Sinopsis

C

Traducido por LizC

on 17 años, Lila tiene dos secretos que está preparada para llevarse a la tumba. El primero es que puede mover cosas con sólo mirarlas. El segundo es que ella ha estado enamorada del mejor amigo de su hermano, Alex, desde siempre. Después de que un asalto expone su habilidad única, Lila decide recurrir a las únicas personas en quien puede confiar: su hermano y Alex. Ellos viven al Sur de California donde trabajan para una organización secreta llamada La Unidad, y Lila descubre que ellos dos están dándole caza al hombre que asesinó a su madre cinco años atrás. Y que lo han encontrado. En un mundo donde nada ni nadie es lo que parece, Lila descubre rápidamente que no está sola, hay otros con poderes especiales por ahí, y el asesino de su madre es uno de ellos...

PRIMER LIBRO DE LA SAGA LILA

Índice Sinopsis

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Epílogo

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Catching Suki

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Sobre la autora

1 Traducido por LizC

S

Corregido por Yonoestoyloca

ólo cuando la punta del cuchillo empezó a pasar rozando contra el blanco de sus ojos como un bisturí a punto de perforar un furúnculo, me di cuenta de que yo era el que lo sostenía. O, más bien, lo controlaba. Los tres nos quedamos mirándonos hipnotizados mientras el cuchillo colgaba allí en el espacio irregular entre nosotros. El muchacho cuyos brazos se cerraban alrededor de mí, y contra cuyo ojo la hoja del cuchillo estaba presionando, me soltó, sus brazos cayendo como una marioneta cuyos hilos habían sido cortados. Y entonces lo sentí. El peso del cuchillo en mi mente. Y la hoja cayendo al pavimento. No pude apartar los ojos de ella, sólo tendida allí, como un objeto que alguien había dispuesto delante de mí. El sonido del metal golpeando el ladrillo me hizo levantar la cabeza. Los dos chicos estaban de vuelta en sus bicicletas, pedaleando duro, tratando de conseguir controlarlas sobre la acera estrecha. Chocaron cuando arrancaron por la calle, pero mantuvieron su equilibrio, las bicicletas zigzagueando por el centro de la carretera, antes de desaparecer por la esquina más cercana. Yo estaba en mis rodillas. El repiqueteo del tráfico de la carretera principal a diez metros o menos de distancia me atravesó, interrumpiendo el sonido de alguien cerca de ahogarse con alambre de púas. Giré mi cabeza de izquierda a

derecha para ver de dónde provenía el sonido, y entonces me di cuenta que venía de mí. Me mordí el labio para detenerlo, luego me puse de pie lentamente. Una punzada de dolor en mi pierna derecha me trajo de golpe al presente. Miré a mi alrededor con incertidumbre, tratando de reponerme. Me tomó un tiempo antes de darme cuenta que estaba parada en la esquina de mi calle. Mis medias estaban rotas y escalonadas en donde la rueda delantera y el manillar de una de las bicicletas se estrelló contra mí. Un ruido metálico escapó de los auriculares que colgaban alrededor de mi cuello, y mi mano derecha siguió sujetando con fuerza mi bolso de la escuela que habían intentado arrebatarme.

María no estaba allí cuando llegué a casa y tampoco lo estaba mi padre. No estaría de vuelta en una semana más o menos. La casa era como mucho resonante y fría, como una nevera vacía. Puse la cadena de la puerta y me apoyé contra ella, respirando hondo. Luego fui cojeando al baño de abajo, levanté la tapa del inodoro y vomité hasta que no quedó nada más que bilis verde filamentosa. Me temblaban las manos con tanta fuerza que se desdibujaban contra el blanco de la porcelana. Me recosté contra la pared, abrazando mis rodillas contra mi pecho, tratando de estabilizar mi respiración. No podía volver a usarlo —cualquier tipo de poder mental extraño que fuera este— eso estaba claro. Pero no había tenido intención de usarlo en primer lugar, simplemente había sucedido, inconsciente como respirar. Excepto que respirar nunca había llevado a casi dejar ciego a una persona, no pensaba. Estaba fuera de control. Peligrosamente fuera de control. Con tan sólo un destello de pensamiento, sin moverme un centímetro, podría haber presionado esa hoja a través de la parte blanca del ojo de ese chico tan fácil como cortar a través de un huevo pasado por agua. Una oleada de bilis se abalanzó por mi garganta de nuevo. Apreté los dientes y la tragué. Hasta este momento esta extraña habilidad psíquica de mover objetos sin llegar a tocarlos había sido un secreto. Algo que había envuelto y atado fuertemente a mí como una deforme extremidad extra: un sexto dedo, un tercer

brazo. No es algo que particularmente sintiera como para presumir. Sin embargo, ahora dos completos desconocidos sabían de ello, uno de los cuales casi había cegado. Me senté en la oscuridad susurrante, esperando el golpe en la puerta de la policía o los hombres con batas blancas. Tal vez simplemente debería ir con ellos. Evidentemente era demasiado peligrosa para caminar por las calles del sur de Londres. Posiblemente estaba desquiciada. Definitivamente no era normal. Esperé y esperé, temblando en el suelo, pero el golpe no llegó. Finalmente, desenredé mis manos de alrededor de mis piernas y me levanté, resuelta. Tenía que recuperar el control. No lo usaría de nuevo, nunca. Como en, jamás. No lo usaría para abrir puertas, encender las luces o saltar la tostadora… y ciertamente jamás lo usaría de nuevo para defenderme de ladrones adolescentes. Si pudiera evitarlo. Escogería no hacer nada. Era eso, o un futuro con un uniforme naranja. Me eché un poco de agua en mi cara y en mi boca y levanté la vista para mirarme en el espejo, pálida y con sombras como un cadáver. Aunque un cadáver de diez días probablemente se vería mejor. Mi cabello era un desastre rubio enmarañado y mis labios tan blancos que se fusionaban con mi piel. Me miré las piernas y, apoyándome en el lavabo, con cuidado quité las medias rotas. Un moretón del tamaño de mi palma había cubierto el lado derecho de mi muslo en un interesante matiz de negro. Se veía horrible y moteado contra la palidez de mi piel. Lo toqué ligeramente y me estremecí. Podía sentir la dureza de la sangre coagulada bajo la superficie. Probé mi peso sobre ella, y lancé un grito. Miré de nuevo a mi reflexión, estremeciéndome de nuevo en un repentino ataque de llanto. Quería a mi mamá. Quería a Jack. Quería que él viniera a rescatarme al igual que lo había hecho cuando tenía cinco años y me había roto la pierna. Quería a mi hermano, tan simple como eso. Bueno, a decir verdad, realmente quería a Alex. Quería al mejor amigo de mi hermano con cada pedazo de mí ser tanto como quería ver a mi hermano, y algo más.

La Terminal Cinco de Heathrow era una inmensa bóveda de blancura. Era cerca de la medianoche. Me quedé mirando al congelado tablero de salidas, deseando que volviera a la vida para que yo pudiera subir al avión justo ahora y no dentro de seis horas, porque para entonces mi padre podría haber descubierto que había robado su tarjeta de crédito y lo más probable era que él iba a tratar de mantener en tierra tanto a mí como al avión. Me quedé mirando los detalles del avión en el tablero. No pude hacer que se movieran. No es que se suponía que debía estar tratando. Se suponía que no haría nada. Me dejé caer en una silla, sintiendo algo parecido a la desesperación amortajarme. O tal vez era pánico total. Iba a tener que inventar una historia creíble para Jack y mi papá. El correo electrónico que envié a Jack no iba a ser suficiente. Le había escrito una sola línea diciendo: ¡Sorpresa! Voy a Los Ángeles. Mi vuelo llega a alrededor del mediodía. Besos, Lila. Sin explicación. Pero, ¿qué explicación creíble podría dar?

“Casi apuñalo a alguien en el ojo con este extraño poder de la mente que tengo. ¿Está bien si voy a quedarme contigo?” Eso le sentaría casi tan bien como yo diciéndole que había estado enamorada de su mejor amigo toda mi vida. Tomé una respiración profunda. Estaba en un gran problema. Así que hice lo que siempre hacía en tiempos de estrés, desempaqué cada recuerdo de Alex de donde los había archivado en la parte más accesible de mi cerebro y comencé a unirlos como piezas de un rompecabezas. El día que me rompí la pierna; ese fue el día en que me había enamorado de él. Él pudo haber tenido sólo nueve, puede que yo pude haber tenido sólo cinco, pero sin duda fue ese día. Yo había dirigido el trineo hacia el árbol, o Jack me

había empujado a él. Pero el hueso asomándose como un lápiz a través de mi piel seguía siendo uno de mis mejores recuerdos de siempre porque junto a él estaba el recuerdo del rosto de Alex cuando me había envuelto en su abrigo rojo. Me había levantado y colocado de nuevo en el trineo y me remolcó, con la ayuda de Jack supongo, a ochocientos metros al adulto más cercano. Ese fue sin duda el día. Después de eso, mi siguiente recuerdo fue de los tres en el jardín de nuestra vieja casa en Washington DC. Hacía frío. Lo sabía porque podía ver los cristales de hielo en el suelo, y el sonido de la pala golpeando la tierra congelada todavía resonando fuerte y claro en mi cabeza. Debía tener unos siete años porque el hámster había sido un regalo de mis padres por ser valiente acerca de mi pierna dos años antes. El hámster vivió “una vida larga, feliz y despreocupada”, había entonado Jack desde su posición al frente de la tumba. Recordé también la pelota de papel que Alex, de pie junto a mí, solemnemente bajó en el agujero que habían cavado con la pala del vecino. Recordé la sensación de ardientes lágrimas corriendo por mis mejillas en riachuelos fríos y la ardiente mano que él había colocado en la mía. No había dicho nada, sólo me tomó de la mano hasta que dejé de llorar. Sin previo aviso, mi mente saltó a otro recuerdo, éste de hace cinco años, un eco más oscuro que el anterior. Tenía doce años y tres días en éste. Sabía eso por un hecho, ya que era siete días después de que mi madre hubiera muerto y estábamos en su funeral. Alex me tomó la mano entonces, también. Por razones prácticas en realidad, ya que mi padre, quien debería haber estado haciendo el trabajo, no estaba muy estable que se diga, y estaba en ese momento de rodillas junto a la tumba vacía, llorando. Una maraña de brazos con buenas intenciones le rodeaban. Jack era un borrón en el borde, antes de que se retirara de la prensa de personas y se fuera. Alex, me doy cuenta recién ahora, debió haber optado por dejarlo ir y quedarse conmigo en su lugar. Podía recordar con perfecta claridad las plantas colgadas de barro de los zapatos de mi padre mientras se arrodillaba junto a la tumba de mi madre, pero eso era todo. No podía recordar a las personas, las palabras, los cantos, las flores. No recordaba nada más que esos zapatos, y Alex de pie junto a mí, alentándome con su agarre. En la recepción después del funeral, Alex no se soltó de mí ni una vez. No siguió a Jack. No sé por qué. Para la observación de cualquiera, era Jack y no yo

quien necesitaba ser cuidado. Pero Alex no había tratado de encontrarlo. Se había quedado conmigo. Él me sentó en un sofá fuera del camino y se quedó conmigo, respondiendo cortésmente cuando rostros borrosos se cernieron susurrando palabras vacías. Fue Alex quien eventualmente me llevó a través de la multitud murmurando hasta la escalera y arriba a mi habitación. Él me acostó, había puesto el edredón encima de mí y se había sentado en el borde de la cama, su mano apoyada en mi espalda hasta que me había quedado dormida. Entonces, literalmente días después, mi padre me había llevado con él a Londres. No había habido ninguna elección, ni siquiera una advertencia, sólo: “El taxi está llegando”. No había empacado mis cosas o me había despedido de mis amigos de la escuela. Encerrada en mi burbuja silenciosa de pena, había sido incapaz de discutir. Mi papá puede muy bien haberme dicho que íbamos al supermercado, para todo el impacto que tuvo en mí. Jack, por otro lado, se puso como loco. La furia con que respondió a las noticias de mi padre fue demoledora. Eso minó todas las últimas simples emociones de mí, como si yo fuera la fuente de su energía y la batería hubiera muerto. Mi padre no había tenido la energía para luchar contra él, tampoco. Su batería de cierta forma murió permanentemente junto con mi madre. Así que Jack se fue a vivir con la familia de Alex y permaneció en Washington, mientras que yo tuve que mudarme a Londres, la ciudad natal de mi padre. Al principio no había sentido nada por esto, ni siquiera en el vuelo con el asiento vacío de Jack abierto como un agujero negro entre nosotros. Pero en los meses siguientes, cuando salí del entumecido coma en el que había estado, resoné con ira. Una perfecta ira mordaz, furiosa, hacia mi padre por haberme alejado de todo lo que conocía, de mi casa. Ira hacia Jack, por dejarme atrás. Y por ser el que tuvo que quedarse con Alex. Pero, como casi todo en la vida, a menos que realmente trabajes en ello, la ira es una cosa difícil de mantener encerrada, y después de unos meses esa ira se había vuelto menos perfecta, menos penetrante, hasta que se disolvió finalmente por completo por el dolor de perder a Jack. Había empezado a escribirle por correo electrónico y hablar con él de nuevo, y encontré que no podía resentirme con él. Porque, si hubiera tenido la opción de quedarme con Alex, yo habría hecho lo mismo. En un santiamén.

2 Traducido por Vanehz

P

Corregido por Yonoestoyloca

asé por la aduana con cautela, tropezando un poco en parte del sueño y el cansancio palpitante de mis piernas. Escaneé los rostros borrosos concentrándose en las puertas correderas de llegada. No estaba segura de que Jack estaría allí. Y si estaba, quizás fuera sólo para darme un pasaje de vuelta y ponerme en marcha directamente al mostrador de embarque. —¡Lila! Una voz familiar me hizo volver la cabeza. Jack estaba estirándose a través de la multitud, sonriéndome. Sentí un alivio tan intenso que quería colapsar justo ahí y entonces dejarle recoger las piezas de mí. Cuando alcancé la barrera y caí en sus brazos, un sollozo vino de ninguna parte. Lo forcé a regresar, presionando mi rostro fuertemente en el hombro de Jack. Me alejó, agarrando mi bolso de mí. Me agaché bajo la barrera y él puso su brazo libre alrededor de mi cintura, conduciéndome gentilmente a través de la multitud de personas. Cuando estuvimos libres de la multitud y caminando por la terminal, me miró con curiosidad. —Así que, ¿buen viaje? No pude evitarlo así que le sonreí, ridículamente agradecida y aliviada de que no estuviera conduciéndome al mostrador de embarque y que no me había hecho la pregunta que temía: la razón por la que estaba aquí. —Sí, estuvo bien —dije. Lucía diferente. Era difícil poner mi dedo en el por qué, pero había algo acerca de él ahora que definitivamente no había estado allí antes. Jack había sido siempre una persona segura: la buena presencia y popularidad tienden a tener ese

efecto en la gente. Ahora, sin embargo, mientras nos maniobraba por el terminal abarrotado, era consciente de que su aura estaba de alguna forma mejorada, como si hubiera sido mordido por una araña y se hubiera vuelto todo un superhéroe. Mientras antes había estado plenamente consciente de su encanto y había trabajado al máximo su efecto de atracción en las chicas, ahora su seguridad parecía totalmente inconsciente para sí mismo. Era completamente indiferente al efecto que estaba teniendo en la gente. Una mujer arrastrando una maleta con ruedas giró para mirarlo por encima de su hombro mientras pasábamos y un par de chicas riendo, un poco más jóvenes que yo, se dieron codazos la una a la otra. Atraía a la gente a él, pero las dejaba en una especie de despertar, balanceándose esperanzadoramente tras él. Jack vestía jeans y una camiseta blanca de cuello redondo. Sus lentes de sol colgando de su cuello. Cuando salimos bajo la alegre luz del sol, se los puso y destelló una sonrisa hacia mí. Sí, podía haber salido de un anuncio de lentes de sol de Police, pensé con una familiar punzada de envidia. Yo, por otro lado, me sentía pálida y demacrada en esta tierra de gente bronceada y refinada. Quería ir a casa y darme una ducha. Casa, pensé, con una sacudida; ya estaba pensando en esto como casa. Y era sólo el vestíbulo de llegadas del LAX.

Jack mantuvo el flujo constante de conversación en el camino hacia el sur de Oceanside. Mi repentina llegada sentada entre nosotros, un gran elefante blanco en el auto. Lo ignoré estudiadamente y me enfoqué por el contrario en absorber todo sobre él. Y el auto. No sabía nada de autos, pero este era en serio impresionante. ¿Cuánto les pagaban a los Marines estos días? Tenía interior de cuero, techo bajo, un sistema de sonido para matar y una voz automática que nos dio la bienvenida cuando entramos. Jack condujo el auto suavemente, presionando el límite sin una onza de vacilación mientras girábamos dentro y fuera del tráfico en la autopista. Me relajé contra el asiento y lo dejé hablar. Sus ojos volaban de mí al camino por delante, hacia el espejo retrovisor, luego de vuelta a mí. Me estaba contando sobre su casa, que estaba cerca de la playa, lo que sonaba bien, mucho mejor que vivir inmediatamente en el atracado sur central de Londres.

Sus palabras empezaron a despejarme a medida que me enfocaba en él, observando su perfil. Lucía mucho más adulto que el chico adolescente que había sido la última vez que lo vi, estaba bronceado y su cabello oscuro había crecido más que su habitual cabello rapado. Tres años era un largo tiempo, suponía, ambos habíamos cambiado un montón. Me preguntaba cómo lucía para él. Como si leyera mi mente, lanzó sus ojos en mi dirección, luego miró de vuelta a la carretera. —Luces diferente, Lila. —Sí, me veo demacrada —dije—. No creo haber dormido en treinta horas o más. Se detuvo un momento. Esperé que no fuera a preguntarme por qué. Podía ver que estaba pensando en ello. Sin embargo dijo—: Casi no te reconozco cuando apareciste por el pasillo de llegadas. No respondí. En los tres años desde la última vez que nos vimos había crecido a lo mucho un poquito más que mi altura de antes, pero aún me llevaba unos buenos trece centímetros de su metro ochenta. Mi cabello aún era largo, aunque quizás más apagado que el rubio miel que recordaba. Sin sol que incidiera en Inglaterra. Teníamos exactamente los mismos ojos, ambos verde oscuro, ambos enmarcados con gruesas pestañas negras, aunque las suyas eran incluso más largas y gruesas que las mías. Había, por supuesto, un cambio aún más importante, pero no era algo físico y ya que no podía leer mi mente, estaba segura de que no estaba hablando de eso. Me removí en mi asiento, tratando de evitar pensar en eso. Mientras alcanzaba la palanca de cambios, algo capturó mi mirada y me incliné para tocar su brazo junto a la manga de su camiseta. Vio mis cejas elevarse y se estiró para levantar la manga, exponiendo su bíceps y un tatuaje en tinta negra de dos espadas cruzadas. Las palabras Semper Fi estaban grabadas sobre ellas. —¡Mamá estaría tan enojada!

—¿Sí? Bien, ella no está alrededor para verlo, ¿no? —Bajó la manga y miró fijamente el camino por delante. Me giré para mirar fuera de la ventana también. No debía haber mencionado a mamá. Cinco años no parecían haber suavizado el efecto de oír su nombre. Podía ver sus músculos tensarse en su mandíbula. Él era tan fácil de leer como lo era yo, cada emoción golpeaba su rostro como una señal de neón. No podía creer que me las hubiera arreglado para molestarlo a media hora de volverlo a ver. Realmente necesitaba no hacer eso si tenía alguna esperanza de convencerlo de dejar que me quedara en un futuro predecible. —¿Qué significa? —pregunté para distraerlo. La mandíbula de Jack se relajó. —Es el lema del Cuerpo de Marines. Siempre Fieles. Las espadas cruzadas son el lema de La Unidad. Es algo que todos hicimos cuando terminamos recon y entrenamiento de operaciones especiales.

Su unidad… me había hablado sólo escasamente por teléfono sobre su unidad. No sabía mucho sobre ella del todo; me había llevado meses incluso darme cuenta que “recon” significaba reconocimiento. Aunque aún no había descifrado exactamente qué hacían en reconocimiento. Lo que sí sabía era que el entrenamiento había durado dos largos años, durante los cuales no había estado muy en contacto. Eso había sido difícil. Un pensamiento se me ocurrió. —¿Alex también tiene uno? —Síp, por supuesto. Por supuesto. Pude haberlo adivinado. Me abstuve de preguntarle: ¿Si Alex tomara veneno, lo harías tú también? Eso era lo que mamá solía decir todo el tiempo, pero pensé que el recordatorio no le iría muy bien. —Vendrá más tarde por cierto. No puede esperar a verte. Mi corazón dio un vuelco. Estaba segura de que golpeó fuera de mi pecho como en los dibujos animados. Miré a mi hermano, mordiéndome el interior de

mis mejillas para controlar mi inevitable sonrisa. No quería que viera cuán extasiada me había puesto ese pedacito de información.

Media hora más tarde aún estábamos envueltos en el frío aire acondicionado del auto. Estaba mirando fijamente hacia afuera al océano azul a mi derecha, envuelta en fantasías que implicaban a Alex en uniforme, cuando Jack interrumpió mi ensimismamiento con un asentimiento a su izquierda. Estábamos pasando un desvío. Una gran señal anunciaba la entrada a la Base del Cuerpo de Marines en el Campamento Pendleton. Algunos camiones del ejército giraban por delante de nosotros. Entrecerré los ojos hacia el camino mientras los pasábamos. —Así que, ¿es aquí donde trabajas? —De hecho, lo es. —¿Es grande? Parece grande. —Quinientos kilómetros cuadrados. Hemos estado conduciendo a lo largo de él por los últimos treinta minutos. Pensé en eso por un segundo. —¿No vives en una base? —No, nuestra unidad no lo hace. Necesitamos estar junto a San Diego y la frontera. ¿La frontera? Con México, asumí, no con Orange County. Me pregunté por qué era importante eso. La única cosa en la que podía pensar era en drogas, o quizás inmigrantes ilegales, pero no le pregunté ya que sabía que Jack no me daría una respuesta directa. Siempre cambiaba el tema cuando preguntaba qué estaba haciendo en realidad su unidad. Sabía que no habían estado desplegados en el extranjero, gracias a Dios, pero parecía un poco raro que hubieran pasado todo ese entrenamiento sólo para asentarse al sur de California, de vuelta a ropa de civiles y

conduciendo autos veloces. Y, de cualquier manera, ¿no debería la policía de control de fronteras lidiar con las drogas y los inmigrantes? A un par de kilómetros más adelante del camino, llegamos al Oceanside. Era un pequeño edificio blanqueado por el sol de cara al Pacífico, la clase de lugar que ves en las películas, con palmeras meciéndose lánguidamente en la brisa. Condujimos a través de algunas calles traseras, lejos del océano, y nos detuvimos frente a una pequeña vivienda unifamiliar de dos pisos. Tenía un jardín frontal cuadrado, con escaso césped y un porche de madera corriendo a lo largo del frente. La casa estaba pintada de gris. Había un garaje integrado hacia el cual nos dirigimos, Jack presionó un botón en el auto que hizo que la puerta del garaje se levantara para nosotros. Cuando entramos a la casa por la puerta interna, me detuve en seco. Había imaginado algo semi escuálido, como su habitación solía ser, y sin embargo me encontré con una sesión de fotos de la Casa Ideal. Contuve mi aliento en el vestíbulo cuando vi una pequeña mesa de cartas de madera cerca de la puerta. Se veía extraña puesta allí. La última vez que la había visto había sido cinco años atrás, de vuelta en nuestra casa en Washington. Miré alrededor de la casa más cuidadosamente, detectando uno o dos objetos más de nuestra niñez. Un librero descolorido en la sala, una impresión enmarcada de Klee pintada en el vestíbulo, un perchero de abrigos antiguo frente a la puerta. No es de extrañar que me hubiera parecido tan acogedora a primera vista. Era como ponerse un viejo abrigo familiar en el invierno. Incluso aunque ella nunca hubiera entrado en esta casa, el toque de mi madre estaba en todo el lugar. La cocina, a la que Jack me conducía ahora, estaba ligeramente decorada a la antigua, con un gran lavabo de cerámica, crujiente piso de linóleo y una endeble mesa barnizada con sus sillas. Miré alrededor buscando algo familiar ahí. La única cosa que reconocí fue una tarjeta del Big Ben pegada a la puerta de la nevera, una que le envié a Jack hace un año o dos. Me pregunté qué había escrito al reverso, probablemente alguna mentira descarada sobre lo feliz que era. Me acerqué a ella. Estaba colocada entre un montón de otros papeles deshechos y una o dos fotos. Me estremecí cuando vi que una era de mí, tomada la última vez que estuve en Washington, tres años atrás. Me sentí apenada por mi yo de catorce años de edad cuando la miré. Tenía una expresión afligida, como si

estuviera escondiendo un terrible secreto. La ironía era que en ese entonces, ni siquiera sabía cuán terrible era ese secreto; sólo había sido una chica asustada de catorce años, confundida por la grieta abriéndose entre su padre y su hermano, y sin estar segura de que volvería a ver a su hermano o su mejor amigo alguna vez. Resistí la urgencia de arrancar la foto de la nevera y rasgarla. Casi ni quise mirar la otra foto, la cual había capturado con el rabillo del ojo. Hacerlo sería como arrancar una costra que picaba: un momentáneo sentimiento de satisfacción, seguido rápidamente por el dolor y la coagulación. Era una desgastada foto de una despampanante mujer rubia, capturada a media risa, uno de sus brazos envueltos apretadamente en torno a un chico mirándola, su cabeza ensombrecida debajo de la barbilla de ella, el cielo azul detrás de ellos. El chico era Jack y la mujer era mi madre. La cima de otra cabeza rubia, aparecía en la parte baja de la izquierda de la foto, pero era imposible decir que era yo. Me alejé, queriendo proteger a Jack de la imagen, entonces recordé que él la había puesto allí y era confrontado a ella cada vez que iba a tomar la leche. Supuse que era un progreso. —Es un lindo lugar, Jack. Realmente lindo. —Sí —asintió—. Es bueno venir a casa. Asentí silenciosamente, entonces, experimentando con mi voz indiferente, pregunté: —Entonces, ¿dónde vive Alex? Me sorprende que no sean compañeros de habitación. —Mi voz indiferente necesitaba pulirse. Jack rió. —Contrariamente a la opinión popular, hermanita, Alex y yo no estamos unidos de la cadera. Alex vive a cinco minutos. Tiene un magnífico piso de soltero frente al océano. Mi corazón rebotó de regreso a mi pecho. ¿Piso de soltero? Por supuesto. Era absurdo que Alex no estuviera citándose con chicas. Era hermoso, y sí, estaba cegada por los perjuicios, pero era aún así un hecho indiscutible. Para cualquiera. Juntos, él y Jack habían copado el mercado de belleza y carisma.

Cuando tenía cerca de diez, tuve que ver en silenciosa agonía a Alex citarse con algunas chicas, todas mayores que yo, todas capaces de rellenar un sujetador, y casi me había matado mirar. Pero en el mundo de fantasía que había creado en mi mente desde que crecí, Alex vivía en un vacío libre de chicas. Era la única manera de mantenerme cuerda. Ahora las palabras “soltero” y “piso” se habían puesto muy de moda en mi mente y estaban borrando esa fantasía cuidadosamente elaborada y volviéndola a dibujar, con imágenes de jacuzzis y mujeres en bikini.

Respira, me recordé a mí misma. Este es Alex. No Jack. Alex, quien siempre jugaba al popular, se había juntado a la extroversión de Jack. Pero nunca había sido uno de esos que perseguía a las chicas, era el que siempre se disculpaba con ellas cuando Jack olvidaba sus nombres. El que se quedaba atrás, mirando silenciosamente con una ceja rubia enarcada cada vez que Jack entraba a matar. E incluso si tenía un piso de soltero, no significaba que se entretuviera con un flujo de mujeres cada noche, o incluso alguna noche.

Sí, síguete aferrando a esas pajillas, Lila. —¿Tienes hambre? ¿Sed? —preguntó Jack. Ciertamente no tenía hambre ahora. Mi estómago estaba hecho nudos. Sacudí mi cabeza. Jack me condujo por el pasillo, donde me detuve en frente de una pequeña caja blanca en la pared cerca de la puerta principal. —Esta es la alarma —dijo, abriendo la caja de un chasquido. Dentro, había una línea de luces parpadeantes que lucían como de la era espacial y un tablero táctil con letras y números en él. —El código es 121205 —dijo—. Tienes que colocar la alarma cuando estés en casa, no sólo cuando salgas. Si alguien la activa cuando estés dentro, todo el lugar se bloqueará. No serás capaz de salir. Sólo aguanta firme y espera por mí o la policía. Lo miré fijamente en silencio por unos segundos. No había pillado las instrucciones, sólo el código. Era la fecha de la muerte de mi madre. Jack ignoró mi expresión y cerró la caja de golpe. Entendía la paranoia. Papá también había

instalado una alarma en nuestra casa en Londres. Pero tener una alarma no había ayudado a mamá. Jack recogió mi equipaje que había lanzado al pie de las escaleras y me señaló hacia arriba, al piso de arriba. Fui primero, deteniéndome en el rellano, sin estar segura de cuál puerta tomar. Jack se adelantó, pasándome hacia la puerta al final del corto pasillo. La abrió y me dejó entrar primero en lo que iba a ser mi dormitorio por los próximos días, tantos como me dejara quedar. Era lindo y simple. Una única cama, un vestidor con un puntiagudo cactus en una maceta roja en la parte superior y una cómoda silla azul encajada en la esquina; otra reliquia de nuestras vidas anteriores. La ventana daba al jardín trasero. Definitivamente haría de esta habitación mi hogar para siempre. —Es genial. Gracias —dije, girándome hacia él. Fue algo incómodo, él no sabiendo por qué estaba allí. Yo no diciéndoselo, y él no preguntando. Puso mi equipaje sobre la silla. —¿Quieres dormir? Probablemente lo necesitas. Tengo algunas cosas que hacer esta tarde. Tú duerme, cuando despiertes, cenaremos y hablaremos —dijo. Sí, ahí está, lo dijo: hablaremos. Supongo que sabía lo que venía. Tenía algunas horas más para pensar en algo que decirle. Miré el reloj sobre la mesita de al lado. Eran cerca de las 3:30 p.m. De hecho dormir sonaba como una muy buena idea, especialmente cuando miré otra vez a la cama. —Bien, suena como un plan —acordé. Lo miré y entonces avancé hacia donde estaba parado en la puerta. Me detuve a unos centímetros de él y dejé mi cabeza caer contra su pecho. Llevó sus brazos a mí alrededor mientras murmuraba entre su camiseta—: Gracias. —Oye, no hay problema —dijo suavemente. Sentí sus labios presionarse contra la cima de mi cabeza y entonces se alejó. Me senté en el borde de la cama y me saqué mis zapatos de una patada, luego caí de espaldas sobre las sábanas frescas. Se sentían tan atrayentes, pero mi piel estaba pegajosa y húmeda del viaje, y necesitaba una ducha más de lo que

necesitaba dormir. Gemí y me senté otra vez, mirando alrededor por mi equipaje. Se cernía sobre la silla, el cierre se abrió por sí mismo y se movió hacia mí. Con sorpresa me di cuenta de lo que estaba haciendo y lo dejé caer al piso con un ruido sordo. —¿Lila? ¿Estás bien? —gritó Jack desde abajo. —Eh, sí, bien, sólo se cayó mi equipaje —grité en respuesta. Me arrodillé en el suelo, respirando audiblemente. Tenía que mantener esto bajo control. No usaría más mi habilidad, para nada. Esa era la regla. Absolutamente tenía que apegarme a ella si quería evitar más incidentes con globos oculares. O peor. Tenía que concentrarme. Lo controlaba bastante bien en la escuela y cuando estaba alrededor de personas. Era sólo cuando estaba cansada que se hacía difícil controlarlo. El cansancio y tener un cuchillo sujeto contra mi garganta. Busqué entre mi equipaje, tanteando por mis cosas de baño y una camiseta limpia. Se sentía raro. Estaba usando mis músculos, y no los había usado por mucho tiempo. Iba a tener que acostumbrarme a eso.

3 Traducido por Shadowy

M

Corregido por Yonoestoyloca

e senté en el borde de la cama, sintiéndome aturdida por el cambio de horario pero zumbando como si una línea de alta tensión hubiera sido conectada a mí mientras dormía. Había sido despertada por voces de abajo; uno era Jack, podía oírlo riendo y bromeando alrededor. La otra voz era más suave, más profunda, y la reconocería en cualquier parte, incluso en mi sueño. Había atravesado mis sueños y me había codeado a la conciencia. Alex. La habitación estaba sombría, y era de noche afuera. Giré para mirar el reloj. Eran las 7:30p.m., pero se sentía como si sólo hubiera dormido por diez minutos. El cambio de horario se estaba metiendo con mi cuerpo, pero ni la mitad de como esa voz de abajo lo hacía. Mi corazón estaba acelerado, podía sentir mis mejillas comenzando a arder. Miré el interruptor de la luz y entorné mis ojos, la luz parpadeó hasta encender, luego inmediatamente se apagó. Me levanté, frunciéndome el ceño, y accioné el interruptor con la mano. Una parte de mí, una gran parte de mí, quería saltar fuera de la habitación y bajar las escaleras justo en ese segundo. La necesidad de verlo era de repente abrumadora. Se sentía como si hubiera estado atascada en el fondo del océano durante los últimos tres años, sobreviviendo en una bocanada de aire, y ahora pudiera ver la superficie, o un tanque de oxígeno, sólo a unos pocos metros de distancia. Pero el cabello de recién levantada y una arrugada camiseta no eran un buen aspecto y la vanidad se apoderó de mí. Unos pocos minutos más no matarían, mientras que Alex mirándome y pensando que parecía el interior de una bolsa para el mareo, lo haría.

¿Qué usar, sin embargo? No había estado pensando en todo eso directamente cuando había empacado y en consecuencia descubrí un surtido aleatorio de ropa en los cajones. Aunque parecía haber cubierto todas las bases, me di cuenta, aparte de esquiar. Saqué un vestido de seda azul eléctrico. No estaba segura de qué escenario surgiría donde iba a necesitar eso pero, oye, nunca se sabe. También había una camisa de escuela, la cual arrugué y disparé al cubo de la basura. No necesitaba ningún recordatorio de dónde debería estar justo ahora. Al final me puse unos jeans y sustituí la camiseta que había usado en la cama por otra de chaleco púrpura. Me volví para mirar en el espejo sobre el vestidor. Mi cabello estaba por todas partes, había ido a la cama con él mojado y ahora estaba haciendo una buena imitación de una rubia Alice Cooper. Lo alisé, pasando difícilmente un cepillo a través de las puntas para sacar los enredos. Me incliné cerca al espejo. Normalmente no me preocupaba por el maquillaje, pero esta noche realmente lo necesitaba para dar una impresión. Un poco de rímel, tal vez algo de protector labial. No necesitaba ningún rubor, eso era seguro. Dirigí mis ojos alrededor del vestidor, buscando mi bolsa de maquillaje. No estaba en ninguna parte a la vista. Dejé escapar un gemido. Estupendo. Simplemente estupendo. El único día en que necesitaba verme increíble, parecer mayor, mi bolsa de maquillaje estaba a cinco mil kilómetros de distancia. Valoré de nuevo mi reflejo en una especie de pánico. Ayer parecía una cosa muerta, ahora parecía muy, muy viva. Casi demasiado viva, como si estuviera en algo. Lo cual, se supone, estaba en cierto modo. No había nada que pudiera hacer al respecto, por desgracia. Cepillé mi cabello detrás de mis orejas y mordí mis labios para hacerlos más rojos, esperando que alejara la atención de mis mejillas ardientes. Tomé una respiración profunda, luego otra. Podía hacer esto. Llegué a la cima de la escalera y agarré la barandilla con todas mis fuerzas. ¿Cómo era que podía hacer a los objetos inanimados cumplir mis órdenes, pero no podía conseguir que mis propias piernas obedecieran? Di el primer paso y las voces en la cocina se detuvieron a media frase. Me sentía como una actriz a punto de salir al escenario en frente del mundo, sin saber las palabras o siquiera haber leído el guión.

Pude oír el sonido de sillas apartándose de la mesa así que retomé mi ritmo, queriendo llegar a la parte inferior antes de que ellos pudieran. Tomé los siguientes escalones de a dos a la vez. Alcancé a ver la parte superior de la cabeza de Alex e inhalé rápido, mi frecuencia cardíaca por las nubes. Perdí el siguiente escalón y fui cayendo hacia delante. En la fracción de segundo antes de golpear la pared todo lo que pude pensar era que esta no era exactamente la reunión con la que había fantaseado en mi cabeza cada hora de cada día durante los últimos tres años. Mis ojos se cerraron involuntariamente para evitar la colisión y me preparé. Golpeé algo bueno y duro, pero no era una pared. Abrí un ojo lentamente, dando un vistazo. Alex estaba sosteniéndome por la parte superior de mis brazos donde me había atrapado. Había chocado justo en su pecho. Mis manos estaban extendidas contra él. Se balanceó hacia atrás en sus talones, sin desprenderse de mí. Yo estaba pensando que tenía que mover mis manos pero, al igual que mis piernas antes, ellas no obedecían. Aquí estaba él, literalmente en la punta de mis dedos; había soñado con esto, aunque había habido menos ropa en mi sueño, por mucho tiempo ahora. Podía sentir los músculos de su pecho y, síp, estaban a la altura de la fantasía. Mi cabeza apenas llegaba a la altura de sus hombros. Sólo quería descansarla allí y no moverme pero Jack estaba entrando en mi visión periférica y no quería que viera la mirada aturdida de deleite que estaba seguramente en mi cara. Me enderecé, apartándome bruscamente. Alex se soltó de mí. Tomé aire. Él era incluso más hermoso de lo que había recordado. Su rostro bronceado y ojos azules como hielo hicieron que mi estómago se tambaleara violentamente, y agarré la barandilla con una mano para detenerme de caer otra vez. Eso sería malo. —Lila. Es bueno verte. —Alex se rió. Le devolví la sonrisa con remordimiento. —Hola, para también a ti —dije incomprensiblemente, mientras el poder del habla coherente momentáneamente me abandonaba. —¿Conseguiré un abrazo apropiado? —dijo, y abrió sus brazos. Entré en ellos. Se sentía familiar, cálido y, a decir verdad, inesperadamente doloroso también. No físicamente, pero su cercanía, el éxtasis del olor y el toque

familiar, trajo tantos recuerdos de antes; era como si alguien hubiera encendido un televisor justo en mi cabeza desde el silencio al máximo volumen. —Ha pasado mucho tiempo… te ves bien. —dijo Alex, mientras entrabamos en la cocina. Sacó una silla para mí y me senté mientras él se recostaba, largo y delgado, contra la encimera de la cocina. Jack se giró hacia la estufa donde algo estaba cocinándose. —Así que, ¿cuál es el problema entonces? —dijo Alex—. ¿Por qué la fuga al sur de California? ¿Londres no se mueve lo suficiente para una chica adolescente, así que tienes que revisar el factor de entretenimiento de una ciudad militar? Tal vez Jack lo había incitado a hacerlo. Aunque lo dudaba. Alex nunca hacía nada que no quisiera hacer. —Más o menos, algo así —murmuré. No quería contestar ninguna pregunta en este momento. Sólo quería disfrutar del momento. Para lo cual le resté importancia al comentario de adolescente. Estaba de vuelta con las dos personas en el mundo que más amaba. Me sentía completa. Y más feliz de lo que había estado en un largo tiempo. —Entonces, ¿cuándo va a venir Sara? —le dijo Alex a Jack. Bueno, eso no duró mucho. Sentí la sonrisa derretirse en mi cara, mi caja torácica comenzando a resquebrajarse. ¿Quién era Sara? —Está trabajando. Dijo que nos vería mañana —respondió Jack sobre su hombro. —Es una pena. Está muy ansiosa por conocerte, Lila. Vas a amarla —dijo Alex en mi dirección. Eso lo hizo. Mi corazón patinó hasta detenerse. Alex tenía una novia y había usado su nombre y la palabra “amor” en la misma frase. —La mujer que domó a Jack —continuó Alex—. Tengo que reconocérselo, ella ha hecho algo que ninguna otra mujer ha sido capaz de hacer. Sacudí mi cabeza y sentí mi corazón comenzar a latir de nuevo.

—No lo entiendo. ¿Qué estás diciendo? —Me volví hacia Jack—. Tú, ¿tú tienes novia? Jack, por mi conocimiento, el cual claramente tenía enormes agujeros del tamaño supernova en él, era casi probablemente tan candidato a novio como yo lo era para conseguir el premio de asistencia este año en la escuela. Aventuras, coqueteos, jugueteos de una sola noche, pero Jack por lo general corría gritando ante el compromiso. O tal vez no. Tal vez en los últimos tres años había dejado de conocerlo. —Síp, hermanita, tengo una novia —dijo él. Mi mandíbula cayó abierta. Me puse de pie y salté sobre la encimera al lado de la estufa, así podía mirar directamente a Jack. —Quiero detalles. —Su nombre es Sara. Pásame la mostaza. —Se volvió, sosteniendo un sartén chisporroteando hacia la mesa. —¿Sara qué? No sé donde guardas la mostaza. No cambies el tema. Alex se movió a mi lado de la estufa y se estiró sobre mí para abrir el armario detrás de mi cabeza. Tuve que agacharme un poco para evitar la puerta. Mientras me inclinaba a un lado, me rocé contra su brazo extendido. Mis pensamientos se desviaron de repente mientras mi corazón se aceleraba. El armario se cerró de un golpe detrás de mí y Alex giró para entregarle la mostaza a Jack. En el segundo que su cabeza estuvo de perfil a mí, grabé cada detalle de él en mi mente como si fuera papel fotográfico y él fuera el sol. Estaba tan cerca que sólo hubiera tenido que mover mi rostro un centímetro o dos hacia delante para presionar mis labios contra su cuello. Resistí las ganas de trazar la sombra de barba a lo largo de su mandíbula hasta el hoyo de su barbilla. Su cabello rubio oscuro había sido recientemente cortado a lo militar, podía decirlo por la delgada línea blanca que trazaba su línea de cabello en la nuca de su cuello, la cual resaltaba de su bronceado. Había una arruga cerca de sus ojos que parecía sospechosamente el comienzo de una línea de risa. Sentí una punzada de celos de que alguien más estuviera haciéndolo reír, llegando a oírlo reír. Era totalmente patética, me di cuenta de eso.

Alex giró de vuelta hacia mí como si me sintiera examinándolo y aparté mi mirada, echando un vistazo sobre su hombro a los filetes que Jack había puesto en la mesa. De repente sentí calor sobre la piel desnuda de mi cintura, donde mi camisa se había subido encima de mis jeans. Entonces fui levantada limpiamente de la encimera y colocada suavemente en el suelo. Incliné mi cabeza hacia arriba. Él definitivamente había crecido demasiado, era tres o cuatro centímetros más alto que Jack ahora. Alex movió sus manos de mi cintura y me dio una sonrisa rápida. —¿Cena? —dijo, inclinando la cabeza hacia la mesa. Sacó mi silla y yo más o menos caí en ella. Él la empujo y tomó la silla diagonalmente opuesta. Me recompuse y me centré en Jack. —Entonces, vamos, empieza a hablar. ¿Quién es Sara? ¿Dónde la conociste? Jack se sentó frente a mí. —Ella trabaja con nosotros, con nuestra unidad. —Sus ojos parpadearon hacia Alex. —Ella es genial —dijo Alex. No me gustaba que Alex llamara a cualquier chica, incluso la novia de mi hermano, genial. Un horrible pensamiento surgió como un tiburón. Sólo porque Sara no era su novia no significaba que no tuviera una. Pero si la tenía, ¿Jack habría dicho que vivía en un piso de soltero? No sabía cuál versión prefería que fuera verdad. Era como jugar a la ruleta rusa con una cámara llena. —Pero pensé que las mujeres no eran permitidas en los Batallones de Reconocimiento Marine. —Sabía esto ya que lo había googleado para comprobar. —No lo son. Ella no es un Marine. Es una neurocientífica. Eso me detuvo en seco. —¿Una neurocientífica? ¿Por qué necesitan una neurocientífica en su unidad? Capté la mirada de reojo que Alex le estaba dando a Jack. Como si él también estuviera interesado en ver lo que Jack diría. Eso era extraño.

—Um, bueno, es una especie de práctica habitual —dijo Jack a tientas. ¿Lo era? ¿Qué tipo de cosas raras estaba haciendo el ejército estos días? Entrecerré mis ojos hacia él. —Entonces, ¿estás saliendo con alguien que estudia cerebros? ¿Es este un experimento para ella o algo así? —Ja, ja. —¿Qué edad tiene? —Estaba segura que los neurocientíficos no sólo dejaban la universidad después de tres años. Jack debe estar saliendo con una mujer mayor. —Veintiséis. —Atrapó mi mirada. Una advertencia para detenerme justo allí. Contuve mi respuesta original. —Entonces, ¿cuánto tiempo han estado saliendo? ¿Dónde vive? —pregunté. —Ocho meses. Ella vive en la base. —¿Pensé que dijiste que tu unidad vivía fuera de la base? —Ja, lo había pillado. Él continuó suavemente. —Lo hacemos. Ella no. Es mejor para ella estar en la base. —¿Por qué? —pregunté. —¿Puedes pasar la mostaza? —interrumpió Alex, estirándose y dándole a Jack una mirada dura. Luego se giró hacia mí. —Así que, hablemos de arreglos de vivienda… Lo miré fijamente a él ahora. Siempre sabía cuando estos dos estaban actuando sospechosos. Como la vez que había entrado en la habitación de Jack y los encontré actuando exactamente de la misma forma. Tratando de distraerme. Habían estado tratando de esconder una copia de Playboy.

Las palabras de Alex seguían colgando en el aire. Los dos estaban mirándome con preguntas, en realidad una pregunta, en sus ojos. Era un ataque doble. Corté un trozo de carne para comprar algo de tiempo. El cuchillo tenía un borde dentado. Lo puse en mi plato y lo miré. De repente no me sentía con ganas de comer. —Lila, ¿vas a decirnos por qué estás aquí? Miré a Jack y las palabras no salían. No sabía cómo decírselo. El secreto que había estado dentro de mí por tanto tiempo no saldría. No sabía cómo encontrar las palabras para siquiera describirlo. Y además estaba teniendo síndrome de abstinencia. No había ningún sentido en decirles. Podría inventar miles de excusas pero la verdad era que no podía soportar la idea de Alex mirándome como si fuera un fenómeno. Era suficientemente malo que me mirara como la hermana de Jack. Tomé una respiración. —Es tiempo de revisión —traté—. Sólo pensé en un capricho que sería un buen momento para venir y revisar las universidades. —¿Universidades? —Jack estaba frunciendo el ceño. —Sí, ya sabes, ¿los lugares a los que vas a obtener una educación superior? O, alternativamente, los lugares que abandonas cuando decides inscribirte en la milicia. —Muy graciosa. Estás que arde esta noche, Lila. ¿Por qué estás mirando universidades por aquí? No parecía feliz. Miré a Alex, quién había dejado de masticar y ahora estaba observándome con mucho cuidado. No podía decir lo que estaba pensando. Maldición, él podía ser tan reservado a veces. —Pensé que la universidad aquí sería mejor. La Universidad de San Diego tiene una buena reputación. O está la USC1… —terminé débilmente. —Lila… no estoy seguro de que California sea una buena idea. Sus palabras me atravesaron, haciendo que mis entrañas se crisparan. 1

USC: siglas para Universidad del Sur de California.

—Yo… pero… no puedo quedarme en Inglaterra. —Mira, no es que no quiera que estés aquí. Es sólo… —Buscó alrededor por las palabras—. Hay lugares más seguros. Sí, seguros como el sur de Londres, pensé. Se me ocurrió que debería sólo decirle sobre ser asaltada. Tal vez entonces él vería que la lógica de su argumento era seriamente defectuosa. Pero eso sólo abriría una enorme lata de gusanos. Y, de todos modos, no había lógica en su argumento. Oceanside era difícilmente un hervidero de delincuencia. Una enorme base militar en el camino tenía que actuar como una sirena intermitente para la mayoría de los criminales, excepto los verdaderamente estúpidos. Pero entonces ¿por qué él tenía la loca alarma en la casa? Tal vez Oceanside era alguna capital del crimen y yo sólo no lo sabía. Pero aún así. De repente, los ojos de Jack se entrecerraron. Puso el cuchillo y el tenedor abajo. —¿Se trata de un chico? —¿Qué? —¿De dónde vino eso? Mi mente se paralizó ante el giro totalmente inesperado—. ¿Un chico? ¿Qué? ¡No! ¿Sabía acerca de Alex? ¿Era tan obvio? ¿Estaban ambos siguiéndome la pista? Durante años había estado planeando mi escape de vuelta aquí para la universidad y mi razonamiento no había tenido nada que ver con la diversidad de opciones de estudio y todo que ver con un chico. Aunque él no era técnicamente un chico ahora. —¿Entonces por qué lo repentino? ¿Eso no podía haber esperado? No irás a la universidad hasta más de un año. Sí, él me tenía con esa. —Te fuiste en medio de la noche. Ni siquiera llamaste. Sólo enviaste un correo electrónico. ¿Qué estabas planeando hacer si no lo hubiera recibido? —Um, ¿tomar un autobús?

—Lila. —Jack estaba irritado ahora—. No puedes sólo saltar al otro lado del mundo sin decirle a nadie primero. —Te envié un correo —dije—, y dejé una nota para María. —Olvida el correo, dejar una nota para el ama de llaves no cuenta. Sabías que ella llamaría a papá y que él me llamaría. Él no estaba… bueno, sólo digamos que no estaba muy feliz. —Jack se detuvo. Sabía que él no había hablado con papá en un largo tiempo y sólo podía imaginar la tensión entre ellos zumbando en la línea como interferencia. —Le dije que estarías bien conmigo… pero tienes que llamarlo mañana a primera hora. —Jack, ¿tenemos que hablar de esto ahora? —La velada se iba cuesta abajo rápidamente. Alex estaba mirando serio y yo estaba sintiéndome harta. Siempre había sabido que tendría que hablar con papá en algún momento pero con el teléfono siempre tenía la opción de colgar. Con Jack y Alex, no había tal salida fácil. Y estaba claro que ambos fueron entrenados en interrogatorios. Habían probablemente encabezado la clase. —Lila, ¿y si yo no hubiera estado aquí? ¿Qué habrías hecho entonces? Miré a Alex. Su expresión no había cambiado, seguía siendo indescifrable. No parecía que estuviera a punto de saltar a rescatarme. —Yo, supongo, yo… no lo sé. No pensé en eso. Pero habría estado bien, quería gritar. Puedo cuidar de mí misma. He estado cuidando de mí bastante bien, en realidad, considerando todas las cosas. Miré a mi plato. Las lágrimas punzando detrás de mis ojos. No podía creer que habíamos pasado de bromear a un regaño paternal, y de mi hermano de todas las personas, en el espacio de diez segundos. —Bueno, tal vez deberías haber pensado primero. Le disparé una mirada. ¿Qué estaba diciendo? ¿Qué no debería haber venido? ¿Qué él no me quería aquí? Escuché mi cuchillo y tenedor repiquetear en el plato y la silla raspar el linóleo mientras me apartaba de la mesa. No quería

sentarme aquí más, siendo interrogada. Necesitaba aire. Fui tropezando hacia la puerta trasera, la abrí de un tirón y salí, dejando que el mosquitero golpeara detrás de mí. Podía escuchar a Alex diciéndole algo a Jack y el sonido de una silla moviéndose. Traté de calmarme antes de que uno de ellos saliera detrás de mí. Miré alrededor. Estaba en la terraza trasera. Fui a apoyarme contra el alféizar alto hasta la cintura, mirando las siluetas de dos palmeras ondeando contra el cielo malva. La puerta se abrió suavemente detrás de mí pero no escuché a nadie moverse. Giré mi cabeza ligeramente para mirar. Era Alex. Estaba parado a sólo unos treinta centímetros detrás de mí. —Lila. —Habló en voz baja, casi un susurro—. ¿Estás bien? —Sí, estoy muy bien —dije. Puso su mano en mi hombro y cerré mis ojos mientras mi cuerpo se desenrollaba como un suspiro. —Oye —dijo, girándome suavemente para así poder mirarme. Sus ojos azules quemaban, incluso en la oscuridad. Su mano cayó de mi hombro y sentí mi cuerpo tensarse de nuevo—. Es sólo porque él se preocupa por ti —dijo. —Él no me quiere aquí. —Lo miré para tranquilizarme de que estaba imaginándolo, pero no llegó el consuelo. —No es eso, Lila. Sólo está preocupado por ti. Llegaste de la nada, con sólo una excusa endeble sobre la universidad. —No era una excusa… —Pero incluso a mis propios oídos, sonaba poco convincente. Alex inclinó la cabeza hacia un lado y me dio una media sonrisa. —Lila, ¿cuánto tiempo te he conocido? ¿No crees que veo a través de ti en cuestión de segundos? Esperaba que no fuera así de transparente o estaba en problemas.

—Mira —dijo—, no necesitas hablar sobre ello si no quieres hacerlo. Estás con nosotros y puedes quedarte tanto tiempo como necesites. Te quitaré a Jack de encima por ahora, pero deberías hablar con él, es tu hermano. Tanto tiempo como necesite, dijo él. Hmmm, no creo que él se diera cuenta que eso podría significar para siempre. Alex tenía razón, sin embargo, tenía que hablar con Jack. Había tratado de conseguir que él se diera cuenta que ya no era una niña. Que si yo decidía ir a la universidad aquí, no podía detenerme en realidad. Mordería el polvo e incluso terminaría otro año de escuela en Londres si tenía que hacerlo, pero iba a volver aquí el día en que mi último examen terminara. La cosa era que, quería que ambos me quisieran aquí también, por lo demás podría muy bien quedarme en Londres. Escuché que la puerta se abría de nuevo mientras Jack salía a unírsenos. Se movió con rapidez pasando a Alex, dándole una palmadita en la espalda ligeramente mientras pasaba, como si estuviera diciendo: gracias, me haré cargo desde aquí. Alex tomó la indirecta, se dio la vuelta y regresó a la cocina. Tuve un abrumador deseo de seguirlo, pero Jack se acercó a mi lado. Me apoyé en su hombro y suspiré mientras su brazo rodeaba mi espalda. —Lo siento, hermana. Sólo, recibí tu correo y estaba preocupado. Eso es todo. Simplemente parecía como que algo debe haber ocurrido… para hacerte ir así. No es como que suelas huir. —No estaba huyendo. Estaba apurada, hay una diferencia. —Aún es huir, Lila. —Nada ha ocurrido, Jack. No tienes que preocuparte por mí. —Por supuesto que me preocupo por ti. Me preocupo por ti todos los días. Eres mi hermanita. —Ya no soy pequeña, Jack. —Tú siempre vas a ser mi hermanita. Sabía que no podía discutir con eso.

—Estoy muy contento de que estés aquí, Lila. —Besó un lado de mi cabeza—. Te he extrañado. Puedes quedarte tanto tiempo como quieras, una semana, dos semanas, lo que sea. Vamos a hablar sobre ello en la mañana. ¿Una semana o dos? Mi corazón ardió ante el pensamiento. Eso no iba a ser ni de cerca suficiente.

4 Traducido por LizC

E

Corregido por Michy

ran sólo las dos de la mañana y yo estaba sentada muy erguida en la cama, la sábana hecha una bola en mis puños. Mi corazón latía como si acabara de hacer una carrera de velocidad a campo traviesa, podía oír el tamborileo de sangre en mis oídos. Me tomó un tiempo en centrarme en lo que me rodea, dejando que mis ojos se acostumbraran a la oscuridad. Mi ritmo cardíaco ralentizó a medida que reconocí dónde estaba y la adrenalina empezó a filtrarse. Levanté mis piernas por el borde de la cama y permanecí allí por un momento, mirando a la oscuridad difusa. Los sueños vívidos eran algo a lo que estaba acostumbrada. Después de que mi madre murió, había tenido la misma pesadilla por meses, de ella corriendo en pánico a través de nuestra casa, su vestido manchado con rojo. En esos sueños, yo era siempre la que la perseguía, mirándola apartar muebles y trastrabillar a ciegas antes de tropezar en el último escalón de la escalera. Luego mira hacia atrás, hacia mí, sobre su hombro y comienza a gritar y gritar en mi cara hasta que sus gritos me despiertan. Pero esta noche había tenido una peor. La pesadilla habitual estaba de vuelta, esta vez en alta definición. Podía oler su sangre. Era como óxido y cerezas tardías. Podía ver las espirales de madera en el grano de la barandilla girando como trompos. Según la norma, el sueño se reproducía con mi mamá tropezando en la escalera, mirando hacia atrás por encima del hombro y gritando hacia mí. Pero en lugar de despertar como siempre lo hacía, mi punto de vista cambió de modo que ya no estaba más delante de ella, estaba por encima de ella, viéndola morir a la distancia. Pero entonces me había visto a mí misma, en uniforme escolar, con las medias rotas y un rostro pálido con los ojos muy abiertos, sosteniendo el mismo cuchillo con el que casi había quitado el ojo del asaltante. La sangre le

corría por el borde serrado y la sentí gotear caliente y pegajosa sobre mi mano. Entonces me desperté. Pasé los dedos por mi cabello, tirando de la cinta para el cabello que se había soltado. Tenía que conseguir un poco de agua. Tenía que sacudir la imagen en mi cabeza y, mientras estaba en ello, dejar de obsesionarme con lo que había o no casi hecho a ese chico de vuelta en Londres. Fui de puntillas al pasillo. La luz de Jack estaba apagada. No quería despertarlo, sabía que tenía que levantarse temprano para ir a trabajar mañana, así que me arrastré por las escaleras tan silenciosamente como pude, lo cual no fue tan silenciosamente ya que las escaleras crujían bastante. Hice una pausa a mitad de camino para escuchar… ningún ruido de su habitación. Está claro que no tarda demasiado burlar a un operativo de las Fuerzas Especiales. Mis pies descalzos chirriaron en el linóleo en la cocina, me acerqué a la nevera y me quedé allí durante unos cinco minutos mirando la foto de mi mamá riendo, tratando de cauterizar la imagen por encima de la del sueño. Tal vez por eso Jack la tenía allí también, en un esfuerzo por borrar las otras imágenes, mucho peores que la imaginación podría producir. Finalmente, abrí la puerta de la nevera y dejé que el fresco aire condensado pasara por encima de mí, disfrutando de la piel de gallina punzante mi piel. —No tienes hambre, ¿verdad? Dejé escapar un chillido y luego me tapé la boca con la mano para reprimir un grito. —¿Qué diablos? Me asustaste —dije en voz baja, colgando de la puerta de la nevera para recibir soporte mientras mi corazón se reiniciaba. No podría aguantar mucho más de estos picos de adrenalina. Alex estaba de pie a centímetros detrás de mí. Se había colado desde Dios sabe dónde. Revisé mi estimación de capacitación en entrenamiento de reconocimiento Marine. Me volví lentamente, dándole una mirada, y tambaleando hacia la mesa. —Lo siento —dijo, mirándome con preocupación mientras encendía la luz del techo.

—Está bien —murmuré, parpadeando bajo la luz repentina—. Simplemente no esperaba verte, eso es todo. Pensé que habías vuelto a tu lugar. —Sí, nosotros, um... —Él vaciló y levantó la mirada—. Tuvimos un pequeño problema en el trabajo, Jack tuvo que ir y encargarse de ello, así que vine a dormir en el sofá, en caso de que despertaras y no supieras a dónde había ido. Sonreí y sacudí la cabeza hacia él. —Por lo general, una nota funciona muy bien. Él llevaba los mismos jeans azules que había tenido más temprano, pero se había quitado la camisa y estaba vestido sólo con una camiseta blanca. Era físicamente doloroso apartar mis ojos de sus hombros y brazos, como arrancar un curita de mis párpados. El mismo tatuaje de tinta negra que había visto en Jack cubría la curva de su brazo y quería presionar mis dedos en su contra y requisarlo en mi mano. Cuando me las arreglé para obligar a mi mente de nuevo a una pista X menos nominal, me di cuenta de que estaba mirando hacia abajo y su rostro tenía una expresión interrogante. Con un sobresalto, me acordé de que sólo llevaba una camiseta que llegaba hasta la mitad de mis muslos, apenas cubriendo el moretón que me había sacado de la bicicleta y el incidente del cuchillo. Pero no fueron mis piernas desnudas lo que estaba mirando, o el moretón. —¡Oye, reconozco esa camiseta! Oh Dios. Dentro de mi cabeza me doblé, encogiéndome. Podía sentir el calor elevarse en mis mejillas cuando, casualmente, con toda la indiferencia que era capaz de manejar, empujé de la parte delantera de la camiseta de mi cuerpo como si yo también me preguntara qué diablos estaba usando. Como si no lo supiera. Como si no me hubiera desvestido tan sólo unas horas atrás y puesto esa misma camiseta como lo hice casi todas las noches. Sin pensar, o al menos no pensando que la persona que solía poseer esa camiseta se cruzaría conmigo usándola en el medio de la noche. Traté de poner los ojos muy abiertos inocentemente. —¿Qué? ¿Esto?

Tenía el ceño fruncido ante el logotipo de Washington State casi desvanecido a través de mi pecho. Me hubiera gustado que se hubiera desvanecido por completo. —Sí, eso era mío, estoy seguro de ello —dijo. —Oh, ¿en serio? —Mi voz había adquirido una octava. Lo bajé—. Pensé que era una de las antiguas de Jack. La encontré por ahí un día y en cierto modo la adopté. Me arriesgué a echar un vistazo a él. Alex parecía perplejo. —Es buena para dormir —continué. —Sí, puedo ver eso. —Él sonreía ahora. Salté. El tema necesitaba cambiar antes de morir. —Entonces, ¿te apetece un poco de té? —Sí, está bien, gracias. Llené la tetera, sintiendo sus ojos ardientes en mi espalda. —¿Ha sido realmente tan malo? Me di la vuelta, frunciendo el ceño. —¿Qué quieres decir? —Londres. Vivir allí con tu papá. Puedo ver que no eres feliz. Puedo oírlo en tus correos electrónicos también. Dime qué está pasando. La tetera casi se cae de mis manos. —No mucho. Simplemente no es casa, ¿sabes? Alex no dijo nada, pero no me quitaba los ojos de encima tampoco. ¿Cómo explicarlo? Decirle que la razón por la que era tan infeliz era porque estaba lejos de él no era una opción a menos que nunca quisiera volverlo a ver.

Urgh. Esto era tan difícil. Especialmente con él enfocado en mí con tanta fuerza que era como si estuviera tratando de ver todo el camino a través de mí. Se hacía difícil mantener un tren de pensamientos en fila. Bajé la vista hacia el suelo. —En Washington, siempre me sentí parte de todo. En el medio de una familia. Te tenía a ti y a Jack. —Arriesgué mirar de nuevo hacia él. Me sonrió brevemente y luego volvió a sumirse en una media mueca—. En Londres no conocía a nadie aparte de mi padre y él no estaba mucho alrededor. Y no pude hablar por mucho tiempo, me sentía tan entumecida. —Mi voz se quebró—. En el momento en que pasó, yo sólo… me sentí tan independiente, tan diferente a todos los demás, como si no encajara. —Hice una pausa. Había tantas cosas que no podía decirle. Por ejemplo, cómo cuando le dije que era diferente a todos los demás, no estaba hablando de tener un acento americano y una madre muerta; estaba hablando de ser de repente e inexplicablemente capaz de mover cosas con sólo mirarlas. Creo que eso me clasifica para la categoría “diferente”. Diablos, me ponía al frente de la misma. Hubo un silencio incómodo. Me di la vuelta, encendí la estufa y me estiré en busca de las bolsas de té del armario en lo alto. —Hay tantas cosas que no sé sobre ti —dijo. Me mordí el labio. No tenía idea de cuánto. —¿Qué demonios? Giré mi cabeza para ver a qué le estaba maldiciendo Alex. Miraba a mi pierna derecha y hacía una mueca. Intenté con mi mano libre tirar de la camiseta hacia abajo para cubrir el feo moretón negro que se extendía como una mancha de aceite a lo largo de mi muslo. Alex se agachó, sus dedos vagaron sobre los míos mientras apartaba mi mano a un lado. Comenzó a trazar la línea del moretón hacia mi rodilla, como un médico comprobando alguna rotura. Fue rápido y metódico en ello, y me pregunté por un momento si se trataba de alguna respuesta Marine incorporada para las que fueron capacitados cada vez que veían lesiones. Si es así tendría que hacerme daño más a menudo. Respiré fuerte, no porque doliera, sino porque sus dedos estaban causando que pequeñas descargas dancen por mis piernas.

Apartó su mano. —Lo siento. En realidad, era yo la que lo lamentaba. Podría haberme quedado allí toda la noche y un poco más. Tiré de la camiseta hacia abajo y me volví de modo que Alex no pudiera ver más el moretón, avergonzada ahora para mirarlo a la cara en caso de que viera en mis ojos las mentiras que estaba a punto de decirle. Pero Alex sólo se movió en silencio hacia la nevera, la abrió y sacó algo de la bandeja del congelador. Luego dio la vuelta, buscando una toalla colgando de un lado. Envolvió la bolsa de hielo a cal y canto, y luego, con la mano en mi hombro, me subió de espaldas en una silla. Se arrodilló y apretó la toalla contra mi pierna. Gemí ante el frío repentino, pero no me hizo caso, tomando mi mano y colocándola en la parte superior del empaque de modo que pudiera mantenerlo en su lugar. Levantó la vista hacia mí. —¿Qué te ha pasado? —No es gran cosa —le contesté. Se puso de pie lentamente. —Entonces, ¿por qué no me lo dijiste? —Una pequeña línea fruncida apareció entre sus ojos—. ¿Qué pasó? ¿Tiene esto algo que ver con el por qué estás aquí? Entonces me di cuenta de que no podía reírme de ello. Él me conocía demasiado bien como para saber cuándo estaba mintiendo. Y tal vez una pequeña parte de mí, la parte debilitada por el roce de sus dedos sobre mi pierna, quería decirle. —Está bien, te voy a decir… pero tienes que prometer no decir una palabra a Jack o no pienso soltar ni una cosa. —No me gusta guardar secretos de Jack. —¿Qué? ¿Están... casados o algo así? Promételo, o no te voy a decir. —No dijo nada, así que hice el intento de levantarme de la silla.

Dio medio paso hacia adelante como para detenerme. —Está bien, de acuerdo, no voy a decirle. —Bien. —Hice una pausa—. Me asaltaron. Dos chicos en bicicletas. Se estrellaron contra mí. No es importante. Me miró fijamente, entrecerrando los ojos. —Entonces, ¿por qué no nos dijiste? ―preguntó en voz baja. Tragué saliva. —Porque sé exactamente cómo Jack habría reaccionado. Sabes que si se entera querrá subir al próximo avión e ir a buscarlos. Sabes cómo es. —Tomé una respiración—. Mira, ustedes dos no pueden ir por ahí protegiéndome toda mi vida. Puedo cuidar de mí misma. Tú tienes cosas especiales Marine que hacer… ya sabes, cosas importantes del tipo Misión-imposible-para-salvar-al mundo. No creo que ser niñera de hermanitas califica en esa categoría y, además, si estuvieras de niñera conmigo no podrías estallar cosas por los aires. Miré a Alex y noté que su mandíbula estaba tensa y los labios apretados en una línea dura. No necesariamente una buena señal. Lo intenté de nuevo, ya que todavía no había dicho nada. —No tienes que preocuparte por mí. Como dije, puedo cuidar de mí misma. Me encargué de eso. Ni siquiera me quitaron el iPod. Sus ojos se abrieron. —¿Qué? ¿CÓMO te encargaste de ello? Mis mejillas se llenaron como un pez globo y dejé salir el aire de golpe. —Um, supongo que soy una condenada buena ninja. Esperé a la siguiente pregunta. Alex parecía estar absorbiendo esta última información. Tal vez me estaba imaginando haciendo algunos locos movimientos en el aire. Me preparé para otra ronda de preguntas de tiro rápido, preguntándome por qué había abierto la boca en primer lugar.

Finalmente, rompió el silencio. —No estallamos cosas por los aires. —¿No lo hacen? —No. Estaba agradecida por el cambio de tema. —¿Qué hacen, entonces? Pensé que eran de una unidad especial… ¿las unidades especiales no tienen el cometido de volar las cosas? No quería que él respondiera. Realmente no quiero saber lo que Jack y Alex hacen en un día de trabajo. Mi única referencia para el mundo sombrío de operaciones especiales fue obtenida a partir de 24 y las películas de Bond. La idea de que cualquiera de ellos se lastime me causaba de hecho dolor físico, una sensación punzante entre mis costillas que me dejaba sin respirar, para ser exactos, hace mucho tiempo había creado una versión Disney de lo que era una unidad de operaciones especiales. Ésta involucraba animales que hablaban y cantaban a tono en un momento dado y señoras mayores necesitando ayuda para cruzar la calle. —Te sorprenderías de nuestro cometido —dijo Alex. Una sonrisa sardónica retorció la esquina de su boca y luego desapareció, para ser reemplazado de nuevo por el ceño fruncido. —Deberías volver a la cama —dijo de pronto—. Debes estar agotada. Suspiré. Él tenía razón. Podía sentir el peso plomizo del agotamiento empezar a tirar de mí hacia abajo. Quería darle un beso de buenas noches pero se quedó donde estaba, apoyado en el mostrador, los brazos cruzados sobre su pecho, y no tenía las agallas para caminar hacia él. —Sí, debería hacerlo. —Hice una pausa, y luego añadí—: Buenas noches, Alex. —Voy a estar aquí en el sofá si necesitas algo. Duerme bien. Me volví hacia el pasillo y mi cama, preguntándome cómo tomaría si le dijera que lo único que necesitaba era a él… y si, si lo supiera, retiraría la oferta.

