El Club de las Excomulgadas

Agradecimientos Al Staff Excomulgado: Nelly Vanessa por la Traducción, aTaeva y Marijf22 por la Corrección de la Traducción, Bibliotecaria70, Leluli, la Diagramación y Laavic por la Lectura Final de este Libro para El Club De Las Excomulgadas… A las Chicas del Club de Las Excomulgadas, que nos acompañaron en cada capítulo, y a Nuestras Lectoras que nos acompañaron y nos acompañan siempre. A Todas…. ¡¡¡Gracias!!!

Eve Langlais - El Cocodrilo y La Zorrita - Serie CUP III

Puchunga y Taratup por la Corrección, AnaE por

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El Club de las Excomulgadas

Argumento El soldado Viktor vive para la próxima misión y para su colección de armas, pero una redada en un laboratorio experimental le hace un protector poco dispuesto, sobre todo porque no puede desprenderse de Renee completamente. Es un cocodrilo de sangre fría, sin intención de establecerse, pero no contaba con una zorrita sexy que calentara su corazón. El mundo fuera del laboratorio es un lugar grande y espeluznante. Renee no más sexy guerrero que hay alrededor. Con afilados dientes y con hielo en sus venas, el lado violento de Viktor debería haberla mandado a correr, pero en cambio, ella encuentra el coraje para enfrentarse a sus miedos y domar al lagarto. Cuando el peligro llama a la puerta, con la intención de convertir a su lagarto en un accesorio de moda de alto precio, ¿Renee abrazara su lado oculto y le mostrara a su cocodrilo que tiene lo que se necesita para ser su compañera? Advertencia: Un cocodrilo intratable descubre que tiene pulso cuando una caliente zorrita decide agarrarse a él, y nunca dejarlo ir. Entre broma y broma y momentos chisporroteantes, un pequeño y malvado villano espera. Muahahaha.

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está segura de cómo lidiar con eso, así que se engancha al más grande, más malo y

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El Club de las Excomulgadas

Capítulo Uno Temprano por la mañana, en la Isla de Industrias Moreau... Olvida el hecho de que los medicamentos experimentales la estuvieran matando, el aburrimiento lo haría primero. Se había comido el desayuno: una papilla tibia de nuevo, ¡hurra!, se cepilló los dientes con el dobladillo de su vestido porque los guardias temían que terminara convirtiendo un cepillo de dientes en un

Incluso había terminado su paseo diario, el cual consistía en caminar una docena de veces alrededor de su pequeña celda. La rutina de la mañana había terminado, ahora tenía todo el día por delante. Eso apestaba. Sin nada mejor que hacer, Proyecto contó las grietas que decoraban las paredes de su celda una vez más. Claro, ella ya sabía la respuesta, cinco mil trescientas cuarenta y uno, pero eso le ganaba a contar las barras, unas míseras doce, cuya cuenta terminaba demasiado rápido. Qué semana tan lenta. No hubo presos nuevos a los cuales pudiera mirar embobada ni interrogar con ansiedad acerca del mundo exterior. No hubo drogas alucinógenas que la hicieran enfermar ni le ayudaran a ver bonitos arco iris. Ni un solo golpe con una pistola eléctrica. Nada. Me siento tan poco valorada. ¿Qué tenía que hacer una prisionera para conseguir un poco de atención por parte de un malvado doctor? En este grado de depresión, ella habría acogido incluso el semblante adusto de Fred, el guardia. No es que su presencia fuera un buen presagio ya que por lo general significaba que alguien quería pincharla con objetos afilados. Aun así, a una chica le gusta sentirse deseada, aunque sólo fuera para experimentar en ella.

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“Pincho” o “corte” se refiere a un instrumento punzo cortante que se usa como navaja, especialmente en las cárceles donde adaptan alguna cosa pues los internos no tienen acceso a armas o armas blancas.

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pincho1, lo que fuera que eso quisiera decir.

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El Club de las Excomulgadas Parecía que había pasado una eternidad desde que cualquiera de los científicos locos le había hecho pruebas, ella derrotó a los ratones en el laberinto en cada ocasión, o la habrían obligado a beber algún nuevo brebaje humeante. Para que no se malinterprete, no es que ella disfrutara de esos momentos, las agujas eran dolorosas, la terapia de electro-shock la dejaba temblando, y los brebajes que bebía tenían un sabor asqueroso, pero no podía negar que ser tratada como una rata de laboratorio rompía el aburrimiento de su estado actual. Al estar encerrada en una habitación sólo levemente más amplia que su propia altura, simplemente no había mucho que una chica pudiera hacer.

los gritos que le producían dolor de cabeza, ni se golpeaba la cabeza contra la pared, cosa que también le daba un malvado dolor de cabeza. Sin embargo, dada la falta de comodidades, necesitaba alguna forma de entretenimiento. Los televisores ya no estaban permitidos en sus celdas pues algunos de los presos los utilizaban como armas. Los libros habían sido prohibidos años atrás, sobre todo porque terminaban atascados en los inodoros cuando las personas los utilizaban para limpiar sus traseros. ¿Dibujar sobre las paredes con sus fluidos corporales, como sangre, orina y heces? Las cosas relacionadas con cuestiones asquerosas2 no eran en absoluto lo suyo. ¿Qué le dejaba eso? No mucho para entretener su mente. Por lo tanto, ella contaba cosas. Constantemente. Uno. Dos. Tres. Había llegado a setecientas treinta y un grietas cuando el primer estruendo hizo temblar las paredes. Ella no le prestó mucha atención. Cada pocos meses, algo explotaba en los laboratorios. Por suerte para ella, no estaba presente cuando eso sucedía, pero no pudo decir lo mismo de algunos de los otros. El pobre Proyecto M87 nunca fue el mismo cuando regresó sin su brazo izquierdo y con un ojo menos. Setecientos treinta y dos. Treinta y tres. De nuevo, la habitación a su alrededor se estremeció, seguida por el débil estruendo de las alarmas. Oh…oh, 2

Cosas asquerosas fue la traducción de “ick factor”: Es una expresión que se utiliza para referirse a algo que una persona encuentra asqueroso o desabrido.

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A diferencia de los otros ocupantes en la zona de las celdas, ella no cedía a

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El Club de las Excomulgadas alguien estará en problemas. Ella siempre podía determinar la gravedad de un asunto por el volumen de los gritos del personal. El fracaso no era tolerado. El retumbar continuó y el lamento de las sirenas aumentó. A su alrededor, en las celdas que flanqueaban la suya, los demás habitantes se animaron, aproximándose a las barras de sus celdas para echar un vistazo, estirando el cuello para oír la vaga conmoción muy por encima de ellos. Para su sorpresa, el caos se hizo más fuerte. Extraño, porque justo encima de sus ubicaciones se encontraban los niveles de almacenamiento, una zona que había sido añadida entre los proyectos y los laboratorios experimentales. ¿Qué habrían hecho los científicos esta

Crujidos. Gritos. Más temblores de las paredes. Y por primera vez, las sirenas de su sección se iluminaron con una luz roja giratoria y ululantes chillidos. Qué emocionante. El final estaba cerca. O eso es lo que la criatura deforme de la celda número veintinueve empezó a gritar. —¡Todos vamos a morir! —gritó el monstruo, que era mitad hombre y mitad monstruosidad derretida—. ¡Yo primero! ¡Por favor! —Ponte en la fila —trinó el prisionero anfibio de la celda ubicada frente a la de ella—. He estado aquí durante más tiempo que tú. Debería ir en primer lugar. En realidad, Proyecto era la habitante más longeva del calabozo, pero mantuvo eso para sí misma, sin querer atraer su envidia. Yo soy la reina de la tortura experimental. ¡Hurra por mí! A lo largo del pasillo, la gente gritaba su derecho a morir primero. Proyecto no sumó su voz a ellos. Siendo prisionera la vida podía apestar, pero aun así, ¿quién decía que la muerte sería una mejora? ¿Seguramente existían más cosas en el mundo que una interminable serie de laboratorios estériles, de celdas de cemento, de pasillos anodinos y de hombres con bata blanca? No todo el mundo vivía en una habitación cerrada con llave, y de acuerdo con los libros que había leído, antes de

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vez para causar tantos estragos?

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El Club de las Excomulgadas que los médicos la hubieran raptado, un mundo entero existía fuera del laboratorio, un lugar enorme donde un cambia-formas podría vivir, libre de reglas y de rondas de trabajo sangrientas. Amelie, que solía ocupar la celda junto a la de ella, hablaba con nostalgia de la vida que había dejado atrás. Cuando sus guardias les servían la papilla, Amelie solía mirarla y llorar por lo mucho que echaba de menos los McDonalds. ¿No era ese el hombre que era dueño de una granja? Sin embargo, a pesar de su evidente falta de conocimientos del exterior, a Proyecto le encantaba escuchar a Amelie y a los otros cautivos contar sus historias. Historias sobre cómo era fuera del laboratorio donde pateando tus platos de papilla, y donde el papel higiénico no raspaba ni lastimaba el trasero. Está bien, Proyecto creía en cuentos de hadas. Le ayudaba a pasar el tiempo. Llevó un rato, dos mil setecientos sesenta y un segundos para ser exactos, antes de que los sonidos de chasquidos y gritos se detuvieran. El edificio había dejado de estremecerse, pero las sirenas aún giraban con una luz roja macabra mientras sonaban. A la vez que las melodías continuaban, escuchó gritos ocasionales. Y, después, la alarma se detuvo. Un silencio de muerte ocupó su lugar, uno en donde incluso los presos se callaron, todos esforzándose por oír algo. La falta de ruido resultaba incluso peor que la bocina a todo volumen. Un clic y el sonido metálico de una puerta abriéndose en el otro extremo de la fila hicieron que retrocediera de la única apertura de su celda. El miedo tejió sus zarcillos helados a través de su cuerpo y ella se mordió el labio inferior. ¿Quién venía? Por lo general, en casos de emergencia, los habitantes de los calabozos eran los últimos en ser registrados, ya que los presos eran considerados prescindibles. Algo acerca de toda esa situación no parecía correcto.

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no había médicos de batas blancas esperando para hacerles pruebas, o guardias

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El Club de las Excomulgadas Unos ruidos sordos de pisadas, uno, dos, tres..., señalaron que alguien venía. —Oh Dios mío, él tiene un arma —gritó un preso—. Y está cubierto de sangre. —Bienvenido, muerte. He estado esperándote —balbuceó la masa amorfa. Ninguno de los comentarios le inspiró confianza, y Proyecto dio otro paso atrás. —¡Maldita Santa Pesadilla! —La maldición, pronunciada con voz ronca, cual era otra mala señal. Sintiéndose repentinamente débil, ella se acurrucó en una bola en la esquina de su celda, tratando de ahogar el eco que precedió al sonido metálico y el crujir de las barras que se abrían, los improperios murmurados, los sollozos ásperos cuando sus compañeros de celda se reunían con el hombre de la voz profunda. ¿Habría llegado finalmente la muerte a por ellos? Proyecto apretó los ojos con fuerza y cerró los puños, tratando de llamar a su otra forma. Vamos, vamos, cambia a forma de animal. Ella suspiró, mientras una vez más, fracasaba en Transformación 1013. Soy la cambia-formas más patética que ha existido alguna vez. Le parecía que su falta de capacidad para cambiar significaba que se reuniría con la muerte sin siquiera una oportunidad de luchar. Su propia culpa, supuso. Yo deseé tener algo de emoción. Pero aun así, esto era un poco extremo. Se habría conformado con un libro. ***** Viktor quitó la cerradura de la última celda, encogiéndose de antemano por lo que probablemente encontraría dentro. Las otras habitaciones cerradas y 3

En los institutos americanos, es el nivel de conocimientos más básicos. Así te puedes encontrar Matemáticas 101, Lenguaje 101...

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envió escalofríos por su columna vertebral. Ella no reconoció al dueño de la voz, lo

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El Club de las Excomulgadas húmedas con sus contenidos lo perseguirían por siempre, los ocupantes, experimentos lamentables que habían salido mal. Muy mal. Cualquier parecido con la humanidad, cualquier vestigio de cordura, se había ido hacía tiempo. El Cerebro pagará por esto. Por lo menos ahora los presos, quienes eran desastres lloriqueantes que se mantenían rogándole que los matara, podían conseguir la ayuda que necesitaban. Todo el mundo le debía una gran ronda de agradecimiento al agente de la CUP 4 que había descifrado el enigma de la ubicación del Cerebro. Jessie, su “cerebrito” cisne residente y experta en tecnología, había sido la que había descubierto la Isla

En el exterior, el establecimiento parecía legítimo, un laboratorio para el ensayo y la creación de medicamentos para las hemorroides y de jarabe para la tos. Pero, una investigación furtiva de los locales había mostrado un gran número de cambia-formas y de mercenarios disfrazados de guardias dispersados en los alrededores. La CUP, que se llamaba así por Coalición Unida de Peludos, era un grupo de cambia-formas dedicados a la protección de su especie junto con la Fuerza Aérea Aviar, liderada por el padre de Jessie, el cisne rey, habían movilizado sus fuerzas y atacado a los pocos días de la verificación. Menos de una hora atrás, Viktor había dirigido las tropas a la propiedad para registrar el laboratorio oculto. Él y los demás bajo su mando, habían luchado contra los mercenarios humanos. Mataron a los cambia-formas renegados, y encontraron una pesadilla bajo varios niveles ocultos en los sótanos. ¿Qué tipo de cambia-forma experimentaba y torturaba a los de su propia especie? El Cerebro lo había hecho, ese era el responsable. Sin embargo, una vez más, la CUP había llegado demasiado tarde para aprehender al asqueroso villano. Pero no podrá huir para siempre. Un día, el Cerebro cometería un desliz, y ellos se abalanzarían sobre el hijo de puta, poniéndole fin a su régimen malvado de una vez por todas.

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CUP: Coalición Unida de Peludos

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de Industrias Moreau.

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El Club de las Excomulgadas En el ínterin, sin embargo, tenían víctimas a las cuales ayudar. Incluso ahora podía oír las exclamaciones de sorpresa y murmullos de pena, mientras algunos de los agentes se adentraban en la prisión del sótano. Sólo esperaba que tuvieran espacio suficiente para transportarlos a todos. Viktor abrió la última puerta del macabro calabozo y se preparó para otra pesadilla. La falta de hedor lo sorprendió. Todas las otras celdas apestaban a residuos y putrefacción. Tal

vez habían limpiado ésta, y su víctima

misericordiosamente habría sucumbido a la llamada de la muerte.

hasta que captó un susurro de movimiento. Volvió la cabeza hacia la izquierda y notó una forma acurrucada en la esquina, su mirada resplandecía brillante y dorada, su cabeza levantada estaba coronada de rizos rojos enredados. Los ojos parpadearon, y aunque él no pudo verle la cara por el lío de pelo, Viktor se encontró cautivado por la belleza luminosa de los orbes que lo observaban. —¿Puedes hablar? —preguntó cuándo la mujer, que poseía unas largas pestañas, se le quedó mirando fijamente—. Está bien. Ahora estás a salvo. He venido a rescatarte. —¿A salvo? —cuestionó ella. Tal vez no creía que el rescate hubiera llegado finalmente. —Sí, a salvo. —¿Estás...? —Ella hizo una pausa, y su voz suave se desvaneció. Se puso de pie, con un vestido sucio cayó hasta sus rodillas, moldeando las curvas que la elevaron de una niña, como fue su primera impresión, hasta una mujer. Una mujer alta, que casi lo igualaba en altura. Viktor se obligó a apartar su mirada de su forma curvilínea hasta su cara con delicadas facciones. Ella levantó la barbilla puntiaguda, y parte de su pelo se apartó de un rostro sucio adornado con una nariz respingona y unos labios llenos. Mirándolo fija y valientemente a sus ojos, le preguntó—: ¿Eres mi padre?

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Dio un paso dentro de la habitación y al principio pensó que estaba vacía,

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El Club de las Excomulgadas Dios, él esperaba que no, porque eso haría que la respuesta de su cuerpo fuera totalmente inapropiada. El sentido común se reafirmó. —Por supuesto que no soy tu padre. ¿No recuerdas quién eres? Ella ladeó la cabeza. —Soy el Proyecto X081. Él retrocedió ante la etiqueta impersonal que ella utilizó.

tu nombre entonces? Un ceño frunció su frente. —¿Antes? Yo nací aquí. Siempre he vivido aquí. La sola idea lo horrorizó. Él le tendió la mano. —Ven conmigo entonces, y mira lo que es la libertad. Unos delgados dedos se deslizaron en los suyos y Viktor casi alejó su mano de un tirón cuando la consciencia sexual por ella despertó en él. Luchó contra ello mientras la guiaba a través de las habitaciones del calabozo que alojaban a tantos fracasos y a un enigma sexy. La dejó acurrucarse contra él cuando pasaron junto a otros agentes que buscaban pistas en las instalaciones. Justo antes de la salida, Viktor se detuvo y dijo solemnemente: —Bienvenida al mundo real. —Abrió la puerta de emergencia lateral y dejó que el sol entrara. Su misteriosa dama echó un vistazo a la enorme zona verde, al cielo azul, y el sol. Entonces, se dio la vuelta y echó a correr por donde había venido, chillando de terror.

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—Pero, ¿y antes de que comenzaran a experimentar con tu vida? ¿Cuál era

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Capítulo Dos Proyecto corrió a ciegas, con los ojos todavía punzándole debido a la luz brillante proveniente del inmenso cielo azul. O por lo menos, suponía que era el cielo. Si bien no lo había visto antes, había leído sobre él y se había burlado de su existencia. Criada en un mundo con un límite máximo de lo que podía ver y casi tocar, ¿quién sabría qué tal cosa existiría? Y que era aún más grande de lo que podía haber imaginado. Y daba miedo.

tantos olores, Proyecto entró en pánico e hizo lo único que su mente asustada pudo manejar. Regresó a su celda para esconderse. Pero no huyó sola. El hombre que había llegado a rescatarla, un dios alto, de rasgos afilados, con una mirada severa y un cuerpo firme envuelto en armadura negra, la había seguido. Aunque él no entabló una conversación con ella durante su carrera, lo oyó ladrarle a otros, vestidos con ropa similar, cuando iban a cruzarse en su camino. —¡Despejad el camino! Dejadla pasar. Me encargaré de esto. Dando ligeras zancadas descalzas, y respirando con agitación, Proyecto no estuvo de acuerdo. Bajó corriendo por las escaleras, porque el ascensor la habría hecho detenerse y esperar, oyó el ruido sordo y constante de las botas mientras él la seguía. Ella siguió el rastro de su propio olor por áreas, habitaciones y pasillos desconocidos, que nunca había visto. Al llegar por fin a su nivel familiar, a su hogar, ella corrió a toda velocidad los últimos metros y se zambulló en su celda. Agarró su manta, y se agachó debajo de ella. Con su cuerpo temblando, se escondió, y esperó que el hombre se alejara. —¿Qué estás haciendo? —su voz áspera sonó justo detrás de ella. Ella no respondió. Si no decía nada, tal vez él no descubriría su escondite.

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Al no estar acostumbrada a tanto espacio abierto y al aire mezclado con

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El Club de las Excomulgadas —¿Quieres hablar de lo que acaba de pasar? ¿Hablar de qué? Fingiría que el cielo infinito no existía. Que era sólo una alucinación similar a la provocada por esos hongos que los científicos le habían dado de comer una vez. —No te puedes ocultar aquí para siempre. Mírame.

Temblores atormentaron el cuerpo de la mujer cuando se arrodilló en el suelo, con la cabeza enterrada bajo una manta. Había envuelto sus brazos sobre ésta y elevado el trasero, dejando al descubierto los bordes de sus redondeadas nalgas. Viktor se rascó la cabeza. ¿Qué demonios? En un momento, ella había parecido tan cooperativa, lo había seguido como una oveja dócil, y al siguiente, se había vuelto una cierva asustada perseguida por un tigre. O en este caso, por un cocodrilo. Y todo porque él le había mostrado la libertad. Él trató de proceder con cuidado. Como una víctima, ella no se merecía el filo de su lengua, pero maldita sea, su paciencia se desvanecía rápidamente. —Por cierto, mi nombre es Viktor. Soy agente de la CUP, y sólo quiero ayudarte. Ella no respondió. —No te puedes ocultar debajo de esa manta para siempre. —No me estoy escondiendo debajo de la manta. ¿Eh?

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*****

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El Club de las Excomulgadas —¿Sabes que puedo verte? El borde de la tela hecha jirones se movió y un ojo dorado le examinó. —¿Puedes? —Sí. —Oh. —Ella se sentó más derecha, cruzó las piernas y dejó que sus dedos jugaran con el borde de su vestido—. Hailey dijo que funcionaría.

—La de la celda siete. Dice que en la naturaleza, si el peligro viene a buscarte, ella metía la cabeza en la arena para ocultarse. —Lo hacía, ¿verdad? Su dama misteriosa, quien parecía tener más tornillos flojos de lo que al principio había pensado, asintió con entusiasmo. —Así es. —Su sonrisa decayó—. Pero no funcionó contigo. —Dudo que funcione con alguna persona que tenga un par de ojos —dijo él con un bufido. —Debería haberlo sabido mejor antes de escuchar a un pájaro. Los guardias siempre están diciendo lo frívolos que son. Él casi se rió hasta que se dio cuenta de que ella estaba hablando muy en serio. —Ya que no seguirás ocultándote por más tiempo, ¿te importaría explicarme lo que pasó afuera? —No me gustó. —Su nariz se arrugó con disgusto.

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—¿Quién es Hailey?

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El Club de las Excomulgadas —¿Qué es lo que no te gustó? —El cielo. La luz brillante. —¿Por qué no? ¿Eres un cambia-formas nocturno? Ella negó. Él frunció el ceño y ella retrocedió. Eso lo molestó. —No voy a lastimarte. Sólo estoy tratando de entender por qué estás tan

—Es demasiado grande ahí fuera. Ah, agorafobia, miedo a los espacios abiertos. —Sólo parece de esa forma porque has estado encarcelada. Ya te acostumbrarás. Ella negó con la cabeza, sacudiendo sus rizos salvajes. —No, gracias. Preferiría no hacerlo. Su mandíbula cayó probablemente unos treinta centímetros. —¿Qué quieres decir con que preferirías no hacerlo? Tienes que hacerlo. No puedes permanecer en esta cárcel para siempre. Ella inclinó la cabeza y le lanzó una mirada curiosa. —¿Por qué no? —¿A qué te refieres al preguntar por qué no? —farfulló él—. Esta es una celda. La gente normal no quiere vivir en las celdas. No está bien. —Bueno, yo sí lo deseo.

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asustada.

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El Club de las Excomulgadas —No puedes. Su labio inferior sobresalió. —Oh, sí puedo. Ella se echó la manta sobre su cabeza y se cruzó de brazos, su postura entera gritaba terquedad. —Ahora, ¿qué estás haciendo? —preguntó él, ya sin molestarse en ocultar su

—Ignorándote. —Tienes que estar haciéndome una jodida broma. Te ordeno que vengas conmigo. —No. —No puedes decir que no. Yo estoy al mando aquí. —Ya hemos comprobado que no eres mi padre, ni un científico, o un guardia, lo que significa que no tengo que escucharte. —Y luego se llevó las manos a los oídos y empezó a tararear. Al diablo con eso. Cansado de hablar con una mujer evidentemente loca, Viktor se inclinó y le arrancó la manta. Antes de que ella pudiera reaccionar, levantó en brazos a la loca pelirroja, y la giró sobre su hombro. Ella dejó escapar un chillido de sorpresa. —¿Qué estás haciendo? Bájame. —No. —Con un brazo doblado sobre sus muslos, no pesaba nada sobre sus voluminosos hombros, él salió de la celda. —¿A dónde vamos?

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exasperación.

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El Club de las Excomulgadas —Lejos de aquí. —¿Me llevarás a los laboratorios? —Por supuesto que no. —¿Me encerrarás en solitario? Él apretó la mandíbula. —Nadie volverá a encerrarte, nunca más. —Bueno, a menos que ella violara en el mundo en general. —Entonces, ¿a dónde vamos? —Como te dije, lejos de aquí. —Pero yo no me quiero ir. —Es una lástima. Yo digo que tienes que hacerlo. Y como soy más grande que tú, se hace lo que digo. —Una réplica infantil para el argumento juvenil de ella. —Esto es un secuestro. —Rescate —la corrigió. —No puedes hacer esto. —Puedo y lo estoy haciendo. —Él trotó los varios tramos de escaleras, haciendo caso omiso de las miradas extrañas que recibió de los otros operativos de la CUP que vagaban por el lugar, fotografiando y guardando todo lo que encontraban de interés. También ignoró las demandas de la ex-presa de que la dejara en el suelo. De que se alejara. Y de qué haría algo anatómicamente imposible con él.

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la ley, pero dejaría que alguien le explicara eso cuando, y si alguna vez, la soltaban

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El Club de las Excomulgadas —¿Dónde aprendiste ese lenguaje? —le preguntó finalmente, al alcanzar el nivel superior. La vulgaridad de su discurso, sobre todo viniendo de una chica que se veía delicada, lo sorprendió. —De los guardias. De los doctores. De los otros en las celdas conmigo. Incluso conozco a algunas de ellas en español. ¿Te gustaría oírlas? —le preguntó ella dulcemente. —Por supuesto, mis chicos podrían aprender algunas nuevas. Siéntete libre

—¡No! —gritó ella. Viktor tropezó cuando ella enterró el rostro en su espalda baja y envolvió sus brazos alrededor de su cintura, con más fuerza que la anaconda con la que había salido unos pocos años atrás. —No puedo respirar —bromeó él. Su agarre no se aflojó en lo más mínimo. Enfrentando un dilema, Viktor no salió inmediatamente del edificio. Si ella fuera un soldado o un agente, actuando como una gran bolsa de cobardía, él habría ignorado su terror y lo habría echado fuera para que enfrentara la realidad. Pero su dama misteriosa era una víctima. De alguna manera, él dudaba que Kloe o sus compañeros de trabajo aprobaran que simplemente la lanzara al sol dado su miedo. Y, una parte muy pequeña de él, no quería asustarla aún más. Una parte muy pequeña. ¿Qué debía hacer? Tal vez si se lo pedía amablemente, algo que iría totalmente en contra de todo su entrenamiento, ella cooperaría. —¿Podrías por favor soltarme? Ella sacudió la cabeza contra la parte inferior de su espalda y se agarró con más fuerza. ¿Ordenárselo? —¡Déjame ir ahora!

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de gritar todas las que quieras porque iremos ahora fuera.

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El Club de las Excomulgadas Otra sacudida. Alguien detrás de él se rió. Esto se estaba volviendo ridículo. Ya no sería más el Sr. Cocodrilo Amable. —Tú lo quisiste. —Viktor le dio una palmada en las nalgas redondeadas que se encontraban tan cerca de su cara. El chasquido resonó fuerte cuando su palma hizo contacto con su carne apenas cubierta, pero moderó la fuerza detrás del golpe. Sin embargo, tuvo el efecto deseado.

—¡Ay! —Y él la giró de su hombro y la puso sobre sus pies. Pero cuando ella se iba a escapar, él le aferró las muñecas con una mano. Eso no le impidió girar y torcerse, luchar contra su agarre y contra su intención. —Déjame ir, tú abusón. No puedes obligarme a salir. —Sí puedo —dijo él con calma. Tiró de ella, sus pies descalzos se deslizaron sobre el suelo de mármol hasta las puertas de vidrio que daban al exterior. Ella lo maldijo. Clavó los talones. Eso no le impidió llegar al portal y patearlo para abrirlo. El alarido que salió de sus labios hizo que sus orejas pitaran y ella renovó las estrategias. En lugar de luchar contra él, de pronto se lanzó hacia él, saltó sobre su cuerpo, lo que lo obligó a soltar sus manos para atraparla. Liberada, ella envolvió sus piernas alrededor de su cintura, sus brazos alrededor de su cuello y hundió la cara contra su hombro. A menos que tuviera una palanca, él dudaba que pudiera sacársela de encima. Suspiró. ¿Por qué a mí? Viktor enlazó un brazo alrededor de su cintura, usando el otro libre para levantarle el dedo medio a Mason que se reía sobre su peludo trasero de oso cuando Viktor salió con el nuevo accesorio pelirrojo en su pecho.

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Ella se alzó con un chillido.

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El Club de las Excomulgadas —¿Necesitas una mano, viejo amigo? —preguntó Mason corriendo hacia él, con los ojos brillantes de risa. —No. Todo está bien —contestó Viktor con el ceño fruncido mientras caminaba hacia un Yukon negro estacionado. —¿Vas a presentarme a tu novia? —No es mi novia —murmuró Viktor con los dientes apretados. —Claro que no lo es, y sin embargo, apuesto a que es lo más cercano que

—¿Estás tratando de insinuar algo? —Sí, que eres un adicto al trabajo que tiene que salir más. Viktor no tuvo contestación para eso. Era cierto. —Estoy muy feliz con mi vida, gracias. —No necesitaba nada más. Era dueño de su apartamento, que tenía una gran nevera surtida con cerveza y carne. Poseía una colección de armas lo suficientemente grande como para apoderarse de un pequeño estado. Ah, y tenía cable5. ¿Qué más necesitaba un cocodrilo? Ciertamente no una mujer que se metiera con sus cosas. —Todavía no me has dicho quién es la pelirroja —dijo Mason. —Te presento al Proyecto X081. Está un poco preocupada por el tamaño del cielo. —Ja, si piensa que eso es grande espera hasta que vea el océano. Un escalofrío la recorrió y Viktor frunció el ceño a su amigo. —Cállate. ¿No ves que está asustada?

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Se refiere a la televisión por cable.

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has estado de una mujer desde hace meses.

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El Club de las Excomulgadas Mason podría haber atrapado moscas con su boca abierta. Negó. —¿Asustada? ¿Desde cuándo eso te importa una mierda? Vayamos por el carril de los recuerdos, ¿de acuerdo? ¿Qué me dijiste cuando estábamos tirándonos en paracaídas en aquel complejo de lagartijas terroristas? Oh sí, “si vas a mearte en los pantalones, ponte un pañal”. Una sonrisa dividió los labios de Viktor. —Eso fue diferente.

—Porque lo es. —De qué manera, no habría podido explicarlo coherentemente. No entendía por qué permitía que la mujer continuara aferrada a él más ceñida que un traje de neopreno. Sin embargo, no comprenderlo no significaba que se la quitaría de encima. —Oh, espera hasta que los chicos de nuestra unidad vean esto. —Mason retrocedió unos metros bailando y un destello brillante cegó a Viktor. Antes de que pudiera romper la cámara de Mason y metérsela por donde el sol no brillaba, Mason salió corriendo, riendo como un maníaco y agitando el dispositivo. Grandioso. Ahora todo el mundo lo vería usando como prenda a una mujer. Pensándolo bien, eso podría mejorar su reputación. Todo el mundo siempre había dicho que era un bastardo frío. Su última novia, unos años atrás, había dicho que él carecía de pulso. No es así, es sólo que su corazón latía muy lento. O usualmente lo hacía. En realidad, al tener una forma femenina apretada contra él, su corazón repiqueteaba un poco más rápido de lo habitual. Probablemente era debido a subir las escaleras trotando con su carga. Tendría que pasarse por el gimnasio para compensar su falta de resistencia física.

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—¿Por qué es diferente?

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El Club de las Excomulgadas Al llegar a la gran camioneta negra, con vidrios polarizados, él abrió la puerta del pasajero y vio a Jessie sentada en el asiento del conductor, golpeando locamente su tableta. No levantó la vista. —Ejem. —Estoy ocupada —murmuró ella. —Necesito una mano. —¿Desde cuándo? —Cuando él no respondió, ella levantó los ojos de la mano. ¿No quisiste decir “mandíbulas de la vida6”? —No tú también. Ella sonrió más ampliamente. —Oh, vamos. No todos los días te veo abrazando a alguien. —No la estoy abrazando. Me limito a asegurarme de que no se caiga. Una ceja enarcada respondió elocuentemente a lo que ella pensaba de su reclamo. —¿Vas a ayudarme o no? Ella es una de las víctimas, obviamente. Necesitamos un equipo de trauma. —Tal vez un poco de aceite para aflojar su agarre. —Lo siento, Viktor. Acabas de perder al último. —Mierda. —¿Y ahora qué? Jessie dejó la tableta y se movió a un lado. Miró a su víctima.

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Es una herramienta que se usa para cortar el metal del coche para sacar a las víctimas de accidentes de tráfico, especialmente en cuestiones de vida y muerte.

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pantalla. Sus labios temblaron cuando lo repasó con la mirada—. Olvídate de la

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El Club de las Excomulgadas —No veo ninguna señal evidente de lesión. ¿Necesita asistencia médica inmediata? Él negó. —No. No vi ninguna evidencia de daño físico. —¿Ella es incapaz de comunicarse? —Oh, ella puede hablar —respondió él secamente—. Incluso si algo de lo

Se elevó un mechón rojo y unos ojos de color ámbar lo fulminaron con la mirada. —No estoy loca. —¿En serio? —preguntó él—. Estamos al aire libre bajo el cielo grande y azul. Ella chilló y escondió su rostro de nuevo. —¡Viktor! Eso fue malo —lo criticó Jessie. —Sólo probaba mi punto. Ahora, ¿me vas a ayudar? —No sé lo que esperas que haga. —Sacármela de encima. Jessie se mordió el labio inferior. —Um, perdón, señorita, ¿le importaría bajar del agente Smith y venir conmigo? No hubo respuesta verbal, pero la cabeza dio una sacudida indicando claramente que no.

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que dice es una locura.

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El Club de las Excomulgadas Un encogimiento levantó los hombros de Jessie. —Lo intenté. Supongo que estás atascado con ella. —¡Jessie! —siseó él. —Viktor —ella le respondió imitándole con una sonrisa burlona. —No puedo volver a entrar y dirigir la limpieza con ella colgando de mi cuello como un albatros.

momento, cuando llamó para avisar, me pregunte qué quería decir con que abandonabas el trabajo en favor de tener citas. —Mataré a ese oso —gruñó él. —Ponte en la fila. Mi padre se ha adjudicado ya la exclusiva. Parece que estás atascado con tu nueva amiga por el momento. Súbete a la parte trasera con tu querida, y salgamos de aquí. —¿Ya no eres necesaria? Hicimos nuestro mejor esfuerzo para mantener intactos los ordenadores para que pudieras extraer su información. —Atrapaste a los malos completamente por sorpresa. No tuvieron tiempo para limpiar nada. Mason estableció un enlace a su ordenador y está subiendo los archivos para mí en estos momentos. No puedo esperar a hundirme en ellos y ver lo que puedo encontrar. Ya que no necesito hacer ningún esfuerzo en piratear su alta tecnología, somos libres para regresar a la base. Pero ten en cuenta que si vais a besuquearos en el asiento de atrás, mantendréis vuestra ropa puesta ya que no quiero volverme ciega. Refunfuñando sobre lo mandones que eran los cisnes, y lo divertidos que se creían que eran, y los osos malos, Viktor logró deslizarse en el asiento de atrás. Su pasajera no aflojó su agarre hasta que la puerta se cerró de golpe. Con vacilación, ella levantó la cabeza y miró a su alrededor.

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—No te preocupes por eso. Mason ya tomó tu relevo. Aunque, en ese

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El Club de las Excomulgadas —¿Es este un coche? —preguntó ella. —Una camioneta. —¿Y nos va a transportar? —Te llevaremos para que te procesen —anunció Jessie, arrancando el motor y poniéndolo en marcha. Con la primera sacudida, su dama se acurrucó nuevamente contra él, y reprimiendo un suspiro, Viktor la abrazó con holgura.

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Iba a ser un viaje largo.

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El Club de las Excomulgadas

Capítulo Tres Maldita CUP, y maldito Gregory. Este último, una hiena leal que le había seguido durante más que unos pocos años, obviamente había delatado la existencia del Cerebro así como sus planes a la anteriormente nombrada agencia estúpida y ahora todo estaba arruinado. Los cambia-formas del equipo especial de operaciones habían invadido las instalaciones Moreau con armas de fuego. El personal y los guardias habrían presentado una lucha valiente, pero inútil. Miles de dólares en estaban muertos o se habrían arrojado a la misericordia de la fuerza invasora, los muy traidores. Sin lugar a donde escapar y con el enemigo pisándole los talones, el Cerebro había hecho lo único que había podido. Cuando la jaula en el laboratorio fue abierta, miró con ojos grandes y llenos de lágrimas hacia el agente de la CUP. El Cerebro murmuró: —Oh, gracias. Gracias por salvarme de esa gente horrible. Los tontos se lo habían creído. A medida que llevaban a la diminuta figura hacia el helicóptero que esperaba junto con los que todavía podían caminar, las maquinaciones comenzaron de nuevo, los engranajes comenzaron a girar en su mente, hasta que un desconfiado guardia se le quedó mirando fijamente por un momento demasiado largo. Muah-ha-boo-hoo-boo-hoo. Al limpiarse las lágrimas falsas, una sonrisa amenazó con estallar detrás de su pequeña mano. Mientras aún quedara aliento en su cuerpo, no todo se habría perdido. Los idiotas no sabían a quién tenían en medio de ellos, lo que se adaptaba al plan perfectamente bien. Entonces, ¿qué importaba si se apoderaban de la Isla de Industrias Moreau y rescataban a todos los proyectos maravillosamente

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investigación habían sido destruidos o tomados como pruebas. Los científicos

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El Club de las Excomulgadas monstruosos que se encontraban escondidos allí? Los despistados animales todavía no sabían quién era el Cerebro, que se escondía bajo sus propias narices. Y por eso, incluso se habían comprometido a proporcionarle alimento, ropa y vivienda. La ironía era digna de una risita. Pero la carcajada, la risita malvada de alguien que aún no ha sido vencido, necesitaba ser contenida. No debo dejarles saber que me han atrapado. Entre ellos, encontraré una manera de infiltrarme en su red. De descubrir a dónde han enviado a mis preciosas creaciones y escondido mis archivos.

vengaría un poco de dos osos y de un cisne que habían jodido su brillante plan en primer lugar. No me he dado por vencido, mundo. Seré el mayor depredador que la comunidad de cambia-formas haya conocido. Todos temblarán ante de mí. Muahahaha. —¿Sucede algo? —preguntó el agente de la CUP que iba junto a él. Tosiendo en su diminuta mano, el Cerebro le sonrió al inconsciente cambiaformas. —No sucede nada. Es sólo que tengo algo atrapado en la garganta. —El sabor del éxito aproximándose, eso era.

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Y si tenía suerte, atraparía a una coneja en particular y a su bebé. Ah, y se

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El Club de las Excomulgadas

Capítulo Cuatro Proyecto finalmente se sentó en el asiento junto al hombre que se llamaba Viktor. Él lo pronunciaba gracioso, con un énfasis fuerte en la K y en la T, ¿quizá debido a su ligero acento? Le gustaba la cadencia, lo que sea que fuera, aunque no podía entender por qué cuando hablaba, unos temblores agradables le corrían a lo largo de su columna vertebral. También disfrutaba bastante de su olor, picante con una insinuación de algo que no podía descifrar. Fuera lo que fuese, el olor la

Concentrándose en él, ella hizo un balance de su situación. A pesar de sus deseos, Viktor la había rescatado, sacándola del único hogar que había conocido, empujándola hacia un mundo que la asustaba. Y que se ponía más intimidante cuanto más lejos viajaban. Situada junto a Viktor, ella mantuvo un apretón de muerte en su brazo y una reclamación sobre su cuerpo. Con sus piernas sobre su regazo, y sus dedos clavándose en su antebrazo, ella trató de asimilar el paisaje que recorrían. ¡De un color verde vertiginoso a veces, cuadrado con edificios en otras, carteles con letras y colores! Docenas de colores brillantes y audaces. Habían pasado tantas cosas, y tantas de ellas abrumaban sus sentidos, que su mente amenazó con apagarse. Ni en sus más salvajes fantasías podía haber adivinado el gran mundo que había afuera del laboratorio. Acostumbrada a los espacios confinados, y de techos encajonados, los vistazos del cielo, que remontaba tan alto, la hacían sentirse pequeña e insignificante. Y, sin embargo, no parecían molestar a Viktor o a la mujer detrás del volante del vehículo. ¿No le temían al espacio sin fin sobre sus cabezas? Al parecer, no. Si ellos podían manejarlo, ella también podría. O al menos lo esperaba. —¿Alguna noticia del equipo de campo? —le preguntó su salvador a la mujer de piel cacao que conducía.

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calmaba, pero al mismo tiempo, creaba un calor extraño.

