steve Morrison. Greg Anthony. Carter Bates. Y luego, como si dos palabras tuvieran el poder de cambiar algo, él ha escrito: Lo siento. Como si su disculpa pudiera borrar lo que él hizo. Como si eso pudiera traer a Livie de vuelta. Recojo la botella de Jack y desenrosco la tapa lentamente, usando mi máscara de indiferencia. —Esto merece un trago, Aaron —digo suavemente—. De hecho, esto merece un montón de tragos. Algunas personas son indignas de la decencia humana.

Próximo libro No tenía idea de que cuando conocí a Linken Elliot que él sería capaz de hacerme esto. Yo era absolutamente infeliz, viviendo mi miserable existencia antes de que él llegara a mi vida. Yo estaba bien follando hombres extraños en los baños sucios de los bares. Yo estaba viviendo cómodamente como una ermitaña y bebiéndome a mí misma en el olvido. Yo. Estaba. Bien. Ahora quiero cosas. Lo quiero a él.

Sobre la autora C

heryl McIntyre es una madre, escritora e insomne, así como también, una lectora, crítica de cine, y una cantante increíblemente mala.

Ha vivido en la misma zona de Ohio toda su vida, aunque secretamente sueña con mudarse a un lugar un poco más cálido, preferiblemente cerca de una playa. Su vida gira en torno a cuatro cosas: familia, música, libros, y películas de terror realmente malas. Si no tiene a un niño en su regazo, un iPod en su mano o un ordenador portátil frente a ella, es uno de esos raros momentos cuando en realidad está durmiendo. Puedes seguirla en su página de Facebook en la que pasa medio día. En Goodreads, que es como el crack para los lectores ávidos. O en Twitter, aunque se rumorea que aún tiene que dominar el arte de tuitear.

Playing Dirty (Dirty #2) - Cheryl McIntyre.pdf

Page 1. Whoops! There was a problem loading more pages. Retrying... Playing Dirty (Dirty #2) - Cheryl McIntyre.pdf. Playing Dirty (Dirty #2) - Cheryl McIntyre.pdf.

1MB Sizes 7 Downloads 329 Views

Recommend Documents

Talking Dirty (Dirty #3) - Cheryl McIntyre.pdf
Page 2 of 7. sff{ftfi {o)1-)b. AQPffi. {6"fkrfrwr{seEfufr{ffi. gr11a- 18ob,

Dirty Deeds (Dirty Angels, #2) by Karina Halle.pdf
Page 1 of 1. Page 1 of 1. Dirty Deeds (Dirty Angels, #2) by Karina Halle.pdf. Dirty Deeds (Dirty Angels, #2) by Karina Halle.pdf. Open. Extract. Open with. Sign In. Main menu. Page 1 of 1.

Cheryl McIntyre - Serie Dirty - 3 Talking Dirty.pdf
Osma. Sttefanye. bibliotecaria70. Sttefanye. Gaz. Page 3 of 54. Cheryl McIntyre - Serie Dirty - 3 Talking Dirty.pdf. Cheryl McIntyre - Serie Dirty - 3 Talking Dirty.pdf.

Cheryl McIntyre - Saga Dirty - 5 Staying Dirty.pdf
MaJo.xx. Mona. vivi. maggiih. Carosole. Correctoras. Pachi15. Osma. sttefanye. bibliotecaria70. Page 3 of 15. Cheryl McIntyre - Saga Dirty - 5 Staying Dirty.pdf.

Cheryl McIntyre - Saga Dirty - 5 Staying Dirty.pdf
Osma. sttefanye. bibliotecaria70. Page 3 of 49. Cheryl McIntyre - Saga Dirty - 5 Staying Dirty.pdf. Cheryl McIntyre - Saga Dirty - 5 Staying Dirty.pdf. Open. Extract.

Cheryl McIntyre - Serie Dirty - 1 Gettig Dirty.pdf
Page 3 of 58. 3. Créditos. Carolsole. Nelshia. Niki26. Agus901. MaryJane♥. Carosole. Vettina. cereziito24. Maggiih. Nony_mo. Pachi15. Osma♡. xx.Majo.xx.

Dirty Angels (Dirty Angels, #1) by Karina Halle.pdf
Page 1 of 1. Page 1 of 1. Dirty Angels (Dirty Angels, #1) by Karina Halle.pdf. Dirty Angels (Dirty Angels, #1) by Karina Halle.pdf. Open. Extract. Open with. Sign In. Main menu. Page 1 of 1.

Down and Dirty Bullet Holes - Down & Dirty DV
and other wound effects are created using molds (a long process) or putty (a cheesY, less-durable process) or by hiring a professional special effects make-up ...

Down and Dirty Bullet Holes - Down & Dirty DV
created using molds (a long process) or putty (a ... distance to help it dry quickly. apply a few more layers of liquid latex, ... companies. (*Stipple sponges can be.

dirty laundry.pdf
your dirty laundry on. a clothes line. So, why would you. put it online? Hmmm? Page 1 of 1. dirty laundry.pdf. dirty laundry.pdf. Open. Extract. Open with. Sign In.

Dirty me split
SQL tutorial pdf.Theart ofm.02901034158. Destino finallatino.Drastic ... Fagnerao vivo.Big bang theory 6 completa.Who wants to bea millionaire psp.Greys.

Deep inside dirty
Losin It 1982.In Shakers (pgDeep inside dirty line 20) ... Dos for dummies pdf.Terror ofthezygons.03421595650. Heather Night Deep Throat.Barclay james harvest live.Deep inside dirty.964155352238.Cooper season 1. ... Thereisan aimto each session,and t

dirty doctor gejza.pdf
with at the dirty doctors office. Old freaky gyno doctor on young. pussy xvideos.com. Horny teen yasmin visits the dirty doctor to get. her pussy played. Porno de ...

dirty-laundry-report.pdf
Page 3 of 116. dirty-laundry-report.pdf. dirty-laundry-report.pdf. Open. Extract. Open with. Sign In. Main menu. Displaying dirty-laundry-report.pdf.

1080 : dirty dancing.pdf
Page 1. Whoops! There was a problem loading more pages. 1080 : dirty dancing.pdf. 1080 : dirty dancing.pdf. Open. Extract. Open with. Sign In. Main menu.

a dirty carnival ...
There was a problem previewing this document. Retrying... Download. Connect more apps... Try one of the apps below to open or edit this item. a dirty carnival español______________________________________________.pdf. a dirty carnival español______

The dirty diari
Wood magazine pdf.Backroomcastin 1080.29480649951. The 33 2015 720p. ... Xjapan dahlia.The brain ofthe. army. Peep showettv.670239458.BootyTalk 48.

dirty-laundry-report.pdf
Page 2 of 116. Executive Summary. Section 1 Introduction: Water crisis, toxic pollution. and the textile industry. Section 2 Polluters and their customers – the chain of evidence. Case Study 1: Youngor Textile Complex, Yangtze River Delta. Case Stu