5 Traducido por Maru Belikov

M

Corregido por Michy

e desperté tarde la mañana siguiente, eran pasadas las once. Cálida luz amarilla incidía a través de la ventana. Lancé fuera el edredón y me estiré, sintiéndome completamente despierta y deliciosamente relajada. Mientras lo hacía, mi mano hizo contacto con una pieza de papel en la almohada cerca de mi cabeza. Entrecerré los ojos ante la familiar escritura. Lila Tú solicitaste una nota la próxima vez. Tuve que irme. No quise despertarte, parecías tan tranquila. Jack debería estar en casa para el momento que leas esto. Te veré luego. Alex. Él en realidad vino a mi habitación. Hago una inspección a través de la cama. Las sábanas estaban desparramadas a través del suelo. Mí —más bien, su— camiseta subida sobre un lado de mi cadera exponiendo un triángulo de la parte trasera y dando una buena vista de mi ropa interior. Esperaba no haber estado pateando o gritando mientras dormía pero no recordaba ninguna pesadilla. Leí la nota por tercera vez. Había dicho que lucía tranquila, así que con suerte eso significaba silenciosa. Y beatífica. O quizás no. No quería lucir angelical para él... quería lucir sexi. Los dos no parecían compatibles como adjetivos. Oh dios, tenía que apagar el interruptor en mi cabeza. Me decidí ir a correr en un esfuerzo por disminuir el ruido en mi cerebro. Me levanté, tomé unos minutos en el baño luego tomé un par de pantalones cortos que cubrían muy bien mi moretón y una camiseta. Trencé los cordones de mis zapatos de correr y me dirigí abajo por las escaleras, acomodando mi cabello en una cola de caballo mientras iba.

—¿Jack? —grité. Mi voz haciéndome eco. La casa estaba vacía, el silencio zumbando. Supuse que todavía estaba en el trabajo, seguramente trabajó unas absurdas horas extra. Salgo hacia el calor del mediodía de California, cerrando la puerta detrás de mí, y tomé la dirección hacia el océano. Mi mente se tranquilizó, yendo a la deriva donde la conciencia sólo registraba el rítmico golpe de mis pies en el concreto, el crujido seco de las hojas de palma a lo largo de la calle y el distante sonido del lento tráfico. Continué hasta que la cháchara de Alex se hubo reducido a un ruido de fondo y luego di la vuelta de regreso a casa. Mientras rodeaba la esquina de la calle, me empujé hacia una carrera por los últimos cincuenta metros, desesperada por alcanzar la sombra de la entrada y salir del abrazador sol, el cual estaba perforando como un láser a través de la cima de mi cráneo. Una oscura sombra atrapó mi mirada en la cerca por la entrada. Mientras me acercaba vi que era una chica, agachándose incómodamente mientras revisaba a través del buzón. Llevaba un vestido corto negro y blanco, sus piernas desnudas brillando como perlas en las sombras. ¿Qué estaba haciendo? Revisé la calle rápidamente, mis pies todavía conduciéndome hacia adelante pero mi pulso ahora más elevado por ello que por mi carrera. Todo alrededor era una perfecta y normal escena suburbana: niños jugando en los patios, el siseo de los rociadores de agua. Era ridículo de mi parte entrar en pánico. Era sólo una chica. No podía dejar que dos chicos con un cuchillo aterrorizaran mis pensamientos por el resto de mi vida. El golpeteo de mis pies en el concreto la alertaron y se levantó para enfrentarme, preparada y alerta como un gato con su espalda arqueada. Cuando me vio sin embargo, su pose se relajó, sus hombros cayeron y una lenta sonrisa se instaló en su cara. Me acerqué hasta detenerme al final de los escalones de la entrada. —¿Puedo ayudarte? —jadeé, entornando los ojos hacia ella. Mi primera impresión fue de alguien que lucía como si hubiera salido directo de una caricatura de manga. Fue dibujada con rápidas, líneas irregulares, desde sus agudos pómulos hasta la forma zigzagueante de su vestido. Se estaba

tambaleando en tacones de siete centímetros que daba la impresión de estar balanceándose sobre varas. Su cabello negro azabache estaba cortado en un estilo corto y asimétrico que seguía el ángulo de su mandíbula y cubría su cara en ambos lados. Tenía rectas cejas negras y oscuros ojos dorados enmarcados por delgadas pestañas. Me pregunté si era Sara pero ella definitivamente no lucía como una neurocientífica, eso era seguro, era más como una superhéroe japonesa, era hermosa —hasta el punto de no parecer real— y estaba observándome como si fuera un pequeño pajarito al que estaba decidiendo si atacar o no. Mientras esperaba por una respuesta o algún tipo de explicación, inclinó su cabeza a un lado como si pudiera escuchar un sonido desde algún lugar detrás de la casa y estrechó sus ojos. Me miró de arriba abajo. —¿Vives aquí? —preguntó con voz como purpurina. —Sí. —Asentí, limpiando el sudor lejos de mi frente con el dorso de mi brazo—. ¿Puedo ayudarte? Danzó por las escaleras, saltando hacía mí tan rápido que me vi obligada a dar un paso atrás. Sonrió ampliamente, mostrándome sus dientes blancos. —Creo que quizás puedas. Estaba buscando a Jack —dijo brillantemente. Ahora todo tenía sentido. Por todas las palabras de Jack sobre la monogamia, él claramente había tenido algo con esta chica. Leopardo y sus manchas, después de todo. Estaba decepcionada y llegó a través de mi voz. —Soy su hermana. Ella pareció encantada de escucharlo, feliz de que no fuera una rival, supongo. Conocía la rutina y esperé. Este era el punto donde las chicas cambiaban del modo adulador a empezar a preguntarme cuál era su grupo favorito y cuál era su signo zodiacal. —Mucho gusto en conocerte, hermana de Jack. Soy Suki. —Me extendió su mano.

—Hola, soy Lila —dije, extendiendo mi mano para estrechar la suya reflexivamente. Todavía estaba perpleja sobre quién exactamente era ella y qué había estado haciendo mirando a través del buzón. Esa era una conducta acosadora—. Así que, um, ¿debería decirle que viniste? No me respondió y tampoco dejó ir mi mano. Su agarre se apretó minuciosamente mientras me miraba con una extraña y distorsionada mirada en su cara. Iba a hablar seriamente de esto con Jack. ¿Dónde estaba pasando el rato para andar con chicas como ella? Luego repentinamente estuvo de regreso al momento, sacudiendo su cabeza y riéndose con una pequeña y delicada risa. —No, no te preocupes sobre eso. Dudo que él me recuerde de todas maneras. Me dio otra enorme sonrisa y se fue por el camino, deteniéndose una vez para mirarme otra vez sobre su hombro con una expresión de dicha infantil en su cara. —Raro —murmuré para mí. Me arrastré hasta arriba por los escalones de entrada. La puerta todavía estaba cerrada con dos vueltas, así que sabía que Jack no estaba en casa. Con un hundimiento en el estómago recordé que había olvidado fijar la alarma. Aun así Jack no necesitaba saberlo. Entré, dejando mis zapatos de correr en la entrada y corrí por las escaleras hacia el baño donde abrí la llave de la ducha con sólo una mirada en su dirección y luego moviendo la cortina con una segunda mirada antes de recordar una vez más que se suponía iba ir poco a poco con esta cosa del poder. Mientras estaba secando mi cabello, escuché el sonido de las llaves en la puerta delantera. Colocando la toalla a mí alrededor, salí al pasillo para asomarme. Sólo era Jack. —Hola —dijo mientras aparecía en el pasillo. Lucía cansado. —Hola —saludé de regreso. —¿Por qué está la alarma apagada?

Hice una mueca. —Um, ¿por qué olvidé fijarla? —¿Saliste? —preguntó él. —Sí, salí a correr. Me fulminó con la mirada. —No salgas sin decirme primero, ¿de acuerdo? Y ni siquiera olvides fijar la alarma. Me quedé mirándolo. ¿Por qué no sólo me adhiere un artefacto localizador y me encadena mientras no está aquí? —Te daré un pase en el gimnasio de la base, puedes correr ahí. Se giró para ir a la cocina y lo observé irse, preguntándome si alguna vez dejará la rutina de hermano mayor sobreprotector. Luego regresé al baño y me vestí. Cuando me uní a él abajo estaba ocupado cocinando algo de tocino y huevo. —Así que, ¿qué pasó contigo anoche? ¿Dónde te metiste? —pregunté sentándome en la mesa. —Oh, sólo una cosa del trabajo. —Tenía su espalda hacia mí mientras volteaba el tocino con la espátula. —¿Qué tipo de cosa del trabajo? ¿Por qué te tienes que ir en medio de la noche? O, ¿no tengo permitido saber? ¿Todo es súper secreto? —Síp, es tan súper secreto que si te lo digo, tendría que matarte. Y puesto que eres mi hermana, eso quizás no sea muy bueno para nuestra relación. —Ja, Ja. Vaya, muy James Bond. —Me detuve por un momento—. Esperemos que sin las mujeres con poca ropa. No quería imaginar ningún momento de Chica Bond involucrando a Alex.

—Así que, ¿quiénes eran los chicos malos entonces? Estaba resplandeciendo con curiosidad, aunque gran parte de mí todavía no quería saber. ¿Era un arresto por drogas? ¿Guerras de pandillas? ¿Brigada antivicio? Estaba bastante segura por la manera en que Jack estaba tratando de evadir la pregunta que no era un delito menor. Colocó la espátula a un lado para enfrentarme, dándose cuenta que no estaba lista para dejar pasar esto. —Nadie de quien necesites preocuparte. —Me dio una mirada y luego se giró de regreso a colocar los huevos en los platos. —No estoy preocupada. ¿Por qué habría de preocuparme? ¿No los atrapaste anoche? —Levanté inocentemente mi ceja. —Atrapamos uno de ellos. —Él no sonaba muy feliz, como si hubiera ganado bronce y no oro. Siempre fue tan competitivo. Uno de ellos, eso parecía sugerir que era un número finito. Quizás si era una pandilla, entonces. Jack vino y se sentó en el lado opuesto. Miré a su rostro e intenté otra vez imaginarme a él y Alex atrapando chicos malos. El pensamiento de Alex en uniforme atrajo una sonrisa automática pero luego pensé sobre las armas y las peleas que tenían que estar involucradas en detener chicos malos y tuve que luchar para no tener un completo ataque de pánico. —¿Así que tuviste una charla con Alex anoche? Casi me atraganto con los huevos. Mi mente se tambaleó sobre sí misma tratando de pensar en lo que Alex le pudo haber dicho. ¿Cuándo incluso habían hablado? —Er, sí, sí. Estaba sedienta, vine abajo por algo de beber. Y hablamos. No necesitas pedirle que venga a quedarse. —No se lo pedí, él se ofreció. —Oh. —Eso me sorprendió. —¿Sobre qué hablaron?

—Oh, ya sabes, nada realmente. —Me llené la boca de comida así no tendría que hablar. Todavía estaba mirándome—. Ya sabes... escuela, Londres, ese tipo de cosas. —Hablando de cosas, necesitas llamar a papá. Le hice una mueca. Jack me ignoró y empujó su plato a un lado, se levantó y dejó la habitación. Un segundo después estuvo de regreso con un teléfono en su mano. Lo tomé a la fuerza. Me dio una breve sonrisa. —Buena suerte. Marqué el número que me dio. El código de área era +39. Italia, pensé. Papá todavía estaba de viaje, entonces. Algunas cosas nunca cambian. Hice las cuentas, sería cerca de medianoche. Con suerte estaría durmiendo y muy soñoliento para discutir conmigo. El teléfono dio un largo tono, pausa, otro largo tono, pausa. Me pregunté cuántos tonos debería esperar antes de que pudiera legítimamente colgar y todavía decir que lo intenté. Pero entonces hubo un clic y un—: ¿Hola? Él no sonaba soñoliento, de hecho todo lo opuesto. Podía imaginármelo caminando por la habitación mientras hablaba. —Hola, papá. —Esto era extraño. Jack estaba viéndome así que caminé hacia el pasillo. Escuché un suspiro en el otro lado de la línea del teléfono. —Entonces, Lila, ¿vas a decirme por qué estas en California, cuando deberías estar en Londres? No fue que pensé que él no iba a preguntar pero aún así no tenía preparada la respuesta. —Yo... sólo necesitaba ver a Jack, papá. Nada. —Lo extrañaba.

Papá suspiró otra vez. —Lo sé. Lila. ¿Pero no podías solamente llamarlo? Tenía un punto. —Sí, probablemente, pero realmente no pensé. Quería verlo. —Lila. Necesitas venir a casa. —Aquí viene. —Papá, me gusta aquí. —Podía escuchar el pánico en mi voz. Oh, qué demonios, al menos habían unos cuantos miles de kilómetros entre nosotros, muy bien podría decir todo—. Me quiero quedar. —Estás a mitad del trimestre escolar. Me alejé más de la puerta abierta para que mis palabras no se quedaran dentro. —Es tiempo de revisión. Estoy bien faltando un par de semanas. Y, en realidad. He estado pensando... —Lila, te quiero en casa. —Papá, ni siquiera estas ahí. ¿Para qué voy a ir a casa? Estuvo en silencio por un tiempo. Podía escuchar su respiración y la estática en la línea. —Lo siento, Lila. Sólo es trabajo... —Lo entiendo, papá. No necesitas disculparte. —Necesitaba que él viera que cualquier calmante o distracción que su trabajo le ofreciera era lo que estar aquí con Jack, y con Alex, me ofrecía—. ¿Puedes entender que a veces es difícil para mí, también? ¿Estar lejos de Jack y estar por mi cuenta tanto tiempo? Él todavía estaba en silencio. —Me quiero quedar papá. Me quiero quedar con Jack. —Y con Alex—. No quiero ir a casa.

Tan pronto como dije las palabras me di cuenta que estaba preparada para pelear fuerte para hacer que sucediera. Mi papá tendría que extraditarme si quería que regresara a casa. Era mi vida y estaba cansada hasta la muerte de hacer lo que me decían, de que decidieran dónde iba a vivir y qué era mejor para mí. Por supuesto, estaba el pequeño detalle del dinero y el hecho de que hasta que cumpliera dieciocho en octubre, que estaba a cinco meses, todavía era legalmente una menor, pero lidiaría con eso después. —Lila, no estamos teniendo esta conversación. Tú vienes a casa. Volaré de regreso esta noche y te encontraré cuando baje del avión. No quiero que estés allá. —¿Por qué? —Estaba más determinada ahora que enojada. Él dudó. Quizás se estaba dando cuenta que por primera vez lo estaba desafiando y que había muy poco que pudiera hacer a parte de volar hasta San Diego y enfrentarme. Pero sabía que él nunca regresaría aquí, los recuerdos de mi madre funcionaban mejor que una cerca eléctrica y un cable con púas para mantenerlo lejos. Me dijo que nunca regresaría y aunque Jack regularmente me acusaba de ser melodramática, lo mismo no podía ser dicho sobre mi padre, así que le creía. —Lila, hay cosas que tú no entiendes. Razones por las que no te quiero ahí. Incluso con Jack. —Oh, Dios mío, ¿por favor no me digas que estás preocupado sobre mi seguridad también? —casi grito. Era tan frustrante esta compulsión que él y Jack tenían de envolverme en algodón y tratarme como si fuera una muñeca de cerámica—. ¿Cómo estoy menos segura aquí que viviendo en Brixton? —Déjame hablar con tu hermano. —¿Por qué? —Porque tengo que preguntarle algo. Tomé un profundo respiro. Hablarlo con Jack no era una buena manera de ayudar a mi campaña. —Bien, te lo paso.

Cubrí el auricular y caminé de regreso a la sala donde Jack todavía estaba sentado. Sus manos sin moverse en el teclado de su laptop y podía decir que él había estado escuchando. —Quiere hablar contigo —dije. Jack me frunció el ceño luego cerró la laptop de golpe. Giró en su silla y tendió la mano hacia el teléfono. Se lo entregué, suplicándole con mis ojos. No tenía mucha esperanza. Parecía que Jack y papá sólo coincidían en una cosa y esa era en mí regresando a casa. Me quedé cernida de su silla, tratando de escuchar lo que mi papá estaba diciendo, pero Jack se paró y se quedó de pie cerca del librero, dándome la espalda. —No, ya te dije eso, ella es... —Él se estaba comportando como un testigo hostil—. Ella puede... bien. Sí, eso está bien. Una pausa. —Sabes que lo haré. No será el fin, sin embargo, ¿te das cuenta de eso? Deberías preguntarle tú mismo. Te la pasaré de nuevo, espera. Tomé el teléfono, mi mano temblando un poco. —Hola, papá. Él fue directo al punto. —¿Qué quiso decir Jack cuando dijo que esto no será el fin? —Te lo dije. Me quiero quedar. No quiero regresar a Londres. He estado pensando que podría transferirme aquí para terminar la escuela, luego ir a la universidad. —Estás bromeando, ¿cierto? ¡No puedes ir a la escuela allá! Empecé a protestar pero me cortó. —Te puedes quedar por dos semanas, por ahora… —empecé a interrumpirlo pero él sólo continuó hablando más alto—… y hablaremos de estas cosas cuando regreses.

Lo medité. No era un estupendo compromiso. Pero no tenía otra opción. —Bien. ¿Prometes que discutiremos esto, cierto? ¿No es sólo una artimaña para conseguir que regrese a casa? —No. Te prometo que lo discutiremos. —Gracias, papá —susurré. Jack me estaba frunciendo el ceño, sus verdes ojos oscureciéndose. —Te amo. —También te amo. Colgué. Y puse el teléfono en su base. —¿Qué dijo? —Jack estaba sentado en el sofá, sus brazos sobre sus rodillas, sus manos entrelazadas. —Él dijo que podía quedarme dos semanas. Y que discutiremos sobre la universidad. En cuanto dije las palabras se asentaron dentro de mí. Dos semanas no era mucho tiempo. Y luego estaba otro año entero antes de que pudiera regresar. Si papá me dejaba. Quizás él sólo quiera discutir conmigo por qué no iba a dejarme pisar de nuevo los Estados Unidos nunca más. —Bien, entonces —dijo Jack, levantándose lentamente del sofá—. Supongo que mejor hacemos algunos planes para el siguiente par de semanas. Asegurarnos de que tengas algo de diversión. Pensé sobre ofrecer algunas sugerencias, pero todas ellas involucraban escenarios con Alex, sólo nosotros dos, y no pensé que Jack estaría interesado en escuchar esas sugerencias.

6 Traducido por dark&rose

—¿Q

Corregido por Michy

uién es Suki, Jack? —¿Qué?

Habían pasado un par de horas y yo estaba cortando tomates en el mostrador de la cocina. Tenía un delantal puesto sobre mi vestido y había recogido mi cabello en una cola de caballo para mantener los mechones retirados de mi cara. Jack había estado arriba, vistiéndose. Cuando volvió a la cocina, le hice la pregunta que había estado corriendo por mi mente desde que había mencionado que Sara iba a venir esta noche. —Suki. ¿Quién es ella? —¿Qué? —Las cejas de Jack se fruncieron con confusión. —Déjame refrescarte la memoria: Japonesa, hermosa, un poco extraña. La confusión se aclaró en el rostro de Jack, sólo para ser reemplazada por una mirada que acabó con la sonrisa de mis labios. —¿Dónde la conociste? —exigió saber bruscamente. —Ella estuvo aquí antes. Cuando volví de mi carrera. La pillé mirando el buzón. Te estaba buscando. Él me tomó por los hombros. —¿Por qué no me lo dijiste antes? —Su voz tenía un tono duro. —Um, ¿no estabas en el mejor de los estados de ánimo? —Lila, esto es importante. ¿Qué aspecto tenía?

—Acabo de decírtelo. Tal vez deberías tomar fotos de las chicas con las que te juntas, Jack, oculta el vergonzoso fracaso de tu memoria. Sus dedos se clavaron en mi hombro. —Lila. Responde a la pregunta. ¿Qué aspecto tenía? —Ya te lo dije: Japonesa, como una modelo o algo así, e iba vestida con ropas muy extrañas para estar por aquí. —¿Cuán alta? ¿Así de alta? —Indicó una altura de dos centímetros o más, más baja que yo. Pensé en ello, tratando de tomar en cuenta sus tacones altos. —Sí, supongo que sí. —¿Tenía el cabello cortado así? —Él sostuvo su mano a un ángulo de su cara. Asentí. Así que la conocía entonces. —¿Hablaste con ella? —Sí. —¿Qué te dijo? —Me preguntó si yo vivía aquí, y cuando se enteró de que era tu hermana pareció bastante aliviada. Así es como supuse que era alguien con el que tú tendrías... bueno, ya sabes. No pareció escuchar la última parte. —¿Le dijiste que eras mi hermana? —Se apartó de mí, sacando su teléfono del bolsillo trasero. —¿Quién es ella? —Estaba muy confundida ahora. —No es importante. Enarqué una ceja.

—¿Así que esto es algo que no debería mencionarle a Sara? Él se detuvo, a punto de golpear un botón de marcación rápida, y se volvió para mirarme. —Lila, esto no es lo que piensas. Sentí que él estaba diciendo la verdad, por lo que evité darle mi típica mirada escéptica. —Quédate aquí —dijo, caminando hacia el pasillo. Miré alrededor de la cocina: la salsa en la estufa a fuego lento y la ensalada a medio picar en la tabla de cortar. —No estaba planeando ir a ninguna parte.

Unos diez minutos más tarde, Jack volvió a entrar. Él se acercó a donde yo estaba poniendo la mesa y puso su brazo alrededor de mi hombro. —Alex llegará dentro de poco. Se va a unir a nosotros. Traté de actuar indiferente, a pesar de que las mariposas en mi estómago habían comenzado a sublevarse. —Voy a poner otro puesto, entonces. ¿Acabas de llamarle? ¿Acerca de Suki? ¿Qué está pasando? —pregunté, mientras colocaba un plato extra. —No es nada de lo qué preocuparse. Ella es alguien con la que estamos interesados en hablar. —¿Hablar? Veo CSI, Jack, sé lo que eso significa. ¿Qué hizo? —La curiosidad marcó mis palabras. ¿Qué demonios podría haber hecho una chica, no mucho mayor que yo, con tacones altos, para interesar a una unidad de Marines como la de Jack? Un pensamiento me golpeó, quizás era una infiltrada después de todo. —Nada. Sólo queremos hablar con ella sobre alguna información que pueda tener.

—¿Qué información? —Yo era como un perro aferrado a la pierna de su pantalón, pero él todavía se deshacía de mí. —Sabes que no puedo decírtelo. —Sí, ya lo sé, “o tendrías que matarme”. De verdad, que se está volviendo muy viejo. Vas a tener que pensar en una frase mejor. —Apreté los labios. Obviamente, no iba a darme nada. Ahora mi imaginación corría salvaje. ¿Quién era ella para que él estuviera preocupado por el hecho de que estuviera cerca de casa… y cerca de mí? No había parecido peligrosa, un poco chiflada, tal vez, pero lo más peligroso de ella había sido su cabello: un movimiento brusco de su corte de cabello angular probablemente me habría partido en dos. El timbre sonó y salté. Jack fue a abrir mientras yo esperé en la cocina. Tuve una idea repentina de que podría ser Suki, probando suerte de nuevo, pero en ese momento la voz de Alex me llegó desde el pasillo. Me quité la goma del cabello, me saqué el delantal por encima de mi cabeza, acomodé mi cabello y respiré hondo varias veces. Pude escucharlos murmurar a ambos en el pasillo, así que me acerqué de puntillas detrás de la puerta para oír mejor. —... no estoy seguro, sin embargo, tenemos que averiguarlo, y no podemos dejar… Alex dejó de hablar de repente y volvió la cabeza hacia mí. —Hola, Lila —gritó él. Salí de detrás de la puerta, sintiendo que mis mejillas estaban ardiendo. —Hola. Alex me estaba sonriendo, pero podía ver la tensión en sus ojos. Entró en la cocina. Jack hizo un gesto a su teléfono. —Voy a llamar a Sara y ver dónde está.

Como siempre cuando estaba a solas con Alex, sentí que la atmósfera se cargaba un poco, y mi cuerpo comenzaba a hormiguear con estática. Por el rabillo del ojo lo vi dirigirse a la nevera y abrir la puerta. Estaba de espaldas a mí, revisando el contenido, así que volví la cabeza para mirarlo. Vestía jeans de nuevo, aunque un par más oscuro que los que se había puesto el día de ayer. Le quedaba muy bien. Realmente muy bien. Y su camiseta gris revelaba la línea de músculo que marcaban sus hombros. Ouch. Me di cuenta de que me estaba mordiendo el labio inferior. Se volvió y miré hacia otro lado, nerviosa, salpicándome con agua caliente. —Así que, ¿un buen día? Me di la vuelta para mirarlo. Ahora estaba sentado a la mesa con una CocaCola en la mano. No había sido un gran día, pero definitivamente estaba mejorando. Era difícil mantener la coherencia cuando lo miraba a los ojos, así que me giré de nuevo hacia la pasta para moverla. —Jack me hizo llamar a papá. Probablemente te lo dijo. —Sí, lo mencionó. —Llegaron a un acuerdo sobre mí. Puedo quedarme durante dos semanas. —Me arriesgué a mirarlo para ver si podía medir su reacción. Su cara era ilegible—. No he terminado de luchar, Alex. Voy a volver. —Le dije esto a la pasta, la cual estaba desdibujándose en la cacerola mientras la removía muy rápido. Alex soltó una risa suave. —Nunca te diste por vencida en lo que querías. Si tan sólo él supiera la verdad de eso. Dejé la cuchara de madera a un lado y dejé que la pasta girara hasta detenerse en la cacerola. Comprobando que Jack aún estaba fuera del alcance del oído, me volví hacia Alex. —¿Por qué Jack está todavía tan enojado con papá? Frunció el ceño ante esto, ligeramente, sus ojos celestes parecieron nublarse, luego dejó escapar un gran suspiro.

—Sé que es difícil para ti estar atrapada entre ellos. He tratado de hablar con él sobre eso, pero conoces a Jack, es aún más terco que tú. Él me estaba dando una media sonrisa, así que sonreí de mala gana en respuesta. —¿Pero sobre qué? —Eso no es algo que yo puedo decirte, Lila. —Oh, por el amor de Dios. —Mantuve mi voz baja, pero la frustración se filtró—. ¿Por qué ninguno me dirá nada? Alex no dijo nada. Sin embargo, se puso de pie, y vino hacia mí. Por un momento minúsculo pensé que iba a poner sus brazos alrededor de mí, pero él sólo pasó el brazo por encima para recoger la cuchara de madera que había dejado a un lado y se trasladó a la estufa para dar a la salsa para la pasta una vuelta. Había estado en ebullición. Me quedé esperando a que terminara, esperando a que él me respondiera. Apagó el gas y se volvió hacia mí de nuevo. —Lila, hay un montón de cosas que no podemos decirte. Sé que debe ser frustrante, pero tienes que confiar en nosotros. Dejé que eso me calara hondo por un segundo. —Ambos me están pidiendo que confíe en ustedes todo el tiempo. Pero ninguno de ustedes confiará en mí. —Ahora no —dijo. Le fruncí el ceño, pero él sacudió su cabeza ligeramente, dándome una mirada de advertencia. Mi ceño volvió a fruncirse más, pero antes de que pudiera preguntarle por qué, había pasado por delante de mí. —Hola, Sara —dijo suavemente. Me di la vuelta. Mi primer pensamiento fue que podía ver totalmente por qué mi hermano se había enamorado de ella. Sara era una preciosidad, pero no de una manera

obvia. Tenía ondas de cabello castaño oscuro cayendo por debajo de sus hombros y la piel de un lustroso color oliváceo. Sus ojos eran de color castaño y se veían grandes en su rostro. Me sonrió, y me gustó inmediatamente. —Estoy muy encantada de conocerte —dijo, dando un paso hacia adelante y dándome un abrazo—. He oído hablar mucho de ti. —¡Oh, Dios! —dije, mirando a Jack, que estaba de pie a su lado. Ella se rió, buscando su mano. —No, no, todo bien, créeme. Me pregunté cuánto había compartido Jack con ella y miré a Alex. Había vuelto a la cocina para salvar los restos de la cena que había abandonado. —Creo que tengo que darte las gracias por la domesticación de Jack —dije. Realmente quería decir “domarle.” —Ah, bueno, fue un placer —dijo Sara con una sonrisa en dirección a Jack—. Pero, en realidad, Jack no necesitaba mucha ayuda. Eché una pequeña mano en la decoración, es todo. Estaba siguiendo un enfoque bastante minimalista para los muebles, por así decirlo, cuando lo conocí. Alex sigue siendo así. ¿Has visto su casa ya? —No. Todavía no. Alex aún no había dicho nada y me pregunté qué estaría pensando. ¿Podría alguna vez tener la oportunidad de ver ese minimalista, “piso de soltero”, suyo? La imagen en mi cabeza cambió de sábanas de seda y techos de espejos a un simple futón y paredes blancas. Sin duda, preferiblemente. Alex puso los platos llenos de pasta en la mesa y tomamos asiento. Él sacó la silla que estaba a mi derecha, su pierna estirada tan cerca de mí, que mi propia pierna saltó como un grillo y chocó contra la mesa, haciendo traquetear los platos y vasos. Bajé la mirada, horrorizada, y presioné la mano en mi muslo para evitar que sucediera de nuevo. —Entonces, ¿cuánto empezamos a comer.

tiempo

te

quedas?

—preguntó

Sara,

cuando

Miré a Jack. ¿Se lo había dicho? Estaba segura de que lo había hecho. Pero él no me estaba prestando ninguna atención, seguía mirando a Sara como lo había visto mirar a los autos rápidos en su encarnación anterior como mi hermano adolescente. Cualquiera que fuera el poder secreto de Sara, lo quería para poder usarlo con Alex. —Dos semanas —dije—. Por ahora. —¡Genial! Un montón de tiempo para llegar a conocernos entre sí, entonces. No me perdí la mirada que Alex le echó a Jack a través de la mesa, pero opté por ignorarlo y centrarme en cambio en Sara. Pero era difícil concentrarse en cualquier otra cosa, incluso en la bella novia de mi hermano, con Alex tan cerca. Podía sentir cada cambio sutil en su cuerpo. Mis ojos captaron el movimiento de sus tendones mientras su antebrazo se tensaba y supe que él estaba pensando en algo. Preocupándose por algo. —Entonces, ¿cuál es el plan para tu cumpleaños? —dijo Sara, mirando por encima a él. —No hay plan. —La cabeza de Alex se inclinó sobre su plato, pero él tenía la mirada levantada, mirando a Sara, a través de sus pestañas marrones, con una media sonrisa tenue en su rostro. Sus ojos estaban parpadeando con algo parecido a diversión. —Alex, no trates de evitarlo, vamos a hacer algo para celebrar, te guste o no —dijo ella, riendo. —¿Por otra parte, cuándo es? —preguntó Jack. —El sábado —respondí, un poco demasiado rápido. —¿Por qué no vamos a Belushi… hacemos que los chicos vayan? Mostrémosle a Lila algo de vida nocturna en Oceanside —sugirió Sara. —¿Algo de la vida nocturna de un Marine? Estoy seguro que le encantará eso —dijo Jack. —No… me gustaría. Me gustaría conocer al resto de tu unidad.

—Sí, y creo que a ellos les encantaría conocerte, Lila. —Sara dejó escapar una risita. La cabeza de Jack se disparó en alto. Sara se rió más fuerte y le pellizcó antes de que pudiera decir nada. —Entonces, está arreglado. Lo anunciaré. Alex levantó las manos en gesto de derrota. —Supongo que ya está. ¿Ves cómo está organizando nuestra vida social, al igual que nuestra vida doméstica, Lila? —Sólo necesitas a una buena mujer, Alex —respondió Sara. Bajó la mirada hacia la mesa, luego la volvió a levantar, sus ojos azules serios. —Probablemente, sí —dijo. El alivio se precipitó a través de mí. ¡Ninguna novia! Alex necesitaba una buena mujer. Lo había admitido él mismo. Me preguntaba cómo podría yo encajar en el proyecto. No era ni una mujer, ni muy buena. En algún momento la conversación se apagó. Los platos estaban amontonados en una pila a un lado y nuestras sillas estaban apartadas de la mesa. Alex estaba jugando con su vaso, hablando con Jack acerca de alguien de la Unidad… su jefe, o eso parecía. Parecía que les gustaba. Yo estaba hablando con Sara sobre su trabajo. Ella había estado haciendo su doctorado en Berkeley y había sido reclutada directamente de la universidad a La Unidad. —¿Cómo acabaste allí? —pregunté—. ¿Cómo supiste que querías trabajar con una unidad Marine? —No lo hice. Nada podría estar más lejos de lo que pensaba. —Entonces, ¿qué te hizo decir que sí? —Bajé la voz, con la esperanza de conseguir un poco de información más sustancial de Sara de la recibida de Jack y Alex.

—No podía dejar de decir que sí cuando me enteré de qué era el trabajo. Era demasiado importante. Y entonces conocí a Jack. Y ahora me voy a quedar hasta que se acabe. —¿Se acabe? ¿Hasta que acabe qué? Sara se ruborizó de pronto y me di cuenta que se le había escapado más de lo que había querido. Jack se levantó de pronto. —¿Café? Sara alzó la vista hacia él. —Sí, eso sería genial, gracias. —Miró de nuevo hacia la mesa y luego se puso de pie, arrojando la servilleta sobre el plato—. Bueno, voy a limpiarlos. —Yo lo hago, no te preocupes —dije, descruzando las piernas y levantándome para ir a limpiar los platos sucios. —No, tú y Alex prepararon toda la comida. Quédense donde están. Volví a sentarme, automáticamente, alisándome mi falda por encima de mi pierna. —¿Cómo te sientes? Levanté la mirada. Alex inclinó la cabeza hacia mi pierna. —Aún dolorida. Pero mejor. Gracias por el hielo de ayer. —Probablemente no deberías haber ido a correr hoy. Entonces, Jack le había contado cada pequeño detalle. —Tenía que correr. —No le dije por qué—. Y estuvo bien —añadí rápidamente. —La próxima vez déjame ir contigo, o corre en la base. Le miré enarcando las cejas.

—Tendrías que caminar para mantenerte a mi paso. —Creo que podría manejarlo. Puedes marcar el ritmo. ¿Por qué no vienes mañana a la base? Podemos ir a correr por ahí, y te puedo mostrar el gimnasio. Sopesé las ventajas de estar a solas con él en contra de los inconvenientes de estar con él mientras me veía en tal aspecto sudoroso. Mi vanidad perdió. —Tal vez podría poner a prueba tus habilidades ninja mientras estamos en ello. Le eché una mirada de reojo, tratando de averiguar si estaba bromeando. —Er, sí, claro. Sin embargo, no quiero hacerte daño. —Correré el riesgo. —Sus ojos estaban brillantes. Pude apreciar a la luz que tenían manchitas de color ámbar en el interior, y me sorprendió que nunca lo hubiera notado antes. —El café está servido. —Sara se inclinó para colocar una cafetera y unas tazas de café en la mesa—. En realidad me tengo que ir después de esto —dijo, mientras lo vertía en las tazas. —Yo te llevaré y luego puedo tomar un taxi para volver a casa —le dijo Jack a Sara. Miró a Alex—. ¿Te importaría quedarte con Lila? —Por supuesto que no —dijo Alex. Quise protestar y decir que no era un niña, que me alojaba en una casa más grande, más vacía y más solitaria que esta por mi cuenta casi cada noche en Londres; que si alguna vez alguien tratara de hacerme algo, inconscientemente sería capaz de protegerme, sin importar lo mucho que en realidad no tuviera la intención de hacerlo y que realmente, en serio quería saber por qué estaban insistiendo en este nivel de protección. Pero no dije ni una palabra, porque sabía que eso significaba tiempo a solas con Alex. Me gustaba mucho Sara, pero en este momento no podía esperar a ver su espalda. No había tomado café, pero ya estaba saltando como un cebo vivo, a la espera de que se fueran. Podía sentir mi ritmo cardíaco acelerándose mientras me levantaba para darle un abrazo de despedida.

—Te veré pronto. —Ella me apretó más firme y me susurró al oído—. En serio es muy agradable haberte conocido. Eres tan guapa como me dijeron. Me dijeron... sentí como la sonrisa se extendía en mi rostro. Le habían dicho. ¿Significaba eso que Alex lo había dicho? —Volveré en media hora o algo así —dijo Jack, dirigiéndose hacia la puerta. —Tómate tu tiempo. —Alex me sacó las palabras de la boca.

7 Traducido por Primula

S

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e fueron y la cocina se quedó en silencio, excepto por Alex limpiando las tazas de café y las llaves del fregadero abiertas. Me preguntaba cómo empezar. Me aclaré la garganta. —Sara es encantadora. —Sí, lo es. Jack tiene suerte. De repente, me sorprendí con el pensamiento de que tal vez había sido ciega. Quizá Alex sentía algo por Sara también. No, eso no podía ser cierto. Me obligué a mantener la calma. Qué demonios, rebotaba por la adrenalina, ¿Por qué no ser directa? —¿Qué hay de ti? ¿Por qué sin novia? Listo, allí estaba. Era una pregunta legítima, supuse. Sin embargo, no podía mirarlo cuando contestara, así que me moví a la puerta de la nevera y comencé a jugar con los imanes, moviendo uno para cubrir mi rostro de catorce años de edad. —Oficialmente no nos permiten tener citas. Mi mano se congeló. Esa no era la respuesta que esperaba. —¿Que a ustedes qué? —dije volviéndome hacia él. Se rió de mi reacción. —Oficialmente no nos permiten tener citas —repitió.

—¿Por qué? —pregunté. Luego, inmediatamente—, ¿y cómo sí le está permitido a Jack, entonces? —Es mejor, más fácil, si no nos acercamos a las personas. Tenemos que movernos mucho y bueno, es simplemente difícil cuando hay personas que te importan cerca a lo que estamos cerca. Negué con la cabeza sin comprender. —¿Pero Sara? —Ella trabaja en la base. Es una de nosotros y conoce los riesgos. Es admisible. Hubo una pausa mientras asimilaba esto. —¿Y tú? Levanté la mirada. —¿Yo? —Sí. ¿Sin novio? Lo había hecho de nuevo, siempre distrayéndome. —Um, no. No, te lo dije. No es así en Londres. Además voy a una escuela de chicas.

Además, estoy enamorada de ti, añadí en silencio. No había habido ningún novio. Hubo besos, sí, pero no novios. Un chico que vivía a la vuelta, una vez me preguntó si quería ir al cine y dije que sí, pensando que podría distraerme de soñar despierta acerca de un chico al otro lado del mundo que no tenía ni idea que me gustaba. Pero había pasado fantaseando la película entera que estaba con Alex y que su brazo estaba a hurtadillas alrededor de mi asiento. Razón por la cual, cuando el chico se inclinó para besarme, cerré los ojos y le devolví el beso. Luego, abrí los ojos y llegaron mis sentidos. Él no era Alex. Alex besaría mucho mejor. El segundo beso fue aún peor. Mi padre me había arrastrado a una fiesta de navidad en el hospital y un estudiante borracho de medicina había saltado sobre mí. Fue una suerte que estuviéramos rodeados de médicos y enfermeras, ya que él

necesitó tres puntos de sutura en la ceja. No es que yo arrojara su copa a su cara a propósito. El vidrio más o menos se arrojó por sí mismo. Tampoco fue la reacción que ninguno de nosotros esperábamos. Por lo tanto, sin novio. Alex abandonó el tema. Estuvo tratando de despistarme y me molestó. —Entonces, dime, ¿por qué Jack no habla con mi papá? ¿Por qué lo odia tanto? Alex se acercó a donde yo había estado de pie en la nevera. Movió el imán de donde lo había colocado sobre mi foto y luego, movió su mirada a la otra foto. ¿Cómo en la tierra me había visto incluso hacer eso? Moví la cabeza de mala gana para mirar la foto de mi madre también. —Por esto, Lila —dijo y volvió sus ahora ojos azules grisáceos en mí. Sentí mi mandíbula apretarse. —Eso es absurdo. Mi papá no mató a mi mamá, Alex. Me miró por un momento, una línea fina entre el ceño de sus ojos apareció. —Ven, vamos a sentarnos y hablar —dijo eventualmente. Entramos en la sala de estar, donde Alex se acercó a la ventana y corrió las cortinas, explorando el patio delantero mientras lo hacía. Los dos estaban tan paranoicos. Se movió para encender la luz. Me senté en el sofá con los pies enroscados debajo de mí, esperando que Alex se explicara. Se acercó a la estantería de la esquina y se paró frente a un gran retrato de mi madre. Cuando lo vi antes, me había preguntado por un momento en dónde Jack había conseguido esa foto de mí. Ella y yo éramos tan similares en él que era increíble. Nunca me había dado cuenta antes, porque papá no conservaba muchas fotos de mi madre en la casa. Tenía la barbilla de mi papá y la nariz recta, pero a partir de esa fotografía, era obvio que era hija de mi madre, teníamos exactamente el mismo color de cabello y ojos, pero estaba claro que, también tenía su rostro en forma ovalado y pómulos altos. Siempre había pensado en mi madre

como una mujer hermosa, y la impresión de darme cuenta que heredé algunos de sus rasgos, genuinamente me sorprendió. —Sabes, luces justo como ella —dijo Alex, leyendo mis pensamientos nuevamente. Me levanté del sofá y me acerqué a su lado. —No lo había visto realmente antes, pero ahora lo hago. Podía sentir el calor del cuerpo de Alex radiando en contra de mi costado. Sólo le llegaba al hombro y era tan tentador apoyarse en él. —Jack está enojado con tu papá por no luchar por ella. En su opinión, la lucha no se detiene hasta que las personas que lo hicieron, quienes la mataron, sean capturados. Me quedé sin habla durante unos segundos y luego me recompuse, tartamudeando. —Pero eso es ridículo. La policía lo intentó. No los atraparon. ¿Cómo podría mi papá hacerlo? Alex se encontraba de pie a pocos centímetros de mí. Podía sentir su aliento en mi cabello. Luego, se volvió y se sentó en el sofá, con los brazos descansados sobre las rodillas. —Nada, Lila. Tu padre no podía hacer nada. Jack lo sabe en el fondo pero hasta que no encuentre las personas que la mataron seguirá culpando a tu padre. Es su chivo expiatorio. No dije nada mientras absorbía la información. Entonces, me di cuenta de algo. —Dijiste hasta que encuentre a las personas… ¿qué quieres decir? ¿Los está buscando? El pánico empezó a invadirme, haciendo que mi respiración aumentara. Me tambaleé hacia delante y me arrodillé en el suelo delante de Alex. Lentamente, levantó sus ojos del suelo a los míos.

—Dime, Alex —rogué—. ¿Qué quieres decir? ¿Los están buscando? —Si eso era cierto, Jack no estaba haciendo nada por su cuenta. Hasta donde sabía. Me miró directamente a los ojos por unos segundos, sopesando su respuesta. Pero pude verla antes de que respondiera. —Sí. Los estamos buscando. Mi voz tembló. —¿Y los han encontrado? No estaba segura de querer escuchar la respuesta. Era como caminar en la cuerda floja y saber que a cualquier lugar que caiga, a la izquierda o a la derecha, el resultado sería el mismo. Quedaría paralizada. —Sí. Mi corazón dio un vuelco en mi boca. Parecía imposible. Cinco años habían pasado y todo el mundo renunció a obtener respuestas. Se sentía como si sólo hubiera tres personas con vida —cuatro contando a Alex— a quienes incluso les importaba nada más que los asesinos de mi madre fueran encontrados. —¿Cómo? ¿Cómo sabes quién lo hizo? —Tenemos información —respondió Alex con sencillez. —No entiendo. ¿Qué información? ¿De dónde? —La Unidad. Encontramos cosas a través de La Unidad. —¿Qué cosas? ¿Qué tiene que ver tu unidad con mi madre o su asesinato? No lo entiendo. —La Unidad no tiene nada que ver en esto. —Alex se detuvo nuevamente, sopesando sus palabras con cuidado—. Jack y yo nos las hemos arreglado para acceder a alguna información a través de La Unidad que nos ayudó a encontrarlos. —Y ahora que los han encontrado… ¿qué van a hacer? —Sentía como si toda la sangre de mi cuerpo se congelaba y luego comenzaba a agitarse. —Vamos a atraparlos.

—¿Por qué Jack no me dijo nada de esto? —No quiere meterte en esto. —La voz de Alex era baja y tranquila, tuve la sensación de que estaba tratado de dejarme entrar. —¿Por qué tú estás bien con decirme entonces? Alex se mordió el labio inferior, pensando, después de un segundo o dos, dijo—: Porque no me gusta verte sufrir y creo que necesitas saber. Nos miramos el uno al otro sin decir nada, su mirada sosteniendo la mía, su enfoque firme, tratando de anticipar mi siguiente pregunta. Era una a la que nunca pensé que tendría respuesta. —¿Quiénes son? ¿Quién mató a mi madre? No me respondió. Sólo siguió mirando a mis ojos. Podía sentirlos desgarrar mientras luchaba por el recuerdo de mi pesadilla. —¿No es suficiente con saber que los vamos a atrapar? —dijo finalmente. —No —le lancé en respuesta—. No si eso significa que cualquiera de los dos se hará daño en el proceso. —Miré a la alfombra, conteniendo las lágrimas. La mano de Alex de repente estuvo bajo mi barbilla, levantándola hasta que estuve mirándolo a los ojos una vez más. Acunó mi rostro entre sus dos manos, sosteniéndome firmemente de modo que no pudiera apartarme. Mi respiración se detuvo. —No vamos a salir heridos. Te lo prometo. Quería creerle, pero un padre asesinado cuando eres una niña hace que promesas como esa sean redundantes. —Será mejor que no —eso fue todo lo que dije. El miedo en mí suavemente retrocediendo, como una ola siendo empujada lejos de la orilla. Sabía que sólo era temporal, pero podía mantenerme a raya por ahora. —¿Puedes intentar perdonar a Jack, ahora que lo entiendes? Las manos de Alex seguían sosteniendo mi rostro. Asentí.

El ruido de un auto deteniéndose fuera interrumpió el silencio que se había abierto entre nosotros. Alex estuvo fuera de la silla en un segundo, pasando por encima de mí hacia la ventana. —Es Jack —dijo Alex, mirando por la rendija que había hecho en las cortinas. Me pregunté quién más pensaba que podría haber sido. Medio minuto más tarde, Jack entró por la puerta. —Hola —dijo con una amplia sonrisa. —Hola —respondimos los dos al mismo tiempo. Jack me echó una mirada, su sonrisa se desvaneció y luego preguntó: —¿Estás bien? —Estoy bien. —Eché un vistazo a Alex quien me estaba mirando extraño—. Es sólo que, yo… yo… —Sólo acababa de descubrir que él estaba cazando a los asesinos de nuestra madre en alguna loca misión vengativa. Estaba a más de un billón de kilómetros de estar bien. —Estábamos hablando de los viejos tiempos —se adelantó Alex. Intenté recuperarme. —Sí, sobre la vez que me rompí la pierna. —Fue lo primero que se me vino a la mente. —Ah, sí, me acuerdo de eso. Alex me lanzó una mirada que encontré difícil de leer. No estaba segura de si se preguntaba si perdí la cabeza o si se preguntaba por qué en la tierra escogí ese recuerdo en particular. Pero volvió a mirar a Jack y, sin perder el tiempo, dijo: —Le di mi abrigo a Lila… ¿recuerdas? Te quejaste de eso ya que pensaste que conseguiría una hipotermia y tú tendrías que arrastrarme de vuelta en el trineo también. —Suena bastante cierto. —Jack sonrió. Observé impotente como Alex tomó su chaqueta colgada en la baranda.

¡No, no te vayas, no te vayas! Quería gritar. —Te veré mañana —dijo—. Jack, le he dicho a Lila que la voy a llevar a correr mañana en la base, espero que eso esté bien contigo. —Seguro, es una buena idea. Estábamos amontonados en el estrecho pasillo. Alex de repente, envolvió sus brazos alrededor de mí, empujándome en su pecho. Respiré profundamente. Me besó en la cima de mi cabeza. —Buenas noches, Lila. Luego se marchó y Jack puso la alarma de la puerta principal. Ésta emitió un pitido un par de veces y entonces, se dirigió a la puerta de atrás para asegurarse que estuviera cerrada. Me quedé mirándolo desde el vestíbulo, preguntas corriendo como agua en mi mente y amenazando con derramarse sobre mis labios. No podía creer que me estuviera ocultando todo esto. Di media vuelta y subí las escaleras, antes de abrir mi boca y derramar todo. —Buenas noches —dijo Jack. —Sí, buenas noches —le contesté.

8 Traducido por rihano

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Corregido por Julieta_Arg

an pronto como la puerta de mi habitación se cerró, caí sobre la cama y me acurruqué sobre mi lado, abrazando una almohada contra mi pecho. Había sido un error preguntarle a Alex quiénes eran. Los nombres no importaban, cómo se veían no importaba. Por qué lo hicieron… esa era la única pregunta que alguna vez me había importado. Necesitaba saber por qué, por qué razón posible, cualquiera podría asesinar a una mujer a sangre fría, en su casa, a plena luz del día. Y mi hermano y Alex deben saber por qué, ya que se las arreglaron para encontrar a los responsables. Con información obtenida a través de su trabajo. No tenía ningún sentido para mí. ¿Cómo pudieron encontrar información cinco años después del hecho que la policía no había sido capaz de encontrar? ¿Cómo siquiera supieron por dónde empezar a buscar? ¿Qué demonios hacía su Unidad? Me estiré desde la posición fetal en la que estaba acostada y me senté. Esto era malo. Realmente malo. No hablábamos de ladrones adolescentes. Hablábamos de asesinos. No podía dejar que hicieran esto. Tenía que hablar con Alex y Jack de esto.

—Lila, ¿qué te está tomando tanto tiempo? —Nada. Estoy aquí. Bajé corriendo las escaleras. Jack se movía en el fondo, una mirada impaciente en su rostro. Se me hizo tarde porque sólo me dormí cuando estaba amaneciendo. Eran las diez de la mañana ahora y aunque había tenido cerca de

cuatro horas de sueño, se sentía como si tan sólo fueran cinco minutos, todos ellos inquietos y llenos de sueños feos. —Vamos —dije, sonriéndole y caminando a través de la puerta del garaje. El auto, me di cuenta por primera vez, era un Audi. Era elegante, negro y brillante, y me pregunté cómo pagó por ello. Acaricié a lo largo de su lado. No estaba en eso de los autos, pero a éste lo podía desear. —Bonito auto —le dije, mientras me deslizaba en el asiento del pasajero. Nos dirigíamos a la base. Jack se pasaría para hacer algo de trabajo, qué no estaba segura, y yo me iba a encontrar con Alex. Íbamos a correr y planeaba usar el tiempo para convencerlo de alejarse, retirarse, dejar de buscar a los asesinos de mi madre. Rogaría y suplicaría si tenía que hacerlo. Sería más convincente que anoche. No dejaría que sus manos, sus ojos, o su voz me distrajeran. Estaríamos corriendo. Me concentraría en la carretera. —Es un vehículo de la empresa —dijo Jack, girando la llave en el encendido. Me reenfoqué en Jack. Automóviles. Hablábamos de autos. —¿El Ejército paga por autos de setenta mil dólares? A los contribuyentes les debe encantar eso. —Ciento veinte con las modificaciones y sí, los contribuyentes estarían contentos si supieran por qué los necesitamos. —¿Qué modificaciones? —No tenía alerones. Sin rayas laterales decorativas. Ni siquiera algunas luces intermitentes. —Va un poco más rápido que lo que marca el velocímetro y tiene unas pocas características ocultas. Supuse que no hablaba de los asientos calefactores. Tendría un juego con algunos de los botones cuando estuviera cerca de esto a solas. Jack apretó un botón de su llavero. La puerta del garaje se levantó sobre nuestras cabezas, dejando entrar un brillante baño de sol. Las ventanas estaban tintadas pero aún así bajé la visera para proteger mis ojos. Una tarjeta laminada cayó en mi regazo. Le di la vuelta y vi que era una foto de Jack. Se veía un poco

más joven, más cansado alrededor de los ojos, y más delgado de lo que era ahora. Cuerpo de Marines de los Estados Unidos se encontraba grabado en la parte superior y, luego, en letra más fina debajo, Empresas Stirling: Operaciones

Especiales. Sin embargo, la cosa que llamó mi atención fue la palabra antes de su nombre: Teniente. Miré el resto de la información cuando Jack la arrebató de mi mano y se la guardó en el bolsillo lateral mientras aceleraba hacia fuera de la calzada. La calle estaba vacía, excepto por unos cuantos autos estacionados reflejando el sol como una hilera de espejos. —¿Teniente Jack Loveday? —dije—. Eso es bueno, ¿verdad? ¿Eso significa que estás a cargo? —Depende de cómo se mire. Y no, no estoy al mando, hay un montón de rangos por encima de Tte. Pero soy un líder de equipo. —¿Cuál es el de Alex, entonces? Quería saber si alguno de ellos superó al otro. Eso sería muy incómodo. Jack hizo una pausa. —Es el mismo —dijo—. Aunque, él dirige otro equipo. Es del equipo Alfa y yo estoy a cargo del Beta. —Está bien, ¿así que es un poco más organizado que el Equipo A, entonces? Se rió de mi descripción de aficionada. —Sí, un poco. Hay tres equipos en nuestra unidad. Cada uno cuenta con ocho hombres en un momento dado. —Eso es pequeño, ¿no? Quiero decir, veinticuatro hombres no son muchos. —Yo era un perro de presa, olfateando en busca de pistas. —Veinticuatro hombres es mucho. Asentí como si entendiera. —Pero no son muchos para hacer frente a los narcotraficantes.

Dejó escapar un grito que supuse era de alegría. —¿Qué demonios te hizo pensar que tratamos con traficantes de drogas? Taché ese de mi lista a regañadientes. Había sido mi mejor conjetura. —Bueno, dijiste que necesitabas estar cerca de la frontera. Y entonces tienes este auto realmente bueno, que tal vez podrías utilizar para el trabajo encubierto. Todavía se reía de mí. —¿Qué es tan gracioso? De verdad puedo imaginar este auto perteneciendo a un traficante de drogas. Sabes, he estado viviendo en el sur de Londres. Tengo conocimiento de primera mano del tipo de autos que a los narcotraficantes les gusta conducir. —¿De primera mano? —Una sonrisa haló hacia arriba la esquina de su boca. —Sabes lo que quiero decir. Se poner dos y dos juntos. —Y resultan tres. Lila, no tenemos nada que ver con las drogas. Para eso está el FBI, la DEA y la policía. —Oh. —Medité eso mientras él nos dirigía hacia la autopista—. Bueno, no me dices nada, así que tengo que deducir de las pistas que me das. La próxima vez voy a suponer infiltración. —¿Y no sólo lo vas a dejar pasar? —Tal vez pueda. Después de que me digas. Negó con la cabeza y pisó a fondo el acelerador. Miré hacia atrás, esperando ver huellas de neumáticos en la carretera. En su lugar, vi una SUV negra abrazando nuestro parachoques. Sus ventanas estaban tintadas y no podía ver al conductor, aunque pude ver una forma borrosa cuadrada detrás del volante. Jack viró bruscamente hacia el carril rápido, pero el auto se quedó sobre nosotros como si fuéramos a remolcarlo. —Er, no quiero ser paranoica —dije—, pero hay un auto justo en nuestra defensa.

—Sí, lo sé —dijo Jack con calma, virando de nuevo hacia el carril central. Lo comprobé por encima de mi hombro, pero la camioneta estaba todavía en nuestra cola—. Está bien, es uno de los nuestros. —¿Qué? —Es uno de los nuestros, nos ha seguido desde la casa. Lo tenía estacionado afuera desde que me hablaste de Suki pagándonos una visita. —¿Por qué entras y sales del tráfico, entonces, como que si trataras de sacudírtelo? —Sólo estoy jugando con ellos. Manteniéndolos en estado de alerta. —Espera un segundo. No lo entiendo. ¿Por qué el auto nos sigue? ¿Por qué no está quedándose en la casa si estás tratando de atraparla? —Han sido relevados por otro auto. Estos chicos nos están siguiendo de nuevo a la base. Miré hacia adelante, sintiendo que una ráfaga helada del aire acondicionado me golpeaba. Cerré los seguros y me concentré en el hecho de que teníamos una escolta armada. No estaba segura de si eso me hacía sentir mejor o peor.

Cuando tomamos la vuelta hacia la base, Jack levantó la tarjeta para que fuera chequeada. —No te preocupes —dijo—, ya han realizado una verificación de antecedentes en ti, así que, está bien que entres. Oh, mierda. ¿Cuánto de una revisión de antecedentes? Me pregunté qué habían encontrado. Aún así, no podría haber sido muy malo, porque sólo unos pocos segundos más tarde, dos Marines llevando armas enormes nos saludaron a través del puesto de control.

Minutos más tarde, Jack se detuvo fuera de un edificio de dos pisos de aspecto moderno. Era todo de cristal oscuro y acero, totalmente incongruente con los otros edificios bajos de ladrillo que habíamos pasado. Este no tenía puertas, me di cuenta, sólo lo que parecían tres cilindros de vidrio gigantes. Mientras miraba más de cerca, un hombre de uniforme azul apareció de repente en uno de ellos, pareciendo un juguete GI Joe en una caja de celofán. La ventana de cristal se abrió y él salió a la luz del sol. Jack ya se encontraba fuera del auto, caminando a mi lado. Abrió mi puerta y me tambaleé fuera, mis ojos todavía en el edificio de ciencia ficción y sus puertas de tubo. —Es de alta seguridad —dijo Jack, mientras me veía observar. —Sí, me imaginé. No he visto eso en Walmart. Un rugido arrojado rasgó el aire y ambos nos volteamos para ver una moto de color rojo acercándose a la acera detrás del auto de Jack. El piloto levantó la mano en señal de saludo y luego se quitó el casco. Mi boca cayó abierta. Era Alex. Y sonreía de oreja a oreja. ¿Alex montaba una moto? ¿Desde cuándo? Y, más importante aún, ¿cuándo podría tener un paseo en ella? Mientras estaba parada allí, desvanecida, él pasó su pierna sobre el cuerpo de la moto, abrió la cremallera de su chaqueta y sacó una bolsa de la maleta trasera, guardando el casco y la chaqueta en su lugar. Esta era la tercera vez que lo veía en dos días, pero aún me quedaba tambaleándome y ligeramente mareada cada vez que lo veía. La vigorosa solidez de su forma hacía latir mi corazón como si me hubiera bebido diez expresos regados con una tina de cola. Caminó hacia donde estábamos parados. —¿Lista? —me preguntó. —Sí. Sólo necesito un lugar para poner mi bolso y entonces estoy lista — respondí, incapaz de apartar los ojos de sus labios. —De acuerdo, dámelo. Tengo que ir a cambiarme. Lo dejaré en el vestuario.

Tomó mi bolso y rápidamente se metió a través del tubo de vidrio corredizo. Lo vi desaparecer en la oscuridad. Me acerqué a la moto y leí la palabra Triumph en el lateral. —¿Cuánto tiempo la ha tenido? —le pregunté a Jack. —No. Por encima de mi cadáver. —La expresión de Jack era dura. —¿Qué? Ni siquiera pregunté eso. ¡Te pregunté cuánto tiempo la ha tenido! —No vas a montar esta moto. O cualquier moto, para el caso. —¿Por qué no? —Porque, Lila, ¿tengo que recordarte el número de veces que trataste de copiarnos y casi has muerto como resultado? Se refería a la época en que casi me ahogué nadando los trescientos cincuenta metros de diámetro del lago en busca de ellos. Puse los ojos en blanco. —Tenía nueve años y podría fácilmente haber logrado nadar esa distancia, sólo que no esperaba que estuviera tan frío. —Ni siquiera pensé en eso. Pensaba en el árbol que trataste de subir en el patio trasero del abuelo. Y, hmmm, ¿qué pasa con el incidente del trineo que todos recordamos tan cariñosamente? —continuó su conferencia, dando un gran suspiro—. En algún momento de tu vida, Lila, vas a tener que darte cuenta de que no puedes mantener el ritmo. —Me miraba como un abogado que acaba de presentar un argumento ganador. Esto me provocó tanto ahora como lo había hecho cuando tenía nueve años. —Y en algún momento de tu vida, Jack, te vas a dar cuenta de que ya no soy una niña. Puedo ser cinco años menor que tú, pero eso dejó de ser un problema hace un tiempo. Cualquier cosa que ustedes pueden hacer, puedo hacerlo también. Me moví con rapidez. —De todos modos, no sugería ni siquiera que montaré la moto por mi cuenta. Él podría darme un paseo.

—Lo que sea. No va a suceder en esta vida. Le dije a papá que te mantendría a salvo y el Alex que conoces no es el Alex que conduce esa moto. Él no es conocido por respetar el límite de velocidad. Ahora definitivamente quería montar en ella. La idea de tener una excusa legítima para envolver mis brazos alrededor de Alex significaba que no podría preocuparme menos por el peligro, incluso si eso significaba una muerte casi segura. —¿No deberías estar calentando? —Él era casi tan bueno como Alex para distraerme. Suspiré y empecé a estirar mis músculos isquiotibiales. —¿Qué estarás haciendo mientras están siendo probados mis ritmos de pasos por el Teniente Wakeman? Sonrió ante la descripción de Alex. —Mientras el Teniente Wakeman te está ejercitando, haré algo de papeleo y estaré siguiendo algunas pistas. —¿Pistas con forma de Suki? Él inclinó la cabeza hacia mí con expresión divertida. —Es posible. Alex salió del edificio en ese momento y perdí el hilo de mis pensamientos. Estaba en su atuendo de correr esta vez. Ajustado pantalones cortos grises y una camiseta blanca que probó mi teoría anterior acerca de su cuerpo. Era perfecto. Se arrodilló para apretar sus cordones y el agudo dolor en mi hombro me alertó sobre el hecho de que aún sostenía mi estiramiento. Me solté y comencé a mecerme atrás y adelante sobre los dedos de mis pies, flexionando los músculos de mi pantorrilla. —¿Lista? —dijo, mirándome a través de sus pestañas teñidas de oro. Sus ojos eran de un azul danzante. Tomé una gran bocanada de aire y asentí.

—Vamos, entonces. Jack nos despidió con la mano y entró en el edificio.

9 Traducido por Lalaemk

A

Corregido por Julieta_Arg

lex me dejó marcar el ritmo, lo que fue afortunado porque mi carrera apenas podía igualar su trote. Luché con la tentación de mirarlo, manteniendo mis ojos fijos en el tramo mucho menos atractivo de asfalto brillando por delante. Me condujo a través de un par de caminos secundarios bordeados de casas idénticas hasta que llegamos a un sendero, que conducía a lo largo del perímetro oeste de la base. No hablamos mucho. Estaba dándole vueltas a las preguntas que tenía para él, preguntándome por dónde comenzar. Una vez que el sendero se abrió, Alex aflojó el paso para correr a mi lado. El suelo era irregular y una vez o dos corrí a toda velocidad y él tenía que extender una mano para estabilizarme. —Mira tus pasos —dijo—. No quiero que te rompas la pierna por ahí, no tengo un trineo para llevarte de regreso. —Ja, ja —respondí, mientras me imaginaba cayendo y rompiéndome el tobillo sólo para que Alex pudiera cargarme de vuelta. Ya estaba sufriendo demasiado con tan sólo estar cerca de él. Llevé mi mente de vuelta a la tarea en cuestión y le hice la pregunta. —¿Por qué lo hicieron? Alex siguió corriendo, mirando al frente. Esperé. Muy ligeramente alargó su zancada para ponerse delante de mí. Aceleré mi paso para alcanzarlo. —Si sabes quienes son, Alex, seguramente sabes por qué lo hicieron.

Otra vez, nada, sólo el sonido de nuestros pies golpeando el piso como un trueno. Le lancé unas mirada. Su rostro era de piedra. Se fue hacia delante otra vez. Extendí mi mano y tomé su brazo. Quería que desacelerara. Pero en su lugar se detuvo completamente. Me detuve fuerte, todavía sujetándolo. Se movió para encararme y lo dejé ir. —¿Lo sabes? —dije. —Sí. —Entonces dime —demandé. Estábamos de pie uno frente al otro en el estrecho sendero, había bajos arbustos en las grietas de la tierra, algunos árboles aquí y allá, pero estábamos fuera de vista de los edificios o personas. —Lila, lo que te he dicho debe mantenerse entre tú y yo. Tienes que prometerlo. Estoy traicionando a Jack con decírtelo. No me perdonaría fácilmente. Pero creo que mereces saber algunos detalles. No puedo decírtelo todo, así que no me presiones para que te diga más de lo que estoy dispuesto a decirte. Levanté mi barbilla y lo observé cuidadosamente, tratando de leer su expresión. —Ven, vamos por aquí. —Se volteó y caminó unos pocos metros hasta una roca reposando al lado de la ruta—. Siéntate. Troté hasta él y luego me incliné contra la roca. Se puso frente a mí y tuve que inclinar mi cuello para verlo. —Me preguntaste ayer quién había matado a tu madre. No puedo decirte eso. Pero puedo decirte por qué. Contuve mi aliento. Alex hizo una pausa, la preocupación destellando en su rostro. Asentí para que continuara. Dudó por una fracción de segundo, luego dijo: —Tu madre fue asesinada por lo que sabía. Lo miré fijamente. Ambos inmóviles. —No lo entiendo ¿Qué es lo que sabía?

Alex tomó una respiración. —¿Sabes qué hacía tu madre en su trabajo? —Sí, por supuesto. —¿Por qué preguntaba esto?—. Trabajaba como asesora. —¿Para quién? —Para algún viejo senador. —En realidad, hacía más que eso. —¿Disculpa? —Sí, era una asesora política. Pero también investigaba algo en nombre de la seguridad nacional. —¿Qué? ¿Por qué? ¿Por qué estaría haciendo eso? Mi madre no sabía nada acerca de seguridad. Era una consejera en asuntos políticos, trabajaba en cosas ambientales. —No puedo darte detalles. La información es altamente clasificada. Apreté los dientes. —Entonces, sólo dime lo que puedas. Alex frunció el ceño, sus ojos suplicando clemencia. —Ella descubrió algo acerca de un grupo de personas. —Podía ver que luchaba para censurar la información—. Descubrió algo que podría haber tenido enormes consecuencias para el gobierno. No sólo el gobierno sino también para el público, para todos. Ahora era mi turno de fruncirle el ceño. —Suenas como el guión de una mala película serie B. Alex mordió su labio inferior. —Me doy cuenta cómo debe sonar esto. Levanté mis cejas un poco más.

—Lila, sólo escucha y luego juzga. Traté de perder mi expresión escéptica. —Tu madre descubrió algo. Y fue suficiente para causar que las personas a las que estaba a punto de… exponer, vamos a decir… la matara. Me tomó un minuto para asimilar las palabras. Jugué con ellas, tratando de moverlas como un anagrama en mi cabeza, mi mente repitiendo la misma lista anterior: drogas, corrupción, crimen organizado; pero no tenían sentido. ¿Qué podría posiblemente haber descubierto? Todo sonaba tan absurdo. —¿Qué fue lo que descubrió? —pregunté. —No puedo decírtelo. Si volvía a escucharlo decir eso una vez más, pensé que podría comenzar a lanzar cosas inconscientemente, no es que hubiera muchas cosas que lanzar, a menos que tratara de arrancar la raíz de un árbol. Entonces, la parte racional de mi cerebro de repente entró en acción, y mi corazón reaccionó latiendo violentamente. —Pero, Alex, si mi mamá descubrió algo y fue asesinada por ello… —casi no pude terminar la oración—… ¿qué hay de ti y Jack? Si lo saben también… ¿qué hay de ustedes? Me dio una media sonrisa que se desvaneció en la nada. —No necesitas preocuparte por nosotros, Lila. Lo miré fijamente, preguntándome si sabe lo loco que sonaba. —¿Le han dicho a la policía? ¿No deberían decirle a alguien? ¿El FBI tal vez? ¿Para que puedan hacer algo? —Ya no me apoyaba en la roca, estaba de pie mirándolo, gritándole—. Si saben quién la mató y saben por qué… ¿por qué no están involucrándolos? ¿Por qué no se lo dejan a los profesionales? Alex me miraba, su media sonrisa había regresado. No lo entendía. —Lila, ¿qué piensas que somos? Estaba confundida.

—Jack y yo somos profesionales. Estamos más altamente entrenados que la policía y los federales. Tenemos mejor equipo y más inteligencia que cualquier otro organismo público. Estamos usando todo eso para ayudar a encontrar a los asesinos de tu madre. Ahora entré en el reino de la incredulidad. Pero justo cuando estaba a punto de abrir la boca para decir algo sarcástico, una sombra cruzó a través de su rostro y lo vi diferente, como podría verse un extraño. No como el Alex de mi niñez sino como el Teniente Wakeman. Era como en esas fotografías de puntos a las que miras hasta que las imágenes ocultas saltan a la vista. De repente me intimidaba, como si de repente hubiera crecido otros quince centímetros. —¿Es por eso que se unieron en primer lugar? —Todo caía en su lugar. —Sí. De repente la decisión de Jack de dejar la universidad se hizo evidente. —Pero todavía no entiendo qué tiene que ver sus trabajos con todo esto. Se veía incómodo, como si lo hubiera tomado fuera de guardia. —Estamos usando la información, como te lo dije. —Sí, sigues diciendo eso, pero todavía no entiendo por qué. —Mi temperamento pinchaba los bordes de mi voz. Alex miró a lo lejos, mirando hacia el océano. Traté un enfoque diferente. —Esa chica, Suki, ¿quién es ella? —Es alguien con quien queremos hablar. —Su rostro era todavía ilegible. —¿Por qué? ¿Tiene que ver con ellos? —Mi mente estaba frenética. ¿Quién habría sabido que Suki era una fuente de conocimiento? No se veía como alguien que supiera las tablas de multiplicar. Alex negó. —No. Sólo podría ayudarnos con nuestras investigaciones.

