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Staff Moderadoras

Sofía Belikov & Mel Markham Traductoras

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Sofía Belikov Mel Markham Elle CrisCras Liillyana Jadasa Youngblood Daniela Agrafojo Valentine Rose Vani

Jasiel Odair Sandry Alex Phai Anty vals <3 CamShaaw Val_17 Niki Dannygonzal

Verito Miry GPE Diana Mire Mary Liillyana ElyCasdel MaJo Villa

Correctoras

Val_17 Mel Markham Meliizza Nana Maddox Miry GPE Itxi Jane MariaE. Dafne2 *Andreina F* Aimetz Volkov

Laurita PI Adriana Tate Karool Shaw Amélie. Valentine Rose florbarbero Michelle♡ Lizzy Avett’ AriannysG Mire LucindaMaddox

Daniela Agrafojo Eli Mirced Victoria Dannygonzal Jasiel Odair Niki SammyD GypsyPochi ElyCasdel

Lectura Final

Val_17 Diseño

Mel Wentworth

Índice

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Sinopsis

Capítulo 20

Capítulo 1

Capítulo 21

Capítulo 2

Capítulo 22

Capítulo 3

Capítulo 23

Capítulo 4

Capítulo 24

Capítulo 5

Capítulo 25

Capítulo 6

Capítulo 26

Capítulo 7

Capítulo 27

Capítulo 8

Capítulo 28

Capítulo 9

Capítulo 29

Capítulo 10

Capítulo 30

Capítulo 11

Capítulo 31

Capítulo 12

Capítulo 32

Capítulo 13

Capítulo 33

Capítulo 14

Capítulo 34

Capítulo 15

Capítulo 35

Capítulo 16

Epílogo

Capítulo 17

Agradecimientos

Capítulo 18

Miles From Kara

Capítulo 19

Sobre el Autor

Sinopsis Olivia Warren solía ser una chica normal con un futuro brillante. Pero en una fatídica noche, todo cambió. Escondiendo las cicatrices de su pasado bajo sus mangas, Olivia transfiere su matrícula desde la Universidad de Columbia a la Universidad de Charleston, determinada a perseguir sus propios sueños por primera vez en su vida.

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Ella intenta permitirse un poco de tiempo a solas para sanar... eso es, hasta que conoce a Preston. Preston es el mejor amigo de su compañera de cuarto, totalmente caliente, y fuera de límites. Pero la química entre ellos es instantánea —y mientras el par comienza a pasar más tiempo juntos, los sentimientos por el otro se convierten en algo innegable, algo lo suficientemente poderoso como para curar las cicatrices más profundas de Olivia. Olivia intenta dejar su propio pasado atrás y confiar en Preston, pero pronto descubre que el pasado de él puede estar más presente de lo que algunas vez estipuló... Charleston Haven #1

1 Traducido por Sofía Belikov & Mel Markham Corregido por Val_17

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Alguien debería advertirte que el día de mudanza a una universidad es el último día en que en realidad deberías tratar de mudarte a tu dormitorio. Le eché un vistazo a la fila de chicas esperando para entrar en los ascensores, todas ellas con pilas de maletas, cajas y conjuntos de neveras y microondas, los que ya deberían estar en nuestras habitaciones, pero evidentemente no era así este año. Miré mi propio conjunto de maletas y hacia la fila de nuevo. Podría cargarlas los tres tramos de escaleras hasta el tercer piso más rápido de lo que podría llegar allí por la espera. Levanté la más pesada en sus ruedas, puse la segunda encima, y comencé a caminar hasta la puerta que daba a las escaleras en la esquina. No había fila allí — sorpresa, sorpresa— así que me tomé mi tiempo empujando las maletas a través de la puerta y levantándolas un peldaño a la vez. Para el momento en que llegué al tercer piso, mi rostro se hallaba cubierto con sudor y deseaba haber aceptado la oferta de mis padres para ayudar a mudarme. En ese momento, todo en lo que podía pensar era en sus tristes expresiones mientras me preguntaban por centésima vez si estaba segura. Segura de si quería descartar Columbia por la Universidad de Charleston. Segura de si quería vivir en un dormitorio en el campus (haciendo caso omiso de que todos los estudiantes de primer año tenían que vivir en el campus). Segura de si quería tener una compañera en dicho dormitorio en lugar de vivir sola. La lista seguía y seguía. Ellos no lo entendían. Ya no podía vivir esa vida. Cada parte de ella traía recuerdos que no podía soportar. Necesitaba un cambio. Y no sólo un cambio geográfico. Necesitaba un cambio total: de ciudad, de personas, de mí misma. Necesitaba ser capaz de agarrar plátanos de la sección de productos agrícolas sin chocar con alguien que supiera la historia y tuviera esa triste mirada mientras me preguntaban cómo me sentía. Es decir, ¿cómo creían que me sentía? Odiaba la compasión. Odiaba esa larga mirada que la gente te daba y la lenta

sacudida de cabeza que decía pobre de ti. Sabía lo que era la tristeza. Era una buena amiga mía ahora. No necesitaba recordatorios de cuán estrechamente se aferraba a mí cada vez que iba al supermercado. Pasé la maleta a través de la puerta del tercer piso y busqué los números de las habitaciones. Me encontraba en la 3-F y mi compañera era alguna chica de Gator Town: Gainesville, Florida. Me imaginé a una chica surfista con cabello rubio debido al sol y piel bronceada, que usaba palabras como totalmente e increíble como si valieran oro cada vez que las decía.

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Tenía puesta mi camiseta con FPS de 55, feliz de que hubiera sido lo suficientemente inteligente como para empacar unas cuantas. Llevar una camiseta de mangas largas en la playa y en agosto llamaría la atención, y no me sentía preparada para explicar la verdadera razón. Pero con las camisetas con FPS sólo podía decir que tenía un loco interés por la protección solar. Además, con los pantalones cortos que llevaba, me sentía segura de que podía salir por allí sin demasiadas preguntas. O eso esperaba. Gracias a Dios mis piernas no se hallaban llenas de cicatrices. De otra forma, tendría que ir a la universidad en algún lugar de Colorado, y odiaba el clima frío. Alcancé el pasillo para las habitaciones de la 3-A hasta la 3-H. La mayoría de las puertas se encontraban abiertas, y traté de no mirar para adentro mientras pasaba. El pasillo parecía totalmente vivo con emoción y conmoción. Me preguntaba si siempre sería así o si había horas de estudio o algo. Finalmente llegué a la puerta de la habitación 3-F, la cual estaba cerrada, sin ningún sonido viniendo del interior. Agarré el pomo y lo giré, aliviada de que la chica de Gator aún no estuviera allí, hasta que encendí la luz y oí un gruñido a través de la habitación. —Maldita sea, apaga la luz. Estoy tratando de dormir aquí. Me giré para ver a un chico en la cama en la parte izquierda de la habitación, una sábana blanca enredada a su alrededor, exponiendo su pecho desnudo. Mis ojos lo recorrieron, y por primera vez, entendí cómo Bella podía estar atraída por la palidez de Edward. La piel de este tipo podía rivalizar la de un vampiro sin lugar a dudas, pero en vez de lucir como si le perteneciera a un paciente de hospital, era sorprendentemente cremosa con un indicio de dorado como trasfondo. Su desordenado cabello cobrizo se desparramaba en un desastre a lo largo de la almohada, y aunque sabía que debería preguntar un montón de cosas, me encontré mirándolo fijamente. Sus ojos se abrieron y lanzó uno de sus brazos por encima de la cabeza para bloquear la luz. —Tú debes ser Olivia —dijo, su voz ronca por el sueño.

Esperé. Caliente o no, no conocía a este tipo. Podría estar aquí para robar mi virtud… o la virtud que tenía hace dos años, pero aun así. Se bajó de la cama, un par de pantalones de pijama de color azul marino con pequeños personajes amarillos, la única cosa en su perfecto cuerpo. Los absorbí antes de levantar la mirada hasta su rostro. —¿Piolín? —Peces dorados. Es una broma interna. Asentí. —Ah. Se quitó el cabello de los ojos. Era el tipo de cabello que querías tocar sólo para ver si se sentía tan perfecto como lucía. —Entonces… —Entonces… —Sonreí—. ¿Vas a decirme quién eres y por qué diablos estás en mi habitación?

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Sonrió con suficiencia. —Veo que no eres tan de pueblo pequeño como aparentas. ¿De dónde eres? —Se estiró para alcanzar la camiseta tirada sobre la silla del escritorio. Tenía ese profundo acento sureño que te recordaba al jarabe caliente sobre panqueques, lento y delicioso, y completamente demasiado tentador. Consideré mentir, pero eso retrasaría lo inevitable. —Westlake —dije, preparándome para su reacción. Lo que ocurrió no llegó a las noticias nacionales, gracias a Dios, pero todos en un radio de dos estados lo sabían y se sentían inclinados a preguntar tan pronto como oían de dónde era. Levantó la mirada hacia mí ante de ponerse la camiseta, y me preparé para la pregunta, para el cambio en su tono, pero en su lugar, dijo—: Me retracto. Eres de un pueblo pequeño. Rico. Pero igualmente pequeño. Por un momento, estuve demasiado sorprendida para responder. Todavía no conocía a alguien que escuchara de donde era y no se lanzara a hacer preguntas demasiado personales para un amigo ni que decir para un extraño. Abrí la boca para recordarle que (a) Charleston no era exactamente la ciudad de Nueva York, y (b) él todavía no respondía a mi pregunta, cuando la puerta detrás de mí se abrió de golpe y una pequeña chica entró rápidamente. Tenía el aspecto de uno de esos volantes para los equipos de porristas: 1,52 metros, pelo rubio en trenzas sueltas que colgaban sobre sus hombros, y vestida sólo con una camiseta sin mangas y pantalones cortos de mezclilla. Pantalones cortos de mezclilla. Trisha. Mi pecho se contrajo mientras los recuerdos se derramaban, y tuve que retroceder un paso para poder respirar. Trisha odiaba los pantalones cortos.

—¡Lo siento tanto! ¡Lo siento! —dijo la chica, su tono demasiado alto para un espacio tan pequeño. La chica de Gator, supuse—. Esto no es lo que parece. — Luego se giró hacia el chico—. Te dije a las ocho de la mañana, amigo. ¡Son las doce treinta! Comencé a decirle que de todas formas no me molestaba. Odiaba esa mierda estereotipada, donde los chicos podían engancharse con quien fuera y ser geniales, pero cuando una chica hacía lo mismo, era una zorra. Pero decidí que no era el momento. El chico se encogió de hombros. —¿Qué esperabas? Estaba más borracho de lo que pensé. Le sucede a los mejores. Además, mírala. Está bien con eso. ¿Verdad? Ambas miradas cayeron sobre mí. —Um… ¿debería regresar más tarde? Puedo ir… —Empecé a ir hacia la puerta cuando la chica se estiró para detenerme.

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—¡No te vayas! Por favor. Soy Kara. Y este imbécil es Preston Riggs, mi mejor amigo. Bueno, solía ser mi mejor amigo. —Lo miró—. Se suponía que se fuera esta mañana antes de que llegaras, pero claramente… —Hizo un gesto hacia él—, tuvo un problema con la hora. Entre otras cosas. Preston se puso un par de sandalias y pasó la mano por su cara antes de estirar los brazos. —Me ofendes. Me enorgullezco de mi puntualidad. Si alguna vez hubo una… —Fuera. Antes de que llame a tu madre. Preston la miró. —Como si tuviera miedo de mi… —Kara sacó el teléfono, y él lanzó las manos al aire—. De acuerdo, de acuerdo. Me voy. —Sus ojos se movieron de ella hacia mí, dándome un lento vistazo, antes de guiñar un ojo y dirigirse a la puerta—. Un placer conocerte, Pueblo Pequeño. Y así como así, se marchó.

2 Traducido por Elle Corregido por Mel Markham

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Una hora después, sabía que mi compañera de cuarto era Kara Marcus, y que hacía poco se había mudado a Gainesville. Anteriormente había crecido en Carolina del Sur. —Así que, ¿así es como conoces a Preston? —pregunté, esperando no sonar muy desesperada. Sentía curiosidad por el tipo. Incluso más de lo que quería admitirme. Ella ladeó la cabeza, como si su mente estuviera en otro sitio, entonces me miró. —Sí, algo así. Nuestros padres son buenos amigos. Prácticamente crecimos juntos. Lo he conocido desde siempre. Me concentré en poner toda mi ropa en su sitio. Todo era mangas largas y suéteres. Me tomó una sorprendentemente pequeña cantidad de tiempo desempacar, y mirando mi parte del guardarropas, me di cuenta que, en mi desesperación por alejarme de casa, había empacado bastante poco. Kara caminó hacia mi lado. —¿Eso fue todo lo que trajiste? —Aparentemente. Miramos en silencio mi armario desierto por un minuto entero. Cualquier cosa que dijera al respecto llevaría a más preguntas, y lo último que quería era que alguien supiera lo extraña que me volví los últimos meses, justo en el primer día de conocerla. Aunque lo descubriría pronto, sin duda alguna, pero esperaba que al menos pasara una semana. —Bueno, esto tiene que resolverse —dijo Kara, su tono melancólico. La miré de soslayo. —¿Qué cosa tiene que resolverse? Sé que no soy… — ¿Qué, exactamente? Respiré pesadamente, pero entonces su rostro se iluminó y una sonrisa le cruzó el rostro.

