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Este documento es una traducción oficial de los foros Eyes Of Angels y Libros Perdidos, por y para fans. Agradecemos la distribución de dicho documento a aquellas regiones en las que no es posible su publicación ya sea por motivos relacionados con alguna editorial u otros ajenos.

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Esperamos que este trabajo realizado con gran esfuerzo por parte de los staffs tanto de traducción como de corrección, y de revisión y diseño, sea de vuestro agrado y que impulse a aquellos lectores que están adentrándose y que ya están dentro del mundo de la lectura. Recuerda apoyar al autor/a de este libro comprando el libro en cuanto llegue a tu localidad

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Capítulo 20 Capítulo 21 Capítulo 22 Capítulo 23 Capítulo 24 Capítulo 25 Capítulo 26 Capítulo 27 Capítulo 28 Capítulo 29 Capítulo 30 Capítulo 31 Capítulo 32 Capítulo 33 Capítulo 34 Capítulo 35 Capítulo 36 The Underworld (Fallen Star #2) Sobre La Autora: Jessica Sorensen

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Staff Sinopsis Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15 Capítulo 16 Capítulo 17 Capítulo 18 Capítulo 19

Sitahiri

Katiliz94

Sitahiri

Lola Irina

Key

Katiliz94

Nanami27

Meghan Fray

Ritita

Sarah5

AriannysG

Maddy

Drys

Gabbii

CrissViz

Carolina451

Pily

Sandra289

Katiliz94

AriannysG Katiliz94

Pily VicSibet

Karool

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Katiliz94

Para Gemma, de 18 años, la vida nunca ha sido normal. Hasta hace poco era incapaz de sentir emociones. Cuando está cerca de Alex, el atractivo chico nuevo de la escuela, puede sentir una carga de electricidad que hace zumbar su piel. Por no mencionar que los monstruos que la acechan en sus pesadillas han cruzado a su vida real. Pero cuando Alex parece odiarla y los secretos surgen en todas partes, la vida de Gemma se convierte en un desastre caótico. Y, mientras su mundo se va cayendo a trozos, descubrir los secretos de su pasado se convierte en un asunto de vida o muerte.

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Fallen Star #1

Traducido por Sitahiri Corregido por katiliz94

E

n la niebla de un oscuro bosque, perseguida por el frío del invierno, corría por mi vida. Mis pies producían un pesado ruido sordo contra la nieve mientras el estruendoso rugido de los monstruos de centelleantes ojos y mantas negras me perseguían. Empujé en vano a través de los quebradizos pinos, las ramas sin hojas arañaban mi piel. La nieve inundaba mis zapatillas de deporte, empapando mis jeans más y más arriba con cada paso que dada. Mi corazón latía furiosamente. Mis pulmones se apretaban cada vez más, cerca de colapsar por el cansancio. El aire volviéndose más frío. La niebla girando por todos lados. Estaban cerca. Demasiado cerca. Eso es lo que estas cosas hicieron… bajaron la temperatura tan drásticamente que el aire se llenó de hielo al instante. Y si me atrapaban, estaba desahuciada. Su frío me estrangularía hasta una muerte por hipotermia en un abrir y cerrar de ojos. Eché un frenético vistazo sobre mi hombro, luchando por mantener en movimiento mis entumecidas piernas. Destellos de amarillo fluían entre los árboles. Una capa de hielo crujió por el suelo, mordiendo mis talones. Aparté la vista, obligándome a correr más rápido.

Dejé salir un incontrolable gemido y abrí la boca para gritar, pero sólo salió un susurro. Lancé mi peso hacia delante, retorciéndome, pateando y luchando por liberarme con cada gramo de la fuerza que

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El sonido de ramas partiéndose y pisadas crujiendo hizo eco más cerca. Mis músculos se congelaron, dejándome ninguna otra opción más que bajar el ritmo hasta un trote aletargado. Una fría brisa rozó mi piel mientras helados dedos se envolvían alrededor de mi nuca y tiraban de mí hacia atrás, mis huesos crujieron en protesta.

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—Gemma, de nada sirve correr, —la voz del hombre retumbo a través de la noche. Era la misma voz que siempre aparecía justo antes de que los monstruos me atraparan—. No importa lo que hagas, nunca escaparás.

tenía en mí. Pero fue inútil. Mis brazos y piernas se movían en cámara lenta. Mi sangre corría mortalmente fría, mis venas oscureciéndose, trazando un mapa de líneas azuladas y moradas por mi piel. —Te dije que no tenía caso —un hombre alto y musculoso apareció frente a mí. Los huesudos dedos del monstruo con capucha negra se hundieron profundamente en mi piel—. Como dije, no escaparas, — esbozó el tipo de sonrisa que hubiera mandado escalofríos por mi columna si no ya me estuviera congelando hasta morir. La dorada luz de la luna iluminaba desde el cielo nocturno, destacando una cicatriz blanca arañando su mejilla izquierda. Su pelo negro combinaba con sus ojos oscuros, vacíos. —Terminad con ella —ordenó.

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Los monstruos con mantos negros se deslizaron de los árboles, sus ojos amarillos centelleando con hambre. Traté de gritar de nuevo mientras el hielo se movía rápidamente por mi cuerpo. Escuché una profunda risa y me sentí a mí misma caer. Entonces todo se volvió negro.

Traducido por Sitahiri Corregido por katiliz94

M

e desperté, jadeando por aire, mi desorientada mente todavía creyendo que estaba tumbada en el suelo del bosque, congelándome hasta la muerte por el toque mortal de los monstruos. Que las paredes café claro de mi habitación eran sólo una ilusión que había convocado para confortarme mientras moría. Rápidamente me puse derecha en mi cama, mi pulso acelerado mientras me desenredaba de las sábanas. Gotas de sudor goteaban por mi piel, pegando mi camiseta a mi espalda. Me froté los ojos y parpadeé algunas veces, viendo si mi cuarto seguía en su lugar. Nada se movió y me relajé. Había sido un sueño, justo como el que había tenido la noche anterior y la noche anterior a esa. Respiré lentamente, dejando que mi corazón acelerado se calmara y salí de la cama, la alfombra se sentía fría contra las plantas de mis pies desnudos. Me envolví en una manta y caminé suavemente a la ventana. El suave brillo rosado de la luz del sol se inunda las montañas nevadas, besando las puntas de los pinos. Los pinos por los que acababa de estar corriendo, y en donde continuaba corriendo cada noche después de que me durmiera porque, sin importar lo que hiciera, nunca podía escapar de mis pesadillas.

Todo había comenzado justo antes de que comenzara a tener mis muy realistas sueños. Antes de que hubiera sido capaz de soñar en absoluto. Sí, me escuchaste bien. Solía ser incapaz de soñar. Está bien, así que probablemente estés pensando que soy una demente rematada. Pero antes de que tomes conclusiones apresuradas, déjame explicarlo. Verás, no siempre fui la chica que soy ahora. Aterrorizada… esa palabra no significaba absolutamente nada para mí.

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Por supuesto, mis pesadillas sólo eran la punta del iceberg en la locura que había tomado el control de mi vida. Cuando estaba despierta, tenía problemas mucho más grandes con los que tratar. Problemas reales. Unos que no podían desaparecer sólo con parpadear.

De hecho, casi todo no significaba nada para mí. Mi mente solía estar en blanco como una hoja de papel, no había nada en ella. No me malinterpretes, aún podía caminar, hablar, respirar y funcionar, sólo que no podía sentir. Nunca. Una locura, lo sé. Pero en ese momento, no me podría haber importado menos. Entonces hace como un mes, algo cambió dentro de mí. El día había comenzado igual que cualquier otro día, estaba pasando por mi rutina mañanera de vestirme para la escuela cuando, de la nada, sentí esta sensación de picazón en la nuca. Confundida, corrí al espejo para ver si tenía algún bulto o marca en mi pálida piel. Pero ahí no había nada excepto mi montón de pecas. Achacándoselo a mi imaginación, agarré mi mochila y me dirigí escaleras abajo para desayunar algo. Fue entonces cuando sentí lo más extraño que había sentido en mi vida… esta tristeza abrumadora creciendo dentro de mí. Segundos después, estaba llorando, verdaderas lágrimas y todo. Fue extraño. Hasta entonces, al menos hasta donde puedo recordar, nunca había experimentado algo así antes. Desde entonces, mi vida nunca fue la misma. El picor apareció y bam, estaba saltando de alegría. O hirviendo de ira. O… bueno, ya me entiendes. Y una vez que sentía una emoción, no me dejaba nunca. Al principio, había luchado por mantener todas mis recién encontradas emociones bajo control. Hubo este horrible incidente en la escuela donde tuve un repentino ataque y comencé a llorar a gritos justo en medio de la clase del Señor Belford sobre las placas tectónicas. La gente se me quedó mirando como si fuera una loca, lo que es completamente comprensible. Es decir, sólo una loca lloraría por placas en movimiento.

Mi alarma sonó, sobresaltándome tanto que de verdad salté y me di la vuelta.

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Había hecho algunas búsquedas en internet, tratando de averiguar qué me estaba pasando, pero no encontré nada remotamente relacionado con aquello por lo que estaba atravesando. Aparentemente, sea “lo” que sea era cien por ciento original. Genial. Simplemente genial. Mi vida sería mucho más fácil si…

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Pero de todos modos…

Cielos, mis pesadillas me estaban volviendo asustadiza. Presioné el botón de apagado. Hora de ir a la escuela. Ugh. La escuela era mi parte menos favorita del día. Mi pasada incapacidad de experimentar emociones me había mantenido apartada de todo y de todos, lo que dio como resultado mi actual vida como una persona sin amigos. Eso había estado bien cuando no podía sentir, porque no había tenido idea de lo que me estaba perdiendo. Pero ahora… bueno, sólo digamos que para alguien que no tiene amigos ir a la escuela es como poner un trozo de tocino frente a la cara de un perro… pura y absoluta tortura. Odio ver a todos pasear por ahí en sus pequeñas hermandades mientras yo me quedo parada sola al margen. Lancé mi sábana a la cama y me puse un par de jeans y una camiseta negra. Me pasé un cepillo por mi largo y enredado pelo castaño y lo recogí en una cola de caballo. Después fui al espejo de cuerpo completo en la parte de atrás de la puerta de mi habitación y me eché un rápido vistazo. Mis piernas eran demasiado largas, mi piel demasiado pálida, y mis ojos… eran violetas. Sí, extraño, lo sé. Pero encajaban bien con todo lo demás que tenía que ver conmigo. Abajo en la cocina, Marco y Sophia, mis abuelos que insistían en que los llamara por sus nombres, ya estaban ahí. Sophia estaba parada junto a la estufa, las sartenes chisporroteando, mientras el aroma del tocino llenaba el aire. Marco sentado a la mesa, el periódico matutino abierto frente a él.

Marco me echó un vistazo por encima del periódico, sus ovaladas gafas con montura negra deslizándose hacia abajo por el borde de su ligeramente torcida nariz. —Gemma —murmuró con un sutil saludo de cabeza. Forcé una sonrisa.

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Agarré un cuenco del armario y tomé asiento en la mesa de la cocina.

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La habitación era pequeña y brillantemente iluminada, haciendo las paredes amarillas casi cegadoras. A eso añádele los armarios verde azulado, los cuales Sophia insistía que eran azul cielo, pero a quién trataba de engañar, y la habitación tenía ese tipo de efecto de casa de la risa.

He vivido con Marco y Sophia desde que tenía un año, después de que mis padres fallecieran en un trágico accidente automovilístico. Eso es todo lo que sé de mis padres…. cómo murieron. Les había preguntado a Marco y Sophia sobre ellos hace unas semanas después de que la loca cosa del picor había bajado por mi cuello. Decir que habían perdido los estribos era decir poco. Se habían puesto furiosos, gritando que nunca debía preguntar por mis padres de nuevo. Y cuando había derramado lágrimas y gritado en respuesta, las cosas se pusieron incluso peor. Al final, terminé saliendo disparada a mi cuarto. Desde entonces, nuestra ya forzada relación empeoró. Apenas y nos dirigíamos la palabra, lo que supongo que no era un gran cambio dado que apenas hablamos antes. Durante las últimas semanas, había estado tratando de darle algún sentido al porqué se rehusaron a hablar de mis padres. Todo lo que se me ocurrió fue que quizás hablar de mis padres era demasiado doloroso para ellos. Eso o que yo no les agradaba. Y no sólo fue el que preguntara por mis padres que hizo que Marco y Sophia actuaran como locos. Cada vez que estaba cerca de ellos, podía sentirlos encogerse, y la atmosfera ahogaba como si el aire hubiera tomado un abrupto caso de humedad. Un día había bajado a desayunar sonriendo, y cuando Sophia me vio, dejó caer una taza. Marco había salido disparado afuera, golpeando la puerta trasera detrás de él. Evidentemente, preferían al antiguo yo vacío. Aunque no sé por qué. No lo sabía. Ni siquiera me preguntaron por mi súbita capacidad de sentir tampoco. Es decir, si tienes una niña que ha sido un zombi emocional durante la mayor parte de su vida, luego súbitamente da un giro de 180 grados en el departamento emocional, no lo celebrarías y hablarías de ello en lugar de cabrearte.

—¿Quieres un poco de tocino? —la voz de Sophia me arrancó de mis pensamientos. El tocino siseaba mientras ella daba golpecitos con el pie en el suelo de azulejos. Me recordaba un montón a una de esas mujeres de una serie de Televisión de los años 50; su cabello castaño rojizo

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Pero dado que Marco y Sophia eligieron no decir nada al respecto, opté por mantener la sensación de picor para mis adentros. Además, tenía una angustiante sensación de que si se los mencionaba, me estaría comprando un boleto de ida al Pabellón Psiquiátrico.

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Sé que yo lo haría.

recogido en un moño, un delantal blanquísimo atado sobre su vestido con estampado floral. —Claro —dije, comenzando a ponerme de pie. Desearía que pudiéramos ser más cercanos. Sí, sabía que debía estar agradecida de tener abuelos que me alimentaron y pusieron un techo sobre mi cabeza. Y no me malinterpretes, lo estoy. Pero habría sido bonito si al menos me hablaran más de lo necesario. O tal vez me sonrieran de vez en cuando. ¿Eso era mucho pedir? —Pero tengo que ir a encender mi coche primero. —Marco ya lo hizo por ti —dijo bruscamente. —Oh —me volví hacia Marco—. Entonces… El sonido de la silla chirriando contra el suelo de mosaico me interrumpió. Marco se puso de pie, viéndose todo alto y fuerte. Dobló su periódico y lo metió bajo su brazo. —Voy a eh…. —su voz se desvaneció y se apresuró a salir de la cocina. Hacía eso un montón… mascullar para sí mismo o irse en mitad de una oración. Era un vendedor retirado, pero era tan difícil imaginárselo dado que no podía seguir una conversación por más de un minuto. La espátula hizo un ruido metálico cuando Sophia la tiro en la encimera.

Una vez que termine de tragar mi comida, caminé pisando fuerte por la entrada nevada, me subí a mi Mitsubishi Mirage de color azul deslavado que hacia un fuerte ruido metálico cada vez que pisaba el acelerador, y me dirigí a la escuela.

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Así que lo hice, precipitándome y apilando unos trozos de tocino en un plato, junto con algo de huevos. Después comí mi comida tan rápido que casi me ahogo dos veces.

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—Ve por un plato y ven a servirte algo entonces —su rápido tono de voz era mi señal para apurarme y levantarme de la silla.

Verás, vivo en este muy pequeño, muy extendido pueblo llamado Afton y conducir a cualquier lado siempre llevaba algo de tiempo. El pueblo era conocido por dos cosas: su infame arco de cuernos de alce hecho con verdaderas cornamentas de alce, y su talento para acumular nieve nueve meses al año. Ahora, yo no era fan ni de la nieve ni el frío en ningún modo o forma, así que vivir aquí era como un oso polar tratando de vivir en Hawái: insoportable y muy poco práctico. Cuando me graduara aquí en unos meses, voy a empacar mis maletas y mudarme a algún lugar cálido y cien por ciento libre de montañas. Hoy, las generalmente pobres condiciones del camino estaban mucho peor debido a que la temperatura era de menos cinco grados y congelaba todo a la vista. Síp, cinco grados bajo cero, no estoy bromeando. Obligada a conducir a paso de caracol, me las arreglé para tocar la mayor parte del CD de Taking Back Sunday, una de mis bandas favoritas de todos los tiempos, antes de llegar a la escuela. Estacioné el coche justo cuando el timbre sonó en el interior de la escuela y resonó hacia afuera. Agarré mi mochila, salí del auto y salí disparada por el estacionamiento que parecía una pista de patinaje. No me hubiera importado tanto llegar tarde, pero durante el último mes me las había arreglado para acumular una cantidad de llegadas tarde que estaba cerca de batir un récord.

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Unos segundos pasaron, pero ningún nuevo sentimiento nuevo llegó. Bueno, a excepción de la sensación de que no estaba sola. Que no lo estaba. Había unas personas merodeando por sus coches, y una chica con un abrigo color rosa neón que estaba corriendo como una loca hacia las puertas de cristal de la escuela. Obviamente, estaba tratando de no llegar tarde, que es lo que yo debería estar haciendo. Pero no podía hacer que mis estúpidos pies se movieran, como si las suelas de mis zapatos DC negros con rosa se hubieran derretido en la acera y se quedaran pegados. Y entonces, de pronto, lo vi; un chico, caminando sin prisa por el estacionamiento como si tuviera todo el tiempo del mundo.

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Cuando llegué a la acera, a punto de correr a toda velocidad, tuve que detenerme porque la sensación de picor hizo un anuncio de aparición en mi nuca, clavándose en mi piel como la aguja de un tatuaje. Contuve el aliento y esperé. Cada experiencia era como abrir un regalo. Nunca sabía qué sentimiento iba a consumirme. O si me iba a gustar o querría cambiarlo por algo más.

Mi corazón hizo ese pequeño revoloteo que nunca lo había sentido hacer antes. Vaya. Incluso desde la distancia, podía ver que era guapo; el modo en que su cabello castaño oscuro se desperdigaba desordenado por su cabeza, pero de un modo deliberadamente-hecho-a-la-perfección. Y sus brillantes ojos verdes me recordaron a los tréboles y a las florecientes hojas de la primavera. Vestía con un par de jeans azul oscuro y una sudadera con capucha negra. Supondría que es alto, pero no podía decirlo con seguridad a menos que me acercara a él. Tenía que ser nuevo porque, si lo hubiera visto antes, probablemente lo habría recordado. No. Tacha eso. Definitivamente lo habría recordado. Aunque él no parecía verme en absoluto. Lo que era algo bueno, supongo, dado que sólo estaba ahí parada, mirándolo estúpidamente mientras caminaba por la acera y pasaba junto a mí. El picor apareció de nuevo, esta vez llenándome con un muy abrumador deseo de correr tras él. Y tenía que admitir que, probablemente lo habría hecho si el timbre de retraso no hubiera sonado y me hubiera sacado de mi trance por el chico-guapo-inducepicor. Me estremecí y sacudí la cabeza. ¿Qué estaba haciendo, ahí parada en el frío helado, mirando embobada a algún chico desconocido, cuando lo que debía estar haciendo era llevar mi trasero a clase?

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Está bien, así que no sé por qué hice lo que hice a continuación, era algo muy impropio de mí. Es decir, normalmente mantenía la cabeza baja y mis ojos pegados al suelo durante las horas de escuela. Pero cuando de repente me sentí compelida a alzar la vista y mirarlo, de verdad lo hice. Y por Dios si recibí un verdadero shock. Y no estoy hablando de un shock del tipo emocional. Me refiero a un shock literal; una descarga de electricidad que se extendió por mi cuerpo como si hubiera metido mi dedo en un enchufe eléctrico. Me congelé, mis ojos abiertos como platos. ¿Qué demonios? ¿Me estaba volviendo loca? Tenía que ser así. Primero el picor y ahora esto… ¿Qué estaba mal conmigo? Si no era cuidadosa iba a terminar en una institución mental.

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Me apresuré a la entrada de la escuela, apenas alcanzando al chico nuevo cuando abrió la puerta. Se hizo a un lado y la mantuvo abierta para mí, al muy estilo de un caballero. Me mordí el labio inferior nerviosamente mientras pasaba a su lado. Juro que mi corazón estaba latiendo tan fuerte en mi pecho que él tenía que ser capaz de escucharlo.

Sentí el golpe de nuevo y solté un jadeo. La sensación me llevó momentáneamente hasta que me di cuenta de que estaba parada en medio de la entrada, mirando fijamente al chico nuevo con mi boca abierta. Habría estado completamente avergonzada también, excepto que para mi sorpresa, y mi alivio, sus brillantes ojos verdes estaban abiertos como platos y miraban fijamente los míos, y casi parecía como si él también pudiera sentir la electricidad. Mi pulso se aceleró mientras chispas de estática mordisqueaban mi piel. Entre más nos mirábamos fijamente el uno al otro, más electricidad se encendía, y casi pude sentir mi piel derritiéndose. Tantos sentimientos diferentes estaban fluyendo a través de mí a la vez, confusión… deseo… intensidad, no podía pensar con claridad. Sentí un tirón invisible, atrayéndome hacia él, y antes de que siquiera supiera lo que estaba haciendo, di un paso hacia él. Como un interruptor, su expresión cambió a un ceño fruncido. —Te importa —dijo, haciéndose a un lado a mí alrededor y dejando que la pesada puerta de metal me golpeara dolorosamente en el codo. —Ay —dije, frotando mi brazo—. ¿Qué demonios?

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Me lanzó una mirada asesina y una clase distinta de intensidad ardió en esos hermosos ojos verdes. Intenso odio. Mi boca se quedó abierta mientras lo miraba darme la espalda y caminar por el pasillo sin mirar atrás otra vez.

Traducido SOS por katiliz94 Corregido por katiliz94

N

unca en mi vida había tenido jamás un flechazo antes. A pesar de que no estaba segura ni siquiera de si lo que estaba sintiendo hacia el chico nuevo significaba que era algo que podría causar una extraña mezcla de emociones que erupcionasen dentro de mí y me dejasen incapaz de parar de pensar en el chico nuevo y en la extraña sensación eléctrica que entonces había sentido cuando estuve cerca de él, sip, tenía un flechazo. Durante todo el primer y segundo periodo, intenté con fuerza procesar lo que había ocurrido —que diablos podría haber sido ese eléctrico sentimiento. Pero el intentar encontrarle sentido me había llevado a ningún lugar. Era casi tan confuso como el cosquilleo. Y mis nuevas reencontradas emociones. Y mi recurrente pesadilla. Wow. ¿Mi alocada lista sigue haciéndose más y más larga, verdad?

Incluso durante mis emocionalmente separados días, todavía había sido capaz de levantar la vista al cielo nocturno, lleno de estrellas plateadas destellando, y apreciar la hermosura de la visión. Sin embargo, por la forma en que ahora miro las estrellas, y por la forma en que las miraba antes de que pudiese sentir, eran dos experiencias completamente diferentes. De regreso a entonces, sentía que había sido

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¿Por qué, podrías estar preguntando, hice el asunto de la tercera asignatura? Bueno, porque la tercera asignatura era cuando tenía astronomía, la cual era mi asignatura favorita.

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Estuve bastante espaciada la mayoría de las clases de la mañana, me las arregle para pasarlas sin ser notada. Lo cual era algo bueno, ya que no escuche nada de lo que mis profesores estaban hablando. Pensé que con el tiempo saldría de eso, pero incluso cuando el tercer periodo comenzó, mi mente todavía estaba falta de enfocarse en el departamento, haciéndome preguntarme si alguna vez volvería a ser capaz de pensar con claridad.

obligada a mirarlas, como si alguna fuerza invisible de la que no tenía el control me obligase a hacer eso. Mientras que ahora, las miraba con un deseo de… pertenecer… o ser parte de ellas que imagino que sería la mejor forma para describir el empuje que sentía hacia ellas. La primera vez que jamás me había sentido feliz —y me refiero a jamás — fue cuando había estado tumbada en la cama, mirando fuera de la ventana, observando las estrellas brillas con armonía de una a la otra. El destello había aparecido, e inesperadamente me encontré sonriendo. Todo este calor y felicidad comenzó a llenarme por dentro. La gran siguiente mañana, cuando entré en la clase de astronomía al estilo de un planetario, ese mismo sentimiento de felicidad me volvió a llenar. Incluso desde entonces, siempre aparecía cuando era el momento de ir a clase de astronomía. Sin embargo, hoy me sentí completamente fuera de ahí, y hacer acopio de cualquier felicidad parecía que iba a ser un desafío. Había demasiado dentro de mi cabeza.

Después de que terminase su rol, el Señor Sterling se desplazó hacia los anunciamientos. Que típico, era una tarea tediosa, pero hoy se volvió sorprendente. —Está bien para todos, tengo unas pocas cosas que decir antes de que comencemos la clase. —El Señor Sterling se aclaró la garganta,

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El timbre finalmente sonó y la clase comenzó. El Señor Sterling comenzó a tomar el rol. Apenas preste atención, ni siquiera levanté la mirada cuando mi nombre fue dicho y respondí “Aquí.”

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Llegué a astronomía con mucho tiempo que gastar, lo cual era totalmente típico en mí desde que no tenía a nadie con quien hablar entre las clases. Me dirigí a las escaleras, a lo más alto del pequeño planetario, y me senté en mi mesa habitual, la única en la más alejada esquina donde la mayoría de los chicos solitarios tendían a sentarse. Saqué un libro de la bandolera negra y la colgué en el respaldo de la silla. Para matar a alguien —e intentar centrarme en algo más además del chico nuevo, a quien no había visto desde que había permitido que la puerta me golpease el codo— hice una rápida lectura por el capítulo de hoy. Resultó ser un lamentable intento, sin embargo, todo en lo que acabe pensando era en como de guapo era él, en cuanto odio llevaban sus ojos verdes cuando se había alejado de mí, y en la electricidad humeando contra mi piel cuando había estado cerca de él. Aunque todavía podía sentir la chispeante sensación persistiendo en mi piel.

intentando acallar los susurros que de repente habían combustionado entre todos. Todavía tenía los ojos en el libro, solo medio escuchando mientras él continuaba—, primero de todo, me gustaría anunciar que tenemos dos nuevos estudiantes uniéndose a nosotros hoy. ¿Acaba de decir nuevos estudiantes? Mi cabeza se levantó. El Señor Sterling estaba de pie detrás del podio, luciendo un traje gris y una arrugada corbata roja. Y, por amor de dios, de pie al lado de él estaba el mismísimo Señorito Chico Nuevo. Tenía una expresión aburrida en la cara, los brazos cruzados a través del pecho y los brillantes ojos verdes destellando bajo la luz fluorescente. La visión de él hizo que mi corazón se saltase un latido. Deje salir un no intencional jadeo y rápidamente me cubrí la boca con la mano, queriendo golpearme en la frente por haber reaccionado con tanta ridiculez.

De repente, él me estaba mirando, con los ojos llenos del mismo odio que había visto en ellos con anterioridad. Parpadeé y me hundí en la silla, las esquinas de mis ojos ardiendo con lágrimas amenazando con salir. Aspiré en una lenta respiración. No permitiría que algún chico me hiciese llorar. No lo haría. —Esta es Aislin Avery, —el Señor Sterling señaló hacia una chica de la cual no me había fijado que estaba al otro lado de él. Era pequeña

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¿Entonces, porque la visión de este chico estaba haciéndome reaccionar así? Porque, en este momento, todo en lo que podía pensar era en como de hermosos eran sus ojos y en como tenía la más fuerte necesidad de deslizar los dedos por su alborotado, ya perfecto, pelo castaño oscuro. Y en como él…

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Kelsey Merritt —aquí la jefa de animadoras que se sentaba en la mesa delante de mí— se giró y me lanzó una de sus infames miradas de eres-una-perdedora. Hasta hace unos pocos meses ella no había sabido que yo estaba viva. Y sinceramente, prefería la antigua manera, porque su conocimiento de mi existencia igualaba el lanzarme miradas sucias y horrendos comentarios. Afortunadamente, yo no era muy tendente a reaccionar. Al menos por el exterior, de cualquier manera. Pero hoy, ni siquiera reaccione interiormente porque mi mente estaba agitándose con un billón de pensamientos diferentes los cuales difícilmente podía procesar.

y menuda con pelo rubio dorado deslizándose en olas por sus hombros. Y tenía los mismos brillantes ojos verdes que el chico. Estaba vestida con una chispeante sudadera rosa, vaqueros, y botas de piel recortadas. Al instante tuve la impresión de que ella probablemente pronto seria amiga de Kelsey Merritt. Lo cual, sé, es muy criticante para mí. En realidad no debería asumir cosas sobre las personas. —Y este es su hermano Alex Avery, —dijo el Señor Sterling, refiriéndose al chico nuevo. ¿Alex Avery? El nombre sonaba vagamente familiar. ¿Sin embargo, por qué? Quiero decir, no era como si yo fuera el tipo de personas que corre hacia varias personas para que no pueda quedarme con el rastro de sus nombres. Y además, incluso si lo era, le habría recordado. Todavía… el sonido de su nombre me enviaba un momento de déjà vu. —Ahora solo necesitamos encontraros dos asientos, —dijo el Señor Sterling, escaneando la habitación por algunas sillas vacías. Había dos asientos vacíos en mi mesa, pero no estaba segura de cómo me sentiría con ellos sentándose a mi lado. No estaba segura de cómo me sentiría con alguien sentándose a mi lado. La mano de Kelsey Merritt se lanzó al aire. El Señor Sterling suspiró.

—Solo iba a ofrecer a Alex una silla en mi mesa. Que agradable de su parte desde que compartiese la mesa con sus dos mejores amigas, Anna Miller y Sarah Monroe —ambas podrían pasar como sus clones si es que podía añadirlo— y no había sillas vacías para que ofreciese. Fruncí el ceño hacia cabeza rubia, de repente sintiéndome muy territorial con Alex. Y si, está bien, sabía que de

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Ella le mostro su conjunto de perlados dientes blancos y giró su rubio pelo platino alrededor de un dedo.

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—Sí, Kelsey.

ninguna manera tenía algo de fuerza sobre él. Pero aparentemente, cuando se trataba de él, no tenía nada de control sobre mis acciones. —En realidad, eso no será necesario, Kelsey, —respondió el Señor Sterling, y prácticamente pude escuchar un rol a través de su voz—. Gemma tiene dos asientos libres en su mesa. Ambos pueden sentarse ahí. De esta manera, ninguna reorganización tendrá que ser echa. — Me señaló con un dedo e instruccionó a Aislin y a Alex—, adelante y tomad asiento ahí. Fue en ese momento que las personas con las que había ido al colegio durante los últimos doce años de repente decidieron notarme. El peso de sus ojos se sentía pesado, y me encontré deseando poseer el poder temporal para hacerme invisible. El cosquilleo en el cuello me permitió saber que estaba experimentando mi primer momento de ansiedad. Me encogí en la silla y me centre en la mesa. Permanecí con los ojos abajo hasta que una pequeña pila de libros aterrizó en la mesa con un golpe. —Hola. —La chica, Aislin, me sonrió mientras se sentaba—. Soy Aislin. Le di una pequeña sonrisa. ¿Olvidé mencionar mis habilidades de succionar a las personas, a lo grande? —Soy Gemma. —ella volvió a sonreír, abrió la mochila, y sacó un bolígrafo y un cuaderno.

El Señor Sterling comenzó su lectura sobre la cartografía del cielo. Raye unas pocas notas, pero mi atención seguía derivando hacia Alex. Él no estaba haciendo nada. Estaba recostado en la silla, con los brazos descansando detrás de su cabeza, los ojos medio abiertos. Parecía que podía haberse preocupado menos por la clase como si no le importase si fallaba o no.

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Extraño.

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La silla a mi lado se deslizó y Alex se sentó en ella. Contuve la respiración, esperando con nervios que la electricidad atacase de nuevo. Esperé. Y esperé. Y esperé más. Pero la electricidad parecía no querer mostrarse.

En medio de mi visión, Alex giró la cabeza hacia mí, con los parpados abiertos. Nuestros ojos se encontraron y me congelé, incapaz de respirar. Y entonces… me miró amenazadoramente. Me habría encantado decirte que, en ese gran momento, decidí parar de actuar como una tonta por un chico que obviamente pasaba de mí, y que en respuesta a su odiosa mirada, le lance una igual. Pero si te dijese todo eso, estaría mintiendo. Porque todo lo que hice fue apartar la mirada y fingir desarrollar un profundo interés en mi libro de astronomía. Sip, soy una gran gallina. La clase paso con tanta lentitud que fue insoportable. La electricidad permaneció con MIA, con la cual tuve que cuestionarme si toda la cosa comenzaba. Tal vez cuando lo había sentido esta mañana había estado sobre exhausta, y mi mente me había estado jugando una mala pasada. Mi sueño había sido muy malo debido a la cosa de revivir-mi-muerte-una-y-otra-vez-en-mis-pesadillas. Entonces de nuevo, tal vez solo estaba perdiendo la razón. Parecía haber varias cosas ocurriéndome por lo que podrían calificarme por estar al borde de la locura. Pero cuando la idea de que podría estar en los estribos cruzó mi mente, lo sentí —una chispa.

Con Alex viéndose tan relajado y calmado, asumo que no había forma de que pudiese sentir la electricidad. Imagino que la extraña sensación eléctrica era cosa de un solo lado. Por supuesto que lo era. Era yo, después de todo, estábamos hablando sobre esto —La Reina de los Frikis.

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Lancé una mirada a Alex, curiosa de si mostraría alguna señal de ser capaz de sentir la electricidad. Él parecía aburrido. Absolutamente, al cien por cien, aburrido. Miraba perezosamente hacia el frente de la clase donde el Señor Sterling estaba explicando algo acerca de las estrellas, sus posiciones y… no sé, sus palabras sonaban muy lejanas y distantes.

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Al principio leve, apenas cosquilleando en mis dedos, pero haciéndose más fuerte mientras subía por mis brazos y bajaba por mi espalda. Tuve que contener el aliento y me recordé seguir respirando mientras mi cuerpo canturreaba con calor.

Pero entonces de nuevo… cuando mire más de cerca a Alex, noté que sus manos estaban apretadas en un fuerte puño. Y la línea de su mandíbula se veía como si estuviese mordiéndose el labio inferior con fuerza. Así que no era solo yo. Bueno, era eso o que la explicación del Señor Sterling era dolorosa de escuchar para él. Cuando Alex deslizó la mano tensamente a través de su pelo, captó mi atención. Debería haber apartado la mirada. Quiero decir, ¿cuántas veces podía conseguir mirarle antes de que me considerase una acosadora? Pero una vez que mis ojos encontraron los suyos, apartar la mirada fue imposible, como si una fuerza invisible hubiese magnetizado mi mirada a la suya. Mi corazón latió ensordecedoramente dentro de mi pecho cuando le mire con ojos amplios. Él tampoco aparto la mirada. Ni siquiera parpadeo, con una expresión medio seria, medio asustada en la cara, como si no estuviera seguro de que pensar sobre esta situación. Yo tampoco estaba segura de que pensar sobre esta situación. El tiempo pareció llegar a un alto, la electricidad haciendo espirales por mi cuerpo, volviendo mi piel más y más caliente. Sentí como si estuviera flotando, ya sofocándome al mismo tiempo. Apenas podía respirar. De hecho, no podía respirar. La habitación comenzó a balancearse por mi falta de oxígeno. Ahí fue cuando me di cuenta de que estaba conteniendo el aliento. Whoops.

La electricidad que zumbaba entre dos personas. ¿Qué podría ser más confusa que eso? Pero, ¿cuál de nosotros lo estaba causando? Si tenía que deducir, diría que era yo ya que extraño parecía ser mi segundo nombre. Sin embargo, si era la causante, ¿por qué solo lo siento cuando él estaba a mí alrededor?

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Alex parpadeó, rompiendo nuestra Mirada. Inmediatamente, volvió la atención de regreso al frente de la clase. Le observe, confusa y de alguna manera triste. Por qué sentía estas cosas, no podría decírtelo. Bueno, al menos sobre la parte triste. La parte confusa era totalmente entendible.

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Aspire una bocanada de aire.

—Está bien, todos id adelante y comenzad. —La voz del Señor Sterling se elevó sobre mis pensamientos. Bien. ¿Ir adelante y comenzad con qué? Casualmente miré a Aislin, intentando averiguar qué diablos se suponía que tengo que hacer. —Bueno, —ella abrió el libro—, ¿Cómo deberíamos hacer esto? Sintiendo mi confusión, dijo. —Se supone que estamos trabajando en la revisión de preguntas como un grupo. —Oh, —dije con idiotez. Nota para mí misma: comenzar a prestar más atención—. Um… imagino que simplemente podríamos dividir las preguntas entre los tres. —¿Así es como sueles hacerlo cuando trabajas en un grupo? — preguntó. —Sí, —le dije, conteniendo una risa. Trabajar en un grupo. La única vez que jamás trabajé en un grupo fue cuando los profesores me forzaron. Y ya que la opción de esta clase iba de siéntate-donde-quieraspara-trabajar-con-las-personas-de-tu-mesa, ¿adivinas qué? Nunca trabajaba en grupo. Nunca. Porque me sentaba sola. Todo el tiempo. —¿Por qué tenemos que trabajar juntos en todo? —Interrumpió Alex, su voz tan afilada como el cristal. Me miró con los ojos llenos de odio que casi me derretí en el respaldo de la silla.

—No necesitamos trabajar juntos solo porque el profesor lo sugiriese. —Mi mandíbula se dejó caer. Está bien, ya sé que soy un poco rara y lo demás, pero ¿qué diablos le había hecho? Quiero decir, ¿además de mirarle?

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El sacudió la cabeza.

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—Alex déjalo ya, —siseó Aislin—. Lo digo en serio. Compórtate.

Está bien, bueno, quizás demasiado. Pero oye, mirar nunca hiere a nadie. Aislin se inclinó hacia él y bajó la cabeza. Pero todavía podía escucharla. Hola, estaba sentándome justo aquí. —Alex, —susurró—. No sé cuál es tu problema, pero necesitas parar. Ahora. —Después de eso, se mantuvo en silencio. Y la extraña sensación de silencio donde nadie habla y el silencio es casi enloquecedor. —Sabes que, —dijo Alex, lanzándome una mirada cortante—, creo que voy a salir antes de tiempo. —Apartó la silla de la mesa y se puso de pie. Aislin se levantó y le cogió de la manga de su camisa gris térmica. —Alex siéntate. —Él tiro del brazo de ella, arrojó el libro a la mochila, y se apresuró a bajar las escaleras. Fue directo al escritorio del Señor Sterling y dijo algo. El Señor Sterling le dio un asentimiento, y se marchó, chocando el codo con la puerta al salir. Por un momento, solo miré la puerta. Había diferentes sentimientos brotando de mí, la mitad de ellos nuevos. Daño, furia, dolor, nostalgia. Era demasiado. Mi mente se sentía como si fuera a explotar por la sobrecarga. —Lo siento, —se disculpó Aislin—. Ha estado de mal humor últimamente desde la mudanza y todo lo demás. —Oh. —Aparto la mirada de la entrada y me centro en ella—. Está bien.

—¿Eh? —Sacudí la cabeza—. No, estoy bien. —Fingí una sonrisa, fingiendo, como si no fuese gran cosa. Que no me sentía como si fuese a vomitar. Que mi corazón no sentía que estaba rompiéndose. Que un chico al que apenas conocía y que me odiaba me estaba rompiendo a pedazos. Pero lo era. Realmente, era verdad.

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—¿Estas bien? Parece que vas a estar enferma.

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Ella frunció el ceño.

Traducido SOS por katiliz94 Corregido por katiliz94

A

sí que si pensaba que mi vida había sido extraña con el no-ser-capaz-de-sentir-chispas-en-el-cuello-y-de-repenteque-puedas-sentir-esa-cosa (realmente necesitaba darle un nombre), entonces no tenía idea de que significaba extraño. Durante los últimos días la palabra “extraño” había tomado completamente un nuevo significado para mí. Primero de todo, a Alex no le gustaba. Y eso era ponerlo muy, muy moderado. Cuando me miraba, la mitad del tiempo era como si estuviese mirando algo fuera de lugar —como si yo ni siquiera estuviese ahí. Y la otra mitad del tiempo, el brillo en sus ojos se oscurecía con un absoluto desprecio. Mierda. El porqué de que él se sintiese de esa manera hacia mí todavía era un misterio. Si, era una solitaria y todo eso. No tenía amigos. Era callada. Por no mencionar que la sombra violeta de mis ojos estaba más allá de la luz de las estrellas. Pero simplemente no podía ver que alguno de esos motivos fuese la causa detrás de su disgusto hacia mí. Incluso Kelsey Merritt nunca me había mirado con tal desprecio en los ojos.

A pesar de mis problemas, la vida aún continuaba. El instituto continuaba. El Señor Sterling comenzó a empujar más y más por una participación grupal, como si simplemente pudiese decir que Alex y yo estábamos teniendo problemas y quisiese forzarnos a trabajarlos el uno

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Entonces, ¿dónde me dejaba esto? En ningún lugar básicamente. Por el momento, mi mente había establecido residencia temporal en la Tierra de la Confusión.

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La única razón que podía entender, como el porqué de que Alex me odiase tanto, era que quizás me culpase por el hecho de que cada vez que se sentaba en nuestra mesa en astronomía, la sensación eléctrica de chispas volvía. Pero todavía no estaba siquiera segura de si él podía sentir la electricidad.

con el otro. Pero, ¿cómo se supone que arreglaba los problemas con Alex cuando no estaba segura de que problemas eran? No importaba, sin embargo, porque Alex no estaba tomando parte de ello. Se negaba a trabajar alguna de las asignaturas como un grupo, cruzándose de brazos como un niño de doce años y sin hacer nada. Fue el viernes cuando las cosas finalmente tomaron un cambio en una dirección diferente. El Señor Sterling había repartido una baraja de cartas con constelaciones impresas en tinta dorada. Ahora, como un grupo, se suponía que estábamos sosteniendo las cartas para el otro e intentando identificarlas, pero hacer eso tendría que requerir que los tres trabajásemos juntos. En su lugar, Alex tenía la mitad de cartas y estaba identificándolas por sí mismo. Hoy se veía excepcional y bien vestido con una Henley de color gris oscuro, vaqueros sombreados y el pelo dispersado con desorden como siempre. Pero estaba intentando hacer mi mejor esfuerzo por no centrarme en cómo de bien se veía. Y, déjame decirte, también estaba funcionando bien para mí, porque en cómo de bien se veía era en todo lo que me podía concentrar. A través de la mesa, Aislin sentada, enviaba mensajes por el móvil, sus pálidas uñas de manicura rosa golpeaban los botones mientras ignoraba toda la clase. Durante los últimos días, había entendido que esa desinteresada actitud parecía ser una tendencia para ella, como si no le importasen sus notas.

De alguna manera necesitaba volver a concentrarme. Cuando añadí las espinas a la raíz de mi rosa, el Señor Sterling apareció en nuestra mesa, sosteniendo un pedazo de papel rosa en la mano. Sorprendida por la repentina aparición —y el hecho de que no

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Era sorprendente como de descentrada estaba hoy. Normalmente, habría estado atenta a la asignatura, probablemente ya a mitad de la baraja de cartas. Sin embargo, últimamente mi concentración había tomado un drástico giro a la Linea de Falta de Atención.

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El resto de las cartas estaban en la mesa al lado de mi codo. Había estado garabateando una rosa poco artística en la portada de mi cuaderno, ensoñocedoramente durante los últimos quince minutos por lo que sería ser normal, mientras la electricidad fluyese por mi piel; un consciente recuerdo de lo normal que era, algo que yo nunca había sido.

estaba haciendo lo que se suponía que debía— dejé caer el bolígrafo. Rodo por la mesa y aterrizó en el suelo cuando me apresure a coger una carta y fingir que había estado trabajando en la asignatura todo el tiempo. Frunció el ceño desaprobadoramente hacia mí y deslicé el pedazo rosa en la mesa frente a Aislin. —Esto viene de la oficina para ti. —Ella cerró el móvil y le lanzó una sonrisa inocente mientras cogía el pedazo de papel—. No más mensajes, —murmuró el Señor Sterling, ajustándose la corbata mientras se alejaba. Aislin leyó el papel por encima y después anunció. —Tengo que ir al despacho del consejero. —Alex dejo caer las cartas que estaba sosteniendo y éstas flotaron hasta el suelo como plumas. —¿Para qué? —Su voz salió alta, las palabras aceleradas, provocando que unas pocas personas nos lanzaran miradas curiosas. Alex se inclinó más cerca de Aislin y bajó la voz—. ¿Por qué tienes que ir? —No lo sé. —Ella se encogió de hombros y le tendió la nota—. No dice porque. Solo dice que lo haga. Alex echó un vistazo a la nota, después la convirtió en una pelota y la lanzó al suelo. Golpeó contra el largo y rubio pelo de Nina Monroe durante la caída, y ella se giró, con las cejas fruncidas mientras pasaba los dedos por su pelo.

Aislin le señaló con el dedo mientras se ponía de pie. —Se cuidadoso mientras estoy fuera. Lo digo en serio. —Agarró el teléfono y trotó de la silla, los rizos de su pelo rubio dorado balanceándose por su espalda.

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—Dios, Alex, —dijo, estirando los pliegues—. Realmente necesitas parar de perder los estribos con las cosas más pequeñas. —Alex rodó los ojos—. Y necesitas parar de meterte en mis asuntos.

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Aislin destelló una mirada de disculpas ante ella y alzó los brazos ante la pelota arrugada de papel en el suelo.

Y así, una tensión llenó una burbuja formada entorno a Alex y a mí. Chispas de electricidad danzaron sobre mi piel. Mi corazón era como un martillo neumático en mi pecho, alimentando mí ya creciente preocupación de cuando más podía llevar antes de que explotase. Necesitaba concentrarme en algo más. Cogí una carta de la baraja e intente centrar toda mi atención en los estampados puntos formando las constelaciones. De inmediato, supe que era Andrómeda pero todavía voltee la tarjeta para comprobar la respuesta. Sip, Andrómeda impreso en letras negras en negrita en la parte trasera. Me deslice bajo el fondo de la mesa, cogí otra carta de la baraja y miré al conjunto de puntos dorados. Esto era un poco más complicado, lo cual era algo bueno porque averiguar la respuesta tomaba mucho de mi atención. Podía sentir mis pulsaciones disminuir y la gradualidad de mi cuerpo relajarse. Pero entonces Alex comenzó a puntear el bolígrafo contra la mesa una y otra y otra vez de nuevo. No sé si estaba haciéndolo solo por eso, o si estaba tratando de meterse bajo mi piel. Si era lo último, entonces estaba segura de que estaba funcionando.

Alex me miró con esa semi intrigada, semi asustada mirada en la cara. ¿Qué estaba buscando con tanta intriga que estaba más allá de mí? ¿La electricidad? ¿Yo? ¿O tal vez encuentra interesante que esté haciéndome sentir la electricidad? Siempre había asumido lo que estaba causándome la sensación de electricidad, pero quizás estaba equivocada.

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Mi plan aquí era muy simple. Daría a Alex una mirada mortal y esperaba que lo tomase como prueba para noquear el golpeteo. Me encontraba con un pequeño problema, sin embargo, ya que cuando le mire, y nuestras miradas se encontraron, mi mente se quedó en blanco. Acabe mirándole como un idiota babeando ante su flechazo de celebridad.

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Al principio, el ruidoso golpeteo era solo medio molesto. Pero el movimiento parecía suscitar más y más chispas. Mi corazón comenzó a acelerarse de nuevo. Mi corazón comenzó a golpear. Me masajeé las sienes con las huellas, tomando un profundo respiro antes de mirar a Alex.

Durante los últimos días, había aprendido cosas sobre Alex. Primero, apenas hablaba con alguien más que con su hermana. Incluso cuando Kelsey Merrit intentaba flirtear con él, él la ignoraba. Y tanto como odiaba admitirlo, me gustaba su falta de interés hacia ella. La segunda cosa que había descubierto era que él también podía sentir la electricidad. No había llevado mucho tiempo que eso fuera claro. Cada vez que el zumbido pasaba a visitarme, Alex mostraba señales de ser molestado también por algo. Se había tensado y perdido la concentración. Aislin incluso le había preguntado un par de veces si algo iba mal. Y la tercera y última cosa era que me odiaba. Pero probablemente ya lo adivinaste por tu cuenta. No necesitaba ingenio en ver que el chico me despreciaba. Alex y yo continuamos el mirarnos el uno al otro como si estuviésemos teniendo un concurso de miradas o algo así. Alex, por alguna razón, parecía encontrarlo entretenido. La divertida sonrisa reproduciéndose en sus labios probaba eso. Yo, estaba indecisa entre querer abofetear esa graciosa sonrisa de su cara o inclinarme y presionar los labios contra los suyos. Si, lo sé, definitivamente algo en lo que no debería estar pensando. Pero como he establecido antes, cuando se trataba de Alex, tenía muy poco control de mis pensamientos. —Gemma, Alex.

—Está bien, —murmuré al mismo tiempo que Alex dijo—, bien. Alex mantuvo los ojos pegados en mí mientras se ponía de pie. También me puse de pie, y seguimos al Señor Sterling por las escaleras y fuera al pasillo.

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—¿Puedo hablar con vosotros en el pasillo… ahora? —Preguntó, pero no era una pregunta que del todo tuviese que ser respondida con un no.

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Parpadeé cuando me di cuenta de que el Señor Sterling estaba de pie al lado de nuestra mesa, una expresión consternada en su rostro. ¿Cuánto tiempo había estado de pie ahí?

Encuentro la situación muy incómoda. El pasillo estaba vacío y en silencio. El Señor Sterling parecía irritado. Nunca había estado en problemas antes, pero estaba teniendo la impresión de que esta no iba a ser mi primera vez. —Estaba preguntándome si había un problema entre los dos, — preguntó el Señor Sterling. Sacudí la cabeza. —No, —dije, ¿qué se suponía que debía decir? Sí, hay un problema. Un gran problema. Hay está realmente extraña sensación de zumbido eléctrico entre nosotros, y además el hecho de que él me odia, no puedo fingir odiarle. Sí, eso no me haría sonar loca para nada. El Señor Sterling nos miró con pesadez, su intento, asumí, por ser intimidante. La cosa era, que simplemente no era un profesor muy intimidante. De hecho, tenía una reputación de ser un auténtico blandengue y de dejar las cosas de lado. —Simplemente parece que no hay mucha interacción en grupo. —Dijo el Señor Sterling, su atención centrada exclusivamente en mí—. Ahora Gemma, esperaba que fueses un poco más agradable con Aislin y Alex ya que son nuevos aquí. —Conmocionada, mi mandíbula se abrió. ¡Qué! ¿Estaba bromeando? decir

yo…

—Levantó

las

manos,

—No quiero excusas. Lo que quiero es que los tres trabajéis juntos y en paz. —Mi mandíbula se apretó mientras el cosquilleo se apuñaló en la parte trasera de mi cuello. Estaba enfadada. Más que enfadada. Estaba absolutamente furiosa. Lancé la Mirada más ardiente que jamás convoque hacia Alex. Él presionó juntos los labios, de todas las cosas, para contener una sonrisa. Aparentemente, mi furia también era otra cosa que le entretenía. Apreté las manos en puños. Nunca antes había sido una persona violenta, pero si el Señor Sterling no hubiese estado ahí de pie, le habría golpeado. Bueno, está bien, eso era una mentira. Pero la parte imaginativa de mi mente lo haría.

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quiero

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—Y-yo no… silenciándome.

—Ahora tenemos una salida de campo acercándose aquí muy pronto y trabajar en grupo es una gran parte de ello, —continuó el Señor Sterling, obviamente hacia mi indignación—, así que quiero que los dos consigáis conoceros el uno al otro para trabajar en otras asignaturas como un grupo. —Su mirada vagó de atrás a adelante entre Alex y yo como si estuviese esperando que prometiésemos que lo haríamos. Pero estaba demasiado irritada para hacer tal promesa. —Está bien, —dijo Alex, con los ojos parpadeando en mi dirección—. Lo haremos. Tuve que contener un ruedo de ojos. ¿Qué es esto con lo que cargamos? No era la única que saldría de mi camino por odiar a alguien que apenas conocía. Él nunca siquiera me había dado una oportunidad, y ahora era la única recibiendo la culpa. —Bien, —dijo el Señor Sterling con una sonrisa complacida. Abrió la puerta de la clase—. Ahora os dejaré regresar a clase. —Chirriando los dientes, di un paso en la clase y regresé a mi mesa. Kelsey Merrit me premio con una de sus infames miradas de eres-una-perdedora mientras la pasaba, y después aleteó las pestañas hacia Alex. A pesar de como de mal estaba, todavía sentí una oleada de alivio cuando Alex apartó la cabeza de ella. Pero odiaba que reaccionase de esa manera. Odiaba que Alex tuviese tanto control sobre mis sentimientos.

Mire la baraja de cartas con cautela, preguntándome si era una broma o algo. Si cogía una y se la mostraba, ¿se reiría de mí porque realmente había pensado que quería trabajar conmigo? ¿O solo estaba intentando ser cooperativo?

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—Bien, —deslizó la baraja de cartas hacia mí—, las tendrás y yo te diré las respuestas. —Levanté las cejas cuestionantemente. ¿Estaba siendo serio? Porque pensé que cuando había estado de acuerdo con el Señor Sterling, lo había hecho como una promesa vacía. Ahora aquí estaba, esperando que le mostrase una carta.

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Me deje caer en la silla y observé a Alex mientras mezclaba las cartas como si estuviese preparándose para un juego de poker. Cortó la baraja una vez, dos, y después las puso sobre la mesa, alineando las cartas eventualmente con las otras.

Solo había una forma de averiguarlo. Con reluctancia, cogí una de las cartas de la baraja que había deslizado y la añadí por mi cuenta. Después le di la vuelta. —Casiopea, —respondió Alex con indiferencia. Tenía razón, así que asentí y deslicé la carta debajo de la baraja. Levanté la siguiente en el momento exacto que la intensidad de la electricidad decidió ascender hasta un punto. —Osa Mayor. —dijo. Entonces muy condescendientemente añadió—, o la Gran Osa. —Las chispas brillaron cuando cogí otra carta, y tuve que coger aliento. —Osa Menor. —Atrapó mi mirada—. ¿Hay algo malo? A pesar de que mi corazón estaba acelerándose, me las arregle para sonar compuesta. —No. Nada malo. —él rodo los ojos, y mi furia hirvió mientras le mostraba otra carta. —Andrómeda. —Sacudió la cabeza—. Esto es demasiado ridículo.

Wow. ¿De dónde había venido esto? Era tan diferente a mí el ser confrontacional. Normalmente, era callada. Me contenía de decir muchas de las cosas hasta el punto de que sentía como mi pecho iba a explotar por la presión.

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—¿Sabes qué? Tienes razón. Esto es ridículo. —Tiré las cartas que estaba sosteniendo hacia la mesa y me desplome en la silla—. Si no quieres trabajar conmigo, entonces bien. Tal vez solo deberías irte de nuevo. —El cosquilleo cosquilleó en mi cuello, pero cualquiera que fuera la emoción que estaba intentando emerger era sofocada por mi furia—. Ni siquiera me conoces, y ya me odias. Solo así. Nunca siquiera me diste una oportunidad. —Sacudo la cabeza—. Si, tienes razón. Esto es ridículo.

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Está bien, lo era. Bastante era suficiente. Unas pocas palabras elegidas ardían en la punta de mi lengua, pero me las tragué.

Tan pronto como terminé con mi pequeño discurso, quise retraerme. Sí, se lo merecía. Probablemente se merecía lo peor. Pero aun así, debería haber sido la personas más grande. Él elevo una ceja. Su expresión cerniéndose en algún lugar entre la conmoción y la curiosidad. —Ese es absolutamente el carácter que tienes. —Eres el único que tiene el carácter, —murmuré, y entonces con rapidez me mordí la lengua para detenerme de decir algo más. Él me observo de cerca, su expresión suavizándose mientras se inclinaba sobre la mesa. —Está bien, he aquí el trato. Te hare una promesa. —se detuvo—. Prometo que no seré más un capullo. —Estaba a punto de relajarme hasta que continúo—. Al menos durante el resto de la clase, de cualquier manera. —Cerró los ojos y sacudí la cabeza. ¿Qué tipo de promesa era esa? Mejor aún, ¿qué tipo de persona diría algo así? El tipo guaperas, pensé en último momento. Al instante, quise pegarme en la cabeza. ¿Qué estaba haciendo, pensando de esa forma sobre un chico que claramente odiaba mis entrañas? Me recompuse antes de abrir los ojos.

Cuando la campana sonó, me dirigí a la biblioteca para comer mi almuerzo. Era mi típica rutina de comida. Si, era un lugar extraño para comer, especialmente para una chica de instituto. Pero no tenía amigos, y sentarme sola en una abarrotada cafetería era mi otra única opción. ¿Así que, sabes qué? Fui a la biblioteca. Siempre había un par de chicos comiendo ahí. Sherman, ese chico con extreme pelo rizado y toneladas y toneladas de pecas era uno

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Ni siquiera estaban cerca.

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—Bien. Lo que sea. Suena bien. —Durante el resto de la clase, trabajaríamos juntos en pacifica armonía. Y no soy del tipo que está bromeando. Tomamos turnos para coger las cartas. No hubo más peleas o miradas bajas. Para un observador externo, la situación probablemente parecería normal. Por supuesto no podían sentir las constantes chispas y retortijones en mi cuerpo, un silencioso recordatorio de que las cosas estaban lejos de lo normal.

habitual. También estaba la Señora Bakerly, la bibliotecaria de setenta y tantos años. —Hola Gemma, —me saludó la Señora Bakerly desde detrás del mostrador—. ¿Cómo estas hoy? —Bien, —respondí. Una total mentira, pero no necesitaba compartir eso con ella. Ajusté el agarre de mi bandolera a mi hombro. —¿Cómo está usted? Ella sonrió con brillantez. —Estoy bien. Devolverle la sonrisa parecía un gran objetivo, pero me las arregle para fingir una. Entonces comencé a ir tan lejos a la esquina trasera de los estantes, mi lugar habitual para esconderme y comer mi comida. Seleccioné una copia de un libro que había estado leyendo de un estante antes de ponerlo en el suelo. Usando la mochila como una almohada, me relajé contra el estante y abrí el libro por la página en la que la había dejado el día antes. El libro cuenta la historia de una chica que tiene un súper poder. Me tiene preguntándome en lo que sería poseer un poder propio. ¿Qué pasaría si pudiese haber sido alguna persona extraordinaria con la habilidad de ayudar al mundo, en lugar de una solitaria/friki chica? ¿O qué pasaría si poseyese el poder que, digamos, me protegiese de las invisibles, fuera de control, chispas eléctricas?

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Mi estómago gruñó y en el silencio de la biblioteca el sonido era apenas perceptible. Saqué una barrita de muesli de la mochila y una lata de Coca Cola, después comencé a leer. Había llegado a la mitad de un párrafo cuando escuche voces desde el otro lado de la estantería. Quien quiera que fuera, estaba hablando demasiado bajo para que averiguase lo que estaba siendo dicho, sin embargo lo bastante alto para distraerme. Levanté el cuello e intenté bloquear las voces lo mejor que pude. Funcionó hasta que escuché mi nombre, tan claro como el día. “Gemma.” Al principio, pensé que tal vez alguien estaba intentando llamar mi atención. Pero cuando me di cuenta de que ese no era el caso —ya que nadie estaba alrededor— me pregunte si quienquiera que estaba hablando al otro lado de la estantería estaba hablando de mí.

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Suspiré. Que agradable pensamiento.

Ahora sé que escuchar a escondidas es muy malo. Y me sentí un poco mal por hacerlo. Pero quién diablos estaría hablando de mí; yo, Gemma Lucas, la chica conocida-como-apenas-invisible que con dificultad hablaba con alguien. Tenía que saberlo. Me moví hacia adelante, forzando a mis oídos a escuchar. —No deberías haberme dejado solo con ella, —gruñó una voz. Era una voz de chico, profunda y casi reconocible. —¿Qué se supone que debía hacer? —Otra voz, una voz mucho más alta que pertenecía a una chica. También sonaba familiar—. Si queremos confundirles, tenemos que actuar normal. Si fui llamada al despacho, tengo que ir. Deberías comenzar a hacer eso también, especialmente cuando estas alrededor de ella. Sé que no se supone que nos debamos acercar a ella, pero aun… es llamado una táctica. No es estúpida. Probablemente puede decir que algo está ocurriendo. — ¿Estaban hablando de mí? Si era así, ¿quiénes eran exactamente? Mi piel comenzó a sentir un mínimo hormigueo con un lento zumbido de una electricidad estática, y tuve la respuesta. Alex. Él estaba al otro lado de la estantería. Eso significaba que la voz de la chica mayormente pertenecía a Aislin. Esta revelación intensifico mi curiosidad Conteniendo la respiración, me acerque a la estantería.

incluso

más.

—No lo entiendes. —La voz de Alex se hizo más baja—. Algo extraño está ocurriendo entre ella y yo.

Sí que estaban hablando de mí. Wow. Era increíble lo que escuchar a escondidas podía hacer. No es que estuviese orgullosa de lo que hacía o algo así. Pero tampoco lo negaba. No después de escuchar a Alex decir que él podía sentir la electricidad. Sí, sabía que ya había dicho que estaba casi segura de que él podía sentirlo. Pero ahora estaba

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—No estoy realmente seguro de cómo explicarlo. —Se detuvo—. Ocurrió el primer día que vinimos aquí. Sentí esa extraña sensación de electricidad cuando camino hacia mí. Y sigue volviéndose peor cuanto más tiempo estoy con ella.

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—¿A qué te refieres? —Pregunto Aislin.

absolutamente segura. Y me hacía querer escuchar más. Pero cuanto tiempo iba a ser capaz de escuchar sin ser notada. Todo lo que llevaría a Alex sentir el mínimo zumbido y seria atrapada. —¿Le has contado a Stefan sobre esto? —Preguntó Aislin. —No, —espetó Alex—. Y no voy a hacerlo. Ya tiene suficiente por lo que preocuparse. La última cosa que necesita es averiguar que Gemma está causándome algún tipo de cosa estética eléctrica. Antes de que pudiese detenerme, dejé salir un jadeo. Mierda. Mis músculos se tensaron cuando me sellé la boca y contuve el aliento. —Sí, pero si tiene algo que ver con la profecía, él querrá saberlo, —le dijo Aislin. Parecía que no me habían escuchado. Con tranquilidad exhalé, mis músculos relajándose un poco… un momento. Retrocede. ¿Acaba de decir profecía? —¿Por qué tendría que ver algo con la profecía? —dijo Alex, claramente enfadado—. No es sobre la profecía. Es por ella. Ella lo está causando. —No sabes eso con seguridad. Quizás tú eres el único que está causándolo, —sugirió Aislin—. Quiero decir, sé que no sientes nada así cuando yo estoy a su alrededor. Por todo lo que sabes, ella ni siquiera podría sentirlo.

—Alex, realmente creo que deberías… —comenzó Aislin. Alex la hizo callar. —Solo un segundo. —¿Qué pasa? —Susurró Aislin.

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Puse una cara. ¿Cómo podía él estar confiado por lo que yo sentía? Ugh. Él estaba seguro de sí mismo. Por supuesto, mi constante jadeo e incapacidad por respirar cuando estaba alrededor de él podrían haber sido un poco claros.

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—Confía en mí, si lo hace —dijo Alex con confianza.

El aire cesó a un espeluznante punto muerto. ¿Había él sentido a la electricidad? Si era así, estaba demasiado arruinada. Ahora iban a saber que había estado escuchado. Sin embargo no sabía porque esto tenía que preocuparme. Habían sido los únicos hablando de mí. Deberían ser los que están preocupados. Pero las cosas que estaban diciendo… no eran normales. Tenía que salir de aquí. Arrastré los pies y alcancé la mochila. —Gemma, ¿puedo ayudarte a encontrar algo? Brinque, mi pulso acelerándose con miedo. Pero resultó ser la Señora Bakerly. Tenía una pequeña pila de libros en la mano y estaba mirándome con ojos amplios. Mi reacción alarmada debió haberla asustado o algo. Una cosa es segura. Había asustado lo malo de mí. —No, estoy bien. —¿Por qué, o porque, tenía que decir mi nombre? —Solo estaba viendo si podía… um… encontrar algo bueno para llevar a casa conmigo —Bueno, si necesitas algo, —deslizo un libro con cuidado en la estantería—, solo házmelo saber. —Lo haré, —le dije. Sonrió y se alejó.

Esto apestaba.

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No podía escuchar nada, sin embargo. Ni un sonido. Ni una palabra. Mis manos se sacudieron mientras miraba a través del plateado espacio entre las dos estanterías. Se fueron. Genial. Ahora no tenía pruebas de si habían descubierto que había estado escuchando o no. A pesar de que estaba segura de que las tenían, lo cual parecía algo muy, muy malo.

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Volví la atención al otro lado de la estantería —de regreso a Alex y Aislin. ¿Habían averiguado que había estado escuchándoles? ¿Estaban esperando a que la Señora Bakerly se marchase para que pudiesen, no sé, saltar sobre mi o algo? Sí, la idea sonaba tan estúpida para mí como para ti pero, oye, nunca se sabe.

Lo único bueno que salió de esta situación, sin embargo, fue que aprendí una valiosa lección. Si vas a ser una escucha a hurtadillas, no seas atrapada, especialmente cuando las personas a las que estas escuchando a escondidas pueden ser un poco inestables. Lo que estaban diciendo… era algo extraño. Como salido de una pesada novela de ciencia ficción. Sacudí la cabeza y suspiré. Algo estaba ocurriendo y necesitaba averiguar el qué. Sin embargo no sabía cómo. Todo lo que sabía era que era extremamente importante que lo hiciese.

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Podía sentirlo en mis huesos.

Traducido por Sitahiri Corregido por katiliz94

C

omo siempre, cuando me fui a dormir esa noche, fui succionada dentro de mi pesadilla recurrente: aquella en donde era perseguida por las criaturas con capas, de brillantes ojos amarillos en medio del bosque. Pero esta vez, el final dio un giro en una dirección diferente. Después de que los monstruos me hubiesen capturado, el hombre con la cicatriz se paró bajo la luz de la luna y se transformó en alguien más. Ese alguien más era Alex. Sus ojos verdes brillaron hermosamente en las sombras de la noche mientras me agarraba. Pero en lugar de congelarme hasta la muerte, estallé en llamas. Me desperté cubierta de sudor. Y por un instante, estuve convencida de que realmente estaba en llamas. Tan convencida, que revisé mi cuerpo en busca de marcas de quemaduras. Todo se estaba volviendo demasiado estresante, hasta el punto en el que consideré echarme a llorar y contarle todo a Marco y Sophia. Sobre Alex y Ailsin. Sobre la electricidad. Incluso sobre la punzada y mis sentimientos. Pero cuando bajé las escaleras para decírselo, Sophia me taladró con una mirada asesina antes de que pudiera siquiera decir algo, y rápidamente fui devuelta de un tirón a la realidad de que no tenía a nadie con quién hablar.

Después de un rato, me di por vencida y seguí con lo de la electricidad. De nuevo, mis búsquedas no dieron resultado. Pasó lo mismo cuando intenté encontrar algo sobre la punzada. Había un

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La mayor parte de mi investigación se centró en Alex y Ailsin. Pero cuando escribí sus nombres en el motor de búsqueda, no encontré nada. Ni siquiera tenían una página de Facebook. Bien pensado, yo tampoco. Pero en serio, ¿a quién iba a añadir a mi lista de amigos?

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Durante el fin de semana, traté de no preocuparme por nada, pero fue un esfuerzo inútil. Decidí buscar en Internet… bueno, no estaba muy segura de lo que estaba buscando, pero tenía la esperanza de que lo sabría cuando lo encontrara.

montón de cosas científicas, pero nada remotamente similar a lo que estaba sucediendo entre Alex y yo. Así que después de horas de búsqueda, aún no tenía ni una pista sobre lo que estaba pasando. Estos misterios sin resolver me dejaron con una enorme sensación de temor. No me entusiasmaba mucho ir a astronomía el lunes. Incluso llegué al punto de tratar de fingirme enferma para que pudiera evitar ir a la escuela. Pero ese plan se fue a la mierda porque Sophia no se tragó mi pobre intento de aparentar que tenía un resfriado. Por consiguiente, aquí estaba, entrando en el salón de astronomía, mi pecho se sentía como si fuera a derrumbarse sobre mí en cualquier momento. Y qué suerte la mía, Alex y Aislin ya estaban en nuestra mesa. Estaban enzarzados en lo que parecía ser una intensa conversación. Podía ver por la seriedad de sus expresiones, y por cómo se inclinaban hacia delante, que estaban tratando de crear una barrera entre ellos y los demás a su alrededor. Sólo podía suponer de lo que estaban hablando. Me di a mí misma un rápido discurso motivacional. Tú puedes hacerlo. No eres la que debería estar nerviosa. Me puse erguida y comencé a subir las escaleras. Juro que sentía como si mis zapatos pesaran cuarenta y cinco kilos cada uno. Con cada paso, mi respiración se reducía. Por un momento, creí que quizás me desmayaría.

Me sorprendí a mí misma cuando de hecho lo miré amenazadoramente. Creo que quizás lo había sorprendido también, porque su mirada asesina se convirtió en una mirada de desconcierto.

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Después de que alargué el proceso de sacar mis cosas de mi mochila, le eché un vistazo a Alex a escondidas. Tenía puesta una chamarra negra con capucha, y el color de sus brillantes ojos verdes parecía verse un poco más oscuro hoy. Aunque podía haber sido debido a la mirada asesina que me estaba lanzando.

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Alex y Aislin no se dieron cuenta de mi presencia hasta que me senté. Entonces dejaron de hablar. Evité el contacto visual con ellos mientras abría mi mochila y sacaba mi libro. Pero podía sentir sus ojos sobre mí, mirándome como halcones.

Aislin se comportó de forma completamente opuesta a Alex. Su sonrisa resplandecía casi tanto como el collar de diamantes que estaba usando. —Hola, Gemma. Por su tono excesivamente alegre, podía ver que estaba fingiendo ser amable conmigo. Decidí jugar su pequeño juego, y le devolví la sonrisa educadamente. Sin embargo, creo que se vio más nerviosa de lo que quería. Aislin, sin embargo, era una profesional, su sonrisa nunca vaciló. —¿Cómo estuvo tu fin de semana? —Genial —mentí, sonando gruñona. —De acuerdo, todos —dijo el Señor Sterling, aplaudiendo—. Comencemos. Y eso fue lo último que escuché. Me desconecté de todo mientras la electricidad se encendía y absorbía cada pizca de mi concentración. Para distraerme aún más, Alex comenzó a mirarme fijamente. Era un fastidio y me hacía retorcerme incómodamente. El timbre sonó finalmente y la clase terminó. Rápidamente recogí mis cosas y las metí en mi mochila tipo mensajero, sintiéndome agradecida de que el Señor Sterling hubiera estado en uno de sus modos debate y no hubiera dejado tiempo para trabajo de grupo.

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—Una cosa más antes de que os marchéis —esperó a que todos se sentaran antes de continuar—. Como un grupo, quiero que terminéis un proyecto. Puede ser sobre cualquier tema que elijáis, siempre y cuando se relacione con la astronomía. Vale el treinta por ciento de vuestra calificación, y tendréis que pasar algún tiempo fuera de clase trabajando en ello, —ignoró los quejidos y gruñidos que llenaron el salón—. Necesitaré que me digáis una idea básica de cuál será vuestro tema para mañana. Hay más instrucciones específicas en esto — sostuvo en alto un paquete de papeles—. Aseguraos de escoger uno cuando salgáis de la clase para que podáis comenzar la lluvia de ideas. Eso es todo. Podéis iros.

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Me paré, lista para salir disparada a la puerta justo cuando el Señor Sterling decidió hacer un anuncio.

¿Un proyecto de grupo? Genial. Me colgué la correa de mi mochila sobre el hombro y me apresuré a la puerta, sin bajar el ritmo hasta que logré doblar la esquina de la librería sin incidentes. No pude encontrar el libro que había estado leyendo… el que trataba de la chica que tenía un superpoder. Después de buscar por varios minutos, finalmente lo encontré de costado frente a las Enciclopedias, que estaban en el estante de arriba. Bien, yo era alta, pero no lo suficientemente alta. Incluso de puntillas, con mi brazo estirado tanto como podía, todavía me faltaban centímetros. Justo estaba preparándome para saltar por él, cuando una erupción de electricidad se extendió por mi espalda. Me eché hacia atrás, sobresaltada. —¿Necesitas ayuda? —preguntó Alex, mirándome con actitud condescendiente. Tenía que recobrar la compostura antes de hablar para que mi voz se escuchara tranquila. —No. Estoy bien. Él se acercó y señaló el estante con la cabeza. —¿Cuál estás tratando de alcanzar? —Yo… ese —tartamudeé, indicando el libro. Después puse los ojos en blanco a mí misma. Contrólate, Gemma.

—Gracias —tomé el libro, siendo extra cuidadosa de no dejar que mis dedos lo tocaran. Si sólo estar cerca de él hacía que mi cuerpo zumbara, sólo podía imaginar lo que sería tocarlo. Sin decir adiós, me abrí camino zigzagueando entre el laberinto de estanterías hasta que regresé a mi lugar habitual. Era muy consciente de que Alex me había seguido, pero estaba intentando ignorarlo con fuerza.

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—Aquí tienes.

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Estiró un brazo sobre mi cabeza, el aroma de su colonia revoloteando en el aire. En estatura, él me ganaba por alrededor de diez o doce centímetros, y tomó el libro sin esfuerzo.

Me senté en el suelo y me puse cómoda. Él se me quedó mirándome fijamente, claramente molesto. —No vine aquí sólo para alcanzar el libro por ti. Abrí el libro. —¿Entonces por qué? Hubo silencio. El único sonido provenía de mí, hojeando las páginas del libro. —Aislin me puso a buscarte —dijo de repente—. Y dado que parece que te gusta tanto esconderte aquí atrás, supuse que aquí es donde te encontraría. Y ahí estaba. Lo que estaba esperando… que ellos dijeran que sabían que había estado escuchando a escondidas su conversación y había escuchado todas las cosas bizarras de las que habían estado hablando. Completamente perpleja sobre qué hacer o qué decir, continué hojeando el libro. Las páginas abanicaban mi rostro con una fresca brisa que se sentía bien contra mi acalorada piel. Alex me quitó el libro de las manos. —¡Oye! —hice una mueca.

¿Eso era todo? ¿Era todo lo que él quería? —Y bien, ¿puedes? —inquirió con impaciencia. Quería decirle que no porque de verdad no quería estar cerca de ninguno de ellos. Bueno, eso era tergiversar la verdad un poco dado que, ahora mismo, cada nervio de mi cuerpo era atraído hacia él. Pero

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—Aislin quiere saber si te verás con nosotros aquí después de la escuela para que podamos encontrar una idea para nuestro proyecto — pronunció cada sílaba lentamente, como si pensara que era una retrasada.

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Cerró el libro de un golpe.

eso era debido a la electricidad. La estúpida, odiosa, que-hace-que-tumente-se-ponga-toda-nublada electricidad. —Si queréis, simplemente podéis elegir un tema sin mí —ofrecí, esperando que dijera que sí. Negó con la cabeza. —Nop. Se supone que debemos trabajar juntos como un grupo. Alcé las cejas de forma acusadora. —Me imagino que probablemente a ti en realidad te importa un carajo si nosotros trabajamos en equipo o no. —Oh, así es —me aseguró—. Pero a Aislin sí. Lo miré con los ojos entrecerrados mientras me ponía de pie. —Bien. Entonces supongo que estaré ahí —extendí la mano—. Ahora, por favor devuélveme mi libro. Junto sus labios, dio un innecesario paso hacia mí, invadiendo mi espacio personal por completo, y colocó el libro en mi mano. Cuando apartaba su mano, uno de sus dedos se rozó contra el mío. Si fue un accidente o no, ¿quién sabe? Pero la engreída sonrisa en su rostro me hacía pensar que probablemente lo hizo premeditadamente, tal vez para torturarme hasta la muerte.