Sabía que esa era la línea que los detectives usaban cuando pensaban que alguien era culpable pero no tenían suficiente evidencia para probarlo. Aún. —¿Podrías ser más críptico? —Sí. —Estaba siendo serio. —¿Qué puedo decirte para hacerte cambiar de opinión acerca de esta misión de venganza en la que estás? Dime y lo diré. Me miró con tristeza. —Lo siento, Lila. No vamos a detenernos. Ahora es más que sólo tu mamá. Esa es la razón por la que nos unimos. Esperábamos que nos guiara a encontrar a sus asesinos. Y casi lo hizo. Estamos muy cerca. —Me miró, sus ojos ardiendo, el ámbar en ellos centelleando—. Pero, Lila, es más que eso ahora. Luchamos con algo más grande que ellos, y seguiremos luchando incluso cuando los hayamos atrapado. Me quedé en silencio. La parte del filtro de procesamiento en mi cerebro estaba en sobrecarga. Nada más podía entrar. ¿Contra qué peleaban? ¿Y por qué? Todo se estaba volviendo tan irreal que me pregunté por medio segundo si quizás todavía estaba arrodillada en una calle del sur de Londres en estado catatónico y estaba imaginando todo esto. —Vamos, te he dicho todo lo que iba a decirte. Hay que regresar. —Alex extendió una mano y gentilmente presionó su palma en la mía, regresándome a la realidad. Energía saltando alrededor como sólo podía ser en un mundo real, no uno imaginario. —Pero… —Traté de decir dos palabras coherentes juntas, pero mi vocabulario se derretía ante la visión de una franja de su bronceado torso delgado que Alex mostraba mientras estiraba los brazos encima de su cabeza. Otra punzada de miedo, mezclada con deseo, revolviéndose en mis entrañas. —No, Lila. Te traje a correr aquí porque sabía que querías hacerme preguntas, y quería que me las hicieras lejos de Jack. Pero te he dicho todo lo que puedo del tema y ahora sólo tienes que confiar en mí.

Por supuesto que confiaba en él. Confiaba en él con mi vida. Pero había tantas cosas sucediendo que no me decía. Cosas malas, estaba bastante segura. Y había fracasado total y absolutamente de cambiar su opinión acerca de involucrarse. Esto no estaba funcionando para nada como había planeado. Ninguno de los dos habló, y Alex partió de nuevo, mirando tranquilamente por delante. Llegamos a la pista y corrimos al centro del camino. Yo era apenas consciente de la ruta que habíamos tomado o el tráfico pasando junto a nosotros. Estaba demasiado ocupada en el hecho de que mi hermano y Alex estaban lanzándose al peligro como si fuera un juego. Como si las consecuencias no fueran mortales. Cuando de hecho lo eran. Me tropecé y caí, gritando mientras me golpeaba contra el asfalto, mis palmas hacia delante para frenar la caída. Me quedé donde estaba, respirando con dificultad, la tierra rompiendo la piel de mis manos. Los gránulos pegajosos del camino llenaron mi visión. Las manos de Alex en mis hombros me trajeron de vuelta, y fácilmente hizo que levantara las rodillas y luego volteó mis manos. Me di cuenta que me hablaba y sacudí mi cabeza, viendo fijamente a sus labios en movimiento. —¿Estás bien? Déjame ver. —Sacudió gentilmente la suciedad, revelando algunos rasguños en mis manos. Hice una mueca ante el picor, como si metiera mis manos en ortigas. Presionó mis muñecas más firmes para que no pudiera apartarlas. —¿Estás bien? —dijo otra vez. —Sí. —No podía mirarlo. —¿Estás segura? —preguntó, sin dejar ir mis muñecas. La presión era firme, pero me gustaba, queriendo que me presionara con más fuerza. Me hizo sentir conectada a él, anclados de nuevo. Miré hacia él. La expresión en su cara era de tanta preocupación que sabía que no me preguntaba por mis manos. —No quiero que hagas esto —solté de repente.

—Lo sé —dijo. Esperé por el momento en que dijera: Bien, no lo haremos, dejaremos que la policía se haga cargo. Pero no llegó. Un pájaro cantó para llenar el silencio en donde deberían haber estado sus palabras. —Lila. —La voz de Alex fue suave—. Te lo dije ayer, nada malo va a pasarnos. —Prométemelo. Sus ojos se nublaron y un músculo de su mandíbula se contrajo. —Te lo prometo. Ahora ven, tenemos que limpiarte. Restregué mis rodillas, las cuales estaban pegajosas con raspones, y suspiré. Mi cuerpo tenía un mal momento con los golpes. Bajé el ritmo del trote, la piel de mis rodillas gritando en protesta cuando las extendía y contraía hasta que acabó convirtiéndose en una punzada constante. Faltaban unos cien metros para regresar al edificio de ciencia ficción. Un grupo de hombres estaban al frente. Desde esta distancia, no podía distinguirlos. Todos ellos tenían más de un metro ochenta, de hombros anchos y piernas sólidas como troncos de árboles. Estaban vestidos iguales, con pantalones de combate negros, y camisetas que se aferraban con fuerza a sus bien desarrollados abdominales. Le di a Alex una mirada fugaz, con su corte de cabello corto y un físico parecido debería mezclarse fácilmente con la multitud, pero había algo en él que lo hacía destacar. Era menos cuadrado, más delgado y elegante y, para mi ojo totalmente imparcial, no había ninguna competencia. El grupo se separó a medida que nos acercábamos, y se volvieron hacia nosotros. Comencé a correr más lento, de repente cohibida de ser la única chica, y viéndome toda escurrida y sucia. Alex miró sobre su hombro, pareciendo notar mi reticencia, entonces aminoró el ritmo también y dijo: —No te preocupes, son sólo algunos chicos de La Unidad, te presentaré. Lo miré con recelo y me preparé. Después de unos metros más, nos detuvimos. Jadeaba y quedé un poco detrás de Alex, a su sombra, tratando de sacudir la suciedad de mis pantalones cortos y apartar el cabello de mi cara. Entonces Alex se volvió, y de repente estuve en el centro de un círculo siendo examinada. Me sentí estremecer.

—Bueno, seguro que obtienes todas las miradas en la familia Loveday. Pobre Jack. No me extraña que te haya escondido al otro lado del mundo. —Los otros comenzaron a reírse y miré a Alex. Se reía también. Otro hombre, con brazos tan grandes y carnosos que colgaban a lo largo de sus costados como si estuviera usando una chaqueta salvavidas, extendió una mano. —Encantado de conocerte. Soy Nick, estoy en el quipo de tu hermano. Estreché su mano, sintiendo mis manos escocidas ser aplastadas por la suyas. Los otros chicos siguieron su ejemplo, bombardeándome con una falange de brazos y manos que estrechar. —Hola, encantada de conocerte —le dije a cada uno, notando que la mayoría eran mucho mayores que Alex, al menos en sus tardíos veintes o tempranos treinta. Me pregunté cómo funcionaba eso cuando él estaba a cargo del equipo. Había sólo uno que era más joven, lucía más o menos de mi edad. Creo que dijo que su nombre era Jonas. Ahora él dio un paso hacia delante, lanzándome una sonrisa deslumbrante. —¿Vienes a la fiesta de Alex? Tenía unos agudos ojos cafés y una fácil sonrisa. Era el menos fornido de todos ellos y un poco menos intimidante. —Sí, estaré ahí —dije, mirando otra vez a Alex. Él ahora estaba a unos pasos atrás del grupo, observando cosas. Tenía una tenue sonrisa jugando en la esquina de su boca pero sus ojos se habían puesto de un azul hielo. Jonas me sonrió como un jack in the box2. —Genial. Te veré ahí. —Otro hombre de su unidad le hizo una llave y se lo llevó. 2

Jack in the Box: es una franquicia de restaurantes especializada en comida rápida que se representa con un muñequito sonriente.

Sentí que mi rostro enrojecía. Realmente quería que Alex me rescatara de esto, me sentía como si estuviera en una exhibición en el Museo Ripley de Aunque Usted No Lo Crea. Él debió haber visto la expresión en mi rostro porque caminó hacia el grupo de nuevo. Esta vez sentí el cambio de humor, el jugueteo de los hombres cayó mientras guardaban silencio y se movían más cerca, como si pensaran que Alex los reuniría. Él ni siquiera había dicho nada. —Bien, tengo que hacer que esta chica se limpie —dijo ahora. No hubo insinuaciones de cualquiera de los hombres, aunque estuve sumamente atenta a ellos. Alex puso su brazo alrededor de mi hombro y comenzó a girarme hacia las puertas. —Nos vemos, muchachos —dijo, guiándome hacia el edificio. Justo en el momento en que las puertas cilíndricas se abrieron, una mujer, tan delgada y retocada como una modelo en la pasarela, salió a la luz solar. Los hombres detrás de mí se quedaron en silencio, un asombro descendiendo sobre ellos. Sentí que me encogía internamente mientras se dirigía a nosotros. Luego oí a Alex decir—: Hola, Rachel. —Y algo en mí se partió en dos. Creo que fue el último vestigio de esperanza de que alguna vez me pudiera ver como algo más que la hermana de Jack. Una sonrisa amplia y deslumbrante dividió la perfectamente cara simétrica de la mujer. Tenía pómulos altos y ojos de forma almendrados que eran casi tan azules como los de Alex. Desfiló hacia él, como un misil programado hacia un nuevo objetivo. Casi esperaba que girara una de sus interminables piernas sobre su cadera y se envolviera alrededor de él como una hiedra. Usaba un traje de dos piezas con falda gris, que envolvía su cuerpo, asiéndose en su cintura diminuta. A medida que se acercaba a Alex vi que era casi tan alta como él, aunque al menos trece centímetros eran por sus tacones de aguja. Sentí mi corazón hundirse. Era tan imposiblemente hermosa que Alex había olvidado completamente que existía. —Bueno, hola, Alex —dijo Rachel, agitando su cabello rubio recto por encima de su hombro. Su voz era ronca, con un toque del sur.

De repente, me cohibí de cómo lucía. Mis ropas eran como harapos contra mi piel y anhelaba arrancarlas y ponerme algo limpio, si tan sólo no me sintiera tan parecida a una rata de alcantarilla de pie al lado de un zorro ártico. —¿Qué estás haciendo aquí? —arrastró las palabras, con las vocales largas entrelazándose al decirlas. Sus labios brillaban como una guinda. —Sólo vine a correr —dijo. Recordando que estaba ahí, Alex se giró de repente para verme, pareciendo sorprendido de que estuviera parada tan cerca detrás de él. Se movió a un lado y la mirada de Rachel me cayó encima como un rayo reflector. —Esta es Lila —dijo—, la hermana pequeña de Jack. ¿Pequeña? Sentí como si me hubiera cortado con papel por todo mi cuerpo. La mirada de Rachel se posó en mí, de mis ropas sucias hasta mi cabello sudado, y mi rostro bañado por el sol. Por un breve momento se veía como si se hubiera roto un diente, pero entonces me lanzó una sonrisa blanca como perlas y sostuvo en alto una mano con manicura hacia mí. —Qué encantador conocerte. Jack me ha dicho mucho sobre ti. Tenía muchas ganas de decir que él no me había hablado de ella, pero lo reprimí y le estreché cortésmente la mano. —Rachel trabaja con La Unidad —explicó Alex, sonriendo—. Es nuestra jefa. Hice una doble toma. ¿Era el jefe? ¿Tenía que ordenar a Alex? Las razones para odiarla se acumulaban. Rachel me desechó con un giro sutil de su hombro y centró su mirada nuevamente en Alex, fijándolo con sus enormes ojos azules. Miré de atrás hacia delante entre ellos, unos quince centímetros más baja que los dos, sintiéndome como una niña siendo ignorada por sus padres. Debí haber suspirado, o tal vez él escuchó el sonido de mi corazón explotando, porque de repente Alex me miró.

—Tengo que llevar a Lila adentro —dijo, y se puso en movimiento—. Te veré después, Rachel. ¿Después? Otra cortada de papel. Esta vez dejó una herida abierta. —Adiós, Alex —dijo—. Te llamaré. Disfruta ser su niñera. Me tomó un segundo antes de digerir el comentario y cuando lo hice, respiré fuertemente. Mis mejillas comenzaron a arder. Me negué a voltear y verla, pero arriesgué una mirada hacia Alex y atrapé el trazo de un ceño fruncido. Su boca era una línea firme. Él también me dio una mirada, sin duda para comprobar si había oído el comentario. Cuando me vio verlo, sacudió la cabeza con desdén, como diciendo: Sólo ignórala. Luego, dos cosas pasaron casi simultáneamente. Un grito, el ruido atronador de algo estallando, desgarrando el cielo. Pareció que envió todo al suelo con sus vibraciones. Y luego, con una desconcertada conmoción, me di cuenta que no era el ruido el que me envió al suelo, era el peso de Alex presionándome fuertemente contra el piso. Estaba sobre mis rodillas y Alex estaba inclinado contra mí, sujetándome al suelo, sus brazos envolviendo mi cabeza y su pecho inclinado contra mi costado. No podía entender al principio por qué, mi único pensamiento fue que había sido herido, pero justo cuando comenzaba a entrar en pánico y empujarlo, Alex se desenrolló y se puso de pie, levantándome duramente con él. El ruido todavía seguía perforando mis tímpanos, haciendo que mi cerebro se sintiera como si hubiera sido cortado en dos, y todo parecía ir más lento. Pude ver a los hombres de La Unidad corriendo en diferentes direcciones. Era como verlos a través de luces estroboscópicas. Algunos tenían armas en sus manos y otros buscaban desenfundar las suyas. Me tomó varios segundos sumar dos más dos. El ruido, el pánico, las armas: alguien estaba atacándolos. A nosotros, me di cuenta con sorpresa. Estaba siendo arrastrada con fuerza lejos del ruido, el cual venía del edificio. El apretón de Alex fue como un torniquete de acero alrededor de mi brazo y me sostenía al ras de él. Estaba medio corriendo y yo tropezaba pisándolo mientras me empujaba hacia su moto, el dolor en mi cabeza haciendo imposible poner un pie delante de otro.

Sentí que me levantaban, y entonces, de alguna manera me encontraba en la parte trasera de la moto. Mis piernas automáticamente se aferraron al asiento de cuero para evitar deslizarme, pero entonces Alex estuvo frente a mí, su espalda una pared contra mi rostro. Pateó el caballete y la encendió. A medida que sentía el retumbar de la moto bajo nosotros, Alex llevó hacia atrás su brazo y tomó mi mano, tirando de ella en torno a él y presionándola con fuerza contra su cintura. —Sujétate —dijo.

10 Traducido por Lalaemk

N

Corregido por Nanis

o era exactamente lo que tenía en mente cuando expresé el deseo de conseguir un viaje en la moto de Alex. Estaba tan aterrada para asimilar, en lo más mínimo su proximidad. Cerré mis ojos y dejé que el rugido de la moto se sobrepusiera al de la sirena, que rápidamente se desvaneció en la distancia. El viento azotaba mi cabello alrededor de mi cara, pero no podía quitar mis manos del cuerpo de Alex para alejarlo. El dolor en mi cabeza retrocedió con el nivel de decibeles, hasta que fue una débil vibración contra mi cráneo. Después de lo que parecieron sólo unos minutos sentí que la moto desaceleraba. Giró por algunas esquinas y luego se detuvo en un suave balanceo. Abrí mis ojos. Ya estábamos frente a la casa de Jack. Sentí la cálida mano de Alex encima de la mía y me di cuenta que lo estaba agarrando fuertemente. Mis dedos estaban apretados con tanta fuerza que tomó la suave presión de su pulgar para desengancharlos. Lentamente se volteó para que pudiera verme. —¿Estás bien? —Creo que sí. Él se bajó de la moto. Yo no estaba muy segura de cómo hacerlo, estaba tan pegada al asiento que Alex me levantó como si fuera una niña, lo que ahora me daba cuenta que era exactamente como él me veía. Las palabras de Rachel todavía escocían mis orejas. —¿Qué acaba de suceder? —pregunté. —No estoy seguro. Fue una alarma. Pero no estoy seguro lo que la provocó. —Entonces, ¿por qué el gran escape?

—Porque cuando una alarma suena, usualmente es una buena idea correr. Fruncí el ceño, entonces recordé a Jack. —¿Dónde está Jack? ¿Él estará bien? —Va a estar bien. Pero él ya estaba sacando su teléfono. Golpeó la marcación rápida y entonces estaba hablando con otra persona, Jack supuse, porque sus primeras palabras fueron: —Sí, ella está conmigo. Está bien. Sí… en la moto… Sí. Definitivamente la última vez. Levantó la vista de repente y escudriñó la calle. Seguí su mirada a la SUV negra en la calle con las ventanas cerradas. —Sí, están aquí. Les dejaré saber. Llámame cuando tengas algo. Me quedaré hasta que vuelvas. Colgó. —Quédate aquí —dijo. Así que en realidad estaba siendo mi niñero, Rachel había tenido razón. Y ahora estaba dándome órdenes como a una niña. Mis fosas nasales se dilataron pero Alex no se dio cuenta, ya estaba dirigiéndose hacia el auto. Tal vez sólo era una carga para ellos. Ambos, él y Jack, habían dejado claro que realmente no me querían aquí. Pero no necesitaba este nivel de cuidados. Me dieron ganas de gritar. La ventana del auto bajó y vi a Alex inclinar su rubia cabeza para hablar con el conductor. Miré a mí alrededor y lo pensé por un segundo. Entonces me puse de pie y caminé hacia la puerta principal, sacando mi llave. Abrí la puerta y entré. Mientras introducía el código de seguridad en la alarma, Alex subió corriendo los escalones y entró en la casa. —Te dije que me esperaras. —Lo sé.

—Entonces la próxima vez espérame. —Sus ojos eran como granito duro. Lo fulminé con la mirada. —No soy una niña, Alex. No puedes decirme qué hacer. Él me ignoró, empujándose a la cocina. Empujó la puerta, dejándola volar hacia la pared, y luego cruzó rápidamente hacia la puerta de atrás, revisándola. Puse mis ojos en blanco ante el dramatismo y caminé escaleras arriba hacia la ducha. Estaba acalorada, enojada y cansada, pero sobre todo, tenía el corazón roto. Una ducha no iba a arreglar eso. La puerta del baño se cerró detrás de mí y empezó a correr la ducha antes de que me diera cuenta lo que estaba haciendo. Me dejé caer sobre mis rodillas con asco de mí misma. Ni siquiera podía controlar mi habilidad. Este día no podía ponerse peor. Me quité mi ropa de correr y me metí en la ducha, empapándome y dejando correr la mugre que me cubría. La perfecta sonrisa reluciente de Rachel y sus seductores ojos medio cerrados aparecieron en mi cabeza.

Disfruta ser su niñera. Todavía estaba furiosa cuando salí. Limpié el espejo con la parte posterior de mi brazo y me miré. No era competencia para Rachel. Ella era la combinación perfecta para Alex. Se habían mirado como una pareja perfecta de pie uno junto al otro. Y ella tenía otra gran ventaja que me faltaba: él tenía permitido salir con ella. Un golpe en la puerta interrumpió mis cavilaciones. —¿Estás bien ahí adentro? —Alex sonaba tenso. —Bien. Podía haber jurado que el pomo de la puerta giró una fracción de centímetro. Me levanté antes que pudiera entrar a revisar y abrí la puerta de golpe. Alex estaba apoyado contra el marco. Lucía cansado, el estrés grabado alrededor de su boca. Ser mi niñero debía ser toda una faena. —¿Cómo están tus manos y rodillas?

Había olvidado todo acerca de ello cuando Rachel había parecido. Ahora volteé mis manos y vi la piel escaldada en algunos lugares. —Bien —dije, caminando justo junto a él hacia mi habitación y cerrando la puerta detrás de mí. Él no me siguió. Me pregunté si acabaría de entregar su deber hacia uno de los “guardias” afuera. Me dejé caer sobre la cama, poniendo la toalla a mi alrededor, y sentí lágrimas brotar de la nada. El cepillo sobre mi tocador comenzó a moverse, más o menos por su cuenta. Ni siquiera estaba consciente de que lo estaba haciendo hasta que quedó suspendido en el aire a la altura de mi cabeza. Para entonces ya era muy tarde. Se precipitó a través de la ventana como un misil. La rotura violenta, cuando llegó, me lanzó hacia un lado de la cama, astillas de vidrio dispersándose a mis pies. Me quedé inmóvil por un momento, congelada, esperando las pisadas de Alex en las escaleras y por él regañándome, pero nada pasó. Caminé de puntillas hasta la puerta y la abrí suavemente. Podía oír la voz de Alex, pero amortiguada. Estaba paseando por el porche delantera hablando por teléfono. Probablemente con Rachel. Sin duda organizando una cita, para cuando hubiera terminado de ser mi niñero. Me volví hacia mi habitación. Esta era mi oportunidad. Me puse un par de pantalones cortos limpios y una camiseta, y con una mirada atrás hacia al hoyo del tamaño de una pelota de fútbol en la ventana, estuve afuera. Bajé las escaleras lo más rápido que pude, saltando el escalón que crujía más fuerte. Luego me metí a la cocina, desbloqueé la puerta trasera, salí y la cerré gentilmente detrás de mí. Me puse mis sandalias mientras bajaba los escalones y corría hacia el fondo del jardín. No estaba segura de lo que había detrás de la casa, probablemente otro jardín, pero pensaba saltar la valla y cortar el camino detrás. No sabía a dónde me dirigía, pero el océano parecía un lugar tan bueno como cualquier otro. En la valla, miré hacia la casa, pero no había movimiento, ni gritos, sólo un gran hoyo en la ventana de arriba. Me aferré a una rama de un árbol y subí hasta que estuve arriba de la valla y luego salté, aterrizando en cuclillas en el jardín de una casa casi idéntica a la de Jack. Corrí rápidamente al lado de la casa y caminé por el callejón junto a ella, llena de cubos de basura. Miré alrededor del porche de la casa en busca de autos negros con vidrios polarizados, pero no había

ninguno, así que empecé a caminar hacia el oeste rápidamente, hacia la playa Harbour. Para el momento en que llegué a la calle principal, comencé a relajarme. No había señal del rugido del motor de la moto de Alex para venir a buscarme y llevarme de vuelta. La verde luz brillante de un Seven-Eleven sobre el camino destelló, así que crucé y me deslicé dentro de la fría tienda, caminando por un delgado pasillo hacia las bebidas. Tomé una lata de Sprite y me dirigí al mostrador para pagar. Un anciano de aspecto sucio estaba de pie en medio del pasillo estrecho, revisando la sección de fideos secos. Me acerqué incómodamente, esperando que me viera y se moviera del camino, pero siguió parado ahí murmurando para sí mismo. Aclaré mi garganta, esperando que tomara la indirecta, pero estaba absorto en la lista de ingredientes en la parte posterior del paquete de fideos. Mi mano estaba entumecida por estar sosteniendo la lata fría de Sprite. Di un paso hacia delante. —Disculpe —dije, mientras comenzaba a pasar junto al anciano, hundiendo mi estómago y aplastándome contra la plataforma para avanzar. De repente levantó la vista de su conversación con el paquete de fideos y me clavó una mirada mortal. Mi temprana impresión de él se había ido; no era viejo, quizás sólo en sus tempranos cuarenta. Era de piel oscura con un polvo gris sobre él. Había sombras de concreto debajo de sus ojos y grandes pliegues alrededor de su boca. —Necesito tu ayuda —susurró, su voz áspera como una lija. Mis ojos revolotearon al espejo redondo en ángulo en la esquina derecha de la tienda. El vendedor que se reflejaba no era consciente. Podía ver la parte superior de su cabeza calva atendiendo a otro cliente. Realmente no necesitaba estar ayudando a una vieja persona loca sobre su elección de fideos. —Er… No estoy segura de que sea la persona adecuada —le dije. —Sí, sí, lo eres —dijo.

Los ojos del hombre eran fervientes y su aliento en mi cara era brumoso. Me estremecí un poco y traté de pasar. Sólo quería pagar por mi lata de Sprite y salir de aquí. El hombre se torció, bloqueando mi paso con su cuerpo, y me sentí dar un paso hacia atrás, los cabellos levantándose detrás de mi cuello. Algo no estaba bien. Él dio un paso hacia mí, su mano extendida como si me fuera a agarrar, pero luego se detuvo, su cabeza levantándose de golpe, mirando a algo por encima de mi hombro. Antes de que pudiera voltear para seguir su mirada, arrastró sus pies hacia la salida de emergencia en la parte trasera de la tienda, dejando caer su paquete de fideos en el suelo a su paso mientras se iba. Me volteé hacia la puerta principal, viendo una figura roja a través del vidrio con estampas. La moto de Alex. Mi cabeza cayó hacia atrás contra la estantería. No podía creer que ni siquiera hubiera sido capaz de llegar a la playa. Atrapada en el Seven-Eleven. Dios, ellos estaban bien entrenados. Puse la lata de vuelta y me arrastré de vuelta hacia la puerta. En la acera, justo delante de mí, estaba Alex apoyado en su moto, con las piernas estiradas sobre el pavimento y los brazos cruzados sobre su pecho. Sus cejas estaban elevadas. Él no dijo nada. Sólo me entregó un casco. Lo tomé y, suspirando, me lo puse. Alex dio un paso hacia delante para ayudarme a abrochar la correa bajo mi barbilla. —Súbete —dijo, y me subí detrás de él.

11 Traducido por LizC

A

Corregido por Nanis

medida que Alex aceleraba por la calle, pegué mi cuerpo contra el suyo, apretándome con fuerza alrededor de su cintura. Ouch. Algo estaba presionándose contra mi estómago, tenía la presión y el volumen de metal acanalado, por lo que me aparté un centímetro mientras me daba cuenta que era un arma. Estaba segura de que Alex no llevaba un arma antes —la habría sentido— así que, ¿de dónde había obtenido esta? Y, más preocupante aún, ¿por qué había considerado necesario llevar un arma cuando me estaba persiguiendo? ¿Qué estaba planeando hacer… dispararme si me resistía? Redujimos la velocidad fuera de un bloque de apartamentos moderno que brillaba en la luz del sol y tomamos una curva cerrada hacia un estacionamiento subterráneo. Alex tecleó un código para abrir la barrera y luego estuvimos fuera del deslumbrante sol de la tarde y bajo una penumbra húmeda debajo del edificio. Curvó la motocicleta alrededor de unos pilares y se detuvo ante el ascensor. Se bajó primero, pero salté antes de que pudiera ayudarme. Permaneció de pie y me miró por unos segundos mientras luchaba con el casco, luego dio un paso adelante para ayudarme, reprimiendo una sonrisa. Una pregunta se estaba formando en mi boca, pero él lo esperaba. —Mi lugar —dijo simplemente. Asentí. Por supuesto, era exactamente el tipo de lugar que yo había imaginado. —Vamos —dijo él, entrando en el ascensor y pulsando el botón correspondiente al sexto piso.

Sara había tenido razón en su descripción. El apartamento de Alex era minimalista hasta el extremo. Los pisos estaban revestidos de madera clara. Las paredes eran blancas sin nada en ellas. Tenía el vestigio de un ambiente recién pintado, un apartamento completamente nuevo, justo antes de que los propietarios vivieran en él. Alex pasó por delante de mí, haciéndome señas para que lo siguiera a la sala de estar. Esto fue un poco mejor. Había un sofá negro suave, una enorme televisión de pantalla plana, una lanuda alfombra crema y una mesa de café de cristal. Pero mis ojos fueron atraídos a la pared frente a mí. Estaba hecha enteramente de vidrio, con ventanas de piso a techo. Había una vista impresionante de Harbour Beach y el muelle. Crucé la habitación para observar y miré hacia abajo a la pequeña gente corriendo en la calle de abajo, deslizándose a lo largo del paseo marítimo y acostados en la playa como hileras de caramelos. Por el rabillo del ojo vi una SUV negra estacionada en la acera frente a la entrada principal. No estaba totalmente segura de que fuera la misma que había estado estacionada frente a la casa de Jack, pero se veía similar y me pregunté qué estaba haciendo aquí, en lugar de mantener un puesto de observación para Suki de vuelta en el lugar de Jack. —Voy a darme una ducha rápida —dijo Alex. Me volví. Él me miraba con atención. —Por favor, no salgas corriendo mientras lo hago. —La advertencia fue implícita. Asentí. —No lo haré. Me dedicó una sonrisa fugaz y luego se volvió, un poco cansado al parecer, hacia el pasillo otra vez. Observé cuando abrió una puerta y desapareció de la

vista. Un minuto después, oí el ruido de una ducha abierta. Traté de no dejar que mi imaginación corriera al baño con él. Dudé por un momento y luego me acerqué de puntillas por el pasillo, deteniéndome delante de la puerta abierta. Había un futón doble en el piso. Armarios empotrados con espejos alineados en la pared frente a la cama. Los únicos otros accesorios en la habitación era una pila de libros esparcidos por toda la cama, y un reloj alarma. El baño estaba en la habitación y la puerta estaba abierta, bocanadas de vapor escapando del mismo. Supuse que Alex estaba manteniendo ambas puertas abiertas para que pudiera oír si intentaba escapar otra vez, así que regresé de puntillas a la sala y me acerqué de nuevo a contemplar la vista. El auto negro todavía estaba detenido frente a la acera y, mientras estuve allí tratando de distinguir el número de matrícula, se abrió la puerta del copiloto y un hombre en botas de combate negras y una camiseta negra salió. Llevaba gafas de sol y escudriñaba la calle de atrás adelante, antes de lanzar una mirada hacia el apartamento. Di un paso atrás rápidamente de la ventana, mi pierna golpeando en la mesa de cristal. Y de repente todo se aclaró. Los hombres en los autos negros no estaban custodiando la casa, me estaban vigilando. De lo contrario, ¿por qué iban a estar aquí en el lugar de Alex también? Todo cayó en su lugar y me reí para mis adentros. Alex no estaba siendo mi niñero. Me estaba protegiendo. Lo pensé un poco más: Jack queriendo que empacara a casa tan pronto como fuera posible; Alex sugiriendo que corriera en la base; los dos obsesionados con alarmas y seguridad; el estilo del servicio secreto de Alex para cuidarme. Sentí tal alivio enorme que no fuera yo, después de todo… que no era porque me veía como a una niña. Y entonces me di cuenta, con una sensación de aturdimiento hasta los huesos de inquietud, que si me estaban protegiendo, tenía que ser de algo. Algo tan malo que requería seguridad las veinticuatro horas de un equipo de hombres altamente entrenados. ¿Suki? Me eché a reír otra vez y sacudí la cabeza. ¿Por qué un equipo de hombres sería necesario para mantener a Suki lejos? Incluso yo probablemente

podría arreglármelas para protegerme de ella. No era como si pudiera correr muy rápido en eso tacones de plataforma. Ni siquiera tendría que usar mis habilidades. La ducha cesó mientras estaba sentada allí remontándome al último día o así y tratando de recordar alguno de los otros momentos sospechosos. Unos minutos más tarde, Alex rondó alrededor en un par de pantalones cortos limpios y los pies descalzos, el agua aún corría por su cuello desde su cabello erizado. Mi estómago dio un vuelco de ciento ochenta grados cuando vi las crestas de músculo corriendo por su torso. Luego se puso una camiseta y suspiré audiblemente. —Dame tus manos —dijo Alex, sentándose a mi lado. —¿Qué? —Dame tus manos —dijo de nuevo. Se las ofrecí tímidamente, con las palmas hacia abajo, y él las tomó en una de las suyas. Mi corazón empezó a galopar ante su toque. Las volcó y empezó a extender un poco de crema antiséptica sobre los raspones que había olvidado por completo. Me estremecí ante la picadura. —Entonces, ¿vas a decirme por qué saliste corriendo de esa manera? —dijo. Miré a mis manos y sus dedos frotando la crema y, después de unos diez segundos de intentar conseguir poner mis pensamientos en orden, levanté mi rostro para mirarlo a los ojos. —¿Vas a decirme por qué me has seguido? —Porque estaba preocupado por ti. —Frunció el ceño tan levemente, como si eso debería haber sido obvio. Soltó mis manos y éstas cayeron en mi regazo. —¿Qué quiso decir Rachel cuando dijo “disfruta ser su niñero”? —pregunté con frialdad, observando su reacción. —¿Qué crees que quiso decir? —preguntó. Parecía que se estaba riendo de mí y su tono sugería que estaba siendo deliberadamente obtuso—. Escucha, Lila, no estoy siendo tu niñero. Por un lado, no necesitas una niñera, y en segundo

lugar, realmente me gusta pasar tiempo contigo y Jack no me está pagando, así que no califica. Lo golpeé ligeramente en el brazo y lo desvió con una sonrisa. —Te creo —le dije—. No creo que estés siendo mi niñero. Alex me dio una sonrisa de alivio, sus defensas relajándose. —Creo que me estás vigilando. —¿Qué? —dijo, su sonrisa desapareciendo, pero luego echó hacia atrás la cabeza y rió a carcajada. Sin embargo, había visto el cambio en sus ojos… la forma en que se habían congelados y un escudo se había venido abajo. Perseveré. —No eres una niñera, eres un guardaespaldas. Dejó de reír. —Tienes razón. Ahora era mi turno de estar sorprendida. Había cedido tan fácilmente. —Por supuesto que te estamos vigilando. Los chicos de La Unidad estarían por todo tu cuerpo como piojos si les diéramos la oportunidad. Jack los mataría si supiera la forma en que la mitad de ellos estaban mirándote esta tarde. Yo había tenido razón después de todo. Él estaba tratando de ocultarlo. Aunque no me sentía feliz de estar en lo cierto. En su lugar, sentí un miedo lento arrastrándose. —No, eso no es lo que quise decir —dije, tratando de mantener la calma—. Me estás protegiendo de algo. —Como he dicho, lo único de lo que te estamos protegiendo es de las menos nobles intenciones de un montón de hombres cargados de testosterona. Negué con la cabeza hacia él, frustrada.

—No. No estoy ciega, Alex, puedo entender las cosas. El auto no está custodiando la casa, me está cuidando a mí. Es por eso que está fuera ahora mismo. —Vi la llamarada de sorpresa en sus ojos, luego desapareció—. No querías que corriera por la calle, insististe en que fuera a la base. Ninguno de los dos me deja sola por un minuto. Jack está actuando extraño acerca de mi estancia y tú estás pegado a mí como una lapa. A medida que decía esto, deseaba que la realidad fuera tan literal como esa. Pero Alex estaba sacudiendo la cabeza hacia mí, así que continué. —Lo voy a averiguar, Alex. Incluso si eso significa escabullirme furtivamente por mi cuenta otra vez. Esto último era un farol. No había manera de que lo dejara o a Jack fuera de mi vista otra vez hasta que sea lo que sea que estaba pasando no estuviera pasando más. Pero obtuvo la reacción que esperaba. Su rostro se ensombreció y sus ojos azul hielo, vívidos ahora, me atravesaron. Se inclinó hacia delante en el sofá y se apoderó de mi muñeca, sosteniéndola firme, con los pulgares presionando en mis puntos de pulso. —No te puedes escabullir. No puedes salir de mi vista. Esto era bueno. Genial, de hecho. Había tenido razón. No estaba segura acerca de qué exactamente, a pesar de que claramente implicaba algo muy peligroso, conmigo como un posible objetivo. Pero no sentí pánico ante las noticias, sólo una oleada de emoción ante la idea de no apartarme de Alex y alivio de que no estuviera pensando en ello como si fuera mi niñera… no exactamente. —Lila. ¿Me escuchaste? —Me estaba sacudiendo ahora y me concentré de nuevo en él. Su rostro estaba desgarrado, el familiar ceño fruncido de vuelta en su lugar. Quería llegar hasta él y suavizar esa línea con mi dedo índice. —Sí —dije—. Sí, te escucho. —La seriedad en su voz traspasó mi balbuceo. Evidentemente una parte de mi cerebro que no estaba superada por la presencia de Alex estaba tratando de tener voz y voto; a lo mejor era la parte de supervivencia. Alex me soltó entonces y se paró.

—Mira, tengo que llamar a Jack y decirle en dónde estamos y… —Pareció irritado—. Tengo que decirle lo que voy a hacer. —Cuando salió al pasillo, sentí algo dentro de mi pecho tirando, como una banda elástica estirada.

Unos cinco minutos más tarde, volvió a entrar en la sala de estar. Su expresión era tan seria, que me estremecí ligeramente ante lo que podría venir. Se acercó al sofá y se sentó en el borde, inclinándose hacia adelante y mirando por la ventana. Puso su teléfono en la mesa y luego se volvió hacia mí. —De acuerdo —dijo—. Le he dicho a Jack lo que voy a decirte. —Hizo una pausa, como si reprodujera la conversación en su cabeza. Un pequeño ceño onduló sobre su frente y luego desapareció. Yo seguía abrazando mis rodillas. El dolor en mi pecho había disminuido al momento en que Alex se sentó cerca de mí, pero todavía estaba rígida por la tensión. —No estaba muy contento, pero lo convencí de que era nuestra única opción si queríamos mantenerte... —Pensé que iba a decir “a salvo”, pero dijo—: Lejos de los problemas. —Y me miró a través de sus pestañas. No iba a dejar que me olvidara que había corrido lejos de él. Me quedé quieta, mis ojos clavados en los suyos. —¿Sabes que atrapamos a alguien el otro día? ¿La primera noche que estuviste aquí? Bueno, el equipo de Jack lo hizo. Asentí. —Bueno, parece que hemos despertado un avispero. No habíamos pensado en nada de eso hasta que nos contaste de Suki merodeando alrededor de la casa. Entonces nos preguntamos qué estaban haciendo, ya que muy bien podrían estar buscando tomar represalias. Tomar represalias. Dejé asimilar eso pero aún no tenía mucho sentido para mí.

—Pero, ¿quién? ¿A quién atraparon? ¿Quiénes son? ¿Y qué tiene eso que ver conmigo? —No tenía nada que ver contigo en absoluto —dijo Alex, revolviéndose un poco—, hasta que le dijiste a Suki que eras hermana de Jack. —Pero, ¿por qué importa eso? —Ojo por ojo. Es una posibilidad. Tomamos uno de los suyos, podrían estar buscando una manera de vengarse de nosotros. En cuyo caso podrías ser, bueno, una opción. —¿Una opción? ¿Qué, hay un menú? —Mi voz se elevaba—. ¿Por qué yo? ¿Por qué no alguien más… alguien de La Unidad o, no sé, seguro que hay otras personas? ¡No pueden mantenerse al tanto de cada miembro de la familia de cada persona en La Unidad! —No van a tomar a cualquiera de los hombres de La Unidad, es demasiado arriesgado para ellos y, más importante aún, no valdría la pena su tiempo. —¿Por qué? —Saben que no negociaríamos si uno de nosotros fuera tomado como rehén. —¿Qué? ¿No negociarían si tú o Jack fueran atrapados? —No. —Negó con la cabeza hacia mí. Me quedé paralizada. —Pero ¿por qué yo? —susurré—. ¿Qué pasa con los otros y sus familias? —Lila, ¿recuerda lo que te dije acerca de que no se nos permiten citas? Asentí de nuevo. —Esa es la razón. Siempre está la posibilidad de que encuentren una manera de llegar a nosotros. Es más seguro si ninguno tiene familia que viva cerca. Nadie está casado o tiene hijos. Lo miré estupefacta. Luego me acordé de algo. —¿Sara… está a salvo?

—Ella está a salvo en la base. Jack se quedó con ella ahora, hasta que descubran qué activó la alarma. Otra pieza del rompecabezas encajó. —¿Es por eso que Jack parece no quererme aquí, ni ahora, ni cuando le hablé de volver a la universidad? —Sí. A pesar de lo que Alex me estaba diciendo, que yo era una posible opción en el menú rehén, su confirmación de mis sospechas me hizo sentir delirantemente feliz. No era nada personal, todavía les gustaba. Luego recordé que mi enfoque en conjunto para convencer a Jack de mi regreso a la universidad se posaba en mí demostrando que no necesitaba protección. Eso iba a ser un poco complicado ahora. La esperanza estaba muriendo hoy en mí en muchos niveles. Volví a mirar a Alex. —Todavía no me has dicho quiénes son estas personas. Alex no dijo nada, estaba mirando por la ventana con el ceño fruncido de nuevo. Las posibilidades se estaban acumulando y las repasé en mi cabeza. Había descartado la relación entre las drogas más temprano, lo que dejaba infiltración, la mafia o… me había quedado sin ideas. Entonces una idea súbita me sorprendió: tal vez eran los asesinos de mi madre. Dejé caer mi cabeza sobre mis rodillas. —Las personas que mataron a mi madre. ¿Son ellos? ¿Son ellos los que me están buscando? —No —dijo él. Examiné su rostro por cualquier rastro de mentira. Alex sostuvo mi mirada, sus ojos azules ardiendo. —Y Lila —dijo, apretando mi clavícula—, honestamente no sabemos si te están buscando. Es pura conjetura de nuestra parte. Por lo que sabemos, se han rendido y están a medio camino a Alaska para ahora. Si yo fuera ellos, lo haría.

Consideré esto por un momento. —No me vas a decir jamás nada acerca de estas personas, o Suki, o sobre los asesinos de mi madre, ¿verdad? Alex volvió a respirar hondo y me miró, con expresión desgarrada. —No puedo, Lila. Pero te voy a decir cuando los encontremos y se acabe. Lamento mucho que estés en el medio de todo esto. Mi rostro debe haber estado registrando el terror que estaba sintiendo… y la ironía. Había tenido tantas ganas de estar en el medio de nuevo. Debido a que él se movió hacia mí y puso su brazo alrededor de mis hombros. —Oye —dijo—. Va a estar bien. Dejé que mi cabeza descansara contra él, sintiendo la calma descender. —Estás conmigo —murmuró—, y no voy a dejar que nada te pase, nunca.

12 Traducido por Vero

U

Corregido por Nanis

n fuerte zumbido me despertó asustada, enviando vibraciones a través de mi cuerpo. Sentí una mano levantarse de mi espalda y a Alex moverse del sofá donde había estado sentado junto a mí. Cuando se levantó a abrir la puerta, miró hacia atrás y dijo: —No te preocupes, es sólo Jack y Sara. Estiré mi cuerpo dolorido, pateando la manta lejos de mí y empujando mi cabello fuera de mi cara. El atardecer lanzando unas cuantas últimas notas de color a la habitación. Me pregunté qué hora era y cuánto tiempo había estado dormida. Me levanté, mi corazón saltando mientras escuchaba la voz de Jack en el pasillo. Llegó dentro de la sala de estar, Alex y Sara siguiéndolo. Jack vino directamente hacia mí y me abrazó fuertemente durante un minuto o dos. —¿Estás bien? —susurró entre mi cabello. Sólo asentí contra su hombro. —Entonces, ¿qué has averiguado? —Alex había cruzado la habitación hacia las ventanas y bajó las persianas. Movió un interruptor y una luz lateral se encendió, lanzando un cálido resplandor naranja alrededor de la sala. Sara se sentó a mi lado en el sofá, Jack se sentó en el brazo. —Todo está bien. Fue una falsa alarma —dijo—. Todavía no estamos seguros de lo que la disparó, pero debe de haber sido una falla eléctrica porque no

hubo violación de seguridad. Se verificaron todos los videos de vigilancia y no había señales de nada fuera de lo común. —Al menos sabemos que funciona —dijo Alex con un ligero encogimiento de hombros. —Sí, supongo que sí —dijo Jack. Me miraba ahora—. Y tú no necesitas preocuparte por nada, Lila, no estás en peligro. Hemos logrado captar su rastro. Han cruzado la frontera hacia México. Miré a Alex. ¿Significaba eso que era libre para dejarme fuera de su vista de nuevo? —Si sabes dónde están, ¿por qué no los arrestas? —Le pregunté. —No es tan fácil como eso —dijo Alex. Hombre, ¿qué tan difícil puede ser? Una unidad completa de Marines entrenados no había sido capaz de capturar a los asesinos de mi madre, y ahora me estaban diciendo que no podían detener a estos sujetos, tampoco. Estaba empezando a preguntarme qué tan buena era en realidad la capacitación para Marine. —Escucha, ¿Lila puede quedarse aquí esta noche? —dijo Jack, desviando la conversación—. Tengo que conseguir arreglar la ventana en su habitación. Miré tímidamente hacia Jack. Él estaba dándome un vistazo. —¿Cómo te las arreglaste con eso? —Um, bueno, yo... —Está bien —lo interrumpió Alex, salvándome—. Por supuesto que Lila puede quedarse. La dejaré mañana por la mañana de regreso. Le eché un vistazo a través mis pestañas, agradecida por la salvación. Tal vez se dio cuenta de que no quería explicarle a mi hermano que rompí una ventana porque estaba enojada con él y su jefe. Jack se puso de pie y se acercó a Alex y los dos se alejaron por el pasillo. Miré a Sara y ella me sonrió.

—Jack me dijo que estabas justo afuera cuando sonó la alarma, eso debe haber sido una pequeña sorpresa. Volví a pensar en el aplastamiento del peso de Alex mientras yacía en el pavimento y mi primer paseo en una moto. —Sí. Fue muy emocionante. —Nunca sucedió antes. Deberías haber visto la reacción dentro del edificio. —¿En serio? —le pregunté—. No vi salir a nadie para comprobar lo que estaba pasando. —Bloqueo de seguridad —explicó Sara—. Todo el edificio se cierra cuando la alarma se activa. No podemos salir. —Me alegro de que estaba afuera, entonces. —Si sólo Rachel hubiera estado unos minutos atrasada, nunca la habría conocido, pensé. No habría escapado. Pero entonces no me habría enterado que estaba siendo vigilada y no estaría por pasar la noche con Alex. ¿Qué importaba, de todas formas? Alex y Rachel obviamente tenían algo. Cerré los ojos. Cuando los abrí, vi a Sara mirándome con una expresión de preocupación. Traté de sonreír, pero salió como una mueca. —No te preocupes. La Unidad está a cargo de esto. Estarás perfectamente a salvo hasta que regreses a Londres. Mi mandíbula se tensó. Volver a Londres. Como si necesitara un recordatorio de ello. Jack volvió a entrar en la habitación. Él se acercó y me besó en la parte superior de la cabeza. —Voy a volver a la base con Sara ahora. Te veremos mañana. Me veía curiosa. —Mañana es el cumpleaños de Alex, ¿recuerdas? Todavía estás de acuerdo en una fiesta, ¿no? —dijo ella, mirando a Alex. Él la miró.

—¿Tengo alguna opción? —¡No! —Se echó a reír—. Pero vamos a cenar de antemano. Sólo nosotros cuatro. Por lo menos no serían cinco. Si tuviera que sentarme en una doble cita con Rachel lo más probable era que más de una ventana se iba a romper. Sería demasiado peligroso en una habitación con tenedores. Y cuchillos. Alex los siguió por el pasillo y le escuché ajustar la alarma. —Muy bien, vamos a llevarte a la cama —dijo, cuando regresó. —No, en serio, estoy bien aquí en el sofá —protesté. —Escucha, así tenga que recogerte y llevarte hasta allí, vas a dormir en mi cama. Las palabras sonaron tan bien, que era una pena que no significaran lo que yo quería. Pensé en protestar un poco más, pero decidí que sería más digno caminar. En su dormitorio, Alex abrió el armario. Me vi a mí misma en el espejo de longitud hasta el piso. Aún vestida con mis pantalones cortos y camiseta rosa, el cabello colgando en ondas por mi espalda, me di cuenta de los raspones en mis rodillas. Mis ojos se veían cansados, con sombras tenues debajo de ellos. Me sentí como si hubiera vivido el día más largo. Alex se volvió y me arrojó una camiseta. —Ten, puedes dormir con esto si quieres. Simplemente, no estés robando de nuevo. —Yo no la robé —tartamudeé en señal de protesta. Sí la había robado. —Sólo estoy bromeando contigo. Te la puedes quedar si quieres. —Se estaba riendo. Me di la vuelta para que no viera mi cara volviéndose remolacha. Cruzó hacia las ventanas, bajó las persianas y luego se acercó y puso su brazo alrededor de mí.

—Qué duermas bien —dijo, y luego se inclinó y me besó en la parte superior de la cabeza. Siempre en la parte superior de mi cabeza.

13 Traducido por LizC

H

Corregido por Nanis

ubo un golpeteo suave en la puerta. Me di la vuelta, desenredándome de la maraña de sábanas que me había puesto como camisa de fuerza. Se abrió la puerta al mismo tiempo que mis ojos lo hicieron y vi a Alex con el torso desnudo en sus pantalones cortos, parado allí con una taza humeante en la mano. —¿Té? —dijo. —Feliz Cumpleaños —le contesté, sentándome. La habitación giró un poco mientras lo hacía, el pecho desnudo de Alex era como una parpadeante cartelera en Times Square. Mis ojos iban atraídos de nuevo a él una y otra vez, antes que mi mirada se fijara en las profundas sombras a ambos lados de sus caderas que eran tragados por la cintura de sus pantalones cortos. Era todo lo que podía hacer para no trazar las sombras con la punta de mis dedos. Él me sonrió un poco tímidamente, colocando el té a mi lado. —Debería llevarte yo el té a la cama —dije, aunque en realidad estaba pensando que no me importaría que Alex me sirviera el desayuno en la cama cada mañana por el resto de mi vida... Cruzó hasta la ventana y levantó las persianas, dejando entrar cintas de luz solar. Luego se trasladó al armario, dándome una vista simultánea de su frente, reflejado en el espejo, y su musculosa espalda. Me mordí el labio mientras me fijaba en la línea de su columna vertebral y la suave sombra de sus costillas bajo su piel. Sacó una camiseta de un cajón y se la puso. Suspiré en decepción. —¿Has dormido bien? —dijo, lanzándome una mirada. —Bien. ¿Y tú?

—Nada mal —dijo, ya por la puerta—. Si quieres tomar una ducha o cualquier cosa, date el gusto. Voy a preparar el desayuno. Jack vendrá en una media hora. Me levanté de la cama. Las piernas me dolían de la carrera de ayer. Me miré en el espejo opuesto. La quemadura solar había disminuido y tenía un poco de color en mi rostro ahora, algunas pecas haciendo su reaparición en mi nariz, pero aun así me veía cansada. No, no cansada, triste. Me veía triste. Me iría pronto y no parecía como que jamás fuera a regresar de nuevo. Y Rachel hundiría sus muy cuidadas garras en Alex y eso sería todo. Mi vida habría terminado.

Jack llegó mientras me estaba vistiendo. Lo escuché hablando con Alex en la cocina, y seguí su voz por el pasillo. —Ella no puede regresar. No es seguro. Nunca va a ser seguro. No hasta que no lo atrapemos. —Me quedé inmóvil a medio paso. Era Jack quien hablaba. —Puede no serlo por un tiempo —respondió Alex—. No puedes detenerla. Lila tiene una mente propia. Tal vez deberías decirle toda la historia. No me gusta ocultarle cosas. —Sabe que no podemos. Rachel nunca lo permitiría. Mi pulso era tan fuerte que debieron de oírlo. La conversación giró en una dirección diferente. —¿Café? —oí a Alex preguntar. Entré en la cocina. —Hola —dijo Jack, viéndose sospechoso. Esperaba que su trabajo nunca le requiriera hacer trabajo encubierto. —Hola —le respondí.

—¿Estás lista para el desayuno? —preguntó Alex, sirviendo un poco de tocino y huevos en un plato y sacando un taburete para mí. Lo contemplé durante un segundo. Estaba evitando mis ojos. Me subí en el taburete. ¿Cuál era toda la historia? ¿Quién era de quien estaban hablando de atrapar? ¿Por qué Jack no podía escuchar a Alex y sólo decirme? ¿Y por qué Rachel no lo habría de permitir? ¿Quién demonios era ella para decirles qué deben hacer? Sólo su jefe, recordé con una sensación de hundimiento.

Tan pronto como me despedí de Alex y la puerta se cerró detrás de mí, pude sentir el tirón, la banda elástica alrededor de mi corazón estirarse de nuevo. ¿Cómo se iba a sentir con todo un océano separándonos? Ni siquiera me atreví a pensarlo. Abajo, en el puesto de estacionamiento, la moto de Alex se situaba en un ángulo como si se inclinara para ser acariciada. Jack me vio mirarla con amor. —Espero que hayas disfrutado de tu primer viaje en esa cosa —dijo él—, porque era también el último. En realidad, había tenido dos paseos en la moto de Alex, pero no presionaría a Jack en tecnicismos… tal vez Alex no le había hablado de mí corriendo. Fuimos andando hasta el Audi de Jack el cual abrió con un botón. Me deslicé en el asiento del pasajero y traté de ver lo que ciento veinte mil dólares compraron. El medidor de velocidad iba todo el camino hasta doscientas cincuenta millas por hora. Tal vez eso era todo. Me preguntaba si podía convencer a Jack de que me mostrara algo de esa velocidad. Estudié el arranque. Había dos botones sin iconos en ellos. ¿Bajo? ¿Sobreagudo? ¿Encendido/Apagado? O algo más emocionante, como, ¿un asiento eyector? Consideré presionar uno, pero dándome cuenta cómo eso podría activar algo si no fueran botones de balance del audio me hizo detenerme a reflexionar.

Nos deslizamos a cabo en el estacionamiento y bajo el sol ardiente. Volví la cabeza, tratando de encontrar el auto negro que había estado esperando en la calle la noche anterior. No parecía estar allí. Unos minutos más tarde, comprobé de nuevo para ver si estaba detrás de nosotros, pero nada. Me mordí el labio inferior, tratando de encontrar la manera de abordar el tema una vez más. —Jack —dije finalmente—, si me voy la semana que viene, ¿cuándo puedo volver? Pisó el acelerador. —Lila, has visto lo que ha ocurrido sólo en los pocos días que has estado aquí. Necesitas permanecer en Londres, donde no puedes ser un objetivo. Si estás aquí, no puedo mantenerte a salvo. —Pero no tienes que hacerlo. Puedo cuidar de mí misma —dije, con algo parecido a convicción. Jack me miró con una ceja levantada, resopló y luego volvió a mirar a la carretera. Miré firmemente al frente. Tenía que decirle. Fue de repente tan obvio. Si le digo a él y a Alex acerca de mi habilidad, entonces quizás no sentirían que tenían que seguir protegiéndome. Podrían relajarse y dejar que me quede. Era una apuesta arriesgada, y todavía había una posibilidad de que podrían enloquecer totalmente y enviarme a alguna unidad de seguridad para pruebas, pero tenía que confiar en el hecho de que uno de ellos era mi hermano y el otro era, bueno, Alex, y él nunca reaccionaba exageradamente a nada. Jack había estacionado el auto y apagó el motor antes de que me diera cuenta de que estábamos de vuelta a su lugar. —Sara va a pasar más tarde —dijo él, abriendo la puerta de la casa—. Pensó que te gustaría que se prepararan para la fiesta juntas. Sonreí. Sería bueno pasar tiempo con otra chica, y quizá podría ser capaz de sacar más provecho de Sara de lo que había sido capaz de extraer de Alex. Miré al reloj de la pared. Tenía diez horas enteras para matar tiempo antes de ver a Alex

otra vez. Se sentía como cinco siglos. Pero posiblemente era el tiempo suficiente para pensar en un regalo para él, como en un regalo de verdad, no uno de los regalos imaginarios que me gustaría darle. También podría ser lo suficientemente para encontrar una manera de decirles a ambos acerca de mi habilidad sin que ninguno de ellos saliera huyendo de mí gritando. El problema de dar un regalo se resolvió con facilidad al final. En el fondo de mi diario había una trenza de cuero marrón que Alex una vez me había dado: un regalo a toda prisa totalmente conjuntado de despedida de cuando me fui hace cinco años. Lo llevé en mi muñeca durante aproximadamente una semana en Londres antes de que mi nuevo profesor me dijera que me lo quitara o lo perdería. Me imaginé que Alex podría apreciar el gesto de retorno. Existía el riesgo de que pudiera verlo y se preguntara por qué le estaba dando una pieza desgastada de cuero como regalo de cumpleaños, pero me arriesgaría. No tenía dinero más que un montón de monedas, por lo que era o bien la trenza de cuero o un helado. También creí resolver el otro problema. Me imaginé que era todo acerca de la forma en que veía las cosas. Podría venderles mi habilidad como algo monstruoso, o podría venderlo como un súper poder. La imagen en mi cabeza cambió de Alex mirándome con horror y saliendo corriendo, a él mirándome como Jack veía a Sara, e invitándome a salir en una cita. Un súper poder podría ponerme a la altura de Rachel. Lo tenía todo planeado: les diría esta noche. Después de la fiesta. El menor detalle de importancia en el plan era el hecho de que mi habilidad no era tan súper como tampoco estaba bajo mi control. Aun así, cruzaría ese puente cuando tuviera que hacerlo.

14 Traducido por LizC Corregido por BrendaCarpio

U

n golpe en la puerta de mi dormitorio me sacó de mis ensueños.

Sara asomó la cabeza por la puerta. Llevaba un vestido negro con un detalle de oro alrededor del borde que se reflejaba en su piel, haciéndola brillar. También tenía un bolso del tamaño de una maleta pequeña en la mano. —Estás preciosa —dijo, llegando hasta estar a mi lado. Me miré en el espejo. Estaba usando el vestido de seda azul que había empacado. No es que importara lo que llevara. Si estuviera la jefa Barbie en la habitación, Alex ni siquiera me notaría. —Bien, vamos a divertirnos —dijo Sara, abriendo su bolso con broche de oro. Estaba lleno de maquillaje y zapatos. Nunca me había sentido tan agradecida de nadie en toda mi vida. Ahora en realidad podría tener una oportunidad de ser notada. Alex no sería capaz de verme como a una niña si llevaba tacones y lápiz labial, y si Rachel estaba allí, incluso podría ser que se piense dos veces antes de hacer otro comentario sobre ser niñero. —Entonces, ¿cuándo fue la última vez que ustedes tres se vieron todos juntos? —preguntó Sara, mientras rociaba polvo sobre mis mejillas. —Tres años —dije. Tres largos años. —Eso fue en Washington, ¿no? —Ella dejó lo que estaba haciendo y se arrodilló de nuevo. —Sí. Justo después de que abandonaron la universidad. Mi padre voló de regreso para tratar de entrar en razón a Jack, y me vine también.

—Sí, me habló de esa visita. Dijo que tu papá estaba muy enojado. Eso era un eufemismo. Mi papá se había vuelto totalmente loco. Me pregunté en ese momento cómo Jack podría haber provocado tal reacción. Pero no me pude quejar, porque antes de que me diera cuenta estábamos en un avión de vuelta a casa y yo estaba deseando que hubiera desertado antes. Miré a Sara. Ella me estaba dando una mirada divertida, como si me hubiera perdido en mis ensueños. —Sabes —dijo—, Jack piensa que unirse fue la mejor decisión que ha tomado. —Para él, tal vez. —No podía dejar de pensar en lo mucho mejor que las cosas habrían sido si no lo hubiera hecho. Cómo él probablemente aún estaría hablando con mi papá. Cómo realmente sería capaz de volver y quedarme aquí con él. —Sé que es muy difícil para cualquier persona entender y no estoy segura de que alguna vez vaya a ser capaz de explicarlo adecuadamente para ti, pero para Jack, unirse a La Unidad fue su manera de lidiar con lo que le pasó a tu mamá. —Creo que lo entiendo. —Más de lo que ella sabía. —¿En serio? —Sí. Me apretó la rodilla. —Estoy segura de que va a hacer las paces con tu padre. No deberías preocuparte por ello. Sólo dale tiempo. Sí, el tiempo para capturarlos. Me hubiera gustado ser tan positiva como ella. Jack llamó a la puerta cuando Sara estaba terminando. Ella insistió en prestarme un par de zapatos de tacón con los que apenas podía mantenerme en pie, y mucho menos caminar. Me miré en el espejo y le devolví la sonrisa a la extraña allí. Con el cabello fuera de mi cara, mis pómulos destacaban más prominentemente y mis ojos se veían enormes.

El rostro de Jack decía todo. Si su mandíbula podría haberse desprendido, habría golpeado el suelo. Sus ojos casi se le salían de la cabeza y rodaban por el suelo como pelotas de golf. —Bonito top —fue lo único que alcanzó a decir. —Es un vestido —le contesté. Sara golpeó a Jack en las costillas. —Se ve hermosa. Vamos —dijo, empujándolo hacia el pasillo—. No podemos retrasar a Alex en su cumpleaños.

El restaurante estaba en silencio e iluminado con velas, y cuando entramos al interior fingí que estábamos en una cita doble, con mi cita ya ahí, esperándome en la mesa de la esquina. Alex se puso de pie cuando nos vio y casi me tropecé con la espalda del camarero. Eran los zapatos. No estaba acostumbrada a usar tacones y caminar al mismo tiempo. Alex vestía pantalones negros y una camisa de color gris oscuro. Me miró y capturé la tensión ya familiar de los músculos de su mandíbula y un destello de algo en sus ojos que brillaban zafiros a la luz baja de la habitación. Saqué mi regalo cuidadosamente envuelto y se lo entregué a lo largo de la mesa. Alex lo tomó con una sonrisa tensa y un agradecimiento luego lo puso en su bolsillo sin necesidad de abrirlo. Lo miré fijamente, sintiendo que mi corazón comenzaba a trabarse. Jack bajó su menú. —¿Te acuerdas de cuando estuvimos aquí antes? ¿Cómo ese camarero no podía apartar los ojos de Rachel? Levanté mi menú para ocultar mi rostro cuando mi fantasía de cita doble se esfumó.

—Alex, los camareros van a pensar que eres el hombre: ¡la semana pasada te apareciste con Rachel, este mes estás con otra chica preciosa! Oía a Sara riendo. Alex no respondió. Moví el menú más cerca y escruté la letra pequeña. Él la había traído hasta aquí. En una cita. Me sentí como si me hubieran partido en dos con una cuchara roma. El camarero se acercó para tomar nuestra orden. Fue un mal momento. La pluma salió disparada de su mano como un cohete rebelde. La vi rebotar en el techo y aterrizar a sus pies, donde rebuscó por ella. Eché un vistazo a los otros para ver si se habían dado cuenta. Sólo Alex parecía perplejo. Cuando me vio observándolo sin embargo, desvió la mirada. Desde el comentario de Rachel se había quedado un poco más tranquilo, sin duda deseando que ella estuviera aquí con él en lugar de mí. Estaba segura de que él estaría mirando más en esta dirección si tuviera el rostro perfecto de ella. Me saqué mis zapatos por debajo de la mesa y deseé poder desatar mi cabello y limpiar mi maquillaje. ¿Cuál era el punto? Probablemente podría haber estado sentada aquí completamente desnuda con un letrero sobre mi cabeza diciendo que lo amaba y él todavía no lo notaría. Siempre terminaría siendo la hermana de Jack. La hermanita de Jack. Desplacé mi mirada de Alex y hacia la puerta de la cocina que se balanceaba de atrás y adelante mientras un flujo constante de camareros iban y venían, con platos apilados en lo alto. Sabía a dónde iba esto antes de que pudiera detenerme. Al siguiente camarero se le resbaló el plato de su mano como si un torpedo lo hubiera golpeado. Vi la mirada de confusión en su rostro a medida que el plato salió volando de sus dedos y golpeó al otro lado de la sala, depositando una maraña de espaguetis en el suelo como si fuera un lienzo y él fuera Jackson Pollock. Toda la sala se volvió a mirar, varias docenas de pares de ojos revolotearon desde el plato en el suelo hacia el camarero con los pantalones manchados de tomate. Me mordí el labio inferior con todas mis fuerzas.

El paseo desde el restaurante a Belushi sólo ayudó a aumentar mi desesperación. Alex apenas me había mirado durante toda la comida y ahora ni

siquiera me hablaba. Jack y Sara estaban muy por delante, dejándome a mí y a Alex en la retaguardia, caminando a unos pocos metros de distancia el uno del otro en frío silencio. Me quité los zapatos de tacón alto de Sara, los cuales estaban poco a poco agobiándome, y caminé en mis pies descalzos. Podría haber jurado que vi un destello de una sonrisa en el rostro de Alex cuando me agaché a recoger los zapatos, pero mantuvo los ojos en la carretera y las manos metidas en los bolsillos. Me estremecí en mi vestido y me abracé a mí misma, frotando la piel de gallina en mis brazos. Alex giró hacia mí y pensé, o tal vez sólo esperaba, que pusiera su brazo alrededor de mí pero permaneció con las manos firmemente en su puesto. La luz de la luna decoloraba su cabello a blanco y arrojaba sombras sobre su rostro. No hay duda de que había caminado de vuelta de esta manera con Rachel. Apuesto a que ella se las arregló para caminar con tacones. Y que él había puesto su brazo alrededor de ella. Me las arreglé para no doblar el poste de luz en el camino. El club estaba abarrotado. Miré a mí alrededor a los cuerpos apretados contra la barra y agrupados alrededor de las mesas de cóctel pequeñas. Toda la unidad estaba allí. No llevaban uniforme pero eran tan obvios como sólo ellos pueden muy bien haber sido. El resto de los hombres del lugar les daba un amplio margen de distancia, al igual que harían con una jauría de perros salvajes. Alex se dirigió directamente a una multitud de ellos en una de las mesas y me quedé detrás de él sintiéndome completamente deshecha, como si una cremallera hubiera sido abierta y todo de mí estuviera cayendo fuera. —Hola, estás aquí. Me di la vuelta. Era el hombre más joven de la base. ¿Cuál era su nombre? ¿Jonas, tal vez? —¿Puedo conseguirte un trago? —Um, er… —No, estamos bien gracias, me encargaré de esta ronda —medio gruñó Jack. Me encogí de hombros en dirección de Jonas y miré a Sara. Ella puso los ojos en blanco hacia mí.

—¿Qué quieres? —dijo Jack, mirándome como si yo fuera sorda. Me di cuenta de que él ya me había preguntado dos veces. ¿Qué es lo que quiero? Ahora esa era una buena pregunta. Miré a Alex, y luego me di cuenta de que me estaba preguntando qué quería beber. —Um, Coca-Cola, gracias. Jack se abrió paso entre la multitud. Jonas se había dado por aludido y se reunió con los hombres de su equipo. —Es muy apuesto, ¿no es así? Giré mi cabeza. Sara asentía con la cabeza en dirección de Jack. Miré a la espalda de Jack. —Um, sí, supongo. Es mi hermano. —No. ¡No estoy hablando de él! —rió en voz baja. Ella asintió con la cabeza al otro lado de la barra y yo seguí su mirada a medida que se establecía en Alex. —Oh. —Mi rostro se congeló mientras me preguntaba cómo debía reaccionar. —Entonces, ¿cuánto tiempo has estado enamorada de él? Casi me caí. —No estoy… yo... um... —La negación se estancó en mis labios. Miré a Sara y tomé una respiración profunda—. Toda mi vida. Ella me dio una pequeña sonrisa. —¿Es tan obvio? —Pude sentir la ansiedad escrita por toda mi cara. —No, en absoluto. Sólo para mí. Me pagan para observar las reacciones de las personas, recuerdas —bajó la voz—. Veo la forma en que cambias cada vez que se te acerca. La miré con horror.

—¿Qué, qué hago? —Tuve visiones de mi cara reveladora en una mueca avergonzada. —Oh, no es tan malo. —Estaba desesperadamente tratando de calmarme—. Es muy sutil. Casi como si hubieras recibido una pequeña partícula cargada. Estás al borde, zumbando ligeramente. Lo reconozco porque es lo que siento cuando estoy cerca de Jack. Oh Dios. —¿Jack sabe? —Miré una vez más en su dirección. Estaba en el bar ahora. —Oh. No, claro que no. No voy a decirle, Lila. No te preocupes. —Gracias —susurré, mirando alrededor para asegurarme de que nadie pudiera oírnos. —¿Has pensado en decirle a él? —¿Quién… a Jack? —¿Estaba loca? Prefería ser torturada—. ¿Por qué habría de hacerlo? Él… Ella me interrumpió. —No a Jack, a Alex. —¿Me estás tomando el pelo? NO. Absolutamente de ninguna manera. No. Él no está de ninguna forma interesado en mí de esa manera. Me ve como una hermana, eso es todo. —Sentí mi rostro estremecerse—. Y de todos modos, no habría ningún punto. —¿Por qué no? —Ella parecía genuinamente interesada. Como si no fuera obvio. —Er. Bueno, por un lado, Rachel. —Diablos, ¿tengo que explicárselo? Vi su sonrisa vacilar. —Oh, sí. Está eso. Un puñetazo en el estómago. Así que yo tenía razón. Sara hizo una mueca.

—Rachel está definitivamente interesada en él. Eso es obvio. Pero no estoy segura de que él esté realmente interesado en ella. —¿Por qué no lo estaría? —pregunté en voz baja, con los ojos fijos en la espalda de Alex. —Por muchas razones. —Pero ella es hermosa. —Oh, vamos, sabes que Alex tiene un poco más en él que eso. Sí, es hermosa... —Y brillante. —Sí, y brillante. Pero hay mucho en ella que no es tan atractivo.

Sí, es una puta, pensé. —Creo que deberías decírselo. Me eché a reír. —¿Estás loca? Nunca sería capaz de mirarlo a la cara otra vez. —Negué con la cabeza violentamente—. Eso lo arruinaría todo, toda nuestra amistad. Él no me ve así. —Él te ama. Mi corazón se detuvo por un par de compases y luego comenzó a galopar. ¿Le había dicho algo a ella? Luego eso se desplomó a un punto muerto cuando me di cuenta que el amor al que se refería era el del tipo fraternal. —Exactamente —dije, tragando saliva—. Él me quiere como a una hermana. —Arranqué mis ojos de la espalda de Alex. —Pero podría empezar a verte de manera diferente si le dijeses cómo te sientes. —Sí, podría empezar a verme como una completa idiota. Ella reprimió una sonrisa.