—Nos vamos de compras. He estado loca por visitar King’s Street, pero Preston se rehúsa a ir conmigo. Además, está en su trabajo de verano, así que todo lo que quiere hacer cuando tiene tiempo libre es pescar. Lo cual, hola, lo quiero, pero me rehúso a limpiar un maldito pescado. —Pescar, ¿eh? No me lo imaginaba como el tipo al que le gustan las actividades al aire libre. Quiero decir, no es que me lo haya imaginado, por supuesto. Su sonrisa se amplió. —Por supuesto. Y bien, ¿te apuntas? Le sonreí de vuelta. —Cuenta conmigo.

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Dejamos la Residencia Hall en Liberty Street, nuestro dormitorio, para irnos a King’s Street. El dormitorio en sí era hermoso justo como el resto de la ciudad, blanco y con un exterior dorado. Por dentro, el área común tenía ventanas desde el piso al techo, lo que permitía que el sol entrara, y sabía que aquí pasaría muchas horas libres, fingiendo estudiar, mientras que en realidad soñaría despierta sobre lo que podría ser mi vida… o lo que pudo haber sido. La Universidad de Charleston era la quinta que había visitado, e inmediatamente se convirtió en mi favorita. Mis padres gruñeron cuando la mencioné como una opción. Las otras cuatro eran Ivy League. Pero ni siquiera ellos pudieron discutir con los enormes robles, las calles adoquinadas, y los edificios y casas que rezumaban historia. La ciudad tenía cierto aire, una elegancia que me recordaba a las mujeres de las películas viejas. Vivien Leigh. Audrey Hepburn. Las actrices de las películas viejas eran elegantes y hermosas, pero aun así, controladas. Siempre me gustaron las películas antiguas, pero ahora que mi vida había tomado un giro brusco hacia la izquierda, me encontraba hipnotizada por ellas, deseosa de aprender cómo las actrices lucían tan equilibradas mientras sus vidas eran un desastre. Intentaba emular esa fuerza, y estaba lista para que mi primera experiencia de compras con Kara fuera la oportunidad perfecta para probar mi recién encontrada y fingida fuerza. Liberty se hallaba justo al terminar King’s Street, lo cual era, básicamente, el Rodeo Drive de Charleston. Todas las mejores tiendas se encontraban ahí, además de una mezcla de restaurantes, lo que significaba que podías pasar una tarde de

compras sin tener que marcharte para comer. Era como un centro comercial con un patio de comidas, solo que más agradable. Decidimos caminar por la calle, deseosas de estar afuera, aunque en agosto la temperatura era elevadísima, y la humedad habría enloquecido a Trisha. Ella tenía el tipo de cabello rizado que se rehusaba a ser contenido, especialmente en una alta humedad. Me tragué el nudo en la garganta al pensar en ella y seguí adelante. —¿Tienes alguna tienda favorita? Como esos pantalones. ¿En dónde los compraste?

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Llevábamos de compras cerca de una hora, y los brazos de Kara ahora se hallaban repletos de bolsas, pero yo seguía sin comprar nada. Miré mis pantalones cortos, intentando recordar dónde los compró mi mamá. —J.Crew, creo. —Kara asintió lentamente, lo cual interpreté como que no lo aprobaba. Esa tienda era muy básica. Solía tener un estilo distintivo, algo que hubiera impresionado a Kara. Ahora, llevaba el cabello en una coleta de caballo en lo alto de la cabeza, prácticamente sin maquillaje, pantalones de J.Crew, y una camiseta con FPS, lo cual, afrontémoslo, estaba destinada a ser usada solamente en el agua, no todos los días. Kara inclinó la cabeza en un profundo pensamiento, luego chasqueó los dedos y dijo—: ¡Ya sé! Urban Outfitters. Totalmente tu estilo. ¿Lo conoces? Oh, lo conocía. Debería llamarse Ropa Genial Que Cuesta Una Fortuna. Usualmente no me habría preocupado por los gastos. Mi vida me había permitido una exposición a marcas de diseñador, pero ahora que me encontraba aquí, haciendo justamente lo contrario a lo que querían mis padres, había conseguido que me pusieran en un régimen de mesada mensual para enseñarme ‚el valor del dinero‛. B{sicamente querían que sufriera por mi decisión. Conociendo a mi papá, solo tendría dinero suficiente para comprar comida y poco más. —No sé si… —¡Oye! Es el Jim ‘N Nick’s. ¿Tienes hambre? Sonreí. Ya podía ver que Kara era una de esas personas cuya mente se movía a velocidad supersónica, sin detenerse a que los demás tomaran el ritmo. — ¿Qué es Jim ‘N Nick’s? —Es un restaurante BBQ. Cosas buenas. Además, puedes obtener comida gratis. Gratis sonaba estupendo.

Kara abrió la puerta a un restaurante lleno de música y charla. El bar se encontraba lleno de gente gritándole a un juego de béisbol que se proyectaba en la pantalla grande. Había fotos en blanco y negro enmarcadas colgando de las paredes, dándole al lugar una vibra genial y casual. Kara se deslizó en una cabina, sacó un par de menús de detrás del kétchup y las salsas de barbacoa, y me pasó uno. —Me dijeron que los bizcochos de queso cheddar valen los kilos extra que le agregan a tus muslos. Me reí. —¿Quién te lo dijo? —Pueblo Pequeño —dijo una voz profunda—. Vaya coincidencia encontrarte aquí tan pronto.

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Mi vista vagó hacia arriba y directo a los asombrosos ojos azules de Preston. Él tenía el tipo de ojos azules que lucían como el agua del Golfo de México, de un azul cristalino tan hermoso, que solo podías quedarte admirándolos. Me las arreglé para bajar la vista antes de avergonzarme. —¿Trabajas aquí? —Uno de sus tantos trabajos. Te dije que podíamos conseguir comida gratis —dijo Kara con una sonrisa. Preston deslizó un bolígrafo detrás de su oreja y presionó las manos sobre la mesa mientras se inclinaba. —Hasta que las clases comiencen el lunes. Trabajé aquí durante el verano para poder quedarme. Mis padres se rehusaron a cubrirme si no tomaba clases. Algo con respecto a la responsabilidad. —Síp, sé a lo que te refieres —farfullé—. Probablemente tenga que encontrar un trabajo a tiempo parcial en algún momento. Tendré suerte si puedo comprarme mantequilla de maní y atún con la mesada que me dan mis padres. —Bueno, puedo darte una recomendación si quieres aplicar aquí. El personal es agradable y el dueño no se mete en tus asuntos. Levanté la vista e inmediatamente sentí que mis mejillas se ruborizaban. ¿Por qué me provocaba esto? —Lo pensaré. Gracias. Sacó una tablet de su bolsillo trasero y se quitó el lápiz de la oreja para tomar nuestra orden. Kara nos ordenó emparedados de cerdo y una docena de bizcochos cheddar, y antes de que Preston se marchara, le echó un vistazo a mi camiseta. —Bonita FPS. Tengo como un centenar. Odio la sensación del protector solar cuando estoy en el agua.

—¿Qué es una FPS? —preguntó Kara, pero Preston ya se había marchado para poner nuestra orden. Se enfocó en mí, sus cejas levantadas en una interrogante. —Oh, es la camiseta. Tiene protección solar. Es todo. —Aparté la vista, sintiéndome avergonzada de pronto. No quería atraer atención sobre la camiseta, o el por qué la usaba—. Bueno, ni siquiera te pregunté qué estudias. El rostro de Kara se iluminó. —Psicología. Quiero ser psicóloga clínica. —Eso es asombroso. ¿Entonces tienes que hacer pasantías y esas cosas? Sus cejas se juntaron. —En realidad, no lo sé. Tengo una enorme cantidad de trabajo este semestre. Tendré suerte si sobrevivo a mis clases, ya no hablemos de agregar una pasantía a la mezcla. Tal vez pueda trabajar en una el próximo verano. De todos modos, ¿qué hay de ti?

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Abrí la boca para decir leyes, algo que había dicho tantas veces los pasados dos años, que se había convertido en algo automático. Una respuesta condicionada. Sacudí la cabeza, aclarando la idea. —Inglés. Planeo especializarme en Literatura Comparativa. Quiero ser profesora algún día. Preston regresó con una cesta llena de rollos pequeños parecidos a unos pasteles. —¿Los famosos bizcochos de cheddar? —le pregunté, echándoles un vistazo. —Los mejores. —Se deslizó junto a Kara—. ¿Les importa si me les uno? Mi turno acaba de terminar. —Miró de ella hacia mí. —Qué, ¿sin Alexis? —preguntó Kara, codeándolo. Preston se recostó en la cabina y miró sobre el hombro. —Nah, ya te lo dije. Esa fue una cosa de verano. El verano ya terminó. Kara rodó los ojos. —¿Esta es la estúpida regla de los tres meses o estás saliendo con chicas de acuerdo a la estación? Se recorrió el cabello con las manos. —No estoy saliendo con ninguna. Estoy pasando el rato con ellas. —Entonces, ¿son amigos? —presionó ella, y me pude dar cuenta de que esto se convertía en un tema complicado para ambos. Obviamente ella no concordaba con el modo en que él trataba a las chicas, y no la podía culpar. Había conocido a muchos chicos así antes, y me parecía bastante difícil mantener la boca cerrada con respecto a lo que pensaba de dichos chicos. Preston suspiró. —¿Por qué estamos hablando de esto?

La expresión de Kara se suavizó. —Porque quiero que seas feliz. Quiero que te establezcas y… —Claro, porque eso funcionó tan bien la última vez. —La mirada que Preston le dio envió escalofríos por mi columna. Aparté la vista, deseando poder desaparecer para que ellos dos pudieran zanjar cualquier tensión. Kara se aclaró la garganta. —Solo deja de presentármelas entonces. Estoy cansada de evadir llamadas para ti en mi celular. Es una mierda. —Bien, no más presentaciones. ¿Ahora podemos hablar de otra cosa? Como Pueblo Pequeño aquí presente, y por qué me está mirando como si hubiera asesinado a un cachorrito. —La ira en su rostro desapareció, y luego me mostró una sonrisa burlona. La misma que me lanzó esa mañana. Evidentemente era su marca registrada. No pude evitar rodar los ojos.

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—Es Olivia, señor zalamero. Y no es que sea problema mío, pero estoy de acuerdo con Kara. Ella se cruzó de brazos, sonrió, y de la nada, toda la tensión anterior desapareció. —¿Ves? Sabía que ya me agradabas. Preston se inclinó, sosteniéndome la mirada. —¿Es eso cierto? ¿Y en qué, precisamente, estás de acuerdo con Kara? Deberías saber que está muy loca. Medicación incluida y todo eso. Yo me lo pensaría dos veces antes de estar de acuerdo con ella en algo si fuera tú. Me acomodé en mi silla ante la sola mención de medicamentos. Y locura. Kara le golpeó el brazo. —B-Complex no cuenta como medicamento, idiota. —Es para mejorar el humor. —Alzó las cejas—. Tú dime. A mí me suena un poco a medicación. Me reí, aliviada porque la conversación no fuera de medicamentos de verdad… o las razones para tomarlos. —¿Y qué? ¿Ahora también eres antivitaminas? —¿Qué quieres decir con ‚también‛? Me encogí de hombros. —Bueno, la cosa con las chicas. Claramente eres uno de esos. Lo que está bien, pero estoy de acuerdo con Kara. Si vas a hacerlo, no la metas en ello. Nada es más molesto que una chica obsesionada. Dios, me moriría si tuviera que lidiar con esa mierda todo el tiempo. —Lo sé, ¿cierto? —dijo Kara.

—Espera un segundo —dijo Preston—. ¿Desde cuándo es un problema pasar el rato con alguien? No estoy proponiendo matrimonio cada vez que salgo. —Por supuesto, pero no deberías acostarte con ellas si planeas irte. —Las palabras salieron antes de que pudiera registrar lo que acababa de decir, y entonces todo lo que pude hacer fue cerrar los ojos en completa humillación—. No quise… esto no es… —Oh. Dios. Mío. Preston se inclinó y puso un brazo detrás de Kara sobre el respaldo de la cabina. —Ya veo. Así que ya me encasillaste, ¿verdad, Pueblo Pequeño? —No. No debería… —Está bien. En serio. Miren, ustedes dos disfruten de su almuerzo. Estoy seguro de que hay algunas chicas por el campus que necesito ir a corromper. — Apretó el brazo de Kara antes de dirigirse a la puerta.

