86 CASTILLA Y LEÓN
DOMINGO, 22 DE FEBRERO DE 2015 abc.es/castilla-leon
ABC
NO SOMOS NADIE
Sí, un 10 Por ANTONIO PIEDRA
L
os medios del viernes resaltaron el 10 por unanimidad que los directores y gerentes de Servicios Sociales otorgaron a la Junta de Castilla y León por su política en torno a la traída y llevaba ley de Dependencia. Sí, un diez. Nada menos que por hacer realidad una ley utópica que el zapaterismo se sacó como un brindis al sol y que, curiosamente, no cumplen los suyos –los socialistas que la adornaron cual panacea en justicia y bienes-
tar– por imperativo presupuestario: es casi imposible llevarla a cabo sin financiación del Estado. Bueno, pues en Castilla y León, lo que son las cosas, se cumple, se reconoce y, además, se evalúa con el 10 de la excelencia. Bienvenida calificación. Pero estos reconocimientos no caen de bóbilis, bóbilis. Es así porque, sencillamente, hay Consejerías y Gerencias que reparten los presupuestos y las preocupaciones ciudadanas con el mismo rasero y conciencia que aplicaba Cicerón cuando, hace ya miles de años, decía lo siguiente en el ejercicio de la res pública: señores, «no hemos nacido solamente para nosotros». El resto es pirotecnia pura y dura. Como la ejercida ayer mismo por la presidenta del Partido Socialista de Castilla y León, Soraya Rodríguez, que salió como una fierilla
encajonada blandiendo no se sabe qué estadísticas. Quien se pica ajos come, hija. Díselo a los tuyos que allí donde gobiernan la ley de Dependencia les sobra. Esta realidad incontestable nos da pie, primero, para no dormirnos en los laureles con la práctica socio-sanitaria en Castilla y León; y segundo, para hacer una reflexión sesuda sobre lo manifiestamente mejorable. Me refiero a un asunto candente y de simples correspondencias. ¿Qué ocurre con la investigación médica en Castilla y León? La Consejería de Sanidad ha hecho una loable apuesta por Salamanca en torno a la Universidad y al hospital de referencia sobre el cáncer. Sin duda, una excelente muestra en la unificación de recursos. ¿Pero qué ocurre, por ejemplo, con Valladolid? El tema no es en absoluto baladí, sino todo lo contrario. Resulta de
capital importancia. Da la casualidad que en Valladolid hay dos grandes hospitales clínicos que, en el último ranking de referencia hospitalaria –y por encima del de Salamanca– han obtenido la mejor clasificación. Ítem más, hay una universidad también de excelencia. Y además, está el IBGM (Instituto de Biología y Genética Molecular), el IOBA (Instituto de Oftalmobiología Aplicada), y el ICICOR (Instituto de Ciencias del Corazón). Hablamos, por tanto, de seis instituciones punteras que cuentan con renombradas personalidades y equipos de investigación sanitaria y biotecnológica, que colaboran con universidades extranjeras de inmenso prestigio. ¿Qué ocurre, por tanto? Que ya es hora de constituir en Valladolid un Instituto de investigación biomédica como en Salamanca. Simplemente.
más habían catado el chocolate, y aún menos con churros. Aquellos descubridores aventureros regresaron a España con productos tan extraños como patatas, maíz, pimientos, frijoles, cacahuetes, girasoles, vainilla y…cacao, o sea, chocolate. Y así, en la España del siglo XVI, la «cocina de fusión» llegó a los fogones sin tanta trompetería mediática como lo ha hecho a finales del siglo XX y a comienzos de este XXI. Como dicen los sabios abuelos, «está todo inventando», aunque los charlatanes de turno intenten convencer de lo contrario al ingenuo personal. Desde hace siglos, sí, en los hogares españoles se cocinan y se combinan productos de la tierra con los llegados de lejos, de ultramar, como se decía antaño. ¡Ay, aquellas tiendas de ultramarinos hoy devoradas por los gigantescos supermercados!
En España hay una ciudad chocolatera por excelencia. Es Astorga, la dulce, a veces amarga, pero siempre atractiva Astorga. Los afamados arrieros maragatos del siglo XIX no sólo transportaban a la Corte de Madrid los mejores pescados de Galicia, sino el mejor cacao procedente de allá el Atlántico. Y en el camino (arriero somos, y en el camino nos encontraremos), parada y fonda en Astorga, en su tierra. De entonces surge la gran industria chocolatera a la que en 1924 se dedicaban 51 fabricantes… en una ciudad que no llegaba a los siete mil habitantes. Desde entonces han pasado guerras, mundiales e inciviles, políticos de puño en alto o mano alzada, crisis económicas o de valores… mucho tiempo, en efecto, pero en esta Astorga aún sobreviven ocho chocolateros que mantienen la tradición de una industria que avista un horizonte espe-
ranzador. Este mes de febrero, frío y áspero como pocos, ha sido de dulce para esta ciudad leonesa que ha inaugurado la nueva sede del Museo del Chocolate (el más prestigioso de España) en un antiguo palacete que parece construido para comérselo, pues no en vano acogió, y aún acoge en sus sótanos, el olor del chocolate. Quien se plante ante tan magnífico edificio y haga un ejercicio de respiración sentirá que los aromas del chocolate le inundarán la sangre. Y para rematar la faena, esta última semana del mes estará dedicada al Salón Internacional del Chocolate de Astorga (Sica), que, bajo la presidencia de honor de los Reyes de España, va a ser el escaparate de una industria, de unos chocolateros y de unos ciudadanos que han sabido unir tradición con modernidad, artesanía con progreso. Dulce Astorga en el amargo invierno.
JM NIETO Fe de ratas en CyL
CORAZÓN DE LEÓN
El chocolate Por VICENTE Á. PÉREZ
E
se invento de la «cocina fusión», tan de moda en los últimos años y que ha afamado y enriquecido a multitud de cocineros, ahora llamados «chefs», «masterchefs», restauradores… y así (no en vano estamos en el siglo de los eufemismos), se «vende» como el gran descubrimiento gastronómico de la modernidad, cuando, ¡ay!, su origen no es otro que el del Descubrimiento (con mayúscula) de América por aquel Cristóbal Colón y aquellos Pinzones que ja-
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