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El Club de las Excomulgadas —No. Pero todavía están barriendo el lugar. Los guardias que están vivos están siendo enviados a un lugar seguro para su procesamiento, mientras que a aquellos que no lograron sobrevivir al ataque se les está comprobando el ADN y sus huellas digitales. Sin embargo, no parecen ser el Cerebro. En realidad, ninguno de los que han sido interrogados hasta ahora puede siquiera proporcionar una descripción. Es como si sus mentes tuvieran un punto en blanco en lo que a él concierne. —Imagínate —se quejó Viktor.

aseguró y le afirmaba que la estaba llevando a un lugar seguro, sabía por experiencia cómo de retorcido podía ser el Cerebro. Entre los guardias abundaban los rumores, ellos no moderaban sus conversaciones en torno a los proyectos, había represalias cuando uno de los integrantes de sus filas soltaba la lengua con la compañía equivocada. Al Cerebro no le gustaban las personas que contaban historias, incluso aunque no hubiera mucho que decir. Los cerebros detrás de la operación rara vez dejaban algo al azar, incluso su identidad. Proyecto sospechaba que las píldoras diarias que estaban obligados a tragarse tenían mucho que ver con los lapsos de memoria de sus compañeros de celda. Todo el mundo excepto ella. Proyecto conocía muy bien el rostro del Cerebro. Exactamente ¿cómo lo recordaba cuando nadie más parecía hacerlo? Ella teorizaba que el “incidente” la hizo menos susceptible, no es que alguna vez lo admitiera. Se había hecho la tonta como todos los demás, no fuera que el Cerebro decidiera terminar el experimento de laboratorio más largo en marcha. Incluso ahora, en la supuesta seguridad, Proyecto guardó silencio sobre lo que sabía. El hábito era una cosa difícil de romper. —Entonces, ¿cuál es tu nombre? El codazo de Viktor la sobresaltó. —Está hablándote a ti —dijo él.

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Proyecto se mordió la lengua mientras escuchaba. A pesar de que Viktor le

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El Club de las Excomulgadas Proyecto miró a Viktor, y su dura mirada la hizo temblar. —¿A mí? Soy el Proyecto X081. Pero los médicos me llaman Proyecto, para abreviar. Él frunció el ceño, pero ella no retrocedió. Ya había notado que él hacía muchas muecas, pero eso no significaba que las continuara con algo violento. De hecho, lo encontraba bastante atractivo, incluso cuando tenía la mirada sombría, amenazadora.

nombre que tenías antes de ir a ese lugar. —No tengo otro nombre. —O no lo recordaba. A diferencia de los otros que habían llegado en la adolescencia y en la edad adulta, los recuerdos de Proyecto se iniciaban en una celda. No en la que finalmente la encontraron, sino en otra similar en casi todos los aspectos. La habían movido alrededor un par de veces en su vida, los viajes habían sido una cosa horrenda compuesta por ataduras y ojos vendados. —¿Te borraron los recuerdos? —le preguntó Viktor. Ella negó. Luego asintió. —No. Sí. Quizás. No lo sé. No sabría exactamente si alguien lo hizo. O no. Es posible. Los ojos de Viktor casi se cruzaron mientras trataba de seguir su lógica. —¿Qué edad tenías cuando te capturaron? —preguntó la mujer que conducía. —No lo sé. Ni siquiera puedo estar segura de que fui capturada. Creo que podría haber nacido en los laboratorios. Sólo he conocido los laboratorios y el calabozo en el que nos mantenían encerrados.

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—Ya no eres más una prisionera, así que puedes decirnos tu nombre real. El

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El Club de las Excomulgadas El vehículo se desvió, y entrando en pánico, Proyecto se arrojó sobre Viktor y se aferró a él para salvar su vida. —Mierda, Jessie. Tómalo con calma, ¿por favor? —gruñó él. —Lo siento. Estoy un poco sorprendida por el anuncio de tu amiga. No sabía que el Cerebro había estado tomando prisioneros y experimentando con ellos durante tanto tiempo. —Tú y yo —murmuró él—. No recuerdas haber ido a ese lugar, así que ¿Cuántos años pasaste en su custodia? Proyecto se encogió de hombros. —No lo sé. No teníamos calendarios o maneras de marcar el tiempo. Sin embargo, pasó mucho tiempo. —¿Cuántos años tienes? —preguntó Viktor—. ¿Dieciocho? ¿Diecinueve? Proyecto se rió. —Oh no. No soy tan joven. Según el Sr. Keljoy, cumplí veintiséis este año. —Todavía muy joven —remarcó él. —¿Cuántos años tienes tú? —preguntó ella. —Los suficientes para ser sensato. No era una respuesta, pero pareció que la mujer llamada Jessie comprendió la respuesta críptica porque se echó a reír. —Nunca se es demasiado viejo, Viktor. Él gruñó en respuesta. Con la conversación terminada por el momento, Proyecto se acurrucó más cerca, y él no la rechazó. Por qué razón encontraba su

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intentemos un ángulo diferente para ver si podemos refrescarte la memoria.

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El Club de las Excomulgadas presencia reconfortante, no habría podido explicarlo. Por un lado, él olía bien. Le atraía físicamente. Pero lo más inexplicable era que se sentía segura con él. Él proyectaba un aura de confianza y amenaza que debería haberla hecho huir o mojar sus pantalones, pero en cambio, la atraía. Hasta que se sintiera segura, o en condiciones de enfrentar el nuevo mundo al que la había empujado con un cierto grado de competencia, ella se quedaría cerca de él. Muy cerca. Acarició la piel de su cuello con la nariz, y un ruido bajo y sordo de placer debajo de sus nalgas se puso dura también, pasando de ser algo que le empujaba firmemente, a algo grueso. Inocente en muchos aspectos, Proyecto todavía sabía lo que eso significaba. Él la encontraba atractiva. Por alguna razón, eso la entusiasmó. En el calabozo, la mayoría de los guardias y doctores la habían ignorado. Órdenes del Cerebro. Proyecto era demasiado valiosa para que la lastimaran accidentalmente. No es como si entendiera lo que la hacía tan especial. Aparte de su capacidad para resistir la mayoría de las drogas, era un fracaso en todo lo demás. Si bien era alta, no era grande y fuerte como algunos de los otros cautivos. No podía cambiar a su forma animal, diablos, ni siquiera conocía su forma animal. No tenía súper velocidad ni fuerza, nada. Y, sin embargo, el Cerebro la apreciaba, manteniéndola viva incluso cuando muchos fueron asesinados después de que los médicos los consideraran inútiles. Pero Viktor no sabía nada de su estatus especial. Nunca le habían dado la advertencia de mantenerse alejado. Él la encontraba atractiva a pesar de su inferior exterior inmaculado. A pesar del aburrido comienzo de su día, las cosas estaban mejorando. Ella frotó su trasero contra el bulto, y se acurrucó más cerca. Muchísimo. *****

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salió de ella. Él se puso rígido, y no sólo la parte superior de su cuerpo. Una parte

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El Club de las Excomulgadas Viktor sufrió la agonía más extraña durante el viaje en coche, una que incluía una polla dura como una roca y unas bolas tensas. Le molestaba. ¿Desde cuándo las niñas abandonadas y rescatadas lo excitaban? Ni siquiera era como si su dama misteriosa hiciera algo abiertamente sexual, aparte de agarrarse a él como una lapa en el Amazonas. Pero aun así, algo de su cercanía y su calor agitaba su sangre fría y lenta. Era

un

cocodrilo

enfermo.

Estaba

sucia,

y

era

víctima

de la

experimentación, debió hacerla a un lado en el momento en que ella se había aferrado a él. Haber encontrado a alguien más a quien ella pudiera agarrarse alguna extraña razón, la idea de ella con alguien más no le sentaba bien en absoluto. Le echó la culpa a su sentido de la responsabilidad. Ella lo había escogido a él para depositar su confianza y le debía llevarla a un lugar donde se sintiera lo suficientemente segura como para dejarlo ir. Pero, en realidad, ¿habría algún lugar más seguro que con él? Especializado en más maneras de las que podía contar, en métodos para someter a un oponente y para defenderse a sí mismo, sin darse cuenta ella había elegido bien cuando había decidido usarlo como su protector personal. Ojalá dejara de acariciarlo así y de hacer esos sonidos de ronroneo. Al no tener a nadie con quien acurrucarse, le horrorizó darse cuenta de lo mucho que le gustaba. En lugar de centrarse en cómo su cálido aliento le hacía cosquillas en la piel, o en la forma en que su cuerpo se ajustaba tan cómodamente en sus brazos, pensó en otras cosas, como la forma en que habían conseguido capturarla a una edad temprana. Lo suficientemente joven para que no recordara quién era, porque él se negaba a contemplar la posibilidad de que ella hubiera nacido y sido criada en un laboratorio. Algunas cosas eran demasiado descabelladas para creérselas, incluso para él.

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mientras el miedo seguía enviándola a la seguridad de sus brazos. Sin embargo, por

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El Club de las Excomulgadas ¿Qué clase de psicópata se aprovechaba de niños? De tomar su identidad y darle un número de expediente. Le enfurecía. He aquí a una mujer joven y bella, demasiado joven para un viejo cocodrilo como yo, que había perdido años de su vida a causa de algún perverso que buscaba poder. La ayudaré a vengarse. Y si eso involucraba el asesinato, mejor, él era bueno con eso. No había invertido en todas esas cajas de municiones para nada. El trayecto pasó sin incidentes, y Jessie estacionó la camioneta en la parte trasera del edificio que albergaba la sede de CUP. Viktor abrió la puerta y se deslizó

—Iremos afuera por un minuto —le dijo—. Es posible que desees cerrar los ojos por un segundo. Su bufanda pelirroja se sujetó a su cuello con fuerza mientras Jessie reprimía un bufido. Él enseñó su dedo corazón ante su regocijo, pero el cisne, con un bocinazo en contestación, sólo se limitó a sacudir la cabeza con más ahínco. Exploró el callejón con sus ojos, y cuando comprobó que estaba despejado, Viktor entró por la puerta de servicio y subió las escaleras de dos en dos varios pisos hasta llegar a su oficina. Un hombre de su edad necesitaba mantenerse en forma, por lo que evitaba los ascensores siempre que fuera posible por cualquier oportunidad de hacer ejercicio. Llevar a su dama pelirroja siempre era un elemento extra de esfuerzo que necesitaba. Se mintió a sí mismo en lugar de admitir que tal vez su decisión se derivaba del hecho de que sus pies descalzos encontrarían los escalones de cemento incómodos. Una vez que llegó al último rellano, sin embargo, se detuvo antes de pasar por la puerta donde todo el mundo lo vería a él y a su nuevo accesorio de moda. Con pies descalzos o no, si la cargaba tendría que matar a muchos de sus compañeros de trabajo si se atrevían a reírse. Además, había una alfombra justo después de la puerta, una cosa industrial afelpada, pero lo suficientemente suave como para evitar que sus pies sufrieran cualquier daño.

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hacia la abertura mientras el enigma sexy se aferraba a él.

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El Club de las Excomulgadas —Tienes que soltarte ahora. —Sí, él lo dijo, pero ella no aflojó su apretón de inmediato. Los ojos dorados se abrieron y lo miraron fijamente. —¿Es seguro? Él soltó un bufido. —Depende de tu definición. La mayoría de la gente diría que estar cerca de

—Tú no me harías daño. Ella habló con tanta convicción. Le emocionó. Y le hizo fruncir el ceño. —No deberías confiar con tanta facilidad. No me conoces. Podría tener intenciones perversas. —Oh, eso suena divertido. Él casi se ahogó. —Podría partirte el cuello antes de que pudieras parpadear si lo quisiera. —Pero no lo harás. —Ella le sonrió. Él suspiró. —Sólo bájate, ¿de acuerdo? No necesito que toda la oficina se burle de mí. —Lo siento. —Ella soltó su agarre y se deslizó por su cuerpo. Él lo disfrutó demasiado. O una cierta parte de su cuerpo lo hizo, en todo caso. Cuando se alejó un paso, él inmediatamente notó el reflujo de calor.

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mí equivale a un deseo de muerte.

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El Club de las Excomulgadas —Ahora te llevaré a conocer a mi jefe. No quiero que te asustes, pero ten en cuenta que habrá algunos otros cambia-formas allí también. Todos son chicos buenos, por supuesto. Aquí nadie te hará daño. —Tú no lo permitirías. No, no lo haría. En eso, ella tenía toda la razón. Adentrándose en la sede, fulminó con la mirada a cualquiera que se atreviera a decir una palabra sobre la mujer que se aferraba a su brazo. Obtuvo necesitaba un nombre, miró alrededor, no tanto con miedo sin con curiosidad y cautela. —¿Qué es este lugar? —preguntó ella, devolviendo las miradas francas de un puñado de otros agentes de la CUP que se volteaban en su dirección. —Este es el cuartel general de la CUP.7 —¿Un lugar de sexo? —dijo ella chillando. —No —se apresuró a corregirla—. CUP es la Coalición Unida de Peludos. Somos un grupo de cambia-formas que trabajan para ayudar a los de nuestra clase contra la delincuencia, así como a lidiar con la parte del descubrimiento por parte de los humanos. —¿Aquí podéis cambiar todos? —le preguntó ella, levantando la vista hacia él con ojos redondos. —Cada uno. —Pero hay muchos. —Ella dio un resoplido—. Y los aromas... nunca supe que existieran tantas clases. Qué maravilloso es que todos trabajéis juntos. 7

En inglés las siglas son FUC, cuando él le dice que ese es el nombre del lugar se pronuncia parecido a la palabra “fuck” que se refiere al acto sexual.

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algunas miradas, pero no tantas como temía. La mujer a su lado, quien realmente

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El Club de las Excomulgadas —Esta es sólo una pequeña parte de nuestra población. Hay comunidades de cambia-formas en todo el mundo, así como oficinas de la CUP. Nos hemos integrado tan bien con la sociedad que incluso trabajamos y vivimos entre los humanos. —¿Ellos no conocen nuestro secreto? —¿Los humanos? No. Aunque algunos lo sospechan. La mayoría, sin embargo, piensa en la posibilidad de nuestra existencia como una broma.

—El descubrimiento significaría la guerra, o la clandestinidad. A los humanos no les gusta nada que perciban como diferente, y gente que puede convertirse en animales definitivamente cae en esa categoría. —Destelló hacia ella algunos dientes puntiagudos, un bocado que él sabía a ciencia cierta era más abundante y mortal que el que la mayoría de las personas tenía. —¿Cuál es tu animal? —preguntó ella. —¿Qué te dice tu nariz? Ella la arrugó y se vio tan linda mientras se concentraba, que él se mordió la parte interior de la mejilla para no hacer algo estúpido, como besar esos labios suaves. —No lo sé. Hueles como Bob. Él era un anfibio, y, sin embargo, al mismo tiempo, no eres nada parecido. —¿Estás comparándome con una rana? —le dijo con desdén—. Ni siquiera cerca. Soy un cocodrilo. —Nunca he visto a uno de esos. ¿Eres temible? Su pecho se hinchó y las pupilas de sus ojos se volvieron rendijas verticales.

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—¿Y si trataran de averiguarlo?

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El Club de las Excomulgadas —Mucho. Una sonrisa iluminó su rostro y sus ojos brillaron. —Me encantaría ver tu cocodrilo alguna vez. —Tal vez, si se presenta la oportunidad. —No lo creía. Las posibilidades de que se encontraran a partir de ese día flotaban en el rango de lo “poco probable”. Pero él no le diría eso. Más preocupante era que la idea de no volver a verla no le cayera bien. Eso o sufría de una indigestión—. ¿Qué hay de ti? ¿Cuál es tu animal?

Ella se encogió de hombros. —No tengo ni idea. Un pliegue frunció su ceño. —¿Qué quieres decir con que no sabes? ¿Nunca has cambiado? ¿O es que los científicos te mantuvieron demasiado drogada para que lo pudieras manejar? —Estoy bastante segura de que lo tengo. Es sólo que no lo recuerdo. Volvió locos a los científicos. Me pedían que cambiara, y traté de hacerlo, de verdad que lo hice, pero soy un fracaso. Ni siquiera puedo sacar un pelo o una garra. Nunca antes había oído hablar o encontrado una cosa así. Los cambiaformas no tenían que tratar de cambiar a su animal. Sólo sucedía, como una flexión de un músculo. Era parte de lo que eran. ¿Sus sentidos lo estarían engañando? ¿Tal vez ella no era una cambia-forma, después de todo, sino una víctima humana? Sólo había una manera de averiguarlo. Viktor tomó a un compañero de trabajo que caminaba junto a ellos y lo atrajo más cerca. —Huélela.

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—Como reptil, su sentido del olfato apestaba, incluso en forma humana.

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El Club de las Excomulgadas —¿Qué? —Conrad, una rata mayor con un perverso sentido del olfato, retrocedió. —Huélela y dime qué animal es. Conrad echó una mirada cautelosa hacia él, se inclinó y olió. Su dama misteriosa no se trepó por el cuerpo de Viktor por la intrusión en su espacio personal, pero estuvo cerca. —Zorra. Zorra roja, en realidad, mezclado con algo raro.

sangre caliente, y un definitivo no rotundo para su propia sangre fría. Mientras que algunas especies podían mezclarse y procrear, los mamíferos y los que pertenecían a la familia corocodylidae no podían. No es que le importara. No tenía ningún interés en ella como pareja, incluso si agitaba su pulso lento. —¡Viktor! —la llamada de Kloe atrajo su atención desde su víctima pelirroja a quien se negaba a llamar Proyecto, porque era demasiado humillante. —¿Qué? —gritó él en respuesta. —No me digas “qué” a mí, cocodrilo intratable. Ven aquí y repórtate. Sonriendo, miró hacia abajo al ornamento en su brazo. —Vamos. La jefa quiere vernos. —¿Por qué? —Porque es la jefa. No te preocupes. No muerde. —Pero yo sí. Manos delgadas se engancharon alrededor de su brazo en un apretón digno de cualquier depredador, y su señorita rescatada se mordió el labio inferior mientras caminaba por el vestíbulo para hablar con su jefa.

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—¿Zorra? Un mamífero entonces. —Lo que la convertía en alguien de

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El Club de las Excomulgadas Como una jirafa cambia-formas, Kloe los vio acercarse, con su largo cuello inclinado con curiosidad. —Me dijeron que traías a una víctima, no pude creerlo. Ojalá hubiera arrojado un poco de dinero en el bote. Él frunció el ceño. —¿Hay una apuesta en curso? —Noooo. —Contestó Kloe lentamente, y él quiso gemir. Genial, justo el

Mataría a ese maldito oso. Haciendo caso omiso de su evidente ceño, Kloe dijo: —Hola señorita, mi nombre es Kloe, jefa de esta oficina de la CUP. Pegada contra su costado, ella respondió: —Hola. Soy Proyecto. Kloe pareció desconcertada. —Oh cielos. No hay necesidad de que te llames a ti misma de esa manera nunca más. Estás entre amigos. Puedes usar tu nombre real otra vez. —Ella no se acuerda de su nombre —suministró él. —Oh. —Eso puso nerviosa a su jefa por un momento—. Bueno, estoy segura de que Jessie lo encontrará cuando tenga la oportunidad de revisar los archivos. Ahora, tenemos que averiguar qué hacer contigo. Me temo que hay más víctimas de lo esperado. Estamos con poco espacio para albergarlos a todos. ¿Requieres de asistencia médica inmediata? Él dio un codazo a su costilla más caliente.

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tipo de cosa que trataba de evitar. Y sabía quién estaba detrás de eso. Mason.

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El Club de las Excomulgadas —No estoy herida. Kloe pareció aliviada. —Oh, bien. Esto hará que sea más fácil para ti emparejarte con un agente hasta que te encontremos un alojamiento más permanente. Es una pena que Miranda esté todavía fuera de la ciudad. Ella habría saltado sobre ti. Y posiblemente volviera loca a su dama rescatada con su charla, pero al menos Miranda era mortal con un arma. No es que la necesitara con su nuevo burlarse y hacer preguntas más tarde. Que Kloe la tomara bajo su ala significaba que parte del trabajo de Viktor estaba hecho. Era hora de irse. —Puesto que tú puedes encargarte de esto, entonces supongo que debo irme. —Trató de zafarse de los dedos de su brazo. No pudo. Su pequeña zorrita roja se sujetó con más rapidez de lo que él pudo quitarlos. Kloe trató de ayudarlo. —Está bien. No hay necesidad de temer, um, Proyecto. Puedes venir a quedarte conmigo si lo deseas. —Le tendió la mano. —No. —Su dama rescatada negó violentamente y se metió detrás de él, fuera de su alcance—. Me quedaré con él. —Si tú insistes —contestó Kloe, inmediatamente—. Viktor, ella se queda contigo. —¿Qué? No. —Oh, sí. Y eso es una orden directa, agente. —¿Qué estás haciendo? —le preguntó él, en tono bajo y duro.

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marido, un oso pardo que tenía más probabilidades de mutilar primero y de

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El Club de las Excomulgadas El fantasma de una sonrisa jugó en sus labios, y Kloe se encogió de hombros. —Ella obviamente ha formado un vínculo contigo. Dado su trauma, sería perjudicial tratar de romperlo sin ayuda profesional. No te preocupes. Estoy segura de que no serán más que unos pocos días. ¿Días? El pánico lo inundó. —Pero… ¿y mi trabajo?

—No te preocupes por nada. Creo que te has ganado unos días de descanso. Usa ese tiempo para recargarte, quizás para averiguar unas pocas cosas de nuestra nueva amiga. —Pero, pero… —Presa del pánico, no pudo hablar. No podía formar las palabras cohesivas necesarias para alejarse de la zorrita, quien confundía su control de hierro y hacía latir su corazón como el de un mamífero—. No sé cómo cuidar de una mujer. —Es fácil. Dale de comer. Una salchicha larga y gruesa... —Deja que use la ducha. Y lamerla hasta secarla cuando haya terminado. —Dale un lugar para dormir. En mi cama, acunada en mis brazos. ¡Nooooo! El pánico hizo que su boca funcionara mientras su mente, y su polla, escuchaban sus órdenes y trataban de procesarlas. No podía llevarse a su casa a la zorrita.

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Kloe le dio unas palmaditas en su brazo libre.

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El Club de las Excomulgadas Ella necesitaba a alguien adecuado para cuidarla. Alguien cuya polla no estuviera robándose toda la sangre de su cerebro, volviéndolo un estúpido sin palabras. Se las arregló para aferrarse a: —Pero me necesitas en el caso. —Podemos llamarte si necesitamos tu experiencia. —¡Kloe! —gruñó su nombre. Su jefa, sin embargo, no estaba escuchando y lo siguiente que supo fue que conducido a casa. Esta era una idea tan mala. Su mente no dejaba de repetir eso, y sin embargo, sus manos envueltas flojamente alrededor de su espalda la acariciaron suavemente en un intento de calmar a su zorrita roja. En cuanto a su polla… Hinchada con cada gramo de sangre que tenía, parecía pensar que llevarla a casa era una muy buena idea. ***** Proyecto estaba segura de que Viktor no estaba muy contento con las circunstancias, pero eso no le importó. Cuando la elegante mujer mayor habló de alejarla de Viktor, un miedo helado la había atravesado. ¿Cómo sabía que podía poner su fe en esa mujer? ¿Cómo podría protegerla la delicada hembra, con el cuello largo y extremidades desgarbadas? El Cerebro todavía estaba allí afuera. Igual que ese cielo grande y temible. Viktor ya se había probado a sí mismo que era capaz de defenderla, o al menos eso asumía por el brillo duro en sus ojos, por la sangre que podía oler en su ropa y las armas que llevaba. En este nuevo mundo, lleno de extraños y de grandes espacios, Proyecto se apegaría a la única persona en quien confiaba, aunque a él le molestara.

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estaba metido en otro SUV, con su albatros envuelto alrededor de su cuello, siendo

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El Club de las Excomulgadas El paseo, el cual la aterró mucho menos en esa ocasión, fue una gran oportunidad para acurrucarse contra él nuevamente. Para su deleite, el mismo empujón duro de antes descansó bajo su trasero. Le complacía especialmente porque sabía que él no estaba contento con la orden de llevarla a su casa. Aunque no tenía experiencia cuando se trataba de sexo, Proyecto entendía la mecánica. Lo había visto suficiente cuando los guardias y médicos descendían al calabozo a tener turnos con los presos a cambio de extras, como alimentos y mantas. Nadie se acercaba a Proyecto con la misma oferta, lo que la dejaba con

¿Cómo se sentiría tener sexo? ¿Los jadeos y gemidos de las otras celdas serían de dolor o de placer? Le había pedido a uno de los científicos una vez que le explicara lo que era el sexo. Él había mencionado algo acerca de mostrárselo en su lugar. La había agarrado, dándole un beso con esos babosos labios que no había disfrutado en absoluto. Después, no recordó nada, despertó para encontrarse a sí misma en su celda, sin saber lo que había pasado. En cuanto al hombre que le había dado un beso, ¿su único beso?, nunca lo había vuelto a ver. Y nunca nadie la había tocado después a menos que fuera para sus exámenes. El Cerebro se había asegurado de eso. Le había irritado porque le hacía preguntarse si nadie la encontraba atractiva. ¿Sentirían algo extraño en ella que iba más allá del hecho de que no podía cambiar? ¿Por qué nadie intentaba coquetear con ella? Viktor no coqueteaba, pero al menos una parte de su cuerpo mostraba un interés definido. Sin embargo, una impresionante erección no significaba que fuera a hacer algo al respecto. Él parecía muy decidido a deshacerse de ella, lo cual no le caía nada bien. ¿Pero cómo podía hacerlo cambiar de opinión? Sus reflexiones fueron dejadas de lado cuando el vehículo se dirigió a una gran superficie de hormigón, pilares y conductos. Oscuro excepto por la ocasional luz fluorescente, ella encontró el cerrado espacio algo reconfortante. A su alrededor, los coches estaban aparcados en filas ordenadas.

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curiosidad.

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El Club de las Excomulgadas —¿Qué es este lugar? —El estacionamiento debajo de mi edificio. Hay un ascensor de servicio que podemos usar donde nadie nos verá. Desacelerando hasta detenerse, el conductor, el mismo hombre que la había olido a petición de Viktor, se volvió en su asiento, y dijo: —Hogar, dulce hogar. Que te diviertas con tu huésped. Proyecto no entendió la inflexión y Viktor, con una mirada peligrosa en sus de su cintura, le dio un tirón para que permaneciera a su lado. Proyecto saludó con la mano al conductor a modo de despedida, quien sonrió y le hizo señas. Luego tuvo que correr mientras Viktor se dirigía con pasos rápidos a un ascensor. Aferrándose a su brazo, ella se apresuró a continuar. —¿A dónde vamos? —A mi condo. —¿Qué es un condo? Él suspiró mientras se frotaba la cara. —Es la abreviatura de condominio. Un apartamento glorificado. Es el lugar donde vivo. Donde te quedarás también, hasta que te encuentren un lugar. —¿Tiene suficiente espacio? ¿Es más grande que mi celda? —preguntó ella. A pesar de su persistente molestia, sus labios se curvaron. —Mucho. Ya lo verás. —Tiró de ella al ascensor cuando la puerta se abrió y pasó una tarjeta a lo largo de una ranura. La puerta susurró cerrándose y ella sintió que su estómago se iba hacia abajo mientras el ascensor subía.

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ojos, gruñó en respuesta. Su protector salió del vehículo y, con un brazo alrededor

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El Club de las Excomulgadas Subieron. Ella vio la sucesión de números, contándolos silenciosamente en su cabeza hasta que llegaron al último piso, el número treinta y cinco. Entraron en un área cuadrada con una sola puerta flanqueada por un teclado. Él se inclinó, desató los cordones de sus botas, y miró fijamente las zapatillas que alguien le había prestado. Se las arrancó, pero no estaba segura de sí sus pies sucios eran mejores. Con sus pies vestidos con un par de calcetines negros, se enderezó y dio un golpecito en la pequeña consola. Un pitido sonó junto con un clic. Viktor abrió la puerta y le indicó que entrara. Sonriendo, Proyecto entró en

Unos gruesos brazos musculosos se enlazaron alrededor su cuerpo y él habló con suavidad. —Está bien. Supongo que debería haberte advertido que vivo en el ático. Estamos a bastante altura. No era la altura lo que le molestaba, sino las ventanas desde el suelo hasta el techo a lo largo de la pared del fondo que le daban una vertiginosa vista de la ciudad con toda sus luces parpadeantes. Aun hablando en voz baja, él trató de calmar su acelerado corazón. —Si estás preocupada por caerte, ten en cuenta que el vidrio que se ve es incluso mejor que las cosas a prueba de balas. Podrías estrellar una silla en él e incluso no se rompería. Me costó una fortuna, pero quería asegurarme de que mi casa fuera segura. Contando en su cabeza, ella usó el conocimiento de los números para calmar su miedo balbuceante. —Es tan grande —murmuró finalmente mientras se ajustaba al vasto panorama. El ver cómo de lejos se extendía el horizonte le hizo recordar lo poco que sabía del mundo, y lo grande que éste era en realidad.

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su casa, y luego intentó aferrarse a él, la vista era abrumadora.

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El Club de las Excomulgadas —Grande, pero agradable a la vista. Piensa en la ventana como en un cuadro viviente. No puede hacerte daño, pero puedes admirarlo. Y mira, estás rodeada por muros y por un techo. Echando un vistazo, ella dijo con ironía: —Ese es un techo muy alto. Una vez más, sus labios se curvaron. —Ahora estás siendo quisquillosa. Vamos, te mostraré la habitación en la con la cortina. Sus dedos se entrelazaron con los de ella, conduciéndola a través del espacio abierto, la suave tela gris en el suelo se tragaba sus pies en un lujo que nunca había imaginado. Haciendo una pausa, rebotó en la superficie acolchada. —Oh, esto es agradable. ¿Qué es? —Una alfombra. —Tu oficina también tenía tela en el suelo, pero no era tan suave como esta. Me gustaría haber podido tener un poco de esto para cubrir el suelo de cemento de la celda. Por alguna razón, su observación hizo que sus facciones se tensaran. —Ven. —Él se volvió, y con los hombros rígidos, la guió hasta una puerta al otro extremo de una sala de estar decorada con sofás, sillas y sillones. Montones y montones de armas, y cuchillos grandes. ¡Algunas de las hojas eran más largas que su brazo! Una vez más, ella se detuvo y se quedó boquiabierta. —¿Son todas tuyas?

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que te vas a quedar. Te gustará. Sólo hay una pequeña ventana y puedes ocultarla

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El Club de las Excomulgadas —Sí. Colecciono armas. Liberando su mano de la de él, ella se acercó a una muestra brillante montada sobre soportes. Pasó el dedo por el borde y siseó cuando le cortó la piel. La sangre brotó y él gruñó. —Ten cuidado. Está afilado. —Ya veo —respondió ella con ironía—. ¿Para qué sirve? ¿Y por qué tu

Él se rió entre dientes. —Eso es porque es para luchar, no para comer. Es una espada. —Igual que la tienen los caballeros de las historias —exclamó ella con entusiasmo—. Qué maravilloso. ¿Sabes cómo usarla? —Por supuesto. Sé cómo utilizar todas las armas en mi colección. —¿Por qué? —¿Por que qué? —¿Por qué tienes tantas? ¿Y por qué aprendiste a usarlas? ¿Tienes miedo de los científicos también? —Yo no le temo a nadie. —Gruñó él, y sus ojos brillaron con un resplandor intenso que hizo que su vientre revoloteara—. La razón por la que tengo tantas es porque me gustan las armas, pero al mismo tiempo, me niego a poseer algo que no sepa cómo usar. Nunca se sabe cuándo una habilidad con un puñal, una pistola, o incluso un garrote te serán útiles. Imagínate aprender cómo poder defenderte del peligro. Cómo le encantaría aprender esa habilidad.

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cuchillo es tan grande? No es práctico para cortar la comida.

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El Club de las Excomulgadas —¿Me puedes enseñar? —preguntó ella trazando la empuñadura de una pistola. —Me toca a mí preguntarte, ¿por qué? Ella lo enfrentó y vio que la miraba fijamente. —Porque, creo que sería bueno saber cómo luchar. No tener miedo. O para evitar que alguien me hiciera cosas sólo porque son más fuertes. —La lástima entró en su mirada, y era lo último que ella quería ver por alguna razón. Ella apartó la

—No es una tontería. Es valiente. Se necesita coraje para querer luchar por uno mismo. Y si estás dispuesta a aprender, entonces te enseñaré. —¿De verdad? —Con un sonido feliz, ella le echó los brazos al cuello y lo abrazó con fuerza, un gesto afectuoso, no uno que hubiera practicado con nadie, y sin embargo, con él, le salía de forma natural. Se sentía tan correcto. Tan bueno.

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mirada—. Olvida que lo dije. Fue una idea tonta.

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Capítulo Cinco Por un momento, Viktor le permitió abrazarlo, un abrazo espontáneo era algo que no podía rechazar. Sin embargo, el entusiasmo y la alegría por su cercanía no podían erradicar completamente los restos emocionales de su anterior solicitud y admisión. Una ira ardiente lo llenó con su expresión melancólica cuando ella le preguntó si le enseñaría a pelear. Después, una pena profunda la siguió al captar un languidecido durante tanto tiempo en la cárcel del Cerebro que no recordaba siquiera las cosas más básicas, cosas que él daba por sentadas como las alfombras, por amor del pantano.8 Claro, él le enseñaría a pelear. Y la ayudaría a superar su miedo al cielo. Había asumido el papel de maestro en el pasado, sobre todo con gruñidos, de quien tenía que aprender las reglas básicas de supervivencia y de combate. Basándose en su conocimiento, él la entrenaría como había entrenado a esos hombres. Por supuesto, nunca había querido hacer cosas sucias con ellos, pero podía usar la tentación que ella le causaba como un ejercicio de control. Sólo esperaba no fallar. Mientras, el conocimiento que a ella le faltaba sobre el mundo real le molestaba, pero lo que más le irritaba era que no tuviera un nombre real. Ya que no podía enloquecerse, es decir, matar algo para calmarse, y proporcionarle la cena, podría hacer algo con respecto a su nombre. —Te enseñaré cómo luchar si eliges un nombre distinto a Proyecto —espetó sin pensar ese compromiso antes de poderse masticar su propio brazo y golpearse a sí mismo por haber actuado con poca delicadeza. 8

Es similar a decir: Por amor de Dios. Es una expresión utilizada comúnmente. En este caso, el protagonista es un cambia-formas cocodrilo y estos reptiles viven generalmente en los pantanos. De ahí que él utilizara esa expresión.

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indicio de cómo de espantoso debía haber sido su cautiverio. Ella había

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El Club de las Excomulgadas —¿Otro nombre? ¿Qué tiene de malo Proyecto? —Es humillante. —Oh. Si tú lo dices. Me lo cambiaré si crees que es tan importante. Pero, ¿para qué? ¿Cómo elegiste tu nombre? —Yo no lo hice. Mi madre lo hizo, y mi padre, sabiendo lo que era bueno para mí, asintió y estuvo de acuerdo. Ella es rusa, y lo que dice tiende a ser lo que se hace en mi casa —explicó él ante su mirada vacía. Eso pareció confundirla aún que no puedes recordar el que tus padres te dieron, usemos uno temporal hasta que Jessie averigüe quién eres. Ella se mordió el labio. —¿Cómo cuál? —Seguramente has oído algunos nombres que te han gustado en los últimos años. Un movimiento de cabeza le indicó que sí, pero ella no pareció feliz ni le ofreció alguno. —¿Qué pasa? ¿Ninguno de ellos es lo suficientemente bonito? —Es sólo que... —hizo una pausa—. Todos los nombres que conozco pertenecieron a los guardias o a los médicos que se ocuparon de mí. Tomar uno de esos… —Es una idea estúpida y sangrienta —se quejó él. Quiso golpearse por ser un idiota—. Olvida que dije eso. ¿Sabes qué? ¿Qué tal si recito algunos nombres y me detienes cuando oigas el que más te guste? Ella sonrió.

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más. Él suspiró—. Lo entenderás con el tiempo. Ahora, en cuanto al nombre, ya

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El Club de las Excomulgadas —Um... —Enfrentando sus ojos expectantes, su mente se quedó en blanco. Algo bonito, pero único. Maldita sea, era más difícil de lo que pensaba. Los nombres más obvios ya pertenecía a gente que conocía. Se concentró en la zorrita que había rescatado, desde su enmarañada mata de pelo rojo, hasta sus ojos brillantes—. ¿Annie? Tan pronto como lo dijo, luchó por no escuchar esa canción estúpida del arco iris, ya que automáticamente le hizo pensar en la niña huérfana que su hermana había visto unas tropecientas veces en su juventud.

Ella negó. —¿Melanie? ¿Patricia? ¿Amanda? ¿Katy? ¿Lisa? —Con cada sacudida, él buscaba más nombres. ¿Una zorra? ¿Cómo se llamaría una zorra caliente?—. ¿Cherie? ¿Renee? Sus labios se abrieron y sus ojos se iluminaron. —Oh, me gusta ese último. Parece familiar, casi. —Entonces será Renee. Bien, ahora que tenemos un nombre, terminemos de hacer nuestro camino a tu habitación. Tendrás tu propio cuarto de baño para bañarte y quitar el olor del calabozo de tu piel. Por su cuenta y sin tocarlo en absoluto, cosa que él extrañó, ella entró delante de él y se detuvo en seco. Viktor tropezó con ella, y a pesar de que podría haber utilizado el marco de la puerta para apoyarse, optó por mantener el equilibrio con las manos en sus caderas, su contorno era más redondeado de lo que el vestido sin forma que todavía usaba le había hecho creer. —¿Qué pasa? —preguntó él. —Es tan grande. Y hermoso —susurró ella.

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—No, olvida ese. ¿Tammy?

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El Club de las Excomulgadas ¿Estaría en la habitación correcta? Él miró por encima de la parte superior de su cabeza y vio la habitación de invitados que había decorado para cuando su madre o su hermana vinieran a la ciudad e insistieran en visitarlo. En tonos de verde y gris, parecía bastante ordinario para él, con sólo un par de cruces relucientes sobre la cama. —Será tuya hasta que consigas algo mejor. —Lo cual, dada la calidad de los elementos de la habitación, aunque fuera ordinario, podría tomar un tiempo. Viktor no había escatimado a la hora de decorar su hogar. Había vivido a menudo, en su trabajo, en condiciones inferiores a las inmaculadas y le gustaba que las

—¿Mío? ¿En serio? —Ella se giró y le sonrió, con sus ojos dorados ardiendo y por un momento, él se inclinó hacia adelante, casi siendo capaz de saborear la felicidad en sus labios. Se contuvo justo a tiempo, y en vez de eso, pasó a su lado para abrir una puerta. —Aquí está el cuarto de baño. Hay jabón y champú en el armario, junto con toallas limpias. No tengo exactamente ropa para mujer aquí, pero te daré una camisa limpia y pantalones para que los uses hasta que alguien te lleve de compras. Pero ella no pareció tomar nota de sus palabras mientras se paseaba tocando todo, el frío mármol del tocador, la manija de descarga del inodoro, donde se ruborizó, riéndose mientras el agua se arremolinaba. —Grita si me necesitas. —Dejándola para que explorara, y se bañara, algo que no se permitiría imaginar, cruzó hasta su propia habitación, dejando la puerta entreabierta para escucharla cuando ella lo llamara. Desnudándose, colocó sus ropas, sucias por la misión, en el cesto de la ropa para lavar. Su servicio de limpieza, operado y dirigido por un cambia-formas, no diría nada de la sangre o del mal olor de la pólvora embutido en ellos, no con el dinero que le pagaba.

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comodidades de su hogar lo compensaran siendo lujosas en extremo.

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El Club de las Excomulgadas Desnudo, se metió en su cuarto de baño y abrió el agua fría, bruscamente. Necesitaba el frío helado para amortiguar su inapropiado ardor por Renee, víctima y misterio, quien de todas las personas en que podría haber optado por confiar, lo había seleccionado a él. Eso aturdía la mente. ¿Ella no sabía que era un depredador? Él podía comérsela para el almuerzo y todavía tener espacio para el postre. Mmm, un postre cremoso de carne endulzada con néctar de mujer. Viktor gimió y se golpeó la cabeza contra la pared. Equivocado. Tan él y su mano se satisfacían diariamente. ¿Por qué, oh por qué, una zorrita astuta, a quien había conocido hace menos de un día, atacaba su frío control? Incluso con el agua a la temperatura del ártico, y ella en una habitación diferente, desnuda bajo su propio acuoso rociador, su polla se balanceó, dolorida por algo que no debería desear. Sus dedos se cerraron alrededor de su eje, apretándolo y acariciándolo a un ritmo familiar que pronto tuvo sus caderas sacudiéndose con ese ritmo. Olvidándose de correrse, oyó un chillido, y sin pensarlo, salió corriendo de la ducha al otro lado del pasillo, agarrando un arma del aparador en su camino. La imposibilidad de un intruso o incluso un peligro en su casa no penetró su necesidad de protegerla. Oyó su llamada, y tuvo que responder. ***** La cortina se apartó con un traqueteo feroz y Renee giró la cabeza hacia un lado para ver la razón. Se quedó boquiabierta. Observando con lujuria. Y casi cayó al fondo de la bañera en un charco deshuesado. Un extremadamente desnudo Viktor estaba allí, con su musculosa piel, tan enormemente moreno, brillando con humedad. Sus ojos lo recorrieron a lo largo, memorizando la anchura de sus hombros, pectorales y abdominales apretados y

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equivocado. Claro que no había estado con una mujer en un tiempo, pero aun así,

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El Club de las Excomulgadas bien definidos. Su mirada descendió aún más notando la v distintiva de su cintura que conducía hacia... Sus mejillas se calentaron, y ella movió su mirada sorprendida de nuevo hasta su cara, su gruñido de advertencia no era necesario. La erección meneándose fue suficiente para recordarle sus modales y no mirar. Sin embargo, la imagen se quedó ardiendo en su mente. La visión de él también le causó la más extraña reacción. El calor sonrojó su cuerpo y su hendidura palpitó.