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Tan pronto como estuvo fuera del campo de visión, me tapé los ojos con las manos y dejé escapar un largo aliento. —Dios. No quise decir eso. Lo siento tanto. —Alcé la vista hacia Kara para verla picotear un bizcocho. —Está bien —dijo—. Pero no es lo que piensas. Es un buen tipo. Solo que se rehúsa a salir con alguien. Est{… Ahí… —Se dejó vagar y me di cuenta que había algo más. Una historia que no se sentía cómoda discutiendo. Decidí cambiar de tema, no quería apartarla por ser muy crítica con alguien cercano a ella. —¿Qué hay de ti? ¿Estás saliendo con alguien? Su rostro cayó. —Sí. Su nombre es Ethan. Hemos estado saliendo por seis meses. Él se fue a la Universidad de Georgia y yo vine aquí. Estamos intentando lo de larga distancia, pero es difícil. Solo han sido un par de días y ya estoy… — Parpadeó hacia mí y luego apartó la vista; lágrimas frescas amenazaban con caer. Se limpió la mejilla y sonrió—. Suficiente charla de chicos. Vámonos a Urban Outfitters, y si luego tenemos tiempo, al Mercado. He estado muriéndome por ir al Mercado. Le sonreí. —El Mercado suena bien.

3 Traducido por CrisCras Corregido por Meliizza

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Kara y yo nos pasamos las tres horas siguientes entrando en más tiendas a lo largo de King’s Street y luego examinando detenidamente los productos artesanales en el Mercado. Cestas. Joyería. Mermeladas. Jabones. Era fantástico ver a esas personas, su trabajo, la pureza de todo. Me encontré a mí misma estudiándolos, preguntándome cómo eran sus vidas fuera del Mercado. Preguntándome si las ventas de hoy determinarían sí podrían pagar las facturas o comer. Algunos tenían una amabilidad en sí que era parte del carácter de Charleston, pero otros se veían más desesperados, casi suplicándonos que compráramos sus productos. Mi madre habría odiado esto. Acusaría a la gente de falta de civismo, de estar un paso por encima de los mendigos de la calle. En realidad, ella odiaba a los pobres. Simplemente era demasiado educada como para admitirlo. Así que tal vez era para vengarme de ella. O tal vez era solo porque me sentía más en casa allí que en King’s Street. Pero terminé comprando tres veces más en el Mercado de lo que lo hice en las otras tiendas, y para cuando volvimos a Liberty, tenía un nuevo bolso, dos cestas tejidas, y numerosos pendientes y collares, todo hecho a mano. Sentí una sensación de orgullo al gastar mi dinero en esas cosas en vez de las tiendas, que no contenían ninguna cultura. Colgué mi ropa nueva en mi armario, el cual se encontraba todavía desnudo comparado con el de Kara, y me limpié la cara con una toalla, ansiosa por una ducha. —Entonces, vamos a ir, ¿verdad? —preguntó Kara mientras guardaba la última de sus cosas nuevas. Dudé. Un tipo del piso de abajo nos dio pases para una fiesta en West Ashley esta noche. Supuestamente, era algo anual en un edificio de apartamentos. —Todo el mundo estará allí —dijo. No tenía ni idea de a quién incluía ‚todo el

mundo‛, pero por la mirada en el rostro de Kara, podía decir que quería que fuéramos. Jugué con la parte superior de la vaporosa camiseta que intentaba colgar, pero seguía deslizándose de la percha. —No lo sé… —No había estado en una fiesta desde la que creó mis cicatrices, y no estaba segura de estar lista. ¿Qué pasaba si me quebraba? ¿Qué pasaba si tenía recuerdos o algo? Quiero decir, eso sucedía. La gente que sufría lo que yo sufrí se hallaba irrevocablemente jodida. Eso es todo lo que sabía. Pero acababa de empezar a volverme cercana a Kara, y odiaba alejar a la única amiga que tenía hasta ahora. —Vamos. Será divertido. Veré si Preston puede llevarnos. Mi cabeza se alzó de golpe. —¿Preston va a ir? Ella sonrió. —Le preguntaré si te apuntas.

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Me encogí de hombros, fingiendo indiferencia. —Lo que sea. Podemos ir. —¡Síii! Esto va a ser muy divertido. Ahora, ¿qué nos pondremos? —Hizo una pausa enfrente de su armario abierto, luego dijo—: Voy a darme una ducha. Pienso mejor en la ducha. Asentí, luchando contra el impulso de reír. Kara podía ser la única persona en el mundo que necesitaba una ducha para pensar en su atuendo. Tan pronto como oí el clic de la puerta del baño, saqué mi portátil y entré en mi cuenta de Gmail. Escribí ‚T‛ y [email protected] se rellenó autom{ticamente en el campo de ‚Para‛. Miré fijamente el nombre. Ya había experimentado tanto aquí, y aunque una parte de mí lo disfrutaba, otra parte se sentía… culpable. Empecé a escribir, insegura de qué decir.

Querida Trisha: Nunca olvidaré nuestro tour por Columbia. Me preguntaste a dónde iría a la universidad si pudiera elegir cualquier lugar, ser cualquier cosa. La pregunta era tan extraña porque había una honestidad cruda en la respuesta. En la superficie, se suponía que dejaríamos a nuestros padres para hacer nuestros propios caminos, pero en cambio, yo seguía el camino de mi padre y tú el de tu madre. Recuerdo la seriedad en tus ojos y supe que tenías tanto interés en Columbia como yo. Caminamos en silencio durante varios minutos y luego, de la nada, dijiste—: La Universidad de Charleston. Iría allí. —Te sonreí porque era exactamente lo mismo que me hallaba a punto de decir. Ambas amábamos Charleston. Siempre lo habíamos hecho.

Me mudé hoy, y debería haber estado en éxtasis, pero todo en lo que podía pensar era en cómo me encontraba aquí, haciendo lo que soñamos hacer, sin ti. Lo siento. Lo siento mucho. Con amor, Olive. P.D. Sé que no responderás. Lo sé. Pero tenía que escribir. Te extraño.

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4 Traducido por Liillyana & Jadasa Youngblood Corregido por Nana Maddox

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El anochecer en Liberty trajo en un nuevo mundo de ruido. La mayoría de las habitaciones se encontraban abiertas, la música a todo volumen, y Kara insistió en pasar por cada una de ellas. Para el momento en que llegamos donde nuestras vecinas del frente, Kara ya había bebido dos cervezas y varios tragos. Su voz, que ya era de por sí aguda, ahora sonaba como si estuviera tratando de imitar a un niño de cinco años intencionalmente. —Soy Olivia —dije cuando nos invitaron a entrar. Ya habían decorado las paredes con varios afiches. Algunos de las ciudades emblemáticas, otros de bandas populares. Hacía que la habitación de nosotras se viera aburrida en comparación. —Yo soy Sarah —respondió una alta chica pelirroja. Tenía la típica apariencia de un jugador de fútbol, alta como un fuerte edificio—. Y esa es Rena. —Señaló a la chica de piel oscura ofreciéndole un trago a Kara. —¿Quieres uno? —preguntó Rena. Negué con la cabeza. Quería decirle a Kara que redujera la velocidad, pero apenas la conocía. No conocía su tolerancia, y no quería parecer maternal o algo así. —Nos dirigimos a una fiesta en West Ashley —dijo Kara—. ¿Quieren venir? Los ojos de Sarah brillaron con emoción. —¡Por supuesto! ¿Cuándo nos vamos? Kara bajó la mirada hacia su muñeca desnuda. —Oh, no estoy segura. ¿Olivia? Sonreí. —Preston se reunirá con nosotras en la entrada a las diez y media. Sarah se dio la vuelta para mirar el reloj de pared metálico que habían colgado entre sus dos escritorios y chilló. —¡Eso es en veinte minutos! Pero estaremos ahí. ¿Nos vemos en los ascensores en quince?

Ella y Rena nos sacaron de su habitación para que pudieran prepararse. Una vez de vuelta en la nuestra, tomé unas cuantas botellas de agua de la nevera y le pasé una a Kara. —Toma, bebe. Estaremos a mil grados en la fiesta. No querrás deshidratarte. —Abrí mi propia botella, esperando que no tomara el gesto como que trataba de frenarla. Miró la botella y luego a mí. —Suenas igual a Preston. —De mala gana, tomó el agua y bebió la mitad antes de colocarla en su escritorio. Estudié su rostro, su comportamiento, sus respuestas. Ella ya estaba en un nivel dos.

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Trisha y yo solíamos asignar niveles a nuestra embriaguez. El nivel uno era un zumbido ligero. Aún se podía hablar, caminar, etc. El nivel dos era un impulso hacia lo descuidado. Las palabras eran más arrastradas y de repente todo era divertido. El nivel tres era el punto en que la memoria comienza a flaquear, y podías hacer algo embarazoso o algo de lo que te pudieras arrepentir. Esto lo llamábamos la zona de peligro. El nivel cuatro simplemente lo llamábamos ‚acabado‛. Todas las habilidades motoras se acababan, todo sentido del control. Todo, acabado. Kara se encontraba en un nivel dos y aún no salíamos de la residencia. Eso no auguraba nada bueno para el resto de la noche. —Está bien, necesito ritmo para estar lista —dijo—. ¿Qué quieres escuchar? Contuve una sonrisa mientras trataba de colocar su iPod en la ranura de su estación de sonido, y de repente la banda sonora de High School Musical estalló de sus altavoces. Sus ojos se ampliaron en estado de shock. —Oh, Dios mío. —Uh, Kara… ¿qué es eso? Luchó con el control, tratando de conseguir que se apagara, sus mejillas volviéndose más rojas a cada segundo. —Nada, nada. Mi hermana pequeña debe haber estado jugando con mi iPod. Eso no es… Me acerqué e hice clic en el iPod para apagarlo, una sonrisa gigante en mi cara. —Te gusta Zac Efron, ¿no es así? —No. No seas ridícula. Él no es… no. Yo… no. Me crucé de brazos y sonreí, haciendo que Kara levantara las manos en el aire. —Está bien. ¡Muy bien! ¡Pero míralo! No puedo evitarlo. Es como súper caliente, canta, baila, es un delicioso pedazo de genialidad. —Se cubrió la boca con las manos, sus ojos muy abiertos—. Te voy a matar si le dices a alguien que dije eso.

Me acerqué e hice clic en mi propio iPod, encendiéndolo, navegué a través de las canciones hasta que encontré a Miley Cyrus con Wrecking Ball y se lo mostré. —Mientras me prometas no decirle a nadie que soy fan de Miley. Las dos nos echamos a reír, hasta que el teléfono de Kara sonó y el rostro de Preston llenó la pantalla. —¡Mierda! —Contestó y dejó escapar un suspiro—. Cinco minutos. Bajaremos en cinco minutos —dijo antes de colgar y salir corriendo a su armario. —¡Mierda! ¿Qué me voy a poner? —Agarró dos vestidos y los arrojó sobre la cama, mirando cada uno como si estuviera tomando una de las decisiones más difíciles de su vida.

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Llevé mi ropa conmigo cuando me duché, así no tendría que correr el riesgo de desnudarme delante de Kara. Me miré en el espejo por encima de mi tocador. Tenía puesta una nueva camiseta negra que Kara escogió para mí. Era con mangas tres cuartos, pero lo suficientemente largas para cubrir las cicatrices en mi brazo izquierdo. Lo combiné con unos pantalones cortos blancos y unas sandalias, dándome un aspecto ligeramente arreglado, pero aun así relajado. Kara finalmente se decidió por un vestido rojo y tacones llamativos, lo cual me pareció un poco demasiado elegante para una fiesta, hasta que llegamos a los ascensores, y Rena y Sarah vestían de la misma manera. Rena miró mi atuendo justo cuando las puertas del ascensor se abrieron. — ¿Eso es lo que llevarás puesto? ¿Pantalones cortos? ¿Para una fiesta? Balbuceé. —Yo… —La verdad era vestidos. Me encantaban, el modo en femenina. Pero tenía muy pocos vestidos quería hacer era presentarme como un expuesta.

que no tenía nada en contra de los que me hacían sentir hermosa y de manga larga, y la última cosa que monstruo cuando mi piel se hallaba

—Creo que ella se ve perfecta. Me ruboricé al levantar la vista para ver a Preston esperando en el interior del ascensor, con la mano en la puerta para evitar que se cerrara. Llevaba una camisa polo azul claro sobre un par de pantalones cortos de carga. La camisa combinaba con el azul de sus ojos, que lo hacía lucir como un modelo de actividades al aire libre. Moderno, pero rudo. Y totalmente, demasiado caliente. — ¿Ahora podemos darnos prisa, por favor? Estoy en un punto de desventaja. —Hizo un gesto para nos subiéramos al elevador. Kara entró corriendo y le besó la mejilla. —¿Qué tan molesto estás? Del uno a diez.