—Si no se lo dices, ¿no te preguntarás toda tu vida qué podría haber dicho? —Er, no. Tengo una imaginación bastante buena. —Puede que no sea tan malo —se rió. —Sí, lo sería, sería peor. —Mi mente estaba invocando varias escenas que estaban haciendo que me dieran ganas de tirarme al suelo allí mismo y enrollarme como una bola—. Es imposible, absolutamente imposible. —Todo es posible, Lila. —Sara se detuvo por un segundo, como si estuviera pensándolo—. Si ambos realmente lo quieren suficientemente. Si fuera yo, correría el riesgo. —Tomé aliento, pero ella me interrumpió, sosteniendo su mano en alto para detenerme—. Lo has amado toda tu vida. Creo que es seguro asumir que lo amarás por el resto de tu vida, ¿no? No le respondí. Por supuesto que lo amaría por el resto de mi vida. —Entonces, ¿cómo no le has dicho? —susurró. Ella tenía razón. —Tengo miedo. Miró a Jack, de regreso hacia nosotras con las bebidas, y luego dijo: —Sabes, hay un viejo dicho, no estoy segura de la traducción exacta, pero es algo así como: “El que teme sufrir, sufre de miedo”, piensa en ello. Se dio la vuelta para darle a Jack una enorme sonrisa y tomar la bebida que le estaba ofreciendo. Miré de nuevo a Alex y pensé en lo que ella me había dicho. Él todavía estaba de espaldas a mí. Me imaginé caminando hacia él, tocándole en el hombro, esperando a que él se diera la vuelta y luego diciéndole: Te amo. Sí, estaba feliz de sufrir de miedo.

15 Traducido por Vanehz Corregido por BrendaCarpio

L

os servicios de damas estaban en la parte trasera del bar. Mientras entraba la puerta se cerró tras de mí con un golpe metálico, y oí el cerrojo caer. Me di la vuelta, mi corazón en mi boca. Un hombre estaba recostado contra la puerta, su mano descansando en el cerrojo. Mi primer y único pensamiento fue que se habían equivocado. Que los asesinos no habían volado a México. Que me habían encontrado y esta iba a ser la venganza de la que Alex me había advertido. Entonces el hombre se giró para encararme y lo reconocí del Seven-Eleven. Era el hombre loco de los fideos. Me apoyé hacia atrás contra el lavado, mis ojos volando por la habitación buscando algo que lanzar. No había nada. Sólo una pila de papel toalla: que no harían mucho daño. —Necesito tu ayuda —dijo el hombre, viniendo hacia mí. —¿Quién eres? —tartamudeé. —Yo… —Dio otro paso hacia mí y me estremecí contra el lavado. Miré hacia la puerta y quise que el cerrojo se moviera. No notó mi mirada, y dio otro paso hacia mí, sus manos alzadas a la defensiva. Sentí el cerrojo empezar a retroceder. —Soy conocido como Key; necesito tu ayuda, Lila. El cerrojo paró de moverse cuando oí que decía mi nombre. No miró alrededor a la puerta, sino mantuvo sus ojos en mí. —¿Cómo sabes mi nombre? —pregunté en un susurro.

—Sé tu nombre, sé quién eres. Sé lo que puedes hacer. Sé todo sobre ti y tu hermano —habló lentamente, dejando que el impacto de cada palabra me golpeara. —¿Qué? ¿Quién eres? —Mi mente estaba girando. ¿Qué sabía?—. No entiendo ¿qué sabes sobre mí? ¿Sobre Jack? —No entres en pánico. No voy a herirte. No soy uno de ellos. —Sus manos estaban haciendo un gesto silenciador. —¿Uno de quiénes? —dije tentativamente. —Ellos. Las personas de la que tú hermano está tratando de protegerte. Mi estómago se replegó en sí mismo. —¿Cómo sabes de eso? No eres de La Unidad. —Ahora estaba susurrando. —No, no, definitivamente no soy uno de ellos, tampoco. —Sacudió su cabeza una vez, su expresión severa. —¿Cómo sabes todo esto, entonces? —pregunté, pesadamente sobre el lavado para mantenerme en pie.

apoyándome

—Porque he estado buscando a las mismas personas que tu hermano. —¿Por qué? Vi el dolor desprovisto en sus ojos oscuros. —Porque tienen a mi hijo, Nate. Un toque en la puerta nos hizo saltar a ambos. El hombre miró hacia allí y luego de regreso a mí, con pánico en su rostro. Estaba rogándome que guardara silencio, que no lo delatara. —Un momento —grité en voz temblorosa. —¿Qué pasa allí? —gritó la voz de una mujer en respuesta. —Hay una fuga, estamos tratando de repararla.

Escuchamos pasos alejarse. Me giré de vuelta al hombre. Había relajado su postura y estaba hundiéndose contra la puerta de un cubículo. Traté de desenredar mis pensamientos. —¿Por qué tomaron a tu hijo? Levantó la vista hacia mí. Sus ojos estaban menguados y pesados. No lucía como alguien importante. —¿Quién eres para que se llevaran a tu hijo? Sacudió su cabeza hacia mí. —No es a mí al que tratan de atrapar. No saben sobre mí. Es él, es lo que él puede hacer. El entendimiento se deslizó sobre mí, como anestesia inyectada a la vena. —¿Qué puede hacer? —susurré —Somos como tú. —La frialdad golpeó mi centro—. Podemos hacer… cosas. —No rompió el contacto visual conmigo. Tragué, tratando de mantenerme calmada. —¿Qué cosas? —Las mismas. Bien, no exactamente las mismas, pero similares; todos tenemos talentos… no puedo explicarlo ahora, pero necesito tu ayuda. Esto era una trampa. Tenía que ser. ¿Qué si era uno de los chicos malos? ¿Uno de los que estaba detrás de mí? No había forma de que fuera a admitir algo sobre mi habilidad. —No entiendo. No tiene sentido. Me miró con las cejas enarcadas, como si me rogara que dejara de mentir. Si era una de las personas que estaba detrás de mí, ¿por qué había venido solo? Miré otra vez a la puerta, luego de vuelta hacia él. Su expresión era una súplica silenciosa.

—¿Por qué me estás diciendo esto? Necesitamos decírselo a Jack. Puede ayudarte. No sé nada sobre la gente que tiene a tu hijo. Dio un paso hacia mí, saltando de su depresión. —No. No puedes decirle a Alex o a Jack o a nadie de La Unidad. —¿Por qué? ¿Cómo conoces a La Unidad? —Escúchame. —Calmó su voz, pero su expresión era fiera—. No puedes decirles. Un miedo amortiguado finalmente me llenó, haciendo mi voz temblar. —¿Por qué? Sólo estaba a unos centímetros de mí ahora. Mis manos estaban aferradas del lavado, sosteniéndome. —Porque, Lila, ellos han estado cazando a personas como nosotros por cinco años. Otro golpe en la puerta hizo que me hundiera en el piso. —¿Lila? Mis ojos volaron a la puerta. Jack dijo mi nombre otra vez. —¿Lila? Me congelé. Key estaba mirándome, sus ojos llenos de miedo. ¿Quién era este hombre? ¿Cómo podría creerle? Era mi hermano el que estaba allí afuera. Vacilé, a punto de llamar a Jack para pedir ayuda, pero en cambio sostuve la mirada de Key. ¿Qué si lo que estaba diciendo era verdad? —Estaré allí en un segundo —dije con voz ronca. —¿Qué te toma tanto tiempo? —gritó Jack, tratando de girar la perilla—. ¿Por qué la puerta está cerrada con seguro?

—Yo sólo… —Miré alrededor sintiendo pinchazos de sudor estallando por todo mi cuerpo—. Yo, um… sólo… cosas de chicas. Cerré mis ojos y rogué que Jack estuviera demasiado avergonzado para preguntar cualquier cosa más y sólo se fuera. Pasaron diez segundos completos de silencio del otro lado de la puerta. Y entonces soltó la perilla. —Oh. —Finalmente lo oímos decir—. De acuerdo, te veo en un rato. Se fue. Esperé hasta que Key se enderezó, y luego me paré. —¿Como nosotros? —pregunté—. ¿A qué te refieres con que están cazando a personas como nosotros? Pude ver el ambarino de sus ojos, teñido con rayas rojas. —Me refiero a que cazan personas como tú, como Nate, como yo. Personas que tienen un talento. Que pueden usar sus mentes de diferentes maneras. La Unidad no sabe sobre mí, pero temo que saben sobre mi hijo. Sacudí mi cabeza. —No sé de qué hablas. Suspiró. —Lila, te he visto, sé lo que eres, he estado siguiéndote desde que te vi en la base con tu hermano y ese chico Alex. ¿El espagueti en el restaurante hace un rato? —Se dio un leve golpecito a un lado de su cabeza. Lo hiciste con tu mente. Mi respiración se atascó en mi garganta. ¿Cómo sabía eso? —¿Cómo viste algo de eso? Estás mintiendo. —No necesito estar en mi cuerpo para moverme por los alrededores. Para ver cosas y oír cosas. —Huh —resoplé—. Correcto. —¿Qué estaba pensando? Debí haber llamado a Jack cuando tuve la oportunidad.

—Puedo proyectarme; dejar mi cuerpo e ir a lugares. Esta vez me reí. —¿Me estás diciendo que puedes volar? ¿Honestamente esperas que crea eso? —El hombre estaba lunático. ¿Qué estaba haciendo escuchando esto? —¿Puedes mover cosas con tu mente? Paré de reír. Cuando lo pone de esa forma. Entrecerré mis ojos hacia él. No lucía como alguien que pudiera volar. Pero entonces no es como si yo me viera diferente a otros. —¿Así que tranquilamente.

estás

diciendo

que

hay

otros,

entonces?

—pregunté

Asintió, sosteniendo mi mirada con atención como si temiera que fuera a hacer algo loco. —Algunos, lo mismo que tú; algunos, como yo, que pueden hacer cosas diferentes. Reí bajo mi respiración. ¿Por qué había imaginado que no había otros? —Así que… Antes de que pudiera dejar salir el resto de la sentencia, me interrumpió, su voz urgente. —Pero ahora eso no importa. Necesito tu ayuda. Lo ignoré. —Y La Unidad… cuando dices que están cazando personas como nosotros, ¿a qué te refieres? Se lamió sus labios y me encontré a mí misma literalmente colgando de sus palabras. —Eso es lo que hacen, Lila. —Se detuvo—. Es su única orden: encontrar personas con habilidades como las nuestras y… —Se detuvo.

Tragué fuertemente. —Y, ¿qué? Key se giró lejos de mí. —No sé exactamente. Pero cuando capturan a alguien en su base en Pedleton; ellos lo llaman contener… estos nunca regresan. Es por eso que activé la alarma en la base, para que no te atraparan dentro. No estaba seguro si te vería otra vez si él lo hacía.

Él. Se refería a Alex. —Pero… —No pude encontrar las palabras para terminar la afirmación. Alex y Jack, todo este tiempo, cazando algo; y ese algo era yo. O gente como yo. Levanté la mirada a los ojos de Key. —No entiendo. ¿Por qué? Me miró de vuelta y se encogió de hombros ligeramente. —¿Miedo a lo desconocido? ¿Miedo a lo que serías capaz de hacer? —¿Pero por qué alguien debería estar asustado? —Entonces recordé al chico cuyo ojo había estado cerca de ensartar. Había estado muy asustado. —Lila, no todos son como tú, o yo. Sólo tratando de seguir con nuestras vidas sin llamar la atención de lo que somos. Las personas que se llevaron a mi hijo, las personas a las que tu hermano está tratando de atrapar, este hombre, Demos, es alguien a quién temer. —¿Demos? ¿Quién es? ¿Y por qué es alguien a quién temer? —Porque Demos quiere poder; quiere control. Key caminó hacia donde estaba parada cerca de la puerta. Estaba mirándome como si pensara que sería obvio lo que estaba diciendo, pero no tenía ni idea. ¿Poder? ¿Control? ¿Sobre qué? La única cosa que sabía era que necesitaba salir y encontrar a Alex.

Y entonces caí en cuenta que si lo que Key estaba diciendo sobre La Unidad era verdad, no podía acudir a Alex. No podía ir con él o Jack nunca más. Estaban detrás de mí. Las lágrimas rodaron por mis mejillas y me incliné para tomar algo de aire. Key sostuvo mis hombros en su agarre y empezó a sacudirme fuertemente. —¡Necesito tu ayuda! —Estaba gritándome a la cara y me alejé de él. —Sigues diciendo eso —sollocé—. Pero, ¿qué puedo hacer? ¿Me dices que hay otros como yo, pero peor, y que mi propio hermano me cazaría si lo supiera? —Di una risa vacía—. Eso es ridículo, Jack es mi hermano. Nunca dejaría que nadie me hiciera daño. Key parecía escéptico. —De cualquier forma —dije—. ¿Qué te importa? —Me importa porque justo ahora eres la única persona que puede ayudarme. Sacudí mi cabeza sin decir nada. —Demos tiene a mi hijo y no sé a dónde se lo llevaron. Necesito encontrarlo. Necesito traerlo de vuelta antes de que La Unidad los atrape. No puedo perder a mi hijo. —Un destello de dolor cruzó su rostro. Levantó la mirada hacia mí, rápidamente—. Estaba siguiendo a La Unidad y entonces atraparon a Alicia y los perdí. —¿Quién es Alicia? —La persona que el equipo de tu hermano capturó la otra noche. La noche que llegaste. Me tomó unos segundos procesar todo esto. —¿Lila? ¿Sabes algo? —¿Cómo qué? Todo esto es nuevo para mí. No lo sé. Lo siento. —¿Pero debes haber oído algo? ¿Tu hermano te ha mencionado algo; cualquier cosa sobre sus misiones?

Repentinamente recordé algo. —Cruzaron la frontera. Hacia México. No sé dónde exactamente. —¿Estás segura? —Se acercó—. ¿Por qué irían al sur? —Se giró y empezó a pasearse, apoyando su cabeza en sus manos. —No sé, eso es todo lo que dijo Jack. Key se giró de regreso hacia mí. —¿Qué más dijo? —Nada, no me dice nada. El sujeto estaba en mi rostro otra vez, su olor a cigarrillos soplando en mis ojos. —¿Están cerca? ¿La Unidad está cerca de atraparlos? Sacudí mi cabeza. —No lo sé, los están siguiendo. No sé que detiene a La Unidad de arrestarlos. —¿Arrestarlos? ¿Eso es lo que piensas que harán? —Una risa áspera salió de sus labios—. Lila, puedes estar segura de que no van a arrestarlos; es por eso que necesito encontrarlos antes de que La Unidad lo haga. Necesito traer a mi hijo de regreso antes de que tu hermano y sus amigos lo atrapen con ellos. Sentí las lágrimas correr por mi rostro. —Necesito saber dónde están y lo que La Unidad está planeando. —¿Cómo? ¿Esperas que sólo les pregunte? ¿Así de simple? —No. Pasé el dorso de mi mano sobre mi rostro. —Si sabes tanto de mí; sobre Jack y La Unidad, si puedes hacer lo que dices y volar por lugares… —Hizo una mueca pero seguí—. Entonces, ¿Por qué no puedes encontrar la información? ¿Por qué necesitas mi ayuda?

—No puedo entrar en tu casa por culpa de ese maldito sistema de alarma. Solté una respiración fuerte. —¿Es para eso que sirve? —pregunté—. ¿Para mantener a las personas como tú afuera? Key enarcó una ceja. —Personas como nosotros, Lila —dijo. —Bien, ¿cómo es que puedo entrar entonces? —disparé de vuelta. —Sólo funciona, sólo se activa, si usamos nuestros poderes. Alguna clase de sensores electromagnéticos. Ningún proyector puede pasarla. Tampoco ningún telépata. Pensé en Suki en las escaleras de entrada espiando a través del buzón. ¿Si hubiera activado la alarma esa mañana, se habría activado? Entonces recordé cómo había roto la ventana con un cepillo volador y cómo había encendido y apagado el interruptor de la luz sin tocarlo. —Bien, ¿cómo es que no la he activado, entonces? —demandé, mi voz temblando—. Todo el tiempo que he estado ahí, ¿cómo es que no he activado la llamada alarma? Ha habido una docena de veces que he podido activarla. —No lo sé —dijo. Luciendo desconcertado—, ¿estaba activada? Me detuve con la boca abierta y traté de recordar. Cuando el cepillo voló fuera del tocador, la alarma no había estado activada porque simplemente entré en la casa y no la encendí. La vez con el bolso, Jack había desactivado la alarma cuando entramos en la casa. Pero hubo otras veces; ¿qué había con la vez del interruptor? Fruncí el ceño a Key. Parecía demasiado rebuscado que la alarma hubiera estado siempre desactivada en esos momentos. Demasiada suerte. Y la suerte no era exactamente algo en lo que fuera favorecida. —Mira —dijo Key de golpe—. ¿Puedes sólo echar un vistazo en la casa? No puedo arriesgarme a estar cerca del lugar. No con toda la seguridad y los autos fuera. No quiero que La Unidad sepa sobre mí, es demasiado arriesgado. —¿Piensas que hay algo en la casa? ¿Cómo qué? —pregunté.

Se encogió de hombros. —No lo sé. Quizás Jack tiene información de Demos y su gente, información sobre dónde están o cuándo tienen planeado hacer un movimiento. Quiero saber si saben sobre Nate. Escucha, no estaría viniendo a ti si tuviera otra elección. Pero no puedo entrar en su cuartel y no puedo entrar en ninguno de sus apartamentos. Además, tu hermano es un teniente, seguramente tiene acceso a más información que los otros. Mi mente giraba. Si lo que Key estaba diciendo era verdad y Jack tenía información en la casa en algún lugar, necesitaba encontrarla. Necesitaba saber qué pasaba. Necesitaba saber si algo de esto era verdad. —Está bien —susurré—. Te ayudaré. El alivio en su rostro fue palpable. Creí que iba a llorar. —Gracias. —Apretó mi mano. —Tengo que irme —dije—. Se estarán preguntando dónde estoy. —Las palabras escaparon. Key asintió. —Bien, estaré ido antes que vengan a verificar. —Antes de que pudiera incluso envolver mi cabeza en lo que decía, estaba avanzando a la puerta para abrirla, espiando alrededor y se había ido. Me detuve mirando el lugar donde había estado parado, mi respiración empezando a salir en jadeos. Pequeños puntos negros saltando en frente de mis ojos y me tambaleé hacia atrás cayendo en uno de los cubículos. Caí en el asiento y puse mi cabeza entre mis rodillas. Un sollozo roto y trabajoso estalló fuera de mi pecho y presioné mi puño contra mis labios para contenerlo. No lo sabían, pero Jack y Alex estaban cazándome. Mi propio hermano y la persona de la que había estado enamorada desde siempre me matarían o me “contendrían”, sea lo que sea que significara, si alguna vez supieran lo que era. Nada de lo que había imaginado sobre La Unidad se acercaba a esto.

Me enderecé y tomé una profunda respiración. Quizás Key estaba inventándolo todo. Tenía que ser. Era demasiado absurdo. Debía ser una trampa. Pero la voz en mi cabeza estaba calmada, diciéndome en voz alta y clara que no era una trampa. Porque de alguna extraña manera, realmente tenía sentido. Las piezas repentinamente encajaron juntas: el secretismo, la alarma, el hecho de que no fueran capaces de atrapar a las personas detrás de las que estaban incluso a pesar de que las tenían en la mira. Porque sus objetivos tenían poderes, habilidades… igual que yo. Tenía que irme ahora. En este segundo. Tomar un avión y salir de aquí antes de que lo supieran. ¿Pero cómo podía simplemente irme? Vacilé. Quizás nunca lo averiguarían. Quizás me podría quedar. No. Tengo que irme. Teniendo en cuenta mi falta de control y el número de alarmas en todas partes, era un milagro que Alex y Jack no supieran ya sobre mi poder. ¿Me habrían encerrado si lo supieran? Había estado en lo cierto sobre que ellos pensaban que yo era un bicho raro y me llevarían a una unidad de seguridad para hacerme pruebas. Era gracioso. Realmente reí en voz alta. No, era histeria. Incluso podía reconocerla por lo que era. Oí la puerta del baño abrirse y el ruido del bar entrar precipitadamente de los chillidos cercanos de algunas mujeres. El sonido me arrastró de vuelta al presente. Estaba sentada en el cubículo de un baño en un club lleno de hombres que querían contenerme. Necesitaba recomponerme y salir de allí. Me levanté, arreglando mi vestido y desbloqueando la puerta. Me detuve en frente del lavado y eché agua fría sobre mi rostro, arrastrando los remanentes de mi maquillaje, devolviéndole la mirada a la chica de ojos abiertos en el espejo, me veía como si acabara de escapar de un accidente de auto.

Tiempo de irse. Empujé la puerta lentamente, cerniéndome sobre el precipicio de la habitación, mirando alrededor a los miembros de La Unidad dispersos por el bar, riendo y estrechando sus cervezas. Un estremecimiento recorrió mi espina dorsal, como si alguien estuviera caminado sobre mi tumba. No tendría ninguna

posibilidad, ni siquiera con mi habilidad, ni siquiera con toda esa cerveza nublando el borde de su objetivo. Aún así, nadie me había echado de menos mientras había estado atascada en el baño con Key, de modo que por qué empezarían a notarme ahora, no tenía idea. Entonces vi a Alex. Era fácil notarlo entre la multitud. Era la forma en la se paraba, como si estuviera permanentemente en guardia. Lo cual, sabía ahora, estaba. Contra mí. Se giró de modo que pude ver el contorno de su rostro, el rastro de su barba y las sombras de sus pestañas hechas bajo las luces bajas. Estaba riendo de algo que una persona estaba diciendo. Y repentinamente la idea fue absurda. No podía dejar a Alex. Era imposible incluso contemplarlo. Simplemente le diría todo. Caminaría hacia allí ahora mismo y le diría. Me había prometido que nunca dejaría que nada me pasara. Quizás una vez que le dijera, La Unidad se daría cuenta de que estaban en un error tratando de contener a las personas como yo. Alex escucharía y haría que todo estuviera bien. Siempre hacía que todo estuviera bien. Di un paso hacia él. Se giró entonces y vi a la persona con la que estaba hablando, con la que reía, era Rachel. Lucía increíble: rubia, delgada y brillante, como si hubiera sido sumergida en oro. Sentí como si me faltara el aliento, como si Rachel se acercara con sus tacones de trece centímetros, su minúsculo minivestido, y con una sonrisa en su rostro, golpeándome brutalmente en el estómago. Hacían un cuadro silencioso: Alex inclinando su rostro hacia ella, su mano sobre su cintura como si estuviera a punto de presionarla entre sus brazos. Rachel con la mirada en alto a los ojos de él muy abiertos, sus mejillas reflejando la luz como prismáticos. Lucían como si estuvieran posando para un anuncio de loción después del afeitado. Lo que sea que ella le estuviera diciendo, estaba claramente intrigándolo, inclinándose hacia ella, su expresión ferviente. Esperé el golpe mortal y que se lo tragara entero. Quería gritarle a través del bar que la evadiera y resistiera. ¿No era eso lo que se suponía que debía hacer un buen Marine? Sin embargo, me giré sobre mis tacones, tropezando a través de la multitud hacia una luz verde borrosa. Borrosa porque estaba medio cegada por las lágrimas. Delante de mí, la salida contra

incendio se abrió con tal fuerza que se estalló contra la puerta opuesta. Me esforcé para controlar mis emociones antes de que algo malo pasara, como una habitación llena de hombres, incluido mi hermano, sacando sus pistolas o redes o lo que sea y las dirigieran a mi cabeza. La puerta se cerró de golpe detrás de mí con un golpe metálico. Me encontré parada en lo alto de tres escalones de concreto, mirando hacia el estacionamiento trasero. Me dejé caer sobre el primer escalón y traté de tomar el control. Deseaba tener el poder de hacer que la tierra se abriera justo ahí en frente de mí de modo que pudiera lanzarme de cabeza en la grieta. No lo era, sin embargo. No había punto en quedarse. Incluso si no hubiera encontrado a Key allí no hubiera habido punto en quedarse. Necesitaba regresar a la casa, encontrar cualquier información que pudiera, luego irme. Esta noche. No había otra elección. Me levanté del escalón y miré alrededor del estacionamiento. Había una cerca de alambre a la izquierda, corriendo a lo largo del edificio, y un delgado callejón que conducía a la calle de en frente. La apreté hacia abajo y rodeé el borde. —¡Lila! Me congelé ante el sonido de la voz de Jack. Avanzó a fuerza entre una masa de hombres amontonados en el área de la puerta y vino hacia mí. —Lila, ahí estás. ¿Estás bien? —Miró a lo lejos, avergonzado, mientras preguntaba. —Sí, bien. —Murmuré. —Tenemos que irnos. —Gesticuló hacia los hombres detrás de él. Estaban montando en dos SUV color negro con ventanas tintadas—. La alarma de la base se activó otra vez. Tenemos que responder, aunque apostaría que es otra falsa alarma. Realmente siento estar abandonándote. La bocina de un auto sonó a nuestro lado y salté. La puerta de la SUV más cercana quedó abierta, y las sombras dentro gesticularon hacia Jack, el otro auto ya alejándose de la acera, entrando en el tráfico de la autopista. —Alex se queda, también la mitad de los chicos. Quédate y disfruta. —Sacó su billetera—. Toma, ten. —Jack empujó cincuenta dólares en mi dirección—.

Compra una ronda para todos. Sara y Alex te llevarán a casa. Estaré de regreso en la mañana. Entonces se metió rápidamente en el auto, la puerta se cerró de golpe, y el auto maniobró con fluidez por el tráfico. Tenía cincuenta dólares en la mano, Jack estaba amarrado a la base, y no podía regresar al bar y hacer frente a Alex y Rachel. Pensé en ello por una fracción de segundo, luego estiré el brazo y paré un taxi.

16 Traducido por Shadowy

S

Corregido por Otravaga

ubí corriendo las escaleras del porche. La luz de seguridad se encendió mientras desbloqueaba y abría la puerta. Me acerqué a la alarma y la desactivé, mirando hacia el cielo afuera, preguntándome si Key estaba allá arriba… ¿así era cómo funcionaba? Si lo estaba, ¿podía entrar ahora sin dispararla? Me quité los zapatos. Necesitaba concentrarme. Sólo sería cuestión de tiempo antes de que alguien viniera a buscarme y necesitaba estar fuera de aquí mucho antes de eso. Me quedé en la parte inferior de la escalera, congelada. Nunca vería a Alex de nuevo. Las consecuencias de irme de repente parecían más imposibles de soportar que las consecuencias de quedarme. Cerré mis ojos y sentí las paredes asfixiándome. Mis ojos se abrieron de golpe. Encontraría cualquier información que pudiera y luego decidiría si me quedaba o me iba. No estaba segura de lo que estaba buscando, aunque un manojo de papeles explicando por qué había unidades autorizadas por el gobierno dedicadas a erradicarnos como a un desagradable virus de gripa sería útil. O información sobre lo que hacían con esa gente cuando los atrapaban. —Con nosotros —dije en voz alta—, cuando nos atrapan. Corrí a la sala de estar. La laptop de Jack estaba en la mesa y lo encendí. Pidió una contraseña. Dudé unos pocos segundos y luego intenté con “Sara” pero emitió un pitido enfadado y me exigió que lo intentara de nuevo. Tecleé el código de la alarma. Otro pitido enojado y una advertencia de que sólo tenía una oportunidad más antes de que se bloqueara permanentemente. Maldije en voz

alta. Entonces mis ojos atraparon la foto de mi mamá en la estantería. Volví a mirar el teclado y escribí el nombre de mi mamá: Melissa. Contraseña aceptada. Me quede mirando a la pantalla en estado de shock por un momento, luego rápidamente me desplacé por todo el escritorio a los documentos más recientes de Jack e hice clic en el primero. Se titulaba Demos. Me tomó un momento descubrir la conexión. Entonces recordé las palabras de Key y mi corazón se atascó. Demos era el hombre que Key dijo que se había llevado a su hijo. Aparentemente el mismo hombre que La Unidad había rastreado hasta México. Hice clic para abrir el archivo, con mis manos temblando. Un rostro se expandió a lo largo de la pantalla. La imagen era granulosa y fuera de foco y era difícil distinguir los detalles con claridad. Lo que podía ver era a un hombre con un cabello negro y pico de viuda, una mandíbula cuadrada, ojos azules sin vida y barba oscura. Mis ojos se movieron hacia abajo a los párrafos de texto debajo de la imagen. Nombre/alias: Demos Nombre real: Desconocido. Altura: 1.83 m. Peso: aprox. 82 kg. Habilidad conocida: Psicokenosista. ¿Qué diablos era un psicokenosista? No tenía idea, pero seguro que cualquier cosa que requería la palabra “psico” al frente no podía ser bueno. Continué leyendo… Resumen: Considerado de máximo riesgo para la seguridad nacional. Prioridad uno del SOU3. Extremadamente peligroso. Sólo se 3

SOU: “Stake Out Unit” del Departamento de Policía de Nueva York. Es como el equipo SWAT de Nueva York.

conocen los Psicokenosistas en EE.UU. Fracaso arrestándolo en múltiples ocasiones. No hay armas suficientes para la contención. Condenas: Juzgado y declarado culpable en ausencia por el asesinato de Melissa Loveday y el Senador Andrew Burns (véase el informe de crimen y evaluación por perfil Quántico y análisis forense). Me sentí mareada. Las palabras saltaban alrededor en frente de mis ojos. Me desplacé de vuelta arriba para así poder ver la fotografía de nuevo. El asesino de mi madre. Estaba mirándolo de frente. El hombre que había irrumpido en mi casa y la apuñaló hasta la muerte. El mismo hombre que tenía al hijo de Key. El mismo hombre que puede o no haber estado viniendo detrás de mí para usarme como un peón en su juego de la novia de trueque. Alex me había mentido. Las personas que La Unidad estaba cazando eran las mismas personas que habían matado a mi madre. Y las personas que la habían asesinado eran como yo. Cerré mis ojos mientras la sala giraba y los mantuve cerrados mientras apretaba el botón de desplazamiento hacia abajo. No quería abrirlos y ver la cara de Demos de nuevo. Leí abajo. Condenado también en tribunal cerrado (Fort Bragg4, SOU) en ausencia de los siguientes delitos: Robo, Extorción, Secuestro, Asesinato en primer grado, Intento de asesinato, Traición, Conspiración para cometer traición (véanse las declaraciones judiciales, sólo personal restringido). Sentenciado en ausencia a muerte por inyección letal. Para ser administrada dentro de las 24 horas siguientes a la captura. ¿Ya había sido condenado? ¿Y condenado a muerte? Caí de espaldas en la silla. Mis ojos rastreaban el texto siguiente: Asociados conocidos: Líder de un grupo altamente organizado y en rápida expansión de psigenes.

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Fort Bragg: base militar del Ejército de los Estados Unidos y lugar designado por el censo cerca de Fayetteville, en el estado de Carolina del Norte (Estados Unidos).

¿Psigenes? ¿Era yo uno de esos? Debajo estaban los perfiles de las ocho o más personas. Pequeñas cajas de texto con fotografías puestas al lado de ellas. Escudriñé la lista, grabando los nombres y los rostros en mi memoria. Alicia Harmon (Telépata) CONTENIDA CP. La imagen era de una llamativa mujer negra, sus ojos destellando a la cámara en desafío. El fondo era una luz brillante y blanca. Había un corte en su ceja y su labio parecía hinchado pero ella todavía estaba logrando inclinar su barbilla a la cámara y sonreír. Relación: Novia. Delitos: Robo, Traición, Conspiración para cometer traición, Extorción. Sentencia: En proceso. Esta era la mujer que Demos quería de vuelta. Por la que ellos habían pensado que él podría querer para intercambiarme. Estudié su foto. “Contenida” estaba estampado debajo de ella. Contenida. Lo dije en voz alta. Sonaba como la palabra que los exterminadores usaban cuando terminaban de capturar a las alimañas. Me moví hacia abajo en la lista. Ryder (Tamizador) Apellido desconocido. La foto debajo fue tomada con el zoom de una lente, pero era de mejor calidad que la de Demos. Era una toma de perfil lateral de un tipo de aspecto normal caminando por la calle, de casi treinta, cabello largo, leve cualidad de pícaro debido a la forma en que su labio se curvaba, como si supiera que era algo especial. ¿Un tamizador? ¿Qué era eso? Por qué no podían usar español simple por amor de Dios… no era como si pudiera bajar el diccionario y encontrar las definiciones. Relación: Asociado a largo plazo de Demos. Delitos: Robo, Allanamiento de morada, Robo de auto con violencia, Traición, Conspiración para cometer traición, Robo con allanamiento de morada, Robo de banco, Crímenes de secretos, Robo

de automóviles, Asesinato en primer grado, Asesinato en segundo grado… La lista continuaba por otro párrafo. Capté la idea fuerte y clara, sin embargo, así que salté hacia abajo, preguntándome si él era una de las personas que había venido tras mi mamá. Tenía que serlo. Otra oleada de ira se apoderó de mí. Bill Fields (Telequinético) Él era como yo, entonces. Otra persona que podía hacer que las cosas se muevan con su mente. Debería haber estado emocionada con el conocimiento, pero estaba horrorizada. El hombre parecía un perro de pelea, con el cuello tan ancho como su cabeza, la cual estaba afeitada y maltratada como un huevo pasado por agua que ha sido dejado caer al suelo. Escudriñé a través de su lista de crímenes, era tan larga como la de Ryder. Asesinato tirado entre los delitos menores como una ocurrencia tardía. Debajo de su entrada había una de una mujer. Amber Stark. Ella tenía llameante cabello rojo, labios del color de escarabajos machacados y la piel tan pálida que era translúcida. La imagen era una toma de cabeza. Parecía estar casi en sus treinta pero era difícil de decir. Miré detenidamente más cerca. Al mirar hacia abajo vi que la habilidad de esta chica fue catalogada como Lectora. Claramente nada que ver con libros. Debajo de Amber estaba un hombre llamado Thomas Taylor. Estaban llamándolo un Proyector. Thomas había sido contenido también. La declaración de Key de que cuando las personas eran atrapadas no regresaban estaba pareciendo bastante exacta. Debajo de Thomas estaba Harvey James. La foto mostraba a un hombre de unos treinta años. Tenía un cigarrillo en su boca y estaba usando unas Ray-Ban. Podría haber pasado por uno de La Unidad. Era telequinético. El expediente decía que había tenido tiempo para robo de banco, asalto agravado, allanamiento de morada y que era sospechoso de asesinato. ¿Quién no lo era? pensé. Estampado en la parte inferior de la página estaban las palabras: Escapó de la Prisión de San

Quintín.

La última foto era de una chica: Japonesa, hermosa y sonriendo como el Gato de Cheshire5 posando para Mario Testino6. Miré el nombre debajo de la foto sintiendo como mi mundo se desmoronaba a mi alrededor; ya estaba medio en ruinas, pero este fue el temblor final para llevar todo derrumbándose. Suki Nakamura (Telépata) Ella era una lectora de mentes, entonces. Una mano golpeó de repente sobre mi boca y mis pies fueron levantados del suelo. Mi nariz estaba medio cubierta por ásperos dedos. Jadeé una bocanada de aire, con mi cerebro un paso por delante de mis pensamientos y preparándose por un grito antes de que hubiera siquiera procesado lo que estaba pasando. Pero nada de aire pudo pasar y todo lo que pude hacer fue ahogarme. Una voz de hombre susurró en mi oído: —¡Cállate, quédate quieta! Me esforcé en obedecer, el pánico causando que lágrimas brotaran en mis ojos. Traté de explorar la sala para encontrar un objeto que pudiera estrellar contra él, pero no podía calmarme lo suficiente para enfocar lo que me rodeaba. Qué idiota, pensé. Una de las únicas personas en el planeta con una habilidad especial para despedir atacantes y no puedo siquiera hacer que funcione. —Shhhh, soy yo, soy yo. ¿Está Jack aquí? —El tono era frenético. La mano aflojó su agarre y pude inhalar algo de aire, tragándolo. Giré mi cabeza, mis ojos se iluminaron en el teléfono. Las palabras que él había dicho penetraron al mismo tiempo que vi su rostro y en el segundo que me tomó calcular que era Key quien estaba sosteniéndome, el teléfono vino volando por el aire hacia su cabeza. Cayó al suelo con un estrepito, golpeando su pie y haciéndolo maldecir. Me abrí camino fuera de sus brazos y lo enfrenté. —¿Qué demonios estás haciendo en mi casa?

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Gato de Cheshire: hace referencia a uno de los personajes de Alicia en el País de las Maravillas. Mario Testino: fotógrafo de modas peruano, establecido en Londres, Gran Bretaña.

—¿Jack está aquí? ¿Está de vuelta? —Key estaba brincando arriba y abajo, ansioso y con los ojos muy abiertos. —No. —Me sacudí y limpié mi rostro, tratando de remover el sabor de su mano—. ¿Qué demonios estás haciendo? Te dije que te ayudaría, no necesitabas irrumpir en mi casa y… Se abalanzó hacia mí. —Tienes que salir ahora. —¿Qué? —Tienes que irte, ahora mismo. —Comenzó a tirar de mí fuera de la sala de estar, jalándome por la parte superior del brazo. Me dejé ser halada. —¿Qué? ¿Por qué? —Sabía la respuesta antes que él la dijera, el pavor ya abriendo un túnel a través de mí. —Ya vienen. Están en camino. Usaron a uno de ellos para accionar la alarma desde la base. Es un señuelo. No puedo creer que tu hermano cayó por ella. ¿Y por qué demonios te fuiste del bar? ¡Sola! ¿Estás loca? Estábamos en la cocina; Key estaba buscando a tientas la cerradura de la puerta trasera. —Pero… ¿cómo? Estaban en México. Jack lo dijo. —Key tenía que estar equivocado. —Bueno, no lo están ahora. Están de vuelta aquí. Tan pronto como te dejé, vi a uno de la gente de Demos fuera del bar. Demasiado confiado. Como si no le importara si La Unidad lo reconocía. —¿Qué estaba haciendo allí? —pregunté con vacilación. —Sólo había una cosa en ese bar de algún interés para Demos. —Me dio una mirada que me heló la sangre—. Entonces saliste pavoneándote por tu cuenta y saltaste a un taxi. Y eso es todo lo que hizo falta. El hombre de Demos saltó a un auto y yo te seguí directo aquí para advertirte. Seguro como que mi mamá va a la iglesia dos veces el domingo que ellos están viniendo para acá.

Me quedé mirándolo. —¡Maldición! ¿Cómo consigues abrir esta puerta? —Estaba tirando de ella tan fuerte que el marco estaba en peligro de agrietarse. Me puse de rodillas y deslicé el cerrojo en la parte inferior y la puerta se abrió. —¡Vamos! —Me sacó a la terraza trasera. Volé hacia delante sobre las tablas de madera, golpeándome el codo con el marco de la puerta y dejando escapar un grito. Key fue cayendo sobre mí, de cabeza por las escaleras hacia el césped. Y luego un hombre estaba encima de él, golpeando su puño contra su rostro. Me puse de un tirón sobre mis rodillas y me levanté, dando vueltas alrededor para ver si alguien más estaba acercándose por detrás de él. Mis piernas estaban dobladas como si estuviera a punto de iniciar una carrera, pero no supiera en qué dirección correr o qué hacer. Key estaba acurrucado en una bola, gritando con cada golpe. Me descongelé y dirigí mi mirada hacia una regadera, la primera cosa que vi. Se levantó y la tiré con toda la fuerza que pude reunir hacia el hombre encima de Key. Entonces busqué algo más. Una mesa de madera en el otro extremo de la terraza era el único otro objeto que pensé que podía levantar. Me quedé mirándola con fuerza y voló de inmediato, se sostuvo en el aire por una fracción de segundo y luego se disparó hacia los hombres en la hierba. Justo antes de que hiciera contacto, el hombre rodó a un lado, fuera de Key. La conmoción me hizo perder mi agarre y la mesa patinó peligrosamente en mitad del aire, llegando a reposar a milímetros de la cara de Alex. Se quedó colgada allí como una pluma mientras ambos observábamos. El tiempo pareció haberse congelado junto con la mesa. Miré a Alex, sintiendo la adrenalina bombear en mis pulmones. Él tenía la vista fija en la mesa con incredulidad, luego sus ojos lentamente hicieron el recorrido hasta mí y vi el engranaje girar y la realización penetrar. La mesa se estrelló en el suelo a su lado. Él no se inmutó, ya estaba de pie, y la mirada en su rostro era una que nunca había visto antes. Casi caí hacia atrás por la fuerza de ella. La ira estaba apenas contenida. Alex dio un paso hacia mí y me

encorvé retrocediendo contra el marco de la puerta. Nunca antes había sentido un temor como ese. Hubiera elegido a Demos sobre esto. Cerré los ojos, esperando que me alcanzara. Escuché a Alex maldecir y mis ojos se abrieron de golpe. Key lo tenía agarrado por la pierna y estaba colgando de él, siendo arrastrado detrás. —¡Corre, Lila! —estaba gritando Key, con la boca llena de sangre. Alex estaba tratando de quitárselo de encima; podía verlo a punto de apuntar con la otra pierna y antes de que supiera lo que estaba haciendo me había lanzado fuera del último escalón. Choqué contra Alex con fuerza, llevándolo al suelo, aterrizando con un crujido encima de él. No tenía esperanza de contenerlo en el suelo, pero me aferré a él con fuerza, sosteniendo sus brazos y apoyando todo mi peso sobre su pecho. —Detente, detente, por favor detente —estaba suplicándole—. Por favor no le hagas daño. Por favor detente. Él está tratando de ayudarme. Alex dejó de empujar contra mí. Solté mi agarre y me senté. Estaba a horcajadas sobre él. Key había rodado sobre sus manos y rodillas y estaba tratando de pararse. Alex se sentó y me quité de él, retrocediendo rápidamente. Él se puso de pie, con el cuerpo tenso. Me moví al lado de Key, ayudándole a ponerse de pie. Él escupió un trozo sangriento de saliva en la hierba y se apoyó pesadamente sobre mí, jadeando. Podía ver las manos de Alex apretándose en puños pero se quedó paseando por la hierba a pocos metros de distancia de nosotros, disparando miradas entre mí y Key. —Alex —traté de hablar pero salió en un susurro ronco—, Alex, este es Key. Vino a decirme que ellos están viniendo a la casa. —¿Quién está viniendo? —Alex dejó de pasear, sus ojos destellando en mí como dos rayos. —Demos. —Key levantó su cabeza para escupir la palabra. Alex dio un paso hacia él y Key se inclinó hacia atrás, haciéndome tropezar.

—¿Qué? ¿Cómo sabes eso? —Su tono fue feroz, agudo. —Están en camino. Tienes que sacarla de aquí. Ellos la quieren. —Key tosió—. Para intercambiar. —Escupió más saliva sangrienta de sus pulmones. Por un segundo Alex se quedó mirando a Key, luego movió la cabeza y sentí sus ojos ardiendo en mí otra vez. Le devolví la mirada desafiante, mi ritmo cardíaco aumentando. Entonces sentí su mano agarrándome por el codo y estaba arrastrándome a través del césped. Key cayó de rodillas cuando perdí mi agarre en él. Hundí mis pies descalzos en el suelo y liberé mi brazo del agarre de Alex. Alex se dio la vuelta, con el rostro ardiendo. —¿A dónde me llevas? —estaba gritando. Él extendió su mano para apoderarse de mí otra vez pero la esquivé. —Vamos —dijo. Era una orden. Me mantuve firme. —No voy a dejarlo. Él vino a ayudarme. Tienen a su hijo. Vi a Alex vacilar. Echó un vistazo a la puerta trasera y luego a Key. Podía ver la tensión en su mandíbula, los tendones levantándose en su cuello. —Vamos entonces, rápido, al garaje, el auto. —Se movió hacia Key y puso un brazo alrededor de sus hombros, arrastrándolo para pararse. —¡Vamos, muévete! —gritó Alex y corrí. Encendí la luz del garaje y mantuve la puerta abierta mientras Alex medio cargaba a Key a través de ella. Lo apoyó contra el auto. —Quédate aquí. Corrí al lado de Key para apoyarlo mientras Alex se metía por el pasillo. Estuvo de vuelta en un segundo con las llaves del auto, abrió las puertas con un pitido. Tomó a Key de mi lado y medio lo empujó en el asiento trasero.

—¡Entra! —gritó. Desde afuera escuchamos el repentino ruido de estridentes motores, de autos o camionetas. Era ruidoso, desgarrando la tranquila noche. Los tres levantamos nuestras cabezas. Ellos frenaron con un chirrido en la parte frontal de la casa. Alex se hundió en el asiento del conductor y abrió la puerta del pasajero. Se inclinó y agarró mi muñeca, halándome dentro del auto. Cerré la puerta de un golpe mientras el garaje se abría. El empujón por la aceleración cuando Alex golpeó su pie en el suelo y retrocedió me tiró contra el tablero. Escuché a Key rodar fuera del asiento trasero y un golpe pesado cuando se estrelló contra el suelo.

17 Traducido por Areli97 Corregido por Otravaga

E

scarbé en busca del cinturón de seguridad a medida que salíamos de la entrada de autos al camino, arrancando por el bordillo para rodear dos autos abandonados en la acera. Dos hombres ya estaban en el jardín del frente, uno en la terraza, con la mano en la puerta de entrada. Los conductores de ambos autos estaban calentando los motores y cuando nos vieron pasar volando a su lado atrapé sus miradas de sorpresa. —¡Cinturón de seguridad! —Alex lo alcanzó y lo tomó de mi mano, embistiéndolo en su lugar, luego girando el auto ciento ochenta grados. Los hombres en el jardín trasero estaban corriendo de vuelta a los autos pero el que estaba en la puerta, parado bajo la luz blanca de seguridad, estaba inmóvil. Era él. Lo sabía. Demos me miró fijamente, con una sonrisa en su rostro. El asesino de mi madre me estaba sonriendo. Mi mente se quedó en blanco. Y el mundo se convirtió en un ruido sordo. Un dolor abrasador se disparó a través de mi ojo y se estrelló contra el interior de mi cráneo como un cuchillo desafilado. Me doblé sobre mí misma, agarrándome la cabeza, tratando de hacer que se detuviera, el cinturón de seguridad cortando en mi cuello. —Se detendrá en un minuto. —La voz de Alex era fría. El dolor se intensificó. Entonces de repente se detuvo. Tomó unos minutos antes de que pudiera sentarme erguida de nuevo, presionando mi mano en mi cabeza sobre mi ojo derecho, tratando de silenciar el dolor que quedaba. —¿Qué fue eso? —grazné.

—Una pequeña arma contra ellos. Ellos. Quería decir contra mí, y me encogí contra la puerta, con los ojos en los botones, preguntándome qué hacía el otro. —Nos ha dado una ventaja. —¿Cómo? —Emite una frecuencia que interfiere con el patrón de sus ondas cerebrales. Los ha… incapacitado, como lo hizo contigo. —Estaba comprobando su espejo retrovisor cada segundo o algo así, pero no me había mirado ni una vez—. No nos están siguiendo. Funcionó. El miedo me inundó de nuevo. —¿Una ventaja a dónde? ¿A dónde nos dirigimos? —¿Nos estaba llevando a la base? No respondió, con el rostro tan impenetrable como el granito moldeado. Me encogí más atrás contra la puerta y me asomé a la ventana para ver si nos dirigíamos hacia el norte, pero por las señales de tráfico que podía ver destellando mientras las pasábamos estábamos en la autopista dirigiéndonos al sur. Lo que quería decir que nos estábamos alejando de la base. ¿A dónde estamos yendo? El único ruido era el cambio de las velocidades cuando el pie de Alex se presionaba hacia abajo en los pedales. Estaba conduciendo por lo menos al doble de velocidad de cualquier otro auto en la carretera, ondeando rítmicamente dentro y fuera de los carriles. Miré a su rostro, que tenía una expresión de absoluta concentración, y me pregunté cómo podía aún sentir tanta adicción a estar cerca de él, cómo podía todavía sentir a mi corazón dar una sacudida al verlo cuando su odio hacia mí era tan fuerte que casi podía sentirlo salir de él en ondas. Alex hurgó en su bolsillo trasero, luego tiró su teléfono en mi regazo en cambio, junto con su billetera. —Hay una tarjeta SIM en la billetera, sácala y cámbiala por la que está en el teléfono.

Busqué en la parte posterior del teléfono, finalmente logrando deslizar la cubierta. Tomé la SIM de allí y Alex me la arrebató de la mano, entreabrió la ventana y la lanzó fuera. Su cartera estaba llena de notas, había por lo menos quinientos dólares, mis dedos temblaban mientras trataba de encontrar la tarjeta SIM entre ellos. Cuando la encontré la puse en su lugar en el teléfono y golpeé la cubierta de regreso. Alex lo tomó directamente de mi mano y la billetera de mi regazo y las metió de nuevo en su bolsillo. Repentinamente Key habló desde el suelo del auto, su voz un graznido. —Déjenme salir. Alex lo ignoró, así que me giré en mi asiento y le dije: —Está bien, nos dirigimos al sur. No nos están siguiendo. —Déjenme salir. —Estaba tratando de sentarse, frotando su cabeza. Era un desastre—. Necesito volver. Necesito seguirlos. —Miró hacia Alex, puso la mano en el respaldo de su asiento. Alex lo observó por el espejo retrovisor—. Por favor, puedo ayudarlos. Déjenme salir. Puedo rastrearlos por ustedes, advertirles si se están acercando. Miré hacia Alex, esperando para ver lo que diría. —¿Cómo los rastrearías? —preguntó, sus ojos de vuelta a la carretera. Key suspiró, luego mirando directamente a Alex en el espejo dijo: —Puedo proyectar. No soy uno del grupo de Demos —agregó rápidamente—. Sólo quiero a mi hijo de vuelta antes de que tu Unidad lo atrape con ellos. Los labios de Alex se presionaron juntos. Observé su mandíbula apretarse tensamente. Finalmente habló. —¿Quién es tu hijo? —Nate, su nombre es Nathaniel Johnson. —Su voz se quebró en el nombre. —Dijiste que tu nombre era Key, no Johnson —disparó Alex en respuesta.

—Mi apellido real es Johnson. Anthony Johnson. Key es un apodo desde que era un niño. —Nunca he oído de ti o tu hijo. ¿Por qué debería creerte? Escuché a Key suspirar de nuevo. —Ellos tomaron a mi chico porque es especial. Como yo. Como ella. —Me señaló, y Alex se estremeció. Key continuó, su voz elevándose—. Quiero a mi muchacho de vuelta. Él no es uno de ellos. Es sólo un niño. Tiene dieciséis. No tiene nada que ver con lo que sea que ustedes piensen que han hecho. Alex lo miró fijamente por varios segundos en el espejo, luego volvió a mirar a la carretera. —¿Qué sabes tú sobre cualquier cosa que hayan hecho ellos? —Nada. Nada, te lo juro. Nunca me acerque a ellos hasta hace tres semanas cuando se llevaron a Nate. Seguí a Lila al bar y vi a uno de ellos afuera así que vine a la casa a advertirle. Eso es todo. No sé nada más. —Espuma sangrienta burbujeaba en la esquina de su boca y yo sólo me le quedé mirando. Alex volteó bruscamente su cabeza para mirar a Key. —¿Por qué estabas siguiendo a Lila? —Desearía que mirara de nuevo a la carretera. Estaba llegando a los ciento cincuenta en el velocímetro. Mis manos estaban aferradas a los bordes del asiento. —Es una larga historia. —Quería mi ayuda —dije en voz alta—. Pensó que quizás sería capaz de obtener algo de información de Jack o de ti. Alex me ignoró pero sus ojos volvieron a la carretera enfrente. —Mira —dijo Key—. ¿Por qué no nos ayudamos entre sí? Si me dejas ir ahora puedo volver, alcanzarlos y advertirles a ustedes si se están acercando. Puedo decirles hacia dónde se dirigen, qué están planeando, cuál es su siguiente movimiento. Necesitan a alguien que pueda acercase a ellos.

—Eso depende de que seas capaz de comunicarte conmigo. ¿Cómo serías capaz? ¿Qué? ¿Eres telépata también? —Sus palabras goteaban desprecio. Los ojos de Key se estrecharon. —Realmente no sabes mucho acerca de nosotros, ¿o sí? —dijo, sonando sorprendido—. Puedo volver a mi cuerpo instantáneamente, bueno casi instantáneamente, en cuestión de segundos. No importa dónde estoy, podría ser otro continente, sólo me toma pensar acerca de ello y estoy aquí, de regreso, justo en mi cuerpo. Así que dame tu número de teléfono y tendrás actualizaciones instantáneas. Soy mejor que la CNN. No podía siquiera imaginar de qué estaba hablando. Realmente quería preguntar qué le pasaba a su cuerpo cuando estaba fuera flotando, pero estaba demasiado asustada para interrumpir su conversación. Alex se desvió hacia el carril rápido, pisando el acelerador un poco más. —¿Por qué? ¿Qué ganas tú? —Me ayudan a recuperar a mi hijo. Ustedes y La Unidad detienen a Demos pero encuentran una manera de mantener a La Unidad lejos de mi hijo. —Podrías irte ahora… proyectarte desde aquí. De esa forma sé exactamente dónde estás —dijo Alex. —¿Piensas que confío en ti? —disparó Key en respuesta—. Sin ofender. Pero tú eres uno de ellos. Alex frunció el ceño, viéndose como si estuviera ponderando los pros y los contras. Después de algunos segundos más le dio a Key un número de teléfono celular. Escuché a Key repetirlo una y otra vez, memorizándolo. —¿Lo tienes? —preguntó Alex. —Sí, lo tengo. ¿Y tú? Hago esto, ¿vas a mantener tu promesa de ayudarme a recuperar a mi hijo? Él silencio rodó de un lado a otro en el auto, Alex asintió sólo una vez, sus ojos sin dejar la carretera. Salió a través del arcén y frenó hasta detenerse. Los autos pasaban zumbando por el carril interior.

Key pareció relajarse ligeramente, secó la mancha al lado de su boca y se movió hacia la puerta, como si estuviera a punto de abrirla y saltar afuera directamente. Luego miró directamente a Alex y asintió en mi dirección. —Necesitas llevarla lo más lejos que puedas. Como en, distancias de tamaño internacional. Alex volvió a mirarlo ahora, volteando el rostro hacia él. —¿Por qué? —preguntó, repentinamente cauteloso. Key sacudió la cabeza, haciendo una mueca con su labio partido. —Suki será capaz de rastrearla. Ahora que ha visto a Lila, leído su mente, será lo suficientemente fácil, dándole tiempo. O mi hijo podría rastrearla. Si pueden obligarlo. —¿Él puede hacer eso? ¿Rastrear a otros? —Alex me quitó las palabras de la boca. —Sí. Otros como él. Por lo que puedo decir, Suki tiene que leer la mente de alguien antes de que pueda encontrarlos. Nate puede simplemente ver a otros. —¿Cómo? —Era yo la que preguntaba esta vez. —Es difícil de explicar. —No se veía como si estuviera a punto de explicarse, mientras echaba un vistazo por la ventana, mordisqueando su labio, y rebotando en su asiento. Su lenguaje corporal gritaba que quería salir. —Inténtalo. —Alex no lo estaba pidiendo muy educadamente. Key lo miró y suspiró como si estuviera renunciando a un secreto profesional. —Cuando nos proyectamos podemos ver auras alrededor de las personas, como una luz. Mi boca cayó abierta. —Así es como supe que Lila era una de nosotros. Es como si estuviera vistiendo una señal. El color del aura es más brillante, la luz más reluciente, más intensa. Y mientras más fuerte sea la habilidad, arde más brillante. —Era como si él

fuera un historiador de arte explicando las pinceladas de una obra maestra—. Te encontrarán. Créeme, te encontraran. Y lo quieren mucho. La mano de Key estaba en la manija de la puerta, ya abriéndola. —¿Por qué todavía siguen viniendo por mí? ¿Por qué me quieren tanto? ¿Por qué no se dan por vencidos? —Podía escuchar la creciente histeria en mi voz. Key me miró como si fuese estúpida. —Porque, Lila, ellos te quieren como intercambio por Alicia. Ellos saben que si te tienen, Alex y Jack les darían lo que sea que quisieran. Tragué fuertemente, evitando los ojos de Alex. —¿Estás seguro de eso? —¿No era eso antes de que Alex supiera lo que yo era? Dudaba que tuviera el mismo valor de rescate ahora mismo. Key de repente pareció darse cuenta hacia donde me estaba dirigiendo. Se encogió de hombros. —Bueno, ¿quizás Demos sólo te quiere entonces para que te unas a su pequeño ejército? ¿Qué sé yo? Todo lo que sé es que no se detendrán hasta que te encuentren. Y con eso empujó abierta la puerta trasera y estaba afuera, cojeando hacia la línea de árboles y arbustos en el lado de la carretera. Luego se había ido. Alex ya había puesto el auto en marcha y ahora lo dirigía hacia el tráfico de nuevo. En unos cuantos segundos el apuntador del velocímetro estaba rebasando la marca de los cien. Quedando sólo nosotros dos, la atmósfera se volvió tan intensa que se sentía como si el más pequeño ruido o movimiento podría incendiar el auto en una bola de llamas azul. Mi cuerpo entero estaba rígido, equilibrado para huir o luchar, aunque siendo realistas huir no era una opción a menos que me apeteciera ser arrollada. —Alex —tomé una respiración profunda—, ¿por qué no me estás llevando a la base?

Pensó acerca de ello antes de contestar, con la voz brusca cuando lo hizo. —La alarma se apagó. No es seguro. —No, eso no es a lo que me refería. —No podía mirarlo, escogiendo cuidadosamente mis palabras—. No quiero estar en ningún lugar cercano a la base o La Unidad, obviamente, sabiendo lo que sé acerca de lo que haces allí y cómo te sientes sobre nosotros. Vi su rostro oscurecerse con lo que parecía furia. Se estaría preguntando qué sabía y cómo. Continué con dificultad. —Lo que no entiendo es por qué no me estás entregando, “conteniéndome” o lo que sea que es lo que haces. Sentí el motor gruñir profundamente cuando Alex pisó más el acelerador. Su pie atravesaría el suelo pronto. Si las miradas pudieran matar, la carretera estaría muerta. Estaba agradecida de que no me estuviera mirándome, y que no me hubiera mirado desde que entramos al auto. Y justo cuando estaba pensando eso, él de hecho me miró. Sus ojos estaban en sombras pero el tono de su voz fue suficiente para dejarme saber que estaba inclinándose al borde de la calma. —Jack pensará que Demos nos atrapó a ambos. Irá tras ellos. O atrapará a Demos o los ralentizará, lo cual tal vez nos da la oportunidad de sacarte del país a algún lugar seguro antes de que cualquiera, ya sea La Unidad o Demos, te atrape. Eso no contestó mi pregunta pero sí abrió muchísimas más. ¿Fuera del país? ¿Cómo iba él a explicárselo a Jack? ¿Y a dónde estaba planeando enviarme? No podía volver a Londres, donde no necesitarían a Suki para encontrarme, sólo una guía telefónica. Así que, ¿a dónde podía ir? ¿Dónde en el planeta sería seguro? Miré fuera de la ventana a las luces rojas y blancas de los autos haciendo constelaciones en la distancia y repetí las palabras de Alex en mi mente, tratando de imaginar la respuesta de Jack. Entonces capté algo y lo miré con ojos ensanchados. ¿Había querido decir que él no iba a venir conmigo cuando dijo que nos daría una oportunidad de sacarme del país? Era una locura. No podía ir sola, no llegaría más lejos del registro antes de ser atrapada. Por un momento consideré suplicarle, realmente rogarle, que viniera conmigo pero el ceño en su rostro disolvió las palabras antes de que siquiera pudiera decirlas.

El reloj en el tablero mostraba que la hora era las 3:06 a.m. en este momento. —Alex —dije, cuando llegó a las 3:30—. ¿Por qué estás haciendo esto? ¿Por qué estás… ayudándome? Su rostro estaba desapareciendo fuera y dentro de las sombras estroboscópicas y no podía ver su expresión. —¿Qué? —preguntó, como si no hubiera escuchado la pregunta. —¿Por qué estás ayudándome? —dije de nuevo, con mi voz temblando. Si nos odiaba, a mí, tanto, ¿por qué todo este esfuerzo por protegerme? Dio vuelta al volante, golpeando las velocidades. —No tenía elección —dijo, su voz un bajo gruñido. Miré a otro lado también, contando las líneas blancas en la carretera mientras se desdibujaban en una. Como si yo tuviera elección, pensé, como si yo escogí ser así. ¿Pensaba que habría elegido tenerlos a él y a Jack odiándome? Aplasté mi mano en la manija de la puerta con frustración. El brazo de Alex se disparó a través de mí, presionándome fuertemente al asiento. Me estaba mirando como si estuviese loca y me di cuenta que había pensado que estaba tratando de abrir la puerta. Lo miré impactada y lentamente movió su mano de vuelta al volante, dándome una mirada que caía en algún lugar entre una advertencia y una amenaza. Así que ahora pensaba que era suicida también. Genial. Telequinética y suicida. Simplemente genial.

18 Traducido por Vettina

C

Corregido por Otravaga

uando abrí los ojos, estaba mirando al broche del asiento, mi cabeza y mi cuerpo retorcido contra el lado de la puerta del auto y mi mano apoyada en la manija, como si en mi sueño hubiera estado tratando de ocultarme, o escapar. Miré hacia arriba y fuera de la ventana. Ya no nos movíamos, yacíamos en la orilla de la carretera mientras amanecía a nuestro alrededor. No había movimiento, ni personas, ni autos y ni ruido… era como la pausa entre las respiraciones. Traté de distinguir dónde estábamos. Parecía como un pueblo desierto, llano y árido con polvo ya cubriendo el parabrisas, e incluso a esta hora ya la carretera estaba lanzando un brillo a larga distancia. A través de la ventana tintada pude ver un par de edificios, principalmente ferreterías y tiendas de materiales de construcción espaciados en intervalos. No tenía ni idea de lo que estábamos haciendo aquí excepto que quizás Alex se había detenido a dormir. Me moví lentamente en mi asiento y me volteé hacia él. Estaba mirando hacia fuera por su ventana y sentí tanto alivio que todavía estuviera en el auto como un golpe de dolor cuando recordé que no estaba aquí por amor o amistad sino por un dudoso código de honor. Eso era lo que había querido decir cuando había dicho que no tenía elección. Era tan obvio. Y tan Alex. Seguí su mirada al otro lado de la calle. Estábamos situados frente a un concesionario de autos de segunda mano. Alrededor de cuarenta autos con

letreros de “En Venta” pegados estaban alineados frente a nosotros, como el inicio de un rally gumball7. Nos sentamos en el silencio del auto, con el aire acondicionado encendido, por otra hora y cuarenta minutos. Ninguno de los dos dijo una palabra. Subí mis piernas sobre el asiento y me quedé ahí sentada sosteniéndolas, congelándome pero demasiado asustada para tocar los botones en el auto o para abrir la boca. Tiré de mi vestido para tratar de ponerlo sobre mis piernas y me di cuenta que la costura se habían roto en mi muslo. Mis rodillas estaban manchadas de sangre y suciedad. También había una pequeña rasgadura en uno de los tirantes que parecía que en cualquier momento podría llevar a un percance de armario. Recordé mi tacleada de la noche anterior y miré rápidamente hacia Alex, recordando el odio que había visto en su rostro cuando había estado de pie en el porche. ¿Qué habría hecho si me hubiera alcanzado? Eventualmente, las cosas tomaron su ritmo, como alguien presionando el botón de adelantar. Un auto se detuvo frente a la concesionaria de autos y un hombre con una camisa de mangas cortas y pantalones de golf se bajó y desbloqueó el doble candado de la cerca metálica. Se estacionó en el estacionamiento y Alex encendió el motor. Bajé mis pies del asiento mientras él conducía hacia el otro lado de la carretera y entraba al concesionario. Tenía una idea de lo que iba a hacer y estaba suponiendo que Jack no iba a estar muy feliz por eso. El hombre de los pantalones a cuadros salió directamente de su pequeña oficina portátil, con una taza de café en la mano. Vi la expresión de sorpresa en su rostro rápidamente ser reemplazada por una amplia sonrisa con trabajo dental. —Quédate aquí —dijo Alex en voz baja, ya abriendo la puerta. Miré por la ventana cuando Alex empezó a hablar. Estaba de espaldas a mí y no podía oír ni una palabra. En un momento lo vi hacer un gesto hacia mí y el hombre se inclinó un poco hacia adelante y echó un vistazo al auto, saludando. Jugueteé con mi vestido, consciente de que lucía exactamente como alguien que había estado fuera toda la noche y que parecía como si volviera de la guerra: el 7

Rally Gumball: Es un rally de automóviles de lujo disputado anualmente, con una duración aproximada de seis días.

cabello por todas partes, manchas oscuras debajo de mis ojos donde mi rímel debió correrse, y luciendo en conjunto de lo peor. Sólo Dios sabía qué historia estaba contándole Alex al hombre. Miré de nuevo y lo sorprendí señalando un auto al otro lado del estacionamiento y me senté hacia adelante para ver mejor. Era un pequeño Toyota blanco, de aspecto bastante viejo. No exactamente el estilo de Alex. Sin embargo, no me importaba como se viera, siempre y cuando fuera rápido. El hombre empezó a rodear el auto de Jack. Abrió la puerta del conductor y entró junto a mí, dándome una sonrisa. —Hola —dijo. Lo miré sin expresión y luego forcé una sonrisa, intentando suavizar a escondidas mi cabello y tratando de mantener junto mi vestido al mismo tiempo. Movió la palanca de cambios, encendiendo el motor, comprobó el velocímetro. Su mano se cernió sobre los botones de la radio y sentí las náuseas brotar en la boca de mi estómago. Alex se apoyó en la puerta. —Ese es sólo el sintonizador de la radio. El hombre puso las manos en el volante. Volvió la cabeza y vio la bolsa en el asiento de atrás. —Así que, ustedes dos tortolitos se dirigen a Las Vegas, por lo que escuché. Felicidades. Me le quedé mirando, preguntándome si había oído mal. El rostro de Alex volvió a aparecer detrás del hombro del hombre, alentándome con sus ojos. Me di cuenta de inmediato cuál era el mensaje y volví a mirar al hombre anonadada. —Oh, eh, gracias. —Miré de nuevo a Alex, quien me dio el más pequeño de los encogimientos de hombros—. Es algo repentino. —Bueno, buena suerte a ambos —dijo, sacudiendo mi mano. Él salió del auto y me senté ahí impactada. Cuando era más joven soñaba bastante con casarme con Alex. Cuando tenía nueve escribí Lila Wakeman por todo mi diario cerca de seiscientas veces. Incluso había diseñado mi vestido de bodas y

practiqué diciendo “Acepto” a una foto de Alex colocada en mi tocador. Nuestra boda habría tenido lugar en el jardín de mis padres o una pequeña iglesia blanca. Había un poni ahí probablemente, también. Pero nunca en todas esas fantasías me había imaginado Las Vegas y una escapada en auto. Tuve que reír ante la ironía de que Alex ahora era quien pretendía que nos íbamos a casar. Cuando levanté la vista vi al hombre indicando su oficina portátil. Alex negó con la cabeza y el hombre se encogió de hombros y entró solo. Lo siguiente que supe, Alex había abierto la puerta y me había sacado. Luego se dirigió al maletero y tomó una bolsa de viaje negra que supuse era de Jack. Alex puso su brazo alrededor de mí, su agarre apretado. Era un dolor placentero, mi cuerpo reaccionando normalmente como lo hacía a su toque. Estaba tan cansada que deseaba poner mi brazo alrededor de él también, pero sabía que sólo me sostenía de esta manera para mantener las apariencias para el vendedor de autos. Teníamos que vernos como si estuviéramos enamorados, no como si estuviéramos huyendo de una unidad secreta del gobierno y un montón de maniáticos homicidas con poderes de control mental. El hombre salió de su oficina portátil, sosteniendo unas llaves y varios fajos de papel en su mano que noté que eran billetes de cien dólares. Alex le tendió la mano y el hombre contó cinco pilas en ella. Me moví incómodamente, con mis pies descalzos empezando a arder en el asfalto. —Cincuenta y me llevo el Toyota. ¿Cincuenta mil? Jack había dicho que valía ciento veinte. Pero eso era con los extras que Alex no podía demostrar, a menos que él pensara que el hombre podría subir su precio si me viera caer al pavimento agarrando mi cabeza. Así que cincuenta era probablemente una buena cantidad. Jack aún se enfurecería. Alex tomó las llaves del hombre y le entregó las de Audi en intercambio. —Todos los papeles están en la guantera. —De acuerdo, señor, si puedo conseguir que firme este pedazo de papel aquí y revise su licencia habremos terminado.