¿Cómo solía ser mi vida? Esa fue la pregunta que me dio vueltas en la cabeza durante el resto del día escolar. ¿Cómo había sido mi vida antes de que hubiera sido capaz de sentir? ¿Antes de que Alex llegara?

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Sabía que la peor cosa por hacer era dejarle saber cuánto efecto tenía su roce sobre mí. Interiormente, sin embargo, mi cuerpo se estaba volviendo loco. Mi corazón estaba haciendo erupción. Mi sangre estaba acelerada. En ese momento, no quería nada más que estar cerca de él. Por un instante, pensé haber visto los ojos de Alex abrirse como platos, haciendo crecer mi esperanza de que quizás el roce estuviera teniendo el mismo efecto en él. Pero sucedió tan rápido, que no podía estar segura de sí pasó en realidad. Y antes de que lo supiera, él me dio la espalda y se fue sin decir otra palabra.

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Mi mano tembló mientras luchaba por permanecer calmada.

¿Antes de que apareciera la electricidad? Aunque parezca raro, a pesar de que la mayoría de mi vida había transcurrido sin todo esto, no se sentía de ese modo. De hecho, mis días anteriores a las emociones, a Alex, a la electricidad parecían haber sido hace mucho, mucho tiempo. Pero, ¿qué era la vida sin emociones? Nada. Y quizás era por eso por lo que me costaba trabajo recordar. Mi última clase del día fue una gran y completa mierda. Me preguntaron tres veces, lo que nunca me había pasado antes. Pero por alguna razón, quién sabe, tal vez el roce de Alex había dejado mi piel brillando, era lo opuesto a invisible. Al menos para el Señor Montgomery, mi maestro de la séptima clase, inglés, que continuaba preguntándome. Gemma, ¿puedes decirnos cuál es el mayor tema en la obra de Shakespeare Romeo y Julieta? Gemma, ¿cuál es el significado del veneno en la obra? No era como si no tuviera las respuestas a sus preguntas, pero odiaba ser el centro de atención. Y odiaba el hecho de que tartamudeé mis respuestas. Para colmo, mi casillero se atascó, y en mitad de patearlo para abrirlo, un maestro pasó por ahí y me regañó. Para cuando me senté en una silla en la biblioteca, no estaba de humor para lidiar con más mierda. Sinceramente, probablemente debería haberme saltado la reunión, dado que Alex tenía la tendencia a irritarme. Apoyé la cabeza en la mesa. La madera estaba fría contra mi piel cálida. Masajeé mis sienes, y dejé que mis ojos se cerraran. Inhalé lentamente y traté de enterrar todos mis problemas.

—¿Dolor de cabeza? —Síp —respondí bruscamente. Y está sentándose justo a mi lado. —Gemma, ¿qué sucede? —la voz pertenecía a Aislin.

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Alex dejó caer su mochila en la mesa.

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Pero entonces una corriente de electricidad subió ondeando por mi columna, y gemí mientras mi esfuerzo por relajarme se fue por la ventana.

Levanté la cabeza. Ella estaba parada al otro lado de la mesa, un bolso rosa colgando en su hombro, su frente fruncida por la preocupación. —Tiene dolor de cabeza —Alex contestó por mí. —Estoy bien —le dije a ella—. En serio. No es para tanto. —Espera, creo que tengo algo —sacó un frasco de Tylenol de su bolso—. Aquí tienes. Tomé el frasco con gratitud, saqué dos en mi mano, y se lo regresé. —Gracias. Sonrió y tiró el frasco de regreso en su bolso. —No hay problema. Las lancé a mi boca y las obligué a bajar por mi garganta. Con suerte harían efecto rápido. Si era afortunada, quizás también bloquearían la electricidad junto con el dolor de cabeza. Aislin se sentó. —De acuerdo, ¿alguien tiene alguna idea sobre qué deberíamos hacer para nuestro proyecto? —Lo que sea más fácil —dijo Alex. Después me echó un vistazo y añadió—. Y lo que lleve menos tiempo.

Normalmente, seguro, pero ahora mismo… mmm… no tanto. Todo lo que quería justo ahora era irme. —No me importa si hacemos algo fácil —eché un vistazo rápido en dirección a Alex—. Y corto.

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—No seas ridículo, Alex —dijo Aislin, como si fuera lo más absurdo del mundo—. Debemos hacer un buen trabajo. De verdad me gustaría conseguir una A. Y estoy segura que a ti también, ¿verdad, Gemma?

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Puse los ojos en blanco.

—Bien, entonces está decidido —se recostó en su silla y apoyó las manos detrás de la cabeza—. Elegiremos algo fácil. Aislin le frunció el ceño. —Entonces, lo que estoy pensando —continuó, ignorando el ceño fruncido de Aislin—, es que sólo podríamos hace un mapa de la galaxia y escribir un reporte al respecto. De ese modo no tendríamos que pasar demasiado tiempo trabajando en ello juntos. —Perfecto. Suena bien —me levanté, mi silla inclinándose hacia atrás en dos patas, luego cayendo hacia delante en cuatro patas de nuevo. Agarré de un tirón mi mochila de la mesa y me di la vuelta para irme. —Gemma, espera —Aislin se paró de golpe de su silla. Puso las manos en sus caderas y clavó a Alex con una intensa mirada—. ¿No crees que ese proyecto sea demasiado… fácil? Él agitó la mano, restándole importancia. —Estará bien. Conté mentalmente hasta diez mientras esperaba a ver si ellos dirían algo más, después me fui.

Aceleré el paso, mis tenis negros DC haciendo ruidos sordos contra el hielo. Era el único sonido que llenaba el aire hasta que un crujido se elevó sobre él. Eché un vistazo al suelo. Se veía como si el hielo se estuviera moviendo. Sí, moviendo, al mismo ritmo de mis pisadas. Mi corazón se saltó un latido cuando mi pesadilla destelló en mi mente. Yo corriendo. Los monstruos persiguiéndome. El hielo moviéndose debajo de mí.

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Estaba en mitad de averiguar si estaba dando vueltas en círculos o no cuando fui golpeada por la sensación de que alguien me estaba observando. De pronto, me volví hiperconsciente de que no había ni una sola alma a la vista.

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Afuera, una niebla fantasmal cubría totalmente el estacionamiento. Me dirigí en dirección a dónde esperaba que estuviera mi coche. Todavía estaba molesta por lo de Alex y por cómo había dejado claro que quería verme lo menos posible. También estaba algo cabreada conmigo misma por no decirle nada.

Corrí, pero no muy rápido dado que el suelo era un gran accidente esperando a suceder. Seguí diciéndome a mí misma que las pesadillas no se volvían realidad. Monstruos de brillantes ojos amarillos que asesinaban gente con su frío mortal no eran reales. Pero conforme sentía el aire descender abruptamente a una temperatura que congelaba los huesos, entré en pánico. Busqué mi coche frenéticamente, patinando por el hielo como si estuviera tratando de ser parte de las Ice Capades1. Pero no podía ver mi auto por ningún lado. Forcé mis ojos desesperadamente contra la espesa niebla, y entonces lo vi: no mi auto, sino un destello de amarillo. Mi corazón se detuvo. Todo se detuvo. Jadeé cuando la punzada delineó mi nuca. Había sentido miedo antes, pero esto era por completo un nuevo nivel de miedo; un miedo tipo corre-por-tu-vida-o-vas-a-morir. Que era exactamente lo que iba a hacer. Me di la vuelta, preparándome para correr como una loca a toda velocidad de regreso a la escuela. Excepto que antes de que pudiera comenzar a correr, me di de bruces contra algo duro, cálido y cargado de estática. Tropecé hacia atrás, luchando por recuperar mi equilibrio. —¿Qué pasa contigo? —preguntó Alex, su voz una mezcla de molestia y preocupación. Recuperé el equilibrio y me puse derecha. —Nada. Estoy bien.

Mi corazón resonaba violentamente en mi pecho. Estaba asustada. Eché un vistazo sobre mi hombro. Nada más que niebla.

1

Ice Capade: un show de entretenimiento ambulante que presentaba obras de teatro que involucraban patinaje sobre hielo. Los actores a menudo eran patinadores olímpicos que se habían retirado de las competencias. Comenzaron en 1940 y dejaron de hacerse en 1995 debido a la poca audiencia. Holiday on Ice es un show similar.

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—No parece ser nada. Te ves asustada.

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Su cabello castaño oscuro estaba húmedo por la niebla, y metido bajo su brazo estaba un libro.

—Gemma. Me volví hacia Alex. —¿Eh? —¿Estás bien? Te ves algo… ¿perdida? Lo estaba. Y confundida. Y aterrada. El aire estaba comenzando a calentarse de nuevo. Seguía estando helado y todo, pero un helado normal en lugar de un helado mortal. —Yo eh… —tragué saliva, ahogándome con la imagen mental de las luces amarillas. ¿En verdad habían estado ahí? En realidad no había visto la figura encapuchada, sólo dos luces con forma de ojos. O al menos se veían como ojos. Sin la sobrecarga de adrenalina corriendo por mis venas, ya no estaba segura. La mirada de Alex vagó sobre mi hombro. —¿Qué es lo que estabas viendo allá? —Eh… nada —de ninguna manera iba a contarle lo que creí haber visto—. Sólo creí haber visto… un perro —puse los ojos en blanco mentalmente hacia mí misma. ¿Un perro? ¿En serio, Gemma? ¿No puedes inventar algo mejor que eso? Me observó con recelo, y después arqueó su ceja. —¿Te asustan los perros?

—Bueno… —quería darme una bofetada por ser una mentirosa tan mala. Hice un esfuerzo por pensar en una excusa, cualquier excusa que pudiera dar—. ¿Qué te importa de todos modos? —espeté—. Es decir, no es como si de verdad te importara. —Sí, buen punto —me lanzó el libro que estaba sosteniendo—. Por cierto, dejaste esto en la biblioteca.

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—Aunque estabas asustada —señaló—. Tan asustada que chocaste conmigo.

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—No —respondí automáticamente.

Fruncí el ceño hacia el libro, perpleja porque no podía recordar sacar mi libro de la mochila mientras estuve en la biblioteca. —Está es la parte donde dices gracias —dijo él de forma arrogante. Quería quitarle de una bofetada esa arrogancia de su linda cara, pero no lo hice. Le arrebaté el libro de la mano y dije: —Gracias. Junto sus labios y echó un rápido vistazo detrás de mí. —Bueno… conduce con cuidado. Lo miré extrañada. ¿Conduce con cuidado? ¿Qué significaba eso? Bueno, sabía lo que quería decir en el sentido literal pero… abrí la boca mientras se alejaba caminando tranquilamente, sintiéndome, de nuevo, tan pérdida como siempre.

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Después de que se desvaneciera en la niebla, me di la vuelta y corrí como loca para encontrar mi auto.

Traducido por katiliz94 y Ritita Corregido por AriannysG

E

l viaje hasta casa fue un borrón de formas y colores. Apenas vi algo. No podía prestar atención. Mi mente aún se encontraba de regreso en el aparcamiento donde había pensado que había visto las luces. Había bloqueado las puertas del auto. Mis manos sudaban disgustosamente mientras me aferraba al volante con fuerza. Me encontraba inquieta, nerviosa y revisando constantemente el espejo retrovisor en busca de alguna señal de luces amarillas en forma de ojos. En realidad no sabía lo que había visto en el nublado aparcamiento, pero no iba a tener más oportunidades. Si mis pesadillas habían pasado a la vida real, entonces iba a tener que mantenerme en alerta alta.

Bueno, eso fue una gran idea. Suspiré, poniéndome de pie. Tenía dos opciones aquí y ninguna de ellas sonaba atractiva. La primera, y la menos favorita, esperar hasta que acabara. Ver lo que ocurre. Tampoco me encontraba demasiado interesada en la segunda opción. Contárselo a Marco y a Sophia. Esto significaba

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Esto no estaba ocurriendo. Esto no podía estar ocurriendo. Tenía que ser un sueño. ¿Cómo podría no serlo? Para averiguar si soñaba o no, hice la única cosa en la que podía pensar. Me pinché el brazo con fuerza. Picaba jodidamente, y un verdugón rosa se formó en mi piel.

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Aparque el coche0 en la entrada, salí y corrí hacia el interior de la casa, cerrando la puerta detrás de mí. Podía escuchar la televisión sonando desde el salón. Marco y Sophia se encontraban en casa, lo cual me hacía sentir un poco mejor. Fui a mi habitación y cerré la puerta con llave. Entonces me hundí en el sueño.

arriesgarse a parecer una completa estúpida si no me creían. Pero conseguir asesinar parecía peor. Así que con un millón de nudos intentando hacerse en mi estómago, me dirigí al piso de abajo. Está bien, entonces ¿conoces ese sentimiento que tienes cuando entras en una habitación y el aire se siente espeso, pesado y sabes sobre lo que están a punto de hablar? Bueno, eso es lo que ocurrió cuando encontré a Marco y a Sophia, acurrucados en la mesa de la cocina, hablando en voz baja. Al instante tuve la impresión de que hablaban de mí. Y ante las aterradas expresiones en sus rostros cuando me vieron, asumí que mi impresión era acertada. Sophia se recostó en la silla y se alisó la falda de tubo gris. —¿Necesitas algo? —La miré con mucho cuidado. —No estoy segura. —Había estado muy determinada en no perder los estribos y contarles lo que ocurría. Pero ahora, algo se sentía mal. Mis entrañas me gritaban que mantuviera la boca cerrada. Marco cogió una revista de la mesa y balbuceó al abrirla, murmurando incoherentemente en voz baja: —Bueno, si no necesitas nada… —Sophia se levantó de la silla y vago hasta un armario.

¿En qué diablos había estado pensando cuando decidí bajar aquí? Debería haberlo sabido mejor en vez de creer que podía contárselo a ellos. Ni siquiera los conocía. No realmente. Quiero decir, por todo lo que sabía, el auténtico motivo por el que había estado viviendo con ellos durante los últimos diecisiete años era porque me habían raptado. Sí, realmente no creía que eso fuera verdad o alguna otra cosa, pero hasta que pudiera probar al cien por cien que no era verdad, no iba a ignorar esa teoría.

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Miré al reloj: 4:30. ¿Demasiado temprano para estar haciendo la cena, no crees? Aun así ella estaba haciendo la cena. Cambié la atención hacia Marco. Él sacudió la revista como si fuera un periódico, después volvió la espalda hacia mí.

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Me quedé de pie en la entrada, observándola de cerca mientras abría un cajón, sacaba una sartén y la llenaba con agua. Entonces se movió hacia la despensa, agarró una lata de salsa de tomate y se esforzó por sacar el contenido.

Al siguiente día de clase me sentía como una zombi andante. Había dormido como una mierda la noche anterior, debido a las pesadillas, tuve que mirar debajo de la cama para asegurarme de que no había auténticos monstruos vivos ocultos. A pesar de que el terreno se encontraba claro, no había sido capaz de dormir. Por supuesto, no tuve problemas para dormir durante biología. Cuando la campana sonó, me desperté, y me asusté por lo malo que sacó de mí, haciéndome saltar del asiento y golpearme la rodilla contra la mesa. Por no mencionar, que tenía la mejilla descansando en el brazo, justo donde mi adornado brazalete se abrochaba, así que ahora había una secuencia de puntos oprimidos a un lado de mi cara. Lo cual, permíteme decirte, de ninguna forma me hacía parecer una gran cretina. Añade el factor humillación con el gran moratón en mi rodilla, y me sentía genial. Lo sé, lo sé. Sonaba muy quejumbrosa. Pero tenía un muy mal día así que córtame algo de fluidez, ¿vale? Mi siguiente parada era astronomía. Llegué pronto y la clase estaba vacía. El vacío inmediatamente me hizo sentir incómoda. La piel de gallina se levantó por toda mi piel mientras colgaba la bandolera en el respaldo de la silla y me sentaba. Dios, estaba muy cansada. Necesitaba una siesta. Tan pronto como la primera persona entró, descansé la cabeza en la mesa y permití que mis parpados se cerrasen. Pero momentos después, una cálida sensación hormigueante se disparó por mis brazos y retumbó por mi espalda. —¿Cansada? —Remarcó Alex. Escuché una silla deslizarse y después algo aterrizó en la mesa no demasiado lejos de mi cabeza. Su mochila, asumí.

—Hoy no está aquí —dijo él, notando la dirección de mi mirada. Llevaba una camiseta negra, las mangas subidas hasta los codos. Se veía bien. Siempre se veía bien. Demasiado mal ya que era un capullo— . Tiene fiebre.

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Él no me dijo nada más y no levanté la cabeza hasta que la clase comenzó. Ahí fue cuando me di cuenta de que la silla de Aislin se encontraba vacía.

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No dije nada. Ni lo miré. Simplemente no estaba de humor para lidiar con él.

—Oh. —Fruncí el ceño. ¿Así que solo estábamos él y yo? Bueno, hoy debería ser divertido. Tan divertido como mirar un especial de crecimiento de hongos durante dos horas (Y sí, ya lo he tenido que hacer antes). Aislin actuaba como nuestra mediadora. Con su ida, solo podía imaginar cómo de bien iban a ser los próximos cuarenta y cinco minutos. —No tienes que estar tan preocupada por esto. —Una sonrisa se asomó en sus labios—. Yo no estoy tan mal después de todo, ¿verdad? Asustada de lo que podría salir de mi boca, la mantuve cerrada. En diez minutos en clase, el Señor Sterling recibió una llamada. Después que colgó, hizo un anuncio que era algo urgente que necesitaba de su atención, y se estaba yendo de clase a la biblioteca para que adelantásemos nuestros proyectos. Lo consideré una ventaja. Irme a casa y tomar una siesta. Pero no podía reunir el coraje para ir a través de esto. Mark Schol y Dean Edwards lo hicieron. Se agachaban tan pronto como la Señora Bakerly salía de su escritorio. Pero ellos muy raramente se mostraban en clases como esta. No tenían que preocuparse por el grupo de extraños monstruos amarillos que se mostraban para matarlos. —Entonces, ¿en qué quieres trabajar primero? —me preguntó Alex después que elegimos una mesa donde dejar nuestras cosas. Colgué mi mochila detrás de mí silla. —No me importa.

Entonces, claro, tuvo que abrir su boca para arruinarlo todo.

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—Bien, no me importa a mí tampoco. —Nos quedamos allí, reflexionando sobre qué hacer, lo pillé mirándome a los ojos. No dentro de mis ojos… a mis ojos. Y típico cuando las personas empiezan a mirarlos, se sorprendían por el impactante color violeta, lo cual me molestaba. Sabía que el color era extraño y todo, pero quedarse mirando era grosero, como sea, la forma en la que Alex los miraba borró mi picazón de molestia, e hizo que me derritiera por dentro.

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Sacó su telefono de su bolsillo y sonrío a la pantalla.

—Quizás deberías ir a casa y dormir un poco. Te ves cansada. — Podía bien haberme dicho que parecía el demonio. Lo miré con el ceño fruncido, dándome la vuelta, y yéndome hacia las estanterías. No necesariamente a buscar un libro, pero si a alejarme de él. Me siguió. —No lo digo de mala manera. Solo estoy sugiriendo que quizás deberías dormir un poco más. —Eso sería lindo si fuera posible. —Pero no pude, sin embargo, era como si tuviese miedo de ir a dormir. Me detuve frente a la estantería, hojeando los títulos de los libros. Sin darme cuenta que me encontraba en la sección de libros de romance, el último lugar en el que quería estar, di la vuelta en la esquina a la sección de ficción, con Alex pisándome los talones. —¿Tienes pesadillas o algo? —Sus ojos me encontraron, y momentáneamente quedé fuera. —Sí. —Sonreí y sacudí mi cabeza—. Digo, no. Su sonrisa era burlona. —¿Cuál es? ¿Sí o no? —Sí, tengo pesadillas —dije—. ¿Qué te importa, de todos modos? Se encogió de hombros.

—Sabes, yo podría escribir el informe por nosotros —dije—. Y tú y Aislin podríais poner el mapa de la galaxia juntos. Esa sería la forma de que no trabajasemos juntos. —¿Qué estás tratando de hacer, deshacerte de mí o algo? —se burló. —No —respondí mecánicamente. Espera. ¿De dónde vino eso?

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Me mordí la lengua para detenerme de pegarle como una niña de tres años. No dejes que te afecte, no dejes que te afecte.

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—No lo sé.

Sonrió airoso. —Oh, ¿podrías solo irte? —Jalé al azar un libro del estante y fijé mi atención en leer la contraportada. Antes de que pudiera hacer alguna observación sarcástica, porque estoy segura de que tenía una lista, su teléfono sonó de dentro de su bolsillo. En vez de responderlo, lo rechazó y silenció. —Realmente pensaba en cortarlo a tiempo. Debería sentirme aliviada, pero por alguna razón, desarrollé una sensación de nausea en la boca de mi estómago. —Está bien, vamos. No voy a decir nada. —Oh, sé que no quieres. —Metió sus manos en el bolsillo—. Solo decía en caso de que quieras dar una vuelta. Lo miré boquiabierta. —Tienes que estar bromeando. —Nop —dijo—. Realmente te ves como si necesitaras un descanso. No tenía idea de qué decir. Sin embargo sabía que mi corazón me decía qué hacer, ve con él. Pero ¿por qué lo haría? Él me odiaba. Sabía eso. Él tendría que estar burlándose de mí. Jugando en su mentecita de juegos de Alex. Camino por el final del pasillo y miro sobre sus hombros, dándome una sonrisa burlona.

Alex desapareció al doblar la esquina del estante y se dirigió de nuevo a nuestra mesa. Seguí detrás de él, Kelsey Merrit y sus dobles me lanzaron una mirada sucia cuando pase de ellas.

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Debería tenerlo, después de lo que dijo, pero por una fracción de segundo, muy crucial, las decisiones se hacen en segundos, convenientemente olvidé todo. Cómo rápidamente me trató como basura. Y mágicamente empujé la sensación de electricidad fuera de mi mente, toda la conversación que tuvieron sobre mí él y Aislin.

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—Eso a menos que tengas miedo.

—¿Entonces adónde exactamente irás? —le pregunté. —Es una sorpresa —dijo, metiendo sus libros en su mochila. No vayas, me gritaba mi conciencia. —Está bien. Estoy dentro. Colgó su mochila sobre su hombro, y pude escuchar la sonrisa en su voz cuando dijo: —Vamos, entonces. Dudé, repentinamente insegura. ¿Estaba loca? Ir afuera con él, ¿después de todo lo que había pasado entre nosotros?

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Pero entonces me deslumbró con la más bella, sonrisa derrite corazones, la clase de sonrisa que quería que me diera desde el primer día que puse los ojos en él, y eso era todo. La parte racional de mi cerebro dejó de trabajar. Sin pensarlo, agarré mi mochila y lo seguí afuera.

Traducido por Maddy y CrissViz Corregido por VicSibet

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an pronto como me di cuenta de a dónde iba Alex, entré en completo modo pánico. Incluso contemplé temporalmente saltar del vehículo en marcha.

Después de haber seguido a Alex fuera de la biblioteca, nos dirigimos a la zona de aparcamiento y entramos a su auto, un viejo Chevy Camaro rojo cereza. Era un hermoso auto. Pero un hermoso auto que estaba llevándome hacia las montañas, algo de lo que me di cuenta un poco tarde. Las montañas. Aquí estaba yo, sola con un chico al que apenas conocía, un chico extraño al que apenas conocía, e iba directamente al lugar donde era asesinada cada noche en mis pesadillas, por monstruos de ojos amarillos que podían o no ser reales. ¿Realmente me había metido en un lío aquí, no? No puedo creer cuan estúpida e irracional había sido. Quiero decir, finalmente un chico lindo me sonríe y yo me olvido de toda lógica. Pero no había nada que pudiera hacer al respecto ahora, excepto tirar de la correa de mi cinturón de seguridad, ver la ciudad alejarse cada vez más y más, y mantener los dedos cruzados para que todo saliera bien.

—En realidad iremos a dos lugares, —me dijo Alex, reduciendo la velocidad del auto—. Pero la primera parada es solo para poder recoger algo. Sequé mi sudorosa palma en mis pantalones vaqueros. —¿Y cuál es la segunda parada? Me lanzó una sonrisa torcida.

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—¿Así que, exactamente a dónde vamos? —Le pregunté.

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Golpeé mis dedos ansiosamente en mi rodilla. En el reducido espacio del auto, la electricidad zumbaba con fuerza. Entre eso, la calefacción a todo lo que daba, y mis agitados nervios, estaba empezando a sudar.

—Eso es un secreto. Un secreto. Los secretos rara vez eran buenos. Y ya que era Alex... solo digamos que no me sentía demasiado optimista aquí, especialmente porque estaba siendo agradable. Bueno agradable para él, de todas maneras. Eso me hizo ponerme aún más tensa de lo que ya había estado, y no pude evitar preguntarme si tenía algún tipo de motivo oculto para traerme aquí. Un nudo se formó en mi garganta mientras mentalmente me maldecía por haber venido con él. Levantó una ceja. —¿Sucede algo? Pareces asustada. —¿Qué? —Negué con la cabeza—. No. No estoy asustada. —¿En serio? Porque seguro luces como si lo estuvieras. Jugué con la cremallera de mi bolso, considerando qué decir. La verdad. Claro, por qué no. No podía empeorar la situación, ¿cierto? —Bueno, supongo que tal vez estoy un poco asustada. Bajó la velocidad del auto e hizo un giro a la derecha fuera de la carretera principal y sobre un camino lleno de nieve fresca extendida sobre las colinas. Esta clase de caminos eran del tipo que las quitanieves sólo despejaban unos pocos kilómetros, lo que significa que probablemente no seríamos capaces de llegar muy lejos. O por lo menos el auto no sería capaz de hacerlo. A pie, bueno, esa era una historia diferente. Tragué saliva ante ese aterrador pensamiento.

—Porque... bueno, realmente no sé nada sobre ti además de que me odias. —No te odio —me dijo, y por extraño que parezca, sonaba como si estuviera diciendo la verdad—. Solo soy malhumorado. No es nada personal. —Malhumorado. El eufemismo del año. Aparté mi mirada de

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Me encogí de hombros, tratando de no enloquecer por la visión de los árboles recortados a los lados de la carretera. O pensando en lo que podría esconderse en ellos.

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—¿Por qué estas asustada? —Preguntó Alex.

los árboles y lo miré. Estaba mirando hacia delante, sus ojos enfocados en la carretera. Por mucho que odiara admitirlo, el chico era precioso. Brillantes ojos verdes, cabello oscuro, labios perfectos. No estaba demasiado delgado, ni demasiado grande y musculoso. Estaba medio feliz, esbelto y agradable. Muy agradable. Una sonrisa torcida se arrastró sobre su rostro cuando volvió la cabeza hacia mí. —Me estás mirando. Giré mi cabeza hacia la ventana, sintiéndome como una idiota total. —No, no lo hacía. —Se rió, pero no dijo nada. Unos minutos más tarde, estaba aparcando el auto delante de una vieja cabaña de madera. Una torcida chimenea de piedra gris coronaba el techo y una terraza parcialmente colapsada se envolvía alrededor de la parte inferior. Las ventanas estaban tapiadas, y todo el patio estaba enterrado en al menos un metro y medio de nieve a excepción de un recientemente paleado camino de entrada. Tiró del freno de mano y dejó el motor en marcha.

Golpeé mis dedos sobre mi rodilla mientras contaba hacia atrás desde cien, tratando de mantener la calma. Respira, me dije. Sólo respira. Afortunadamente, Alex salió de la cabaña antes de que me hubiera alterado demasiado. Ligeros, suaves copos de nieve comenzaron

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Mis nervios estaban rebotando mientras estaba sentada en el auto, sola. Había árboles por todas partes. ¿Y si ellos estaban ahí, observándome, esperando el momento perfecto para saltar y matarme? Estábamos tan lejos de la civilización, que si algo pasaba, estaba perdida. Apuesto a que ni siquiera podía conseguir señal en mi teléfono. Revisé la pantalla de mi teléfono. Síp, nada de barras.

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—Espera aquí. Ya vuelvo. —Se bajó del coche, hundiéndose hasta los tobillos en la nieve mientras iba pisoteando hasta la puerta de la cabaña y entró sin llamar.

a caer desde el cielo y las ventanillas del coche empezaron a cubrirse de escarcha. —¿Qué estabas haciendo ahí? —Le pregunté mientras subía al interior del coche. Se frotó las manos, calentándolas. —Nada importante —Encendió los limpiaparabrisas—. Sólo tenía que revisar algo. —¿Creí que habías dicho que necesitabas recoger algo? Se encogió de hombros, dio marcha atrás, y salió a la carretera, los neumáticos del auto girando en señal de protesta. Los copos de nieve se hicieron más gruesos y caían más rápidamente contra las ventanas mientras más lejos íbamos en la montaña. Los limpiaparabrisas trabajaban a marchas forzadas para que Alex pudiera ver. Justo cuando estaba comenzando a preocuparme de que el auto fuera a quedarse atascado, llegamos a una parada en medio de la carretera. Supuse que iba a dar la vuelta ya que lo único alrededor eran montañas, nieve y árboles. Pero en cambio, apagó el motor. —¿Qué estás haciendo? —Le pregunté nerviosamente. —Estamos aquí —Hizo un gesto hacia el paisaje afuera—. Esto es. Fruncí el ceño. —¿Dónde estamos? —En las montañas. Le di una mirada de obvio.

Mi inquietud aumentó. —Querías traerme a la mitad de las montañas.

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—Porque este es el lugar al que quería traerte. —Parecía como si estuviera tratando de andar en puntillas alrededor de los detalles de por qué diablos me había conducido a un claro en medio de las montañas.

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—Ya lo sé, pero ¿por qué estamos aquí? —En medio de la nada, pensé pero no lo dije en voz alta.

—Sí —abrió la puerta del coche—, pero hay que salir del coche y caminar un poco para llegar al punto exacto que quiero que veas. — Cómo. Salir. Fuera. En. Medio. Del. Bosque. ¿Estaba loco? —Sí, no estoy segura de que sea una buena idea. —Me lanzó una mirada burlona. —¿Qué es exactamente de lo que tienes miedo de aquí? Ummm... ¿De qué tenía miedo? ¿Qué tal de los árboles y de la imagen de mí misma corriendo por mi vida a través de ellos? Sin embargo, no había manera de que pudiera explicárselo a él. —No sé... realmente no tengo ganas de caminar en la nieve. Eso es todo. —No te preocupes, te prometo que valdrá la pena. —Sonrió, esa hermosa e hipnótica sonrisa, la misma sonrisa que me hizo seguirlo fuera de la biblioteca y dentro de su auto. Antes de que me diera cuenta de lo que estaba haciendo, estaba saliendo del auto. Pero cuando el aire frío golpeó mi rostro, me golpeó de nuevo a la realidad. Estás en las montañas. No seas estúpida. Vuelve al auto. Me estremecí, debatiendo si debería hacerlo. Alex tomó un camino estrecho, cubierto por los árboles sin hojas, y me hizo señas para que lo siguiera. Tragué saliva, mis manos temblorosas, por el frío o por los nervios, no podía decirlo y marché por la nieve tras él. La gran cosa acerca de usar zapatillas de deporte, mientras estás de excursión a través de la nieve es... nada. Absolutamente nada. A menos que pienses que tus pies mojados y congelados es una gran cosa.

—¿Qué tan lejos es exactamente? —No hay mucho más lejos —respondió—. ¿Por qué? ¿Ya tienes frío? —No —le mentí, haciendo lo mejor que podía para no dejar que mi cuerpo temblara visiblemente—. Solo me estaba preguntando.

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Pero el aire aún estaba frío, y yo estaba temblando tanto que me dolían las piernas.

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Una nota más positiva, sin embargo, era que había dejado de nevar.

—Está bien. Lo que tú digas —dijo, escéptico. —Realmente, no tengo. —Repetí, sintiendo la necesidad de defenderme. No dijo nada, pero por la forma en que su cuerpo temblaba, estaba bastante segura de que estaba riéndose de mí. Al rodear una esquina, nos encontramos con la gran rama de un árbol, colgando cerca del suelo. Bloqueando todo el camino. Genial. Pasar sobre ella podría requerir una habilidad como trepadora que no poseía. Y rodearla significaba batallar con al menos unos cuantos pies de nieve. Mis pantalones se empaparían. Lo tomé como una señal de que deberíamos regresar. —Umm... tal vez deberíamos... —Empecé, pero Alex ya estaba levantando la rama sobre su cabeza como si no pesara nada. La cosa tenía que pesar una tonelada siquiera, era gigantesca. —Adelante —Alex hizo un gesto con la mano libre para que pasara por debajo de la rama—. Las damas primero. —Parte de mí se preguntaba, mientras me metía debajo de ella, si la dejaría caer sobre mí. Sé que el pensamiento era ridículo, pero oye, después de todo lo ocurrido, realmente podías culparme. A pesar de que no la dejó caer sobre mí, de alguna manera mi cabello consiguió enredarse a su alrededor. Luché para soltar mi cabello, pero mis dedos estaban demasiado fríos y entumecidos y no funcionaban correctamente. Además, mi cuello estaba inclinado hacia atrás en una posición incómoda que hacía las cosas aún más difíciles.

Había estado conteniendo la respiración todo el tiempo, y la dejé escapar, una nube blanca de humo se elevó frente a mi rostro. Rápidamente salí del camino para que Alex pudiera pasar por debajo de la rama y dejarla.

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—Listo —dijo, y mi cabeza estuvo libre de la incómoda posición en la que había estado atascada.

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—Espera un momento —dijo Alex. Podía sentirlo moverse y luego tirar de mi cabello suavemente. Estaba tan cerca de mí y tocando mí cabello; eso hizo que mi cabeza zumbara como una colmena llena de abejas.

Se sacudió la nieve de las manos mientras yo alisaba mi ahora húmedo cabello hacia atrás de vuelta a su lugar. Bueno, tan a su lugar como había estado al principio. Alex me miró, pareciendo divertido. —¿Estás bien? Me subí la cremallera de mi chaqueta y metí las manos en los bolsillos. —Sí, supongo. —Bien. —Pasó junto a mí y se dirigió por el camino de nuevo. Con cada paso que daba, mi corazón latía más fuerte. Estábamos alejándonos cada vez más del auto, y los árboles eran cada vez más densos. Por lo que sabía, cualquier lugar podría haber sido "el lugar." El sitio donde seguía muriendo una y otra vez en mis pesadillas. Sin embargo, era difícil de decir porque un bosque era un bosque. Todo parecía igual. Y en mis pesadillas, mi muerte sucedía durante la noche, cuando el cielo era negro y el suelo era una sombra gigante.

Mientras arrancaba una pieza de pino muerto de mi cabello, oí el chasquido de una rama detrás de mí. Me detuve en seco y me di la vuelta, mi mirada ojeando los árboles. Pero no podía ver nada salvo

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Cada vez que el viento soplaba, juro que estaba susurrando peligro. Las frondosas ramas de los árboles sobre mí, hacían que pareciera más oscuro de lo que realmente era. Y luego estaba Alex. Sorprendentemente, había estado bastante tranquilo. Demasiado tranquilo, si me preguntas. Tal vez estaba siendo así a causa de la electricidad disparándose entre nosotros. No podía estar segura de cuánto efecto estaba teniendo en él, pero personalmente, me sentía completamente despierta y viva a causa de ello. Todos y cada uno de mis sentidos se sentía agudo. Mi piel estaba hormigueando de pies a cabeza, lo cual ayudó a desvanecer algo del frío, así que oye, creo que eso era una ventaja.

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Nunca había estado en un bosque en la vida real antes. Al menos no que yo recuerde. Estaba aprendiendo rápidamente que, a pesar de la quietud en el aire, había mucho caos ahí. Sí, lo sé, ambos son una gran contradicción. Lo que quería decir con eso era que, a pesar de que todo parecía tranquilo, casi podía sentir las cosas escondiéndose en los arbustos y árboles que nos rodeaban. Cosas que no estaba realmente segura de querer ver.

ramas y nieve. Estaba a punto de girarme cuando una gran ráfaga de viento azotó a través del aire. Oí otro chasquido, esta vez mucho, mucho más cerca. Bien. Bien. Es sólo un animal... un ciervo o algo así. Sí, tal vez se trataba de alguna clase de animal del bosque, pero no iba a correr ningún riesgo. Me di la vuelta y corrí para alcanzar a Alex, quien no parecía haber notado que me había quedado atrás. Mientras trataba de recuperar el aliento y calmarme, lo escuché. No el chasquido de una ramita. No, este sonido era mucho peor. Un crujido, como el que había oído en el estacionamiento de la escuela el día que había visto por primera vez los ojos amarillos. El miedo se disparó a través de mí. No tenía ni idea de qué hacer. ¿Girar y correr hacia el auto? ¿Tratar de explicarle a Alex lo que estaba sucediendo? Ninguno sonaba atractivo. Mi corazón tamborileaba en mi pecho mientras lanzaba una mirada por encima de mi hombro. Sólo árboles y nieve. Me di la vuelta, sólo para terminar golpeando directamente a Alex. Mi frente golpeó contra su hombro, y un fuego se encendió bajo mi piel. Di un grito ahogado, alejándome de él. Sosteniendo cautelosamente.

sus

manos

frente

a

él,

se

alejó

de



—¿Estás bien? —Asentí, frotándome la frente—. Lo siento. No estaba viendo por donde iba. —Sí, lo note —Él asintió hacia los árboles detrás de mí—. ¿Qué estabas mirando atrás? —Nada —Mi voz chirrió un poco—. Pensé que había oído algo, pero no era nada. —Me miró cuidadosamente, luego aparentemente satisfecho con mi respuesta, extendió sus manos hacia un lado.

—Esto es lo que quería mostrarte. Es curioso, pero mi ataque de pánico había hecho que olvidara por qué habíamos venido aquí en primer lugar. —Muy bien... —Vislumbré todos los árboles y la nieve que nos rodeaba. ¿Qué tenía de especial este lugar en particular? Parecía como cualquier otro lugar—. Es... lindo, supongo. —Se rió, una auténtica y

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—¿Eh? —Lo miré sin comprender—. ¿Esto es qué?

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—Bueno, esto es.

sincera sonrisa. El tipo de risa que hacía que sus ojos verdes se iluminaran. —Gemma, es aquí —señaló un punto en el suelo frente él—, es lo que quería mostrarte. Por un segundo, me perdí en la manera en que había dicho mi nombre en un tono de voz normal, anti—odio. Pero rápidamente me olvidé de eso cuando alcancé a ver lo que estaba señalando. En medio de la crujiente nieve blanca, justo entre nuestros pies, una pequeña mancha de suciedad mostraba como la nieve se derretía instantáneamente al aterrizar ahí. Y la suciedad no era marrón, sino negra y ceniza. Miré hacia atrás y encontré Alex mirándome con ojos curiosos. —¿Qué? —Le pregunté—. ¿Por qué me miras así? Se encogió de hombros. —Por nada. Negué con la cabeza. Lo que sea. —Entonces, ¿qué es? —le pregunté, señalando la mancha ceniza. —Bueno… —Dio unos golpecitos con el dedo en sus labios—. Mira, hay una leyenda, que dice que hace unos veinte años, una estrella había caído del cielo y aterrizó aquí —Señaló el lugar extraño—. Y no estoy hablando sólo de un meteorito, sino de una estrella real. —Fruncí el ceño. Él estaba bromeando. Tenía que estarlo.

—Nunca he oído hablar de nada como eso —le dije—. ¿Estás seguro de que no estás tratando de...? —¿Tratando de qué? Lo mire fijamente.

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—Y ahí es donde te equivocas —dijo simplemente—. No era una estrella completa la que cayó, sino una pequeña pieza que se liberó cuando la estrella comenzó a girar demasiado rápido. Y desde que la pieza golpeó este punto, la nieve nunca ha sido capaz de estar aquí. Es como si el calor de la estrella todavía estuviera atrapado ahí, y derritiera la nieve alrededor.

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—Si una verdadera estrella chocó con la Tierra, entonces tú y yo no estaríamos parados aquí hablando.

—De tomarme el pelo. Él sonrió. —Bueno, ¿por qué haría algo como eso? Puse mis ojos en blanco. —Creo que la pregunta correcta es ¿por qué no harías algo como eso? —Reflexionó lo que dije. —Sí, puedo ver de dónde viene ese comentario. Pero no, no estoy tomándote el pelo. —Nos quedamos parados allí por un momento, mirándonos, mi sangre hirviendo por la electricidad entre nosotros. —Así que, en caso de que eso haya pasado, ¿entonces por qué no he escuchado nada de eso antes? —pregunté, rompiendo el silencio. —Porque difícilmente alguien lo sabe —Hizo una pausa antes de agregar—: Incluso algún maestro mediocre de astronomía en la preparatoria. —El señor Sterling no es tan malo —dije—. Y sabe mucho sobre astronomía. —Levantó una ceja. —¿No es tan malo? ¿No fue él el que nos puso a ti a mí en el mismo grupo? —Eso dolió. —Si…pero… —No tenía idea de que decir. —Relájate —Puso una sonrisa—. Estaba bromeando. Metí mis manos dentro de las mangas de mi abrigo. —¿Bromeas sobre la estrella o sobre el señor Sterling? —Su sonrisa se amplió.

Pero continuaba siendo…

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Por más que quería alegrarme de escuchar eso, seguía sintiéndome demasiado eufórica sobre la idea que él continuaba tratando de convencerme, que una parte de la estrella había caído. La idea era absurda. Una pieza real de una estrella, nunca había escuchado algo tan loco. Está bien, me retracto. Supongo que he escuchado cosas peores.

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—Sobre el señor Sterling.

—Así que, ¿Por qué es que la gente no sabe sobre la estrella que ha caído? —pregunté haciendo con mis dedos las comillas en el aire. —Bueno, para empezar, el pedazo era solo del tamaño de una pelota de béisbol —Dudó, cambiando su peso de un pie a otro—. Y… bueno supuestamente, había un grupo secreto que vino y lo recogió antes de que alguien se diera cuenta que había caído. —Lo miré como si estuviera loco. Y, quien sabe, quizás él lo estaba—. Piensas que estoy mintiendo. —Cruzó sus brazos y se inclinó sobre mí. Mi corazón reaccionó con una sacudida que casi me sacó todo el aire—. Pero es verdad. Tuve que tomar aire antes de hablar. —¿Cómo se supone que sé si estas mintiendo o no? No te conozco bien. Quiero decir, por lo que sé tú podrías ser el ser más mentiroso del mundo. Presionó sus labios, deteniéndose antes de decir: —Sí, tienes razón. No me conoces. Pero traerte aquí fue para tratar de que me conocieras más —Se acercó más a mí y pude sentir su tibia respiración en mi rostro—. Pero no lo estás haciendo muy fácil para mí. —Yo… —Mi mente voló y fue hasta que él se alejó que pude pensar claramente y procesar sus palabras nuevamente—. Así que, ¿estás diciendo que hay un grupo que tomó la estrella que cayó? Asintió. —Eso es lo que estoy diciendo. —¿Y quiénes son ese grupo?

—Bueno, ¿qué pasa si toco el lugar? —¿Porque no lo intentas y ves que pasa? Miré aprensivamente el lugar cubierto de ceniza. Había algo raro. El color, la textura del carbón, la forma en que la nieve no cubría el espacio.

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Suspiré. Estaba tan confundida. Confundida sobre el por qué me había traído aquí. Sobre por qué me estaba diciendo esto. Sobre todo, realmente.

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—Eso es un secreto, no puedo decírtelo.

—No te preocupes —dijo Alex—, estoy súper seguro que no te prenderas en fuego o algo por el estilo. —Súper seguro —murmuré. Bueno, eso era tranquilizador. Respiré profundo y me agaché, dejando que mis dedos tocaran el lugar. No se sentía caliente o nada parecido. Ni siquiera tibio. Pero había algo extraño sobre eso. Algo diferente. Pero no podía señalar que era. Se sentía como vivo… o quizás era más como vibrante. —¿Sientes algo? —preguntó Alex. —No realmente —Dejé que las puntas de mis dedos tocaran la superficie por unos segundos más, después quité mi mano y me paré—. Ni siquiera está tibio. —¿Eh…? —Frunció sus cejas mientras me estudiaba. Mi pulso se aceleró como si hubiera caído un rayo desde el cielo y me golpeara en el pecho. Pensarías que después de un par de semanas de sentir, habría conseguido usarlo. Pensarías, sería la palabra clave. Pero ese no era el caso. De hecho, continuaba difícilmente recordando como respirar con lo que sea que sintiera. El viento empezó a soplar de nuevo, giraban alrededor los copos de nieve en el aire como polvo de hadas. El cielo se había sombreado con nubes. La puesta del sol se estaba acercando y parecía como si una tormenta se estuviera formando. —Bueno —Alex peinó su cabello con los dedos—, deberíamos irnos antes de que oscurezca.

Por lo que no era necesario decir, estaba más que agradecida de volver a la seguridad dentro del auto. Estaba diciéndome mentalmente que nunca iría de nuevo a las montañas a menos que fuera absolutamente necesario, lo cual no creo que pase.

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Me había dejado llevar tanto por la historia de Alex acerca de la estrella que temporalmente alejé de mi mente a los monstruos de ojos amarillos. Pero cuando empezamos a caminar de regreso al auto y se hizo el silencio, mi mente regresó a los que pasa si… ¿Qué pasa si los monstruos están escondidos allí? ¿Y si son reales? ¿Y si vienen y tratan de matarme? Y si ellos… bueno, ya tienes una idea.

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—Suena bien —dije en acuerdo.

Cuando Alex estaba dando vueltas con el Camaro sobre la avenida principal, ya había oscurecido. El resplandor de las luces brillaba sobre las calles congeladas mientras nos acercábamos al pueblo. Alex y yo no habíamos hablado una sola palabra desde que regresamos al auto y continuaba estando confundida sobre ¿por qué me había traído a las montañas en primer lugar? ¿Para decirme sobre la estrella que había caído? Parecía ser una razón muy extraña. —Así que… —Bajó las luces por una camioneta que estaba pasando en dirección contraria a la nuestra—, ¿vives con tus abuelos? —¿Eh? —Había estado todo tan silencioso por tanto tiempo que su voz me sorprendió—. Sí, pero, ¿cómo lo sabes? Se encogió de hombros —Yo también he notado que te gusta mucho estar sola. —Supongo —Como siempre, estaba confundida—. ¿Por qué el análisis? —Solo estoy curioso… sobre ti —Me miró de lado—. Te encuentro fascinante. —¿Fascinante? —Lo miré dudosa—. Lo dudo mucho. Creo que la palabra que buscas es irritante. —Soltó una risita, negando con la cabeza. —Ya te había dicho que solo soy malhumorado. —Puedes decirlo nuevamente. —Me detuve, dándome cuenta que era algo malicioso decir eso. Y le mostré lo que esperaba que se viera como una cara de disculpa—. Lo siento —Se rió fuertemente.

Lo adivinaría después. Repentinamente la radio que estaba sonando suavemente de fondo, se cortó y la estática chirriaba en las bocinas. El sonido era como cuando las uñas arañan el pizarrón y me tapé los oídos con las manos. Alex bajó rápido el volumen. Señaló hacia la visera que estaba encima de mi cabeza.

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Mordí mi labio, repitiendo sus palabras. ¿Lindo? ¿Lo había dicho como un cumplido? ¿O había sido un insulto?

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—Bueno, eso es algo lindo en ti.

—¿Quisieras tomar uno de esos CDs y ponerlo en el estéreo? — Bajé una de las manos que tapaban mis oídos y bajé la visera. Oh, Dios, estaba en el cielo. Muy bien, déjame explicar el por qué. He desarrollado una gran obsesión por la música en los últimos meses. Una obsesión que había jugado un gran papel en las confrontaciones de Marco y Sophia vs Gemma porque aparentemente, música a todo volumen era hacer algo muy grosero. Al menos eso era lo que me había dicho Sophia. También había amenazado con quitarme mi computadora si no paraba de escuchar música. Pero amaba escuchar música y no podía renunciar a escucharla. Estaba enamorada de las letras, el ritmo y la manera en que podían transportarme a otro mundo. Así que ya muy de noche cuando Sophia y Marco están durmiendo, me pongo mis audífonos, la escucho y me relajo. Lo que era tan emocionante aquí es que Alex tenía una gran selección. Chevelle, Hawthorne Heights, Dashboard Confessional, todas eran grandes bandas. Me decidí por Rise Against y deslicé el CD en el estéreo. Cinco segundos después, la introducción sonó. —¿Te gusta sorprendido.

Rise

Against?

—Sonaba

como

si

estuviera

—Si… —¿Qué pasaba con todas esas extrañas preguntas?—. ¿Por qué te escuchas sorprendido? —Es solo que no parece ir contigo. —¿Qué es lo que no va conmigo? ¿Qué me guste la música? ¿O qué escuche a Rise Against? —Presionó la tecla de saltar, pasando a la siguiente canción del CD.

Frunció el ceño. —Gemma, no trato de insultarte, solo estoy tratando de conocerte mejor. Eso es todo. —Oh. —No estaba segura de si estaba diciendo la verdad o no. Aunque sonaba como si la dijera—. Bueno, me gusta la música, especialmente el soul. —Su expresión era de horror—. ¿Qué pasa? —

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—¿Por qué? —Sentía mi piel calentarse. Y no era por la electricidad. No, me estaba enfadando—. ¿Qué clase de persona tengo que ser para que me guste escuchar música?

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—Que tú seas del tipo de persona que le guste escuchar música.

pregunté. ¿Había dicho algo ofensivo? Después de todo, yo era una novata en eso de socializar, pero él estaba diciendo muchas cosas raras… no sé. —No es nada —Sacudió su cabeza—. Lo siento —Su sonrisa regresó, pero se veía forzada. Empezó a jugar con la calefacción, subiéndola al tope. Después subió el volumen de la música tan alto que las ventanas vibraban. Tomé eso como una señal poco sutil de que nuestra conversación había terminado, así es que dejé de hablar. Ninguno de los dos dijo nada hasta que entramos en el estacionamiento y estacionó su Camaro a un lado de mi Mirage, el cual estaba cubierto con una delgada capa de nieve. Bajó el volumen y dijo en un tono educado: —Gracias por tomar un descanso conmigo. —En el mismo tono educado, le contesté: —Bueno, gracias por el paseo. —Sí, no hay problema. Abrí la puerta y salí hacia el frío de la noche. El estacionamiento estaba vacío, excepto por nuestros autos. Había un solo poste de luz funcionando, así que básicamente estaba oscuro. Iba a cerrar la puerta, pero escuché a Alex decir mi nombre y me detuve.

Para mi sorpresa, Alex esperaba por mí, para que me fuera antes que él. Me siguió mientras salía del estacionamiento, manteniéndose cerca detrás de mí hasta que giré a la derecha en la calle principal y él giró a la izquierda, sus luces desaparecieron llevándose mi sentido de comodidad con él. Mi casa de dos plantas, de ladrillo rojo, tenía todas las luces apagadas cuando llegué a la entrada. Solo era poco después de las

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Le sonreí mientras cerraba la puerta. Después me subí a mi auto y lo calenté solo lo suficiente para que el hielo del parabrisas se derritiera.

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—Dulces sueños —dijo en una suave voz que puso la piel de gallina.

siete, demasiado temprano para que Marco y Sophia estuviesen en la cama. Debieron ir fuera a cenar o algo así. Cerré la puerta después de entrar y tropezando en la oscuridad hasta que encontré el encendedor y lo encendí. Tome una Coca Cola y una manzana del refrigerador y subí las escaleras hacia mi cuarto, pensando en si hacer o no mi tarea. Mi mente estaba distraída por el extraño día que había tenido. El extraño día que había pasado con Alex. Mi día con Alex. Jodidamente raro Una luz repentinamente se encendió detrás de mí. —¿Y dónde has estado? Me di la vuelta, casi dejando caer la lata de Coca Cola. Sophia estada parada en la parte de abajo de las escaleras con sus manos en la cadera. Tenía puesta una bata rosa y su cabello castaño enrollado con tubos. Supongo que me equivoqué cuando asumí que estaban fuera. Pero que había estado haciendo, ¿esperando por mí hasta que llegara? Qué raro. —Estuve fuera con… un amigo —le dije, sabiendo que extraño sonaba la palabra “amigo” saliendo de mi boca. Estrechó sus ojos. —Tú no tienes amigos. —Sí, los tengo —protesté—. Algo así.

Un mechón de su cabello se soltó del tubo y cayó sobre su rostro rebotando. —¿Qué tiene de malo que los traigas aquí? —Di un suspiro cansada. —No tiene nada de malo. No entiendo porque te importa, de todas formas. —Sus ojos se abrieron.

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—Quizás porque no quiero traerlos aquí —dije bruscamente.

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—Si ese es el caso, entonces ¿por qué no hemos visto ninguno de esos amigos?

—No me importa —Me empujó para pasar y subió las escaleras, diciéndome sobre su hombro—, de hecho, no me importa nada acerca de ti. No voy a mentir. Sus palabras me lastimaron como si fueran un cuchillo clavándose en el corazón. Quiero decir, siempre supe que no les agradaba mucho, pero ahora ella lo había dicho… sentía como si quisiera llorar. Ellos nunca se preocuparon por mí. Nunca lo hicieron. Lágrimas picaban en mis ojos. Respira, me obligué. No vas a llorar. Me tragué las lágrimas y arrastré mi trasero hasta mi cuarto, donde me cambié la ropa por mi pijama y gateé hacia la acogedora tibieza de mi cama. Era temprano, pero estaba exhausta. Afuera de mi ventana, las nubes se habían ido. La luna brillaba en contra del oscuro cielo, las estrellas centellaban armoniosamente a su alrededor. Sentía la misma atracción extraña de siempre cuando miraba al cielo de noche. Me hacía sentir como si yo perteneciera allí, brillando con las estrellas.

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Algunas veces sentía como si fuera el único lugar al que perteneciera.

Traducido por Pily y SOS katiliz94 Corregido por katiliz94

T

uve la sensación de que tal vez, sólo tal vez, la escuela iba a ser diferente hoy en día. Está bien, así que quizás estaba siendo un poco, demasiado optimista aquí, pero estaba cruzando los dedos para que la tensión entre Alex y yo disminuyera ahora que habíamos tenido nuestro momento de semi-unión. Por supuesto, no me había olvidado de la historia loca que me había dicho acerca de la estrella caída del cielo. Ayer por la noche, incluso había soñado con esto. En el sueño, yo era la estrella que cae ferozmente desde el cielo. Cuando desperté, me sentí como si estuviera cayendo. Sinceramente, no me importaba el sueño, y el descanso que me había dado de mi pesadilla repetitiva, era agradable tomar un descanso de la muerte. Y como desde el pequeño incidente, no había visto ninguna señal de los brillantes ojos amarillos vagando en el mundo real, era una ventaja añadida. También me decidí a sacar los comentarios agresivos y perjudiciales de Sophia fuera de mi mente. Iba a tener un buen día hoy. Un buen día sin preocupaciones.

Y cuando la clase de astronomía se llevó a cabo, conseguí sentirme emocionada. El sentimiento era nuevo para mí y, admitiré, una especie de diversión. Me senté en mi mesa, sintiéndome inquieta por ver cómo me trataría Alex cuando apareciera. Pero cuando sonó la campana, Alex y Ailsin aún no se habían presentado. Mi corazón se hundió. Sus sillas

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Mi mañana transcurrió bastante bien. Nada demasiado traumático ocurrió. Tenía un poco de problemas de concentración, pero nadie parecía darse cuenta.

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Por lo menos lo esperaba.

vacías eran un doloroso recordatorio de los viejos tiempos, cuando me sentaba sola. Por muy mal que las cosas hubieran estado entre Alex y yo, aún sentía un pequeño anhelo por que las sillas se llenaran. —Muy bien todo el mundo —El señor Sterling subió detrás de su podio, haciendo equilibrio con una pila de papeles y carpetas en sus manos—. Abrid los libros en la página cincuenta y ocho, mientras empiezo. Suspiré y abrí mi libro. ¿No iba a mostrar preocupación? Mi corazón casi saltó de mi garganta, y mi cuerpo hizo extraños espasmos emocionados, haciendo que mi codo golpeara la pluma hasta el suelo. La recogí cuando Alex se sentó, tirando de la capucha de su chaqueta de la cabeza. —No te preocupes —dije. Grandioso. No sólo estaba socialmente incompetente, ahora mi discurso se estaba deteriorando. Decidiendo que sería mejor mantener la boca cerrada, fijé mis ojos en mi libro. Se rió para sus adentros mientras hojeaba las páginas de su libro. —Eso sonaba convincente.

Se rió de nuevo pasándose suavemente los dedos por el pelo. —Bueno, si tú lo dices. Abrí la boca para sostener que se había equivocado, pero el señor Sterling me cortó para iniciar su discurso.

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—No estaba preocupada. —El tono de mi voz era un poco alto, pero al menos tenía todas las palabras en esta ocasión.

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Lo intenté de nuevo.

Después que el Sr. Sterling hubo terminado de hablar, llevó la clase a la biblioteca para algún tipo de proyecto. Sin embargo, esta vez mantuvo un ojo en todo el mundo. Supongo que ayer había arrestado a algunas de las personas que habían salido antes de tiempo. Afortunadamente, Alex y yo no fuimos uno de ellos. Elegimos una mesa cerca de la esquina de nuevo para poner nuestras cosas. Durante nuestro camino otra vez, él me informó que Aislin aún estaba enferma por lo que justamente íbamos a ser él y yo. —Así, ¿en qué debemos trabajar primero? —preguntó, dejando caer su bolso sobre la mesa—. ¿El mapa y el informe? —Um... ya que no tenemos ninguno de los suministros para el mapa —deslicé mi bolso al lado de mi hombro y lo colgué en el respaldo de una silla—, no creo que haya nada más que podamos hacer, excepto trabajar en el informe. —¿Sabemos lo que estamos haciendo? —No, pero mirar a través de algunos libros puede ayudarnos a llegar a algo. Contuvo una sonrisa. —Bien eso y el internet. Miré a la Estación de Ordenadores, la cual estaba llena de gente. —Como tú vas a los ordenadores, iré a buscar algunos libros. —Me parece bien.

Me hizo pensar en la historia de la estrella caída del cielo que Alex me había dicho ayer. Por pura curiosidad, decidí leer la parte de atrás para ver de qué se trataba.

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Me volví para las estanterías. Al pasar por la Sección de Nuevos Lanzamientos, no pude parar de detenerme y rozarme con lo que estaba allí. Ninguno estaba demasiado pegajoso, a excepción de uno con una estrella de color púrpura oscuro en la portada.

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Él se dirigió a la Estación de Ordenadores.

A mitad de camino, una corriente eléctrica bajó por mi columna vertebral y casi dejo caer el libro. —Eso no parece que sería muy útil para nuestro proyecto. —Alex se acercó a mi lado y se apoyó en la repisa. Sostuve el libro, mostrándole la cubierta. —Hey, tiene una estrella en la portada —se echó a reír. — Y qué. —¿Pensé que estabas buscando cosas en el Internet? —pregunté. —Sí, lo estaba, hasta que me di cuenta de que no era realizable, porque ¿cuál es el punto de dividirnos si aún no hemos elegido nuestro tema? —Oh, sí, buen punto. Lanzó el libro que sostenía con el dedo. —Así que ¿de qué se trata? Miré el libro, luego a él. —Por lo que he leído en la contraportada, creo que tiene algo que ver con las brujas. Por alguna razón, esto parecía entretenerle. —Las brujas ¿no? Realmente tienes algo de sobrenatural, ¿verdad?

Estaba tan confundida. —Pero, ¿cómo lo sabes? Él se encogió de hombros.

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—Creo que se podría decir que....

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Dejé el libro en el estante.

—Cada vez que te veo leyendo, el libro parece ser de ciencia ficción. Le di una mirada divertida. —¿Me has estado mirando? Me pareció detectar un atisbo de pánico en su rostro, pero desapareció antes de que pudiera estar absolutamente segura. —No lo llamaría exactamente mirarte... Se pasó un dedo por el labio y se paseó por delante de mí, pasando la punta de sus dedos a través de la base de mi espalda. Esto envió una erupción de chispas surgiendo a través de mí. —Más bien... observándote. Era la primera vez que me había tocado a propósito, y casi parecía que lo había hecho para distraerme. Traté de no flaquear con las chispas ardientes moviéndose por todo mi cuerpo, haciendo a mi sangre cantar y a mi corazón latir con fuerza. Por un momento, pensé que me iba a desmayar. Alex me miró muy de cerca, como si estuviera esperando que reaccionara a su toque. Era como si pensara que iba a enloquecer o algo así. Podría muy fácilmente haberlo hecho. Pero he luchado duro y logré mantener la calma.

Si no hubiera sido por un hombre, cuyo nombre creo que es Jason, pasando rápidamente por delante de nosotros, estoy bastante segura de que podíamos habernos quedado allí para siempre, sólo mirándonos el uno al otro.

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Hubo un momento de silencio. Los sonidos de clic en las teclas del ordenador y la suave charla se arrastraron a través del aire. Debajo de las luces, los ojos verdes de Alex brillaban como el cristal. Era increíble cómo la mirada fija en sus ojos podía hacerme sentir que me estaba perdiendo.

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Al menos en el exterior de todos modos.

Pero el tal Jason arruinó el momento. Alex suspiró, parecía decepcionado, y me hizo señas para que lo siguiera mientras se dirigía hacia la sección de astronomía. No nos hablamos el uno al otro mientras buscábamos a través de los títulos de los libros. Encontré uno de la Vía Láctea, que sonaba interesante y me senté en el suelo. —Entonces, ¿quieres saber lo que pienso que es gracioso? —Alex se dejó caer en el suelo junto a mí sin un libro—. Que elegimos nuestro proyecto sobre la base de lo que sería lo más rápido y fácil, sin embargo, creo que de toda la clase, probablemente tenemos el menos realizable. Me salté la lista de títulos en el índice. —Eso podría ser porque nos saltamos el día de ayer. —Sí... tal vez —hizo una pausa—. Entonces, ¿qué es esto? Le miré, perpleja: —Entonces, ¿qué es qué? —Tu fascinación con la astronomía. —Se inclinó contra la estantería detrás suyo, creando un efecto domino con una hilera de libros—. Quiero decir, tienes algún tipo de interés en eso ya que elegiste esta clase. —Imagino. —Cerré el libro de La Vía Láctea.

Rodé los ojos y cambie el libro de La Vía Láctea por uno que decía que era sobre la localización de los planetas. Cuando me gire, visualice a una chica rubia rebotando por el pasillo hacia nosotros. Era Kelsey Merrit. Genial. No estaba con demasiado humor para lidiar con ella en este momento. Llevaba una camiseta corta plegada y una sudadera rosa. Se detuvo cerca de nosotros, su mirada deambulando entre Alex y yo como

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—Una A fácil.

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—Bueno, ¿cuál es tu fascinación con eso? —Sonrió con una sonrisa que ilumino todo rostro.

si estuviese intentando encontrar algún tipo de conexión de porque estábamos sentándonos aquí juntos y solos. Sin embargo, en realidad no podía culparla. Probablemente yo también habría estado intentando establecer la conexión. Me lanzo una mirada obscena antes de destellar una sonrisa a Alex. —Hey, te importa si me pongo ahí, —preguntó, señalando con el perfecto dedo de manicura a la pila de libros entre Alex y yo—. Necesito coger un libro. —Claro. —Alex se movió más cerca de mí hasta que casi estuvimos tocándonos—. Adelante. —Por supuesto Kelsey lo acepto una vez que invadió el espacio personal de Alex, arrodillándose tan cerca de él que su brazo prácticamente estaba descansando en la pierna de él. Él se movió más, sus hombros presionando los míos. Me congelé, sabiendo que probablemente debería deslizarme por encima y darle más sitio, pero no podía parecer encontrar la motivación para hacerlo. En su lugar, me senté, mi cuerpo canturreando. A mi lado, podía sentir a Alex ponerse rígido, pero no se apartó. Sentí sus ojos en mí, observándome. Gire la cabeza con lentitud hacia él, y nuestros ojos se encontraron. ¿Qué ocurrió despues, podía decírtelo? Mi mente desconectó y no me volví a centrar hasta que escuché la muy alta y odiosa voz de Kelsey —¿No sabía que esto era una biblioteca? —Entonces, ¿qué crees? —preguntó ella. Alex y yo parpadeamos a la vez como si ambos acabásemos de salir del mismo sueño.

Tomada con asombro por el tono irritado de Alex, los ojos de Kelsey se ampliaron. —Sobre el proyecto, —dijo, titubeando al sacar el libro de la estantería. Alex levanto una ceja hacia ella.

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—¿Eh?

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Con mucha reluctancia, él miró a Kelsey.

—¿Sobre qué? Ahora parecía completamente enfadada, probablemente porque era la primera vez que había sido despreciada por un chico. —Eso es mucha pérdida de tiempo. —Alex se encogió de hombros—. No es tan malo. Kelsey se apartó el pelo sobre el hombro. —Sí, imagino que no es tan malo. ¿Pero no crees que sería mejor si pudiésemos elegir las personas con las que trabajar? —Me lanzó una sonrisa de superioridad. La miré. —En realidad no, —dijo Alex debidamente. —Oh. Bueno. Sí. Imagino. —Se metió un libro bajo el brazo, se puso de pie, y se las arregló para lanzarme otra mirada obscena. No sé si era la electricidad, o el hombro de Alex aun presionado contra el mío, pero de repente me sentí poseída a ponerla en su lugar. —¿Cuál diablos es tu problema? Le arroje un pequeño golpe de silencio al saltar antes de que encontrase algo que decir. —Tú eres mi problema, —dijo y echaba humo, el pelo le oscilaba por la espalda.

El espacio me hizo sentir vacía por dentro. —Sin embargo, creo que ya era hora. —¿Lo era? —Murmuró para sí mismo.

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—Eso estaba un poco fuera de caracterizarte, —comentó Alex, deslizándose lejos de mí.

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Me sonreí a mí misma. Si, lo sé, se supone que soy más que eso y mejor que ella, blah, blah, blah. Pero he estado hospedándome con su mierda demasiado tiempo.

A veces él podía ser raro. —Entonces, nunca respondiste a mi respuesta, seleccionando un libro al azar fuera de la estantería.

—dijo,

—¿Qué pregunta? —¿Cuál es tu fascinación por la astronomía? —Oh, eso. —Jugueteé con los bordes de las páginas del libro que estaba sosteniendo. No estaba segura de sí me sentía cómoda al compartir el motivo con él. Era algo personal, especialmente porque estaba conectada de cerca con el cosquilleo. La primera vez que había sido verdaderamente feliz fue cuando había mirado a las estrellas. Pero si le decía eso, podría llegar a sonar un poco extraño—. Bueno, imagino que es porque las estrellas son pacíficas, misteriosas y hermosas. — Encontré sus ojos, los cuales me hicieron perder el hilo de pensamientos y terminé babeando—. A veces desearía poder estar en el cielo con ellas. —Su rostro decayó con horror, e instantáneamente me arrepentí de lo que había dicho—. ¿Qué está mal? —Pregunté—. ¿Dije algo…? —Extraño. Él enterró el libro que tenía en la mano de vuelta a la estantería y se puso de pie. —Creo… que dejé el teléfono en la mochila. —Entonces prácticamente corrió a toda velocidad hacia el área de la mesa.

—Sí. Aja. Lo haré, —dijo. Mirándome, rápidamente añadió—, me tengo que ir. —Colgó y enterró el teléfono en el bolsillo de los pantalones—. ¿Cuánto crees que nos va a llevar conseguir terminar este trabajo? Situé los libros en la mesa y me encogí de hombros, levemente irritada por su menosprecio de actitud.

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Deambulé por la sección de astronomía hasta que el timbre sonó. Despues fui a la mesa, llevando unos pocos libros que había sacado al azar de la estantería. Para mi sorpresa, Alex estaba ahí. Pensé que se había ido, pero ahí estaba, con el teléfono presionado en la oreja.

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Tragué con fuerza. Nunca debería haber abierto la boca. De verdad, de verdad que no debería hacerlo.

—No lo sé. Como tú dijiste, realmente no hemos hecho mucho. —No lo hemos hecho. —Se deslizó en la chaqueta y se subió la cremallera—. Está bien, entonces he aquí lo que estoy pensando. Tal vez debería pasarme por tu casa despues para que podamos intentar terminarlo. ¿Huh? —¿Quieres venir a mi casa? —Él quería venir a mi casa. A mi casa. Nunca había llevado a alguien a mi casa. Jamás. Especialmente a algún chico guapo que me hacia el regalo de ponerme la mente en blanco solo al mirarme. —Sí. —Habló con lentitud, como si yo fuera lenta, lo cual él posiblemente pensó que era—. ¿Hay algo malo con tu casa? —No, —dije, lo cual era un tipo de mentira. Había algo malo con mi casa. Para empezar, Sophia estaba ahí—. Es solo que ahora mi abuela y yo estamos a través de una… fase extraña. ¿Fase extraña? Sonaba como una idiota. Él levantó una ceja, pareciendo divertido. —¿Qué tipo de fase? ¿Qué tipo de fase? ¿Cuál sería la mejor forma de explicárselo? Decirle que todo era… extraño. Que Sophia y Marco no me soportaban. Que nosotros…

—Entonces, ¿eso es un sí o u no? Suspiré. —Imagino que es un sí. Escribí mi dirección en un pedazo de papel y se lo di. Me dijo que vendría entorno a las 4:30. Despues se fue a comer.

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Él rió.

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—Gritar. —Decidí. Era demasiado complicado para incluso probarlo.

Mientras le observaba salir, me sentí más sola de lo que jamás lo hice.

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Saque la comida de la mochila y me dirigí a mi habitual lugar solitario, desesperadamente deseando no estarlo.

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M

arco y Sophia no estaban ahí cuando llegue a casa. Estaba muy contenta. Si era realmente afortunada entonces no aparecerían hasta despues de que Alex se hubiese marchado. Limpié la habitación un poco mientras esperaba que fueran entorno a las 4:30. También tuve una pérdida temporal de cordura donde jugaba con la idea de ponerme algo diferente. Estaba vistiendo vaqueros y una camiseta negra, y de repente parecían muy simples. Pero entonces me di cuenta, ¿a quién estaba intentando engañar? Eso no cambiaría nada. Aun seria socialmente incompetente, la rara Gemma con los extraños ojos violeta. Y además, ni siquiera era dueña de nada más que otras camisetas y vaqueros. Encendí algo de música y comencé la redacción para pasar el tiempo. Marqué algunas páginas con un rotulador fluorescente e hice algunas notas. Había hecho algo de auténtico progreso en el momento que escuché el timbre sonar.

Entró al recibidor, frotándose las manos para calentarlas mientras miraba todo alrededor. Sin embargo, no había mucho que mirar; una mesa pequeña con unas pocas fotos enmarcadas de Marco y Sophia en ellas, y un gran cuadro de un castillo en un lago. —Así que aquí es donde vives, —remarcó.

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—Hola. —Abrí la puerta con tela mecánica para dejarle entrar.

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Bajé las escaleras y abrí la puerta del frente. Alex estaba de pie en el porche, la capucha de la chaqueta puesta sobre su cabeza mientras los copos de nieve caían desde lo alto de ella.

—Sip, aquí es donde vivo. —No quería sonar muy entusiasta, pero lo hice—. Mi habitación está en el piso de arriba e imaginaba que podríamos ir ahí y trabajar en el proyecto. —¿En tu habitación? —Se retorció incomodo, lo cual pensé que era extraño. Entonces, de nuevo, muchas cosas parecían extrañas. Le di una mirada extraña. —Si quieres, podemos trabajar en la mesa de la cocina. —Él sacudió la cabeza. —No, tu habitación está bien. Levanté las cejas. Bien. Lo que sea. Le hice gestos para que me siguiera mientras subíamos las escaleras. Mi habitación era muy simple, particularmente la habitación de una adolescente. Solo podía imaginar cómo se vería, a comparación del dormitorio de Kelsey Merrit. O como se vería la de Aislin. Probablemente habría mucho rosa, y muchas fotos colgando de las paredes. No había nada en mis paredes. No tenía alfombras para cubrir el aburrido suelo blanquecino. Lo único que le daba algo de carácter a todo era una estantería en la esquina que contenía mis CDs y libros. —Entonces, ¿qué deberíamos hacer primero? —Pregunté mientras Alex miraba mis cosas. De repente me sentí incomoda al estar sola en la habitación con él. Él deslizó los dedos a lo largo de los títulos de los CDs.

Se giró y me miró. —Ya lo empezaste. Asentí.

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—Sí, podríamos hacer eso. Pero ya tengo la mayor parte terminada.

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—¿Primero deberíamos sacarnos del camino el reportaje?

—Trabajé en ello un rato mientras estaba esperando a que vinieras aquí. Encontré unas buenas ideas y comencé a juntarlas. En realidad, no queda mucho por hacer. Reflexionó lo que dije durante más de lo que parecía necesario. —Sabes, no parece justo que hagas la mayor parte del trabajo en el reportaje, y también hay que ayudar a poner el mapa juntos. —No me importa, —le dije. Y tampoco estaba mintiendo. En realidad no me importaba. No era como si tuviese algo mejor que hacer. Además, me encantaba la astronomía. Se puso un dedo en el labio inferior. —No, no está bien. Creo que yo trabajaré en el mapa en casa. De esa forma puedo ayudar a Aislin. Asumiendo que estaba dando a entender que quería marcharse, dije: —Está bien, si eso es lo que quieres hacer entonces por mí está bien. —Sin embargo, no se sentía bien. La idea de dejarle marchar hacía a mi estómago marearse. —Entonces… ¿qué quieres que hagamos ahora? —Me preguntó. —¿Eh? —¿Lo había malentendido?—. ¿Qué? ¿Vas a quedarte?

—No, puedes quedarte si quieres. Él presionó los labios juntos, sofocando una sonrisa.

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Mi corazón ya tenía que estar latiendo con fuerza debido a todo el asunto de él-estando-en-mi-habitación, pero ahora estaba en modo de súper carga, martilleando tan viciosamente que me estaba aturdiendo. Pero sin querer permitir que mi corazón estuviese reaccionando con tanta emoción, me mantuve fría y le di un medio encogimiento de cabeza.

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—Eso estaba planeando. —Levantó una ceja—. Eso es a menos que no quieras que lo haga.

—Claro. No tengo algún otro lugar en el que estar. —¿Qué pasaba con él, encontrándome cómica cuando no estaba intentado estarlo? Se quitó la chaqueta y la colgó en el respaldo de la silla del ordenador. Entonces se subió las mangas de la camisa y se sentó con sencillez en la silla que estaba frente a mí. Saque los libros del camino y me senté en la cama. La música aún estaba sonando de cuando “Ohio for Lovers2” de Hawthorne Height había estado trabajando en el reportaje. El lento ritmo de la guitarra sobrepasaba el silencio mientras me esforzaba por conseguir decía algo. Al estar una eternidad sola, estaba completamente despistada sobre como entablar una conversación. Sin duda, Alex y yo habíamos pasado juntos algo de tiempo a solas. Pero sentarme aquí en la habitación con él se sentía de alguna manera diferente, y no podía parecer encontrar algunas palabras que decirle. Quizás era porque estábamos solos en mi habitación. Solos. —Entonces… —dijo al final, rompiendo el silencio, lo cual fue Bueno porque, si esperaba a que yo hablase primero, podríamos habernos sentado aquí para siempre. Descansó los brazos en el respaldo de la silla y se balanceo con suavidad de lado a lado—, sé que solo he estado alrededor de ti durante una semana o así, pero parece que pasas mucho tiempo sola. —Imagino, —dije. —No quiero decir que sea malo o algo, —añadió con rapidez—. Solo estaba exponiendo una observación…. Preguntándome, ¿por qué?