—Nada. —A menos que considerara el hecho de que ahora tenía un deseo ardiente de tocarlo. ¿Sería su piel suave bajo sus dedos? ¿Estaría él caliente o frío en este momento? Su mirada se desvió hacia abajo. —¡Renee! Ups. Atrapada. Ella trató de concentrarse en algo que no fuera su maravilloso físico. Sólo entonces se dio cuenta de la pistola en su mano. —¿Estamos bajo ataque? —No. —¿Siempre lavas las armas en la ducha? —preguntó ella con el ceño fruncido. ¿No se oxida el metal cuando se moja? Los barrotes de las celdas lo hacían por las lágrimas de los presos que las abrazaban mientras lloraban. —No. Tengo un arma porque te oí gritar y pensé que estabas en peligro. La comprensión se asentó y sus mejillas se calentaron aún más. —Um, lo siento. Ese no fue un grito de miedo, sino de alegría. —¿Gritaste porque estabas feliz? —No pareció impresionado. Ella asintió con la cabeza.

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—¿Qué pasa? —le preguntó él con los dientes apretados.

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El Club de las Excomulgadas —¿Me pegaré un tiro si pregunto por qué? —Espero que no. La sangre es difícil de limpiar. Viktor cerró los ojos y Renee podría haber jurado que contaba hasta diez. —Intentémoslo de nuevo. ¿Por qué estabas gritando, Renee? —El agua está caliente. —Aún de pie bajo la ducha caliente, ella volvió la cara hacia él, disfrutando de la decadencia.

—Agua fría, por supuesto. Cuando nos limpiaban con la manguera, o las pocas veces que se me permitió usar una especie de ducha, la temperatura nunca estuvo cerca de esto. Esto es hermoso. —Ella suspiró mientras echaba la cabeza hacia atrás disfrutando del agua que aun corría. Él tragó saliva lo suficientemente fuerte como para que ella lo oyera. —Ya veo. ¿Así que no me necesitas? —No lo creo. —¿Ya te lavaste la espalda y el pelo? Volviéndose, ella le entregó su espalda y miró por encima de su hombro. —Los enjuagué. ¿Los ves limpios? —Ella no entendió la opresión de su mandíbula, o la mirada caliente de sus ojos. ¿Estaba enojado porque ella sabía tan poco? ¿O estaba usando toda su agua caliente inadvertidamente? Era una pena. Ella no se saldría todavía. —Debes usar el jabón y el champú para conseguir limpiarte de verdad. —Él señaló una esquina donde algunos recipientes de plástico en miniatura estaban en fila.

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—Por supuesto que está caliente. ¿Qué esperabas?

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El Club de las Excomulgadas Sosteniendo una botella pequeña, ella lo miró con recelo. —¿Cómo funciona? —¿Nunca te has lavado el pelo antes? Ella se encogió de hombros. —Si llegábamos a estar demasiado sucios, y la manguera no funcionaba, nos cortaban el pelo.

—No te cortaremos el pelo. Dame eso. Al arrebatarle la botella, su mano tocó brevemente su piel, y ooh, eso envió un escalofrío a través de ella, cuando él se volvió y la colocó de espaldas hacia él. Un momento después, sintió sus dedos en su cabello, masajeando las hebras y su cuero cabelludo. Ella se puso de puntillas, y un ronroneo feliz se vertió de su boca. —Creo que eso debe ser bueno —dijo él con la voz engrosándose. Él la empujó bajo el agua y la espuma blanca se encontró con sus ojos. Ella chilló. —¡Arde! ¡Ay! ¡Ay! Estoy ciega. —Tanto por confiar en que no la lastimaría. —No seas bebé. Sólo es jabón. Cierra los ojos y enjuágate la cara. Se detendrá en un minuto. —Pero arde —gimió ella, sus ojos se arrugaron apretándose, picando de forma desagradable. Un susurro de movimiento y él estuvo detrás de ella en la ducha. Ella se volvió a ciegas, buscando la seguridad de su pecho, y se encontró con su piel desnuda. Instantáneamente se sintió cómoda.

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Un ruido bajo, medio gruñido, medio desconocido, rodó de su garganta.

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El Club de las Excomulgadas —Dame un segundo para enjuagarlo. —Él le movió la cabeza bajo el agua, con sus dedos enredados por su pelo mientras murmuraba—. Sólo queda un poco más de jabón. Mantén los ojos cerrados. El agua cayó sobre su rostro. El dolor en sus ojos menguó. Ella se permitió relajarse y tomó nota de su situación. Era algo único que no se acercaba a la definición. Piel desnuda, la piel de Viktor, un extraño calor inundó sus venas. Un cosquilleo le pegó entre las piernas y pareció natural acurrucarse más cerca de él, las puntas de sus pezones presionaron contra su pecho. Su eje, atrapado entre sus

Sus manos descendieron desde su cuero cabelludo para deslizarse sobre su espalda, hasta su cintura. Por un momento, él la sostuvo y el calor creció en su interior. Ella inclinó la cabeza hacia atrás, no muy acostumbrada a su altura, y abrió los ojos. Sus labios se separaron cuando ella captó su mirada. Entrecerrada e intensa, su mirada franca la devoraba. Fijándola en su lugar con su intensidad. Él se inclinó hacia ella, y ella contuvo el aliento, esperando que la besara. Deseando que lo hiciera. —Creo que estás limpia —dijo él en voz baja. Al salir de la bañera, él tomó una toalla del gancho en la pared y se la puso alrededor de sí mismo, ocultando la parte inferior de su cuerpo. Aturdida, confundida, y anhelando algo que no podía definir, Proyecto, no, soy Renee ahora, aturdida, cerró el grifo y tomó la toalla que él le ofrecía. Él desapareció mientras ella la enrollaba alrededor de su figura. ¿Qué pasó? O más bien, ¿qué no pasó? Él casi la había besado. Ella lo sabía, incluso a pesar de su falta de experiencia. ¿Por qué se detuvo?

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cuerpos, se hinchó, y no había nada frío acerca de éste.

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El Club de las Excomulgadas La dureza de su erección decía más que las palabras del hecho de que la encontraba atractiva. Pero, él se alejó. Y maldita sea, tenía que averiguar por qué. Deseaba entender lo que sentía. Y por qué. ¿Era normal que ella quisiera tocarlo otra vez? ¿Qué anhelara estar en su contra, piel con piel? ¿Desear que sus labios tocaran los de ella? Tenía tantas preguntas. Tantas nuevas sensaciones y sentimientos atravesando su cuerpo y su mente. Su escaso conocimiento del mundo y de la gente nunca la había preparado para alguien como Viktor, un hombre que despertaba sus

Ojalá tuviera a alguien a quién preguntarle. Alguien con quien hablar. Pero, ¿quién respondería a sus preguntas? O mejor aún, ¿quién le enseñaría las respuestas? Sólo un cocodrilo de sangre fría lo haría. Ella marchó tras él.

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sentidos en formas hasta ahora desconocidas.

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El Club de las Excomulgadas

Capítulo Seis Viktor se paseó por su habitación. Se había vestido con pantalones vaqueros y una camiseta, más ropa de la que usualmente llevaba en casa, pero necesitaba la tela. La necesita como una armadura para tratar de encubrir el recuerdo de cómo el cuerpo de Renee se había sentido presionado contra el suyo. Había ido corriendo hacia el cuarto de baño con la intención de salvarla. En cambio, casi había perdido una batalla con su cuerpo. No podía borrar de su mente caderas anchas brillando con humedad, rogando ser lamida. Su cabello, escurrido hacia atrás, definía sus rasgos delicados y le hacía parecer una ninfa de agua. Él quería caer de rodillas y adorarla. Debería haber escapado en ese mismo momento. Correr lejos y rápido. Llamar a un reemplazo. Haber hecho otra cosa más que poner sus manos sobre ella con el pretexto de ayudarla a lavarse el pelo. Ella casi había ronroneado con su toque, y él tan fácilmente la había imaginado haciendo ese ruido por una razón completamente diferente. Por una razón carnal. Quiero hacer cosas malas con ella. O cosas buenas, dependiendo de cómo se viera. El jabón en sus ojos y su subsiguiente pánico lo sacó de sus pensamientos por un momento, o al menos eso pensó, hasta que se encontró en la ducha, con sus curvas desnudas frotándose contra él. Cuando ella inclinó la cabeza hacia atrás, mirándolo con sus fascinantes ojos dorados, había querido besar esos labios expectantes. Podía ver en su expresión que ella quería que lo hiciera. Quería que él se aprovechara de su buena voluntad. ¡No puedo!

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la vista exquisita de su cuerpo pálido. Su forma femenina de pesados pechos y

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El Club de las Excomulgadas Los operativos no follaban con las víctimas. Los buenos agentes no dejaban que su lujuria se metiera en el camino de su misión, una misión que implicaba la protección de Renee hasta que encontrara un alojamiento mejor. Y mi dormitorio no es ese lugar, a pesar de que su piel cremosa se vería muy bien abierta encima del edredón plateado enroscado en mi cama. Con un gruñido de disgusto, huyó de su presencia hasta su habitación, sumergiéndose en su ropa, en un intento de olvidar su toque, pero incluso allí todavía estaba obsesionado. No podía dejar de imaginársela. De sentir lujuria por ella. No tenía ningún sentido. Su cuerpo, por lo general tan frío y obediente, se

Tal vez ella tenía un virus. Algo del laboratorio que habría saltado sobre él. Sí. Eso tenía más sentido. Cualquier excusa para negar lo que ella le hacía sentir. Ahora, si tan sólo la cura no implicara saltar sobre sus huesos. Tendría que hablar con el médico acerca de un remedio menos carnal. Mientras tanto, necesitaba una distracción. Puesto que carecía de un compañero de entrenamiento, tendría que confiar en la cocina, sumergirse en la precisión de medir y preparar un banquete. Antes de que pudiera llegar a la cocina, ella apareció, envuelta sólo en una toalla. A la mierda con la cena, vayamos directamente al postre. —¿Por qué no estás vestida? —espetó él. Preferiblemente, algo con hebillas que fuera desde su cuello hasta sus tobillos. —No me trajiste la camiseta que prometiste. Y no puedo volver a ponerme la bata sucia. Huele mal. —Arrugó la nariz. Instantáneamente disgustado, él se lanzó de nuevo a la habitación y tomó la camisa más pequeña que pudo encontrar y un par de pantalones de chándal con cordón. Dándose la vuelta, descubrió que ella lo había seguido.

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había sonrojado de calor, como si tuviera fiebre.

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El Club de las Excomulgadas Renee pasó una mano por su edredón. —Esto es lindo —dijo—. Y tan grande. Pensé que mi cama era grande, pero esta es enorme. ¿Enorme? Él le mostraría lo que era enorme. Se sacudió el pensamiento sucio. —La tuya es de dos plazas, mientras que ésta es de tamaño familiar. —Un montón de espacio para pelear desnudo.

—Gracias. Para su consternación y placer, ella dejó caer la toalla, mostrando una vez más su patrimonio con curvas. Un caballero habría mirado hacia otro lado, pero este cocodrilo se encontró hipnotizado por los rizos rojos en la V de sus muslos. Afortunadamente, ella rompió el hechizo cuando dejó caer su camisa sobre su cabeza, con su forma y tamaño cubriéndola hasta medio muslo. Pero el recuerdo de su gloriosa perfección se mantuvo quemando sus retinas. Ella se sentó a los pies de su cama, pero antes de que pudiera levantar sus piernas para tirar de sus pantalones, y darle una visión aún más interesante, él huyó hacia la seguridad de la cocina, con su respiración agitada como si hubiera corrido una carrera. Tenía sentido. Una carrera para alejarse de la tentación. Cuando Renee entró un momento después, él todavía tenía la cabeza metida en el congelador. —¿Qué estás haciendo? —preguntó ella a su espalda. ¿Bajando su temperatura corporal? Probablemente no era la respuesta correcta para dar. —Buscando la cena. ¿Te gusta el marisco?

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—Aquí tienes. —Empujó la ropa hacia ella y esperó a que se fuera.

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El Club de las Excomulgadas —No lo sé. ¿Qué es? En lugar de explicárselo, se lo mostró. El acto preparar la comida mantuvo sus manos y ojos ocupados. Ella se sentó en un taburete, haciendo preguntas y observaciones. Él mantuvo sus respuestas cortas y simples, tratando de actuar como lo haría normalmente, pero su arrogante comportamiento no la detuvo de comentar sobre todo lo que había en la habitación. —¿Qué es eso?

—Hace un café especial. —He oído hablar de eso. ¿A qué se sabe? —Te lo mostraré por la mañana. No quiero que la cafeína te mantenga despierta. —No. Quería que ella durmiera. En su propia cama. Sola. Cuando por fin sirvió la cena, puso su plato en un extremo de la mesa del comedor, y el suyo en el otro. Con cerca de dos metros de madera entre ellos, sin contar los centímetros de más en sus pantalones, él se relajó un poco, hasta que se ahogó con su siguiente pregunta. —¿Mi cuerpo es repulsivo? Un ataque de tos, un trago de agua y unas cuantas respiraciones profundas más tarde, se las arregló para decir: —¿Qué dijiste? —Te pregunté si mi cuerpo era repulsivo. O inadecuado. No. La había oído correctamente. —¿Por qué preguntas eso?

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Él se asomó y vio que señalaba su máquina de café expreso.

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El Club de las Excomulgadas —Bueno, mientras estuve en el calabozo, fui la única a la que los guardias nunca le hicieron proposiciones. Incluso la masa amorfa obtenía algo de acción. Y luego, en la ducha, pensé que ibas a besarme, pero no lo hiciste. Por lo tanto, no fue violada durante su cautiverio. Bien, esa era una buena noticia. Ahora, cómo explicarle que la encontraba muy atractiva. —Eres una mujer hermosa. Pero besarte sería un error. —¿Por qué?

Ella ladeó la cabeza y lo miró con curiosidad. —Pero me rescataste, así que ya no lo soy. —Todavía estás ajustándote al mundo real. —¿No es el sexo una parte de eso? ¿O es un tabú? ¿Hay algunas cuestiones culturales que debo tener en cuenta? Sé eso por los libros que leí cuando era más joven que hablaban de matrimonio. ¿Es por eso que no me besas? ¿Por qué, oh por qué, tenía que tener esta conversación? —No todo el mundo se casa antes de tener sexo. En cuanto a nuestra cultura, algunas personas piensan que la relación sexual es algo que debe ser compartido con alguien muy especial. Otros disfrutan del placer de hacerlo. Depende de la persona. —¿A qué grupo perteneces tú? ¿Dónde estaba el enemigo para matarlo cuando lo necesitaba? —¿Tenemos que hablar de esto? Los ojos dorados lo leyeron.

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—Porque eres una víctima.

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El Club de las Excomulgadas —¿Estoy haciéndote sentir incómodo? No quise hacerlo. Sólo tengo muchas preguntas. —Esto es algo que debes hablar con otra mujer. —Pero no conozco a otra mujer. Y confío en ti. —Sus ojos se abrieron de repente en estado de shock—. ¿Esa es la razón por la que no me besaste, porque estás casado con alguien? ¿Ya tienes una pareja? —No. —Él pudo ver que su lacónica respuesta no respondió a la pregunta joven. —La diferencia era de doce años, además de la ingenuidad de su encarcelamiento. Ella se merecía algo mejor que un viejo cocodrilo como él, aunque pudiera derribar a hombres más jóvenes para avergonzarles con su fuerza y habilidad. Y no se refería sólo en la batalla. Ella hinchó el pecho. —Tengo veintiséis. Más allá de la edad en que la mayoría de las mujeres descubren su sexualidad. —¿Y cómo lo sabes? —Amelie dijo que perdió su virginidad a los dieciséis años. Es casi inaudito que una mujer en sus veinte nunca haya estado con un hombre. —¿Y quién es Amelie? —Ella solía vivir en la celda contigua a la mía hasta que la trasladaron a otra instalación. —Tu amiga estaba equivocada. No hay nada malo en ser una inexperta a tu edad. —En el pantano, la haría más caliente. —Pero no quiero ser inexperta. ¿No me puedes enseñar?

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de sus ojos—. No te besé porque no eres sólo una misión, eres… eres demasiado

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El Club de las Excomulgadas ¡Infiernos, sí! Espera, no. —Renee, no puedes simplemente hacerle una proposición como esa a un hombre. —¿Por qué no? Quiero aprender. Dijiste que me enseñarías. —Ahí estaba ese labio obstinado de ella, sobresaliendo adorablemente de nuevo. A pesar de la inocencia de su demanda, él no pudo evitar una oleada de lujuria.

mientras la llevaba al orgasmo—. Mira, cuando tú y tu amiga tuvisteis esa charla, ¿no te explicó que las personas tienden a elegir a alguien más cercano a su edad para tener intimidad con él? —Maldita sea. ¿Alguien, por favor, podía matarlo ahora? No quería tener esta conversación. —¿Qué tiene la edad que ver con eso? —Así es como es. Si decides involucrarte con alguien —sobre su cadáver reptiliano—, entonces debes hacerlo con alguien joven como tú. No con un viejo como yo. —No te ves viejo. El cumplido no debería haberle complacido. Pero lo hizo. Él aplastó su pavoneo de satisfacción. —Aun así lo soy. Ya basta de esta conversación. No es apropiada. Come. Ella detuvo las preguntas, la del tipo oral de todos modos, pero a medida que comía, él captó sus miradas. Cuando la comida terminó, y la vio bostezando, saltó sobre la oportunidad de ponerla a dormir. Sola. Las criaturas de sangre fría no se acurrucaban. Nunca.

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—Dije que te enseñaría a pelear no a... —Desnudarse y gritar su nombre

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El Club de las Excomulgadas Acompañando a Renee a su habitación, le dio las buenas noches de forma brusca antes de escapar. Sin embargo, incluso mientras trabajaba, accediendo a la red de la CUP para comprobar los informes de la situación sobre su incursión y sobre las otras víctimas, no pudo evitar que su mirada se desviara hacia la puerta cerrada del dormitorio. A pesar de la misión, y del conocimiento de que ella se aferraba a él por un sentimiento de alivio, no podía evitar desear haberla conocido bajo circunstancias diferentes, cuando era más joven, menos cínico, menos él.

Renee se despertó sintiéndose más renovada que nunca, la cama en que había dormido había sido una absoluta delicia. Para su sorpresa, a pesar del tumultuoso día, se había dejado caer directamente, y no había tenido ningún sueño. Estirándose bajo su capullo de mantas, notó el brillo dorado arrastrándose alrededor de los bordes de la cortina. Curiosa, se deslizó fuera de la cama y caminó con sus pies descalzos hacia la ventana cubierta. Se asomó por el borde de la cortina, y se mordió el labio para no gritar y atraer corriendo a un Viktor en pánico. Por otra parte, tal vez debería soltar un chillido para ver si llegaba desnudo otra vez. No. A pesar de lo mucho que le encantaría ver su carne morena, preferiría que sucediera voluntariamente. Pero antes de que eso sucediera, tenía que cambiar su percepción de ella. Él era un guerrero. Si quería que la viera como algo más que a una víctima, tenía que encontrar su valentía, comenzando ahora, con una ventana espeluznante. A pesar de su temblor, se obligó a mirar. Brillante. Cegador. Hermoso. El sol se elevaba sobre las cimas de los edificios en una amplia gama brillante de colores que adormecía el borde de su miedo a la inmensidad del mundo exterior. Su primer amanecer. Y no la envió gritando a esconderse bajo la manta, o en busca de un pecho.

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*****

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El Club de las Excomulgadas Estoy haciendo progresos. Deseosa de compartir su valentía, se deslizó de su habitación y salió al pasillo para buscar a Viktor. Con pies sigilosos, se coló hasta el borde de su cama y se detuvo, conteniendo la respiración, mientras se permitía absorber su visión, vestido con pantalones cortos solamente, despatarrado encima de la cama. Su tensa y bronceada piel yacía ante ella. La parte inferior de su vientre hormigueó y por alguna extraña razón, tuvo ganas de saltar y morder su carne apetecible. Y así lo hizo. Pero ni bien aterrizó sobre él, lo encontró girándola sobre su

El shock hizo que él abriera mucho los ojos. —¿Qué diablos...? —Buenos días —dijo ella alegremente. —¿Sabes que podría haberte matado? —Podrías haberlo hecho, pero no lo hiciste. Él suspiró. —Renee, soy un asesino entrenado. No puedes saltar furtivamente sobre mí, no es una buena idea. No era bueno para los chicos malos. Ella sabía que él no le haría daño. — Eres rápido. —¿Hay alguna razón por la que hayas saltado sobre mí? ¿Porque quería darle un mordisco? Mmm. Tal vez debería mantener eso para sí misma, por ahora. Ella le dio la primera razón. —Vi el sol levantarse.

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espalda, y él estuvo encima de ella, con una pistola en su cabeza.

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El Club de las Excomulgadas —¿Te dio miedo? —No. Fue bonito. Pensé que debía decírtelo. Una extraña expresión cruzó su rostro antes de que su cabeza bajara, y su frente tocara la de ella. —Oh, Renee. ¿Qué voy a hacer contigo? Un golpe familiar contra su montículo la hizo menear sus caderas y un

—Sé lo que me gustaría hacer, pero tú dijiste que no. —No tienes ni idea de los límites. —Él sonaba tan afligido. Ella se preguntó la causa. —¿Hice algo mal? Rodando fuera de ella, Viktor se sentó en el borde de la cama, de espaldas a ella. —No. Sí. No deberías saltar en las camas de hombres extraños. —Pero tú no eres un extraño. —Me has conocido por un día. —¿Cuántos días deben transcurrir antes de que no seas un extraño, entonces? —Renee. —Él dijo su nombre con una nota de exasperación que ella conocía muy bien. ¿Cuántas veces lo había escuchado durante su encarcelamiento? “¿Qué quieres decir con que no puedes cambiar?” “¿Por qué este sedante no te deja inconsciente?” “Este no es el momento de hacer el baile del pollo”.

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escalofrío le atravesó el centro.

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El Club de las Excomulgadas —¿Qué? Estoy tratando de aprender, pero en realidad, ¿cómo esperas que eso funcione si no me das respuestas? —Yo no soy el profesor adecuado para ti. —Pero yo sería una buena estudiante. —Por alguna razón sus palabras le hicieron gemir. —Tenemos que ir a la oficina.

—¿Nosotros? ¿Quieres decir que tengo que ir también? —Es lo que significa por lo general —dijo él. Se puso de pie y se dirigió a la cómoda para sacar una camiseta. Una pena. Realmente se veía mucho mejor sin ella. Ella aplaudió con las manos. —Oh hurra. Iremos a una aventura. Aunque, espera. —Su entusiasmo explotó—. ¿Significa eso que tenemos que ir en coche otra vez? —Sí. Un delicioso desayuno, otra ducha caliente y un millón de preguntas más, a las que Viktor respondió con monosílabos, y estuvieron en camino a la oficina de la CUP. Parecía que su valentía de haber visto la salida del sol mientras estaba tras la seguridad de las paredes no se extendía a la realidad de las actividades al aire libre y al cielo azul brillante. Tampoco había disfrutado del caos de conducir por las calles atestadas de otros vehículos, de bocinas y de desviarse para llegar a diferentes lugares. O esa había sido la excusa que había usado para justificar saltar al regazo de Viktor, abrazándolo con fuerza y hundiendo la cara en el hueco de su cuello.

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Él cambió de tema, y funcionó.

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El Club de las Excomulgadas Cualquiera que fuera la verdadera razón, ella disfrutaba del refugio de sus brazos e ignoró las risitas de su conductor. Pero sonrió para sí misma cuando alcanzó a ver a Viktor agitando un dedo entre los asientos en un gesto muy grosero. Una vez que llegaron y se estacionó en el mismo callejón que el día anterior, Viktor salió primero del vehículo, con una mano en la culata de su pistola mientras revisaba el área. Le había explicado en el camino que durante ese tiempo sólo su oficina tenía acceso a la entrada trasera, y era vigilado por las cámaras del lugar, aunque todavía debían ser cautelosos.

deslizó fuera del coche, pero los dedos de sus pies nunca tocaron el suelo. Sus pies estaban vestidos sólo con las delgadas zapatillas que él le había dado el día anterior, porque los zapatos de Viktor eran demasiado grandes para ella, Renee saltó a sus brazos y soltó una risita mientras Viktor la tomaba en sus brazos y corría hasta los mismos escalones del día anterior. Uno, dos, tres... Contó mientras subía las escaleras. A medida que el número aumentaba, más y más, su admiración por su resistencia creció. ¡Él era fuerte! Y no era viejo como había afirmado considerando que su aliviado conductor era más joven y estuvo resoplando antes de llegar a la mitad del recorrido. Entrando en el área principal de la CUP sobre sus propios pies, ella no dijo ni una palabra cuando, una vez más, unos extraños la miraron fijamente. Pero con los dedos de Viktor en los de ella, porque no lo soltó, no se preocupó de que alguien le hiciera daño. Una hermosa mujer rubia, detrás de un mostrador grande y curvado, levantó la mirada cuando se acercaron. —Buenos días, Viktor, e invitada. Jessie ha estado esperando por ti en el departamento de tecnología. Dice que podría tener alguna noticia de tu amiga. Renee frunció el ceño ante la inflexión y Viktor frunció el ceño.

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Declarando que todo estaba despejado, Viktor le tendió la mano y ella se

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El Club de las Excomulgadas —¿Está Kloe aquí? —Todavía no. Está visitando a las víctimas del laboratorio y no la esperamos durante algunas unas horas más. —Dile que necesito hablar con ella cuando llegue. ¿Sobre qué?, se preguntó Renee mientras él la remolcaba a lo largo de una serie de pasillos hasta que entraron en un gran espacio repleto de ordenadores. Sólo una sola persona ocupaba la zona, y golpeaba rápidamente un teclado mientras las

—Estoy aquí. ¿Qué tienes? —dijo Viktor cuando Jessie no notó inmediatamente su llegada. Un giro de la silla y Jessie los enfrentó. —Ahí estás. Te tomó bastante tiempo. ¿Alguien tuvo una larga noche? — Jessie sonrió a Viktor, quien gruñó en voz baja sobre cisnes que necesitaban ser puestos en su lugar—. Oye, roja. Encantada de verte de nuevo. Sonriendo, Renee le devolvió el saludo con un gesto de la mano. —Mary dijo que tenías noticias —dijo Viktor. —Así es. Y no. También conocido como bueno y malo. Los dedos de Renee se apretaron alrededor de los suyos. —¿Cuál es la mala noticia? —preguntó él. —No he podido encontrar un nombre para ella. —Ya tengo uno. Renee. ¿No es bonito? Viktor me lo dio. El nombre. Al parecer, soy demasiado joven para que me enseñe sobre sexo. —Radiante, no entendió por qué su anuncio hizo que él se golpeara la cabeza contra la pared.

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líneas de galimatías se desplazaban a través de la pantalla.

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El Club de las Excomulgadas Jessie se atragantó y se giró lejos de ellos, con los hombros encorvados y temblando. —¿Está bien ella? —susurró Renee. En las celdas, cuando alguien temblaba, por lo general significaba que algo malo sucedería. O grave. Significaba que estaba a punto de lanzar su vómito como un proyectil, o peor. —Ella está bien, por el momento, pero no puedo dar fe de su estado más tarde —gruñó él—. ¿Qué otra mala noticia tienes?

—Renee tiene definitivamente veintiséis años de acuerdo con su expediente médico, y si se le puede creer, ha estado bajo su custodia durante catorce años. —El espécimen con la vida más larga. Hurra para mí. —Renee hizo un puño como había visto a los científicos hacer cuando lograban algo. Eso no quitó la mirada atónita de la cara de Viktor. —¿Catorce años? ¿Cómo podríamos no haber sabido que esto estaba pasando? Jessie se encogió de hombros. —El Cerebro sólo ha incrementado la investigación y el secuestro en los últimos años. Antes de eso se trataba con un cambia-formas aquí o allá. De acuerdo con los archivos que he recuperado, todas sus víctimas, a excepción de las que rescatamos, murieron en algún momento, por lo general durante el primer año más o menos. Renee es la única que sobrevivió a todas las pruebas. —También sobreviví a las drogas. A un montón de medicamentos. Algunos de ellos eran bastante agradables, como el que me hizo ver todo como arco iris. — A ella también le gustaba pensar que podía volar hasta que se despertaba con la nariz rota.

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Su voz todavía estaba un poco ahogada cuando Jessie respondió.

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El Club de las Excomulgadas —Voy a matar algo. —Viktor golpeó su puño contra la pared, dejando una abolladura

impresionante.

Al

parecer,

insatisfecho

con

su

improvisada

remodelación de la sala, la golpeó una y otra vez. —¿Por qué está tan enfadado? —le preguntó Renee a Jessie. —No está enfadado. Se expresa de manera física, lo que realmente está fuera de lugar. —Jessie casi gritó la última parte. Con una respiración profunda, y cuadrando los hombros, Viktor dejó la

—Lo siento. La mano me picaba. —¿Rascarse no funciona mejor? —Olvida lo que hice. ¿Alguna otra mala noticia? —En realidad no. El dato siguiente que descubrí, podría ser considerado bueno, y es que ella tiene inmunidad a la mayoría de los medicamentos, anestésicos, incluso básicos, desde algo conocido como el incidente. —¿Qué incidente? —espetó él. —No lo sé —dijo Jessie, agitando unas hojas hacia él—. No he logrado descifrar esa parte de la base de datos todavía. Dos pares de ojos se giraron en su dirección, con una pregunta clara. Renee suspiró. —No es un asunto tan importante. Accidentalmente caí a un tanque de residuos radiactivos. —¿Qué hiciste qué?

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pared en paz y se enfrentó a ellas.

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El Club de las Excomulgadas —Caí. Era torpe en mi juventud y estaba aburrida. Pensé en jugar a la mancha con el médico y me deslicé de mis ataduras. Yo estaba ganando, hasta que me caí. —No fue uno de sus mejores momentos. Viktor pareció a punto de estallar y Jessie puso una mano en su brazo cosa que a Renee no le gustó en absoluto. Ella se giró de lado, con el pelo erizado y gruñó en voz baja. Jessie retiró la mano y la puso en su regazo.

—Me sacaron, pero no antes de que tragara un montón de ello. Estuve enferma durante semanas. Mi pelo se cayó. Perdí todos los dientes, que afortunadamente volvieron a crecer. Perdí un poco de piel. No fue un momento bonito para mí. Pero, por el lado bueno, cuando estuve mejor, mi acné se aclaró y nunca regresó, oh y casi ninguno de sus medicamentos funcionaba, especialmente los sedantes, lo que los volvió completamente locos. —¿Es por eso que no puedes cambiar de forma? —le preguntó Viktor. Ella se encogió de hombros. —Tal vez. Pero no me acuerdo de haber cambiado incluso antes del accidente, así que quizás fui defectuosa de nacimiento. No creía que con la forma en que él la estaba fulminando con la mirada, fuera el momento adecuado de decirle que no recordaba mucho de cualquier cosa desde antes del incidente. Un día, ella simplemente despertó en el laboratorio. Como el Proyecto X081, sin madre, ni padre, ni amigos. El Cerebro proclamaba haberla creado. “Yo te hice, por lo tanto te poseo”, la diminuta figura lo había afirmado en más de una ocasión. La única cosa que Renee nunca había entendido era que si ellos la habían creado, entonces ¿de dónde venían los sueños? Los sueños en los que corría a

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—¿Qué pasó después?

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El Club de las Excomulgadas cuatro patas por el bosque. Sueños de una mujer con el pelo cobrizo y una gran voz que tendía los brazos para atraparla. La tarta rematada con velas que vacilaban ante ella mientras alguien cantaba una canción. Si la habían hecho de una botella, si había crecido en una cubeta, entonces ¿cómo podía ver estas cosas? ¿Cómo las conocía? Asustada de que ellos le arrebataran sus sueños, no se lo dijo a nadie. E incluso ahora, mientras Viktor y Jessie hablaban en voz baja acerca de los descubrimientos realizados en los equipos del laboratorio, Renee se mordió la lengua. Temía perder sus pedazos de fantasía. Su sueño ilusorio de que las Proyecto, un cambia-formas Frankenstein como el médico la había llamado en tono de broma. Tal vez haya alguien ahí afuera que ya me ama.

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imágenes significaban algo, que significaban que tenía una familia y no era sólo un

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Capítulo Siete Viktor estuvo pendiente de Renee mientras ella se aburría cada vez más de la discusión y efectivamente le permitió que él se paseara por la habitación. La furia al escuchar el tiempo que el Cerebro la había tenido como víctima no disminuyó. Él quería matar algo. Un montón de cosas. Quería sacudir a Renee y preguntarle cómo podía actuar tan displicente sobre la situación. Bromear acerca de los medicamentos que tomaba. Culpar a su torpeza de caer en una tina radiactiva. que habían hecho con ella? Él lo hacía. Y la ayudaría a vengarse. —¡Vi-i-k-t-t-o-r-r! ¿Dónde estás? ¡Voy a encontrarte, Viktor! No puedes esconderte de mí. —Las exuberantes exclamaciones le alcanzaron un segundo antes de que Renee se estrellara contra su espalda, envolviendo sus brazos alrededor de su cintura tan apretadamente como una anaconda. No la culpaba. Sabiendo quién había llegado, él querría ocultarse también. Su ex-compañera, una conejita saltarina que volvía locos a todos, pero que pateaba traseros en el campo, se metió en la habitación y lo derribó de un abrazo. —Viktor —gritó Miranda—. ¡Te extrañé! —Pensé que estabas en una zona remota, permaneciendo fuera de la vista — dijo él, sufriendo con su abrazo. Las malditas criaturas del bosque se sentían tan delicadas. Y a su zorrita tampoco le gustaba, a juzgar por el gruñido contra su columna. —Tuve que volver. Órdenes del doctor. Y necesitamos más pastel de zanahoria. La panadería local no tiene, lo que es tonto porque a junior realmente le gusta y harían toda una fortuna conmigo —dijo Miranda acariciando su vientre redondeado de embarazada.

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¿Acaso no se tomaba nada de ello en serio? ¿Cómo no se quemaba de rabia por lo

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El Club de las Excomulgadas —¿Dónde está Chase? —¡Miranda! —El grito familiar de su compañero hizo que la conejita rodara los ojos. —En la oficina de Jessie, oso de miel —gritó ella—. Estoy hablando con Victor. Y como de costumbre, ella pronunció mal su nombre. Su nombre era Viktor, no la versión más suave Americana de Victor. Pero había abandonado años atrás el

Mientras Miranda se asomaba sobre su izquierda, luego a la derecha, tratando de echar un vistazo de Renee, quien se negaba a levantar la cabeza de su escondite, Chase entró caminando atropelladamente en la habitación. Un oso pardo, no sólo como animal, sino también en su forma humana, frunció el ceño a todos menos a su compañera. —¿Quieres dejar de alejarte de mí a saltos? ¿Cómo se supone que voy a proteger tu peludo trasero si no te quedas quieta? —Te dije que el ascensor no era tan rápido. —Miranda sonrió. Chase gruñó, y Viktor suspiró. Había conseguido acostumbrarse a la tranquilidad al estar Miranda de año sabático. Unas vacaciones forzadas en realidad, dado que ella quería trabajar en el caso del Cerebro, pero debido a que el psicópata realmente quería conseguir poner sus mugrientas manos en la coneja de dientes de sable y en su hijo no nacido, habían considerado más seguro ponerla bajo vigilancia. Con su compañero, su suegro y su suegra, que era aún más fuerte, velando por Miranda, sólo un loco intentaría algo. Bueno, el Cerebro, al estar loco de remate había intentado secuestrarla en realidad, pero ellos habían frustrado el intento. Los Agentes de la CUP se habían impuesto y Miranda, su bebé y todo el mundo estaba seguro, siempre y cuando nadie le pusiera una mano encima al pastel de zanahoria.

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tratar de que lo pronunciara correctamente.

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El Club de las Excomulgadas —Deberías haberte quedado en tu casa de seguridad —le advirtió Viktor. Miranda puso los ojos en blanco. —Oh, por favorrrr. —Arrastró la palabra de forma espectacular—. ¿Alguna vez has estado encerrada con tres osos en una casa sin miel o pastel de zanahoria? —Ella se aburrió —comentó Chase, secamente—. Personalmente, la parte de dormir me pareció muy reparadora. —¿Ves lo que he tenido que aguantar? —Miranda bajó la voz a un tono una locura. Yo sólo necesito unas buenas cinco o seis. —Porque eres hiperactiva —comentó Jessie. Miranda le sacó la lengua al cisne que hizo un sonido parecido a la risa. —Oye, ¿quién hizo una fiesta y no me invitó? —Mason apareció en la puerta con una gran sonrisa. Le dio una palmada a su hermano, Chase, en la espalda, un golpe duro que no movió al gran hombre—. Ja. Sabía que Miranda no duraría ni una semana en la casa de seguridad. Me debes veinte dólares. —Los estúpidos agentes encargados deberían haber traído más comida. Las conejitas embarazadas son pozos sin fondo, al parecer. —Gruñendo, Chase buscó en su bolsillo y de mala gana le entregó un billete arrugado. —¿Apostaste por mí? —preguntó Miranda, con las manos en las caderas. —Así es. —Increíble. La próxima vez házmelo saber, y me las arreglaré para que ganes, oso de miel. —Miranda le guiñó un ojo mientras rebotaba sobre las puntas de sus pies.

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conspirador—. ¿Sabías que los osos pueden dormir como dieciséis horas al día? Es

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El Club de las Excomulgadas —¿Quién dice que perdí? Una madre entrometida y paredes finas como el papel —añadió Chase cuando Viktor levantó una ceja ante su extraña declaración. —¡Ack! Exceso de información. Me siento mal —gimió Mason—. No es justo. Acabo de tomar el desayuno, también. Un golpe rudo en las costillas y Mason se calló. Chase sonrió con suficiencia. —¿Por qué tu amiga se está escondiendo? Quiero conocerla. —Miranda la gente nueva, no se movió desde su lugar detrás de él. —Es un poco tímida —dijo Viktor, seguro de que el contorno completo de la cara de Renee marcaría para siempre su espalda, al estar apretándolo con tanta fuerza. —¿Tímida? —Miranda parpadeó y torció la nariz—. Pero soy yo. ¿No le contaste acerca de mí? Me siento herida —exclamó Miranda, aplanando una mano contra su pecho de forma dramática—. Pensé que significaba algo para ti. Unas uñas afiladas se clavaron en su cintura y Viktor luchó por no hacer una mueca de dolor. Le palmeó la mano que actualmente le había dejado un moretón. —Renee, esta es Miranda, mi compañera. —Las garras presionaron más fuerte—. Compañera de trabajo. Está de baja por maternidad con su marido, Chase. La presión cesó. Poco a poco, Renee se asomó por encima de su brazo. —¿Ella es un agente? —Una de los mejores —se jactó Miranda—. Cuando le doy rienda suelta a mi conejita, todo el mundo corre. Una risita escapó de su zorrita.

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todavía se balanceaba intentando echar un vistazo, pero Renee, abrumada por toda

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El Club de las Excomulgadas —¿Eres una coneja? ¿Con orejas largas y cola esponjosa? —No dejes que mi exterior impresionante te engañe. En el interior, soy un depredador mortal. —Con grandes colmillos. Lo sabemos —interrumpió Mason—. Parecida a un cerdo. —¡No es verdad!

Su advertencia no impidió que Miranda moviera un dedo hacia Mason, quien le sopló una pedorreta antes de enfrentarse a Renee, que los veía pelearse con los ojos muy abiertos. —Hola, mi nombre es Mason. Yo también soy un agente de la CUP, y esa sexy técnica friki de allí es mi delicia de chocolate. Tal vez me recuerdas de ayer. Fui parte del equipo que ayudó a liberarte. —Mason le tendió la mano, y Renee la miró, pero no la tocó. —Se supone que debes estrechársela —le murmuró Viktor en voz baja. Liberando su mano de su cintura, Renee deslizo ésta y agarró el apéndice extendido, y lo movió con fuerza antes de dejarla caer como una patata caliente. —Buen agarre. Eres un hombre afortunado, Viktor. —Mason le hizo un guiño. Miranda y Jessie se rieron. Incluso Chase pareció divertido. Viktor, sin embargo, quiso golpear a su compañero de unidad por la observación. ¿Cómo se atrevía a pensar en Renee de una manera sexual? ¿Y en cuan bueno es su agarre? Maldito fuera el oso por poner la pregunta en su cabeza, y peor la imagen de cómo podría averiguarlo. Tal vez llevaría al ruidoso mamífero al gimnasio de entrenamiento más tarde y le mostraría por qué no debía tirar palos verbales a cocodrilos intratables y excitados.

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—No empecéis —gruñó Chase.