Ladeó la cabeza, considerándolo. —Tres, pero se va a disparar a un once si me ponen una multa. —Hola, soy Sarah —dijo la chica, interrumpiendo a Kara antes de que pudiera responder. —Preston. —Así que, ¿ustedes dos están juntos o algo así? —preguntó, agitando su mano entre ellos. —No —respondieron ambos rápidamente. Demasiado rápido. Mis ojos se dispararon a Preston y Kara, pero se negaron a hacer contacto visual. Hmm. Eso era extraño.

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Entonces Preston pasó el brazo alrededor de Kara y miró a la chica. — Nah. No desde el segundo grado. Éramos la pareja caliente en la caja de arena, hasta que ella me engañó con Issac Wilson y Blake Thomas y Sam Lewis y… —Cuidado. Estás haciendo que suene como si fuera una trepadora a los siete años de edad. Le guiñó un ojo. —Oh, eras una trepadora, está bien. Ella lo empujó y por alguna razón sentí una extraña sensación en el estómago. Al igual que los celos, pero era una locura. No me sentía celosa. Negué con la cabeza para empujar la sensación de distancia y seguí a los otros al ascensor. Atrapé a Rena señalando a Preston y dando a Sarah una sonrisa diabólica, provocando la sensación de picor de nuevo. ¿Qué era lo que me pasaba? Apenas conocía a Preston. Él no era nada para mí. ¿Por qué debería importarme lo que pensaba Rena o qué tipo de pasado tuvo con Kara? No importaba. Era… —Oye, Olivia, estamos aquí —llamó Kara. Me volteé y me di cuenta que mi momento de reflexión me hizo vagar lejos del grupo, que ahora se subían a un auto negro estacionado en un lugar para discapacitados a unos metros de distancia. —Lindo auto —dije con una sonrisa mientras iba a la puerta de la cabina trasera. —De ninguna manera, Pueblo Pequeño. Irás en el frente —dijo Preston, abriendo la puerta del lado del pasajero. —No. Kara puede ir adelante. Estoy bien atr{s… —Kara no tiene permitido ir en el asiento del pasajero. ¿No es así, Kar?

Eché un vistazo al asiento trasero para ver Kara cruzando los brazos y luciendo molesta. —No es mi culpa que no pudieras conducir. Solo trataba de ayudar. —Sí, y ‚ayuda‛ significa gritar obscenidades a todo pulmón, mientras trataba de salir de la autopista 85 en Atlanta. No hace falta decir que ella siempre se degrada. Me deslicé en el asiento delantero, sintiendo de inmediato que sobrepasaba algunos límites entre ellos. Este era su lugar, y lo ocupé. Me di la vuelta y le di a Kara mi mejor sonrisa lo-siento-mucho-no-meodies. Ella me la devolvió. —No te preocupes. Siempre soy degradada, incluso cuando apenas somos nosotros dos.

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Las chicas en la parte trasera comenzaron una conversación sobre sus especialidades y clases, trataron de unirme a la mitad, pero mi mente seguía a la deriva a la última fiesta a la que asistí. Las risas, los bailes… los gritos. Me tomó un mes de terapia dejar de oírlos cuando cerraba los ojos, y ahora me pondría en una situación que podría deshacer todo mi progreso. —Oye, ¿estás bien ahí? Pareces un poco distraída. —Los ojos de Preston pasaron de la carretera a mí y luego de vuelta. —Oh, sí. Estoy bien. —Sacudí la cabeza para aclarar mis pensamientos— . Gracias por salvarme allí hace rato. Ya no soy una chica de vestidos. —Me encogí. ¿Por qué había dicho eso? —¿Ya no? ¿Qué, eras una reina de belleza o algo así en tu vida anterior? Sonreí. —Algo así. Linda camioneta, por cierto. ¿Es tuya? —le pregunté, cambiando de tema antes de que llegara a la zona personal. —Síp, toda mía. —El tono en que lo dijo no parecía particularmente emocionado—. ¿Tienes un auto aquí? Me reí cuando la imagen de mi Land Rover estacionado en nuestra cochera para cuatro autos cruzó por mi mente. Mis padres se habían negado a dejarme traerlo después de que rechacé Columbia. Pensé que la iban a vender o algo, pero en cambio, seguía allí, burlándose de mí. Mira lo idiota que eres, Olive. —No. Ningún auto. —Algo me dice que hay una historia ahí. Me encogí de hombros. —Tenía un auto, pero mis padres me lo quitaron cuando decidí venir aquí.

—Auch. Así que, ¿no concuerdan con la impresionante dimensión de la educación que se encuentra en la buena Universidad de Charleston? No sabía qué decir sin que sonara pretencioso. —Vamos a decir que tenían otras cosas en mente, y cuando elegí esto, en lugar de eso, mi auto quedó en medio. Preston me estudió. —Entonces, ¿a dónde se supone que tenías que ir? Pensé en mi gira de Columbia con Trisha. Compramos camisetas a juego y pantalones de pijama. Quemé todo eso hace un par de semanas, como si carbonizar esas cosas de alguna manera pudiera sanar la herida en mi interior. —A otro lugar. —Uh oh. ¿Era la Universidad Johns Hopkins? ¿Hay una buena chica atrapada dentro de ese cuerpo tuyo? —¿Johns Hopkins? Uh, no. ¿Y a qué te refieres con este ‚cuerpo mío‛?

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Los ojos de Preston se llenaron de picardía, antes de caer a mis piernas, y luego de regreso a la carretera. —Sabes a qué me refiero. —Una calidez se extendió por mi cuello—. Así que, si no es Johns Hopkins, ¿entonces dónde? Aparté la vista. No quería entrar en detalles, sobre todo encerrada en una camioneta, donde no tenía ninguna esperanza de escapar. En el momento en que dijera Columbia las preguntas comenzarían, y claramente, no era tan buena mintiendo. Pensé en mis padres, especialmente mi madre, cuando les dije que no iba a Columbia. Papá se puso de pie y comenzó a pasearse por la habitación con rabia. En retrospectiva, me sorprendió que no arrojara algo. Pero la reacción de mi madre fue la peor. Lucía como si me hubiera fallado, como si hubiera trabajado toda su vida, haciendo todo lo que humanamente posible, sólo para que yo entrara en Columbia, y falló. No quería eso para ella. Esto no era su fracaso. Era mío. Y a pesar de que quería estar aquí, aunque sabía que le haría muy bien a mis estudios, aunque no había nada en el mundo que estuviera mal con esta universidad, siempre consideraría venir aquí como un fracaso. No porque fuera menos universidad, sino porque ahora, yo era menos persona. Una persona fuerte sería capaz de enfrentar, seguir adelante con su vida, y hacer lo correcto para su futuro. Ahora no era esa persona… aunque quizás nunca lo fui. Preston estacionó en doble fila en el complejo de apartamentos antes de que tuviera la oportunidad de responder. Los autos se encontraban estacionados por todas partes, haciendo difícil atravesar el complejo de apartamentos, donde se suponía que se celebraba la fiesta.

Preston se dirigió alrededor de las canchas de baloncesto adyacentes al edificio y estacionamiento. —Lo siento, chicas, tendremos que caminar. Nos bajamos de la camioneta, y me obligué a exhalar algunas respiraciones para calmarme antes de unirme a los demás. Podía hacer esto. Haría esto. Cuando nos acercamos al edificio 320, nos dimos cuenta que la fiesta no era en un solo apartamento. Era en el edificio completo. En cada piso, las puertas estaban abiertas, en todas ellas la música se reproducía a todo volumen. Sentí una oleada de náuseas inundándome mientras nos acercábamos más. ¿Qué pensarían de mí mis viejos amigos? ¿Me dirían que superara mi estupidez y pasara un buen rato o me llamarían idiota por siquiera intentar esto después de lo que habíamos pasado? No lo sabía. Nunca lo sabría.

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Kara se decidió por el apartamento M, declarando que ese parecía ser el más tranquilo, y efectivamente, mientras entrábamos por las puertas, una melodía suave golpeó nuestros oídos en lugar de la música estridente de la mayoría de los otros apartamentos. Había un chico sentado en la esquina de la sala de estar, tocando la guitarra y cantando, y aunque la mayoría de la gente alrededor de él se tambaleaba, parecía desinteresado de todo excepto de lo que tocaba. Había conversaciones a lo largo del pequeño espacio, pero aquí eran en un tono normal. Sin gritar para ser escuchados ni con chillidos de los borrachos. Me gustaba observar a la gente en este entorno, sus expresiones mientras hablaban, sus reacciones cuando escuchaban. Me gustaba ver si sus ojos se adaptaban a sus expresiones faciales y, a menudo, me sorprendía por la frecuencia con que no lo hacían. Era como si en el interior, en lo profundo, en un lugar que se negaban a enfrentar, fueran diferentes, asustadizos, temerosos. Me hacía sentir un poco menos sola. La antigua yo no notaba a nadie. Pasaba los días sin notar a la gente a mí alrededor y probablemente nunca fui solidaria. Así que, de alguna manera, era mejor ahora. En cierto modo. Rena y Sarah entraron primero, encontrando el barril y pasando las bebidas para el resto de nosotros. Negué con la cabeza cuando Sarah me tendió un vaso de plástico color rojo. —Gracias, pero no bebo —dije, envolviendo mis brazos con fuerza a mí alrededor, como si fueran a mantenerme calmada. Mi mente tenía destellos de esa noche. Vasos azules en lugar de rojos. Cerré mis ojos, pero rápidamente los forcé a abrirse de nuevo. Todos a mí alrededor observaban, juzgando. Dios, no quería ser esta chica loca.

Sarah se veía desconcertada, y sabía lo que venía. —¿No bebes? Pero es una fiesta. Todos beben. Me mantuve firme. Eso era lo único que me ayudaba a aguantar después de todo lo que pasó, mi resolución. No estaba dispuesta a quedar mal delante de mis viejos amigos, y ese rechazo casi me costó la vida. No cometería el mismo error otra vez. A la mierda con todo lo demás. A la mierda sus juicios y sus expectativas. A la mierda todos. Podía sobrevivir a esta fiesta. Podía estar alrededor, hablar y olvidar el hecho de que cada segundo que me encontraba aquí se sentía como una tortura. Lo que no podía hacer era beber. No tenía idea de lo que podía decir o hacer si mis inhibiciones bajaban.

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—No bebo —repetí, esta vez con más fuerza. Odiaba tener que ser esa persona, pero podía dar una primera impresión y quedar como una perra o como una loca. Elegí la ruta de ser perra. Al menos eso resultaba en un poco de respeto. Loca era simplemente loca. Sarah se alejó con una mirada hacia Rena que le decía que no se hallaba muy segura sobre mí, y se sumergió en la fiesta. Lo que sea. —No te preocupes por ella —dijo Kara—. Beberé lo suficiente por ambas. Sonreí. —Apuesto a que lo harás. —Ya me gustaba Kara, lo cual ponía a Preston fuera de los límites. Completamente fuera de los límites. No necesitaba complicarme la vida por acercarme al mejor amigo de mi compañera de cuarto. Y, además, algo me decía que había más en su historia. Simplemente aún no lo sabía. —Voy a comprobar las cosas afuera. ¿Estás bien? —preguntó ella, y después de que asentí, salió del apartamento. Miré a mí alrededor, preguntándome qué hacía ahí. La única gente que conocía acababa de alejarse. Sentí mi interior cerrándose un poco, el deseo de escapar tan intenso que tenía que concentrarme para no huir. —Así que, no bebes, ¿eh? Eres algo misteriosa, Pueblo Pequeño. Me di la vuelta para ver que Preston aún se encontraba detrás de mí. Esperaba que se perdiera en la fiesta. Ver que seguía a mí lado era una sorpresa. Una sorpresa inquietante. —¿Qué puedo decir? No me gusta perder el control. Tomó un largo sorbo de su cerveza. —Ya ves, yo prefiero perder el control. Me reí. —Puedo ver eso. Justo entonces se acercó una chica alta con el cabello rojo y un puñado de pecas cruzando sus mejillas. Llevaba un vestido color marfil simple que rozaba sus pantorrillas e intensificaban los tonos dorados en su piel. No pude encontrar una

mota de maquillaje en su cara, y al instante pensé que era el tipo de chica que imaginaba estando con Preston. Sencilla y natural. Hermosa. —Oye. No me había dado cuenta de que regresaste —le dijo ella. Miré a Preston sospechosamente. Según lo que entendía, nunca se fue. —Sí. Acabo de regresar hoy. —Me miró de reojo y luego a la chica—. Esta es Olivia. El nivel de entusiasmo en el tono de voz de la chica cayó unos decibeles. — Hola. Soy Alexis. Ah, la famosa Alexis. Recordaba el nombre del almuerzo. Asentí hacia ella. —Bueno, dejaré que se pongan al día. —Comencé a alejarme cuando Preston agarró mi mano. —Iré contigo. Nos vemos luego —le dijo.