—Tengo curiosidad. —No lo sé… —me fui apagando. Sinceramente, no tenía una respuesta para darle. Al menos no una que pudiera compartir sin parecer que necesitase una camisa de fuerza. Cogí un hilo suelto saliendo del edredón—. Es como si siempre lo hubiese estado, imagino.

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Ohio for Lovers: Ohio para amantes

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Asintió.

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—¿Preguntándote por qué yo qué? ¿Por qué paso el tiempo sola?

—¿Y no te molesta estar sola todo el tiempo? Me encogí de hombros, mirando al suelo. —En realidad no. Bueno, quizás a veces lo hace un poco. —La habitación se silenció excepto por el lento zumbido de la música. Escuche la silla chirriar, y lo siguiente que supe fue que Alex estaba dejando la silla y caminando hacia mí. Las manos en los bolsillos y la carencia de incertidumbre con la que se apresuró se veían fuera de lugar en él. Cuando llegó a la cama, apartó la pila de libros del camino y se sentó a mi lado. Estábamos sentados tan cerca el uno del otro que la única cosa entre nuestras rodillas era un susurro de aire. La cabeza me comenzaba a dar vueltas mientras cada uno de mis nervios desencadenaba con electricidad. Estaba muy consciente que Alex estaba sentándose a mi lado en la cama. Mierda. Nunca ni en un millón de años habría pensado que esto jamás sucedería. —¿De dónde crees que vino el repentino cambio? —Preguntó, continuando la conversación justo donde la habíamos dejado. Me había preparado mentalmente antes de hablar, de lo contrario habría tartamudeado como una idiota. —No estoy segura. —¿De qué? ¿Básicamente despertaste un día y decidiste que querías tener amigos? Sí… no había forma de que fuese a decirle el auténtico motivo — esa parte del repentino cambio que surgió ante su llegada.

Tracé el estampado de círculos del edredón con el dedo, sintiéndome extremadamente incomoda con tanta atención de él fija en mí.

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—No necesariamente extraño, sino que es de alguna manera interesante, —dijo—. Pero te encuentro interesante en todo a la vez.

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—Sé que es extraño, ¿verdad?

—Confía en mí, no hay nada interesante en mí. —Estaba de alguna forma mintiendo, imagino, si por interesante, se refería al tipo de persona interesante de aferrarse-bajo-un-microscopio-y-estudiar. —Creo que ahí está. —Se detuvo, dando una breve mirada a mí ordenador mientras la canción cambiaba—. Lo digo por una cosa, encuentro interesante cuanto tiempo te despliegas conmigo al ser un completo capullo. No muchas personas habrían echo eso sin enfadarse conmigo o regañarme. —Oh confía en mí, me enfadé. —¿Así es como lo llamas? —Probó. —Oye, —dije a la defensiva—. ¿Necesito recordarte que eres el que dijo que tengo que moderarme? —Sí, pero es más entretenido que cualquier otra cosa. Me crucé de brazos y lo miré, intentando parecer tan dura como podía. —Oh, en serio. —Se rió. —Sí, claro. Suspiré y dejé caer los brazos en mi regazo. Imagino que actuar de dura no era mi fuerte. Una divertida visión pasó a través de su rostro, y entonces de repente estaba inclinándose hacia mí.

—N-no sé de qué estás hablando. —Sí, lo sabes. —Se inclinó más cerca de mí. Si lo hacía de nuevo, nuestras cabezas probablemente estarían tocándose—. Puedes confiar en mí, lo sabes. Puedes contarme lo que sea.

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Juró que mi corazón ya se paró.

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—¿Quieres saber otra cosa que te hace tan interesante? —Su voz en bajo envió un temblor por debajo de mi espina dorsal—. Que puedes sentir esa cosa electrizante entre nosotros pero no dirás nada de eso.

Tanto como quisiera creer que eso era verdad, no lo hice. Sí, estaba siendo amable conmigo, pero no había olvidado cómo me había tratado al principio. O la extraña conversación que había escuchado por encima entre él y Aislin en la biblioteca. Se movió incluso más cerca. Nuestras cabezas sin tocarse como pensé que harían, pero estaban cerca. Oh, Dios, estábamos muy cerca. —Gemma, prometo que puedes confiar en mí. Cada pulgada de mi cuerpo martilleaba, y mi cerebro estaba volviéndose neblinoso. Tal vez podía confiar en él… —¡Gemma! ¿Qué estás haciendo? —La afilada voz de Sophia cortó a través de mis sentidos como un cuchillo afilado, y explotó la tensión entre Alex y yo como una aguja a un globo. Me giré y la encontré de pie en la entrada, su mano aferrada con fuerza entorno al manillar de la puerta como si sus nudillos fueran de papel blanco. Solo podía imaginar cómo esta escena le parecería fuera de lugar. Diablos, a mí me parecía fuera de lugar. —Umm… este es Alex, —le dije, señalando a Alex—. Estábamos trabajando en un proyecto para clase. Ella entrecerró los ojos hacia Alex. —Hola Alex.

Hombre, al tener tal confianza. Sophia movió los ojos hacia mí. —Es la hora de cenar así que necesitas terminarlo, bajar y comer. La miré confusa. Cenar con ellos… ¿Qué diab…?

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Sin embargo, Alex se veía bien. Me mantuvo la mirada constantemente, nunca vacilando bajo la ardiente mirada de Sophia.

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Oh, dios mío. Esto es tan embarazoso.

—¿Desde cuándo como con vosotros? Ella parecía que quería estrangularme. —Desde ahora. —Bien, —dije, mi tono entrecortado—. Estaré abajo en un minuto. —Bien, date prisa. No quiero que la comida se enfrié. —Lanzó otra mirada mortal a Alex, y después salió de la habitación. Me giré de nuevo hacia Alex. —Lo siento. A veces tiende a estar un poco loca. Él se rió con suavidad. —Sí… apuesto a que sí. —Se puso de pie y agarró la chaqueta del respaldo de la silla—. Bueno, probablemente debería marcharme. Te veré mañana en clase, ¿vale? Asentí. —Sí, vale.

Dejé salir un suspiro. ¿Cuándo mi vida se volvió tan complicada? Me levanté, apagué la música, y me dirigí a la planta de abajo para “cenar.” Como dije, nunca cenábamos juntos, y era extraña la imagen de los tres sentándonos alrededor de una mesa como una familia normal. De hecho, ni siquiera podía imaginarlo. Eso era extraño. Pero de cualquier forma. Imagino que estaba a punto de averiguar de primera mano cómo era ser parte de una familia.

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Durante un minuto, me quede ahí sentada, sintiéndome desgarrada. Parte de mí se sentía aliviada de que se hubiera marchado ya que, si se hubiese quedado, podría haberme derribado y decirle lo que no quería que él supiera. Casi lo hice hasta que Sophia había entrado. La otra parte de mí, sin embargo, deseaba que se hubiera quedado; se sentía triste de que él se hubiera ido.

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Se puso la chaqueta y camino hacia la puerta, pero se detuvo en la entrada y se giró. Parecía que quería decir algo, pero que no encontraba las palabras. Al final, solo se despidió y salió.

A medio camino de las escaleras, pensé que escuché voces proviniendo de la entrada. No pensé mucho en eso al principio, hasta que me di cuenta de a quienes pertenecían las voces. Sophia y Alex. Genial. Probablemente le arrinconó y estaba diciéndole Dios sabe que cosas. Esto era tan raramente embarazoso. Me apresuré a bajar las escaleras —necesitaba terminar esto con rapidez. Pero justo antes de que llegase al final, escuché algo que me hizo aminorar la velocidad. —Conoces las reglas, Alex. —El tono de Sophia era perspicaz—. Ya deberías saberlo mejor al estar cerca de ella. —Me paré en muerto en el ritmo. ¿Reglas? ¿Qué estaba pasando aquí? —Sí, conozco las reglas. —El afilado tono de Alex encajaba con el tono de Sophia—. Pero necesito recordarte que Stephan me envió aquí para conseguir algunas respuestas de ella. Y para hacer eso, necesito acercarme a ella. Stephan. Ahí estaba ese nombre de nuevo. El mismo que le había escuchado mencionar durante mi sesión de escuchar por encima en la biblioteca. —Eso no es lo que estás haciendo, —espetó ella—. Estás cruzando una línea Alex. Una muy fina, finísima línea peligrosa.

—¡Ah! —grité, y despues me puse la mano en la boca. Mierda. Unos pocos momentos de silencio siguieron. ¿Me habían escuchado? Por supuesto que me habían escuchado. No eran sordos. —Gemma, —chilló Sophia. Mierda. ¿Ahora qué?

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Perdí el equilibrio y, al ser la elegante reina que era, tropecé hacia adelante, golpeándome el codo contra la pared, con fuerza.

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—Creo que estás olvidando que no acepto ordenes tuyas. —La voz de Alex se hizo baja, y tuve que inclinarme hacia adelante sobre las puntas de mis pies para entender lo que decía—. Haré lo que necesite hacer para conseguir sacarle…

Frotándome el hombro, con lentitud bajé el resto de las escaleras, mis piernas sintiéndose como dos ligeros fideos húmedos bajo mi peso. Sophia estaba esperándome en el final, con las manos en las caderas, en los ojos un fiero brillo dorado. —¿Qué diablos estás haciendo? —Preguntó. Junté los labios y miré a Alex. Él estaba casualmente apoyándose frente a la puerta, con los brazos cruzados sobre el pecho. Encontró mi mirada, sin parecer en lo más mínimo consternado. Pero con lo que acababa de escucharles hablar, parecía que debería estarlo. Volví la atención hacía Sophia. De vez en cuando, cuando se enfadaba muchísimo, esa débil vena azulada-morada aparecía en su frente. En este momento, podía verla saltar bajo su pálida piel. —Vine para coger algo de comer como me dijiste, —le dije, aun mirando la vena. Me recordaba a un grueso gusano azulado-morado. —¡Gemma, que diablos estás mirando! —soltó Sophia. Me encogí y sacudí la cabeza. —¿Qué está pasando aquí entre vosotros dos? —La pregunté—. Y ¿por qué estáis hablando de mí así? Ella me dio una mirada condescendiente. —¿Así cómo, Gemma?

—Mira, no sé qué has escuchado, —dijo Sophia, en tono tolerante—. Pero no estábamos hablando de ti. Conozco al padre de Alex, y solo le estaba pidiendo que le pasase un mensaje de mi parte. La ira me estallaba. Era una completa mentirosa.

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Alex desplazó el peso de la puerta y levantó las cejas cuestionantemente hacia mí. ¿Qué estaban intentando hacer aquí? ¿Hacerme parecer una idiota? Porque estaban haciendo un buen trabajo de eso.

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—Así, lo sabes. —Ondeé la mano en el aire, intentando dar con una palabra para resumir lo que acababa de escuchar. El problema era que no estaba segura de lo que acababa de escuchar.

—Eso es mentira. Estabais hablando de mí. Os escuché. Movió el dedo hacia mí con furia. —Mejor vigila tu tono jovencita. Lo digo en serio. —Abrí la boca para decir unas pocas palabras escogidas que creí que, bajo las circunstancias, habrían sido totalmente apropiadas, pero me cortó antes de que incluso pudiera salir una—. Ahora, no sé porque diablos crees que tienes el derecho de escuchar las conversaciones de las personas, pero necesitas parar. ¿Me entiendes? —La miré con sospecha. ¿Había un significado escondido en sus palabras? ¿Sabía lo que ocurrió en la biblioteca? Pero si era así, ¿quién se lo dijo? Creo que tenía una idea. Sin otra palabra, la empuje, dirigiéndome a la cocina. Sin embargo, antes de desaparecer por la entrada, miré de nuevo a Alex.

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Ahora parecía preocupado.

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L

a mañana siguiente, desperté con hinchados.

los ojos rojos e

No había querido llorar la noche anterior, pero de cualquier forma termine haciéndolo. Lloré hasta que dormí. Ahora apenas podía abrir los ojos. Miré el reloj y vi un borroso 12:10. ¿12:10 de la tarde? ¿Qué diablos? ¿Por qué no había sonado la alarma? Me senté y estiré los brazos. Bueno, demasiado tarde para clase. ¿Pero por qué Sophia me había dejado dormir? Sí, sé que la última noche había sido super intensa. Sin embargo, dejarme saltarme las clases… nunca me dejaría faltar a clase. Salí de la cama, me puse una camisa de manga larga y un par de pantalones vaqueros desgastados, y me puse el pelo en una cola de caballo. Después bajé las escaleras. Estaba tranquilo. Demasiado tranquilo para que alguien estuviera en casa. Sí, estaba sola.

En el exterior, el cielo se puso gris por las nubes. Ni una sola mota de rayo de sol pasaba, haciendo todo oscuro y melancólico. Entre la oscuridad y el vacío de la casa, me sentí inquieta.

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Solo para asegurarme, busqué en el salón y en la cocina. Ambos estaban vacíos. Y el coche de Sophia y Marco no estaba en la entrada. Sip, sin duda se fueron. Que conveniente para ellos. Tal vez ese es el porqué de que nadie haya conseguido levantarme para las clases. Quizás estaban intentando evitarme para que no tuvieran que responder las preguntas sobre la noche anterior.

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No estaba segura de cómo me sentía por esto.

Encendí la luz y me hice un sándwich de pavo. Decidí comer en mi habitación porque bloquearme a mí misma ahí parecía mejor que sentarme fuera en el lugar despejado, donde cualquiera de los monstruos de mirada amarilla de Sophia y/o Alex podría entrar en cualquier momento y tomarme por sorpresa. Despatarrada en la cama, con la música maniobrada, intenté analizar lo que podría pasar entre Sophia y Alex. ¿Qué había significado la noche anterior? Habían dicho muchas cosas extrañas. Cosas que estaba convencida que tenían que ver conmigo. Pero, ¿cómo se suponía que lo averiguaría con seguridad? De repente, de ningún lugar, tuve una epifanía. La casa estaba vacía y necesitaba respuestas. Y que mejor forma de encontrar respuestas que husmear un poco. Sí, lo sé, husmear está muy mal, blah, blah, pero es escuchar disimuladamente, lo cual es algo que he hecho en más de una ocasión. Además, si no hubiera sido por mi mal hábito de escuchar las conversaciones de otras personas, no habría averiguado que Alex también podía sentir la electricidad. Y que pensé que era la única que lo estaba causando. También había averiguado todas las otras cosas. (Digo otras cosas porque no tengo ni idea de lo que es exactamente “cosas.”) Además no soy una firme creyente de toda la ignorancia en la felicidad. Necesitaba saber, incluso si resultaba ser algo malo.

A pesar del espeluznante factor, podría haber estado aproximándome al perfeccionista toque de Sophia. Cada cosa en la habitación estaba perfectamente colocada. Y casi todo marcado. Los cuatro postes blancos de la cama hacían conjunto con el armario y la mesilla de noche. La colcha rosa coordinaba sin fallos con las rosas en el papel de la pared. El borde de la cama y las cortinas estaban hechos de la misma tela con volantes. No

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Me sentía como si hubiese entrado en el cementerio en últimas horas de la noche, en lugar de a la habitación de mis padres a mediodía.

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Sin más indecisiones, brinque de la cama y fuí al dormitorio de Marco y Sophia. Solo había estado en la habitación un par de veces —y nunca por mí misma. Pero siempre me había sentido incomoda. Pero estar aquí ahora, completamente sola, era de una forma peor. El lugar estaba realmente intimidándome.

había desorden por ningún lado. Toda la habitación, probablemente, era tan estéril como un hospital, lo cual me tenía un poco preocupada. ¿Si tocaba algo, ella sería capaz de notarlo? Tal vez. Imagino que simplemente tenía que ser cuidadosa. Muy, muy cuidadosa. Decidí revisar primero el armario porque… bueno, no estoy segura de porque cualquier otro parecía tan buen lugar para comenzar como cualquiera. Momentos despues, me metí en un problema. Me di cuenta de que no tenía pista de lo que estaba buscando exactamente. Aunque no quería rendirme. Así que continué al buscar a través de las cantidades masivas de ropa colgando en el armario, y a través de cajas de zapatos que estaban almacenadas en el suelo del armario, teniendo la esperanza de que sabría lo que era “eso” cuando lo encontrase. Pero cuando había terminado de mirar todo, acabé con las manos vacías. Lo que sea que estaba buscando no estaba en el armario. Proseguí en el armario, despues en la mesilla de noche. Sin embargo, nada parecía fuera de lo normal. Incluso revise debajo de la cama, a pesar del hecho de que sabía que no encontraría nada debajo. Los fanáticos del orden nunca ponen cosas debajo de la cama. Deje salir un frustrado suspiro. Debería haber sabido que esto sería una pérdida de tiempo. ¿Me refería a lo que había esperado encontrar? Una carta secreta explicando lo que estaba pasando. Sí, cierto. Como eso siempre ocurriría.

Con cuidado aparté las almohadas del banco, y después contuve el aliento cuando abrí la cerradura. Medio esperaba una alarma que sonara o algo, pero el único sonido era de las bisagras chirriando cuando abrí la cubierta.

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Rindiéndome, me dirigí a la salida. Pero lentamente me detuve cuando vislumbre una tabla de madera, alineada con los cojines. Había un pequeño pestillo enfrente. ¿Qué buen lugar como cualquiera para esconder algo, verdad?

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Nada es siempre así de fácil.

Dentro había libros, fotos antiguas de Sophia y Marco en varios lugares, una caja de flores exprimidas, algunos arcoíris y cartas. Nada inusual, o al menos eso es lo que pensé hasta que cogí el objeto final — un cisne de cristal con un brillante pico naranja— y noté que el suelo del banco sonaba levemente. Situando el cisne a un lado, usé la palma de la mano para poner presión en el tablón. Se levantó en un lado, y… ¡Ta-da! Un compartimento secreto. Lo que sea que estaba buscando tenía que estar ahí. Simplemente tenía que estarlo. Aparté la tabla del resto del camino y encontré un solitario sobre manila escondiéndose debajo. Mis manos comenzaron a sudar mientras cogía el sobre. Esto era. Esto era lo que me daría respuestas. Deshice el trozo de cuerda que sellaba el sobre. La primera cosa que me vino fue el papel de que Marco y Sophia tenían mi custodia. Bueno, demasiado para mi teoría de secuestro. Cogí el siguiente objeto; un trozo de papel de renglones azules con mi nombre y una lista de fechas escritas en él en tinta roja. Reconocí la precisa escritura como la de Sophia. Había un total de cinco fechas, todas viéndose al azar sin orden visible. De cualquier forma, al menos por lo que yo podía decir. La fecha más antigua fue aproximadamente hace dieciocho años, y cada una tenía un tic al lado, excepto una. El 8 de febrero de este año. Mi corazón se detuvo.

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Está bien, probablemente estas preguntándote porque estaba perdiendo los estribos. Y, confía en mí, estaba mayormente enloqueciendo. Para ti, estoy segura de que la fecha parecería completamente normal. Pero para mí no. Era una fecha más insignificante que incluso mi cumpleaños. Eso es porque el 8 de febrero era la fecha precisa en la que sentí por primera vez el cosquilleo que había liberado mis emociones.

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No podía respirar.

Sentí nauseas en el estómago; ¿Por qué había escrito esto Sophia? ¿Y qué significaban las otras fechas? Ninguno de ellos contenía nada de importancia, al menos tanto como supiera. Presioné mi mano sudada contra mi frente. Tenía un dolor de cabeza. Un gran, lleno de confusión dolor de cabeza. Pero necesitaba conseguir reunirlo y averiguar más. Tomé un profundo respiro y mire el siguiente papel, un colorido crema con un borde dorado. Mi certificado de nacimiento. Los dedos me temblaron cuando leí el nombre de mi madre alistado en la parte inferior. Jocelyn Lucas. Era la primera vez que jamás había sabido su nombre, aunque se sentía tan familiar como el mío. Era un nombre precioso. Apostaba a que ella también era preciosa. Mi estómago se estrujó con emoción cuando eché un vistazo sobre la línea a su lado —donde el nombre de mi padre estaba apuntado. O debería haber estado apuntado. Estaba en blanco. Se me hundió el corazón. ¿Por qué estaría en blanco? Tenía que tener un padre. Qué, ¿no me había querido o algo así? No.

Pero bien. Lidiaría con eso después. En este momento, tenía problemas más grandes con los que lidiar. Anduve sobre la punta de los pies hasta la puerta y la abrí. Podía escuchar la voz de Marco y Sophia hablando en el piso de abajo,

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Miré la línea en blanco, intentando no llorar y diciéndome que todo estaría bien… que averiguaría todo. Eso es cuando escuché la puerta de la planta de abajo cerrarse. Estaba a punto de salir de mi piel. Me apresuré y atiborré los papeles de regreso en la carpeta, excepto el de la lista de datos. En un impulso esporádico, decidí meterme ese en el bolsillo. Situé el sobre de vuelta en el compartimento secreto y situé el tablón inferior en lo alto. Apilé el resto de cosas dentro del banco, cerré el cierre, y arrojé los cojines de vuelta, sabiendo muy bien que Sophia sin duda iba a notar cómo de desorganizado estaba todo y que sabría que alguien había estado ahí.

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Eso no podía ser. Sophia y Marco me habían dicho que mis padres habían muerto en un accidente de coche, lo cual significaba que aún tenían que haber estado juntos —teníamos que haber sido una familia, ¿verdad? No estaba segura. No estaba segura de nada.

conteniendo el aliento, me deslicé por el pasillo y me metí en mi dormitorio, cerrando con suavidad la puerta detrás de mí. Dejé salir una gran exhalación. Eso estuvo cerca. De una forma demasiado cercana. Pero valió la pena. Saque la lista del bolsillo y miré las fechas. ¿Qué significaban? Me refiero a que tenían que estar conectadas entre sí, de alguna manera. Sin saber que más hacer, encendí el ordenador, imaginando que no afectaría el hacer una búsqueda rápida en internet para ver si algo surgía. Pero antes de que siquiera se encendiera, alguien golpeó la puerta. Mis músculos evaluaron. ¿Ya había descubierto Sophia que había estado husmeando en su habitación? No, de ninguna forma. —Gemma, —dijo Sophia a través de la puerta—. ¿Estás ahí dentro? Miré la puerta, congelada y muda, con la imagen de ella al otro lado, la cara enrojecida y molesta, de forma incrustada claramente en mi mente. —¡Gemma! —Gritó, golpeando la puerta de nuevo. Mi adrenalina se disparó, y no pude ver de ponerme en movimiento. —Gemma, abre esta puerta. ¡Ahora!

Sip. Ahí estaba su cara roja y molesta. —¿Podrías moverte avergonzadamente.

con

Me encogí de hombros. —¿No lo sé? Quizás. Su temperamento se encendió.

más

lentitud?

—Preguntó

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Enterré la lista de fechas en el bolsillo de mis pantalones, recordándome respirar, y abría la puerta.

—La próxima vez mejor apresúrate. Rodé los ojos. —¿Necesitabas algo más? Me empujó entrando en la habitación y miró alrededor como si estuviera buscando algo. —Umm… ¿Qué estás haciendo? —Pregunté, cruzando los dedos para que no estuviese buscando la lista de fechas almacenada en el bolsillo de mis vaqueros, los cuales ahora, habían parecido haber ganado peso de carga. —¿Estás lista para ir al viaje de campo? —Preguntó, aun mirando alrededor de la habitación. —¿Qué… mi excursión de astronomía? —Dios, me había olvidado por completo de eso. —Sí, tu excursión de astronomía, —espetó con impaciencia—. Es esta noche, ¿verdad? Asentí con lentitud.

—¿Por qué? —Pregunté, mirándola con muchas sospecha—. Quiero decir, ¿por qué siquiera te importa? Nunca te ha importado antes. Así que, ¿por qué tan repentino interés? Se inquietó con nerviosismo, alisando arrugas invisibles en su perfectamente sudadera azul marino presionada. —No hay un interés repentino. Solo te quiero fuera de esta casa durante un tiempo. Eso es todo.

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—No, vas a ir, —ordenó ella.

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—Pero creo que voy a saltármelo. —Sé que realmente había estado esperando ir y todo eso -conseguir la oportunidad para mirar a través de un telescopio era algo que siempre había querido hacer- pero en este momento, simplemente parecía irrelevante. Lo que quería hacer era quedarme aquí y averiguar que significaba la lista de fechas, antes de que Sophia averiguará que estaba perdida. De cualquier forma, hoy me había saltado las clases, y aparecer en la excursión eliminaría la antigua excusa de que estaba enferma.

Ouch. Eso escuece. —Bien. Entonces iré a dar una vuelta. —No, vas a ir a la excursión. —Pero acabas de decir que todo lo que te importaba era que no estuviera en casa, así que no importa donde vaya tanto tiempo como me vaya, —argumenté—. Además, hoy me perdí las clases. —¿Y culpa de quien es eso? —Tú eres la que no me despertó cuando la alarma se apagó. Ella frunció el ceño. —Vas a ir. Fin. De. La. Discusión. Y lo fue, porque se marchó.

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Rebosando de ira, pateé la puerta, pero no con la fuerza suficiente como para hacer algún daño. Deje salir un frustrado suspiro. Ella estaba escondiendo algo. Y lo que fuera que yo tuviera que hacer, iba a averiguar que era.

Traducido SOS por katiliz94 Corregido por katiliz94

U

na media hora después, envuelta en un pesado abrigo negro, guantes morados y un gorro de lana a juego, estaba saliendo de Mirage y metiéndome en el aparcamiento de patinaje sobre hielo del instituto. Era frio y oscuro, y solo tenía la farola para iluminar el camino de entrada al instituto. Además, nadie estaba alrededor. Menos decir, estaba delirando un poco. El aire helado caló a través de mi ropa y quemó fríamente contra mi piel. Mi respiración me llenó la boca de una nube de humo. Tiré de la capucha sobre mi cabeza; hice alrededor de la mitad de camino cuando de repente tuve los temblores. Habría anotado el hecho de que se estaba tan frio como la muerte aquí afuera, pero el destello amarillo que vi desde mi visión periférica me dijo otra cosa. Comencé a agitarme, mis ojos escaneando el aparcamiento frenéticamente. El destello podría haber sido de las luces delanteras de un coche pasando. Eso es de lo que intenté convencerme hasta que capté la visión de dos ojos de forma de luces amarillas destellando salvajemente en un grupo de árboles cercanos.

3

Aceleración repentina y poco duradera que hace un corredor para conseguir la máxima velocidad posible, generalmente al final de una carrera para imponerse a sus adversarios.

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Tal vez había estado esperando por los alrededores el momento perfecto cuando yo estuviera deambulando entorno al oscuro aparcamiento. ¿Cómo podría ser tan estúpida? Había estado tan centrada en toda la cosa sobre Alex y Sophia cuando, en realidad, debería haber estado centrándome en el hecho de que había monstruos realmente vivos alrededor que querían matarme. Y ahora mi error me había dejado completamente vulnerable.

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—Oh dios mío, —suspiré y volé en un loco sprint3, la adrenalina pulsando con locura. El monstruo estaba detrás. O quizás nunca se había marchado.

Mis pasos resonaron a gritos mientras corría tan rápido como podía a través del hielo. Escuché un crujido, otro, y di una rápida mirada sobre los apiñados arboles justo a tiempo para ver la silueta de una alta figura inhumana emergiendo de ellos. Corrí como nunca había corrido antes. La puerta de entrada del colegio estaba acercándose más. Si solo pudiese entrar al instituto entonces, con esperanza, habría otras personas alrededor, y yo podría estar bien. Pero cuando miré hacia atrás una vez más a la monstruosa criatura, vi sus endemoniados ojos abrasando violentamente debajo de la capucha de la manta, y lo siguiente que supe, se echó encima de mí. Sabía que era una desahuciada. Mi piel zumbaba, y después golpeé algo sólido. Grité cuando perdí el equilibrio y comencé a caer hacia el suelo. Pero alguien me cogió por el brazo. Recuperé la posición y aparté la mano del agarre de la persona. Podrías estar preguntando, ¿por qué estaba siendo tan ruda con la persona que acababa de salvarme de caer al suelo de culo? Porque sabía quién era esa persona sin siquiera mirar, y no le quería tocándome, incluso si acababa de salvarme. —¿Qué diablos estabas haciendo? —Preguntó Alex, deslizando la capucha de su abrigo verde oliva de la cabeza. Me aparté de él, poniendo algo de distancia entre nosotros. Pero no demasiado espacio ya que cuanto más espacio hubiese entre él y yo significaba que había menos espacio entre la criatura mortal y yo.

se

sentían

inseguras

y

mis

manos

estaban

—Dirigiéndome a clase, —le dije cuando le pasé de manera insegura. —¿Pero por qué estabas corriendo? —Preguntó él, siguiendo tras de mí.

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Mis piernas temblando.

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—Yo estaba… —Lancé una mirada de pánico sobre mi hombro. Nada. Ninguna figura inhumana alta. Ni brillantes ojos amarillos. Incluso la luz de la farola había disminuido, ahora la única luz proviniendo de dentro del colegio.

Mi corazón estaba latiendo con tanta fuerza que casi me preguntaba si estaba intentando escapar y liberarse de esta locura. Creo que desearía poder. Estaba asustada. Más asustada de lo que lo había estado en toda mi vida. —Solo déjame sola. —No. —Correspondió a mi espacio, dando una vuelta junto a mí— . No hasta que me digas de que estabas huyendo. Abrí la puerta y le lancé una mirada enfadada. No estaba de humor para su mierda. —¿Vas a decirme de lo qué estuviste hablando con Sophia? —No era nada importante, —dijo con indiferencia. Sacudí la cabeza y entré al cálido y brillantemente iluminado vestíbulo. Después dejé ir la puerta frente a su cara. No podía lidiar con él en este momento. No cuando podría haber monstruos merodeando por los alrededores en el exterior, esperando el momento en el que finalmente pudieran matarme.

¿Realmente estaba perdiéndolo, verdad? Ella estaba escribiendo un mensaje por teléfono, pero miró hacia arriba cuando me senté. —Hey Gemma. —Sonrió ella. Lo amable de mi parte sería devolverle la sonrisa. O al menos preguntarle si estaba sintiéndose mejor ya que había estado enferma

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Me dirigí a mi mesa en la que me senté durante la clase. Aislin ya estaba ahí, llevando un recortado abrigo rosa de piel. La misma piel rosa también recortaba los guantes y la parte superior de las botas. Me recordaba a un gran conejo rosa. Intenté no reír.

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La clase de astronomía estaba a rebosar de personas en el momento que llegué ahí. Algunas de las personas las reconocí de clase. Otras nunca las había visto antes. Aguanta. Déjame retirar eso. Los he visto. Con la población de mi ciudad estando a un mero fallo técnico sobre 1000, básicamente veía a cualquiera que viviera aquí. Simplemente no sabía la mayoría de los nombres.

durante los dos últimos días, pero ahora, lo educado no estaba en mi vocabulario. Así que murmuré un gruñido. —Hey. —Entonces me senté en la silla y miré a la mesa. —¿Hay algo mal? —Preguntó ella. Abrí la boca para decir… bueno, quien sabe que habría salido considerando el humor en el que estaba. Sin embargo no tuve oportunidad de hablar porque Alex apareció y eso fue todo. —¿Qué te llevó tanto tiempo? —Le preguntó Aislin, cerrando el teléfono. Los ojos de Alex permanecieron pegados en mí cuando bajó a su silla. —Encontré a Gemma corriendo perdida por el parking y tuve que ayudarla a salir. Le fruncí el ceño. —No estaba perdida. Una sonrisa presagió en sus labios. —Oh, claro.

Aun así, mantuve los ojos cerrados hasta que escuché un aplauso en alto. Entonces suspiré y abrí los ojos para corroborarlo.

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El problema era que acababa de ver al monstruo ahí fuera. Y ese trozo de papel con la lista de fechas prácticamente estaba quemando un agujero en el bolsillo. Además, el impacto de electricidad contoneándose de arriba abajo por mi espalda me hacía muy consciente de que Alex estaba cerca.

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—Sí, exacto, —espeté, y cerré los ojos, intentando fingir que no estuvo ahí y que las criaturas de ojos amarillos no eran reales. Intenté imaginar que no había encontrado a Sophia y a Alex discutiendo… cualquier diablura que fuera de lo que habían estado discutiendo. Que no había una lista de fechas guardada en mi bolsillo. Intenté fingir que solo era una chica normal cuya vida tenía sentido.

El Señor Sterling estaba de pie detrás del podio. No estaba vestido con sus habituales vestimentas de profesor, en su lugar pantalones de deporte, zapatillas, y un abrigo azul marino. Un gorro negro de baseball cubría su calva cabeza. Aceptó con rapidez el rol y extendió un paquete de papeles para cada mesa. Después todos se alinearon fuera en el autobús. Brinqué de arriba abajo, congelándome y nerviosa mientras esperaba en el final para subir. No vi un solo rastro de algo amarillo y brillante, excepto por las luces del autobús. Sin embargo, no iba a mantener la guardia baja. Iba a ser muy cuidadosa y permanecer cerca de cualquiera todo el tiempo. Era una primicia para mí, pero oye, esta era mi vida sobre la que aquí estábamos hablando. En el momento en que subí al autobús, en todos los asientos había alguien. Genial. ¿Dónde se suponía que me sentaría? Las pequeñas luces del techo me seguían, y me sentí mucho más como una perdedora, quedándome ahí buscando un lugar para sentarme. Nunca había hablado con nadie además de con Aislin y Alex. Y Aislin ya estaba sentándose con algún otro chico llevando una gorrita negra. Mi otra única opción era sentarme con Alex porque, por supuesto, estaba sentándose solo.

—¿Perdida? —preguntó vengativamente. Debería haber sabido lo que estaba aproximándose, pero estaba tan distraída con todo el dilema de donde-debería-sentarme, y no noté cuando extendió la pierna hacia un lado frente a mí. Tuve muy poco tiempo para reaccionar. Tropecé torpemente, pero por suerte, en aras de la cara plantándose en el suelo frente a todos, me las arreglé para reforzarme en el respaldo del asiento.

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Kelsey me sonrió.

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Cuando deliberaba si sentarme o no con él era una opción, caminé hacia Kelsey Merritt. Ella estaba compartiendo asiento con Anna Miller y Sarah Monroe, todas vistiendo abrigos blancos y gorros rosas como si fueran trillizas de ocho años o algo así.

—Eres una perdedora. —Rió disimuladamente. La urgencia por abofetear la sonrisa de su cara brotó en mí como un volcán burbujeante apunto de erupcionar. Sentí el hormigueo empujar por la parte trasera de mi cuello como si estuviera dándome un golpe. Al menos así es como elegía aceptarlo. Levanté la mano, preparándome para golpear. Pero antes de que pudiese oscilarlo hacia atrás, un conjunto de dedos calientes me cogió por el brazo. La electricidad iluminó mi piel cuando Alex me arrastró hasta su asiento. Eché chispas hacia él, pero en el fondo —y me refiero de forma muy profunda— me sentía agradecida. Quiero decir, ¿qué habría resuelto el golpearla? Nada, excepto por mí siendo suspendida del colegio. Aun así, sentí la necesidad de protestar. —No necesitaba tu ayuda. —Sacudí el brazo de él. —Ahora, ambos sabemos que eso no es verdad. —Sonrió con arrogancia—. ¿Qué estabas planeando hacer exactamente? ¿Golpearla? —No, —mentí. Me miró, desconfiado. Me crucé de brazos sobre el pecho. —Bueno, ¿qué si lo estaba? Se lo habría merecido. —Se rió y sacudió la cabeza.

—Permíteme discernir, —dijo. Rodé los ojos.

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—No tengo un temperamento, —argumenté, con sí, lo sé, era una mentira. Tenía un temperamento. Uno grande. Y parecía estar volviéndose más grande por minutos. Pero no podía evitarlo. Mis emociones solo se desenvolvieron hace un par de meses. Por supuesto iban a ser un poco intensas.

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—Tú y tu temperamento.

—Lo que sea. Entonces nos miramos el uno al otro. A través de los sonidos de las personas hablando, pensé que podía percibir la risa de Aislin. —Sabes, —dijo, recostándose en el asiento—, estábamos llevándonos muy bien el otro día. Parece una pena para nosotros el comenzar a discutir de nuevo. Me giré para enfrentarle. —De la única forma que no va a ocurrir es si me dices de qué diablos estuviste hablando con Sophia. —No puedo, —dijo simplemente. —¿Por qué no? —Porque simplemente no puedo. —¿Eso es? ¿Esa es tu respuesta? Asintió. —Es la única respuesta que puedo darte. Lancé las manos al aire exasperadamente. —Pero no me has dicho absolutamente nada. —Realmente parecía un poco triste.

Y entonces, estuvimos fuera. Me alejé de Alex, traté de no pensar en el hecho de que estaba a punto de romper la promesa que me había hecho de nunca ir de regreso a las montañas, y permitir que el suave zumbido de las chispas me apaciguara en un estado de semi relación hasta que el autobús estuviese tirando hacia Star Grove, un pequeño parque que residía en el fondo de las laderas. Estaba rodeado por toneladas de árboles, y de repente deseaba haber ido a casa. Después de lo que había ocurrido en

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El autobús se sacudió hacia adelante y las luces se apagaron. Se volvió oscuro. Realmente oscuro.

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—Lo sé.

el aparcamiento, debería haber saltado a mi coche, conducido a casa, cerrado con candado las llaves, y nunca dejar la casa de nuevo. Pero en su lugar, aquí estaba, sentándome en un autobús que me había llevado al bosque. Todo porque me permití distraerme. Si no hubiese sido tan atrapada con intentar sacarle la verdad a Alex, tal vez habría pensado las cosas mejor y saltado del autobús antes de que se alejase. Pero no lo hice. Y ahora estaba atrapada en un autobús al lado de Alex. Deseaba que me hubiese dicho lo que estaba pasando. Ojala pudiera confiar en él. Habría sido agradable tener a alguien en el que pudiese confiar y ser capaz de contarle sobre los monstruos de ojos amarillos. Sí, era una idea agradable. Pero solo era hacerse ilusiones. Y si los deseos estuviesen hechos de velas de cumpleaños para apagar, o una estrella apagándose, nunca se volverían realidad. En una gran área sin arar, en el centro de Star Grove, los telescopios estaban dispersos. Tan pronto como salimos del autobús, Alex corrió a toda velocidad al más cercano. Pero Aislin protestó, insistiendo en que si subíamos al frente entonces tendríamos una “mejor vista.” No estoy segura de sí entendía su lógica, pero no argumenté porque cuanto más cerca de la parte delantera estuviéramos significaba que más lejos estaríamos de los árboles. Aislin situó el guante que cubría su mano en lo alto de un telescopio. —¿Qué hay de este? ¿Funciona para todos? —Alex sacudió la cabeza y dejó salir un suspiro frustrado.

—Bueno… si este está bien para vosotros chicos, entonces me gustaría usarlo. Consigue una gran vista. —Sí, está bien. —Subió el telescopio y giró el pomo, ajustando las lentes. Aislin suspiró y recuperó las instrucciones de su bolsillo.

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Aislin se golpeó el dedo en la barbilla mientras miraba al telescopio, después al cielo, luego a Alex.

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—Eres la única que está siendo meticulosa, Aislin, así que solo elige uno ya. Gemma y yo estábamos bien con el primero.

—¿Quién quiere ir primero? —Preguntó, desenvolviéndolas. Alex me miró, esa demasiado familiar sonrisa coqueteando deslizándose por su cara. —Apuesto a que a Gemma le encantaría ir primero. —Rodé los ojos, pero de cualquier forma me acerqué al telescopio. Cuando posé la mano en la parte superior, la emoción borboteó en mi interior. No podía creer que de hecho iba a ser mi primera vez mirando a través de un telescopio. —¿Qué constelación se supone que tengo que encontrar primero? —Pregunté a Aislin. —La Osa Mayor, —me dijo. Puse el ojo en las frías lentes y giré el pomo para centrarlo. A pesar de que el Señor Sterling había dado una breve demostración sobre cómo usar un telescopio, solo podía conseguir que el cielo se viese como un oscuro y manchado borrón con rayas de plata. —¿Nunca antes has usado un telescopio? —Me preguntó Alex. No había dado más de un paso hacia atrás cuando me hube levantado con el telescopio, y aún estaba permaneciendo cerca de mí, invadiendo mi espacio personal. —Nop, —dije rotundamente. Se movió incluso más cerca, extendió un brazo entorno a cada lado de mí, y situó las manos en el telescopio.

Sin embargo, mi codo no estaba teniendo algo de parte de esto. —Hazme saber cuándo se ponen a la vista, —susurró, su respiración cortándome el cuello. Un cálido temblor cosquilleó por mi espalda. El buen tipo de temblor —del tipo que te roba el aliento.

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Pensé en golpearle un lado con el codo para que pudiese apartarse.

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Chispas centellearon contra mi piel como estrellas. Hizo a mi corazón derretirse.

Momentos después, el cielo se movió hasta centrarse. —Puedo verlas, —susurré, atónita por como de preciosas eran las estrellas. Él dejo caer los brazos, pero no se apartó. Sin embargo, no me importó. La vista era demasiado increíblemente perfecta y surreal para preocuparme. La forma en que las estrellas brillaban, y las figuras que creaban. Había algo sereno en como todas parecían encajar juntas, como piezas de un puzzle. Un puzzle que, extrañamente, sentía como si yo fuera una pieza de él. Cuando me levanté de ahí, mirando a las estrellas, dejándome llevar, mi cabeza comenzó a zumbar. Al principio solo fue un zumbido bajo, nada demasiado horrible o preocupante. Pero cuando el zumbido bajo aumentó en un completo anillo estridente, pensé que mi cabeza iba a explotar. Dejé caer la mano y salté hacia atrás, de repente sintiendo como si estuviese cayendo. Entonces todo se volvió negro. Lo siguiente que supe, estaba de pie en medio de un campo sin nieve. No tenía ni idea de cómo había llegado ahí. ¿Tal vez de alguna manera me había desmayado y estaba soñando? Sin embargo, no se sentía como un sueño. Me sentía muy despierta.

—Casi estamos ahí. —Era una voz encantadora la que habló. No demasiado alto, ni tampoco demasiado bajo, y no había que negar que pertenecía a una mujer. Sonaba casi familiar tanto como desconocida al mismo tiempo.

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No podía distinguir sus caras, pero no era debido a la oscuridad. Una nublosa neblina los bloqueaba como una mala recepción en una pantalla de televisión. Pero la neblina solo descansaba sobre sus rostros. Todo lo demás era tan claro como el día.

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Una ráfaga de viento sopló detrás de mí, y de repente sentí que no estaba sola. Di la vuelta, trozos de hierba alta siseando en mis piernas. En la distancia, vi dos figuras sobresaliendo; una alta y la otra muy pequeña.

La figura más pequeña, estaba casi segura, era una niña. Caminaba con un brinco, emoción primaveral en su voz cuando dijo: —Estoy muy emocionada. —Lo sé, —respondió la madre—. Y deberías estarlo. Hay mucho por lo que estar emocionado. —Ahora estaban solo a unos pocos pasos de distancia a mí, y esperé que me notasen de pie ahí. Pero cuando continuaron hacia mí como si no existiera, me pregunté si de hecho podían verme. —Hola, —dije. Nada. Seguía tras ellas. Llegaron a parar al lado de un gran roble. El plateado brillo de la luna centelleó la neblina en sus rostros. Los únicos detalles que podía distinguir de ellas era que ambas tenían largos pelos oscuros y equitativas complexiones. Estaba teniendo la sensación de una madre e hija en ellas. Pero no era una experta en el tema, así que no podía decirlo con seguridad. —Aquí estamos. —La mujer levantó la mano al cielo—. ¿Ves esa de ahí? La niña levantó la cabeza hacia el cielo. —Sí, lo veo mamá.

—Hola. —Hace casi cinco años, —continuó la madre, mi saludo pasando desapercibido. —Y ese fue un día muy especial, ¿verdad? —Preguntó la niña, el entusiasmo radiando en su voz.

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—Esa es tuya, —le dijo la madre—. Ese es el lugar de donde caíste. —¿De dónde cayó? ¿Quién cayó? ¿La niña? ¿Qué estaba pasando? ¿Cuál era ese lugar? Grité de nuevo.

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Así que eran madre e hija.

—Verdad, —respondió la madre—. El día de mi muy especial Gemma. Mi boca cayó boquiabierta. ¿Acababa de decir Gemma? ¿Qué era esto? —Hey, —grité, acercándome a ellas—. ¿Quiénes sois? ¿Y dónde estoy? Nada. Era como si me hubiera vuelto invisible. Comencé a perder los papeles. Necesitaba saber lo que estaba ocurriendo. Pero antes de que tuviese la oportunidad de hacer algo más, de repente fui tirada hacia atrás. Jadeé cuando el contorno de la madre y la hija desapareció más y más lejos, hasta que eran nada más que una mancha de luz. —Mierda… —Salté hacia atrás, arrojándome las manos a la boca. El telescopio estaba frente a mí. Mi piel estaba tarareando. Montañas nevadas y arboles estaban por todos lados. Estaba de regreso en Star Grove. No estaba yaciendo en el suelo, desmayada. Estaba de pie. ¿Qué diablos había pasado? Miré alrededor. ¿Nadie había notado mi desaparición? No se veía así. Todos parecían contentos en sus pequeños grupos, trabajando en la tarea. Alex estaba todavía de pie justo detrás de mí como lo hizo antes de que yo hubiera… no tengo ni idea de cómo terminar esa frase. Alex me miro extrañamente mientras levantaba una ceja.

Tal vez la niña era yo. Pero si eso era verdad, entonces ¿por qué había llamado a la mujer, quien estaba segura de que no era Sophia, mama? Mi madre había muerto cuando yo tenía un año, y la niña tenía que tener al menos cuatro años.

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Aislin también me estaba mirando extrañamente. Pero ninguno parecía estar alarmado o completamente loco, lo cual parecía extraño ya que acababa de desaparecer durante quien sabe cuánto tiempo. ¿O sí? Quizás había alucinado o algo. Quizás me había aturdido. Dios, sin embargo no se sentía como si no fuera real. Se había sentido muy real. Demasiado real. Como si lo hubiera visto antes. Vivido antes. Quizás lo hice. La madre había llamado a la niña Gemma.

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—¿Estás bien?

La confusión me nubló el cerebro. Comencé a sudar y la sangre me rugió en las orejas. Las lágrimas me colgaron en los ojos, y tuve que recordarme respirar. —Me tengo que ir, —susurré, moviéndome alrededor de Alex. Él dio un paso frente a mí y levantó la mano. —¿Ir a dónde? —Yo… al autobús. —Hice otro intento por esquivarlo. Él repitió mi movimiento en la velocidad bloqueándome y parando en muerto mis pasos.

de

un

rayo,

—No puedes ir a perderte. Estamos fuera en medio de un bosque. —Sus ojos verdes estaban llenos de preocupación. Era extraño. ¿Por qué se preocupaba? De hecho, no había sido el que me condujo hasta aquí en medio del bosque hacia unos pocos días. A pesar de mis esfuerzos por no hacerlo, comencé a llorar, las lágrimas rodándome por las frías mejillas. Los ojos de Alex se ampliaron. —¿Estás… estás llorando? —Um… oh, cállate. —Y entonces me apresuré a pasarle, mi hombro golpeando el suyo. —Gemma espera, —gritó Alex detrás de mí.

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Pero seguí corriendo, sin pensar en las consecuencias de lo que estaba a punto de hacer cuando me dirigí directamente al autobús.

Traducido por Sitahiri Corregido por katiliz94

E

ncontré la puerta del autobús entreabierta, haciendo que fuera fácil abrirla. El conductor no estaba ahí y las luces estaban apagadas. Con lágrimas resbalando por mi rostro, me dejé caer en un asiento. Abracé las piernas contra mi pecho, y lloré en la oscuridad al típico estilo Gemma… completamente sola. ¿Qué me estaba pasando? ¿Me dirigía a una crisis emocional? ¿Iba a terminar encerrada en una celda acolchada en algún lugar, gritando a todo pulmón que todo lo que dije era verdad… que no estaba loca? Aunque, ¿estaba loca? ¿Algo de lo que estaba sucediendo era realmente verdad? ¿O mi mente estaba presionando los límites de la cordura, apareciendo de la nada un mundo ficticio? Sin prestar atención, toqué el bolsillo de mis jeans en donde estaba la lista de fechas. Me quité el guante y la saqué, los bordes del papel picando mi piel mientras lo hacía. Letras formando mi nombre y las fechas me devolvían la mirada. Eso era real.

A través de mi borroso velo de lágrimas, creí ver un destello de amarillo justo al otro lado de la ventana. Con el corazón latiendo salvajemente, me incliné hacia delante para ver mejor y vi una figura alta, oscura dirigiéndose directamente al autobús. Casi me había olvidado del monstruo. De nuevo. Debía salir del autobús. Ahora. Antes de que fuera demasiado tarde. Me levanté de un salto de mi asiento, preparándome correr como loca de regreso a los telescopios, en donde podría estar segura, al

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papel, Deseé

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Lágrimas cayeron de mis ojos y mancharon el desvaneciendo la tinta roja. Todo era tan complicado. desesperadamente sólo poder darle sentido.

menos por el momento. Pero electricidad giró por mi cuerpo, y me detuve en seco. Alex estaba abriéndose camino lentamente por el pasillo. —¿Qué demonios estás haciendo aquí? —Nada —la palabra salió apresuradamente. Eché un rápido vistazo a la ventana. La alta figura se había ido. Se detuvo a unos pasos de mí, sus ojos tan abiertos como dos pelotas de golf. —Has estado llorando. —¿Y? —metí la lista en el bolsillo de mi abrigo y me limpié las lágrimas de mis mejillas—. Las personas lloran todo el tiempo. —Sí, pero sólo cuando algo horrible o triste les sucede —se detuvo, mirando por la ventana, después regresó a mí—. ¿Acaso te pasó algo horrible o triste? Negué con la cabeza, temerosa de hablar. Temerosa de que mi voz pudiera delatar mi mentira. —Estaba observando las… ¿estrellas? —se escuchó más como una pregunta que como una respuesta. Inclinó la cabeza a un costado, su frente arrugándose de preocupación.

Su expresión se suavizó un poco. —Gemma, obviamente hay algo que te está preocupando, así que dime qué es por favor. Creo que era la primera vez que lo escuchaba usar la palabra por favor. Aun así, no significaba que iba a venirme abajo y contarle todos mis secretos.

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Lo fulminé con la mirada. Insultarme no era una buena idea en este momento.

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—¿Pero acaso no estabas mirando las estrellas por un telescopio hace un momento? Justo antes de que salieras corriendo como un loca.

—No hay nada que me preocupe. Así que, si no te importa, creo que voy a volver a la clase. Avancé hacia adelante, pero sus manos bajaron al respaldo de los asientos, evitando que diese otro paso. Retrocedí, tratando de ampliar la distancia entre nosotros, pero igualó mis pasos, acortándola de nuevo. Traté de no asustarme por el hecho de estar siendo acorralada como un gato. —Mira, no creo que… —mi espalda golpeó la puerta trasera. Se detuvo a sólo unos pasos de mí y tocó mi rostro. Me encogí cuando limpió una lágrima perdida resbalando por mi mejilla. Sus dedos hormiguearon contra mi piel, haciéndome sentir mareada y atontada, y tuve que agarrarme de un asiento cercano para evitar tropezar. Levantó su dedo hacia la luz de la luna entrando por la ventana y analizó la lágrima. —Si nada está mal —dijo con una voz apenas más allá de un susurro—, ¿entonces qué es esto? Me sentí cansada. Todo era demasiado… intenso. No podía soportarlo más. Suspiro, un intenso suspiro proveniente del corazón. —Es una lágrima. —Sí, ¿pero por qué hay lágrimas brotando de esos ojos morados tuyos?

—¿Triste por qué? —No lo sé —me encogí de hombros. Se quedó callado. Mi cuerpo chisporroteó por la electricidad mientras sus ojos se mantenían fijos en mí, mirándome con la más intensa de las expresiones.

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Esbozó una sonrisa torcida, pero rápidamente se desvaneció.

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—Porque estoy triste —le dije, lo cual era la verdad—. Y mis ojos no son morados. Son violetas.

—Sabía que podías sentirlo —dijo suavemente. —¿Sentir qué? —repliqué sin aliento. —La electricidad —susurró en una voz tan baja que mandó otro buen estremecimiento por mi columna. Tuve que recuperar el aliento antes de hablar. —No tengo idea de lo que estás hablando. —Sí, lo sabes —se movió poco a poco hacia delante, la punta de sus tenis rozando las mías. ¿Se estaba poniendo caliente ahí o sólo era yo? Mi proceso de razonamiento se estaba derritiendo. El mundo se ocultó a mi alrededor. Podía escuchar mi corazón tamborilear en mi pecho, y me pregunté si él también podía escucharlo. Sentí como si me estuviera desvaneciendo. Pero no podía desvanecerme. Necesitaba recordar todas las mentiras que dijo. Pero nuestras miradas estaban trabadas, y podía sentir mi autocontrol desapareciendo.

Nuestros ojos se abrieron de repente. Alex dio un paso atrás con la mirada de un ciervo-atrapado-por-las-luces-de-un-auto. Me quedé en donde estaba con la espalda pegada a la puerta. Las luces estaban encendidas y Aislin estaba parada al frente del autobús, sus ojos abiertos como platos. —¿Qué demonios está sucediendo aquí?

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—¡Alex! ¡¿Qué estás haciendo?!

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Puso su mano en mi mejilla. Cada centímetro de mi cuerpo estalló como fuegos artificiales encendidos por las chispas. Era como el maldito Cuatro de Julio aquí dentro, todo caliente y chispeante. Las luces del techo se encendieron, después se apagaron. Alex cerró los ojos y se inclinó hacia delante. Emm… ¿acaso él iba a hacer lo que creo que estaba planeando hacer? No. De ninguna manera… Sus labios rozaron los míos. Me congelé, insegura de qué hacer, pero luego mis instintos tomaron el control. Dejé que mis parpados se cerraran y caí en el beso.

Alex se quedó viéndome fijamente mientras delineaba sus labios con un dedo. Los labios que acababan de tocar los míos. ¡Mierda! Apartó la mirada y se dio la vuelta para encararla. —¿Por qué creerías que está pasando algo? Aislin colocó las manos en sus caderas y entrecerró los ojos. —Alex, sabes muy bien que no deberías estar haciendo algo como esto. ¿Se estaba refiriendo a besarme? Vale, en serio quería salir del autobús ahora. —Emm, sí, creo que voy a volver afuera. El brazo de Alex bajó frente a mí. —No, no lo harás. —Emm, sí, lo haré —traté de empujar su brazo fuera del camino, pero era demasiado fuerte—. No puedes obligarme a quedarme aquí. —Claro que puedo —dijo. Ni siquiera me estaba mirando, pero estaba bastante segura de que podía sentir la abrazadora mirada que le estaba lanzando por la manera en que cambió su peso.

—Aislin, sólo guarda silencio. Lo fulminó con la mirada, pero su boca permaneció cerrada. Él regresó a mirarme. —Ahora, ¿qué fue lo que viste afuera? Me crucé de brazos.

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Alex levantó la mano.

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—Alex, de verdad creo que… —comenzó Aislin.

—Nada. —Eso es mentira —se estaba enfadando, sin embargo, cuando habló su voz sonó completamente calmada—. Sólo dimelo, por favor. Creo que sentí un escalofrío reptar por mi columna. Pero asumiendo que era debido al frío, no le hice caso y negué con la cabeza. —No. Respiró profundo y dijo suavemente: —Por favor. Juro que puedes confiar en mí. Pude sentirme a mí misma caer de nuevo… caer dentro de sus ojos. Tal vez podía contarle todo… sobre los monstruos… sobre mí… el escalofrío reptó por mi columna de nuevo, esta vez sintiéndose muy resbaloso y parecido a una serpiente. Me estremecí. —¿Qué es eso? Frunció el ceño. —¿Qué es qué? —Se siente como si hubiera algo resbaloso y frío en mi espalda — le dije, recorriendo con mis dedos la parte de atrás de mi abrigo. Miró sobre mi hombro, y sus ojos se abrieron horrorizados.

—Aislin —dijo Alex, un tono preocupado en su voz. Escuché un fuerte chillido, y a través de las ventanas cubiertas de nieve, creí ver un destello de amarillo. Pude escuchar a Alex y Aislin hablando… algo sobre salir de ahí y teletransportarse, lo que sea que fuera eso, pero yo parecía no poder apartar la mirada de la ventana congelada para ver lo que estaban haciendo. Creo que estaba congelada de terror, literalmente.

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De pronto el aire se sentía como a muerte.

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—¿Qué? —seguí su mirada y mi corazón se detuvo. Escarcha estaba formando una red por la puerta trasera—. ¿Qué demo…? — rápidamente cambié mi atención a las ventanas laterales. El hielo estaba cubriéndolas todas. Mi neblinoso aliento se entrelazó frente a mí.

Necesitaba salir del autobús. Arranqué la vista de las ventanas. Aislin estaba arrodillándose en el suelo, haciendo algo raro con una vela negra y lo que parecía como un trozo de amatista. ¿Qué era esto? ¿La hora de la magia negra? —Tengo que salir de aquí —dije, tratando de pasar empujando a Alex. —No vas a irte a ningún lado —gruñó Alex, rehusándose a dejarme pasar. —Sí, me voy —lo empujé con toda la fuerza que pude reunir, pero se quedó ahí parado como una estatua. Estaba al borde de las lágrimas de nuevo—. No lo entiendes, tengo que irme. ¡AHORA! —No, tú eres la que no lo entiende —espetó Alex—. Si sales de este autobús, morirás. —¡Si me quedo, me matarán! Eso llamó su atención. —¿Quién te matará? Oh, mierda. No quise decir eso en voz alta. Pero con lo que estaba pasando a nuestro alrededor, ¿tan siquiera importaba de verdad? —Esas cosas —señalé hacia las ventanas, en donde ahora destellaban ojos parpadeantes.

Cerró los ojos y respiró hondo. —Aislin, ellos lo saben. Aislin, que estaba colgando la amatista sobre la llama de la vela, se congeló. Alex me estaba dando la espalda. Esperando tomarlo con la guardia baja, traté de pasar velozmente a su lado, pero me atrapó por la

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—Por supuesto que lo sé —traté de pasar empujándolo una vez más, pero era inútil—. No es la primera vez que los he visto.

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—¿Sabes lo que son? —preguntó, estupefacto.

capucha de mi chaqueta y tiró de mí hacia atrás, atrapándome contra su pecho. —Ya te dije que si sales, Los Caminantes de la Muerte te matarán —dijo—. Así que hazte un favor y quédate quieta. Casi lo pateé en la espinilla, pero algo de lo que dijo me detuvo. —¿Los Caminantes de la Muerte? ¿Qué es un Caminante de la Muerte? —Esas cosas ahí fuera con los ojos brillantes… —levantó la barbilla hacia uno en las ventanas cercanas—… se llaman Caminantes de la Muerte. Y son llamados así por una buena razón. Pueden congelar a alguien hasta morir sólo con tocarlos. —Sé que pueden —susurré, el horror pulsando a través de mí mientras pensaba en las pesadillas que habían estado persiguiéndome una y otra vez, pesadillas que debería haber tomado más en serio. Pero era demasiado tarde ahora. El bosque estaba justo afuera y estaba a punto de morir. Mis manos congeladas estaban temblando. Asumí que era por mis nervios hasta que vi que habían adquirido una espantosa sombra color morada-azulada. —¡Oh, por Dios! —grité, sacudiendo azuladas—. ¿Qué está sucediéndome?

mis

manos

morado-

Alex tomó mis manos entre las suyas. Su piel se sintió tan cálida.

Negué con la cabeza fieramente. Por favor volved a la normalidad. Por favor volved a la normalidad. ¡Por favor volved a la normalidad!

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Trata de relajarte. ¿Estaba bromeando? ¿Cómo se suponía que me relajara cuando la muerte estaba esperándome justo fuera de las congeladas paredes del autobús? ¿Y cómo demonios esperaba él que Aislin nos sacara de aquí? ¿Con su vela mágica, esa cosa de bruja vudú que estaba haciendo? Sí, todo lo que estaba haciendo era crear una nube de humo gris violáceo que estaba comenzando a llenar el autobús.

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—Trata de relajarte —me dijo—. Aislin nos tendrá fuera de aquí en sólo un segundo.

—Sólo cálmate —me tranquilizó Alex—. Te prometo que todo saldrá bien. Sí, no estaba tan convencida. El autobús dio una sacudida súbita a un lado y la niebla comenzó a arremolinarse bajo las ranuras de las puertas y ventanas. La temperatura descendió. Mi cuerpo ardió… así estaba de frío. Sintiéndome exhausta, dejé que mis párpados se cerraran. —Permanecee dessspierta —la voz de Alex sonaba tan distante. Entreabrí los ojos y él me abrazó contra su pecho, su voz reverberando en cámara lenta cuando dijo—. Aislin, apreeesuráteee. —Perrrr es calxxxx EGO lux lucisss viaaa —susurró alguien. Al menos creo que alguien susurró. En este momento, podía haber estado alucinando. Las luces del interior parpadearon y se apagaron, y todo lo que pude ver fueron los ojos amarillos sobrevolando en el exterior como fuego alrededor. Después un brillo púrpura se tragó mis alrededores, y dejé mis ojos cerrados mientras las ventanas se rompían en mil pedazos. Sentí el brazo de Alex subir a mi cabeza de forma protectora. Un penetrante dolor rasgó mi costado, y solté un grito.

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Lo siguiente que supe, fue que estaba volando por el aire.

Traducido por Sitahiri y katiliz94 Corregido por katiliz94

N

o estoy segura de cuánto tiempo estuve en el aire… o si siquiera estuve en el aire. Era difícil decir con la pesada manta de oscuridad a mi alrededor. Cuando por fin vi luz de nuevo, mi rostro estaba a centímetros del suelo, a punto de estrellarse contra él, con fuerza. Y con fuerza me estrellé, de hecho. Con mis miembros doloridos en protesta y mi cerebro dando vueltas atontado, me puse de pie. Ya no estaba en el autobús, sino en un cuarto con paredes rojas y un suelo de madera negro como la ceniza. Un sofá de cuero en forma de L adornaba la otra esquina, y había estanterías por todos lados. Cortinas negras bloqueaban todas las ventanas así que no estaba segura de lo que había afuera.

—¿Qué pasa? —preguntó Alex, la preocupación entrelazándose con su voz. Levante una mano, manteniendo la otra en mis adoloridas costillas. —Aléjate de mí.

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Una mano se posó en mi hombro, mandando una descarga de electricidad en espirales por mi brazo. Me di la vuelta, apartando la mano de un golpe. Alex estaba parado a sólo unos centímetros de mí, y justo detrás de él estaba Aislin. Por un instante estuve abrumada por el impulso de correr hacia él. Pero la sensación desapareció rápidamente cuando los recuerdos de lo que había acabado de suceder pasaron como un huracán por mi mente. Me aparte a trompicones de él, mis manos escudándome frente a mí. Pero un dolor penetrante como una navaja se extendió por mi costilla izquierda, y solté un gemido mientras me doblaba y envolvía mi brazo alrededor de mi cintura.

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—¿Dónde diablos estoy? —dije.

—Gemma, no voy a lastimarte —dijo, sonando muy convencido. Pero no me lo creía—. Debes quedarte quieta. Estás herida. Algo cálido y pegajoso goteó por el reverso de mi mano. Sangre. Levanté el borde mi abrigo. Un pequeño pedazo de vidrio estaba alojado en mi piel. Jadeé. —Sólo relájate —el tono de su voz era tolerante, para nada relajante. Se volvió hacia Aislin—. Será mejor que vayas a buscar a Laylen y veas si él tiene un kit de primeros auxilios o algo así. Aunque, ni siquiera estoy seguro de por qué nos trajiste aquí en primer lugar. Aislin se sonrojó. —No estaba tratando de hacerlo. Fue un accidente. Sólo deberías estar agradecido porque nos saqué de ahí antes… —me miró y su voz se desvaneció—. Iré a buscar a Laylen —dijo y se escapó por la puerta. —¿Quién es Laylen? —pregunté. Alex indicó el sofá en forma de L. —Ve a sentarte para que pueda revisarte eso. Negué con la cabeza, mi mano seguía agarrando mi costado herido. —No hasta que me digas en donde estamos. Y cómo diablos llegamos aquí. Y…

Tenía razón, supongo, pero merecía algunas respuestas. —Bien. Iré a sentarme. Pero no dejaré ir esto. Vas a decirme lo que está sucediendo. Me estudió con una expresión de curiosidad. —Sabes, no te pareces en nada a como pensé que serías.

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—En realidad no creo que eso sea lo más importante ahora mismo, considerando que tienes un pedazo de vidrio saliéndote de la costilla.

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Alex me interrumpió.

—Ni siquiera sé lo que eso significa —dije con vehemencia—. Siempre dices cosas que no tienen ningún sentido. Suspiró. —Sólo ve a sentarte y trataré de explicar las cosas lo mejor que pueda. Estaba atónita. ¿Había ganado la discusión de verdad? —¿Lo dices en serio? Asintió. —Pero apresúrate. Estás sangrando por todo el suelo. Después de acomodarme en el sofá, dejé que mis preguntas brotaran sin parar. —Está bien, así que, ¿cómo llegamos aquí? ¿Y qué eran esas cosas? ¿Esos… Caminantes de la Muerte? ¿Y cómo es que sabes de ellos? ¿Y cómo es que conoces a Sophia? Porque puedo decir por el modo en que ustedes hablaban que… —el modo en que Alex me estaba viendo hizo que mi voz se desvaneciera. Se veía totalmente desconcertado. —¿Vas a darme la oportunidad de hablar? —inquirió—. ¿O sólo quieres continuar? Me mordí el labio inferior. —Lo siento. Continúa.

Parpadeé. —¿Qué? Encontró mi mirada. —Para que pueda sacarte el cristal, tienes que quitarte el abrigo.

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—Quítate el abrigo.

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Apretó los labios y se quedó viendo fijamente a la nada.

—Oh —por alguna estúpida razón, de repente pensé en el beso que compartimos. Apenas podría considerarse un beso, realmente suave y breve como el toque de las alas de una mariposa. Aun así, podía sentir la persistente chispa en donde sus labios habían rozado los míos. Me quité el abrigo con cuidado, haciendo una mueca de dolor cuando el cristal se movió. Alex se quitó los guantes y abrigo y se arremangó las mangas de su camiseta térmica negra de manga larga. Luego estiró una mano hacia mí. —¿Qué estás haciendo? —mis músculos se tensaron mientras me apartaba de él. Indicó mis costillas. —Voy a revisar eso. —Oh —dije estúpidamente. Respiré hondo y me mantuve tan quieta como pude. Levantó el borde de mi camiseta sólo lo suficiente para que pudiera ver el trozo de cristal saliendo de mi piel cubierta de sangre. Lo examinó, trazando cuidadosamente un círculo alrededor de la herida con su dedo.

—¿Está muy mal? —pregunté en un agudo tono de voz. Su boca se curvó en una sonrisa. —No, no está para nada mal. El trozo de cristal es pequeño, y ya casi no sangras. Debo ser capaz de sacarlo y coserte sin ningún

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Al final, después de lo que pareció una eternidad, apartó la mano. Su rostro estaba absolutamente serio, preocupado inclusive. Me hizo ponerme ansiosa.

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Contuve el aliento, tratando de contener el jadeo que desesperadamente quería escapar de mis labios. Terminaría siendo el gemido de la buena clase, el tipo de gemido que podría darle a entender que estaba bien con todo. Y no lo estaba. Ni por asomo.

problema —se apoyó contra el sofá y miró hacia la puerta—. Tan pronto como Aislin llegue aquí. Bajé la esquina de mi camiseta y fruncí el ceño. —Eso no fue gracioso. Me hiciste pensar que estaba seriamente herida o algo así. Se rió. —De hecho, lo estabas. Lo fulminé con la mirada. —¿Tan siquiera sabes cómo coser? —¿Qué, no confías en mí? Elegí no contestar eso. —¿Qué tal si contestas alguna de mis preguntas? Frunció el ceño. —Preferiría no hacerlo. —Pero dijiste que lo harías —protesté—. Es decir, ¿en realidad es tan malo que no puedes decirmelo? —Sí —dijo. Un escalofrío trepó por mi columna.

—¿Estás segura de eso? Tragué con fuerza y asentí. —Bien —hizo un aspaviento—. Haz tus preguntas. —De acuerdo… —mi mente parecía en blanco de repente—. Emm… ¿En dónde estamos?

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Trabó la mirada conmigo.

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—Bueno, aun quiero saberlo.

—En casa de Laylen. Un amigo de Aislin y mío —apartó la cortina que estaba detrás de nosotros—. Vive en el desierto de Nevada. Si no hubiera sido por la luz del sol, iluminando el cielo, y la arena marrón dorado, espolvoreada con cactus, que se extendía más allá de donde llegaba mi vista, no le hubiera creído. Pero ahí estaba, justo afuera de la ventana. —¿Cómo…? —tartamudeé—. Es decir… ¿cómo? Soltó la cortina. —Es ahí donde todo esto se vuelve confuso. —¿Se vuelve confuso? Ya ha sido confuso durante bastante tiempo. —¿Ah, sí? —murmuró. No estaba segura de sí era una pregunta retórica o no, así que no contesté. —Entonces… ¿cómo exactamente llegamos a Nevada en sólo una fracción de segundo? Vaciló. —Aislin nos transportó aquí.

—Es una forma de magia. Solté una carcajada. —¿Estás hablando en serio? Porque, sólo para que lo sepas, la magia no es real. —Así es, ¿no es cierto? —señaló toda la habitación—. ¿Entonces cómo explicas esto?

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Vaciló de nuevo.

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—Transportó —dije, muy lentamente, como si la palabra fuera extraña. Pero el modo en que la usó era extraño—. Recuerdo escucharos decir esa palabra en el autobús, pero ¿qué quiere decir eso exactamente?

Me encogí de hombros. —Puede ser una ilusión provocada por el trauma de esas cosas… esos Caminantes de la Muerte… cosas tratando de matarme. Me miró fijamente, estupefacto. —Así que, déjame aclarar esto. Lo que estás queriendo decir es que crees en algo como Los Caminantes de la Muerte quiénes, por cierto, son demonios, pero no crees en la magia. —Emm… —vale, tenía razón, pero aun así, todo era demasiado extraño—. No sé en lo que creo. —Bueno, si no puedes creer en algo tan simple como la magia, entonces no tiene caso que trate de explicar el resto. Porque de todo esto, la magia es lo más cuerdo de todo esto. Pensé en lo que estaba diciendo durante un momento, pero seguía sonando irreal. —¿Entonces lo que intentas decir es que Aislin es una bruja? Asintió. —Pero por tu tono sarcástico, supongo que sigues sin creértelo. —Lo intento —en verdad lo hacía—. Pero es algo difícil de aceptar algo que se escucha tan… loco.

—¿Qué sensación? —inquirí, sabiendo perfectamente a qué se refería. Antes de que pudiera detenerlo, colocó la mano en mi mejilla. La electricidad cantó por mis venas, y bajo ningún control de mi parte solté un jadeo.

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—Entonces dime esto. ¿Cómo puedes aceptar la sensación que sé que estás sintiendo ahora mismo, pero no puedes aceptar que Aislin es una bruja? Porque, en un loco sentido, ambas cosas se tratan de lo mismo.

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Me miró, provocando que mi piel se electrificara.

—Esa sensación —susurró, la palma de su mano seguía acunando mi mejilla. Al criarme con Marco y Sophia, las dos personas menos cariñosas, nunca estuve cerca de tan siquiera recibir una palmadita en la espalda. Así que Alex tocándome de ese modo se sintió muy extraño. Sin embargo, de algún modo, al mismo tiempo, se sintió muy familiar. Dejó caer la mano, y ambos sólo nos quedamos ahí sentados, mirándonos el uno al otro. —Vale —dije finalmente, rompiendo el silencio—. Te creo así que puedes continuar. Forzó una falsa sonrisa. —¿Puedo? —Sí, puedes. Sacudió la cabeza, pareciendo que estaba intentando con fuerza no sonreír, luego volteó a verme. —Mira, he roto un montón de reglas. Incliné la cabeza a un costado, confundida. —¿Qué reglas?

—No tienes idea de lo equivocada que estás —la intensidad en su mirada me hizo encogerme hacia atrás. Tragué saliva. —No entiendo a qué te refieres… —Aquí está —avisó Aislin, mientras entraba a la habitación llevando un kit de primeros auxilios.

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—¿Cuán importante soy? —le lancé una mirada dudosa—. Créeme, no tengo nada de importante. Para nada.

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—Nada. No importa —dijo rápidamente. Se pasó los dedos por el pelo bruscamente—. Dios, ¿cómo diablos se supone que te explicaré cuán importante eres?

Alex prácticamente se levantó de un salto del sofá. —Tardaste demasiado. Haciendo una mueca, le dio el kit de un empujón. —Me llevó un minuto encontrar a Laylen. —Por supuesto —dijo Alex, su tono insinuando algo. Algo que estaba segura que no quería saber. —Como sea, Alex —apartó su cabello dorado de su hombro—. Y sólo para que lo sepas, Laylen va a mantenerse alejado hasta… —me echo un vistazo, luego se inclinó hacia delante y habló más bajo. Después de eso, sólo pude descifrar la mitad de lo que estaba diciendo. Ser capaz de leer los labios hubiera sido útil ahora mismo. Todo lo que pude oír fue algo sobre “mantenerse alejado” y “sangre.” Tal vez Aislin no podía soportar ver sangre… no lo sé. Pero en realidad, nunca sabía lo que estaba pasando. No. —Supongo, pero no está sangrando tanto —la voz de Alex se elevó lo suficiente como para que lo escuchara. Metió el kit bajo su brazo—. ¿Por qué no vas y tratas de sujetar a Stephan? Hazle saber lo que pasó y ve qué quiere que hagamos. ¿Quién era ese Stephan? —¿Y qué hay del otro problema? —indicó en mi dirección.

—¡Contárselo! —exclamó Aislin—. ¡¿Estás loco?! Uh… Hola, estaba sentada justo ahí. Cielos, chicos. —En realidad no tenemos opción —dijo Alex—. Después de lo que acaba de ver. Me pregunté si olvidaron que estaba en la habitación. Por otro lado, ser sutil nunca había sido lo suyo.

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—Voy a contárselo.

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Él se encogió de hombros.

Aislin suspiró. —Bien. Haz lo que quieras. Iré a llamar a Stephan —se fue pisando fuerte hacia la entrada, pero se dio la vuelta antes de salir—. Pero sólo para que conste, esto es cosa tuya. —Gracias por aclararlo —dijo en un tono sarcástico. Lo fulminó con la mirada antes de salir de la habitación. Alex se acercó al sofá, se arrodilló en el suelo, y abrió el kit de primeros auxilios. —¿Quién es Stephan? —pregunté. —Mi padre —eso sí que no era lo que me esperaba, maldición. Tomó un cojín del pie del sofá y lo colocó a mi lado. —Recuéstate para que pueda sacar ese pedazo de cristal y coserte. Y trataré de explicar todo mientras lo hago. Noté el énfasis en la palabra intentar. —¿Así que por intentar, te refieres a intentar explicar toda la verdad? ¿O sólo las partes de la verdad que quieras que escuche? Me miró de forma burlona. —Eres algo difícil, ¿lo sabes? —Cielos, gracias —repliqué, mi voz rica en sarcasmo.