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El Club de las Excomulgadas A pesar de su molestia por las insinuaciones crudas de Mason, eso tuvo un beneficio. Más de Renee salió de su escondite, todavía manteniéndose pegada a su lado, pero por lo menos no se acobardó detrás de él, ni lo usó como escudo. —Oh, no eres acaso la cosa más linda —exclamó Miranda—. Pero la ropa se tendrá que ir. La enorme ropa de hombre sólo es para uso doméstico. Una guapa chica como tú necesita cosas de colores y ceñidas para mostrar tus curvas. Viktor, es necesario llevarla de compras. —No tengo tiempo. Tengo algunos informes qué escribir. Gente con quien asustaría con sus numerosos dientes puntiagudos, cualquier cosa para evitar un viaje a una tienda. Como un comprador ávido por internet, compraba todo en línea y pagaba por que se lo entregaran. —Entonces yo la llevaré. —¡No! —Ambos, él y Renee lo gritaron al mismo tiempo, lo que provocó otra ronda de sonrisas que él no apreció. —Me quedo con él —explicó Renee, envolviendo sus brazos alrededor de su cintura y entrelazando los dedos. —Mi trabajo es protegerla —añadió él, sabiendo que había sonado débil en el momento en que salió de su boca. —Claro que sí —dijo Miranda haciendo rodar los ojos—. En ese caso, será mejor que consigas que la oficina te envíe el papeleo a casa, ya que esto podría tomar unas pocas horas. ¿Horas? No. No lo harían. Él era un hombre condecorado militarmente. Un agente con innumerables habilidades. Pero a la conejita embarazada con la mente centrada en una sola cosa no le importaba.

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hablar. Ya sabes. Cosas de trabajo. —Demonios, incluso iría a un dentista y lo

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El Club de las Excomulgadas Poco dispuesto, y sin embargo incapaz de dejar el lado de Renee, y recibiendo la orden de su jefe con una risita, Viktor se vio embaucado para ir de compras. Por ropa. La peor misión jamás emprendida. ***** Renee estaba segura que a Viktor no le había gustado el giro de los acontecimientos. Pero no era su culpa. La rubia loca había insistido en que bastante parecido a lo que las otras mujeres llevaban. Algo que hiciera que los ojos de Viktor la miraran con la misma luz cálida que Chase y Mason tenían cuando miraban a sus compañeras. Cuando Viktor llamó por teléfono a su jefa Kloe, en un intento desesperado por impedir la expedición, ella dijo que no había ninguna cosa que necesitara su inmediata atención y cuando él todavía le rogó por una excusa, ella le había ordenado que se fuera. Custodiada por los osos, una mujer embarazada un poco loca, una Jessie sonriente, oh, y por un cocodrilo ceñudo, Renee terminó metida en un gran vehículo con vidrios polarizados, una mini camioneta, anunció Mason cuando ella la miró. Aunque tenía capacidad suficiente, Renee seguía prefiriendo su lugar en el regazo de Viktor, cosa que por alguna razón, había hecho que Miranda riera tan fuerte que las lágrimas corrieron por sus mejillas. Al menos Renee ya no quería quitarle el cuero cabelludo a la alegre conejita, incluso aunque hubiera escuchado que Chase mencionaba que los conejos hacían las mejores orejeras, una discusión con la que Mason no estuvo de acuerdo reclamando que los cisnes era un mejor lugar donde recostar la cabeza. No entendiendo la conversación, o las risas, ella se relajó de todos modos, y renunció a su plan de mutilar, porque la primera vez que había visto a Miranda entrar y echarse sobre Viktor, había visto todo de color rojo. No ayudaba que la mujer siguiera pronunciando mal su nombre con una familiaridad que hacía que Renee rechinara los dientes. El hecho de que la coneja estuviera unida y fuera inofensiva,

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necesitaba ropa adecuada, y la verdad era que Renee también la deseaba. Algo

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El Club de las Excomulgadas si no te importaba terminar con los dientes doloridos por su dulce personalidad, tranquilizó a Renee, pero no lo suficiente como para querer ir a un lugar donde estuviera a solas con la mujer. Con esa ruidosa coneja saltarina, y un oso pardo como marido o no para acompañarlas, Renee confiaba sólo en Viktor para mantenerla a salvo, porque como ella bien sabía, el Cerebro todavía estaba allí afuera. Una parte de ella se preguntaba si debía hablar y decirles lo poco que sabía. Pero realmente, qué podría añadir a su repertorio de información que no supieran ya. No es como si ella hubiera estado al tanto de las tramas secretas del Cerebro. absoluto que no fuera el rostro inolvidable de la maldad y un maldito acné. Ella guardó silencio a medida que se dirigían a un lugar al que Miranda llamó centro comercial, escuchando las bromas entre las parejas, Jessie había elegido unirse a ellos a la hora del almuerzo, mientras su ordenador descifraba más de la información descargada del laboratorio. Cuando Viktor tranquilamente mencionó su fobia al cielo abierto, Chase, con un asentimiento de la cabeza, condujo a una zona de aparcamiento cubierta con un mar de coches. Se amontonaron fuera del vehículo y Renee sostuvo la mano de Viktor cuando entraron en el lugar de compras, tratando de caminar sin parecer una tonta en las chanclas que Miranda le había dado para que se pusiera. Al parecer, las zapatillas no eran para lugares públicos. Viktor gimió cuando Miranda añadió zapatos a su lista de compras. La gran cantidad de personas que se movían en el centro comercial le provocó un mínimo ataque de pánico y Renee se metió debajo del brazo de Viktor. Su ritmo cardíaco se aceleró mientras sus ojos recorrían las muchas caras. ¿El Cerebro se escondería entre ellos? ¿Los subordinados? ¿Las personas la mirarían, sabiendo que era diferente? —Nadie te hará daño —murmuró Viktor.

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Renee no sabía a dónde había huido el Cerebro. Realmente no sabía nada en

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El Club de las Excomulgadas Ella lo miró a los ojos. —Pero hay tantos. ¿Cómo puedes estar seguro? Miranda soltó un bufido. —Oh, por favor, si no estuviera embarazada, podría derribar a estos humanos por mí misma. Con un poco de ayuda, Viktor también podría. —Vaya, gracias por el voto de confianza —respondió él secamente—. Pero en serio, incluso el Cerebro dudaría antes de actuar frente a los humanos. Todos si me equivoco, para eso tengo mi Magnum. —¿Tienes una Magnum? —preguntó Mason—. Bonito. Yo sólo traje mi Browning. —Raros —murmuró Jessie—. Una buena pistola Taser es todo lo que se necesita. —Los cuchillos son mejores —añadió Miranda. Cuando todo el mundo miró a Chase, él se encogió de hombros. —Estoy chapado a la antigua. Prefiero usar mis puños. Renee parpadeó ante su discusión informal de armas y de violencia implícita. Todos estaban locos. Justo su tipo de gente. Saliendo de debajo del brazo de Viktor, echó los hombros hacia atrás, mantuvo un firme agarre sobre su mano, y los siguió mientras Miranda y Jessie le enseñaban cómo comprar. O, como lo llamaba Mason, hacer gritar a la tarjeta de crédito. Nunca se había divertido tanto en su vida. Al hojear bastidores de ropa, los colores vibrantes saltaron hacia ella, y Miranda balbuceó. Sin rumbo, o al menos eso pareció al principio.

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tenemos un interés en mantener nuestra identidad de cambia-formas en secreto. Y

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El Club de las Excomulgadas —Así que, tú y mi compañero. ¿Qué pasa con eso? —¿Perdón? —preguntó Renee sin comprender la pregunta. Jessie puso los ojos en blanco. —Lo que Miranda está tratando de decir es, ¿si tú y Viktor tienen un asunto? Ya sabes, ¿están saliendo? —O teniendo sexo. Muchas relaciones comienzan de esa forma —agregó

—Viktor me está cuidando hasta que Kloe me pueda encontrar un hogar. —Qué romántico —suspiró Miranda—. Suena un poco como la forma en que terminé con Chase. Excepto, que yo era su conejita asesina, y él era un viejo oso gruñón. Yo salvé su trasero. Él mutiló algunos secuaces para salvar el mío. Algunos pasteles de zanahoria e increíble sexo después, estábamos emparejados y enamorados. —Y revolcándoos por todas partes —agregó Jessie con un bufido—. Es la forma en que terminó noqueada tan rápidamente. —¿Noqueada? —Renee arrugó la nariz ante su expresión. —Embarazada. —Oh. —Renee miró a Jessie—. ¿Y cómo es que tú y Mason terminasteis siendo pareja? —Um, estábamos trabajando en una especie de caso juntos y mi, eh, padre, lo obligó a casarse conmigo. —¿Así que no eres feliz? —le preguntó Renee, desconcertada porque había visto las miradas íntimas y calientes entre Jessie y su oso.

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Miranda sabiamente, una sabiduría empañada sólo por la sonrisa en sus labios.

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El Club de las Excomulgadas —Oh, estamos enamorados y todas esas cosas. Simplemente no soy muy vocal al respecto. —¡Mentirosa! —le gritó Mason desde el otro lado de la tienda donde al parecer estaba espiando—. Es una gritona. Jessie lo fulminó con la mirada. —Y violenta también —añadió él—. Te amo. —Su tímida sonrisa no hizo nada para eliminar la mirada furiosa de su compañera.

Una risita se escapó de Miranda. —Suenas como Chase cuando lo dices así. —Se puso seria—. Pero en serio, Renee, si estás interesada en Viktor, no dejes que su carácter gruñón te mantenga alejada. Un hombre como él merece la pena. Finalmente, alguien que pudiera responder algunas de sus preguntas. —¿Cómo puedo saber si estoy interesada? —preguntó ella, echándole una mirada a Viktor que estaba en la puerta de la tienda, con los brazos cruzados y el ceño fruncido. A pesar de su actitud feroz, notó que las mujeres le echaban miradas de apreciación. Eso no le gustó ni un poco. —A juzgar por la forma en que estás asesinando con dagas mortales a las damas que lo están observando, yo diría que estás interesada. —Pero él no lo está —respondió ella con los hombros caídos—. Piensa que soy demasiado joven. Jessie soltó un bufido.

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—Es un oso muerto —gruñó Jessie.

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El Club de las Excomulgadas —Puede ser que diga eso para ayudarse a sí mismo a mantener sus manos fuera de ti, pero confía en mí, está interesado. Si no lo estuviera, no sólo ya te habría encontrado un lugar para quedarte, sino que no habría venido de compras. —Vino para mantenerme a salvo. Miranda y Jessie se miraron antes de estallar en carcajadas. —¿Qué es tan gracioso? —Preguntó Renee. —Estás conmigo, Mason y Chase. Entre los tres, incluso conmigo sus habilidades técnicas y podríamos apoderarnos de este centro comercial. —Olvídate sólo del centro comercial —resopló Jessie—. Poseeríamos a esta ciudad. —Entonces, ¿vino porque le gusto? —La idea exaltó mucho a Renee y lo miró otra vez para encontrar sus ojos en ella. Ella sonrió, e ignoró los codazos cuando él le regresó la sonrisa, con un movimiento ligero de labios, pero aun así, para ella. Pero, ¿cómo conseguir que él la viera como algo más que una carga? , y ¿más allá de su edad? —¿Qué debo hacer? —Brinca sobre él —le ofreció Miranda. —Lo hice esta mañana y casi me disparó. Jessie tosió. —Um, no literalmente. Ella quiere decir, que lo seduzcas. Con las manos en las caderas, Miranda negó.

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embarazada, podríamos mantener fuera a un pequeño ejército. Añade a Jessie con

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El Club de las Excomulgadas —No. Quise decir que saltes sobre su hueso. Me gusta tomar una pequeña distancia antes de hacer dar un salto a la carrera. Ah, y funciona mejor desnuda. —Pervertida. —Yo no hablaría, cisne. Oí que Mason tuvo que reemplazar sus esposas. Me pregunto ¿por qué? Un color rojizo iluminó las mejillas de Jessie. Renee vio el intercambio con fascinación. No acababa de entender toda la

—La gente normal —dijo Jessie, dándole la espalda a la conejita rubia—, no suele tratar de noquear a la persona por la que están interesada amorosamente derribándola al suelo. Se besan primero. Y luego dejan que las cosas continúen a partir de ahí. —Besarse. Lo tengo. —Y caricias —agregó Miranda—. A ellos les gusta eso. Jessie asintió en acuerdo. La conversación sobre cómo seducir terminó en ese punto cuando Viktor se aproximó. Riéndose, Mason y Chase se acercaron también, pero no le dijeron a su amigo lo que encontraban tan gracioso. Lo cual fue un alivio para Renee, porque a pesar de todas las recomendaciones, no sabía si tendría el coraje de dar el primer paso. Pero si no lo hacía, ¿se arrepentiría durante el resto de su vida?

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conversación, pero lo almacenaría para su uso posterior. Para usarlo con Viktor.

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El Club de las Excomulgadas

Capítulo Ocho En otro lugar... El Cerebro se hizo el tonto en la esquina mientras los médicos hablaban. Iba contra su tendencia natural fundirse con el fondo. Años de llevar la voz cantante era difíciles de sofocar. Pero necesitaba ser cuidadoso con el siguiente nivel de conspiración y astucia. No serviría de nada ser atrapado, no ahora, no cuando el

La casa de seguridad a la que también habían llevado a todos los presos menos dañados, incluyendo un astuto conspirador, no era precisamente el corazón de la CUP. El anodino edificio, convertido en hospital temporal, estaba lleno de agentes y guardias decididos a mantener a los prisioneros a salvo. La ironía de que también protegían inadvertidamente a su mayor amenaza era casi demasiado deliciosa para soportarla. No sería tan entretenido salir de la casa de seguridad sin causar sospechas. Eso resultaría más difícil de lo esperado. Debido a que la agencia temía que el Cerebro fuera tras las creaciones fallidas, custodiaban el lugar mejor que la Casa Blanca. Y sí, el Cerebro lo sabía de primera mano. ¡Maldito fuera el servicio secreto por frustrar el complot de convertir al presidente en un cambia-formas! Sin embargo, mientras que escapar no estaba en las cartas, otras cosas, cosas interesantes seguían pasando. Por ejemplo, el Dr. Nolan Manners, de treinta y un años, un macho de sangre casi pura de una de las razas más grandes de felinos había hecho un descubrimiento interesante acerca de los experimentos, algo que todos los demás científicos empleados en los últimos años por el Cerebro, no habían notado. Una solución tan simple. Tan divina. Bueno, al alcance de una pequeña criatura que, como de costumbre, pasaba desapercibida. Pero sentarse en las sombras no le haría alcanzar el objetivo de la transformación.

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enemigo tenía todas las cartas.

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El Club de las Excomulgadas —¿Puedo ayudar? —preguntó el Cerebro con un chillido. ¿El idiota a cargo caería por el más pequeño truco en el mundo? La subestimación. La mirada del doctor vio a su alrededor, apuntando demasiado alto, como de costumbre. Le hizo un gesto de la mano sobre sus puntas de pie y el Dr. Manners miró hacia abajo. Luego frunció el ceño. —¿Ayudar con qué? —Sé lo que el Cerebro estaba haciendo con los exper… víctimas. Espantoso.

Oops. —Sí. Sí, por supuesto que sí, pero una vez que me hizo esto... —Un movimiento de la mano hacia una larga, odiada, diminuta figura, y la sospecha de los ojos del médico se calmó. Con qué facilidad se dejaban engañar—…no se molestaron conmigo después. —Haremos nuestro mejor esfuerzo para revertir las condiciones y llevarte de vuelta a tu estado normal. Pero hará falta tiempo, investigación y pruebas, pruebas que es mejor sean realizadas por el personal mejor calificado. Gracias por el ofrecimiento de ayuda, sin embargo. Y rápidamente, el médico rechazó la oferta. Relegando al Cerebro, la criatura más inteligente que haya existido alguna vez, a un estado nulo. Inaceptable. Era como estar otra vez en la escuela primaria. Siempre actuando como si el tamaño y la apariencia fueran lo único que contaba. Cómo todavía le quemaban esos años. La humillación estaba todavía fresca, incluso después de todo este tiempo. Oculta la bolsa del almuerzo de la criatura más pequeña. Ríete mientras los cazan. Los que se creyeron tan superiores pagaron por su broma, yéndose a casa

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—¿No eres una víctima, también?

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El Club de las Excomulgadas con su rostro verde y pantalones pesados porque los pequeños no habían querido verse estúpidos, y los ingredientes que causaban diarrea acechaban por todas partes. Las cosas deberían haber cambiado con la edad. Mejorado. Sin embargo, a pesar de todo el dinero y el poder, la gente todavía se reía. No respetaban al gran cerebro oculto en un cuerpo pequeño. Si sólo las fórmulas funcionaran. Si tan sólo los científicos pudieran haber encontrado la manera de replicar la condición de X081. Si sólo hubiera podido conseguir una muestra del ADN de la tonta conejita dientes de sable. Maldita fuera

Por encima de todo, sin embargo, si sólo hubieran secuestrado al médico adecuado, un médico que examinara los datos con más conocimientos de los que se había aprendido de memoria, que lanzara una nueva perspectiva sobre un viejo problema. Un médico como Nolan Manners. Con los ojos entrecerrados detrás de sus gruesos cristales, el Cerebro observó al médico, mientras escribía en su pizarra, mostrándole a su ayudante el problema con el código genético en los encantadores experimentos. Vio como subía el interruptor para llevar a los experimentos de vuelta a su estado físico previo. O incluso mejor, si el interruptor fuera revertido, los volvería en otros más evolucionados La respuesta final era un dilema permanente. Por fin, el tamaño físico y la potencia mortal podrían pertenecer al Cerebro. Muah-ha-ha-ha. Vaya, pensó que la risa salía sólo con la cadencia correcta en el momento equivocado. Cuando los ojos se volvieron para mirarlo con sospecha, encogió los pequeños hombros y cojeó: —Estoy tan feliz de que hayan encontrado una solución —los aplacó. Tontos.

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esa agente de la CUP y todos sus amigos.

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El Club de las Excomulgadas

Capítulo Nueve Una salsa de tomate hervía en la estufa. Un pan untado con mantequilla de ajo se tostaba en el horno. El queso rallado sobresalía de un tazón mientras Renee descansaba en el sofá viendo la película de culto favorita de Viktor: Rogue, una película violenta sobre un hombre comiéndose a un cocodrilo, basada en la historia de la vida de su tío Jack. Tal vez no era la mejor película para una víctima en recuperación, pero la había puesto con la esperanza de calmar la tonta, y ¿Cómo no iba a notar la forma en que ella se aferraba a él? ¿La forma en que ella lo miraba? ¿Qué se acurrucaba en él? Y lo peor, él no era el único que lo veía. Sus amigos le hacían bromas sobre Renee, burlas afables instándole a que reaccionara y fuera a por ella. Pero no podía. No debía. Ella tenía que ver el mundo. Vivir un poco antes de que descubriera lo que realmente quería. Quién quería ser. El problema era que, una vez que probara lo que la vida podía ofrecerle, pronto se olvidaría del interés que sentía por un intratable cocodrilo viejo, lo que era lo mejor. No necesitaba ninguna tímida zorrita colgando de él en todo momento. Tampoco es que necesitara encargarse del cuidado de otra persona a tiempo completo. Mientras Renee jadeaba y hacía “oohs” en las diferentes secuencias de acción, Viktor se movió alrededor de la cocina, solo, preparando la cena. Era tiempo de escurrir la pasta antes de que se saliera de su estado “al dente”. A pesar de tener su atención puesta en su tarea, y de su voluntad de permanecer lejos, sus ojos seguían moviéndose hacia ella, viendo cómo se inclinaba hacia adelante en las partes intensas. Cómo sus labios se arqueaban cuando saltaba en las escenas que, para ella, eran atemorizantes. Una parte de él quería reunirse con ella y disfrutar de un poco de relajación. No lo haría. Finalmente, se la había quitado de encima. La había convencido, bueno, más bien ella había decidido, que no tenía necesidad de aferrarse a él a cada paso. Por lo menos no dentro del condominio. Era un gran paso hacia delante para ella. Él tendría que haberlo celebrado, pero en cambio,

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gratificante, atracción que ella parecía haber desarrollado por él. Él no era estúpido.

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El Club de las Excomulgadas como el enfermo cocodrilo que era, extrañaba la sensación de ella apretada contra él. Verla simplemente no era lo mismo que llevarla encima. Nada acerca de ella se asemejaba a nada que hubiera conocido. ¿Un buen ejemplo? Ir de compras con ella debería haber estado en la parte superior de su lista de cosas que nunca volvería a hacer. No era así. En cambio, gastar su dinero porque, maldita sea, él había insistido en ello sabiendo lo avara que la CUP podría ser, encabezaba la lista de las cosas más dolorosas. Fue incluso peor que el tiempo que había pasado en el desierto, envenenado con plata y sediento. En labios que no podía besar. Había sufrido la miseria de apretar los puños al ver a otros hombres admirar las curvas que posesivamente consideraba como suyas. Había apretado la mandíbula con las bolas azules de dolor por ayudarla a subir su cremallera, rozando con su mano por encima de la suave piel de su espalda, porque incluso en los cambiadores, él había rondado cerca, para protegerla, por supuesto. Y luego, estaba el camino de regreso que había pasado como un borrón, en el cual ella había permanecido sentada en su regazo, con su nueva falda corta subiéndosele, y su trasero moviéndose y rebotando en su regazo mientras conversaba animadamente con los demás. ¿Estaba mal que él fantaseara en cómo le gustaría deslizar la mano por su muslo y ver qué dulce decadente ropa interior había elegido para ponerse? Peor aún, podía ver las sonrisas de complicidad en los rostros de sus amigos, las sonrisas y las bromas que Renee afortunadamente no notaba. Cuando los dejaron a él y a Renee, Mason lo llevó aparte y con un valor que no poseería por mucho más tiempo, no una vez que Viktor hubiera terminado con él, le recordó a Viktor, quien lo había malditamente entrenado, que llevara su piel de lagarto si iba a cazar zorros.

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serio. Había pasado la tarde en agonía, torturado por la deliciosa curva de esos

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El Club de las Excomulgadas Antes de que pudiera replicar, la banda se fue, dejándolo solo con la víctima, que parecía una zorrita deliciosa con su ropa nueva. Una tentación pelirroja que deseaba ponerla en su... —La cena —espetó él, golpeando los platos en la mesa. Sobresaltada, ella saltó y cayó al suelo, despatarrando sus extremidades que respondió por lo menos a una pregunta. Encaje de color rosa. Poniéndose de pie, Renee se dirigió a la mesa y deslizó su plato para poder

Molesto por alguna razón ya que ella optaba por concentrarse en la pantalla en lugar de en él, Viktor atacó su comida. Acuchilló las albóndigas. Hizo girar los espaguetis con violencia en el tenedor. Atiborró de ensalada a su boca. Mordió el pan en grandes pedazos. Tan atentamente demolió su comida, que le llevó un momento darse cuenta de que ella lo miraba fijamente. Atrapado a mitad de un bocado, él chupó los fideos con un sorbo húmedo. —¿Estás enfadado? —preguntó ella. —No. —¿No podía ver que él estaba eufórico? Su plan para que ella se diera cuenta de que él no era la mejor cosa desde el pastel de chocolate estaba funcionando. Maldita sea. —Te ves enfadado. —¿No lo estoy siempre? —preguntó él sarcásticamente. —No. Por lo general, estás sonriéndome. O con el ceño fruncido. Pero no enfadado. ¿Hay algún problema? ¿El hecho de que la deseaba en la mesa, con las piernas abiertas, sin bragas, preparada para su versión de postre contaba? No, mejor sería no hablar de eso. Probablemente ella se subiría directamente en la mesa y le daría lo que quería.

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seguir viendo la película.

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El Club de las Excomulgadas Gracias a Dios no podía ver su entrepierna oculta, ya que actualmente lucía una erección que la habría alimentado fácilmente y sobrado un montón. —No estoy enojado. Sólo tengo hambre. —Tanta hambre como para comerse a una zorrita. —No comiste lo suficiente en el almuerzo, el cual, por cierto, estaba realmente delicioso —dijo ella, agitando el tenedor hacia él. ¿Cómo iba a comer cuando ella gemía a través de su primer Big Mac? Era

Él cambió de tema. —Lo has hecho muy bien hoy. Estuve orgulloso de cómo te comportaste con la muchedumbre. Ella sonrió. —Lo hice bien, pero sólo porque sabía que no dejarías que nada me pasara. Pero para que quede claro, todavía no me fío de ese cielo. —Ella frunció el ceño—. Es demasiado grande y abierto. La ciudad realmente debería pensar en poner un techo sobre él. La risita escapó de él antes de que pudiera detenerla. —Sí, no creo que eso vaya a suceder. Dale más tiempo. —Una eternidad si ella prefería, porque a pesar de las risas de sus amigos y de lo que él sabía que era lo correcto, no le importaba en absoluto la forma en que ella se apresuraba a su regazo o a sus brazos ante la vista del cielo brillante y azul. Me pregunto si pintara uno en el techo aquí sí tendría el mismo efecto. Enfermo. Estaba tan enfermo. Probablemente porque necesitaba un poco de acción entre las sábanas y que fuera sudoroso. No. Esfuerzo físico, bombeando arriba y abajo sobre ella. Maldita sea. Necesitaba un poco de maldito aire fresco y un baño en el pantano.

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todo lo que había podido hacer para mantenerse en pie.

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El Club de las Excomulgadas Pero ¿cómo podía escaparse a su cabaña en el bosque, una cabaña que estaba apenas unos pocos cientos de metros de un pantano que él frecuentaba? Podría llevarla conmigo. ¿Bajo qué pretexto? Su condominio era seguro. Él tenía que estar en contacto con la oficina. Pero tal vez una caminata tranquila en el bosque ayudaría a Renee. Tal vez ella podría ponerse en contacto con sus raíces, con su bestia. Ajá. —¿Qué dices sobre dar una vuelta mañana y quedarnos en mi cabaña?

Él asintió. Luego, casi cambió de opinión con la amplia sonrisa que se extendió por el rostro de ella. Diablos. Se suponía que debía estar distanciándose de ella. Hasta el momento, su plan parecía estar fallando. Era curioso cómo no le molestaba tanto como debería. —Me gustaría eso. ¿Qué debo llevar? Él no pronunciaría su primera respuesta: nada. No pudo decir nada en realidad mientras ella saltaba de su asiento y se lanzaba sobre él. Abrazándolo con fuerza, mareada de excitación, fue lo único que pudo hacer para mantener sus manos fuera de ella. Y como un idiota, la llevo a un lugar donde podemos estar solos y desnudos. Porque mientras estuvieran en esa zona remota, tenía la intención de conseguir que ella tratara de cambiar. O al menos eso se dijo, porque sin duda un taimado cocodrilo de su edad no usaría cualquier excusa para tener a una zorrita caliente en pelotas ¿verdad?

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—¿Un viaje? ¿Sólo tú y yo?

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Capítulo Diez Caminando junto a Maman, ella admiró en la vidriera de la tienda su corte de pelo nuevo y sofisticado. Una melena corta y roja que enmarcaba su rostro y le daba un aspecto maduro, a diferencia de los rizos salvajes de antes. Se veía tan crecida, lo suficientemente grande, que cuando fueron a un restaurante, le hizo señas a su madre para que se sentara mientras ella iba al baño. A los doce años, no tenía por qué cuidarla su mamá mientras orinaba y se lavaba las manos.

se levantó en señal de advertencia. ¿Qué era ese olor? Lo conocía, y sin embargo, no lo hacía. Un cambia-formas, no, eran dos cambia-formas, habían pasado recientemente por ahí. Ella no reconoció el olor, no volvió a pensar en él hasta que una mano le tapó la boca y una voz susurró: —Shh. Cállate o ya verás. Como si lo fuera hacer. Ella luchó como una zorra rabiosa contra su captor, lo que no le impidió arrastrarla hacia la puerta marcada como “Reservado para Empleados”. Cuando el portal se abrió para revelar un callejón asqueroso, el pánico realmente la sacudió. ¡Pelea! Ella mordió la mano que le tapaba la boca y cuando él la soltó con una maldición, ella dejó escapar un grito que venció a todos los gritos. —¡Maman! ¡A moi! Au sec… —No llegó a terminar cuando el hombre malo la atrapó de nuevo, lanzándola por encima de su hombro en un violento tirón que obligó al aire a salir de sus pulmones y la dejó sin aliento. Oyó el ruido de un coche justo cuando su madre llegaba chillando al rescate.

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No fue hasta que salió del baño que su nariz se crispó y el vello de su cuerpo

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El Club de las Excomulgadas —¡Mon bébé! Appelez la policía. Il a ma petite9. —Gritó su madre en busca de ayuda, mientras ella golpeaba al hombre que la sujetaba. Él gruñó, pero no la soltó, y lo siguiente que supo fue que su madre se había desplomado en el suelo, con los ojos cerrados, mientras la sangre se filtraba desde su sien. Tirada dentro de un maletero abierto, ella se revolvió intentando escapar sólo para sentir el pinchazo de una jeringuilla entrando en su brazo. A medida que sus ojos se volvían pesados y un impulso natural de sueño se apoderaba de ella, escuchó como la tapa del maletero se cerraba de golpe. El sonido exterior se amortiguó, pero ella aún escuchaba a los cambia-formas ingleses hablando y entendía cada terrible palabra. —¿Nos llevaremos a la madre de la niña también? —No —respondió una voz aguda—. A la niña será más fácil lavarle el cerebro si no tiene recuerdos de su vida pasada. —Si tú lo dices, jefe. —Una alarma estridente se hizo más fuerte—. Oigo sirenas. Será mejor que nos vayamos. —¡Para el laboratorio! —Chilló el otro—. Y a por el éxito. Mua-mua-Muaerg. Malditas sean esas insignificantes cuerdas vocales. Las lágrimas rodaron por sus mejillas mientras ella sollozaba en silencio. Maman, aide moi10. Maman... Algo la sacudió y ella se revolvió, llorando y golpeando, escapando de ese hombre malo que se la había llevado a... —¡Renee! Despierta. Estás teniendo una pesadilla.

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¡Mi bebé! Llamen a la policía. Allí mi pequeña . Mamá ayúdame.

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hablando, y lo supo, su madre tenía razón, el ser bilingüe tenía sus ventajas, ya que

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El Club de las Excomulgadas Poco a poco, con su mente nublada a medida que el sueño se tomaba su tiempo en desaparecer, se despertó para darse cuenta de que Viktor la sostenía, con preocupación dibujada en el rostro. —¿Qué pasó? —preguntó él en voz baja, tirando de ella para que se sentara más plenamente en su regazo, su piel fresca haciendo descender la temperatura febril de ella. Ella levantó la mano y se limpió las mejillas mojadas por las lágrimas.

conocimiento le trajo una paz y una alegría que no se había dado cuenta de que le faltaba. Al parecer, la idea del científico creándola en una tina le molestaba más de lo que había pensado. —¿Recuerdas quién eres? Su euforia breve se derritió. —No. —Oh, Renee. —Viktor suspiró su nombre, y luego no dijo nada, sólo la sostuvo y la meció mientras el temblor de su figura disminuía. —Je parle français11 —dijo ella cuando su corazón finalmente se calmó. —¿Qué? Cuando el terror de la pesadilla se fue, la emoción de su memoria regresó. —Dije que hablo francés. ¿No es genial? ¿Crees que soy de Francia? ¿Crees que mi madre aún podría estar viva? ¿Cómo la encontraremos? ¿Debo encontrarla? ¿Qué pasa si no le gusto? ¿Qué pasa si no me gusta?

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Hablo francés.

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—Creo que soñé con mi secuestro. Y con mi madre. —¡Tengo una madre! El

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El Club de las Excomulgadas —Más despacio. En primer lugar, hay una gran cantidad de países que tienen el francés como lengua. Y teniendo en cuenta cuánto tiempo hace que desapareciste, y el hecho de que sólo tenemos los documentos del sistema informático de la CUP desde hace poco, no será tan fácil. —Oh. —Ella se desinfló otra vez—. Creo que fue una tontería por mi parte tener esperanza. —Oye. No te rindas. —Él le inclinó la barbilla—. Si tienes familia por ahí, los encontraremos. Podrá tomar algunas semanas o meses, pero pondré a un equipo

—¿Harías eso por mí? —Sí. —La yema de su pulgar, áspera como papel de lija, pero bienvenida, le frotó las lágrimas que todavía manchaban sus mejillas—. No llores. No me gusta. —¿Por qué no? —Porque me dan ganas de dañar cosas, pero no puedo pelear contra un recuerdo. —¿Por qué quieres hacerlo? No es tu problema. Sólo soy una misión —dijo ella descaradamente, lanzando sus palabras hacia él. Ella no se sentía ofendida, no con el conocimiento que poseía de Miranda de que todo lo que Viktor había hecho hasta el momento por ella estaba completamente fuera de lugar, lo que significaba que lo hacía porque quería, por mí. —Mi misión es mantenerte a salvo. —¿Entonces me protegerás de mis propias pesadillas? —Me gustaría borrarlas si pudiera. —Pensé que nunca dirías eso. —Ella se inclinó y presionó su boca contra la suya.

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de la CUP en eso de inmediato.

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El Club de las Excomulgadas Él se quedó inmóvil, con los labios apretados, y su respiración se detuvo. Ella se echó hacia atrás, preguntándose si lo habría juzgado mal. —¿Qué estás haciendo? —susurró él. —Usándote para distraerme. Su suave risa le hizo cosquillas al otro lado de la boca, y fue incluso mejor, porque él no se apartó.

—Hubiera muerto si lo hubiera hecho. Ella lamentó sus palabras tan pronto como salieron de sus labios. Esperaba que el recuerdo de su pasado, el hecho de que él la viera como a una víctima, lo hiciera alejarse. Era lo que hacía cada vez que se acercaban demasiado. Afectarlo. Esta vez, sin embargo, él se quedó. Y la besó. Su mundo entero estalló en un torbellino de sensaciones. ***** Viktor sabía que debía alejarse. Correr. Ocultarse de esta descarada que provocaba un lado tierno que nunca había sabido que era capaz de tener. Pero, ¿cómo podía escapar de ella? ¿Cómo podía negarle su solicitud de olvidar algo que le dolía? Ella es una misión. Una víctima. Demasiado joven. Ella era una mujer que buscaba nuevos recuerdos. Que buscaba aceptación, cuya experiencia de vida le había dado una sabiduría y una visión de la vida que la hacía más vieja de los años que tenía. No puedo decir que no. No quería. Quería darle el consuelo y la distracción que buscaba. Él y sólo él.

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—No te das por vencida ¿verdad?

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El Club de las Excomulgadas La besó. Una conexión ligera. Un toque de sus labios en los de ella en una suave exploración. Su mundo se inclinó cuando lo correcto de ello se estrelló contra él y lo dejó dando vueltas. Antes de darse cuenta, yacía encima de ella, su exuberante figura acunando la suya, mientras sus labios devoraban los de ella con un hambre que no podía controlar. La cordura trató de afirmarse. Debía reducir la velocidad. Ella era nueva en esto. Una inocente... una seductora disfrazada que había terminado con sus brazos alrededor de su cuello y que le mordía el labio inferior cuando intentaba apartarse.

abrazo. —Lo siento, ¿hice algo mal? —No. —Si tan sólo ella supiera cuán adecuada se sentía. —Oh, bien. —Ella volvió a chupar su labio inferior, y cuando él la provocó con la punta de su lengua, ella maulló con sorpresa antes de meter la de ella en su boca, un ataque sensual que lo hizo restregar su parte inferior del cuerpo contra ella. Aún era inexperta y torpe, pero a pesar de su falta de habilidad, lo excitaba de una manera que nunca había imaginado. Despertaba cada instinto protector que poseía. Y al mismo tiempo, toda la ternura que era capaz de tener. Las campanas se dispararon mientras sus manos la acariciaban de arriba hacia abajo por sus costados. Un sonido de llamada que no podía sacudirse y que concordaba con su confundida mente. Espera. Zumbido. Un teléfono. Él se apartó y ella dejó escapar un sonido de protesta. —¿Qué estás haciendo? —Ella lo miró haciendo un mohín. Él apartó la mirada.

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Un gemido escapó de él ante sus rudas travesuras y ella se detuvo en su

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El Club de las Excomulgadas —Tengo que contestar. —Pero te necesito. Tres pequeñas palabras, y sin embargo, casi le deshicieron. Pero los años de dedicación a su trabajo lo dominaron, apenas. Él salió de su exuberante y acogedor cuerpo, y cada centímetro del suyo protestó. Cometió el error de mirar hacia ella, sus ojos dorados estaban entrecerrados con pasión, sus labios hinchados por su beso.

vez no quería hacer lo correcto. Quería hacer una cosa sucia. El teléfono volvió a sonar. Con una maldición, salió de la habitación y con pasos furiosos, se dirigió a la cocina, donde había dejado su teléfono cargándose. —¿Qué? —Ladró en el receptor. —Lo siento. ¿Es un mal momento? —¿Quién habla? —Es el Dr. Manners, el médico asignado a uno de los grupos de cambiaformas recuperados de la incursión en el laboratorio. ¿Estoy hablando con Viktor? —Así es. —Encantado de conocerte por fin. He oído grandes cosas acerca de tu trabajo. —Estaría mucho más feliz de conocerte, si no fueran las tres de la mañana —gruñó Viktor. También habría ayudado si el maldito médico no lo hubiera interrumpido en su exploración sensual con la mujer que perseguía sus sueños y su vigilia a cada momento.

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Él empezó a comprender la atracción de abandonar el deber. Por primera

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El Club de las Excomulgadas —Tenemos un problema en la casa de seguridad. Parte de su ira se calmó al escuchar el tono serio. —¿Por qué me llamas entonces? ¿No debiste haber contactado al equipo de emergencia de distribución de refuerzos? —No es ese tipo de problema. Hablé con Kloe y me dijo que tenía que llamarte. Mencionó que una de las víctimas rescatadas está a tu cuidado. —Sí. —La ansiedad lo carcomió con la mención de Renee—. ¿Qué tiene

—Uno de los sujetos al que estaba monitoreando sufrió convulsiones y murió hace alrededor de una hora o algo así. No podemos entender por qué. Él parecía estable. Y entonces... —El médico de calló, pero su significado estaba claro. Así que un cambia-formas con problemas de salud había fallecido. No significaba nada. Un shock tardío, un corazón débil, cualquier número de razones podrían haber llevado a los pobres hombres a la muerte. —¿Qué quieres? Un profundo suspiro zumbó a través de la línea. —¿Avisarte? ¿La has mirado más de cerca? No lo sé. Sólo pensé que debería informártelo en caso de que notes algo. —¿Cómo qué? —Como te dije, no nos dio muchas señales de advertencia. Pero, de nuevo, era de noche, así que no estábamos siguiéndolo tan de cerca dado que el paciente dormía. Mantén un ojo en lo básico, temperatura, color de piel, dilatación de ojos, cambios bruscos de humor.

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que ver esto con ella?

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El Club de las Excomulgadas Con un frío helado y no por su sangre reptil, sino por temor por su zorrita, él gruñó: —No soy una maldita enfermera. —Lo entiendo. Puedo vigilarla yo si así lo prefieres. ¿Por qué no la traes para hacerle algunas pruebas? —¿No vas a lastimarla? —¡No! —A juzgar por su tono de voz, el médico parecía desconcertado—. que nos demos cuenta de lo que mató al paciente, ni siquiera sabré lo que debo buscar, pero cuanta más información tengamos, mejor. Deberías haberla traído antes, pero tengo las manos llenas y la CUP no quiso traer a más médicos de los necesarios. Por supuesto que no, porque entonces el mundo cambia-formas podría saber que la CUP no había hecho del todo su trabajo en protegerlos de las fuerzas de la oscuridad. —Estaré allí a primera hora de la mañana con Renee para las pruebas. —Gracias. Viktor colgó y se volvió ante un pequeño sonido. —¿Pruebas? —El miedo tensó la cara de Renee y su corazón dio un vuelco en respuesta. —Nada que te lastime. Te lo prometo. —O le daría un puñetazo al buen médico en el hocico. —¿No me vas a dejar con ellos?

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Sólo algunos análisis de sangre básicos. Un examen físico. Nada intrusivo. Hasta

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El Club de las Excomulgadas —Ni siquiera por un segundo. —Incluso la tomaría de la mano si era necesario. Y le dispararía a cualquiera que dijera algo inteligente al respecto—. Vamos, vayamos a la cama. La tensión de sus hombros se alivió un poco. —¿Todavía podemos ir a nuestro viaje? —Más tarde de lo que había previsto inicialmente, pero sí. —La guió de regreso, no a su habitación, sino a la de él. Y no para continuar donde lo habían extremidades. La llevó a su cama, y la metió en ésta antes de deslizarse detrás de ella. Sólo un lagarto sin corazón la enviaría a su cama para que se preocupara a solas. Los cocodrilos tenían más clase que eso. Pero no tenía suficiente fuerza de voluntad para evitar atraerla hacia sus brazos, colocarse en forma de cuchara con ella, y poner su barbilla en la parte superior de su cabeza. Sin embargo, mientras su respiración salía estable con la cadencia nocturna y suave del sueño, él no pudo evitar preocuparse, preocuparse de que tal vez una bomba estuviera encendida dentro de ella, una que no pudiera desarmar y que pudiera explotarle en cualquier momento. Parecía no importar cuántas veces se recordara a sí mismo que ella se merecía algo mejor, que él tenía que permanecer alejado, no podía luchar contra el atractivo de su zorrita. Pero era una batalla que él perdería con mucho gusto.