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Sacudí mi mano para liberarla de su agarre, pero lo apretó aún más. — Suéltame. —Vamos, ayuda a un chico —susurró. Rodé los ojos y suspiré, permitiendo que el peso de su mano se acomodara en la mía. Tuve que reprimir las ganas de sonreír. No había sostenido la mano de nadie desde mi novio, Matt, e incluso con él, había pasado mucho tiempo desde que tuve alguna emoción al sostener su mano. Se convirtió en algo normal, demasiado normal. Alguna vez su tacto me había provocado un frenesí de mariposas, pero luego se volvió algo repetitivo, aburrido. Recordé abrir mis ojos una vez durante un beso y preguntarme cuándo dejé de emocionarme al besar. ¿Era sólo ese beso o todos los besos? Y, ¿cómo llegué a ese punto? ¿Cuándo dejó de reaccionar mi cuerpo a Matt? Probablemente en el mismo momento en el que me di cuenta que no lo amaba. Una astilla de culpabilidad golpeó mi estómago ante la verdad de mis pensamientos. —Gracias por rescatarme —dijo Preston mientras nos dirigíamos al balcón. —Sí, bueno, te lo debía. Y para que lo sepas, aún estás sosteniendo mi mano. Bajó su mirada a nuestros dedos entrelazados, y entonces me arqueó una ceja y sonrió. —Oh, lo sé. Liberé mi mano, sacudiendo mi cabeza. —Dios, eres tan típico que casi es ridículo.

—Escucha. Soy cualquier cosa menos típico. —Se acercó más—. Y estoy dispuesto a demostrarte lo atípico que soy si deseas una prueba. Solté un suspiro exagerado, pero no podía dejar de sonreír. Maldito fuera el chico coqueto y su mirada penetrante. —Así que, ¿esa era la famosa Alexis? — pregunté, desesperada por cambiar de tema. Me di la vuelta para que mi espalda estuviera contra la barandilla y me di cuenta que Alexis se encontraba adentro hablando con Kara. Oh uh. Las manos de Kara se movían rápidamente, y seguía mirando a su alrededor como si necesitara un escape. —Mira, Kara va a matarte. —Señalé hacia el interior. Preston miró, sólo para darse la vuelta rápidamente y agachar su cabeza. —Mierda. Ocúltame. —Me puso delante de él y se agachó, sus manos sobre mis caderas.

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Negué con la cabeza. —Sabes, para un tipo que se ve como tú, seguro que estás actuando como un cobarde. ¿Por qué simplemente no le dices que no estás interesado o alguna otra cosa que la desanime? ¿Por qué huyes? —Primero, estoy ofendido. Asumiste que soy un imbécil, y no lo soy. Por lo menos, no soy el tipo de chico que se rebaja a ser un imbécil. —Así que, ¿no eres más que un cobarde? —Sin ninguna duda. Y en segundo lugar —dijo, con una sonrisa en su voz— . ¿Qué quieres decir con ‚un tipo que se ve como yo‛? ¿Estoy sintiendo un cumplido en algún lugar debajo del resto de esa mierda que acabas de tirarme? Me doy cuenta de que necesito una ducha para encontrarlo, pero creo que está ahí. —Yo… —Voy a matarte —dijo Kara entre dientes mientras cerraba la puerta del balcón detrás de ella—. Te lo dije. No soy su amiga. No soy su confidente. No soy un oído para escuchar su lloriqueo, y te aseguro que no soy un hombro para llorar. Deja de presentarme a estas estúpidas. O ten una cita con una de verdad. No tienes… —Suficiente, Kara. Lo entiendo. Sus ojos se encontraron, los suyos llenos de ira, los de ella llenos de culpa. ¿Qué ocurría? —Lo siento —dijo. Aparté mi mirada, sintiendo como si hubiera invadido algo privado.

Kara soltó un suspiro y me sonrió. —Estoy cansada de esta aburrida fiesta. En su lugar, ¿podemos ir a tomar un helado? Le devolví la sonrisa. En ese momento, nada en el mundo sonaba mejor para mí que un helado. Había sobrevivido a la fiesta, incluso si sólo fue porque Kara quería irse temprano. Aun así, era un paso. Un pequeño paso. Pero un paso era mucho mejor que una caída.

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5 Traducido por Sofía Belikov Corregido por Miry GPE

Querida Trisha:

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A veces tomo el teléfono, busco tu nombre y lo miro fijamente, esperando que llames. Finjo que todo es normal y que sólo asistimos a universidades diferentes. Que me contarás sobre cuán electrizante es la atmósfera en la ciudad de Nueva York, y yo te contaré sobre cómo quiero caminar por el muelle de Vendue Wharf. Por un momento pienso que es real. Mi corazón comienza a acelerarse por la anticipación, y compruebo el sonido para asegurarme de que está encendido, me siento tan emocionada que apenas puedo respirar. Pero entonces el tiempo cambia, el minuto pasa, y la pantalla se oscurece. Allí es cuando la tristeza me encuentra de nuevo, cubriéndome como una oleada, bañándome en su miseria. Ese es el momento que más odio. El momento justo después de la esperanza. Con amor, Olive.

6 Traducido por Daniela Agrafojo Corregido por Itxi

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La mañana del lunes, esperé a Kara para ir a su clase de las ocho, luego salí del edificio para mi corta caminata hacia mi propia cita a las ocho de la mañana, la que desafortunadamente no tenía nada que ver con las clases. Mis padres me permitieron venir a Charleston con una condición: que encontrara un terapeuta local y asistiera a visitas semanales. Esa era la razón por la que me encontraba de pie fuera de una casa blanca de estilo victoriano con una elaborada señal que decía Dra. Rose Campbell en el frente. Me negué a ver loqueros del sexo masculino. En realidad, me negaba a ver a doctores de sexo masculino en general. No porque fuera una feminista épica —a pesar de que tal vez lo era— sino porque eventualmente, saldría algo que sería un poco menos vergonzoso decirle a una mujer. Hice la cita a las ocho de la mañana en el primer día de clases, lo que puede sonar loco, pero ya que mi primera clase era a las diez, sabía que no había forma de que esta nueva doctora me hiciera hablar por más de una hora. Necesitaba tiempo para volver a mi dormitorio y luego a clases. Abrí la puerta de vidrio y sentí crujir los pisos de madera mientras daba un paso adentro. La entrada consistía en un amplio vestíbulo con un antiguo sofá y dos sillones pequeños situados uno frente al otro, como una sala de espera improvisada. Miré alrededor por un formulario de inscripción, un administrador, una maldita campana, o algo por el estilo, pero se hallaba vacío. Me senté en el sofá, esperando que me saludara un soplo de polvo, pero en lugar de eso, la puerta frente a mí se abrió, como si el sofá tuviera una especie de sensor. —Tú debes ser Olivia. Soy Rose —dijo la mujer en la entrada. Tenía el cabello gris corto y vestía una desordenada camisa blanca metida dentro de pantalones negros con pliegues. Zapatillas brillantes asomaban desde el fondo de sus pantalones en lugar de tacones. Su apariencia era completamente masculina,

como si no hubiera recibido el memorándum de que era una mujer. Todo lo demás acerca de ella, desde su suave acento de Charleston hasta la manera en que sonrió como si fuéramos viejas amigas, rezumaba crianza sureña. Pero lo que llamó mi atención y me hizo pensar que en realidad podría gustarme era el largo cigarrillo blanco colgando en su mano derecha. No porque fuera fumadora —no lo era— y no porque necesariamente aprobara el fumar, sino porque sugería que tenía una actitud de ‚nada de tonterías‛ y ‚si tienes un problema con ello, piérdete‛, y apreciaba eso.

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—Olive —dije mientras me levantaba, a pesar de que no sabía por qué le daba a esta mujer mi sobrenombre. Tal vez era porque sus ojos me perforaban de una manera que decía que conocía todos mis secretos antes de que hablara de ellos. O tal vez era porque estaríamos hablando un montón acerca de mi vieja yo, y aparentemente, no se sentía correcto hacerlo fuera de contexto. De cualquier manera, su sonrisa se ensanchó un poco ante el nombre. Algo sobre ella parecía familiar, como si su voz fuera una que hubiera escuchado miles de veces, pero no pudiera recordar conocerla antes. —De acuerdo, Olive, vamos. Mi oficina se siente terriblemente poco utilizada esta mañana. Odiaría pensar en lo que Doris y Gertrude pensarán si no entro pronto. —¿Doris y Gertrude? —pregunté mientras me deslizaba dentro de su oficina. Cerró la puerta detrás de nosotros y se dirigió hacia una lujosa silla de cuero al lado de un sofá a juego. —Los fantasmas que rondan esta casa, por supuesto. Oh. Por supuesto. Rose hizo un gesto para que tomara asiento en el sofá. —Bueno, adelante, siéntate. Es sorprendentemente cómodo. Si pudiera dormir durante el día, sería un lugar estupendo para tomar una siesta. —Se sentó y le dio un golpecito al cigarrillo en su cenicero con forma de gato. Noté que todas las cenizas se apilaban encima de la cabeza del gato, ninguna sobre el resto de su cuerpo, lo que era extraño, y quería preguntarle la razón, pero no me sentía lista para hablar. No todavía. Aprendí que con los terapeutas, era mejor dejarlos soltar su perorata primero. Dejé que mi mirada vagara por el resto de su oficina, asimilándolo todo. Un reloj de péndulo se encontraba situado contra la pared detrás del escritorio. En la otra pared había un largo retrato de un pájaro colgando cabeza abajo de un alambre. Sus cortinas estaban teñidas de rosa, como algo que verías en la cocina de un viejo programa de televisión, pero todo su mobiliario era moderno.

Me di la vuelta para enfrentarla, solo para encontrarla observándome, sus ojos estrechos como los de un halcón. —¿Qué piensas? —preguntó, a pesar de que sospechaba que ya sabía lo que pensaba. —Es lindo —dije, porque mi madre le pagaba y esperaría que fuera educada. Rose sonrió. —Eso es interesante. No te tenía como mentirosa, pero al menos es refrescante hablar con alguien con intelecto. Sacudí la cabeza. —¿Lo siento? Su sonrisa se mantuvo en su lugar. —Es fácil hablar con la verdad. Una mentira, sin embargo, toma más reflexión, más inteligencia. —Esperó un segundo, como si me estuviera permitiendo un momento para procesar lo que dijo—. Ahora, estoy segura de que quieres preguntar acerca de los fantasmas. La mayoría lo hace.

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La estudié. ¿Esta mujer era real? ¿Había caminado de alguna manera al hogar de una persona loca en lugar de la oficina de un psiquiatra? Volví a enfocarme en ella, dividida entre correr hacia la puerta y quedarme para ver lo siguiente que diría. Maldita fuera mi curiosidad. —¿Por qué crees que la casa está embrujada? Se rió. —Oh, no creo que esté embrujada. Solo entiendo que algunas cosas, o algunas personas, en este caso, se rehúsan a descansar en paz. Se quedan atrás, lo queramos o no. —Sus ojos sostuvieron los míos, y sentí que había un significado más profundo en sus palabras. Bajé la mirada a mis manos, decidiendo en este momento si debería quedarme o irme. Tenía suficiente locura en mi vida, y esta terapeuta era todo tipo de locura. Aun así… Levanté la vista hacia ella. —De acuerdo. Entonces, hábleme sobre las hermanas.

Dejé a la doctora Rose una hora después, mi mente un complejo desastre de confusión y temor. Rose pasó la mayoría del tiempo explicando a las hermanas fantasmas. Cómo Doris y Gertrude vivieron durante la Gran Depresión y cómo la casa acabó siendo una especie de lugar social para que la gente viniera y sintiera que pertenecía. No como un burdel, a pesar de que sonaba de ese modo para mí.

Solo era un lugar a donde las personas podían venir y comer, o tomar el té o solo hablar. Aparentemente, las hermanas eran bastante adineradas, así que permitieron que su casa se convirtiera en una vía de escape para las personas que no la tenían. Rose dijo que las hermanas en realidad nunca dejaron la casa después de morir. Se esparcieron rumores de que estaba embrujada, y pronto la casa se convirtió en una ganga en el mercado. Rose la recogió cuando abrió su propia práctica hace casi diez años, ya que, según sus propias palabras—: Las hermanas no fueron más que terapeutas a su propia manera, y yo no soy quién para tener prejuicios contra la terapia. Independientemente del tipo. Escuché la historia, haciendo preguntas hasta el final, y antes de darme cuenta, la doctora Rose hizo algo que una docena de terapeutas antes que ella no pudieron hacer. Me hizo hablar. Y ni siquiera me di cuenta.