Me recosté en el sofá tan cuidadosamente como pude y apoyé la cabeza en el cojín. —De acuerdo —frotó sus manos—. Trata de quedarte tan quieta como sea posible mientras saco el cristal. Me encogí. No pude evitarlo. Respiré hondo y fijé los ojos en el techo, tratando de pensar en algo más además del hecho de que él

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—Te diré todo de todo.

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Sacudió la cabeza, pero capté un destello de una leve sonrisa.

estaba a punto de sacar el cristal. Pero el color rojo del techo me recordaba a un montón de sangre, y fui muy consciente del tirón cuando Alex removió el cristal. Lancé mi brazo sobre mi rostro y cerré los ojos, respirando lentamente. —¿Estás bien? —inquirió. Asentí, pero mis costillas estaban en llamas. —Esta pequeña cosita justo aquí es lo que estaba dentro de ti — dijo. Abrí los ojos. En la palma de su mano estaba un trozo de cristal manchado de sangre cerca del tamaño de una moneda de veinticinco centavos. —¿Eso es todo? —sobresaliendo de mi piel, había parecido mucho más grande. —Síp, eso es todo —dejó caer el cristal en el kit, y repiqueteó cuando golpeó el plástico. Sacó una bolita de algodón y vertió alcohol en ella—. Gemma, lo siento mucho. Su “lo siento” me dejó perpleja por un momento. Antes de que pudiera averiguar a qué se refería con ello, ya había presionado la bolita de algodón en mi herida. Se sintió como si alguien hubiera tirado gasolina sobre mi piel y encendido un fósforo. Cerré con fuerza los ojos y me mordí el labio, intentando no gritar con todas mis fuerzas. Por fin, después de lo que parecieron horas, se apartó.

—Ahora sólo tengo que coser la herida —lanzó la bolita de algodón bañada en sangre dentro del kit de primeros auxilios—. La herida no es tan grande, así que no debería llevarme mucho tiempo. —Vale —dije a través de respiraciones superficiales. Comenzó a desenrollar un carrete de hilo transparente entorno a su mano.

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Estaba demasiado dolorida para responder.

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—Lo siento por eso. Es sólo que creí que sería mejor si te tomaba desprevenida. De ese modo no lo anticiparías y tratarías de apartarte.

—Entonces, ¿vas a explicarme el por qué crees que soy tan importante? —inquirí, mirándolo desenrollar el carrete como un gato. —Dame un segundo —recortó el final del carrete con un par de tijeras—. Antes de que lo haga, sin embargo, tienes que prometerme dos cosas. —Depende de qué sean esas dos cosas. Me lanzó una mirada mientras sacaba una brillante aguja del kit. —Lo siento —intenté de nuevo—. ¿Cuáles son esas dos cosas que necesito prometer? —Primero, tienes que prometer que trataras de tener una mente abierta. —De acuerdo —mantener una mente suficientemente fácil—. ¿Y la segunda promesa?

abierta

parecía

lo

—Que dejaras que termine de hablar antes de que comiences a asustarte. Esa no era tan fácil. Mis entrañas se revolvieron. —¿Cómo sabes que me asustaré? Pasó el trozo de hilo transparente por la aguja. —Porque lo harás.

—Está bien, trataré de no asustarme hasta que termines de hablar. Levantó las cejas. —¿Lo intentarás? De repente me sentí muy consciente de que estaba a punto de oír algo malo. Muy, muy malo.

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Tragué el bulto en mi garganta.

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Cielos. ¿Qué tan malo iba a ser? Imagino, considerando todo lo que ocurrió, que tenía que ser malo. ¿Cómo podía no serlo?

—Bien. No me asustaré hasta que termines —pero antes de eso, todas las apuestas quedaban en el aire. Sostuvo la aguja justo sobre mi caja torácica. Me encogí de dolor —absolutamente, al cien por cien, odio las agujas. Con toda su agudez y siendo puntiagudas— su único propósito era acuchillarte. —Ni siquiera estoy segura de donde comenzar con todo esto, — murmuró y dejó salir un hipo de silencio—. ¿Recuerdas esa historia que te conté, la de la estrella caída? —Sí… lo recuerdo. —Quieta, —dijo mientras filtraba la ajuga hacia abajo y vigilantemente la guiaba por mi piel. Picaba. Mal. Mis ojos se cerraron, y me aferré al borde del sofá. —Respira, —me recordó Alex. Mis ojos se abrieron, y respiré el aire. —¿Estás bien? —Preguntó después de un segundo o dos de haberse chuleado. —Sí, eso creo. —Pero mi voz temblaba. —¿Estás segura? —Sí… pero puedes coger todo esto con rapidez. Por favor. Asintió y después ondeó la ajuga en mi piel de nuevo.

—Oh, sí, la estrella caída –todo lo que ha ocurrido tiene que ver con eso, —¿Cómo? —¿Recuerdas la historia, verdad? Hace veinte años una estrella cayó del cielo.

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—Estabas hablando de la estrella caída… —Jadeé cuando presionó la ajuga en mi piel por tercera vez.

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—Entonces, ¿dónde estoy?

Asentí. —Pero eso no significa que lo crea. Se detuvo, la aguja a mera astilla de aire de distancia de perforar en mi piel. —Me prometiste que tendrías una mente abierta, recuérdalo. Y necesitas creer en la historia de la estrella caída si no el resto de esto va a sonar como una mentira. —Pero, ¿eres un mentiroso, verdad? —Pregunto, sabiendo que aquí estoy pisoteando en aguas finas. Él era el que estaba sosteniendo la aguja, después de todo. Pero aun así, necesitaba ser dicho. —Mentiroso es una palabra fuerte. Prefiero pensar que estoy omitiendo algunos de los detalles. —Rodé los ojos. Lo que sea. Esta vez cuando movió la aguja por mi piel, situó la mano libre en mi estómago. Mi estómago desnudo. Toda mi atención se centró en como sus dedos estaban tocando mi piel desnuda. El calor. El burbujeo. Incluso un poco de lo entumecido fuera del dolor. —¿Gemma? —Su voz me devolvió a él. Parpadeé aturdida. —¿Eh? Me miro, su frente arrugada.

—Umm… no. —Te pregunté si recordabas cuando mencioné el grupo secreto que escondió la estrella. —Asentí, de alguna manera todavía distraída por su cálida mano tocando mi estómago—. Sí, lo recuerdo. —Bien, el grupo secreto es llamado Los Custodios de Vita.

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Tanto como odiaba hacerlo, sacudí la cabeza porque no había escuchado ni una sola palabra de lo que él había dicho.

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—¿Escuchaste lo que dije?

Había demasiada electricidad. —¿Los qué? —Los Custodios de la Vita, —respondió, sonando irritado. Eso es. Era demasiado difícil concentrarse con su mano tocándome así. Extendí el brazo y lo aparté de mí. Me dio una mirada extraña, miró su mano, después a mí. —¿Qué es, como el latín o algo así? —Pregunté, esperando distraerlo lejos de lo que acababa de hacer. —Sí… significa los Custodios de la Vida. Pero de alguna forma nos llamamos Los Custodios. —Custodios de la Vida. —Levanto las cejas—. Suena como un culto. Una suave risa escapa de sus labios. —Sin embargo, no lo es. En realidad protegemos al mundo de las cosas peligrosas. —¿Nosotros? —Estudié su expresión; tan seria y, al menos tanto como podía decir, sin tanta expresión perteneciente a alguien que estaba mintiendo. Sin embargo, Alex era un excelente mentiroso. que

perteneces

a

ese

grupo

—Y Aislin. Y… —Su voz se vuelve más silenciosa—. Marco y Sophia. Yazco ahí, sin movimiento, dejando entender sus palabras. —Entonces, ¿lo que me estás intentando decir es que Marco y Sophia, las personas que me han criado desde que tenía un año, pertenecen a algún grupo secreto que protege al mundo del mal? — Sonaba de forma demasiado ficticia. Todos salvando al mundo del mal, de los demonios y de los vampiros. Sí, lo sé, en realidad no había

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diciendo

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—Entonces, ¿estás de Custodios? —Asiente.

mencionado a los vampiros pero… dios, ¿qué pasaba si había de verdad vampiros? —No. No hay forma. Estás mintiendo. Tienes que estar mintiendo. Tenía que estarlo. —Esta es la segunda vez que has dicho eso en los últimos cinco minutos, lo cual es realmente frustrante ya que eso es lo único de las pocas veces sobre lo que te he dicho la verdad. —Parece tan enfadado que era difícil no creerle. Además, algo más se me acababa de ocurrir. Algo que podría respaldar parte de lo que está diciendo. Aquella vez en la que había atrapado a Sophia y a Alex teniendo esa extraña conversación en el vestíbulo. Si lo que él estaba diciendo era verdad, eso explicaría como se conocieron el uno al otro. Mi estómago se sintió retorcido por completo. ¿Qué pasaba si lo que estaba diciendo él era verdad? —¿Ese es el por qué Sophia y tu estuvisteis hablando el otro día? ¿Tenía que ver algo con esto? Dio un asentimiento lento. —Esa noche estábamos discutiendo… algo. Sentí un fuerte tirón cuando la aguja perforó mi piel. Dejé salir un gemido y me mano bajó instintivamente hacia el dolor. Afortunadamente, Alex atrapó mis dedos antes de que tocasen las puntas, —Sea lo que sea lo que hagas, no lo toques, —advirtió.

Dudó, viéndose estresado. —Ni siquiera sé cómo empezar a explicarte el resto de esto. —Dejó salir un suspiro frustrado cuando la aguja se deslizó por mi piel—. Está bien, entonces esa estrella de la que te estaba hablando contenía

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—Entonces, si estás diciéndome la verdad –lo cual aún no estoy cien por cien segura de que lo estés– entonces, ¿por qué nadie ha mencionado nada de esto antes?

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Retiré la mano y la mecí contra mi pecho.

mucho poder. Ese es el por qué nosotros –los Custodios fuimos y llegamos en primer lugar. Si caía en manos equivocadas entonces… El silencio apretó el aire. —¿Entonces qué? —Ojala lo hubiese soltado. Sacudió la cabeza. —Nada. —Se detuvo, pareciendo desgarrar algo—. Está bien, déjame probar esto de nuevo. Ahí están esas personas que tienen la habilidad de ver el futuro. Del tipo de Psíquicos, pero los llamamos Videntes. Pero de cualquier forma, uno de esos Videntes hizo esta predicción –o una profecía, imagino que lo podrías llamar– de que esta estrella caída prevendría que ocurriese el fin del mundo. —Levantó las tijeras y recortó el extremo de la cuerda—. ¿Estás en astronomía, verdad? Por lo que estoy seguro de que has escuchado sobre el 21 de Diciembre de 2012. —Lo miro, perpleja. El fin del mundo. QD4. —¿Gemma? —Um… sí… ¿El 21 Diciembre de 2012? ¿No se suponía que los planetas estarían alineados o algo así? Asintió.

Levantó una ceja. —Parece que aún no me crees. —Posicionó la gasa sobre los puntos y la aseguró con dos tiras de cinta. Entonces situó el rollo de cinta en el kid de primeros auxilios y cerró la tapa—. Ahora he 4

¡Qué diablos! En ingles es frecuente decir “What’s the fuck,” cuyas siglas son WTF. De ahí procede la traducción de QD.

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—Un portal, —repetí con escepticismo. Quiero decir, he escuchado algunas teorías sobre lo que algunas personas creen que iba a ocurrir el 21 de diciembre de 2012. Y un par de ellos habían discutido la posibilidad del mundo terminando. ¿Pero un portal? ¿De verdad?

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—En el momento exacto en que el solsticio de invierno tomase lugar. —Metió las tijeras en la caja y sacó un rollo de cinta y gasa—. Cuando digo “fin del mundo,” a lo que me refiero es que el portal se supone que solo es capaz de ser abierto en el momento exacto en que los planetas se alinean.

terminado, así que puedes sentarte si quieres. Sin embargo, ten cuidado. Y no te muevas demasiado rápido o podrías abrirlo. Tiré del borde de la camiseta y lentamente me senté. Mi costado se sentía completamente extraño y apretado, y la piel ardía. Alex situó abajo el kit en una mesa cercana y se dejó caer en el sofá a mi lado, su rodilla chocando contra la mía y haciendo que mis músculos se tensasen cuando la electricidad me subió por el muslo. —Entonces, ¿qué es eso? —Pregunté abruptamente—. ¿Esa cosa eléctrica que siento siempre que estoy a tu alrededor? Se encogió de hombros. —No tengo ni idea. Lo miré con sospecha. Nunca podría estar segura de sí estaba mintiendo o no. —¿No tienes ni idea de que es? Sacudió la cabeza. —Nop. Nunca he sentido algo así hasta que apareciste tú. —Sí, yo tampoco, —murmuré—. Hasta la primera vez que estuve por ti. Pareció sorprendido. —¿En serio?

Miré mi mano, recordando el moretón azulado-morado. —Por el hielo.

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—Porque es diferente contigo. —Antes de que pudiese soltar un porrón de preguntas sobre eso, cambió la dirección de la conversación—. Pero de cualquier forma, de regreso al portal. Mira, si se abre, saldrán una tonelada de Muertos Andantes. Así que estoy seguro de que puedes imaginar cómo terminará el mundo si se supone que ocurre.

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—Sí, en serio. ¿Por qué pareces sorprendido? ¿Dijiste lo mismo?

—Exacto. —Entonces, ¿cómo comencé a helarme hasta la muerte, y mis dedos se pusieron apestosos y azules, pero tu pareciste completamente imperturbable? —Con el tiempo me habría puesto de la misma forma, —explicó—. Tu reacción a los Muertos Andantes es simplemente un poco peor que la mía. —¿Por qué? —Pregunté—. Quiero decir, ¿hay algo extraño en mí? —Estoy averiguándolo. —Manoseó una hebra suelta colgando de uno de los cojines—. Hay un tipo llamado Demetrius, quien es el líder de los Muertos Andantes, y quiere que este portal se abra. Y básicamente, esta estrella caída es la única que tiene el poder suficiente como para evitar la apertura del portal, así que puedes imaginar como de importante es mantener alejada a la estrella de él. —¿Aún la tenéis? —estaba confusa por como de extraño sonaba. Me refiero a que esto era una locura. Tenía que ser algún enredado sueño friki en el que había sido absorbida o algo así. O tal vez había tenido un accidente y creé un mundo personal de fantasías dentro de mi cabeza. No habita forma de que esto pudiera ser real, ¿verdad? Pero si esto era verdad, ¿entonces por qué se sentía como si hubiese más verdad en su historia que en todo lo que me había sido dicho?

—Un poco perdida. Un poco abrumada, —admití—. Pero puedes continuar. —Está bien, pero solo porque sabes que la siguiente parte va a ser muy difícil de escuchar para ti. Y necesitas asegurarte de que permaneces tan calmada como puedas.

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—Sí, aun la tenemos. —Mantuvo los ojos en mí por un instante más, antes de forzarlos a apartarse—. La mantenemos escondida de Demetrius para que no pueda encontrarla y destruirla. Durante los primeros años, tuvimos una transferencia Shifter de la energía de la estrella en diferentes objetos para mantener su localización en secreto. —Se detuvo—. ¿Necesitas que ralentice? Pareces perdida.

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Una mirada divertida destelló en su rostro.

Tragué con fuerza. —Lo intentaré. Tomó un profundo respiro y me sorprendió cuando extendió la mano y cogió la mía. —Un accidente ocurrió tres años después de que la estrella fuese encontrada. Theron, el Shifter del que te hablé, fue atacado por Demetrius mientras estaba en posesión del objeto que estaba conteniendo la energía de le estrella. Terminó asustándose y accidentalmente movió el poder a algo a lo que nunca debería haber ido. —Tomó una pausa larga—. Fue a una mujer. —¿Una mujer? —Mis ojos se ampliaron—. ¿Qué le ocurrió? —Bueno, la energía no terminó exactamente en ella. Ella estaba embarazada cuando ocurrió, y terminó yendo a su hijo no nacido. Me congelé. ¿Por qué esto parecía tan familiar? ¿Y por qué el incidente del telescopio –el que había sido absorbido lejos del campo– me saltó a la mente? —Entonces, ¿qué les ocurrió a la madre y al bebe?

Él asintió. —Lo hiciste y muy bien. —¿Cómo? —Pero antes de que él pudiese responder me di cuenta de porqué. Porque había visto el nombre antes. En mi Certificado de Nacimiento. Jocelyn era mi madre.

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—Jocelyn, —repetí—. ¿Por qué ese nombre me suena tan familiar? ¿La conocí?

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—Ambos vivieron y demás, pero la energía de la estrella quedo atrapada en el bebé. Y está ahí. Por alguna razón –y nadie sabe con seguridad ya que nadie jamás ha cruzado algo así antes– ni los Shifter podían transferirlo de regreso. —Presionó los labios, su mano apretando la mía—. Pocos años después de que eso ocurriese, la madre terminó falleciendo. Pero su muerte no tuvo nada que ver con la estrella. —Me observó de cera—. Ella era una Custodia y su nombre era Jocelyn.

Traducido SOS por Lola Irina Corregido por katiliz94

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inguno de los dos habló durante un tiempo. El único sonido provenía de un reloj marcando adelante y atrás. Alex aún estaba sosteniendo mi mano, su piel caliente y fluyendo con estática. En realidad él nunca había contestado mi pregunta cuando le pregunté cómo conoció a la mujer. Pero creo que él podría haber sentido que lo averiguaría por mi mudez repentina. —Gemma, ¿estás bien? —preguntó finalmente. Asentí lentamente. —Sabes quién es ella, ¿verdad? Asentí lentamente de nuevo.

Literalmente. Probablemente ni siquiera era considerada humana. —Entonces, ¿qué soy? —Mi voz sonaba tan entumecida. —¿Qué eres? —Sus cejas se fueron hacia abajo—. ¿Eh? ¿De qué estás hablando?

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Apreté los labios. Sí, entendí lo que significaba. De forma, de forma muy claramente. Él estaba diciendo que durante los últimos dieciocho años, yo había estado albergando la energía de la estrella caída dentro de mí. Algunos pedazos de un sol del sistema solar raro. Y tan loco como sonaba, tenía sentido. Nunca había sido normal. Yo había estado hueca y emocionalmente entumecida hasta que un cosquilleo invisible había aparecido, y mis emociones habían llegado a salir de mí. Añade el color violeta de mis ojos, y mi habilidad tanto para sentir como para causar electricidad fluyendo solo por estar cerca de alguien... realmente era una anomalía.

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—Entonces entiendes lo que eso significa, ¿verdad?

—Bueno, no puedo ser humana. —Me ahogué con las palabras—. Entonces, ¿qué soy? —Eres humana —me aseguró—. Sólo un ser humano con un montón de energía zumbando en su interior. —Podía sentir ese poder zumbando ahora mismo, y me hacía sentir como si pudiera vomitar. Traté de calmar a mi mano moviéndola lejos de él, pero él se aferró a la mía. —Mira, —comenzó en un tono cauteloso, pero muy decidido—. Sé que todo esto suena loco, y entiendo que te estés volviendo loca en este momento, pero hay más que tengo que decirte. —¡Hay más! —Grité. Hace unas horas, no quería nada más que oír la verdad. Pero ahora, después de lo que había oído, parte de mí deseaba que hubiera un botón de rebobinado así podría volver atrás en el tiempo y elegir no oírlo. Él asintió con la cabeza lentamente. —Y creo que probablemente debería advertirte que es muy malo – si no es sólo peor de lo que ya te he dicho. —Mis manos temblaron, y me sentí como si me estuviera sofocando. ¿Cómo podría algo ser peor que me dijera que estaba llevando el poder de una estrella que podría posiblemente salvar al mundo de un portal apocalíptico mortal? Arranqué mi mano de la suya y dejé que mi cabeza cayera en mis manos. —Esto es mucho para asimilar. No estoy segura de si puedo aguantar más.

—No. —Me senté con la espalda recta. Iba a tener que pensarlo bien—. Necesito escuchar el resto de lo contrario, me volveré loca —él suspiró. Creo que podría haber estado esperando que le hubiera dicho que se detuviera, pero bueno o malo, necesitaba oírlo. Ya había aprendido mucho para regresar atrás ahora. Todo había cambiado. Nada era sencillo nunca más. Pero verdaderamente ¿había algo alguna vez sido sencillo para mí? Parecía reacio, pero continuó.

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Mi cabeza se alejó de mis manos.

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—Bueno, si quieres que pare entonces…

—Bueno, tuvimos suerte porque Demetrius nunca descubrió la ubicación del lugar donde el poder de la energía terminó. Pocos meses después de que nacieras, sin embargo, un Vidente le dijo a Stephan otra profecía acerca de la estrella. La profecía decía que si tus emociones no eran controladas entonces el poder de la estrella se debilitaría y eventualmente moriría completamente, lo cual haría inútil evitar que el portal se abriese. —Puso la mano otra vez sobre la mía, lo cual me pareció que era de alguna forma raro. Sin duda parecía decidido a tocarme. —Así que para evitar que eso suceda, y para que Demetrius nunca te encontrase, Stephan tomó la decisión de que vivieras con Marco y Sophía, en el mundo real. —¿Qué edad tenía cuando me fui a vivir con ellos? —Le pregunté. —Tenías un año cuando fuiste a vivir con Marco y Sophia — respondió en un tono plano que me desconcertó. Su palma se sentía sudorosa en mi mano, y tenía que admitir que era un poco asqueroso—. Y tenían órdenes estrictas de asegurarse de que permanecieras impasible. —No dije nada por un tiempo. Alcance una especie de extraña calma o algo así. O tal vez debería decir una calma “impasible.” Supe que sin ninguna duda había dicho la verdad acerca de que esto se había ido. ¿Cómo podía negarlo cuando él sabía acerca de mi problema de la falta de emociones? Ahora el problema que estaba enfrentando era que yo estaba hecha para ser de esa manera. Mentira.

Ladeó la cabeza hacia un lado por la confusión. —¿Cómo qué? —¿Cómo me hicisteis eso? —Traté de liberar mi mano de la suya, pero él no me dejó—. Hacerme sin emociones. Fijó la mirada en el suelo y se encogió de hombros.

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—¿Cómo? — Le pregunté en un tono inerte. El mismo tono inerte que había utilizado la mayor parte de los últimos dieciocho años de mi vida. Hasta que había sentido el cosquilleo.

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—Gemma —dijo él.

—No lo sé. Supongo que por el corte de cualquier tipo de contacto emocional. Si alguien nunca conoce la felicidad, la tristeza o el amor, entonces ¿cómo pueden sentirlo? —La incapacidad para hacer contacto visual era la primera señal de que alguien estaba mintiendo, ¿no? —Estás mintiendo —lo acusé. —No, no lo hago —dijo, con los ojos fijos aun en el suelo. —Sí, lo estas —insistí—. Ni siquiera puedes mirarme. Él negó con la cabeza y me miró con una expresión tolerante. —Bien. ¿Estás contenta ahora? —Mi calma insípida repentinamente se desvaneció, y una ola de pánico y enojo rugió a través de mí. Jalé y tironee y él tiró de mi mano, deseando desesperadamente salir de aquí. No estaba segura de adonde iría, pero ¿cómo podía estar aquí después de lo que me había acabado de decir? Todo lo que yo deseaba hacer era escapar y esconderme; enroscarme a mí misma en una pequeña pelota y llorar hasta que mis ojos se secasen. Así que hice la única cosa que podía pensar para que me dejase irme. Vi que lo que había aprendido acerca de Alex durante las últimas semanas era que le gustaba ser el único en controlar la situación. Así que lo que necesitaba hacer era hacerle creer que estaba perdiendo el control. Sólo había una cosa que se me ocurrió que podría hacer eso. Mentir.

Ese era el por qué ellos habían aparecido en mi escuela. Negué con la cabeza. Iba a tener que dejar ir eso por ahora, de lo contrario me desviaría de mi plan para escapar. —Eso no es lo que quise decir. He sido capaz de sentir más que unos pocos meses. Un tiempo atrás, encontré un artículo en uno de los maleteros de Sophia que tenía esta lista de las citas en él. —Atrapé un

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—Sí —dijo, sorprendido—. Marco y Sophia han estado notando un cambio en ti en los últimos meses. Esa es una de las razones por las que Ailsin y yo nos matriculamos en la escuela. Estábamos intentando averiguar lo que había sucedido para provocar el cambio. Y también estábamos manteniendo un ojo en ti.

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—Pero he sido capaz de sentir —le dije.

indicio de comprensión pasar por su cara, y sabía que él sabía a qué papel me estaba refiriendo—. Después de hacer un montón de búsquedas por los alrededores, finalmente averigüé lo que significaba. —Ahora que iba a salir de un miembro aquí porque yo no estaba segura de si la lista de citas tenía algo que ver con esto. Era sólo un presentimiento que tenía, pero apostaba por él—. Después de eso, toda la cosa de –poder–ser–capaz–de–sentir se convirtió en algo sencillo para mí. Busqué una señal de que él podría estar comprando mi mentira. Al principio, parecía completamente perdido. Entonces su expresión cambió a la ira. Un par de minutos más tarde, la preocupación se resbaló de su rostro. Sentí su agarre a aflojarse en mi mano, y aproveché la oportunidad. Tiré de mi mano tan fuerte como podía. Funcionó. Su mano se deslizo fuera de la mía, y yo estaba de pie en un latido, huyendo por la puerta, ignorando el dolor rompiendo mi costado. —Yo no haría eso si fueras tú —gritó Alex. Ignorándolo, abrí la puerta. —Los Caminantes de la Muerte te encontraran —dijo. Pude oírle moverse hacia mí, sus pasos raspaban perezosamente contra el suelo de madera suave como si él estuviera tan seguro de que no iba a salir huyendo—. Ahora saben que la estrella está en ti, siempre estarán buscándote. — Todo lo que tenía que hacer era irme. Salir. Encontrar la puerta principal y correr con todo mi pequeño corazón. Pero mi temor me hizo dudar. ¿Y si él estaba diciendo la verdad?

—¿Cómo puedes estar tan seguro de que saben que tengo la energía de la estrella en mí? —Oh confía en mí, lo saben. —Se detuvo frente a mí—. Después de lo que sucedió en el autobús, no hay forma que no lo sepan. — Estaba atrapada. O bien podía correr y arriesgarme a la oportunidad de matarme por un grupo de monstruos hipotérmicos inducidos, o podría quedarme aquí con Alex, un mentiroso que me había hecho sufrir a

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Me volví hacia él, mi mano aún cruzada sobre la perilla de la puerta.

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¿Y si ellos me encontraran y estaba sola? ¿Qué me sucedería? ¿Valdría la pena el riesgo?

través de la mayor parte de mi vida como un cadáver ambulante sin emociones. Me quedé quieta, incluso cuando puso su mano sobre la mía. —Huir sería una cosa muy estúpida que hacer —dijo en voz baja—. No vuelvas nunca a intentar hacerlo de nuevo. —Fruncí el ceño cuando quitó mi mano de la perrilla de la puerta—. Estabas mintiendo, ¿verdad? Acerca de ser capaz de sentir antes de lo que habíamos pensado —preguntó. Me quedé mirándolo impasible. —Sé que lo haces —dijo—. Si fuera cierto, entonces Marco y Sophia lo habrían sabido. —¿Lo harían? —Mi mano se liberó de su agarre—. Porque ella no parecía darse cuenta cuando robé la lista de fechas de su maletero. Nos quedamos mirando el uno al otro en silencio. No estaba segura lo que creía. Y tenía la sensación de que él sentía lo mismo, lo cual era exactamente lo que quería. Deseaba que él se sintiera tan perdido y confundido como yo lo estaba. —Bueno, ya que esto nos lleva hacia ninguna parte, también puedo ir y llamar a Stephan, —de repente anunció. Crucé los brazos sobre mi pecho. —Está bien. Haz lo que quieras.

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Aunque realmente no quería hacerlo, lo hice.

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—Estaba programándolo, —caminó hacia mí y me indicó con un gesto que lo siguiera.

Traducido SOS por Lola Irina Corregido por katiliz94

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lex me guió por un pasillo de puertas, y finalmente llegamos a detenernos delante de una puerta cerrada al final de la misma. Mi cabeza estaba doliendo tan mal en este punto, y mis costillas dolían mucho. Me sentí más vacía y sola de lo que nunca me había sentido en mi vida. Aunque Marco y Sophia nunca habían sido los grandiosos abuelos, seguían siendo mis abuelos. Y lo que me habían hecho se sintió como la última traición. Alex no abrió la puerta de inmediato. Él solo se quedó allí, mirando como si estuviera tratando de obligarla a abrirse con su mente. Innecesario de decir, que no se abrió. Entonces, inesperadamente, se dio la vuelta y me enfrentó. —Hay algo que necesito decirte que antes de que entremos aquí, —espetó. Suspiré. —¿Y ahora qué?

—Bueno, —vaciló—, unos años atrás fue mordido por un… vampiro. Lo miré boquiabierta. —¿Así que estás diciendo que es un vampiro? —¿Me estaba jugando una broma? Se alejó de la puerta y dio un paso hacia mí.

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—¿Qué significa eso? —Le pregunté—. Si no es humano entonces, ¿qué es?

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—Relájate, no se trata de ti. Es sobre Laylen, el chico que vive en esta casa. —Se apoyó en la puerta y se cruzó de brazos—. Él no es exactamente humano.

—Sé lo que estás pensando. Que no hay ninguna manera de que los vampiros sean reales, pero son tan reales como Los Caminantes de la Muerte. Apreté los labios juntos y miré hacia abajo en el extremo opuesto del pasillo, a una puerta con una vitral pequeño en ella. La luz se derramó a través del vidrio, arrojando imágenes deformes a través del suelo y las paredes. Tenía que ser la puerta de entrada. Y justo al otro lado de la misma estaba el desierto. El cálido y arenoso desierto. Todo lo contrario de donde yo había estado más que hace un par de horas. —¿No estás pensando en huir otra vez? —La voz de Alex rasgó a través de mis pensamientos. Gire la cabeza hacia él. —No. Él arqueó una ceja. —¿Estás segura de eso? —Sí, estoy segura, —le dije, pero no soné muy convincente. Abrió la boca y empezó a decir algo pero, cambiando de idea, la cerró de nuevo. Lo había hecho mucho en las últimas horas — comenzaba a de decir algo pero se detenía. ¿A quién me recordaba? Hmm... Déjame pensar. A Marco y Sophia. ¿Coincidencia? ¿Quién sabía?

—No, no tienes que preocuparte de que te muerda. Desde que era un Custodio antes de que fuera cambiado, las cosas funcionaban un poco diferentes con él. Tiene más control de su sed de sangre. —¿Y qué hay acerca de los vampiros que no son Custodios, para empezar? ¿Qué les gusta? —Vaciló. —Solo espera nunca tener que descubrirlo.

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Él rió.

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—¿Tengo que preocuparme acerca de que me muerda? —pregunté tensamente.

Y con eso, abrió la puerta. Al otro lado había una habitación que tenía las mismas paredes rojas y suelos de madera dura negra ceniza como la sala de la que acabábamos de venir. También había estanterías por todas partes. La única diferencia notable era una larga mesa de caoba que se arrastraba por el centro de la habitación. Y en una de las ocho sillas bordeando la mesa, se sentaba Aislin, mirando su celular. Inmediatamente se puso de pie cuando nos vio. —Oh bueno. Estaba a punto de ir por vosotros. —Se apresuró donde Alex y le preguntó con una voz apenas audible—: ¿Conseguiste cuidarla de todo? —Sí, —los ojos verdes brillantes de Alex se movieron rápidamente en mi dirección—, lo hice. Aislin me dio una mirada cautelosa antes de volver su atención a Alex. —No puedo encontrar a Stephan. —Golpeó su celular en la palma de su mano—. Va directo a su buzón de voz. —Eso es raro, —murmuró Alex—. ¿Probaste con Marco y Sophia? La mención de Marco y Sophia hizo a mi estómago saltar. No debería haber dolido. No debería haberlo hecho. Sin embargo, lo hizo. Aislin asintió.

Aislin sacudió la cabeza. —No que yo sepa. —¿Sabes si Marco y Sophia iban a algún sitio, —me preguntó Alex. Le di una mirada de ¿estás bromeando?

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—¿Dónde rayos podrían estar? —Se preguntó—. No iban a ninguna sitio, ¿verdad?

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—Tampoco respondieron.

—Sí, porque me lo dijeron en el momento en que lo estaban haciendo. Alex frunció el ceño. —Gemma, esto no es una broma. Es importante. —Oh, sé que no lo es, —le aseguré—. Estaba siendo muy, muy seria. Se me quedó mirando, claramente irritado. Sostuve su mirada hasta que el zumbido se hizo demasiado intenso, y tuve que girar la cabeza hacia otro lado o de lo contrario probablemente me explotaría. —Mira todo lo que quieras, pero aún no sé dónde están. Él jadeó un suspiro de frustración y volvió a mirar Aislin. —¿Por qué todos no responderían sus teléfonos? No tiene ningún sentido. —No lo sé. —Aislin hizo girar un mechón de su cabello rubio dorado alrededor de su dedo—. No piensas que algo les pasó, ¿verdad? Algo como que tal vez Los Caminantes de la Muerte se presentaron en casa o algo así.

La mirada de Aislin se disparó por encima de mi cabeza. —Laylen, por favor, no empieces. Esa es la última cosa que necesitamos en este momento. —Me quedé helada. Laylen, el vampiro, de pie justo detrás de mí. Lentamente, me di la vuelta, mi estómago rodo con nerviosismo.

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—Por supuesto que él puede. —Una voz vino desde detrás de mí. Pertenecía a un chico, eso estaba claro. Y él sonaba casi tan resentido como me sentía—. Porque todos sabemos que Stephan no puede hacer nada.

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—Lo dudo mucho. Los Caminantes de la Muerte no tienen motivos para ir tras ellos. Quieren a Gemma. —Puse los ojos en blanco. Qué afortunada soy—. E incluso si fueron a casa, —dijo Alex—, comenzando a caminar de un lado a otro por el suelo—, Stephan puede cuidar de sí mismo.

Él tenía unas cinco o seis pulgadas más que yo, lo que significaba que era realmente alto, un metro noventa y tres, al menos. Su pelo rubio se extendía por toda su frente, las puntas teñidas de un color azul brillante que hacía juego con la sombra de sus ojos. Un anillo de plata en forma de argolla en la parte inferior de los labios de color rojo. Usaba una camiseta gris, pantalones vaqueros negros, y botas de motociclista. Símbolos negros tatuados en su antebrazo. Se veían como una lengua extranjera de algún tipo. ¿Griego, tal vez? Su mirada se arrastró hasta mí y se detuvo en mis ojos. —¿Sabes que la última vez que te vi, estabas tal vez con unos cuatro años. Has crecido mucho desde entonces. Arrugué mi frente. —¿Te conozco? Rió, muy suave, no de la clase de risa que sería de un vampiro. —Sí, un poco. Forcé una sonrisa pequeña. —¿Bien? —Entonces, —dijo él, dirigiendo su atención a Alex—, ¿dijo Aislin que os metisteis en problemas?

—Por lo que dijo Aislin tú… —Laylen, —siseó Aislin—. Cállate. Alex se cruzó de brazos, y su mirada se deslizó por la de Aislin. —Muy bien, ¿qué has estado diciendo?

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—Eso no es lo que me dijeron. —La mirada petulante que Laylen le estaba dando Alex me hizo preguntarme si había algún tipo de mal historial entre ellos.

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—No nos metimos en problemas, —Alex le corrigió—. Así que no te emociones demasiado.

Ella se mordió el labio, pareciendo culpable de los cargos. —Bueno, es sólo creo que... tal vez la pequeña cosa que pasó entre Gemma y tú en el autobús fue lo que ayudó a Los Caminantes de la Muerte a descubrir que la energía está escondiéndose dentro de ella. Alex negó con la cabeza. —No hay forma de que esa podría haber sido la razón. Aislin alzó las cejas. —¿Cómo puedes estar tan seguro? —Porque puedo, —dijo Alex fácilmente—. No hay ninguna razón de que eso la revelase. —Por “eso” que hicimos se refería a nuestro casi beso. Tuve que preguntarme porque lo dijo con tal arrepentimiento. Bueno, ¿adivina qué? Me arrepentí de eso. Juro que lo hice. Bien, lo que sea. Era una especie de mentira. Pero deseaba haber sido capaz de arrepentirme, y esto tenía que contar para algo, ¿no? —Alex, no lo viste desde mi punto de vista, —dijo Aislin—. Por lo que vi, eso estaba muy lejos de lo ordinario. Las luces destellaban por intervalos mientras vosotros dos… —Está bien, lo capté, —espetó Alex.

—No fue nada importante. —El tono de Alex era plano—. Así que no necesitas preocuparte por esto. Un nudo creció en mi garganta. Se sentía como si a mi corazón lo hubiesen arrancado y pisoteado. Deseaba no haberlo sentido de esa manera, sin embargo. Realmente no debería haberlo sentido así.

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Nunca había sido avergonzada fácilmente, pero podía sentir mis mejillas calentarse. Me retorcí alrededor incómodamente y fija la mirada en el punto en el suelo justo delante de mis pies.

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—Espera un minuto. —Laylen levantó las manos en frente de él—. ¿Qué fue exactamente lo que hicisteis? —¿Estaba bromeando? No lo conocía del todo, así que no pude decir si hablaba en serio o no. Pero casi parecía como si estuviera decididamente tratando de causar problemas. Como si estuviera tratando de avergonzarnos. Y, déjame decirte, que si eso era lo que estaba haciendo, entonces lo había hecho.

Después de todo lo que había sucedido —después todo lo que él había hecho. Pero a pesar de lo mucho que deseaba a odiar a Alex —porque, enfrentémoslo, nueve de cada diez veces él era un patán de Clase A— no podía. Mis sentimientos por él parecían estar fuera de mi control. —Necesito un descanso, —anuncié—. Voy a salir al exterior. —Como el infierno que lo harás, —dijo Alex. —No soy una niña pequeña. —Me puse de pie y levanté la barbilla, esperando parecer más confiada de lo que realmente me sentía—. Si deseo salir al exterior entonces lo haré. Necesito un poco de aire fresco. Alex me empezó a decir. —Gemma… Laylen se interpuso entre nosotros, creando una barrera. —¿Qué tal si salgo fuera con ella? De esa forma no estará sola. — Sus brillantes ojos azules se clavaron en mí—. Es decir, ¿si no te importa? ¿Me importa? Él era un vampiro, por lo menos según Alex. Parecía como si me debería sentirme desconfiada hacia él. Pero, sinceramente, por el momento, no podría importarme menos lo que era o no era. No podía ver nada del ardor de sed de sangre en sus ojos ni nada. Y realmente deseaba un descanso de Alex. Me encogí de hombros.

Oí que Aislin murmuró algo en respuesta, pero no oí exactamente lo que era porque ya estaba fuera de la puerta. En el exterior, el aire del desierto deliciosamente cálido desempolvó mis mejillas y se extendió por mi pelo. El cielo había cambiado a color gris y las estrellas brillaban a través de él. La tierra de

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—Bien. Haz lo que sea que quieras. —Alex hizo un gesto con la mano, despidiéndonos, y se giró hacia Aislin—. Vamos a seguir intentando agarrar a alguien por teléfono. Necesitamos realmente saber lo que está pasando.

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—Nop. No me importa.

arena del desierto flotaba sin rumbo frente a mí, la sombra del anochecer. Era un alivio no tener la piel de gallina moteada. Era agradable ser capaz de respirar sin enturbiarse por delante de mí. Era tan agradable estar caliente. Por lo tanto, decidiendo que podría también disfrutar de la calidez, empujé la razón por la que estaba aquí tan lejos en mi mente como pude e intente dejarme relajar. Me senté en los escalones de cemento y estiré las piernas hacia fuera delante de mí. El cemento caliente presionó a través de mis vaqueros. La luz del porche brilló detrás de mí y arrojó sobre Laylen sombras y minas por debajo de las escaleras. Laylen se sentó a mi lado y se apoyó en los codos. Por un tiempo, nos sentamos allí, mirando el desierto, escuchando a los grillos gorjear en la distancia. Las estrellas estaban verdaderamente bailando esta noche, y claramente podía ver la constelación de Casiopea. Me preguntaba si eso fue de donde mi fascinación con las estrellas vino. Quizás, profundamente en mi interior, sabía lo que realmente era yo y que algunos pedazos y piezas de mí pertenecían allí con ellos, no aquí abajo, en donde se sentía como si nunca hubiera pertenecido. —Así que, —resonó en el silencio la voz profunda de Laylen—, ¿cómo ha estado la vida con Marco y Sophia? —Oh, simplemente genial, —le contesté, mi tono amargamente sarcástico—. Ha sido una explosión real. Se rió.

—Así que los conoces, ¿no? —Sí, pero no los he visto en mucho tiempo. —Miró a la distancia, viéndose como si estuviera perdido en un recuerdo doloroso—. No he visto a ninguno de los Custodios desde.... —Se calló y me miró—. Alex te dijo lo que era, ¿verdad? Asentí con la cabeza.

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Un gran golpe repentino aterrizó en mi codo. Asqueroso.

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—Nunca han sido las personas más agradables para estar alrededor.

—Pero es un poco difícil de creer. Todo de esto es un poco difícil de creer. —Me imagino que lo es. —Su voz era compasiva. Sus ojos azules mostraron soledad. Sostuve el codo en la rodilla y apoyé la barbilla en la mano. —Así que... ¿qué es exactamente lo que te hace un vampiro? —¿Qué quieres decir? —Bueno... —¿Cuál era la forma correcta de preguntarle a alguien si se consideraba una criatura de la noche? El no-muerto viviente. Un monstruo sediento de sangre—. He leído un montón de libros y todo. Nada de esto era realmente objetivo, sin embargo. Todos dicen cosas diferentes de los vampiros, y solo me preguntaba qué cosas… O si algunas tenían algo de verdad. Se pasó la mano a lo largo de la línea de la mandíbula. —¿Deseas saber qué es lo que me hace un monstruo? ¿Si muerdo, mato, o bebo sangre? ¿Si puedo correr a una velocidad inhumana o si tengo súper fuerza? Sonaba como una pregunta tan estúpida cuando la puso de esa forma. Tracé un círculo en un pedazo de arena a un paso de donde estaba sentado. —Supongo que es lo que estoy tratando de preguntar. Bueno, sin la cosa de monstruo porque no pienso eso.

Negué con la cabeza. No era una mentira tampoco. No lo conocía, ni nada, pero definitivamente no estaba enviando la vibraciones de soy– un–demonio–y–voy–a–matarte. Juntó los profundos labios rojos. —Si eso es cierto, entonces probablemente eres la primera en pensar eso alguna vez. —Dio una larga pausa—. Toda la cosa de la sed de sangre no se aplica a mí. No bebo sangre. No mato.

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—¿No piensas que soy un monstruo?

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Él arqueó una ceja.

—¿Pero se aplica a otros vampiros? Asintió con la cabeza. —Otros vampiros son probablemente un montón de cosas parecidas de las que has leído. Y no estoy hablando de los que beben sangre, y lo hacen para matar animales. A ellos les gusta matar. Un escalofrío se deslizó por mi espina dorsal. —¿Por qué no he oído alguna vez nada acerca de su existencia? —Quiero decir, si la gente estaba muriendo porque su sangre estaba siendo drenada, pensarías que habría algo mencionado en las noticias sobre esto. —Por la misma razón que no sabías lo que eran. Las personas son excelentes para guardar secretos. —Sí, lo son, —estuve de acuerdo. Se apartó la punta azul del pelo de la frente. —Tengo algunas características que tienen los vampiros normales. Soy inmortal. Soy más fuerte que la persona promedio. Tengo colmillos. Lo miré boquiabierta. —Tienes colmillos. Asintió con la cabeza.

Se rió, y tuve una visión completa de sus dientes blancos y planos. —Mirarlos no va hacer que salgan, —rápidamente volví la cabeza, sintiéndome estúpida. ¿Podría ser cierto? ¿Podría estar verdaderamente sentada en el desierto junto a un vampiro, al tiempo que alberga la

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No pude evitar mirarle la boca. Sé que mirar fijamente es grosero y todo eso, pero simplemente no podía fingir que miraba hacia otro. El chico me dijo que tenía colmillos retráctiles para ponerse a gritar. ¿Cómo podría no mirar?

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—Son retráctiles y no los uso. Nunca.

energía de una estrella caída dentro de mí? Había tantas cosas mal en esa declaración, y, sin embargo, de una manera extraña, retorcida, se sentía correcto. Se sentía cierto. El aullido de un coyote cortó el aire, y salté. —También puedo sentir cuando tienes miedo, —comentó Laylen. —No tengo miedo, —le dije. —Lo sé. —Se levantó y desempolvó sus pantalones vaqueros—. Lo cual te hace una especie rara. Suspiré. —Rara parece ser mi segundo nombre. Él carcajeó. —Así es. Todo parecía extraño. Aquí estaba, habiendo apenas descubierto que mi vida era una red de mentiras, y sin embargo me encontré a mí misma capaz de reír. Una risa tranquila, pero sin embargo aún una risa. Oí la puerta crujirse al abrirse. Alex salió por debajo de la luz del portal con una expresión de descontento en la cara.

Miré a Laylen, me guiñó un ojo antes de extender la mano para ayudarme a levantarme. Su mano se sintió fría contra la mía mientras me ayudaba a ponerme de pie. De verdad a mito, me pregunté. Solté su mano y lo seguí por las escaleras, donde Alex estaba esperando impacientemente por nosotros. Él le disparó a Laylen una mirada mientras caminaba, pero ni siquiera tanto como la que me dio en beneficio de un ceño fruncido, mirando en la oscuridad cuando entré por delante de él.

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¿Qué? ¿Es que no se me permitía reír? Bueno, supongo que técnicamente la risa era una emoción, pero lo que sea.

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—¿Ambos os divertís?

Traducido por Nanami27 y Pily Corregido por katiliz94

C

uando estuvimos de vuelta en el interior, Alex nos informó que no había sido capaz de contactar con nadie, lo que encontré muy extraño. Quiero decir, ¿cómo era posible que tres personas no respondieran sus teléfonos al mismo tiempo? No podría ser sólo una coincidencia. No había manera. Tenía que haber algo más. Y por la forma en que lucía Alex —todo estresado y confundido— adiviné que sentía al respecto igual que yo. Me senté en la mesa y vi a Alex pasearse de lado a otro en la habitación. Continuó haciéndolo por un tiempo, sin decir nada, y yo estaba empezando a impacientarme. Me hubiera gustado que dijera algo, porque el silencio me estaba volviendo loca. Al final, no pude soportarlo más y decidí tomar el asunto en mis propias manos. —Entonces, ¿qué se supone que debemos hacer ahora? Aislin, quien se había estacionado a sí misma en la silla frente a mí, estaba golpeando el teléfono móvil con ansiedad contra su rodilla; al parecer, nadie podía sentarse quieto. —Tratar de encontrarlos.

—Sólo estoy tratando de ayudar —dijo ella—. No hay necesidad de ser grosero. —¿Vosotros dos habéis pensado alguna vez, que quizá no quieren que los contacten? —Preguntó Laylen. Alex tiró el teléfono sobre la mesa. Se deslizó a través de ella y se detuvo justo en frente de mí.

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—Es más fácil decirlo que hacerlo.

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Alex dejó de pasearse y sacudió la cabeza.

—Laylen, sea lo que sea lo que estés tratando de decir, sólo dilo. Él se cruzó de brazos y se apoyó en una de las estanterías, los músculos de sus brazos flexionándose debajo de la camisa. Tenía que admitir que el tipo estaba musculoso. Me pregunto si tenía algo que ver con él siendo un vampiro. Se suponía que los vampiros eran musculosos, ¿no? Por otra parte, Alex era igual también, así que quizá era una cosa de Custodios —el estar perfectamente construido. Porque, créeme, eso es lo que ambos eran. Mi mirada se acercó a Alex. Las mangas de su camisa gris de manga larga estaban empujadas hacia arriba, los músculos de sus antebrazos visibles. Me pregunté qué se sentiría al tener esos brazos envueltos alrededor de mí. De repente me di cuenta de que Alex me estaba mirando. ¿Por qué me estaba mirando? Porque yo estaba mirándolo. Él arqueó una ceja y me miró con curiosidad. Rápidamente desvié la mirada. Era una idiota. Ahí estaba yo, en medio de un embrollo caótico, mi vida en peligro, y todo lo que podía hacer era mirar los músculos de Alex. —Quieres saber lo que pienso —dijo Laylen—. No creo que sea sólo una coincidencia que Stephan, Marco y Sophia se encuentren incontactables al mismo exacto tiempo que todo el infierno se desata. Tiene que ser más que eso. —Se apartó de la plataforma y se acercó a Alex—. Por lo que sabemos, podrían estar trabajando con Demetrius y Los Caminantes de la Muerte.

—¿Por qué debería? —Pregunté—. Por lo que sé, hay dos mentirosos en esta habitación. Y él no es uno de ellos. Laylen apretó los labios para contener una sonrisa. Aislin frunció el ceño, luciendo herida. Y Alex se aproximó hacia mí, con una sonrisa cínica en el rostro cuando se inclinó sobre la mesa y me miró directamente a los ojos. Mantuvo la voz baja, haciendo que mi cuerpo zumbara.

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—Gemma, simplemente ignóralo —dijo Alex, mirando a Laylen.

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—¿Por qué iban a trabajar con Los Caminantes de la Muerte? — Pregunté.

—No estoy seguro de lo que está sacando a relucir esta nueva actitud tuya, pero ¿sabes qué? Creo que me gusta un poco. Hace las cosas más interesantes. —Se estaba burlando de mí. Entendía eso. Pero no era capaz de pensar en otra cosa que tirarme hacia él. Mi cerebro había tomado espacio en mí. Cerebro estúpido. Se apartó de la mesa, luciendo decepcionado. —Tal vez deberíamos volver a Afton y comprobar las cosas — sugirió Aislin—. Es posible que haya algo en la casa que pueda ayudarnos a averiguar dónde están. Alex la miró, estupefacto. —¿Estás loca? No hay manera de que llevemos a Gemma de vuelta allí. Es demasiado peligroso. —¿Qué? ¿Nunca voy a volver allí? —Sonaba molesta. Pero realmente no sabía por qué. Escapar de las montañas cubiertas de nieve era lo que siempre había querido, ¿no? Pero nunca había imaginado que tendría que irme porque mi vida estaba en peligro. —No puedes regresar. No cuando Los Caminantes de la Muerte saben lo que eres. —Él arqueó una ceja—. ¿Eso te molesta o algo? Lo consideré, pensando en volver a las montañas, a la nieve, a vivir con Marco y Sophia de nuevo. Me encogí de hombros. —No lo sé. Supongo que no, pero, ¿adónde voy a ir?

¿Qué había en este Stephan? ¿Y por qué es que él podría tomar decisiones sobre mi vida? Yo tenía dieciocho años después de todo, lo cual era la edad suficiente para que pudiera vivir por mi cuenta. Sí, entendía que estaba cargando una energía de estrella preciosa y salvadora del mundo dentro de mí, pero eso no significaba que mi vida no debía pertenecerme. —No creo… —empecé.

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—Esa es una pregunta que sólo puede responder Stephan.

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Alex pasó los dedos por su cabello castaño oscuro.

Alex habló sobre mí. —Tenemos que contactarlos. —Cogió su teléfono móvil de la mesa y comprobó la pantalla—. De lo contrario, estamos perdidos. —Bueno... —Aislin golpeó el teléfono contra su barbilla—. Lo que podríamos hacer es dejar a Gemma aquí, con Laylen, mientras tú y yo volvemos. Alex frunció el ceño. —No hay manera en el infierno de que la deje sola con él. Laylen rió, pero era una risa subrayada con dolor. —¿Qué? ¿Ya ni siquiera soy considerado una persona? La pausa de Alex duró un segundo demasiado largo. Podía sentir la tensión burbujeando, a punto de erupcionar. —Eso no es lo que estaba tratando de decir —dijo Alex, muy poco convincente—. Sólo estoy preocupado de que algo podría suceder mientras no estoy, y que no serías capaz de protegerla. Laylen rodó los ojos.

Miré a Aislin, esperando que hiciera algo para detener esto. Pero ella estaba masticando un mechón de su cabello, mirando hacia abajo en la mesa. Así que supongo que estaba por mi cuenta.

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Por un segundo pensé que podrían matarse entre sí. Tuve la sensación de que había algo más en su lucha entonces de lo que se decía. Como si algo hubiera sucedido en el pasado. Quiero decir, tenía que haber más en su pequeña discusión que saber quién era más calificado para protegerme. Si ellos terminaban peleando entre sí, teniendo en cuenta Laylen era un vampiro, yo diría que las probabilidades estaban a su favor. Y por mucho que Alex me hubiera hecho enfadar, de verdad no quería verlo lastimado. Además, habría sido una gran tragedia para ese hermoso rostro suyo el ser arruinado.

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—Eso es un montón de mierda. Soy tan capaz de protegerla como tú, y lo sabes. Sólo que no confías en mí. —Se miraron el uno al otro como dos perros furiosos a punto de romper en una pelea. Luego, para empeorar las cosas, Laylen agregó—: Podría ser aún más capaz que tú.

—¿Entonces, no tengo nada que decir en todo esto? —Dije en voz alta, lo suficiente como para romper la tensión. Laylen y Alex arrancaron sus ojos lejos de ambos, y tuve que flotar entre la ardiente ira en sus rostros, que estaba, de repente, siendo dirigida a mí. Perdiendo un poco de mi confianza, mi voz se aquietó un poco. —Es mi vida, así que creo que debería tener algo que decir en esto, ¿verdad? —No —dijo Alex—. No tienes nada que decir en todo esto. Mi ira hirvió. Entonces, ¿así es como iba a ser de ahora en adelante? ¿No podría decir nada? Después de lo que había sido mi vida —o no había sido, supongo que debería decir— pensé que me debía ser permitido a tener algo que decir. Me merecía por lo menos eso. Apreté los puños, casi lamentando haber interrumpido la pelea entre Laylen y él. Ignorando mi mirada mortal, Alex se volvió a Aislin. —¿Puedes llevarnos a Afton y volver rápido? Ella levantó la barbilla con confianza. —Por supuesto que puedo. —Entonces bien. La dejaremos aquí con Laylen. —Apuntó con el dedo a Laylen—. Pero si algo le pasa a ella, recae en ti. Laylen rodó los ojos.

Otra rodada de ojos de Laylen. —Gracias por la confianza. —Tengo que volver a la biblioteca y agarrar mi vela y el cristal — anunció Aislin—. Entonces podemos irnos. Incliné mi cabeza hacia un lado.

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—Lo creeré cuando lo vea —dijo Alex.

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—Nada va a pasarle.

—¿Cristal? ¿Qué cristal? —El que usé en el autobús para traernos aquí —explicó—. Es cómo voy a llevarnos de vuelta a Afton. —Oh. —Bien, ahora recordaba. Lo recordaba dolorosamente. La amatista púrpura, las velas ardiendo, los ojos amarillos brillando. Me estremecí. Ella comenzó a ponerse de pie, pero luego se dejó caer en la silla, golpeando la mano en su frente. —Mierda. Mierda. Mierda. Olvidé por completo que el hielo de Los Caminantes de la Muerte lo arruinó. Tuvimos suerte de llegar aquí. —¿No hay manera de que puedas hacerlo sin un cristal? — Preguntó Alex. —No. —Ella envolvió un mechón de cabello alrededor de su dedo, pensando—. Bueno, hay otras maneras, pero no he aprendido a hacerlas todavía. —La sala quedó en silencio, excepto por el crujiente sonido que los nudillos de Alex producían cuando los hacía estallar. Laylen torció el aro de su labio de lado a lado. —¿Qué tipo de cristal es? —El que luce como una amatista. —Ella se apoyó en su codo sobre la mesa y dejó su barbilla caer en su mano—. Ahora, ¿qué vamos a hacer?

—¿Tienes uno? —No, pero sé dónde podemos conseguir uno. —Hizo un gesto por encima del hombro a la ventana—. Hay este sitio en Las Vegas que vende cosas como esa. Apuesto a que tendrían una. Alex negó con la cabeza.

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Aislin levantó la barbilla de su mano, con una expresión de esperanza en el rostro.

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—¿Es un cristal Vectum? —Preguntó Laylen.

—No. De ninguna manera. No hay manera de que llevemos a Gemma a Las Vegas. Es demasiado peligroso. —Así que no puedo ir a Las Vegas. Y no puedo ir a casa —dije, contando con los dedos—. ¿Hay algún lugar al que pueda ir? —No realmente. Lo miré, pero no lo hizo ni siquiera pestañear. Él puso sus manos sobre la mesa, se inclinó hacia mí, y habló en voz baja lo cual hizo que mi cuerpo zumbara. —¿Tienes que discutir todo? Ignoré el aleteo que hizo mi corazón. Estúpido y traidor corazón. —Tal vez. —Sentados aquí y discutiendo sobre ello no vamos a llegar a ningún sitio. Negó, sus ojos verdes fijos únicamente en mí. —He dicho que es demasiado peligroso para que Gemma vaya. Tomé un suspiro exasperado. —Por favor, dejar de decir…

Por un breve segundo, tuve este pensamiento extraño y verdadero. ¿Qué pasaría si las cosas fueran diferentes? ¿Y si fuese un Custodio ni yo llevase una estrella para salvar al mundo dentro de mí? ¿Y si nos hubiéramos conocido en circunstancias normales? ¿Qué pasaría si me permitía ese tipo de sentimientos hacia él? Los que estaba sintiendo en este momento, pero sabía que no debía estar sintiendo. ¿Las cosas hubieran sido diferentes entre nosotros? Puede ser. O tal vez solo habría sido una niña tonta enamorada que terminó con el corazón roto.

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—Es demasiado peligroso. —Su voz fluía como el terciopelo.

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Puso su mano sobre mi boca. Mis labios brillaban debajo de su cálida y electrizante piel. Dios, se sentía bien. Demasiado bien. Abrumadoramente bien. Se suponía que debía estar enfadada con él... ¿lo estaba?

Alex realmente no parece del tipo rompecorazones. Parpadeé para volver a la realidad, empujé su mano de mi boca. Me miró momentáneamente aturdido, parpadeando un par de veces, como si estuviera simplemente despertando de un sueño. —Alex, ir a Las Vegas no es más peligroso que estar sentados aquí —señaló Laylen—. De hecho, estaríamos en movimiento, lo que podría incluso ser más seguro. Alex se apartó de la mesa y se dirigió a Laylen. —¿Estás segura de eso? —Laylen sacudió la cabeza y suspiró—. Mira, este lugar es de muy bajo perfil. Podríamos ir directamente allí y volver. Confía en mí, no habrá ningún problema. Alex consideró esto. —¿Me prometes que no vas a tratar de hacer ninguna otra parada. ¿Sólo hasta allí y volver? Laylen lo miró con incredulidad. —¿Me estás tomando el pelo? ¿Dónde crees que voy a tratar de llevarnos? ¿McDonalds? ¿Walmart? Oh, espera un minuto, necesito hacer una parada rápida por el cementerio. Tratando de ahogar una risa, terminé dejando escapar un bufido. Tuve que apoyar al chico. Era muy gracioso. Alex me lanzó una mirada asesina.

Contuve otra risa, por suerte sin resoplar en esta ocasión, y sacudí la cabeza.

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Laylen rió, sin embargo. Y Aislin suspiró, dejando caer la cabeza sobre la mesa de una forma Yo-soy-de-esta-manera.

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—¿Qué? ¿Crees que es divertido?

—Bien, me alegro de que a los dos os haya resultado muy divertido. —Alex se agarró de la parte posterior de una silla, su mirada presionándome—. No hay que subestimar a Los Caminantes de la Muerte, Gemma. Podrían matarte si tienen la oportunidad.

Tragué el enorme nudo que había subido hasta mi garganta. Un manto de miedo envolvió su camino alrededor de mi cuerpo. Estaba en lo cierto. No era divertido. —Alex, ya basta —advirtió Aislin. —La estás asustando. —Bueno —dijo. —Debería estar asustada. Después de eso, los argumentos se detuvieron. La decisión de ir a Las Vegas se hizo con la estipulación de que no habría ninguna interrupción, excepto para recibir el cristal. Debido a todo este vidrio punzante-en-mi-lado, Aislin insistió en que tenía que cambiarme antes de que nos fuéramos. Al parecer, no había manera de que pudiera ir a cualquier parte con la sangre en mi camisa. Era un lugar bastante pequeño, pero de cualquier forma, estaba cansada de discutir. Supongo que Alex y Aislin lo utilizaban para las frecuentes visitas a la casa de Laylen y Aislin tenía una habitación llena con un montón de sus cosas, incluyendo la ropa. Estaba escéptica acerca de usar todo lo que pertenecía a Aislin. Quiero decir, todo su vestuario era tan... rosa. Pero en este momento, creo que la moda no era importante. Por otra parte, ¿lo fue alguna vez? La habitación a la que me llevó era justo como la habitación que una chica normal debe tener, empapelada con dibujos de flores, alfombra de color rosa, una cama blanca de cuatro postes cubiertos con un montón de almohadas mullidas.

Me dejé caer en la cama. —Así que solíais venir mucho por aquí? Sacó una camiseta rosa y la arrojó sobre la cama junto a mí. —Sí, esta casa es efectiva y perteneció a los padres de Laylen, y solíamos venir aquí a tomar un descanso de todo—. Lanzó una bufanda

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—El único problema es que eres unos cinco centímetros más alta que yo —dijo, evaluando la selección de la ropa colgada—. Pero creo que podríamos hacer que algo funcione.

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Aislin caminó hasta un armario en la esquina y abrió las puertas.

brillante en la cama. ¿Una bufanda? Estábamos en el desierto por el amor de Dios—. Las cosas cambian, sin embargo —suspiró, mirando hacia abajo al par de jeans que sostenía en la mano—. No hemos estado aquí realmente en mucho tiempo. Había tanta tristeza en la forma en que lo dijo, y eso me hizo preguntarme por qué habían dejado de venir aquí. Pero no le pregunté. Comenzó a hurgar en la ropa de nuevo, lanzando cada cosa de cuando en cuando en la cama. Cubriendo la pared había una serie de fotos. Me levanté y caminé alrededor, mirándolas. Una en particular me llamó la atención. Era de Laylen, de pie en el desierto, su brazo alrededor de los hombros de Aislin de una manera cariñosa que daba la impresión de que podrían haber sido pareja una vez. Junto a Laylen, estaba Alex, y abrazándolo a él había una chica de pelo rubio. Todos estaban sonriendo. Se veían tan felices. Esto hizo que mi corazón doliera un poco. Feliz. ¿Me había sentido alguna vez así? —Esa fue tomada hace un par de años —dijo Ailsin. Arranqué mis ojos de la foto y la encontré mirándome. —Creo que tenía unos catorce años o menos —dijo—. Así que hace unos cinco años. Hice los cálculos y había algo que no encajaba. —Espera. ¿Cuántos años tienes?

—Bien, habrían sido veintidós, pero después de llegar... um.... — Se desvió y luego negó con la cabeza. Pero sabía lo que iba a decir. Antes de llegar—. Pero sí, él se ha pegado a los diecinueve años ya tan... —Tiró una camisa sobre la cama, luego se acercó y miró la pila de ropa

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—Oh. —El Mentiroso, mintiendo, jugando con fuego pasó por mi cabeza. Todo era una mentira. Incluso algo tan simple como su edad. Me pregunté cuántas mentiras más me tenía reservadas—. ¿Qué pasa con Laylen? ¿Qué edad tiene?

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—Diecinueve. —Arrojó una falda en la cama—. Alex realmente tiene veinte. Mentimos sobre nuestras edades para poder inscribirnos en la escuela.

con una mirada de pura determinación en su rostro—. Bueno, vamos a ver si alguna de estas te sirve. —Detecte una camiseta negra en la parte superior de la pila, la cogí inmediatamente. Aislin suspiró. —Gemma, ¿sería posible que usaras colores que no fueran tan deprimentes? —Es posible. Suspiró de nuevo. —Está bien. Pero, ¿podrías por lo menos usas una falda o algo así? Negué con la cabeza. —Odio las faldas. —Sabes, cuando eras pequeña, solías correr con vestidos todo el tiempo. Me quedé mirándola, confundida. —No me acuerdo de eso. Sus ojos de color verde brillante miraron al cielo. Había dicho algo que no debía. —¿Qué? —pregunté—. ¿Qué pasa?

—Es algo. —Me puse de pie, abrazando la camiseta negra en mi pecho—. Sea lo que sea, necesito que me lo digas. —No es justo que… —Me cortó, dándome un par de pantalones cortos de mezclilla. —Gemma. Por favor, simplemente póntelos. —¿Cómo esperas que yo…?

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Comenzó a buscar entre el montón de ropas de nuevo.

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—Nada —negó rápidamente con la cabeza—. No es nada.

—Por favor —dijo en una voz tranquila, pero firme. Apreté los dientes y le arrebaté el par de pantalones cortos de la mano. —Está bien. —Me volví hacia la puerta, pero me detuve justo delante de ella—. ¿Dónde puedo cambiarme? —Hay un baño de camino al salón. Tercera puerta a la derecha. Aturdida, y un poco fuera de mí, acabé pasando el baño y tuve que volver sobre mis pasos. Pero eventualmente lo encontré. El extraño comportamiento de Aislin, después de que dijo que yo solía correr en vestidos, me había desconcertado. No podía entender por qué se había asustado. ¿Por qué era tan malo para ella hablar de que me gustaba usar vestidos cuando era una niña? Por ahora, sin embargo, lo único que podía hacer era asombrarme. Así que para no romper mis puntos abiertos, tuve que tener cuidado al quitarme mi camisa manchada de sangre y ponerme la camiseta negra. Pero cuando fui a tirar de los pantalones cortos, me di cuenta de que los “cortos” que Aislin me había dado no eran cortos en realidad, era una falda de mezclilla. Por accidente, no lo creo.

Un golpe en la puerta me sorprendió.

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Cuando había terminado de vestirme, me eché un poco de agua fría en la cara en un patético intento de sacarme de este sueño que estaba segura que estaba pegado en vampiros, brujas, y los grupos secretos que salvaron el mundo que no se suponía que existieran. No podían existir. No había manera. Era demasiado irreal, ciencia ficción. La palabra clave aquí es “ficción.” Pero después me di unas palmaditas en la cara seca y abrí los ojos, la misma pared azul marino del baño de Laylen me rodeaba. Miré en el espejo que colgaba sobre el lavabo y suspiré al ver mis ojos monstruosamente violeta mirándome. Me pregunté si era la energía de la estrella que había creado el color. ¿Cómo iba a saber cuánto de mi reflejo era yo? ¿Y cuánto era de la estrella?

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Yo podría haber querido usar vestidos cuando era pequeña, pero eso no significaba que lo hiciera ahora. Le saqué la lengua a la falda antes de ponérmela de mala gana.

—Gemma, ¿estás lista para irte? —preguntó Aislin.

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Parpadeé una vez más en mi reflejo antes de alejarme.

Traducido por Ritita y CrissViz Corregido por katiliz94

L

aylen condujo en un Pontiac negro deportivo 1960 GTO con rayas blancas corriendo por en medio de la campana. Al parecer él y Alex tenían esta cosa por los coches clásicos. Algo de lo que me di cuenta durante un momento entre los dos, cuando Alex vio por primera vez el “hermoso” coche. Me di cuenta de que los chicos estaban un poco raros. Pero de todos modos… Su vínculo rápidamente vino y se fue, y minutos después, estábamos conduciendo por el camino de tierra con nada más que el sonido de las llantas llenando el silencio. La casa de Laylen estaba ubicada en medio de la nada, así que tomo un poco de tiempo llegar a la autopista. Estaba sentada en el asiento trasero, mirando las estrellas fugaces pasar por el cielo en sombras violetas y plateadas.

Tenía la mejilla descansando contra el vidrio, cuando Alex pregunto: —¿Qué estás haciendo?

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Para hacer las cosas más complicadas aun, estar confinada en el coche estaba haciendo a la electricidad crepitar como fuego salvaje. Mi piel se estaba volviendo caliente y sudorosa, y me sentía como si estuviera ardiendo con fiebre. Afortunadamente, descubrí que, incluso en el desierto, el aire frío durante la noche enfriaba las ventanas.

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Alex insistió en que nadie se podía sentar a mi lado excepto él, murmuraba algo de que era más seguro de ese modo en caso de que Los Caminantes de la Muerte trataran de emboscarnos o algo. Pero estar en el asiento de atrás de un vehículo de dos puertas durante una emboscada —no podía ver ninguna ventaja sentándome en esta disposición en absoluto.

—Intentando dormir. —Murmure de mal humor. —Te ves como si estuvieras ardiendo, —remarcó. Lo escuche moverse en el asiento, y lo próxima cosa que supe es que presionó la palma de su mano en mi frente. Envió un disparo de calor a través y alrededor de mi cuerpo ya ardiendo, provocando que me levantase de un salto. Genial. Era tan malditamente caliente —la última cosa que necesitaba de él era que me tocara. Me di la vuelta para mirarlo. Él redujo la distancia entre nosotros drásticamente que, aun a través de la oscuridad, pude ver sus ojos evaluándome. —¿Qué estás haciendo? —pregunte, levantando la cara lejos de la ventana. —Revisando si tienes fiebre. —No tengo fiebre, —dije, deslizando mi frente debajo de su mano. Pero su mano me siguió. La arrastró suavemente a lo largo de mi sien, dejándola descansar en mi mejilla. —Tu piel se siente real y caliente.

—¿Soy muy caliente, eh? —Oh, cállate. —Pensé en la oscuridad, lo arregle con una fulminante mirada—. Sabes que eso no es lo que quise decir. —¿De verdad? —Su ceja se levantó.

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No importa, pensé. Era demasiado tarde. El daño estaba hecho. La esquina de su boca tiró hacia arriba en una bella, pero presumida sonrisa.

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—Eso es porque estoy caliente, —dije, mi voz aguda—. Y tú tocándome me hace sentir peor. —Incline mi cara y su manó cayo a su regazo—. Eres muy caliente. —Tan rápido como dije eso, inmediatamente quise darme una palmada en la frente. Tú eres tan caliente. ¿Qué está mal contigo Gemma?—. No quise decir que… — tartamudee. Y de verdad no lo hice. Lo juro.

Sacudí la cabeza, frustrada. Lo último que necesitaba era que él pensase que tenía alguna clase de deslumbramiento por él. Porque no lo tenía. Lo juro, bien, bien. Como sea. Pero él no necesitaba saber eso. —Lo que quise decir era que tu piel se sentía demasiado caliente. —Está bien, lo que sea que digas. Lancé un suspiro enfadado. —Eres tan… —cerré de golpe mi mandíbula cuando de repente la ciudad se asomaba en el horizonte. Las vistas eran impresionantes. Llamativas luces de neón de todas formas y color deslumbrando tan brillante contra la negrura de la noche que me pregunte si mirándola durante largo tiempo podría hacer que me quedara ciega. Carteles gigantes iluminaban los lados de la carretera, y únicamente las siluetas de los edificios se estiraban hacia el cielo. Mientras nos acercábamos a la ciudad, las aceras parecían llenas con la multitud de personas, el aire zumbando con emoción. Ahora entendía porque se la había considerado con el nombre LA CIUDAD QUE NUNCA DUERME. Todo era tan vivo y despierto. Asombrada por la vista, pellizque mis brazos para asegurarme de que no estaba soñando, e hice una mueca a la picadura que innegablemente sentí. Alex debió haberme visto hacerlo, porque se inclinó y susurro: —No estás soñando. Esto es real. Me frote el punto pinchado en mi brazo.

Condujo por la enorme pirámide de vidrio, un barco pirata gigante, y una pequeña réplica de la torre Eiffel, al final y golpeando el corazón de la cuidad. Laylen hizo un giro inesperado hacia la derecha, y la atmósfera abruptamente cambio. Las luces desvanecidas, y la multitud de personas estrechas. Los edificios contraídos desde el cielo, viéndose agotados y menos emocionantes. Atrapé a Aislin extendiendo el brazo y cerrando su puerta.

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Él sonrió. Claramente, estaba entreteniéndolo.

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—Solo estaba asegurándome.

El lugar era definitivamente sospechoso. Mastiqué nerviosamente mis labios y me moví a un lado lejos de la ventana distanciándome tanto como pude de afuera. —¿Te das cuenta que son casi la una en punto? —Aislin le informo a Laylen. De vuelta a la casa, mientras yo había estado en el baño cambiándome de ropa, ella también se cambió, ahora llevaba una falda con volante de encaje y una camisa recortada. Sobre su omóplato un tatuaje de una luna creciente delineada por una estrella negra—. ¿Está este lugar aún abierto tan tarde? Laylen volteó la señal de encendido. —Sí, estará abierto. Esto solo abre de noche. ¿Qué clase de lugar solo abre de noche? Probablemente uno espeluznante como la calle donde estábamos. Laylen hizo otra vuelta, esta vez a la izquierda, y cualquier señal de vida murió instantáneamente. Ni una señal de personas había a la vista. Los edificios parecían muertos, rotos, y viejos, muchas de las ventanas precintadas. Y cuando Laylen desaceleró el GTO a paso de tortuga, todo lo que pude pensar fue, sí, claro esta es la calle donde nos detendremos. Podríamos habernos quedado atrás en la tierra de los vivos, donde las luces brillaban, y no sentía que tan pronto como pusiese un pie fuera del coche alguien saltaría y me apuñalaría con un cuchillo. O saltaría y me congelaría hasta la muerte.

Alex se inclinó hacia mí.

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Laylen aparcó el coche en frente de un edificio sombrío con las ventanas sucias y las palabras Fortaleza de los Ángeles de Tatuajes y Perforaciones pintadas descuidadamente a través de las ventanas. No había luces dentro ni cerca de ninguno de los edificios vecinos. La única prueba existente de humanos eran las personas que vestían sudaderas negras, pantalones de camuflaje, botas militares, que corrían frente al coche, apresuradamente hacia abajo en la calle, y desaparecían en la oscuridad del callejón. No voy a mentir; me asuste tan seriamente que me haría pis en los pantalones.

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Me atraganté con el último pensamiento.

—¿Estás bien? —Umm… —¿Acaba de preguntar si yo estaba bien? Aun sonaba como si estuviera siendo sincero, lo cual era raro. —Sí, creo que sí. —Laylen apagó el motor, y la radio y las luces se apagaron. Todo estaba quieto y muy oscuro. —¿Estás segura de que estás bien? —me preguntó Alex otra vez, su voz baja y profunda—. Porque luces aterrada. —No lo estoy, —mentí, soltando mi cinturón de seguridad. —No tienes que tener miedo, —susurró en mi oído. El calor de su aliento me hizo temblar de buena forma. Odie eso de hacerme temblar de buena forma—. Te prometo que no voy a dejar que nada te pase. ¿Huh? ¿Qué pasa con el repentino acto de chico bueno? Quizás la electricidad era demasiado atrayente para él y estaba liando su cabeza o algo. —Está bien, —dije, sonando confundida. Y confía en mí, estaba confundida. Aislin escaneó los ominosos edificios de alrededor de nosotros. —¿Cuál de estos es? Laylen no respondió, sus ojos pegados a la ventana del frente mientras jugueteaba con el aro de su labio. Aislin se volteó y lo miró.

—No es ninguno de esos. Alex se deslizó en el asiento y descansó sus brazos sobre la guantera. —¿Qué significa, que no es ninguno de esos?