No podía ver el rostro de Alex porque él me sostenía tan fuerte, sólo podía mirar su barbilla. Tuvo que soltarme para poder alcanzar su licencia en su bolsillo. Lo sentí moverse muy ligeramente hacia mí de modo que su cuerpo todavía estuviera tocando el mío. Era claro que estaba nervioso de que yo huyera. Instintivamente me incliné hacia él para cerrar la distancia. Definitivamente había terminado de huir de Alex. —Está bien, señor… —El hombre miró con más detenimiento el documento en la mano de Alex—, Hunt. Ha sido un placer hacer negocios con usted. —Levanté la vista con sorpresa. Se volvió hacia mí—. Y la pronta a ser Sra. Hunt, un placer. Tendió su mano y la miré hasta que sentí a Alex empujando suavemente mi espalda. Tomé la mano y se la estreché, murmurando mi agradecimiento. —¿Señor Hunt? —pregunté. Estábamos caminando rápido hacia el Toyota. Alex había tomado la bolsa y se la echó al hombro, con su otro brazo alrededor de mí. Yo estaba caminando torpemente sobre el suelo y él no parecía haberse dado cuenta de que no llevaba zapatos—. ¿Cómo tienes una identificación falsa? Alex estaba desbloqueando el auto y abriendo la maletera. Me soltó. —¿Cómo crees que tengo la identificación falsa? Es una lástima que no tenga una para ti, también. Sería de gran ayuda en estos momentos. Abrió la puerta del pasajero para mí y entré. Los asientos de cuero blanco se pegaban a la parte trasera de mis piernas desnudas y el interior olía a cerveza rancia con rastros de limpiador de tapicería. —Simpática elección —dije, cuando Alex se subió en su lado. Me miró brevemente y me pareció detectar el inicio de una sonrisa en la comisura de su boca. Los músculos de mi estómago se contrajeron con ella. Era la primera señal de calidez que me había mostrado. El brazo alrededor de mí no contaba, eso había sido actuado. Dejé que mis ojos viajaran por todo su rostro. Él estaba ocupado saliendo en reversa del puesto, mirando sobre su hombro. Tal vez era porque era de día y las sombras se habían ido, pero la ira de anoche parecía haberse disipado. Todavía estaba tenso, podía decirlo por los surcos en su frente y la forma en que su boca estaba apretada en una línea, pero ya no parecía enfadado, sólo muy concentrado.

—¿Por qué vendiste el auto de Jack? —Vamos a necesitar el dinero. Además tendrán una orden de captura contra nosotros. Cada policía en el país va a estar buscándonos. El Audi es bastante notable. Condujimos unos cuantos kilómetros fuera del pueblo. Alex estuvo en silencio todo el camino y el aire estaba saturado de preguntas no expresadas. Tenía tanto qué preguntar que no sabía por dónde empezar, pero sabía que seguramente también tenía preguntas para mí. Me pregunté cuándo comenzaría él con la inquisición. Justo cuando estaba a punto de tantear las aguas al preguntar de nuevo a dónde íbamos, Alex entró en el estacionamiento de un centro comercial enorme. Estacionó en un espacio alejado de la entrada, entre dos grandes todoterreno. Antes de que pudiera preguntar lo que estábamos haciendo allí, Alex comenzó a desabrocharse la camisa. Mi mandíbula se aflojó mientras miraba. Cuando terminó con los botones se la quitó. Llevaba una camiseta blanca por debajo y no podía dejar de mirar sus brazos desnudos y hombros, preguntándome qué demonios estaba haciendo. —Ten, ponte esto. —Arrojó la camisa hacia mí. Lo miré con una pregunta en los ojos. —No puedes entrar al centro comercial de ese modo —dijo indicando mi vestido desgarrado. Él tenía razón. No le respondí, sólo me puse la camisa por encima de mi vestido, mis dedos retorciendo los botones estaban temblando demasiado. Eché un vistazo hacia él cuando había terminado. Las mangas eran demasiado largas, colgando sobre mis manos. Alex me tomó del brazo y comenzó a enrollar una manga hacia arriba. Sus ojos, me di cuenta, volvieron a su color azul fresco normal, pero estaban cerrados y no podía leer su estado de ánimo. Cuando terminó se bajó del auto y me tomé un segundo para mirarme en el espejo pequeño en el interior de la visera. Ojos como un mapache, cabello como si hubiese sido asustada. Había poco

que pudiera hacer además de limpiar algo del manchón negro bajo mis ojos. Me bajé del auto. —¿Puedes lograrlo descalza? —Él estaba asintiendo hacia la entrada. Asentí en respuesta. Cruzamos rápidamente al frente del centro comercial y entramos en el fresco aire acondicionado. Alex no puso su brazo alrededor de mí esta vez, aunque se quedó cerca. Estaba súper consciente de la forma en que nos veíamos, la camisa no siendo una gran mejora. Había pasado de parecer una sucia que no había vuelto a casa a una sucia que no había vuelto a casa con la camisa del hombre con el que había pasado la noche fuera. Aun así, no iba a quitármela. En realidad, la línea de Las Vegas había sido una especie de genialidad. Eso era exactamente lo que parecíamos. Dos personas fiesteras con resaca, en su camino hacia o desde Las Vegas. Entramos en la primera tienda que encontramos, un Gap. Alex caminaba a zancadas, claramente con prisa, y yo corría tras él. Él estaba en la sección de mujeres escogiendo camisetas. Se acercó a los jeans y sacó un par, los devolvió y tomó otro par, los examinó durante un segundo y luego los arrojó sobre su brazo. Pareció recordar que yo estaba allí y miró a su alrededor. —Zapatos —dijo, como si pensara que yo ya debería haber descubierto qué es lo que debería haber estado buscando. Me di la vuelta y vi un estante de sandalias cerca de la caja registradora. Tomé el primer par de mi talla y me volví hacia él. Estaba de pie junto a la sección de ropa interior ahora. Me apresuré, sintiendo mis mejillas arder. Esperaba por Dios que no estuviera estimando mi talla en este departamento también, pero cuando me acerqué a su lado dijo: —Será mejor que consigas algunas cosas. Estaré por allá. Caminó hacia la sección de hombres. Entré en pánico por los pocos metros que estaba poniendo entre nosotros y extendí la mano y tomé las primeras cosas que pude ver, luego corrí hacia donde estaba él. —¿Conseguiste un suéter? Vas a necesitar algo cálido.

¿A dónde íbamos? ¿Alaska? Me di la vuelta y corrí hacia la mesa con los suéteres. Esto era el desierto, no vendían muchos suéteres en esta tienda, por lo menos no unos que me mantuvieran caliente si estuviera condenada al Ártico. Saqué uno del montón y me apresuré a regresar con Alex. La mujer detrás del mostrador le entregó a Alex unas tijeras para que pudiera cortar la etiqueta pegada a mis sandalias. Parecía como si hubiera querido entregarle mucho más, como su cuerpo desnudo sobre el mostrador. Me puse los zapatos mientras la miraba ferozmente. Alex me tomó del brazo y me sacó fuera de la tienda. —¿Tienes hambre? No era tanto una pregunta. Ya estábamos caminando hacia un restaurante de comida rápida. No había pensado en ello hasta ese punto. Mi estómago había estado en tantos nudos, pero ahora que él había dicho la palabra gruñó como un lobo a la luna. Lo apreté y miré a Alex asintiendo. Pedimos lo suficiente para alimentar a unos diez hombres y un café grande, negro, en el que Alex apiló azúcar. Me sentí mal por el poco sueño que había tenido. Y en su cumpleaños, el cual me di cuenta le había arruinado por completo. Nos sentamos en una mesa fuera del camino, cerca de la salida de incendios. Alex mantuvo su espalda a la pared, comiendo como si no supiera lo que estaba poniendo en su boca, sin mirarlo ni una vez, con sus ojos muy ocupados moviéndose sobre el restaurante. Comí hasta que estuve llena y luego me recosté en la silla, de repente sintiendo el inmenso agotamiento golpearme de lleno. Podría haber puesto mi cabeza en la mesa justo ahí y habría caído en un coma sin importar ni una onza si Demos me encontraba o no. O La Unidad para el caso. Apoyé la barbilla en mi mano y observé a Alex explorar la habitación. Círculos estaban empezando a sombrear sus ojos. —¿Por qué haces esto? —pregunté. —¿Qué? —Alex movió sus ojos hacia mí. La línea del ceño, la misma que suelo causar, estaba de vuelta. —Todavía no entiendo por qué me estás ayudando.

Miró a lo lejos de nuevo, a la entrada, un par de adolescentes ruidosos acababan de entrar. —Te lo dije, no tenía otra opción. —Su voz era neutral, no había ira en ella, sólo afirmando un simple hecho. Seguí. —Pero sé lo que piensas de las personas como yo. Él negó con la cabeza y una media sonrisa, ligeramente triste, tiró de un lado de su boca. —No sabes lo que estoy pensando. Eso era verdad, pero anoche no había tenido que ser telepáta para saber lo mucho que me despreciaba. —Me odias. Esperé a ver lo que iba a decir. Él estaba mirando por encima a la entrada de nuevo, como si esperara del todo ver a Demos atravesarla en cualquier momento. Después de un par de segundos volteó lentamente la cabeza para mirarme de nuevo. —Lila, yo no te odio. Capté el ligero énfasis que puso en la palabra “odio” como si estuviera negando la palabra mientras que en su mente la sustituía con otra como “detestar” o “menospreciar”. Sin embargo, sólo era semántica. Miré a la mesa y tomé una servilleta, retorciéndola en una cuerda. —¿Por qué mentiste? Él frunció el ceño. —¿Mentir? ¿Acerca de qué? —Acerca de Demos. Sé que él mató a mi madre. Sé que él es quien está tras de mí. Pero me dijiste que no eran las mismas personas. Que no tenía por qué

preocuparme. Y dijiste que Suki no tenía conexión con la gente que lo hizo y sé que ella la tiene. —Un socio seguro como el infierno que tenía una conexión. Por un momento, las cejas de Alex se juntaron y él entrecerró los ojos hacia mí. Me sentí ruborizarme debajo de su inspección. Su expresión se calmó después de un momento, su frente sin arrugas. —¿Supongo que sabes todo esto a través de Key? —Algo por el estilo. —Mejor dejar de lado la piratería informática. Él asintió. —Siento haberte mentido. Me sentí un poco desconcertada por su disculpa, fue tan inesperado. Negué con la cabeza como si no tuviera importancia. Una disculpa estaba bien, pero yo quería saber por qué lo había hecho. Miró a la mesa por un instante, y luego de nuevo hacia la puerta, y finalmente de vuelta a mí. —¿Me creerías si te dijera que lo estaba haciendo para mantener a salvo? Levanté las cejas para indicar que no, no le creería. Él suspiró. —Pensé que si sabías que las mismas personas que mataron a tu madre estaban tras de ti, podrías tratar de hacer algo estúpido. Como actuar de carnada. O que escaparías, pensando que no podríamos protegerte. Te veías tan asustada. —¿Pensaste que escaparía? —Antes de anoche, nunca había huido de Alex. Había huido hacia él desde Londres en primer lugar. —Ha sido conocido, Lila, no es una conclusión tan absurda a la que llegar. —Tomó un sorbo de café. Él tenía razón, así que apreté los labios y lo dejé continuar. —Pensé que merecías saber acerca de Jack y tu padre… la razón por la que Jack parecía tan poco razonable. —Él puso sus manos sobre la mesa—. Pero no

creí que merecieras saber que las mismas personas que estaban tras de ti eran las que mataron a tu madre. ¿Por qué merecerías el temor que causaría? Cuando la amenaza ni siquiera se había establecido... —Pasó una mano por su cabello recortado luego la puso de nuevo sobre la mesa, en torno a su café. Me miró a través de sus pestañas dorado oscuro y de repente era mi Alex otra vez. El chico que estuvo sosteniendo mi mano en el funeral, manteniendo a raya a los extraños—. Lila, odio verte asustada o lastimada y quería protegerte. Es tan simple como eso. Asentí. No había utilizado el tiempo pasado. Él había dicho: odio verte asustada. Fue suficiente para provocar una llama de esperanza, que después de todo no me despreciaba. —¿Por qué dejaste el bar y saliste corriendo de esa manera? —Key estuvo allí. Él me dijo… me dijo lo que tú y Jack hacen para ganarse la vida. No necesitaba decirle que el factor decisivo no fue eso sino verlo con Rachel. Alex me estaba mirando. —¿Qué te dijo Key? Empecé a rasgar la servilleta en pequeños pedazos y dispersándolos sobre la mesa. —Que la misión de La Unidad es dar caza a las personas como yo y que ellos… que ellos desaparecen y no regresan una vez que los atrapan. —¿Cómo sabe él eso? —dijo Alex en voz baja. Me disparé hacia atrás en mi asiento. Si hubiese querido una confirmación de lo que La Unidad estaba haciendo, aquí estaba. Cuando salimos, Alex se quedó callado. Echó un vistazo al estacionamiento varias veces antes de salir de las sombras de la entrada. Me tomó la mano esta vez, empujándome a lo largo detrás de él. Yo sostenía las compras y él tenía la otra

mano apoyada en su espalda, sobre su arma. Mi corazón estaba acelerado; volver al exterior se sentía como ser un conejo fuera de su madriguera. Regresamos al Toyota y esperé a que desbloqueara la puerta, saltando sobre las puntas de los pies. Pero Alex no abrió las puertas, sólo abrió la maletera, sacó la bolsa de viaje, y entonces la volvió a cerrar. —Vamos —dijo. Caminamos varias filas hacia abajo y se detuvo cerca de un Lexus negro nuevo. Tenía la esperanza de que sólo lo estuviéramos admirando pero tuve una sensación de hundimiento de que sabía lo que iba a hacer. Se deslizó por el costado del auto, empujándome delante de él. Mis ojos recorrieron el estacionamiento para ver si alguien se acercaba, con la adrenalina empezando a bombear. Alex permaneció tan frío como el hielo. En un fluido movimiento sacó algo de la bolsa y lo sostuvo contra la cerradura. La cosa en su mano sonó y las cerraduras eléctricas en el auto se desbloquearon. Él me miró y ladeó su cabeza. —¿Vienes? Tragué saliva, miré a mí alrededor otra vez y salté al asiento del pasajero que él mantenía abierto. Caminó rápidamente alrededor al otro lado, tiró las bolsas en la parte de atrás y entró. La misma máquina, sostenida sobre el encendido, encendió el motor. Lo miré con incredulidad mientras salía fuera del estacionamiento, y me deslicé hacia abajo en mi asiento hasta donde pude. No era suficiente que tuviéramos a Demos y La Unidad tras nosotros, ¿Alex tenía que traer a la policía a la ecuación también?

19 Traducción SOS por LizC

A

Corregido por Nanis

partir de las señales en la carretera interestatal, nos dirigíamos hacia el norte de Palm Springs. Alex en algún momento de la noche, había vuelto sobre sus pasos y se dirigía hacia el noreste. —¿Qué estamos haciendo? —pregunté—. ¿Cuál es el plan? —Esperaba que él tuviera uno, y que fuera uno bueno… y que involucrara a él viniendo conmigo todo el camino, no que sólo me dejara en un aeropuerto. Entonces recordé que no tenía pasaporte. Alex podría tener toda una bolsa entera repleta de juguetes útiles, dispositivos y documentos de identidad falsos, pero no tenía un pasaporte para mí. Así que yo no iría a ninguna parte. —Vamos a encontrar un motel y dormir un poco. Aparté lo de un motel. —De acuerdo… ¿Y después? —pregunté. —Cada cosa a su tiempo. —Me miró y sentí que mi corazón dejó de latir. Deseaba que me dijera qué estaba pasando y qué estaba pensando. Mantuvo la velocidad en este auto, rozando el límite. Una hora más tarde, en el camino a Palm Springs, se detuvo en un motel, uno de varios alineados en la carretera. Tenía palmeras en la parte frontal y una piscina cuadrada con barandillas alrededor. Las habitaciones estaban dispuestas en forma de L en dos plantas. Condujo al interior y se detuvo junto a un auto con un remolque, bien escondido de la carretera. —Vamos —dijo, apagando el motor.

Pagó por una habitación doble en la planta baja. Alex abrió la puerta, dejándome salir en primer lugar. Revoloteé en el centro de la habitación, sin saber qué hacer a continuación. Se acercó y apiló las bolsas en la silla junto a la puerta. —¿Por qué no te tomas una ducha? Ten. —Alex me entregó las bolsas con mi ropa dentro. Las tomé y cerré la puerta del baño detrás de mí. El espejo no fue amable. Me veía horrible. Me quité la camisa de Alex y mi vestido, echando un vistazo a la descolorida contusión teñida de verde en mi muslo. Durante unos segundos me quedé allí experimentando el déjà vu, reviviendo el momento exacto en que había puesto en marcha toda esta cadena de acontecimientos. También había estado de pie en un cuarto de baño en ese entonces, en un estado bastante similar. Aunque en retrospectiva esa situación fue un paseo para niños en comparación con la montaña rusa en la que estaba montada ahora. Fue una ducha rápida; me sentí demasiado asustada para permanecer en ella mucho tiempo, consciente de que si Demos elegía buscarme ahora, no quería tener que dar la batalla, mientras estaba desnuda. Cuando terminé, me envolví en la toalla rápidamente y me puse una camiseta y los jeans que Alex había escogido. Se ajustaban a mí perfectamente. Él había elegido mi talla exacta.

Alex estaba de pie junto a la ventana mirando a través de una rendija de la cortina cuando salí. Se giró para observarme. —Ven aquí —dijo. Me acerqué a él lentamente. Su rostro era duro de nuevo y estuve asustada de repente. Parecía que me iba a interrogar. Cuando estuve de pie delante de él rebuscó detrás y mi estómago cayó: iba a sacar la pistola. No necesitaba un arma, le diría lo que quisiera saber. La sacó, manteniendo el cañón apuntando hacia abajo.

Y luego me la pasó a mí. —¿Sabes cómo usar esto? Negué con la cabeza. —Toma. —Apretó mis manos alrededor de la empuñadura. El arma era más pesada de lo que esperaba y más caliente, de donde había estado presionando contra su espalda—. Este es el cierre de seguridad. Está puesto ahora, bájalo para liberarlo. —Empujó el cierre con el pulgar encima del mío y, de pie detrás de mí con su brazo sobre mi hombro, levantó el arma de modo que estuviera apuntando a un cuadro en la pared de enfrente—. Apunta y dispara. Volvió a poner el seguro y quitó su mano de la mía. El peso de la pistola descendió mi mano unos pocos centímetros; él la levantó de nuevo hasta la altura del pecho. —Apunta alto, pero sobretodo en el pecho. Supongo que no necesitas mucha ayuda en el asunto de las armas, pero por si acaso. Sentí que mis mejillas empezaron a arder, pero opté por ignorar el comentario. —¿Por si acaso qué? —Sólo me sentiría mejor sabiendo que sabes disparar. Eso sí, no me dispares mientras estoy en la ducha. —No sabía cómo podía bromear. ¿O no estaba bromeando? ¿Pensaba que podría hacer eso? Si lo hacía, no me daría su pistola, ¿verdad? Alex entró en el baño, pero dejó la puerta entreabierta. Permanecí junto a la ventana, mirando hacia fuera, la pistola colgando en mi mano, apuntando hacia el suelo. Quería dejarla a un lado pero también me sentía extrañamente reconfortada al sostenerla. La ducha empezó a correr. Me aparté de la ventana justo al mismo tiempo que Alex volvía a entrar en la habitación. Llevaba una toalla alrededor de su cintura y tenía su ropa en sus manos. Él las dejó caer en la cama y sacó alguna ropa nueva de una de las bolsas. Luego volvió a entrar en el cuarto de baño sin una segunda mirada hacia mí. Me ordené a respirar.

Oí a Alex meterse en la ducha y me acerqué a la ventana, mirando a través del estacionamiento hasta la vacía piscina cubierta de hojas. No había ni rastro de la policía, ni sirenas, ni todoterrenos negros chillando por la carretera. Apoyé la cabeza contra el cristal. ¿Cuándo terminaría esta persecución eterna? ¿Y quién iba a ganar? Una mano se cerró sobre la mía y casi salté de mi piel. No había oído siquiera que saliera del cuarto de baño. Alex capturó el arma de mi mano. —Lila, te doy una pistola y ni siquiera me oyes venir. —No he tomado tres años de formación Marine, no tengo especiales... —Me interrumpí. Había estado a punto de decir “habilidades”. Alex me estaba ladeando una ceja. Me dejé caer sobre la cama. Él se quedó de pie, observándome con atención. Parecía que estaba a punto de preguntar algo y me preparaba para la pregunta por venir. —Deberías dormir. Voy a vigilar. Levanté mi mirada confundida. —No, tú necesitas dormir. Estás agotado. —Parecía tan cansado, los círculos bajo sus ojos oscureciéndose, todo un día de rastrojo dando a su rostro un brillo dorado. —Está bien. Tú vas primero. Te despertaré dentro de unas horas —dijo, ya alejándose. Me tumbé en la cama; no tenía la energía para discutir. Alex movió la silla cerca de la ventana y se sentó en ella, el arma en su mano apuntando a la puerta. Me di la vuelta de modo que le diera mi espalda y miré a la otra pared, tratando de no pensar en nada, tratando de respirar a través de mi miedo. Había renunciado a tratar de averiguar lo que Alex estaba pensando o sintiendo. Esta vez, los hombres de mi pesadilla tenían caras.

Mientras seguía el camino de sangre me di cuenta del florero roto en el suelo junto a la puerta principal y la mesa volcada en la sala de estar. Mi madre yacía en la escalera como una muñeca rota, sangre bombeando de su pecho, y caí de rodillas, mis manos tornándose roja a medida que trataba de acunar su esencia vital y empujarla de vuelta. Un ruido repentino me hizo volver la cabeza. Demos estaba de pie a mi lado, con un cuchillo en la mano. Detrás de él había otros tres hombres, los hombres cuyas fotos había visto en el archivo. Uno tiró la colilla de su cigarrillo hacia mí, sonriendo. Suki era un borrón detrás de ellos, saltando en un charco de sangre. Empecé a gritar y traté de abalanzarme hacia Demos para quitar el cuchillo de su mano, pero mis brazos no se movían, estaban retenidos con tanta fuerza. —Shhhh, shhhh, no pasa nada. Estaba tirando y tirando, tratando de liberarme. —Lila, está bien. Cálmate. Mis ojos se abrieron de golpe al oír la voz. Alex estaba sentado en el borde de la cama sosteniendo mis muñecas en sus manos. Estaba inclinada hacia él como si estuviera tratando de estrangularlo. Desistí de luchar y dejé que mis brazos se relajaran. Luego, sin pensarlo, caí de bruces hacia él. No hubo movimiento de su parte para atraparme y me acordé demasiado tarde, cuando mi cabeza chocó con su pecho, que Alex ya no pensaba en mí como Lila, que me rechazaba por lo que era. Empecé a levantarme y rodar lejos de él cuando de repente sentí sus brazos envolverse alrededor de mí y sus manos en mi cabello, acariciándolo. El sentimiento fue tan eléctrico que me pregunté si seguía soñando. Era como si un carrete de hilo dentro de mí se estuviera desenvolviendo. Todo, todo el temor, el miedo y la humillación estaban dando vueltas, dejándome sintiendo como si acabara de inhalar un tanque de gas y aire. —Está bien —decía una y otra vez, y empecé a creerle, a calmarme y dejar que su toque me sosegara. Entonces recordé el sueño y el miedo dio marcha una vez más, olas y olas de ello, ahogándome. Me puse a llorar con fuerza en su hombro, sacudiendo la cabeza.

—No, no está bien, no está bien. Ellos me van a encontrar. —¿Cómo no iban a hacerlo? Sólo éramos nosotros dos y muchos de ellos, con habilidades que van más allá de las mías y armas mucho más allá de las de Alex. Los brazos de Alex se apretaron alrededor de mí y me encogí en él, tratando de afianzarme a él, aterrorizada que me dejara ir. No podía creer que estuviera tan cerca de mí, y menos aún poniéndome más cerca. ¿Qué había cambiado mientras había estado durmiendo? Desde anoche, cuando se me acercó en el patio trasero mirándome como si quisiera matarme. —Te voy a llevar lejos... —Estaba murmurando las palabras y en donde sus labios rozaron mi cabello, mi cuero cabelludo quedó hormigueando—. Voy a buscarte un lugar seguro, lo prometo. Luego, vamos a detenerlos. —Su voz sonaba tranquila y la calidez en ella fue un gran contraste con el frente frío de la rabia con la que había estado lidiando hasta ahora, eso me hizo llorar de nuevo. Deseé poder creerle. Sería tan fácil dejar que me hipnotizara con sus palabras pero me aparté un poco para poder mirarle a la cara. —¿Qué es un psicokenosista? Sus manos se apretaron en mis brazos. —¿Cómo es que…? —Entonces se detuvo, se desenredó, se levantó y se fue. Todo mi cuerpo se volvió frío y comencé a temblar, a medida que la conmoción se establecía. La conmoción retardada, de todo el camino de vuelta al asalto, como si hubiese estado almacenada en mi interior por la última semana. Envolví mis brazos alrededor de mí, tratando de entrar en calor y evitar que me castañetearan los dientes. —Deriva del griego. Psique significa “mente”, y Kenosis, significa “vaciar”. — Alex esperó para medir mi reacción. —¿Mente vacía? —Sí. El poder de Demos es único. Literalmente puede vaciar tu mente de todo pensamiento y cada sentimiento que posees. Puede efectivamente detener a cualquiera de hacer algo. —Hizo una pausa al ver que yo había entendido—. Demos es el más potente de tu clase que conocemos.

¿Mi clase? Así que, de esa forma es como me veía. —¿A cuántos conoces? —le pregunté en un susurro. —Nueve. Bueno, ahora doce si te cuento a ti, a Key y a su hijo. Pero La Unidad no sabe nada de ustedes tres. Aún. —Se paseaba por el pequeño cuadrado de área entre la cama y la puerta del baño. ¿Aún? ¿Estaba pensando en decirles? ¿Cómo si no se enterarían? —¿Sólo nueve? ¿Cuántos más crees que hay? —¿Una estimación conservadora? Creemos que hay probablemente doscientos o más en los Estados Unidos. Basados en los números hasta ahora. Pero tal vez sea más alto. ¿Doscientos? Doscientas personas como yo. ¿Cuáles eran las probabilidades, entonces? No eran muchos. Pero en realidad era un buen montón de gente, si se ponen todos juntos en un solo lugar. Todavía estaba temblando. —¿Cuánto tiempo ha estado La Unidad cazándolos… me refiero a nosotros? Un ceño se abrió camino en el rostro de Alex. La ira estaba de vuelta e instintivamente me aparté, acunándome a la cabecera. Debe haber visto mi expresión, porque su ceño desapareció. Tiró de la sábana de la otra cama y se sentó en el borde de la mía, envolviéndola alrededor de mis hombros. —Hace unos cinco años —dijo con los dientes apretados. Cinco años fue el tiempo que había pasado desde que mi madre murió. —¿Y sólo han encontrado nueve? —Eres buena en mantener lo que puedes hacer por debajo del radar. No pude interpretar la expresión de su rostro. Rencor, impaciencia, tal vez. Él continúo. —Nuestro foco está en Demos. Y su gente. —El ceño fruncido fue más fácil de interpretar, y esta vez reconocí que no era por mí.

—¿Por qué? ¿Por qué centrarse en él? Dijiste que la misión de La Unidad no era encontrar a los asesinos de mi madre. —No es así. No mentí. La misión es detenerlos, sí, pero no se trata de resolver un homicidio. Fruncí el ceño a su uso casual de la palabra homicidio. Estaba hablando del asesinato de mi madre. Se apresuró a continuar, como si se quisiera explicar. —Cuando nos unimos a La Unidad, todo lo que nos importaba era conseguir justicia por lo que le hizo a tu madre. Pero después de un tiempo se convirtió en más que eso. Cuando vimos de lo que era capaz de hacer, y lo que él estaba planeando, dejó de ser todo acerca de nuestra venganza y se hizo más acerca de detenerlo antes de que él pudiera hacer algo mucho peor. Tragué saliva. ¿Qué podría ser peor que el asesinato? —Esta cosa que él está planificando, ¿podría tener algo que ver con el por qué mató a mi madre? ¿Debido a que ella se enteró? ¿Es por eso que mató al senador también? Alex me miró con sorpresa. —¿Sabes de él? —Sí. —Ignoré las preguntas en sus ojos, formándose en sus labios—. ¿Por qué la mataron? Ellos, quiero decir. ¿Qué está planeando? —Necesitaba saber qué otra cosa peor podría pasar. Podría estar en el extremo receptor de la misma. Alex se mordió el labio e hizo una pausa, y luego sacudió la cabeza lentamente, mirándome con una extraña expresión en el rostro. —¿Sabes qué? Pensé que lo sabía. Estaba tan seguro… todos estábamos tan seguros. Jack también. Pero ahora no sé si todo lo que La Unidad ha estado diciéndome es la verdad o una mentira. Me quedé mirándolo, aturdida. Después de un minuto o así rompí el silencio.

—¿Qué te dijeron? —Lila, esto va a sonar tan loco. —Sí, porque mi vida es tan completamente cuerda en estos momentos. Dime. —De acuerdo, bueno, La Unidad… nuestra misión entera, es básicamente la lucha contra el terrorismo. Con una vuelta de tuerca. —¿Terrorismo? —Sí. —Entonces, ¿qué estás diciendo? ¿Que Demos es un terrorista? Lo siento, pero no entiendo. —Escucha, cuando La Unidad se enteró acerca de Demos fue porque él había estado utilizando uno de sus asociados, un telépata, para acceder a la información de un senador que estaba trabajando en defensa nuclear. Esto fue durante la administración de Bush. ¿Recuerda aquellos rumores sobre el diseño de nuevas armas nucleares después del 9/11? Lo miré sin comprender. —Tal vez eras demasiado joven. Bueno, no era un rumor. Era la verdad. El proyecto fue tan secreto que sólo unas pocas personas estuvieron involucradas en la investigación inicial. Un pequeño equipo dentro del Departamento de Seguridad Nacional. —Mi madre… —No. No en esta etapa. Tu madre no tuvo nada que ver con la investigación y desarrollo inicial. Los rumores de que las armas se estaban construyendo se mantuvo circulando alrededor de Washington y más allá. Es difícil mantener algo tan enorme en secreto. En el 2004 se le pidió a tu madre que sentara relaciones en un comité secreto que estaba investigando en los asuntos de arsenales de armas. —¿Lo hizo? Pero no lo entiendo…

—Aquí es donde la información comienza a ser más vaga. De alguna manera en ese proceso descubrió lo que estaba haciendo Demos. Que él estaba usando su telepatía para obtener acceso a la información sobre los arsenales. —Por favor, dime por qué querría información sobre arsenales nucleares. —¿Por qué alguien querría un arma nuclear? Por el control, por el poder. Con una amenaza así en sus manos podría crear caos. —¿Sabes qué? Tienes razón, esto parece una locura. ¿Por qué? ¿Por qué iba a querer hacer eso? —Por dinero probablemente, y poder definitivamente. —Pero no puedes simplemente danzar con un arma nuclear y dominar el mundo. ¿Qué puedes hacer con un arma nuclear, de todos modos? ¿Colocarlo en una catapulta y disparar? ¿Disparar a dónde? Una sonrisa se torció en la esquina de su boca y de repente no quise hablar más. Sólo quería verlo. Él me sonreía. Primero abrazos, ahora sonrisas. Tal vez realmente no me odiaba. Tal vez podría convencerlo de que yo no era infrahumana o lo que pensaran de mí exactamente; que todavía era Lila. —No tendría que disparar, sólo amenazar con hacerlo, eso sería suficiente. —Pero tenemos un ejército entero… ¿por qué ir tras él con veinticuatro hombres? ¿Por qué no poner todo el ejército tras él si es una amenaza como tal? Por un momento pensé que quien sea que estaba a cargo debía ser despedido. Claramente no era un estratega muy bueno. —Nada de esto puede ser de conocimiento público, Lila. ¿Quieres que el público en general sepa qué puedes hacer? ¿Qué crees que pasaría si la gente pensara que la gente como tú existe? ¿Que hay gente por ahí que podría controlar sus pensamientos y sus acciones, que podrían leer sus mentes, o reorganizar sus memorias? ¿Era eso lo que un tamizador era? No estaba muy segura de lo que sucedería si se hiciera de conocimiento público… ¿Estaba hablando de

linchamientos? ¿Hombres con batas blancas llevando a cabo vivisecciones sobre nosotros? ¿Otros tipos de pruebas? Por la expresión de la cara de Alex pensó que sería malo. Pensé en cómo instintivamente había escondido mi habilidad de todos, incluso de la gente que amaba. Algo dentro de mí había sabido, sin necesidad de que se me dijera, que la exposición sería peligroso. Pero, de nuevo, mantenerlo oculto no parece ser mucho más seguro. La Unidad estaba tras nosotros como si fuéramos roedores callejeros y estar contenido no sonaba como una opción mucho mejor… de hecho, sonaba peor. —No estoy segura —dije finalmente—. Si la opción está en ser perseguida por La Unidad o hacer que el público sepa de mí… creo que justo ahora voy con el voto de hacerlo público. Alex me miró con una expresión que sólo pude poner como angustia. —Bueno, no tienes ninguna opción en eso. Viene directo de la máxima autoridad. Se mantiene en secreto. —¿Qué autoridad? ¿Como el presidente? —No. Más alto. ¿Había una autoridad superior a esa? ¿No se supone que es Dios o alguien así? Vio mi cara, mi mirada hacia el techo, y se rió de mí. —No, no ese tipo de autoridad. No crees honestamente que el presidente esté a cargo, ¿verdad? —Er, ¿no? —Si él no estaba a cargo, ¿quién diablos estaba? —Lila, somos una operación encubierta. Incluso el presidente no sabe nada de operaciones encubiertas. Lo miré con mis cejas levantadas. —La única opción que nos han dado es seguir adelante tras ellos. Detenerlos. Cada vez que hay una amenaza de exposición pública, hay que

encubrirlo rápidamente. De la misma manera que otras amenazas terroristas. Todo es cuestión de mantenerlo por debajo del radar. Lo miré con la boca abierta, sintiendo mi ingenuidad caer lejos de mí como una capa de ropa. —Nos estamos acercando a ellos. La Unidad tiene a tres de ellos ahora. Atraparan a Demos con el tiempo. Luego vamos a empezar a centrarnos en los demás… en atraparlos a todos. Se dio cuenta de lo que había dicho y se detuvo bruscamente, mirándome con una expresión culpable. Ninguno de los dos habló durante unos segundos. Aparté la mirada de él y traté de tragar, respirar y no llorar. —Lila, no quise decir, yo... Cerré los ojos. No quería escucharlo. No lo oí moverse, pero lo sentí poner su mano sobre mi hombro. Lo sacudí. Estaba claro en dónde se encontraba en el asunto. —¿Cómo vas a parar a Demos? Dijiste que tenía un poder especial. Alex vaciló antes de hablar. —Sólo puede centrarse en unas pocas personas a la vez. Es por eso que necesita un ejército. Con las habilidades que está recogiendo a su alrededor cada vez es más difícil encontrarlo y aún más difícil luchar contra él. Nuestras armas son limitadas… has visto el alcance de ellas. Sí, artillería pesada y alarmas ruidosas. —Sólo podemos utilizarlas en ráfagas cortas y su gente suele ser capaz de detenernos antes de ponernos en marcha. Nos ven llegar… esa chica, Suki, nos puede escuchar a kilómetros de distancia. Hay otros que pueden captarnos en la atmósfera, sentirnos cuando nos acercamos, y ahora, supongo, con el hijo de Key, explica cómo son capaces de predecir nuestros movimientos, estar un paso por delante de nosotros. Nos está siguiendo y le deja saber lo que estamos planeando. Tan pronto como tomamos uno de los suyos, recluta a otro. —Me miró con un pequeño encogimiento de hombros.

—Y todo esto, todo lo que me acabas de decir acerca de Demos y este complot llamado terrorista; ¿me estás diciendo ahora que no estás realmente seguro de que es la verdad? —Sacudí mi cabeza hacia él, confundida—. ¿Por qué no? Alex bajó la mirada al suelo, frunciendo el ceño, y luego levantó la vista y se encontró con mis ojos. —Porque si pudieron mentirme acerca de ti, entonces pueden mentir acerca de cualquier cosa.

20 Traducido por Primula Corregido por LizC

S

ostuve la mirada de Alex, mi respiración corriendo rápida. —¿Mentir sobre mí? ¿Qué quieres decir? —tartamudeé.

Alex negó con la cabeza. —Las cosas que nos han hecho creer de las personas como tú simplemente ya… ya no tiene sentido para mí. Te miro y empiezo a cuestionar todo lo que me han dicho. Una vez más me dejó sin palabras. Evidentemente el cuadro que habían pintado de nosotros no era tan cálido y difuso. Ellos realmente creían que estaban cazando monstruos. Y en caso de Demos, obviamente lo estaban. —Pero creías en ellos antes de ayer… ¿por qué? Apartó la mirada de nuevo y pude ver la frustración en su rostro. —Porque, cuando Jack y yo fuimos reclutados en Washington, nos ofrecieron la oportunidad de venganza. Y nosotros les creímos porque la queríamos. —¿Qué te dijeron? ¿Cómo los reclutaron? —Dos hombres se presentaron en el campus un día. No nos dijeron para quién estaban trabajando. Al principio asumimos que la CIA, pero no creí que lo fueran. Nos mostraron la información que tenían sobre Melissa, lo siento, sobre el asesino de tu madre. Nos mostraron todo lo que tenían de Demos: fotografías, reportes de crímenes, juicios en rebeldía, toda una serie de informes y pruebas en otros psiq. Al principio pensamos que lo estaban inventando. Tienes que entender,

para nosotros, fue como el descubrimiento de que los extraterrestres existen y viven entre nosotros. No lo creímos. Así que nos llevaron a Pendleton, a La Unidad, y nos enseñaron. Tenían a uno, alguien a quien habían capturado. Lo vimos con nuestros propios ojos. Él podía hacer lo que Key puede hacer. Empezamos a creer en ellos, a pedir preguntas, Nos dijeron que la misión de La Unidad era atrapar personas como los asesinos de tu madre. No necesitamos ningún otro incentivo. Firmamos los papeles allí mismo. Parece una locura ahora, pero en ese momento no hubo otra opción para ninguno de nosotros. Tuvimos que hacerlo. No parecía una locura en absoluto. Los amaba a ambos por eso. Sólo deseaba no haber terminado siendo parte de su lista negra. —¿Puedo hacerte una pregunta ahora? —Alex me miraba, sus ojos azules penetrando justo a través de mí. Me preparé—. ¿Cómo sucedió? Me recosté contra la cabecera de la cama y abrace mis rodillas con fuerza. —No lo sé. Pensé que podrías ser capaz de decirme eso. Él pensó por un momento. —No lo sabemos. Todo lo que hemos podido hacer es aislar el gen. Aunque, no estamos seguros de qué lo provoca. Algunas personas tienen el gen, pero simplemente permanece inactivo. ¿Era genético? Guau. Entonces, ¿por qué Jack no era como yo? —¿Cuándo empezó? —preguntó Alex repentinamente. Se sentía tan extraño estar admitiendo todo esto, hablar acerca de ello tan abiertamente. Pero al mismo tiempo, si había alguien en el planeta a quien le quería contar, era a Alex. Sólo que no bajo estas circunstancias. Tomé unas cuantas respiraciones profundas y entonces empecé. —Hace tres años. Bueno, en realidad hubo un incidente antes de entonces pero no me di cuenta que fui yo… Alex esperó a que continuara.

—Cuando llegué a Londres fue realmente difícil. En mi primera semana de escuela me enojé con un profesor. Ella, um, ella… —Bajé la mirada a la sábana, acariciando el borde con mi dedo—. Me pidió que me quitara el brazalete que me habías dado. ¿Lo recuerdas? —Levanté la mirada y me encontré con los ojos de Alex, pero él no mostró ningún atisbo de reconocimiento. Tal vez no había abierto mi regalo. Seguí. —Dije que no. Me dijo de nuevo que me lo quitara o ella lo cortaría y dije que no. Así que se acercó a mí con esas tijeras… y no sé lo que pasó. En un minuto las tijeras estaban en su mano y al siguiente habían volado a medio camino a través del salón y estaban clavadas del pizarrón. Volví a mirar a Alex. Estaba presionando sus labios, frenando lo que sea que quisiera decir. De hecho fue bastante gracioso que mi habilidad, en cierto modo, hubiera sido activada por un regalo suyo. Me apresuré a continuar. —No tenía ni idea que lo que había hecho fuera posible. Las personas me miraron extrañamente pero sinceramente no tenía idea de que fuera yo. —¿Y entonces? Me di cuenta de que había dejado de hablar. Había estado pensando en ese momento atrás y el rostro de la profesora cuando las tijeras salieron volando de su mano. Fruncí el ceño mientras avanzaba rápidamente a la primera vez que había sido realmente consciente de ello. —Bueno, la siguiente vez que realmente sucedió fue un año más tarde más o menos. En la escuela, en el comedor alguien hizo un comentario sobre mi mamá y sólo lo perdí. Me mordí el labio. No tenía la necesidad de él pensando que era inestable o incapaz de controlar mi habilidad. Lo cual sería correcto, pero él no tenía por qué saberlo. —No me importa en general los comentario… quiero decir, supongo que era un poco extraña; un poco distante, indiferente, pero no era un buen momento.

Extrañaba demasiado a mi mamá. Te extrañaba a ti y a Jack. —Sentí mi estómago apretarse—. Así que esta chica dijo algo y le tiré un rollo de mermelada en la cabeza. —Hubo un silencio, por lo que agregué—: Sin usar mis manos, obviamente. —¿Hiciste qué? —Él rompió a reír. No era la reacción que esperaba. Comencé a reír también. —Sí, fue bastante estúpido. Pero ella se lo merecía. De todos modos, después de eso, casi todo el mundo me evitaba. Pensaban que yo realmente lo había tirado, que había estado en mi mano. Lo pensarías, ¿cierto? Me metí en problemas. Pero no me importó… estaba absolutamente sorprendida de que pudiera hacer esto, esta cosa. Así que empecé a practicar. Ya sabes, con lápices y libros y cosas pequeñas. Me tomó años obtener el control sobre ello. Pensé que todo quizás estuviera en mi mente en primer lugar, que me lo estaba imaginando, y entonces, fue un poco como andar en bicicleta, simplemente lo conseguí un día. Mover las cosas sin, um, realmente tocarlas, era la cosa más natural del mundo. No mencioné que era un poco como andar en bicicleta sin frenos, por una colina muy empinada. —¿Y no tiene nada que ver con el por qué viniste hasta aquí? ¿De verdad te asaltaron? —Sí. Esa era la verdad. Sólo que no les conté toda la historia. —Hice una pausa; Alex me miraba con su rostro fulminante—. Yo… yo no les hice daño. —¿Qué te hicieron? Me di cuenta que no estaba enojado conmigo, estaba enojado con ellos. Esto era bueno… en cualquier lugar que su enojo se dirija que no fuera yo era bueno. —Nada. Bueno, quiero decir, sólo estaban tratando de quitarme mi bolso. Pero sostuvieron un cuchillo hacia mí y, no sé qué pasó, pero al siguiente segundo yo estaba sosteniendo el cuchillo. Bueno, no exactamente sosteniéndolo. Fue… — No lo podía describir con precisión, así que me detuve. Alex puso su cabeza entre las manos. No había pensado que fuera tan malo. Oh Dios, él pensaba que era una sociópata.

—No era mi intensión hacerlo. No les hice daño. Sé que estuvo mal. Traté de detenerlo. Me detuve. Me prometí que no lo haría de nuevo. Luego todo esto sucedió y… —hablé sin cesar. Él me miró con una expresión que realmente no supe interpretar. Como si alguien le hubiera dicho que su moto había sido robada. —¿Vas a decirle a Jack? —pregunté. Su expresión resuelta. —Creo que necesita saber. —¿Por qué? —No quería decirle a Jack. Sabía que su reacción haría ver a la de Alex como una meditación de paz. —Porque, Lila, eres su hermana. Y tengo que sacarte del país y necesito su ayuda para hacerlo. Arrojé a un lado la sábana y me levanté de la cama. —Pero él me va a odiar, me mirará como tú acabas de hacerlo. Como si fuera una especie de monstro, algo horrible. Al igual que las personas que mataron a mamá. De pronto se puso de pie. —Lila, eso no es lo que pienso. Te dije que no me lo creo. No es lo que Jack va a pensar, tampoco, una vez que le expliquemos. —Pero aún no estás seguro de mí… puedo ver la duda. Y la forma en que me miras ahora… es obvio. —No… no es eso. Estoy enojado ahora, seguro. Pero no contigo. Estoy furioso con esos chicos que te asaltaron. Podría matarlos. Tienes mucho más autocontrol que Jack o yo lo habría hecho. Volvió a sentarse en la cama, frente a mí. —Lamento lo de anoche, y hoy. La forma en que te he estado tratando — dijo—. Fue sorprendente. —Se detuvo, tratando de pensar qué decir—. Es lo que estaba tratando de decirte antes. Durante los últimos tres años he sido

programado para pensar en ti, en las personas como tú, más bien, como algo menos que humano. Como que todos son malos. Era como si el gen que desencadenaba esto fuera un gen defectuoso, como un cáncer, acabando con todo lo bueno de las personas, y luego te vi… fue, fue un poco como perder la gravedad. —Se pasó las manos por la cara, apretó los dedos en sus sienes—. Todo ha cambiado. Ya no sé en qué pensar ni en quién confiar. Me quedé mirando directamente hacía él. ¿Él confía en mí? El silencio comenzó a latir con fuerza como si tuviera su propio ritmo cardíaco. Ninguno de los dos se movió ni dijo nada durante un largo tiempo. Yo estaba tratando de reconstruir toda la noche desde esta nueva perspectiva. —¿Es por eso que casi matas a Key también? ¿Debido a que tú pensabas que era como yo? —¿Estaba a la vista su reacción automática para tratar de exterminarnos? —¿Qué? —Sus ojos destellaron, su voz fue baja pero enojada—. Casi lo maté porque lo vi arrastrándote fuera de la casa. —Oh. —Me dejé caer en la cama opuesta. —No tenía idea de quién era, lo acababa de ver contigo y… —Me miró disculpándose y sentí que mi corazón dio un pequeño salto. Había estado tratando de salvarme. Dicho así, era material de desmayo, aunque dudaba que el rostro de Key concordara. De repente, nada de eso importaba ya. El conjunto de todo lo sucedido anoche podría ser reescrito en mi cabeza. No estaba enfadado conmigo. No me odiaba. Ahora todo lo que necesitaba era que me dijera que iba a venir conmigo. —¿A dónde voy a ir? Sus ojos se encontraron con los míos. Él realmente se veía muy cansado. Como si no tuviera la energía para ponerse de pie. No había dormido todavía. —No lo sé todavía. Estoy pensando en ello. Un pensamiento burbujeó a la superficie. —¿Qué hay con mi papá? ¿Qué le diremos si simplemente desaparezco?

—Se nos ocurrirá algo. Podrás verlo de nuevo cuando esto termine. Cuando sea seguro. —Sabes que no va a estar muy feliz cuando falte a mis exámenes. —Parecía ridículo preocuparse por los exámenes cuando estaba potencialmente a punto de ser asesinada, pero yo sabía cómo trabajaba la mente de mi papá. —Sí, soy consciente de eso. Lo siento. Tal vez puedas tomarlos dentro de algunos meses. —Hmmm. Quizás. —No me importaba. No hacer los exámenes y partir hacia el atardecer con Alex era una oferta bastante sorprendente. La tomaría cada momento. Sin embargo, un pensamiento estaba correteando alrededor de mi cabeza, y no podía quitármelo. Me escuché expresarlo en voz baja. —¿Vienes conmigo? Le tomó un momento en contestar, y luego dijo: —¿Crees que te dejaría ir sola? —Mi corazón dio un vuelco. Alex se levantó y vino hacia mí, se arrodilló delante de mí. —Lila, cuando me preguntaste antes el por qué te estaba ayudando y dije que no tenía otra opción, lo que quise decir es que no tengo otra opción porque eres… El vibrar de un teléfono lo interrumpió. Me aferré a las últimas palabras: ¿soy qué? ¿Soy QUÉ? Sin embargo, se había ido, a la mesa, donde su teléfono estaba vibrando. —¿Hola…? Estamos bien. ¿Dónde estás? ¿Los has encontrado? Tenía que ser Key. Hubo una pausa. —Bien. Bien. Eso no es bueno. Sí, lo llamaré mas tarde. Vamos a estar fuera en veinticuatro horas. ¿Es eso tiempo suficiente?

—Sí, lo prometo, Sí... allí estaré. —Una pausa—. No. No por su cuenta. — Otra pausa—. Sí. Y Key... Gracias. Colgó el teléfono y se volvió hacia mí. Esperé. Colocó el teléfono sobre la mesa. —Los ha seguido. Están en San Diego. Están tratando de encontrarnos allí. La Unidad se está acercando. Ellos piensas que estamos con ellos. —Se detuvo y capté la preocupación en su rostro—. Espero que no lo atrapen. No hay mucho que pueda hacer desde aquí. Sentí que todo el aire salía de mí. Así que estábamos a salvo por el momento. El miedo no se había ido, pero fue silenciado. Nadie estaba a punto de entrar a través de la puerta. Además de la policía quizás, pero estaba segura de que Alex lo podría manejar. Probablemente tenía algún aparato en el bolso que podría persuadirlos de guardar sus armas y dejarnos en paz. Por primera vez en casi veinticuatro horas, sentí que me relajaba, y mis músculos empezaron a gritar a medida que cedían. —Tengo que llamar a Jack. Mi cabeza se levantó de golpe. —¿Ahora? No, no podía llamar a Jack ahora. Tenía que terminar la frase. ¿Era qué? Sin embargo, parecía haber olvidado nuestra conversación. En su lugar, cruzó hacia la silla donde el boldo todavía estaba tirado y comenzó a rebuscar en él. Sacó un pequeño objeto de aspecto metálico y lo cruzó con el teléfono que estaba sobre la mesa, entre las dos camas. Levantó el teléfono y unió la cosa de metal a los cables de la base. Luego, mirándome rápidamente, marcó el número. En los diez segundos que tardó en conectar la llamada, contuve mi aliento, llevando mis rodillas hasta mí pecho. Mis ojos no dejaron los ojos de Alex en mí. —Hola, Jack… no, escucha, escucha. Sí, no, no te preocupes… está aquí, de acuerdo, ten… —Se volvió y me pasó el teléfono—. Dile que estás bien. Agarré el teléfono.

—Hola, Jack, soy yo. —Jesús, Lila, ¿dónde diablos estás? ¿Estás bien? ¿Dónde has estado? —Er… Alex tomó el auricular de vuelta y se lo agradecí. No estaba segura de por dónde empezar con eso. —Estamos bien —oí decir a Alex. —No. Puedo explicarlo. No era Demos. No estamos con ellos. —Hubo una pausa. —Segundo flanco. ¿Flanco qué? —En serio. Llegaron a la casa. Tuve que sacarla rápido y no podía llevarla a la base. No era seguro… la alarma, sí lo sé. Bien… ¿qué tan cerca estás? Mi respiración quedó atrapada como si estuviera atorada en alambre de púas. —Correcto. Bueno. Eso es bueno. Mantente con ellos. Mantenlos al sur. Otra pausa. Podía oír la voz de Jack cada vez más fuerte. —¿La camioneta? Sí, esa era la idea. Te lo explicaré cuando te vea. ¿El auto? Sí, te lo explicaré después también… No. No. Está bien.

Oh-oh. —No, creo que es mejor que nos quedemos lejos de San Diego y de la base como sea posible. ¿Puedes encontrarnos? Solo. Tienes que venir solo; alguien más que tu y van a sospechar algo. Ven solo y deja que La Unidad se encargue de todo. Lo digo en serio, Jack. Ni siquiera les digas a dónde vas. Demos está consiguiendo información desde el interior. No puedo decirte por teléfono. Alex bajó la voz, dejándome por fuera. —Necesito hablar contigo cara a cara.

Hubo una pausa enormemente larga y empecé a inquietarme. Los hombros de Alex se fueron tensando, pude verlo incluso desde atrás. Se estaba pasando la mano por su cabello corto. Me acordé de cómo se había sentido, suave, como púas de dientes de león. Guau, realmente necesitaba enfocarme. —Sólo su pasaporte. Y algunos papeles para ti y para mí. ¿Ambos de ellos? —¿Cuándo es lo más temprano que puedes encontrarnos? —Está bien. A las ocho. Cerca de Palm Springs. Te llamaré y te diré adónde ir. Eche un vistazo al reloj. Indicaba las 23:13. Alex colgó y se volvió hacia mí. Mi rostro era expectante. Tenía los labios fruncidos. —¿Qué fue lo que dijo acerca de Demos? —Como Key dijo, están en San Diego, La Unidad se encuentra en ellos. Pensaron que Demos nos tenía a los dos. Esto causó un gran pánico. Toda La Unidad desplegada tras ellos. —Pero ¿pensé que habías dicho que no harían nada si alguien de La Unidad fuera tomado? —No se trata de mí —dijo él, mirándome intencionalmente. Seguía mirándolo fijamente. Alex continuó. —Quería saber acerca del auto. Apostaba. No quería estar cerca cuando Alex le dijera la verdad sobre eso. —¿Y segundo flanco? —pregunté—. ¿Qué significa eso? Él sonrió. —Sólo una palabra código, para hacerle saber que no estamos bajo presión. —¿Por qué dijiste que Demos obtenía información desde el interior?

—Para que así no le diría a nadie lo que estaba haciendo y vendría solo. Oh. Fruncí el ceño. —Así que, ¿estaremos reuniéndonos con Jack mañana? —De repente me sentí como la noche antes de un examen. Estaba exudando miedo—. ¿Estás seguro de que tenemos que decirle? No estoy… —Sí, tenemos que decirle. Lo miré fijamente. —¿Por qué? —Por muchas razones. Principalmente porque necesito que él sepa la verdad. —¿Y qué hay de mí? No quiero que él sepa la verdad. ¿Eso cuenta? ¿No tengo algo que decir en esto? —Lila, va a estar bien. Es Jack. Voy a hablar con él; necesita saber. —Alex estaba usando el tono que normalmente utilizaba para distender la situación, suave y lisa, aquella que me volcaba el estómago. Genial. Bien, esperaba que dondequiera que íbamos a reunirnos fuera en público, de modo que Jack no pudiera hacerme algo sin testigos. Alex pareció contenido una vez más, envuelto en sus pensamientos, y me pregunté si eran sobre cómo decirle a Jack acerca de mi habilidad sin matarlo o sobre contenerme. —Ven, vamos los dos a dormir mientras podamos. Tenemos que estar de pie antes del amanecer, tengo que robar otro auto. Se acercó a la segunda cama y se dejó caer en ella, empujando su arma a medias debajo de la almohada, con la mano apoyada en ella. Estaba en su costado, con los ojos ya cerrados. Me quedé de pie, varada, sabiendo que tenía que irme a acostar en la cama de al lado pero queriendo mucho meterme en su cama y acurrucarme contra él.

—¿Puedo dormir contigo? —pregunté. Mi mano voló hacia mi boca. Simplemente se me había escapado. Un poco igual a mi habilidad cuando simplemente surgía cuando estaba cansada o de lo contrario emocional. Alex abrió un ojo y me dedicó una larga mirada cautelosa, pero luego finalmente levantó su brazo y fui y me deslicé debajo de él.

21 Traducido por rihano

E

Corregido por Julieta_Arg

staba acostada sobre mi costado y el brazo de Alex estaba envuelto apretadamente a mí alrededor, el peso del mismo a través de mi cintura y cadera. Abrí los ojos apenas y vi su mano sobre la sábana delante de mí, la pistola apoyada en su palma todavía. Podía sentir el calor de su pecho irradiando contra mi espalda, aunque no estaba apretado contra mí —debe haber habido un centímetro de espacio entre los dos— y luché duro contra la tentación de empujarme a mí misma y cerrar la distancia. Me concentré en mantener mi respiración constante. Me volví lentamente, cambiando mi peso, tratando de no despertarlo, no quería arriesgarme a tenerlo quitando su brazo o alejándose de mí. Una vez que yacía de espaldas, su brazo desnudo cayó sobre mi estómago. Miré a través de mis pestañas. Alex dormido era aún más hermoso de ver que despierto. Nunca había estado tan cerca de él antes, o visto dormir. Dormir fuera de casa a los siete años no contaba. Y además, él había estado en la litera de arriba. Me sentía contenta de que mis brazos estuvieran atrapados por el peso muerto de su brazo porque de lo contrario habría movido mi mano en este momento para acariciar su cara, trazar sus pestañas, seguir la línea de sus labios. Intenté muy duro mantener mi respiración controlada. Su cuerpo pareció tensarse por un segundo, luego se relajó de nuevo. Su respiración incluso estable y me quedé mirando sus labios pensando en cómo se sentirían si me movía un centímetro y presionaba los míos en los suyos. Realmente era como dejar un festín frente a un hombre hambriento. Incluso, empecé a lamer mis labios en anticipación. Entonces, de repente los ojos de Alex estaban abiertos. En un segundo, había estado durmiendo y al siguiente sus ojos azules horadaban los míos. Tomé

aire. Mirándonos el uno al otro en la penumbra creciente de la habitación. Yo estaba perdida. Ida. Sin esperanza. Podía sentir mi corazón latiendo en golpes irregulares y estaba segura de que él podía oírlo también. Entonces, sin más, Alex movió su brazo de mi cintura. Donde el peso había estado, ahora estaba sólo un espacio vacío. Me sentí sin restricciones, como si pudiera flotar hasta el techo. Esperé a que se rodara, pero muy lentamente, muy suavemente, puso su mano en mi mejilla, su pulgar cerca de la esquina de mi boca. Si había pensado que su brazo a través de mi cintura era eléctrico, esto era como una terapia de choque. Mi cerebro se quedó en blanco, apenas consciente de un latido pulsante intenso en mi mejilla. Mantuvo sus ojos en los míos, su mirada sin parpadear, y miré directo al azul de los suyos. Se movió casi imperceptiblemente y en el espacio entre un latido sus labios tocaron los míos. El mundo entero se abrió. Era como si explotara, atrayéndome hacia un agujero negro donde ya nada era sólido o real. Me sentía etérea, ingrávida, libre. Luces empezaban a destellar en mi cabeza. Probablemente por la falta de oxígeno. Tuve un impulso desesperado de sentir la piel de Alex contra la mía. Todas esas veces que él había estado a poca distancia y no me había sido permitido tocarlo, todas esas horas que había estado soñando despierta a través de las lecciones acerca de estar así de cerca a él —estaba alcanzando todo ello ahora— y algo más. Lo real era mucho mejor que todos esos sueños, infinitamente, increíblemente mejor. Mis manos se deslizaron por debajo de la camiseta de Alex. Era un deseo tan abrumador que no podía haberme detenido si lo hubiera intentado. La camiseta estaba levantada sin siquiera tocarla. Maravilloso y útil poder, pensé. Y entonces, mis dedos estuvieron contra la llanura caliente de su estómago. Pude sentir las crestas de sus músculos debajo de mis manos y escuché mi respiración tomar un ritmo. Entonces, Alex se congeló, su mano de repente agarrando mi muñeca, y comenzó a alejarse. Abrí los ojos. Las luces intermitentes no habían sido producto de mi imaginación o por falta de oxígeno. La luz de la habitación parpadeaba repetidamente. Se detuvo tan pronto como me di cuenta, dejándonos en la

oscuridad, con sólo la tenue luz de la calle brillando a través de la rendija de las cortinas. —Lo siento —dijo, dejando ir mi muñeca y rodando lejos de mí. Sus palabras dieron vuelta a mí alrededor, golpeando mi cráneo, mi cerebro desconectado, la sinapsis seguía disparándose alrededor de otras partes de mi cuerpo. Sentí las llamas parpadeando. Alex se sentó y apoyó los pies en el suelo, poniéndose de espaldas a mí. Me levanté sobre mis rodillas y traté de sacudirme la sensación de vuelta a mi cuerpo. —¿Por qué lo sientes? —pregunté con una voz temblorosa. Mi mano se cernió sobre su hombro, demasiado insegura para cerrar la distancia y tocarlo. Alex se puso de pie y se alejó. —Lila, esto no está bien. ¿No está bien? ¿Estaba bromeando? Fue tan bien Tan, tan, tan bien. —¿Qué estás diciendo? No entiendo. ¿Esto es por mi habilidad? Había dejado de besarme por la luz. Podía entender cómo esto puede ser un poco desagradable, pero no era como si hubiera disparado su arma hacia el techo al estilo rodeo. Alex dio la vuelta. —No. No vuelvas a pensar así. No tiene nada que ver con eso. Lo que sea que puedes hacer, cualquier habilidad que tengas, todavía eres Lila. Es parte de ti; quién eres. Y no cambiaría nada de ti, que no sea tal vez tu inclinación a salir corriendo —añadió en el último momento. Mi mano cayó. Tragué saliva duro. Entonces, me acerqué lentamente para tomar su mano. Dio un paso atrás fuera de distancia y el pánico comenzó a tejerse a través de mis miembros como veneno, adormeciéndolos. Sin mirarme, se dirigió al cuarto de baño y cerró la puerta. Oí el sonido de la cerradura girando. Me senté en el borde de la cama preguntándome cuál camino conduciría a la seguridad. Mi mano estaba presionada a mis labios. Trataba de conseguir

memorizar la presión de sus labios, la forma en que había sabido. Me quedé mirando a la puerta del baño sin habla, mi cerebro tratando de asimilar lo que acababa de suceder. Unos cinco minutos más tarde salió. Evitó hacer contacto visual y miró su reloj. —Podemos muy bien conseguir salir mientras todavía está oscuro. Se acercó a la silla en la esquina y comenzó a hurgar en la bolsa. Lo miré, mi boca medio abierta. ¿Eso fue todo? ¿Eso era todo lo que tenía que decir? Miré hacia abajo a la sábana, arrugada bajo mis pies. Al menos, cuando había rabia e ira había sabido dónde estaba parada… más o menos. Ahora, me estaba hundiendo, sin saber qué pensar. Acabábamos de besarnos, ¿verdad? Eso había sucedido, ¿no? El sonido de una cremallera cerrándose me hizo levantar la vista. Alex estaba arrojando la bolsa sobre su hombro. Miré mientras empujaba la pistola en la parte posterior de sus jeans. Me miró y estaba segura de que detecté un débil destello de vergüenza. Agarró las llaves y señaló con la cabeza hacia la puerta. —¿Lista? Me tambaleé fuera de la cama sintiéndome mareada y me deslicé en mis zapatos. Mi rostro ardía, mi respiración todavía irregular, mis labios encendidos. Podía sentir mis emociones comenzar a estallar. No podía entender por qué él estaba ignorando lo que había pasado y no estaba segura de cómo abordar el tema. ¿Cómo la gente hacía esto? No tenía ni idea de cuál era el protocolo. ¿Estaba avergonzado porque yo era la hermana de Jack? ¿Estaba disgustado por mí? No, no podía creerlo. No había habido ningún disgusto en ese beso. Entonces, ¿qué más era? ¿Culpa, tal vez? ¿Por qué era la hermana de Jack? Oh no. Rachel. Por supuesto. ¿Cómo diablos había logrado olvidarme de ella? Amnesia selectiva, obviamente. O simplemente absoluta negación. La bolsa que Alex estaba sosteniendo repentinamente cayó de golpe en la cama. Mordí mi labio inferior y lo miré con los ojos muy abiertos, esperando su reacción. Él miraba la bolsa en estado desconcertado de conmoción. Entonces, miró hacia mí con incredulidad pintada en el rostro. Aaay. Volvió a mirar la bolsa,

yaciendo a su lado cerca del pie de la cama. Supuse que era suerte que Rachel no estuviera realmente allí, en la habitación, porque, sin duda, los muebles habrían estado volando, no sólo una bolsa. —¿Acabas de hacer eso? —Su voz era tranquila. —Um. Quizá. —¿Lila? Era como la vez que fui llamada a la oficina de la directora por el rollo de mermelada volador. —Sí. Está bien. Lo hice. Fue un accidente. Te lo dije, a veces simplemente sucede. —¿Cómo las tijeras? Mierda. —Sí. Asintió lentamente. —Ya veo. —Levantó su mirada hacia mí ahora y sentí una sensación de mariposas revoloteando—. Tal vez no debería haberte enseñado cómo quitar el seguro de un arma. ¿Tengo que cuidar mi espalda? Me dio una pequeña sonrisa, sus ojos arrugándose en las esquinas. Trató de bromear, pero no me sentía con ganas. Estaba enojada con él. ¿Por qué me había besado si le gustaba Rachel? —¿Por qué estás aquí conmigo? —¿Perdón? —Me miró confundido correctamente—. Pensé que había contestado esa. —Quiero decir —continué, alzando la voz—, ¿por qué estás aquí conmigo cuando claramente preferirías estar con Rachel? —Yo realmente no quise decir aquí. Quise decir: ¿por qué estaba besándome si, había una cosa pasando con soy la jefe no te metas conmigo Barbie?

—¿Rachel? —Se veía muy confundido ahora. —Sí. Rachel. ¿Por qué no regresas con ella? Tienes una oportunidad. No necesitas estar aquí conmigo. —Sonaba tan celosa y ridícula. Quería golpearme fuerte a mí misma con la bolsa y noquearme. —No seas ridícula. Oh, él estaba de acuerdo conmigo sobre lo ridículo. Genial. Me di la vuelta para que no viera las lágrimas de rabia que empezaron a punzar detrás de mis ojos. —¿Crees que me gusta Rachel? —dijo Alex a mi espalda. Parecía sorprendido. Me di la vuelta, de repente furiosa de que estuviera haciéndome decirlo claramente. —Fuiste a una cita con ella, ¿no? —Estaba pensando en el restaurante en el que habíamos estado para el cumpleaños de Alex, pero Alex parecía estar en blanco. Fruncía el ceño—. Te vi en el bar —añadí—, te vi riéndote y bromeando con ella. Así que, ¿por qué estás aquí conmigo? De repente, el último centavo pareció caer. Pude ver el momento del entendimiento y luego su rostro se puso serio. Llevó sus manos a mis hombros y esta vez no traté de esquivarlos, me detuvieron en el sitio como un cinturón de buceo. —Lila —dijo, sus ojos sosteniendo lo míos—, no me gusta Rachel. Y estoy aquí contigo porque es donde quiero estar. ¿No le gusta? —¿No te gusta? —tartamudeé. Negó con la cabeza una vez, con firmeza. —No así. Oh. Me tomó un momento asimilarlo. Esto era bastante embarazoso, entonces.

Alex dejó caer sus manos de mis hombros. —Nunca he tenido una cita con Rachel. Si estás hablando sobre el comentario que Jack hizo en el restaurante, él hablaba de un almuerzo de negocios. Todos los jefes de equipo estaban allí. Oh de nuevo. Él esperó un segundo. —Y lo que viste en el bar no fue lo que tú crees. Cuando me viste con Rachel, ella me estaba diciendo algo que no creí. Es por eso que me reía. Luego te vi y… —Se calló. ¿Diciéndole qué? ¿Una broma? ¿Algo sobre los cambios en la directiva de horas de trabajo? ¿Qué podía estar diciéndole que fuera tan gracioso? Era su jefe. Los jefes no deben contar chistes. Especialmente, jefes de operaciones encubiertas. —¿Qué te estaba diciendo? —le pregunté, confundida ahora mismo. Alex miró al suelo y luego sus ojos azules brillaron hacia mí y me preparé. —Me estaba diciendo que pensaba que tú tenías sentimientos por mí. Tragué saliva y traté de mantener mi rostro neutral. —¿Sentimientos? —Mi ritmo cardíaco comenzó a acelerarse como si estuviera bombeando anfetamina y no sangre alrededor de mi cuerpo. Tomó una respiración profunda. —Me dijo que te oyó decirle en el bar a Sara que me amabas. Resonando, haciendo eco alrededor de la habitación, la palabra amor se asentó entre nosotros como una capa de ceniza después de un incendio. No pude encontrar la mirada de Alex. Sólo miraba fijamente al suelo horrorizada. ¿Rachel había oído eso? ¿Dónde había estado? El bar había estado concurrido, pero ¿cómo no me había fijado en ella? Tal vez porque sólo había estado consciente de Alex. Así que, Rachel había oído… pero ¿por qué le dijo? ¿Por qué haría eso?

Porque era una perra total. Por eso. Repetí la escena del bar en mi cabeza. Alex había estado riendo porque se había acabado de enterar que lo amaba. Esto puso una nueva perspectiva a las cosas sin duda, pero no una mejor. Le resultaba gracioso que yo lo amara. Miré al suelo y visualicé un agujero. No pasó nada. Poder inútil. Tenía que entrar en el cuarto de baño. En algún lugar en el que pudiera cerrar la puerta y esconderme. No me importaba encontrar a Jack. Alex podía ir por su cuenta. Yo esperaría en el baño por La Unidad, en su lugar. Pero Alex llegó a la puerta antes que yo, bloqueando mi camino. Traté de caminar junto a él, pero hizo una finta y no pude conseguir rodearlo. Me di la vuelta y me acerqué a la cama, dejándome caer sobre ésta como una roca y enterrando mi cabeza en mis brazos. Hubo un momento de silencio y escuché mi respiración fuerte y desigual en la cueva de mis brazos. Esperé, con la esperanza de que Alex simplemente terminara de recoger el bolso y se fuera. Pero no lo hizo. Se acercó y se sentó junto a mí y sentí su mano en mi espalda. —Lila —dijo—. Por favor. ¿Podemos hablar? Su voz era tan suave que me sentí comenzando a voltear, mi cuerpo quería rodar hacia él y encontrar consuelo. Me detuve. Me quedé callada y contuve mi aliento. Realmente no sabía qué decir. Ni él tampoco, obviamente, ya que se sentó ahí en silencio durante un minuto más. Finalmente, volvió a hablar, en voz baja. —Cuando dije que no tenía opción excepto ayudarte, lo dije en serio. No había otra opción, porque tú eres la única opción. No confío en nada por el momento. Pero de lo que sí estoy seguro, en lo único en lo que tengo confianza… —se detuvo por una fracción de segundo—… es la manera en que me siento por ti. Se detuvo y mis ojos se abrieron. ¿Cómo se siente acerca de mí? No entendía lo que estaba diciendo. Me di la vuelta lentamente para mirarlo y su mano cayó, de mi espalda. Mi voz cuando la encontré, era áspera. —Yo no… ¿qué estás diciendo?