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Maldita fuera. Cuando volví a mi dormitorio, se hallaba vacío, pero Kara dejó una nota para que la encontrara durante el almuerzo después de mi clase. Tomé mi bolso mensajero y partí a mi primer día oficial de clases. Ya que Kara y yo habíamos pasado la mayor parte del domingo caminando de edificio a edificio, sabía lo que hacía cuando entré al Centro de Ciencias. Sabía a dónde ir. Sabía que sería una clase al estilo gran auditorio. Tenía mi mente puesta en el lugar en donde me sentaría. Cuán cerca de la puerta. Cuán lejos del profesor. Estaba preparada. Pero no me sentía preparada para ver a Preston Riggs entrar a clase delante de mí. Él no me vio, lo que tal vez fue la única cosa que evitó que corriera de regreso a la oficina de la doctora Rose para pasar el rato con ella y las hermanas fantasmas. No era una persona especialmente tímida, pero había algo acerca de tu primera clase, en tu primer día de universidad que se sentía privado, incluso sagrado, y no quería que se arruinara por tener que estar ‚encendida‛. Quería asentar las cosas antes de tener que hablar con las personas a mí alrededor. Quería observar, escuchar y captarlo todo. Y no tenía oportunidad de hacer nada de eso con Preston Riggs en la habitación. Era un estudiante de segundo año, de todos modos. ¿Qué hacía en Biología 102? A menos que esto no fuera Biología 102, y que de alguna manera otra Olive hubiera jaqueado mi horario. Oh, Dios. ¿Y si me encontraba en la clase equivocada?

Tomé mi asiento en el medio del salón, a unas buenas seis filas de Preston Riggs, el arruina-clases. Había no menos de cinco personas bloqueando mi camino a la salida. Y mi apellido era Warren. Dios, ¿por qué no podía ser Abbott? Si el profesor venía y tomaba asistencia, sin anunciarse a la clase, estaría atascada hasta que terminara de llamar el nombre de todos y luego tendría que levantarme como una idiota y… —Bueno, no es mantequilla en una tostada. No me di cuenta de que había apoyado mi codo en el reposabrazos de mi silla o que me cubría los ojos con la mano. Pero incluso con mis ojos cubiertos, conocía esa voz. Me encogí mientras me forzaba a levantar la vista hacia la mirada burlona de Preston. —¿Qué dijiste? Mantequilla en una tostada. ¿Qué quiere decir eso?

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Él sonrió. —¿Hay alguien sentado aquí? —Apuntó al asiento junto a mí, pero no hablaba conmigo. Hablaba con la chica al otro lado del asiento vacío. Ella negó con la cabeza y sonrió, y quería vomitar sobre ambos, así me dejarían en paz y me dejarían tener mi primera clase real. Incluso aunque no estuviera segura si era la clase correcta. Oh, Dios. Me incliné para tomar mi horario, justo mientras el profesor entraba y se anunciaba como el doctor Carter. Mi corazón saltó dentro de mi pecho. Doctor Carter. El mismo nombre que tenía en mi horario. Me relajé en mi asiento, tomé mi cuaderno nuevo y mi bolígrafo, sonriendo para mí misma. —Pensaste que estabas en la clase equivocada, ¿verdad? —Cállate. Sus labios se curvaron. —¿Te importaría compartir uno de esos bolígrafos elegantes? Estoy atorado con este simple lápiz Bic. —Hizo girar un bolígrafo básico contra su cuaderno. Miré mi bolígrafo morado brillante. Me gustaba la tinta colorida: rosa, verde azulada, morada. Odiaba usar los colores de tinta regulares. ¿Dónde se hallaba la diversión en eso? —No estoy segura de que lo ‚elegante‛ encaje contigo. Sus labios se curvaron de nuevo. —Touché. Sonreí. No pude evitarlo. Y luego, en lugar de llenar mi cerebro con la clase del doctor Carter sobre qué esperar de Biología 102, o pensar en cómo llegar a mi próxima clase, o cualquier otra cosa del trillón de temas normales en los que debería pensar en mi primer día en la universidad, terminé tratando

desesperadamente de decir otra cosa inteligente para poder ver sus labios curvarse una vez más. El asunto de Preston Riggs se convertía un problema que tenía que resolver, punto. Por suerte, la clase terminó antes de que mi mente se volviera más confusa. Preston era el mejor amigo de Kara. Olvidando los sentimientos, ni siquiera debería tener pensamientos sobre él. Agarré mis cosas y me dirigí hacia la puerta, pero Preston no se había movido. —¿Qué? Se encogió de hombros. —Nada. —¿Cuál es tu especialidad, de todos modos? Esta es una clase de introducción, y tú eres un estudiante de segundo año. Finalmente se puso de pie, pero no se movió hacia la puerta.

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—Acabo de cambiar mi especialidad de Indeciso a Biología, así que estoy poniéndome al día. —¿Biología? ¿Vas a estudiar medicina? Su expresión se volvió seria. —Pediatría. ¿Y por qué te sorprendes? ¿En qué pensabas que me especializaba? ¿Formas de joder a chicas inocentes? Rodé los ojos, lo que me molestó como la mierda. Odiaba a las chicas que rodaban los ojos todo el tiempo, y ahora me convertí en una. —No estoy sorprendida. Sólo… —Sorprendida. Está bien. Lo entiendo. —Se dirigió hacia la puerta. Maldita sea. ¿Podía tener una conversación normal con este hombre sin ofenderlo? Claramente no. Preston se dio la vuelta justo antes de salir. —¿Conoces toda la cosa de ‚no juzgar un libro…‛? Sí… Y luego pasó a través de la puerta antes de que pudiera responder.

7 Traducido por Valentine Rose Corregido por Jane

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Le envié un mensaje a Kara tan pronto como salí de clases. Habíamos planeado encontrarnos en el salón comedor del primer piso de Fresh Foods en la calle Liberty. Para ser comida estilo cafetería, estuvo bastante bueno ayer, pero tenía la sensación de que terminaríamos comiendo ahí la mayoría de los días, nos gustara o no, solamente por cumplir con el horario. Pensé en Preston todo el camino, preocupada porque le contara a Kara lo que dije, aunque incluso ahora, no podía descubrir qué había dicho que fuera tan malo. Tal vez fue la vacilación. Debería haber remedios para la vacilación. Era como una versión inconsciente de acceso que me es completamente imposible de controlar y siempre parece arruinarme. Si algún doctor superdotado creara alguna vez un remedio, sería la primera en la fila para comprarlo. A menos, por supuesto, que ese doctor fuera Preston. De ser así, huiría en la dirección opuesta. Kara y yo nos llevamos bien de inmediato; su alegre personalidad complementaba mi tranquilidad tan perfectamente que era como si la oficina de alojamiento tuviera una lista de atributos y compañeros de cuarto que encajaban a la perfección. Lo último que quería hacer era alejarla porque no podía cerrar mi boca alrededor de su mejor amigo. Pasé tras las puertas de Fresh Foods y vi a Kara en un instante, sentada a la ventana. —Hola —dije cuando me acerqué. Ladeó la cabeza. —No te agrada mucho Preston, ¿o sí? Mis ojos se agrandaron. —¿Qué? No. Me agrada. Me agrada por completo. Él es… —¿Qué? No podía decirle lo que en verdad pensaba. No estaba segura que ni yo supiera qué pensaba—. Me agrada. ¿Por qué preguntas?

—Acabamos de tener Español juntos, y mencionó que tuvieron Biología esta mañana. —Y te contó lo que dije. —Arrojé mi bolso en la silla restante junto a Kara y me senté frente a ella—. Ni siquiera sé por qué pregunté cuál era su especialidad. No es como si importara. Vino a sentarse junto a mí y me volví toda… no lo sé. Fue raro y simplemente… no lo sé. —Levanté la mirada para encontrar a Kara mirándome fijamente—. ¿Qué? Sacudió su cabeza, sonriendo. —Nada. Simplemente no me di cuenta que él tenía ese efecto en ti. Como que pensé que eras inmune o algo, pero claramente… —Oh, no. —Sacudí mis manos en su dirección para detenerla antes de que hiciera cualquier suposición. Fuera cierta o no—. No me gusta, si es eso a lo que te refieres. Sólo actúo como una estúpida a su alrededor. No sé por qué. Lo siento. Espero que no estés enojada.

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—¿Estás loca? No me importa. Él es un amigo. Eso no cambia el hecho que seamos amigas, ya lo sabes. Suspiré. —Dios, me alegra que dijeras eso. He sido un completo desastre a su alrededor, y sé que ustedes son cercanos, y nosotras vivimos juntas, y Dios. Me preocupó que te enojaras por ello. Me estudió como si estuviera intentando descifrar algo bastante difícil. — No, todo está bien. Vamos a buscar algo de comida. —Señaló hacia la fila y luego se volteó—. Pero sólo para que lo sepas, y Preston se enojaría si supiera que estoy diciéndote esto, pero no es un imbécil. Es lo contrario, en realidad. Es enfermamente inteligente. Del tipo que nunca estudia para los exámenes, pero aun así aprueba. Hubo unos años que dejó de preocuparse. —Kara, hay algo… no lo sé, tengo la sensación… lo siento, no es de mi incumbencia. Sonrió. —No hay problema. Es sólo que ha pasado por tanto. —Alejó la mirada como si hubiera dicho mucho. Me pregunté qué pasó para provocar esta tensión entre ellos. Sabía que no debía preguntar, por lo que cambié el tema. —Así que, ¿decía la verdad de ustedes dos cuando eran pequeños? —pregunté cuando nos volvimos a sentar con nuestro almuerzo. Se rió. —Oh, sí. Pero no estaba destinado a funcionar. —Oh, ¿en serio? ¿Y por qué? —pregunté.

—Aparte del hecho que es un hermano para mí, rompe todas mis reglas de citas. —¿Reglas de citas? —Sí. No salir con bebés de la familia. No salir con tipos con camionetas. Oh, y no tatuajes. Casi me atoré con mi sándwich. —¿Preston tiene un tatuaje? —Uno pequeño, pero aun así son horribles y no me gusta lo horrible.

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No pude evitar reír por cuan moralista sonó. La mayoría de la gente tenía sus opiniones de los tatuajes, pero no todos eran capaces de decirlas tan abiertamente con gente que apenas conocían. Decidí que esperaría hasta más tarde para decirle que también tenía un tatuaje. Me pregunté dónde se encontraba el de Preston. Apenas había notado uno cuando estuvo sin camiseta en nuestra habitación el sábado por la mañana. Mi menté recordó su pecho desnudo, la manera en que sus pantalones de pijama colgaban en lo bajo de sus caderas. De repente, la habitación se sintió caliente. —Entonces, ¿supongo que Ethan no tiene uno? Suspiró. —No tenía uno cuando comenzamos. Ahora sí. Se lo hizo el sábado, justo después de que se mudara a su dormitorio. Aún no lo he visto. Dios, espero que no sea grande y horrible. Luché con reprimir una sonrisa y regresé el tema a Preston. Podía notar que el nuevo tatuaje de Ethan no era algo de lo que quisiera hablar. —De acuerdo, así que Preston tiene un tatuaje y una camioneta. ¿Qué pasa con lo del bebé de la familia? ¿Qué significa eso? —Él es el bebé de la familia. Tiene un hermano mayor. No puedo soportar esa actitud que los chicos tienen cuando son los bebés de la familia. Sus madres terminan haciendo todo por ellos, y nosotras, las novias, sufrimos con los resultados. No-oh. Esta chica no. Sólo hijos de al medio o el mayor para mí. — Sonreí. Supongo que era la segunda coincidencia para mí. Al igual que Preston, yo era el bebé de mi familia. Tenía dos hermanas mayores. Comencé a decirle eso a Kara, cuando revisó su reloj y casi gritó—: Mierda, voy a llegar tarde. —Dio un último mordisco a su sándwich, bajándolo con un sorbo de bebida, y agarró su bolso—. ¿Te veo después? —Sí, claro. —Le hice un gesto con mi mano a modo de despedida, terminando y analizando el resto de mi día. Dos clases más a las que ir. Esperaba que pudiera estar en mis últimas dos clases sin ofender a nadie, o avergonzarme.

Mi teléfono vibró mientras salía del salón, y bajé la mirada para ver Mamá brillando en la pantalla. Primero, mi pulgar fue a Responder y luego a Ignorar. No quería hablar con ella ahora mismo. Querría hablar de la sesión de terapia de esta mañana y luego preguntarme si me hallaba lista para transferirme a Columbia. En la mente de mi mamá, venir a Charleston era sólo unas vacaciones, un pequeño receso por un par de semanas, y luego me reencaminaría. No se daba cuenta, o no le importaba, que a) elegí venir a Charleston, y que B) no podías exactamente transferirte en medio del semestre. Me encontraba aquí ahora, le gustase o no. Vacilé en Responder y lo apreté por accidente. ¡Maldita sea la vacilación! —¿Olive? —dijo mamá. Levanté el celular hasta mi oreja, maldiciendo a mi estúpido pulgar. —Hola, mamá —dije, sonando muy entusiasmada, pero era eso o conseguir miles de preguntas que no tenía el tiempo o la energía para responder.