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Cuando él finalmente habló, sus palabras se arrastraron.

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—Laylen, ¿cuál de estos es?

—Significa que no es ninguno de esos. —Laylen dejó caer sus dedos de sus labios—. Necesito hacer una parada extra. —Oh chico. Aquí vamos. Alex había sido bien específico acerca de ir directamente ahí y directo atrás. Y ahora, aquí estamos, tomando un paseo. Estrujé mis ojos cerrados y masajeé el lado de mi sien, esperando no perder el control. —¡Qué! —gritó Alex golpeando su puño en la guantera—. ¡Pensé que te dije que no se supone que pararíamos en otro lugar más! — Laylen deslizó las llaves fuera del contacto y mantuvo la voz tranquila. —Antes de que te vuelvas loco, déjame salir primero. Confía en mí, querrás que pare. —¿Confiar en ti? —Alex dejo salir una cínica risa—. Me estás tomando el pelo? —Hizo un gesto hacia la ventana—. Confié en ti y mira donde estamos. Por un momento, nadie dijo nada. Podía escuchar a los perros aullando en la distancia, y un fuerte estallido, como un contenedor venirse abajo, eco a través del aire. Alex lanzó las manos al aire. —Bien. ¿Dónde pararemos? Laylen tamborileó sus dedos sobre el volante. —La Espada de la Inmortalidad. —Uno… dos… tres segundos pasaron.

—La tenía, —le corrigió Laylen—. La perdí durante en un juego de póker hace unos meses atrás. Alex apretó los dientes.

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Cualquiera que sea la Espada de la Inmortalidad debe ser algo importante. Es obvio una espada —duh— ¿pero qué clase de espada? ¿Una inmortal? Eso no tenía ningún sentido. ¿Cómo puede una espada ser inmortal?

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—¡Diablos Laylen! —exclamó Alex—. Lo tenías todo este tiempo.

—Así que déjame entender. Nos robas la espada solo para perderla. —La tomé por una buena razón, —dijo Laylen—. No quería dejarla en las manos de los Custodios después de volverme inmortal. —Se detuvo—. Sabes que ese es el por qué no quería hablarte de eso para empezar. Sabía que reaccionarias de forma exagerada. —No estoy exagerando. —Alex se dejó caer en su asiento—. No solo tomaste algo insignificante como un coche. Tomaste la Espada de la Inmortalidad. Nadie habló. Nadie pronunció una palabra. Sintiendo como si pudiera estallar por el silencio interminable, pregunté: —¿Qué es la Espada de la Inmortalidad? —Exactamente como suena… una espada que puede matar a un inmortal, —dijo Alex, claramente todavía irritado—. Y podría haber sido practico tenerla cuando estuvimos en el autobús cuando fuimos atacados por Los Caminantes de la Muerte. Lo miré boquiabierta. —Los Caminantes de la Muerte son inmortales. —Nadie había mencionado eso. Alex se pasó los dedos a través del cabello y asintió.

Alex sacudió la cabeza. —Nop. Mis ojos se ampliaron ante la realidad de los hechos, solo unas horas atrás, podría haber fácilmente muerto.

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—Entonces volvamos al autobús, donde estábamos siendo atacados, ¿no podíais matarlos entonces?

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—La Espada es una de las pocas cosas que puede matarlos. —Me estremecí ante el pensamiento.

—¿Entonces como la tendremos de vuelta? —pregunto Alex, su voz todavía sonando molesta. —Bien, está ahí adentro, en una vitrina en el segundo piso. — Laylen apunto hacia la vieja construcción de ladrillos—. Está expuesto y todo. El único problema que puedo pensar cuando podamos entrar es romper la vitrina. No es solo una cerradura normal que puedes abrir. De hecho, no pienso que todavía tenga una cerradura. Y estoy seguro de que al romper el vidrio se podría activar una alarma, —Aislin rebotó hacia arriba y abajo en su asiento. —Yo podría hacer un hechizo que funcionara. Alex se inclinó hacia delante y levanto las manos. —Espera un segundo. Primero, necesito saber ¿dónde es aquí? Laylen no contestó, mirando hacia el edificio de ladrillos que había apuntado antes. —Laylen, —dijo Aislin—. ¿Dónde exactamente? Laylen dejó escapar un suspiro de cansancio. —La Mazmorra Negra. Alex maldijo una secuencia de palabras inapropiadas a repetir, y entonces miró pensativamente al edificio al que Laylen quería que fuésemos para traer la espada.

Alex me apuntó con su dedo. —Tú tienes que estar a salvo y estar cerca de mí al mismo tiempo. —Ya te lo prometí en esa casa, —le recordé. —Sí, pero esto es más importante ahora. —Se detuvo, su expresión cambiando entre ira y preocupación—. Hay cosas ahí que son muy… peligrosas.

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—Puedo hacerlo lo más rápido que pueda, —le dijo—. Pero no hay garantía sobre cuán rápido puedo tenerlo abierto. La magia toma tiempo. Sabes eso.

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—Aislin, ¿cuán rápido crees que podrías hacer el hechizo?

Mi corazón tamborileó fuertemente. —¿Qué clase de cosas? Se frotó el cuello tensamente. —Cosas que son… ya sabes, quizás tú y yo deberíamos solo deberíamos esperar en el coche. —Preferiría que no. —Mi mirada iba a la deriva hacia el edificio y entonces a la oscuridad del callejón de un lado—. Este lugar me pone los pelos de punta. —No creo que ella vaya estar más segura sentada fuera de lo que lo estaría adentro, —Laylen empujo las llaves en sus bolsillos—. Este vecindario es muy inseguro. Alex miro alrededor, como si fuera a evaluar el peligro. —Bien, pero tenemos que asegurarnos de ser rápidos. —Mientras Laylen y Aislin abrían sus puertas, creí oírlo murmurar—, esta es una muy mala idea. Debería haber adivinado que terminaríamos caminando abajo por el callejón oscuro hacía la entrada de la Mazmorra Negra. Porque no deberíamos, ya que la idea de hacerlo me hacía temblar. La única luz venía de la luna iluminando los charcos de barro que manchaban el asfalto. No quería saber que eran los charcos, visto que no había estado lloviendo. El aire apestaba a moho y perro mojado. El bote de basura desparramado, esparcidos en el suelo papeles, cajas y suciedad que se aplastaba debajo de mis zapatos mientras caminaba.

Casi. Laylen levanto su puño a la puerta. —¿Estamos listos?

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Laylen nos guió a través del caos y se detuvo en frente de una puerta de metal oxidada. Alex se detuvo cerca de mi lado, brazos plegados, muy al estilo de soy tu guarda espaldas. La electricidad era girando, pero lo menos estábamos en la puerta ahora, haciéndolo menos sofocante y casi tolerable.

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Estaba asqueada.

—Probablemente no, —se quejó Alex, haciendo señas con su mano hacia la puerta—. Pero adelante. Laylen dejó caer la mano que tenía en la puerta y esperó un minuto antes de llamar de nuevo. Un par de segundos después, una pequeña abertura en la parte de arriba de la puerta se abrió y un par de ojos oscuros se asomaron. —Cuál es la contraseña, —dijo secamente una voz profunda. Laylen levantó el antebrazo, mostrándolo al par de ojos. —Muy bien. —Gruñó la voz. Un suave sonido de clic y luego la puerta se abrió. No estaba segura de que esperar estando parada detrás de esa puerta, pero si estaba segura de lo que no había esperado ver. Un hombre, de apenas mi altura con brazos huesudos y el cabello acomodado hacia atrás, parado en una habitación pequeña, con poca luz que no tenía más que una silla plegable de metal para acompañarlo. Laylen saludo al pequeño hombre con un movimiento de cabeza. —Doug. El hombre —conocido como Doug— murmuró un antipático:

Doug me fulminó con sus ojos oscuros. Aparentemente era una firme creyente de que mirar fijamente a alguien era grosero. Alex suavemente me empujó por la espalda con su codo, apresurándome a que me moviera. Quité mi atención de Doug y me enfoqué en Laylen.

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Miré con curiosidad a Doug, tratando de entender como había obtenido el trabajo de portero, guardia o como sea que se le llame en este lugar, —no estaba realmente segura, ya que estaba confundida sobre el tipo de lugar que era la Mazmorra Negra. Era peligroso, obviamente, —Alex lo había dejado claro en el coche. Pero sobre a donde estaba a punto de entrar, no tenía ni una idea. Y eso, lo admito, me aterrorizaba en todo mí ser.

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—Hola.

Solo había una puerta en el cuarto y Laylen pasó por ella y se sacudió abierta. Del otro lado se extendía un pasillo angosto. Lámparas negras colgaban de las oscuras paredes, iluminando levemente el suelo de piedra y el techo en forma de arco con ladrillos. Laylen y Aislin comenzaron a caminar por el pasillo y yo pasé por la puerta después de ellos, Alex me seguía muy de cerca desde detrás. El polvo del aire se pegó a mi piel mientras descendíamos más y más zigzagueando por el pasillo. Con cada ruido, mi sentido del temor aumentaba. Podía sentía el corazón golpeando a través de mi pecho, anticipando ansiosamente lo que nos esperaba al final. Mientras pasaba una de las linternas que colgaban de la pared, noté que tenían los mismos símbolos en negro que estaban tatuados en el antebrazo de Laylen. Cuando tuviera la oportunidad, —lo cual esperaba hacer después de salir de este lugar con vida, si tenía la oportunidad—, tendría que preguntarle que significaban esos símbolos. La música estaba retumbando desde algún lugar, un sonido bajo que se hacía más fuerte con forme descendíamos por el pasillo, hasta que sonó tan fuerte que hacia vibrar el suelo y también las linternas. —Esta fue una idea muy estúpida, —murmuró Alex detrás de mí—. Muy estúpida. Lo miré por encima de mi hombro y el me miró. El odio no estaba en sus brillantes ojos verdes como normalmente lo estaba cuando me miraba. No. Solo había preocupación en ellos. Estaba asustado.

—Está bien. —Laylen se frotó las manos—. ¿Todos estáis listos para hacer esto? Nadie respondió. Aislin y yo teníamos la misma expresión atónita. Alex parecía molesto. ¿Estábamos listos? ¿Listos para que, exactamente?

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Me mordí el labio inferior y seguí caminando. Laylen nos llevó por una esquina y una puerta apareció en nuestra vista. Se veía como una puerta común y corriente, pero tenía el presentimiento de que lo que fuera que estuviera al otro lado seria cualquier cosa menos ordinaria.

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Igual que yo.

Tiré hacia abajo el dobladillo de mi falda, mientras Aislin enderezaba su postura. Alex hecho un vistazo hacia el pasillo, chocando su hombro contra el mío y haciendo que estallará fuego bajo mi piel. Me estaba volviendo buena en esconder mi reacción, pensé. Ni siquiera jadeé. —Apresurémonos y terminemos con esto, —dijo Alex. Laylen asintió, girando el pomo de la puerta, abriéndola. Era un club. Como un club totalmente para bailar. Y excepto por la moda gótica que parecía estar por todos lados, todo parecía ser totalmente normal. No podía ver nada viscoso, brillante o muerto. Tenía que admitir que una parte de mi esperaba entrar y encontrar todo el lugar lleno de demonios y monstruos de todas formas, tamaños y colores, alimentándose de humanos o algo así. Pero no, este no parecía ser el caso. Colgando del techo había los mismos tipos de linternas que habían iluminado el pasillo. La pista de baile estaba atestada de gente, moviéndose hipnotizados por el ritmo de la camión de Nirvana “You know you are right.”

El aire olía a incienso con humo de cigarro y sudor. En el medio del lugar había un bar, creando la pregunta de si éramos lo suficientemente grandes para estar aquí. ¿Por qué no nos habían pedido las identificaciones en la entrada?

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Laylen empujó su camino por la multitud, dirigiéndose hacia la pista de baile. Todos íbamos en fila detrás de él, los empujones y el encaje de codos perdidos me llegaban por la espalda y los lados. Me abracé de forma protectora sobre los puntos para evitar que cualquier parte del cuerpo fuera golpeada.

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Luces rojas brillaban en el suelo de mármol de medianoche. Cortinas negras cubrían los balcones en lo alto. La ropa oscura prevalecía en el lugar, —casi todos estaban vestidos con algo negro. Laylen, Alex y yo estábamos bien mezclados con el ambiente gótico; Alex con su camisa gris y pantalones de mezclilla negros, Laylen todo de negro y yo con mi playera negra y mi falda oscura de mezclilla. Aislin, era otra historia. Con su blusa de encaje y su falda con volantes en color blanco, la chica parada ahí destacaba como un pulgar adolorido.

En la orilla de la multitud, colgando del techo, había una jaula para pájaros gigante de tamaño natural. Cuando empujé mi salida de entre todos esos cuerpos sudorosos, vi lo que había dentro de la jaula y me detuve de golpe. Una mujer, bailando y girando en un tubo. Su cabello oscuro ondulado caía por toda su espalda. Un corsé de cuero vestía su cuerpo y botas altas atadas a sus piernas. Una gargantilla de terciopelo envolvía su cuello y serpenteaba en su brazo, un látigo. Un par de alas negras con plumas llamativas, brotaban de sus omóplatos. Giró sobre el tubo y luego fijó sus ojos grises en mí. Sentí que se me cortaba la respiración. Mi cuerpo repentinamente se sentía tan caliente, como si estuviera derritiéndome. Mis extremidades, mis músculos, todo estaba centrado en ella. Sabía que es lo que necesitaba hacer. Necesitaba ir hacia ella. Ahora mismo. Era imperativo que lo hiciera… de vida o muerte. Mi pierna se movió y como una marioneta destinada a sus ataduras, bajé, avanzando poco a poco hacia la jaula. Una advertencia silenciosa pasó por mi mente, gritándome que parara, pero mi otra pierna se movía avanzando por el suelo, llevándome hacia ella. Otro paso… estaba a punto de alcanzar la cerradura de la puerta de la jaula. La mujer con alas, me miraba con ojos hambrientos mientras mi brazo se extendía hacia ella, mis dedos tocaban el frio metal. Alguien me tomó del brazo. Un golpe de electricidad corrió por mi cuerpo. —No, —escuché a Alex decir mientras me llevaba lejos de la jaula. Parpadeé aturdida hacia él.

Cerró fuertemente sus labios y giró sus hombros y cuello, como si estuviera alejándose de mi toque. —Por favor, ten cuidado de a dónde vas. —Dije, que lo sentía, —dije secamente.

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—Lo siento, —tartamudeé, tropezando lejos de él.

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—¿Qué crees que estás haciendo? —preguntó de mal humor.

Suspiró y se dio la vuelta, dirigiéndose hacia una escalera de caracol. Aislin y Laylen estaban parados arriba, mirando hacia abajo, hacia nosotros. —¿Ella, que es? —pregunté subiendo las escaleras después de Alex. Miró sobre su hombro. —¿Qué? —La mujer de allá, —hice una seña con mi cabeza hacia la jaula—. Obviamente no es humana, así que, ¿qué es? Se detuvo inesperadamente y casi choco con él. De nuevo. —Probablemente era humana, hasta que hizo algo estúpido como abrir la jaula del Ángel Negro que estaba previamente encerrado ahí dentro. —¿Un Ángel Negro? Algo así ¿cómo el Ángel Caído? —No exactamente, —negó con la cabeza—. Mira Gemma, tanto como adoro estar de pie aquí explicándote todo, realmente pienso que deberíamos irnos. —Y con eso, se dio la vuelta de nuevo y trotó subiendo las escaleras.

—No creo que mucho tiempo más, —contesto Aislin. Yo estaba parada fuera de la entrada a un lado de Laylen. Estaba echando un ojo por… bueno, básicamente nada. Un pasillo se extendía a cada lado de nosotros. La luz fluorescente de las linternas pegaba sobre las paredes marrones y coloreaba todo con una sombra oscura roja. Me recordaba a la sangre.

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—¿Cuánto tiempo más nos va a llevar? —preguntó Alex a Aislin, paseándose de un lado a otro impacientemente en frente de la entrada de la sala donde La Espada de la Inmortalidad estaba guardada en una vitrina con cerradura. Por suerte, la sala estaba vacía. Habíamos estado ahí cerca de diez minutos, pero con Alex actuando tan impaciente, parecía que habían pasado diez horas.

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Suspiré y a regañadientes lo seguí.

¿Y qué era lo que hacía yo ahí, en todo esto? Absolutamente nada. No servía más que el jarrón que estaba sobre la mesa en frente de nosotros. Ocupaba un espacio y nada más, lo cual era exactamente lo que hacía. Bueno y también que, hacía toda esta situación mucho más peligrosa, especialmente si Los Caminantes de la Muerte aparecían, lo cual Laylen me dijo había esa posibilidad. No estaba segura de sí Alex lo sabía o no, pero no sería yo quien se lo iba a decir. Laylen y yo habíamos estado en silencio la mayor parte del tiempo. No era necesariamente, un silencio incomodo, pensé. Creo que habíamos pasado nuestro tiempo solitario y el silencio no era algo inquietante. —Así que… ¿crees que va hacer un hoyo en la alfombra o algo así? —preguntó Laylen, rompiendo el silencio. Yo había estado mirando fijamente las escaleras, esperando que alguien llegara inesperadamente y nos tomara por sorpresa. —¿Eh? ¿Quién? —Alex. Miré a Alex. Él continuaba caminando de un lado a otro, con sus ojos de halcón fijos en Aislin. —Quizás. Laylen se rió. —Estoy totalmente seguro de que lo hará.

Miré el tatuaje trazado en sus antebrazos. Los jeroglíficos negros eran los mismos que estaban bordados en las linternas. —¿Qué significan? —pregunté, señalando su tatuaje. Levantó el brazo. —¿Qué, esto?

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Laylen se recostó sobre la pared y se cruzó de brazos, sus músculos flexionados y eso hizo que su piel se arrugara un poco.

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Me reí suavemente, el aire cosquilleaba en mis pulmones.

Afirmé con la cabeza. —Me di cuenta que lo mostraste en la entrada y así pudimos entrar. Y también están en las linternas que cubren todo el lugar, así que me preguntaba, ¿qué significan? Forzó una sonrisa. —Un tatuaje. Puse los ojos en blanco. —Lo sé, pero ¿el tatuaje significa algo? Trazó con los dedos el tatuaje que estaba sobre su suave y pálida piel. —Es la marca de la inmortalidad. —¿Entonces no es un tatuaje? —No exactamente. Apareció en mi piel cuando me convertí en vampiro. —Se detuvo, su manzana de Adán, notablemente subía y bajaba mientras tragaba el nudo en la garganta—. Le sucede a todos cuando se hacen inmortales. —Entonces, ¿por qué se lo mostraste al hombre de la entrada?, ¿Este es un club exclusivo para los inmortales o algo así? — Se rió.

Laylen levantó una ceja, viéndose sorprendido por mi pregunta.

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—Y… —eché un vistazo hacia Alex, para estar segura que no estuviera escuchando. Él seguía caminando de un lado a otro y maldiciendo a Aislin para que se apurara. Aislin estaba diciendo que se callara, su mano presionada sobre la vitrina, donde la espada estaba encerrada dentro, la dentada hoja de plata y el mango con la cabeza de dragón resplandecían a la luz. Ninguno de ellos estaba poniéndonos atención a Laylen y a mí, lo cual era bueno, porque tenía el presentimiento que a Alex no le gustaría lo que iba a preguntar. Me incliné más cerca de Laylen manteniendo la voz baja—. ¿Qué es un Ángel Negro?

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—Sí, supongo que puedes verlo de esa manera.

—¿De dónde viene esa pregunta? Me encogí de hombros. —Hay uno abajo en una jaula y le pregunté a Alex que era, pero él dijo que no tenía tiempo para explicármelo. —Eso no me sorprende. —Retrocedió un par de pasos para estar fuera de la vista de Alex y Aislin y me hizo señas para que hiciera lo mismo. —La cuestión con Alex, —comenzó a decir mientras se acercaba— , es que piensa que todo es un secreto. —¿Entonces no hay nada importante que decir sobre el Ángel Negro? —Solo que son ángeles del infierno y no del paraíso. —¿Qué…? —comencé a exclamar, pero Laylen me detuvo, rápidamente, sacudiendo la cabeza. Miré sobre mis hombros para ver si mi tono de voz había llamado la atención. Ambos lados del pasillo continuaban vacíos. Regresé mi vista hacia Laylen y bajé la voz un poco. —Lo siento, pero un ángel del infierno. ¿Estas bromeando? Los dos conceptos son totalmente contradictorios uno con el otro. —En este mundo, —hizo señas a nuestro alrededor—, muchas cosas pasan. Tómame como ejemplo. Un Custodio se vuelve vampiro. Una completa contradicción. Uno representa el mal, el otro el bien.

Forzó una pequeña sonrisa. —Depende de a quien le preguntes. Me sentí mal por él. Parecía… sufrir tanto. Apenas lo conocía y todo, aun así había sido bueno conmigo, aún más que cualquiera en toda mi vida.

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—Difícilmente creo que seas un demonio.

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Lo miré. Sus hermosos ojos azules, su cálida sonrisa. Con seguridad, él no parecía un demonio para mí.

—No creo que seas… —¿Os estáis divirtiendo? —me interrumpió la voz de Alex. Laylen puso los ojos en blanco y dejó salir un suspiro de cansancio mientras se daba la vuelta. Alex tenía su clásica e irritante expresión mientras se recostaba en la entrada, mirándonos. ¿Cuánto tiempo había estado ahí parado?, me preguntaba. —En cualquier momento durante vuestro pequeño momento de arrumacos, alguien pudo haber subido y estoy seguro de que ninguno de vosotros lo habría notado, —dijo Alex. —Si lo veríamos, —protesté—. Ambos tenemos una vista clara de cada lado del pasillo. —Y seguramente manteníais un ojo en ello, ya que parecía que solo os mirabais el uno al otro. Hablando de Dios sabe de qué, —dijo mordazmente. —Alex, solo relájate. —La voz de Laylen era tranquila, pero firme—. No estábamos acurrucados y no estábamos hablando de nada importante. —Laylen me dio una mirada de reojo, que esperaba que no notara Alex—. Jesucristo. Algunas veces estas muy tenso. Alex caminó hacia nosotros como un gato al acecho y puso un dedo sobre el pecho de Laylen. —Parece que estas olvidando por qué estoy tenso. No se supone que ella se deba acercar a nadie. —¡Oye! —Exploté—. Eso no es…

Respiré pesadamente, poniéndome la mano sobre la cadera. —Si es algo sobre mí, entonces me incumbe. No puedes controlarme solo por qué quieras. —Una mirada letal estalló entre nosotros.

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—Esto no te incumbe.

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—Alex levantó la mano, interrumpiéndome.

Lo miré fijamente y ceñuda. Tratando de agregarle el mayor fuego posible. Por supuesto, Alex parecía imperturbable, su cara tenía una expresión de tolerancia. —¿Sabes qué? —le dijo Laylen a Alex—. Realmente creo que las razones por las que estas tan tenso no tienen nada que ver conmigo. Miré a Laylen extrañada. ¿Qué se suponía que significaba eso? —¿Exactamente, que estas tratando de decir? —preguntó él bruscamente. —Ah, creo que lo sabes muy bien. Esto no es sobre mí hablando con Gemma, o de Gemma acercándose a alguien. Es sobre ti, queriendo algo que no puedes tener. La expresión de Alex cayó. Laylen obviamente había dado en el clavo, con lo que sea que lo estuviera molestando. Pero ¿qué era lo que un hermoso, seguro de sí mismo, —y si, extremadamente machista— chico como Alex podría querer, y no tenerlo? No podía entenderlo. Noté que Laylen estaba mirándome fijamente. Alex no me miraba para nada, sus ojos estaban fijos en un punto rojo sobre la alfombra, que estaba delante de sus pies. Parecía estar sin palabras, lo cual era muy extraño tratándose de él. Él nunca se quedaba sin palabras. De hecho, normalmente, tenía muchas cosas que decir. Abrí mi boca. —Lo siento, me he perdido de….

—Eso suena muy bien para mí. Laylen sacó de su bolsillo una mochila azul marino, empacada. En el coche, había puesto algunas cosas en su bolsillo, así podíamos pasar de contrabando la espalda sin ser notada. La sacudió y la abrió. —Aquí, pon la espada dentro. —Aislin la puso dentro—. ¿Estás seguro de que nadie sospechará si traemos cargando la mochila?

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Alex, dejo salir un suspiro de alivio.

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—¡La tengo! —Anunció Ailsin mientras salía por la puerta con la Espada de la Inmortalidad sujetada en la mano—. Ahora vámonos.

—Tendrán algo más que sospechas si no estuviese en la mochila —apuntó Laylen, cerrando la mochila. —¿Podemos, solo irnos? —dijo bruscamente Alex, regresando por el pasillo. Aislin suspiró. —Sí, vámonos. Laylen acomodó el asa de la mochila y la puso sobre su hombro, después él y yo los seguimos. El aire se hacía más frio, entre más nos acercábamos a las escaleras. Mi piel se puso de gallina. Me dio un escalofrió y me frote los brazos con las manos. —¿Tienes frio? —preguntó Laylen, ajustando la mochila. —Más o menos, —contesté, mi aliento salió, formando humo. Bueno, eso no podía ser bueno. Laylen se paró en seco, su cara ya pálida se drenó a un blanco fantasmal. —¿Qué sucede? —le pregunté. Antes de que pudiera contestar, me golpeé contra la parte posterior de algo. Ese algo era Alex. Me di cuenta por la oleada eléctrica.

—Oh, Dios. ¿Cómo nos encontraron? Laylen se encogió de hombros. —No tengo ni idea. —¿Hay alguna otra forma de salir de aquí? —le preguntó Alex a Laylen.

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Aislin se balanceaba hacia atrás y hacia adelante con sus dedos de los pies.

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—Retrocede, —siseó, empujándome de regreso por donde habíamos venido—. Están subiendo las escaleras. No tenía que explicar quiénes eran ellos. Ya lo sabía por la sensación glacial que había en el aire. Mi corazón martillaba mientras corríamos de regreso a la sala donde la espada había estado resguardada.

—Hay una salida de emergencia al final del pasillo. Pero probablemente active la alarma contra el fuego, cuando la abras. —Bueno, si no hay otra manera, entonces supongo que tendremos que tomar el riesgo, —Alex se arrastró hasta la puerta y se asomó al pasillo—. Hay dos de ellos, parados en la parte de arriba de las escaleras… Necesitamos un señuelo, se dio la vuelta, y sus ojos se centraron en Laylen—. Alguien que los distraiga mientras saco a Gemma de aquí. —Y asumo que quieres que yo sea ese señuelo. —El tono de Laylen no sonaba con amargura pero sí vacío. Hizo que mi estómago brincara. —Laylen, lo siento, pero no veo otra forma de hacerlo. Creo que lo mejor sería si yo me quedo con… —Laylen lo cortó. —Solo vete. Alex vaciló pero solo por una fracción de segundo, luego tomó mi mano fuerte, tirando de mí hacia la puerta, sacándome de balance. —Vamos Aislin. Aislin no se movió. —No. Alex se detuvo y la miro boquiabierto. —¿Qué quieres decir con, no?

Alex le lanzó una mirada de advertencia. —Aislin, no hay forma… —No es una discusión, —intervino—. Yo me quedo. Ahora, date prisa y sal de aquí, antes de que no puedas hacerlo.

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—No voy a dejar a Laylen aquí para defenderse solo. Me quedaré y lo ayudaré. —Mi estómago se hacía nudos. Ellos estaban quedándose atrás para defenderse, por mi culpa.

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Cruzó sus brazos y levantó la barbilla, desafiante.

Tomó otro segundo de vacilación, antes de que estuviera de acuerdo. —Bien. Pero prométanme que ninguno de vosotros tratara de matarlos. Solo distraedlos lo suficiente para poder sacar a Gemma de aquí y luego corred hacia el coche, ¿de acuerdo?

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Aislin asintió y nos señaló hacia la puerta. Alex miro hacia Aislin y Laylen una última vez, luego apretó mi mano y tiró de mí mientras corría por el pasillo, dejando a Aislin y Laylen atrás para pelear con los monstruos mortales de hielo, ellos solos.

Traducido SOS por Sarah5 Corregido por katiliz94

R

emordimiento. Que sensación, como huevos podridos estropeados dentro de tu estómago, el hedor filtrándose a través de tus poros. Es una mierda, y quería deshacerme de eso. Pero no podía. Dejar a Aislin y Laylen atrás había creado la horrible sensación, y estaba bastante segura de que no se iría hasta que supiera que estaban a salvo de nuevo. Por lo que añade la culpa con la posibilidad de que podría morir muy pronto, y mis posibilidades de vomitar se estaban volviendo muy altas. Y mi culpa continuaba supurando más y más mientras Alex me arrastraba por el pasillo. Estaba luchando desesperadamente para mantenerme a su ritmo, cayendo torpemente sobre mis propios pies. Estaba asustada, pero tratando de no enloquecer. El revestimiento de los lados del pasillo era de papel y las puertas shoji blancas. En algunas de ellas pude ver sombras de formas humanas, figuras que moviéndose al otro lado. Pero me temo que no eran humanos. Podrían haber sido cualquier cosa. Caminantes de la Muerte, Ángeles Negros, vampiros, escoge lo que quieras. Todos daban miedo en sus propias formas.

Él se dirigió hacia la izquierda, pero luego supongo que cambiando de opinión, fue por la derecha. Mis pies tropezaron en protesta mientras me tiraba detrás de él. —¿Cómo sabes que es el camino correcto? —No lo sé. —Dijo simplemente.

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—¿En qué dirección está la salida de emergencia? —pregunté con voz temblorosa, presa del pánico.

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Inesperadamente el pasillo llegó a una encrucijada y Alex desaceleró a un trote.

Tragué saliva. ¿Se me permitía vomitar todavía? Porque estaba bastante segura de que el sabor a aves que borboteaba en la parte posterior de mi garganta era vomito. Alex dio un suspiro de alivio. —Ahí está. Y por supuesto, al final de pasillo había una puerta con las palabras “Salida de emergencia” impresas en la parte superior. Mi corazón saltó. Nunca estuve tan emocionada de ver una puerta en mi vida. Eso fue hasta que la estúpida cosa se abrió. La alarma se activó, un estruendo ensordecedor arriba y abajo del pasillo mientras un monstruo negro con capucha surgió por la puerta. —Hijo de… —En el chasquido de un dedo Alex me tenía girando alrededor y estaba tirando de mi hacia el camino por el que acabábamos de venir. Una brisa fría se precipitó contra la parte posterior de mis piernas, y sabía que el Caminante de la Muerte venía detrás de nosotros. —¿Qué vamos a hacer? —sollocé con voz anormalmente alta. Doblamos una esquina y luego, sin previo aviso, se paró en seco. Y por tercera vez en el día, me golpeé contra él. No me importaba, sin embargo. Ni reaccioné. En este momento, ¿quién diablos estaría preocupado por la electricidad? Yo no. No iba a hacer nada para salvarnos.

—¿Un lugar para escondernos? —Repetí, mirando alrededor como si en realidad hubiera posibilidad de encontrar una puerta secreta acechando a nuestro lado o algo. No la había. —Sí, un lugar para escondernos, —soltó mi mano y agarró la manija de una puerta shoji cercana. No me di cuenta de cómo mis palmas sudaban. Me las sequé en la parte delantera de mi falda, Alex

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—Tenemos que encontrar un lugar para escondernos.

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Él hizo un análisis rápido de lo que nos rodea.

sacudió la puerta hasta abrirla. Detrás había un hombre tumbado en una cama. Sus ojos estaban cerrados y una mujer que usaba un viejo vestido de corsé de moda, estaba de rodillas sobre él. Su rubio cabello encrespado bajaba por la espalda y en la localización de su cuello había un tatuaje, que yo ahora conocía como la marca de la inmortalidad. Sin darnos cuenta, la mujer se levantó y nos mostró sus colmillos. Un vampiro. Mi boca se abrió. —Santa mierda. Alex cerró la puerta de golpe. Lo miré con los ojos muy abiertos. —¿Qu-que diablos fue eso? Alex me sacudió, ya corriendo hacia la siguiente puerta shoji. Me atreví a mirar hacia atrás en el pasillo, preguntándome si me iba encontrar con un Caminante de la Muerte encima de nosotros. Sorprendentemente, lo encontré vacío. Pero eso no trajo ningún consuelo para mí. De hecho, hizo que me preocupara más. Al menos si hubiera sido capaz de verlo entonces sabría dónde estaba. Alex abrió otra puerta, y afortunadamente no había nadie adentro. Me empujó por la puerta y la cerró detrás de nosotros. El cuarto estaba oscuro, solo un hilo de luz se filtraba a través de la pantalla de la puerta.

—Necesito encontrar un lugar para esconderte. —Esconderme. ¿Qué vas a hacer? Él palpo su camino en la oscuridad, moviéndose a través de lo que puede distinguir como una cama, un armario y luego llegó a lo que parecía ser un separador de cuartos.

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Oí un suave clic cuando cerró la puerta.

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—¿Ahora qué? —Suspiré.

—Aquí —susurró—. Quédate detrás de la pantalla. —¿Por qué? ¿Qué vas a hacer? —Voy a matar al Caminante de la Muerte, —siseó—. Ahora ven aquí. —Matar al Caminante de la Muerte. —Hice mi camino hacia él—. Pero dijiste que no podían ser asesinados. No sin la espada, que no tienes. Me tomó del brazo y suavemente me empujó detrás del separador. No podía ver su rostro, pero sentía que tenía miedo. —Ya lo sé —dijo en voz baja. Presioné juntos mis labios temblorosos, sintiendo que podía llorar. —Mira. —Su voz era lo más suave que había oído en mi vida—. Te prometo que todo estará bien, solo quédate aquí atrás. —Luego hizo la cosa más extraña. Acarició mi mejilla con su dedo. El toque era tan ligero como una pluma, pero la electricidad todavía corría por mi mejilla—. Prométeme que no saldrás hasta que sepas que todo está bien. Mis pensamientos revoloteaban por todo el lugar, y no estaba pensando con claridad.

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—Está bien. —Y entonces se fue. Así como así. Y estuve sola. Fue entonces cuando me di cuenta de lo que había hecho.

Traducido por Drys Corregido por katiliz94

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e quedé detrás de la pantalla por lo que pareció una eternidad. Juro que el mundo podría haber llegado a su fin y podría haber estado completamente inconsciente, la habitación estaba oscura y tranquila —juro que las paredes debían estar insonorizadas por lo tranquilas que estaban— para obtener cualquier tipo de idea de lo que estaba pasando. Aunque tenía mis pensamientos para pasar el tiempo. No me trajeron ninguna sensación de comodidad. Mientras seguía pensando en cómo Alex había dicho que esperase aquí hasta que supiese que estaba a salvo, pero nunca dijo nada de regresar… Así que eso significaba... ¿que él no iba a volver? Iba a vomitar. Además, no estaba segura exactamente de cómo se suponía que iba a saber cuándo era lo suficientemente seguro para salir.

Conteniendo el aliento, me alejé de la orilla del divisor. Lógico, lo mejor sería mantener la calma, analizar la situación y hacer un mapa. ¿Pero cómo diablos se suponía que debía mantener la calma cuando había niebla en todas partes, nublando todo, incluyendo la parte racional de mi cerebro? En cambio, me asusté y salté de detrás del divisor, preparándome para correr. Rápidamente me di cuenta, sin

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Me arrastré hasta el borde de la misma, mi adrenalina pulsando a un ritmo que casi me tiró al suelo. Hice una pausa, tomé una respiración profunda, y ...1 ...2 ...¡Bam! Las luces se encendieron. Y antes que de que tuviera tiempo para reaccionar, la niebla estaba arremolinada a mi alrededor. Me entró el pánico. ¿Qué se suponía que debía hacer?

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Así que hice lo único en que pude pensar. Esperé hasta que me sentí como si fuera a estallar, hasta que no pude soportarlo más, y luego me hice a la idea de que era hora de salir.

embargo, de qué tan grande fue el error que había cometido. No podía ver nada en la niebla. Era como estar en una casa embrujada de Halloween. La única cosa que faltaba eran las luces estroboscopias. Bien, bien, creo. Busqué en la habitación por cualquier signo de ojos amarillos. En mis pesadillas y en el autobús, incluso a través de la niebla, era capaz de ver los ojos del Caminante de la Muerte. Cuando no lo vi, tuve una pequeña luz de esperanza, y giré hacia la dirección en la que creía que estaba la puerta. Me golpeé las rodillas con el vestidor y la punta del zapato con la pata de la cama. Sentí la puerta, la niebla se filtró en mis huesos. Me pareció ver un bulto en la puerta, y una oleada de emoción fue a través de mí. La alcancé pensando en dónde la puerta debería estar, pero en lugar de tocar metal, mis dedos tocaron tela. Tela fría. Miré hacia arriba y encontré un par de brillantes, ojos plateados mirándome Estaba muerta.

Apoyé la espalda contra la pared, con ganas de ir lo más lejos que pude de la cosa espantosa. Tuve un escalofrío, deseando desaparecer, deseando estar en otro sitio, pero estaba aquí. Los ojos del Caminante de la Muerte cambiaron a un dorado brillante, y abrió la boca dejando salir un sonido que parecía un chillido. Sonaba como un animal moribundo.

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La niebla se abrió creando un túnel entre el Caminante de la Muerte y yo. Esperé a que se moviera, pero no lo hizo. En su lugar se quedó en la puerta, con los ojos ardiendo de amarillo, debajo la capucha de la capa que le llegaba hasta los tobillos. Era la primera vez que había visto uno de cerca, y al instante deseé poder borrar de mi mente la visión. Sacó los dedos largos y huesudos de la capa. La piel cadavérica hizo que me cubriera la boca. Su cara parecía que estaba podrida; la carne pelada, revelando rastros de músculos en carne viva y huesos dentados.

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Me quedé boquiabierta mirando al monstruo hambriento, congelada de terror, incapaz de moverme. Sus ojos ardían como si estuviera tratando de grabar mi alma. Tenía que irme. Tenía que alejarme de él. Hice que mis piernas se movieran y tambaleé hacia atrás hasta que el dorso de las piernas presionó en el lado de la cama. Él se deslizó alrededor de ella y avanzó de nuevo a la esquina más lejana, puse tanta distancia como pude entre yo y el monstruo.

Luego avanzó. Grité cuando me di cuenta de que nunca debería haberme quedado atrapada en una esquina. ¿Cómo había pensado que había terminado el juego? No había lugar para para correr. Estaba perdida. No había nada que pudiera hacer, sino esperar a que me matara. Temblando de miedo, me hundí en el suelo, capturando un último amarillo en sus inquietantes ojos, antes de cerrar los ojos. Abracé mis rodillas a mi pecho y esperé a que el frío chupara la vida de mí. Esto era todo. Este era mi final. Me hubiera gustado que hubiera terminado el juego viviendo una vida menos solitaria. Una fuerte explosión, un grito, y luego algo, golpeando el suelo con un ruido sordo. Mis oídos zumbaban cuando abrí los párpados. Dejé escapar un grito ahogado. Tumbado en el suelo, justo frente a mis pies, Estaba el Caminante de la Muerte inconsciente o muerto. No podía estar segura, ya que parecía muerto incluso cuando estaba vivo. —Gemma, ¿estás bien? Levanté la barbilla y vi los ojos verdes de Alex. Asentí. Tenía la garganta tan seca como el aire del desierto, tragué duro, tratando de hidratarme lo suficiente para que pudiera formar algún tipo de palabra. —Sí.

—Estarás bien —dijo, y sopló en mis manos, inundando mi piel con calidez.

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—No entres en pánico. —Alex envolvió su mano alrededor de la mía, y me puso de pie. Su piel era tan cálida que encendió mi piel excesivamente fría. Mantuvo un agarre en mi mano y comenzó a frotarla en un intento de crear fricción y dar calor. Luego tomó mi otra mano, y puso ambas palmas juntas, sus manos alrededor de la mías.

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Alex saltó sobre el cuerpo del Caminante de la Muerte y extendió su mano hacia mí. La tomé, contuve el aliento al ver la sombra azulada y púrpura que había tomado mi piel.

—¿Por qué siempre le pasa esto a mis manos? —pregunté, mi cuerpo temblaba por el frío persistiendo en el aire. O tal vez era por mis nervios. —Es donde circula la sangre —explicó Alex con otro aliento—. Los Caminantes de la Muerte funcionan de la misma manera que lo hace el aire frío normal. Empieza en los dedos de manos y pies, y hace su camino hacia arriba. La única diferencia es que ellos lo hacen mucho más rápido. —¿Los dedos del pie? —Eché una mirada hacia mis pies, asustada ante la idea de lo que había ahí. ¿Dedos púrpuras y azules? ¿Tendrían que amputármelos? Había oído hablar de gente que pierde sus dedos del pie en Afton. Debido a las motos de nieve o al snowboard. Quería vivir con mis dedos de los pies. —Estarás bien —me aseguró Alex—. Vamos a llevarte al coche. Respiró un último aliento en mis manos, y luego las dejo ir. Después arrancó algo que se había quedado atascado en el Caminante de la Muerte. Era la Espada de la Inmortalidad. La hoja dentada estaba cubierta de la sangre negra del Caminante de la Muerte, supuse. —¿De dónde sacaste eso? —pregunté. —Laylen y Aislin. Traerán el coche ahora mismo para que podamos salir de aquí. —Limpió la cuchilla en el manto del Caminante de la Muerte, entonces extendió la mano hacia mí—. Vamos.

—Están muertos. Hice mi mejor esfuerzo para no mirar a la criatura cuando pasé por encima del cuerpo, vi su cara putrefacta y sentí que mi estómago se revolvía. —¿Los has matado?

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—¿Qué pasa con los otros?

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Tomé su mano, tratando de ignorar el aleteo que su tacto hacía a mi corazón.

—Sólo había dos —Me empujó hacia la puerta—. Y esto, —levantó la espada en el aire—, hace fácil el matarles.

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Seguí a Alex por el pasillo, con las piernas temblando todo el tiempo. Creo que estaba en algún tipo de estado de shock o algo así. Mi cuerpo se sentía entumecido y extraño, y la forma en que el mundo se balanceaba en hermosos colores brillantes y formas no podía ser normal. Para ser sincera, apenas recuerdo haber entrado en el coche. Pero de alguna manera, un poco más tarde, estaba sentada en el asiento trasero del GTO de Laylen con el calor del calentador a través de mi piel, y el sonido de los neumáticos chirriando, dejando atrás la Mazmorra Negra.

Traducido por Nanami27 y Pily Corregido por katiliz94

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abía algo mal en mi cabeza. No era como si tuviera algo físicamente roto, sino más como si estuviera mentalmente agrietada. Si era debido al shock de apenas escapar de mi muerte, o debido a que las últimas horas estaban finalmente poniéndose al día conmigo, no lo sabía. Pero por alguna razón, no parecía ser capaz de concentrarme. Todo seguía girando y girando, como si estuviera atrapada en un carrusel fuera de control. Estaba empezando a tener náuseas cuando Alex me hizo recostar y elevó mis piernas, murmurando algo sobre cómo eso evitaría que entrara en shock. Así que ahí estaba yo, recostada en el asiento trasero del GTO, con las piernas descansando en el regazo de Alex. No se me ocurrió hasta después que recostarme en una falda y poner mis pies en el regazo de un chico podría no haber sido la más grandiosa de las ideas. Cuando empecé a coger atisbos de realidad otra vez, me di cuenta de que, si él realmente quería, Alex podía ver a través de mi falda. Por suerte, parecía obsesionado con mirar por la ventana. Y sinceramente, ¿a quién quería engañar? No había manera de Alex quisiera mirar debajo de mi falda.

—Oh bueno, estás despierta. —¿Estaba dormida? —Pregunté. No podía recordar ir a la deriva. Sus ojos escanearon mi rostro como si estuviera comprobando por signos visibles de mi cabeza estando rota. —¿Estás segura de que no te golpeaste la cabeza? Me acordé de cuando había estado cerca de ser asesinada.

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Alex volvió la cabeza y me miró.

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Suspiré, tirando hacia abajo el borde de la misma.

—No... Estoy bastante segura de que no hubo golpes de cabeza. —Él miró hacia Aislin. Ambos intercambiaron una mirada que no pude interpretar—. ¿Qué? —Pregunté, empezando a incorporarme. Whoa. ¿Puedes decir lo mismo del mareo? Presioné la palma de mi mano en mi frente—. Ouch. —Gemma, tienes que recostarte —insistió Alex. Deslicé mis piernas fuera de su regazo y me senté con la espalda recta. —¿Qué está pasando? Intercambiaron otra mirada, y esta vez me pareció ver un atisbo de decepción en la expresión de Alex. —¿Por qué vosotros dos seguís dándoos miradas extrañas? —Mi cabeza había dejado de girar, y me di cuenta de que no sólo el auto estaba detenido, sino que Laylen no estaba en él—. ¿Y dónde está Laylen? —Él está adentro. —Aislin señaló a la ventana en un edificio de ladrillo rojo con las palabras Hierbas y Especias de Adessa impresas a través de la puerta—. Fue a comprobar las cosas y asegurarse de que todo estuviera bien antes de que todos entráramos. —Oh... bueno, ¿por qué seguís mirándoos el uno al otro de esa forma? —Pregunté.

—¿Estás segura de que no te pegaste en la cabeza? — Preguntó Alex—. Estás actuando un poco raro. ¿Te sientes bien? Hmm... ¿Me siento bien? De repente, tuve una epifanía. —Esperad un segundo —sostuve las manos delante de mí con exasperación—. ¿Pensasteis que volvería a no ser capaz de sentir nada de nuevo o algo así? —Aislin se movió incómoda en su asiento, y pude

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Miré hacia atrás y adelante entre los dos. Ninguna de sus expresiones decía nada. Pero aun así, podía sentir que algo estaba pasando.

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—¿De qué forma? —Preguntó Alex tan casualmente que supe que estaba jugando al tonto.

decir que había adivinado lo que estaban pensando—. ¿Por qué pensaríais eso? —Porque estabas actuando raro —respondió Alex en un tono relajado que te habría hecho pensar que habíamos estado discutiendo sobre el clima, no sobre mis emociones desapareciendo de nuevo. —Estuviste demasiado seria —añadió Aislin con voz temblorosa. —Oh. —Levanté las cejas—. Así que pensasteis que me había golpeado en la cabeza o algo así, y llamé de vuelta a la vieja Gemma. — Ninguno de los dos dijo nada. Aislin jugueteó con la visera encima de su cabeza, y Alex miró por la ventana. Sabía que él solo trataba de evitar hacer contacto visual conmigo, teniendo en cuenta que estábamos en una oscura y desolada zona, y no había nada particularmente fascinante para mirar fuera—. Bueno, eso es lindo —murmuré, cayendo hacia atrás en mi asiento. Aislin se volvió lentamente en su asiento y me miró con ojos tristes. —Gemma, no nos referíamos a eso. Nosotros pensamos...

Intenté sacudirme del hecho de que Alex parecía decepcionado de que mostrara emociones. ¿A quién le importaba lo que él pensaba? A mí, no. Podía sentir y eso era todo lo que importaba. De acuerdo, bien, eso era una mentira. Pero lo que sea. Iba a dar mi mejor esfuerzo para no centrarme en cómo Alex se sentía sobre mí, porque si lo hiciera, eso probablemente carcomería mis entrañas.

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—Gemma, si sabes algo —empezó Alex, pero me volví de espaldas a él y miré por la ventana, trazando las líneas de los edificios a los alrededores con mis ojos.

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—Que había dejado de sentir —terminé por ella, a regañadientes—. Bueno, lamento decirte esto, pero no creo que un golpe en la cabeza pueda llevarme de vuelta a eso. —Entonces me crucé de brazos y fingí que estaba albergando un gran secreto sobre lo que había causado la aparición repentina de mis emociones. Realmente, no tenía una maldita idea de lo que había causado que mis emociones fueran liberadas repentinamente. Pero ellos no necesitaban saber eso. Dejarles pensar que sabía más de lo que les decía, extrañamente suficiente, se sintió muy gratificante.

Mientras miraba hacia Hierbas y Especias de Adessa, me di cuenta de una luna creciente perfilada por una estrella negra dibujándose en la ventana de la puerta. Miré el tatuaje en el hombro de Aislin. Era exactamente igual a la que estaba en la ventana. —¿Qué es eso? —Pregunté, señalando sobre su hombro. Trazó las líneas del tatuaje con el dedo. —Es la marca de las brujas. Después que me convertí en una bruja, apareció en mi piel. —¿Como la marca de la inmortalidad? —Pregunté. Sus cejas se sumergieron en la perplejidad. —¿Cómo sabes eso? —Laylen me lo contó mientras estábamos en la Mazmorra Negra —expliqué. —Oh, genial —se burló Alex—. ¿Qué más te contó? —Nada —dije, lo cual era una mentira, ya que ahora sabía lo que era un Ángel Negro—. ¿Así que, todos tenéis una marca? Aislin asintió. —Yo realmente tengo dos. Una porque soy una bruja. —Levantó el pie sobre la consola central y encendió la luz del techo. Un círculo negro recortado por ardientes llamas doradas estaba tatuado a un lado de su tobillo—. Y una porque soy una Custodia.

—Si te estás preguntando si tengo una, la respuesta es sí —dijo él, como si hubiera leído mi mente o algo así.

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—Sí, mi marca de Custodia apareció cuando tenía unos doce años. También fue casi al mismo tiempo que realmente empecé a aprender sobre lo que es ser una Custodia. Y mi marca de bruja apareció cuando estaba cerca de los quince, que es cuando me enteré, por primera vez, de que poseía magia Wicca. —Me pregunté cuántas marcas tenía Alex. ¿Era algo más que solo un Custodio?

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—¿Y qué? ¿Solo aparecen de la nada?

Espera. ¿Y si pudiera leer la mente? Quiero decir, con todo lo que había aprendido en las últimas veinticuatro horas, no estaría ni un poco sorprendida si existiera tal cosa como la habilidad para leer la mente. Si Alex podía leer la mente, entonces eso apestaría totalmente, teniendo en cuenta cómo mis pensamientos tendían a centrarse en él y su belleza. —Solo tengo una marca, sin embargo —dijo él, mirándome a los ojos—. La marca de los Custodios. Ufff. Qué alivio. —¿Se ve igual que la de Aislin? Él asintió con la cabeza. —La misma marca, solo que en un lugar diferente. Por qué, por esta vida mía, su observación encendió una electricidad que estaba más allá de mí. Me mordí el labio inferior, severamente distraída por mis pensamientos de dónde podría estar su maca. Una sonrisa maliciosa se extendió por su rostro. —Si quieres, puedo mostrarte dónde está.

Mirando por la ventana, Aislin dejó escapar un gran suspiro de alivio. —Oh, bien, podemos entrar. —Seguí su mirada y vi a Laylen, de pie delante de Adessa, agitando una mano a nosotros. En el interior de Hierbas y Especias de Adessa, el aire olía a salvia y algunas especias que no podía identificar. Azulejos blancos y negros

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—Relájate —dijo Alex—. No hay necesidad de ponerse toda agitada. Solo estaba bromeando con ella. —Llegué a la conclusión, en ese mismo momento, que tal vez Alex tenía algún tipo de trastorno bipolar o algo así. Primero me odiaba. Entonces me había besado. A veces lo irritaba. Y a veces me tomaba el pelo. Para alguien que no quería que yo sintiera, con seguridad estaba enviando mis emociones por todo el lugar.

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—Alex —siseó Aislin—. ¿Qué estás haciendo?

como tableros de damas el suelo, la marca de bruja pintada en gran medida en el centro. Encimeras de cristal, mostrando cosas simples como joyería, velas e incienso, bosquejaban la habitación. Había, sin embargo, algunas cosas dentro de las vitrinas que parecían bastante cuestionables. Un pote negro con un espeluznante ojo abierto pintado en él (juro que la cosa me estaba mirando), una figura en miniatura de una pirámide egipcia, y una estatua de un gato con dos cabezas. No pude evitar sino preguntarme lo que hacían estos extraños objetos. ¿Eran solo para exhibición? ¿O contenían alguna clase de poder mágico en ellos? —Así que... —Aislin echó un vistazo por la habitación con una expresión de desconcierto—. ¿Dónde se encuentra esta Adessa? —Estará abajo en un minuto. —Laylen se apoyó en una vitrina y apoyó los codos encima de ella—. Tenía que correr escaleras arriba para conseguir algo. Caminé alrededor de la habitación, arrastrando el dedo sin rumbo por el mostrador de vidrio mientras miraba todos los peculiares objetos. En uno de los mostradores, vi a una bola de cristal que se parecía a la que las Videntes usan para ver el futuro. Miré dentro de ella, curiosa de si sería capaz de ver mi futuro. Cintas violetas flotaban graciosamente en un mar de agua brillante. A través de él, mi reflejo me devolvió la mirada. Al parecer, no poseía habilidades psíquicas. Era eso, o esta bola en particular era un fiasco. —Si no tienes cuidado, podrías quedar atrapada en su interior — dijo Alex, prácticamente apareciendo de la nada y asustando la mierda de mí.

Dio unos golpecitos con los dedos sobre la bola de cristal. —Atrapada aquí dentro. Esta es una bola de cristal de una Vidente. Del tipo que usan para ver visiones. Pero para ver el futuro, realmente tienen que entrar en el futuro. —Movió la bola con el dedo—. Yendo dentro de esta.

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—Jesús. ¿Tienes miedo a los demonios fuera de mí? —Me detuve, para tomar aliento—. Entonces, ¿me estabas hablando sobre quedarme atrapada en el interior de algo?

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Puse mi mano sobre mi acelerado corazón.

—¿Pero por qué iba yo a quedarme atrapada en su interior? No soy una Vidente. —Sí, pero tú eres... diferente. No creo que tocarla sería una buena idea. —Pero sigues tocándola —señalé. —Pero no tengo el poder de una estrella que fluye dentro de mí. — Golpeó con los dedos sobre la bola de cristal de nuevo, supongo que tratando de probar su punto—. ¿Quién sabe lo que podría pasar si lo tocas? Es posible que compenses su poder o algo y te dejes atrapar por una visión. De hecho, es probable que no debas tocarla para nada. —Incluyendo el suelo —dije con amargo sarcasmo—. Debido a que parece que sería muy difícil. La mayoría de la gente podría sentirse insultada por mi inteligente comentario. No Alex, sin embargo. Nop. Era como un juego para él. —Eso suena muy complicado. —Se inclinó hacia mí y bajó la voz—. Creo que sabes que eso no es lo que quise decir. —Inspiré varias veces lento y profundo, porque tenía que hacerlo. Con lo cerca que estaba, la electricidad se había encendido y me obligaba a un tira y afloja con mis emociones. Una parte de mí quería abofetearlo, mientras que la otra parte de mí quería presionar mis labios contra los suyos.

—No puedes irte hacia el coche —dijo Alex con severidad—. No por ti misma. Los dos nos quedamos allí, mirándonos el uno al otro, ya que esta burbuja gigante de electricidad se había construido a nuestro alrededor. Al final, Alex apartó la mirada. Pateó el azulejo con la punta de su zapato.

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—Bien, si es tan grave si toco algo —murmuré—, entonces tal vez debería ir a esperar en el coche.

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Arranqué mis ojos de él y miré a Laylen y Aislin para distraerme de mis sentimientos insanos. Parecían estar envueltos en una conversación muy seria. Laylen tenía los ojos fijos en Aislin, que estaba agitando las manos en torno a un tipo de gesto caliente.

—Así que sí, sólo asegúrate de no tocar nada, excepto el suelo. Unos momentos más tarde, una mujer alrededor de treinta años, más o menos bailó entrando en la habitación. Tenía ojos de gato en forma de oro y el pelo negro ondulado que fluía todo el camino hasta la cintura. Llevaba un vestido de terciopelo azul marino, grandes pendientes de aro de oro, y su piel era del color de la miel. —Soy Adessa —dijo con una voz tan suave como la seda—. Ahora, Laylen me dijo que una de vosotras es una bruja y está buscando un cristal Vectum. —Sus ojos de gato aterrizaron en mí—. Y déjame adivinar, eres tú. Miré a mí alrededor con nerviosismo y luego sacudí la cabeza, perdida en cuanto a qué pensaría eso. Le señalé con un dedo en dirección a Aislin. —No, no yo… Ella. —Hmm... eso es interesante. Ella centró su atención en Aislin. —Así que, ¿qué es lo que estás buscando en particular, querida? —Bien, he estado usando la amatista púrpura —pauso Aislin—. Pero ya que tenemos que recorrer una larga distancia, creo que tal vez el oro iba a funcionar mejor. Adessa retorció un colgante de diamantes de color rojo que colgaba de su cuello.

Adessa paseó detrás del mostrador e invitó con la mano a Aislin a seguirla. —Creo que tengo algo que funciona incluso mejor que una de oro. Levantó la mano y señaló a un rectángulo invisible en el aire. Una de las estanterías, que recubría la pared púrpura se desplazó hacia atrás, hundiéndose en la pared que se había echado atrás por una

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—Oh... creo que unos 500 kilómetros —dijo Ailsin—. Pocos más pocos menos.

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—¿Qué tan lejos es esa distancia, querida?

fuerza invisible. O una fuerza mágica. Me quedé boquiabierta cuando la plataforma desapareció por completo y reveló una puerta de color negro sólido escondido detrás de ella. Adessa movió la mano como si estuviera espantando una mosca, y la puerta se abrió. Desde donde yo estaba, no podía ver lo que había dentro. Intenté apoyarme casualmente a mi izquierda para ver mejor, pero no hubo suerte, Adessa y Aislin estaban bloqueando mi vista. Adessa hizo un gesto hacia la puerta. —Después de ti, querida. Aislin se mordió el labio y tentativamente entró. Adessa siguió detrás de ella. Un destello de color rojo brillante resplandeció en toda la habitación, y la puerta se cerró de golpe. Luego se fueron. —¿Qué diablos? —Estaba descansando en algún lugar entre estar totalmente fascinada y absolutamente aterrorizada—. ¿Dónde se fueron? —A un lugar secreto donde Adessa mantiene ciertas cosas ocultas —respondió Laylen. —¿Qué tipo de cosas? —pregunté, intrigada. Laylen se acercó a mi lado, con las manos metidas en los bolsillos. —Del tipo peligroso.

—Todo hay de malo en ello —dijo Alex con franqueza. Suspiré. ¿Terminaría alguna vez el secretismo? Podría cruzar los dedos y esperar que sí, pero no contendría la respiración; probablemente moriría por falta de oxígeno si lo hiciera. Seguí mi dedo a lo largo de una grieta en la vitrina.

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—¿Qué? —Laylen le dirigió una mirada de “soy tan inocente”—. Ella hizo una pregunta, y yo le contesté. ¿Qué hay de malo en eso?

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—Laylen —advirtió Alex.

—¿Entonces por qué Adessa pensó que yo era la bruja? Laylen ladeó la cabeza hacia un lado, con la frente arrugada. —No estoy realmente seguro. Alex hizo girar la bola de cristal de ver el futuro en su soporte, la que yo no tenía que tocar, pero que al parecer él podía. —Probablemente a causa de tus ojos. Me toqué distraídamente el rabillo del ojo. —¿Por qué mis ojos la harían pensar eso? —Los has visto, ¿no? —dijo con sorna—. Su color no es nada normal, un claro indicativo de que hay algo diferente en ti. —Sí, los he visto —espeté.

Puede ser. Pero, ¿qué me iba a pasar después de que detenga el fin del mundo? Nunca me había quedado claro. Nada había quedado claro para mí, en realidad no.

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Laylen se alejó de nosotros y comenzó a perder el tiempo con una serie de cajas de cerámica negras y azules en un estante cercano. Las chispas eléctricas comenzaron a besar mi cuerpo, moviéndose desde la punta de los dedos de los pies hasta la parte superior de mi cabeza. No era demasiado caliente o demasiado fuerte, y tuve que admitir que me gustó la forma en que me hizo sentir, a pesar de que sabía que no debería. Había pequeños, fugaces momentos como este en el que podía relajarme y disfrutar de la sensación de hormigueo en la piel. Pero me preguntaba si habría alguna vez un tiempo en el que pudiera disfrutar de ella libremente. ¿O disfrutar libremente de mi vida? ¿Podría simplemente ser normal? Tal vez después de que detenga está cosa apocalíptica-del-fin-del-mundo, podría ser capaz de hacerlo.

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—No estoy tratando de ser malo. —Sonaba como que lo decía en serio, pero ¿quién podía estar seguro?—. De hecho me gusta el color. Es realmente diferente. —Confundida sobre si me estaba tomando el pelo o no, he optado por mantener la boca cerrada. De esta manera, nada estúpido podría escapar de ella.

—¿Puedo hacerte una pregunta? —pregunté a Alex. Fijó su mirada en una pequeña piedra negra en el interior del mostrador. —Depende de lo que sea, supongo. —Negué. Dudaba que iba a darme una respuesta lineal o una respuesta real, pero tenía que intentarlo al menos, ¿no? Tomé una respiración profunda y rápidamente lancé mi pregunta—: ¿Qué me sucederá después del cierre del portal? Bueno, por lo que había aprendido de experiencias pasadas con Alex es que era un buen actor. Podría mentir como un verdadero profesional. Pretender ser algo que no era. Manipular mis pensamientos. Así que cuando su cara se vació de color, mi corazón realmente se detuvo. Cualquiera que fuera la respuesta tenía que ser horrible. —¿Qué es? —Mis palabras salieron de mí en estado de pánico. Negó con la cabeza, su piel todavía muy pálida. —Gemma, no estoy seguro de que deberíamos estar hablando de esto ahora mismo. —¿Qué quieres decir con que no crees que deberíamos hablar de esto ahora? —Pisoteé el pie en el suelo, sí, como un niño de dos años, pero teniendo en cuenta las circunstancias, creo que fue totalmente adecuado. —Sólo dime.

—No, esto no es algo de lo que deberíamos estar discutiendo en estos momentos. Y ahí es cuando lo supe. Nunca iba a ser normal. Nunca iba a ser capaz de disfrutar de las cosas, ser feliz, y hacer lo que quería con mi vida. ¿Por qué? Porque nunca iba a tener una vida. El portal me iba a matar. —Voy a morir, ¿no?

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—Bien, prefiero que lo hagas —respondí.

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—Preferiría no hacerlo —dijo rotundamente.

—No lo sé —vaciló—. Nadie lo sabe realmente. Puedes volver a la normalidad o.... Se detuvo. —O podría morir —terminé por él. No respondió, pero estaba mirando a todas partes, excepto a mí. Volviéndome loca, me di la vuelta sobre los talones, me preparé para hacer una carrera loca hacia la puerta, pero mi codo se encontró con algo frío y duro. La bola de cristal de mirar el futuro. Rebotó en el soporte, rodó fuera de la barra, y golpeó el suelo con un ruido metálico fuerte. —Mierda —dije. Sin pensarlo, me agaché para deslizarla hacia arriba. Alex y Laylen gritaron: —¡No!

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Cuando mis dedos rozaron el cristal, sentí que tiraban de mi cuerpo. Y entonces estaba en espiral por un oscuro túnel.

Traducido SOS por Carolina451 Corregido por katiliz94

L

a caída parecía eterna, como si hubiese sido succionada a un abismo sin fondo. El miedo tomo lugar mientras me daba cuenta que un abismo sin fondo era probablemente lo que era —un hoyo gigante sin final. Obviamente, si hubiese un término, y lo golpeara con la velocidad en la que caía en ese momento… Bueno, No quería pensar en eso ahora. Debajo de mis pies, vi una pequeña luz blanca parpadeando entre la oscuridad. Mientras me acercaba a ella, empezaba a brillar cada vez más fuerte, eventualmente tornándose tan luminosa que tuve que cerrar los ojos o me hubiese quedado ciega. Una manta caliente alrededor de mí, y succioné aire mientras mis pies tocaban el suelo fuertemente. Me tambaleé hacia delante, cayendo sobre mi cara en una superficie que se sintió rasposa y seca como el pasto. Rápidamente me levanté. Sí, suficientemente claro, la rasposa, seca superficie era pasto, y tenía mi boca llena de ello.

Antes de que todo se quebrara.

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Presioné las vendas en su lugar y giré sobre mi misma, viendo si podía reconocer mis alrededores. Hojas naranjas y rosas brillantes bailaban en el aire, y el viento susurraba contra mi cabello. Grandes árboles rodeaban un lago translúcido. El lugar se sentía extrañamente familiar, como si ya hubiese estado aquí antes pero no pudiese recordarlo realmente. Era el mismo sentimiento que había experimentado cuando había sido succionada en el paseo de campo.

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Enloquecí un poco, me lo saqué de la boca. Mi cabeza palpitaba y donde mis puntadas estaban me picaba. Preocupada las abrí, levanté la parte baja de mi camisa y cuidadosamente retiré las vendas. Mi piel se veía roja e hinchada, pero no había sangre y parecía que las puntadas mantenían junta mi piel.

Por un momento, me quedé ahí parada, absorbiendo los rayos del sol y respirando en el aire fresco. Entonces de la nada me llegó. Absolutamente había sido succionada en la bola de la Vidente, como Alex me había advertido que podría pasar. También me había prevenido de que podía quedar atrapada en ella. Toda mi calma fue desgarrada de mí en un parpadeo. Está bien. Está bien. No entres en pánico. Sí, era más fácil decirlo que hacerlo. Miré a mi alrededor en instantes, cruzando los dedos porque de alguna manera una puerta mágica se materializase en el aire. La magia existía, ¿verdad? ¿Entonces por qué no podía conjurar una puerta? Porque no soy una bruja, esa era la razón. Y, claro, ninguna puerta iba a aparecer, nunca. Fue entonces cuando realmente entré en pánico. —¡Ayúda! —Grité con todos mis pulmones—. ¡Alguien! ¡Quien sea! Lágrimas escurrieron las esquinas de mis ojos. Genial. Ahora estaba llorando. Odiaba pensar en ello, pero no ser capaz de sentir ahora mismo sería útil, porque me estaba poniendo histérica. El estar toda frenética y loca no me iba a llevar a ningún lado. Tomé un profundo respiro e intenté relajarme. Está bien, puedes hacer…

—Disculpa, —quería tocarle el hombro, pero mi mano pasó por ella como si fuese un fantasma. Genial. Me di cuenta que subí el volumen de mi voz—. ¡Hola! Nada, la niña sólo se quedó ahí de pie, completamente desconcertada por el ruido mientras miraba el lago.

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Insegura de como las visiones de los Videntes funcionaban, me acerqué cuidadosamente. ¿Podría ser capaz de comunicarme con ella? Dios, esperaba que sí.

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Una línea morada pasó rápidamente alrededor de mí. Brinqué hacia atrás, mi mano presionando contra mi corazón, mi aliento luchando por estabilizarse. Mi instinto se tornó hacia el bulto borroso, y me di cuenta que no era un punto borroso sino una niña pequeña usando un vestido morado. Parecía de 4 o 5 años. Su largo cabello castaño se agitaba con el viento mientras se paraba en el borde del lago, mirando hacia el agua.

Genial. ¿Ahora qué? Si no podía comunicarme con alguien, entonces ¿cómo iba a encontrar una manera de salir de este lugar? La niña pequeña empezó a girar en círculos, e inhalé mientras captaba su rostro con la mirada. Estaba todo borroso, como una mala recepción de una pantalla de televisión. Parpadeé y froté mis ojos con mis manos, pero seguía igual. —No te acerques mucho al lago, —una voz dijo detrás de mí. Me volteé justo cuando un niño corrió junto a mí. Se veía unos pocos años mayor que la niña de cabello castaño obscuro. Su cara estaba borrosa de la misma manera. —Necesitas ser cuidadosa o te puedes caer, —me advirtió. —No te preocupes, —respondió la pequeña, jugando en el borde del agua—. No me caeré. —Por favor, sólo aléjate, —rogó él, sus manos se extendieron hacia ella—. No sabes cómo nadar. Ella tomó firme su mano, y él la guió lejos del lago. Estaba teniendo un extraño déjá vu, justo como el que tuve cuando desaparecí en el campo mientras estábamos de excursión. Las caras de las personas también habían estado borrosas. Entonces eso ¿Qué significaba? ¿Dónde se relacionaban? Esto tenía que ser una visión, y la cosa del día de campo… bueno, no sabía qué era eso. No pudo haber sido una visión. ¿Cómo pudo haber ocurrido? No fue como si hubiese tocado la bola de Vidente.

Siquiera antes de que pudiera girarme, el hombre apareció a mi lado. Era alto, con cabello similar al de Marco. Usaba una camisa negra, pantalones grises y una cadena de oro alrededor de su cuello. Su rostro estaba borroso.

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Su voz hizo que la atmósfera se alterara en un estilo de cementerio-en-medio-de-la-noche. Por el modo en que se tornaron las cosas hizo que los cabellos de mis brazos se pararan y que mi estómago se revolviera.

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—Vosotros dos, ¡Venid aquí ahora mismo! —ladró un hombre desde algún lugar detrás de mí.

Rápidamente me di cuenta de que él estaba intimidando con la manera en que alteraba mis nervios. Hasta los niños parecían alejarse de él. —Es hora de irse, —su voz se heló—. Ve dentro para empacar las cosas. —¿A dónde voy? —Preguntó la pequeña, agarrando fuertemente la mano del niño, como si su vida dependiera de ellos. —¡Eso no es asunto tuyo! —rugió el niño. Aunque no podía ver la cara de la niña, sabía que tuvo que estremecerse. Me estremecí. El miedo de que tal vez él fuese a lastimarlos me recorrió. ¿Qué debía hacer si lo hacía? ¿Quedarme quieta y mirar sin hacer nada? Escuché el tierno aproximamiento de pasos. La figura pasó junto a mí. Era una mujer con el cabello castaño largo y su cara borrosa como los otros. Ella cargó a la pequeña en sus brazos y la abrazó protegiéndola. —¡Tú, aléjate de ella! —gritó al hombre. Su presencia trajo una calidez que se mezcló con el frio que el hombre envió. Los dos combinadas creaban una mezcla de emociones que zumbaba en el aire y me mareaba. —Esta no es tu decisión, —regañó el hombre a la mujer—. Sabías que cuando ella naciera este tipo de cosas podían pasar.

—Todo va a estar bien. No necesitas estar asustada. Te prometo que no dejaré que nada te pase. El hombre se rió, de una manera que produjo escalofríos en todo mi cuerpo. —Quisiera ver que lo intentaras. —Se giró al niño pequeño—. Ve a dentro, ahora.

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La mujer —la madre retrocedió delicadamente el cabello de la niña y le besó la frente.

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—Mami, tengo miedo, —susurró la niña.

El niño no se movió. —¡Ahora! —ordenó el hombre. —Sí, padre, —al niño le tembló la voz. Caminó colina arriba hacia un edificio como un castillo, hecho de piedras grises y torres altas. ¿De dónde había llegado el edificio? Quién lo sabía. Después de que el niño desapareciera dentro del castillo, el hombre se giró hacia la mujer. —Ahora podemos hacer esto de la manera fácil o difícil. Ella se quedó quieta definitivamente, abrazando a la niña en sus brazos fuertemente. —No te la llevaras a ningún lado. Ella es mi hija, no tuya. —Entonces, será de la manera difícil. —Él fue hacia la mujer y le arrebató a la pequeña. La mujer desesperada peleó para regresar con ella, rasguñando y lanzándose fuera de los brazos del hombre. La niña se estiraba hasta su madre, pateando y gritando con todas sus fuerzas.

—Ahora, como dije, podemos hacer esto de la manera fácil o difícil. —No te atreverías, —susurró la mujer. —¿No lo haría? —Miro hacia abajo a la pequeña en sus brazos—. Oye pequeña, ¿te gustaría ir a nadar al lago? La niña se hizo hacia atrás.

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Balanceando a la pequeña en un brazo, él puso la bolsa enfrente de la mujer.

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—¡Quiero quedarme contigo! ¡No dejes que me lleve! —No importaba. Sus esfuerzos fueron en vano. El hombre se mantuvo fuerte, completamente inafectado por sus intentos. Cuando sacó una bolsa pequeña negra de su bolsillo, la mujer se congeló. El silencio asfixió el aire, y sólo pude escuchar mi corazón acelerado.

—Pero no sé nadar. —Estarás bien, —respondió el hombre—. Alguien estará ahí para ayudarte. —¡Deten esto! —gritó la mujer, formando puños sus manos—. Sé que estas bromeando. La necesitas demasiado. El hombre rió débilmente, poniendo los pelos de mis brazos de punta. —Hay maneras de traerla devuelta cuando la necesite. Ella probablemente estará mejor ahí abajo hasta que sea el momento. La respiración de la mujer se alteró. —Por favor, no hagas esto. Por favor. El hombre se rió otra vez. —Oh, no lo haré a menos que te metas tú al lago. ¡Ve al lago! — ¿Por qué? ¿Qué estaba haciendo él con ella? ¿Intentar ahogarla? Me sentí enferma. —Nunca te saldrás con esto, —su voz terminó en llanto—. Sé la verdadera razón de por qué la quieres, y tarde o temprano, alguien más se dará cuenta. Nunca podrás salirte con esta. —Oh, lo dudo realmente. Tengo a todos amarrados en mi dedo. Puso a la niña en el suelo, apuntó con un dedo al castillo, y le ordenó a la niña—: Entra.

Una vez más la niña no hizo nada. Era valiente, estoy segura de que yo habría estado corriendo por mi vida en este instante. —Vamos cariño, —la apresuró su madre con voz suave—. Esta bien. Estará bien. —Le tomó a la pequeña un segundo, pero finalmente camino lejos, mirando por última vez su madre antes de empezar a subir la colina hacia el castillo.

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—¡Ve! —gritó el hombre.

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La niña no se movió.

Mi corazón se quebró por la pequeña y su madre. De alguna manera —y no sé cómo— supe que iba ser la última vez que la viese. Iba a crecer sin madre, quizá hasta odiando a las personas que escogieron criarla. Siempre habría un hoyo en su corazón. —Ahora es el momento de encargarme de ti, —dijo le hombre volteándose hacia la mujer. Dejó un momento de pausa, como si intentara poner el aire tieso con silencio—. Entra en el lago. Ahora. No. No. No. No. No. No había manera de que fuese cierto que él quisiera tirarla en el lago. No. No podía. ¿Podía? —¿Has estado planeando esto, todo este tiempo, no es así? —Su voz tembló—. Cada palabra que salió de tu boca, fue una mentira. —Lo sabes muy bien, —dijo él—. Ahora déjate de teatros y entra en el lago. —Sacudiendo la cabeza, ella se alejó del agua. Todavía no estaba segura de qué iba a pasar cuando entrara en el lago, pero debía ser algo muy malo. Mi instinto me lo decía. —Estas equivocado acerca de que no te atrapen. —Ella llegó a la orilla del lago, las olas meciéndose hacia el talón de su pie—. Hay personas que no controlas con tu dedo. —Entonces debo de encargarme de ellos igualmente, —él abrió la bolsa negra, sacó un puñado de algo que parecía ceniza, y lo esparció en el lago, haciendo una nube gris obscura.

Dejé salir un gritó enorme. El hombre le dio la espalda a la mujer ahogándose y se fue, silbando un tono funky, como una mezcla de canciones. —“Es un Pequeño Mundo” y “Estrellita, Dónde Estás.”

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Unos pasos más y el agua le llegaría a la cintura. El lago estaba como muerto, como la calma antes de la tormenta. Entonces llegó el ruidoso ¡swoosh! Agua salpicó encima de ella y la arrastró hacia dentro.

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—No creas que has ganado. —Ella levantó el mentón y se hizo hacia atrás, sumergiendo sus piernas en el agua—. Algún día nos volveremos a ver.