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dejado, no al tener ella esa mirada de temor en sus ojos y ese temblor en sus

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Capítulo Once Despertar en los brazos de Viktor fue una delicia, incluso aunque inmediatamente él se alejó una vez que ella le dio los buenos días. Salir después del desayuno con él comportándose reservado y silencioso, para encontrarse con algún médico para algunas pruebas, arruinó parte de su euforia. La idea de dejar que alguien la pinchara, y le hiciera cosas como los viejos científicos del laboratorio hacía que su estómago se retorciera. Decidida a no mostrarse demasiado temerosa, acontecimientos de la noche anterior. El sueño, más vívido que cualquiera de los anteriores que tuvo, la había dejado eufórica. A pesar de que no tenía la imaginación para evocar el secuestro, la parte de ser francesa, o las pistas de su pasado, eran evidencia de que pertenecía a alguien. Tenía una familia. Y no era la única en creerlo. A medida que se preparaban para salir, oyó a Viktor en el teléfono con Jessie, compartiendo lo poco que Renee le había revelado. Cuando ella le preguntó cuáles eran las posibilidades de que encontraran a su madre desaparecida, él no le prometió nada, pero ella sabía que haría todo lo posible por encontrar algunas respuestas. Casi tan emocionante como la idea de encontrar a su familia era lo que había ocurrido cuando ella se había despertado de su pesadilla. ¡Viktor la había besado! Oh, cuán intenso había sido. Tan sólo recordarlo le hacía cosquillear el cuerpo. Había estado tan cerca de descubrir el placer al que todos aludían. Un placer que conocería antes del final del día. Sin importar lo que Viktor pensara, ella tendría sexo con él, incluso si tenía que atarlo, pisotear su teléfono y planificarlo ella misma. Tal vez entonces él dejara de intentar mantenerla alejada. No es que hiciera un gran trabajo en primer lugar. Nunca se apartaba cuando ella lo utilizaba para protegerse contra las cosas que le asustaban. No la quitaba de su regazo cuando ella

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porque sabía que eso molestaba a Viktor, forzó su mente a repetir los

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El Club de las Excomulgadas se subía sobre él, cuando el coche que los recogía salía a la luz del sol. Rayos, él la acurrucaba bajo su brazo sin urgirla cuando salían del vehículo en su destino. Al entrar en el edificio marrón claro, con sólo tres pisos afeados por barrotes en sus ventanas, la inquietud volvió sus pensamientos felices en sombríos. Había pensado que había terminado con las pruebas. Que había terminado con los lugares diseñados para mantener a los cambia-formas encerrados. Como si él sintiera su inquietud, Viktor se inclinó para susurrarle:

que la cara del doctor se encuentre con mi puño. Una risita escapó de ella. —¿Y si grito? —preguntó mirándolo. La rendija de sus ojos se entrecerró y sus labios se tensaron. —Entonces morirá. Ella sintió su corazón más ligero, no dudaba de su declaración ni por un minuto. Un hombre alto, vestido con pantalones y una camisa azul se acercó a ellos. Con su melena de pelo dorada, los ojos azules brillantes y una sonrisa amplia, lucía agradable. —Viktor, supongo. Soy el Dr. Manners —dijo, tendiéndole la mano. Sólo sigue la corriente, las apariencias pueden ser engañosas. Renee se movió más cerca de Viktor. Su brazo se apretó alrededor de sus hombros. —Doctor. Traje a Renee como lo solicitó. Pero debe que tener en cuenta que, si la lastima yo lo lastimaré a usted. Ella ya ha sufrido bastante.

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—No tengas miedo. Si haces apenas una mueca durante estas pruebas, haré

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El Club de las Excomulgadas —Seré amable. Lo prometo. Si vienes conmigo, Renee, esto no tomará mucho tiempo. Si al médico le pareció extraño que Viktor lo siguiera, no dijo ni una palabra. Tampoco dijo nada cuando su cocodrilo se colocó a los pies de la cama de examen, fulminándolo con la mirada. Hay que decir a su favor que, excepto por una sacudida ocasional de su cabeza y la contracción de sus labios, el médico ignoró a su protector. El Dr. Manners también mantuvo su palabra. Palpó su cuerpo por encima de su ropa, ignorando el gruñido sordo que provino de Viktor.

le explicaba lo que haría antes de realizarlo, y su nerviosismo inicial disminuyó. Aunque volvió rápido como un rayo, cuando él tomó un carro con agujas y ampollas para sangre. Viktor inmediatamente la consoló, parándose a su espalda y deslizando sus brazos alrededor de su cintura. Dejó que su boca casi tocara el lóbulo de su oreja, cuando dijo: —Casi ha terminado. Una vez que él te saque un poco de sangre, te mostraré mi cabaña. Y si eres una zorrita muy buena, te mostraré a mi bestia. —¿En serio? —Ella inclinó la cabeza hacia un lado para ver si hablaba en serio. Sus labios estaban curvados en una sonrisa y asintió con un gesto de la cabeza. Entusiasmada por la idea de conocer a su animal, apenas notó el pinchazo de la aguja y lo siguiente que supo fue que el médico se apartó y dijo: —Hemos terminado aquí. —¿Eso es todo? —preguntó ella, sorprendida. —Como le dije a Viktor anoche, sólo necesitaba una muestra de tu sangre y tu ADN, así como revisar tu estado físico actual. Algo que pudiera utilizar para la

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Doblando y extendiendo sus extremidades en distintas posiciones, el médico

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El Club de las Excomulgadas comparación con las otras víctimas, y en caso de que nos encontremos con algo en el futuro. —Entonces, ¿ella está bien? —preguntó Viktor. El Doctor Manners se encogió de hombros. —Por lo que puedo decir. Pero, si algo cambia, aunque sea algo menor como su temperatura, color de piel, u olor, tráigala de regreso.

—¿Incidentes? —susurró Renee—. ¿Qué pasó? —Uno de tus compañeros de celda murió anoche. —¿Quién? —preguntó ella. —El hombre con un brazo. —Oh no. —La consternación enlazó sus palabras. ¿Habría sido un accidente? ¿Su cuerpo finalmente habría abandonado la lucha? ¿O habría algo más siniestro en funcionamiento? ¿El Cerebro estaría buscando erradicar sus errores? ¿Seré la siguiente? No le mencionó su temor a Viktor. No podía. No quería que pensara que ella buscaba razones para asustarse a sí misma, sin embargo, no pudo evitar que la preocupación la royera. E incluso cuando se dirigían a la cabaña, con Viktor en el asiento del conductor y ella obligada a ir sentada en el asiento del pasajero, su euforia anterior no regresó. Sin embargo, su determinación de obligar a Viktor a hacer el amor con ella se hizo más fuerte que nunca. Si el Cerebro está ahí fuera, buscando capturarnos o destruirnos, entonces necesito ponerme firme y tomar lo que quiero. Me niego a morir o a regresar a mi prisión sin tener una probada del éxtasis primero.

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—Lo haré. Llámeme si hay más incidentes.

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Y su razón más egoísta. Quiero hacerlo mío.

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Capítulo Doce ¿Qué es esto? ¡El Proyecto X081 sobrevivió! Acurrucado a la vuelta de la esquina, la incredulidad casi derribó a la miniatura fuerza maligna. El Cerebro se había preguntado qué habría pasado con el premio de su colección, en realidad pensaba que Proyecto había muerto, dado que no había aparecido en la casa de seguridad con los otros prisioneros. Pero ella había vivido y parecía haber adquirido un guardaespaldas personal arriesgado, resultó ser una mina de oro de información. Así que Proyecto planeaba una escapada con su cocodrilo. Qué perfecto, y el momento no podría haber sido mejor. El código de acceso al sistema informático se había roto anoche cuando la casa de seguridad estaba con el escándalo por la muerte del hombre. Parecía que la fórmula para el éxito necesitaba un poco más de ajuste preciso. Esta noche, el Cerebro volvería a intentarlo. Primero, sin embargo, con la ayuda de un agente narcótico puesto en un café, unos pequeños dedos metieron una orden de liberación en el ordenador. Mientras que Industrias Moreau era el establecimiento de mayor calidad, no era el último bastión de ninguna manera. Más secuaces esperaban órdenes. Con una transferencia de dinero en efectivo aquí, la revelación de un alijo de armas allá, junto con indicaciones y la ubicación de una determinada cabaña y de una misiva para una captura, el Cerebro volvió a tomar el control. Conspiraba para completar la desaparición de sus enemigos. Y aún mejor, utilizando el propio ordenador de la CUP y sus recursos para hacerlo. Muah-ha, oops, el guardia se despertó. Era hora de irse y espiar un poco más mientras esperaba que cayera la noche y la próxima ronda de experimentos.

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en la forma de un agente astuto de la CUP. Espiar la conversación, aunque era

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Capítulo Trece Renee disfrutó bastante del viaje hacia la cabaña de Viktor, el revestimiento verde de la carretera, mucho más agradable a la vista que un sinfín de edificios altos, señales luminosas, hormigón, y ruido. Mientras que la conversación había comenzado forzada, con el temor reprimiendo la lengua de ella, y Viktor conduciendo con la mandíbula tensa, a medida que los kilómetros pasaban los dos se relajaron. Para su sorpresa, Viktor no evitó responder a sus numerosas preguntas,

—¿Tienes familia? —Sí. —Háblame de ellos. —Ella realmente tenía que convencerlo de darle incluso la más pequeña migaja. —Mi madre es Anastasia. Mi padre es Brian. Tengo tres hermanos, mayores que yo. Y una hermana malcriada. ¿Contenta? —Mucho. —Y así era. Ella siguió preguntando. Él respondiéndole lo básico. Ella lo aguijoneó por más. Él emitió un largo suspiro de sufrimiento, y entonces habló a borbotones. Fue genial. —¿Así que en realidad celebráis vuestros cumpleaños? —le preguntó ella, cuando él mencionó que su momento más vergonzoso había sido cuando accidentalmente había volcado el pastel que su madre había horneado para su hermano sobre su abuela, que, al estar un poco senil, había cambiado a su forma de cocodrilo, e ido tras él para enseñarle una lección de cómo ser cuidadoso. —Ahora ya no tanto. Pero cuando era niño, mi madre les daba mucha importancia.

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incluso a las de carácter personal.

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El Club de las Excomulgadas —Yo no recuerdo haber tenido un cumpleaños. En realidad, no recuerdo haber tenido pastel jamás. El coche se giró bruscamente. —¿Qué? Pero lo has comido de postre, ¿verdad? —Tuvimos algunos dulces ocasionalmente en los últimos años, por lo general colados por uno de los guardias o por el personal de enfermería que sentían lástima por nosotros. Comí pudín de vainilla una vez. Estaba delicioso.

de cosas en mi casa, porque no es saludable. Pero habría comprado algo para ti, si lo hubiera sabido. Renee sonrió. —No me importa. La comida es comida. En realidad, —se corrigió—, no lo es. Vuestra comida es maravillosa en comparación con la sustancia viscosa con la que nos alimentaban. No puedo imaginar nada que tenga un peor sabor. El tema cambió después de eso, pero siguió siendo cómodo, incluso cuando ella lo sorprendió en varias ocasiones con su falta de experiencia en ciertos asuntos, y demasiada experiencia en otros. Él se detuvo en un pequeño pueblo, sobre todo porque ella tenía que ir al salir del baño, que estaba muy lejos de ser el baño prístino de la casa de Viktor. Lo sorprendió cerrando el maletero del coche de un golpe. —¿Compraste algo? —Sólo unos pocos suministros adicionales. Nada por lo que debas preocuparte. Vamos. Ya casi hemos llegado. El coche dejó atrás la civilización y zigzagueó por un camino bordeado por árboles más altos jamás imaginables. El asfalto se volvió grava, y el vehículo se

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—Ojalá me hubieras dicho eso antes —refunfuñó él—. No guardo ese tipo

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El Club de las Excomulgadas sacudió para su nerviosa satisfacción. Cuando finalmente salieron del dosel de follaje, ella aplaudió con deleite ante la vista de la cabaña. Con una estructura formada por troncos, techo de tejas y un porche amplio, se veía acogedora. —Oh, es tan bonita. —Funcional —la corrigió él. —Bonita —reiteró ella tercamente. Un árbol en el patio delantero con un neumático que colgaba de una cuerda le llamó la atención—. ¿Para qué es eso?

Cuando ella le lanzó una mirada de asombro, él sonrió con todos sus dientes puntiagudos. —Vamos, pequeña zorrita. Es hora de que seas una niña. Él se escabulló fuera del coche, y Renee lo siguió, sólo para titubear ante el cielo abierto sobre su cabeza. Grande y azul, hacía que su corazón se acelerara. Realmente necesito conseguir superar este miedo. Nadie vacilaba al ver todo ese inmenso espacio. No había notado cosa alguna cayendo para golpear a la gente en la cabeza. Necesitaba luchar contra ese terror. Viktor estaba a unos metros de distancia, esperando pacientemente, con la mano extendida. Ella se mordió el labio, e ignorando al amenazante cielo, que podía aspirarla en el espacio si la gravedad decidía fallar, corrió hacia él. Él no mencionó su valentía, pero la sonrisa en sus labios habló por sí sola. Tomando su mano, la condujo al artilugio neumático y con gestos y palabras de su mano, le explicó cómo funcionaba. Sentada en el caucho negro recalentado por el sol, con las manos sujetando la cuerda, ella dejó escapar un grito cuando él la empujó. Ella salió disparada hacia arriba. Luego hacia abajo. Él la empujó de nuevo y ella se rió.

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—Para columpiarse.

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El Club de las Excomulgadas —Mírame. ¡Estoy volando! ***** La veía de verdad. Con sus mejillas encendidas, sus ojos llenos de alegría y su boca abierta emitiendo carcajadas, Viktor la miró fijamente, completa y absolutamente en trance. Una bomba podría haber explotado y él podría haberse quedado allí de pie, con la boca abierta y babeando ante su tentadora visión. Maldita sea.

Dejándola girar como un trompo loco, mantuvo un ojo en ella mientras metía las cajas de comida y el equipaje en la cabaña. Dudaba que el peligro los estuviera acechando tan rápidamente después de su llegada, dada la forma en que se había asegurado de que nadie los hubiera seguido, pero él no dejaba nada al azar. En su último viaje por suministros, salió de la casa sólo para ver el columpio vacío, y ninguna zorrita a la vista. Una sensación desconocida, casi de pánico, lo inundó. —¡Renee! Un cuerpo cálido lo abordó desde un lado y el instinto tomó el control. Antes de darse cuenta, había fijado al atacante al suelo, pero tironeó de las riendas de su fuerza al darse cuenta de quien estaba jugando con él. —¿Qué te he dicho acerca de sorprenderme? —gruñó él. —Si no quieres que lo haga, entonces deja de hacerlo tan divertido — respondió ella con una sonrisa. Se retorció debajo de él, no para escapar, notó él. Su polla aprobó sus métodos.

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¿Por qué seguía ocurriendo esto?

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El Club de las Excomulgadas —Zorrita mala. —¿No deberías estar impresionado por como caí sobre ti? Él no pudo evitar sonreír ante eso. —Está bien. Te concedo eso. Te escabulliste muy bien. Ya que estamos aquí, a lo mejor te enseño algunos movimientos de defensa para que vayan con esa habilidad.

—Pero no todavía —dijo él, incapaz de evitar besar la punta de su nariz—. Primero, necesitamos instalarnos y meter algo de comida en nuestras tripas. Necesitarás tu fuerza para esta noche. —Ooh, me gusta cómo suena eso —exclamó ella. —Recuerda eso más tarde. —Más tarde, cuando la tuviera desnuda y tratara de hacerla cambiar en su forma animal. Y no, no era una excusa para desnudarla. Realmente quería ver si su alter ego realmente estaba atascado. Mientras Renee exploraba la cabaña, Viktor preparó una cena sencilla en la parrilla, filetes con condimento de mezquite, maíz en mazorca goteando mantequilla, y un crujiente pan francés que había comprado en la ciudad, junto con su otra sorpresa. Renee comenzó a comer con gusto, un rasgo que él admiraba. Había demasiadas mujeres obsesionadas por su peso y que se obligaban a comer miserablemente como pájaros. Renee sin embargo... Trataba cada comida como un viaje al éxtasis, gimiendo de placer, comiéndose hasta la última miga, frotándose su vientre y suspirando satisfecha. Si la comida le daba esa reacción, ¿qué tan intensa sería durante el sexo? La tentación de saberlo era una agonía peor que la herida de cuchillo que había recibido en su parte trasera en una maniobra militar fallida.

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—¡Hurra!

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El Club de las Excomulgadas Con la cena finalizada, lavaron los platos, y la noche comenzó a caer, él finalmente sacó su sorpresa. Renee echó un vistazo hacia la caja blanca. —¿Qué es eso? —Ábrela y lo verás. Moviendo de un tirón la tapa, ella se quedó sin aliento. Después lloró. Mierda. —Es un pastel. Para mí —susurró ella mientras las lágrimas rodaban por sus

En la caja, había un pastel helado de chocolate con moka, con decorado de crema de vainilla con flores de color rosa y con las palabras: “¡Feliz cumpleaños, Renee!” Viktor sacó las velas que también había comprado y las colocó en la parte superior antes de encenderlas. Luego, agradeciendo a los dioses del pantano que nadie lo viera, le cantó la canción de cumpleaños mientras ella lloraba. La canción terminó, y mientras las velas todavía bailaban, él murmuró: —Pide un deseo. —Ella sopló las velas con un soplido vigoroso y él no pudo evitar tener la esperanza de que su deseo lo involucrara a él. —Gracias —susurró ella volviendo sus brillantes ojos hacia él. —De nada. Pero el pastel no es la única sorpresa. —Él sacó una bolsa de regalo y se la entregó a ella. Ante su mirada inquisitiva, él se limitó a sonreír. Esperó. Luego soltó una risita mientras ella sostenía el presente.

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mejillas.

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El Club de las Excomulgadas La camiseta representaba a un cocodrilo, con colmillos y con dibujos animados con una gran sonrisa en su rostro y un vientre redondeado. La leyenda debajo decía: “Vine para ver a los cocodrilos. Me quedé a cenar”. Renee rió, luego se carcajeó. Arrugando los ojos, Viktor se unió a ella. —No puedo creer que me hayas comprado esto. Yo tampoco. Él quería conseguir un regalo, pero la pequeña tienda de comestibles tenía mayormente comida, a excepción de una vitrina de camisetas había comprado una decía más de lo que quería admitir. —Bueno, no es un cumpleaños sin un regalo. Pero haz la camiseta a un lado por el momento, es hora de que pruebes tu primer trozo de pastel de chocolate. Él lo partió en rebanadas y las puso en platos pequeños, pero se olvidó de comer cuando Renee cerró los ojos y gimió con absoluto éxtasis con su primer bocado. —¿Está bueno? Con la boca llena de otro bocado, ella asintió. —¿Mejor que mi comida? —Pruébalo por ti mismo. —El brillo diabólico en sus ojos debería haberle advertido, pero en lo que a ella se refería, ninguno de sus sentidos funcionaba bien. Ella se inclinó y presionó su boca contra la suya antes de que pudiera parpadear. Con la boca ligeramente separada, él no pudo evitar probar el intenso moka en sus labios. Despertó su hambre. Entrelazando sus dedos en la parte trasera de su cabeza, la atrajo hacia sí, encajando su boca con la de ella con firmeza, permitiendo que su lengua saborizada dulcemente se deslizase a lo largo de la suya. El mejor pastel que jamás había probado.

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para turistas que tenían expresiones e imágenes divertidas. El hecho de que incluso

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El Club de las Excomulgadas Continuaron con el beso incluso después de que el bocado desapareció, y fue con renuencia, que él se apartó. Sonrió con satisfacción masculina cuando ella se tomó un momento para abrir los ojos y recobrar la razón. —Eso fue delicioso —dijo ella en un murmullo ronco que casi hizo que él le metiera otro trozo en la boca. —Me alegra que te haya gustado. Y sabrá aún mejor más tarde después de que regresemos del bosque.

—¿Por qué iremos al bosque? Para conseguir desnudarte. Para un propósito que no implicaba sexo, todavía. —Es hora de que conozcas a tu zorra.

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Un ceño frunció su frente.

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El Club de las Excomulgadas

Capítulo Catorce —Dime otra vez, ¿por qué estamos aquí? —se quejó Renee golpeando otro mosquito que se había atrevido a volar demasiado cerca. Habría preferido mucho más quedarse en la cocina, comiendo el decadente pastel, devorando los labios aún más deliciosos de Viktor, y luego pasar a una actividad física que implicara menos ropa. Y no era del tipo de actividad cambia-formas que él parecía decidido a forzar.

—Te refieres a la falta de ella. —… está relacionada con tu pérdida de memoria. —¿Y qué? —Tampoco podía recordar su nombre cuando él la besaba, pero no le molestaba. ¿Cómo habían pasado del delicioso postre y los besos, al exterior junto a algún pantano húmedo y maloliente?—. ¿Se te ocurrió alguna vez, que quizá simplemente no puedo hacerlo? —Por supuesto que puedes. Eres una cambia-formas por el amor del pantano. Los cambia-formas cambian. —Estoy en desacuerdo. Y también me gustaría señalar que si bien este pantano podría ser terreno conocido para los cocodrilos, ¿no se sienten los zorros más a gusto en el bosque? En realidad, de acuerdo con su cuerpo, ella se encontraría más a gusto en su cama, desnuda, con él encima. A pesar de su falta de experiencia, ella lo había pillado rápidamente, y se encontraba intrigada después de haber visto, con los ojos muy abiertos, las relaciones románticas representadas en las películas y programas de televisión durante los últimos días.

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—Estamos aquí porque creo que tu capacidad de cambiar de forma…

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El Club de las Excomulgadas —Ah, pero si por casualidad esto funciona y cambias, si sales huyendo porque tienes miedo, tendré más suerte siguiéndote en el pantano de la que tendría en la tierra. Ella arrugó la nariz. —Pero se ve pegajoso. —Pero es bueno para la piel. Deberías darme las gracias. Las mujeres pagan un buen dinero por los baños de barro.

—Oh sí. Su mirada escéptica no lo hizo retroceder. Ella negó con la cabeza. —Eso es una locura. —Deja de poner pretextos. Quiero que te concentres en llamar a tu zorro. —No va a funcionar. He tratado de cambiar una y otra vez. Simplemente no puedo hacerlo. —¿Y si te doy el incentivo adecuado? —Su mirada seria no le dio ninguna pista sobre a qué tipo de incentivo se refería. —¿Cómo qué? —Te haré la cena. —Ya haces eso. —No, te haré a ti la cena. —Acabas de decir eso. Él suspiró.

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—No lo hacen —exclamó ella.

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El Club de las Excomulgadas —Quiero decir, que terminaré lo que quedó interrumpido la otra noche. Lo que comenzamos de nuevo sobre el pastel. Oh. Oooh. Ahora entendía. Y quería el premio. Sin embargo, su rendición parecía ser demasiado fácil. —Pensé que habías dicho que era demasiado joven. —Lo eres.

—¿Quieres hacer esto o no? —le espetó él. —Irritable, malhumorado. ¿Es ese el viejo e intratable cocodrilo del que Miranda me advirtió? —Te mostraré cómo de viejo —gruñó él. Avanzó hacia ella con una mirada en sus ojos que probablemente hacía que sus presas desfallecieran. Disparó un escalofrío por su columna. Ella se mantuvo firme. —¿Debo desnudarme para esto? —preguntó ella. Una sonrisa curvó sus labios. —Si quieres. En mi caso, prefiero desnudarme antes de cambiar. No hay nada peor que un cocodrilo usando calzoncillos Fruit of the Loom12. Ella se rió, una risa que se truncó cuando él tiró de su camisa por encima de su cabeza y reveló el tórax que había llegado a considerar como suyo. Él colocó la ropa sobre una rama antes de quitarse las botas. Sacó un revólver de la parte trasera de sus pantalones y lo colocó cuidadosamente en el suelo. —¿No hay pistolera? —preguntó ella.

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Empresa mundial que confecciona ropa de todo tipo. Se refiere a la marca de su ropa interior.

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—¿Y qué pasa con el hecho de que protegerme es tu misión?

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El Club de las Excomulgadas —La pistolera es para los maricas y los osos. Los cocodrilos no le tienen miedo a un poco de peligro. —Entonces, ¿por qué el cuchillo tiene una vaina? —preguntó ella señalando la banda de velcro alrededor de su bíceps superior. —Porque prefiero afeitarme a mi manera —respondió él con una sonrisa—. ¿Estás haciendo todas estas preguntas para tratar de distraerme? —¿Quién, yo? —Ella ensanchó los ojos.

cuchillo a un lado y puso las manos en el cierre de sus pantalones vaqueros. Saber que iba a llegar a verlo en toda su gloria desnuda en un momento, casi hizo que se desmayara. Ella definitivamente humedeció sus bragas, y su corazón se aceleró al máximo. Con los ojos fijos en su lento striptease, ella ni siquiera parpadeó cuando él se desabrochó los botones, revelando la tela oscura y abultada. —¿Tienes que mirar fijamente? —gruñó él. —Lo grabaría si pudiera. Él gimió. —Serás mi muerte. —Espero que no. Me hiciste una promesa. —Una promesa que me costará mucho trabajo mantener si sigues mirándome así. Un cocodrilo tiene una cantidad limitada de paciencia. —Entonces deja de tomarte tanto tiempo. Un segundo más tarde, él se había quitado los pantalones, los calzoncillos y permanecía allí en toda su espléndida, muy desnuda y erecta gloria.

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Él se rió entre dientes, pero ella no pudo emitir un sonido cuando él hizo el

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El Club de las Excomulgadas Con las rodillas débiles, ella se apoyó en el árbol detrás de ella. —Eres hermoso —suspiró. —¿No podemos decidirnos por algo un poco más varonil como guapo o temible? —Pero eres hermoso. —Y cada músculo delineado suyo era algo que admirar. La mezcla perfecta de hombros anchos, pecho ancho que conducía a unas caderas cónicas y musculosos muslos. Incluso con su polla, que se meneaba, gruesa levantó unas pocas muescas. —Tu turno —respondió él con la voz enronquecida. Ella le sostuvo la mirada, con su corazón brincando cuando sus ojos entrecerrados se iluminaron con pasión. Lentamente, con la misma sensualidad que él le había demostrado, ella se desnudó, cada mirada ardiente de sus ojos encendiendo su piel, despertando su consciencia hasta que casi jadeó. Y ni siquiera se habían tocado. Cuando ella estuvo de pie desnuda ante él, él tragó saliva. Ella esperó que él dijera algo. O mejor, hiciera algo. Que la tocara. Que la besara. Que le hiciera el amor. Lo que sea. Cuando finalmente él susurró algo, ella aguzó el oído. —Perfección. —Ella se sonrojó ante el cumplido. Aun así, sin embargo, él no se movió. No le dio lo que su cuerpo y ojos prometían. Parecía que tendría que pelear con él hasta que se rindiera. Balanceando sus caderas, de una manera seductora que había estudiado en la televisión, ella se le acercó. Él sacudió un dedo hacia ella.

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y, sí, de temible aspecto, él era hermoso. El calor que corría por sus venas se

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El Club de las Excomulgadas —Todavía no, mi zorrita traviesa. Primero tendrás que cambiar de forma. —Prefiero ponerme la tuya. Un temblor lo recorrió. —Estoy tratando de ayudarte. —Ayúdame entonces. Ayúdame a quitar este dolor que tengo entre mis piernas. —Al no haber sido enseñada a utilizar las sutilezas de la sociedad, ella

Él gimió. —Todavía no. No hasta que lo intentes. Yo iré primero. Esto es lo que llamamos un medio cambio. —Ante sus ojos, ella lo miró cambiar, con su piel humana oscureciéndose, y supuso que endureciéndose cuando las escamas surgieron para cubrir su piel bronceada. Él levantó las manos mientras sus dedos se volvían de un gris verdoso de los que brotaron garras. Sus muslos se engrosaron, y, santo moisés, surgió una cola, moviéndose con fuerza detrás de él. En cuanto a su cara, su mandíbula y nariz se alargaron hasta ser un hocico, su pelo prácticamente desapareció, pero los mismos ojos amarillos que había llegado a conocer la contemplaban. Su voz, cuando salió, tenía una aspereza gutural que no encontraba desagradable. —En mi media forma, mantengo mi forma humanoide básica y puedo moverme en dos patas. Mi piel es más dura. Mis reflejos más rápidos. Y mi fuerza mayor. —Él flexionó un brazo y un impresionante bulto apareció—. Tu turno. Ella suspiró. —No funcionará. Pero si insistes. —Cerrando los ojos, hizo puños con las manos a su lado y deseó con todas sus fuerzas cambiar de forma. No es que no pudiera sentir a la otra mitad de sí misma en su interior, podía, simplemente no quería salir a jugar.

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decía exactamente lo que le venía a la mente.

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El Club de las Excomulgadas —¿Estás concentrándote en tu zorra? ¿A decir verdad? —No. Estoy pensando que me gustaría mucho más estar comiendo un poco más de pastel. —Esfuérzate más. —¿Por qué? ¿A quién le importa si puedo cambiar de forma? ¿Por qué están

Viktor se transformó de nuevo en su forma humana. —¿Quién más te presionó? —Los científicos y médicos. Dijeron que estaba siendo terca. Que lo hacía a propósito para arruinar sus pruebas. —¿Y? —¿Y qué? No era por eso. No puedo cambiar. No es que me creyeran. Trataron de todo. Electroshocks, que me hacían cosquillas después de haber pasado por ellos durante un tiempo. Drogas, algunas de las cuales me ponían muy hambrienta. Un médico me golpeó un par de veces cuando no pude hacerlo, pero lo hizo demasiado fuerte, supongo, porque me desmayé y desperté en mi celda. Debieron haberlo despedido porque nunca lo volví a ver. Antes de que pudiera tomar una bocanada de aire, Viktor la sostuvo en sus brazos, su piel fría contra la suya. La miró, luciendo feroz y enfadado. —Los mataré a todos —gruñó, con sus ojos brillando con su fuego interior. —¿Por qué?

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todos tan obsesionados con mi falta de habilidad?

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El Club de las Excomulgadas —Porque te lastimaron. Les dispararé en las rodillas y haré que se arrastren. Les engancharé unos cables de arranque y los conectaré a una línea eléctrica. Les inyectaré veneno en las venas. —¿Y entonces? —Los mataré. Ella suspiró.

Él soltó un bufido. —Se suponía que debía ser una promesa viciosa de venganza. —Lo sé. Pero aun así es casi poético. —Estás loca —dijo él sacudiendo la cabeza en negación—. Pero me gusta — admitió con una sonrisa triste. —¿Así que te gusto? —Ella contuvo la respiración en cuanto las palabras salieron de sus labios. ¿Le contestaría? Él se tomó un tiempo para responder y su corazón se hundió con cada segundo que pasaba. —Sí —respondió finalmente en un tono tan bajo que ella casi se lo perdió—. No debería, pero que el pantano me ayude, así es. Su corazón fue de un titubeante ritmo hasta ponerse a toda velocidad. —¿En serio? No estás diciendo eso sólo porque sientes lástima por mí. —No mentiría sobre algo así. Especialmente a ti. —Entonces, ¿qué significa eso?

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—Eso es tan romántico.

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El Club de las Excomulgadas —Eso no cambia el hecho de que eres demasiado joven para mí y que mi trabajo es protegerte. —Oí que los chicos maduran más lentamente que las chicas, o ese fue más o menos el argumento de Miranda. Si ese es el caso, entonces realmente, no estamos tan alejados. En realidad...—se presionó con más fuerza contra él—...estamos bastante malditamente cerca. Y no puedo pensar en una mejor manera de protegerme que si estás conmigo. —No me refiero a eso. Apenas has visto nada del mundo. Hay perspectivas trucos. —Pero ninguno tiene la experiencia necesaria para protegerme. Las habilidades para encargarse de mi cuerpo. Él gimió. —Simplemente no te darás por vencida. —Entonces cede. Por favor, Viktor. Enséñame. Tócame. Muéstrame lo que se siente al tener a un hombre dentro de mí. —Y no a cualquier hombre, sino a Viktor, el único hombre que alguna vez había despertado su interés erótico y la había hecho hablar tan libremente. —¿Y si no lo hago? Ella pasó un dedo por su pecho, la suavidad de éste era fascinante. —¿Realmente me condenarás de esa manera? —No soy el hombre adecuado para ti. —Eres el único hombre para mí —susurró ella—. ¿No lo entiendes? Nadie más me ha hecho sentir como si mi cuerpo entero estuviera en llamas. Nadie más

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mucho mejores por ahí que un viejo cocodrilo que no puede aprender nuevos

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El Club de las Excomulgadas me hace sentir segura y hermosa. Sólo tú tienes el poder de hacer que te haga rogar. No me dejes volver a mi prisión sin haber probado lo que sólo tú puedes darme. —No volverás allí. Nunca. Lo juro —gruñó él—. Mataré a cualquiera que lo intente. —¿Y si es la muerte la que viene a llevarme? ¿Y si es mi propio cuerpo el que me traiciona? —No lo permitiré.

—No podrías detenerlo. Nadie puede borrar realmente lo que me hicieron a mí y a los demás, o revertir los efectos. Podría vivir cien años, o morir antes de que esta noche termine. Nada de lo que hagas o prometas podrá cambiar eso. Pero me puedes dar esto. Muéstrame lo que es ser mujer en todos los sentidos. —Levantó los ojos brillantes por las lágrimas hasta los suyos—. Muéstrame un placer a la par con el pastel de chocolate, y las tiendas y todas las otras cosas maravillosas que me has mostrado. Una torcida, pero tierna sonrisa curvó sus labios. —Soy mejor que cualquier pastel. —Pruébalo. —Cuando él aún vaciló, ella lo besó, derramando toda su pasión, su necesidad, su afecto por él en el intercambio. ¿Él la rechazaría? ¿Él la...? Para su deleite, con un gemido de rendición, él se derritió. Asumió el control del beso, estrellando su boca contra sus labios y dominándolos. Con firmes movimientos y caricias, tomó el fuego en su cuerpo y lo convirtió en un infierno. Inundada de sensaciones, provenientes desde su lengua deslizándose a lo largo de la de ella, hasta sus manos vagando por todo su cuerpo, no se dio cuenta cuando él los colocó en una cama de hojas suaves que cedió bajo su peso. Ella

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Una triste sonrisa tiró de sus labios.

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El Club de las Excomulgadas acogió la pesada dureza de su cuerpo cuando la cubrió, y sus muslos se separaron naturalmente, para que él pudiera acomodarse entre ellos. La besó como un hombre hambriento, igualando su pasión y dejándola anhelando más. Sin saber qué hacer con sus manos, se aferró a sus hombros, sintiendo sus músculos tensarse bajo su tacto, su piel calentándose para igualar la temperatura de ella, una delicia para sus sentidos. En cuanto al arma entre sus piernas... pulsaba, caliente y dura contra su pelvis, atrapada entre sus cuerpos, una curiosidad que ella deseaba explorar.

de la de ella. Estaba a punto de protestar cuando sus labios tocaron la suave piel de su cuello, y luego viajaron hacia abajo, marcando su carne. Ella jadeó, y una sacudida de puro placer se dirigió hacia su sexo cuando él rozó un pezón. Ella gritó cuando él tomó el pico tenso en su boca y lo chupó. Pero tan agradable como fue eso, no pudo compararse con la impactante intensidad de la sensación cuando él raspó su apretado pico con sus dientes puntiagudos. Ella no pudo evitar retorcerse en su contra, con la ansiosa pasión controlando sus extremidades. Él gruñó, y por un momento ella pensó que había hecho algo mal, hasta que murmuró: —Sabes aún más dulce de lo que imaginé. ¿Fantaseó conmigo? La euforia en esas palabras duró poco ya que una vez más la furia de su acto de amor superó sus sentidos y pensamientos. Mientras él jugaba con sus pezones, pellizcándolos y chupándolos por turnos, movió su cuerpo para permitir que su mano bajara por el estómago haciéndole cosquillas, delineando el vello de su montículo, y luego trazando ligeramente su sexo. Una vez más, sin voluntad alguna, su cuerpo corcoveó, sus caderas se arquearon, rogando por más de su tacto. Él la acarició y su dedo se deslizó entre los pliegues de su vagina, tocando la humedad en su interior, antes de retirarse.

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Un suave gemido de consternación la abandonó cuando él arrancó su boca

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El Club de las Excomulgadas Contuvo el aliento expectante, de qué, no lo sabía, y dejó escapar un maullido de protesta. Sus labios atraparon su grito cuando su dedo regresó, moviéndose adelante y atrás contra su centro antes de encontrar la protuberancia justo encima de éste. Lo presionó, y ella gritó. Él se tragó el sonido y frotó de nuevo ese punto, con trazos firmes y rápidos. El placer dentro de ella se arremolinaba y giraba cada vez con mayor rapidez. Todo su cuerpo vibraba con excitación, y dentro de ella, la dicha se tensó y jadeó en busca de aire, sorprendida, esperando. ¿Qué estaba pasando? ¿Qué...? El orgasmo, una ola arrolladora de éxtasis, rugió a través de su cuerpo, ver, sólo sentir, sentir las oleadas de placer que sacudían su cuerpo, los murmullos de aliento de él, la suave caricia de sus manos y labios. Ni una sola vez, en todas sus reflexiones, ella imaginó algo tan maravilloso como lo que ocurrió. Tan alucinante. Tan devastador. Y Viktor no había terminado aún. Antes de que pudiera darse cuenta de lo que hacía, él se deslizó por su cuerpo hasta que su boca sopló suavemente sobre su sexo tembloroso. Las palabras, “¿Qué estás haciendo?” se aferraron a su lengua, pero nunca las dejó salir. En cambio, ella gritó cuando la lamió en el más íntimo de lugares. La lamió hasta que pensó que moriría de placer. ***** Una vez que Viktor comenzó a hacerle el amor a Renee, incapaz de resistirse a su súplica, incapaz de resistirse a ella, no pudo parar. Sus besos lo drogaban. Su cuerpo lo tentaba. ¿Y el orgasmo debido a sus manos? Casi lo hizo correrse como un chico sin control en lugar de un hombre con hielo corriendo por las venas. Todo en ella era perfecto. Sobre todo su sabor. Ubicado entre sus muslos, devoró su néctar, moviendo la punta de la lengua contra su clítoris, todo lo que

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dejándola muda, con la boca bien abierta en un grito silencioso. No podía oír, ni

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El Club de las Excomulgadas pudo conseguir a causa de su naturaleza de cocodrilo. Maldita fuera su lengua corta. Aún así la volvía loca, lo que a su vez le ponía frenético. Él podría haberla lamido todo el día, hacer que se corriera hasta que ella estuviera ronca si no fuera por las palpitaciones de su polla. ¿Pero estaría preparada para tomar esa parte de él? Sin detener la tortura oral a su protuberancia, deslizó un dedo dentro de ella, y se quedó sin aliento. Apretada. Muy agradable, húmeda y apretada. Deslizó otro luego hizo una pausa en la barrera en su camino, la señal de su inocencia. Una virgen. Mierda. Por un momento, volvió la claridad. ¿Qué estaba haciendo? ¿Seduciendo a una inocente? Ella debería entregar ese premio a alguien que lo mereciera más. No a un viejo y hastiado cocodrilo como él. Como si sintiera su vacilación, ella habló: —Por favor, Viktor. No te detengas ahora. Por favor. El honor y lo correcto no pudieron contra la súplica de ella, o su deseo egoísta. Quería ser el primero, y simplemente aceptar el regalo que ella le ofrecía. El ardor de ella se empañó ligeramente mientras él iba a través de su epifanía, y él se esmeró en llevarla de vuelta a su punto álgido. Metió sus dedos dentro de ella, aflojándola, y con algo de suerte sería suficiente para aceptarlo sin demasiadas molestias. La lamió hasta que ella tiró de su cuero cabelludo y sus jugos pusieron todo resbaladizo. Luego, cuando ella se encontraba en el borde del clímax otra vez, él se posicionó sobre ella, y empujó en la entrada de su sexo con la cabeza de su polla. —¿Estás…?

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dedo dentro, extendiéndola y presionando para conseguir llegar más profundo, y

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El Club de las Excomulgadas Él no llegó a terminar la pregunta porque sus piernas se envolvieron alrededor de sus muslos, su cuerpo se arqueó, y ella lo tomó en su interior. Sorprendido, él no hizo nada para detenerla, y cuando llegó a la barrera en su camino... rasgó a través de ésta esperando que la rapidez no prolongara su dolor. Pero si ella lo notó, no dio señales. Ella jadeó sin pausa, sus dedos se clavaron en sus hombros y movió las caderas, animándolo. A pesar de su inexperiencia, su cuerpo sabía lo que quería. Con la necesidad primitiva dominándola, ella encontró sus arremetidas, su sexo sintiéndose apretado y

Perdido en la gloria de su cuerpo, Viktor bombeó con una cadencia lenta dentro y fuera. Sin embargo, con la forma en que ella se apretaba en torno a él, con las paredes interiores de su sexo estremeciéndose y sus gritos aumentando de intensidad, pronto se encontró estrellándose contra su carne, incapaz de detener su frenesí. Y ella gritó por más, sus uñas le arañaron la espalda, sus ojos entrecerrados brillaban con pasión, y sus dientes, maldita sea, esos colmillos afilados le pellizcaron cuando ella le atrajo bruscamente hacia abajo y lo mordió. El dolor, el placer y el orgasmo corriendo a toda velocidad a través de ella lo condujeron dentro, en una embestida final antes de que derramara su semilla. Dioses dulces del pantano. Por un momento pensó que moriría ante el intenso placer que destruía su cuerpo. Antes de que pudiera agradecerle a Renee, besarla, y considerar una segunda ronda, algo le pinchó el trasero. La espalda. El brazo. Emboscada. Mierda. Ni siquiera pudo manejar un rugido antes de derrumbarse encima de ella.