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—Hola, cariño. Sólo quería ver cómo estabas. ¿Cómo va tu primer día? Esperé por la verdadera pregunta, pero nunca vino. —Bien. Sólo he tenido dos clases. Voy a mi tercera ahora. —Qué bien. ¿Estás disfrutándolo? ¿Qué? ¿Un alíen había invadido el cuerpo de mi mamá? —Uh, sí. Es genial. —Silencio. Silencio. Silencio. —Así que, ¿cómo estuvo la terapia esta mañana? Y ahí estaba. La verdadera razón de la llamada. Al menos tuvo la decencia de ir por los detalles del día. —Estuvo bien, mamá. Mira, voy a llegar tarde. ¿Podemos hablar de esto después? —Claro. Sí, por supuesto. Me alegra que sea genial y que estés disfrutando de tu día. Yo… —Mamá, en serio tengo que irme. Casi pude sentir el dolor atravesar el teléfono. Odiaba esto. Odiaba hacerla sentir mal. Ojalá sólo se enfocara en Cameron o en Lily, mis hermanas mayores, y me dejara sola. Estaría bien. Sólo necesitaba que todo el mundo me dejara en paz. —Claro, cariño. Ten un buen día. Te amo. —También te amo, mamá.

Terminé la llamada y volví a guardar mi celular en mi bolso, una gran porción de culpa situándose en mis hombros.

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8 Traducido por Vani & Jasiel Odair Corregido por MariaE.

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Entré a clases y colgué el bolso al lado del escritorio más cercano a la puerta, tan distraída que no me di cuenta que tenía cinco minutos de retraso… o que la profesora había dejado de hablar. Toda la clase se volteó para mirarme. —Gracias por honrarnos con su presencia… —Sacó un portapapeles del escritorio en el que se apoyaba y pasó un dedo por la hoja adjunta—. ¿Olivia? Asentí, mis mejillas tan calientes que eran susceptibles de explotar. —Sí. Lo siento mucho. Esto… Levantó la mano para detenerme. —Creo que ha retrasado la clase lo suficiente. —Dejó el portapapeles de vuelta en el escritorio. Mierda—. Como iba diciendo, bienvenidos a Poesía 130. Soy Lauren Rochester, su profesora, pero me pueden llamar Lauren. Prefiero enseñar la clase de una manera parecida a un taller. Lo que significa que vamos a leer, analizar y discutir todo, desde Shakespeare a Walt Whitman, y Mary Oliver, pero para las asignaciones, me gustaría ver sus trabajos. Me doy cuenta que eso puede hacer sentir incómodos a algunos, pero eso está bien. Sólo hagan su mejor esfuerzo. El examen final implicará una disección completa de cualquier poema de su elección. Les sugiero que comiencen a revisar sus opciones ahora. Durante la clase, vamos a tomar turnos para leer la lista de poesía asignada en la parte posterior de su plan de estudios. Me gusta la discusión abierta y espero que todos participen. Me di cuenta que me encontraba oficialmente en la lista de odio de esta profesora y quería salir rápidamente, por lo que tomé nota de las lecciones de mi madre sobre cómo impresionar a los profesores, y levanté la mano. Ella vaciló antes de darme la palabra. —¿Sí, Olivia? —Lo siento, me pregunto si nos permitirá leer nuestra propia poesía durante las lecturas de clase o sólo trabajos asignados. Me consideró. —¿Has escrito tu propia poesía?

—Lo he intentado. Parecía satisfecha. —Bueno, entonces, sí. —Se dirigió a la clase—. Como se trata de una clase de introducción, asumí que la mayoría de ustedes serían nuevos al escribir poesía, pero si, como Olivia, ya eres un poeta, entonces siéntete libre de traer tu propio trabajo. Solo sé, que esto no es una broma. No se permitirán imitaciones del Dr. Seuss. ¿Entienden? Todos asintieron, y me recosté en mi escritorio, feliz de que por lo menos Lauren tendría una asociación más positiva con mi nombre ahora. La clase continuó con las cosas normales: revisión del plan de estudio, las expectativas de asistencia, etc., y cuando la clase llegó a su fin, comprendí que me iba a gustar esto. Lauren terminó, y empecé a salir por la puerta, cuando una voz profunda gritó—: Buen trabajo, señorita Warren.

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Me di la vuelta para ver a un tipo. Mi primer pensamiento —más allá de por qué me llamaba por mi apellido— fue que él era demasiado bonito para ser un chico. El tipo de lindura que te hace pensar que la Madre Naturaleza accidentalmente se equivocó y se suponía que era una niña. Rizos dorados golpeaban su barbilla, veteados de hebras rubias blanquecinas que hizo que me preguntara si tenía reflejos. Sus profundos ojos marrones esperaban que respondiera, pero estaba demasiado ocupada observando su atuendo. Iba vestido con pantalones cortos azul marino y una camisa de vestir a cuadros con una corbata colgando alrededor del cuello. Sus mangas enrolladas hasta los codos y en los pies había un brillante par de mocasines. Vestía igual que los amables hombres de cincuenta años. Era como si hubiera empezado a vestirse con un objetivo en mente y se distrajo, añadiendo otra cosa en la parte superior. O tal vez era ciego. —Olivia —digo, corrigiéndole. Me tendió la mano para sacudirla. —Por supuesto. Soy Taylor. El nombre coincidía con su rostro tan perfectamente que casi le pregunté si se lo inventó. En cambio, sonreí, porque eso era lo que se hacía cuando un chico tan bonito como él hablaba contigo. Esperé a que dijera algo más. —Oh, lo siento, perdí mi tren de pensamiento. —Bajó la vista y luego me miró con una sonrisa tímida—. Solo te felicitaba por tu trabajo allí. No son muchos los estudiantes que pueden comenzar una clase en la parte inferior de la lista de un profesor y terminar en la parte superior. Me reí mientras empezaba a caminar, con Taylor siguiéndome. —No estoy segura sobre ‚la parte superior‛, pero definitivamente empecé en la parte inferior.

No puedo creer que llegué tarde el primer día de clases. Sonrió. —Le sucede a los mejores. ¿Estás en Inglés superior? Asentí. —Sí, en el intento. ¿Tú? —Lo único que puedo soportar. Me moriría de aburrimiento con cualquier otra cosa. Me detuve para mirarlo. —Sí, también yo. —Bueno, un placer conocerte, Olivia. ¿Nos vemos la próxima semana? — Empezó a bajar por el pasillo, pero se volteó—. Hablando en serio, buen trabajo. Algo me dice que eres mucho más divertida cuando estás en la parte superior. — Me dio una sonrisa ladeada y se fue antes de darme cuenta de lo que había dicho o la insinuación de lo que podría significar.

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Llegué a mi siguiente clase, que era dos pisos más abajo de Poesía, para encontrar una nota en la puerta de que la clase fue cancelada por el día y la primera clase comenzaría el miércoles. Salí del edificio, preguntándome si debería revisar la biblioteca, y casi me estrellé con Preston. —Pueblo Pequeño. ¿Vas a algún lugar con prisa? Di un paso atrás, sonriendo. —Hablando de ir a alguna parte. —Le hice señas a su atuendo. Llevaba una camiseta de FPS similar a la que yo llevaba, pero la suya era azul en vez de amarilla, a diferencia de la mía. En la cabeza llevaba un pañuelo estampado con peces nadando en direcciones opuestas. Parecía que ya había estado en el agua o quería estar allí ahora. —Sí, iba a ir a Bulls Bay. Los peces están picando en este momento. Tienes que lanzar cuando la captura es buena, ¿sabes? Me reí. —No, en realidad no, pero voy a tomar tu palabra sobre eso. — Empecé a ir a su alrededor. —Oye, espera. Levanté mi mano para hacer sombra en mis ojos. —¿Sí? —¿Quieres venir? —¿A pescar? Mi expresión debía delatarme, porque Preston se echó a reír. —Sí, a pescar. No es tan malo como dice Kara. Pruébalo. Te gustará. —Eso es muy dudoso. —Bueno, entonces puedes tomar un poco de sol.

Extendí los brazos para señalar mi camiseta con FPS. —No tomo mucho sol. Se rió de nuevo. —Eres bastante difícil, ¿no? Solo tienes que venir al maldito bote conmigo. Te prometo que tendrás un buen momento. Dudé. No sabía nada acerca de la pesca. Nada. Ya me avergoncé lo suficiente alrededor de Preston Riggs. La última cosa que necesitaba era… —¿Voy a tener que tirarte encima de mi hombro y llevarte allí? Te divertirás. Confía en mí. ¿Quieres que diga por favor? No estoy en contra de la mendicidad.

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No me había dado cuenta de que miraba el suelo, peinando mi cola de caballo con los dedos. O que Preston se acercó a mí y ahora estaba tan cerca que podía oler su limpio aroma. Como si se bañara en ese impresionante gel con olor a baño de hombres, pero se negara a usar colonia real. Sencillo. Masculino. Y totalmente demasiado tentador. Era el tipo de olor que sólo podías disfrutar cuando te encontrabas en el espacio personal de un chico, y me encontré deseando poder quedarme con Preston un poco más de tiempo. —Bien. —¿‚Bien‛ quieres que te ruegue, o ‚bien‛ irás? Sonreí. —Voy a ir. Pero no voy a tocar un pez. Comenzó a reír. Me empezaba a gustar su risa. La forma en que la ofrecía libremente, como si viniera de un modo más natural para él que para los otros. — Oh, vas a tocar uno. —De ninguna manera. Son todos viscosos y asquerosos. No voy a tocar uno. —Empezamos a rodear el edificio, hacia una de las zonas de estacionamiento en la parte trasera. —Dice la chica que nunca ha tocado uno. Pero eso termina hoy. Voy a ayudarte a pescar tu primer pez, y una vez que hayas cazado a ese bastardo, vas a quitar el gancho, tomar una foto llamativa con tu premio, y arrojarlo de regreso al mar. Después de que hayamos terminado, tú estarás rogándome para ir de nuevo. Pude ver la pasión en sus ojos, y aunque tenía serias dudas de que volvería a pedir ir de pesca, me sentía intrigada. Tenía que ser muy divertido ponerlo así de emocionado. Por otra parte, hablábamos de pesca.

Llegamos a la camioneta de Preston y condujimos hacia Bulls Bay, y hablamos de la pesca durante todo el trayecto. Al parecer, agosto era primordial para los sábalos, y Bulls Bay era el lugar perfecto debido al cardumen que cubría la zona. —¿Tu hermano también pesca? —pregunté, sin darme cuenta de que él nunca mencionó que tenía un hermano.

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—¿Hermano? —Me miró y luego de nuevo a la carretera—. Oh, ya veo. Kara ha estado hablando de nuevo. Esa chica no puede detenerse aún si le pagaras. Pero para responder a tu pregunta, no. Su idea de diversión es el golf. Yo, no tanto. La única manera de que pueda soportarlo es si hay cerveza involucrada, de lo contrario es aburrido como el infierno. El agua es diferente. Nunca se sabe qué esperar. Algunos días, es una rutina de ciencia cierta, pero otros días son locos. Tantos peces que pierdo la cuenta. Esos son los días que hacen que el resto valga la pena. La pesca es emocionante. Hay un producto final que es tangible. Y para mí, el golf es otra manera de trabajar. ¿Dónde está la diversión en eso? Pensé en Matt y cómo vivía para el golf. Cómo jugó en Westlake Academy e hizo parecer el deporte tan prestigioso, como si casi nadie pudiese hacerlo. Eso podría ser cierto, pero Preston tenía razón. Nada era tan aburrido como el golf. Me miró de nuevo. —Mierda. Practicas golf, ¿no? Alejé mis pensamientos. —Uh, no. Sé jugarlo. Mi pap{ practica y mi… —Me sorprendí a punto de decir novio y tuve que tragar saliva para poder continuar—. Bueno, casi todo el mundo en Westlake juega al golf. Es un gran club de campo. Preston me miró con curiosidad, pero no preguntó nada. Un segundo más tarde, estacionamos en una unidad de almacenamiento llena de botes. Nos ubicó en la parte trasera del complejo y aparcó en frente de un aparato separado de los otros. —Ya regreso. —Se bajó de la camioneta e introdujo un código en el sistema de seguridad, causando que se levantaran las dos puertas de la cochera. Un bote se hallaba aparcado en un lado, y al otro lado había un bote blanco y largo. Las palabras ‚Vamos de Pesca” se leían a un costado de cada uno. Preston enganchó el primero hasta su camioneta. Miré a mí alrededor mientras retiraba la cubierta de la embarcación, y mis ojos se posaron en algo que no había notado antes: el nombre de la instalación de almacenaje. Almacenaje Riggs. Riggs, como su… —Lo siento, es un trabajo duro conseguir que todo quedé ordenado. Por eso

nunca salgo a menos que tenga cuatro horas para dedicarme a ello. De lo contrario, es una especie de pérdida de tiempo. —Sus ojos se fijaron en mí—. ¿Qué? —Dice Almacenaje Riggs. ¿Tu padre es dueño de este lugar o algo así? Puso la camioneta en marcha, empezó a avanzar, y luego a girar el volante alrededor con su palma como lo hacían los chicos. —Oh, eso. —Así que, ¿lo es? —¿Mi papá? No. —¿Entonces es de tu hermano o simplemente es una coincidencia casi-loca? Me sonrió. —¿Casi-loca? ¿Quién eres, Pueblo Pequeño?