Alex frunció el ceño, apretando su mandíbula y luego soltándola, como si estuviera diciendo las palabras en contra de su mejor juicio. —Estoy diciendo que la forma en que me siento por ti no es la manera en que debería estar sintiéndome por ti. —¿Qué quieres decir con que no es la forma que deberías estar sintiéndote? —Podía sentir mi cuerpo empezando a temblar. Se pasó una mano por la frente como si tuviera una migraña. —Me gustas. Demasiado. Tomé un trago tan enorme de oxígeno que el aire se volvió delgado a mí alrededor. ¿Le gustaba? Alex, a quien había amado toda mi vida, gustaba de mí. Y, del sonido de esto, se refería a gustar como en gustar. No como en gusto por una tía abuela o el té con azúcar. Pero no tenía sentido para él que le gustara. No tenía sentido alguno. Me senté derecha. —Pero te reíste. Cuando ella te dijo, te echaste a reír. Alex cerró los ojos por unos segundos y cuando los abrió parecía haber decidido algo. —Yo estaba riendo, Lila, porque no le creí. Pensé que Rachel tenía que estar bromeando. De repente, nada más importaba ya. Ni Rachel. Ni La Unidad. Ni Demos. Alex gustaba de mí. Le gustaba. Le gustaba mucho. No pude evitar la sonrisa en mi rostro. Estaba quebrándolo en dos. —Pero Lila, como dije antes, no está bien. No voy a aprovecharme de ti. — Se levantó. Mi sonrisa se disolvió. ¿Estaba bromeando? Salté de la cama hacia él. —Tómala. Toma ventaja. Puedes hacerlo. Te la estoy dando. Es tuya. Dio un paso atrás. —No, Lila. Eres la hermana de Jack.

Me detuve en seco. —¿Esto se trata de Jack? No lo podía creer. Como si Jack extendería la misma cortesía a Alex si la situación fuera invertida. —Es una parte de esto. Me mataría si él lo supiera. No podría estar en desacuerdo con algo de vehemencia. Pero no era la vida de Jack. No era asunto suyo. Antes de que pudiera poner algo de esto en palabras, sin embargo, Alex continuó: —Es más que sólo Jack. No puedo verte herida y esto… esto va a terminar mal. ¿Qué, podía ver el futuro ahora? —¿Esto es como en, esto? —Señalé hacia él y luego a mí—. ¿O esto es como en Demos y la situación en que estamos? ¿Qué es lo que va a terminar mal? Hizo un débil encogimiento de hombros. —No voy a hacerte daño. —Fue dicho como una promesa—. Y esto va a lastimarte. —Lo dijo tan definitivo. Como si ya lo hubiera decidido en su mente. El pánico finalmente llegó a mi pecho, llenando mis pulmones de alquitrán, de modo que no podía respirar. —No, no lo hará —susurré—. Parar con esto es lo que me va a doler. Él sólo no podía decirme que le gustaba, besarme y luego lanzar todo por la borda. Teniendo en cuenta que todo lo demás en mi vida había sido alejado de mí, esto realmente no era justo. Pero esta vez no iba a dejar que sucediera. Alex negaba con la cabeza.

—Lo siento, Lila. Realmente no debería haberte besado. —Estaba pasando una mano por encima de su cabeza como si intentara borrar el recuerdo. Me quedé ahí con la boca abierta—. Fue un error de mi parte. Y no debería haberte dicho como me sentía. Sólo quería que supieras que lo que estabas pensando no era el caso. Pude ver lo que pasaba por tu cabeza. Y nada de eso era cierto. —¿Pero si tú sientes algo, cómo sólo puedes parar? ¿Cómo puedes? —Mi voz estaba temblando y traté de detenerlo. —Porque no se trata acerca de lo que quiero. Se trata de lo que es lo mejor. —Entonces, ¿quieres esto? ¿Tú me quieres? —¿Lo hacía? Todavía no sabía lo que él quería. Alex hizo una pausa. —Quiero que seas feliz y quiero que estés a salvo —dijo finalmente. —Soy ambas cosas contigo. Alex se veía afligido, su cara recordándome a cómo me había sentido cuando él golpeó el botón en el auto y todo se convirtió en demoledor ruido blanco. Sin embargo, cuando se dio cuenta de mi cara, viéndome como si tuviera el corazón roto en mi pecho y se escurriera delante de mí, reaccionó rápidamente. —Vamos —dijo, tendiéndome la mano—, vamos a hablar de esto más tarde. Ahora no es el momento. Tenemos que salir de aquí. Me llevó hasta la puerta, deteniéndose para recoger el bolso. Lo dejé. Por supuesto que se lo permití, a pesar de que quería resistir y hacerle frente y exigir saber cuándo iba a ser el momento adecuado. Estaba desesperada por conseguir que prometiera que no iba a detener nada, y menos aún los besos, o el gustar. Tenía que convencerlo de que Jack no lo mataría, lo que probablemente haría, que no se estaba aprovechando y que no podía sólo parar, porque lo necesitaba. Absoluta y completamente lo necesitaba. No me podía imaginar sobrevivir un solo segundo en el mundo sin él a mi lado. Y con eso, no sólo quería

decir en un mundo en el que La Unidad me perseguía, me refería a cualquier mundo.

22 Traducido por Vero Corregido por Yonoestoyloca

E

stábamos en la base del teleférico de Palm Springs, cerca de la taquilla. Levanté la vista hacia la montaña surgiendo del desierto como una mesa gigante. El teleférico se veía frágil, como el juguete de un niño, a su lado. Eché un vistazo a Alex. —¿Vamos sobre esa cosa? —Sí. —Genial —y luego, después de una pausa—, ¿Habrá mucha gente en la cima? —No. Ese es el punto. —Creo que gente a nuestro alrededor sería bueno. —¿En serio? ¿Quieres demostrarle tu habilidad a una audiencia? —¿Qué quieres decir con demostrar mi habilidad? —Lila, vas a necesitar mostrarle a Jack. Él no nos va a creer a menos que lo hagas. —De ninguna manera. —Es la única manera. ¿Quieres salir del país? ¿Quieres estar a salvo de Demos? Suspiré. —Sí.

—Bueno, entonces, vamos. Andando. Alex me empujó dentro de la taquilla. Me quedé allí, mirando hacia la cima de la montaña y luego al plano del desierto, preguntándome cómo podría aguantar hasta el final. Era una caída muy alta. Habíamos conducido a Palm Springs, deteniéndonos para el desayuno en un restaurante de carretera. Entonces Alex había llamado a Jack desde un teléfono público y organizó reunirse con él aquí. O más bien en la parte superior del teleférico en el Parque Estatal San Jacinto para ser exactos. Cuando tuvo las entradas, Alex caminó de regreso hacia el auto. Le seguí. —¿A dónde vas? ¿No vamos a subir? ¿Has cambiado de opinión? —Estaba esperanzada. —Vamos a esperar —me dijo por encima del hombro. Miré de nuevo hacia la entrada del teleférico. —¿Por qué? No hay cola. —Por Jack... quiero ver si está solo en primer lugar. Lo vamos a dejar encaminarse primero y luego vamos a seguirlo. Subimos al auto y sentí las primeras espirales de angustia comenzar a enrollarse camino arriba en mi cuerpo. Mis pies empezaron a golpear el suelo, mis dedos tocando una melodía en el alféizar de la ventana. Alex me miró un par de veces y le di sonrisas fugaces que no lo engañaron ni por un segundo. —Va a estar bien —dijo. Me limité a asentir y seguí tocando.

A mediodía vimos una mancha roja en el horizonte. Parecía familiar.

Alex se sentó en su silla suavemente y yo continué siguiendo la mancha, que se hizo más clara. Era la moto de Alex. Jack estaba manejándola. Esperaba que él Alex le diera las llaves de la misma antes de que él preguntara sobre el Audi. Me hundí en mi asiento, escondiéndome detrás del tablero. Esperamos mientras estacionaba y mi corazón empezó a galopar. Jack se quitó el casco y levantó la mirada, explorando el estacionamiento. Sin duda, buscando el Audi. Finalmente, abandonó la búsqueda y se acercó a la taquilla y lo vimos desaparecer en el interior. Miré a Alex. —Entonces, está solo… ¿vamos? —No, vamos a seguirlo arriba.

Quince minutos después salimos del auto. Jack ya estaba colgando unos doscientos metros, o algo así, sobre nosotros en una de las cabinas del teleférico. Me preguntaba si nos distinguiría abajo. Ondeando en el viento, doscientos metros arriba, suspendida sobre un cable en una pequeña caja de metal y vidrio, me sentí peligrosamente cerca del borde de algo, no de la cima de una montaña, algo más como histeria. Mi hermano estaba esperando en la cima y podía sentir la ansiedad construyéndose cada metro que nos acercábamos más a él. —Lila. Miré hacia arriba. Alex estaba de pie en una esquina. Me tambaleé hacia él, sintiendo la cabina tambalear debajo de mí. Cuando llegué a él, caminó más cerca, tanto que estábamos rozándonos los brazos. No sabía lo que estaba haciendo al principio, no hasta que sujetó algo alrededor de mi muñeca. Luego alejó su mano y vi que era la trenza de cuero que le había dado para su cumpleaños. Miré a su rostro y sentí la sangre correr de mis mejillas a mi cabeza. Nunca me cansaría de mirarlo y por algunos segundos mi mente se puso totalmente en blanco con sorpresa de que a alguien tan hermoso pudiera gustarle. Terminó de

atar el nudo y me miró a la cara, y sentí caer mi mirada de sus ojos a sus labios una y otra vez. —¿Por qué me lo estás devolviendo? —le pregunté. Él presionó su pulgar sobre mi labio inferior y oí una inhalación profunda. Era yo, pensé, antes de que mi cabeza empezara a dar vueltas. Luego inclinó la cabeza y me besó. Sólo ligeramente, por unos cortos segundos, antes de alejarse de nuevo. Mi labio inferior empezó a palpitar donde la presión de su pulgar y sus labios habían estado. Bajé la mirada, sólo para divisar el suelo a unos 300 metros más abajo, y me sentí empezar a tambalear. Alex me tomó por la cintura, sosteniéndome firme. Me incliné hacia él, presionando la frente contra su pecho. ¿Qué estaba pasando? No hace ni dos horas que había afirmado que esto estaba mal y dijo que no iba a tomar ventaja, y ahora aquí estaba felizmente tomándola. No quería hacer nada que pudiera hacerle reconsiderarlo, por lo que me quedé inmóvil, respirando su olor ya familiar. La cabina se sacudió en la estación de aterrizaje en la cima de la montaña y Alex se apoderó de mi mano, dándole un apretón. Se sentía como si tuviera apenas equilibrándome, mis piernas estaban vacilantes e inestables en el pasillo de metal que nos llevaba al edificio y después afuera rumbo a la cima de la montaña. El aire estaba frío, mucho más frío que en el suelo desierto. Como estar en los Alpes. Era fresco, punzante y delgado. Me puse mi suéter. ¿Había sabido Alex en el centro comercial que terminaríamos aquí? ¿Qué más había planeado? Estábamos de pie en medio de los árboles de pino extendiéndose arriba en lo azul y todo estaba en tal tranquilidad que parecía cantar. Habría sido algún lugar místico o de otro mundo si no hubiera sido por los extraños turistas arremolinándose y un par comiendo su almuerzo en una de las mesas de picnic. Y Jack. Allí, de pie delante de mí. Fue impresionante, a pesar de saber que él estaría esperando por nosotros. Me agarró en un abrazo de oso enorme, levantándome del suelo. Me tensé entre sus brazos, con ganas de abrazarlo de vuelta, pero también congelada por el miedo a hacer cualquier cosa. Incluso a parpadear.

Él me dejó ir de repente y se volvió hacia Alex, dio un paso ligeramente por delante de mí, poniéndose entre su mejor amigo y yo. —Entonces, ¿qué diablos? —preguntó. Sentí mi estómago comenzar a apretarse por la confrontación inminente, todos los músculos endureciéndose en mi abdomen. —Tuvimos que huir, Jack. Llegaron a la casa. —Alex dio un leve suspiro. —Pero, ¿por qué no la trajiste de vuelta a la base, donde podíamos mantenerla a salvo? Sólo eras un hombre contra un montón de ellos. Si algo le hubiera pasado a ella, lo juro por Dios habría... —Ella está bien, Jack. Ningún daño. No podía llevarla a la base. Vamos, te lo explicaré. Alex se alejó por uno de los senderos en el bosque. Lo vi irse y sentí un tirón de dolor entre mis costillas, como si mis músculos estuvieran estirados sobre una rejilla. Partí detrás de él, Jack siguiéndonos detrás de mí. —¿Dónde está mi auto? —dijo a mi espalda. ¿Por qué tenía que preguntarme eso? No iba a ser la que le dijera. —Está en algún lugar seguro —tartamudeé—. Era un poco llamativo así que lo dejamos en alguna parte. —No era exactamente una mentira. —¿No lo estrelló, verdad? —No. No lo estrelló. Él lo vendió, pero no lo estrelló. Seguimos a Alex durante unos minutos hasta que estuvimos en un claro del bosque de pinos. Era tan silencioso y quieto que podía oír el crujido de las hojas de pino bajo nuestros pies, pero ni un susurro del viento o una agitación de las hojas. Alex me miró y me dio una sonrisa tranquilizadora. No pude responder. Realmente quería demasiado cruzar el pequeño espacio entre nosotros y tomar su

mano de nuevo. Pero la postura de Jack hacia Alex me estaba diciendo que no, estaba hirviendo a fuego lento. Darle cualquier munición más en este momento sería como sumar una granada a una hoguera. Me pregunté de nuevo sobre la sabiduría de revelar mi habilidad anormal a él. Probablemente trataría de noquearme o algo así. —¿Has traído el pasaporte de Lila? —preguntó Alex. —Sí, está aquí. —Jack indicó la bolsa a sus pies. —Tengo tus identificaciones aquí —dijo Alex, tocando el bolso negra con el pie. Fruncí el ceño, algo no estaba bien. Jack asintió. —Pero, ¿por qué los necesito? ¿Vas a decirme qué está pasando? Me deslicé hacia atrás, hacia la línea de árboles, en caso de que Alex estuviera equivocado y necesitara correr rápido. Alex tomó una respiración profunda. —Hay una razón por la que no fuimos a la base, Jack. Es por eso que te pedí que vinieras por tu cuenta. Tienes que estar tranquilo y escuchar todo lo que voy a decir antes de hacer juicio alguno. Jack no lo escuchó. O prefirió no hacerlo. —¿Qué está pasando? —gritó—. ¿Por qué no me llamaste antes? Estaba muy preocupado. Toda La Unidad ha estado en el caso. ¿Tienes idea de a qué clase de persecución le has dado el puntapié inicial? Miré a mí alrededor y hacia el cielo, casi esperando ver helicópteros zumbando encima y hombres de negro descendiendo en rappel por entre los árboles. —No les dijiste que estarías reuniéndote con nosotros, ¿verdad? —Alex me quitó las palabras de la boca. Los ojos de Jack brillaron de ira.

—No. Te prometí que no lo haría. Pero quiero respuestas. Tuve que mentirle a Sara y Rachel. ¿Por qué no vuelven a la base? ¿Dónde han estado? —Podría haber jurado que miró entre nosotros y luego con un atisbo de sospecha en sus ojos—. ¿Qué diablos estabas haciendo en una montaña en el desierto con mi hermana? —Tuvimos que escapar rápido de Demos. Y te lo dije por teléfono, la base no era una opción. Teníamos que mantenernos alejados de La Unidad. Vi a Jack tratando de calcular las palabras de Alex. Él negó con la cabeza, sus cejas se unieron en un ceño fruncido. —¿Mantenerse alejados de La Unidad? ¿Por qué? —Lila es uno de ellos, Jack. Mis ojos volaron a la cara de Alex. ¿Así era como pensaba facilitarle a Jack compartir el secreto? Sus ojos se encontraron con los míos y vi la disculpa inmediata en ellos, por la forma en que se había referido a mí como uno de ellos. —¿De qué estás hablando? Alex lo interrumpió: —Jack, Lila es una psico. Los ojos de Jack se arrastraron de nuevo hacia mí y le di una sonrisa nerviosa. Mis pies empezaron a raspar la suciedad, pero mis músculos de la pantorrilla estaban sujetos y listos para correr. —De ninguna manera. —La expresión del rostro de Jack era de calma absoluta—. Dime que está bromeando, Lila. Tragué saliva, notando la dureza que se había instalado en su rostro. —No es broma, Jack. Vi la forma en que su cara empezó a descontraerse. Un músculo comenzó a temblar bajo sus ojos y de repente Alex estaba allí, justo allí a mi lado, poniéndose a sí mismo entre nosotros, un brazo medio en alto extendiéndose por detrás y al lado, como para protegerme.

—No lo creo. —Jack parecía haberse estabilizado. Su voz era tranquila. —Lila, creo que vas a tener que demostrarle —dijo Alex. Dudé durante unos diez segundos, sopesando las opciones. Pero ya era demasiado tarde para la negación. Así que miré alrededor del paisaje de arbustos hasta que vi una envoltura de chocolate en el suelo y la hice volar. Se acercó hacia Jack, flotó frente a él y luego se acercó a mí. Le tendí la mano y dejé que se asentara en mi palma, como atrapando una pluma en el viento. Levanté la vista. El rostro de Jack se debatía entre sorpresa y horror. A fin de cuentas, era más horror. —Tú... tú... —Jack no era capaz de articular la oración, por lo cual me alegré. Se dio la vuelta y se dirigió hacia el árbol más cercano. Me pregunté qué estaba haciendo. Luego levantó el brazo y lanzó un puñetazo en la corteza con todas sus fuerzas. Me estremecí al sonido del resquebrajamiento. —Jack, cálmate. —Alex dio un paso hacia él, vaciló, parecía no querer poner demasiada distancia entre él y yo—. Ella es tu hermana. Todavía es Lila. Créeme, estuve tan sorprendido como tú... probablemente más. Cuando lo descubrí, ella estaba lanzando una mesa en mi cabeza. Jack se agachó ahora en la base del árbol, de espaldas lejos de nosotros, acunando su puño. Alex continuó. —Es Lila, Jack. Todo lo que nos han hecho pensar de ellos, estamos equivocados. Jack se dio la vuelta y luego marchó hacia nosotros. Me escondí más cerca de Alex, refugiándome en la pared de su espalda. —¿Cómo sucedió? —exigió. Él habría estado en mi cara si Alex no hubiera estado allí, una pantalla a color de músculo entre nosotros. Me estremecí de nuevo con el veneno en su voz. —No lo sabe —respondió Alex por mí—. El gen sólo se activó de alguna manera. Mira, Jack, nos equivocamos. Debemos estar equivocados. ¿Qué sabemos

realmente acerca de todo esto? Sólo lo que han dicho. Y hemos creído… creímos todo. Pero, ¿y si no es cierto? El rostro de Jack se retorció de rabia y cuadró los hombros. —¿No es cierto? ¿Me estás diciendo que lo que sabemos acerca de Demos es una mentira? ¿Estás diciendo que él no mató a mi madre? —Estaba gritando ahora—. Me estás diciendo que todos y cada uno de los... Jesús... ¿qué son incluso? ¡No son humanos! Me estás diciendo que son... ¿qué? ¿Un malentendido? —El rostro de Jack estaba ardiendo—. Has visto los informes de los psicos, están fuera de la escala, son una subcategoría nueva de sociópata. —Me miró entonces, y su expresión era de odio puro, sin adulterar. Sentí mis rodillas comenzar a rendirse. ¿Al principio era un monstruo y ahora era una sociópata? Una sociópata fuera de escala. Oh Dios. Alex llegó detrás de mí y sentí su mano sobre mi espalda. Fue lo único que me detuvo de estrujarme en el suelo. La voz de Alex se mantuvo tranquila. —Sí. He visto lo que me ha sido mostrado. Pero eso no significa que sea real. No tiene sentido. —¿No tiene sentido? Todo el trabajo que Sara ha estado haciendo… ¿siquiera lo has leído? ¿Qué más pruebas necesitas? —gritó Jack. Pude ver tensarse la mandíbula de Alex. —Sí, lo he leído. Pero, ¿desde cuándo te crees todo lo que lees? Y ahora tengo pruebas de lo contrario. Él asintió en mi dirección. Jack se volvió hacia él, casi escupiendo las palabras. —¿Entonces, qué? ¿Sara se está inventando todo esto? ¿Crees que su equipo está sentado alrededor fabricando informes completos? —Dejó escapar una risa amarga que se quebró más allá de los árboles que nos rodeaban—. ¿De repente sabes más que los profesionales? Siempre piensas que sabes más, Alex.

Vi a Alex respingar, luego su rostro se suavizó otra vez, de vuelta en modo conciliador. —No estoy diciendo que se más. Y no tengo ni idea de por qué podrían estar mintiéndonos. Cuál sería el punto o en qué parte de esto está Sara, no lo sé. Sólo sé lo que mi instinto me dice acerca de tu hermana. —Ah, claro. ¿Tienes un instinto sobre mi hermana ahora? —Jack apretó los labios pero pude ver la forma en que sus fosas nasales estaban flameando. —Sí. —Alex eligió ignorar el tono de Jack—. Mi instinto me dice que algo no está sumando bien. Tal vez La Unidad se ha equivocado. ¿Qué pasa si no hay una regla estricta? ¿Y si estamos haciendo suposiciones peligrosas sobre ellos que habría que examinar? Los poderes existentes han hecho un trabajo muy bueno de convencernos de que estamos luchando contra algo menos que humano, pero echa un vistazo a lo que está delante de ti y emite un juicio, Jack. Es Lila, vamos, Jack. Ella puede ser un poco impulsiva, pero eso no la hace una sociópata. Volví mi mirada hacia Jack, haciendo mi mejor esfuerzo para no parecer una sociópata. Los ojos de Jack se estrecharon tanto que apenas podía ver el iris. No lucía como si hubiera alguna duda en ellos, sin embargo. Alex me sacó de detrás de su espalda, sosteniéndome por el brazo. —Lila es tu hermana. ¿De verdad crees que ella es uno de ellos, que es honestamente así? Lila no es mala. Mírala. Es incapaz de hacer algo remotamente malo, ni siquiera puede mentir correctamente. Pensé en el asalto y todas las cosas que había querido hacerle a Rachel y me pregunté acerca de eso. Quizás Alex no debería ser tan rápido para hacer tales declaraciones. Tal vez deberían llevarme de vuelta a La Unidad y empezar a hacerme algunas pruebas. Alex continuó. —No tiene sentido, Jack. Y si están mintiendo acerca de esto, ¿sobre qué otra cosa nos están mintiendo? Jack me miró, nuestros ojos se captaron como el velcro. Frunció el ceño ligeramente y lo vi procesando todo lo que le había dicho. Su mirada cayó a mis

pies, donde la envoltura del chocolate ahora estaba yaciendo, y cuando levantó la vista hacia mí había confusión en sus ojos, como un niño que se acaba de enterar de que Santa Claus no existe. Su sistema de creencias se estaba haciendo añicos como un cristal delante de él, como si Alex hubiera disparado una bala a través de él. Se pasó una mano por la cara y vi el moretón azul púrpura en sus nudillos donde había golpeado el árbol. Finalmente abrió su boca. —Está bien, no estoy diciendo que creo todo lo que estás diciendo. No hay forma de que Sara haya inventado nada, pero tienes razón sobre Lila. Ella es una mentirosa terrible. Le sonreí, sintiendo el primer aleteo débil de esperanza de que todo podría salir bien. Pero Jack no capturó mi mirada y sentí mi explosión momentánea de felicidad arrastrándose lejos. —Entonces, ¿qué estás proponiendo? —preguntó Jack. Alex se relajó visiblemente, dejando caer sus hombros. Se acercó a Jack y, tomándolo por el codo, lo empujó hacia la línea de árboles. —Quédate aquí —dijo Alex, volviéndose brevemente hacia mí. Su rostro estaba pálido debajo del bronceado. Reconocí la tensión grabada en las líneas alrededor de su boca. Asentí en silencio, esperando que no se fuera lejos. Me dio una sonrisa que se desvaneció tan pronto como apareció. Mientras se alejaban, mi estómago se apretó con inquietud. Se detuvieron a unos diez metros y Alex giró su cuerpo para que así todo lo que pudiera ver era su espalda, sus brazos gesticulando, y el lado de la cabeza de Jack recortada detrás de él. Miré por encima del hombro a los amplios espacios entre los pinos circundándonos y luego hacia el arqueado cielo azul amplio sobre mí. Pensé en lo que Alex había dicho sobre La Unidad y la investigación que estaban haciendo. Que Sara estaba haciendo. ¿Y si era realmente cierto y yo era mala? A lo mejor estaba en mí, oculto en las profundidades. Tal vez cada vez que perdía el control y una bolsa o un cuchillo o tijeras salían volando, era yo, mi verdadero yo. El yo

malo, tomando el control. Tal vez Sara y La Unidad estaban en lo correcto al cazarnos después de todo. Después de unos minutos eché un vistazo y vi a Jack mirándome directamente. El filo de su afilada mirada estaba mitigado. Tenía los brazos cruzados sobre su pecho y estaba asintiendo. Se volvió de nuevo a Alex y luego miró hacia mí una vez más. Le vi fruncir el ceño ante lo que sea que Alex le estaba diciendo, y de pronto la voz de Jack estaba rompiendo como un proyectil a través del espacio abierto entre nosotros. —¡De ninguna manera! El aire reverberó con el ruido y un águila sobrevolando chilló en respuesta. Dejó un vacío de silencio en el aire cuando se apagó. ¿Alex le había dicho lo del auto? Me acerqué a ellos, sintiendo mi profunda inquietud. —Tienes que hacerlo, Jack. Es la única manera —estaba diciendo Alex. Luego le entregó el bolso de viaje negro y las llaves de nuestro auto a Jack. Di varios pasos más hacia ellos, tratando de no hacer cálculos sobre los conos de pino que cubrían el suelo. Hablaban en voz tan alta ahora que no se dieron cuenta que me acercaba. Alex negaba con la cabeza, su voz baja, pero decidida. No estaba invitando a debatir sobre lo que estuvieran hablando. Jack estaba devolviéndole la mirada, sus ojos verdes oscureciéndose pero pude ver que cualquier cosa que Alex le estaba diciendo estaba empezando a filtrarse a través de él, porque de alguna manera pareció derrotado. Alex seguía hablando y capté la urgencia saturando su voz. —Tienes que irte ahora. Toma a Lila y dirígete a América del Sur. No me digas dónde. No necesito saber. —¿Qué? —Mi voz fue un susurro roto. Vi la espalda de Alex congelarse. Los músculos de sus hombros se endurecieron a piedra. Se volvió lentamente hacia mí. Pude ver el esfuerzo que estaba haciendo para mantener su expresión nivelada pero sus ojos lo estaban delatando. Normalmente tan conservadores, ahora estaban contando toda una historia diferente y no quería escucharla.

Él respiró hondo, con los hombros subiendo y bajando, sus ojos no dejando mi rostro. Dio un paso adelante, una mano extendida hacia mí. Di un paso atrás. —¿Qué está pasando? —pregunté en voz baja. Vi a Alex estremecerse levemente. Su mano cayó. —Jack va a llevarte lejos, a algún lugar seguro… —No. No. —Mi cabeza estaba sacudiéndose, tratando de sacudir las palabras de mis oídos. —No puedo ir contigo, Lila. —¿Por qué? —Porque Jack es tu hermano y necesitan estar juntos. Ustedes son la única familia el uno del otro. Además de tu padre, son todo lo que el otro tiene. ¿Todo? Había pensado que tenía a Alex también. Darme cuenta que él no lo veía así me hizo apartarme de él. Alex me tomó por el brazo y me hizo girar hacia él. —Lila, por favor no te alejes. No es que no quiera ir contigo. Me quedé mirando al suelo. —Entonces, ¿por qué no? Me dijiste que lo harías. —Te dije que no te dejaría ir sola. Negué con la cabeza hacia él. Fue un engaño superficial. Lo había sabido todo el tiempo. Lo había planeado todo, me di cuenta, incluso esta conversación, sin duda. Eso explicaba su comentario de anoche sobre las cosas terminando mal. Era sólo profético porque él ya había escrito el guión. Miré a la pulsera en mi muñeca. Eso explicaba por qué me lo había dado. Había sido un regalo de despedida hace

cinco años y lo era de nuevo. Me mordí el labio, maldiciendo mi estupidez, que no había visto esto venir. —Lo siento, Lila. Uno de nosotros tiene que quedarse. Uno de nosotros tiene que detenerlos. ¿Y él pensaba que podría detenerlos por su cuenta? Había tardado cinco años y una unidad entera y todavía sólo habían logrado capturar algunos. Alex mismo había admitido lo imposible que eran de cazar o atrapar. Había pasado la vida intentándolo. Y ahora yo nunca volvería a verlo. —Lila —continuó—, tenemos que averiguar lo que realmente está pasando con La Unidad, descubrir la verdad. Y, más que eso, necesitamos evitar que ellos o Demos te encuentren —Alex todavía estaba hablando, moviendo los hombros con suavidad—. Es por eso que tienes que irte ahora. Me sentí tropezar contra él, tratando de aferrarme a él. Se volvió hacia Jack. —Necesitas sacarla de aquí. Ahora. Muy lejos, donde La Unidad y Demos no puedan encontrarla. Porque sabes de lo que son capaces de hacer si lo hacen. Escalofríos corrieron por mi columna vertebral, como si estuviera sufriendo un fuerte ataque de gripe. ¿Estaba hablando de Demos o de La Unidad? Miré a Jack. Una sombra oscura se agitaba a través de su rostro. Todo su cuerpo parecía ajustarse a su paso. Fue entonces cuando me miró y vi pasar la ansiedad por su rostro. Alex lo había presionado en su talón de Aquiles, su sentimiento de culpa por lo que le había sucedido a nuestra madre. A pesar de todo lo que podría sentir acerca de lo que yo era, él nunca dejaría que las personas que le hicieron eso a nuestra madre tengan la oportunidad de hacerme lo mismo. Los odiaba más de lo que me odiaba. Volví a mirar a Alex. —No voy a ir. No voy a irme sin ti. Jack lanzó una mirada hacia mí, sus ojos verdes ardiendo con sospecha. Luego miró a Alex, un ceño empezando a formarse en su rostro.

—Lila… —El rostro de Alex estaba tan dividido que sabía que si lo presionaba tendría la oportunidad de mantenerlo aquí conmigo. —Tú no necesitas saber lo que está pasando en La Unidad. No importa. Nada importa. —Excepto nosotros, quería decir, pero Jack estaba allí y no pude—. No quiero que me dejes. Por favor. —Sí que importa, Lila. Si no me quedo, si voy contigo, vamos a pasar toda la vida siendo cazados. Si me quedo puedo asegurarme de que no les suceda nada a Jack y a ti. —¿Cómo? Eres una sola persona. —Puedo hacer mi mejor esfuerzo. Por lo menos puedo cubrirlos a los dos hasta que desaparezcan. Tratar de evitar que La Unidad averigüe sobre ustedes. Escúchame, te prometí que iba a mantenerte a salvo y este es el único modo que conozco para hacerlo. Déjame hacerlo. Uno de nosotros tiene que quedarse y tengo que ser yo. —Jack, tienen que irse ahora. —Alex lo dijo sin dejar de mirarme. Jack dio un paso hacia nosotros. Él estaba tirando la mochila sobre su espalda. —¡No! —Agarré a Alex por la muñeca. Sentí su otra mano caliente contra mi mejilla. Inclinó su cabeza, y con una voz que Jack no podía oír, dijo: —Cuando bajaste las escaleras y caíste sobre mí, ese fue el momento. — Luego, sus labios se presionaron contra los míos. Oí una inhalación aguda de parte de Jack. Alex dio un paso atrás, con los ojos en mí todo el tiempo. —Cuida de ella. —dijo él. —Es mi hermana —le gruñó Jack. Tenía los puños apretados curvados a sus lados.

Alex miró a Jack y asintió una sola vez. Luego se dio la vuelta y empezó a correr de nuevo hacia la entrada del parque. Mis piernas se tambalearon hacia delante, de forma automática tratando de seguirle, y sentí la mano de Jack en mi brazo como si fuera una abrazadera. —No, Lila —dijo él.

23 Traducido por Lizzie

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Corregido por Yonoestoyloca

ntonces me di cuenta que no había mano en mi brazo. Todo mi cuerpo estaba congelado. Traté de mover las piernas, pero era como tratar de vadear a través de concreto húmedo. No pasó nada. Ni siquiera podía mover la cabeza. —No te muevas. —La voz llegó desde atrás y me sorprendió como el infierno. No era Jack. Era una chica. —No pueden —respondió alguien. Era la voz de un hombre y causó un espasmo de estremecimientos subiendo por mi columna vertebral. —Ya lo sé, me gusta decirlo. —Suki bailó delante de mí, riéndose con deleite como si fuera un regalo de cumpleaños tan esperado—. Hola, Lila —dijo. Abrí la boca para gritar, pero era como si alguien hubiera accionado un botón de borrado en mi cerebro. Mi mente se quedó en blanco. —Oh, Demos, no hagas eso, no es divertido. Es sólo Lila. Déjala hablar. Adelante, la última vez aprendí mucho. Ni siquiera necesité leer su mente. Oí a alguien expulsar una carcajada. Demos. Estaba tan cerca que podía sentir su aliento en mi nuca. La adrenalina en cascada a través de mi cuerpo, pero sólo se detuvo al llegar a la parte de mi cerebro que controla los reflejos. Como si un grifo se hubiera cerrado. De repente estaba tan tranquila que sentí como si hubieran inyectado directamente una botella de Valium en mi corteza cerebral. Un pensamiento asomó a través de la niebla de mi cerebro. ¿Dónde estaba Jack? ¿Estaba todavía detrás de mí? Entonces me acordé de Alex. Traté de girar el cuello para ver dónde estaba. Él me había estado por dejar. Sin embargo, no podía recordar por qué. ¿Dónde estaba ahora? ¿Estaba a salvo?

—Ohh, qué dulce, está buscando a Alex. Está preocupándose por él. —Suki saltó en mi campo de visión de nuevo, haciendo un mohín. Le fruncí el ceño. ¿Cómo se atreve a leer mis pensamientos? —Oh, vamos, tú también lo harías, si pudieras. —Suki se encogió de hombros e inclinó la cabeza hacia un lado. Me di cuenta de que llevaba otro par de zapatos altos, poco factibles, totalmente imprácticos para subir una montaña, y un vestido que se aferraba con tanta fuerza a su cuerpo que era un milagro que pudiera moverse. Entrecerré los ojos, deseando que se fuera al infierno. Se estremeció hacia atrás, sus cejas unidas en una sola línea clara. Escuché los pasos de Demos crujiendo en las agujas de pino antes de que lo viera. Él serpenteaba a la vista, sonriendo, y se detuvo en frente de mí. Llevaba un traje oscuro y una camisa blanca con el cuello abierto y parecía que estaba en camino a, o de, un funeral. Me estudió durante unos largos segundos y luego soltó una risita, como si hubiera hecho una broma, y asintió. Mi primer instinto fue atacar. Cuando mis piernas no obedecieron, miré alrededor buscando algo, cualquier cosa, para tirarle. No había nada. Sólo los árboles. Elegí el más pequeño y me centré en él, deseando arrancarlo de raíz para que pudiera usarlo como un ariete a través de su cráneo. Vi las hojas temblar pero se mantuvo firmemente sujeto por el suelo. —Oh-oh, Demos. A ella no le gustas mucho. Traje mis ojos de regreso a ellos. Suki había vinculado su brazo a través de Demos y se apoyaba en él. —Apenas una sorpresa. —Demos se movió hacía mí con unos ojos tan planos y azules como el cielo de noviembre—. Voy a dejarte ir, pero no intentes nada, Lila. No tiene sentido. Creo que lo ves ahora. Y, además, Jack está justo detrás de ti. Y sé que no quieres que le pase nada a él, ¿verdad? Sentí la total movilidad de los enlaces de hierro. Mis miembros estuvieron repentinamente libres, mi voz regresó. Volví la cabeza lentamente para ver detrás

de mí. Jack estaba de rodillas, con las manos a su lado, congelado como si lo hubieran puesto en carbono. A pesar de la expresión de Jack, Demos no cortó ninguno de sus pensamientos. Su cara era un cuadro de agonía. Caí directamente a su lado, envolviendo mis brazos alrededor de él. —¡Deja de hacerle daño! —grité. —No le estoy haciendo daño —dijo Demos, riendo. —Entonces déjalo ir. —No, todavía no. Alcé la vista y lo observé de pie sobre nosotros y quise que muriera. Traté de imaginar a su cabeza despedida de la compañía de su cuerpo, sus extremidades separadas de su torso. Pero no pasó nada. El asesino de mi madre estaba de pie a unos metros delante de mí, amenazando a mi hermano, y yo no podía hacer nada al respecto. Un sentimiento de impotencia empezó a abrumarme, entonces retrocedió, decayendo tan repentinamente como había llegado. —No tiene dolor. Bueno, no dolor físico. —Suki se había movido hacia adelante, más cerca de Jack, y yo torcí el cuerpo para protegerlo. Saltó de nuevo unos pasos hacia Demos. —Guau, está muy furioso. Acerca de un montón de cosas. No puede creer que nos trajera hasta aquí. Él se culpa a sí mismo. Ella se acercó más, inclinándose para hablar con Jack cara a cara. —No te culpes, Jack. No es tu culpa. Te habríamos encontrado de todos modos. Con el tiempo. —No. No lo hizo. Lo siento. —Ella estaba respondiendo a una pregunta no formulada. Vi los ojos de Jack llenos cómo de ácido quemándolos. —Mira, aquí está. —Suki se hizo a un lado y señaló pasando a Demos. Levanté la vista, siguiendo su mano extendida, y vi a Alex caminando hacia nosotros. Mi corazón saltó a la vista de él. Al principio pensé que tal vez él iba a volver a rescatarnos y la esperanza se disparó a través de mí. Entonces me di

cuenta de los dos hombres a cada lado de él y la pistola colgando en el aire, apoyada en su cabeza mientras caminaba. Me puse en pie y arranqué hacia él antes de que pudieran detenerme, pero a medida que me acercaba a Alex, mis pies de repente se atascaron en la tierra como si me hubieran enlazado alrededor de los tobillos. Me habría caído al suelo, pero mi cuerpo se estrelló en el aire como si me hubieran lanzado contra un bloque de hormigón y me congelé allí, en un ángulo agudo, a sólo unos metros de distancia de los brazos de Alex. Un hilo de sangre le corría por la mejilla y sus ojos, centrados en los míos, eran como caleidoscopios de ira. Lo habían herido. La furia llenó mi cabeza. Vi el arma descansando justo por encima de su sien y en un santiamén esta voló por el claro como un boomerang. Una fracción de segundo antes de que golpeara la rama a la que yo estaba apuntando, se sacudió deteniéndose, se dio la vuelta y volvió a bombardear de nuevo en nuestra dirección. No tuve tiempo para averiguar cómo. Mi mente se puso en blanco de nuevo y miré a Alex, ¿cómo había conseguido el corte en la mejilla? El hombre que estaba junto a él sostenía el arma otra vez, apuntando a la cabeza de Alex, pero frunciendo el ceño en dirección a mí, como si quisiera apuntarme a mí. Lo reconocí. Era uno de los hombres del archivo en la computadora de Jack. El que parecía un bulldog. ¿Cuál era su nombre? —Bill, trata de mantener un agarre. Sabes con quién estamos tratando. — Ese fue Demos. Él estaba a mi lado. Bill, eso era. Era telequinético, como yo. —Lo siento, jefe. —Me frunció el ceño un poco más. El sonido de un celular sonando me hizo saltar. Me di cuenta de que podía mover los brazos y las piernas una vez más. —Contesta eso, ¿quieres? —dijo Demos al hombre al otro lado de Alex, un hombre de unos veintitantos años con el cabello bastante largo y un aspecto desenfadado en él. Lo conocía, también. Era llamado Ryder. Recordé la lista de crímenes bajo su nombre, tan larga como Guerra y Paz, y el hecho de que era un tamizador.

Ryder metió la mano en el bolsillo trasero de Alex y sacó su celular el cual trinaba a lo lejos con inocencia. Se lo entregó a Demos, el cual lo tomó y pulsó el botón del altavoz. —¿Hola? La voz de Key resonó alrededor del claro. —Alex, soy yo. Vete. ¡Tienes que irte! Están en camino. Vienen por ti, en el teleférico. Te han encontrado. —Quienquiera que seas, gracias. Pero estás un poco tarde. —Demos cerró el teléfono. Se volvió hacia Alex—. Por lo tanto, parece que será mejor que nos demos prisa y hagamos negocios, entonces. Desde atrás, escuché la voz de Jack alzándose. —¡Quítame las manos de encima! Me di la vuelta. Él estaba siendo maltratado para ponerlo en pie junto a alguien. Mi mente corrió a través de las fotos que había memorizado de la computadora de Jack. Conocía a éste. Harvey James. A medida que se acercaba vi que incluso tenía un cigarrillo colgando de sus labios como lo hacía en la foto. Jack caminaba unos pasos adelante y Harvey y Suki se paseaban a lo largo de su espalda. Me di cuenta de que Jack estaba sosteniendo sus manos con las palmas hacia adelante, el símbolo internacional de la rendición. Cuando nos alcanzó, el arma que se cernía contra la espalda de Jack, justo entre los omóplatos, se hizo visible. Harvey era telequinético también. Me preguntaba si podría conseguir el arma de él. —Uh-uh. No puedo leer la mente, Lila, pero eres bastante obvia. Me di la vuelta. Demos me estaba mirando desde debajo de los párpados pesados, las cejas levantadas en una amenaza perezosa. Me volví hacia Jack. Pude ver el esfuerzo que le estaba tomando estar allí y no perder el control. —Lo siento —dijo, mirándome, sus brillantes ojos verdes mirándome.

Negué con la cabeza hacia él, mis ojos llenos también. —No, no es tu culpa. —Tómame. No le hagas daño a ella. —Ese fue Alex. Tomé aire y me volví hacia él. De ninguna manera se daría a él mismo por mí. No es que yo pensara que alguno de nosotros fuera a tener la oportunidad de salir de esto. Era malo. Demos y su gente habían formado un áspero círculo alrededor de nosotros tres y en los bordes, en los árboles, vi a un par de los demás. No había manera de que saliéramos de esta. —Aunque aprecio la oferta, no te quiero. La quiero a ella. Ya sé lo que ustedes dos harían por ella. Pero no se preocupen, no estoy pensando en hacerle daño. A menos que, por supuesto, se equivoquen. Así que supongo que es mejor que no lo estropeen. —¿Quieres cambiar a Lila por Alicia? —dijo Alex. —Muy bien, Alex. Nunca te subestimé, es lo que he aprendido con los años. —No hay necesidad de jurar. Todos miramos a Suki. Alex le lanzó una mirada que era más fría que el nitrógeno líquido. Demos se inclinó un poco hacia abajo, hacia ella y le dijo en voz baja: —No lo hizo, Suki. Miró a Demos. —Oh, lo siento. —Se volvió hacia Alex—. A veces no puedo decir lo que es interno y lo que no lo es. Pero aún así, no hay necesidad de jurar. Demos continuó. Dio un paso para interponerse entre Jack y Alex, como un entrenador de fútbol preparando a su equipo en el primer tiempo. —Así que, al menos no necesito explicarlo en detalle. Ustedes, muchachos, van de vuelta a la base. Estoy seguro de que entre ustedes pueden encontrar la manera de un allanamiento de morada. Confío en ustedes dos, y es increíble la manera en que algo como esto puede forzar la mente a concentrarse.

Caminó a mi lado y me pasó un brazo alrededor de mi espalda. Estaba destinada a ser su propiedad. Sentí que mi columna vertebral se arqueó lejos de su toque y vi a Jack comenzar a burbujear de ira, los tendones en su cuello comenzaron a abultarse. Alex levantó el brazo una fracción para sostener a Jack. Demos parecía estar disfrutando del efecto que estaba teniendo. —Trae de vuelta a Alicia y te entregaré a tu hermana de vuelta con vida. No me importa cómo lo hagas. Es una buena oferta, creo. Dejé que mis ojos corrieran de Alex a Jack. Ambos estaban mirándome. Ambos tratando de transmitirme que no me preocupara, que todo iba a estar bien. Les di una sonrisa descolorida, tratando de convencerlos de que yo les creía. El hilo de sangre en la mejilla de Alex se había secado a una corteza rojiza y un moretón estaba hinchando su pómulo. Jack volvió la cabeza para mirar a Alex y Alex arrastró sus ojos de mí y miró a Jack. Vi la comunicación silenciosa pasando entre ellos. El gesto de la cabeza. No tenían que ser como Suki, se conocían muy bien. Además, Jack tenía su rostro al descubierto puesto. Pude ver que estarían de acuerdo en hacer lo que sea que Demos quisiera, y mi estómago se anudó en sí de miedo. Regresar a la base y tratar de sacar a alguien sonaba como un suicidio. Alex se volvió hacia Demos. Dio un paso hacia él. Noté la pistola todavía flotando en su espalda, pero Demos no trató de detenerlo. Se mantuvo firme, sus ojos vigilantes. —Si hacemos lo que dices, si conseguimos a Alicia, nos devolverás a Lila. ¿Lo juras? Demos asintió. —Soy un hombre de palabra, Alex. Deberías saber eso. Jack dio un paso ahora también, la pistola empujando su cabeza. Vi una sonrisa rizándose en los labios de Ryder. —Juro por Dios que si intentas cualquier cosa...

—Déjalo, Jack. Si alguien va a intentar cualquier cosa, los dos sabemos que vas a ser tú. Eres impulsivo, como tu hermana. Al igual que tu madre también lo era —lo dijo casi con cariño. Mi cuerpo retrocedió como si una serpiente se hubiera encabritado y me hubiera mordido. La reacción de Jack fue todo lo contrario. Se lanzó hacia adelante tan rápido que su mano se puso en contacto con la garganta de Demos, sus dedos cerrándose en torno a la suave carne antes de que Demos incluso tuviera tiempo de reaccionar. En el siguiente instante, Alex y yo nos abalanzamos sobre el arma a la cabeza de Jack. La mano de Alex la quitó de en medio y yo la hice girar entre las ramas de los árboles y del claro. Oí un gruñido de Bill y vi que Ryder golpeó con un fuerte codazo las costillas de Alex. Alex se dobló, abrazando su cuerpo, y dejó escapar un grito que se mezcló con los gritos de Suki. Pero luego hubo silencio al alrededor. Harvey dio un paso adelante con la otra arma en la mano y la llevó a descansar contra la base del cráneo de Jack. Mi corazón se detuvo en mi garganta. Demos retrocedió de la mano extendida y congelada de Jack, sus dedos masajeando los moretones rojos creciendo en su cuello. Alex se puso de pie, enderezándose, cuidando sus costillas, pero con un ceño confuso en su cara. Sus ojos me siguieron directamente. Yo no estaba congelada. Todavía podía pensar. —¿Estás bien? —articuló. Lo único que pude hacer fue asentir. Luego miró a Jack y vi la pregunta en sus ojos y el destello de ira viniendo a su paso. Demos tenía el ceño fruncido hacía Jack ahora. Su frente tan pesada que parecía que podría ceder en cualquier momento. —¿Tratando de probar mi punto, Jack? —preguntó. Luego se volvió hacia Bill y Harvey—. Ésta es una chica de diecisiete años —dijo, asintiendo en mi dirección—. ¿Pueden, o no pueden, encargarse de una chica de diecisiete años? Parecían avergonzados.

—Ya te dije que era fuerte —dijo Suki por detrás de Demos. —Tal vez podría darle a los dos unas lecciones. —Él se volvió hacia ellos—. Obsérvenla por favor. Luego se volvió hacia mí. —Lila, por favor frena tus talentos. O voy a tener que detener tus pensamientos. Y realmente no quiero tener que hacer eso. Hubo una pausa y me di cuenta que estaba esperando que respondiera. Asentí hacia él con los dientes apretados. —Entonces, ¿dónde estaba? Creo que le estaba diciendo a Jack que no intentara nada. Lo que cayó en oídos sordos, ¿cierto, Jack? —Él empujó su cara frente a la congelada de Jack—. Así que voy a decirlo una vez más, para ser claros. No. Intentes. Nada. Lo que sea. Ni siquiera piensas en traer a La Unidad a esto. No terminará bien. Recordé las palabras de Alex a lo largo de las mismas líneas. Era como si hubiera profetizado esto. Entonces escuché un chasquido y vi a Harvey amartillar la pistola contra la cabeza de Jack. Luché para mantener mi pánico y la rabia bajo control, aterrorizada de golpear la pistola de nuevo y se accionara sin querer, disparando en la cabeza de Jack. —Mueve la pistola, Harvey, la estás volviendo loca —dijo Suki. Harvey le frunció el ceño, pero hizo lo que se le dijo, apartándose pero manteniéndola en la espalda de Jack. Sentí el reflujo de pánico como una muesca y me pregunté si era por eso o si Demos había tenido algo que ver. Él no había dejado ir a Jack, sin embargo, su cuerpo todavía formando una torpe estatua delante de nosotros, con el rostro de aspecto extrañamente pacífico. Demos se volteó hacía Suki. —¿Qué está pensando? —Él estaba señalando a Alex. Dios, había deseado esa habilidad tan sólo unas horas antes, era tan irónico—. ¿Va a traernos a Alicia? ¿O está planeando traer a La Unidad?

Suki se detuvo, escuchando en silencio los pensamientos de Alex. Pude ver el surco de Alex frente a la violación. —No. De lo que puedo decir, no va a hacer nada que pueda poner en peligro a Lila. —Hizo una pausa—. Bueno, no en más peligro. Aunque, no sabe cómo van a volver a la base. O cómo van a sacar a Alicia. La seguridad es pesada. Yo... —Ella sacudió la cabeza—. Es... Pude ver su ceño fruncido y luego sus ojos se abrieron como platos. Ella se estiró y le susurró algo al oído a Demos. Él giró la cabeza para escuchar, sus cejas levantadas en interés, y luego me echó un vistazo. Se volvió hacia Alex. —Eso es interesante, Alex. Gracias por la información. Me pregunté qué demonios Suki le había oído decir a Alex. No parecía molesto con ella. Por el contrario, él hizo un gesto casi imperceptible. —¡Amber! —Demos estaba llamando a una figura en el borde del claro. Ella levantó la cabeza ante el nombre y caminó hacia nosotros rápidamente. Todo lo que pude ver era una nube de cabello rojo resplandeciente bajo el sol de la tarde y un par de piernas esculturales vestidas de cuero negro ajustado. Creó casi el mismo impacto que Rachel hacía en un grupo, y descendió un silencio. —Amber, ¿qué sientes? ¿Está diciendo la verdad? —preguntó Demos cuando llegó cerca. Se volvió hacia Alex, quien encontró su mirada con frialdad. Ella le sonrió como si fueran viejos amigos. —Oye, Alex, ¿estás diciendo la verdad? Vi el ceño fruncido de Alex ante la pregunta. ¿Qué era? ¿Un detector de mentiras humano? —Sí —respondió él con firmeza. Amber se quedó allí durante cinco largos segundos, sus ojos rastreando el cuerpo de Alex y una sonrisa revoloteando en sus labios. Me arrastré con

inquietud. Reconocía una mirada como esa cuando veía una. Tosí en voz baja y ella salió de su ensueño privado. —Sí, él está diciendo la verdad —le dijo a Demos—. Eso fue increíble. ¿Qué era increíble? ¿Qué había estado haciéndole a él con la mente? Lo miré con horror pero Alex parecía tan confundido como yo. Amber caminó a lado de Ryder y deslizó su brazo por encima del hombro, susurrando en su oído. Miró a Alex y otra vez a mí. —Bien. No me gustan los mentirosos —dijo Demos—. Y en cuanto a conseguir entrar en la base y el edificio, eres un hombre ingenioso, Alex. Estoy seguro de que se te ocurrirá algo. Y no te preocupes, vamos a cuidar bien de ella. Una sonrisa maliciosa dividió el rostro de Suki a la mitad. —Él dice que va a matarte si no lo haces. —Me gustaría verlo intentarlo —dijo una voz. —Absolutamente —dijo Demos—. De acuerdo, Jack, ¿me oyes? El rostro de Jack de repente pasó de su expresión cm un nirvana en piedra, a frío odio. —Voy a descongelarte, pero recuerda que hay un arma en tu espalda por lo que tienes que comportarte. Con eso Jack cayó hacia delante, tropezando de pie. Los tendones de su cuello estaban tensos como alambres y podías haber iluminado con la llama de sus ojos. —Alex y yo estábamos discutiendo detalles. Él está tratando de averiguar cómo va a sacar a Alicia. Y yo le decía que no tenía ninguna duda de que ustedes dos lo arreglarían. Aunque es una lástima y bastante sorprendente que no tengas un talento especial como tu hermana. Sabes que es genético, ¿no? Jack no respondió. Demos rió de repente.

—Es irónico, ¿no? Tú hermana siendo una pisco. Siendo una de nosotros. Tienes que encontrar eso divertido. Jack continuó ignorándolo, mirando a través de él. —¿No? ¿No es gracioso? —Miró a Suki y suspiró—. ¿Qué está pensando? Ella no apartó los ojos de Jack. —Está pensando que no importa lo que su hermana sea, ella nunca va a ser como nosotros. Que no es una asesina, ah, eso es interesante. Su cabeza se inclinó como un perro escuchando un sonido y tratando de averiguar de dónde provenía. —¿Qué? —preguntó Demos. —No él. Ella. —Me señaló—. Está preocupada porque es tal como nosotros. ¿Algo sobre un ojo? Todo el mundo se movió para mirarme y yo arrastré los pies y traté de hacer que mi mente se quedara en blanco. Dios, era tan molesta. Demos me consideró por un momento antes de volverse hacia Jack. —¿Sabes que hemos sabido todo el tiempo acerca de Lila? Hemos estado observándola. Tuvimos a Harvey aquí desactivando el sistema de alarma en tu casa para que Lila no lo desencadenara accidentalmente. Pensamos que no sería útil para cualquiera de nosotros si contenías a tu propia hermana. Estaríamos sin garantía, tú estarías sin una hermana, y probablemente sin un trabajo. La mandíbula de Jack parecía que podría estar a punto de dislocarse. Negué con la cabeza. Al menos ahora sabía por qué había tenido la suerte de mi lado. —Bueno, Jack, Alex —suspiró Demos—, hora de que se pongan en camino. Les voy a dar doce horas. Ten —le lanzó un teléfono a Alex que lo atrapó con su mano izquierda, sus ojos no dejando el rostro de Demos—, toma esto. Llamen al último número marcado cuando la tengan. Entonces les diré a donde ir. Alex apenas asintió hacia él. Demos se volvió hacia Jack.

—Es una lástima que no podamos disponer de más tiempo juntos. Pero al menos tendré el placer de la compañía de tu hermana en el futuro inmediato, si no el tuyo. Amber saltó unos pasos hacia atrás y lejos. —Demos, en serio, detenlo ahora mismo, vas a darle una aneurisma o algo así. Todo lo que puedo ver es rojo, rojo, rojo. Me está dando un dolor de cabeza. No me gusta. —No tanto como él persiguiéndote, cariño. —Se volvió hacia Jack—. Será mejor que te des prisa, el reloj está corriendo. Mis piernas empezaron a temblar. Miré a Alex, pero sus ojos ya estaban en mí. —Volveré, te lo prometo. No dejaré que te hagan daño —susurró hacía mí, como si no hubiera nadie alrededor para escucharlo. Entonces Jack estuvo bloqueando mi punto de vista, sus brazos envueltos apretados a mí alrededor. —Te quiero —susurró en mi oído—. Lo siento. Voy a arreglar esto. Una mano le tiró lejos. Era Ryder. —Vamos a enviar a alguien contigo. —Demos dio la vuelta e hizo una seña a alguien de quien no me había dado cuenta hasta ahora. No era más que un niño que llevaba un camiseta de Metálica y un par de Converse. Él era aún más joven que yo. Tenía que ser Nate. Me pregunté si Key estaba alrededor. —¿Cómo sabes su nombre? ¿Quién es Key? —preguntó Suki. Ella me miraba con curiosidad. Los otros se volvieron a mirar de nuevo. El chico Nate, estuvo súbitamente alerta. Traté de poner mi mente en blanco. La la la la la la la la. —No puedes seguir así para siempre —dijo Suki, con un toque de amenaza.

La la la la la la la.

—Oh, Demos, hazla parar. La… Suki me miraba con alivio en su rostro. ¿Por qué estaba mirándome de esa manera? —Key es mi padre. —Un chico estaba hablando detrás de la espalda de Demos. Tenía que ser Nate—. Él se puede proyectar. Es probable que esté aquí ahora mismo. Como uno, todos escanearon el claro de izquierda a derecha, los ojos mirando hacia las ramas y entre los árboles, en busca de un fantasma. —¿Y por qué iba a hacer eso? —preguntó Demos. —Al parecer, piensa que su hijo está aquí por la fuerza —dijo Suki, riendo. —Bueno, dile a ese Key cuando lo veas que estoy cuidando bien de su hijo. Es feliz, como puedes ver. —Demos miró a Alex y le indicó a Nate, quien estaba con la cabeza gacha ante la repentina atención—. Sal de donde quiera que estés. —Demos rió—. Sé que no te puedes mostrar. Pero si puedes oírme señor Johnson, estoy cuidando buen de tu hijo. Es feliz, lo puedes ver. Y no está aquí bajo coacción. —¿En serio? —hablé—. ¿Porque no estás físicamente tocándolo, sólo controlando su mente, él no está bajo coacción? Demos se volvió hacia mí con rabia, y escuché un gruñido que pensé que venía de la dirección de Alex. —No. No lo estoy controlando. Eso sería demasiado esfuerzo. Él está aquí porque quiere estar. —Se volvió hacia el claro, llamando al vacío entre el cielo y los árboles—. Espera ahí, Key, tal vez descubrirás algo que te hará cambiar de opinión. Tal vez serías feliz estar con nosotros, también, y Lila. Siempre me vendría bien otro proyector —me miró—, y alguien con habilidad telequinética. —Sobre mi cadáver —le contesté. Demos frunció el ceño y se volvió hacia Alex y Jack una vez más.

—Creo que es hora de que ustedes dos estén en camino. Tomen la moto de Alex, va a ser más rápido. Recuerden, el proyector Nate los seguirá, así que no intenten nada, ¿de acuerdo? Nos vemos en doce horas. Se acercó a mí y puso su mano sobre mi hombro, sus dedos tan pesados como losas de plomo. Todo mi cuerpo se puso rígido y pensé que estaba haciéndome algo otra vez, hasta que me di cuenta de que era sólo mi reacción natural a su tacto. Luché por cada instinto de hacer caso omiso de él y murmuré la palabra: “vete” a Alex. Vaciló, con los labios entreabiertos, y por un instante pareció que estaba a punto de decir algo, pero luego agarró a Jack por el codo. —Vamos —dijo, y tiró de él hacia atrás fuera del claro. Me dieron una última mirada antes de girar alrededor y empezar a trotar hacia el teleférico. Tragué saliva varias veces, sintiendo el violento estiramiento del elástico invisible que me ataba a Alex y luego el repentino latigazo contra mi interior cuando se partió en dos. Me quedé mirando tras ellos, en medio de un círculo formado por los asesinos de mi madre, y me pregunté si era la última vez que los vería. De la nada, Suki apareció de repente a mi lado y puso su brazo alrededor de mis hombros. —No te pongas triste —susurró en mi oído—. Él te ama. Se lamenta que nunca te lo dijera.

24 Traducido por Caami

H

Corregido por Michy

abía visto unos ojos como los suyos en un cadáver de tiburón una vez. Eso era todo en lo que podía pensar cuando nos sentamos uno frente al otro en la mesa de picnic. Era una indeseable ubicación para un cara a cara con un asesino. Demasiada luz. Demasiado tranquilo. Como una escena de Bambi. Me moví incómoda en los tablones de mi asiento y miré alrededor. Me pregunté dónde estaban Jack y Alex ahora mismo. Probablemente llegando a la parte inferior en el teleférico, o probablemente ya en la carretera. Era inútil saberlo, pero miré por encima de mi hombro para ver si venían, medio esperando que estuvieran todavía en la montaña y a punto de lanzar una misión de rescate. Pero el dolor que estaba sintiendo por dentro y el dolor entre mis costillas me decía alto y claro que Alex se había ido de verdad. Escaneé el claro de todos modos. Amber y Ryder estaban paseando brazo en brazo por uno de los muchos caminos que conducían fuera de la zona de picnic. Harvey y Bill estaban rodando cigarrillos en una mesa a veinte metros de nuestra derecha. El cuerpo de Nate estaba desplomado sobre la mesa entre ellos. Se veía como si estuviera durmiendo una resaca. Mientras miraba, Bill tomó un suéter, lo dobló y lo colocó debajo de la cabeza de Nate. Suki estaba sentada al lado de Demos, ojeándome a través de esas pestañas largas como patas de araña suyas. Podía sentirla hurgando dentro de mi cabeza, provocando un hormigueo en mi cuero cabelludo. O tal vez sólo me lo estaba imaginando. Aparté la vista de ella, tratando de bloquearla, si eso fuera posible. Después de medio minuto más de silencio absoluto, se volvió hacia Demos, sacudiendo la cabeza.

—Ellos le han dicho todo tipo de cosas. ¿Algo sobre ti queriendo robar armas nucleares? Es como una historia de L. Ron Hubbard allí. La miré fijamente, mis labios separados. —Voy a buscar algo de comer. Los dejo a ustedes dos —dijo ella, levantándose del banco y dando saltitos en dirección a la cafetería. La vi irse. —Soy culpable de tal vez la mitad de lo que dicen. Giré mi cabeza de vuelta a Demos. Tenía las manos cruzadas delante de él en la mesa. Consideré sus palabras durante unos segundos. —¿Cuál mitad? —pregunté. Soltó un bufido. Supuse que era una risa. —Me gustas. Eres luchadora —dijo—. Al igual que tu madre. Me aferré al borde de la mesa hasta que sentí una astilla clavándose debajo de la piel de mi pulgar. —No hables de mi madre. —Mi voz salió como un siseo. —Lo siento. —Un profundo surco se formó entre sus cejas—. Sólo eres como ella… me refiero a la forma en que te ves, tus modales. Es… —Sacudió la cabeza y me miró atentamente en lo que tomé como asombro. Estuve en silencio por unos segundos en un estado de shock total. —¿Cómo sabes cómo se veía mi madre? Sólo la conociste lo suficiente como para matarla. El surco en su frente se había convertido en una depresión. Bajó la mirada hacia la mesa y luego de nuevo a mí. —Lila, no maté a tu madre. —Me quedé inmóvil, sin parpadear, incrédula. —Admito que soy culpable de alguno de los delitos de lo que me acusan. El allanamiento de morada, probablemente la traición, sin duda un asesinato. Inhalé profundamente.

—Pero no estoy muy interesado en el robo de armas nucleares —dijo, levantando las cejas, obviamente divertido—. Y no maté a tu madre. No estaba segura de si Demos estaba aquietando mi voz o si mi cerebro ya no sabía cómo funcionar. Sin embargo, todavía podía escucharme a mí misma pensar, las ruedas estaban evolucionando, corriendo detrás de las preguntas, por lo que no podía ser él. Y mis sentimientos todavía estaban allí. Traté de descifrarlos. Definitivamente había enojo. Pero mayormente dolor. Y un montón de confusión. No creo que él estuviera haciéndome algo. —Conocí a tu madre. Levanté la vista, sorprendida. —¿Cómo? —Ella era una amiga mía. —Por supuesto que lo era. Y Nate no está aquí bajo coacción y no me estas secuestrando. Y de verdad eres un buen tipo, apuesto que te gustan los cachorros y enseñar en la “Escuela Dominical.” Cuando no estás matando a la gente en tu día libre. Sus puños golpearon la mesa, haciéndome saltar, pero él se reía, su cuerpo temblaba. —Vaya, Suki tenía razón, realmente han hecho un número para ti. No le hice caso. Sabía lo que había leído. Pero Alex le había dicho a Jack que no creyera en todo lo que leía. Maldita sea, no sabía qué creer. Pero luego miré a Demos y supe a ciencia cierta que no había forma en que mi madre hubiera sido su amiga. —Mi madre nunca podría, ni en un millón de años, haber sido tu amiga —le dije, pero mi poder de convicción ya estaba empezando a flaquear. Dejó de reír. —Ella lo era, Lila. —Estás mintiendo. ¿Por qué me mientes?

—Por un tiempo ella fue algo más que una amiga. Negué con la cabeza y se rió. —La quería mucho. Mi risa murió tan repentinamente como la suya había hecho. Mis manos se movieron automáticamente para cubrir mis oídos. —¡Basta! —grité—. ¿Por qué estás haciendo esto? —Te estoy diciendo la verdad, Lila. Amaba a tu madre y por un tiempo ella también me amó. —Apretó las manos contra su frente y cerró los ojos—. Entonces, hice algo estúpido y ella no me lo perdonó, no es que la culpe. —Abrió los ojos de nuevo—. Ella conoció a tu padre y… —tomó una respiración profunda—, no mucho después ella esperaba a tu hermano. Ya era demasiado tarde. —¿Tú… y mi madre? ¿Esperas que me lo crea? —Me levanté de la mesa para ponerme en pie. Tenía que alejarme de él. Antes de que pudiera ir a cualquier lugar él metió la mano en su bolsillo trasero y caí de nuevo en el asiento, repentinamente con temor. Pero sólo estaba sacando su billetera. Deslizó un cuadrado de papel desde el interior y lo llevó al otro lado de la mesa para mí. Lo tomé lentamente de él. Era una fotografía. En blanco y negro, tomada en una cabina de fotos. Una plaza pequeña mostrando dos caras familiares. Sólo que no podía darle sentido. Me quedé mirando la persona que sonreía a la cámara, el cabello largo caía en cascada por su espalda, sus ojos iguales a los míos. Era mi madre, no hay duda al respecto. Y se veía tan feliz. Sin embargo, la otra persona no era mi padre. Era Demos. Indudablemente, aunque mucho más joven. Tenía sus brazos envueltos alrededor de mi madre y estaba acariciando —no había otra palabra para ello— acariciando su cuello. La puse sobre la mesa y la empujé hacia él con el dedo índice. Noté que mi mano temblaba. Un poco de agua cayó delante de mí sobre la mesa y miré sorprendida antes de darme cuenta de que estaba llorando. Demos empezó a hablar suavemente ahora, casi con fervor.

—Yo la amaba. Amaba cuán apasionada, idealista e impulsiva era. Amaba como siempre quería hacer lo correcto, sin importar lo que costara. Como siempre sabía lo que había que decir. Amaba la forma en que apartaba el cabello fuera de su cara, justo como lo estás haciendo ahora, y la forma en que ella sonreía y todo su rostro se iluminaba. Tomé varias respiraciones antes de poder pronunciar palabras: —¿No la mataste? —Eso es lo que he estado tratando de decirte. —Pero si no lo hiciste, ¿quién lo hizo? Podía escuchar mis latidos en mis oídos como una cascada. —El senador para el que ella trabajaba. Él la mató. Varios segundos se expandieron y contrajeron frente a mí. ¿Andrew Burns? Pero él también había sido asesinado. Había visto un informe. Demos lo había juzgado y condenado por su asesinato. Me preguntaba si sabía que había una silla eléctrica preparada y esperando por él en la base. Entrecerré los ojos con sospecha. —¿Por qué habría querido matarla? Frunció el ceño de nuevo y sus ojos se entrecerraron más por el peso de su mirada. —Porque, Lila, tu madre era única, como tú. Tenía un don muy especial. Me levanté de nuevo, luchando por desanudar mis piernas de debajo de la mesa. Entonces me estaba tambaleando y tropezando contra la tierra apisonada. Al instante siguiente, estaba de rodillas en el suelo y Demos estaba a mi lado. —Deja de hacerme esto. ¡Deja de controlarme! —salió mitad grito, mitad gruñido. —No lo hago, Lila. No estoy haciendo nada, lo juro. Ven… —Me tendió la mano y me miró.

Entonces me acerqué lentamente y dejé que me levantara. Una vez en pie, arranqué mi mano y nos quedamos allí por un largo rato, sólo mirándonos el uno al otro. —¿Qué podía hacer ella? —pregunté finalmente. —Podía leer la mente, como Suki. Mi boca cayó abierta. Demos levantó una mano hacia mí. —Lo siento. Noto que debe ser una sorpresa. ¿Una sorpresa? Él era el rey del eufemismo. Estaba siendo bastante habilidosa en el manejo de las sorpresas, revelaciones, asaltos y secuestro que habían ocurrido hace una hora básicamente, pero esto… esto fue sacado de la nada. ¿Cómo pudo mi madre haber ocultado un secreto como ese durante tanto tiempo? Sólo he estado guardando mi habilidad secreta por cuatro años y ya sentía como si la mitad del mundo lo supiera. Sin embargo, Jack y yo nunca lo supimos. Me pregunté si mi padre lo hacía. —Ahora sabes que tu madre era una de nosotros, ¿todavía crees la basura con la que te están alimentando de que nosotros somos monstruos infrahumanos? —Puso sus ojos en blanco—. ¿En serio? Vamos. —Me estaba mirando como si tratara de evaluar exactamente cuán ingenua era. Me acordé de la conversación que había tenido con Alex en el motel. Él había dicho que ya no creía en La Unidad. Por mí. Un dolor que parecía quitar el hueso de mi músculo, recorrió a través de mí. Lo quería tanto aquí conmigo, en estos momentos. Quería que me ayudara a darle un sentido a todo. Miré a Demos, luchando por encontrar una respuesta. —Yo… —Les he traído algo de comida a los dos. —Suki apareció de repente junto a la mesa de picnic. Llevaba consigo una bolsa de papel marrón y nos llamaba con señas. Miré a Demos. Quería terminar la conversación, preferiblemente no con ella en cualquier lugar cerca de mí.