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acogedor en torno a él.

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El Club de las Excomulgadas

Capítulo Quince Renee olió a los intrusos un momento antes de que Viktor se derrumbara sobre ella, pesado y aletargado. La pasión todavía se aferraba a sus sentidos, confundiéndoselos, por lo que no reaccionó inmediatamente. Pero cuando la figura de Viktor fue quitada de la suya, ella se levantó con un grito.

Ella echó un vistazo hacia abajo a los dardos que salpicaban su cuerpo. —¿Oh? —dijo. —¿Por qué no pierde el conocimiento? —preguntó alguien. A ella se le ocurrió que debía responder cuando captó el sonido de las pistolas tranquilizantes siendo recargadas. —Um, no podéis sedarme —ofreció ella mientras miraba a su alrededor. La situación no se veía bien. Cerca de media docena de hombres la rodeaban a ella y a un inconsciente Viktor, quien también tenía varios de los dardos sedantes clavados. El alivio de saber que él vivía hizo que algo de su tensión cediera. Pero regresó cuando un hombre desaliñado, que olía muy parecido a un perro, dijo: —Traed la cuerda. La ataremos hasta entonces, ya que no se dormirá como una niña buena. —Aléjate de mí —dijo ella, sosteniendo sus manos en alto. —¿O si no qué?

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Un pinchazo. Una inyección. Otro pinchazo.

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El Club de las Excomulgadas —O… o… —Renee se mordió el labio inferior mientras nada le venía a la mente. Viktor estaba fuera de combate. Ella no llevaba ni una prenda de ropa. No poseía ningún arma, aunque incluso si la tuviera, no habría servido de nada. ¿Exactamente cuáles eran sus opciones? Si corría, ¿qué le pasaría a Viktor? No podía dejarlo solo. Suspirando, hizo lo que años de prisión le habían enseñado. Cedió a lo inevitable y extendió las

Parecía que la libertad no era suya para mantenerla después de todo. Bueno, esto es una mierda. Si sólo Viktor se hubiera tomado el tiempo para enseñarle a luchar. Ella podría haber vencido a los malolientes secuestradores, salvado a su cocodrilo y lo habría despertado con besos. En vez de eso, iba tropezándose con las manos atadas frente a ella, con la boca amordazada con un pedazo de cinta adhesiva gruesa, empujada por los cazadores que cargaban los rifles, quienes bromeaban sobre su excelente cacería. Lo que era aún más preocupante, es que discutían sobre cuánto disfrutarían en la ciudad después de que la vendieran a ella y a Viktor a una tienda especializada en accesorios de moda de mujer. Parecía que la piel de zorro y la piel de cocodrilo tenían gran demanda. Pero les saldría el tiro por la culata. Aunque podían oler su naturaleza zorruna, no sabían que no podía cambiar, lo que significaba que su sueño de obtener mucho dinero al convertirla en una estola de piel nunca sucedería. ¡Hurra! por su pequeña victoria. ¡Buuu! por el hecho de que tenían la intención de convertir a Viktor en un par de botas. Tal vez incluso en un bolso. De alguna manera no creía que a él fuera a gustarle en absoluto.

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manos.

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El Club de las Excomulgadas Tan pronto como vio las jaulas, su situación bastante problemática fue ascendida a una realmente jodida, pero el verdadero terror no la golpeó hasta que oyó la palabra Cerebro. Parecía que estos cazadores cambia-formas no habían sido algo fortuito. Trabajaban para la misma persona de la que ella había esperado escapar. No quiero volver a mi prisión. Espera un segundo. ¿Por qué asumía automáticamente que los tipos malos ganarían? Claro, actualmente Viktor estaba desnudo, inconsciente y siendo

Tenía fe en él. Le había prometido que siempre la protegería. Si alguien podía sacarlos de este lío, era Viktor. Y creyó eso hasta el momento en que le dispararon. ***** La parte trasera de un rifle, esa forma era algo que Viktor conocía muy bien, le dio un golpecito en la espalda y él se despertó bruscamente. Sin detenerse a pensar, Viktor se puso en pie, con una nube en su mente opacando sus sentidos, para descubrirse a sí mismo... en una jaula. ¿Qué demonios? ¿Cómo había llegado aquí? Su segundo pensamiento fue, ¡Renee! Lo último que recordaba era alcanzar un nirvana enterrado en su cuerpo, después las picaduras cuando alguien los había emboscado mientras estaba ocupado. Debería ser fusilado por ser tan estúpido. Había dejado que su polla anulara su sentido común y lo habían atrapado. Pero, lo que le importaba él era, ¿dónde estaba Renee? Antes de que pudiera buscarla, el idiota con la pistola puso el cañón de su arma en el vientre desnudo de Viktor.

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encerrado en una jaula. Eso no significaba que ella no pudiera salvarlos a los dos.

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El Club de las Excomulgadas —Bueno, bueno. El caimán finalmente despierta. —Soy un cocodrilo, tú maleducada excusa para un… —Viktor miró a su captor, alrededor de un metro ochenta, pelo castaño grasiento, y un olor característico de mapache—. ...bandido de ojos anillados. —Quién lo diría, la lagartija puede olfatear. —Incluso un buitre olería tu orina, tú, pobre excusa de animal.

—Que bastardo bocazas eres. —¿Dónde está Renee? Una sonrisa separó los labios de la criatura, una sonrisa desdentada con demasiada malicia. —Tu novia está allí. Las drogas no funcionaron en ella, así que tuvimos que utilizar otros métodos para mantenerla tranquila. Girándose, Viktor vio a Renee atada de pies y manos en otra jaula a unos pocos metros de distancia. Una cinta le tapaba la boca y tenía los ojos muy abiertos a causa del miedo. —Dejadla. Ir. —La cólera bombeó a través de él ante el estado de ella. ¿Cómo podía haberlo arruinado tanto? Había dejado que el placer anulara su sentido común. Había bajado la guardia debido a su intriga por una zorrita, ¿y mira dónde los había dejado eso? Drogados y atrapados como si fuera el más nuevo de los reclutas. Necesitaba solucionar este problema. Ahora. —Oh, ella no irá a ninguna parte, hombre lagarto. Tengo a alguien que me prometió un buen dinero por ese pedazo de trasero. Demasiado dinero para que me importe un carajo lo que quieras. Diablos, me ofrecieron más dinero cuando mencioné qué precio podría conseguir por la piel de un zorro.

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Le hincó la pistola más profundamente y el dedo en el gatillo se tensó.

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El Club de las Excomulgadas —¿Quién? ¿Quién te pagará? —La sangre de Viktor fluyó más fría que de costumbre. Sólo una persona tendría interés en Renee. El Cerebro. —¿No deberías estar más preocupado por ti mismo, cocodrilo? El jefe no quiere tener nada que ver contigo. Pero me parece una lástima desperdiciar tu cuero. Tengo un amigo que se ocupa de las pieles. De pieles de reptiles. A esas mujeres ricas de las casas lujosas les encantan los bolsos originales y las botas. Viktor se detuvo cuando trató de analizar la situación y encontrar una

—Ese plan hubiera funcionado mucho mejor si no me hubieras sorprendido en mi forma humana. —Cambiarás si sabes lo que es bueno para ti. —No lo creo. —Oh, lo harás porque si no, verás cómo se lo hago a tu novia. ¿Es una de las gritonas? Tal vez le quite la mordaza y lo averigüe. El miedo helado hizo su transición convirtiéndose en una rabia fría. —No le pongas un dedo encima. —¿O si no qué? En caso de que no lo hayas notado, te tengo en una condenada jaula, lagartija. No hay ni una maldita cosa que puedas hacer al respecto tampoco. Mirando las barras y el seguro de la puerta, Viktor rió, un sonido bajo sin alegría. —¿Es esto lo mejor que tienes? Yo empezaría a correr ahora si fuera tú, porque una vez que salga, podrás olvidarte de que tenga misericordia. Estoy hambriento de un poco de carne fresca.

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manera de liberarlos a los dos.

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El Club de las Excomulgadas La confianza fanfarrona se desvaneció mientras el mapache se alejaba un paso de la jaula. Con algo de retraso, el cazador se acordó de su arma. La levantó, apuntando alto en el pecho de Viktor. —Incluso si pudieras salir, no eres a prueba de balas. —Pero sano muy rápido, así que es mejor que tengas fe en que tu puntería sea buena. —Con una flexión de sus músculos, Viktor cambió a su media forma, la piel curtida le ofrecería algo de protección si el mapache disparaba, pero mejor aún, le dio la fuerza y el peso necesarios para golpear los barrotes y romper el cerrojo. asustó tanto como a Viktor le hubiera gustado. ¡El bastardo le disparó! Viktor no se inmutó cuando la primera bala rozó su brazo. El secuestrador, que quería convertirlo en un maldito bolso, cayó bajo él. El mapache trató de cambiar y dejar su forma humana, probablemente esperando que su pequeño tamaño le permitiera escapar. Un agarre duro en su cuello y el mapache dejó de luchar. Una muerte demasiado rápida para la basura, pero dado que el campamento daba muestras de tener a más de un cazador, y Renee estaría probablemente asustada como el infierno, eligió la velocidad sobre el placer de hacer gritar a la porquería. Poniéndose de pie, dio una rápida mirada alrededor antes de acercarse a la jaula que tenía a Renee y forzar la puerta para abrirla. Cambiando de vuelta a su forma humana, la acurrucó en sus brazos, sosteniendo su cuerpo tembloroso. —Lo siento mucho, Renee. Nunca debí haberte traído aquí sin protección. Ella sacudió la cabeza y murmuró algo. —Esto te va a doler —le advirtió antes de tirar de la cinta de su boca.

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Trastabillando hacia fuera, los ojos de su captor se abrieron en shock, pero no se

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El Club de las Excomulgadas Pero no fue el dolor lo que la hizo gritar cuando sus labios estuvieron libres, sino: —¡Cuidado detrás de ti! Demasiado tarde. Aún confundido por los tranquilizantes, no oyó a los amigos del mapache acercarse, pero sintió cuando le dispararon, el aguijón de los perdigones pulverizándose a través de su espalda. —Corre —jadeó él, impulsándola sobre sus pies. Sin embargo, al estar duro. El pecho le dolía al respirar y su visión se atenuó. Pero se las arregló para susurrar, a través de burbujas de sangre —: Lo siento. Te he fallado. ***** El shock mantuvo a Renee en silencio mientras Viktor se desplomaba en el suelo, sangrando e inconsciente, por favor que no esté muerto. Las cosas habían ido tan horriblemente mal con tanta rapidez. En un momento, ella aplaudía en silencio mientras observaba a Viktor matar al cazador que se había quedado atrás para vigilarla. Al siguiente, su amante yacía sangrando en el suelo. Del bosque, salieron los amigos del cazador, vestidos con uniforme de camuflaje y armas apuntadas a ella y a su pobre y moribundo cocodrilo. —Haces un movimiento y te dispararemos. Como si ella necesitara la advertencia. Conocía muy bien las reglas cuando se trataba de mercenarios. Haz lo que te digo y tal vez no saldrás herida. Era la razón por la que no había luchado cuando inicialmente le habían atado las muñecas y los tobillos, y no se había resistido cuando le habían tapado la boca para acallar sus sollozos. Pero podría haber manejado regresar a su prisión de toda la vida si hubieran dejado a Viktor en paz. Les habría prometido cualquier cosa para mantenerlo a

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todavía atada, sólo pudo yacer allí. Otro disparo lo envió de bruces contra el suelo

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El Club de las Excomulgadas salvo. En su lugar, sin embargo, él se desangraba en el suelo y la muerte se acercaba cargando una escopeta y una mueca de desprecio. Y yo no sé qué hacer. —Al diablo los cientos de dólares que obtendremos de su piel. Es demasiado problemático. Tenemos a la chica. Matadlo. Las armas fueron elevadas y dirigidas hacia su impotente amante. Renee no vio ninguna piedad en sus ojos, sólo muerte. El miedo se fusionó con su ira. ¡Cómo se atrevían! La ira ardió y se revolvió en

—No. Lo. Toquéis —gruñó ella con una voz que no reconoció. —¿Te refieres a esto? —Un arma fue disparada y una mancha roja floreció en los muslos de Viktor, ya inconsciente, por lo que ni siquiera se inmutó. Pero el disparo informal la envió por encima del borde. Un grito de rabia brotó de ella y se puso de pie, rompiendo los lazos que la sostenían sin esfuerzo. Cada centímetro de su cuerpo vibraba y su furia seguía creciendo con cada inhalación mientras el olor cobrizo de la sangre de Viktor la asaltaba. —¡Disparad! —gritó su líder, escupiendo saliva—. Pegadla un tiro antes de que ella… El líder de los cazadores no terminó la frase. Precipitándose sobre él, ella lo hizo callar. Sus mandíbulas crujieron al comerse su aperitivo, y echó un vistazo hacia las otras insignificantes criaturas que sostenían palos negros. Uno de ellos hizo un ruido fuerte y un momento después, algo le picó. Ella rugió. Ellos corrieron. Sus oídos se agudizaron. ¡Presas! Con la cola en alto, ella los persiguió, sus olores siendo fáciles de seguir. Atrapó a una figura que huía con un alegre salto. Se lo comió, saboreando la comida fresca. Rico.

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su interior. Una neblina roja cayó sobre sus ojos.

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El Club de las Excomulgadas

Capítulo Dieciséis Le tomó a Mason, acompañado por el Dr. Manners y varios de los mejores agentes que la CUP tenía que ofrecer, un par de horas llegar a la cabaña de Viktor. Cuando su compañero cocodrilo falló en reportarse, ellos inmediatamente se habían puesto en camino porque Viktor no dejaría de reportarse sin una buena razón. Mason simplemente no podía creer que alguien hubiera conseguido tumbar su lugar, sin ningún signo de lucha, Mason no podía permitirse creer que el hombre que lo había entrenado, quizás estaba en problemas. Viktor siempre salía adelante. El hombre poseía un instinto misterioso y era mortal con una pistola y más aún con un cuchillo. Pero, de nuevo, su amigo soltero quizás había estado distraído por una cierta pelirroja. Mason nunca había visto a Viktor comportarse así, tan diferente. ¿Permitir que una mujer estableciera la demanda de estar en su regazo? El Viktor que conocía probablemente se la quitaría de encima. O lo habría hecho, hasta que Renee llegó. ¿En cuánto a llevarla a su cabaña con el pretexto de que ella se relajara y así pudiera cambiar? Mason nunca había oído una frase más estúpida en su vida. Viktor nunca llevaba mujeres a su refugio privado. Pero lo hizo con la zorrita. ¿En su cacería del cocodrilo y su encargo, Mason accidentalmente interrumpiría algo desnudo y sudoroso? Esperaba que no. Acababa de comer algunos deliciosos bollos de miel y odiaría tener que vomitarlos. —La cabaña está limpia —anunció a los hombres alrededor de la estructura—. Extendámonos y veamos si podemos recoger alguna pista. Tal vez se encontró con un cocodrilo más grande que él y está herido. —O el bicho del amor lo picó.

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a su amigo y mentor. Incluso cuando se enfrentaron a la cabaña vacía, con todo en

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El Club de las Excomulgadas El Dr. Manners fue a seguirlo al bosque cuando Mason le detuvo. —¿A dónde va, doc? —Contigo, por supuesto. —¿Es bueno rastreando? —No, pero si hay heridos, mi presencia podría hacer una diferencia. —Viktor es un cambia-formas y un resistente hijo de puta. Cualquier cosa

—¿Has visto una pierna rota sanar torcida cuando no se acomoda correctamente? —preguntó el Dr. Manners—. No es bonito para nadie. Llevarme podría hacer una diferencia. Sin dejar de mencionar, que no tenemos idea de que la capacidad de Renee de sanar haya sido afectada por sus pruebas. —Puntos válidos, pero no sabemos con qué podríamos encontrarnos. A su favor, el médico no retrocedió. —Podré no tener el mismo entrenamiento que tú, pero puedo cuidar de mí mismo. —¿Qué pasa si nos encontramos con algunos de los secuaces del Cerebro? —preguntó Mason. Una sonrisa curvó los labios del médico. —Entonces es bueno que a mi bestia le guste la carne fresca. ¿No? Con un resoplido de risa, Mason dejó que su nariz liderara el camino. Por suerte para él, su agudo sentido del olfato captó una pista. Conducía hasta el pantano, luego a un arrugado montón de hierba alta donde captó el olor distintivo

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sin ser un disparo en la cabeza o una decapitación, él podrá sobrevivirla.

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El Club de las Excomulgadas de que su viejo amigo de unidad había tenido suerte13. Pero fue el dardo con plumas en el suelo lo que le puso los pelos de punta. Cayendo de rodillas, levantó el misil y olió, el distintivo aroma médico era una mala señal. Alguien los había drogado. ¿Pero quién? ¿Cazadores humanos ordinarios que pensaban que habían cazado un premio grande? ¿O cambia-formas mortales, con nefastas razones? Sacando el móvil de su cinturón, Mason envió un texto a las otras unidades. Hostiles en la zona. Proceded con precaución. También les mandó por texto las

—¿Todavía estás conmigo, doc? Aflojándose la corbata, el doctor desabrochó la parte superior de su camisa. —No me rindo fácilmente, oso. Lidera el camino. Mientras Mason trotaba a lo largo de la senda que nadie se molestó en ocultar, llamó a su esposa a través de su Bluetooth. —¿Qué sucede, surgió algo? 14—preguntó ella atendiendo inmediatamente, el sonido de fondo que hacía al escribir en el ordenador era una señal de su capacidad multitarea. Por toda la miel del mundo, cómo le gustaba la forma en que utilizaba esa habilidad en el dormitorio. —¿Si surgió algo15? No en mí, eso es seguro. Viktor y su encargo parecen haber sido secuestrados. —¿Por quién?

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Se refiere a que tuvo sexo. ¿What’s up? Significa varias cosas, como: ¿qué tal? ¿qué sucede? También puede significar si surgió, o aconteció algo. 15 Él contesta: ¿Up? Not me. Juego de palabras, él contesta a la pregunta anterior sarcásticamente como si ella le hubiera preguntado: ¿Qué surgió?, ¿qué se elevó?, ¿hay algo erecto? Respuesta con connotación sexual, se refiere a que él no está excitado, que en él no ha surgido ninguna erección. Después continúa con su informe. 14

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coordenadas exactas de su ubicación.

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El Club de las Excomulgadas —No estoy seguro todavía. Pero vinieron preparados con dardos con algún tipo de droga. Apostaría que es un sedante. No hay sangre, lo que es una buena señal. Significa que los querían intactos. —¿Crees que fue el Cerebro? ¿Pero cómo? Estoy segura de que Viktor no le dijo a nadie que él y Renee se dirigían allí. Fue algo de improviso. —Bueno, yo lo sabía y tú también —contestó Jessie—. Y Kloe. Pero eso es todo lo que sé.

de escuchar el lado de la conversación con Jessie. La privacidad no existía para los cambia-formas que estuvieran situados cerca—. Hablaron sobre eso cuando vinieron a la casa de seguridad para algunas pruebas. —Tenemos un topo —gruñó Mason. —No por mucho tiempo —anunció Jessie—. Podría comprobar los teléfonos de la casa de seguridad y los equipos en busca de infiltraciones desde el exterior. —Suena bien. Te llamaré cuando los hayamos encontrado. —Oh, no, no. Mantendrás esta línea abierta para poder escuchar lo que está pasando. —Cisne mandón —dijo él cariñosamente. —También te amo —siseó ella. Mason ralentizó su ritmo cuando un fuerte sabor metálico llenó sus sentidos. Más adelante, no muy lejos, había sangre. —Permanece detrás de mí, doc. —Moviéndose hacia adelante, Mason agudizó sus oídos, escuchando para detectar cualquier sonido de una posible

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—Yo sabía que irían a su cabaña —agregó Manners, siendo al parecer capaz

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El Club de las Excomulgadas emboscada. Se mantuvo respirando hondo, buscando un olor que no perteneciera allí. Sin embargo, el aroma de la muerte lo impregnaba todo. Signos de violencia comenzaron a resaltar el sendero. Un zapato solitario aquí. Jirones de restos de una camisa. Sangre. Ramas de árboles rotas. Más sangre. Parecía como si un tornado violento hubiera pasado a través del bosque y derribado, olfateando, olfateando, cambia-formas a lo largo de su camino. ¿O el miraba los restos dejados por un cocodrilo enfurecido? No. Ni por un momento pensó que Viktor hubiera hecho eso porque su ocasiones especiales. Oliendo nuevamente, Mason trató de filtrar los olores. El distintivo olor fuerte y único de los cambia-formas se alzaba por encima del cobrizo de la sangre, sin embargo, no podía identificar cuál de los muchos olores había causado la destrucción. —¿Quién hizo esto? —preguntó el doctor, arrodillándose para agarrar un filamento largo rojizo atrapado en el agujero de un árbol. Dada la longitud del cabello, Mason no quería realmente saberlo. —¿Quién hizo qué? —preguntó Jessie. Él no se lo explicó, en vez de ello, tomó una foto y se la envió a ella por correo electrónico. Su jadeo suave en su auricular le hizo saber que la había recibido. —¿Qué tiene el pelo tan largo? Ten cuidado —le susurró. —¿No lo tengo siempre? —Eso no es tranquilizador —espetó ella. —No te preocupes. Tengo al Dr. Manners aquí protegiendo mi espalda.

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amigo tendía a realizar matanzas limpias, ahorrándose la mutilación sólo para

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El Club de las Excomulgadas Lo que ella dijo después le hizo morderse el labio, especialmente cuando los ojos del doc se abrieron como platos. Jessie tenía una lengua bastante larga, dentro y fuera de la cama. Con pies silenciosos, él continuó su camino, siguiendo el sendero de violencia. Mason dejó escapar un silbido bajo mientras salía de los densos árboles a un claro. —Santo Dios.

Bluetooth no le gustaba la recepción en los pantanos. —¿Qué tipo de animal dijiste que era Renee? —susurró mientras extendía una mano para detener el médico que se abría paso también en la escena. —Zorra. ¿Por qué? —¿Y cómo de grandes pueden ser? —No lo sé, pero no grandes. Como de nueve a dieciocho kilos, creo. Los cambia-formas tienden a ser más grandes por supuesto. Mason, ¿por qué me lo estás preguntado? ¿Qué está pasando allí? Él no respondió. No podía, porque contenía el aliento y estaba congelado en su lugar. No te despiertes. No te despiertes. Silenciosamente canturreó mientras intentaba memorizar a la criatura en el claro. No funcionó. Unos párpados inmensos se retiraron, revelando un enorme par de orbes dorados. Eran bastante lindos comparados con los colmillos gigantes, más largos que su brazo, que surgían de un labio retraído. —Mason —chilló Jessie—. Contéstame. ¿Qué pasa? ¿Por qué está tan silencioso?

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—¿Qué pasa? ¿Qué es? —la voz de Jessie se entrecortó en su oído, a su

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El Club de las Excomulgadas —Resulta que Renee puede cambiar —respondió en un gruñido bajo, sin quitarle los ojos a la enorme zorra roja. —Eso es bueno ¿no? —preguntó Jessie. —No para mí. Ella es malditamente enorme. O sea, hace que el conejito de Miranda sea uno de peluche. —Estás bromeando. —Lo desearía —murmuró él sosteniendo su teléfono para tomar una

—Joder, es una gran zorrita. ¿Qué vas a hacer? ¿Y dónde está Viktor? El Dr. Manners le dio un codazo y, luego señaló. Debajo de la gigante cola que se retorcía, vieron una figura expuesta, desnuda y ensangrentada, pero Mason reconocería ese corte de pelo en cualquier lugar. —Demonios. Es él. No se mueve y no me gusta el aspecto de esa sangre. ¿Ella lo mató? Manners sacudió su cabeza. —Vi su pecho moverse. Creo que ella lo está protegiendo. Un vistazo alrededor, a los restos del campamento y a la forma en que la zorra gigante lo observaba con recelo, con su cola encrespada envuelta alrededor de su amigo de forma protectora, y Mason estuvo de acuerdo. —Entonces, ¿cómo conseguimos sacarlo de allí? —¿Por qué no se lo pedimos? —Manners dio un paso adelante—. Hola, Renee. ¿Me recuerdas? Nos conocimos ayer cuando viniste para algunas pruebas. Un rugido, que casi hizo temblar la tierra con su tenor, hizo al doctor retirarse apresuradamente.

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fotografía. La envió y un momento después su compañera silbó.

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El Club de las Excomulgadas —Buen intento, tarado. Recuérdale a la chica algo que odia. —¿Qué sugiere entonces? —espetó el médico. —¿No tienes algo así como un tranquilizante o un sedante o algo así? —Sí, una botella de ellos en mi bolso. ¿Crees que ella abrirá la boca así puedo dárselos a beber? —preguntó sarcásticamente. —Oíd idiotas —los persuadió Jessie—. ¿Por qué no despertáis a Viktor en

—Iba a sugerir eso. —Seguro que sí —concordó Jessie usando un tono complaciente. Peor aún, Mason podía imaginarla haciendo rodar sus ojos en la oficina. Maldición, amaba su plumífero trasero. Pero ella había hecho una buena sugerencia. —Viktor —habló Mason en un susurro fuerte que hizo que la cola de Renee se crispara—. Vi-i-k-t-o-r-r. El enorme zorro rojo se tensó cuando él arrastró a modo de cántico, una versión del nombre. El Dr. Manners inhaló. —Mantente así y él dormirá hasta la semana próxima y terminaremos siendo la cena. Así es cómo se hace. Rápido, como cuando sacas una tirita. ¡VIKTOR! ¡DESPIERTA! La zorrita elevó la cola, echó hacia atrás las orejas, y un bocado de dientes apareció junto con un rugido bajo que no auguraba nada bueno. —¡Oh, mierda! ¡Corre!

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vez de eso? Apostaría que si alguien puede hablarle en su forma humana, es él.

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El Club de las Excomulgadas —No te muevas —siseó el doctor—. Si corres, ella pensará que eres una presa. Con los pies congelados en el aire, Mason detuvo en seco su planificada fuga y observó a la zorrita enfurecida mientras se paraba sobre su amigo, con los pelos erizados de punta y los dientes desnudos en un gruñido. —¿Qué deberíamos hacer? —Nada. Acabo de ver a Viktor mover la mano lo que significa que está

—Buen plan. —Cualquier cosa que involucrara que Mason no fuera comido funcionaba para él. Pero Mason tenía que saber, ¿qué pasaba que los hombres que conocía terminaban enamorándose de mujeres con grandes colmillos? Primero su hermano y su conejita dientes de sable, y ahora Viktor con su zorrita de tamaño gigante. Él escogería a su esposa de tamaño normal con su cola de plumas cualquier día. Preferiblemente inclinada sobre el reposabrazos del sofá.

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recuperando la conciencia. Dejaremos que él se encargue de su novia.

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El Club de las Excomulgadas

Capítulo Diecisiete Un rugido profundo, un temblor de tierra y una cara llena de pelo le despertó —¿Qué demonios? —graznó Viktor, regresando a la tierra de los vivos con un montón de dolor. Un lengüetazo mojado por su rostro lo hizo escupir—. Ew. Maldita sea. ¿Qué está pasando? —Entonces un pensamiento más urgente le

—Cálmate, amigo. Renee está bien, más o menos. ¿Mason? ¿Qué estaba haciendo el oso aquí? Pensándolo bien, ¿por qué no estoy muerto? Lo último que Viktor recordaba era que le habían disparado, más de una vez, y que le había dicho a Renee que corriera. —¿Dónde está ella? —No pudo ocultar el pánico en su tono. —Junto a ti —respondió Mason—. Está lamiendo tu cara. Abriendo un ojo y viendo la gran cabeza flotando sobre él, y unos grandes orbes dorados mirándolo fijamente, Viktor entendió rápidamente que ella no había huido como él le había ordenado. En cambio, se había quedado atrás y salvado su indigno trasero. —Persistente zorrita. Pensé que te había dicho que corrieras —gruñó él. Ella gruñó nuevamente. Sus labios se curvaron en una sonrisa. Parecía que no sólo había cambiado a su bestia, sino que también encontró algo de coraje. Él le enseñó los dientes y se rió cuando ella le gruñó. —Um, Viktor, no creo que ella esté en su sano juicio en este momento. Y dado que te podría comer tan fácilmente como a los chicos a los que capturó, podrías querer pensar en caerle bien.

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llegó—. ¡Renee!

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El Club de las Excomulgadas —Ella no me lastimará —murmuró él, enredando sus dedos en su pelaje, asombrado, a pesar de sí mismo, de su impresionante estatura. No era de extrañar que el Cerebro la quisiera. Salvo un mamut raro al que una vez había visto cuando era un niño, nunca había visto a un cambia-formas tan grande. Ni sentido un pelaje tan suave. Trató de levantar una mano para acariciar su hocico. El dolor lo hizo ceder de la tentativa. —No te muevas —lo amonestó el Dr. Manners—. Todavía sangras por los agujeros en tu cuerpo.

el impulso de matarlo. No quería que las personas lo vieran débil, especialmente otros animales de rapiña. En cuanto a Mason, haría una excepción con él. Habían servido juntos en el extranjero y sabía que podría patear su trasero en combate. El médico sin embargo era un elemento desconocido. Se veía inofensivo, pero Viktor se preguntó lo que ocultaría detrás de su benigno exterior. —Oye, ¿podrías decirle a tu amiga que retroceda? No nos permitirá acercarnos a ti. —Chica lista —bromeó él. —Será una chica soltera si no permites que te eche una mirada. ¿Renee soltera y disponible para la población masculina? No mientras él tuviera un aliento en su cuerpo. —Permite que los agradables agentes de la CUP me revisen, Renee — murmuró él. Ella gimoteó. —Está bien. Confío en ellos. Tú también deberías.

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—No me digas. —Lanzando una irritada mirada al médico, Viktor refrenó

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El Club de las Excomulgadas Retrocediendo unos metros, ella no permitió ni una vez que su mirada dejara su cuerpo, o perdiera de vista a los dos hombres que se acercaron para arrodillarse a su lado. El doctor no perdió el tiempo y le abrió los párpados y los iluminó con una linterna. Viktor toleró la comprobación, sólo porque podía ver a Renee observándolo con cautela, rugiendo en un tono bajo que sacudía su cuerpo. —Debemos llevarlo de regreso a la casa de seguridad, o a algún lugar donde

Dado su estado mareado, mientras permanecía tumbado, Viktor no pudo disentir. —Jessie llamó al equipo de evacuación médica. Dice que estarán aquí en media hora —dijo Mason. —¿Qué haremos con Renee? —preguntó el médico cuando la lengua absurdamente larga de ella lamía a Viktor otra vez. Él luchó por no reírse aunque le hacía cosquillas. Un cocodrilo tenía más dignidad que eso. —¿Qué quieres decir con hacer con Renee? —preguntó Viktor cuándo sus palabras penetraron en él. —Ella no entrará en el helicóptero a menos que cambie de nuevo. —Estoy más preocupado porque ella nos coma cuando tratemos de moverlo a él. ¿Viste el tamaño de sus dientes? —exclamó Mason—. Y pensé que Miranda tenía el conjunto más espantoso de colmillos en las inmediaciones. Como si hubiera oído sus comentarios, Renee se puso al lado de Viktor, con su cabeza sobre sus patas. Los pelos sedosos junto a ella, le hicieron cosquillas en la mano, y él movió sus dedos lo suficiente como para poder acariciarla.

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podamos realizar una transfusión. Ha perdido mucha sangre.

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El Club de las Excomulgadas —Vigila lo que dices. Herirás sus sentimientos, lo que significa que tendré que lastimarte. —Um, lo siento, Renee. Tú tienes, um, un pelaje realmente agradable — tartamudeó Mason. Viktor resopló, pero entonces se estremeció por el dolor agudo en su pecho. Su zorrita gimió, luego gruñó mientras el doctor limpiaba una de las heridas en su pecho.

—Ella no te lastimará. —¿Cuántos golpes en la cabeza recibiste, de todos modos? —preguntó Mason. —Ninguno. Sólo me dispararon algunas veces. —Se estremeció cuando el doctor, echándole un vistazo cauteloso a su zorra, aplicó presión y vendó la peor de sus heridas. Una puñalada de dolor le hizo jadear, y Renee brincó a sus pies, gruñéndole al doctor, con el pelo erizado—. Está bien. Él sólo hace su trabajo —se apresuró Viktor a decir antes de que se comiera al Dr. Manners. Ella soltó un quejido bajo—. Sé que estás preocupada. Pero se necesita más que unas balas, incluso de las grandes escopetas, para derribarme. Si quieres ayudar, tienes que cambiar. Ella se quejó otra vez. —¿No puedes recordar cómo? La zorra roja dejó caer la cabeza. Él quiso decirle que no se preocupara. Que simplemente se relajara, pero tosió, un lío mojado y repugnante, que comenzó una reacción en cadena de dolor y escupitajos de sangre. Entonces no pudo decir nada porque el doctor le inyectó

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—Um, Viktor, puedes pedirle que retroceda.

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El Club de las Excomulgadas algo, y entre un ladrido muy alto, los gritos de Mason de alarma, y el tat-tat-tat de un helicóptero acercándose, la oscuridad vino para reclamarlo. ***** Renee despertó vestida con un vestido limpio, acurrucada en una cama de hospital junto a Viktor. Sobresaltada, porque no tenía ningún recuerdo de haber llegado allí, se sentó con un jadeo. ¿Qué había pasado? Lo último que recordaba, era a hombres apuntándoles

Obviamente habían sobrevivido, ¿pero cómo? ¿Estarían a merced del malvado Cerebro? ¿O alguien bueno de la CUP había venido al rescate? —Estamos a salvo. La voz de Viktor, grave y baja, atrajo su atención. Ella asimiló su cara pálida, sus ojos amarillos llenos de fatiga, y luego notó las vendas a través de su pecho que la sábana no cubría completamente. Ella dirigió sus dedos temblorosos sobre la extensión blanca. —Te dispararon. —No es la primera vez y probablemente no será la última. Viviré. Gracias a ti. —¿A mí? ¿Qué hice? No recuerdo nada después de que me desmayara. Soy tan débil. —Nunca ganaría el corazón de Viktor si seguía desmayándose cuando él la necesitaba. Viktor necesitaba a alguien fuerte como él como compañera. Y ella esperaba ansiosamente poder ser esa mujer. Pero otra vez, se había asustado, y bam. Se despertaba después de que todo estuviera hecho. —¿No recuerdas nada?

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con armas. ¡Le pegaron un tiro a Viktor! Después de eso, nada.

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El Club de las Excomulgadas Una sacudida de cabeza le contestó. Él exhaló un suspiro ruidoso. —Maldita sea. ¿Por dónde debería comenzar entonces? —¿Quién nos salvó? —Tú. O, más exactamente tu zorrita lo hizo.

—Oh, sí puedes. Y de modo impresionante, también. Un hombre inferior estaría intimidado, considerando que tu zorrita es del tamaño de una casa. —Estás mintiendo. —Sin embargo, ella podía ver en sus ojos que él no lo hacía—. ¿Pero cómo? ¿Por qué ahora? —Sospecho que el gran peligro en el que estábamos provocó el cambio. —El peligro para él, debería haber dicho. Renee permitiría que cualquier cosa le pasara a ella con tal de salvarlo—. ¿Qué hice después de que cambié? La incertidumbre hizo que su expresión se oscureciera. —¿Estás segura de que quieres saberlo? ¡No! —Sí. —Según lo que el equipo recolectó de las pistas dejadas, cambiaste y luego te pusiste furiosa con los traseros de nuestros captores. Ella quedó boquiabierta. —¿Los maté? —Sí.

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—Yo no puedo cambiar —contestó ella automáticamente.

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El Club de las Excomulgadas El parpadeo en sus ojos indicó que escondía algo. Ella simplemente lo supo. —¿Qué es lo que no estás diciéndome? —No sé si debería decírtelo. —Dímelo. Tengo derecho a saberlo. —¿Qué tan malo podría ser? —No sólo mataste a los tipos malos, Renee, te los comiste. O la mayor parte de ellos de todos modos. En realidad, el equipo de la CUP encontró unos cuantos

Tragar saliva fue todo lo que ella pudo manejar cuando digirió el trozo de información. ¿Cambié a una zorra gigantesca y luego me comí al enemigo? Eso era tan, tan… —¡Increíble! —Y quizás explicaba por qué su boca sabía cómo si se hubiera comido uno de los filetes crudos de Viktor. Tendría que recordar usar hilo dental. —¿Por qué increíble? —Su ceño se profundizó. Saltando de la cama, ella hizo un puño levantándolo en el aire. —Pateé traseros. No tomé ningún prisionero. Finalmente me defendí. —Su sonrisa se decayó—. Sólo desearía poder recordarlo. —Hubiera sido estremecedor poder recordar cómo se sentía ese coraje. Pero oye, la parte importante era saber que la valentía existía dentro de ella. Sólo necesitaba las condiciones correctas para salir. —Um, bien, aunque no pudimos captar la pelea en sí, Mason sí tomó fotos de tu bestia. Puedo mostrártelas si quieres. —¡Me encantaría! —Tal vez ahora que sabía con seguridad que le era posible cambiar, no le costaría tanto hacerlo—. Entonces, ¿estamos en las manos de los tipos buenos?

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pedazos extraviados.

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El Club de las Excomulgadas —Sí. De los molestos de la CUP quienes no me dejarán ir a casa para dormir en mi propia cama. —¿Cómo llegamos aquí? —En helicóptero. —¿Yo también? —Sí. Aunque el Dr. Manners tuvo que amenazarte primero con dejarte allí si no cambiabas. Una vez que tu zorrita se dio cuenta de que hablábamos en serio,

—No, no lo hice. —Sí que lo hiciste, directamente encima de mí, muchas gracias. Ella se estremeció. —¿Lo siento? —Viviré. Arrastrándose nuevamente sobre la cama, ella puso la manta alrededor de él. —Todavía estás herido. —Estoy curándome —la corrigió—. Y me curaría mucho más rápido si me dejaran ir. —Te dispararon. Necesitas descansar. —¿Cuándo te dieron tu doctorado? —le espetó. Pero ella no se ofendió. Conocía a Viktor lo suficientemente bien como para entender que no apreciaba verse débil frente a ella.

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cambiaste de forma y te desmayaste como una chica.

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El Club de las Excomulgadas —Eres irritable cuando estás herido. Por suerte para ti, puedo manejarlo. Te guste o no, no te dejaré salir de esta cama —anunció ella. —Eres mandona —murmuró él, pero ella podía oír el afecto en su tono. —Estoy preocupada, —lo corrigió ella, acurrucándose contra él. La inquietud

la

hizo

morderse

el

labio

ante

su

repentina

inmovilidad.

Inadvertidamente podría haberlo herirlo, no es que el testarudo hombre fuera a admitirlo.

pedir que te desnudaras y me sirvieras la comida. —¿Tienes hambre? —le preguntó ella, sentándose y buscando algo para darle de comer. —Oh, tengo suficiente hambre. Ven aquí. Enredando sus dedos en su cabello, él giró su cabeza y la hizo descender, devorando sus labios como un hombre que se moría de hambre. A pesar de haberse comido a los enemigos cambia-formas, ella lo acogió a su vez, igual de ansiosa. Le chupó el labio inferior. Acarició su lengua con la suya, hasta que alguien se aclaró la garganta. —Ejem. Viktor no la soltó, y ella suspiró felizmente en su boca. No quería detenerse tampoco. —Perdone por interrumpirlo agente Smith, pero… bueno, eso es simplemente grosero. Renee abrió los ojos para ver a Viktor mostrándole el dedo del medio al médico, y balanceándolo a su vez. Ella se alejó, con sus mejillas ardiendo. —Hola, Dr. Manners.

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—Preferiría que te preocuparas en mi casa. Entonces por lo menos podría

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El Club de las Excomulgadas —Renee. Es bueno verte sonriendo en lugar de gruñendo. Parece que no tienes secuelas de la experiencia. —¿Vino para dejarme ir? —preguntó Viktor. —No exactamente. No estás siquiera un poco curado. Pero, pensamos que tú y Renee tal vez deseen asistir a una reunión que tendremos sobre el Cerebro, sobre todo dado que era él quien estuvo detrás del intento de secuestraros a ambos. Un destello duro entró en los ojos de Viktor.

—¡Vic-c-t-tor! —El grito de Miranda rebotó dentro de la habitación antes de que ella lo hiciera—. ¿Estás bien? Oí que fuiste atrapado con los pantalones bajados por unos sucios mapaches. Oh, hola, Renee. —Miranda se detuvo en su exclamación fuerte para saludarla y sonreír. Renee la saludó también mientras Viktor suspiraba. Miranda lo ignoró. —Oye Renee, escuché que tu zorra le pateó el trasero a los tipos malos. Impresionante. —Gracias. —Renee, aunque no recordaba el evento en cuestión, todavía se ruborizó con la alabanza. —Pobre Víctor. Una vez más, una chica salva tu trasero. —Miranda sonrió. Viktor gruñó y entrecerró los ojos. A pesar de que le gustaba la conejita, Renee no apreciaba que nadie trastornara a su cocodrilo, especialmente desde que estaba recuperándose de las heridas que había conseguido mientras trataba de salvarla.