Sin siquiera pensarlo, corrí hacia el agua, forzando a mi ser a ir más allá y más lejos mientras que el agua fría ascendía cada vez más. Pero cuando me alcanzó luego de la cintura, me di cuenta de dos cosas: 1) Como la niña pequeña, no sabía nadar y 2) No podía realmente tocar a la mujer, entonces ¿Cómo debía salvarla? Cortamente después de que estos pensamientos cruzasen por mi mente, una tercera razón sobre por qué no debería ir dentro del agua. Porque obviamente, había algo malo con el lago. ¿Por qué no había pensando en eso antes? Había escuchado el zambullido. Había visto el splash. Diablos, había visto al hombre tirar ceniza de dios sabe qué cosa en él. Debí saber que no era bueno ir corriendo hacia él.

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Pero, no lo hice, y ahora era demasiado tarde. Una mano huesuda había tomado mi tobillo y estaba tratando de llevarme debajo del agua. Pateé y grité y peleé con cada fuerza que tenía, pero lo que sea que me tenía era fuerte, demasiado fuerte. Me jaló debajo del agua fría y me siguió jalando cada vez más profundo. No podía ver nada. Mi suplemento de oxígeno se acababa. Entonces… así es como se siente… morir, ese fue mi último pensamiento antes de que todo se volviera negro.

Traducido SOS por Sandra289 Corregido por katiliz94

M

e faltaba el aire cuando mis ojos se abrieron de golpe. Las paredes moradas y los mostradores de vidrio me rodeaban. Estaba de vuelta en lo de Adessa. Lo había hecho. No estaba muerta. Mi piel estaba seca. Mis pies estaban plantados firmemente en las baldosa de tablero de ajedrez. La bola de cristal de Vidente ahuecada en mi mano. —¡Ah! —grité y dejé caer la bola. Golpeó el duro suelo, agrietándose por el centro. —Gemma. Aparté la vista de la bola y encontré a Alex junto a mí, con sus ojos verdes más amplios de lo habitual, su boca fija en una línea de preocupación. Detrás de él estaba Laylen, con la misma expresión de preocupación es su rostro. Respiraba pesadamente.

—Fue un accidente, —le espeté—. No quise tocar esa… esa… — señalé con la mano la grieta de la bola de adivinar—, …cosa. —Los tres miramos fijamente. El agua se filtraba a través de la grieta, formando un charco en el suelo. —Bien, ¿qué pasa? —preguntó Alex, su voz un poco más tranquila, pero seguía pareciendo preocupado.

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—¿Qué quieres decir con qué diablos pasó? Tocaste la bola de Vidente después de que te dije que no lo hicieras. —Su voz, aunque llena de furia, ligeramente afectada.

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—¿Qué diablos pasó?

¿Qué pasó? Bien, déjame ver. Fui succionada en un túnel, me golpeé el rostro en la tierra, y vi a una mujer siendo asesinada. Todo quiere salir de mi boca, sin embargo, lo que sale es: —Yo… —¿Te metiste en una visión? —preguntó lentamente como si fuera una incompetente.

Alex,

hablando

—Sí. Quiero decir, por lo menos creo que lo hice. —Y has sido capaz de volver, —afirmó con asombro. Un fuerte golpe de pronto resonó en la habitación. Asustándome casi hasta la muerte, salté y terminé embistiendo mi hombro con el pecho de Alex. —Lo siento. —Laylen se disculpó mientras recogía un candelabro de cerámica negro que aparentemente había golpeado el suelo. Dejé que mi respiración se ralentizara. Hombre, me estaba poniendo nerviosa. Pero realmente, ¿podrías culparme? —Voy a llevarla fuera, y ver si puedo conseguir que se calme— le dijo Alex a Laylen. Laylen asintió, y Alex me lleva a la puerta principal. Me hizo esperar allí mientras revisaba el interior del GTO para asegurarse que todo fuera era seguro. Una vez le dio el visto bueno, salí fuera, y nos subimos en el asiento trasero del coche.

—Umm… —Busqué algún tipo de palabras que pudieran explicar la horrible escena que acababa de verme obligada a ver—. Algo... sabes, no estoy segura de querer hablar de ello. —Bien, tienes que hacerlo, —dice—. Si tuviste una visión, necesito saber lo que pasó. Es importante. —Se masajeó los lados de las sienes y suspiró.

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—¿Entonces que viste? —preguntó finalmente Alex.

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Ambos nos quedamos en silencio por un rato, la noche cayendo a través de la ventanilla del coche. Apenas podía ver nada, lo que me ponía de los nervios.

—Está bien. Le di un resumen de todos los detalles que podía recordar de la visión. Por supuesto, no puedo describir como era la gente, ya que sus rostros estaban desdibujados. Y ninguno de ellos había dicho algún nombre, por lo que la posibilidad de que seamos capaces de averiguar quiénes eran las personas era casi nula. —¿Sabes que eres realmente suertuda, no? —preguntó Alex cuando terminé. —¿Suertuda cómo? —¿No ha entendido que acababa de ser testigo de una mujer siendo asesinada? —Bueno, para empezar, tienes suerte por haber vuelto. He oído historias de gente atascada en las visiones y que nunca ha regresado. Y has tenido suerte porque no has sido atrapada por las Hadas del Agua. —¿Hadas del Agua? —repetí, desconcertada—. ¿Qué es un Hada del Agua? —Es lo que os empujó a ti y a la mujer dentro del agua. Las Hadas del Agua son las Guardianas del Inframundo. —¿El Inframundo? —Dije—. ¿Cómo el lugar donde los griegos creían que la gente iba después de la muerte? —Más o menos. —Parecía dudar de agregar más sobre el tema, pero no iba a permitir que me escondiera más secretos. No esta vez. No después de lo que acababa de presenciar.

¿Qué le había herido? La verdad, no tenía ni idea. Probablemente lo había imaginado o algo así. —Está bien. —Levantó las manos en el aire, cediendo, sorprendiéndome—. El Inframundo es la tierra de los muertos. Es también una prisión. Después de que nosotros, los Custodios,

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Pensé que podía hacerlo enfadar, pero en su lugar, él sólo me miró con lo que pensé que parecía dolor en sus brillantes ojos verdes.

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—Cuéntamelo, —demandé—. O le pediré a Laylen que me lo explique.

capturamos a alguien como, por ejemplo, un vampiro en una matanza, les condenamos a una vida en el Inframundo como castigo. Me pregunté si había usado a un vampiro como ejemplo intencionadamente, como una manera de vengarse de mí por amenazarlo con ir a preguntar a Laylen si no comenzaba a explicarme las cosas. —Pero, ¿por qué no los matáis en su lugar? Quiero decir, mataste a ese Caminante de la Muerte. ¿Por qué no puedes matar a un vampiro? —Confía en mí, la muerte es un castigo más leve luego de que eres mandado allí. La mayoría acaba loco por la tortura después de unas pocas semanas. —Algo se me ocurrió de repente. —Espera un segundo. ¿Eso significa que la mujer que fue arrastrada hacia el lago va a terminar en el Inframundo? —Quizás, —contestó de mala gana—. Las Hadas del Agua normalmente no matan a las personas o cosas que capturan. Están bajo órdenes estrictas de mandar todo lo que capturan directamente a prisión. —¿Pero porque quieren prisioneros? —Debido a que se alimentan de su miedo. Es lo que les mantiene florecientes incluso en su forma muerta. —Tragué duramente.

—¡Así que podría estar allí ahora! —El volumen de mi voz nos hizo mirar alrededor nerviosamente. No estoy segura de lo que esperábamos, sin embargo. No había nadie alrededor pero había edificios libres. Alex me dio una mirada que me indicaba que mantuviera mi voz baja.

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—Quizás. Pero también podría estar ya allí. —Suspiró—. A veces, cuando alguien sin experiencia intenta ver el futuro acaba viendo algo que ya ha sucedido.

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—Entonces si la visión que tuve realmente ha terminado sucediendo, la mujer va a terminar siendo torturada ahí abajo.

—Podría estar allí en este momento, pero si ha estado allí por un tiempo, entonces pudo haber muerto ya. Dependiendo de lo fuerte que sea, podría ser capaz de sobrevivir la tortura un par de años sin volverse loca. Pero si ya ha perdido la razón, la Reina habrá tenido su asesinato. —¿Por qué la Reina tendrá su muerte? ¿Y quién es la Reina de todos modos? —La Reina de los Muertos. Ella está a cargo de todo lo que pasa en el Inframundo. Después de que un prisionero se vuelve loco, ya no produce el tipo de temor del que su pueblo puede alimentarse, por lo que se deshace de ellos. —Me quedé boquiabierta—. Matándolos. Alex suspiró y pasó los dedos por su pelo. —Tienes que entender que muchas de las cosas, o personas que enviamos allí han cometido crímenes horribles. El tipo de crímenes que rondan las pesadillas de la gente. —Sí, bien, considerando que los Caminantes de la Muerte rondan mis pesadillas… —me callé. No debería haberlo mencionado. Él arqueó una ceja. —¿Sueñas con ellos? Asentí con la cabeza. —Mucho ahora. —¿Por qué diablos no me lo contaste antes?

Él negó con el cabeza, claramente irritado. —¿Soñabas con ellos antes de verlo en la vida real? —Sí, empecé a tener los sueños hace un par de meses, y la primera vez que vi algo que quizás pensara que era un Caminante de la muerte sólo fue un par de semanas atrás en el estacionamiento de la

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—Tú guardas secretos, — y probablemente todavía lo hace—. ¿Por qué yo no puedo?

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Me encogí de hombros.

escuela. Pero no estaba cien por ciento segura de sí realmente los había visto. Pensé que quizás lo había imaginado o algo. —Volvió cuando tuve que perseguirte en el aparcamiento para darte el libro, ¿no es así? Cuando te pusiste frenética y no quisiste decirme por qué. Asentí. Parecía que fue hacía mucho tiempo. Estiró el brazo a través de la parte superior del asiento. —¿Así que empezaste a soñar con ellos alrededor del mismo tiempo que empezaste a tener emociones? Un tema delicado para mí, especialmente desde que supe que quería que mis emociones se fueran. Necesitaba ser segura y vaga en mi respuesta, porque no quería dejar nada que ayudara a resolver porque habían vuelto mis emociones. Como ridículamente egoísta sé que soy, quería mantener mis sentimientos. En su mayor parte, de todos modos. —No lo sé. —Me volví hacia la ventana—. Quizás. Electricidad hizo cosquillas abajo y arriba de mi espina dorsal. Estar a solas con Alex en un coche con una pobre ventilación se volvía absolutamente loco. No necesariamente en una mala manera, sin embargo. De hecho, creo que mi cuerpo estaba desarrollando una tolerancia a la sensación eléctrica, porque ya no me hacía sentir como si tuviera fiebre. Cálido y brillante, se sentía como algo bastante bueno.

—¿Ciudad de Cristal? —Es dónde la mayoría de los Videntes viven, pero no se puede llegar sin una bola especial de cristal, lo que es muy difícil de conseguir.

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—Las profecías son muy difíciles de cambiar, y yo no tengo idea de cómo seriamos capaces de averiguar si fue una visión del pasado o del futuro. Es decir, a menos que quieras ir a la Ciudad de Cristal y charlas con los Videntes.

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—Así que, —empecé, volviendo la cabeza hacia él—, si se trata de un visión de futuro lo que ví, ¿podríamos cambiar lo que pasó? —El negó con la cabeza.

Sentí que podía ponerme a llorar. Si hubiera tenido una visión de futuro, ¿cómo se suponía que me iba a quedar sentada y dejar que la mujer fuera llevada al Inframundo de verdad? El lugar parecía horrible y… bueno, no podía dejar de tener la sensación de que conocía a la mujer de alguna manera. —No lo pillo. Tú dices que las profecías son difíciles de cambiar, ¿pero eso no es exactamente lo que estáis tratando de hacer conmigo? —Eso es diferente. Nosotros sabemos que lo tuyo es una profecía futura desde el principio, y mucho tiempo y energía se ha usado intentado cambiarlo. —Suspiró—. Además, tú eres emocional por lo que no hemos hecho un buen trabajo para cambiarlo. —Pero estáis intentándolo, ¿verdad? —Cogí una cuerda floja del dobladillo de mi falda de mezclilla—. Lo que quiero decir, estoy segura de que tenéis un plan de seguridad. —No, no lo tenemos, —dijo rápidamente. Demasiado rápido. Una bandeja roja subiendo inmediatamente. —¿Qué es lo que no me estas contando? —No voy a ocultarte nada. —Su voz se suavizó como la miel.

—Realmente, eso no es una mala idea, —dijo—. Tendré que pasarle eso a Stephan. —Furiosa, alcancé el lado del asiento y busqué la manija que se deslizó hacia delante. Estaba fuera de aquí. Alex me cogió por el codo y me echo hacia atrás. —No lo creo. No vas a ninguna parte.

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—Lo dudo mucho, porque, en primer lugar, es de ti de quien estamos hablando. Y en segundo lugar, te asustaste cuando te pregunté si tenías un plan de seguridad. ¿Entonces qué es? ¿Cuál es tu gran plan de seguridad? ¿Vais a meterme en una cámara súper secreta y encerrarme lejos de todos y de todo hasta que la única emoción que pueda sentir sea la soledad?

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Dejé escapar una risa cínica.

Apuéstalo. Traté de pelear fuera de su mano. —Suéltame. Él apretó con más fuerza. —No —No voy a sentarme aquí y escucharte hablar acerca de convertirme en un zombi andante. —Alcancé el asiento con la mano libre, con la esperanza de que si pudiera agarrar algo tal vez podría librarme de él. Siguió agarrando mi brazo, deslizó su mano libre alrededor de mi cintura y me puso de espaldas. —Me estás haciendo daño en los puntos, —me quejé, a pesar de que su mano estaba en el lado contrario. Él se puso más cerca. —No, no lo estoy. Estuve peleando un gran rato, pero al final, él siguió manteniéndome fijamente contra sí, mi espalda presionando firmemente contra su pecho. Esto era a la vez bueno y malo. Malo porque estaba realmente cabreada con él, y lo último que quería era estar cerca de él. Y también era bueno porque… bueno, porque se sentía bien. Bueno y caliente y efervescente.

—Esto es tan estúpido. —Yo hervía—. No puedes tener el control de todo lo que hago.

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—Sí, puedo. —Me abrazó tan fuerte que mi piel se calentó como la mantequilla fundida, y pensé que quizá me pudiera fundir con él—. Especialmente cuando estas tratando de hacer algo estúpido. ¿Crees que lo que pasó en la Mazmorra Negra era un juego? ¿Te das cuenta de lo cerca que has estado de morir? Porque déjame decirte, que si no hubiera aparecido cuando lo hice, entonces tú y yo no estaríamos aquí sentados teniendo esta pelea. —Me quedé inmóvil, asumiendo lentamente sus palabras. Con cada aliento que tomaba, podía sentir su

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Ugh.

pecho subiendo y bajando contra mi espalda. Mi propia respiración subiendo y bajando, rítmica y a juego con la suya. La electricidad parecía estar en sincronía con él, como si intentara crear una armoniosa canción o algo. Fue raro y extrañamente reconfortante. Al igual que, si cerraba mis ojos, entraba en paz, libre de sueños con Caminantes de la Muerte. —Gemma, —me susurró Alex al oído, sonando sin aliento—. Creo que… Nunca llegué a oír lo que pensaba, porque la puerta del pasajero se abrió y las luces inferiores se encendieron. Era Aislin. Sostenía una pequeña caja dorada en las manos, que asumí que tendría un cristal en el interior. Estaba subiendo, pero se detuvo cuando nos vio. —¿Qué estáis haciendo vosotros dos? Yo sólo podía imaginar lo que esto le parecería a ella; yo prácticamente en el regazo de Alex, sus brazos envolviéndome, obviamente atrapándome en su contra. Sí, estaba bastante segura de que más de una pregunta estaba rondando en su cabeza. Unas pocas preguntas estaban rondando mi cabeza. —Gemma se me estaba yendo de las manos, —respondió Alex con serenidad—- Tuve que probar con eso.

—¡Alex! —exclamó Aislin—. No puedes hacer lo que quieras con ella. Alex dejó caer su mano de mi boca. —Aislin, ¡estaba tratando de salir del coche y salir corriendo! Aislin frunció el ceño cuando cerró la puerta. Las luces se apagaron y yo apenas podía distinguir el contorno de su cara.

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Alex le tapó la boca. Pensé en morderlo, pero luego decidí no hacerlo. No estoy segura de por qué.

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—No me estaba yendo de las manos, —dije indignada. Traté de atascar el codo en su costado, pero no fui muy lejos, ya que apenas podía moverme—. Eres un…

—Vosotros dos realmente necesitáis encontrar una manera de llevaros bien. Toda esta lucha por todas las cosas no está ayudando al nivel de estrés de esta situación ya demasiado estresante. —Bien, si pudiera comportarse, —Alex empezó al mismo tiempo la frase que cuando yo dije: —Si me dejara en paz… —Aislin levantó las cejas, dándonos un vistazo. —Bien, —se rindió Alex—. Pararé —Pararé también, —le dije—. Con tal de que me deje ir. Supongo que para demostrar que él seguía teniendo cierto control sobre mí, Alex esperó unos veinte segundo más antes de dejarme ir. Y se negó a sentarse en otro sitio que no fuera en medio del asiento para poder estar lo suficientemente cerca de mí en caso de tomar la decisión irracional de “saltar fuera del coche mientras se movía,” como él tan bruscamente dijo. Sí, no estaba tan loca. Pero lo que sea. Por el momento la disposición de los asientos estaba establecido, Laylen emergió de Adessa viéndose un poco feliz. Ummm… me pregunto qué pasaba ahí. Él subió al coche. —Entonces, ¿qué pasó? —me preguntó. Fruncí las cejas.

—¿Estuviste atrapada en una visión? —¡Qué! —gritó Aislin—. ¿Ella fue arrastras en un visión y nadie me lo dijo? Sentí como si estuviera siendo estrangulada hasta la muerte, — ese es el efecto que tuvo la visión en mí solo de pensarlo.

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Él asintió.

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—¿Qué? ¿Con la bola de cristal?

—Lo explicaré en el camino de regreso a casa, —dijo Alex. Si lo hubiera conocido mejor, habría pensado que lo dijo porque sentía mi falta de comodidad con el tema. Pero no lo conocía mejor así que… —Está bien. —Laylen puso en marcha el coche y el motor rugió a la vida. Aislin era más reacia a renunciar a la discusión. Permaneció de vuelta en su asiento, continuamente con sus ojos en Alex y en mí hasta que Laylen incorporó el coche en la calle principal de las Vegas. Luego las luces parpadeantes y la multitud de personas distrajeron su atención de nosotros.

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Después de volver de nuevo a la carretera, y de que la última de las luces se huvo desvanecido lejos, apoyé la cabeza en la ventana y, sin quererlo, me quedé dormida.

Traducido SOS por Key Corregido por katiliz94

E

staba cayendo en picado más y más profundo en el agua turbia. No podía respirar. No podía ver. Así que esto es lo que se siente al ahogarse, pensé aturdida.

Pateé mis piernas, tratando de encontrar mi camino de regreso a la superficie. Me negué a ahogarme. No podía ahogarme. —Gemma. —Una voz suave flotó desde debajo de mis pies. ¿Eh? ¿Estaba alucinando? Pateé más duro y remé con los brazos, dando un intento muy poco parecido a remar como perrito. —No Gemma, aquí abajo. —La voz onduló a través del agua. Y entonces lo supe. No sé cómo lo supe, sólo que lo hice. Sabía que la voz no me quería hacer daño. Se suponía que debía escucharla. Tenía que ir hacia ella.

¿Para qué necesitas mi ayuda? Pensé porque hablar no haría nada, solo conseguiría una boca llena de agua. Para mi sorpresa la voz respondió dentro de mi cabeza. Necesito que me salves. ¿Cómo? Sólo confía en mí.

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—Bien —ronroneó la voz—. Ahora sigue bajando. Necesito tu ayuda.

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Dejé que mis piernas y mis brazos cayeran, permitiendo a mi peso muerto hundirme hacia abajo hasta el fondo arenoso del lago.

No sé por qué, pero lo hacía. Yo confío en ti. Bueno. Ahora hagas lo que hagas, no te asustes. ¿Por qué me asustaría? La voz no respondió, pero me di cuenta de por qué muy rápidamente cuando dedos se envolvieron alrededor de mis tobillos y me tiró hacia abajo. A pesar de lo que dijo la voz, me asusté y arañé el agua, tratando frenéticamente de escapar, pero era inútil. Intenté gritar, pero el agua inundó mis pulmones. Si no llegaba lejos, era mujer muerta con seguridad. Si no llegaba lejos, terminaría siendo una prisionera en el inframundo, por lo menos hasta que me volviera loca y me matasen. Necesitaba alejarme... Sacudí... sacudiendo... eh... alguien... sacudiendo... mi hombro. Mis párpados se abrieron de golpe. Desorientada y aturdida, me aparté de quién me estaba tocando. —Por Dios, Gemma —dijo Alex con sus manos levantadas delante de él en una especie de sagrada-mierda-solo-tranquilízate-no-te-haríaningún-daño—. Tranquilízate. Hice un análisis rápido de lo que me rodeaba y me di cuenta de que seguía en el asiento trasero del GTO, que ahora se encontraba estacionado en el garaje. Laylen y Aislin no estaban por ningún lado. Estábamos sólo Alex y yo... ¿Por qué estábamos sólo Alex y yo?

Bostezando extendí mis brazos. —Entonces, ¿por qué estamos sentados aquí afuera? —Porque seguías dormida y no podía conseguir que te despertaras. —Hizo una pausa, mirando como si estuviera considerando algo—. ¿Estabas teniendo una pesadilla?

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—Ya entraron. —Él hizo un gesto en dirección a la puerta del garaje—. Instalándose.

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—¿Dónde están Aislin y Laylen? —le pregunté, frotándome los ojos soñolientos.

Una pesadilla. Eso era decir poco. —¿Por qué lo preguntas? —Debido a que estabas inquieta y haciendo esos ruidos gimiendo. Oh. Mi. Palabra. Estaba absolutamente mortificada. —Oh. Esperó a que le explicara más. No lo hice. —Está bien. —Sonaba un poco irritado—Vamos a ir adentro. Oh, lo que sea. Podría estar irritado todo lo que quisiera. Yo no estaba bajo ninguna obligación de hablarle de mis sueños. Darle un resumen de lo que acababa de soñar significaba tener que revivirlo, que es algo que no quería hacer. Sí, sabía que era sólo una pesadilla y todo, pero los sentimientos de miedo que sentí durante eso todavía permanecían dentro de mí. ¿Y cómo podría no tener miedo? Había soñado con los Caminantes de la muerte y mira lo bien que había resultado para mí. El término —es sólo un sueño— totalmente no se aplicaba en mi vida. Sabía que había una posibilidad en la vida real de que realmente podría correr hacia una... ¿cómo las había llamado Alex? Hadas del Agua.

Sintiéndome cansada, mi pequeña siesta durante el auto camino a casa no había hecho nada por mí, me dejé caer en una de las sillas de la mesa. El cuadro que Aislin había recibido de Adessa no estaba demasiado lejos en la mesa delante de mí. Se parecía tanto a una caja

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Varios intentos fallidos más tarde, él lo asumió golpeando su teléfono contra la mesa como si pensara que golpeando la mierda fuera del teléfono de alguna manera haría a Stephan responder milagrosamente el teléfono. Sí, todo lo que obtuvo fue la parte de atrás de su teléfono estallando y la batería apagada cuando salió disparada al otro lado de la mesa. Después de eso, renunció a su misión de remarcación y se metió el teléfono en el bolsillo.

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De vuelta al interior, Alex saltó inmediatamente al modo de darun-toque a Stephan, golpeando la remarcación de su teléfono una y otra y otra vez.

de joyas, con sus pequeñas joyas incrustadas y sombra brillante de oro, que medio esperaba que estuviera llena de collares de perlas y pendientes de diamantes. Pero no, dentro de la caja había un cristal rojo que brillaba. Tuve la tentación de extender la mano y tocarlo, dejar que mis dedos lo cepillaran a lo largo de los bordes dentados y ver lo que se sentía. Pero después de todo el incidente de conseguir-seraspirada-lejos-después-de-tocar-una-Bola-de-Cristal-de-Vidente, decidí a resistir la tentación. —Así que eso es todo. —Alex se acercó con las manos metidas dentro de los bolsillos y se inclinó sobre mi hombro para tener una mejor visión del cristal. —Eso es lo que nos va a llevar a Afton y a traernos. Aislin, que estaba sentada al otro lado de la mesa frente a mí, asintió con entusiasmo. —Adessa dijo que iba a funcionar mejor que cualquier otro cristal. —Eso espero —pronunció Alex en voz baja. Aislin bien no lo oyó o decidió ignorarlo. —Así que… Probablemente deberíamos irnos. —Alex alcanzó por encima de mi hombro para recoger la caja de oro—. ¿Dónde quieres esto? Aislin hizo gestos de agarrar con las manos.

Con la mirada fija en el cristal rojo brillante, que ella ahora había captado en la mano, le preguntó a Alex: —¿Estás listo? —Sólo un segundo. —Alex señaló con un dedo a Laylen—. Antes de irme, es mejor estar absolutamente seguros de que puedes manejar esto.

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Alex se lo entregó y ella sacó el cristal. Sacó un encendedor de su bolsillo y encendió la mecha de la vela negra que había traído con ella cuando nos transportó desde el autobús. Entonces ella dejó la vela, el encendedor, y la caja de oro vacía sobre la mesa.

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—Aquí, dámela.

Laylen rodó los ojos. —Estoy absolutamente seguro de que puedo manejar esto. Ahora vete. —Es mejor que puedas —le dijo, y apuntó en mi dirección—. Y tienes que prometer que si algo sucede, te asegurarás de escapar a toda costa. —Está bien, lo haré —le prometí con cero vacilación. Él pareció sorprendido por mi cooperación. Oye, puedo ser una mocosa terca a veces, pero cuando se trataba de no perder la vida, estaba más que dispuesta a cooperar. Bueno, tenía uno menos en el incidente volviendo de lo de Adessa tratando-desaltar-fuera-del-coche-y-huir. Oh sí, y la vez que había intentado huir cuando me enteré de lo que realmente era. Pero aparte de eso... Oh bien. Lo que sea. La mayor parte del tiempo, yo era una mocosa. Pero por lo menos no estaba siendo una ahora. Alex todavía parecía sorprendido. —Pues bien. —¿Ahora estás listo? —preguntó Aislin, sumergiendo la punta del cristal en la llama. Alex cogió la Espada de la Inmortalidad levantándola de la mesa.

—Retroceded lejos a menos que deseéis conseguir ser llevados con nosotros. Seguí a Laylen hasta el rincón más lejano. Tan pronto como lo hicimos otra vez, Aislin comenzó susurrando: —Per is calx EGO lux lucis via. —El humo se elevó desde la vela, se movió lentamente a la sombra de color rojo sangre.

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Sin apartar los ojos del cristal, que ahora había comenzado a arder haciendo una nube rosa teñida de humo, Aislin instruyó hacia Laylen y a mí:

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—Sí, estoy listo. Vamos.

Alex se puso más inquieto mientras Aislin continuaba con todo el proceso de transportación. Siguió lanzando miradas nerviosas a Laylen y a mí, junto con un par de miradas extrañas que no pude descifrar el significado. —Per is CALX EGO lux lucis via. —La voz de Aislin hizo más fuerte. Otra extraña mirada de Alex, esta vez dirigida exclusivamente a mí. Sus brillantes ojos verdes derramaban tanta preocupación que, por un instante, pensé que podría correr hacia mí. No iba a mentir, la mirada me hizo sentir un poco nerviosa. Impulsando mis propios pensamientos preocupados a través de mi mente, y me hizo cuestionar lo alto que era para él la ocasión de la aparición de los Caminantes de la Muerte. Lo suficientemente alto para él, el Señor Estoicamente Calmado en Situaciones Atemorizantes, mirarme inquieto. Mantuvo los ojos pegados en mí mientras Aislin gritaba: —Per is calx EGO lux lucis via. —Un destello de rojo. Un estallido atronador. Y entonces, así como así, Ailsin y Alex se habían ido. Me quedé mirando el lugar donde habían desaparecido, la electricidad deslizándose fuera de mi cuerpo y dejando un espacio vacío gigante en su lugar. Raro. Negué con la cabeza, hice mi mejor esfuerzo para mantener la sensación lejos, y me volví hacia Laylen. Él me miraba con una expresión que sólo se podría traducir como curiosidad.

Eché la cabeza hacia un lado, perpleja. —¿A quién? —A tu madre. Guau. Eso me tiró dentro de un bucle, un bucle grande, gigante, emocionado. Me animé.

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—Oh, nada. —Se encogió de hombros—. Es sólo que te pareces mucho a ella.

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—¿Qué? —le pregunté, curiosa en cuanto a lo que estaba pasando con su extraña mirada.

—¿Lo hago? ¿En serio? —Él asintió con la cabeza. —Sí. Bueno, excepto por el color de tus ojos. Fruncí el ceño. Por supuesto que excepto por el color de mis ojos. ¿Por qué no? Nadie más tenía ojos de color violeta. Yo realmente iba a tener que pensar en conseguir algunas lentes de contacto de color. —¿Qué pasa contigo y tu color de ojos? —preguntó Laylen, semidivertido—. ¿Sabes que el color no es tan malo? De hecho, es bastante impresionante. —¿Impresionante, eh? Yo diría más bien diferente. —Y extraño. Suspiré—. Cuando has sido tan diferente como tengo la idea de ser normal suena realmente agradable. Pero no puedes ser cien por ciento normal cuando tienes ojos violetas extraños. —Sí, puedo entender cuanto te gustaría ser normal, teniendo en cuenta todo lo que ha pasado —dijo mientras se dirigía a la mesa—. Pero ser normal está sobrevalorado. Confía en mí. —Oh, sí. —Seguí al Custodio/Vampiro hacia la mesa y me senté. Se echó a reír, cayendo hacia abajo en una silla. —Sip. O por lo menos eso es lo que me han dicho. —Así que... —comencé, con ganas de volver a hablar de mi madre otra vez—. ¿Conocías a mi madre muy bien? —Él asintió con la cabeza, estirando las piernas delante de él. —La conocí bastante bien.

Su frente se arrugó de nuevo. —¿Sabes qué? Estoy realmente sorprendido de que no recuerdes nada sobre ella.

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—Bueno, era muy agradable. No había mal en ella en absoluto, y también era una de esas personas en las que sabías que se podía confiar. —Estaba absorbiendo cada palabra que él decía como si fuera el oxígeno que me mantenía viva.

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—¿Cómo era ella? —le pregunté con impaciencia.

—¿Cómo podría? —pregunté—. Sólo tenía un año de edad cuando murió. Se me quedó mirando, atónito. —No, no lo tenías. Tenías cuatro. Negué con la cabeza. —No, yo tenía uno. —No, tenías cuatro —insistió—. Unas semanas después de que cumplieras cuatro años, te fuiste a vivir con Marco y Sophia. —Hizo una pausa—. ¿Quién te dijo que tenías uno? —Todo el mundo. —Estaba tratando de no salirme de quicio, pero si lo que Laylen decía era cierto, ¿cómo no molestarme?—. Marco, Sophia... Alex. —¿Por qué harían eso? —murmuró Laylen—. ¿Por qué habría alguna diferencia si tenías uno o cuatro? —Yo estaba pensando exactamente lo mismo. ¿Por qué es importante? Y si realmente yo tenía cuatro, ¿por qué no tengo recuerdos de mi madre en absoluto? Sí, sé que cuatro es un poco joven y todo, pero seguiría... Se podría pensar que sería capaz de recordar algo sobre ella. Pero pues no. No podía recordar una sola cosa. Laylen permaneció en silencio, jugueteando con su anillo en el labio.

—En parte es culpa mía. —Se frotó la frente y dejó escapar un suspiro estresado—. Yo sabía lo que Stephan estaba planeando hacerte, y no hice nada para detenerlo. —Tenías como, qué, ocho años cuando todo esto estaba pasando. Y, además —le dije, tratando de no dejar ninguna amargura colarse en mi voz—, tenía que pasarme, ¿no? Quiero decir, para que el mundo pudiera ser salvado y todo eso.

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—No tienes que pedir disculpas —le aseguré—. No es tu culpa que todo esto haya pasado.

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—Lo siento —dijo finalmente.

—No lo sé. —Miró absorto en sus pensamientos—. Tal vez, supongo. Me pregunté a qué se refería. ¿Había otra razón por la que mis emociones habían sido encerradas? ¿O no había sido necesario que fueran encerradas en primer lugar? Dio unos golpecitos con los dedos sobre la mesa, pensando. —Gemma, ¿qué te han dicho de ti? —Le di una rápida recapitulación de todo lo que Alex me había dicho mientras él me cosía. También le hablé de las cosas que había aprendido sobre mí; la lista que había encontrado de nuevo en lo de Marco y Sophia, y la cosa de la extraña visión que me había arrastrado a volver a la excursión. Incluso le hablé de la sensación de vértigo. Vertí mi corazón y alma. Se sentía muy bien y también, como sí un enorme peso hubiese sido levantado de mis hombros. Sin embargo, había una cosa que nunca le mencioné. La electricidad. Ese detalle que simplemente no tenía ganas de explicar. Era demasiado complicado... y personal. Después de que había terminado de quejarme, porque Laylen me escuchaba, se quedó en silencio por un rato, y me empezó a preocupar que tal vez lo hubiera aburrido hasta la muerte o algo así. Pero finalmente, después de lo que pareció una eternidad, él dijo: —Ni siquiera sé qué decir Gemma. Lo siento mucho. —Ahí fue cuando me di cuenta de que no lo había aburrido hasta la muerte.

—Alex me dijo que era porque si criabas a una persona para que nunca supiese lo que las cosas como la felicidad, la tristeza y el amor son, entonces ellos no sabrían cómo se sienten. Y estaba funcionando

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—No me di cuenta de lo mal que fueron las cosas para ti — continuó Laylen—. Sabes, me parece extraño que Stephan hiciese este gran plan para excluirte de todo el mundo, para separarte de las emociones, pero nunca pensé que el plan funcionaría realmente. Quiero decir, ¿cómo se puede obligar a una persona a ser emocionalmente separado?

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Él sólo había estado siendo un buen oyente a lo que yo le estaba diciendo. Estaba tan acostumbrada a ser la callada y nunca hablar, que cuando se trataba de ser la que está siendo escuchada, estaba totalmente desorientado.

bien también. Es decir, hasta hace un par de meses atrás, cuando de repente lo solté. —Pero si la pequeña historia de Alex es cierta, entonces ¿por qué comenzarías repentinamente a sentir todo? —Hizo una pausa—. ¿Y por qué iban a mentirte acerca de qué edad tenías cuando te fuiste a vivir con Marco y Sophia? Simplemente no tiene sentido. —Tal vez, así no trate de recordar a mi madre —sugerí. Quiero decir, tenía sentido; ellos me decían que no había sido lo suficientemente grande para recordarla y así no lo intentaría. Sin embargo, no estaba del todo convencida. Habían creado un laberinto, tal maraña de mentiras, ¿quién diablos sabía qué era verdad y qué no lo era? Yo sé una cosa, sin embargo. Obtener la verdad de Alex parecía imposible. El chico podía mentir como ningún otro. —Supongo que podría ser el porqué, pero todavía no explica por qué de repente empezaste sentir. —Él rozó su flequillo de punta azul fuera de la frente y suspiró—. Gemma, independientemente de lo que Alex te diga, en Stephan no se puede confiar. —¿Por qué? —Pero en realidad, incluso tengo que preguntar. Stephan era, después de todo, el padre de Alex. —Bueno, ha habido un montón de cosas que Stephan ha hecho que son cuestionables. Una de las peores, sin embargo, fue cuando tu madre desapareció. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho.

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—Bueno, eso es lo que Stephan dijo a todos. —Él deslizó su silla más cerca, así que estábamos prácticamente acurrucados juntos—. Justo después de su desaparición, escuché a mis padres hablar de cómo Jocelyn tuvo una gran pelea con Stephan sobre ti. Ella no quería renunciar a ti, y por lo que sé, ella escapó de él. Cuando lo hizo, Stephan fue en busca de ella, pero cuando regresó, él sólo lo había hecho. Les dijo a todos que no podía encontrar en ningún lugar a Jocelyn. Los Custodios la han buscado y todo, pero nunca nadie encontró una sola pista en cuanto a lo que podría haber sucedido. Después de un tiempo, simplemente asumieron que ella murió.

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—¿Qué quieres decir con que desapareció? Yo… creí que ella había muerto.

Sangre aullaba dentro de mis oídos. —¿Simplemente asumieron que murió? ¿Cómo puede alguien asumir que alguien murió? —Muertes misteriosas son muy comunes en el mundo de Los Custodios porque estamos encontrando constantemente tantas cosas peligrosas. —Pero, ¿crees que murió? Él negó con la cabeza. —Y tampoco lo hicieron mis padres. Sólo escuché retazos de sus conversaciones, pero por lo que he entendido, mis padres no creyeron que Jocelyn sólo se fue y murió. Y tenían sus sospechas de que uno de los Custodios podría haber jugado un papel en su desaparición. —¿Y crees que es Stephan? —dije, sintiendo que iba a vomitar. Mi madre no murió en un accidente de coche. Mi madre había desaparecido. Y alguien la podría haber hecho desaparecer. —No puedo decir con seguridad porque no tengo ninguna prueba, pero... —Hizo girar su anillo del labio hacia atrás y adelante—. Bueno, esto es lo que sé de Stephan. En primer lugar, está muy hambriento de poder, y le gusta estar al control de las cosas todo el tiempo. Si alguien se interpone en el camino de lo que quiere, hará todo lo posible para deshacerse de ellos. Y debido a que él es el líder de los Custodios, nadie pone en duda las decisiones que toma.

—Bueno, tal vez podrías preguntarles a tus padres —sugerí—. Pueden saber más sobre él. —Sus brillantes ojos azules se volvieron tristes mientras se reclinaba en su silla. —Mis padres están muertos, Gemma. Murieron en un accidente de coche un par de meses después de que todo esto sucediera.

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—Creo que esa es una posibilidad. Pero como no tengo pruebas, no lo puedo decir con seguridad.

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—¿Así que crees que se podría haber librado de mi madre para poder tener control sobre mí y el poder de la estrella? —Mi voz sonaba extrañamente fuera de tono.

—Oh. —Me sentí tan mal por sacar el tema. Bien hecho Gemma. Bien hecho—. Lo siento mucho. —No te preocupes. Fue hace mucho tiempo. —Actuaba como si no fuera la gran cosa, pero yo sabía que lo era. —¿Sabe Alex sobre alguna cosa? —le pregunté, cambiando el tema lejos de sus padres. Parecía reacio a contestar. —Lo que pasa con Alex es que le han lavado el cerebro un poco. Al igual que la forma en que estabas con tus emociones. Lo que tiene en la cabeza es que Stephan no puede hacer el mal. Pero sí, se lo he mencionado y no me creyó. —Todo era muy confuso; un montón de preguntas sin respuesta-melodramas sin terminaciones. Suspiré, mi mente giraba. —Oye, tengo una idea. —Laylen deslizó su silla de la mesa y se puso de pie—. ¿Por qué no nos tomamos un descanso de toda esta profunda charla e ir a la cocina y darte algo de comer? Hmmm... Estaba un poco hambrienta. —Eso realmente suena como una buena idea. —Bostecé. Al parecer, estaba un poco cansada. Él se echó a reír.

—Sí, supongo que podría dormir. Al oír la renuencia en mi voz Laylen dijo: —No te preocupes. Terminaremos esta conversación. Te lo prometo. —Claro que lo esperaba. Fuimos a la cocina y Laylen me comenzó a cocinar unos huevos. Sí, un Vampiro/Custodio me estaba haciendo huevos. Una locura,

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Eché un vistazo a la ventana. El pálido resplandor rosado del sol se filtraba por el cristal. El amanecer había llegado y realmente me sentía cansada, pero no quería dejar nuestra conversación. Quería averiguar todo lo que pudiera antes de que Alex regresara.

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—Y entonces tal vez deberías dormir un poco.

¿verdad? Yo estaba sentada en uno de los taburetes que rodeaban la medianoche azul de la isla mostrador, esperando pacientemente. Podría ayudarlo a cocinar, pero se había negado a dejarme cuando me ofrecí. El pan crepitaba mientras Laylen arrastraba la espátula a través de los huevos. Había estado en silencio durante un tiempo ahora, así que cuando él habló de repente, me sobresaltó. —Gemma, ¿aún tienes la lista de las fechas de la que me hablaste? Instintivamente, cogí mi bolsillo, pero me di cuenta rápidamente que llevaba la falda de Aislin. El trozo de papel con la lista de fechas estaba escondido en el bolsillo de mis jeans, por supuesto, Aislin los había lanzado en la lavadora. —Ah, mierda. Laylen se volvió con espátula en la mano. —¿Qué pasa? —La lista está en el bolsillo de mis jeans —le expliqué—. Los que Aislin tiró en la lavadora. Maldijo por lo bajo. —Bueno, creo que es probablemente un fracaso. —¡Mierda! —dije de nuevo—. Ahora, ¿qué se supone que debo hacer?

—Sólo una de ellas. —Suspiré frustrada de que la lista de fechas se hubiese ido para siempre—. 8 de febrero. Y sólo recuerdo una, porque era el primer día que había sentido el cosquilleo y empecé a experimentar la emoción. Movió la sartén de la hornilla.

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—¿Te acuerdas de alguna de las fechas en él?

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El pan siseó, y él rápidamente volvió la temperatura del horno hacia abajo.

—Bien, eso es raro... ¿Había algo que pareciera significativo acerca de cualquiera de las otras fechas? Negué con la cabeza. —Nop. Todas parecían al azar con excepción del 8 de febrero. Sacudiendo la cabeza, tomó un plato de la alacena. —Simplemente no tiene sentido. La lista de fechas. El cosquilleo. Si la teoría de Alex acerca de cómo perdiste tus emociones es cierta, entonces ¿cómo sería una sensación punzante poder reactivar tus sentimientos? —Recogió algunos huevos en el plato. —Sabes lo que parece, ¿verdad? —No. —Como magia. —Magia —me dijo muy lentamente—. Como la magia de las brujas. —¿Como la magia de brujas de Aislin? Deslizó el plato de huevos por encima del mostrador para mí. —Tal vez, pero podría ser otra cosa. En nuestro mundo hay un montón de cosas que serían capaces de acabar con la capacidad de una persona de sentir. Yo estaba a punto de tomar un bocado de mis huevos, pero sus palabras me hicieron bajar mi tenedor.

Ya no tenía hambre. Con todos los dolores de estómago que estaba recibiendo últimamente, me preguntaba si me estaba saliendo una úlcera. —Gemma ¿estás bien? Te ves un poco pálida.

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—Es posible, pero como he dicho, hay un montón de posibilidades. Con lo que me has dicho, sin embargo, estoy empezando a pensar que algún tipo de magia estaba involucrada.

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—¿Crees que acabó con mis emociones?

—Estoy bien. —Me tragué el nudo en la garganta—. Mi estómago se siente un poco revuelto. —La comida se ve tan mal, ¿eh? —Bromeó, tratando de aligerar el ambiente. Forcé una pequeña sonrisa. —No, se ve muy bien. —Tomé un bocado. Sabía muy bien. Laylen desechó los pedacitos y piezas de huevo sobrantes de la sartén en la basura, y después enjuagó la sartén en el fregadero. —¿No vas a comer? —le pregunté, recogiendo otro bocado de huevos. Cerró el grifo. —No... yo no como. —Oh. —Me sentí tan estúpido. Por supuesto que él no comía. Él era un vampiro después de todo—. Lo entiendo. —Comí mis huevos y le miré con curiosidad mientras limpiaba las encimeras y la estufa. Si me hubieras preguntado hace un día si lo habría hecho nunca pensé que estaría sentado en la cocina con un vampiro, comiendo huevos, a la vez tratando de desentrañar los secretos que pertenecían a un grupo de personas cuya misión era salvar al mundo, te habría dicho que no. Entonces hubiera corrido por mi vida, porque hubiera pensado que eras un psicópata total.

—Claro. ¿Qué pasa? Esperaba no estuviera cruzando una línea aquí. —¿Cómo fue exactamente que llegaste a convertirte en un vampiro? Cruzó los brazos sobre el pecho, flexionando los músculos, y se apoyó en el mostrador, pareciendo confundido.

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Él dejó a un lado la toalla con la que había estado limpiando los mostradores y se volvió hacia mí.

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—Laylen. —Arrastré mi tenedor a través de mis huevos—. ¿Puedo hacerte una pregunta?

—Yo no.... no me acuerdo. —¿Es así como funciona normalmente? —Metí otro bocado de huevos en mi boca. Él negó con la cabeza. —La pérdida de memoria no es un efecto secundario de convertirse. Algo más tuvo que haberme pasado... lo único que recuerdo de esa noche es estar saliendo de un club solo y pensando que oí un ruido detrás de mí. Cuando me di la vuelta, todo se volvió negro. No estoy seguro de si me desmayé o qué, pero cuando desperté, yo estaba tumbado en el callejón con una marca de mordedura en el cuello. — Señaló a la marca de la inmortalidad en su antebrazo. —Y por supuesto esta cosita preciosa estaba en mi brazo. Me tomó un par de días antes de que me diera cuenta de que había sido mordido por un vampiro. Comencé a tener todos estos extraños... antojos. Pero por suerte, porque era un Custodio, para empezar, los antojos fueron bastante fáciles de controlar. —Él hizo su camino alrededor de la isla y se sentó en un taburete junto al mío—. Lo que es realmente extraño es que otros vampiros me han dicho que se supone que el cambio es grande y una memorable experiencia, sin embargo no puedo recordar una sola cosa sobre eso. Tuve un flashback de cuando Alex había abierto una de las puertas shoji de vuelta en el Calabozo Negro, y yo había presenciado al vampiro a punto de morder al hombre aparentemente dispuesto. Mi instinto me dijo que no preguntara, pero la curiosidad pudo más que yo.

Dicen que la curiosidad mató al gato. —Porque cuando estábamos en la Mazmorra Negra, y Alex y yo estábamos huyendo de los Caminantes de la muerte, se abrió una puerta y había una vampira a punto de morder a un hombre. Y el hombre parecía... bueno, parecía realmente relajado para alguien que estaba a punto de ser mordido.

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—¿Por... por qué lo preguntas?

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—¿Los seres humanos permiten que los vampiros los muerdan? —Sus ojos se abrieron.

Por la expresión de su cara, me di cuenta de que lo estaba incomodando. —Sí... algunas personas lo hacen. —¿Por qué? —Deseché el último de mis huevos fuera de mi plato—. ¿No sería eso como que ellos se convirtieran en vampiros ellos mismos? —Él negó con la cabeza. —Así no es como funciona. Tendrían que morder, y luego te tienes que beber su sangre. Realmente, es toda esta prueba grande. Mira, y este es otro problema con convertirme en un vampiro. Sé que no bebería voluntariamente la sangre de un vampiro. —Eso parece extraño... —Casi tan extraño como yo y no ser capaz de recordar los detalles de mi vida. Hmmm... ¿Estamos viendo una conexión aquí? —Así que cuando te convertiste en un vampiro, ¿tuviste que morir o algo? —La razón por la que había preguntado era porque en algunos de los libros de vampiros que he leído, los seres humanos de los que los vampiros bebieron su sangre tendían a morir después con el fin de convertirse en uno. —No, tuve que morir —dijo cautelosamente. Me atraganté con mis huevos, pedazos saliendo de mi boca y de mi nariz. Ew... muy asqueroso.

Lo miré otra vez, tomando nota de su piel pálida, labios muy rojos, y sus brillantes ojos azules anormales. Con lo mal que esto iba a sonar, tenía que admitir, para estar muerto, se veía bastante bien. Me limpié la boca con el dorso de mi mano. —Así que sigo sin entender, ¿por qué alguien deja que un vampiro los muerda? —Él soltó una risa silenciosa.

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—Sí, pero no recuerdo esa parte tampoco. Solo sé que tenía que morir para ser lo que soy ahora —dijo con una actitud materia-dehecho.

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—¿Moriste? —Tosí.

—Realmente harás muchas preguntas, ¿no? —Lo siento —dije, sintiéndome estúpida. —No, está bien. —Respiró profundo, y me dejó perpleja. Quiero decir si estaba muerto, entonces ¿por qué estaba respirando? Pero ya que él acababa de señalar que le pregunto un montón de cosas, me decidí a seguir en una por una, por ahora—. Los humanos dejan que los vampiros los muerdan por varias razones diferentes. Está toda la emoción del peligro de ser un poco transportados. A veces es por pura curiosidad. Pero la mayoría de las veces, las personas lo hacen para estimular sus deseos… Muy bien, así que me he sentido avergonzada, pero nunca absolutamente mortificada. Guau. Había pasado bastante tiempo desde que había sentido el cosquilleo. Podía sentir mi cara calentándose, así que dejé pedazos de mi pelo caer hacia abajo a través de mi cara. —Sí... así que de todos modos, —dijo Laylen, en un intento de cambiar de tema y quitar el incómodo silencio que se había apoderado del aire—, vamos a volver a esa cosa cosquilleo de la que hablabas. ¿Lo sientes cada vez que experimentas una emoción? ¿O es que sólo ocurre de vez en cuando? —Sólo ocurre cuando experimento una nueva emoción —le dije y luego me estremecí de pronto por la sensación de frío. Consideró esto.

Él arqueó una ceja. —¿Tienes frío? Me froté las manos arriba y abajo de los brazos. —Me estoy congelando. ¿Tú no?

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—Entonces, ¿cómo podemos saberlo? —Me estremecí de nuevo. Se estaba volviendo realmente frío.

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—Hmm... creo que no he oído hablar de nada de eso. Pero ya que hay cientos de diferentes formas de magia por ahí, hay un montón de cosas que no he oído hablar.

—Siempre estoy congelado. —Miró alrededor de la cocina, y luego saltó del taburete y corrió a la ventana. —¿Qué estás mirando? —Me puse de pie y me acerqué a su lado—. ¿Hay algo por ahí? —¿Qué…? —Él saltó hacia atrás maldiciendo—. ¿Cómo diablos nos encontraron? —¿Qué estás...? ¡Oh! —Me entró el pánico—. ¡Los Caminantes de la Muerte están aquí! Él me miró, sus hermosos ojos azules brillantes inundados con un mar de miedo.

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—Sí, ahí afuera.

Traducido SOS por Sandra289 Corregido por katiliz94

—¿N

o deberíamos escondernos o algo así? —le pregunté a Laylen.

Después de descubrir un enjambre de Caminantes de la Muerte cruzando el desierto hacia la casa, Laylen me agarró por el brazo y corrió por el pasillo de vuelta a la habitación donde Alex y Aislin se habían transportado. Entonces empezó a tirar los libros de las estanterías. ¿Cuál era el propósito de esto?, no podía decirlo. Tal vez estaba teniendo un lapso momentáneo de locura, por mucho estrés o algo. No lo sé, pero lo que sí sabía era que me estaba volviendo loca. —¡Laylen! — grité sobre el ruido sordo de los libros que golpean el suelo—. ¿Qué estás haciendo? —Un libro voló directamente hacia mí, y tuve que echarme a un lado para evitar ser golpeada en la cara.

Arrancó un viejo libro encuadernado en cuero de la estantería y lo abrió. —Hasta que los conduzcamos fuera de aquí… dejarte fuera de pelig… —Sus ojos azules se iluminaron cuando arrancó un pequeño objeto de plata fuera del interior de la cubierta. Dejó caer el libro en el suelo y corrió hacia mí—. Esto es. —Levantó el objeto de plata, como hacerlo fuera la clave.

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—¿Hasta qué? —le pregunté con ansiedad. Por Dios, ¿iba a acabar ya una frase? Había un montón de Caminantes de la Muerte encaminándose directos hacia nosotros, ardiendo con el deseo de matarme.

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—Hay una llave en algún lugar por aquí... —Miró dentro de un libro y lo tiró al suelo—, para una trampilla justo debajo de esa alfombra. —Señaló una manta a cuadros negra y roja en el suelo—. Podemos ocultarnos allí hasta que... —Tiró un libro sobre su hombro y aterrizó en el suelo justo delante de mis pies.

—¿Para qué es? — le pregunté, mi voz adquirió ese sonido agudo que parecía salir cada vez que estaba en una situación estresante. Lancé una rápida mirada hacia la ventana, preguntándome cómo de cerca estarían los Caminantes de la Muerte, pero no podía ver nada a causa de las cortinas—. Laylen, realmente pienso… —Sólo un segundo. —Se acercó a la alfombra y le dio la vuelta. Había un pequeño cuadrado tallado en la suelo de madera que tenía un agujero de cerradura y una ranura para una manija. Parecía una de esas trampillas utilizadas en los escenarios en los viejos tiempos. Se arrodilló y metió la llave en la cerradura. Click y entonces levantó la puerta—. Date prisa y entra. ¿Me estaba tomando el pelo? Miré hacia abajo al misterioso agujero oscuro, mis pies pegados al suelo. —¿Quieres que haga qué? —Entrar y ocultarte. Robé una mirada hacia atrás a la cortina de la ventana. El aire estaba helado en un instante. Piel de gallina salpicando mis brazos y piernas. Se estaban acercando. —Gemma. —El sonido de la voz airada de Laylen atrajo mi atención lejos de la ventana y volvió a él. —Pero, ¿tú qué vas a hacer? —Le pregunté.

—Pero yo... Él me interrumpió. —Mira, sé que es difícil ser siempre el que se tiene que ocultar. Pero es la forma en que tiene que ser. No puedes cambiar lo que eres, no importa lo mucho que lo desees. Confía en mí. —Esto no está bien. —Le dije.

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Empecé a discutir.

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Él me dio una mirada duh y entendí. Iba a quedarse aquí y luchar mientras yo me escondía como una cobarde. Mis tripas retorcidas por la culpa al igual que en la Mazmorra Negra Negro cuando Alex y yo corrimos lejos y dejamos a Aislin y Laylen atrás.

Ignorando lo que digo, me tendió la llave para que la cogiese. —Esta llave también cierra la puerta desde el interior. Asegúrate de bloquearla cuando estés dentro. —Frunciendo el ceño, le arrebaté la llave, pisoteada hasta la trampilla, y me senté en el suelo con las piernas colgando por el agujero. —Sigo pensando que no está bien, —dije mientras bajaba al agujero. Dentro estaba oscuro, y el techo rozaba la parte superior de mi cabeza. Si hubiera sido una persona que sufre de claustrofobia, estaría en problemas. Agradecidamente, no lo era. Miré a Laylen y él se agachó. En su mano había una pala de oro y un cuchillo con hoja de plata. —Si algo sucede, —dijo—, toma esto y apunta directamente a su corazón. Puede debilitarlos el tiempo suficiente como para darte una oportunidad de huir. De mala gana, tomé el cuchillo, el mango se sentía frío contra mi piel. —¿Y dónde exactamente se supone que voy a correr?

casa. —No salgas hasta que no sepas que es seguro, —susurró, antes de dejar caer la puerta cerrándola. La oscuridad me asfixiaba. Extendí la mano y busqué hasta que encontré la cerradura. Me tomó un minuto meter la llave en ella, pero me las arreglé.

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Un ruido sordo. Sonaba cerca, tal vez incluso en el interior de la

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—Hacia el coche. La llave está en el encendedor. Trata de encontrar el camino de regreso a Adessa. Ella podrá ayudarte, por lo menos hasta que alguien llegue. —Sí, gran posibilidad que nunca iba a suceder, viendo que era de noche cuando habíamos conducido a las Vegas, y yo tenía muy mal sentido de orientación.

Por encima de mí, pude escuchar un montón de golpes. El frío cristalizando el aire y mordiendo contra mi piel. Me estremecí y castañeé y cada uno de mis sentidos se sentía hiperconsciente. No podía ver el resultado de esta situación terminando bien, Laylen allí solo, tratando de luchar contra quién sabe cuántos Caminantes de la Muerte sin la Espada de la Inmortalidad, mientras yo estaba escondida aquí, muriendo de frío. Incluso si los Caminantes de la Muerte no me mataban, el frío probablemente lo haría. Muy bien, no sé si alguna vez te has escondido en una trampilla antes, pero déjame decirles a aquellos que no lo han hecho, consideraros afortunados. Con absolutamente ninguna luz, y sin manera de ver encima mía, no tenía ni la menor idea de qué diablos estaba pasando. Había un montón de golpes y ruidos, y todo lo que podía hacer era permanecer oculta, cruzando los dedos, con la esperanza de que por algún milagro Laylen de repente abriera la puerta y me dijera que estaba bien para subir. Sin embargo, por supuesto eso nunca ocurrió.

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Tomé una respiración temblorosa, tratando de calmar mis nervios. Mi mano tembló mientras sentía alrededor y encontraba el bloqueo, el metal helando mis dedos. Lo que no era una buena señal. Deslicé la llave y abrí la puerta. Bien, puedes hacer esto. Dejé escapar un suspiro y abrí la puerta. No se movió. Lo intenté de nuevo. Nada. Alguien estaba encima. Algo que esperaba que fuera la alfombra. Puse la navaja en el bolsillo trasero de mi falda, y usando las dos manos, empujé lo más fuerte que pude contra la puerta, gruñendo y maldiciendo, hasta que finalmente se abrió de golpe, golpeando el suelo con un ruido sordo, lo que no era un buen comienzo. Mis tripas se retorcían, y podía sentir los huevos que había comido antes forzar su camino hacia arriba. Esperé un segundo, escuchando los sonidos de alerta, pero todo se había vuelto extrañamente silencioso. Una buena o mala señal, no estaba segura. Pero sólo había una manera de averiguarlo. Con brazos temblorosos, me lancé fuera del agujero y me puse de pie. Hice un rápido vistazo a la habitación. La ventana hecha

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Los ruidos empezaron a ser más bajos, lo que me hizo considerar volver arriba. Quiero decir, ¿qué otra opción tenía? No podía ocultarme aquí para siempre. Laylen había dicho que esperara hasta que fuera seguro. Silencio tenía que significar seguro, ¿no? Sí, eso podría haber sido un poco exagerado, pero me iba con ello.

añicos, la luz del sol filtrándose dentro. Los libros estaban esparcidos por el suelo, pero lo había hecho Laylen más temprano. Lo más aterrador eran los carámbanos colgando del techo, largos, puntiagudos y afiladas. Los Caminantes de la Muerte tenían que estar cerca. Necesitaba llegar a un plan. Y rápido. Sabía que tenía que correr hasta el coche e ir hasta Adessa, pero la idea de dejar a Laylen detrás roía mis entrañas. Así que en vez de eso, hice algo realmente estúpido. Fui hacia la puerta para buscar a Laylen. Cogí el cuchillo de mi bolsillo trasero y abrí la puerta. Miré a escondidas en la entrada, pudiendo ver que mi aliento levantaba una nube delante de mí. Otra mala señal. Abrí un poco la puerta y miré hacia arriba y abajo el camino de entrada. Costa despejada. Abrí el resto de la puerta y salí.

La puerta principal no estaba tan lejos, pero cuando me di la vuelta para ver al Caminante de la Muerte, éste se estaba lanzando sin esfuerzo hacia mí, y sabía que había casi nulas posibilidades de llegar a la puerta delantera. Presa del pánico, tomé la decisión apresurada de volver dentro de la habitación por la que acababa de venir. Cerré la puerta detrás de mí y cerré con llave, sabiendo perfectamente que el

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Me di la vuelta tan rápido como mis piernas me lo permitieron. Perdí el equilibrio durante una fracción de segundo y casi terminó con la cara plantada. Casi, pero no del todo. Manteniendo mi mano presionando la pared, me deslicé por el suelo helado, haciendo mi camino de regreso por el pasillo.

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El suelo estaba acristalado con hielo, dándole un efecto de pista de patinaje sobre hielo. Ahora, como ya sabes, no soy la señorita Coordinación en ninguna manera, así que tuve que mantener la mano contra la pared mientras poco a poco me deslizaba por el camino del pasillo hacia la parte posterior de la casa, mis pies resbalando a cada paso. Estaba a mitad de camino cuando justo se me ocurrió lo tonta que era esta idea. ¿Por qué, te preguntaras, era una idea tonta? Bien, porque un Caminante de la Muerte había aparecido de repente al final del pasillo, y al ritmo que me movía, me iba a llevar un montón de maldito tiempo hacerlo en cualquier lugar.

bloqueo no iba a hacer mucho para detener a la bestia monstruosa. Todo lo que podía esperar era que redujera la velocidad lo suficiente para dejarme salir por la ventana al garaje. Pero sólo había cruzado la mitad del camino a través de la habitación cuando la puerta se vino abajo. Me quité, corriendo tan rápido como pude. Llegué a la ventana y empecé a salir, pero entonces escuché un sonido chispeante flotando debajo. Sabía a lo que ese sonido pertenecía. Hielo. Y se arrastraba desde abajo y por encima y en el camino hacia la ventana. Tenía que saltar hacia atrás o de lo contrario me congelaría con hielo yo misma. Segundos después, la ventana estaba completamente cerrada por un grueso muero de hielo. Traté de remover lejos el hielo con mi cuchillo, pero fue inútil. El muro era demasiado grueso. Estaba atrapada. Una corriente fría se disparó por mi columna vertebral, y lentamente me di la vuelta. El Caminante de la Muerte se alzaba amenazadoramente delante de mí. Mi respiración se tambaleó mientras miraba sus ojos, son amarillos, ojos sin alma que mostraban la pasión por matar. Mi muerte se acercaba.

El Caminante de la Muerte soltó un alarido arañándome la oreja, y sus ojos se dispararon hasta debajo de su manto negro antes de quemarse en los agujeros negros que le había hecho. Había hecho lo imposible. Había sido capaz de acabar con uno de ellos. O por lo menos eso es lo que yo pensaba.

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Podía sentir el frío de la manija del cuchillo presionando en la palma de mi mano, y sin ningún momento de vacilación, me giré hacia adelante, apuntando la hoja recta en el corazón del Caminante de la Muerte, como Laylen me había dicho que hiciera. Ahora, no voy a mentir y decir que no estaba un poco sorprendida cuando el cuchillo realmente se sumergió en el pecho de monstruo.

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No. No podía abandonar. No con el destino del mundo descansando en mis manos. O dentro de mí debería decir. Tenía que salvarme a mí misma para salvar el fin del mundo.

Momentos más tarde, aprendí una lección muy importante. Nunca des nada por sentado, ya que, en un chasquido, el Caminante de la Muerte se abalanzó sobre mí, jadeando en un mordisco de niebla de aire helado que me golpeó directamente en el pecho. Cada gramo de mi oxígeno fue succionado fuera de mí. Luchando para respirar, me derrumbé al suelo, mi cuerpo paralizado por el frío y el miedo. Mareada y sin poder moverme, esperé a que atacara de nuevo, tiempo para rematarme. El monstruo se tambaleó hacia mí, balanceándose como un borracho, ya que se inclinó hacia atrás, luego hacia delante, y después finalmente perdió el equilibrio completamente y cayó derribado al suelo, aterrizando a sólo unos centímetros de distancia de mí. Dejé escapar un suspiro. ¿Estaba muerto? ¿Lo había matado? No, no asumas nada. Laylen dijo que apuñalar a un Caminante de la Muerte sólo reducía su velocidad. Lo necesitaba para conseguir mi culo fuera del suelo y hacer una carrera al coche tanto como pudiera. El problema era que mis piernas y los brazos no estaban participando en eso. No se movían. ¿Qué diablos tenía la cosa que sopló? ¿Era eso lo que estaba causando que estuviera paralizada? ¿O simplemente era que estaba muriendo congelada por el frio? Necesitaba ayuda. Abrí la boca para gritar, pero sólo se escapó un graznido. Traté de ponerme de pie otra vez, pero era inútil. Cada onza de mi fuerza se había escabullido. Estaba tan somnolienta.

Poco a poco me senté y esforcé a mis oídos a escuchar la voz del otro lado de la silla.

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—Esto no era parte del plan, —gruñó la voz de un hombre—. Se suponía que íbamos a mantenerla apartada de la humanidad. Ese fue el trato. —¿Que…? Mis ojos se abrieron de golpe. Ya no estaba en donde Laylen pero sí acurrucada detrás de una silla en un cuarto oscuro y desconocido. Las paredes estaban talladas en piedra, y debajo de donde estaba había una alfombra persa. El miedo se disparó a través de mí. Había sido succionada de nuevo, al igual que durante el incidente del telescopio. Y al igual que en el incidente del telescopio, no había tocado la bola del Vidente, lo que me hacía preguntarme si quizás tenía la capacidad de evocar visiones sin una.

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Mis párpados se cerraron.

—Entiendo cuál es el plan, Demetrius. —Era la voz de un hombre diferente del primero que había oído, profunda y baja. Era una voz que casi podía reconocer—. Pero hay que entender que hay obstáculos que tengo que solucionar. Algunos de los otros Custodios están convirtiéndose en sospechosos de mí. ¿Eh? ¿Demetrius? ¿Custodios? Por lo que Alex me había dicho, estos dos eran como enemigos completos el uno del otro. Demetrius era el que me quería muerto, y el que controlaba a los Caminantes de la Muerte. ¿Así que por qué alguien que era un Custodio hablaba con él? —Sí, Custodios —el primer hombre, que ahora sabía que tenía que ser Demetrius, respondió—. Entonces, ¿qué es lo que has hecho para que sospechen de ti, mi buen amigo? —Bien, parece que la madre de la niña ha desaparecido, —dijo el otro hombre, que asumí que era un Custodio—. Y ha habido cierta especulación de que yo podría haber tenido algo que ver con su desaparición. —La ha habido. —Demetrius respondió pensativamente—. Bien, ¿no es interesante? —Mucho, —respondió el Custodio con risa en su voz. Algo se me ocurrió, y cada parte de mi cuerpo se tensó. ¿Podrían... podrían estar hablando de mi madre y yo? No. No había manera. ¿Estaba allí?

Muy cuidadosamente, me asomé por el lado de la silla. De pie delante de una chimenea había dos hombres. Uno significativamente más alto que el otro, con oscuro pelo que rozaba sus hombros. Llevaba una larga y negra capa que se parecía mucho a la que los Caminantes de la Muerte llevaban. El otro hombre, el más bajo, iba vestido de negro hasta los pies, y el pelo negro peinado hacia atrás. El

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En todas las otras cosas parecidas a visiones en las que había sido succionada, nadie había sido capaz de verme. Tenía la esperanza de que fuera igual aquí.

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Si estaban hablando de ella, tenía que saberlo. Tenía que saber cómo era este Custodio.

fuego fundiéndose en un resplandor naranja en sus caras, que por supuesto, estaban desdibujadas por una hoja de neblina. Debería haberlo sabido. —Necesito que seas paciente, Demetrius, —dijo el hombre más bajo, el Custodio cuyo nombre no conocía. —Debemos asegurarnos de que la estancia de la chica sea segura hasta el momento adecuado. —Más te vale, —advirtió Demetrius, el hombre vistiendo la capa— . De lo contrario, estás acabado. —Cuidado con quién estás amenazando. —El señor Custodio sin Nombre contestó, señalando con el dedo bruscamente a Demetrius—. Estás caminando en una línea muy fina en estos momentos. Una repentina ola de la luz resplandeció en el rostro del hombre Custodio. La neblina que cubría su rostro momentáneamente parpadeó lejos antes de regresar a una falta de definición de nuevo. Pero el parpadeo duró el tiempo suficiente para que viera una cicatriz blanca débil rascar su mejilla. Di un grito ahogado. Era el hombre de mis pesadillas. El que siempre salía de entre las sombras del bosque, justo después de que el Caminante de la Muerte me capturara. —¿Has oído eso? —El hombre de la cicatriz preguntó. Demetrius negó con la cabeza. —Oír, ¿qué?

Pasos pesados pisaban hacia donde me escondía. Mi cuerpo temblaba de miedo. Si me cogía sabía que me mataría, al igual que lo hizo en mis pesadillas. —Podría haber jurado... —su voz sobre el respaldo de la silla.

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Tiré mi temblorosa mano sobre mi boca y me hundí de nuevo detrás de la silla. Esto no se supone que pasaría. Se suponía que no eran capaces de verme.

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El hombre de la cicatriz levantó la mano, y su cabeza se volvió en mi dirección.

Cerré los ojos. Por favor, despierta. Por favor, despierta. Por favor.... —Gemma, despierta. Electricidad brillaba a través de mi piel, lo que significaba... Abrí los ojos. Estaba de vuelta en lo de Laylen y sí, Alex estaba allí, de pie junto a mí, luciendo completamente aterrorizado. Pero ¿por qué? ¿Por qué el cómo me miraba me gustaba? —¿Qué diablos pasó? —Su voz se quebró. Abrí la boca para hablar, pero no salió nada salvo un suspiro. ¿Qué estaba mal en mí? ¿Estaba mi voz rota? Entonces todo vino corriendo hacia mí. El Caminante de la Muerte. Su aliento pegándome en el pecho. Estar paralizado. Presa del pánico, traté de ordenar a mis extremidades frías para moverse. No lo hicieron. —Quédate quieta, —Alex me dijo y se volvió a... Aislin, ni siquiera me había dado cuenta que ella estaba allí hasta ahora—. Mira a ver si encuentras a Laylen. —Sus brillantes ojos verdes muy abiertos. —¿Qué vas a hacer tú? —No estoy seguro, —dijo Alex, mirando hacia mí—. Su piel ya está azul. —¡Azul! Luché para levantar mi mano para poder ver el daño, pero entonces recordé que no podía moverme.

—¡Sólo vete! —gritó. Ella se estremeció, se dio la vuelta y corrió hacia la puerta. Alex entró inmediatamente en el modo Salvemos a Gemma. Se quitó la chaqueta y se arrodilló en el suelo a mi lado.

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—Alex, ¿serás capaz de evitar que se…? Porque sabes que si no puedes entonces…

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Aislin tenía una bolsa de lona de color púrpura que le cubría los hombros y la dejó caer al suelo.

—Está bien, —murmuró para sí mientras me evaluaba. Envolvió sus brazos alrededor de mí y me ayudó a sentarme, cada hueso de mi cuerpo sintiendo que se iba a romper como una ramita. Entonces me apoyó en él. De inmediato, la electricidad comenzó a hacer su magia, descongelando mi cuerpo congelado y llevando el frío lejos. Pude respirar de nuevo, e incluso mover los dedos un poco. —Todo va a estar bien, —susurró. Bien, esto fue un cambio agradable. Ponme al borde de la muerte y él será amable conmigo. Y por extraño que fuera, me sentía realmente contenta. Todos mis problemas, grandes o pequeños, parecían irrelevantes en ese momento. Momentos más tarde, mi respiración había vuelto a la normalidad. Y estaba temblando, que era una buena señal porque significaba que ya no estaba paralizada. Pasó la mano arriba y abajo de mi espalda. —Bien, al menos estás de nuevo en movimiento. —Sí, por lo menos lo estoy. —Dije con voz ronca.

—Gemma —murmuró Alex. —Qué. —Mi voz sonaba extrañamente eufórica. —¿Tú hiciste eso? —¿Hacer qué? —Apuñalar a esa cosa.

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Estaba empezando a sentirme mejor ahora, pero no hice ningún esfuerzo para tratar de alejarme de él. Me senté allí y lo dejé frotar mi espalda y susurrar que todo iba a estar bien porque... bueno, porque se sentía bien. Y no, no me había olvidado de todas las mentiras y misterios sin resolver que parecían centrarse alrededor de Alex. Era sólo que sus brazos estando alrededor mía se sentía tan reconfortante, y bueno, yo sólo era humana... o por lo menos parte humana... creo.

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Él se río, su aliento marcado en mi cuello.

Levanté la cabeza de su hombro y seguí su mirada hacia el Caminante de la Muerte tendido en el suelo, con un cuchillo clavado en el pecho. —Sí, lo hice. Laylen me dijo que si me encontraba con uno de ellos lo apuñalara en el pecho y corriera. Pero respiró esa cosita de la nube sobre mí, y ya no pude mover mi cuerpo más. —Esa cosita de la nube es llamado el Frío de la Muerte, —dijo después de que murmuré: —No puedo creer que realmente apuñale a uno de ellos. —Frío de la Muerte. Bien, eso sonaba encantador—. Creo que lo tomé con la guardia baja o algo. —Aun así, no es… Aislin entró en la habitación. Cuando nos vio, golpeó un punto muerto y se llevó la mano al corazón. —Oh, Dios mío. Estoy tan contenta de que estés bien. Pensé… —Aislin, —advirtió Alex. Sabía lo que él estaba tratando de hacer. Estaba tratando de detener la mala noticia de que casi me había muerto. Pero me di cuenta de eso en el momento en el que el Frío de la Muerte me había golpeado.

—Él estaba justo detrás de mí, —dijo Aislin en el mismo momento en que Laylen entró corriendo en la habitación. Cerró la puerta tras de sí, los carámbanos en el techo sonando en señal de protesta. Fue a cerrar la puerta, pero un Caminante de la Muerte, el que había apuñalado, había roto la cerradura cuando había llegado chocando contra la habitación.

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Traté de no actuar demasiado decepcionada por que él me dejara mientras luchaba por levantarme. Mis piernas se tambalearon, la sala giró y casi me caí directamente hacia abajo. Afortunadamente, estaba realmente bien mareada y me abrí camino rotando sin caerme en mi trasero.

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—¿Dónde está Laylen? —Alex me soltó y se puso en pie.

—Hijo de… —Estrelló su puño contra la puerta—. ¡Tenemos que salir de aquí! ¡Ahora¡ —Él apresuradamente empujó una de las estanterías contra la puerta. Me gustaría añadir, que era una estantería muy pesada, la que él fue capaz de recoger con mucha facilidad. Así que era fuerte. —¿Hay más de ellos? —gritó Alex, y de repente me di cuenta de que tenía la Espada de la Inmortalidad agarrada en la mano. Laylen le miró boquiabierto. —Sí, hay más. ¿Qué pensaste, que sólo había un Caminante de la Muerte arriba? —Alex miró a Laylen y dio un paso amenazador hacia él. —Chicos, —Aislin se interpuso entre ellos—, podéis luchar todo lo que queráis más tarde. En este momento, tenemos que salir de aquí antes de que el resto de ellos nos encuentren, o que este decida despertar. —Señaló al inconsciente Caminante de la Muerte tendido en el suelo. —Este nunca va a despertar, —dijo Alex, extrayendo el pequeño cuchillo que había clavado en su pecho. Tiró el cuchillo a un lado, la hoja cubierta con un grueso mejunje negro. Luego levantó la Espada de La inmortalidad en el aire y la clavó profundamente en el pecho del Caminante de la Muerte.

—¿Puedes transportarnos fuera de aquí? —preguntó a Aislin. —No lo sé... cuatro personas es mucho en una vez. —Ella hizo una pausa, meditando. —Pero en dos viajes puede funcionar. —Está bien... — La mirada de Alex se desvió hacia Laylen, luego hacia mí, antes de aterrizar de nuevo en Aislin—. Deberas tomar a Gemma y a mí primero ya que ella es la más importante para salir de

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Alex soltó la espada y limpió la sustancia viscosa negra en el manto del Caminante de la Muerte.