—Vamos, siéntate. Tienes que comer algo. —Puso su mano en la parte baja de mi espalda y me empezó a llevar a la mesa. Golpeé su mano lejos. —No quiero comer. Quiero que me digas qué le pasó a mi madre. —Te lo diré, Lila. Sólo ven y siéntate. Dejé que me empujara de nuevo hacia la mesa y me senté con una rabieta. Suki se sentó frente a mí, junto a Demos. Le di uno de mis mejores fruncidos de ceño. No la necesitaba a ella leyendo mis pensamientos justo ahora. O nunca, de hecho. ¿Cómo podían los demás soportarlo? Ella me dio un sándwich en silencio, la sonrisa se fue de su cara. Cuando ignoré la ofrenda, ella lo dejó en la mesa delante de mí. —Tu madre era una mujer extraordinaria, Lila. —Demos me miraba con tanto amor que no tenía ninguna duda de que estaba viendo a mi madre delante de él. Por lo menos esperaba que él viera eso. Arqueé una ceja y crucé mis brazos sobre mi pecho. —Lo siento, tú lo sabes. No hace falta que te lo diga. Es simplemente extraño verte aquí, delante de mí. —Negó con la cabeza—. Esto está haciendo que todo parezca tan real otra vez. Como si fuera ayer. —Se detuvo y tomó aliento—. La conocí cuando ella no era mucho mayor de lo que eres ahora. Éramos estudiantes de primer año en Stanford. Nos conocimos en la universidad la primera semana, para mí fue amor a primera vista. Ella era hermosa. Mis fosas nasales se dilataron. No quería escuchar esto. Notó mi reacción con una sonrisa y un asentimiento, pero continuó de todos modos. —Ella era realmente algo especial, y vio a través de mí inmediatamente… — Se rió entre dientes al recordar y sentí como una patada de caballo en mis entrañas—. Un talento como el de tu madre es muy difícil de manejar. —Lo vi lanzar una mirada en dirección a Suki y registré su media sonrisa hacia él—. He visto llevar a la gente a la locura. Por lo general, escuchar tu propia voz interior es suficiente para empujarte al límite, imagina lo que te hace cuando eres capaz de sintonizar con todos los demás.

Eché un vistazo a Suki, tal vez ella había sido empujada hacia el límite. Eso explicaba mucho. —Pero tu madre, ella era especial, veía su habilidad sólo como algo bueno. Algo que podía utilizar con un don. Para ayudar a los demás. —Pero... Levantó una mano. —Estoy llegando a eso. Tu madre era una idealista. Creía en serio que podía cambiar el mundo. Creía que si se metía en la política podía hacer una diferencia real. Supongo que eso es lo que la mayoría de los políticos piensan. Bueno, quizás no la mayoría. Pero ella tenía una ventaja sobre los otros. Pensó que si podía leer la mente de la gente no tendría ningún problema influenciando a las personas. Créeme, vi a tu madre hacer su magia y fue impresionante. Tendría que haber sido abogada. Ella podría haber hecho millones. Podría haber convencido un jurado entero en cuestión de segundos. —Entonces, ¿por qué te dejó? Él hizo una mueca. —Conoció a tu padre. No podía competir con su acento inglés. O con sus miradas morales, encantadoras o buenas, supongo. Oí una risita minúscula emanar de la dirección de Suki. —Y todo terminó sin más. Estaba tan contenta de que mi madre hubiera acudido a sus sentimientos. Demos podría haber sido mi padre. No vale la pena contemplar eso. —Estaba locamente enamorado de ella. Y cuando estás locamente enamorado haces cosas locas. —Podría haber jurado que me estaba mirando con una mirada intencionada pero entonces continuó—. Todo lo que podía pensar era en frenarla de sentir cualquier cosa por Michael, tu padre. Creí que si podía hacer eso ella volvería a mí, estúpido, lo sé. Pero antes de que pudiera hacer cualquier cosa ella me escuchó, leyó mi mente tan pronto como tuve la idea. Ni siquiera lo

hice, ni siquiera lo pensé. Pero ella lo escuchó, me llamó la atención por eso y terminó conmigo. No la culpo. Se detuvo un momento antes de continuar. —No hablamos por casi diecisiete años. Se mudó a la Costa Este para alejarse de mí. Se casó con tu padre. Te tuvo a ti y a Jack. ¿Estaba esperando que tuviera simpatía por su trágica vida amorosa? —Genial. Así que ahora sé todo acerca de lo mucho que amabas a mi madre. Sin embargo, eso no me dice por qué ella está muerta, y por qué te lo reprocharon. Me ignoró. —La próxima vez que escuché de tu madre, me llamó de la nada. Estaba trabajando para algún senador y descubrió que había algo a lo que ella realmente temía. Nunca me habría llamado de otra manera. No habíamos tenido contacto por un tiempo muy largo. —¿Qué te dijo? —Ella necesitaba mi ayuda. Dijo que yo era el único que sabría qué hacer. Así que fui directamente a Washington DC. —Frunció el ceño ante la mesa, y luego hacia mí—. Pero estaba muerta incluso antes de que llegara. Cerré los ojos y traté de seguir respirando. Cuando los abrí de nuevo los vi a él y a Suki viéndome con recelo. —¿Cómo sabes a ciencia cierta que Burns fue quién la mató? Demos se inclinó hacia mí, con los brazos casi tocando los míos. —Fue él. Tengo la prueba. Envié a alguien que conocía, un tipo llamado Thomas, para averiguarlo. Él podría proyectar. No le tomó mucho tiempo averiguarlo. No es que hubiera otros sospechosos, de todos modos. Necesitaba saber lo que tu madre había descubierto, por qué tenía que matarla. —Se rió por lo bajo—. Quería hacerlo como tu madre lo habría hecho. Sin violencia. Nada ilegal. Créeme, esto iba en contra de mis principios. Antes lo habría matado por lo que hizo.

Iba en contra de mis principios también. Deseé que lo hubiese matado. —Thomas se sentó dentro de algunas conversaciones interesantes. Él se las arregló para pasar un poco de información antes de desaparecer. Dejé salir las palabras de mi boca. —¿Qué fue de él? —Asumí que lo asesinaron también. —Miró de reojo a Suki y los vi intercambiar una sonrisa. —Entonces, ¿qué hiciste? —pregunté nerviosamente. Me echó un vistazo por un momento, sopesando sus palabras, tratando de medir mi probable reacción. —Maté a Burns. No me inmuté. Me encontré con su mirada fija adelante. No dio marcha atrás. No, definitivamente no tenía remordimiento. —Pero ya era demasiado tarde para detener lo que había empezado. —¿Qué quieres decir? ¿Qué había empezado? Demos dio una fuerte inhalación. —La Unidad. Burns fue el hombre detrás de eso. Mis manos cayeron planas sobre la mesa y me incliné hacia delante. Nuestros brazos se tocaban. —Burns tomaba sobornos de compañía de defensa, Empresas Stirling. Ellos pagaron sobornos de seis cifras. Como era de esperar, la compañía ganó un muy grande, muy lucrativo contrato militar. —¿Él la mató por dinero? ¿De eso se trataba? —Furia silbaba en mi voz. —No eran sólo los sobornos que tu madre descubrió. Eran los detalles del contrato. Eso es lo que no podían darse el lujo de hacerlos un conocimiento público. En la superficie se trataba de un modelo de contrato de defensa, para

desarrollar y suministrar nuevas armas para los militares. Pero tu madre descubrió exactamente qué era la que estaban investigando y desarrollando. Parpadeé varias veces mientras absorbía la información. —Nos están investigando, Lila. Eso es de lo que tu madre descubrió. La Unidad está tratando de aislar el gen que activa nuestras habilidades para que ellos puedan usarlo después para crear nuevas armas. Eché la cabeza hacia atrás y reí tan fuerte que Bill y Harvey me miraron. —Sí, está bien, eso tiene mucho sentido. —No, no estamos locos. —Suki estaba respondiendo a las acusaciones silenciosas que ahora estaba tirando hacia su dirección—. Imagina si alguien pudiera hacer lo que Demos hace, sólo a cientos o miles de personas a la vez. —Eso no es posible. —Podría ser que no hubiera estado escuchando muy atentamente en las clases de biología, pero sabía que no era posible. —Sí lo es —interrumpió Demos—. La terapia genética es la ciencia que más rápido avanzó en nuestro tiempo. Deberías ver el progreso que están haciendo en medicina. En realidad es bastante fascinante cuando se tiene tiempo para estudiarlo. Todo esto, todo lo que estamos hablando, es posible. Está bien, tal vez no sabía mucho después de todo. —Entonces, ¿me estás diciendo que esta compañía, La Unidad, no está desarrollado nuevas armas o balas, o bombas, pero está, en realidad, tratando de crear un súper ejército de fenómenos del control mental? —No usaría esa terminología exactamente, pero, sí. ¿Por qué más una compañía de defensa emplearía genetistas y neurocientíficos? Pensé inmediatamente en Sara. De ninguna manera. ¿Sabía ella lo que estaba pasando? No podía. Era tan agradable. Jack estaba tan enamorado de ella. Una fracción de segundo después, mi cuerpo se congeló, los músculos contrayéndose en mi columna vertebral. —¿Jack y Alex? ¿Saben?

Suki sacudió la cabeza, su cabello angular corto chocando contra sus mejillas. —No. No lo saben. Ellos piensan que lo científicos están sólo ahí para hacer evaluaciones psicológicas. No tienen idea de lo demás que está pasando. —No son más que soldados, Lila. Los peones de un juego. Miré a Demos. —Fueron reclutados adrede. ¿Por qué más se acercarían a dos chicos de dieciocho años en su primer año? Fue de genios. Están explotando a tu hermano y a Alex en su obsesión de venganza y utilizándolos para atraparme. Saben que reclutando a Jack me daría tiempo de pensarlo dos veces. Levanté las cejas con escepticismo. No parecía que le hubiera dado mucho para pensar. —Es hijo de Melissa. Ellos sabían que no sería capaz de hacerle daño. Sí, pensé, eso depende de cómo se defina daño. Secuestrarme y enviar a Jack en una loca misión suicida califica como daño, en mi opinión. —No teníamos otra opción, Lila. —Era Suki de nuevo. Se me olvidaba que tenía acceso a mis pensamientos. Estaba a punto de lanzar una diatriba pero Demos me interrumpió, su voz tan terminante que me detuvo como una luz roja. —Y la verdadera tragedia de esto, la cosa realmente enferma, es que todo este tiempo, mientras ellos han estado viniendo en pos de mí, tu hermano y Alex han estado trabajando para las mismas personas que mataron a tu madre. La compañía le dijo a Burns que lo hiciera. Ápices de energía comenzaron a parpadear por mis brazos y piernas. El sándwich delante de mí de repente dio media vuelta sobre la mesa. La manos de Demos salió disparada y lo atrapó a medio giro. Sus ojos se abrieron con una suave advertencia. Trabajé en mi respiración, tratando de establecer mi mente zumbeante.

Pronunció las siguientes palabras lentamente, mirándome atentamente para detectar cualquier reacción más adversa. —Los hombres que mataron a tu mamá son de La Unidad. Tu hermano y Alex los guían. Puse mi cabeza en la mesa, apoyando mi frente contra la madera áspera, sintiendo ola tras ola de náuseas sobre mí. Pinchazos de sudor comenzaron a gotear de la parte de atrás de mi cuello. Había estrechado probablemente la mano de los hombres que habían matado a mi madre. ¿Cómo puede algo de esto permitirse suceder? Sentí una mano, Suki supuse, empezar a acariciar mi antebrazo, y luego su voz, ligera y suave, respondiendo a mi pregunta silenciosa. —La Unidad funciona totalmente fuera de los parámetros normales. Demos habló. —No le responden a nadie, Lila. Es tan grande el secreto que sólo unas pocas personas en el gobierno conocen su verdadera misión. Levanté la cabeza de la mesa, que pesaba como el mármol. Me acordé de Alex diciendo que La Unidad funciona bajo una autoridad más alta incluso que la del Presidente. La claridad comenzó a desdibujarse como si estuviera en un tiovivo en marcha. Sentí que me lanzaba a la izquierda, mi codo haciendo grietas en el lado de la mesa. Puse mi cabeza de vuelta abajo y cerré los ojos. —¿Por qué te quieren tanto? ¿Debido a que mataste a Burns? —le pregunté, una vez que el mundo había dejado de girar. —No, no por eso. —Él se reía en voz baja para sí mismo—. Les hice un favor. Les ahorré un montón de dinero y la molestia de hacerlo ellos mismos. Suki interrumpió. —Están detrás de Demos porque es el más poderoso de todos nosotros. Es único de una especie. No como el resto de nosotros. —Abrí los ojos y levanté la vista. Sonaba con temor por él. Me di cuenta del rubor subiendo por su cuello.

—Es suficiente con saber lo que La Unidad está haciendo —dijo Demos—. Pero, sí, la razón principal por la que me quieren, a todos nosotros, de hecho, es que si nos atrapan, llegarán a la veta madre. Cada habilidad conocida de una sola vez. Nos van a probar como ratas de laboratorio. Conseguir lo que quieren, después deshacerse de nosotros. Vi como el rubor de las mejillas de Suki disminuían. Luego levantó su barbilla y su cabeza bruscamente giró hacia un lado. Ella y Demos se levantaron del banco al unísono, ambos mirando hacia la mesa donde Bill y Harvey seguían sentados. Me di cuenta de que Amber y Ryder se les habían unido. Me pregunté qué estaba pasando, y entonces vi que Nate estaba sentándose entre ellos. Él estaba de vuelta. Corrí tras de Demos y Suki, quienes ya estaban a medio camino hacia él, Suki luchando para mantener el ritmo de Demos. —¿Qué está pasando? —exigió Demos cuando los alcanzamos. —Están ahí. Están dentro. Inhalé tan fuerte que todos se volvieron hacia mí. —¿En el edificio? ¿Cómo lo consiguieron? —Se llevaron a Rachel. —La cara de Nate estaba bastante brillante de alegría, como si acabara de jugar un videojuego y se había abierto paso hasta el nivel final. Amber abrió un espacio a su lado en el banco y dio unas palmaditas en él mientras miraba por encima hacia mí. La estudié un tiempo y luego me hundí lentamente en el banco. Bill me sonrió, y Harvey me dio una sonrisa de lado y un asentimiento, el cigarrillo todavía sujeto en la esquina de su boca. —Fue muy inteligente. Fueron directamente a su casa en la base. Alex subió casualmente los escalones y llamó a su puerta como si estuviera allí para ver el partido o algo así. Ella fue directa a él tan pronto como abrió la puerta. Me alegré de que estuviera sentada.

—Ella fue toda: ¿Dónde has estado? ¡Oh, Dios mío! Alex se la jugó totalmente. Le dijo que él había tenido que ir tras de Lila... —se detuvo para mirarme, con una leve sonrisa de disculpa—, porque ella había escapado. Dijo que la había encontrado, le había dado una buena charla y la había enviado en un avión de vuelta a casa. Entonces lo siguiente es que tiene un arma en la cabeza de Rachel y le dijo que viniera a dar una vuelta. En serio, fue como el mejor movimiento del mundo, como si fuera Jason Bourne o algo así. La metieron en el auto. ¿Mencioné el auto? Lo robaron fuera de la base. Un hardcore 4×4 motor turbo. Es impresionante. —Nate. —La voz de Demos fue dura como una piedra—. ¿Qué hicieron? —Lo siento. —Él sintió la reprimenda—. Se la llevaron a La Unidad. Le dijeron que cooperara o que era tan buena como muerta. Jack le dijo que todos iban a entrar y que ella iba a autorizar un cambio de prisionero. Algo acerca de llevar a Thomas y Alicia a la Sede de Washington. ¿Thomas? Thomas estaba muerto. —¿Qué quería decir con Thomas? Todos se volvieron a mirarme, a excepción de Demos. —Nate —dijo—, regresa ahora mismo. Cuéntanos cuando estén de camino. Nate asintió, impaciente como un cachorro. Ryder atrapó sus hombros momentos antes de que su cabeza golpeara inconsciente sobre la mesa. Volvió a colocar el suéter enrollado con suavidad. Suki se acercó y acarició el cabello de Nate. Demos me clavó en mi lugar con una de sus miradas. —Thomas está vivo. Alex nos dijo. —¿Cuándo te dijo eso? —Antes, en el claro. Nos dijo que Thomas estaba vivo y que él nos lo traería a él y a Alicia a cambio de ti a salvo. Volví a pensar en Alex de pie allí con una pistola en la cabeza. La comunicación silenciosa que había tenido con Suki. La mirada en sus ojos antes de

que él se diera media vuelta y se marchara. Mis dedos trazaron la pulsera en mi muñeca, recordando la forma en que sus manos se habían sentido al sostener mi cara, la forma en que su aliento tenía me hacía cosquillas en el cuello, la presión de sus labios en los míos. Y no pude soportarlo más. Sentí como si mi mente se iba a cerrar, apagar. Me lancé en posición vertical y comencé a alejarme de la mesa. Me preparé para la congelación inevitable pero al no llegar me di vuelta y eché a correr hacia los árboles en la distancia. —Déjala ir —escuché decir a Demos.

25 Traducido por Vettina

S

Corregido por Michy

uki me encontró. Estaba sentada contra la base de un árbol. Calculé que había estado allí una hora. Posiblemente más. La luz filtrándose en rayos a través de las ramas por encima de mí era casi horizontal. —Ahí estás —dijo Suki. —¿Está de vuelta Nate? —pregunté. —No. Todavía no. Me dejé caer de nuevo contra el árbol. Les habían disparado o capturado, lo sabía. Cubrí mi rostro con mis manos y apreté mis ojos ya cerrados. —Van a estar bien, Lila. Son Alex y Jack. Son buenos en lo que hacen. Vamos a esperar a Nate. Incluso podría estar de vuelta ya. Me apresuré a levantarme, mis piernas rígidas de estar sentada con las piernas cruzadas tanto tiempo. Regresamos en silencio. Parecía tener poco sentido hablar. El claro estaba surcado con sombras, el cielo sobre nosotros volviéndose índigo. Todo el mundo estaba reunido alrededor mirando a Nate, aún desplomado sobre la mesa. Amber se giró primero, sintiendo nuestra llegada. Todo el mundo levantó la mirada, siguiendo la de ella, y vi la angustia en sus rostros. Se veían como una familia junto a la cama de un paciente de cuidados intensivos. Sonrieron cuando nos vieron y me sentí enrojecer. Sólo unas pocas horas antes yo había estado teniendo una batalla telequinética con Bill mientras Ryder sostenía una pistola en la cabeza de Jack. Ahora todos éramos amigos, ¿de repente? Dios, ¿qué estaba pasando? Tal vez tenía esa cosa —¿cómo se llamaba, Síndrome de Estocolmo?— donde el secuestrado desarrolla un vínculo con la persona que

realiza el secuestro. A veces incluso se enamoran del secuestrador. Miré a Demos. No, eso definitivamente nunca iba a suceder. ¿Qué demonios había estado pensando mi madre? Dudé unos metros lejos de la mesa. —Vamos, no mordemos —susurró Suki, rozándome al pasar y yendo a estar junto a Demos. Demos asintió hacia mí, luego volvió a estudiar el rostro inconsciente de Nate. Me quedé pendiendo en la periferia por un minuto, luego fui y me senté en el borde de la banca, al lado de Ryder. Los minutos pasaban, el cielo oscureciéndose como si un bote de tinta hubiera sido difuminado en él. Estaba empezando a sentir filtrarse mis últimas esperanzas cuando Suki y Amber, ambas, parecieron tensarse. Amber levantó la cabeza del hombro de Ryder y Suki rebotó hacia adelante y puso su brazo alrededor de Nate. Todos mirábamos su cara, esperando señales de vida. Parpadeó un par de veces y luego se sentó, sacudiendo la cabeza. La expresión aturdida comenzó a aclararse y de repente estaba sonriendo hacia nosotros. —Lo lograron. Están en camino. La tensión se evaporó como si nada. Harvey apagó su cigarrillo y comenzó a encender otro. Amber dejó escapar un gran suspiro y vi como Ryder suavemente le acarició el cabello. Fue hecho con tanta ternura que sólo mirándolos se sentían como anzuelos incrustados en mi piel. Miré a Nate en su lugar, deseando que me dijera más. Para hacerme saber cómo estaban, si estaban heridos. —¿Qué pasó? ¿Cómo lo hicieron? ¿Alguien salió herido? —estaba preguntando Suki por mí. —No, están bien. Están todos bien. Bueno… más o menos. —Miró a Demos y vi su nuez de Adán subir y bajar mientras tragaba—. Alicia está bastante enojada. Pero ella está bien. Sólo unos moretones. Thomas... él no está bien. Sentí mi cuerpo liberarse como un globo pinchado. Mis dedos se estiraron desde su posición agarrando la parte inferior del asiento. —Vamos —dijo Demos, caminando.

Sin decir una palabra todos se levantaron y movieron tras de él. Nate estaba caminando justo por delante de mí, junto a Suki. Corrí hacia ellos. —¿Alex está bien? ¿Mi hermano? Los dos se volvieron hacia mí. —Están bien —dijo Nate, sonriendo ampliamente—. Fue pan comido. Ni siquiera sudaron, fue tan genial. —Sonaba como si estuviera enamorado de ellos. —¿Cómo lo hicieron? —No sé. No podía entrar, o estar cerca del edificio. Esperé afuera. Simplemente entraron y luego salieron veinte minutos más tarde con Alicia y Thomas. Después, todos subieron al auto y se marcharon. Estuve un poco con ellos en el auto y luego volví aquí. —¿Qué pasa con Rachel? ¿Qué hicieron con ella? —pregunté. —Oh Dios mío. —Suki se detuvo en seco—. ¡Nate! Demos se detuvo aún por delante de nosotros, luego marchó acercándose. —¿Qué? —Rachel. Están trayendo a Rachel —le dijo Suki. La cara de Nate era afligida. —Sí, lo siento, olvidé decirte. No querían dejarla, pensaron que podría sonar la alarma, así que la trajeron con ellos. Tuvieron que ponerla en el maletero. —Él se encogió de hombros. No pude evitarlo. Me reí en voz alta. Demos consideró las noticias por un minuto. —Nate, ¿puedes volver? Los hombros de Nate se hundieron.

—No estoy seguro. Estoy muy cansado. Demos lo evaluó por unos segundos y luego asintió. —Está bien, lo entiendo. —Puso una mano sobre el hombro de Nate—. Lo hiciste bien. —¿Tal vez pueda volver a intentarlo dentro de un rato? —Tal vez. —Demos asintió otra vez, luego se marchó, sacando un teléfono celular del bolsillo y marcando. Me pregunté si estaba llamando a Alex y si él me dejaría hablar con él, pero él ya estaba fuera del alcance del oído. Me quedé atrás con Nate y Suki. —¿Es la proyección que haces que te canses? — pregunté. Nate me miró y asintió. —Es como correr a toda velocidad. Mega divertido pero mega agotador. Llegamos hasta el teleférico cuando lo estaban cerrando para el último paseo. Eso fue buena sincronización por parte de Nate. Una vez que estábamos todos dentro, me moví lentamente, tan casualmente como pude de los demás y me quedé en el lugar exacto en el que Alex me había besado. Cerré los ojos y traté de revivir el momento, la forma en que su pulgar había tocado mi labio inferior. La forma en que sus labios se habían sentido cuando él los había presionado contra los míos, la forma en que me había mirado con esos ojos de terciopelo azul. Tomé una respiración profunda y noté que el dolor en mi caja torácica estaba mejor. Como la explosión de una bomba me di cuenta. Alex me ama. Sentí la sonrisa dividir mi rostro en dos. Se desvaneció cuando me acordé que antes de que Demos apareciera Alex se había estado yendo para dejarme. De hecho realmente me había dejado. Sus últimas palabras habían sido algo acerca de ser el momento. Eso era: “Cuando bajaste las escaleras y caíste sobre mí”, dijo él, “ese fue el momento.” ¿El momento de qué?

—El momento en que él se enamoró de ti. Duh. Por amor de Dios, Lila. No hace falta ser un lector de mentes para descifrar eso. Me hundí en el banco en el centro del teleférico. Así que Alex me había amado todo el tiempo, ¿desde el momento en que nos habíamos visto otra vez? ¿Todo ese tiempo había estado volviéndome loca a causa de Rachel? Todo ese tiempo me había pasado a centímetros de él, durmiendo en su cama por mí cuenta; sentada frente a él en la cena, rompiendo platos; aferrándome a él en la parte trasera de su moto; mirándolo furtivamente a través de una puerta de baño medio abierta… ¿y todo el tiempo había estado enamorado de mí? ¿Habíamos perdido todo ese tiempo cuando podríamos haber estado besándonos? ¿Y él había tenido que esperar dos segundos antes de dejarme para decirme? Si La Unidad no lo mataba, yo iba a hacerlo. Sin embargo, la sonrisa había vuelto, tirando de mi rostro en una sonrisa perenne. Si no estuviera tan extasiada, locamente feliz en este momento, definitivamente lo mataría. Luego tuve otra comprensión súbita. Alex definitivamente no sería capaz de volver a La Unidad ahora. Tendría que venir con nosotros. Yuu-juu. —¿Estás bien, Lila? —Era Nate. Miré hacia él, sorprendida. —Um, sí, ¿por qué? —Bueno, justo estabas hiperventilando, aplaudiendo y sonriendo como un niño pequeño en velocidad. —Sólo está feliz. Miré a Amber. —Sigue así. Es un alivio agradable —dijo ella. Ryder envolvió sus brazos alrededor de ella desde atrás y me guiñó un ojo. No podía dejar de sonreír en respuesta. Quería ir y abrazarlos a los dos. Estaban enamorados. Los amaba por estar enamorados. El mundo era hermoso y Rachel estaba atada en un maletero y Alex volvía a mí y me amaba.

—Bien, Demos, creo que te necesito. —Suki estaba llamando a Demos por encima de su hombro mientras seguía mirándome. Hice una mueca. —Lila, por favor bájalo una fracción. No puedo escucharme ni a nadie más pensar. Él te ama. Tú lo amas. Ahora antes de que empieces a cantar sobre los manzanos y las abejas, por favor vamos a tratar de pensar en otras cosas. —¿Qué hay de Jack? Piense acerca de Jack. —Nate me sonrió maliciosamente. No quería pensar en Jack. Estaba muy feliz de que estaba a salvo también, pero cuando me imaginaba a mí y Alex reuniéndonos, Jack no estaba en la foto. Estaba seguro a un lado, de espaldas. —Sí. Jack no va a querer ver eso. Mi atención voló directamente a Suki. —¿Qué? —Jack. Tienes razón en preocuparte. Estaba bastante molesto con Alex antes. Lo oí. En medio de toda la rabia contra nosotros, había un poco de enojo dirigido a su mejor amigo. Oh Dios. —¿En qué estaba pensando? —¿Oh, pensar? Chica, sé lo que estaba diciendo. Ahora mi atención estaba completamente en Nate. Tenía una mano en su cadera y la otra encima del hombro de Suki. —¿Cuándo? Oh Dios, ¿qué pasó? —Miré hacia ellos. —Tuvieron realmente un intercambio de palabras sobre ti. —¿Acerca de mí? Él se rió.

—Sí, fue duro. —¿Qué dijo Jack? —Él estaba como: “Amigo, ¿qué demonios con mi hermana?” Y Alex era: “La amo”, y Jack estaba: “De ninguna manera, amigo”, y Alex sólo se volvió y dijo: “Esa es la manera en que es. Supéralo”, y eso fue como que el final del asunto. Sabes, entiendo totalmente por qué estás enamorada de él por cierto. Es totalmente hermoso. —Entornó los ojos como si acabara de lamer su sabor favorito de helado. —Eh, bien, gracias. Creo. —Nate, eres increíble. —Suki le dio un golpe con su codo como-lanza y luego se volvió hacia mí—. Juro que pasa más tiempo tras los chicos calientes de La Unidad que los útiles. —No lo hago. —Claro que sí. Eran como dos niños peleándose. —No lo soy. —Suki hizo un mohín hacia a mí—. Es él. —Lila... —Miré a Nate. Sus grandes ojos marrones se habían vuelto líquido de repente—. ¿Has visto a mi padre? ¿Está bien? Miré a Suki y esperaba que no me delatara. —Sí, está bien. —Pensé en su rostro salpicado de sangre—. Bueno, quiero decir, él está realmente preocupado por ti. —Recordé la promesa que Alex le había hecho a Key sobre proteger a Nate de La Unidad y conseguir alejarlo de Demos. No parecía que fuera una promesa que Alex iba a ser capaz de mantener. No parecía como que Nate quisiera ir a ninguna parte. Bajé la voz—. ¿Por qué te escapaste en primer lugar? —No me escapé. Soy libre de tomar mis propias decisiones acerca de cómo vivo mi vida. Bien, eso lo entendía muy bien. ¿Quién era yo para acusar a alguien de huir?

—Y de todos modos —continuó—, lo qué estoy haciendo ahora es mucho mejor que la escuela. Puedo hacer cosas geniales, venciendo en la vida real a los chicos malos... ¿No pensaba que lo estaban usando? No era más que un niño. —No lo hacemos, Lila. —Suki tenía el ceño fruncido hacia mí—. Y él no es un niño. Es de la misma edad que nosotros. Estamos haciendo nuestras propias decisiones, ¿no? ¿No lucharías por lo que crees? Lucharía por Alex. Tanto así sabía. Y por Jack. —Ahí lo tienes entonces —dijo Suki. —Pero eso es diferente. Ellos son mi familia. Esto no es personal para ti. —¿Cómo podría ser algo más personal, Lila? Vienen tras la gente como nosotros, conteniéndonos e incluso asesinándonos. Demos está haciendo esto a causa de tu madre. Y estamos peleando con él porque creemos en él. Si La Unidad te atrapara, ¿no te gustaría saber que estaríamos ahí fuera luchando por ti y tratando de traerte de vuelta? No tuve tiempo de responder. El teleférico se detuvo y miré alrededor, sorprendida. Estábamos de vuelta en el mundo real. Los ocho de nosotros salimos del vagón y seguimos a Demos a través del estacionamiento. Estaba oscuro ahora, las luces de Palm Springs brillando como fosforescencia en la distancia. —¿A dónde vamos? —Al Batimóvil —rió Suki.

26 Traducido por Mona

N

Corregido por LizC

os detuvimos cerca de un enorme autobús RV con placas de West Virginia. Harvey fue a abrir la puerta. ¿Esto era el Batimóvil? Le eché otra mirada. Era enorme y de apariencia sucia. Había una pegatina en el parachoques diciendo: ¡Toca la bocina si amas a Jesús! y Niños a Bordo en una señal de precaución con una carita sonriente mirando hacia nosotros desde una ventana lateral. —Bien, ¿auto de fuga, eh? —dijo Demos en mi oído. —Er, sí —mascullé, mientras él me ayudaba a subir a la parte posterior. Dentro era toda otra historia. Parecía que había espacio para que durmiera un pequeño ejército, con espacio para un salón de baile en la parte posterior por si acaso ellos se aburrieran con la pantalla plana y el sistema de cine en casa. Sofás de cuero color crema forrados a los dos lados, y en la parte trasera había un oscuro pasillo que parecía tener varias puertas que conducen fuera de él. Esto debe ser como se siente ser una fanática dentro de un autobús de gira, reflexioné mientras estaba de pie allí con la boca abierta, cuando los demás comenzaron a moverse alrededor y sentirse como en casa. —¿A dónde vamos? —le preguntó Amber a Demos mientras se enroscaba sobre uno de los asientos. —A Joshua Tree. —Genial —chilló Nate—. Me gusta U2. Suki levantó sus cejas perfectas hacia él y sacudió su cabeza. Su rostro se ensombreció momentáneamente, luego él la golpeó ligeramente en el brazo y ambos cayeron en los asientos y comenzaron a reírse juntos.

Miré como Harvey subió en el asiento del conductor en la parte delantera, con Bill en el asiento de pasajeros al lado de él. Ellos comenzaron a entretenerse con una pantalla de navegación satelital que emergió ante la presión de un botón en el tablero, iluminándose como la cabina de mando de un avión. Demos desapareció por el pasillo y entró en una de las habitaciones detrás del autobús y busqué alrededor algún sitio para sentarme. Amber y Ryder holgazaneaban sobre uno de los sofás enfrente de Nate y Suki. Avancé hacia ellos. Escogería a la exageradamente excitada pareja por encima del desenfrenado dúo de telépatas amantes de U2. —Hola —dije cuando me senté. Esto era ligeramente incómodo. —Hola —dijeron ellos en respuesta, sonriéndome. Estaban esperando que les dijera algo. Mi mente estaba completamente en blanco. —¿Entonces… que es un tamizador? —dejé escapar. Ryder echó su cabeza hacia atrás y se rió. —Directa al punto. Me gusta esto. Amber apoyó su cabeza contra su hombro y besó el lado inferior de su mandíbula. Esperé la punzada aguda de envidia. Pero esta no vino. Amber comenzó a reírse y sacudir su cabeza, la cortina de su cabello rojo encendido onduló alrededor de ella, si eso era físicamente posible. —Eres tan divertida. —¿Eh? —La miré fijamente, confundida. —Recibo estas ondas y ondas de emoción de ti. Nunca están quietas, nunca un solo color. Es como sintonizar un arco iris. Es hermoso. No sabía qué decir a eso. Nunca me habían llamado un arco iris antes. —Amor joven. —Ryder se rió y besó a Amber en la parte superior de su cabeza.

¿Joven? Había estado enamorada de Alex durante diecisiete años, poco más o menos. Esto no era amor joven. Di vuelta hacia Amber. —¿Entonces, puedes ver las emociones como colores? —Mmm, colores. Si lo intento, puedo cambiar los colores, hacer que los sentimientos se vayan. Con tu hermano antes, eso fue horrible. Pero con Alex y contigo, es... —se rió para sus adentros—... es tan... Ella sacudió su cabeza, tratando de encontrar la palabra. Esperé con el corazón en un puño. Tan, ¿qué...? —Tan extraordinariamente encantador. Tienes que entender, estoy alrededor de la preocupación y el miedo, entonces, es agradable estar alrededor de la felicidad de vez en cuando. Miré a Ryder. Se veía como si ella estuviera alrededor de la felicidad más que solo de vez en cuando. Él era apuesto. Muy apuesto. Y muy adorable. Le sonreí un poco más. Aunque, no era ni de cerca tan guapo como Alex. Él me notó mirándolo y una risa lenta, fácil cruzó su cara. —Así que, Lila, ¿Demos consiguió ponerte de nuestro lado, entonces? La pregunta me sorprendió. —Sí, creo que sí. Quiero decir, no lo sé. Es todo tan confuso. Demasiado para tener en mi cabeza. Pero creo que sí. Quiero decir… la foto de él y mi madre. Y lo que dijo sobre La Unidad. Y todos ustedes... Lo que quise decir, era que solamente estas pocas horas con ellos habían disipado tantos miedos. Ninguno de ellos era de algún modo intimidante. Eran encantadores. Bueno, todavía no entiendo el asunto de mi madre con Demos, pero todos los demás eran muy agradables. —No somos tan malos —dijo, torciendo una sonrisa. De repente recordé la fotografía que había visto de Ryder en el computador de Jack y la lista de crímenes debajo de ella. ¿Alguno de ellos era verdad?

Ryder notó mi cambio de humor. —¿Entonces qué te dijeron Alex y Jack sobre nosotros? —¡Ryder! —Amber lo golpeó en las costillas. Palidecí. —Er, ellos no me dijeron mucho. Lo que sé lo escuché de Key y de los archivos que encontré en el computador. —No pude mirarlo a los ojos—. No era exactamente halagador. —Levanté la vista y vi que él me miraba con curiosidad—. Pensé que Demos mató a mi madre. Eso es lo que Jack piensa también. —Él no hizo. —Sí. Ahora sé eso. Pero todos los reportes periodísticos, lo que la policía nos dijo sobre como ella fue asesinada... —Me estremecí, recordando la pesadilla que siempre tenía. —¿Quieres que te quite eso? Miré a Ryder, confusa. —¿Qué quieres decir? —La imagen que tienes en tu cabeza. ¿Quieres que yo me la lleve? —¿Eso es lo que tú haces? —Sí. Con moderación. ¿No quería tener la imagen de mi mamá yaciendo muerta en un charco de sangre en mi cabeza? —Sí. —Asentí. Amber se acomodó, moviéndose a lo largo del asiento para darle espacio. Ryder se sentó hacia adelante y colocó una mano a un lado de mi cabeza, su dedo índice y medio sobre mi sien. Él me miró fijamente y noté que sus ojos eran grises. Un color realmente insólito, como un guijarro lanzado por las olas en una playa tempestuosa.

—Bien, se ha ido. —¿Qué? —Piensa en tu mamá. Cerré mis ojos. Ahí estaba mi madre, riendo y tratando de poner pinzas en mi cabello antes de mi primer día en la escuela. Entonces un recuerdo de ella llevando una torta con ocho velas sobre ella y cantándome “Cumpleaños Feliz”. Comencé a sonreír mientras rememoré otro recuerdo de ella recostada y acurrucada junto a mí leyendo a Harry Potter. —¿Qué acabas de hacer? —pregunté, mirando a Ryder asombrada. No había recordado ninguna de esas cosas en mucho tiempo. —Nada. —Ryder se inclinó hacia atrás en el asiento, estirando su brazo, y Amber cayó sobre él, apoyando su cabeza contra su pecho. Ellos eran tan adorables. Amber volvió a reír. Una voz interrumpió la risa. —¿Les importa si los acompaño? Alcé la vista. Demos estaba de pie sobre nosotros. —En absoluto. —Ryder movió sus pies fuera del camino y Demos se sentó al lado de él. —¿Todo bien? —Creo que sí —mascullé. Él pareció no escucharme. —Vamos a encontrarlos en una hora más o menos. Mi corazón comenzó a saltar haciendo un camino por mi caja torácica. —Necesito tu ayuda. Lo miré con desconfianza.

—¿Con qué? Demos me petrificó con una de sus miradas y sentí mis músculos contraerse. —Tenemos que detenerlos, Lila. No. Tenía que volver con Alex e ir con él y Jack a algún lugar alejado. Suki apareció y se dejó caer al piso a los pies de Demos. —¿Qué quieres que yo haga? —pregunté nerviosamente, mirándolos a los dos. —Necesitamos convencer a Jack y a Alex de luchar de nuestro lado —dijo Demos. Sentí cuatro pares de ojos sobre mí, y podría haber jurado que Harvey lanzó una mirada ansiosa hacia mí también, vía el espejo retrovisor. —¿Luchar? —dije la palabra como si esta fuera un concepto desconocido. —Sí. Luchar. No. No me gustaba el modo en que esta conversación iba. No iba a suceder ninguna lucha. Demos miró a Suki. Ella presionó sus labios hasta que estuvieron blancos y sacudió su cabeza hacia él. Él me miró de nuevo. —Lila. Por favor. Miré a mí alrededor. Todos estaban rígidos con miradas suplicantes. —¿Cómo vas a luchar contra ellos? —pregunté—. ¿Qué podemos hacer? Alex dijo que La Unidad funciona bajo una autoridad inclusive más alta que el Presidente. Una pequeña sonrisa comenzó a levantar la comisura de la boca de Demos. —Si tenemos a Rachel, tendremos poder. —Pero Alex me dijo que La Unidad nunca intercambiaría o canjearía por nadie.

—Ellos lo harán por ella. —¿Por qué? —¿No lo sabes? —Demos estrechó sus ojos hacia mí con sorpresa. —¿No sé qué? —No, ella no lo sabe. —Suki sacudió su cabeza. —¿Qué? —pregunté otra vez. —El padre de Rachel es propietario de Empresas Stirling. —Oh. —No estaba segura de por qué estaba sorprendida. Seguramente mi facilidad para la sorpresa estaba totalmente neutralizada por ahora. Me incliné hacia atrás en mi asiento, de repente aliviada—. Bueno, en ese caso, no me necesitan. O a Jack, o a Alex. Tienes todo el poder que necesitas. Acabas de decirlo. —No. —Demos sacudió su cabeza hacia mí—. No es suficiente. Necesitamos a personas que sepan cómo opera La Unidad, que puedan ayudarnos a detenerlos desde el interior. Necesitamos a Jack y Alex. —No. —Lila, no creo que hayas entendido completamente como se verá tu vida si huyes de esto. Pasarás el resto de tus días perseguida. No serás capaz de volver a casa. No podrás ver a tu padre. No serás capaz de instalarte en un lugar por más de unos cuantos días, una semana como máximo. Siempre mirarás sobre tu hombro, preguntándote si ellos te han alcanzado. Ellos no te dejarán en paz. Sabes demasiado y genéticamente, eres demasiado valiosa. Ellos te encontrarán. Matarán a Alex y a Jack, como mataron a tu madre y te contendrán. —Hizo una pausa—. ¿Estoy siendo claro? Como el cristal, pensé. Me senté allí, incapaz de moverme, mi cabeza zumbando por las opciones. ¿Podríamos escapar? ¿Tendríamos una oportunidad? —No puedes huir, Lila —dijo Suki. La miré con el ceño fruncido. ¿Por qué no podría?

—La Unidad mató a tu madre, Lila —dijo Demos—. ¿No quieres venganza? ¿No es en lo que Jack y Alex han estado detrás de todos estos años? ¿No piensas que ellos querrán la oportunidad de detenerlos? Levanté mi cabeza bruscamente y lo miré airadamente. Él sabía que me tenía. En aquel instante, sabía que me quedaría. No tenía ninguna otra opción. Y si podíamos hacer creer a Jack y Alex, sabía que no habría nada sobre esta tierra que les impediría perseguir la venganza. Demos olió la victoria. —Tenemos que contraatacar. Y para eso necesitamos que Alex y Jack se unan a nosotros. Me quede mirándolo por un largo tiempo hasta que Suki comenzó a sonreír. —Bien —dije—. Ayudaré. ¿Qué quieren que haga? Hubo un colectivo desencadenamiento de respiraciones contenidas alrededor de mí. —Tienes que hablar con ellos. Tenemos que convencerlos de la verdad. Ellos no me escucharán. Pero confían en ti. Sí. Podía ver la enorme falla con su plan. Jack nunca sería convencido de que Demos no mató a mi madre. —¿Conociste a mi hermano, verdad? —Sí. —Bien. ¿Y te das cuenta que no estoy realmente en buenos términos con él ahora mismo? Y tú… bueno, no vayamos siquiera por allí. ¿Qué te hace pensar que él me escuchará? ¿Que él alguna vez confiará en ti? —Puedes ser bastante persuasiva cuando quieres. ¿Podía serlo? No había sido capaz de convencer a Jack de dejarme quedar en California. Y no había sido capaz de convencer a Alex de quedarse conmigo y no regresar a detener a La Unidad sin ayuda.

—Me estás pidiendo básicamente anunciarles que han estado viviendo una mentira durante los últimos tres años. No tengo ninguna otra prueba más que la foto que me enseñaste de mamá y tú. Y ellos te odian. No estoy segura de que pueda hacer esto. Jack te matará antes de que él escuche una palabra que yo diga. —Pero Alex no. Él te escuchará. ¿Lo haría? Pensé en ello. Podría hacerlo. Él ya había comenzado a tener dudas. ¿Tal vez escucharía? ¿Y tal vez podría convencer a Jack? Ciertamente yo no tendría esperanzas en mí. —¿Qué pasa con Rachel? Todos miramos a Nate, sentado en el sofá de enfrente, solo. —¿Por qué no la hacemos hablar? Ella debe saber lo que está pasando. Tal vez, si ellos no creen en Lila, lo cual estoy pensando que tal vez no, Rachel podría, tú sabes, convencerlos. Demos lo miró con interés. —Bien pensado, Nate. —Entonces él se arrodilló de nuevo en el suelo a mi lado. Descansó una mano sobre mi rodilla y me miró, pensando en lo extraño que era que yo no me estremeciera por completo con repulsión. —Cuando ellos lleguen, Lila, necesito que te quedes atrás. Recuerda que ellos todavía piensan que te estamos reteniendo contra tú voluntad. Tenemos que asegurarnos de conseguir a Alicia y Thomas y luego puedes ir con ellos. —Está bien —dije, casi silenciosamente. —Estamos allí —gritó Bill desde la parte delantera.

27 Traducido SOS por LizC Corregido por Julieta_Arg

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a puerta en el Parque Nacional Joshua Tree estaba cerrada y bloqueada. Le tomó a Bill unos dos segundos para quitar la cerradura y abrir la puerta, todo desde la comodidad de su asiento delantero. Harvey aceleró y condujo directo hacia adentro. La carretera estaba llena de baches, sin hacer y estaba todo negro como el carbón ahí fuera. Las luces del vehículo deslumbraron varios árboles de Joshua en pie como centinelas a lo largo del borde de la carretera. Rodamos a lo largo de los surcos durante diez minutos hasta que estuvimos bastante lejos en el parque. Me pregunté qué demonios había hecho a Demos elegir este lugar en medio de la nada. —Porque es el medio de la nada —dijo Suki. —Sí, está bien. ¿Podrías por favor dejar de hacer eso? —Lo siento. Harvey apagó el motor. Las luces comenzaron a desvanecerse en el autobús. Sólo candilejas pequeñas a los lados de los sofás permanecieron encendidas; como en un avión durante un vuelo nocturno. Entonces la voz de Demos llegó hasta mí para sacarme de la oscuridad. —¿Todo el mundo listo? No, no estaba preparada. No podía creer que había accedido a ayudar. Pero ¿qué otra opción tenía? No estaba segura de que hubiera tal cosa como el libre albedrío nunca más.

—Bill, Harvey, ¿saben lo que van a hacer? —clamó Demos. —Sí. —Ellos abrieron sus puertas y bajaron de un salto en la oscuridad. Los vi fundirse con la noche y me pregunté adónde iban. —Muy bien. —Demos se volvió hacia el resto de nosotros—. Quiero que esto continúe sin problemas. Nosotros hacemos el intercambio. Lila se acerca a ellos. Los convence para que nos escuchen. Esperaba que Demos creyera en el poder de la visualización. Miré a mí alrededor a todos los demás para ver si creían la charla. Todos parecían muy enfocados y positivos. Tal vez era sólo yo, una bola estremecida de nervios. —Suki, te necesito a mi lado. Necesito que hables con Alicia, asegúrate de que sepa lo que está pasando. Y viceversa. Necesito que me estés diciendo lo que están planeando. Alicia ha estado en el auto con ellos todo este tiempo así que tiene que saber si están pensando en hacer algo inútil. Se volvió hacia Nate. —Nate, por favor quédate atrás, en el autobús, fuera de peligro. Has hecho lo suficiente. Recupera las fuerzas. —Ya ha vuelto —dijo él con impaciencia. Demos lo ignoró y vi la mirada furiosa que cruzó el rostro de mal humor de Nate. —Amber, Ryder… se quedan con Lila. Ten... —Le entregó un arma a Amber—, toma esto. ¿Tienes la tuya cierto, Ryder? —Sí —dijo Ryder, estirándose alrededor de él y golpeando a su espalda. Amber apuntó el arma hacia el suelo y comprobó la cámara con unos prácticos movimiento una vez, dos veces. Salté. —Esperen, ¿por qué necesitan armas? —Sólo para que nadie trate algo heroico —dijo Demos, mirándome de forma vigilante.

El arma estuvo de repente en mi mano. Amber estaba de pie con el dedo apuntando al suelo, tratando de averiguar qué había sucedido. Cuando Ryder me miró, saqué su arma de su cintura y dejé que golpeara en mi otra mano. Permanecí allí de pie como un vaquero en el OK Corral. —¿Nadie hace daño a Jack o Alex? —exigí—. No van a apuntar con un arma a mi hermano de nuevo. O a Alex. O hacer la cosa de control mental, tampoco. Han hecho lo que les pidieron. Te han traído a Alicia y Thomas. Y apuntar un arma hacia ellos no va a ayudar a conseguir que se pongan de su lado. Todo el mundo se había quedado en silencio y me miraban. No, no a mí, me di cuenta. Sus ojos rastreaban las armas que había comenzado a ondear a medida que hablaba con mi ira. Las bajé de modo que estuvieron apuntando al suelo y empujé el seguro en la de Amber, contenta de repente de que Alex me hubiera enseñado a hacer eso; antes de que me volara el pie o la cabeza de alguien. Demos mantuvo su voz suave y tranquila. —Lila, todavía creen que matamos a tu madre. Piensan que te secuestré. —Lo hiciste —señalé. Demos vaciló una fracción de segundo. —Lo que estoy diciendo es que puede que no estén muy dispuestos a dejar que las cosas sigan su curso una vez que hayas vuelto con ellos. No van a venir a esto desarmados. Sólo quiero estar preparado. ¿Puedes devolverme las armas? ¿Por favor? —No. —Lila. —Su ceño estaba de vuelta. Encuadré mis hombros y me apoderé de las armas con más fuerza. Estaba contenta de que Bill y Harvey no estuvieran allí. No habría tenido ninguna posibilidad contra ellos. Echó la cabeza hacia mí y enarcó las cejas. —Puedo hacer que lo hagas. Levanté la mía a su vez.

—No, si quieres mi ayuda no lo harás. Vi su ceño profundizar, luego desaparecer. Él asintió bruscamente y se alejó de mí. —Igual a tu madre —murmuró. Agarré a uno de los cañones a medida que salía de mi mano, deteniéndola en el aire justo antes de que cayera al suelo. —Vamos —ladró. Levanté la vista y en torno a todos los demás. Suki y Nate me observaban con los ojos abiertos, Amber parecía levemente irritada, pero Ryder se reía. —Tienes agallas, eso es seguro. Lo tomé como un cumplido. Llevó su brazo alrededor de Amber. —Bien, se supone que debemos asegurarnos de que no te vayas saltando en dirección de Alex cuando vengan. Pero tienes las armas. No estoy seguro de cómo vamos a manejar ese asunto ahora. —¿Podemos confiar en ti, Lila? —dijo Amber. —Sí. Lo prometo. Quité el clip del arma de Ryder y la guardé en mi bolsillo. Dos armas parecían excesivas. Esperamos en los puestos oscuros de sombra a ambos lados de los faros. Bill había estacionado el autobús de modo que estuviera fuera de la carretera pero directo a ella en un ángulo, los faros iluminando el camino por el que vendrían. Estaba cubierta detrás de Amber y Ryder. Suki estaba de pie al lado de Demos a mi izquierda a unos metros de distancia y no tenía ni idea de adónde habían desaparecido Bill y Harvey. Nate estaba enfurruñado en el autobús. Miré a mí alrededor. El suelo estaba salpicado de pequeños agujeros redondos. Los miré fijamente, tratando de averiguar qué eran, y luego hice un pequeño baile de esperanza cuando me di cuenta de que eran agujeros de serpiente cascabel. Suki se rió desde la oscuridad. —Las escucharás venir primero… suenan el cascabel. No pudo ver la cara que puse en su dirección.

—Pero puedo escuchar lo que piensas, Lila. Es lo mismo. Me centré en cambio en la oscuridad por delante, perforada por las formas artríticas de los árboles de Joshua y el rocío de estrellas iluminando el cielo como si alguien hubiera cosido agujeros en una cortina oscurecida. Dos se fueron haciendo cada vez más grande. No eran estrellas, eran faros. Todo el mundo se quedó en silencio a medida que se acercaban a nosotros. Di un paso hacia adelante de forma automática y sentí que rocé contra alguien. —Lila —dijo Ryder con una voz cantarina. Llevaba un indicio de advertencia. Di un paso atrás. —Lo siento. —Me paré de puntillas en el lugar y miré por encima de su hombro para ver como el auto se acercaba. Podía oír el motor ahora y las ruedas rasgando por el terreno lleno de baches. —Son ellos —dijeron Suki y Amber, casi al mismo tiempo. —¿Qué están pensando? —susurré en la oscuridad donde Suki estaba de pie. —Um, espera, están demasiado lejos. De acuerdo. Se están preguntando por qué demonios Demos eligió este lugar. Alex está pensando en lo que va a hacer si te hemos lastimado. Jack, bueno Jack también está pensando en cómo nos puede matar. Lila, realmente espero que puedas convencerlo de que no intente eso... Sentí la aguda y amenazadora presión de la pistola en la parte posterior de mis jeans. Esperaba haber puesto el seguro correctamente. —Lo intentaré. El camino por delante de nosotros de repente resplandeció cuando el auto estuvo a la vuelta de la esquina. Se detuvo justo en la periferia de la luz emitida por los faros del autobús. El motor se apagó, dejando que el silencio regresara entre nosotros. Las luces de su auto inundó la carretera. Traté de distinguir las formas en el auto pero, encajada detrás de la pared de espaldas de Amber y Ryder, mi punto de vista no era genial. Las puertas se abrieron y la luz interior se encendió en el auto. Aunque no pude ver a ninguno de

ellos a medida que descendieron y permanecieron en las sombras. En el asiento de atrás pude ver a Alicia. Estaba sonriendo calmadamente y asintiendo para sí misma. Junto a ella estaba una forma desplomada apoyada contra la puerta. Capté un rostro, gris, el color lechoso de un cadáver, y escuché a Amber tomar una bocanada de aire espeso. El agarre de Ryder en su brazo se apretó. —Alicia está bien —le susurró Suki a Demos—. Dice que están centrados sólo en recuperar a Lila. Sin otros planes. Los dos están armados. Pero ella dice que tenemos que cuidarnos de Jack. Es volátil. Sus pensamientos… puedo leerlos también. Han estado saltando bastante de un lado a otro. Está concentrado ahora, pero Alicia dice que es apenas capaz de mantenerse en control. Miré como un ciego en la oscuridad hacia donde estaba la más alta de las dos figuras de pie. Todo mi cuerpo gritaba con un instinto: correr hacia Alex. Era como tratar de obligarme a estar al lado de un fuego que estaba a punto de engullirme, en lugar de correr a la seguridad. —Denme a Lila —gritó Jack a través del espacio. Mi corazón voló hacia mi boca ante la familiaridad de su voz. Hubo un silencio embarazoso. —Dennos a Amber y Thomas, y entonces lo haremos —gritó Demos a través del vacío. —¿En dónde está? —gritó Jack, su rabia esquilando las palabras, haciendo que Amber retrocediera contra mí. —Lila, deja que te vean —dijo Demos, volviendo su cabeza hacia mí, pero no sin dejar de mirar a ellos. —Estoy aquí —les grité, y di un paso en el haz de los faros para que pudieran verme. Sentí la mano de Ryder en mi brazo, sólo una ligera presión, advirtiéndome que no corra. Sostuve mi otro brazo en alto para proteger mis ojos del resplandor. Hubo un crujido de la grava cuando alguien, tal vez los dos, dio un paso hacia mí. —Uh-uh —gritó la voz de Demos.

Parpadeé bajo el resplandor de la luz y miré hacia la forma oscura que sabía era Alex. Podía ver su contorno, podía ver sus manos acunar lo que parecía una pistola. —Estoy bien —grité, plasmé una sonrisa en mi cara para tratar de convencerlos de que podían relajarse y no tratar de matar a todos. —Dennos a Alicia y Thomas. Luego pueden tener a Lila. —No. Alicia primero. Luego Lila. Y después pueden tener a Thomas. Hubo un enorme suspiro de parte de Demos. —Saben, podría tener a los dos antes de que puedan hacer algo al respecto. Estoy jugando limpio porque le prometí a Lila que lo haría. Así que, muy bien, vamos a hacerlo a tu manera. Pero no lo arruinen. Quiero que todos tengamos lo que queremos. No debería haberlo expresado de esa forma. Oí un bufido proveniente de la dirección de Jack. Todos sabíamos lo que Jack quería. ¿Cómo demonios iba a detenerlo de hacer algo loco? ¿Era eso lo que Harvey y Bill hacían? ¿Estaban por ahí en la oscuridad mirando y esperando, listos para actuar si Jack o Alex intentaban hacer algo? De seguro que esperaba que sí. No estaba segura de que sería lo suficientemente rápida como para detener un dedo en el gatillo. Especialmente en la oscuridad. Pasaron unos segundos y luego Jack se acercó a la puerta trasera y la abrió. Lo vi cubierto por la luz del auto, vi las arrugas sobre su frente, la tensión en su cuello haciendo que su mandíbula sobresaliera. Estaba furioso. Maldita sea. Esto no iba a ser fácil. —Suki, dile a Alicia que no haga nada. Dile lo que está pasando. —Ya lo he hecho. Ella está bien. Jack ayudó a Alicia a salir del auto. Un poco más brusco de lo necesario. Le dio un pequeño empujón y empezó a guiarla hacia nosotros y luego, cuando ella se dio cuenta de que estaba libre, echó a correr, pero con torpeza. Tenía las manos atadas detrás de su espalda. Sentí la tensión viniendo de la gente alrededor de mí en olas pequeñas.

Alicia tropezó los últimos pasos y Demos dio un paso adelante hacia la luz y la capturó por la parte superior de sus brazos mientras caía. Lo miró y por un segundo corto todos vimos como Demos se inclinó y la besó en los labios, en donde estaban divididos. Ella le devolvió la sonrisa. —Sabía que lo harías —dijo ella, riendo suavemente. La empujó detrás de él, y Amber dio un paso hacia ella, poniendo su mano sobre el hombro de Alicia y apretando suavemente. Vi un destello de metal y luego escuché el chasquido de una abrazadera de plástico romperse. Las manos de Alicia, ya libres, se deslizaron en la palma de la mano que le tendió Demos. Ella se inclinó hacia delante y le susurró algo al oído. —Ahora Lila. —Fue Alex. El sonido de su voz fue todo lo que necesité para que las últimas lameduras de dolor desaparecieran dentro de mí con un silbido. La mano de Ryder soltó mi brazo y estuve libre, corriendo hacia él. No estaba segura de cómo cubrí el terreno entre nosotros pero de repente me estrellé contra el pecho de Alex y sus brazos estaban alrededor de mí. Mis pies dejaron el suelo y sus labios estuvieron firmes contra los míos, y no había nada más que él y yo en un espacio abierto y vacío. Hasta que sentí que mis pies hicieron contacto con el suelo y abrí los ojos para ver formas oscuras arrastrándose torpemente y escuché a alguien aclarando su garganta. Me levanté vacilante con las manos cerradas alrededor de la cintura de Alex, sonriéndole. Su cara estaba oscurecida por las sombras pero iluminada por el azul cobalto de sus ojos. Sus manos recorrieron mis brazos, como para comprobar que estaba allí, en una sola pieza, y luego por mi garganta hasta que se posaron sobre cada lado de mi cara. —¿Estás bien? ¿Te hicieron daño? Negué con la cabeza y me aferré a sus manos. —No, no, estoy bien. Alex, necesito… No pude decir ni una palabra más porque su boca estuvo sobre la mía otra vez y luces bailaron en mi cabeza.

Se apartó suavemente, apenas un centímetro, y cuando abrí los ojos, miraba hacia mí. —Te amo —susurró. Mi estómago dio un vuelco hasta mi boca, mi corazón siguiéndolo rápidamente atrás. —¿Supongo que mi hermana está bien? —gritó Jack desde el otro lado del auto. No sonaba muy feliz. Aunque nadie podría ser tan feliz como yo lo era justo en ese momento. —Estoy bien, Jack —le grité en respuesta, tratando que mi voz funcionara correctamente. Más que bien. Estaba volando. Alex me acarició la mejilla y luego me llevó a su lado, su brazo atándome firmemente. —Ahora Thomas —llamó Demos. Oí el chasquido de la puerta del auto abriendo una vez más y algunos ruidos de forcejeo cuando Jack metió la mano y sacó a alguien. Vimos un montón de trapos delgados empezar a arrastrarse hacia adelante. Hubo una inhalación colectiva, y entonces Ryder dio un paso adelante en el haz de luz de los faros y recogió al hambre tambaleante. Observé desde detrás de mis manos mientras se llevaba a Thomas medio cargado hacia el autobús y le ayudaba a entrar. —¿Qué le hicieron? —dije, mirando a Alex. —No lo sé —dijo Alex entre dientes—. Vamos, salgamos de aquí. Abrió la puerta trasera y comenzó a empujarme dentro del auto. Agarré el marco de la puerta y me enfrenté a él. —No, Alex, espera. —¡Lila! Todos nos congelamos ante el sonido de la voz de Demos. Alex se volvió, protegiéndome con su cuerpo.

—No, está bien, Alex. —Traté de bordearlo—. Tengo que hablar contigo. Es necesario que escuches lo que tengo que decir. —¿Te hizo daño? —gritó Jack desde el otro lado del auto. —No. No. Él no me hizo daño. —Me empujé con ambas manos contra Alex, luego salté a su alrededor y corrí para estar delante del auto. Quería estar a un paso entre Jack y Demos si fuera necesario—. Nadie me hizo daño. No… sólo escuchen. Tengo que hablar con los dos. Ambos se acercaron a mí. Pude ver los surcos y la furia en el rostro de Jack, el miedo en Alex. Levanté ambas manos como un policía de tráfico, para tratar de detenerlos. —Podemos hablar en el auto, Lila. —La voz de Alex sonaba comedida, y me estaba dejando clavada en el lugar con una de sus miradas hipnóticas. Negué con la cabeza hacia él. —No. No voy a ir. Ambos se detuvieron a medio paso y me miraron como si me hubiera vuelto loca. —Escúchenme —dije—. Lo tienen todo mal. Ellos no mataron a mamá. Demos no lo hizo. Te mintieron. Fue La Unidad. Han sido ellos todo el tiempo. Ellos la mataron. —Entra en el auto ahora. —La voz de Jack fue como un relámpago. Dio un paso hacia adelante, extendiendo una mano para agarrarme. Lo esquivé retrocediendo unos pasos, fuera de su camino. —No. Yo me quedo. —Lila, ¿qué estás diciendo? —Esta vez fue Alex. Me volví para mirarlo. —Sé que parece una locura y confía en mí, no le quería creer. Pero lo hago. Le creo. —Di un paso hacia él, bajando mi voz—. Demos no la mató, Alex. Nuestros ojos se encontraron. Estiré mi mano y me apoderé de él, juntando sus dedos.

—Ellos quieren hablar contigo. Quieren que luches con ellos. —¿Luchar contra La Unidad? —Sí. Necesitamos tu ayuda. Vi como los ojos de Alex se estrecharon en mí. —¿Necesitamos? —¿Qué diablos hiciste con ella? —le gritó Jack a Demos. Me agarró por la parte superior del brazo y tiró de mí fuera de las manos de Alex—. Lila, se han metido con tu mente. Ven, nos vamos. Empezó a arrastrarme hacia el auto. Luché contra él, tratando de apalancar sus dedos de encima. —No, no es así. Sé que es verdad. Jack dejó de empujar y me di cuenta de que Alex bloqueaba su camino. Su mano estaba apoyada en el hombro de Jack. Se enfrentaron, mirándose fijamente uno al otro. —Escúchala —dijo Alex. Di un paso entre ellos, empujándolos aparte. —Por favor, Jack… ¿por qué no me escuchas simplemente? —Porque están mintiendo, Lila. Ven, nos vamos. —Se dio la vuelta y empezó a caminar hacia el auto. —No estamos mintiendo, Jack. Conocí a tu madre. Demos de repente estaba allí, de pie junto a mí. Sentí como se tensaba el cuerpo de Alex, su mano moviéndose a su arma, enfundada en su cadera. Apreté su otra mano para detenerlo y quedó paralizado. Demos estaba siendo tan bueno como su palabra. Podría haberles impedido a ambos mover otro músculo, pero no lo hizo. Jack se volvió lentamente hacia nosotros, con los ojos llameantes. —Él lo hizo, Jack. Es cierto. Él no la mató. Tienes que creernos.

—Entiendo por qué no confiarías en una palabra que diga, Jack —dijo Demos—, pero por lo menos pregúntale a Rachel… sólo pregúntale. Si todavía no me crees después de eso, bueno, entonces puedes dispararme.

28 Traducido por Areli97

S

Corregido por BrendaCarpio

ostuve mi aliento. Podía ver la pistola todavía en la mano de Jack, su dedo en el gatillo. Jack me miró y pensé ver una sombra de duda arder en sus ojos, o quizás sólo era intención asesina. Sin otra palabra, se dio la vuelta y se dirigió a la parte trasera del auto y abrió el maletero. Escuché pasos detrás de mí y eché un vistazo sobre mi hombro. Los otros se habían acercado para pararse en un semicírculo detrás de Demos. Ryder estaba de vuelta también, noté. Alex me tiró más cerca. Le di la sonrisa más tranquilizadora que pude lograr. La línea estaba de nuevo entre sus cejas. Parecía ser un accesorio permanente cuando estaba alrededor de mí. —¡Saca tus manos de encima de mí! Los músculos de mi estómago se retorcieron al escuchar su voz. —¿Creen que se saldrán con la suya con esto? —Las palabras de Rachel vacilaron mientras se hacía visible y vio a su comité de bienvenida. Estaba usando una blusa blanca y una falda negra a la rodilla y sólo un zapato, haciendo que su intento de pararse derecha para enfrentarnos se viera cómico. Sus manos estaban atadas enfrente de ella y su cabello rubio estaba despeinado y cayendo suelto de los broches que lo habían estado sosteniendo. Aún se veía hermosa, pero como si hubiera sido sometida a una secadora. Cuando me vio, tiró su cabeza hacia atrás y se burló. —¿Ella vale la pena, Alex? Alex se rió en voz baja y dio un paso hacia ella.

—Justo ahora, tienes dos opciones —dijo, su voz tranquila y suave como terciopelo—. Puedes decirme a mí y a Jack la verdad acerca de La Unidad. O te entregaré a Demos y puedes decirle a él la verdad. —Se inclinó un poco hacia adelante y susurró en su oído—. Y no creo que él vaya a ser tan amable contigo como quizás yo lo sea. Retrocedió, dejándola ver a Demos, quien le sonrió en una forma que envió escalofríos a través de mí. Vi el miedo empezar a acumularse en sus ojos, aunque mantuvo su voz calmada y casi coqueta. Quería entregarla directamente a Demos. —Sabes la verdad, Alex. Lo que sea que te hayan dicho, es mentira. La Unidad sólo está tratando de detenerlos… sabes esto. —Miró a Jack—. Él mató a tu madre, Jack, por todos los cielos. —No. Él no lo hizo. —Me lancé hacia ella—. La Unidad mató a mi madre. La compañía de tu padre estaba detrás de todo eso. Has estado mintiéndoles a Jack y a Alex todo el tiempo. Admítelo. Diles lo que tu preciosa Unidad está haciendo realmente. Por qué nos están cazando. ¿Para qué es la investigación, Rachel? La boca de Rachel se abrió con sorpresa. La cerró rápidamente. —Jack, está hablando sin sentido. Le han lavado el cerebro. ¿Quién sabe qué tipo de cosas de alteración mental le han hecho? —No me han hecho nada, que es más de lo que puedo decir de lo que tú nos estás haciendo. —La enfrenté y escuché a Alex aspirar una bocanada de aire antes de darme cuenta de que me había sacado a mí misma de la bolsa, por así decirlo. Los ojos de Rachel se estrecharon. —Eres una de ellos —dijo. Sus ojos volaron a Jack—. Eso debió haber sido una sorpresa, Jack —se burló y la expresión de Jack se oscureció. No importaba que ahora supiera sobre mí. Ryder podía remover esa pequeña pieza de información más tarde. Tomé un paso hacia ella.

—Diles lo que La Unidad ha estado haciendo realmente. —Vi un indicio de miedo pasar por su rostro—. Diles por qué necesitan a los científicos, Rachel. Cuéntales por qué La Unidad mató a mi mamá por averiguar qué estaba pasando. Todos nos congelamos cuando una pistola hizo clic. Era Jack. Estaba apuntando directamente a la cabeza de Rachel. Me alejé instantáneamente. El brazo de Alex rodeó mi cintura, atrayéndome más atrás contra él. —¿Es verdad? —habló Jack. Rachel se congeló. Igual que el resto de nosotros. —¿Es verdad? —El dedo de Jack estaba presionando el gatillo—. Tú me entrenaste, Rachel. Sabes que lo haré. Por un espantoso momento todos vimos la cara de Rachel mientras se transformaba de su frialdad habitual a una pálida de miedo. Miré a Jack, asustada de lo que pudiera ser capaz. Luego Rachel habló. —Tienes razón, Jack. Yo te entrené. Te hice lo que eres. Dime, ¿nunca se cruzó por sus cabezas por qué ambos fueron reclutados? ¿Qué los hace a los dos tan especiales? ¿Se preguntaron alguna vez a sí mismo por qué ambos fueron hechos líderes de equipo sobre todos los demás? —Soltó una carcajada estridente y agarré la mano de Alex contra mi cintura—. Queríamos mantenerlos cerca, idiotas. —Tiró su cabeza atrás y se rió otra vez. Me presioné contra el cuerpo de Alex. Se sentía como una roca, los músculos en su pecho y brazos tensados al máximo. Nadie tuvo tiempo de reaccionar antes de que Jack volara hacia adelante y presionara su arma contra la frente de Rachel. Ella dejó de reír abruptamente y se tambaleó en su único zapato. Vi sus ojos pasar rozando alrededor del grupo, buscando ayuda. No la recibió. Sus ojos azules cayeron de nuevo en Jack, volviéndose calculadores. —Si lo haces —dijo tranquilamente—, nunca sabrás lo que le pasó a tu madre. Suki jadeó tan ruidosamente que pensé que había sido disparada.