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—No me lo perdería por nada.

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El Club de las Excomulgadas —Viktor me habría salvado si no lo hubieran atacado con sedantes y encerrado en una jaula para dispararle después. Miranda no le dio ni un descanso. —Estás envejeciendo, Víctor Renee se deslizó fuera de la cama y puso las manos sobre sus caderas. —¿Por qué sigues llamándolo Victor? Su nombre es Viktor.

—Lo es. —No, no lo es. —En realidad lo es —Viktor las interrumpió. —Me lo imaginé. Te pones de su lado en vez del de tu compañera — comentó Miranda—. Ya era tiempo de que te enamoraras. La mandíbula de Renee cayó con la conclusión de Miranda. ¿Sería posible que él me amara? Seguramente no. Pero a pesar de su incredulidad, la calidez se extendió a través de ella, junto con la duda mientras esperaba su respuesta. ***** —¿Amor? No, es complicado. —Las mejillas de Viktor se calentaron, por primera vez en su vida, mientras tartamudeaba tratando de explicar cómo sus acciones no significaban que amara a Renee. No es que Miranda escuchara o hiciera caso mientras rebotaba alrededor y cantaba:

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—No lo es.

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El Club de las Excomulgadas —Viktor y Renee, sentados en un árbol, b-e-s-á-n-d-o-s-e.16 Entonces no se molestó en tratar de aclararlo porque su zorrita sonrió y se ruborizó. ¿Cómo podría mentir y decir que lo que sentía era menos que amor? Espera un segundo. ¿Él la amaba? Mierda. ¿Cuándo había ocurrido eso? Por supuesto que Renee le gustaba, muchísimo. Pero aun así, no significaba que hubiera sucumbido a la maldición de Cupido. ¿De qué otra manera podía nombrar los sentimientos que tenía por ella, gustaba que nadie la tocara. O la mirara. O posiblemente que pensaran en ella. Pero aun así, tener celos no era igual que amar. ¿Qué hay del hecho de que la necesitara con él en todo momento? Podía mentir y reclamar que era para poder protegerla. No porque los momentos que pasaban separados apestaran, o porque le gustaba la forma en que ella lo tocaba sin temor y le sonreía. Suspiró. Podía negarlo todo lo que quisiera, pero llegaría a la misma conclusión. La amaba. En medio de su canción, Miranda fue sacada de la habitación por un brazo peludo acompañado de un áspero: —Lo siento. Ella se alejó de mí. Te veré en la reunión. —Chase llegó al rescate. —Ah sí, la reunión. —El Dr. Manners, que habían ignorado con el espectáculo improvisado mientras verificaba los signos vitales de Viktor, se enderezó—. Kloe organizó todo para que fuera aquí en la casa de seguridad para que así no tuvieras que viajar lejos para asistir. Así que si sólo me seguís, deberíamos ir yendo, a menos que quieras que te busque la silla de ruedas. 16

Es una cancioncilla que cantan los niños, generalmente para molestar a los dos “protagonistas” de la canción.

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entonces? Si lo analizaba, tendría que admitir que era más que gustarle. No le

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El Club de las Excomulgadas Viktor hizo un sonido amenazante. —Entonces caminaremos. Balanceando sus piernas fuera de la cama, Viktor hizo una mueca al ver la bata que llevaba puesta. Luego frunció el ceño cuando Renee, usando la misma bata, le presentó su espalda, y a través de los espacios en la ropa de hospital, su muy desnudo trasero. —Necesitamos algo de ropa. —Porque él no iría enseñando su trasero al les importara morir. El Dr. Manners sacó unos equipos deportivos, formados por pantalones grises y camisetas, que a la figura más delgada de Renee le quedaban muy holgadas, y a él se le ceñían. Entrelazó sus dedos con los de ella, y frunció el ceño desafiando a cualquiera que se atreviera a emitir un comentario, y luego siguieron al doc hasta la sala de reuniones ubicada en el centro de la casa de seguridad. Entrando a la amurallada y pálida sala amarilla, amueblada con una mesa de madera larga rodeada de sillas, reconoció rápidamente a los ocupantes: Miranda, que tenía una sonrisa brillante, Chase, con el perpetuo ceño fruncido, Jessie, cabizbaja mientras escribía en su tablet, Mason, con su habitual mueca y por supuesto, Kloe, que sólo se veía agotada. El doctor cerró la puerta después de que entraron y se apoyó contra ella. Sentándose en una silla, Viktor sujetó la mano de Renee mientras ella se deslizaba en el asiento junto a él. Kloe aplaudió para llamar la atención. —Ahora que todo el mundo está aquí, vamos a empezar. Como todos sabéis, el Cerebro no está muerto como esperábamos, sino que está aún muy activo,

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mundo y definitivamente no quería que nadie más viera el de ella. A menos que no

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El Club de las Excomulgadas como lo demuestra el intento de secuestro del agente Smith y de su encargo, Renee. Gracias a la aparición de la parte zorruna de Renee, lograron escapar. Viktor no pudo evitar encogerse ante la cruda transmisión de su fracaso. Pero, si miraba el lado positivo, por lo menos Renee había encontrado a su bestia. Miranda levantó su mano y la agitó. —Sí, Miranda. —Dado el manejo impresionante de los secuaces por parte de Renee, yo

Un coro de síes se encontró con su sugerencia, y Viktor apretó la mano de Renee, su corazón se tensó por la mirada de asombro en su rostro. —Pero no recuerdo haber hecho nada —exclamó su zorrita. —¿Y? Lo importante es que os mantuviste vivos a ti y a Viktor. —Y que no me comiste —agregó Mason—. Por lo cual, mi esposa está muy agradecida. Jessie movió su cabello oscuro con puntas blancas. —Oh por favor. Como si alguien voluntariamente se comiera cualquier parte de tu resistente cuerpo. —Apenas Jessie habló, se llevó una mano a su boca. El color en sus mejillas sólo aumentó con las agudas risitas alrededor de la mesa. —Ejem. —La mirada severa de Kloe sofocó la alegría—. Pues si todos estamos de acuerdo, felicidades Renee. Has sido oficialmente admitida en la CUP.17

17

Dice que ha sido FUC’d. En inglés, suena igual que fucked. Juego de palabras, que dice que ha sido jodida, follada.

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digo que le demos la condición de agente honorario de la CUP.

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El Club de las Excomulgadas Renee se atragantó cuando las risas en la sala se volvieron salvajes, hasta el punto en que incluso Viktor sofocó una sonrisa. Kloe, luciendo complacida consigo misma, se rió junto con todos los demás. Golpeando la mesa, Kloe pidió orden de nuevo. —Ahora que ya aclaramos esa parte, volvamos al Cerebro. Me resulta inquietante que supiera dónde encontrar al agente Smith y a Renee. ¿Jessie, alguna idea sobre cómo sucedió? Pensé que habías revisado nuestros equipos contra las

—Lo hice. —Entonces ¿cómo se enteró el Cerebro? Sólo unos pocos selectos sabían de los planes de Viktor—cuestionó Kloe. —No solamente lo sabían unos pocos, sino que nunca se puso en papel, o se metió en el ordenador el plan que se seguiría. —Pero —intervino Mason—, lo discutieron con el Dr. Manners antes de que se fueran. Viktor no fue la única persona que dio una mirada intensa en dirección del médico. —No es él —se burló Miranda—. Mi madre le conoce. Nolan es tan honesto como se muestra. —Puedo aseguraros que nunca recurriría a trabajar para alguien tan enfermo como el Cerebro. Si tuviera que hacer el mal, yo dirigiría el espectáculo. —El médico sonrió mientras Kloe ponía los ojos en blanco. —Si confiamos en que esos a los que Viktor les dijo no están trabajando para el criminal, eso nos deja con sólo una posibilidad —dijo Mason.

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invasiones después del último ataque.

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El Club de las Excomulgadas —¡Un espía! —exclamó Miranda—. Yo digo que busquemos al soplón, lo dejemos a él o a ella con Viktor, y averigüemos lo que sabe. —¿Por qué tiene que ser Viktor quien torture al culpable? Creo que deberíamos sacar pajitas18 —dijo Mason haciendo un mohín. —O un pulso —agregó Chase, con la boca llena de miel. —¿No deberíamos primero encontrar al informante antes de que comencemos a interrogarlo? —Remarcó Kloe secamente.

la pantalla de su tablet. —¿Puedes hacerlo? No te detengas ahora. Dinos donde. —El espía está aquí en la casa de seguridad. Vi varias llamadas saliendo del edificio y yendo a algunos teléfonos móviles prepago que ahora están muertos. Dada las emisiones de todo el personal y de los guardias que trabajaron aquí, eso deja a las víctimas que hemos rescatado del laboratorio. Uno de ellos debe haber averiguado los planes de Viktor con Renee y alertado al Cerebro, quien envió a los cazadores tras ellos. —¿Cómo es que él sigue traspasando nuestras defensas? —murmuró Mason. —¿Por qué sigues diciendo “él”? —preguntó Renee, con la frente arrugada. Viktor se congeló. —¿Sabes algo que nosotros no sepamos, Renee? —Supongo que debería haber dicho algo antes, pero me daba miedo que el Cerebro me hiciera daño si se enteraba. El Cerebro es una mujer. Y no una muy bonita. 18

Se juntan tantas pajitas como gente haya y una de ellas es más corta. Quien la saque, gana.

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—Os diré dónde está el espía —anunció Jessie, levantando la mirada desde

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El Club de las Excomulgadas Un pedo de mosca habría sonado fuerte en el silencio tras su anuncio. —¿Una mujer? ¿Por qué no lo dijiste antes? —la pregunta tranquila de Kloe inició un aluvión. Las preguntas martillaban a Renee desde cada lado, y antes de que pudiera meterse bajo la mesa para ocultarse, Viktor la tomó en su regazo y le presionó la cabeza contra su hombro. Entonces rugió. —¡Suficiente!

—¿Te gustaría discutir esto conmigo, fuera? —Viktor gruñó. —Um, no. —Mason se sentó hacia atrás y fingió estar interesado en el techo. —Qué pena. Mi nevera necesita provisiones. En cuanto a que el Cerebro es una mujer, sí, es algo impactante. Pero no culpo a Renee. Ninguno de nosotros se lo preguntó. Ninguno de nosotros creía eso, ni siquiera yo, viendo que nunca nadie parecía recordar nada. Ni sus más cercanos súbditos. —Debí habéroslo dicho, sin embargo —admitió Renee suavemente. —¿Por qué no lo hiciste? —preguntó él, en un tono suave que contrastaba marcadamente con el que había usado con el resto de la habitación. —El Cerebro no sabe que la recuerdo. Nadie lo sabe. Tenía miedo de que ella lo descubriera. La gente que sabe cómo es parece tener tendencia a desaparecer. Con excepción de Gregory y de uno de los científicos. Eran a las únicas personas a las que les permitía recordarla. Todos los demás tomaban las píldoras especiales y la olvidaban. —Pero dada tu resistencia a las drogas, ¿no debía haber adivinado que eras inmune?

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—Pero...

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El Club de las Excomulgadas Renee se encogió de hombros. —La oí hablar con Gregory una vez cuando estaba fingiendo dormir. Pensó eso porque me había lavado el cerebro antes de mi accidente, pero no funcionó. —¿Puedes decirnos cómo se ve? —Es fácil de detectar. Es realmente de baja de estatura. Del tipo de grandes y prominentes dientes delanteros. Cabello castaño hasta los hombros. Con gafas verdaderamente gruesas.

supone que le pegue al Cerebro en los ojos? —Fácil. Yo lo haré por ti —anunció Jessie, alzando su cabello en un moño. Un gemido escapó del médico. —Oh, mierda. ¿Baja con gafas? No tenemos un espía. El Cerebro es una de las víctimas de la casa de seguridad. —¿Estás bromeando? —Viktor no sabía si debería sentirse eufórico o asustado de que el enemigo que habían buscado residiera tan cerca. —Oh, eso es malo —dijo Renee—. Espero que no tengáis ordenadores aquí. Es realmente buena con ellos. Renee apenas terminó de hablar cuando las luces se apagaron y escucharon un ominoso clic. El espacio sin ventanas se volvió negro excepto por el brillo de la pantalla de la tablet de Jessie y del respaldo de las luces de emergencia. Al parecer el Cerebro había planificado bien su ataque. —¿Qué está pasando? —preguntó Viktor. —La casa de seguridad ha entrado en modo de encierro —anunció el Dr. Manners.

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—¿Una mujer con gafas? —dijo Mason con disgusto—. Ahora, ¿cómo se

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El Club de las Excomulgadas —Jessie, ¿puedes revertirlo? —preguntó Kloe. Golpeando locamente sobre su tablet, sin ser afectada por el apagón, Jessie balbuceó en voz baja. —No lo creo. Los cuatro malditos cerrojos de seguridad en esta sección ya fueron activados. —Entonces ábrelos —instó Mason. —Estoy trabajando en ello, pero también se las arregló para cambiar el un poco de tiempo. En otras palabras: demasiado tiempo, pensó Viktor, para capturar a la resbaladiza criminal. Había estado un paso por delante de ellos una vez más. Pero, por lo menos ahora tenían una cara, y el género sexual adecuado para clasificar al malvado monstruo. Y atascada aquí, con él, Renee estaba a salvo. Pero una vez que salieran, quien sabe cuándo el Cerebro iría tras ella nuevamente. Déjala que lo haga, porque estaré esperando y no mostraré misericordia, sea mujer o no.

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código de seguridad de la casa, que ahora necesito decodificar. Esto podría tomar

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El Club de las Excomulgadas

Capítulo Dieciocho Muahahahaha. El Cerebro se rió a carcajadas mientras encerraba a todos sus némesis en un solo lugar. Sabía que no podía seguir ocultándose entre ellos para siempre, y realmente anhelaba salir de la aburrida casa de seguridad. Lo único que lamentaba era no poder desatar su venganza sobre los agentes de la CUP que seguían estropeando sus conspiraciones. Pero, de nuevo, tal vez debía agradecérselo, secreto para convertirse en un depredador como el mundo jamás había conocido. Olvídate de los ensayos clínicos. Olvídate de estar escondida entre las sombras. Estaba lista para el paso final en su transformación. La aguja se hundió con la encantadora mezcla que el buen doctor había creado para luchar contra los experimentos, una versión ligeramente modificada por supuesto. Tras el percance del fracaso del sujeto con un sólo brazo, había revisado su dosis inicial y ahora no podía esperar a probar el éxito, y la sangre de aquellos que se interponían en su camino. El Cerebro esperó a que la poción surtiera efecto. Hizo tamborilear sus dedos al ser consciente de que no podía esperar demasiado ya que era muy posible que Jessie hubiera contactado con el exterior en busca de refuerzos. Maldito fuera el cisne y sus habilidades técnicas. Qué pena que insistiera en trabajar para la CUP. Impaciente, el Cerebro recargó algunas jeringas más con su cóctel especial y, después, revoloteó alrededor de la sala, la cual tenía a sus ocupantes roncando, inyectándoles su mezcla, cacareando mientras les otorgaba el don de la grandeza, en dosis pequeñas claro, porque ella pretendía ser la más fuerte de todos. Algunos de los destinatarios despertaron con jadeos. Otros, oyendo su risa maniática, se acurrucaron y lloraron. A ninguno dejó intacto.

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porque su intervención finalmente le había dado la respuesta que necesitaba. El

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El Club de las Excomulgadas Una vez hecho eso, saltó sobre un carro de comida, perdió el equilibrio y cayó cuando éste comenzó a rodar. De pie una vez más, se subió a una silla y se irguió. —Creaciones monstruosas —predicó, su voz chillona aún no alcanzaba el tono adecuado para inspirar temor—. Soy yo, el Cerebro. Sólo unos pocos de los experimentos se molestaron en prestarle alguna atención. Esto no funcionaría para nada.

—¿Tú eres el Cerebro?—La pregunta burlona elevó su ira. —Alguien tiene visiones de grandeza, o debería decir de pequeñez. —Una risa se unió al insulto. La burla no era aceptable. —No os burléis de mí. —¿Y qué harás al respecto? —El anfibio, que ya no podría recuperar su forma humana, se levantó de la cama—. No tienes las drogas que usaste para someternos. No tienes a tus secuaces. En realidad, no tienes nada que usar contra nosotros. Bueno, así no es cómo había planeado su gran regreso. Al parecer, el Cerebro había hecho su trabajo de quitar sus memorias un poco demasiado bien. No tenían ningún respeto por su intelecto o por su naturaleza malvada. Ella les enseñaría. —Usaré a mi bestia mejorada y temblaréis ante mi grandeza. —Salvo que su bestia no apareció. Con los ojos apretados, con los puños cerrados, con todo el cuerpo listo para estallar, no pasó nada. Ni una sola garra o pelo salió.

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—Os ordeno que escuchéis. —Estampó su pequeño pie en su sitio.

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El Club de las Excomulgadas Y las risas, iniciadas por una rana que ahora encabezaba la lista de personas a las que pretendía matar, salieron en un torrente de oleadas. Peor aún, los ingratos desgraciados dejaron sus camas y se unieron a la rana en su avance hacia ella, con sus ojos amenazadores. Pero el Cerebro no iba a convertirse en su pelota en el juego del “keep away19”. Corriendo tan rápido como sus pequeñas piernas podían ir, voló, deslizándose a través de las patas de las criaturas altas que los científicos llamaban a modo de broma Sasquatch20, y entró en el salón. Se apresuró a teclear el código

Fuera, oyó el golpe de los puños dando en la puerta principal cuando los refuerzos que llegaban descubrían que el código de la puerta había sido cambiado. No tenía mucho tiempo antes de que lo descifraran y sin su esperado ejército de súbditos, esos malditos desgraciados que no obedecerían, decidió que quedarse era menos que prudente. Olvidándose de sus planes B y C, los cuales incluían su cambio a una criatura más gigantesca e intimidante que Godzilla, saltó justo hasta el plan H. Ni siquiera pensaron en revisar los conductos de ventilación del lugar. Idiotas. Y una vez más, pruebo que soy más inteligente que ellos. Muahahahaha. Ahora si tan sólo pudiera averiguar por qué su suero no había funcionado, y por qué de repente tenía un antojo de enchiladas de queso...

19

Keep-away: es un juego que se juega entre varias personas, se tiene una pelota la cual se va pasando de mano en mano, y manteniendo alejada de una tercer persona (si el juego es entre dos por ejemplo). 20 El Sasquatch, o Pie Grande, es una criatura mitológica de aspecto simiesco que habita los bosques, principalmente en la región del noroeste del Pacífico en América del Norte. El término sasquatch procede de la versión en inglés de la palabra del idioma halkomelem sásq’ets.

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para cerrar la habitación.

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El Club de las Excomulgadas

Capítulo Diecinueve Jessie descifró el código para los cerrojos justo cuando los agentes derribaban la puerta de la casa de seguridad. A medida que salían de su prisión temporal, los refuerzos buscaron en todo el edificio. Sin embargo, aunque todos los pacientes eran requisados, quienes se encontraban demasiado excitados, no había ni una señal del Cerebro.

Dada la brecha en la seguridad, Nolan, quien había insistido en que dejaran de llamarlo por su título de Dr. Manners mientras estaban sentados en la oscuridad con los brazos cruzados, permitió a Viktor irse a casa, junto con un pelotón de guardias de la CUP, con instrucciones de no permitirse ninguna actividad extenuante. Como si eso fuera a suceder. Instalados en su condominio con guardias fuera de la puerta, en efecto tenía su propia versión de un encierro. Lo que significaba que nadie podría entrar en su casa excepto por algo tan grave como una bomba, por lo que Viktor se desnudó mientras se dirigía a su cuarto de baño. —¿Qué estás haciendo? —preguntó Renee, casi sin aliento. —¿Ir a ducharme? ¿Te vienes conmigo? —Y se refería a venirse.21 Más rápido de lo que él podía recargar un arma, ella estuvo desnuda ante él. Oh sí, amaba a su zorrita. Aunque lo que haría con respecto a ello aún estaba por verse. ¿Podría hacer espacio para ella en su vida? ¿Tendría él lo que se necesitaba para mantener a una zorrita feliz? ¿Era ya el momento de tomar una pareja?

21

Hace alusión a correrse, eyacular, alcanzar el clímax.

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La astuta villana se había escapado de nuevo.

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El Club de las Excomulgadas Por primera vez, no tenía las respuestas y matar no resolvería el problema. Lo único que sabía es que la amaba, y por ahora, dejaría las cosas así. A medida que regulaba el calor de la ducha, mucho más caliente de lo que él normalmente la usaba en deferencia al estado mamífero de ella, la atrajo a sus brazos, y la tensión en su cuerpo fue desvaneciéndose. Ella está a salvo. Durante todo el viaje a casa, había vigilado como un halcón en busca de señales que indicaran que estuvieran siendo seguidos. Viktor incluso le había permitido a Mason revisar su casa en busca de señales de un intruso antes de echarlo a patadas.

matar hasta al más blindado de los villanos, y necesitando un poco de curación, de tipo sexual, Viktor no se molestó en pelear contra su deseo. Deseaba a Renee. La necesitaba. La amaba. Y maldito fuera todo, la tendría, en una cama esta vez. Sin cazadores, sin criminales malvados que los quisieran atrapar, sin compañeros de trabajo sonriéndoles. Sólo él y su zorrita. Desnudos, una caliente cascada cayó sobre ellos mientras él se deleitaba con la sensación de su suave piel presionada contra la suya. Sus labios se encontraron en un choque suave de dientes, mientras ambos buscaban ansiosamente controlar el contacto. Al diablo sus lesiones. Los vendajes se mojaron, y no le importó. Ella era la única cura para su dolencia. Dejando sus labios, hundió la cara en su cuello, sintiendo el aleteo de su pulso contra los labios. Oh, su piel resbaladiza resultaba ser una delicia oral. Mordisqueó su camino mientras descendía, pero se quedó sin aliento cuando intentó agacharse, el disparo en su muslo estaba muy reciente para esa posición. Enderezándose de nuevo, enredó los dedos en su pelo húmedo y apoyó su frente contra la de ella. —Lo siento.

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A solas, con Renee, rodeado de suficientes armas y municiones como para

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El Club de las Excomulgadas —¿Por qué? ¿Por estar herido y haber tratado de hacer exactamente lo contrario de lo que te ordenó el doctor? Una sonrisa irónica curvó sus labios. —Me dijo que comiera y recuperara mi fuerza. —De alguna manera dudo que esa fuera la comida que él tenía en su mente—bromeó ella, captando su insinuación. —Pero es la única que tengo la intención de disfrutar una vez que

—O, podrías permitirme tener mi turno. Antes de que su cerebro pudiera procesar lo que quería decir, ella se puso de rodillas y se puso cara a cara con su polla. Que el pantano le ayudara. Sólo saber lo que ella planeaba hacer ocasionó que su polla se crispara. Ella lo lamió y toda la coherencia dejó su cabeza, junto con su sangre. Pero nunca se había sentido más feliz de ser un estúpido que en ese momento cuando ella envolvió sus labios en torno a él. ***** Renee no estaba muy segura de sí lo hacía bien, pero aplicando el consejo de Miranda, quien le susurró al oído las instrucciones antes de salir de la casa de seguridad sobre cómo lidiar con el estrés de Viktor, Renee se apoderó del eje y procedió a explorarlo. Usando sus labios y boca, lengua y hasta el borde de sus dientes, le chupó la dura longitud. Saboreó la suave piel que cubría su pulso irregular. Rozó la punta de él con los dientes. Lamió la perla salada que surgió. Y disfrutó cada minuto de ello. A juzgar por sus gemidos, su postura rígida y los ojos cerrados, Viktor también lo estaba disfrutando. Eso le hacía increíblemente feliz. Cuando se habían corrido juntos antes, él la había devorado y ella se había preguntado después,

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terminemos aquí y vayamos a la cama.

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El Club de las Excomulgadas porque durante aquella agonía lo único que podía hacer era sentir, cuánto disfrutaba él de acariciar una parte tan íntima de ella. Ahora, con los roles invertidos, estando a cargo de su felicidad y teniendo éxito en ello, disfrutó del poder embriagador y erótico de tenerlo a él reaccionando ante su contacto. De tenerlo vulnerable a sus caricias. De que sea mío. Podría haberlo chupado toda la noche. Quería ver cómo sabría cuándo él se dejara llevar hacia el placer por completo.

Un gemido de placer retumbó por el cuerpo de ella mientras se balanceaba con impaciencia. —Mírame —le ordenó. Ella levantó la mirada y lo observó: tenía los ojos entornados por la pasión, era tan intenso y atractivo, que un temblor la recorrió. —Inclínate para mí. Ignoró su pedido y arremolinó su lengua alrededor de la punta de él. Él contuvo el aliento y luego se rió entre dientes: —Y pensar que te llamé inocente. Aprendes rápidamente. Y aunque me encantaría terminar en tu boca, no creo tener la fuerza para seguir con otra ronda. Hoy no, en todo caso, y me niego a dejarte a medias. Así que, inclínate para mí. Con un gruñido de pesar, le liberó de su boca, y luego se puso de pie frente a él, que se apoderó de su boca con fuerza y exigencia. Ella gimió cuando sus lenguas bailaron juntas, luego volvió a gemir cuando sus dedos se deslizaron entre sus cuerpos y jugaron con su clítoris.

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—Renee —susurró su nombre con reverencia.

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El Club de las Excomulgadas Estando ya excitada y preparada para él, se balanceó contra su toque, dolorida por él. La manipuló para que ella se girara, luego la inclinó, con una orden brusca de: —Prepárate. Apoyando las manos contra la pared de la ducha, se quedó sin aliento cuando él frotó la punta de su pene contra su sexo. Estaba húmeda a causa suya, y él se deslizó contra ella hacia atrás y adelante con facilidad, la fricción sobre su

—Eres tan perfecta —murmuró. Se metió en ella, un centímetro decadente a la vez, estirándola, llenándola. Iba tan lento que quería gritar. En cambio, ella se empujó contra él, sus nalgas se toparon con sus muslos y su polla quedó enterrada hasta donde podía llegar. Su canal latió a su alrededor, y él gruñó clavando sus dedos en sus caderas. —Zorrita impaciente. —Decidida —le corrigió—. Sé lo que quiero. Te deseo a ti. —Soy tuyo —le respondió en un susurro áspero. Se retiró y luego empujó, extrayendo un grito de ella. Una vez más, dentro y fuera, bombeó. La acarició. La tomó con una tierna pasión que fue construyendo su tensión erótica. —Córrete para mí —le exigió en un tono de voz bajo, tenso por el deseo. Deslizó una mano desde su cadera y la curvó debajo de su cuerpo, encontrando y acariciando su nudo. La intensa sensación le hizo jadear. Su canal se apretó. Onduló. Su polla respondió hinchándose aún más a medida que él seguía machacando contra ella, profunda e intensamente. Ella se corrió con un grito, todo su cuerpo se fragmentó por sus manos y su polla. Él murmuró su placer, y se unió a ella gritando su nombre, con un empuje final que derramó su semilla en su acogedor y cálido interior.

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clítoris producía que sus caderas se elevaran hacia atrás, en busca de más.

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El Club de las Excomulgadas Débil, ella se habría caído al suelo de la ducha, pero de alguna manera, él la levantó y metió bajo el chorro. La lavó con manos suaves, sus ojos eran tiernos, y en ese momento, Renee se dio cuenta de que estaba enamorada. Enamorada del feroz cocodrilo que se convertía en el más cariñoso de los hombres solamente por ella. No anunció su revelación por temor a asustarlo, o a que él intentara refutar sus emociones. Pero mientras yacía acunada en sus brazos, con sus cuerpos acurrucados piel a piel, estaba decidida a hacer todo lo posible para mantenerlo y

Haré lo que sea para que este momento dure para siempre. Cualquier cosa para que él me ame.

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demostrarle que ella tenía lo necesario para ser su compañera.

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El Club de las Excomulgadas

Capítulo Veinte Viktor despertó de muy buen humor. Podría haber tenido algo que ver con el hecho de que una zorrita estaba acurrucada contra él. O de que sus lesiones estaban, en su mayoría, sanadas y apenas picaban cuando se estiraba. Y el sol brillaba. Está bien, ¿a quién quería engañar? Tenía todo que ver con Renee. Había algo en ella, todo de hecho, que le atraía a pesar de toda lógica. Podía enumerar una serie de razones por las que no deberían estar juntos. Pero su única Y tal vez era presuntuoso de su parte, pero esperaba que ella se sintiera de la misma manera. Ciertamente parecía así, por la forma en que se encontraba a gusto a su alrededor. De cómo, a pesar de que casi había superado su miedo al cielo, todavía insistía en aferrarse a él. Conducido al trabajo por un agente de la CUP después de un buen desayuno, donde le dio a su encimera un buen uso y ejercitó su lengua, ignoró la diversión del chofer cuando tiró de Renee a su regazo. Le acarició el cuello con la nariz, amando el sonido de ronroneo placentero que ella hizo. Era un hombre cambiado, cuando estaba a su alrededor, en todo caso. Una vez se había burlado de aquellos hombres que perdían su dignidad por amor. Ahora, no podía imaginar la vida de otra manera. Y nadie se atrevería a burlarse de él. Le podría servir algunas nuevas dianas para practicar. Feliz, y aun así pesimista, no pudo evitar preguntarse qué pasaría para arruinar lo que él y Renee tenían juntos. ¿El Cerebro vendría en pos de Renee? Viktor no tenía ningún reparo en tumbar a la perra, usara gafas o no. Nadie lastimaría a su zorrita. Sin embargo, el peligro de su nueva felicidad no terminó viniendo en el paquete que había esperado. Tampoco era uno con el que pudiera luchar.

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razón para mantenerla, que la amaba, erradicaba todas las excusas para no hacerlo.

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El Club de las Excomulgadas Entrando en las oficinas de la CUP, los agentes le gritaron felicitaciones e hicieron comentarios burlones acerca de cómo su trasero había sido salvado por una chica, Renee se alternaba entre estar radiante por las alabanzas y fruncir el ceño por los chistes. —¿Por qué continúan riéndose? ¿No entienden que te dispararon? —se quejó—. De lo contrario, tú me habrías salvado a mí. Viktor se encogió de hombros, divertido por la irritación en su nombre.

divertidas. No te preocupes. Tendremos la oportunidad de hacer lo mismo de nuevo en algún momento. —O él los derribaría en los campos de entrenamiento cuando hiciera trabajar a los agentes aplicando una mayor exigencia. ¡Aprenderían que no se escondía detrás de su novia! La recepcionista sonrió cuando les vio. —Buenos días a los dos. Buen trabajo en patear esos traseros de los cazadores, Renee. Acabas de demostrar, otra vez, por qué las mujeres son necesarias para tener una CUP mejor. Y Viktor, me alegro de ver que te estás recuperando. Él gruñó en respuesta. Sin desanimarse, la rubia detrás de la mesa sonrió más ampliamente. —Kloe está esperándote en tu oficina con una sorpresa. —¿Qué sorpresa? —Ya veréis. Con esa enigmática respuesta, la recepcionista los ignoró para contestar el teléfono.

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—Es lo que hacen los amigos. Bromean sobre cosas que no encontramos

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El Club de las Excomulgadas —¿Qué podrá ser? —preguntó Renee. —No lo sé, pero digo que lo averigüemos. —Pero no pudo evitar que la inquietud intentara hundir sus garras en el asunto. En el corazón de la oficina de la CUP no temía a ningún peligro, pero un nudo en su estómago le dijo que recogiera a Renee y corriera. Tan pronto como entró en el despacho de su jefa, maldijo en silencio y deseó haber seguido sus instintos. Especialmente cuando vio el bolso de piel de cocodrilo.

Viktor se detuvo a mitad de un paso y Renee chocó contra su espalda. ¿Qué había ocasionado que vacilara? Él no dijo una palabra mientras se hacía a un lado y tiraba de Renee hacia adelante. Antes de que pudiera preguntarle qué le pasaba, una mujer grande con el pelo rojo como el fuego, la envolvió en un abrazo destinando indudablemente a aplastar todos los huesos de su cuerpo. —¡Mon bébé! Oh que je t'ai manqué, ma petite22. Renee entró en pánico. Empujando a la mujer que la abrazaba, se revolvió y se escondió detrás de Viktor, y envolvió sus brazos alrededor de su cintura. Su corazón iba acelerado mientras su mente trataba de decirle por qué la mujer le resultaba familiar. En vez de eso, se escondió de la verdad, enterrando la cara en su espalda. —¿Por qué se esconde? —preguntó la desconocida con fuerte acento. —No se lleva bien con las sorpresas —explicó Viktor—. Tal vez si le dijera quién es. 22

¡Mi bebé! Oh cómo te extrañé, mi pequeña.

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*****

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El Club de las Excomulgadas ¿Por qué importaban las presentaciones? Renee todavía no quería que una extraña la estrangulara. —¿Moi23? Soy Madame Louise Renarde, su madre. Fue algo bueno que Renee se hubiera aferrado a Viktor porque sus rodillas se debilitaron por el anuncio. Echando un vistazo alrededor de su costado, miró a la mujer que había hecho la declaración. Casi tan alta como Renee, con brillantes y estridentes familiares orbes dorados y un olor a... Renee olió un aroma que parecía

Kloe lo confirmó. —Siento haberte soltado la sorpresa, pero llegó esta mañana de Quebec, Canadá. Según la petición de Viktor, enviamos un aviso a todas las oficinas de la CUP para ver si podíamos hacer coincidir a Renee con cualquiera de los informes de niños desaparecidos. —¿Renee? ¿Quién es Renee? —preguntó la mujer—. El nombre de mi bebé es Monique. Monique Renarde del Clan de Zorras Rojas de Montreal. —Le dimos un nombre cuando la rescatamos, porque ella no podía recordar el suyo propio —respondió Kloe mientras Renee trataba de digerir la noticia. Mi madre. Monique. Las sorprendentes revelaciones giraron en su mente y Renee no supo qué hacer, ni qué decir. No encontró ayuda en su cocodrilo. Viktor se quedó inmóvil como una estatua, sin hablar. Le abrazó, pero él no le ofreció la tranquilidad que esperaba. —Agradezco a los agentes de la CUP por haberla rescatado finalmente. —El énfasis duro declaraba elocuentemente lo que Louise Renarde pensaba del marco temporal—. Pero ahora, si nos disculpan, mi hija y yo tenemos mucho para ponernos al día. Reservaré un vuelo a casa tan pronto como sea posible.

23

Yo.

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inquietantemente familiar. ¿Podría esta mujer realmente ser su madre?

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El Club de las Excomulgadas Viktor finalmente habló. —Todavía está en peligro. El Cerebro está ahí afuera y posiblemente buscando una manera de recuperarla. —Entonces, tal vez deba hacer su trabajo y darle caza a ese criminal en lugar de seducir a mi hija. Los ojos de Renee se abrieron como platos mientras su madre adivinaba correctamente su relación.

en que lo dijo, en un tono monótono plano, expresó todo lo contrario. —¿Se preocupó tanto que no le prestó atención y casi la atraparon? Me han dicho que ella fue la que los rescató a los dos de algunos villanos. A mí me parece que tal vez no es ella quien necesita protección. ¿Non24? A Renee no le gustó la implicación y se adelantó desde detrás de Viktor, lista para defenderlo. —Viktor hizo lo que pudo, pero fuimos emboscados. —Su mejor esfuerzo casi hizo que te perdiera otra vez. Tomando una respiración profunda, no se escondió de la mujer que hablaba tan fuertemente, sino que Renee se mantuvo firme, protegiendo a su cocodrilo. —Fue un desafortunado incidente que, por suerte, salió bien. No quiero que hables mal de él. No ha sido otra cosa que bueno conmigo. Para horror de Renee, ¿o debería estar llamándome a mí misma Monique ahora? Su madre se echó a llorar.

24

No.

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—Me preocupo mucho por Ren… Monique —dijo Viktor, aunque la forma

185

El Club de las Excomulgadas —Oh, mon dieu25. He esperado tanto tiempo para encontrarte, sólo para que te pongas de parte de este… de este lagarto. Tus antepasados deben estar revolviéndose en sus tumbas. —Se lamentó su madre y Renee, Monique, sólo pudo quedarse boquiabierta con horror. ¿Qué debía hacer? De alguna manera su primer impulso de correr no parecía apropiado. —Creo que debería irme —dijo Viktor suavemente. Presa del pánico, Renee, pues el nombre de Monique no se sentía correcto,

—No. No te vayas. Por favor. Te necesito. Con los ojos y la expresión en blanco, le apartó un mechón de pelo fuera de su rostro. —Tu madre te ha echado de menos. Ella es tu familia. Vete. Pasa algún tiempo con ella. No estaré lejos por si me necesitas. Cuando él la habría dejado sin ni siquiera un beso, Renee le echó los brazos al cuello y forzó uno sobre sus labios. Rígido al principio, su boca se suavizó bajo su frenético asalto. Él se apartó y apoyó su frente contra la de ella, susurrando: —Todo estará bien. Luego se fue, y un dolor se instaló en el corazón de ella. ¿Por qué se sentía como un adiós? ***** Viktor quería golpear algo. Quería agarrar a Renee y correr. Quería... tener lo imposible.

25

Dios mío.

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se volvió para agarrar su camisa.

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El Club de las Excomulgadas Enfrentado al hecho de que Renee pertenecía a una familia, de que tenía un origen y una vida, que aunque pensaba olvidada ésta esperaba su regreso, le hizo darse cuenta de lo tonto que había sido su sueño. Debería haber sido más sensato, en vez de pensar que un cocodrilo de sangre fría pudiera mantener a su dulce zorrita. No era sólo la edad lo que los separaba, sino el génesis. Ella pertenecía a su familia y a los demás de su especie. Mientras que algunas especies podían cruzarse, el frío y el calor no podían. Nunca podría darle a Renee lo que se merecía: niños y una familia propia.

propio bien, y con el tiempo, ella lo aceptaría. En última instancia, no importaba cuánto se rompiera su latiente corazón. La gran pregunta era, ¿cómo salir de la escena con gracia? ¿Cómo hacer lo honorable y decirle personalmente que las cosas habían terminado? ¿O debería simplemente desaparecer en el pantano hasta que ella se fuera y se olvidara de él? Su mente decía que debería elegir la honestidad. El dolor en su corazón, sin embargo, ganó. No podía decirle que se fuera. No podía decirle que le dejara y no mirara atrás. Quería a Renee. La deseaba para siempre, aunque no era lo mejor para ella. Incluso si ella se mereciera algo mejor. La amaba demasiado como para dejarla ir. Así que, por primera vez en su vida, optó por la ruta cobarde. Se desvaneció en el fondo mientras Kloe manejaba la reunión. Las siguió como una sombra cuando el trío se fue a almorzar. No lo hizo sólo por su promesa a Renee de que permanecería cerca. Le preocupaba que el Cerebro pudiera resurgir. Sí, la bestia de su zorrita era grande y peligrosa, pero como había aprendido, no podía invocarla a voluntad. Oculto, y fuera de alcance, la vigilaría, hasta que supiera que estaba a salvo. No importaba cuánto tiempo le llevara. Y entonces, se retiraría al pantano. Se convertiría en un intratable cocodrilo de verdad, igual que su tío Boris, recordando

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Mientras que ella podía protestar por su decisión ahora, él lo hacía por su

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El Club de las Excomulgadas y lamentando una época llena de calidez, las veces que la había sostenido en sus brazos. Malditos fueran sus pensamientos cursis. ¿Dónde estaba el enemigo cuando

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necesitaba algo para mutilar?

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El Club de las Excomulgadas

Capítulo Veintiuno Después de que Viktor la dejara a merced de su madre, quien alternaba entre despotricar por la injusticia de la cautividad de Renee en una mezcla de francés e inglés, y sollozos de lo mucho que la había echado de menos, Renee vacilaba entre la fascinación de descubrir el pasado que había olvidado y la incomodidad. No le gustaba la forma en que ella y su cocodrilo se habían separado. Algo en su beso y palabras le habían gritado que no iba a volver. Pero seguro que no la

Horas más tarde, llena de comida, con la mente llena de historias y detalles acerca de la vida que solía tener, Renee estaba lista para irse a casa. A casa con su cocodrilo. Una parte de ella entendía que la mujer con quien había pasado el día era su madre, algo que siempre había querido. Sin embargo, no podía recordarla. No podía recordar nada de la gente de la que ella hablaba, o las historias que contaba. No sentía el vínculo instantáneo y el sentido de volver a casa como lo había hecho cuando había conocido a Viktor. Necesitaba verlo. —¿Cuándo vendrá a buscarme Viktor? —preguntó Renee mientras su madre bullía en torno a la pequeña cocina en la habitación alquilada del hotel. Al ser los dueños de éste humanos, Kloe no estuvo satisfecha con la elección, indicando que no tendrían la capacidad para protegerlas tan bien. Louise Renarde, sin embargo, hizo lo que quería. —Él no regresará. El corazón de Renee se detuvo, pero no creía que tuviera nada que ver con las drogas que solía tomar. —¿Qué quieres decir con que no va a volver? Colocando en platos la comida china para llevar que habían comprado antes de subir las escaleras, su madre hizo una pausa.

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dejaría, no después de lo que habían compartido, ¿verdad?