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Honestamente, estaba esperando una gran odisea. Como que los ojos de la muerte se dispararan abiertos, o que saltara sobre sus pies y soltara uno de esos horribles gritos que le había oído hacer antes. Pero no pasó nada. No hubo grito. No abrió los ojos. No se movió. ¿Tal vez porque ya estaba inconsciente?

aquí. Entonces tú puedes venir después y traer a Laylen. —Se volvió hacia Laylen—. ¿Te parece bien? Laylen se encogió de hombros. —Lo que sea. Pero es posible que queráis daros prisa. Había un montón de ellos rumbo a través del desierto directos a nosotros. Ya me he encargado de dos de ellos, pero cuando el resto se presente, incluso la Espada de la Inmortalidad no va a ayudar. —Alex asintió y recogió dos bolsas de lona, una negra y una gris, del suelo. —¿Por qué Laylen siempre tiene que ser el que se quede atrás? — Le pregunté a Alex mientras balanceaba la bolsa de lona negra en su hombro. —Porque tengo que ser el que te protege, —respondió simplemente—. Me voy sólo un par de horas y se desata el infierno. —Sin embargo, eso no fue culpa de Laylen, —discutí—. Yo fui la que salió del escondite del que él me dijo que permaneciera dentro. —Él era el responsable tuyo así que, por lo tanto, es su culpa — dijo Alex, lo suficientemente alto para que Laylen lo oyera. Laylen no dijo una palabra. Abrí la boca para protestar que no era su culpa. Era culpa mía, debería haberme quedado en la estúpida trampilla. Pero Laylen me dio esa mirada que me dijo que no me molestara siquiera. Suspiré.

—Recogimos algunas de tus ropas mientras estábamos en tu casa, —me dijo, su tono cortante. Con el ceño fruncido, agarré la bolsa. La idea de Aislin y él rebuscando en mi ropa me hizo retorcerme. —¿Así que encontrasteis a Marco y Sophia?

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Alex le dio a Laylen una sucia mirada, no tenía ni idea de por qué ya que él era el único siendo grosero, y arrojó una bolsa de lona gris hacia mí. En lugar de capturarla salté hacia un lado. Como he dicho, no tengo coordinación y no me conozco intentándolo.

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—Oh, bien. Lo que sea.

Él negó con la cabeza. —No. —¿Y qué sobre Stephan? —Tampoco. Estaba siendo un idiota total, así que dejé de hablar. Así que Aislin y Alex no habían sido capaces de encontrar a alguien nuevo en Afton. Me acordé de la conversación que Laylen y yo tuvimos sobre la “desaparición” de Stephan y de mi mamá, y cómo Laylen había dicho que a Alex le habían lavado el cerebro. Quizás Laylen tenía razón. ¿Y sí en verdad habían encontrado a Marco y Sophia? ¿Y si verdaderamente habían encontrado a Stephan? ¿Y si todo se trataba de un ardid para llevarme a algún lugar donde me podrían obligar a dejar de sentir? —Gemma. —La voz de Alex me arrancó de mi aturdimiento. Se había movido al lado de Aislin y hacía señas para que me acercara. Corrí derecha hacia Aislin que mojaba la punta de la vela en la llama. —Espera un segundo. —Ella cogió el cristal de vuelta—. ¿A dónde vamos? —A Hartfield Cabin, —respondió Alex—. Nunca nadie va allí arriba, por lo que debe ser seguro por ahora. —Ella asintió y comenzó a torcer el cristal en la llama.

Eché un vistazo hacia atrás a Laylen, que estaba apoyado en la estantería sosteniendo la puerta cerrada. Odiaba dejarlo atrás. Sé que apenas lo conocía, pero a excepción de todo el mundo en mi vida, él era el único que era sincero conmigo. Y ahora, tenía que ir con Alex, el gurú de la mentira tortuosa. No me malinterpretes, no tenía miedo de Alex ni nada. Pero tratar de averiguar cuáles de las cosas que decía eran verdad y cuales mentira, era difícil. Especialmente con el zumbido constante.

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Humo rojo teñido se levantó de la vela.

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—Per es cáliz EGO lox lúcida vía, — susurró.

Laylen me articuló que fuera cuidadosa. Asentí, haciéndole saber que entendí lo que quería decir. —¡Per se CALX EGO lux lucis vía! —gritó Aislin. El cristal estaba reluciendo en color rojo brillante. El humo se elevaba violentamente en el aire. Alex deslizó de forma inesperada su brazo alrededor de mi cintura, impactándome, y mis músculos se tensaron. —Así no caes en tu cara como la última vez, cuando nos transportamos, —me explicó con una pequeña cantidad de diversión en su voz. Era una buena idea, supongo. Cerré los ojos y agarré a la empuñadura de mi bolsa. Oí una fuerte explosión y luego... me estaba cayendo. ¿O volando? No estaba muy segura. Cuando abrí los ojos de nuevo, estaba en una habitación diferente con sábanas blancas polvorientas cubriendo todos los muebles. Una chimenea de piedra gris en un lado de la pared, y el resto de ellos estaban hecho de troncos. Alex instantáneamente soltó mi cintura. Había estado en lo cierto. Se aferró a mí para evitar que cayera. Aislin volvió a encender la vela negra.

—Rápido, por favor, —le dijo en una ansiosa voz. Ella le dedicó una pequeña sonrisa y hundió el cristal en la llama. —Per es calx EGO lux lucis vía, —dijo. Esta vez, desapareció rápidamente. ¿Tal vez porque era ella? Dejé caer la bolsa en el suelo y me senté en un escalón de mármol que se extendía hacia fuera de la chimenea.

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Alex me tomó del brazo y me guio lejos de ella.

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—Ahora vuelvo.

Alex se sentó también. Ninguno de los dos habló mientras esperábamos a que Aislin y Laylen regresasen. Esperamos. Y esperamos. Unos diez minutos pasaron, Alex se puso de pie y comenzó a pasearse de un lado a otro de la habitación. Mantuve los ojos fijos en el lugar donde había desaparecido Aislin y masticaba mis uñas, lo que era extraño, ya que no había sido una antigua costumbre mía. Un viejo reloj de pie que se elevaba en la esquina dio las diez, anunciando devastadoramente que había pasado demasiado tiempo. Deberían haber estado ya aquí. Alex dejó de pasearse y miró distraídamente el reloj. Odiaba decirlo, odiaba siquiera pensarlo, pero tenía que saberlo. —Ellos no van a volver, ¿verdad? Con una mirada desgarradora en su rostro, dijo:

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—No, no creo que lo hagan.

Traducido SOS por Sandra289 Corregido por katiliz94

H

abía estado sentada al pie de la chimenea, mirando a Alex remolcando hojas fuera de los muebles, alrededor de quince minutos ahora. Creo que era su manera de tratar de distraerse del hecho de que algo terrible podría haberles ocurrido a Laylen y Aislin. Había tratado de llamarlos, pero no conseguía una señal en el teléfono en el camino hasta aquí. No estaba segura de dónde “todo el camino hasta aquí" era, porque él no lo ha establecido todavía. Yo no había dicho nada porque no tenía ni idea de qué decir. Podría haber tratado de ser positiva y asegurarle cosas como, bueno, tal vez que Aislin sólo había roto el cristal de nuevo. Pero, ¿a quién iba a estar tratando de engañar? Los dos sabíamos que había casi nulas posibilidades de que ese fuera el caso. Simplemente no tendríamos esa suerte. Obviamente. —Así que... —comencé, todavía en medio de decidir qué decir—. ¿Qué es este lugar, de todas formas? —Tiró hojas fuera de un sofá verde bosque que tenían diminutos alces bordados en él. —Es una cabaña a la que solía venir cuando era pequeño. —Sacó una hoja fuera de una lámpara y el polvo volaba por todas partes. Estornudé.

—Entonces, ¿dónde estamos exactamente? —Él asintió con la cabeza a una ventana oculta por una cortina—. En medio de la nada, básicamente.

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—Vamos a conducir a la ciudad para que pueda obtener una señal en el teléfono. —Abrió la cremallera de su bolsa de lona—. Entonces trataremos de obtenerla de alguien. —Mordí mis uñas. Sí, todavía seguía haciéndolo.

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—Entonces, ¿qué hacemos ahora?

—En medio de la nada. —Me puse de pie, me acerqué a la ventana y eché hacia atrás la cortina. Entonces hice una mueca. Montañas escarpadas y pinos por todas partes. Y sí, por supuesto, una gruesa capa de crujiente nieve blanca que lo cubría todo. —Puaj, —dije y dejé la cortina caer. ¿Por qué, oh por qué, no podríamos haber ido a algún lugar cálido? Como Hawaii. Suspiré. Hombre, sonaba como una mocosa egoísta, quejándose de estar en la nieve, cuando Laylen y Aislin podrían estar en serios problemas. Bueno, aguántate Gemma. —Entonces, ¿dónde es aquí? ¿Cómo se llama este lugar? —Estamos en Colorado. —Levantó la vista de su bolsa y levantó una ceja—. ¿Por qué la decepción? —Oh, nada. —Suspiré. Al parecer, había fallado miserablemente en sacar eso—. Realmente odio la nieve. Sólo eso. —Oh, sí, tú y el frío, —comentó mientras sacaba una chaqueta canela con capucha de su bolsa. Cogí mi bolsa del suelo. —Entonces, ¿hay algún sitio donde me pueda cambiar? —De verdad quería quitarme esta falda y estar en mi propia ropa. —Sí, sígueme.

Después de que había terminado de vestirme, me di cuenta de lo pesado que sentía los párpados. Apenas había dormido nada en las

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Puse mi bolsa sobre una cama enorme de leña y comencé a buscar en ella por algo que ponerme. Afortunadamente, yo no era una chica que realmente estuviera en la moda porque estaba bastante segura de que todo el que hizo este lío en una bolsa tenía prisa. Todo en ella era tan aleatorio; dos guantes no coincidentes, tres calcetines diferentes, y una bota. Me decidí por un par de vaqueros negros y una capucha Henley a rayas grises y negras. No insistí en mis DC porque… bueno, ¿qué de bueno había en una bota?

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Me llevó a una habitación con una pared de papel azul claro y la alfombra gris, y luego me dejó sola para cambiarme.

últimas veinticuatro horas, y creo que podría haber estado corriendo por la alta adrenalina o algo y ahora estaba empezando a fallar. No había una manta o sábana en la cama, sólo un colchón. Aunque era un poco asqueroso, pensé sobre estar acostada sobre él y dejar que mis ojos se cerrasen por unos minutos. Pero luego pensé en Aislin y Laylen y me dije que aguantara. Ahora no era el momento para dormir. Abrí la puerta, sólo para encontrar a Alex de pie en el otro lado. Me asusté como la mierda, y casi eché a correr fuera en un sprint loco. —Mierda, —dije, recuperando el aliento—. Me asustaste. —Sí, puedo decirlo, —dijo, con voz cautelosa, pero no sabía por qué. Se había puesto una chaqueta con capucha marrón y una gorra de béisbol negra. Parecía perfecto. Siempre se veía perfecto. Era inútil tratar de negarlo. Me escaneó de la cabeza a los pies. —Tenemos que conseguir algún tipo de disfraz por si nos encontramos con problemas. —Yo jugueteaba con el borde de mi camisa. —¿Qué tipo de problemas?

—Está bien, así que ¿qué quieres que haga? —Señalé mi bolsa de ropa—. Porque no hay mucho allí. —Sí, creo que Aislin básicamente vació en ella un cajón de tu ropa. —¿Y luego añadió una bota? Él arrugó la frente.

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Suspiré.

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—El mismo tipo por el que hemos estado corriendo. —Suspiró con cansancio—. Los Caminantes de la Muerte van a estar en todo el lugar, ahora que te han descubierto.

—¿Eh? Negué con la cabeza. —Nada. No importa... Así que, no creo que tenga nada que se parezca a un disfraz. —Hice una pausa y puse la capucha sobre mi cabeza—. ¿Funciona? Me dio una mirada dudosa. —Oh, no me mires así también. No soy una agente secreto/maestra del disfraz que pueda crear un nueva identidad a partir de un trozo de cuerda y cinta, por lo que sé más tolerante, ¿quieres? Se pasó la mano por la cara y suspiró. —Bien, supongo que tendrá que funcionar. ¿Por lo menos tienes unas gafas de sol para cubrirte arriba? —apuntó a mis ojos. —No, no tengo ninguna, oye, pensé que habías dicho que te gustaba el color de mis ojos. Dijiste que eran diferentemente bonitos. —No era eso lo que quería decir. Simplemente no hay mucha gente caminando por ahí con ojos violeta. Te revelarán. —Él subió la cremallera de su chaqueta—. Y me gusta el color de tus ojos. Me recuerdan a esas flores que solías recoger y traer de vuelta a casa cuando eras.... —Se calló, sus brillantes ojos verdes muy abiertos. —¿Cuando era qué? —Presioné.

—¿Qué? ¿Ibas a contarme alguna historia de cuando yo tenía cuatro años y no vivía con Marco y Sophia? —lo llamé, persiguiéndolo. Se congeló. —¿Quién te dijo eso? —Laylen.

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—Nada. No era importante. Vamos. —Me dio la espalda y se fue por el pasillo.

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Se aclaró la garganta.

Él no dijo nada y se fue a la sala de estar. Lo seguí. —¿Qué? ¿No tienes nada que decir?

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—Gemma, no tengo tiempo para esto ahora. —Abrió la puerta que daba al garaje—. Tenemos que ir a la ciudad. —Tenía razón, pero esto todavía no había terminado.

Traducido SOS por Sandra289 y Pily Corregido por katiliz94

C

ondujimos hasta la ciudad en un Jepp Wrangler negro, que por la capa de polvo en el tablero de mandos probablemente había estado en el garaje durante mucho tiempo. La nieve en la carretera era profunda, y Alex tuvo que conducir increíblemente lento, de lo contrario probablemente habríamos terminado deslizándonos fuera de la carretera y estrellándonos en la colina. Yo venía con el brillante plan de tratar de conseguir algunas zzz durante el viaje, pero en el segundo que mis párpados se cerraron, Alex decidió que era la hora de la charla. —Entonces, ¿qué te contó Laylen? —preguntó. Lentamente abrí los ojos. —¿Qué quieres decir?

Alex me deslizó una mirada de soslayo. —¿No te dijo nada de nada? Negué con la cabeza, actuando tan fría como la nieve de las carreteras. —Pues no.

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—Nada realmente, —mentí. No iba a meter a Laylen en más problemas. Mis labios estaban sellados.

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—Bueno, te contó que realmente no tenías un año cuando te mudaste con Marco y Sophia. —Prácticamente mordió las palabras, lo que me hizo sentir mal… por Laylen. Sí, y cuando, regresé Laylen, Alex probablemente va a rasgarlo por contármelo—. Tengo curiosidad, ¿qué más te dijo?

Me lanzó una mirada escéptica. —Sí, no me lo creo. Me encogí de hombros. —Bueno, es la verdad. —¿Así que de que hablasteis los dos mientras Aislin y yo desaparecimos? —preguntó—. Quiero decir, nos fuimos al menos una hora. Entonces, ¿qué hicisteis vosotros dos? —No sé. —Me sentía como si estuviera caminando hacia una trampa o algo así, así que tuve que asegurarme de elegir mis palabras con mucho cuidado—. Sentarnos alrededor. Comer. Casi lo tengo congelado hasta la muerte por un grupo de asesinos Caminantes de la Muerte. Ya sabes, lo normal. —¿Y no hablasteis nada? —No realmente… quiero decir, lo hicimos un poco, pero sobre todo acerca de él. Él negó, con sus nudillos blanquecinos apretando su agarre en el volante.

Me estremecí, recordando cómo se sentía cuando el frío estaba chupando la vida de mi cuerpo; la impotencia que había sentido

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Alex dobló una aguda esquina y un pueblo se levantó a la vista. Cabañas de madera cubiertas de nieve salpicaban la colina. Árboles rodeando los patios. Fruncí el ceño, pensando en la arena dorada del desierto de Nevada y el delicioso aire caliente, lo que también me hizo pensar en Aislin y Laylen. ¿Estaban bien? ¿O algo malo les había pasado? ¿Los habían cogido los Caminantes de la Muerte? Después de todo, los Caminantes de la Muerte habían estado a punto de matarme en más de una ocasión.

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—Bien, Gemma. No me lo cuentes. —De acuerdo, no lo haré. ¿Por qué iba a hacerlo? Laylen había sido muy específico acerca de la falta de comprensión de Alex, así que ¿qué bien le haría decirle a él lo que había averiguado de mi madre, de mí? No haría nada bueno. Eso es lo que haría. Alex acabaría volviéndose loco y desquitándose con Laylen y conmigo.

yaciendo paralizada en el suelo; la cosita de la visión que me había jalado después de eso. La visión. A través de todo el caos, me había olvidado por completo de ella. ¿Cómo podría haber olvidado algo tan importante? Quiero decir, ese hombre de la cicatriz, el Custodio, tuve que conocerlo de alguna manera, de lo contrario ¿por qué habría soñado con él? Por lo que había recogido en la visión, podría haber tenido algo que ver con la desaparición de mi madre, y el por qué me había pasado la mayor parte de mi vida sin emociones. Tenía que averiguar quién era. Sabía que él era un Custodio. Un Custodio traidor. Pero eso era todo. Tenía que averiguarlo. De alguna manera. Otra gran pregunta que tenía era ¿por qué sigo cayendo en las cosas de la visión? No había tocado una Bola de Cristal ni nada cuando presencié lo del Custodio y Demetrius charlando, al igual que no lo había hecho cuando había sido tirada atrás en el telescopio y vi a la madre y a la hija caminando en el campo. La hija, que posiblemente podría ser yo, ya que la madre la había llamado Gemma. Si este fuera el caso, si la hija era yo, la visión tenía que ser del pasado. Pero la pregunta era, ¿por qué no podía recordarlo pasando? Si ya había tenido lugar, debería tener algún recuerdo de ella, ¿no? ¡Ah! Estaba tan confundida. Me repiqueteaban los pensamientos, tratando de dar sentido a todo, pero acabé sintiéndome más perdida que nunca. Lo que decía mucho ya que siempre me sentí perdida. Sólo había una manera que pudiera pensar para obtener algunas respuestas a mi interminable lista de preguntas. Pero si me contaría la verdad o no, ¿quién sabe? Por lo menos tenía que intentarlo.

Ignoré la advertencia de mis entrañas rogándome no preguntar. —¿Es posible ver una visión sin la Bola de Cristal del Vidente? Él me dio una mirada divertida. —¿Por qué lo preguntas?

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—¿Qué? —Preguntó sin aliento.

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—Alex, —le dije de manera tan abrupta que lo hizo saltar.

Me encogí de hombros. —Sólo me preguntaba. Lo pensó por un segundo. —No sé... creo que hubo un pronosticador que era suficientemente poderoso como para hacerlo, pero no sé nada de él. Por extraño que parezca, él estuviera diciendo la verdad.

lo

realmente sonaba como si me

—Oh. Vale. —Me volví y miré por la ventana, pensando en la mujer y su hija en el campo; la horrible escena que había presenciado en el lago; el Cutodio y la discusión de Demetrius sobre la mujer que convenientemente había desaparecido, y la chica que habían dicho que tenía que permanecer alejada de su humanidad. Tenían que haber estado hablando de mi madre y yo. Sólo podía ser eso. Eso, o había otra pobre chica carente de emociones rondando por el mundo en algún lugar. Dios, esto era algo de materia pesada. De verdad que necesitaba un poco de respuestas. Lo que necesitaba era a Laylen. Él me ayudaría a averiguar al esto. Alex detuvo el jeep en una señal de stop. —¿Crees que has visto una visión sin la Bola de Cristal?

—Es Stephan, —dijo, y respondió.

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—Gemma, siento que estás ocultando algo. ¿Lo haces? Porque si es así, lo que sea, puedes contármelo—. Me hubiera gustado haber podido contárselo, pero tenía miedo de que se pusiera frenético. Sin embargo tenía que contarle. Era importante. Y era el único que estaba aquí…—. No sé... bueno, es sólo que al volver a la casa de Laylen pensé… —el teléfono de Alex sonó, interrumpiéndome. Deslizó su teléfono del bolsillo de sus vaqueros, y el alivio se extendió por todo su rostro mientras miraba a la pantalla.

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—¿Eh? —¿Cómo se supone que debo responder? ¿Con la verdad? Mi instinto me dijo que no—. No, sólo estaba siendo curiosa. Eso es todo. —Me miró fijamente, sus brillantes ojos verdes pesando sobre mí, haciendo que la intensidad de la electricidad subiera encendiéndose.

Podía oír la voz de Stephan murmurando en el otro extremo. Alex salió a la carretera principal, y nos condujo por una señal que nos daba la bienvenida a Mountain View, Población 523. Uhh. Una ciudad más pequeña que Afton. ¿Quién lo hubiera pensado? —Sí, espera, —dijo Alex en el teléfono. Aparcó el Jeep en el lado de la carretera, frente a una casa con los lados de cedro que tenía una gigantesca escultura de un alce adornando el patio. —¿Qué estamos haciendo aquí?, —pregunté, pero él ya estaba saliendo del coche. —Quédate aquí, —me dijo y cerró la puerta. No se dirigió hacia la casa. Se acercó a la parte trasera del jeep y se quedó allí con el teléfono pegado a la oreja. Obviamente, estaban discutiendo algo que no querían que yo escuchara. Eso significaba que tenía que oír, ¿verdad? Quiero decir, podría ser algo importante. Tal vez algo de mí. ¡Oh, no! ¿Y si estaban tramando un plan para eliminar mis emociones otra vez?

Bien, eso era nuevo para mí. No la parte de mentir, ya sabía que era un mentiroso, pero sí la parte de él teniendo dificultades para mentirme. Eso fue una sorpresa, y, bueno, tal vez podría usarlo a mi favor. —Muy bien, muy bien. Te veré en un rato, —dijo Alex.

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—Bueno, ¿qué quieres que haga hasta entonces? —Escuché a Alex diciendo. Una pausa y luego—: Lo sé, pero está empezando a sospechar. No sabes cómo es ella… Me hace un montón de preguntas. —Otra pausa, esta vez más larga—. Lo sé, pero es difícil para mí hacer eso con ella. Ella solo... solo no puedo... no sé. Se me hace duro mentirle.

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Una cosa buena acerca de un viejo Jeep es que las ventanas no son automáticas. Esto me permite bajar un poco la ventana sin todo el zumbido ruidoso que presionar un botón provocaba. Apoyé la cabeza hacia la ventana y traté de escuchar, pero Alex había dejado el motor en marcha y casi no podía oír nada. Bajé la ventanilla una astilla más, y puse mi oído hasta la apertura, el aire frío mordiendo en mi piel.

Tuve muy poco tiempo para reaccionar a la parte “te veré en un rato.”. Busqué subir la ventana trasera y apenas lo conseguí a tiempo, mi mano cayendo de la manija derecha justo cuando Alex abrió la puerta. Todo lo que podía hacer era rezar que no me había visto. —Stephan está en camino, —me dijo, cerrando de golpe la puerta—. Estará aquí en un momento. Oh, yupii, pensé sarcásticamente. —Oh vale. Volvió el jeep de vuelta a la carretera. —Sí. Marco y Sophia están con él, y dijo que Laylen y Aislin están bien. —Me siento aliviada a excepción de la sensación de malestar en el estómago, advirtiéndome que era un montón de basura. Era de Stephan de quién estábamos hablando, y Laylen me había advertido de no confiar en él. —Así que probablemente deberíamos conseguir algo de comida, — dijo Alex, girando en un estacionamiento de una edificio de ladrillo con un gran cartel que decía Comestibles Edmunds—. Luego volveremos al coche para que estemos allí cuando todo el mundo se presente. —Entonces, ¿dónde están Aislin y Laylen? —le pregunté—. Quiero decir, ¿por qué nunca se transportaron de vuelta?

—No sé, no lo dijo. —Aparcó el jeep, apagó el motor, y luego se volvió en su asiento de manera que estaba enfrentándome—. Gemma, ¿adónde exactamente quieres llegar? Me encogí de hombros. —No quería llegar a nada. Me preguntaba dónde estaban. Eso es todo. —Estudió mi rostro cautelosamente.

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—¿Qué clase de recado? —Le pregunté, tratando de mantener la voz neutra, sin querer dejar ver que estaba sospechando.

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—Stephan dijo que los envió a hacer un recado, —dijo, sin responder realmente a mi pregunta.

—No, eso no es todo… Está bien, ¿qué te contó Laylen? Me desabroché el cinturón de seguridad. —Ya te lo dije, no hablamos de nada realmente. —Mantuvo los ojos en mí. A pesar de mi impulso de flaquear, me quedé donde estaba y mantuve mi rostro inexpresivo. No sé lo que él estaba esperando, que me rompiera y vertiera mi corazón y alma en él. Pero finalmente se dio por vencido lo que fuera que estaba tratando de lograr, tomó las llaves de arranque y abrió la puerta. —Vámonos. Bien, sé que esto va a sonar totalmente extraño, pero nunca he estado realmente en una tienda de comestibles antes. No, no estoy bromeando. A lo largo de mi infancia, Sophia y Marco rara vez me llevaron a cualquier sitio y nunca a una tienda de comestibles. Así que pasear a través de una tienda llena de alimentos era toda una nueva experiencia para mí. Pero no estaba disfrutando de la experiencia como una persona real. No. Estaba demasiado distraída. La cosa entera de la visión realmente me molestaba. Quería reconstruir cada pieza junta. Cada gramo de mi cuerpo me decía que lo hiciera.

Lo sé. Quién lo hubiera adivinado, ¿no? Tal vez podría utilizar esta información para mi beneficio. Si a Alex le costaba mentirme, entonces tal vez, si le hiciera las suficientes preguntas, podría dejar escapar algo que no quería que supiera.

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Y algo más también me preocupaba. Todos, Marco, Sophia, y Stephan estaban en la misma cosa. No era sólo mi falta de entusiasmo lo que me preocupaba tampoco. No. Era que había demasiados agujeros en la historia que Stephan le había dicho a Alex. Como por ejemplo, ¿por qué no había contestado nadie al teléfono durante los millones de veces que Alex había tratado de llamarlos? Otra cosa, ¿por qué Alex tenía que salir del Jeep para hablar con Stephan? Yo no había oído nada sospechoso durante mi investigación de espionaje. Sin embargo, no podía oír lo que se decía en el otro extremo del teléfono tampoco. Lo único que había oído realmente que parecía semiimportante era que Alex tenía un momento duro mintiéndome.

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Y rápido.

A medida que deambulábamos por el pasillo de meriendas puse mi mejor cara de póquer. Bien, aquí va. —Así que... tengo una pregunta. —Alex dejó de empujar el carro para observar la selección de las barras de granola. —Está bien... ¿Cuál es tu pregunta? —Está bien, otra cosa que podría funcionar es que él parecía distraído—. ¿Dónde estaban Marco, Sophia, y Stephan cuando no se podía conseguir un respaldo suyo? Escogió una caja de barritas de cereales y la dejó caer en el carrito. —Se quedaron en una cabaña en Jackson. Supongo que su coche se quedó atascado o algo y terminaron teniendo que permanecer más tiempo del que esperaban. Había tantas cosas mal con su respuesta. —Sí, pero ¿por qué no contestaron sus teléfonos? Hizo una seña a mi espalda donde estaban las patatas fritas. —Coge una bolsa de Doritos, ¿quieres? —Cogí una de arriba y la arrojé en el carrito—. Porque ya sabes cómo es allí arriba, —dijo, avanzando el carro hacia adelante de nuevo. Negué.

Le di una mirada de tienes-que-estar-de-broma. —Déjame pensar. —Golpeé mi dedo en el labio—. Puesto que llamar a alguien requiere tener alguien para llamar, diré que no, no sé cómo es eso. Dejó de empujar el carro repentinamente, mirando, tomado completamente por sorpresa. Un poco triste aún. Y tal vez... espera un momento... espera... culpable.

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—Bueno, el servicio telefónico es realmente antiguo. Hay demasiadas montañas o lo que sea, y la mayoría de las veces no se puede conseguir una señal. —Él arqueó una ceja—. ¿Nunca has tratado de llamar a nadie allí antes?

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—No. ¿Cómo es allí?

Se me ocurrió que mis comentarios sarcásticos probablemente no eran la mejor manera de conseguir que se abriera y me dijese la verdad. —Lo siento —se disculpó, empezando a bajar por el pasillo otra vez. Siguió, las ruedas del carro chirriando con cada giro. —¿Y qué pasó, después regresaron y se dieron cuenta de lo que estaba pasando? —pregunté, esquivando obstáculos alrededor de una exhibición de magdalenas que estaba justo en el medio del pasillo. Se detuvo en la sección de soda. —Se dirigieron directamente a Las Vegas. Y lo hicieron justo a tiempo para detener a Laylen y Aislin de perder la vida. Supongo que cuando Aislin se trans… —Dejó de hablar cuando una mujer de mediana edad con el pelo excesivamente blanco caminaba hacia nosotros. Disfrazada como una Caminante de la Muerte, tal vez. Sí, no lo creo—. Después de que Aislin volvió a recoger a Laylen, —continuó después de que la mujer hubo desaparecido por la esquina del pasillo—, más Caminantes de la Muerte aparecieron. Hubo un gran lío, y supongo que ella terminó rompiendo el cristal. —Cogió un paquete de doce de Coca-Cola y lo puso dentro del carro. Si lo que él me había dicho hubiera sido una historia en un libro, esta podría ser la parte en la que todo parecía ser un poco demasiado perfecto.

—Entonces, ¿por qué Stephan nunca te llamó? Cogió una caja de cereal, y luego retrocedió, mirándome por encima del hombro. —¿Qué quieres decir?

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—Sí, básicamente. —Cogió un trozo de pan de encima de un estante—. Stephan es muy bueno planeando rescates. Tiene un don para eso. —Decidí ignorar el comentario.

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—Así que Marco, Sophia, y Stephan solo, ¿qué? ¿Aparecieron y salvaron el día?

—Cuando estaban haciendo las, como, ocho horas de viaje a Las Vegas. Parece que había un montón de tiempo para llamar y decir que estaban en camino, si me preguntas. —No sé... tal vez porque estaban en un apuro. —Empezó a empujar el carro de nuevo, pero rápidamente dio un frenazo y dio la vuelta—. Gemma, ¿qué es exactamente lo que quieres decir? Me encogí de hombros. —No sé... Sólo estaba tratando de señalar lo obvio, supongo. Quiero decir, ¿no crees que es un poco extraño que no llamaran justo cuando habían averiguado lo que estaba pasando? Él frunció el ceño. —¿Qué te dijo Laylen? —Ya te lo dije, nada. —Entonces, ¿qué demonios te pasa? —No hay nada malo conmigo. ¿Qué demonios te pasa a ti? Mi plan iba tan bien.... No. —Para que lo sepas —gruñó—, la mayor parte de la amargura de Laylen hacia mi padre viene del hecho de que él hizo a Laylen renunciar a su posición como Custodio después de que se convirtió en un vampiro.

Sonaba completamente cruel y sin corazón, si me preguntas. ¿Cómo iban a echarlo porque él era un vampiro, sobre todo cuando no era malvado? —Eso suena muy duro.

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—Bueno, realmente no podíamos dejar que se quedara como Custodio cuando los Custodios son los que se supone que deben proteger a las personas de los vampiros. —Se dio la vuelta y comenzó a empujar el carrito por el pasillo otra vez.

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—¿Stephan le obligó a renunciar? —pregunté, asombrada.

—Sí, lo es —dijo en un tono plano—. Pero esa es la manera en que las cosas tienen que ser con el fin de hacer lo correcto. —¿Realmente crees eso? —Le pregunté—. ¿O simplemente estás repitiendo las palabras de otra persona? Como dicen, hmm... tus padres. Él se dio la vuelta de nuevo, sus ojos ardiendo de furia. —¿No es eso lo que estás haciendo en este momento, repitiendo las palabras de Laylen? —Bien, las palabras de Laylen son las únicas verdaderas que he escuchado en los últimos catorce años —le espeté con rabia. Demasiado molesta para mantener la calma. —¿Y cómo lo sabes a ciencia cierta? —Me miró furiosamente—. Sólo lo has conocido, como, un día. —¿Qué tiene que ver el conocer a alguien por cierta cantidad de tiempo con si te dice o no la verdad? Te conozco desde hace, como, un mes, y a Marco y Sophia por, como, diecisiete años. —Levanté mis manos delante de mí, mi voz llena de amargura—. Oh, no, espera, quiero decir catorce años. Estábamos tan cerca uno del otro ahora, que podía sentir el calor de su aliento en mis mejillas. Electricidad estaba corriendo con pasión por mis venas. Alex abrió la boca, a punto de estallar, pero la cerró de nuevo mientras su mirada vagaba por encima de mi hombro.

La mujer de mediana edad que había pasado delante de nosotros antes también se quedó allí, mirándonos, junto con una chica más joven que tenía el cabello rojo fuego. —Vaya —dije, volviendo a Alex.

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Al final del pasillo, nos miraba con los ojos muy abiertos y una expresión curiosa en un adolescente que llevaba un delantal amarillo de comestibles de Edmunds.

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Me di la vuelta y luego me encogí. No estaba segura de lo fuerte que habíamos estado discutiendo, pero al parecer era bastante fuerte porque teníamos audiencia.

Él me dio una mirada de no-es-broma, me tomó del brazo y me guió por el pasillo en dirección opuesta a nuestro pequeño público, empujando el carro con nosotros. Y eso fue el final de nuestra breve conversación, tan buena como la expedición de compras. Alex tomó un par de cosas más y luego se dirigió a la caja registradora. Ninguno de los dos dijo nada. Me di cuenta de que aún estaba furioso, pero yo también lo estaba, porque no había recibido una sola cosa útil de él. De hecho, creo que terminé aún más confusa de lo que ya había estado antes de que comenzara mi interrogatorio. Era una buena cosa que no estaba pensando en ir a una carrera como detective, porque realmente no era buena en esto. En la caja registradora, ayudé Alex a vaciar la cesta sobre la cinta transportadora. Entonces esperamos que la cajera, una alegre rubia que llevaba demasiado maquillaje, escaneara cada artículo. Siguió batiendo sus pestañas a Alex, y luego comenzó a balbucear con él acerca de su trabajo haciendo un avance total, al mismo tiempo que le daba una risita ocasional y tiraba del pelo. Estaba totalmente coqueteando con él. Es una mierda.

Cogí una revista y volteé de un tirón a la página con un artículo titulado “Los 10 más grandes Hits de todos los tiempos.” La mayoría de las canciones eran totalmente de la vieja escuela, pero me gustó la distracción.

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Para evitar ver la dolorosa escena, y también para evitar hacer algo muy, muy estúpido, me acerqué a un puesto de revistas cercano y me distraje leyendo los titulares. Odiaba esto. Deseaba que mi vida fuera normal. ¿Por qué no puede mi vida ser normal? Ah, sí, porque yo no lo era.

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Por mucho que odiara admitirlo, estaba celosa de su impecable capacidad de ligar que yo no poseía. La última y definitiva cosa que me colmó fue cuando Alex le lanzó una radiante sonrisa, se inclinó sobre el mostrador y empezó a coquetear de nuevo. Casi me perdí. Sí, lo sé, no tenía ningún derecho sobre él, y se suponía que debía estar loca. Y lo estaba. Pero cuando sientes una inexplicable, intensa, cosita de electricidad cada vez que estas alrededor de un hombre, el ser territorial se da por sentado.

—¿Interesante la lectura? —La voz de un extraño, suave y melodiosa como el terciopelo, flotando por encima de mi hombro. Al instante me puse en guardia, poco a poco me di la vuelta. De pie un poco demasiado cerca para estar cómoda, había un hombre, probablemente un par de años mayor que yo, con pelo rubio arenoso y ojos como el oro, como la arena del desierto. Inmediatamente, sentí que había algo raro en él, pero no pude encontrar exactamente qué. Sonrió, mostrando perfectamente rectos.

un

conjunto

de

dientes

blancos

y

—Hola. No era mi intención asustarte ni nada. No te he visto antes por aquí. ¿Eres nueva? —Umm... sí —dije con cautela. —Era tan extraño. La gente casi nunca se acercaba a mí de esta manera. De hecho, nadie se me acercó. Sin saber qué hacer, y sabiendo que Alex enloquecería si me viera hablando con alguien, puse la revista a un lado en la bandeja y comencé a alejarme. —Así que ¿acabas de visitar a alguien, entonces? —preguntó, deteniendo mi escapada. ¿Cómo debo responder a su pregunta? —Sí... estoy sólo de visita.

—Gemma —respondí de forma automática y, a continuación, me di cuenta de que probablemente no debería haberle dicho a un completo extraño mi nombre real. Quiero decir, ¿quién sabía quién era este hombre en realidad? Sí, podría ser sólo un tipo de Mountain View, Colorado. Pero podría ser algo más. —Gemma. Es un nombre muy bonito. —Él apartó un mechón de su pelo rubio arena de los ojos, y la manga de su camisa azul marino se

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—Mi nombre es Nicholas. ¿Y tú eres…?

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Hizo una pausa, pareciendo como si estuviera escogiendo sus siguientes palabras cuidadosamente.

deslizó hacia arriba lo suficiente para ver una ojeada de un tatuaje en su muñeca. Una V5 negra envuelta por un pequeño círculo. ¿Sólo un tatuaje? No estaba segura. Mi instinto me dijo que me fuera, así que forcé una sonrisa y comencé a caminar de nuevo. —Me tengo que ir. Él se puso delante de mí y asintió con la cabeza en dirección a donde estaba Alex, todavía charlando con la cajera. —¿Es ese de ahí tu novio? Mi pulso se aceleró. Me estaba empezando a poner nerviosa. —No. Su boca se curvó en una sonrisa que hizo correr un escalofrío por mi espalda. Y no un buen tipo de escalofrío tampoco. —Bien, si ese no es tu novio entonces tal vez tú y yo podríamos salir alguna vez. Sí, como si de verdad quisiera salir conmigo. Me hubiera reído si no hubiera estado tan malditamente aterrorizada.

—Mira, de verdad tengo que… Alex apareció de repente a mi lado, y sentí una oleada de alivio barriendo a través de mis sacudidos nervios. —Lista para irnos. 5

En el texto original es una “S” de Seer (Vidente). Lo hemos reemplazado para la mejor comprensión del texto cuando se hable de los Videntes. No confundir con Vampiros.

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Me moví para ir a su alrededor.

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Algo no estaba bien aquí. El chico estaba mostrando demasiado interés en mí. Y ese tatuaje cuestionable en su muñeca.... me tenía que ir. Ahora.

—Sí, —dije, con ganas de conseguir huir fuera de aquí y lejos de este tipo. —Vamos. Cuando Alex me empujó hacia las puertas de salida, me pareció oír que Nicholas murmuró: —No es tu novio, ¿eh? Durante la mayor parte del viaje de regreso a la cabaña, Alex y yo nos quedamos tranquilos. Estaba empezando a pensar que así era como las cosas siempre podrían estar entre nosotros. O nos estábamos mordiendo la cabeza, o haciendo caso omiso uno del otro. No estaba segura de cuál prefería. Ninguna realmente. Deseaba que las cosas fueran normales simplemente. Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, Alex habló. —¿Podrías explicarme por qué pensaste que estaba bien hablar con un extraño? —preguntó con la voz aguda de ira. —¿Disculpa? —le dije con incredulidad—. No fue mi culpa. Estaba allí de pie, pensando en mis cosas, cuando él se acercó y empezó a hablar conmigo. —Fue tu culpa. —Hizo una pausa y se volvió a atender el Jeep que pasaba alrededor de una esquina resbaladiza—. Deberías haberlo alejado. Oculté mi enfado lo mejor que pude.

—Sí, entiendo eso —respondí a través de mis dientes—. Pero como dije, traté de irme, pero… Él me interrumpió. —No hay peros. Deberías haberlo dejado.

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—No me importa si él no paraba de hablar. Deberías haberte ido. ¿No entiendes cómo de peligroso podría haber terminado esto si ese tipo no era sólo un chico?

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—Traté de irme, pero no quiso dejar de hablar.

Estaba siendo tan irracional y difícil que, te lo juro, podría haberlo abofeteado. Apreté mis manos en puño, diciéndome que mantuviera la calma. —Y pensé que te dije que te pusieras unas gafas de sol. —Estaba prácticamente gritándome ahora. —¿Cual diablos es tu problema? —Espeté enfadada. —¿Cual diablos es mi problema? —Se contuvo. Lo miré. Una cosa era darme lecciones sobre algo que para él ha sido culpa mía. Otra cosa era que se sentara aquí y me gritara por una situación de la que no había tenido ningún control. —Bien, si no hubieras estado tan ocupado coqueteando con esa estúpida cajera, entonces tal vez habrías notado un poco antes lo que estaba pasando. Sí, me arrepentí de una vez que lo dije. Sonaba como una novia celosa. Pero ¿no había nada que pudiera hacer ahora al respecto, no? Me dio una mirada divertida. —No estaba coqueteando con ella. Estaba siendo educado. Cuando una persona habla, es de mala educación no contestarle. —Lo que sea. No me importa si estabas coqueteando con ella o no. —Crucé los brazos y giré mi cabeza hacia la ventana—. Sólo estaba señalando que si hubieras prestado más atención, entonces te habrías dado cuenta mucho antes, de que el tipo me había acorralado. —¿Así que no te importa si estaba coqueteando con esa chica o

—Sí... me lo creo. No suena muy convincente. De hecho, ni siquiera puedes mirarme cuando lo dices. —Me retorcía incómoda en mi asiento. A continuación, me tranquilicé y miré por encima de él. —No me importa si estabas coqueteando con ella o no.

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—Pues no —dije, lo cual era una gran mentira ya que su coqueteo con ella fue lo que me hizo salir errante por la plaza en primer lugar. Pero él no tenía por qué saberlo—. Puedes coquetear con quien quieras.

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no?

Me miró con los ojos entrecerrados. —¿No te importa? —No —dije, incapaz de romper mi mirada de la suya. Él arqueó las cejas. —Lo que tú digas. —No me importa. —Mi voz sonaba extrañamente alta—. De verdad no me importa. Reprimió una sonrisa mientras empujaba el Jeep en el camino de entrada. Su actitud era arrogante y estaba empezando a meterse bajo mi piel. Estaba tan seguro de sí mismo, tan convencido que tenía algún enamoramiento de él. Lo que no tenía. Lo juro. Oh, lo que sea. En cuanto aparcó el jeep en el interior del garaje, salté, preparándome para irrumpir en el interior, pero terminé resbalando en una placa de hielo. Tuve que agarrar la manija de la puerta para evitar caer sobre mi trasero.

Encendí la luz y me dirigí a la habitación donde estaba mi bolsa de ropa. Me imaginé que me gustaría volver allí y tomar una siesta. Dormir un poco podría ayudar a relajarme. Al pasar por la cocina, se me subieron los pelos en la parte de atrás de mi cuello. —Hola Gemma —dijo una voz suave y melodiosa.

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En el momento en que entramos a la sala, sabía que algo estaba mal. El aire se sentía pesado, poniendo mis sentidos en alerta máxima. Eché un vistazo alrededor de la habitación. Todo se veía bien. La puerta trasera corrediza estaba cerrada. Las luces estaban apagadas. Negué con la cabeza. Extraño. Todo esto de Caminante-de-la-muerte-intentamatarme- me estaba volviendo paranoica.

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Recuperando el equilibrio, poco a poco me dirigí a la casa, sin molestarme en ayudar a Alex llevando los comestibles de la tienda. Estaba demasiado molesta.

No tuve que dar la vuelta para saber a quién pertenecía esa voz. Nicholas, el tipo raro de la tienda. Antes de que pudiera tratar de huir, un brazo me agarró por la cintura y me tiró hacia atrás. Abrí la boca para gritar, pero encontré una mano por encima, silenciándome.

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—Shhh. —Nicholas ronroneó en mi oído—. No tienes que tener miedo. No voy a hacerte daño. —Sí, no podía haber sonado menos convincente si lo hubiera intentado.

Traducido por Nanami27 Corregido por katiliz94

A

sí que tal vez Alex tenía razón. No debí haber estado hablando con alguien en el supermercado. Aún mantenía lo que había dicho, sin embargo —no era mi culpa.

Él había venido y hablado conmigo. Pero ya era demasiado tarde para hacer algo al respecto ahora. Nicholas me tenía atrapada y me sostenía contra él como a un rehén.

Respirando pesadamente contra la palma de la mano de Nicholas, oí el pisoteo de los pasos de Alex subiendo por los escalones de cemento del garaje. Se oyó un golpe suave, y él entró en la sala de estar, con las manos llenas de bolsas de supermercado. Echó una mirada hacia nosotros y la sangre se drenó de su rostro. Las bolsas cayeron al suelo, y un tubo de mayonesa rodó fuera de una de ellas. Por un segundo, todos nos quedamos mirándolo.

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La piel de Nicholas se sentía cálida contra la mía, pero no en la misma manera en la que se sentía la de Alex —zumbando toda con electricidad. La de Nicholas era más como un húmedo y terroso tipo de calidez. También tenía este extraño olor en él, como lilas mezcladas con los bosques y la fresca lluvia caída. El olor era embriagador, y tuve que preguntarme si recientemente había salido de una selva tropical.

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No creía que tuviera un arma con él ni nada. Bueno, aparte de su fuerza, la que se sentía inhumanamente fuerte. Y la velocidad con la que había sido capaz de levantar la cabina parecía demasiado rápida para que algún humano la propulsara. Incluso si él hubiera conducido, aun no creo que hubiera sido capaz de derrotarnos a Alex y a mí aquí. Y además, no había notado algún auto estacionado en ninguna parte, así que supuse que él podría tener otra forma de viajar, como por ejemplo, hmm... transportándose. Esa era solo yo yéndome por las ramas, sin embargo. No podía estar segura, ya que tenía sólo la pista más vaga sobre otros medios de transporte, además de los vehículos.

Alex cruzó los brazos sobre su pecho. —Está bien, ¿así que, quién eres? Nicholas movió su mano de mi boca y me apretó con tanta fuerza contra su pecho que pude sentir su corazón latiendo a través de mi espalda, lento y rítmico, como el golpeteo de un tambor. Él no le respondió Alex, y encontré el silencio muy inquietante. Alex miró a Nicholas de arriba hacia abajo, y sentí a Nicholas dejar escapar una risa suave, su agarre en mí aflojándose un poco. Aprovechando la oportunidad, clavé mi codo en su estómago. Sus músculos se tensaron, pero no me soltó. —Me duele que no te acuerdes de mí, Alex. —La voz de Nicholas destilaba sarcasmo. Guau. Espera. ¿Alex lo conocía? Alex procesó lo que Nicholas había dicho, con el reconocimiento mostrándose poco a poco en su expresión. —Nicholas Harper. —Aw, así que te acuerdas de mí —dijo Nicholas, con un toque de diversión—. Estoy tan conmovido. Alex sacudió la cabeza, luciendo irritado. —¿Qué quieres?

—Hija de… —maldijo y me soltó. Alex pareció sorprendido cuando corrí hacia él. Saltó delante de mí, actuando como una barrera entre Nicholas y yo.

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Está bien. Eso era todo. Ya había tenido suficiente. Si Alex no iba a hacer nada para alejar a este tipo de mí, iba a tener que tomar el asunto en mis propias manos. Alcé gradualmente mi pierna y luego lo pateé en la espinilla tan duro como pude, mientras que al mismo tiempo estrellé la parte posterior de mi cabeza en su rostro.

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—Hmm... Qué es lo que quiero —pensó Nicholas, acariciando con sus dedos a través de mi cabello—. Ella sí que resultó ser una cosita hermosa, ¿no?

—Jesús, eso dolió. —Gruñó Nicholas, frotándose la nariz. Respiró hondo y batió los hombros como si estuviera sacudiéndose de mi ataque. Sus labios se curvaron en una sonrisa—. Guau, ella es bastante salvaje, ¿no? Alex me miró por encima del hombro, el rastro de una sonrisa burlona en sus labios. —Tal vez. —Rápidamente sacudió la cabeza, y su rostro cayó a una expresión seria cuando se volvió hacia Nicholas—. ¿Has venido aquí porque quieres algo? ¿O sólo para que pudieras ser molesto? Nicholas rodó los ojos. —Es increíble cómo en el transcurso de diez años no has cambiado ni un poco. Alex suspiró, perdiendo la paciencia. —Solo dime qué es lo que quieres. Nicholas alzó las manos. —Está bien. Dios mio. No tienes sentido del humor. —Cuando se trata de ti, no —dijo Alex rotundamente. Eso barrió una sonrisa justo en el rostro de Nicholas. —Lo que he venido a buscar es ella —me señaló—, en nombre de los Videntes.

No digas ni una palabra. ¿Estaba bromeando? ¿Cómo diablos se suponía que no dijera nada cuando mil preguntas estallaban dentro de mí? Aun así, me mordí la lengua y callé. —¿Y para qué la quieren los Videntes? —Preguntó Alex con calma.

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—No digas ni una palabra —me siseó Alex.

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—¿Qué? —Grité.

Nicholas se cruzó de brazos, la manga de su camisa deslizándose hacia arriba, mostrando el círculo con una V en su muñeca. —De esa manera podrá ser entrenada para ser una Vidente. Me quedé boquiabierta. —¿Entrenada para ser una Vidente? Alex tomó mi mano y le dio un apretón, un aviso para que me callara. —¿Y por qué necesita ser entrenada para ser una Vidente? Nicholas lo miró desconcertadamente. —Um, porque es una de ellos. —No, ella no lo es —dijo Alex. Nicholas negó con la cabeza, pareciendo frustrado. —¿Usó ella o no una bola de cristal para ver una visión? Bien... Mierda. ¿Cómo sabía él de eso? Alex vaciló. —Escucha, ha habido un malentendido. Gemma, ella es... bueno, es diferente.

—Sé lo que dice la ley, —espetó Alex—. Pero como dije, ella es… —Diferente —terminó Nicholas, haciendo comillas en el aire—. Eso no importa. Ella tiene que volver conmigo. Puede tratar de defender su caso cuando llegue allí si quiere. —Su mirada se adentró en mí, haciendo a mi piel arrastrarse—. Pero personalmente, preferiría que no

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—Mira, no me importa lo que sea. La ley dice que si una persona puede ver una visión, entonces pertenece a los Videntes. Ella tuvo una visión, por lo tanto nos pertenece. —Puso un poco de demasiado énfasis en la palabra “nos,” si me preguntaran—. Pero eres un Custodio, así que ya deberías saberlo.

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Sacudí la cabeza. Diferente. Ahí estaba esa palabra de nuevo.

lo hiciera. —Me encogí detrás de Alex. La sala se quedó tan tranquila que podría haber oído caer un alfiler. O incluso un reloj de vuelo haciendo tic-tac, ya que podía. Finalmente, Alex levantó las manos en el aire. —Bien, irá. —¿Qué? —Exclamé indignada—. ¿Estás bromeando? No puedes dejar que me lleve. —Ella es definitivamente una cosita salvaje —comentó Nicholas con una sonrisa. Alex me lanzó una mirada, advirtiéndome que mantuviera la boca cerrada. —No puedes dejar que me lleve —susurré. Cállate, articuló y se volvió hacia Nicholas. —Pero para que lo sepas, yo voy con ella. —No puedes —dijo Nicholas—. No se te permite hacerlo. —No hay leyes que prohíban a los Custodios entrar a la Ciudad de Cristal —informó Alex—. Así que iré. Nicholas le frunció el ceño a Alex, sus ojos dorados ardiendo como ámbar. —Nada ha cambiado contigo. Sigues haciendo lo que quieres.

—Vamos, entonces. —Dijo Nicholas y se dirigió hacia la mesa de café. Miré hacia Alex.

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Y de verdad, lo hacía. Pero eso estaba bien para mí en este caso, porque no había manera de que quisiera irme sola con este tipo Nicholas. Era espeluznante. Y especialmente no quería irme sola a alguna ciudad llena de gente que podía ver el futuro.

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—Sip —respondió Alex—. Claro que sí.

—¿De verdad y quieres que vaya? Él asintió con la cabeza. —No tienes otra opción. Hay ciertas leyes que todos tenemos que acatar, y una de ellas establece que cuando alguien posee la capacidad de Vidente, tiene que ser entrenado por los Videntes. —Pero no quiero hacerlo —me quejé. Alex se inclinó hacia mí. —Te sacaré de esto, lo prometo. Pero tenemos que ir. —Por supuesto que me sacaría de esto, pero no por la bondad de su corazón, ni nada. Era porque tenía el poder de la estrella dentro de mí. De mala gana, seguí a Alex hacia donde Nicholas permanecía de pie. Nicholas sacó una bola de cristal en miniatura de su bolsillo y la balanceó en la parte superior de la mesa. —Las damas primero. Mi estómago se retorció en un billón de nudos. —¿Qué exactamente se supone que debo hacer? Nicholas asintió a la bolsa de cristal.

Hubo un estallido de luz brillante. Y entonces estaba cayendo en espiral por un túnel oscuro, una vez más.

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Eché un vistazo a Alex y él me dio un asentimiento, dándome el visto bueno. Tragué duro y extendí la mano para coger la bola de cristal, dudando brevemente antes de dejar que mis dedos rozaran el cristal.

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—Pon tu mano en ella.

Traducido por Meghan Fray y Katiliz94 Corregido por AriannysG

H

ice un gran esfuerzo por no caer de bruces en el momento en que aterricé, pero todos sabemos lo genial que soy aterrizando. Así que sí, básicamente me comí el suelo.

Pero, me las arreglo para evitar que mi cabeza se golpee contra el suelo, lo cual agradecí ya que estaba hecho de cristal. De ahí el nombre de Ciudad de Cristal. Al levantarme del suelo, mi muñeca emitió un chasquido fuerte. Hice una mueca cuando el dolor se extendió por mi brazo. Acuné mi muñeca lesionada contra mí y miré alrededor. Me encontraba dentro una cueva. Al menos eso parecía. Una cueva muy singular, de todos modos. El alto techo abovedado estaba hecho con lo que parecía carbón brillante, y cristales rojo oscuro colgaban de él. Rubís incrustados en los muros de cristales en un patrón ondulado. A través del suelo de cristal translúcido, un río tan oscuro como el cielo de medianoche fluía, con copos de motas de oro en él como estrellas. Tenía que admitir, el lugar era absolutamente hermoso. Irrealista y hermoso, sin embargo. Quiero decir, ¿cuántas veces te has encontrado con una cueva de vidrio y de cristal? Es

decir,

a

menos

que

seas

un

Oí un débil silbido y luego Alex cayó desde arriba, aterrizando con elegancia y junto a mí. Sobresaltada, salté hacia atrás, presionando mi mano en mi corazón. —Me asustaste jodidamente, —le dije sin aliento. Alex se llevó un dedo a los labios.

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nunca.

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Probablemente Clarividente.

—Silencio. ¿Eh? —¿Por qué? Antes de que me pudiera contestar, oí otro sonido y Nicholas aterrizó a mi lado. —Bueno, fue muy divertido sonrisa—. ¿No estáis de acuerdo?

—comentó

Nicholas

con

una

—Claro, sí, súper divertido —murmuré. Alex negó. —¿Podemos terminar con esto? Cuanto antes salgamos de aquí, mejor. —¿Cuál es la prisa? —Nicholas metió las manos en los bolsillos de sus pantalones vaqueros y se balanceó sobre los talones—. No importa cuánto tiempo estés aquí, nunca dejaran ir a Gemma hasta que esté entrenada. —Me guiñó un ojo. Sí, un guiñó real—. Lo que nos da a ti y mí un montón de tiempo para conocernos. —No, gracias —le dije—. Preferiría volver con Alex. La expresión de Nicholas cambió a un ceño fruncido, y Alex, podría decirlo, estaba esforzándose en reprimir una sonrisa.

—Esperad aquí —nos dijo Nicholas y abrió las altas puertas de plata. 6

Véase la anotación anterior. S de Seer (Vidente.) En este caso se deja como S debido a que es la forma de esa estructura.

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Nos abrimos paso por un puente pavimentado decorado con piezas rotas de porcelana. Y en el otro lado del puente se elevaban dos enormes pilares. Alcanzaban su punto máximo, formando una entrada a un par de puertas de plata que se extendían hasta el techo. Los mangos de cada puerta se retorcían de forma circular formando una S 6, la misma forma exacta como el tatuaje en la muñeca de Nicholas.

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—Vamos —dijo Nicholas en un tono cortante mientras nos hizo un gesto para seguirlo por un camino de cristal.

Me incliné en un intento de ver lo que se encontraba en el otro lado de la puerta, pero éstas se cerraron con demasiada rapidez, como si hubiesen sido haladas por algún tipo de fuerza magnética. Alex se volvió hacia mí, sus palabras salieron apresuradamente formando un revoltijo. —Bien este es el trato. Cuando entremos, déjame hacerme cargo de la mayor parte de la conversación. Va a ser un problema para ellos dejarte ir debido a las leyes. —Eso es lo que no entiendo. —Mi muñeca latía así que la acurruqué más cerca de mí—. ¿Cómo supones que conseguirás que me dejen ir cuando sigues hablando de esas leyes que no lo permitirán? Consideró esto. —Puesto que los Custodios tienen un poco de poder sobre los Videntes es por eso que creo que eso ayudará. Le miré boquiabierta. —Piensas que eso ayudará. Pero prometiste que me sacarías de aquí. —Lo haré —me aseguró—. Solo espero que sea más fácil con los Guardianes teniendo algún poder sobre los Videntes. Pero si eso no funciona, optaremos por otro plan. Lo miré con recelo. —¿Qué tipo de plan?

—Esta vez no lo querrás. Silencio. —¿Ellos no saben lo que soy? —pregunté en voz baja. —No —respondió, manteniendo su voz baja—. Y así seguirá.

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—Siempre quiero saberlo.

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—Confía en mí, prefieres no saberlo.

Me incliné más cerca de él. —Pero ¿no fue un Vidente quien hizo la predicción de lo que nos iba a suceder a la estrella y a mí? —El Vidente que vio la visión era un amigo cercano de Stephan — susurró, su aliento era caliente contra mi mejilla—. Y ellos han trabajado duro en mantenerla en secreto para el resto de los Videntes así que no lo estropeemos hablando de ello, ¿de acuerdo? —Pero es posible que ya lo sepan —señalé—. Dado que los Caminantes de la Muerte lo saben. —Puede que sí, pero puede que no. Y esperemos que no lo sepan porque hará que sea mucho más difícil conseguir sacarte de aquí si lo saben. —Me froté la muñeca dolorida, considerando la idea de estar atrapada aquí abajo. Sí, el lugar era hermoso, pero también era espeluznante. Y solitario. No había visto una sola persona aún. Y luego, por supuesto, estaba Nicholas. Él intensificaba el factor espeluznante, como, a un billón de niveles. —¿Te hiciste daño? —preguntó Alex, echando un vistazo a mi muñeca. Me encogí de hombros.

—En serio, no es tan grave —le dije, estremeciéndome cuando mi muñeca volvió a doler.

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—Ven, déjame verla. —Tomó mi muñeca, haciendo una pausa antes de sostenerla con suavidad. Mi primer impulso fue tirar de la muñeca y decirle que no me tocara. Claro, podría haber estado de pie en la Ciudad de Cristal, esperando a ver si los Videntes me dejaban salir o no, pero eso no quería decir que había olvidado las mentiras, secretos y la constante lucha que sucedió entre nosotros. Aun así, y no sé por qué, supongo que tuve un momento de debilidad o algo así, le dejé tomar mi muñeca y que la examinara, chispas iluminaron como un rayo durante una tormenta eléctrica.

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—No es grave. Cuando aterricé, me caí y me torcí la muñeca.

—Lo siento. —Se disculpó Alex, trazando con su dedo suavemente el interior de mi muñeca. Hacía cosquillas al punto que tuve que morderme los labios para no reír—. No creo que se haya roto ni nada. Probablemente simplemente la lastimaste al caer. —Soltó mi muñeca—. Si todavía duele cuando regresemos a casa, puedo envolverla. Asentí, sosteniendo mi muñeca en la mano. —Está bien. —Si alguna vez vuelvo a la casa. —¿Qué hay de los puntos de sutura? —preguntó—. ¿Cómo están? ¿No se han aflojado, verdad? Me encogí de hombros. —No creo. Me miró con incredulidad. —¿No los has revisado? —Les eché un vistazo después de entrar en la visión y caer de bruces —le dije—. Todo parecía ir bien, supongo. Levantó una ceja. —Supones.

Me aparté. —¿Qué estás haciendo? Me miró como si yo fuera una idiota. —Comprobando que tus puntos estén bien. —No creo que sea una buena idea.

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—Podrían haberse aflojado en el momento que caíste. O podrían estar infectándose. Nunca se sabe. —Movió su mano hacia la parte inferior de mi camisa.

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—Bueno, ya que nunca he tenido puntadas antes, no estoy segura qué califica como estar bien y qué no. Pero no duelen o incomodan.

—¿Prefieres contraer una infección y terminar en un hospital? —No. —Suspiré, acercándome a su alcance—. Está bien, adelante. Contuve la respiración mientras levantaba la esquina de mi camisa, quitó la gasa, y miró por debajo de ella. La forma en que sus dedos rozaban mi piel hacía cosquillas. Hombre, la vida podría ser tan injusta a veces. Debe de haber algún tipo de ley o algo que prohíba que el contacto de Alex se sienta así de bien. Era práctico y una tortura. —¿Y qué significa el símbolo en la muñeca de Nicholas? — pregunté en un patético intento de distraerme. —Es la marca de un Vidente. —Sus dedos se abrieron camino a lo largo de mi piel. Me tensé cuando tocó un punto sensible en mis costillas. —Entonces, ¿por qué no tengo uno? —No estoy seguro... Las cosas parecen funcionar de manera diferente contigo. Puedes tener uno o posiblemente no. —Sus dedos permanecieron en mi piel por un instante más antes de poner la gasa en su lugar y bajar la esquina de mi camisa—. Están completamente intactas y libres de infección. —Bien —le dije. Y entonces, la chica amable en mí, añadió—: Gracias.

Levantó la ceja acusatoriamente. —Bueno, tal vez no de por sí, pero dije la palabra. —Oh, sí. —Se rio—. ¿Así que es eso? Asentí.

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—Dije gracias —dije.

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—Vaya. Espera. —Sonrió, ahuecando la mano alrededor de su oreja—. ¿Acabo de oír que me diste las gracias?

—Pero solo lo digo cuando realmente quiero decirlo, por lo tanto no sale mucho a la luz. Se rió de nuevo, y sentí mi propia sonrisa extenderse. Bien. Tiempo muerto. Íbamos en serio, después de todo por lo que pasamos, estábamos teniendo un momento aquí. Muy extraño. Aunque, no iba a mentir y decir que no estaba disfrutándolo. El momento en que me dio una breve señal de cómo las cosas podrían haber sido si fuese normal. No obstante, cuando una de las altas y plateadas puertas se abrió, nuestro pequeño momento desapareció. —Está listo para ti —dijo Nicholas, manteniendo la puerta abierta—. Puedes entrar. Cuando entré, tuve que contener la respiración. El lugar hacía a la Cueva de Cristal verse completamente ordinaria. Brillantes recortes de porcelana plateada y azul pavimentaban el camino a través de las gemas verdes que imitaban a los filos de hierba. El cielo azul brillaba como un diamante gigante, las nubes de algodón flotando a través de él como un espejismo. Alex y yo seguimos a Nicholas por el camino de porcelana, serpenteando de atrás hacia adelante hasta que llegamos a un trono plateado posado a lo alto de una plataforma de zafiro. Un pequeño y regordete hombrecillo con zapatos de elfo y cabello marrón oscuro se encontraba de pie al lado del trono. Nicholas se aproximó a él, le susurró algo al oído, y el pequeño hombre asintió.

Antes de que siquiera pudiese reaccionar a la palabra hada, o a la combustión de electricidad que su respiración y toque traían, un hombre apareció desde detrás del trono. Tal vez estaba en sus sesenta, unos pocos años más o menos. Era alto con piel pálida y cabello gris a la altura de los hombros. La plateada sombra de la bata que llevaba encajaba con la sombra plateada de sus ojos.

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—Oh, sí. Necesitas ser cuidadosa alrededor de Nicholas. Es mitad hada por lo que no puede ser de confianza.

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Mientras Nicholas se encontraba distraído, Alex situó la mano en mi brazo y susurró:

Tomó asiento en el trono, doblando sus delgados dedos sobre los bordes de los reposabrazos. —Bienvenidos a Ciudad de Cristal. Soy Dyvinius, líder de los Videntes. —Su voz salió con lentitud, en silabas sin movimiento, como muy monótono—. Entiendo que fuiste capaz de usar el poder de los Videntes para canalizar una visión ayer. ¿Estoy en lo correcto? Miré alrededor tontamente y entonces probablemente estaba hablándome a mí.

chasqueó.

Oh

sí,

—Umm… sí. —Bien. —Dyvinius se golpeó los dedos juntos, pareciendo complacido—. Bueno, no estoy seguro de si sabes mucho sobre lo que un Vidente hace, así que te lo explicaré. Lo que hacemos es usar la energía del Cristal del Vidente para ver visiones tanto del pasado como del futuro. Pero mayormente es el futuro. Una vez que la visión es leída, se vuelve permanente. No hay variables. Tal vez debería explicarle eso a los Custodios, ya que parecen pensar de manera diferente. La mayor parte de mi vida ha estado centrada en intentar hacer solo eso, y aquí él me decía que era imposible. ¿Aunque, qué pasaba si él tenía razón? ¿Que no había esperanza para la humanidad? Guau. Hablar sobre la realidad golpea mi cara. Y la realidad parecía estar formando un bulto gigante en mi garganta lo cual me estaba haciendo súper difícil tragar.

Ese bulto en mi garganta por poco se doblaba en tamaño. —Cuando las personas se meten en las primeras visiones, normalmente no saben lo que están haciendo —continuó Dyvinius—. Sin embargo, típicamente la habilidad de los Videntes es descubierta en las personas antes de que vean su primera visión. De esa forma son capaces de monitorizarlos. Ocasionalmente, algunos terminan pasando desapercibidos por el radar. Algunos son lo bastante afortunados como

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Sentí que podría llorar. La visión que había visto era del pasado. ¿Lo cual significaba qué? ¿Que la mujer dentro no podía ser salvada?

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—Ahora por lo que entiendo, viste una visión del pasado, lo cual no es algo muy poco común que ocurra con los novatos —dijo Dyvinius.

para descubrirlo en ellos más tarde, pero a veces no. —Sus ojos plateados se posaron en mí, su expresión en blanco—. Tenemos un sistema de radar que nos permite saber cuándo ha habido una interferencia con un Cristal del Vidente. Ahora no es necesariamente algo malo, lo que hiciste. Aunque tengo que decir, tienes mucha suerte de que fueses capaz de dar con eso. A veces las personas se quedan estancadas. —Se detuvo—. Sin embargo la visión que viste era del pasado, necesita ser leída correctamente. De otra forma, puede alterar al mundo de los humanos como lo conocemos. —Su rostro de repente se levanta—. Y por eso te hemos traído aquí abajo para resetear tu visión y entrenarte como una Vidente. Lancé una mirada frenética a Alex. —¿Hay algo malo? —me preguntó Dyvinius—. Te ves molesta. —Umm… —Me moví con dificultad. Alex dio un paso adelante. —No creo que su permanencia aquí vaya a ser posiblemente correcta ahora. Hay ciertas circunstancias que requieren que se quede con los Custodios. Dyvinius miró a Alex, la seriedad nublando sus ojos plateados. —Los Custodios… dime chico, ¿cuál es tu nombre? —Alex Avery —respondió Alex con tranquilidad. —¿Alguna relación con Stephan Avery? —preguntó Dyvinius.

—Oh, ya veo —dijo Dyvinius y estaba claro que no se encontraba complacido—. Dime, Alex, ¿cuáles son esas circunstancias que van a mantener a Gemma con los Custodios? —No puedo responder eso —respondió Alex con frialdad—. Como sabe, al igual que los Videntes, los Custodios tienen ciertas cosas que mantener en secreto.

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—Es mi padre.

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Alex asintió.

—Sí, lo entiendo. Sin embargo, también hay leyes que se supone que todos tenemos que seguir. Estoy seguro de que conoces la ley que manifiesta que si una persona es capaz de usar una bola de cristal para ver una visión, entonces tiene que ser entrenada en la Ciudad de Cristal por los Videntes. —Su boca se hundió en lo que asumí se suponía que era un fruncido de ceño, pero ver un ceño fruncido en su rostro sin expresión solo se veía escalofriante—. Si Gemma no permanece aquí entonces podría terminar alternando el futuro. O terminar atrapada dentro de una visión si intenta entrar una vez más. Mi corazón se aceleró. Oh, no. Iba a hacer que me quedase. Miré a Alex, mis ojos suplicándole hacer algo. —Entiendo eso. De verdad lo hago —dijo Alex—. Pero tiene que haber algo a lo que podamos llegar. Era increíble como de tranquilo estaba siendo Alex. Yo no. Estaba perdiendo los papeles. Y sí, comenzaría la angustiante cosa de nuevo. Los oscurecidos ojos plateados de Dyvinius, enviando un escalofrío por mi espalda. —Sí, tal vez podríamos llegar a algo… si hicieses la promesa de que ella nunca usará una bola de cristal de nuevo hasta que haya sido adecuadamente entrenada, entonces no veo por qué no puedo dejarla regresar con los Custodios durante un tiempo. —Se detuvo—. Por supuesto, después de que esas circunstancias que la están manteniendo junto con los Custodios se terminen, ella tendrá que regresar.

—De otra forma tendré que hacerle mantener la promesa. —Los ojos de Dyvinius se iluminaron—. Pero tengo el presentimiento de que probablemente tú preferirás hacer la promesa. ¿Estaba perdiéndome algo aquí? ¿Iba a ocurrir algo si la promesa no era cumplida? ¿Algo malo? —Imagino que una promesa puede ser colocada… por mí. —Alex apretó los dientes.

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Alex permaneció quieto, de brazos cruzados, mandíbula encajada.

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Está bien, ahora de verdad estaba entrando en pánico. Nunca querría regresar aquí. Jamás.

—Muy bien. —Dyvinius sonrió. Y tenía que decirlo, su sonrisa era incluso más repulsiva que su fruncido de ceño—. ¿Entiendes que estás haciendo la promesa en la Ciudad de Cristal? E imagino que ya sabes cuáles son las consecuencias si rompes esta promesa. Alex asintió con lentitud. —Sí, entiendo. Dyvinius se recostó en el trono, pareciendo satisfecho. —Bien. Ahora que eso ha sido resuelto, necesito solo algo más de Gemma antes de que os deje ir a ambos. Oh, yupiii. —Bien —dije cautelosamente—. ¿Qué necesita que haga? —Necesito que devuelvas la visión y corregirla —me dijo. —¿Corregirla? —pregunté—. ¿Cómo se supone que hago eso? —Bueno, estoy imaginando que cuando fuiste a la visión tanto algunos sujetapapeles desaparecieron como algunas cosas podrían haber estado borrosas. —Sí… los rostros de las personas estaban borrosos. —Bien. Eso lo hará un poco más fácil de corregir. Mira, Gemma, cada visión ha sido vista con claridad —explicó Dyvinius—. De otra forma, si queda incompleta, podría terminar alterando eventos pasados o futuros, y el mundo como lo conocemos podría cambiar.

—Regresa dentro del cristal y mira la visión de nuevo. —Dyvinius miró a Nicholas—. Te enviaré con ella para asegurarme de que todo va correctamente esta vez. ¡¿Qué?! Así que no solo tengo que devolver la visión y sufrir en la visión de nuevo, también tengo que ir con un repulsivo medio hada, lo que sea que eso signifique. He leído libros sobre hadas que eran capaces de poner algún tipo de glamour para hacerles verse humanos.

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—Entonces, ¿exactamente cómo hago para corregirlo?

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Estaba confundida.

Mirando a Nicholas, me preguntaba si lo que estaba viendo era real o no. ¿Su cabello rubio y ojos dorados eran solo una ilusión? ¿Un truco de la vista? Atrapándome mirándole, Nicholas me dio una taimada sonrisa y parpadeó. Le maldije con una mirada intensa. —Bueno, entonces vamos a dedos y el regordete hombrecillo trono. Llevaba una bola de cristal situó en las manos de Dyvinius, detrás del trono.

comenzar. —Dyvinius chasqueó los con zapatos de elfo corrió hacia el idéntica a la devuelta de Adessa. La hizo una reverencia, y desapareció

Dyvinius extendió las manos, la bola de cristal se balanceó en sus palmas. —Cuando estés lista, Gemma. Sorbiendo un tembloroso respiro, avancé al podio. Miré el cristal con duda, los arcoíris violetas bailando entorno al interior casi burlonamente. —Entonces, ¿solo me lo pongo en la mano? —Para comenzar, sí. —Dyvinius ondeó la mano hacia Nicholas—. Nicholas, toma su mano.

Cerré los ojos y me centré en el lago… el castillo de piedra gris… las caras borrosas de las personas. Mantuve la imagen mientras extendía el brazo y dejé a las puntas de mis dedos tocar el cristal. Fui sacudida hacia adelante. Entonces estaba cayendo.

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—Ahora cierra los ojos y visualiza la visión que viste —dijo Dyvinius, sus ojos plateados centellando en la resplandeciente pila violeta—. Entonces mantén la imagen en tu mente mientras sitúas la mano en el cristal.

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Sin esperar a que yo dijese si estaba bien o no, Nicholas agarró mi mano. Su piel aún se sentía sumamente caliente, y me tomó mucho esfuerzo no apartarme de él.

Traducido por Ritita y Nanami27 Corregido por katiliz94

R

ealmente quería hacerlo con todo eso del viaje a través de la bola de cristal, porque era malísimo. Gran cosa. La parte de la caída hacia revolverse mi estómago, y ni siquiera empecé con el aterrizaje. Todos sabíamos cuán bien iba eso conmigo. Mi pie golpeó el suelo cubierto de hierba con un ruido seco, y tropecé hacia delante, torciéndome el tobillo. —¡Ow! —¿Estás bien? —Pregunto Nicholas. Se paró a mi lado, todavía sosteniendo mi mano. Lo cual supongo era bueno, pero solo porque me mantenía de caer de cara sobre el suelo. —Sí, estoy bien. —deslice mis manos de las de él. La torre del castillo estaba detrás de nosotros, el lago se extendía al frente. La vista tal cual recordaba en mis memorias de las últimas veces que estuve aquí.

—¿No puedes ver cuándo empiezan? Sacudió la cabeza. —Es tu visión, así que solo tú la puedes ver. Esa es la forma en que las cosas funcionan. —Gesticule a lo que nos rodeaba. —¿Entonces qué te parece esto a ti?

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—Espera hasta que las visiones empiecen, —me dijo—. Tienes que decirme cuando eso pase, aunque, puedo ayudarte a ver las cosas claramente. —Le di una mirada divertida.

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—Entonces, ¿qué hago ahora? —pregunté a Nicholas.

Se apoyó, sus hombros chocando contra mí. El olor del bosque, de lilas, y lluvia inundaba mis fosas nasales. —Todo se ve gris. Hay una pequeña neblina y color aquí y allí, pero todo distorsionado. Me volví hacia él y me concentré en el escenario. Era realmente un bello lugar. Bueno, si a ti te gusta por completo y eres un apasionado al aire libre y esas cosas. Lo cual no dudo. Además, ahí estaba la conexión conectada a la mujer que era enviada al Inframundo. Esa conexión básicamente arruinaba cualquier posibilidad de que me gustara el lugar. Una mancha purpura repentinamente paso por mí —la pequeña niña. —Está bien, está empezando, —le dije a Nicholas. La pequeña giraba en círculos, como si lo hiciera por primera vez, su cara borrosa. —¿Qué ves? —preguntó Nicholas. Me preguntaba si me permitiría decirle “Um…” Frunció el ceño. —No puedo ayudarte si no me dices que estás viendo. Suspiré.

Sacudí la cabeza. —Nop. Todavía esta borroso. —Entonces necesitas enfocarte más fuerte, —dijo, como si fuera así de simple. Pero no era así de simple.