—No. Oh por Dios. —Se inclinó sobre sí misma, sus manos en las rodillas. —¿Qué, qué es? —Ryder tenía una mano en su hombro. —No está muerta. —Suki levantó la vista hacia mí y Jack. Su rostro estaba pálido, sus ojos brillando dorados—. No está muerta. Jack dejó caer la pistola de la cabeza de Rachel y miró fijamente a Suki. —¿Qué? —Vi. Quiero decir, escuché. Su mamá está viva. La tienen encerrada. Como a Thomas. Hubo un silencio tan profundo que casi podía escuchar a la Tierra girar. Entonces, un mundo de ruido y emoción se apresuraron a llenar el vacío. Un gruñido surgió de mi pecho y ataqué a Rachel. Alex me atrapó alrededor de la cintura y me retuvo. Luché como un animal enloquecido. No estaba segura de qué quería hacer en ese momento pero quería que ella nos dijera más. Quería entrar en su cabeza como Suki y descubrir todo lo que sabía. Mi madre estaba viva. La energía se drenó de mis miembros y sentí ponerme floja en los brazos de Alex. Mi madre estaba viva. Miré a Jack. Su brazo estaba estirado en un ángulo recto a su cuerpo. El cañón de su pistola estaba a ras de la frente de Rachel. —No… —resonó la voz de Demos. —¡Jack! —gritó Alex. —¡Demos! ¡Están viniendo! Tropecé en redondo ante el sonido de la voz de Amber, tratando de verla. Ella estaba aferrando el brazo de Ryder. —Puedo sentirlos. Demos se giró inmediatamente a Alicia. Sus ojos se quedaron en blanco y desenfocados, luego repentinamente se abrieron, sobresaltados. —Sí, puedo oír algo. Mucha gente. No demasiado lejos.

—Maldición —gritó—. Vamos. Tomen a Rachel. Harvey, Bill… ¡vamos! Dos formas emergieron de las sombras de cada lado del auto y empezaron a correr hacia nosotros. —Rachel se queda con nosotros. No he terminado con ella. —Jack no dejó ir su brazo y hubo una silenciosa pelea entre él y Ryder, quien tenía agarrado su otro brazo. Rachel miró entre ellos, viéndose insegura de cuál destino podría ser peor. —Puedes tener el tiempo que necesites con ella después de que esto haya acabado —dijo Demos, viniendo entre ellos—. Ahora mismo, necesitas dejar que nos la llevemos. Tú nos sigues. —Vamos, Jack, déjala ir —dijo Alex, tirando de su brazo. Jack la dejó ir con obvia renuencia y Ryder arrastró a Rachel pateando y gritando hacia el autobús y la metió adentro. Alex empezó a correr al auto, empujándome detrás de él. Habíamos cubierto unos diez metros cuando escuchamos a Suki decir: —Es demasiado tarde. No hay tiempo. Se están moviendo muy rápido. Estaba apuntando a algo en la distancia. Faros estaban cortando el cielo en pedazos. Escuché a Alex maldecir en voz baja. Sus dedos apretados alrededor de mi cintura y se empezó a mover más rápido hacia el auto. —Tenemos que quedarnos y abrirnos paso luchando. —La voz de Demos se alzó a través de la oscuridad hacia nosotros. Estaba de pie, inmóvil como uno de los árboles de Joshua, con los ojos calculando la distancia entre nosotros y las luces rebotando en el horizonte. —¿Cuántos hay, Alicia? —No puedo obtener una buena lectura. Cerca de una docena. Tal vez quince. Demos se giró hacia su otro lado. —¿Suki?

Ella cerró sus ojos por un par de segundos. —Sí, aproximadamente eso. Dos autos. Tienen armas. —Vamos… aún hay tiempo —les gritó Ryder desde la puerta del autobús. —No —replicó Demos—. No podemos huir de ellos. Si no es aquí, será en alguna otra parte, en algunos kilómetros por la carretera. Aquí tenemos ventaja. Podemos pelear contra ellos… ralentizarlos lo suficiente para que así podamos alejarnos y no nos puedan seguir. Ryder saltó fuera del autobús. —Bueno, necesitamos detenerlos antes de que se acerquen lo suficiente para golpearnos —dijo. Demos se dio la vuelta hacia Alicia, su voz urgente. —Alicia, dime quién tiene qué armas. —Pasajeros del frente en ambos vehículos. Vayan por ellos —dijo Alex en voz alta—. Ellos serán los que tengan armas que pueden derribarte. Me estremecí al recordar el tronador dolor en mi cabeza. —Los otros estarán armados con pistolas. Demos se giró hacia mí. —Lila, devuélveles a Ryder y Amber sus pistolas, por favor. No titubeé. Volé el clip hacia Ryder y la pistola hacia Amber. Tan pronto como Amber la atrapó, Alex me agarró de nuevo y me empujó en dirección de Jack. —Jack, lleva a Lila al auto. Sácala de aquí. Nosotros los retendremos. Di la vuelta alrededor. Él estaba revisando la cámara de su pistola. —No. Me quedo. Puedo pelear también. Jack interrumpió.

—De ninguna manera. Tú vienes conmigo. Vamos. —No. —Me deslicé lejos de él—. Me quedó con ellos. —Miré por encima a los demás, amontonándose alrededor de Demos. Me giré hacia Alex, quien me estaba fulminando con la mirada. Podía ver si mandíbula pulsando furiosamente. Cuadré mis hombros y lo miré de vuelta desafiantemente. No había manera de que me alejaran de esto. Especialmente si él se estaba quedando. Miró al horizonte donde las luces estaban parpadeando. Teníamos alrededor de treinta segundos antes de que estuvieran sobre nosotros. No había suficiente tiempo para que nosotros nos pusiéramos a resguardo. —Quédate detrás de mí —gruñó—. Mantente atrás. Jack escupió una maldición a la tierra. —Lila. —Me volteé para ver a Demos parado a mi lado—. Necesito que ayudes a Harvey y Bill. Necesitas sacar al primer auto. ¿Puedes hacer eso, cierto? ¿Sacar un auto? ¿A qué se refería… darle la vuelta? Eché un vistazo a Harvey y Bill luego tragué fuerte. —Trataré. —Bien. Alex, tú y Jack concéntrense en cualquiera que salga, especialmente si se las arreglan para usar sus armas. No tenemos suficiente poder humano o armas para hacer nada más ahora mismo pero traten de detenerlos siguiéndonos. Saquemos los autos, detengamos a tantos de ellos como sea posible y luego larguémonos de aquí. Los faros del primer auto rebotaron sobre la cresta antes de que pudiéramos acordar o desacordar con sus tácticas. —Demos… ¡ahora! —gritó Alicia. Demos giró para enfrentar a los autos cargando hacia nosotros. Pero no eran autos. Eran tanques. O bastante cercanos. Todoterrenos… cada uno bastante pesado, brutales toneladas de metal.

Alex se movió para pararse enfrente de mí y parte de mí quería reírse por el gesto inútil. Nada iba a detener a esa cosa, no una bala, no un poder mental poco fiable y ciertamente no una sola persona parada en su camino. Lo habíamos dejado demasiado tarde. Alex no tembló ni un músculo, sin embargo. Se paró ahí, en la cegadora luz arrojada del todoterreno, su arma alzada, su postura fría como el hielo. Luego disparó una vez y oí una bala pasar azotando y el sonido de la goma explotando. —Vamos, Lila, gíralo —habló a través de sus dientes apretados mientras el todoterreno se desviaba a la izquierda antes de enderezarse sólo y acercándose a nosotros incluso más rápido. Me concentré más fuertemente de lo que alguna vez me he concentrado en alguna cosa en mi vida. El auto dobló una ligera curva en la carretera a unos cien metros de distancia. Mis ojos siguieron los neumáticos. Los visualicé elevándose del suelo y derribando el todoterreno de cabeza, girándolo sobre su techo. No pasó nada. ¿Qué estaban haciendo Bill y Harvey? —¡Vamos! —Alex disparó de nuevo y la bala rebotó en el metal como una pistola de grapas disparando contra una pared de ladrillo. Vi a Jack por el rabillo del ojo, luces azules lloviendo de su pistola mientras disparaba repetidamente. Me volví a concentrar a través de mi corazón con pánico y estancado. Aunque estaba hecho de nada más que fibra de vidrio, la bestia entera de metal de repente se elevó limpiamente del suelo y viró violentamente a la izquierda. Podía sentir la línea entre eso y yo como una delgada cadena de metal. Lo enrollé en mi mente como un látigo y luego le di un golpecito largo y delicioso. El todoterreno rebotó en el suelo, se deslizó y luego voló hacia arriba dando volteretas sobre sí mismo media docena de veces. Rozó el techo del segundo todoterreno con un chirrido de metal desgarrador, e impactó con el suelo con tanta fuerza que tuve que taparme los oídos. Una lluvia de tierra, piedras y ramas de los árboles empezó a llover del cielo, cubriendo el suelo a su alrededor. —Oh. Por. Dios. —Jesús. —Alex me estaba mirando fijamente, con la boca abierta. Tragué fuertemente, mirando con horror la carnicería… no había movimiento desde adentro del deformado y retorcido metal. ¿Acabo de hacer eso?

—¡Vamos! —Demos nos estaba gritando—. Entren al auto, vayan, los cubriremos. El segundo todoterreno había girado fuera de la carretera en un ángulo de ciento ochenta hacia nosotros. Las puertas estaban colgando abiertas y hombres en uniformes negros estaban rodando fuera al suelo y empezando a correr hacia nosotros, pistolas en mano. —Ve detrás del auto —ordenó Alex. Su mano estaba en mi nuca y se estaba agachando, empujándome hacia el auto. Jack nos estaba siguiendo. Todo mi cuerpo estaba temblando por el ataque de adrenalina. Miré por encima de mi hombro. Ryder estaba cubriendo a los otros mientras se apiñaban dentro del autobús. Demos estaba parado en la carretera, como un escudo humano entre nosotros y los hombres aproximándose. Rezaba por Dios que él pudiera detenerlos. No tenía idea de cuál era el rango de su poder o cuántos podía retener al mismo tiempo. Alex nos arrojó al suelo detrás del auto y tomó la manija de la puerta. Me asomé sobre el capó del auto y vi a uno de La Unidad corriendo hacia nosotros con una pistola del tamaño de una bazuca en sus manos. Sin siquiera pensar en ello, la arranqué de sus brazos, lanzándola con tanta fuerza como pude a un árbol de Joshua cercano. El árbol se vino abajo sobre una rama y el hombre que había estado llevando el arma se aplastó contra el suelo. Un grito repentino me hizo girar la cabeza. Por un momento no podía averiguar qué estaba pasando. Ryder estaba yaciendo boca abajo sobre el suelo, varios metros lejos. Demos estaba parado a alrededor de diez metros de él con su espalda girada. Su mirada centrada sin descanso adelante. Él no se había vuelto ni siquiera a ver lo que había pasado. Me arrodillé y me preparé para correr hacia Ryder pero no pude. Alex me tenía agarrada por el brazo. —No puedes hacer nada —dijo, antes de mirar de nuevo sobre el borde del auto y empezar a disparar. Miré a Demos. Todavía seguía parado ahí, inmóvil. Luego me di cuenta que no se estaba moviendo porque no podía. Estaba sosteniendo a cinco hombres

congelados en medio de la carrera. No podía romper su concentración o girarse para ayudar a Ryder. Ahora era el momento para que alguien corriera allí y tomara sus armas lejos de ellos y las llaves de los autos también. ¿Por qué no estaba nadie ayudando. Miré hacia el autobús. Amber estaba gritando desde la puerta y Harvey tenía sus brazos alrededor de ella desde atrás, como si la estuviera salvando de ahogarse. Él estaba arrastrándola fuera del camino y ella lo estaba arañando con desesperación. Alguien tenía que ir y ayudar. Pero antes de que pudiera liberarme del agarre de Alex, Jack se había ido. —Cúbreme —gritó sobre su hombro. ¿Cubrirlo? Me giré de vuelta a Alex. Miró a Jack, ahora correteando por el suelo oscuro. Maldijo, luego comenzó a disparar una espesa lluvia de balas en la oscuridad. Jack alcanzó a Ryder y le dio la vuelta. Su cabeza cayó hacia atrás en la tierra y un hilillo de sangre negra se derramó por su barbilla. Un repentino frío plomizo me enfermó el estómago. Giré mi cabeza de nuevo para ver que Alex estaba disparando. Cuatro hombres estaban viniendo hacia nosotros, teniendo como objetivo a Demos y Jack. Mientras los contaba, uno de ellos cayó con un gritó. Alex se detuvo para recargar. Me concentré en el hombre al frente. Disparó en nuestra dirección y el parabrisas se quebró sobre nosotros. Alex puso una mano sobre mi cabeza y me empujó al suelo. —¡Quédate abajo! Abrió fuego de nuevo, balas crujiendo a todo nuestro alrededor. Me di la vuelta para mirar a Jack afuera en lo abierto. Iban a lograr que los dispararan. Asomé la cabeza por encima del capó y me centré en el que estaba adelante, arrancando la pistola de su mano justo cuando apretaba el gatillo. La bala silbó por el aire y escuché el sonido de ella golpeando lodo. La tierra estaba seca. Mientras me daba cuenta de lo que el sonido quería decir, un

desgarrador y retorcido dolor me inundó. Girando mi cabeza para mirar, vi que estaba en lo cierto. Jack estaba parado derecho. Pero me estaba mirando a mí curiosamente. Sentí un agudo dolor en mi pecho, como si la bala me hubiera golpeado en el corazón. Su mano cayó a su estómago, presionándola contra su camiseta. Bajé la vista a su mano. Entre sus dedos extendidos, una extensa oscuridad estaba apareciendo. —¡Jack! —grité y me lancé fuera de detrás del auto hacia él. Alex tomó mi hombro y me arrastró hacia atrás, agarrándome por la cintura y sosteniéndome tan apretadamente que todo lo que podía hacer era luchar contra él. Se balanceó hacia atrás conmigo en sus brazos y me echó en el suelo, mirando con horror como Jack cayó de rodillas y luego se lanzó hacia adelante, con los brazos extendidos a ambos lados de su cuerpo. —¡No, no, no! —Estaba sollozando y pateando y tratando de liberarme del agarre de Alex. —¡Lila, para, para! Te matarán si sales allí afuera. Una bala pasó rozando junto a mi cabeza, golpeando el suelo cerca de mi tobillo. Alex dio la vuelta, sujetándome con una pierna en el suelo mientras se arrodillaba y continuaba disparando sobre el capó del auto a los otros dos hombres. Lágrimas estaban rodando por mi cara mientras miraba sin poder hacer nada a Jack yaciendo inmóvil en el suelo. Podía ver un charco de sangre filtrándose en la tierra a su alrededor. —Maldición. Aún hay dos de ellos ahí afuera. —Alex le estaba gritando a Demos, tratando hacerse oír por encima de la flujo del rugido de motor—. Y hay más viniendo. No tenemos oportunidad. Volteé mi cabeza para ver. Otro par de faros habían aparecido en la distancia. —Vayan. Salgan de aquí —gritó Demos en respuesta—. Los retendré tanto como pueda. —¡No! —grité de nuevo—. No dejaremos a Jack.

Alex puso su mano en mi rostro, empujándolo alrededor para que pudiera ver a sus ojos. —Si lo dejamos, Lila, tiene más oportunidades de sobrevivir. No podemos alcanzarlo sin que nos maten. Y si logramos alcanzarlo, no hay nada que pueda hacer por él aquí. Tendrá más oportunidad si ellos lo alcanzan. Miró a Jack una vez más luego empezó a disparar de nuevo en la oscuridad donde los dos hombres restantes habían caído al suelo. Observé a Alex, sin comprender, luego miré atrás a Jack. Sus ojos estaban abiertos y me estaba mirando directamente a mí. Sentí alivio pero fue rápidamente consumido por el pánico. No podía dejarlo. Entonces él movió un brazo, la mano sosteniendo su pistola, y la elevó de modo que estuvo paralela a su cabeza. Aún mirándome, articuló la palabra “ve”, luego se elevó a sí mismo sobre sus codos y empezó a disparar. —Abre la puerta —gritó Alex por encima del ruido. —¿Qué? —tartamudeé, con los ojos todavía en Jack. —Abre la puerta del auto. No puedo alcanzarla. La abrí sin ni siquiera mirarla. Entonces me sentí físicamente levantada del suelo cuando Alex me arrastro como si fuera un saco alrededor de la puerta del auto y me tiró en el asiento delantero. —¡La cabeza hacia abajo, muévete! —gritó. Obedecí instintivamente, acurrucándome en una bola y aplastándome sobre mí en el asiento del pasajero. Alex estuvo detrás de mí en el siguiente segundo, acelerando el motor. Una bala silbó y golpeó el costado del auto mientras hacía girarlo en reversa y rugía hacia la carretera. Agarré el tablero y volví a mirar a la forma oscura que yacía abandonada en el suelo. Ese era mi hermano. Ese era Jack. Lo vi soltar su pistola y descansar su cabeza de nuevo en el suelo. Alex me empujó de nuevo en el asiento. Sentí las lágrimas por mi cara latiendo al compás del golpe y silbido de las balas.

Salimos de la carretera, Alex apagando las luces de modo que estábamos volando por la oscuridad. Se desvió violentamente, el volante girando bajo sus manos. Luchó con él mientras yo trepaba en el asiento y miraba sobre mi hombro. Nos dirigíamos lejos de las puertas del parque, en dirección opuesta a las luces resplandecientes del tercer todoterreno que acababa de aparecer sobre el risco. Obligué a Demos a moverse. Después el autobús comenzó a rodar hacia adelante y Demos saltó a bordo, los hombres que había estado manteniendo congelados repentinamente reanimados y disparando en todas direcciones. Observé mientras dos de ellos corrían hacia Jack y lo rodaban sobre su espalda, pateando la pistola fuera de su mano. Alex tomó mi mano, entrelazando sus dedos con los míos. —Lila, mírame. Mírame —gritó. Obligué a mi cabeza a girarse, para mirar a Alex. Sus ojos estaban ardiendo en los míos. —No mires atrás. Sólo sigue mirándome a mí. Va a estar bien —dijo—. Todo va a estar bien.

Epílogo Traducido por Maru Belikov

M

Corregido por LizC

ientras amanecía, nos estacionamos en una parada para descansar justo fuera de la carretera.

Alex abrió su puerta y salió. Lo seguí, mirando alrededor a la media docena más o menos de camiones alrededor de nosotros. Allí no había un autobús RV con placa de West Virginia en ellos. Habían pasado dos días. Dos días y dos noches de no saber. Dos días enteros y dos noches completas corriendo de la escena que dejamos atrás en Joshua Tree; de las personas que dejamos atrás. Sentía un fuerte golpe en el estómago cada vez que recordaba a Jack yaciendo en la tierra sangrando, con Ryder muerto a su lado. Apreté mis ojos. Cuando los abrí otra vez el sol había empezado a esparcir las sombras a través del asfalto. Miré a la autopista en ambas direcciones, suspirando audiblemente. No quería estar aquí. Quería estar en Oceanside. Miré hacia Alex. Él tenía sus lentes de sol puestos de modo que no podía ver las oscuras sombras en su mirada o en sus ojos, por lo que estaba agradecida. Alex, normalmente tan imposible de leer, estaba luchando por esconder su preocupación. Él seguía asegurándome que Jack estaría bien, y yo estaba intentando fuertemente de creerle pero sus ojos decían otra cosa. Como si me sintiera estudiándolo, Alex se giró y caminó alrededor a mi lado del auto. Colocó sus brazos alrededor de mí y descansé mi cabeza contra su pecho, sintiendo algo de la ansiedad inmediatamente desvanecerse. Me levantó y me colocó en el capó del auto y nos quedamos así por un tiempo, yo acurrucada en sus brazos con el sol lentamente calentándonos.

—¿Ellos vendrán, cierto? —pregunté eventualmente, mi mejilla todavía contra el pecho de Alex. —Ellos vendrán —respondió él, como si no estuviera de ánimos para debates. Por cuarenta y ocho horas habíamos estado zigzagueando a través de California y Nevada, tratando de sacudirnos a La Unidad de nuestros talones. Alex estaba convencido de que Demos, ya sea a través de Nate o Suki, nos encontrarían eventualmente. No había mencionado mis miedos —que ellos habían sido atrapados o que La Unidad nos encontraría antes que ellos lo hicieran— porque no necesitaban ser dichos. Pero ahora estábamos llegando a nuestro tercer día desde el enfrentamiento y todavía no había señal de Demos y mis miedos estaban empezando a presionar contra el dique de mi pecho, tratando de arrastrarnos hacia ellos. Si no fuera por los brazos de Alex a mí alrededor, pienso que me hubiese rendido y sólo esperado a que La Unidad me encontrara. Al menos entonces conseguiría ver a Jack y a mamá otra vez. Pero incluso a medida que lo pensaba sabía que nunca me rendiría; nunca me entregaría a La Unidad, no después de todo lo que le habían hecho a mi familia. Levanté mi cabeza para así poder ver la carretera, mirando a escondidas al resto de la parada y los alrededores por misiles que pudiera desviar si lo necesitaba. Eventualmente, cuando el sol estaba rozando la cima de las ramas de los árboles que nos rodeaban, escuchamos el rechinar de unas llantas y levantamos las miradas. Un vehículo RV todo sucio estaba haciendo un estruendo por la carretera. Apreté el brazo de Alex. Observamos cuando entraba en la parada de descanso. Tenía un número de placa de West Virginia. Salté del capó del auto. Ellos nos habían encontrado. Caí alrededor de Alex. La sombra de una sonrisa pasó a través de su rostro cuando vio mi expresión. —Te lo dije —dijo.

Miré de regreso e hice señas al RV mientras se arrastraba enfrente de nosotros. Demos y Harvey fueron los primeros en salir, Suki y Nate se tambalearon bajando los escalones detrás de ellos. Los dos lucían como si padecieran una neurosis por la guerra. La cara de Suki estaba surcada con líneas negras. Alicia y Bill los siguieron por último. No había señal ni de Amber o Thomas. Alicia lucía furiosa. Su ojo estaba sanando pero noté el fruncir de ceño que le dio a Alex. Bill parecía intranquilo, como si quisiera estar lejos de todo esto. —¿Estás bien? —preguntó Demos, dirigiéndose directamente hacia mí. Colocó una mano en mi hombro, sus ojos perforando los míos. —Sí, estoy bien —dije, mi voz ronca—. ¿Lo está Jack, sin embargo? ¿Lo viste? ¿Está vivo? —Lo pusieron en uno de los vehículos militares —respondió Demos—. Está vivo pero no vimos qué pasó con él. Mi cara se tornó sombría. ¿Cuál era el punto de toda esta espera, entonces? Debimos haber ido directo a la base, seguirlos y encontrarlo. No podía esperar más tiempo sin saber. Escuché una voz familiar y levanté la vista. —Vi lo que le pasó. —Key estaba de pie enfrente de mí. Me tomó unos segundos responderle. —¿Q-qué estás haciendo aquí? En serio, ¿qué estaba haciendo aquí? Mis ojos volaron de Key a Demos y luego de regreso a Key. Hace sólo unos días Key había estado advirtiéndome sobre Demos. ¿Ahora estaban en el mismo bando? Me di cuenta entonces. Por supuesto que estaban en el mismo bando. Todos lo estábamos ahora. —Estaba en la montaña Lila —dijo Key, limpiando su boca—. Te escuché hablando… escuché lo que Nate tenía que decir, y luego te seguí hasta Joshua Tree. Vi a esa chica Rachel hablando sobre tu madre; supuse que quizás necesitarías algo de ayuda para conseguirla de vuelta. Me le quedé mirando, lágrimas picando mis ojos. No podía hablar.

—Alcancé a estos chicos eventualmente. Pero tomó un tiempo. Tenía que regresar a mi cuerpo —dijo, encogiéndose de hombros y sonriendo al mismo tiempo. Él miro hacia Nate y sonrío. Nate sonrío de vuelta a su padre. —¿Y Jack? Dijiste que viste lo que pasó con él. —Estreché su mano. Él me miró de regreso y la sonrisa desapareció. —Lo llevaron de regreso a la base. Está en el hospital militar de ahí. La Unidad está siempre sobre él. —Se detuvo—. Él no está muy bien, Lila. Sentí mi respiración comenzar a aumentar. El suelo empezó a temblar y moverse bajo mis pies. Sentí la mano de Alex acercarse y envolverse alrededor de mi cintura, descansar en mis caderas, sosteniéndome. Key tomó un respiro y capté la mirada de cuidado que le dio a Alex. —Estaba mal herido. La bala no tocó ningún órgano vital pero está alojada cerca de su columna. Ellos lo operaron. Él está bien, pero está en coma. Ellos no sabrán cuál es el daño hasta que despierte. Alex apretó más fuerte mi cintura y me apoyé en él, cerrando mis ojos, absorbiendo las palabras de Key. —Está vivo —susurró Alex. Un tardío alivio pasó a través de mí. Me enderecé, alejándome de Alex. Jack estaba vivo. Así que ahora necesitábamos conseguirlo de vuelta. Me giré hacia Alex. —¿Cómo conseguimos entrar a un hospital militar? Él dudo. —No es muy fácil —dijo finalmente. Me le quedé mirando, queriendo una mejor respuesta que esa, pero sólo me encontré mirando a mi reflejo en sus lentes de sol. Tenía mi mano en las caderas, mi cabello cayendo sobre mis hombros, mis ojos ardiendo. Me giré lejos, pateando la grava con mi zapato.

—¿Y Rachel? —escuché decir a Alex. Me giré alrededor. —Ella está dentro —respondió Demos. —Colocamos una mordaza en su boca —agregó Suki—. Puede realmente hablar bastante y Demos no puede pasar todo el día obligándola a callar. Demos dio un ligero encogimiento de hombros. —¿Qué van a hacer con ella? —preguntó Alex. Demos estudió detenidamente a Alex, su mirada inescrutable. —La utilizaremos. De alguna manera. Debe tener algo de información. Suki y Alicia están tratando de leerla pero ella nos está bloqueando de alguna manera. Sin embargo, encontraremos una manera de entrar, o la usaremos como algo colateral. Alex frunció el ceño un poco pero sólo asintió. —Necesitas sacar a Lila de aquí —dijo Demos, inclinando su cabeza hacia mí. —¡No! —grité, moviéndome para pararme entre ellos—. Necesito regresar. Necesitamos sacar a Jack. Necesitamos conseguir a mi madre. —Lo haremos. —Demos se giró hacia mí, su voz baja. Colocó una mano en mi brazo—. Sólo que no ahora. ¿Por qué ahora no? —Los recuperaremos, Lila, reagruparnos. Ryder se ha ido.

lo

prometo. Pero

primero necesitamos

Me detuve en seco, mi protesta disolviéndose. Ryder estaba muerto. La cabeza de Demos estaba gacha, sus ojos alicaídos. Miré hacia Suki, lágrimas cayendo por sus mejillas. Nate estaba limpiando sus ojos con la parte trasera de su mano. Alicia todavía estaba mirando a Alex y Bill estaba sólo mirando al suelo. Ésta era su familia. Habían perdido a uno de los suyos. Así como yo también.

—Lo siento —dije ahogadamente. Demos asintió hacia mí, sus labios presionados firmemente. Miró sobre su hombro a la puerta del RV. —¿Están los demás bien? —pregunté. —Sí. —Demos miró hacia el suelo—. Nadie más salió herido —dijo, bajo su aliento. Hubo un momento de rigidez. Sólo el estremecimiento del tráfico de la carretera. —Váyanse —le dijo finalmente Demos a Alex—. Llévate a Lila y dirígete al sur. Sobre la frontera. Continúa hasta que llegues a la ciudad de México. Te encontraremos allí. —¿Qué van a hacer? —preguntó Alex. —Vamos a tratar de atraer a La Unidad lejos de ustedes dos, nos dirigiremos al norte. —Bien —dijo Alex y empezó a abrir la puerta del auto—. Nos veremos en México. —Sus ojos se clavaron de repente en mí—. Entonces, nos encargaremos desde allí. Lo consideré por un momento, me consideré a mí misma en sus lentes. Luego abrí la puerta del auto. —Espera. Me giré. Demos había tomado mi brazo. Me empujó hacia él y me apretó en un intenso abrazo. —Mantente fuera de los problemas —murmuró antes de dejarme ir. Me tambaleé hacia atrás fuera de sus brazos y me quedé mirando hacia él mientras caminaba de regreso al autobús. Suki levantó una mano en señal de despedida. Nate la empujó hacia él y asintió un triste adiós. Los vi irse, sintiendo un familiar chasquido y temblor mientras algo dentro de mí empezaba a estrecharse.

Luego me giré hacia Alex. Sus ojos estaban fijos en mí, llenos de ansiedad y algo más. Algo que ahora reconocía. Porque conocía muy bien el sentimiento, lo había conocido desde el día que me rompí la pierna hace doce años. Le dediqué una débil sonrisa. —Ven, vamos. El eco de una sonrisa curvó en alto su boca. Me atrajo por el brazo hasta que estuve apretada contra él y luego se inclinó para besarme en los labios. —Encontraremos a tu mamá y a Jack, lo prometo —dijo él. Y le creí.

FIN

Losing Lila Alex y Lila están huyendo, tratando desesperadamente de mantenerse un paso por delante de La Unidad, la cual está de alguna manera siguiendo todos sus movimientos. Mientras que Alex está decidido a mantener a salvo a Lila y en secreto su habilidad a toda costa, el único pensamiento de Lila es de encontrar una manera de regresar a California para que pueda rescatar a su hermano y madre de la base militar donde están detenidos. Luchando por controlar tanto su creciente poder y la profundización de sus sentimientos por Alex, Lila decide que ha llegado el momento finalmente para dejar de correr y empezar a luchar. Junto con Alex, Demos, y los demás que ha venido a considerar como una familia, los planes de Lila no son sólo para salvar a su hermano y su madre, sino también para destruir completamente La Unidad y todo lo que representa. Sin embargo, el plan requiere que Lila regrese a California sola, y hacer amistad con el enemigo; y, al hacerlo, corre el riesgo de perderlo todo: Alex, su familia... incluso su vida.

Segundo Libro de la Saga Lila

Catching Suki

Sinopsis Traducido por LizC

La Unidad se está acercando y Demos necesita que uno de su equipo vaya encubierto. Conozcan a Suki. Obsesionada a la moda y los chicos, y más que un poco chiflada, Suki es una lectora de mente con un talento especial para comprar zapatos y para escuchar conversaciones privadas. Con la misión de infiltrarse en el enemigo (es decir, Jack y Alex) Suki acepta el reto, dejando un rastro de caos, destrucción (y una gran factura de servicio de habitaciones) en su estela.

1 Traducido por Dark&Rose

D

Corregido por BrendaCarpio

emos está de pie en el lado del autobús dando golpecitos con su dedo sobre su reloj mientras me aproximo. Estoy caminando tan rápido como puedo, pero la hierba me ralentizaba porque el Señor Blahnik diseñó estos zapatos con alfombras rojas en la mente, no con campos. Pero nadie parece darse cuenta de esto, aparte de mí, porque seguimos estacionando en campos al lado de autopistas y nunca en Rodeo Drive. —Suki —dice Demos, antes de que pueda poner un dedo del pie en el escalón—, juro por Dios que si compras un par de zapatos más voy a tener a Ryder tamizando cada maldito pensamiento de moda fuera de tu cabeza. Irás vestida con un mono y unos zuecos de plástico de Wal-Mart durante el resto de tus días. Me tambaleo hacia atrás contra el lado de la RV. Sabía que debería haberme colado con la ayuda de Nate. El problema de vivir en este estúpido autobús con un millón de otras personas, una de ellas otro lector de mentes, es que no hay privacidad. Y ese no es el único problema. No hay espacio en el armario, tampoco. —No me tamizarías —le digo a Demos, alzando mi barbilla—, porque me necesitas. Y necesito zapatos. Ergo. —Uso esta palabra que acabo de aprender de Nate—. Ergo, necesitas mis zapatos. —No eres el único lector de mentes, Suki, nos la arreglaríamos sin ti — advierte Demos, pero él está sonriendo mientras lo dice—. Vamos a necesitar un barco de contenedores para llevar todos tus zapatos si esto sigue adelante.

Él siempre está refunfuñando: ooh, los malos, ooh, tenemos que correr, ooh, demasiados zapatos, oooh... Pongo los ojos en blanco y paso por delante de él para subir al autobús. —¿Cómo puedes siquiera pagar por todo esto? —pregunta. Me giro en uno de las escalones y alzo una ceja en un arco perfecto y le dirijo una mirada que aprendí de ver La Jueza Judy, aunque mi manera es mucho más atractiva. —¿Me estás preguntando eso? Veo la contracción de una sonrisa en la comisura de su boca. Él parece menos serio y menos como un cerebro calculador cuando sonríe, lo que ocurre aproximadamente una vez al mes. Me preguntaba al principio que provocó que Alicia se comportara todo Bella Swan con él ya que Alicia es tan sexy como cualquier supermodelo y Demos no es Edward Cullen, pero luego leí su mente un día, totalmente por accidente, por supuesto, y vi exactamente por qué, y ahora me es difícil mirar a Demos con la vista apropiada, y cuando estoy con Alicia —que es también una lectora de la mente—, tengo que hacer un montón de la-la-la. —Vamos, ve adentro —dice Demos, golpeando la bolsa que estoy sosteniendo. Demos tiene una historia relacionada con los bancos. Y esa historia no implica pagar dinero en uno, usar un cajero automático, o trabajar como gerente de un banco. Descubrí esto por accidente también, hablando con Harvey un día. Es una mina de información. En el interior del autobús, Nate está con Ryder y ellos están jugando con su Wii y no tengo que preguntar o mirar para saber que Ryder está azotando el trasero de Nate. Nate se sobresalta cuando me ve.

—¿Fuiste de compras sin mí? —chilla—. Eso es tan injusto. ¿Qué has comprado? ¡Déjame verlo! Él es como un cachorro que necesita hacer pis, pero dejo caer la bolsa en el sofá y saco la caja con mis zapatos nuevos que se sienten como si estuvieran hechos de conejitos pero afortunadamente no lo son porque eso sería asqueroso, así como también serían muy difíciles de limpiar. —Prometiste que me llevarías de compras la próxima vez —dice Nate, dirigiéndome una mala cara—. Estoy totalmente decidido a decirle a tu padre que le robaste su tarjeta de crédito. —No robé su tarjeta de crédito —digo, apretando los zapatos contra mi pecho. —Robaste el número PIN de su cabeza. Es lo mismo —dice Nate, arrebatándome los zapatos. —No es lo mismo y mi padre es rico, él no se dará cuenta de cuatrocientos dólares. —Cuatrocientos hoy, tal vez. —parlotea Ryder desde el sofá donde sigue jugando con su Wii—. Pero, ¿cuánto gastaste ayer? ¿Y el día de antes? Incluso el Fondo Monetario Internacional empezará a darse cuenta de su tarjeta de crédito pronto. —¿Qué es ese Fondo Monetario Internacional? —pregunto con alarma—. ¿Puedes tamizarlo? —De acuerdo, gente, escuchen. Es Demos. Está de pie en la puerta. —¿Nos vamos? —pregunto. Creo que ya es hora de que nos registremos en un hotel con piscina y servicio de habitaciones. No es como si nosotros no tuviéramos dinero. E incluso si no lo tuviéramos, y el Fondo Internacional cualquiera que fuera bloqueara la tarjeta de crédito de mi papá, Demos siempre podría dar un “viaje” al banco. Sigo pensando en este argumento, pero Demos sólo me dirige esta mirada, como si estuviera pensando en convertirme permanentemente en una estatua congelada.

—Pronto —contesta—. Vamos a dirigirnos a San Diego mañana. —Oooh, ¿vamos a espiar a La Unidad un poco más? —pregunta Nate, lanzándome una mirada, y no hace falta ser un adivino para comprender exactamente lo que está pensando. Está pensando en hombres calientes en uniformes. Ahora yo también lo estoy haciendo. —¡Ustedes dos! —dice Alicia repentinamente detrás de mí. Me doy la vuelta alterada. No la había oído llegar, probablemente porque las imágenes de la cabeza de Nate eran tan abrumadoras que todo lo demás estaba en blanco. —¿Tenemos que recordarles que La Unidad es el enemigo? —dice—. No una banda de chicos para que puedan babear. —¡No estoy babeando! —protesta Nate. Él está babeando. Pero cualquiera que tenga ojos comprendería y lo perdonaría. La Unidad puede ir a por nosotros, pero eso no cambia el hecho de que son también muy guapos y dos de ellos en particular, son más allá que guapos, de hecho ocupan una federación totalmente nueva de sexys. Son casi tan calientes como yo. Sólo que en hombre, en cambio. —Suki —dice Alicia, poniendo en blanco sus ojos. —¿Qué? —protesto—. Están buenísimos. Demos hace una mueca divertida con la boca como si acabara de comer un camión cargado de wasabi. —Suki, estos hombres te matarían tan pronto como te vieran. Vamos a ver cuán lindos los encuentras cuando estén apuntándote con una pistola en la cabeza y amenazando con volarte los sesos. —Hace una pausa, dándome esa mirada fija típica suya—, o algo peor. Incluso las imágenes de la cabeza de Nate se desvían en este punto fuera de la habitación y a un sitio mucho más emocionante. La sala se queda en silencio. Ryder detiene el juego y lanza el control sobre el sofá. Amber ha aparecido de

alguna parte y se deja caer en el sofá junto a Ryder y descansa su cabeza en su hombro. Normalmente escuchar a esos dos es como escuchar un álbum de Taylor Swift reproduciéndose repetidamente, pero ahora los dos están apagados. Ahora los dos están pensando en La Unidad. Miro a Demos y oigo el enojo crujiendo fuerte en sus pensamientos — imágenes impactantes pasando como un relámpago antes de desaparecer casi al instante— sobre todo está pensando en esa mujer, la mujer en la que piensa a menudo: la mujer muerta con los ojos verdes. Y está también pensando en Jack Loveday, uno de los líderes de La Unidad. Demos piensa en él y esa mujer mucho. Sin embargo, sus pensamientos y sentimientos están tan enredados —son tan terriblemente violentos y devastadoramente tristes— que me da dolor de cabeza con sólo mirarlo. A veces me pregunto por qué no hace algo para controlar su mente o pedir a Ryder que tamice esos recuerdos y los elimine por completo. Creo que yo lo haría. Pero sé que Demos prefiere recordar, tiene que recordar. La Unidad está tras de Demos como si fuera una droga de clase A. Van detrás de todos nosotros, pero Demos es al que más quieren. El resto de nosotros tenemos poderes: Nate puede volar fuera de su cuerpo, Alicia puede leer la mente, Ryder puede tamizar recuerdos, eliminar trozos enteros de tu pasado. Harvey y Bill pueden robar bancos y hacer que las cosas se muevan con sólo mirarlas, y Amber puede ver el aura de las personas, que aparentemente son grandes bolas de luz. Pero Demos puede congelar a las personas con sólo una mirada. Él puede impedir que la gente piense, se mueva, incluso que sienta. Y esa es la razón por la que La Unidad lo quiere tanto. Él es lo que Ryder llama la veta

madre. A veces me pregunto si Demos le hizo algo a mi cabeza para convencerme de que me uniera a su grupo de psicos, lo cual es como La Unidad nos llama, porque no estoy segura de qué de otra manera estuviera de acuerdo en vivir en este autobús sin espacio en el armario, pero aquí estoy. Fue Amber quien me encontró. Yo estaba de compras y ella y Demos me arrinconaron en un vestuario. Amber puede detectar un psico a medio kilómetro de distancia sólo mediante el escaneo de auras. Si me hubieras dicho que era

posible antes, hubiera pensado que estabas loco, pero la he visto hacerlo —con Nate— así que sé que es verdad. Al principio pensé que Demos y Amber eran gente loca tratando de secuestrarme. Pero luego me presentaron a Alicia, Ryder y Bill y fue la primera vez en toda mi vida que conocí a alguien súper sexy más con un poder mental, no importa que fuera todo un grupo de ellos. —Tenemos que saber lo siguiente que está planeando La Unidad —dice Demos, interrumpiendo mis pensamientos—. No podemos seguir esperando a que nos atrapen. Tenemos que luchar, poner fin a esto, contra ellos. —Se vuelve hacia mí—. Y Suki, te necesitamos para esto. Cruzo los brazos sobre el pecho. —Pensé que habías dicho que podrías hacerlo sin mí ¿No tienes otro lector de mentes que puedas usar? Amplié mis ojos hacia Alicia. —La Unidad sabe de Alicia —respondió Demos—. Ellos no te conocen. Te necesitamos para estar cerca de ellos. Oigo a Nate reírse detrás de mí. —Entonces, ergo, necesitas mis zapatos —le digo con una sonrisa—. Admítelo. —Bien, Suki —suspira Demos—. Necesito tus zapatos.

2 Traducido por Mona

E

Corregido por BrendaCarpio

l bar se llama Belushi. Tiene un letrero de neón intermitente afuera, anunciando Budweiser y Chuletas. Esta no es la clase de establecimiento que tiene valet parking y un agente de seguridad en la puerta que me dejará saltar la fila. No hay ninguna fila. No creo que este sea la clase de lugar donde la gente alguna vez haría cola para entrar. Aunque tal vez si para marcharse. Camino despacio hacia la puerta, como un cordero que entra en la guarida de un león. Podría ser rasgada a jirones o terminar siendo manipulada por La Unidad para llevarme de regreso a su sede y sólo Dios sabe lo que me pasaría si terminara allí. Nunca hemos sido capaces de poder entrar debido al asunto de su alarma. Pero un rápido escaneo del bar revela que la mayoría de las personas dentro piensan en tres cosas: quién ganará el juego, quién comprará la siguiente ronda y con cuál chica van a probar suerte después. Camino al interior, lanzando mis hombros hacia atrás y adoptando una postura que yo debería haber patentado porque la vi el otro día en America’s Top Model y ellos evidentemente la robaron de mí. Hombres en uniforme. Muchos hombres en uniforme, sobre cada superficie: jugando billar, apoyados sobre la barra, charlando con chicas con extensiones de cabello de nylon, bebiendo cerveza, gritando, riendo y pensando generalmente en una cosa. Algunos hombres me notan cuando estoy de pie en la entrada. Hago una pausa un momento para beber a lengüetazos los pensamientos. Sí, estaba en lo cierto acerca de este vestido. Este es grrrrrr. Oigo a Alicia de repente en mi cabeza, gritándome que me enfoque. Está sentada afuera en el vehículo de escape con Demos. Mi walkie talkie personal.

«¡Bien!» grito en respuesta. «Te oigo. Ahora shhh, así puedo concentrarme.» Exploro la habitación. Ellos están allí. El Teniente Jack Loveday y el Teniente Alex Wakeman. Sólo he visto sus fotos hasta ahora y las imágenes que están en la cabeza de Demos, pero la verdad es que Demos no les hizo justicia. De hecho, la cabeza de Demos necesita un ajuste, un reinicio o un completo sistema operativo totalmente nuevo. El perfil de Jack está girado hacia mí. Él está mirando con el ceño fruncido su iPhone. Tiene el cabello oscuro y la clase de rostro por el que Nate estaría dispuesto a hacer cualquier cosa. Alex está frente a mí, sentado sobre un taburete, una pierna apoyada sobre el carril. Lleva una camiseta blanca y esta se adhiere a su cuerpo con tanta fuerza, que en realidad estoy celosa, si es posible estar celosa, es decir de una pieza de ropa. Alex tiene el cabello rubio y los ojos tan azules que puedo ver su color desde aquí. Recorro con la vista su cuerpo. Olvidé su mente. Sus jeans están en el camino. No por primera vez en mi vida lamento que mi poder súper caliente no fuera la lectura de mentes, sino la visión de rayos X.

«¡Suki!» Ah. Alicia está en mi cabeza otra vez.

«¡Recuerda por qué estás allí!» grita. Mi misión, la cual decidí aceptar, es infiltrarme en el enemigo. Jack y Alex son el enemigo. Hago una pausa, preguntando cómo define Demos infiltración.

«No, de esa manera, Alicia» contesta por él. Me paseó hacia la barra, parándome a varios metros de distancia de Jack y Alex. Jack de repente se da vuelta. Él me nota y sus ojos pasan por encima de mi cuerpo. Entonces él se vuelve hacia Alex: —Fíjate en la chica linda —dice él.

Giro mi cabeza y finjo no escucharlos. —Pensé que ya no estabas mirando más —Alex se ríe—. Pensé que habías volteado a una nueva página. —Lo hice —protesta Jack—. La estoy mirando por ti. Ya es hora de que te enganches con alguien. Ha pasado mucho tiempo. —Conoces las reglas —contesta Alex. —¿Quién dice que tienes que salir con alguien? —se ríe Jack. —No es mi estilo, Jack —dice Alex. —Bien entonces, ¿qué pasa con Rachel? —pregunta Jack—. Eso sería permitido. Ella trabaja para La Unidad. Me deslizo ligeramente alrededor de modo que puedo echarles una ojeada con el rabillo de mi ojo. —Es rubia, caliente, seriamente rica… ¿estás diciéndome que nunca lo has considerado? —pregunta Jack con una sonrisa. —Eres tan superficial —dice Alex, riendo y tomando otro trago de su botella—. ¿Sara se da cuenta de esto? Tal vez yo debería contarle. Jack sonríe con satisfacción hacia él. Alex hace una señal con la cabeza hacia el iPhone en la mano de Jack. —¿Qué dijo exactamente? —pregunta él. —Ten, lee esto… —dice Jack, dándoselo. No puedo ver lo que está mirando, así que examino la cabeza de Alex mientras él lee. Es un correo electrónico. ¡Sorpresa! Voy a Los Ángeles. Mi vuelo llega a alrededor del mediodía. Besos, Lila. En mi cabeza oigo a Alicia consultar con Demos fuera, pero los dejo fuera de la zona para así poder concentrarme en Alex y Jack y lo que ellos dicen sobre esta chica Lila.

—Algo pasa —dice Alex, devolviéndole el teléfono a Jack. —No necesariamente —responde Jack, guardándolo en el bolsillo—. ¿Crees que ésta es la primera vez que Lila ha sido impulsiva? En serio, hombre, ¿recuerdas a mi hermana, verdad? ¿Baja, rubia, impulsiva como un tratamiento de electrochoque? ¿Obstinada como una mula que no acepta un no por respuesta? Alex levanta una ceja. Sin leer su mente puedo decir que él piensa que esto es como la cera de los oídos riéndose de los mocos. Jack se sienta derecho sobre su taburete. —Oye, no soy baja o rubia —dice él. Él está de pie de tal modo que me fuerza a admirar su trasero. Jack tiene lo que Alicia llama un ego. Pero, déjame decirte, el ego de este chico escribe cheques que su cuerpo podría pagar en efectivo. —Podría ser acerca de un chico —dice Alex, encogiendo sus hombros y tomando otro trago. —¿Un qué? —pregunta Jack. Alex se ríe por lo bajo. —Un chico. ¿Tú sabes? ¿Un titular de cromosoma, Y? No te das cuenta de ellos tanto como lo haces con las que son portadoras de los X. —¿De qué estás hablando? —pregunta Jack, frunciendo el ceño en confusión—. ¿Un chico? Es solamente una niña. —Tiene diecisiete años —dice Alex—. Ya no es más una niña. El rostro de Jack palidece, sus ojos se abrieron de par en par. Puedo oír el proceso de sus pensamientos. Hace el salto mental evolucionando lentamente entre el hipotético muchacho, y lo que el hipotético muchacho podría estar haciéndole a su hermana y luego, cuando él lo ha entendido, salta de su taburete. —Si cualquier chico alguna vez pone un dedo sobre mi hermana voy a matarlo —gruñe. Entonces se detiene para mirar a Alex. Alex solamente lo mira de regreso con una ceja levantada, recordando un desfile entero de chicas sobre las

que Jack había puesto los dedos encima, y muchas cosas más, pero decidió no mencionar esto en su cara. Finalmente, Jack se hunde en su taburete otra vez. —¿Piensas que podría ser eso? —pregunta, viéndose como si simplemente se sentara sobre una botella de cerveza en posición vertical. Alex se encoge de hombros. —Solamente estoy especulando. ¿Cuándo fue la última vez que hablaste con ella? Jack sacudió su cabeza. —Un par de semanas atrás. Ella parecía estar bien. —Ella parecía un poco deprimida para mí. —¿Cuándo hablaste con ella? —pregunta Jack. Oigo la culpa mezclada con un poco de irritación en su cabeza. Lamenta que él no fuera un mejor hermano. Piensa que tal vez Alex tiene razón, pero nunca en mil años admitiría eso. —Me envió un correo electrónico un par de días atrás —dice Alex, cauteloso ahora. Él puede leer a Jack. Sabe que tiene que pisar con cuidado alrededor del asunto de Lila. Jack frunce el ceño. —Ve con cuidado, ¿de acuerdo? —dice Alex—. Ella ha pasado por mucho. Jack pone en blanco sus ojos. —No debería venir. Tiene que volver a Londres. Voy a enviarla directamente de regreso. —No puedes, Jack. Deja que se quede unos días, una semana. Averigua qué pasa. Le debes eso. Le debemos eso. Él murmura esta última parte y veo una imagen en su cabeza de esta chica, Lila. Tiene sólo catorce años pero el recuerdo tiene una sensación brumosa, lo que

me hace pensar que este tiene al menos unos años porque, ¿no tiene diecisiete ahora? Eso es lo que Alex acaba de decir, de todos modos. Esta chica Lila tiene piernas delgadas, está jugando baloncesto en un patio trasero en algún sitio. Tiene el cabello rubio oscuro, atado atrás en una cola de caballo, y está sonriendo en su recuerdo, del tipo desgarbada y con los ojos muy abiertos. Y luego la imagen de su recuerdo escapa a algún otro lugar y todos están vestidos de negro, imagino que es un entierro y Alex sostiene la mano de Lila en el borde de una tumba. Pero a continuación borra el recuerdo y Alex vuelve a este momento. —Este lugar no es seguro para ella —dice Jack, frunce el ceño hacia la barra. —Mantendremos un ojo sobre ella. Estará bien.

No si Demos logra lo que pretende, pienso para mí misma. Alicia de repente irrumpe en el espacio en mi cabeza otra vez, como si fuera un controlador de tráfico aéreo y soy un avión dando vueltas.

«Suki, empieza a hablar con ellos. Averigua más sobre Lila y si se puede acerca de cuál es el siguiente movimiento de La Unidad. Y por favor, trata de concentrarte en reunir información útil sobre su siguiente movimiento, no tenemos que averiguar cuál es el estado de sus relaciones.» Le digo a Alicia en silencio que lo comprendo y luego me inclino sobre la barra, el ángulo de mi cuerpo hacia Alex y le doy mi sonrisa seductora. —¿Qué tiene una que hacer para conseguir servicio por aquí? —digo—, ¿desnudarse y bailar sobre la barra? Jack se detiene, se desplaza en su taburete y entonces me regala una sonrisa amplia. —Podrías intentar eso. Nosotros no te detendremos —dice. —Jack —le advierte Alex, sacudiendo su cabeza. Él sonríe excusándose hacia mí entonces alarga su mano en el aire y asiente al barman, que viene directamente. —¿Qué le sirvo? —pregunta el barman.

—¿Quieren algo? —digo, dirigiéndome a Alex y Jack. Esperando escuchar a Alex decir “sólo a ti” en su cabeza, pero no lo hace. Él dice—: No, gracias. —A mi rostro, sus pensamientos distraídos, todavía sobre esta muchacha Lila. Jack, por otra parte, está definitivamente comprobándome. Lo atrapo mirando a mis zapatos. Piensa que tengo lindas piernas pero entonces recuerda a una chica llamada Sara y aparta la mirada con aire de culpabilidad. —Una Cola de dieta, por favor —le digo al barman. —Soy Jack —me dice Jack—, y éste es Alex. —Ladea su cabeza en dirección a Alex. —Soy Suki Nakamura —digo, ofreciendo mi mano.

«Oh, una buena, Suki, ¿por qué solamente no les dices que eres una psico y les pides que te contengan mientras estás en ello?» sisea Alicia. —Entonces —comienzo, apresurándome, esperando que si sonrío lo bastante brillante y agito mis pestañas van a olvidar mi nombre—. ¿Qué hacen ustedes dos? —Hago una pausa—. ¡No, no me lo digan! ¿Ustedes atrapan tipos malos? —¿Cómo lo adivinaste? —pregunta Jack, sonriendo. —Soy una lectora de mentes —digo, luego me río ruidosamente tratando de cubrir a Alicia diciendo palabrotas en mi cabeza—. Ja, ja, sólo bromeaba. Sólo sé que aquí es donde todos los Marines pasan el rato. —Así que, ¿te gusta un hombre en uniforme entonces? —pregunta Jack. Él está apoyado contra la barra pero se inclina hacia mí, y en una voz baja, de complicidad que casi me envía un espasmo, dice—: Tal vez Alex puede mostrarte su arma más tarde. Echo un vistazo a Alex. Él parece que está profundamente interesado en el juego que se está jugando en la televisión sobre la barra, pero, en realidad, está pensando en cómo va a matar a Jack más tarde.

Me río tontamente. Él puede mostrarme cualquier cosa, mientras que no sea el arma que La Unidad utiliza para paralizarnos. —¿Eres bueno atrapando tipos malos? —pregunto, forzando un tono ligero en mi voz. La expresión de Jack se vuelve severa. Él frunce el ceño y durante un segundo parece que tiene unos ocho años. Una imagen de Demos aparece en su cabeza. Está pintada de rojo. —Somos buenos atrapando tipos malos —oigo a Alex decir—. Y muy pronto habremos capturado al malo que hemos estado persiguiendo por mucho tiempo. Y luego vamos a hacerle pagar. Antes de incluso dar la vuelta veo la misma imagen de Demos en la cabeza de Alex. —¿Pronto? —pregunto, girando para mirarlo de frente, sonriendo con inocencia—. ¿Qué tan pronto? ¿Cómo mañana? ¿Qué hizo este tipo tan malo? Alex me frunce el ceño, estrechando sus ojos. —No dije eso en voz alta —murmura, levantándose despacio de su taburete. Durante un instante estoy congelada como un conejo enfocado en los faros sobre una oscura carretera. Oigo una inhalación de aire de Jack… y luego estoy fuera de allí. El Sr. Blahnik podría no haber diseñado sus zapatos para correr pero de alguna manera logro hacerlo hacia la puerta, deslizándome bajo el brazo de alguien, incluso cuando un grito surge alrededor de mí… y Alicia está gritándome en mi cabeza para que corra y salga por la puerta principal y Demos ha abierto la puerta del auto de golpe, me apresuro hacia él, alcanzando su mano extendida mientras Alicia acelera el motor, y me lanzo en el auto cuando salimos con un chirrido de ruedas. Miro hacia atrás por encima de mi hombro, jadeando y agarrando el lado del asiento mientras nos desviamos hacia el tráfico. Alex y Jack están de pie en la acera sus armas en la mano, pero no están disparando. Entonces veo que están congelados sólidos como estatuas.

Echo un vistazo a Demos. Está mirándolos a ellos, sosteniéndolos en el lugar, y frunce el ceño. Pero sé que el ceño realmente está dirigido a mí.

3 Traducción SOS por LizC Corregido por Otravaga

L

a bañera sola es más grande que todo el autobús. Hay armarios en los que puedo caminar dentro y que son lo suficientemente grandes como para albergar un desfile de modas. Hay una bata blanca y suave de baño, un televisor con cinco mil canales, servicio de habitaciones y chicos en lindos uniformes para llevar mis maletas y traerme hamburguesas con queso. Y lo mejor es que aceptan Amex8 . Y lo segundo mejor es que Demos no sabe dónde estoy. Aunque sé que me va a encontrar eventualmente con la ayuda de Amber… o de Nate, si le da la gana de traicionarme. Pero si tengo que sentarme a través de otra conferencia sobre cómo algunas células del cerebro están ocupando mis lóbulos frontales entonces voy a tomar mis nuevos zapatos de piel de conejo y perforar un agujero a través de mi propia cabeza con ellos. No es como si fuera mi culpa. De acuerdo. Tal vez es mi culpa. Me acuesto en la cama. Oooh, algodón egipcio. Y luego viene el golpe. Salto enderezándome. No he pedido el servicio de habitación. Hago una rápida exploración. Luego pienso en esconderme debajo de la cama.

8

Amex: Abreviatura para American Express.

—Suki —dice la voz de Alicia a través de la puerta—. Ocultarte debajo de la cama es una idea realmente estúpida. Sólo abre la puerta. Sabemos que estás ahí. ¿Sabemos? Escucho más duro. Él me ha traicionado. Nate está con ella. Salgo de la cama con un gemido y arrastro los pies hasta la puerta. —Váyanse —digo a los paneles de madera. —No —responde Alicia.

¿Cómo diablos me encontraron? me pregunto. —De todo lo que has estado hablando desde hace semanas es del servicio de habitaciones y armarios espaciosos. No hacía falta ser un detective. —¡Suki, déjanos entrar! —Esta vez se trata de Nate—. Sólo somos nosotros. Abro la puerta y Nate me empuja al pasar. Él da una voltereta sobre la cama. —¡Woooooah, mira este lugar! —Esta es mi habitación. Búscate la tuya —digo. —Suki... He venido para buscarte y llevarte de vuelta —interrumpe Alicia. —¿Por qué? ¿Para que Demos pueda gritarme un poco más? Alicia encoge un hombro. —Sabes cómo es él —dice, con una sonrisa torcida—. No fue su intención ponerse tan enojado. Es sólo que La Unidad no sabía nada de ti antes. Y ahora lo hacen. Esto lo hace más peligroso para ti. Ella tiene razón. Me escucha pensar esto porque su sonrisa se ensancha. —Él realmente lo lamenta —dice Alicia. Cruzo los brazos sobre mi pecho. —¿Sí? Bueno, ¿por qué no está aquí entonces diciéndome esto él mismo? La sonrisa de Alicia se desvanece.

—Porque pensó que simplemente pensarías que estaba usando sus poderes para convencerte. Resoplo. —No quiero ser parte de su tonta pandilla nunca más. Me aparto pero Alicia se apodera de mí por el codo. —Suki… sabes por qué estamos haciendo esto —dice en voz baja—. No es por diversión. Tenemos que detenerlos. Y ahora saben quién eres, estás en tanto peligro como el resto de nosotros. Tenemos que permanecer juntos hasta que esto termine.

Nunca va a terminar, pienso para mí. Alicia frunce el ceño y dice rápidamente—: Mira, no es seguro quedarse aquí. Tenemos que irnos. —Mira alrededor, y veo el miedo hacerse cargo de su rostro a la vez que oigo el pensamiento. Y luego habla en voz alta—. Por favor, por lo menos dime que no utilizaste tu nombre o pagaste por todo esto con una tarjeta de crédito. Ella escucha la respuesta, a pesar de que trato de encubrirla con algún súper ruidoso la-la-la. —¡Suki! —grita. —¿Qué? —Me encojo de hombros. Pero ya puedo ver las imágenes en su cabeza… imágenes de hombres en uniformes negros de combate... Nate salta hasta la puerta donde todavía estamos de pie. Llevando la bata de baño blanca y esponjosa puesta sobre su ropa, cargando una bolsa de cacahuetes del minibar en una mano y el menú del servicio de habitación en la otra. —¿Qué? ¿Qué está pasando? —pregunta, mirando entre nosotras. —¿Cuándo vas a aprender? —Alicia suspira. —¿Aprender qué? —pregunta Nate.

—Ellos saben tu nombre —dice Alicia, ignorando a Nate y hablando directamente hacia mí. Sus fosas nasales dilatadas como las de un caballo furioso—. No puedes utilizar ninguna identificación nunca más con ese nombre. La Unidad tendrá tu nombre marcado.

Oh. —¡Vamos, tenemos que salir de aquí ahora mismo! Y entonces, sólo entonces, ambas escuchamos una explosión de voces — órdenes siendo gritadas— mil revoltijos de pensamientos volando de ida y vuelta como balas en nuestros cerebros. Es como si hubiera un juego jugándose y el estadio es mi cabeza. Alicia hace una mueca y yo me tapo los oídos… no es que eso ayude. Los dedos de Alicia agarran mi muñeca y me da un tirón hacia fuera de la puerta y en el pasillo. —Pero… —empiezo, mi mano libre colgando en el picaporte de la puerta como un salvavidas. Estoy pensando en mi bolso y mis zapatos nuevos y todas las pequeñas botellas pequeñas de champú y acondicionador que estoy dejando atrás. —Suki… ¡no hay tiempo! —chilla Alicia, tirando de mí hasta que mis dedos pierden su agarre sobre la puerta—. Tenemos que irnos. ¡Vamos, corre! Y lo hacemos. Corremos hasta el final del pasillo, al ascensor, y Nate golpea el botón pero las puertas metálicas permanecen pacíficas y cerradas como los ojos de una persona muerta. Alicia nos empuja a la escalera de emergencia al lado del ascensor y entramos en una resonante escalera hueca. Rugiendo desde la parte inferior viene el sonido de pies subiendo a toda prisa.

«Da la vuelta» grita Alicia en silencio en mi cabeza. Me giro y empujo a Nate por la puerta, tropezando en sus talones. Alicia nos empuja por el pasillo. De repente una puerta se abre y un hombre de aspecto dormido con un vientre prominente peludo y vistiendo sólo una toalla alrededor de su cintura está de pie allí.

—¿Qué demonios está pasando? —pregunta en un acento raro, mirando hacia el pasillo—. ¿Qué es todo ese ruido? Escuché el pensamiento de Alicia un segundo antes de que siguiera adelante con ello y saliera disparada de forma que su codo se estampa contra la sien del hombre. Nate se queda sin habla y parpadeando cuando el hombre choca hacia atrás, dejando escapar un bramido bajo. En ese momento las puertas del ascensor se abren. Las manos de Alicia están en mi espalda. —¡Adentro! ¡Adentro! —grita, empujándonos a Nate y a mí por encima del hombre gimiendo en el suelo y en su habitación. El hombre gruñe cuando mi pie lo atrapa en la ingle y me tropiezo. Puedo oír sus pensamientos dando tumbos como guijarros en una lata vacía pero están en otro idioma que no entiendo. Alicia grita: «¡No te muevas!» Y sus ojos se abren salvajemente. Y entonces cierra la puerta en mis narices.

¿Qué está haciendo? Salto a mis pies. Mi mano está en el picaporte, girándolo, cuando oigo pies golpeando hacia nosotros, agitando el suelo como un terremoto y voces de hombres gritando tan fuerte que es como si estuvieran en fuego. Oigo el pánico en la cabeza de Alicia, pensamientos aleatorios, fugaces y borrosos: corre corre corre… ella está tratando de correr más rápido, con el corazón golpeando frenéticamente en su pecho. Puedo ver la puerta a la que se dirige, puedo ver su mano extendida delante de ella a medida que los pasos retumban detrás de ella, cada vez más cerca. Puedo sentir su miedo, puede saborear el pánico. Y puedo ver a Demos también, aunque sé que es sólo una imagen en la cabeza de ella, y en medio de todo oigo que me dice que llegue a Nate y salga, y entonces… ¡BAM! Estoy siendo apuñalada en la cabeza por una persona con uñas acrílicas con las puntas como una navaja. Están empujando directo en mi cráneo, tratando de agarrar puñados de cerebro, y ahora están apretando firmemente el mismo. A mi

lado, Nate se estrella contra el suelo, aterrizando encima del hombre gimiendo, quien dejó de gemir por completo y se quedó en silencio. Y luego la habitación me aplasta y creo que debo estar en el suelo también, porque puedo sentir la alfombra suave como una nube debajo de mi mejilla. Después de lo que se siente como un centenar de años, el dolor empieza a desaparecer y es como despertar de un coma. Me siento como uno de los personajes de las telenovelas mexicanas que a Bill le gusta ver cuando cree que nadie está alrededor. Abro un ojo y veo a Nate todavía hecho un ovillo, con los brazos envueltos alrededor de su cabeza. Él está acostado con la cara en el vientre del hombre medio desnudo, aunque el hombre medio desnudo ya no está semidesnudo sino totalmente desnudo, con la toalla enredada debajo de él, y él tiene cosas goteando fuera de su boca. Nate le debe haber dejado inconsciente cuando fue a estrellarse contra el suelo. Giro la cabeza lentamente, dolorosamente, hasta la puerta y abro mis oídos. Exploro el pasillo exterior. ¿Cuánto tiempo hemos estado aquí acostados? ¿Dónde está Alicia? Ruedo sobre mis rodillas, cierro los ojos, y en silencio grito su nombre. Pero ella no contesta, o tal vez es sólo que no puedo oírla, no a través de todas las espesas nubes de humo llenando mi cabeza. Todo es sordo, apagado. Entonces, en la distancia… un sonido. Me tambaleo hacia la puerta, con la cabeza entre mis manos y detrás de mí escucho a Nate empezar a hacer un ruido de queja. Presiono mi oreja a la puerta y aprieto mis ojos cerrados, tratando de concentrarme. Y el ruido entra precipitadamente como otra explosión de esa arma, quitando capas y capas de piel y hueso hasta que me pega justo en el centro de mi cabeza y me caigo allí mismo en el suelo y rompo a llorar porque es Alicia a quien puedo escuchar. Ella está gritando tan fuerte que está partiéndome la cabeza en dos. Está gritando sin ningún sentido. Está gritando, aunque nadie la puede oír más que yo.

Y mi cabeza está llena de imágenes… de hombres sujetándola al piso. Hombres vestidos de negro, y le están haciendo daño, agarrando sus muñecas, sujetándola por los tobillos y la cintura mientras lucha contra ellos, y la arrojan amordazada en un auto negro —sólo capto vistazos de lo que ella ve— una manija, una ventana oscura, una pistola. Y luego un rostro. Es Jack.

4 Traducido por Lizzie

D

Corregido por LizC

emos no ha venido y ni ha dicho que me echaba la culpa y los pensamientos en su cabeza no dicen eso tampoco. Él está culpando a La Unidad. Pero es mi culpa. Y Nate no discutió conmigo sobre eso mientras estábamos fuera del hotel, él todavía con la bata de baño robada, los dos agarrándonos la cabeza. Por eso debo ser la única que recupere a Alicia. Es por eso que estoy parada frente a la casa de Jack ahora mismo. Si puedo entrar tal vez pueda encontrar algo útil —como una llave de la base o una contraseña o algo— cualquier cosa que pueda ayudarnos a conseguir a Alicia de regreso. He estado observando la casa durante los últimos quince minutos. Estoy mirando tentativamente en el buzón tratando de adivinar si el sistema de alarma está activado o no, porque particularmente no quiero terminar diciendo hola a la acera, cuando escucho el golpeteo de pies. Salto dando la vuelta. Hay una chica con pantalones cortos para correr y una camiseta y zapatillas de deporte y está de pie en la parte inferior de los escalones del porche. El sudor está vertiéndose por su rostro. No estoy segura si es la misma chica que vi en la cabeza de Alex la otra noche. Esa chica era más joven y más borrosa. —¿Puedo ayudarte? —pregunta, sin aliento, entornando los ojos hacia mí. Hago un rápido escaneo de su mente. Ella se pregunta quién diablos soy. Decide que me parezco más a un personaje de caricatura manga que a un neurocientífico, lo que parece un juicio muy aleatorio. —¿Vives aquí? —le pregunto, confundida, y con ganas de comprobar que realmente es ella, que es la chica llamada Lila.

—Sí —responde, secándose el sudor de la frente y frunciéndome el ceño con recelo—. ¿Puedo ayudarte? —pregunta de nuevo, esta vez más enérgica. Me obligo a bajar los escalones. —Creo que tal vez puedes —le digo—, estaba buscando a Jack. Ella suspira. —Soy su hermana. ¡Esta es ella! Jack no la envió de regreso a Londres después de todo. Demos estará feliz con esto. —Encantada de conocerte, hermana de Jack —le digo—, soy Suki. —Le extiendo mi mano, haciendo una mueca internamente mientras recuerdo como conseguí ponernos en esta situación, para empezar. Presentándome a mí misma. Realmente necesito conseguir un alias y aferrarme a él. —Hola, soy Lila —dice, tomando mi mano—. Así que, uhm, ¿debo decirle que viniste? Casi no se escucho la pregunta, porque me estoy centrándome demasiado en todas las imágenes que giran alrededor de su cabeza, tratando de darles un poco de sentido. Está decepcionada de Jack, pensando en algo sobre que un leopardo no cambia sus manchas y luego echa un vistazo a Alex. Y entonces otra visión —los recuerdos de él por todas partes, sobreponiéndose como sábanas— la más fuerte, la más reciente es de su mano en su muslo, está en cuclillas mirándola y siento el tartamudeo de mi propio corazón en el pecho. Pero entonces, interrumpiendo todos estos recuerdos, cortando a través de ellos, está una imagen de un cuchillo colgando en el aire, su punta raspando el blanco de un globo ocular como si estuviera pinchándolo. Y parpadeo ante ella. Ella es una de nosotros. Es una psico. Esta chica Lila, la hermana de Jack, es una psico. No he dejado ir su mano, y ella está tirando de ella, tratando de alejarse y me doy cuenta de que estoy sonriéndole como loca. Y entonces el pensamiento

viene a mí: si La Unidad está cazándonos, entonces seguramente una vez que se enteren de ella, ¿van a cazar a Lila también?

FIN

Sobre la Autora Después de haber pasado la mayor parte de su vida en Londres, Sarah dejó su trabajo en el sector sin fines de lucro en 2009 y se fue en un viaje alrededor del mundo con su esposo y su hija obsesionada a las princesas con la misión de encontrar un nuevo lugar para llamar casa. Después de varios meses en la India, Singapur, Australia y los EE.UU., se establecieron en Bali, donde Sarah ahora pasa sus días escribiendo cerca de la piscina y tomando un montón de bebidas de coco. Terminó su primera novela Hunting Lila justo antes de dejar el Reino Unido, escribió la secuela en una playa en la India, y ha firmado un acuerdo para un segundo libro con Simon & Schuster para el momento en que llegaron a Bali. Un tercer libro, Fated, acerca de una adolescente caza demonios, que fue escrito durante su estancia en California, fue publicado en enero de 2012 por Simon Pulse (un sello editorial de Simon & Schuster). Actualmente está trabajando en varios proyectos interesantes y guiones.

Serie Lila: 0.5 – Catching Suki 1 – Hunting Lila 0.6 – The Moment 2 – Losing Lila

Créditos Staff de Traducción Moderadora:

Staff de Corrección

LizC

Revisión y Recopilación: LizC

Traductoras: LizC Vanehz Shadowy Maru Belikov Dark&Rose

Correctoras: LizC Yonoestoyloca Michy julieta_Arg

Primula

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Diseño Mari NC y July

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