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El Club de las Excomulgadas —No quiero que el hombre se acerque a ti. Ese lagarto sucio ya se ha aprovechado lo suficiente. —No hables así de él. Él me ama. Y yo le amo. —¿Él te ha dicho eso? —No, pero… Los labios de su madre se curvaron.

agua fangosa. Cuando volvamos a Quebec, te presentaré algunos hombres adecuados. Como Francois, el hijo de unos amigos míos. Proviene de una familia muy distinguida de zorros plateados. ¿Irse? —Pero no quiero ir a Quebec. Quiero quedarme aquí. —Con Viktor. —¿Con qué motivo te quedarás aquí? No hay nada aquí para ti. —Viktor está aquí. —¿En serio? —respondió su madre con astucia. Es cierto que Renee no le había visto desde la mañana, pero él había prometido quedarse cerca. Cumpliría su palabra. —Sé que no está lejos. Es mi protector. —Mi pobre bebé. Me temo que te equivocas. Él terminó contigo. No hay ninguna razón para que se quede. Ha hecho lo que la mayoría de los hombres hacen: conquistar tus pantalones y moverse a su próxima conquista. —No haría eso. Se preocupa por mí —dijo Renee, negándose a ceder ante su testaruda madre. Como si ella fuera a creerle a una extraña cuando sus propios

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—¡Pfft! Puedes conseguirte algo mucho mejor que un animal que vive en el

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El Club de las Excomulgadas instintos le gritaban que el hombre que había llegado a conocer no la utilizaría de esa manera. Él había luchado por su atracción por ella y perdido, porque sentía algo, algo más que una necesidad carnal. —¿Se preocupa por ti? Lo dudo. Escuché la historia de su noviazgo, o la falta de él. Trató de que te asignaran a otra persona. —Porque estaba siendo honorable. Le obligué a quedarse conmigo. —¿E hiciste que te sedujera también?

—Mon dieu. Non. Ce n'est pas aceptable26. Te olvidarás de ese hombre y regresarás a casa, donde perteneces. —No, no lo haré. —Cuando su madre se volvió para hablar de nuevo, Renee levantó una mano—. No. Tienes que escucharme. Aunque estoy encantada de haberte encontrado y siempre he querido una madre, no me acuerdo de ti. O de la vida que tenía antes del laboratorio. Quiero aprender mis orígenes. Conocerte, pero no renunciaré a la única cosa, a la única persona que hace que la vida finalmente valga la pena. Quiero llegar a conocerte y tenerte en mi vida, pero tienes que entender que le necesito. Le amo. —Demasiado tarde. Ya se han hecho los arreglos. Volverás conmigo a casa, a donde perteneces. Te olvidarás de ese cocodrilo. Como si eso hubiera funcionado. ¿No sabes que nuestra especie no puede aparearse con ellos? Renee apretó los labios. —Si estabas esperando nietos, entonces estás de suerte. He bebido tantos cócteles de drogas y tuve a mis ovarios cosechados tantas veces, que no quedó ni un maldito óvulo. O ninguno que resultara viable. —Un hecho triste que le había tomado años llegar a aceptar. Además, después de haber pasado tanto tiempo en 26

Dios mío. No. Esto no es aceptable.

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Unas mejillas rojas contestaron a esa pregunta.

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El Club de las Excomulgadas prisión, quería tiempo para vivir, para amar, para descubrir cosas. Les dejaría los niños a aquellos menos dañados tanto en cuerpo como en espíritu. Ella, ella quería aventura, y a su cocodrilo. El anuncio de su esterilidad finalmente silenció a su madre. Renee esperó a que se saliera por otra tangente, o comenzara a llorar de nuevo, pero tuvo una sorpresa. —Mi pobre bebé. Has tenido una vida tan dura.

que he encontrado. —Se aferraría a ella como la más obstinada de las zorritas. —¿Y crees que ese lagarto es la respuesta? Renee sonrió. —Sé que piensas que me lavaron el cerebro, y es gracioso, porque él también estaba muy preocupado de aprovecharse de mí. Pero lo que ambos necesitáis entender es que he conocido a muchos hombres mientras estuve en encerrada. Los científicos incluso trataron de emparejarme con otros presos antes de que comprendieran que no podía reproducirme. Ninguno de ellos me afectó como él. Le amo. —No estoy manejando esto muy bien, ¿verdad? —Un profundo suspiro salió de su madre, una mujer que quería ver a la niña que había perdido, pero en vez de eso tenía a una mujer asustada, dañada, que no estaba muy segura de cómo manejar la situación. Renee se encogió de hombros. —No sé si hay una manera correcta. Sin embargo, a pesar de que quiero quedarme aquí con Viktor, quiero llegar a conocerte. Siempre me he preguntado sobre mi madre.

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—Sí que la he tenido, es por eso que estoy decidida a aferrarme a la felicidad

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El Club de las Excomulgadas —Entonces lo que mi chica quiere, lo conseguirá. Supongo que si tomas en serio a ese lagarto tendré que deshacerme de mis bolsos hechos a mano de piel de cocodrilo. —¡Madre! Una sonrisa apareció en la cara de su madre. —Y ahora veo a tu padre en ti. Él estaría muy orgulloso de que hubieras sobrevivido y de no haber dejado que el Cerebro ganara.

había muerto a los pocos años de su secuestro. Sólo una de las muchas cosas que había aprendido a lo largo del día. —Gracias. Esta vez, cuando se abrazaron, Renee no huyó, y por un momento, recordó lo que era ser una niña otra vez, amada por su madre.

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Renee sintió una punzada de tristeza por no haber conocido al hombre que

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Capítulo Veintidós Apostado fuera del hotel donde Renee y su madre se quedaban, Viktor se desplomó en su asiento. Había elegido permanecer fuera de la vista, ocupando su puesto en una furgoneta aparcada en el callejón en lugar de estacionarse cerca de la habitación de Madame Renarde. No quería que los sentimientos de Renee por él interfirieran con la reunión con su madre. Pero, maldita fuera todo, lo odiaba. Quería darle un hombro donde apoyarse si las cosas se ponían difíciles.

¿Por qué tenía que apestar el hacer las cosas bien? La puerta del pasajero se abrió y él apuntó con su arma al frente antes de que incluso hubiera parpadeado. Aflojó el gatillo cuando reconoció a Mason. —¿Qué estás haciendo aquí fuera deprimiéndote? —le preguntó el oso mientras trepaba, meciendo la camioneta. —No estoy deprimido. Estoy acechando. Mason se rió. —Claro que lo estás. ¿El significado de eso es esconderse en un callejón? No sabía que los cocodrilos fueran de vientre amarillo27. Erizándose, Viktor gruñó: —¿Me estás llamando cobarde? Nunca daría marcha atrás en una pelea. —Hasta ahora. Un antebrazo contra la garganta de su amigo calló a Mason mientras Viktor gruñía. 27

Apodo que significa cobarde.

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Quería tomarla de la mano y darle la tranquilidad que probablemente necesitaba.

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El Club de las Excomulgadas —No soy un cobarde. Mason gorgoteó, por lo que alivió la presión. —Llorón. Llorón. Pero en serio, ¿qué demonios haces sentado aquí acechando mientras la mujer que amas está allí arriba con la madre que perdió hace mucho tiempo atrás, haciendo planes para irse? —Es lo mejor para ella. El sonido de asfixia que salió de su amigo no tuvo nada que ver con Viktor,

Mason continuó resoplando. —No puedo creer que hayas dicho eso. ¿Cómo es que enviarla de vuelta a casa, con el corazón roto y sola, es lo mejor para ella? —Debe estar con su familia. —Ella debe estar contigo. ¿O estás teniendo cataratas que te ciegan en tu vejez ante el hecho de que la chica está loca por ti? —Acabas de darme otra razón. Ella es joven. Yo no. Se merece la oportunidad de explorar y conocer el mundo. De salir en citas —gruñó la palabra y apenas resistió golpear el tablero ante la idea. —Santa mierda, creo que todo ese plomo en tu cuerpo por fin te afectó. Qué montón de tonterías. ¿Todas esas excusas? Son insignificantes y lo sabes. Ella te desea y tú a ella. Y te asusta como el infierno. —No —se quejó Viktor. —Claro que sí. Tienes miedo de amarla, miedo de que no puedas hacerla feliz y que ella te abandone. —No soy una buena persona.

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quien se había hundido nuevamente en su asiento.

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El Club de las Excomulgadas —Con tus enemigos. Pero con tus amigos y familiares, eres el mejor cocodrilo de los alrededores. ¿O es que conoces a muchos conejitos que dirían que un lagarto de sangre fría es su mejor amigo? Viktor hizo una mueca. —Sabía que debería habérmela comido cuando tuve la oportunidad. —Sí, debiste haberlo hecho y habernos salvado a todos. —Así que, no me como a mis amigos, y tal vez nuestra diferencia de edad

Una expresión triste ensombreció la cara de Mason. —Nadie puede, amigo. Jessie descifró más de los discos duros del laboratorio. Renee, o debería llamarla Monique, es estéril. Los científicos piensan que el accidente pudo haberlo causado. Cualquiera que sea la causa, el resultado final es el mismo y no lo podrás utilizar como excusa. A Viktor le dolió saber que su zorrita de ojos dorados no tendría bebés propios. Pero al mismo tiempo, eso significaba que había una barrera menos entre ellos. —Entonces, ¿qué debo hacer? ¿Ir allá y exigirle que deje a su madre y que vuelva a casa conmigo? Una carcajada brotó de Mason. —Tal vez deberías probar con un poco más de sutileza. Ir allí y decirle cómo te sientes. —¿Simplemente escupirlo de una vez? —No. Tienes razón. No es tu estilo. Irrumpe, tírala por encima de tu hombro, llévala a casa y muéstrale por qué tiene que quedarse.

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no sea tan grande. ¿Y el hecho de que no le podré dar niños a Renee?

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El Club de las Excomulgadas Mmm, ahí había un plan con mérito. Pero, por una vez, charlar era más necesario que actuar. —No. No la seduciré para que se quede. Iré a hablar con ella, pero si termina dejándome porque seguí tu consejo, volveré para cobrártelo a ti. Luego se hundiría en el pantano para lamer sus heridas en privado. ***** Decidida a que tener a Viktor de vuelta, Renee no quiso esperar. Tenía que

—¿Qué pasó con los otros guardias? —Hora de la cena —respondió el bizco—. ¿Qué necesitas? —¿Dónde está Viktor? —En el callejón. Pero nuestras órdenes dicen que tú tienes que permanecer aquí. —Es una lástima porque saldré afuera. —A la jefa no le gustará eso —dijo el guardia de rostro demacrado. —Lo superará. Si estáis tan preocupados por mi seguridad, entonces venid conmigo, porque tengo que hablar con él. —Y decirle que lo amaba y que no conseguiría deshacerse de ella tan fácilmente. Merodeando hacia el ascensor, apretó el botón y esperó, dando golpecitos con el pie. Las puertas se abrieron y entró. Con idénticos encogimiento de hombros, sus dos guardias se unieron a ella, pero realmente deseaba que se hubieran duchado antes de entrar de servicio. Por otra parte, los zorrillos nunca olían bien. Había conocido a suficiente durante su estancia en las celdas para saber que ni un desodorante podría atenuar el olor.

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encontrarlo ahora. Abrió la puerta y vio a los agentes de pie, haciendo guardia.

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El Club de las Excomulgadas Conteniendo el aliento, contó los pisos a medida que descendían. Cuando las puertas se abrieron sus escoltas salieron primero para explorar la zona. Estimando que todo estaba despejado, les siguió mientras iban a través de una serie de corredores hacia el callejón. Al ver la camioneta estacionada con los vidrios polarizados, les hizo una señal con la mano para que se quedaran allí, no es que se hubieran fijado en ella mientras se acurrucaban juntos compartiendo un cigarro. Eso la sorprendió. Había tenido la impresión de que la CUP era más estricta con sus agentes.

la ventana, ésta se bajó pero en lugar de los rasgos cincelados que había llegado a amar, vio a Mason llenándose la boca con un dona. —¿Dónde está Viktor? —preguntó mirando a su alrededor para ver que el lado del conductor estaba vacío. —Fue al piso de arriba para encontrarte. Pero ¿por qué estás con esos dos matones? ¿Pensé que había asignado a Jared y Carter a tu puerta? Ella se encogió de hombros. —Al parecer, son los reemplazos a la hora de la cena. ¿Así que Viktor fue a buscarme? ¿Sabes por qué? —¿Por qué crees? Porque es un idiota que de repente se dio cuenta que estaba a punto de dejar ir lo mejor que le ha pasado en la vida. —¿Él dijo eso? —Ella estaba radiante. —No con tantas palabras, pero esa fue la esencia. —Será mejor que vaya a buscarlo. Trotando de vuelta junto a sus guardias, tomó las escaleras esta vez, de dos escalones a la vez, hasta que llegó al undécimo piso, jadeando y resoplando. No es

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No era su problema. Fue hacia el vehículo. Antes de que pudiera llamar en

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El Club de las Excomulgadas de extrañar que Viktor estuviera en tan buena forma. Y pensar que la había cargado las veces anteriores que había optado por las escaleras. Explicaba de donde conseguía su resistencia. Y él pensaba que era demasiado viejo. Trotando por el pasillo, no tuvo ni idea de que algo iba mal hasta que oyó un par de clics a su espalda. Girando, vio que ambos de sus guardias le apuntaban con sus armas a la cabeza. —¿Qué está pasando?

¿A quién? —Proyecto, me alegro de verte de nuevo. Uh-oh. Girando lentamente, el corazón de Renee brincó hasta detenerse al ver la jeringa hincándose contra un costado de Viktor. Con las manos en el aire, él no se veía preocupado en absoluto por el hecho de que una mujer loca, que apenas le llegaba a la cintura, lo mantuviera prisionero. —¡Viktor! ¿Estás bien? ¿Cómo está mi madre? —exclamó, el miedo poniéndola frenética. —Tu madre está bien a pesar de que probablemente tendrá dolor de cabeza. Entré antes de que nuestra pequeña amiga aquí pudiera hacerle algún daño real. Prometí ser un buen cocodrilo si la dejaba en paz. —¿Pequeña? —El Cerebro rechinó los dientes y lo pinchó con más fuerza— . Quieto lagarto, o me olvidaré de mi plan de usarte para mantener a la zorra bajo control. —¿Plan? ¿Qué plan? ¿Por qué lo quieres a él? —Bueno, había planeado retener a tu madre como rehén para tu buen comportamiento, pero luego llegó tu amante mientras ibas a dar un paseo. ¿Qué

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—Estamos simplemente siguiendo órdenes. Deberías preguntarle a la jefa.

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El Club de las Excomulgadas mejor incentivo podría tener para hacerte cumplir órdenes que capturarlo? —El Cerebro sonrió, y podría haber parecido más amenazadora si sus gafas no hubieran escogido deslizarse hacia abajo hasta la punta de su nariz. —No puedes hacer eso. No te dejaré. —No te preocupes por mí, Renee. Sólo estate preparada para escuchar — dijo él crípticamente. Viktor le guiñó un ojo y ella se preguntó si le habría entrado polvo en los ojos.

—Déjalo ir. No lo quieres a él. Tú me quieres a mí. La mujer, que la había mantenido como su prisionera durante años, hizo subir sus gruesas gafas y sonrió fríamente. —Pero él es mi depósito de seguridad. Si te portas bien, continuará vivo. Si no lo haces... —El Cerebro empujó la aguja más profundamente. Viktor no se inmutó. Al contrario, parecía aburrido. Un miedo helado le hizo cosquillas, seguido de una rabia lenta. —Cálmate, Renee —le advirtió Viktor—. Todo va a salir bien. Confía en mí. Ella lo hacía, pero ¿cómo iba a escapar? Con sólo pulsar el émbolo cualquiera que fuera el vil brebaje que el Cerebro había preparado tumbaría a su cocodrilo. Parecía como si al Cerebro no le gustara su actitud y sus palabras serenas. —Mueve un músculo lagarto, y Proyecto lo pagará. Sin embargo, Viktor no se veía preocupado. —¿Por qué haces esto? —preguntó Renee—. Escapaste. Podrías haber huido e ido a algún lugar donde nadie supiera quién eras. Comenzar de nuevo.

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A pesar de sus palabras tranquilas, el pánico revoloteó en su pecho.

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El Club de las Excomulgadas —Pero quiero que el mundo me conozca —chilló el Cerebro—. Estoy cansada de esconderme en los agujeros, de escabullirme en la oscuridad. Pensé que por fin tenía la respuesta, pero algo faltó. La fórmula no funcionó. Tengo que intentarlo de nuevo, lo que significa que te necesito. Renee suspiró. —¿Nunca se te ocurrió que tal vez no estás destinada a ser un carnívoro gigante?

elefante, entonces también puede pasarme algo así a mí —dijo el Cerebro pateando el suelo con su pequeño pie—. Ahora, ven en silencio o tu cocodrilo se contorsionará en el suelo mientras echa espuma por la boca. —Iré. Haré lo que quieras, pero no le hagas daño. Por favor. Viktor ladeó la cabeza. —¿Por qué? Sólo soy un viejo cocodrilo. ¿Por qué renuncias a tu libertad por mí? ¿Los medicamentos le estaban afectando ya, dejándolo estúpido? —Porque te amo, por supuesto. Una sonrisa se extendió en su rostro. —¿En serio? ¿Estás segura? —Tan segura como que el maldito sol saldrá cada día en el estúpido cielo azul brillante. —¿Recuerdas lo que te dije acerca de escuchar? —Ella asintió—. Agáchate —gritó.

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—Si a un conejo pueden crecerle grandes dientes y un zorro sobrepasar a un

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El Club de las Excomulgadas Actuando antes de pensar, con su instinto de obedecer actuando naturalmente, ella se dejó caer al suelo y de alguna manera se las arregló para ver lo que sucedió a continuación. Viktor se lanzó hacia un lado, lejos del Cerebro y de su aguja con veneno. Uno de sus guardias disparó pero falló en darle a Viktor, ya que éste se tiró al suelo y se hizo un rollo, apareciendo delante de Renee. Un par de sustanciosos golpes después y los secuaces del Cerebro roncaban junto a Renee en el suelo. Ayudándola a levantarse, Viktor le dio la espalda a la villana enana mientras le quitaba el pelo de las mejillas y le sonreía suavemente. Con un gruñido y un gran escapar un grito mientras corría, con la jeringa en alto. —Viktor, ten cuidado —le gritó Renee. ¡Wham! La villana cayó. De pie sobre su cuerpo inerte, con un enorme bolso de cuero en la mano, su madre resopló. —Me engañas una vez y la culpa es mía. Si me engañas dos veces, saborearás la ira de mi genuino bolso de cuero de cocodrilo. Renee se rió mientras Viktor la abrazaba. Lo habían logrado. Era libre. El Cerebro terminaría tras las rejas. Ella llegaría a conocer a su madre. Amaba a Viktor, pero... espera un segundo. ¿Él la amaba también? —¿Tienes algo que decirme? —preguntó cuándo él se inclinó para apoyar su frente contra la de ella. —¿Qué me alegro de que estés a salvo? —No. —¿Qué tu madre tiene una gran puntería? —No.

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estrechamiento de ojos detrás de esas gafas demasiado grandes, el Cerebro dejó

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El Club de las Excomulgadas —¿Qué me alegro que ella hubiera escogido piel de lagarto en lugar de uno de mis primos cocodrilos lejanos para su bolso? —No. Te dije que te amo. ¿Te importaría contestarme? —¿Delante de todos? —La miró horrorizado. —Estoy sólo yo, mi madre y algunos villanos inconscientes. —Y yo —dijo Mason saliendo del hueco de la escalera, enfundando su

—Y yo —añadió Kloe saliendo de la habitación al otro lado del pasillo, revestida de sus cuchillos. —Oh, sólo díselo antes de que incite a Chase a atacarte —gritó Miranda cuando asomó la cabeza por otra puerta. —¿Todos estabais aquí? —preguntó Renee. —Por supuesto. No quería correr ningún riesgo con tu seguridad —dijo Viktor suavemente, inclinando la cabeza—. Porque protejo a los que amo. Un coro de “Aaaah” hizo que él se encogiera. Pero Renee sonrió tan ampliamente que su rostro casi se agrietó. —Increíble. Ahora, ¿podemos irnos a casa a cenar? —Que era su código para ir a la cama, sin ningún tipo de ropa. Él sonrió mostrando todos los dientes al captarlo. —Nadie irá a ninguna parte —dijo una voz chillona—. ¡Preparaos para morir!

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arma.

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Capítulo Veintitrés No otra vez. Viktor colocó a Renee detrás de él mientras el Cerebro recuperaba la conciencia y amenazaba a su zorrita. La villana estaba verdaderamente delirante dado que estaba rodeada por agentes de la CUP. —Se acabó, Cerebro. Arriba las manos donde podamos verlas —ordenó

La diminuta figura luchó por arrodillarse. —Muahahahahahahahahahaha. —La risa comenzó de a poco, y luego aumentó en volumen mientras el Cerebro crecía al doble, después se triplicaba, y después cuadruplicaba su tamaño. Parpadeando, Viktor trató de captar mentalmente la entidad ante él. Siendo un cruce entre una ardilla y una musaraña pigmea, que para los desinformados era un cruce entre un topo y un ratón pequeño, y una gran parte monstruosa de tipo Hyde28, el Cerebro salió de su piel humana convertida en un verdadero monstruo, repleto de colmillos, ojos rojos y un tamaño a la par con el de un elefante. Por desgracia, el corredor no era para cambia-formas gigantes y algo de yeso llovió del techo mientras el Cerebro, repartiendo golpes con su cola, y con los brazos, hacía espacio para su gran forma. La nube de polvo inició una cadena de toses y parpadeos mientras los agentes de la CUP luchaban por respirar y ver a través de la oscuridad causada por los escombros.

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Personaje de una novela de Robert Louis Stevenson, llamada “El extraño caso de Dr. Jekyll y Mister Hide”, donde hace una representación vívida de un trastorno psiquiátrico que hace que una persona tenga más de una personalidad. Jekyll es la personalidad buena, y Hide es la malvada.

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Kloe con un traqueteo de las esposas de plata.

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El Club de las Excomulgadas Viktor ni siquiera tuvo la oportunidad de gritarle una advertencia a su zorrita antes de que una musculosa cola, con una púa en el extremo, se envolviera alrededor de su cintura, sujetando sus brazos y lanzándolo contra el suelo. —¡Viktor! —Oyó el grito estridente de Renee, pero no pudo gritarle que corriera porque le faltaba el aliento para hacerlo, la aplastante presión en sus costillas era más fuerte de lo que podía combatir. Trató de llamar a su bestia, incluso de cambiar a su forma intermedia, pero sin oxígeno, lo más que pudo lograr fue conseguir algunas escamas.

injusticia de morir cuando acababa de averiguar que Renee le amaba. Un rugido hizo temblar las paredes y él se volvió a tiempo para ver un montón de piel roja zambullirse sobre el cuerpo monstruoso del Cerebro. Una vez más, su zorrita venía en su rescate. Menos mal que estaba seguro de su masculinidad o realmente tendría que demostrar algo. Pensándolo bien, programaría como objetivo adicional practicar la semana que viene en el campo de tiro. La cola lo soltó y él cayó al suelo. No se permitió la oportunidad de evaluar el daño a sus costillas. Poniéndose inmediatamente de pie, echó un rápido vistazo alrededor en busca de un arma. Aunque sabía que su cocodrilo no era rival para la villana de tamaño gigante, Renee le necesitaba. —Viktor. ¡Atrápala! —gritó Miranda y él giró para atrapar el arma que le arrojó en su dirección. Dándose la vuelta, entrecerró los ojos, y se concentró en los cuerpos que forcejeaban causando estragos en el pasillo. Algunas heridas marcaban el cuerpo de Renee, lágrimas de sangre que provocaron que su sangre se volviera más fría que de costumbre. Él apuntó, entrando en la zona. Disparó. Una vez. Dos veces. La ardilla híbrida de ojos rojos quedó inerte, no es que eso impidiera que Renee tomara un bocado y sacudiera la cabeza con la boca llena. Luego, con un

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Unos puntos negros bailaron delante de sus ojos y quiso maldecir la

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El Club de las Excomulgadas movimiento de su enorme cabeza, roja y peluda, corrió en su dirección, y él sonrió. Maldita sea, era hermosa. Y grande. Sacaría la basura todos los días, y así se aseguraría de seguir cayéndole bien. No estaba seguro de si la ganaría en un combate de lucha libre. Dejándose caer delante de él, su zorrita ladeó la cabeza y sus enormes ojos dorados parpadearon. Una lengua grande surgió para lamerlo y Viktor hizo una mueca.

Porque realmente preferiría que ella se ahorrara los lametones para cuando ellos dos estuvieran solos y en forma humana. Entonces, podrían tomar turnos. Por supuesto, los placeres del tipo erótico tendrían que esperar hasta que ella consiguiera cambiar de nuevo, lo cual afortunadamente ocurriría bastante pronto considerando que la conmoción probablemente había asustado a los humanos en las plantas inferiores, y atraído a los servicios de emergencia de la ciudad en su dirección. El caos sobrevino cuando se reunieron y concretaron una historia. Mientras Viktor lograba convencer a su zorrita para que volviera a cambiar, prometiéndole que le permitiría cabalgarlo como una vaquera cuando llegaran a casa, ellos no tuvieron tanta suerte con el Cerebro. En su deceso, había mantenido su última forma, la monstruosa creación que había salido terriblemente mal. Las autoridades se presentaron y actuando en el papel de huéspedes aterrorizados, toda la banda de la CUP junto con Renee y su madre, se atuvieron a la historia de que la criatura había salido de la nada, asustándolos como el demonio. Malditas ratas de alcantarilla. Sólo se hacían cada vez más y más grandes. No pasó mucho tiempo para que pudieran escapar de los desconcertados policías, y con Madame Renarde enviada a quedarse con Kloe por esa noche,

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—Tendremos que hablar acerca de eso.

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El Club de las Excomulgadas Miranda dando saltos con su marido a cuestas porque necesitaba un poco de tarta para celebrar, y Mason (¿a quién le importaba lo haría el oso?), dejó a Viktor al fin solo con su zorrita. No podía llevarlos a casa lo suficientemente rápido. Ella parloteó durante todo el camino. —Entonces, ¿crees que la policía creyó la historia acerca de que ella era una rata mutante?

—¿Pero no lo sabrán cuando le hagan pruebas de ADN al cadáver? —Nunca llegarán tan lejos. Tenemos gente en los lugares adecuados para asegurarnos de que el papeleo sea cambiado y el cuerpo se incinere accidentalmente. En cuarenta y ocho horas, el Cerebro habrá dejado de existir y nuestro secreto estará a salvo. —Entooooonces —ella arrastró la palabra—, ¿y ahora qué? Entrando en el estacionamiento, y maniobrando hasta su lugar, él no respondió de inmediato. Saltó de la camioneta prestada, la rodeó hasta llegar a su lado y tiró de ella a sus brazos. Cuando ella fue a decir algo, él cubrió sus labios con los suyos. —Mmmm. —Tarareó su satisfacción. Pero él quería que gritara. Eso sí, no en el ascensor donde había cámaras observando. Se contentó con besarla, vertiendo todos sus sentimientos en el contacto. El miedo que había sentido cuando había entrado en la habitación del hotel y visto a Madame Renarde tendida en el suelo, la furia impotente cuando había visto a los matones apuntando sus armas a su cabeza, su determinación de salvarla a toda costa, incluso de su propia vida, y, finalmente, el orgullo por ella,

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—No sabrán qué creer.

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El Club de las Excomulgadas porque lo amaba tanto que había derribado a la criatura malvada que la torturó durante años. Mezclado con todas esas emociones, él inyectó su amor. Amor por una zorrita pelirroja que se había aferrado a él con las dos manos, y a veces incluso con las piernas, y no le dejaría ir. Le había mostrado lo que faltaba en su vida. Ella. Al entrar en su apartamento, desnudó a Renee con una sola mano, y con la otra la mantuvo estable contra él. Ella se rió por su frenesí, pero también la excitó, descubrió, cuando sus manos se deslizaron entre sus muslos para encontrarla

La tiró sobre su cama y se encargó rápidamente de su propia ropa, pero cuando se arrastró entre sus piernas para devorarla, ella se apartó. —Alto ahí, cocodrilo. Alguien me prometió que sería una vaquera. —¿Te acuerdas de eso? ¿Pensé que no te acordabas de nada cuando la zorra tomaba el control? —No lo hago. O no lo hacía, pero por alguna razón, recuerdo claramente que me dijiste que si cambiaba de nuevo, me enseñarías eso. —A la mierda con la enseñanza. No hay nada como saltar encima y aprender de la experiencia —respondió él con una amplia sonrisa. Se tendió en la cama, con su polla sobresaliendo de sus caderas, adorando la forma en que ella lo examinaba con los ojos vidriosos. Ella se lamió los labios y su pene se crispó. —Guarda eso para después. Quiero estar dentro de ti. Ahora. —¿Tendré que agregar impaciencia a tu naturaleza intratable? —¿Qué tal insaciable, también, en lo que a ti concierne? —gruñó tirando de ella hasta que cayó encima de él. Atrapó sus labios otra vez y no la dejó alejarse

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resbaladiza y preparada.

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El Club de las Excomulgadas mientras se colocaba sobre él. Su sexo húmedo presionó contra su bajo vientre, y la tensión se arremolinó en su interior a la espera de lo que pasaría a continuación. Zorrita astuta, se tomó su dulce tiempo, elevando su trasero y sosteniéndolo por encima de su polla, permitiendo que la punta de él le acariciara los pliegues húmedos, pero sin enfundarse en él. —Provocadora —murmuró él contra sus labios. —Ahí va esa impaciencia de nuevo.

—¿Lo prometes? —susurró ella. —Cualquier cosa que quieras. En caso de que no lo hayas notado, no puedo resistirme a ti. —¿Incluso aunque no podamos tener hijos? —Lo había admitido frente a él mientras esperaban que la policía les dejara en libertad. Él le había dicho entonces que no le importaba, pero no costaba tranquilizarla un poco más. —Tengo más que suficientes sobrinas y sobrinos que podemos pedir prestados. Y siempre está la opción de adoptar. —O podríamos ser sólo nosotros dos. Creo que me gustaría tenerte todo para mí misma. —Bueno, puede que tengas que prestarme de vez en cuando para ir al trabajo. —Tal vez. —Sentándose con fuerza sobre su polla, empalándose de una sola estocada, él gritó y agarró las sábanas en sus puños. La oyó murmurar, con un gruñido bajo—: Mío. Agarrando sus caderas, la ayudó a mecerse sobre él, atrapando su mirada dorada con la suya.

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—Veamos cuánto tiempo dura tu paciencia cuando te torture más tarde.

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El Club de las Excomulgadas —Sí, tuyo. Te amo. —¿Para siempre? —Incluso cuando sea viejo y gris —afirmó él. —¿A pesar del hecho de que mi zorrita pueda patear el trasero a tu cocodrilo? —jadeó ella, clavando sus dedos en su pecho. —Porque piensas que puedes.

se convirtió en gemidos de placer, y después en un grito de éxtasis mientras se deshacía sobre él, en él. Fue glorioso. Perfecto. Mía. Para siempre...

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Ella echó la cabeza hacia atrás y se rió mientras lo montaba, una alegría que

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El Club de las Excomulgadas

Epílogo Días más tarde, después de la boda más rápida en la historia de la CUP... Sumamente calentita sobre el pecho de Viktor, sobre todo porque su esposo de sangre fría había construido una hoguera enorme, Renee, que sentía el nombre que Viktor le había dado más familiar que su nombre de nacimiento, Monique, suspiró feliz.

—No puedo creer que estemos en nuestra luna de miel. —Yo tampoco —admitió en tono irónico. —Y gracias a Dios que mentimos acerca de a dónde iríamos de luna de miel. Pensé que nunca nos quitaríamos a mi madre de encima. No sabía que alguien pudiera llorar tanto. Su pecho vibró de risa. —¿Crees que la tuya estuvo mal? No sabía que la mía podía llorar en absoluto. Que yo me casara no fue tan terrible. Renee se rió disimuladamente. —Díselo a los quinientos dólares que gané en la apuesta de la oficina diciendo que no lo harías. —Zorrita astuta. —Sólo estoy viviendo a la altura de mis orígenes. —Ella se carcajeó y pasó un dedo por su pecho. La punta éste se detuvo en el borde de su nueva cicatriz—. ¿Crees que realmente haya terminado todo?

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—¿Por qué fue eso? —preguntó Viktor abriendo un ojo para mirarla.

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El Club de las Excomulgadas Viktor le tomó la mano y la levantó para poder depositar un beso en el centro de la misma. —El Cerebro se ha ido. Sus laboratorios fueron desmantelados. La única cosa a la que tienes que temer es... —Hizo una pausa, como si pensara—. En realidad, mataré cualquier cosa que te asuste. No quiero volver a pasar por ese tipo de preocupación una vez más. —Yo tampoco. Y para que lo sepas, si algo te amenaza, o se atreve a

—Porque eres un pozo sin fondo. —No lo soy —ella se rió. Bueno, tal vez lo era, pero por suerte para ella, había encontrado a un hombre capaz de ingeniárselas extremadamente bien en la cocina, y dentro y fuera de la habitación. Pero su mayor habilidad de todas, que casi empataba con su capacidad de atinar siempre al objetivo, es el amor que tenía por ella sin importar su forma. En el mundo humano, la única vez que un cocodrilo y una zorrita se unían era cuando una dama de sociedad rica llevaba a uno como bolso, y al otro como una estola de piel. Pero en su mundo, el mundo de los cambia-formas, todo era posible, incluso un amor entre aquellos que poseían sangre fría y los que la tenían caliente. O como a Miranda le gustaba llamarlos a ellos, Zogartos29. Lo que no tenía sentido, pero volvía loco a Viktor. Y un Viktor despotricando era un lagarto con sangre caliente corriendo por él. Delicioso. *****

29

Fozard es como les llaman. Es la unión de las palabras Fox (zorra) y Lizard (lagarto). Zogarto.

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coquetear contigo, probablemente me lo comeré.

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El Club de las Excomulgadas La llamada a las tres de la madrugada al teléfono hizo que el buen doctor removiera un cuerpo femenino que roncaba de encima de él, y se arrastrara sobre otro. Cuando el orgullo se entrometía, ningún león macho volvía a su casa solo, o con una sola chica, ya sea que le gustara o no. Alcanzando su teléfono, vio el número de la casa de seguridad de la CUP y respondió. —Dr. Manners. ¿Qué sucede?

—¿Fred quién? —Soy uno de los guardias que trabaja en el turno de noche en la casa de seguridad. Tiene que venir aquí, pronto. ¿Sabe esas personas que rescatamos? —Sí. ¿Qué pasa con ellos? ¿Uno de ellos tiene una convulsión de nuevo? — preguntó Nolan mientras encontraba sus pantalones y se los ponía. —Más o menos. Una explosión resonó en el receptor del teléfono y frunció el ceño. —¿Qué fue eso? —Uno de sus pacientes. Algo está pasando con ellos. Se han vuelto locos. — La respiración del que llamaba se aceleró debido al pánico—. Están comportándose violentamente. La enfermera de la noche y el guardia apostado con ella están muertos. No puedo localizar a ninguno de los otros de servicio. Rompieron las cámaras así que no puedo verles. ¡Bang! ¡Bang! El sonido reverberante de impactos fue lo suficiente fuerte para enmascarar los jadeos asustados del que llamaba.

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—Soy Fred.

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El Club de las Excomulgadas —¿Qué está pasando? —preguntó Nolan, un miedo helado haciéndole cosquillas en la columna. —Mierda. Están atacando la puerta. El sonido del auricular del teléfono golpeando contra una superficie dura no impidió que Nolan oyera al guardia decir: —Gary, saca tu arma. Nolan sólo pudo escuchar con incredulidad como el golpeteo aumentaba, y Mientras enviaba un mensaje de texto al correo de emergencia principal de la CUP, escuchó el caos. Los gruñidos. Los disparos. Los balbuceantes gritos de terror. Después, el silencio, el sonido más preocupante de todos. A punto de colgar, saltó cuando una voz sibilante susurró en el teléfono. —¿Hola? Un escalofrío se extendió a través de él. —¿Quién habla? —¿Quién quiere saberlo? —fue la réplica ronca. —Soy el Dr. Manners. —Oh, hola, doc-tor. Qué amable de su parte que llamara. ¿Quiere venir a jugar? Estamos tan terriblemente hambrientos y usted siempre huele tan bien... No se pondría más desodorante Axe30 antes del trabajo. Demonios, tal vez debería omitir la ducha también. —Parece que estáis en una situación de apuro. Dejadme ayudaros.

30

Axe: marca de desodorante.

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luego el crujido más preocupante del metal siendo doblado llegó a sus orejas.

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El Club de las Excomulgadas —¿Un doc-tor ayudando? Como si fuera a suceder. —Un ladrido de desdén siguió a continuación. Sin duda, las víctimas rescatadas por el equipo de la CUP veían la diferencia entre el cuidado prodigado por él y su personal en comparación con las torturas sufridas durante su cautiverio. —Nunca os he lastimado —dijo Nolan. —Puede que no nos haya lastimado como el resto, pero usted huele como se hizo eco respondida por los otros, aumentando a un volumen estridente y perforando su oído. Clic. Tono de línea. Mierda. Eso no auguraba nada bueno. Nada bueno en absoluto.

Fin (...por ahora...estad atentas al próximo libro...)

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ellos. Nos veremos pronto, doc-tor. Malditamente pronto. —Riendo con locura, ésta

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El Club de las Excomulgadas Serie CUP 01 - La Conejita y El Oso ¿Qué tiene que hacer un pobre oso cuando lo único que quiere es un pastel dulce de conejo?

Miranda está en una misión con la Coalición Unida de Peludos, y eso incluye en secreto al malhumorado y estirado oso. Mantener la concentración en el trabajo no es fácil cuando lo único en lo que puede pensar es en cambiar su ceño completamente, una tarea difícil cuando prueba su pasión. Cuando ella oye hablar de su teoría de que las criaturas del bosque y los depredadores no se mezclan, piensa que todo está perdido, pero no cuenta con la naturaleza y la curiosidad de un oso necesitado y posesivo. Cuando una fuerza maligna secuestra a Chase, Miranda da rienda suelta a su conejita con el fin de salvarlo, pero la revelación de su were la pone en peligro a ella misma. ¿Será un oso de mal genio suficiente para salvarla de un científico loco? Y si lo hace, ¿Puede un oso olvidarse de su condición de criatura del bosque el tiempo suficiente como para amarla y convertirla en su pareja? Advertencia: Pasteles fueron dañados en la elaboración de esta historia y las referencias traviesas hechas sobre la miel podrían ofender a algunos lectores.

02 - El Cisne y El Oso Mason, un verdadero mujeriego y un osito de peluche grande, está en una misión para proteger a la comunidad shifter31. Quién es él para quejarse si dicha actividad le obliga a proteger a la asistente tecnológica de la CUP32, un bombón moca con curvas que saben cómo ponerlo de rodillas. Jessie no tiene paciencia para un oso que coquetea cada vez que respira. A pesar de su atractivo aspecto, y su look de fumador, ella se niega a ceder a su encanto. No puede porque esta princesa cisne está prometida a otro. Cuando un genio del mal fija su mira en ella, ¿Será un oso juguetón suficiente para salvar a su cola con plumas del peligro? Y si Mason se las arregla para robar su corazón ¿quién lo salvará de su padre, el rey cisne, cuando no sea tan agradable? Advertencia: Un pobre y desprevenido oso reproductor se convirtió en 31 32

Shifter: Cambiadores de Forma CUP: Coalición Peluda Unida

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Osos y conejos no se supone que se mezclen, o eso es lo que sigue diciéndose Chase a sí mismo cuando su esponjosa vecina nueva no se queda fuera de sus asuntos ni de su mente. Sin embargo, cuanto más conoce a su demasiado alegre vecina, más ansía tenerla desnuda en sus manos, con su deseo peor que su adicción a la miel y al pastel.

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El Club de las Excomulgadas un marido durante el rodaje de esta historia.

03 - El Cocodrilo y La Zorrita

El mundo fuera del laboratorio es un lugar grande y espeluznante. Renee no está segura de cómo lidiar con eso, así que se engancha al más grande, más malo y más sexy guerrero que hay alrededor. Con afilados dientes y con hielo en sus venas, el lado violento de Viktor debería haberla mandado a correr, pero en cambio, ella encuentra el coraje para enfrentarse a sus miedos y domar al lagarto. Cuando el peligro llama a la puerta, con la intención de convertir a su lagarto en un accesorio de moda de alto precio, ¿Renee abrazara su lado oculto y le mostrara a su cocodrilo que tiene lo que se necesita para ser su compañera? Advertencia: Un cocodrilo intratable descubre que tiene pulso cuando una caliente zorrita decide agarrarse a él, y nunca dejarlo ir. Entre broma y broma y momentos chisporroteantes, un pequeño y malvado villano espera. Muahahaha.

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El soldado Viktor vive para la próxima misión y para su colección de armas, pero una redada en un laboratorio experimental le hace un protector poco dispuesto, sobre todo porque no puede desprenderse de Renee completamente. Es un cocodrilo de sangre fría, sin intención de establecerse, pero no contaba con una zorrita sexy que calentara su corazón.

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El Club de las Excomulgadas

Próximamente

El León y La Halcón

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Eve Langlais - Serie CUP IV

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