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—¿Puedes ver su cara?

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—Veo una niña pequeña dando vueltas frente al lago.

—¿Enfocarme más fuerte sobre qué exactamente?¨ —Hmm… —me dio una mirada que me puso inmediatamente al borde. Se paseó alrededor detrás de mí, parándose de manera cerca de mí para mi comodidad. Y el olor a flores y lluvia estaba matándome. Digo, no tenía cabeza respirando el olor a lilas de vez en cuando durante un rato, o tomando el olor de la lluvia fresca recién caída después de una tormenta, pero él era un chico que olía como flores. Era demasiado. —Ahora mismo tu mente está tratando de ajustarse al poder del cristal, pero no puede averiguar cómo llegar ahí. —Se inclinó sobre mis hombros, respirando dentro de mi oreja—. Lo primero que necesitas hacer es tomar un profundo respiro. Entonces trata de relajarte. —¿Qué pasaba con él invadiendo mi espacio personal? ¿Quizás era una cosa de las hadas o algo así? Tomé un profundo respiro y traté con fuerza de ignorar el olor floreado. —Está bien, me relaje. ¿Ahora qué? —Permite a tu mente enfocarte, —dijo, todavía respirando en mi oreja—. Las imagines están siempre ahí, simplemente no se han conectado con tu mente. —Me moví un poco lejos de él tan casualmente como pude y suspiré—. Sí, todavía no lo tengo. —Puso las manos sobre mis hombros. —¿Alguna vez has visto una de esas imágenes del ojo mágico antes? —Mis hombros se pusieron rígidos con su toque.

Me encogí de hombros fuera de sus manos —no podía enfocarme con él tocándome— y me concentré en la imágenes. El pequeño niño apareció durante la pequeña sesión de tutoría de Nicholas y ahora estaba guiando a la niña lejos del lago. Sus caras todavía bloqueadas por una capa de niebla, así que tome un respiro

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—Bien, esto es como estar mirando una de esas, —presionó las huellas de sus dedos contra mis omoplatos, masajeándolos suavemente—. Relaja los ojos y deja que tu mente te haga sentir las imágenes.

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—Uh, sí, supongo.

profundo y deje que mis ojos se relajasen. Gradualmente, un túnel empezó a dar forma, desvaneciendo lejos el resto de los alrededores por lo que solamente la única cosa que podía ver era la imagen borrosa de la cara de los pequeños niños. Lentamente la cara de ella empezó a enfocarse como una lente de cámara. Chasqueando y chasqueando, volviéndose clara y más clara. Estaba tan cerca de ser capaz de ver quien era la niña. Solo unos segundos más y probablemente podría haberlo hecho. Pero entonces el hombre dio un paso dentro de la visión, y toda mi concentración se rompió. Golpee el suelo con la unta de la zapatilla. —Diablos. —¿Qué? —pregunto Nicholas—. ¿Qué está mal? —Estaba a punto de tenerlo y entonces este hombre… No sé. Cuando él aprecio, arruinó mi concentración o algo. —Bueno, no lo mires entonces. Trata de fingir que no está ahí. Más fácil decirlo que hacerlo, desde que sabía desde antes lo que el hombre estaba haciendo aquí. Sacudí mi cabeza, frustrada, y volví la mirada a la visión. Puse toda mi concentración sobre el chico esta vez, dejando al túnel dar forma otra vez. Pero justo antes de que su cara se rompiese del enfoque, la mujer corrió hacia arriba, y otra vez, mi concentración se rompió. Estaba desalentada.

—Y ¿qué pasa si no puedo ver sus caras antes que la visión termine? Se rió. —Entonces supongo que tendré que mantenerte aquí hasta que lo hagas.

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—Puedes, —me aseguró—. Todo lo que tienes que hacer es agarrar un vistazo de cada una de sus caras, y al final, tu mente las pondrá todas juntas.

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—Y, ¿qué pasa si no puedo hacerlo?

El pequeño niño se estaba preparando ahora para ir al castillo. Está bien, tu puedes hacer esto Gemma. El oscuro túnel tomó forma, zonificando su cara en la nubosidad. Pedazos y piezas moviéndose juntas. Y solo como estaba escurriéndose de mi vista, su cara chasqueó centrándose. Sus ojos eran verdes, su cabello café. De acuerdo, ahí lo tenía. Arrojé mi atención al hombre, quien ahora estaba apartando a la niña de los brazos de la mujer. Presté atención a nada más que la cara de la niña borrosa. Esta vez la neblina desapareció mucho más rápido. Pero debí haber visto mal. No había forma de que podría estar bien. Pestañeé. Y pestañeé otra vez. Pero nada cambio. Sus ojos —el color— violeta. Si, violeta. El tono exacto de los míos. Mi corazón golpeó dentro de mi pecho. Viendo la visión claramente repentinamente volverse mucho más importante para mí. Miré a la mujer, quien ahora estaba mirando hacia el lago. El tiempo corriendo fuera. Corrí hacia ella. —¡Oye! ¿Qué estás haciendo? —dijo Nicholas Ignorándolo, deje el túnel en un zoom de la cara de la mujer. Su brillante iris azul, su sonrisa cálida, todo se volvió claro, y sabía que la había visto antes. Pero lo hubo averiguado tan pronto como hube agarrado un vistazo de los ojos de la niña. No era estúpida. Si esta niña en la visión era yo, entonces la mujer tenía que ser mi madre. —Nada. —Me atraganté—. No era importante. —Tuvo que ser importante ya que estás toda conmocionada. ¿Podemos

volver?

La

visión

ha

Él me miró de nuevo con sus ojos dorados. —Sí, lo sé. Puedo ver todo ahora que está completo. Hermoso lugar, por cierto… el castillo de los Custodios. —¿Este es el castillo de los Custodios? —dije, aturdida. Alex había mencionado que el lago era la entrada al Inframundo, pero nunca había dicho nada sobre el castillo que pertenecía a los Custodios. ¿Por qué habría de mantener eso en secreto de mí?

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bien —espeté—.

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—Estoy terminado.

—Hmm... Pensé que ya sabrías eso puesto que eres una Custodia. Una... ¿lo era? Esto nunca se me había explicado. —Um... sí, pero nunca he estado aquí antes —le dije y luego agregué—: He vivido una vida muy protegida. —Lo que era cierto. Mi vida, hasta hace unos días, había sido muy protegida. Me miró fijamente a los ojos. —¿Realmente... es así? Bien, ahora me estaba poniendo nerviosa. —Entonces, ¿podemos volver? —¿Qué viste exactamente? —Preguntó, esquivando la pregunta—. ¿Hubo un significado en algo de ello? —No lo sé... ¿Se supone que haya un significado? —A veces sí. —Se encogió de hombros—. A veces no. Normalmente los Videntes utilizan el cristal para ver una visión que tiene un propósito. —Se acercó más a mí—. Pero tu visión se inició por accidente, por lo que tal vez haya una razón para que la vieras o tal vez no. De todos modos, había que terminar la visión por si acaso había algún tipo de significado para ello.

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Rebobiné a través de todo lo que había visto, tratando desesperadamente de juntar todas las piezas. No estaba segura de quién era el niño. Y el hombre, sí, lo había visto antes. Pero sólo en mis sueños y lo que sea que fueran esas otras cosas que mantuve censuradas —como las visiones. Después de venir aquí y hablar con Dyvinius, me estaba volviendo escéptica a que pudieran ser visiones, ya que él solo había mencionado que había visto una. Por supuesto, no iba a traer todo a colación para averiguarlo. Probablemente sólo crearía más problemas para conseguir liberarme de la Ciudad de Cristal.

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Oh, había una razón por la que lo vi. Ahí estaba el problema, sin embargo. Si la niña era yo, ¿por qué no podía recordar que algo de aquello sucediera? Sé que habría sido realmente joven cuando ocurrió, pero creo que sería capaz de recordar algo al respecto, ¿no?

—¿Podemos volver, por favor? —Le pregunté a Nicholas, tratando de no parecer ansiosa. Nicholas se pasó los dedos por el cabello. —¿Estás segura de que quieres volver? —Se acercó a mí hasta que las puntas de sus zapatillas de deporte negras y rojas chocaron contra las puntas de los mías—. Porque, si quieres, nos podemos quedar un poco más. Mantuve mi voz firme. —Gracias, pero no. La visión ha terminado. No hay razón para quedarse. Su boca se curvó en una sonrisa taimada. —Te podría dar una razón. Está bien, chico hada, ya era hora de que hicieras retroceder el infierno. —Sí, voy a tener que pasar de eso. Sus ojos estaban sobre los míos. —Si eso es lo que quieres. —Oh, lo es —le aseguré.

Asentí con la cabeza. Estaba más que lista. Volver a la Ciudad de Cristal fue tan simple como atar mi zapato. No había una bola de cristal que atravesar. No caída. Solo parpadeé y estábamos de regreso, rodeados de hierba hecha de vidrio, y un cielo que brillaba como un diamante. Dyvinius estaba ausente, lo cual me pareció un poco raro.

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—Vamos entonces. Pero debo añadir que eres aterradoramente nerviosa para ser una Custodia. —Me sacudí de su comentario y tomé su mano—. ¿Lista? —Preguntó.

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Parecía decepcionado, mientras extendía la mano.

Pero lo que sea. Estaba agradecida por su ausencia y ansiosa por volver a la cabina porque había algo que necesitaba pedirle a Alex. Y no es lo que estás pensando. No iba a preguntarle acerca de la visión. Nop. Vi algo que me ocurrió durante la fracción de segundo que estaba siendo arrebatada de la visión. Y si tenía razón en lo que me había ocurrido, entonces lo de Alex contándome acerca de la estrella parecería leve. Alex, gracias a Dios, nos estaba esperando en el Palacio, y corrió tan pronto como nos vio aparecer. —¿Todo bien? —Preguntó, dándome una mirada cautelosa otra vez, como si hubiera esperado que regresara rota o algo así. Asentí con la cabeza. —Pero estoy lista para irme. —Yo también —dijo él. Nadie habló mientras Nicholas nos llevó de vuelta al lugar por donde habíamos entrado a la ciudad. Nicholas recuperó la pequeña bolsa de cristal de su bolsillo y lo sostuvo en alto frente a mí. —¿Estás segura de que quieres irte? Porque, personalmente, me encantaría que te quedaras aquí. Rodé los ojos.

Lo que con suerte iba a suceder jamás. Puse mi mano en la parte superior de la bola de cristal con cero vacilaciones, y lo siguiente que supe es que estaba dando tumbos en el túnel otra vez. Aterricé en el salón de la cabina con la gracia de una persona ebria, tambaleándome y golpeando mi rodilla en la esquina de la mesa de café. No sé lo que era —si la caída alterando mi equilibrio o algo

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—Bien entonces —guiñó un ojo—, hasta que nos volvamos a encontrar.

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—Estoy bien con volver, pero gracias.

así— pero no podía aterrizar normalmente cuando viajaba por un cristal. O me teletransportaba. O al caminar sobre el hielo. Oh, bien. Tal vez era sólo yo. Estaba frotando mi pronto a ser amoreteada rodilla cuando Alex apareció a mi lado. —Muy bien, ¿qué pasó? —Preguntó de inmediato—. ¿Y por qué estás frotándote la rodilla? —Porque la golpeé con la mesa. —Mi voz salió aguda. —Está bien, cielos. Perdón por preguntar. —Hizo una pausa—. Entonces, ¿qué pasó? Lo miré fijamente, preguntándome si lo que estaba pensando podría ser verdad. Él me dio una mirada extraña. —Algo pasó… quiero decir, ¿con Nicholas? ¿Él… um, intentó algo? —¿Eh? —Me tomó un segundo entender lo que quería decir—. ¡Qué! Puaj. No. ¿Por qué siquiera lo preguntaste? —Porque así es él —dijo—. Es hada en su interior. —Bueno, no pasó nada. —Me senté en el borde de la mesa de café—. No realmente, de todos modos.

Arqueó una ceja. —Actuando raro, ¿cómo? —Él solo... —Negué con la cabeza. Estaba fuera de la pista aquí— . Eso no es importante ahora. Bien, voy a preguntarte algo, y quiero que me digas la verdad, ¿de acuerdo?

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—Significa que él estaba actuando raro.

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—No realmente, de todos modos. —Me miró boquiabierto—. ¿Qué significa eso?

Me dio una mirada dudosa. Pero antes de que él pudiera protestar, me puse de pie, tratando de aparentar confianza. —No, no vas a encontrar una manera de salir de esto —le dije—. Quiero la verdad, y tú vas a dármela. Nada de esa mierda de “no puedo decirtelo.” No más mentiras, sólo la verdad. —Sí, no tengo idea de dónde vino ese impulso de confianza, pero se sintió bien. Él me sostuvo la mirada con gran intensidad, y tuve un flashback de los dos sentados en el aula de astronomía, mirándonos el uno al otro. —¿Cuál es tu pregunta? Respiré hondo y me preparé para lo peor.

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—¿Alguna vez mi memoria ha sido borrada?

Traducido SOS por Sandra289 y Pily Corregido por katiliz94

N

i siquiera tengo que expresión lo decía todo.

escuchar

su

respuesta.

Su

—¿Por qué? —Lloré—. ¿Por qué hiciste eso?

Tardó un segundo en responder. —¿Por qué piensas que tu memoria fue borrada? —Por dos razones, — dije, mi voz temblando descontroladamente con ira—. En primer lugar, porque estoy casi segura de que la niña de la visión era yo. Sus brillantes ojos verdes se ensancharon. —¡Qué! ¿Eras tú? Dejé escapar una risa burlona. —Oh, como que no lo sabías ya. —No lo hacía, —dijo—. Lo juro. Pero, ¿por qué crees que fuiste

Él tragó duro. —Gemma, ni siquiera sé qué decir. Estoy un poco confundido en cuanto a por qué esto te hace pensar que tu memoria fue borrada. —Debido a mi segunda razón. —No podía creer que fuera a contárselo. Quiero decir, quería tener algunos secretos para mí. Pero con el fin de explicar todo con claridad, necesitaba decírselo—.

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—Debido a sus ojos... eran de color violeta. Y si la niña soy yo, entonces estoy bastante segura de que la mujer que se vio obligada a ir al Inframundo es mi madre.

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tú?

¿Recuerdas cuando estaba mirando por el telescopio en el viaje de estudios, y de repente salí corriendo? —Y te encontré llorando en el autobús, —dijo, asintiendo con la cabeza. —Bien, la razón por la que salí corriendo es porque mientras estaba mirando por el telescopio, entré en algo parecido a una visión. Aunque no tenía idea en ese momento qué diablos estaba pasando. Pero de todos modos, terminé en este campo. Había una niña y una mujer allí, y ambas caras estaban borradas. Se me quedó mirando, impasible, pero vi la nuez de Adán subiendo y bajando mientras tragaba duro. —Entonces, ¿qué pasó? —Nada realmente. Simplemente miraban a las estrellas un rato, hablando.

Parecía que estaba realmente luchando por mantener la calma. —Sigo sin entender por qué esto te hace pensar que tu memoria fue borrada. A veces las personas simplemente se olvidan las cosas. Negué con la cabeza.

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—Bueno, la madre llamaba a la niña Gemma, lo que me dejó perpleja porque, si era yo, ¿entonces por qué no recordaba la escena de mi propia memoria? Quiero decir, sé que sólo tenía cuatro años en ese tiempo, pero aun así… podría pensar que sería capaz de recordar algo. Y también pensé lo mismo cuando Laylen me dijo que tenía cuatro años cuando dejé a mi madre. ¿Cómo podía haber sido que con cuatro aún no fuera capaz de recordar una sola cosa acerca de ella? —Hice una pausa, tomando una respiración profunda—. Y luego en mi camino de antes para corregir las visiones, de repente algo hizo clic, y conocía a la madre y su hija en el campo, y la madre y la hija en el lago, éramos mi madre y yo. Era como si mi mente hubiera sido de repente capaz de recuperar algunos de mis recuerdos perdidos o algo así.

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—Y no sabes quienes son.

—No. Esto es diferente. Puedo sentirlo. Sé que tiene que haber algo más que eso. Quiero decir, apenas puedo recordar nada de toda mi vida. —Gemma, yo de verdad creo que… Tiré mis manos en el aire con exasperación. —Sólo dime. ¿Alguna vez mi memoria ha sido borrada? Sacudió la cabeza. —No. Tu memoria nunca ha sido borrada. —¡Eres un mentiroso! —Grité—. Sé que lo eres. No hay manera de que pudiera olvidarla. —Y ahora estaba llorando. Pero, sinceramente, realmente no me importaba. Había demasiado dolor agonizante dentro de mí para preocuparme. —Gemma, por favor siéntate un momento y escúchame, —dijo Alex en la voz más tambaleante que jamás había oído salir de su boca. —¡No! —Lloré—. No voy a hacer nada que me digas que haga. ¡No voy a escucharte nunca más otra vez! —Él se frota la frente, mirándose tenso. —Si te sienas y me escuchas, entonces trataré de explicarte lo mejor que puedo. —Sí, claro. —Sollocé—. Eres como el maestro de la mentira.

—¿Me lo prometes? —Aspiré—. ¿Me dirás la verdad? Él me dio una inclinación lenta y reacia.

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—Sé que te he mentido mucho, pero esta vez no lo haré. Te lo prometo. —Lo miré con los ojos empapados de lágrimas, buscando en su rostro señales de que estaba mintiendo. Se veía tan sincero que era casi alarmante.

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Él apretó los labios, tratando duramente de no reírse ante mi observación.

—Pero tengo que advertirte que lo que te voy a decir es mucho peor de lo que te estás imaginando. —Me sequé las lágrimas de la cara con la manga de mi camisa y me dejó caer en el sofá. —No importa. Todavía quiero oírlo. —Él se sentó en el sofá junto a mí, dejando la gorra de béisbol, y arrastró sus dedos por el pelo tenso. —Ni siquiera sé por dónde empezar. No importa por dónde empiece, va a sonar realmente mal. Me gustó que estuviera nervioso. Él era normalmente tranquilo, fresco y sereno, normalmente mentía. Así que nervioso era una buena señal de que estaba diciendo la verdad... esperaba, de todos modos. —Comienza en cualquier parte, entonces. Si todo es malo, entonces ¿qué importa? —Contempló esto por un momento. —Está bien, así que recuerdas la profecía que te dije, ¿verdad? Suspiré. —¿Cómo podría olvidarlo? —Bien, me he dejado un par de partes de esa historia. Mira, mientras que Stephan estaba tratando de encontrar una manera de impedir que la profecía ocurra, tu madre acababa de desapa… o si lo que tú dices es correcto, lanzada al Inframundo. —Hizo una pausa, viéndose apagado, perdido en sus pensamientos—. Estabas muy emocional. Llorabas todo el tiempo.

—Alguien que quita el alma, —repetí, con los ojos muy abiertos— . ¡Te llevaste mi alma! ¡¿Estás tomándome el pelo?! —Salté del sofá, mi adrenalina pulsante a toda marcha. Él estaba muy recto. Lo que era mucho peor. Al menos la energía de las estrellas podría ser interpretada como la adición de las personas a la vida.

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—Sí, lo sé. Y no estoy diciendo que no era comprensible, sólo estoy tratando de explicar por qué Stephan hizo lo que hizo. —Él se movió inquieto en la silla—. Una gran cantidad de Custodios nacen con dones. Hay muchos con diferentes tipos, algunos más útiles que otros. El que Sophia tiene es llamado “ed unus quisnam aufero animus.” O alguien que quita el alma.

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—Acababa de perder a mi madre, —señalé, molesta—. Por supuesto que estaba emocional.

Pero quitando un alma —era como arrancar la esencia misma del ser humano. Mis piernas temblaron y la sala se balanceaba. Me agarré al borde de la mesa de café, jadeando en busca de aire. ¿Era así como se sentía un ataque de pánico? Alex se levantó y puso su mano en mi espalda. —Gemma, cálmate y escúchame. Eso no es lo que te estoy diciendo. —Traté de sacudir su mano, pero él la sostuvo firmemente en su lugar. —Alejate-de-mí, —me quedé sin aliento entre respiraciones superficiales. —No, no voy a alejarme de ti. ¡Tienes que escucharme! No tomamos tu alma. —¿Eh? —Solté la mesa y me quedé con la espalda recta. Sintiendo la mano de Alex en mi espalda—. Entonces, ¿qué me hicisteis? —Te lo contaré, pero déjame terminar antes de empezar a volverte loca, ¿de acuerdo?

Un zumbido molesto se había desarrollado dentro de mi cabeza. Alex me miró con atención, esperando que reaccionara. Pero en lo que podría centrarse era en el zumbido. ¿Había una familia de abejas de repente acampando allí, o algo así? ¿O era simplemente el estado de shock?

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—Así como te he dicho un par de veces, no tomamos tu alma. Unus quisnam aufero animus se utiliza sobre todo como una forma de castigo. Pero en tu caso, no estábamos tratando de castigarte ni nada. Eras sólo una niña y la hija de Jocelyn. Así que en vez de tomar tú alma, Sophia hizo algo un poco menos grave. Separó tu alma de sus emociones. Y puesto que las emociones tienen una gran conexión con los recuerdos, hizo que no pudieras recordar nada de tu pasado.

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Asentí con la cabeza, pero todavía no diría que no podría enloquecer. De hecho, ni siquiera estaba segura de que tenía control sobre mis reacciones en este momento.

—Gemma —El tono de Alex era cauto—. ¿Quieres que continúe? ¿O necesitas un descanso? —¿Qué? —Parpadeé y sacudí la cabeza—. No, puedes seguir adelante. —¿Estás segura, porque te puedo dar un descanso? —No —dije con determinación—. Quiero escuchar el resto. Parecía que no quería decírmelo, pero continuó de todos modos. —Después de que Sophia hubo separado tu alma, ella y Marco te llevaron a Afton para mantenerte oculta de los Caminantes de la Muerte. Había algo en la nieve que dificultaba el seguimiento de la energía de la estrella. Creo que el frío puede reducir el calor que produce la energía o algo así, pero no estoy muy seguro. —Tal vez por eso me gusta tanto el frío —bromeé en un tono extrañamente carente de humor. Dios, sonaba como muerta y hueca como se veían los Caminantes de la Muerte. Él me dio una pequeña sonrisa. —Tal vez. Pero ese no es realmente el punto que estaba tratando de demostrar. El punto es que tu alma todavía está allí, junto con tus recuerdos. Simplemente no puedes conectarte con cualquiera de ellos. O no podías. Supongo que debería decir. —Él me dio una mirada que hizo que la piel se sintiera caliente y ardiente, y no era sólo la electricidad. No, esto era otra cosa. Algo más.

Tuve que frenar mi respiración antes de hablar. —Entonces, ¿por qué de repente he comenzado a sentir otra vez? —pregunté. —Nadie sabe la respuesta a eso. —Cerró los ojos y se masajeó las sienes—. Sophia trató de separarte de nuevo, pero no funcionó. — Matarme, me dije.

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O tal vez solo tenía esperanzas.

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El cosquilleo en la parte de atrás de mi cuello confirmó eso. No había sentido el cosquilleo en un tiempo, y me preguntaba si de alguna manera mi alma estaba tratando de volver a conectar conmigo.

—¿Qué quieres decir con que trató de hacerlo de nuevo? ¿Cuándo? —Abrió los ojos de nuevo—. Ella lo intentó hace unos meses, después de que empezaste a mostrar signos de emociones y sentimientos. No te acuerdas porque lo hizo mientras dormías. No es de extrañar que tenga pesadillas. Imagina una anciana a escondidas en tu habitación por la noche y tratando de separar tu alma. Probablemente tendrías pesadillas también. —Entonces, ¿qué es lo que van a hacerme ahora que no funcionó? —Le espeté—. ¿Encerrarme en alguna parte y tirar la llave? —No —dijo, evitando el contacto visual conmigo. —¿Entonces qué? —dime—. ¿Qué van a hacer? Hubo un atisbo de compasión en sus ojos verdes brillantes. —Hay otra persona con el mismo don que Sophia que se dirige hacia aquí en este momento. Se supone que es más poderoso que Sophia y Stephan parece convencido de que funcionará. No podía creer lo que estaba escuchando. Bien, realmente podría, al considerar toda la mierda que me han dicho en los últimos días, pero... ¿Por qué sus cejas están fruncidas? ¿Por qué? —¿Por qué no habían usado este separador de almas para separar mi alma antes? Me he estado sintiendo bien durante unos meses. ¿Por qué esperar y dejar que empeorara?

—Yo… No lo puedo creer. Sois tan… Así que… —Gemma, tienes que calmarte —dijo—. Te estás volviendo loca, y no puedo entender lo que dices. —Por supuesto que me estoy volviendo loca. —Grité, apretando los puños cuando me puse de pie—. Sólo me dices que tengo que volver a ser una Hueca Chica Zombi.

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No es de extrañar que Alex hubiera salido del Jeep a hablar con Stephan. Él no quería que yo escuchara nada de esto.

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—Porque —titubeó —no podían encontrar al tipo. Supongo que en la noche de la excursión, Stephan finalmente lo encontró. Es por eso que no pudimos conseguirlos. Habían ido a recoger a este hombre.

No estoy segura de cómo había esperado que reaccionara, pero por la mirada de asombro en su rostro, me supongo que probablemente había previsto una reacción más suave. Pero no sé por qué. Empecé a retroceder en el sofá. —No lo haré. No hay forma. No puedo volver a ser así. Nunca. —No es una opción —dijo, poniéndose de pie—. Esto no es sólo acerca de ti. Se trata de la seguridad del mundo y todos sus habitantes. ¿Quieres ser responsable de la gente muriendo? —No —dije, esquivando la mesa de café—. Pero, ¿cómo esperas que simplemente deje que separen mi alma y me quiten todo? ¿Sabes lo que era vivir de esa manera por… por…? Ni siquiera sé cuánto tiempo pasó, porque el tiempo se sentía inexistente. Todos los días había nada. No tenía sentido ni siquiera despertar. Sin embargo, lo hice, todos los días. Y a pesar de que mis emociones se habían ido, todavía era una tortura. Y va a ser peor ahora porque he experimentado lo que es sentir las cosas y ser humana. Vosotros podéis pensar que está bien hacerlo, pero no lo está. Sí, puede que tenga que hacerlo para salvar el mundo, pero todavía es horrible, porque, aparte de lo que podais pensar, no soy sólo algo para llevar una estrella dentro de mí. Soy humana también. O por lo menos una parte humana. Bien, eso fue, con mucho, el mayor discurso que he hecho. Me quedé sin aliento, me llevó mucho tiempo.

—Eso es como montón de mierda —dije, mi voz caliente con ira—. Tú me has odiado desde el primer día que nos hemos encontrado.

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—Nunca te he odiado. —Su voz se había suavizado—. Ni una sola

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—Sé que eres humana —espetó—. ¿Crees que no entiendo lo malo que es? ¿Sabes lo mucho que me hubiera gustado que hubiera otra manera de hacerlo?

vez. Lo miré. —Eres un mentiroso.

Me agarró del brazo y me tambaleé hacia él, chocando contra su pecho. —Nunca te he odiado. Tuve que recordarme respirar. Cada parte de mi cuerpo se sentía caliente y eléctrica, y la cabeza me daba vueltas. —Bueno, es bueno ver que esta muñeca se siente mejor —dijo. —Sí... —Se sentía tan bien cuando me tocaba. —Olvídate de todo por un minuto —susurró. Tal vez podría... olvidar... todo. Sus párpados se cerraron y se inclinó para besarme. Eso me dio una bofetada a la realidad. —Olvídate de todo. —Tiré mi brazo lejos de él y lo empujé hacia atrás—. ¿Qué es esto? ¿Estás tratando de distraerme o algo? —No. —Me miró sorprendido, pero como he dicho antes, él es un mentiroso experto. Dio un paso hacia mí—. Gemma, que no es lo que… —Me alejé de él. —Aléjate de mí. Siguió viniendo hacia mí.

No estaba seguro de si me seguía o no. Nunca lo comprobé. Irrumpí en la habitación, cogí la bolsa y cerré la puerta. Entonces me tiré en la cama y lloré y lloré y lloré hasta que me quedé sin lágrimas.

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—¡Aléjate de mí! —Lloré y me fui en una carrera loca por el pasillo.

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—No soy…

Traducido SOS por Sandra289 Corregido por katiliz94

—G

emma, despierta, —susurró una voz. Gemí, mis párpados demasiado pesados para abrirse

—Gemma. —La voz se elevó más alto. Dejé escapar un gruñido y abrí los ojos, sólo para darme cuenta de que no sólo estaba tirada en el suelo, sino que estaba tirada en el suelo de una habitación completamente diferente. Me senté, me froté los ojos, y miré alrededor, a las paredes de color púrpura cubiertas con dibujos, fotos y un... ¿mapa de la galaxia? —Está bien, —le susurré—. ¿Dónde estoy? —Quiero decirte algo. Reconocí la voz al instante y salté sobre mis pies. Sentada en una ventana de la bahía, mirando hacia el cielo de la noche, había una mujer con el pelo largo de color marrón y ojos azules, mi madre. Sentada junto a ella había una niña con los ojos violeta, yo.

—Mira a las estrellas mamá. —Mi yo más joven señaló al cielo—. Son tan bonitas.

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—Sí, lo son, —mi madre estuvo de acuerdo—. Y es muy importante que recuerdes eso. Pase lo que pase.

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Y sí, pude ver sus rostros. Al parecer, recuerdos o no, deshacerse de la neblina en uno había aclarado los demás.

La joven yo miró hacia ella. —¿Por qué? ¿Qué va a pasar?

—Eso es algo de lo que tengo que preocuparme yo. —Mi madre alisó el pelo en la espalda de mi yo joven. —Tengo miedo, — susurró mi joven yo, teniendo los ojos llorosos—. No quiero que me dejes. —Lo sé. Y yo no quiero dejarte. Pero en caso de que algo suceda, necesito que sepas que te quiero más que a nada. —Mi madre secó una lágrima desde el ojo de mi joven yo—. Y siempre lo haré. Nunca lo olvides. Mi yo joven asintió y abrazó a mi madre con fuerza. —Te prometo que nunca lo olvidaré. —Sí, lo harás, —susurré, lágrimas corriendo por mis mejillas—. Te olvidaras de todo. Mis ojos se abrieron de golpe. Estaba de vuelta en la cabaña, acostada en la cama. Mis ojos y las mejillas húmedas de lágrimas. Mi cuello estaba dolorido y caliente, debía de haber estado durmiendo en una posición extraña o algo así. Lo que estas cosas, visiones, recuerdos resurgiendo, o tal vez sólo sueños, todavía conseguían hacerme llorar en la vida real. Yo creo, sin embargo, que eran recuerdos.

Entonces, ¿qué se supone que debía hacer ahora? La última cosa que quería hacer era salir de allí y encontrar a Marco, Sophia, Stephan y el Individuo Extractor de Almas esperándome. Necesitaba saber si aún habían llegado. Fui de puntillas hacia la puerta, la abrí, y escuché. El único ruido que oía provenía de mi propia respiración. Cruzando los dedos para que nadie estuviera aquí todavía, abrí la puerta el resto del camino, salí a la

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No estando segura de lo tarde que era, o cuánto tiempo había pasado desde que me había encerrado en la habitación, me deslicé de la cama y fui hacia la ventana. Tirando de la cortina, viendo que acercaba a oscurecer. Las colinas estaban en sombras, el cielo gris. Pero aun así era lo suficientemente temprano que las estrellas todavía no se hubiesen despertado.

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Traté de no pensar en lo que era la dolorosa escena entre mi madre y yo mientras me secaba las lágrimas en la manga de la chaqueta. Era demasiado doloroso pensar.

sala de estar, y casi salté de alegría cuando lo encontré completamente libre de las personas. Pero ¿dónde estaba Alex? Buena pregunta. Busqué en la casa, comprobando la cocina, el comedor, incluso salí al garaje. Pero nada. No había ni rastro de Alex en ningún lugar. ¿Es esto necesariamente malo? Me pregunté a mí misma, y suspiré, porque la respuesta era sí. Estaba a punto de sentarme en el sofá y esperar cuando vi a Alex a través de la puerta corredera de cristal. Estaba sentado en un columpio en el porche trasero. Bajo la tenue luz del porche, pude ver que había abandonado la gorra de béisbol negro, con el pelo marrón oscuro dando la cara desordenadamente, sin embargo, perfectamente. Estaba mirando hacia abajo a su mano, y no pude dejar de sentirme nerviosa acerca de lo que podría estar sosteniendo. Me dirigí a la puerta corredera, y me detuve antes de abrirla. Salí al aire frío de la noche, mi aliento resoplando en una nube. Él me miró, y luego volvió a mirar de nuevo a lo que estaba en su mano.

—No me habría servido de nada. —Me senté en la mecedora, y se sacudió por mi peso—. Tú probablemente habrías derribado la puerta y me habrías arrastrado fuera. Él no dijo nada, pero eso no importaba. Ya conocía el alcance de lo que los Custodios harían para mantener el poder de la estrella floreciente.

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—Sólo pensando en cosas… —estrechó su mano alrededor de algo brillante y plateado y me miró—. Estoy sorprendido de que salieses de la habitación. Estaba bastante seguro de que ibas a encerrarte allí y a negarte a salir.

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—Hace mucho frío aquí afuera. —Tiré la capucha de mi chaqueta por encima de mi cabeza, metiendo las manos en las mangas, y pisoteé la nieve hacia el columpio—. ¿Qué estás haciendo aquí?

Dejé que la punta de mis zapatos trazara sobre la nieve mientras el columpio se balanceaba atrás y adelante. —Así que... ¿qué tienes en la mano? —Él vacilante abrió la mano, y un collar descansaba en su palma. Una piedra violeta tallada en el centro de la plata, un colgante en forma de corazón. El color de la piedra me recordaba al color de mis ojos. Me quedé mirando el collar, hipnotizado por su belleza. —¿Qué es? Una sonrisa bromista en sus labios. —Un collar. Puse los ojos en blanco. —Obviamente. Pero ¿por qué me lo muestras? —Debido a que era tuyo. —Puso la cadena del collar entre sus dedos y lo balanceó delante de mí—. Tu madre te lo dio cuando eras pequeña... antes de que todo sucediera. —¿Fue mío?¿En serio? —Le pregunté emocionada. Él asintió. —Realmente lo fue. Yo apreté los labios, los ojos empezando a arder por las lágrimas que amenazaban con romper.

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Asentí, porque no podía hablar. No sé cómo empezar siquiera a explicarte lo mucho que esto significaba para mí. Ni siquiera estoy segura de que haya alguna palabra que se adaptase a lo que estaba sintiendo. Bueno, imagínate si cada onza de lo que eras te fuera arrancado lejos y que no quedase nada salvo una versión perdida que está teniendo dificultad para encontrar un camino de regreso a una vida que nunca había conocido, una vida que sabía que había tenido que ser mejor que el vacío que estaba viviendo. Eso es lo que era este collar. Un pedazo de mi pasado que me recordó que una vez había

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—¿Estás bien? —preguntó.

tenido una buena vida, con una madre amorosa, libre de hacer y sentir lo que quisiera. —Así que... —Empecé después de que había encontrado mi voz de nuevo—. ¿Por qué me lo muestras? —No tengo ni idea, —dijo, no de una manera grosera, pero sí confusa. —Está bien..., —le dije, sonando tan confundida como él lo hizo— . ¿Tengo que conservarlo? Él me miró de nuevo. Entonces me agarró de la mano y puso el collar en ella, el cálido metal contra mi piel congelada. —Así que... eso es un sí, entonces. —Quería saberlo antes de mostrarme demasiado entusiasmada. Se recostó en el columpio. —Sí, puedes conservarlo. —Gracias, —le dije con la voz más suave que había oído nunca salir de mi boca. —Wow, dos gracias en un día. Eso es impresionante.

—Por ti, —le dije, sujetando mi mano alrededor del collar. —¿Cómo es eso? —Estás siendo demasiado agradable, dándome el collar y todo. Es extraño. —Sí, probablemente tienes razón, —él estuvo de acuerdo—. Tal vez debería tomarlo de nuevo. —Hizo un movimiento hacia el collar.

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—Gemma, ¿estás bien? —Él frunció las cejas con curiosidad. — Estás actuando un poco... extraña.

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Sonreí, pero fue forzado. Simplemente no estaba sintiendo en ese momento. Sí, estaba entusiasmada con el collar, pero triste a la vez, porque sabía que en cualquier momento dado, mi recuerdo de ella, junto con todo lo demás, se habría ido para siempre. Y que robarían todo mi ingenio.

Tiré mi mano. —No quiere decir que tengas que tomarlo de nuevo. Lo quiero, y no te lo voy a dar de nuevo. —Relájate, sólo estoy bromeando, —dijo—. Mira, sé que las cosas han estado arriba y abajo entre nosotros, pero sólo por un momento, podemos tratar de ser normales. Fruncí el ceño. —La última vez pensé que las cosas entre tú y yo se dirigían a Villa Normal, tú estabas jugando conmigo como una tonta, así podrías tratar de averiguar si sabía por qué mis emociones de repente se habían puesto en marcha de nuevo. —Y lo siento por eso, —dijo con sinceridad. —Oh. Caramba. ¿Acabas de decir lo siento? —Abrí mis ojos e hice una larga mirada exagerada de shock. —Mierda. Creo que el mundo dejo de girar solo. —Él sonrió y añadió—: ¿Es eso lo suficiente normal para ti? Un momento de silencio pasó entre nosotros. Me quedé mirando el collar, la plata y el brillante color púrpura casi como las estrellas que estaban ahora espolvoreadas a través del cielo.

Él sacudió la cabeza y suspiró.

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—Sí, buena idea. —Había empezado a aflojar la pinza cuando me di cuenta. ¿Y si hubiera algo mal con el collar? ¿Y si no era mi collar en absoluto, sino una especie de dispositivo extractor de almas que Alex estaba tratando de engañarme para ponerme? ¿Qué pasaba si cuando me lo pusiera, mi alma se fuera? Dejé caer la pinza—. Sabes, no estoy segura de si debo hacerlo. Quiero decir, ¿y si se trata de un truco o algo así? Por lo que sé, ponerme esto podría ser parte del proceso de separar mi alma.

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—¿No te lo vas a poner? —Preguntó, asintiendo con la cabeza hacia el collar en mi mano.

—No lo es, y puedo probarlo. —Se acercó y encendió el colgante en la parte posterior. Una cursiva perfecta grabada con las letras GL, mis iniciales—. Mira, GL, Gemma Lucas. Sonreí con una sonrisa real. Realmente me pertenecía. Encendí el cierre mosquetón y envolví la cadena alrededor de mi cuello. Está bien, no estoy segura de si has cogido esto todavía, pero yo no soy una chica que llevaba joyería. Ponerme un collar era como una experiencia totalmente nueva para mí, y no pude conseguir el enganche para cerrarlo. —¿Necesitas ayuda? —Preguntó Alex, mirando como si estuviera disfrutando de verme luchar. —No, —me negué tercamente—. Lo tengo. —Pero después de unos cuantos minutos de tratar de conseguir cerrar la maldita abrazadera, me di por vencida—. Oh, bien. Supongo que necesito tu ayuda. Se echó a reír, haciendo un círculo en el aire con el dedo. —Date la vuelta. Lo hice, y él tomó el collar en las manos, los dedos picoteándome. Hice mi mejor esfuerzo para ignorar lo caliente que su tacto me hizo sentir cuando titubeó para asegurar el cierre del collar. Pero al igual que yo, él parecía estar luchando. —Hmmm... —Hizo una pausa—. Bueno, ¿esto es interesante?

—Bueno, parece que tienes tu marca. —La marca de una Vidente. Él asintió, trazando su dedo suavemente por la parte de atrás de mi cuello. —Puedo ver el contorno de la misma formándose aquí.

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—¿El qué es interesante?

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Miré por encima del hombro.

—¿A qué se parece? —Exactamente igual que la de Nicholas, —dijo—. Las marcas de cada grupos siempre lucen igual. —¿Eso significa que en realidad podría ser una verdadera Vidente? —Sí, probablemente. Pero todavía no sé cómo. Nunca pensé que eras una Vidente. Pensé que salir del cristal era sólo la potencia de la estrella. Por lo general, poseer una capacidad adivinatoria requiere que vengas de una línea de adivinos. —¿Mi madre no era una? Él negó con la cabeza. —Jocelyn era sólo una Custodia. —¿Qué pasa con mi padre? —Le pregunté—. Tal vez lo era. —Quizás. Pero no puedo decirlo con certeza ya que no sé quién es. —¡No sabes quién es! —Exclamé—. ¿Cómo es eso posible? —Debido a que Jocelyn nunca le dijo a nadie quién era. Por alguna razón, ella insistió en que tenía que mantenerlo en secreto. — Bueno, eso era malísimo. No sólo la muerte de mi madre era un gran signo de interrogación gigante, sino que ahora vengo a descubrir que nadie sabe quién es mi padre. Yo realmente estaba sola en este mundo, ¿no?

—Aquí, déjame ponerte esto, y entonces podrás ir a ver la marca en el espejo. Asentí lentamente y me di la vuelta. Él empezó a juguetear con la abrazadera de nuevo, sus dedos provocándome con su toque. Miré fijamente en la oscuridad de la noche, pensando en mi madre y mi padre y cómo apenas sabía nada de

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Suspiró.

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Contuve mis lágrimas.

ellos. Y eso parecía ser la creación de este gigantesco agujero dentro de mi corazón. —Estás nerviosa, —remarcó. —¿Eh? —Negué—. No, no lo estoy. —Tu pie está temblando como loco. Miré a mi pie y me di cuenta que estaba golpeándolo como loco contra el suelo cubierto de nieve. Al parecer, había canalizado toda la energía caliente que el toque de Alex estaba trayendo abajo a la pierna. —No estoy nerviosa. Es sólo que... —Sentí el collar caer contra la parte trasera de mi cuello, había conseguido engancharlo. Finalmente. —Sólo que, ¿qué? —preguntó, con la boca muy cerca de mi oído. —Nada. —Empecé a alejarse—. No importa. Él me tomó por la cintura, haciendo que mi cuerpo estuviera mucho más caliente. —Sólo dime.

Pero entonces susurró mi nombre, y me di la vuelta instintivamente. Después de eso, todos mis pensamientos se alejaron flotando. Yo ya no podía pensar. ¿Por qué? Porque él me besó. Y no como el besito de vuelta en el autobús donde nuestros labios apenas se tocaron. No. Éste último era mucho más largo y lleno de fuego.

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—¿Estás segura de que eso es todo? —Su aliento era caliente contra mi piel, lo que hacía que cada parte de mí se volviera loca. Un momento más tarde, sentí sus labios presionando contra la parte trasera de mi cuello. Me quedé inmóvil, y estaba bastante segura de que mi corazón dejó de latir, incluso por un segundo. Traté de decirme a mí misma de levantarme e irme. No hagas esto. No sería digno. Ni siquiera sabría si era real o si él estaba jugando.

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—No es nada. —Me decía a mí misma de respirar mientras una mezcla de calor y confusión se arremolinaban a través de mi cuerpo—. Es sólo la electricidad. A veces me vuelve un poco... inquieta.

En un momento dado, envolví mis brazos alrededor de su cuello, y me acerqué más a él de modo que nuestros cuerpos se estaban tocando. Había tanto calor que no me habría sorprendido si la nieve se estaba derritiendo en el suelo debajo de nosotros. De acuerdo, sé lo que estás pensando. ¿Cómo iba a darle un beso después de todo? Pero, por favor, trata de no juzgarme con demasiada dureza. Sé que las cosas no han sido las mejores entre Alex y yo, pero soy sólo una humana después de todo. O por lo menos una parte humana, de todos modos. Y tengo cosas que quiero hacer, como besar al chico que puede hacer que mi cuerpo chipoteé. ¿Y sabes qué? A diferencia de ti, mi tiempo para hacerlo se va a acabar como en un segundo, por lo que esta es probablemente mi única oportunidad de ser besada. No estoy segura de cuánto tiempo duró el beso, pero al final nos separamos el uno del otro. Lo que era una especie de bien, aunque sólo fuera para evitar desmayarme por falta de oxígeno. Pero sentí un poco de nostalgia por mis labios estando en contacto con él de nuevo. Alex levantó la mirada hacia el cielo nocturno, meciendo en el columpio hacia atrás y hacia adelante. Su expresión seria que por lo general llevaba casi se había desvanecido. Si me preguntas, le hacía aún más hermoso.

Lo abrí. Enmarcado dentro era había una foto del tamaño del pulgar de un grupo de personas. Miré hacia abajo en la foto, examinando a cada una de sus caras y entonces... —¡Oh, Dios mío!

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Sentí una pequeña grieta corriendo al borde de la pendiente. Miré hacia abajo y me di cuenta de que no era más un colgante sino un medallón.

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El colgante del collar pulsaba cálidamente contra mi piel. Froté distraídamente mi pulgar contra la piedra violeta mientras miraba hacia el cielo, pensando en el beso y tratando de no pensar en el hecho de que muy pronto no recordaría nada al respecto. Vi la constelación de Andrómeda, el punto de fondo de Casiopea señalándolo como un objetivo. Pensé en las otras personas en el mundo mirando las estrellas. Tenía la esperanza de que estuvieran contentos y agradecidos de estar vivos.

—¿Qué te pasa? —preguntó Alex. —¿Es esa mi madre? —Le pregunté, señalando a una mujer con el pelo largo de color marrón e iris azul brillante, la mujer que había visto en tantas visiones/sueños/recuerdos. Él asintió. —Sí, es ella. ¿Es ella la que viste en la visión? No le respondí, deslizando la punta de mi dedo al hombre que estaba a su lado. —¿Y quién es el que está a su lado? —Ese es mi padre. —Él me dio una mirada divertida—. ¿Por qué? Bueno, mierda. Me puse de pie, pánico disparando a través de mí salvajemente como las chispas hicieron cuando Alex me había besado. ¿Por qué, me podrías preguntar, me estaba volviendo loca? Debido a que este hombre, el padre de Alex, tenía una tenue cicatriz blanca rozándole la mejilla izquierda. Di un suspiro tembloroso.

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—Porque él es el que vi tirando a la fuerza al lago a mi madre.

Traducido SOS por AriannysG Corregido por katiliz94

—N

o. No hay manera —dijo Alex, sacudiendo la cabeza—. Tiene que ser un error.

Fuimos a la sala de estar ya que la temperatura descendió tanto que nuestros traseros estaban casi a punto de congelarse, literalmente. Él dijo miles de veces que no había manera de que su padre pudiera haber forzado a mi madre a llegar al lago. Pero yo sabía lo que había visto, y sabía que no era un error. He visto la visión más de una vez. Por no hablar de que el hombre seguía apareciendo en mis pesadillas. Su rostro estaba prácticamente grabado en mi memoria. —No es un error —le dije—. Sé lo que vi. Sé que era él. Él me miró. —No sabes eso con certeza. —Sí, lo sé —le aseguré con confianza—. He visto la visión dos

Dile eso a Laylen. —¿Cómo puedes estar tan seguro? Se me quedó mirando, perplejo. —Porque es mi padre.

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—Pero solo fuiste capaz de ver el rostro de uno de ellos —señaló Alex—. Por lo tanto hay la posibilidad de que lo puedes estar confundiendo con alguien más. Sé que mi padre nunca haría algo así. Nunca.

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veces.

Me mordí el labio, reflexionando sobre mis opciones aquí. ¿Debo hablarle de mis sueños? Si lo hacía, corría el riesgo de darle demasiada información, y todavía no sabía si confiaba completamente en Alex. Incluso después de que nos besamos. —Tú te encontrabas allí, ¿sabes? En la visión. Había un niño pequeño con los mismos ojos verdes brillantes que tú tienes. —No sabía si estaba en lo correcto o no, era solo una suposición. No tiene mucho sentido, sin embargo, cuando pensaba en ello. Sus ojos verdes brillantes y la forma en que llamó a Stephan su padre. —No. No hay manera —dijo con firmeza—. Sería capaz de recordar lo sucedido si era yo. Levanté las cejas hacia él. —Tal vez tu mente ha sido alterada también. —No. No hay manera —repitió, pero la firmeza de su voz se había desvanecido un poco. Se pasó los dedos por el cabello nerviosamente— . Mira, Gemma, tal vez viste mal. Tal vez fue alguien más quien obligó a tu madre ir al lago. Quiero decir, Dyvinius dijo que no viste la visión correctamente la primera vez. ¿Quién puede decir que no la viste correctamente la segunda vez tampoco? Me tragué mi irritación lo mejor que pude. —Vi bien en ambas ocasiones. El único problema con la primera de ellas fue que no podía ver los rostros de las personas. —Aún se veía escéptico, y me hizo sentir tan enfadada que continué—: Además, no lo he visto solo en la visión.

—Bueno... —No había vuelta atrás. Ya había abierto la Caja de Pandora—. Antes de que me enterara de quién era yo, tenía esas pesadillas donde estaba siendo perseguida en el bosque por los Caminantes de la Muerte. —Sí, recuerdo que mencionaste eso. —Se sentó en el sofá y apoyó los brazos sobre sus rodillas—. Pero, ¿qué tiene eso que ver con mi padre?

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—¿Qué quieres decir?

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Él parpadeó, parecía perdido.

—Porque al final de cada sueño, los Caminantes de la Muerte me capturan y un hombre aparece, él les ordena acabar conmigo. —Suspiré y me dejé caer en el sofá junto a él—. El hombre de mis pesadillas tenía la misma cicatriz que tu padre. —Sus ojos se abrieron a medida que continuaba—: Y de vuelta a Laylen, en el momento que me encontraba tirada en el suelo muriendo de frío, algo me pasó, algo similar a lo que me pasó antes en el viaje al campo. Entré en esta visión, y se encontraba un hombre charlando con Demetrius sobre cómo se liberaron de una pobre mujer que era Custodia. Él me miró boquiabierto. —Espera. Así que lo que me estás diciendo es que entraste en una visión sin una bola de cristal, no una, sino dos veces. ¿Por qué no me lo dijiste antes? —Lo hice. Al menos, lo hice con la primera. —Sí, pero asumí que era algún resurgimiento de la memoria o algo así. Pero si has visto algo que tiene Demetrius en ella... —Suspiró ruidosamente—. No hay manera de que pudiera ser un recuerdo. Nunca antes lo has visto. —El silencio ahogó el aire mientras consideraba todo esto—. ¿Cómo es posible incluso que puedas hacer eso? —murmuró para sí mismo—. ¿Cómo puedes ver una visión sin una bola de cristal? Solo, no es posible. —Cuando te pregunté sobre esto antes, me dijiste que no estabas seguro si era posible o no que alguien viera una visión sin una bola de cristal —le recordé—. Incluso me dijiste que oíste hablar de alguien que podía.

Él tragó fuerte, parecía... bueno, muy, muy vulnerable. Tenía que admitir, que no me gustaba cómo se veía en él. Me hizo sentir ansiosa y preguntarme si él iba a desmoronarse. No podía desmoronarse. No si su padre estaba trabajando en secreto con Demetrius. Y fue él quien libró a mi madre. Y se dirigía aquí ahora mismo. —Mira, sé que esto tiene que ser difícil de escuchar —le dije.

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—Alex —dije un poco demasiado fuerte y él saltó—. Eso no es importante ahora. Lo importante es que este otro hombre que charlaba con Demetrius tenía una cicatriz en la mejilla.

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Bajó la mirada hacia el suelo, considerando lo que dije.

—¿Tiene que ser difícil de escuchar? —Él se rió, un tipo de risa inquietante—. Lo que me estás diciendo es que no solo mi padre envía a Jocelyn al Inframundo, sino que también está trabajando con Demetrius. —Entiendo que es difícil de escuchar, pero ¿crees que no fue difícil para mí ver a mi madre ser enviada al Inframundo? —Sí, pero ni siquiera la conoces —murmuró. —Oye. —Salté del sofá y puse mis manos en mis caderas—. Eso no es justo. La única razón por la que no la conozco es por vuestra culpa. —No puedes estar en lo cierto en cuanto a mi padre —murmuró, ignorándome—. Simplemente no hay manera. —Si eso fuera cierto, entonces, ¿cómo iba a saber todo esto? ¿Qué? ¿Crees que lo acabo inventar o algo así? Él se encogió de hombros. —¿Cómo voy a saberlo? Tal vez lo hiciste. Yo estaba echando humo. —Yo no soy la mentirosa. Me fulminó con la mirada.

Genial. No otra vez.

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No estoy segura de cuánto tiempo nuestro argumento hubiera seguido, probablemente un tiempo, pero nunca lo llegué a saber porque el aire de repente se congeló con un frío de muerte, y ambos dejamos de hablar.

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Lo fulminé de vuelta.

Traducido SOS por Carolina451 Corregido por katiliz94

—¡¿C

ómo nos encontraron aquí?! —Estaba parada en el comedor, mirando a Alex buscar frenéticamente alrededor de un gabinete secreto. No me había dado cuenta de lo fuerte que era Alex hasta que había rebanado la cosa enorme como si estuviera hecha de aire—. Y, ¿qué rayos estas buscando ahí?”. Todavía estaba enfadada acerca de negarse a aceptar que su padre era responsable de que mi madre estuviese atrapada en el Inframundo, pero mi miedo de que Los Caminantes de la Muerte estuviesen viniendo hacia aquí, eso estaba sobrepasando mi enfado. Después de que sintiéramos el aire congelado, Alex corrió hacia la ventana, y sí, seguramente, un montón de ellos estaban viniendo hacia la cabaña. No habíamos podido verlos, porque estaba obscuro afuera, pero sus ojos se iluminaron en la noche como un puñado de luciérnagas. —Esto es lo que estoy buscando. —Alex sostuvo la Espada de la Inmortalidad—. Y esto, —tomó otra espada, una mucho más pequeña y menos filosa, que me dio—. Tómala. —¿Por qué? —Me retiré—. No serviría de todos modos.

Me lanzó la espada. —Tómala. Suspiré y la tomé. —¿Qué vamos a hacer ahora? —Vamos a huir de esto, —dijo y salió disparado del cuarto.

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—Sí, pero eso fue un loco accidente.

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—Has apuñalado una antes.

Lo seguí. —¿Cómo? Prácticamente ya están aquí. Yendo hacia la puerta que llevaba al garaje, me lanzó una mirada por encima del hombro y me dijo que dejará de ser tan difícil. —¿Entonces, qué? ¿Prefieres quedarte y esperar a que lleguen? —No, —dije torpemente—. Eso no fue lo que quise decir. Es sólo que, ¿cómo se supone que salgamos de aquí? Él abrió la puerta. —En un Jeep. —¿Seremos capaces de dejarlos atrás? Hizo un movimiento de cabeza hacia el Jeep. —Date prisa y sube. Corrí hacía el Jeep y subí, mis nervios burbujeando tan mal que mis manos temblaban. Tenía mucho miedo de que en el otro extremo de la puerta del garaje los muertos vivientes estuviesen esperándonos, todos amarillos y hambrientos de matanza. Rápidamente me abroché el cinturón de seguridad y me empecé a morder las uñas. Supongo que el morderse las uñas es un hábito que se contagia ahora. Mientras el motor del Jeep gruñía a la vida con una mano en el volante y la otro tirando de la palanca, Alex inhaló profundamente.

—Está bien, agárrate fuerte. —Apretó el botón del garaje y la puerta se abrió lentamente. Parecía que iba a tardar eternamente para que subiera completamente. Alex tiró la palanca en reversa y empezó a retroceder. Sólo avanzó unos pies, antes de usar los frenos. —¿Qué pasa?

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—No, —mi voz se quebró.

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—¿Lista?

Intenté mirar por la ventana, tenía la respuesta que buscaba. Toneladas y toneladas de ojos brillantes amarillos —estaban en todos lados, caminando por la oscuridad. Un momento después, alguien emergió de la esquina del garaje. Cuando la luz se centró en la cara de la persona, se sintió como si alguien me hubiese golpeado en el estómago. Un hombre con cabello negro, ojos oscuros, una cicatriz en su mejilla izquierda.

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Estábamos jodidos.

Traducido por Gabbii Corregido por katiliz94

—S

tephan —Alex agarró la manija de la puerta, apunto de salir.

—Alex —silbé—. Por favor no. todavía tenemos que salir de aquí. Hay Caminantes de la Muerte por todas partes. —Alex —dijo Stephan por el comando de voz que había escuchado tantas veces en mis pesadillas, pero jamás en la vida real. Despierta o dormida, el sonido de su voz enviaba una corriente de escalofríos por mi columna. La manija de la puerta hizo un click mientras Alex empujaba la puerta para abrirla. Entrando en pánico, me acerqué y apreté su brazo. Bajó la vista donde apretaba su brazo, luego subió la mirada y me dio una extraña mirada. —Por favor, —le roge—. Si esto no prueba que tu padre está trabajando para Demetrius, —hice un gesto hacia atrás donde cientos de ojos amarillos nos miraban a través de la oscuridad—, entonces no sé qué es. Tenemos que… —Presiono un dedo en mis labios, callándome. Luego paso sus dedos al collar que estaba en mi cuello y lo jalo hacia debajo de mi blusa. Mi boca callo abierta. ¿Eh?

Me quede sentada ahí un momento. Preguntándome porque tenía que mantener mi collar oculto. Solo era un collar, ¿no? Después me di cuenta. Porque para empezar probablemente no debería tenerlo y Alex no quería estar en problemas por dármelo. Perfecto. Real y perfecto Alex.

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—¿Por qué? —pregunte, pero ya estaba subiendo en el auto, la Espada de la Inmortalidad en su mano.

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—Cualquier cosa que hagas, mantenlo oculto. No les dejes saber que lo tienes.

Y ahora tengo que salir del auto y no solo enfrentarme a los monstruos que quieren matarme, sino también enfrentarme al hombre que es el responsable de las desaparición de mi madre y toda la mierda de mi vida. Me refiero, supongo que puedo quedarme en el Jeep hasta que Alex y Stephan me obliguen a salir. O puedo sentarme en el lado del conductor e irme por la noche yo sola, pero Alex se llevó las llaves. Creo que no voy a poder hacer eso. Alex me conocía muy bien. Así que con piernas tambaleantes, arrastré mi trasero del coche, saqué el pequeño cuchillo que Alex me había dado y que tenía en la parte de atrás de mi pantalón e hice mi camino hacia donde Alex y Stephan estaban. Me quedé a varios pasos de ellos porque ver a Stephan en vida real era mil veces más terrorífico que verlo en mis sueños. Cuando me aproximé, Stephan le estaba diciendo a Alex algo en voz baja, pero se calló inmediatamente cuando me vio.

Tomarlo desde aquí. ¿Qué significaba eso? Despejar mi alma. ¿Mandar a los Caminantes de la Muerte atacarme? Miré la puerta que dirigía de regreso a la cabina, contemplando la opción de volver o no. ¿Pero a donde iría? —Bien, —le dijo Alex a Stephan, y quise golpearlo en la parte de atrás de la cabeza. —Traidor, —murmuré.

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—Bueno Alex, has hecho un gran trabajo aquí, manteniéndola fuera de problemas y todo. —Dijo Stephan—. Pero ahora yo lo tomo desde aquí.

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—Gemma, —dijo Stephan en una voz inquietante—. Es tan lindo por fin conocerte. —Bueno míralo. Pretendiendo como si jamás me hubiera conocido. Que estúpido. Ahora me gustaría poder decirle en la cara cada palabra que estaba pensando. Pero no lo hice. Solo estar ahí en la misma habitación, con él, me estaba sofocando, y mi voz se estaba quedando en mi garganta. Así que en su lugar, me quede ahí como una cobarde, nerviosa viendo a los Caminantes de la Muerte que se estaban juntando en la calle.

Me lanzó una mirada y movió su cabeza una vez diciendo cállate. —Mira, —Alex le dijo a Stephan—. Entiendo que hay cosas que deben hacerse aquí. Pero lo que no entiendo es porque están ellos aquí. —Apuntó a los Caminantes de la Muerte. —Esa es una muy buena pregunta, —dijo Stephan en un tono digno—. Pero todo lo que necesito de ti ahora es que me des la Espada de la Inmortalidad y mantengas la boca callada. Conoces muy bien lo de cuestionar todo lo que haga. —Wow no podía evitar más que preguntarme si había algo tipo Cómo Enseñar a Esos Custodios requerido para ser un tipo de padre/Custodio de mierda, porque Stephan me recordaba mucho a Marco y Sophia con la actitud de hazlo-que-tengas-que-hacer-y no-preguntes. Hablando de Marco y Sophia, ¿no deberíamos estar agradecidos con su presencia? Stephen se cruzó de manos y golpeó su pie impacientemente mientras esperaba que Alex le pasara la espada. —Bien, te daré la espada, —dijo Alex y luego se tensó—. Pero hay una pequeña cosa que quiero pedirte primero. —Hazlo rápido, —dijo Stephan. Y después lo que supe fue que Alex había golpeado la cara de Stephan. Después de eso todo se movió en una mancha. Stephan se lo devolvió. Alex me gritó que corriera. Y de pronto me encontré corriendo dentro de la casa y por la puerta de atrás hacia el bosque.

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Definitivamente no era la mejor idea que hubiese tenido.

Traducido por SOS Sandra289 y Pily Corregido por katiliz94

M

e adentré un poco hacia el bosque antes de que la severidad de la situación me golpease. Estaba corriendo a través del bosque, siendo perseguida por Los Caminantes de la Muerte y Stephan. Buena idea Gemma. Un modo de ponerte en una muerte fría. ¿Qué, tus sueños no te enseñan nada? Si, era una genia. Debatiendo si volver o esconderme en los árboles, cambie a un trote. ¿Cuáles eran mis opciones aquí? Me refiero, podía volver a la cabina y enfrentarme a lo que me estuviera esperando ahí, o podía ir más lejos por los árboles, y probablemente terminar perdida, y por supuesto terminaría atrapada si era como en mis pesadillas. Estoy empezando a creer que es una gran posibilidad. Después de descubrir que poseía las habilidades de Vidente y eso significaría tener visiones sin una bola de cristal, ¿eso no era como decir que las pesadillas eran también reales?

Mi respiración era pesada. Mi mano temblaba. Y, juro, que todo se movió lento mientras Stephan se acercaba a mí, y giré el cuchillo hacia él. Lo quitó de mis manos sin esfuerzo, y se cayó en el suelo de

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Mi corazón martillaba en mi pecho mientras sacaba el cuchillo de mi bolsa, lo puse delante de mí como si fuera una maestra de la espada o algo. Lo que por supuesto no era. Otro pequeño ruido y lo vi, mi inevitable perdición. Mi garre se apretó donde sostenía el cuchillo, mi vida paso por mi ojos mientras Stephan y probablemente un Caminante de la Muerte se aproximaban por los árboles. El hielo crujió sobre la nieve, moviéndose directamente hacia mi pie. La temperatura descendió. Mi sangre se congelo, y fui golpeada por una sensación de Deja vú.

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En la bruna de la incertidumbre, escuché unos pasos detrás de mí. Gire rápido e hice un rápido escáner de mi alrededor. Apenas podía ver algo. La única luz que tenía era la poca de la luna.

hielo con un crack. Luego se inclinó, lo recogió, y lo puso en una bolsa de su chaqueta. —Hola Gemma, —sonrió y su sonrisa me dio escalofríos—. ¿Ibas a alguna parte?

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Bien, ¿ahora que?

Traducido por SOS Key Corregido por Pily

A

rrastrándome detrás de él como una muñeca de trapo, Stephan pisoteó la nieve de nuevo hacia la cabaña. El frío de los Caminantes de la Muerte mordisqueaba mis talones, y mi respiración se había ralentizado debido al frío. No iba a mentir y decir que no estaba asustada. Estaba francamente aterrorizada. Pero en una nota positiva, a diferencia de mis pesadillas, no había mandado a los Caminantes de la Muerte acabar conmigo. —Sabes, las cosas nunca se suponían que debían llegar a esto — dijo Stephan, sacudiéndome a un lado cuando se desvió alrededor de un árbol de pino muerto—. Esto no era parte del plan. —¿Qué plan? —le pregunté con voz temblorosa—. En el que me matas. —Matar. —Se echó a reír como si fuera la cosa más tonta que hubiese oído nunca—. Oh Gemma, nadie te quiere matar. De hecho, estando viva eres muy importante.

—¿El daño permanente a qué? —le pregunté. Se rió con malicia. —Oh, pronto lo sabrás. Eso no sonaba bien. Del todo. ¿Se refería a mi alma separada? ¿O había algo aún peor que me esperaba en la cabaña?

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—Y mi hijo —continuó, moviendo la cabeza con disgusto—. Él bien debe saberlo. ¿Esperemos que no haya daño permanente de hecho?

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—¿Importante para quién? —Gemí cuando mi hombro chocó con la corteza de un árbol. Mi piel ardía debajo de mi chaqueta, y podía sentir el calor de la sangre desangrando.

¿Y dónde estaba Alex? ¿Algo le había pasado? Supongo que estaba a punto de descubrirlo, ya que la cabaña estaba a la vista. En el momento en que llegamos a la puerta de atrás, una pequeña parte de mí se sentía agradecida. Mi cuerpo se había ido y prácticamente entumecido por el frío, y sabía que el interior de la cabaña estaría caliente. Pero aparte de eso, no tenía nada más que esperar. Stephan se detuvo en la puerta corrediza de cristal, con la mano aún agarrando firmemente mi brazo. Con su mano libre, metió la mano dentro del bolsillo de su chaqueta y sacó la espada que me había robado más temprano, la hoja brillando peligrosamente en la luz del porche. —Solo para asegurarme de que no corres de nuevo. —Levantó la espada, y grité mientras cortaba la hoja a través de la parte superior de mi pierna. Pasó a través de mis pantalones vaqueros y apuñaló en mi piel. Las lágrimas me escocían en los ojos mientras la sangre se filtraba. —Esto te dará una lección de nunca huir de nuevo —dijo, limpiando la hoja empapada de sangre fuera de sus pantalones vaqueros. El mundo se tambaleó a mí alrededor. Pensé que me iba a desmayar. El dolor... era insoportable.

No había ninguna razón para que estuviera aquí. ¿Por qué no me había buscado en el bosque para salvarme? Los ojos verdes brillantes de Alex se agrandaron cuando vió la herida abierta en la pierna, que parecía aún peor bajo la luz brillante de la sala de estar.

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Sentí una pequeña oleada de alivio cuando vi que Alex estaba en la sala de estar. Por lo menos me creería ahora —sobre su padre siendo malo— y él estaba de mi lado. Por lo menos no estaba sola en esto. Eso es lo que pensaba, de todos modos, hasta que me di cuenta de que estaba sentado en el sofá, completamente sin vigilancia.

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Estaba tambaleándome en la frontera de la conciencia cuando Stephan me tiró dentro de la cabaña.

—Jesucristo, Stephan. —Se puso de pie—. ¿Qué diablos hiciste con ella? —Tenía que aprender una lección —le dijo Stephan con voz serena—. Huir no es una opción para ella, y tú lo deberías saber para también decirle que no lo haga. Me di cuenta de una mancha de sangre seca debajo de la nariz de Stephan y me pregunté si Alex le había hecho sangrar cuando había tenido la oportunidad. Tenía la esperanza de que él lo hubiera hecho. —Dije que lo siento por eso. No entendía la situación —dijo Alex en tono de disculpa, mirando hacia el suelo. —La situación —repetí, mi confusión arremolinándose casi tan grande como era la habitación—. ¿Qué situación? —Stephan me empujó hacia el sofá, y Alex hizo una mueca cuando me tropecé y caí en él torpemente. Pero no trató de ayudarme. —Tiene que estar viva —advirtió Alex a Stephan—. No será útil si está muerta.

—¿Hacer qué? —Mi voz sonaba débil y patética—. ¿Qué vas a hacer conmigo? —Gemma. —Alex me dio una mirada de simpatía—. Ya te expliqué lo que iba a suceder.

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—Tenemos que hacerlo ahora —dijo Stephan a Alex—. Antes de que las cosas se pongan peor.

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Boquiabierta miré a Alex, presioné mi mano en mi pierna, tratando de que el sangrado se detuviera. ¿Estaba bromeando? No entendía. Parecía que cualquier cosa mala que estaba a punto de suceder aquí, él podría probablemente ser parte de eso. Ya había llegado a la conclusión de que todo lo que Stephan iba a hacerme no iba a ser para el bien de toda la humanidad. Si eso fuera cierto, no habría estado trabajando con los Caminantes de la Muerte, que de ninguna manera podrían representar el bien. Y además, mira lo que Stephan le había hecho a mi madre.

—¿Vas a dejar que él desprenda mi alma? —le dije, estupefacta. Espasmos vertían a través de mi cuerpo, y de repente los despreciaba más de lo que nunca lo he hecho—. Después de todo esto. Después de que envió a mi madre al inframundo. Después de que se presentó con ellos. —Señalé a la ventana donde estaban los ojos brillantes de los Caminantes de la Muerte que estaban mirando a escondidas. Stephan dio una palmada. —Bravo. Muy impresionante, el descubrimiento de lo que le hice a tu madre. —Hizo una pausa dramática—. Pero ¿cómo diablos lo hiciste? Esperé a Alex para decirle acerca de mi capacidad pronosticadora, y las visiones que había visto con y sin el cristal. Sorprendentemente, sin embargo, mantuvo su boca cerrada. Levanté la barbilla desafiante a Stephan. —¿No te gustaría saberlo? Me miró. —Tu madre debía ser eliminada. Ella estaba en el camino. Y se fue como una cobarde, llorando en toda forma para tomarte a ti en lugar de ella. No parecía entender que el destino del mundo depende de ti y tu incapacidad de sentir. —Así que no es cierto, pero no podía decirle eso. —Si el destino del mundo depende de eso, entonces ¿por qué estás trabajando con los Caminantes de la Muerte? Es solo que no los veo estar en un plan que tenga algo que ver con la salvación del mundo.

—No puedes estar creyendo esto. No cuando son los Caminantes de la Muerte los que saldrán del portal y destruirán el mundo. ¿Cómo iban a estar trabajando para ayudar a proteger el mundo, cuando ellos son los que van a destruirlo? —Alex tragó saliva, pero todavía no dijo una palabra.

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Le di a Alex una mirada suplicante.

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—Lo que hago realmente no es asunto tuyo —espetó—. Pero si quieres saberlo, están trabajando conmigo para proteger al mundo.

—Está bien, ya basta de preguntas. —Stephan levantó la mano en el aire y chasqueó los dedos—. Tráeme al extracto de memoria. Eché un vistazo alrededor de la habitación. ¿De quién estaba hablando? ¿Y que era el extracto de memoria o lo que sea que había dicho? Bueno, estaba a punto de averiguarlo. Un solo Caminante de la Muerte entró por la puerta trasera, llevando una pequeña caja de color negro con un ojo rojo pintado en ella. Le entregó la caja a Stephan y luego salió de la habitación, tomando todo el aire caliente con ella. Mi cuerpo se sentía pesado y entumecido, pero no estaba segura de si eso era por el aire frío o de la cantidad de sangre que había perdido. Los ojos oscuros de Stephan se iluminaron cuando abrió la caja y sacó una roca gris. Sí, has oído bien. Una roca. —¿Qué es eso? —le dije, no estoy segura si debo asustarme o no. Quiero decir que era una roca para ponerse a gritar. ¿Qué tan malo podría ser la cosa? Sin embargo, cualquier rastro de humor que poseía se escabulló cuando la roca se puso negra y comenzó a soplar el humo.

Mis lágrimas no afectaron en absoluto a Stephan, lo cual era mucho pedir. Pero alcancé a ver el destello de culpabilidad en el rostro de Alex. Tal vez, solo tal vez, todavía no había terminado para mí.

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Vomito quemaba en la parte posterior de mi garganta. Y aunque no quería, me puse a llorar histéricamente.

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—Esta es la más hermosa cosa que he descubierto. —Stephan sostuvo la roca humeante para que Alex y yo la pudiéramos ver—. Es mucho mejor que separar tu alma, porque no solo va a deshacerse de todos tus recuerdos, sino que limpiará todo dentro de tu mente. Ni siquiera serás capaz de funcionar más.

—Alex, no puedes dejar que haga esto —grité—. Por favor. Esto es mucho peor que separar mi alma, y lo sabes. —Pude ver en sus ojos que él podía sentir mi dolor, y por un momento, pensé que lo tenía. Las lágrimas corrían por mis mejillas. —Por favor. Y entonces... volvió la cabeza lejos de mí. Mi corazón se rompió. Sabía que nunca debí haber confiado en él. ¿Cómo pude haberlo besado? Tan hermoso como él era, y tan maravilloso como sus besos se sentían, una parte de mí siempre se había preguntado si todo lo que hizo fue un despertar. Y ahora que lo sabía. Esa parte de mí había tenido razón. El cosquilleo se fue hasta la parte trasera de mi cuello, la liberación de una abrumadora sensación de dolor. Y no estoy hablando del palpitante dolor en mi pierna. Nop. Este era un nuevo nivel de dolor. El tipo de dolor que atenaza a tu corazón y lo rasga en partes. El dolor que se siente cuando alguien te traiciona. Stephan se acercó a mí, la roca humeando locamente en la palma de su mano. —Ya es hora.

—Ya es hora —repitió Stephan. Eché una última mirada a Alex. Sus brillantes ojos verdes parecían haber perdido un poco de su brillo. Cuando me di la vuelta a

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Stephan sostuvo la roca en frente de mi cara. Por una fracción de segundo, pensé que sentí mi piel brillar cálidamente por debajo, donde el medallón estaba tocando. Pero sucedió tan rápido que probablemente era solo mi imaginación. Las chispas de electricidad iban increíblemente salvaje, después de todo. Probablemente estaban calentando el metal.

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Con lágrimas corriendo por mis mejillas, sangre cayendo por mi pierna, y mi corazón roto, negué con la cabeza. Esto era todo. Este era el final de mi vida. Tan corta y triste como fue, no quería que llegara a su fin.

Stephan, una oleada de calor recorrió mi cuerpo. Es curioso, me hubiera imaginado que sería frío. Stephan sonrió mientras dejaba escapar un suspiro doloroso. Me aferré al borde del sofá cuando mi cabeza empezó a tararear. Yo estaba escapando. Podía sentirlo, la vida dejando mi cuerpo. Traté de pensar en mi madre, sus iris azules brillantes, su cálida sonrisa. Traté de imaginar la vida que yo nunca conocería. El zumbido en mi cabeza sonó cada vez más fuerte hasta que no pude pensar en nada más, no podía sentir. Lo último que vi fue la expresión horrorizada de Alex antes de que mis ojos se cerraran. No tenía derecho a estar horrorizado. Dejó que esto sucediera. Me pareció oír un gran estruendo, pero mis párpados eran demasiado pesados para abrirlos. Todo se volvió negro, y luego...

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Me había ido.

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Gemma pensó que su mente se fue, pero estaba equivocada. Y ahora lo queda intentar averiguar la verdad de lo que Stephan está planeando hacer con ella y la estrella, antes de que sea demasiado tarde. Pero averiguar la verdad es difícil, especialmente cuando Gemma no sabe en quien puede confiar. Solo podría haber una persona de la que Gemma puede conseguir respuestas, pero eso significa tener que ir al único lugar al que nadie quiere ir —al Inframundo.

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Jessica Sorensen vive con su esposo y tres hijos en las montañas nevadas de Wyoming, donde pasa la mayor parte de su tiempo leyendo, escribiendo y estando con su familia.

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#1- The Fallen Star de Jessica Sorensen-Saga Fallen Star.pdf ...

The Underworld (Fallen Star. #2). Sobre La Autora: Jessica. Sorensen. Page 3 of 367. #1- The Fallen Star de Jessica Sorensen-Saga Fallen Star.pdf. #1- The ...

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