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Sonreí. —Estás evitando seriamente la pregunta, ¿no es así? ¿Es un secreto? ¿Eres parte de la mafia rusa o algo, y todos los negocios suceden aquí, así que no puedes decírmelo? Supongo que eso tiene sentido. Preston se rió. —¿Eso tiene sentido? ¿Y por qué Rusia? ¿Qué pasa con la mafia norteamericana? —No lo sé. Los rusos son feroces. Su mafia probablemente cuelga las bolas de nuestra mafia en su retrovisor. Con eso empezó a ahogarse. —¿Así que ahora estamos hablando de las bolas de la mafia? En serio, ¿de dónde vienes? Seguro que no de Westlake. Solté una risita. —Sí, bueno. Sé cómo cruzar las piernas en el té de la tarde, si eso es lo que quieres decir. Sólo tengo diferentes pensamientos en mi cabeza en esos almuerzos de los que tiene la chica a mi lado. Asintió y nos instalamos en un silencio cómodo antes de que finalmente dijera—: Es mío. Lo miré. —¿Qué es tuyo? —El lugar de almacenaje. Riggs. Es mío. —¿Eres dueño de esto? Asintió como si estuviera esperando a que me convirtiera en una de esas personas que hacían un millón de preguntas. —Bueno, eso explica el equipo privado en la parte de atrás. Apuesto a que compraste el lugar sólo para poder hacer eso, ¿verdad? No quieres otros botes cerca de ellos. Sonrió. —Algo así. En poco tiempo cruzábamos por Bulls Bay en busca del lugar de sábalos

favorito de Preston. Traté de mantener mi enfoque en nuestro entorno o en el mar o en cualquier cosa que no fuera la forma en que el viento hacía que su camiseta se pegara a su pecho. O cómo golpeaba el pie mientras avanzábamos. O la forma en que lucía más a gusto que nadie con quien hubiera estado en mi vida. Me pregunté cómo lo hacía. Si se trataba de un acto o si era verdaderamente así de relajado. —¿Qué? —preguntó. No me di cuenta que en mi esfuerzo reflexivo de no mirar, fallé miserablemente al mirarlo. Miré de regreso al agua. —Nada. —Oh, no. No te librarás tan fácil. ¿Qué ocurre? Dejé que mi mirada se posara en él. —Acabas de parecer tan a gusto. Es un poco inquietante.

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Sonrió ampliamente. —¿Debería tratar de esmerarme en sentirme incómodo? Porque estoy seguro de que ya has acaparado eso. —No estoy incómoda. —Demonios, sí lo estás. Estás toda tensa, y lo entiendo. La vida te hace eso. Pero aquí, nada más importa. Es solo tú y el agua. Es por eso que vengo aquí. Para un descanso. En el agua, puedo dejarme llevar, olvidar. Es liberador. —Se dio la vuelta para mirarme—. Si dejas que lo sea. Sentí que mi labio tembló y aparté la vista. No quería revelar la verdad… que nunca me había sentido libre un solo día de mi vida. Y era peor ahora, dado que tenía a mi pasado mirando por encima del hombro, me miraba como un fantasma que se negaba a dejar ir su casa. Apagó el motor y el bote flotó en silencio mientras Preston maniobraba las cañas de pescar. Estábamos en agua baja, tal vez un metro o metro y medio de profundidad. Preston me entregó una caña. —Colócala allí —dijo, señalando la cubierta de proa de la embarcación. Claramente intentaba hacerme más fácil el estar allí y pescar, pero la última cosa que quería hacer era terminar en el agua, empapada, o no tendría más remedio que quitarme la camiseta con FPS y mostrar el hecho de que mi piel era repugnante. Me agaché y pasé mis piernas por el costado de la embarcación, permitiendo que el agua me tocara a la altura de las pantorrillas. Se sentía más cálida de lo que esperaba. Oí a Preston echar su anzuelo a mi lado y luego el sonido de él recuperándolo. —Entonces, ¿de qué estás tratando de conseguir un descanso? ¿Qué te tiene tan atado en la tierra? Preston se encogió de hombros, frunciendo el ceño. —La vida. Y yo que pensaba que no hacías toda la cosa de tomar el sol. —Asintió hacia mí.

—No lo hago. —Eché la cabeza hacia atrás—. Estoy haciendo la cosa de liberarme. ¿Cómo se ve? Se echó a reír. —Débil. No vas a atrapar un solo pez usando tus pies como cebo. Me asomé al agua. —¿Por qué se llama cardumen, de todos modos? ¿Por qué no grupos o manadas o congregaciones? Negó con la cabeza. —¿Congregaciones? Debes ser la persona con la mente más inusual que he conocido. Y no todo se llama cardumen. Hay un enjambre de anguilas y peces voladores, sólo por mencionar algunos. Pero en realidad no sé por qué cada uno tiene nombres diferentes. —Una vez oí que el cardumen permanece junto para mantenerse a salvo de los depredadores, si lo piensas es algo bastante infantil. Son peces niños. —Me reí.

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Preston suspiró. —Bien, suficiente charla. Trae tu culo aquí y deja que te enseñe cómo manejar esta cosa. Hice un espectáculo al levantarme, tomándome mi tiempo y emitiendo algunas palabras bien escogidas. Soltó un suspiro largo y lento. —¿Ya terminaste de quejarte? Bien. Ahora, toma la caña en tus manos. —Ya está en mis manos. Esta vez fue él quien escogió bien las palabras, y comencé a reír, casi dejando caer la caña en el agua. —Oye, oye, oye. Ese de ahí es un soporte de cuatrocientos dólares y no flota. Muestra un poco de respeto. Sonreí. —Mis disculpas, Capitán. Me dio una mirada mordaz que casi me hizo comenzar a reír de nuevo, y luego extendió su caña. —Tienes que mantenerlo así. —Seguí su ejemplo, pero no se veía como algo natural en mí—. Relájate. No, no me gusta eso. Mira. —Farfulló mientras trataba de igualar su agarre, y luego, cada vez más frustrado, dejó su caña y tomó la mía—. Déjame ver tu mano derecha. La levanté, y envolvió su mano alrededor de mi muñeca, los dedos apenas acariciando la piel delicada. Colocó la mano en el poste, cerrando su mano alrededor de la mía, así la agarraba correctamente. —Justo así. Ahora, la izquierda. —Se puso detrás de mí y atrajo mi mano izquierda para el carrete, su cuerpo apretado contra mi espalda, su olor a limpio tan embriagador que casi gemí allí mismo, delante de los peces niños.

Solté un largo suspiro para tranquilizarme y le eché un vistazo por encima del hombro, nuestros rostros tan cerca que podían tocarse. Se aclaró la garganta y se alejó. Mis mejillas se sentían ruborizadas. Caímos en un silencio cómodo mientras pescábamos, el chapoteo del agua contra la orilla y el bote provocaba sonidos únicos de vez en cuando. —¿Estoy haciéndolo bien? —pregunté, después de unos veinte minutos de pesca y poca conversación. Preston se limpió la frente con la parte inferior de su camisa, dejando al descubierto su estómago desnudo… su estómago desnudo perfectamente definido. Tragué saliva. —Casi. Pescas como si tuvieras miedo de la caña, pero lo arreglaremos. Es como cualquier otra cosa. Debes practicar y lo harás mejor.

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Sonreí, arrojándola otra vez y balanceándola poco a poco. —Me gustaría tener un bote. Practicaría y realmente me luciría la próxima vez que pesquemos. —Puedes practicar conmigo. Levanté la vista de golpe, pero antes de que pudiera responder, él levantó su caña. —¡Ahí está! —No sabía si debía ayudarlo o salir del camino. Bajé mi caña y vi cómo luchaba contra el pescado. Parecía una batalla de voluntades. Preston terminaba de ganar algún espacio, entonces el pez empujaba, una y otra vez. Después de lo que pareció una eternidad, Preston se agachó y sacó el pez más grande que jamás había visto. El pescado se encontraba sobre la cubierta, aleteando, sin respiración y luciendo totalmente asqueroso, pero nunca lo sabrías por la expresión del rostro de Preston, que mostraba cada pedacito de orgullo que sabía debía estar sintiendo. —Esta gran belleza es un sábalo —dijo—. ¿Tienes el teléfono contigo para una foto? Saqué el celular de mi bolsillo y presioné la cámara. —Claro. ¿Estás listo? Puso el pescado en su regazo y sonrió ampliamente. —¿Cómo está? ¿Se ve bien? Asentí, sintiendo un tirón extraño en el estómago al mirarlo. —Te ves… perfecto.

9 Traducido por Sandry Corregido por Dafne2

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Un emocionado Preston me llevó todo el viaje hasta su apartamento, insistiendo que lo visitáramos antes de que me llevara a Liberty. No me sentía nerviosa… no exactamente, pero tampoco me hallaba muy emocionada de reunirnos con sus compañeros. Sabía que el viaje de pesca de alguna manera nos catapultó a modo ‚amigos‛. Me di cuenta por la forma en que se relajaba más a mí alrededor, por la forma en que estábamos cómodos ya sea si hablábamos o no. Y de verdad me parecía bien. Amigos estaba bien. Al menos eso me dije a mí misma. Aparcamos delante de su apartamento, el cual se encontraba en el segundo piso del tercer edificio a la izquierda del complejo. Todo parecía tranquilo. Sin música a todo volumen. Sin gente hablando fuertemente. No había nadie en el pequeño balcón de su apartamento, y me di cuenta de que Preston debía vivir solo. Cerré la puerta de mi auto y me apoyé para recoger mi pelo en un moño desordenado en la cima de mi cabeza. —¿Y por qué estamos aquí? Eché un vistazo para encontrar a Preston mirándome. —¿Presiento miedo? ¿No estás autorizada para visitar el apartamento de un hombre a solas o algo así? —Me lanzó una sonrisa traviesa que hizo que mis mejillas ardieran. —Muy gracioso. Su sonrisa se ensanchó. —Perdí una apuesta con Kara, y la tarjeta de regalo de Starbucks que le prometí está en mi armario. La chica es viciosa cuando se trata de su café, así que se lo entregaré ahora o me obligará a llevárselo esta noche. —Ya veo. ¿De qué era la apuesta? —le pregunté, mientras doblábamos la esquina del edificio, y de repente Preston se detuvo en seco—. ¿Qué? Lo miré y luego seguí su mirada hasta una chica sentada en la escalera que conducía al piso superior. Tenía el pelo largo y rubio, y el tipo de piel que se

bronceaba en cuestión de segundos si se exponía al sol. Decir que era bonita era como decir que el chocolate sabía muy bien. —Meg —dijo Preston, su voz ya no tenía el tono el juguetón al que me acostumbré a lo largo de la última hora. La chica, Meg, se puso de pie y caminó hacia él, con los brazos cruzados, aunque no parecía especialmente molesta. —Pensé que tenías una clase en la tarde. Me miró y luego de regreso a ella. —Uh, fue cancelada. Esta es Olivia. La saludé con un gesto. —Encantada de conocerte. —Igualmente —dijo ella, aunque sus ojos permanecieron en Preston—. ¿Sigue en pie la cena?

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—Uh… sí. Sí, por supuesto. Olivia es la compañera de habitación de Kara. Sólo tengo que agarrar algo para ella, y luego llevarla de regreso a su dormitorio. Me tomará unos veinte minutos. Mándame un mensaje de dónde quieres comer y te veré allí. Se acercó más, su paso era seguro y coqueto. Personal. Si alguna vez pudiera pedir prestada la capa de invisibilidad de Harry Potter, sería en este momento… — O podría esperar aquí hasta que regreses —dijo, con su intención perfectamente clara. Preston comenzó a caminar hacia su apartamento, pero se detuvo. —Nah, mi casa es una pocilga. Vamos a ese restaurante de comida mexicana, Chipotle. Treinta minutos deberían ser suficientes. ¿Nos vemos allá? —Le dirigió una sonrisa que debía tener algún tipo de capacidad hipnótica, porque ella asintió y se marchó sin que tuviera que pronunciar una palabra más. Abrió la puerta y la sostuvo, esperando a que yo pasara. Me deslicé en el interior del apartamento más inmaculado e inimaginablemente limpio que existiera. Sólo Martha Stewart podría haber tenido un lugar más limpio. A la izquierda de la pequeña puerta de entrada había una cocina, y hacia el frente había una gran zona común con una pantalla plana enorme colgada en la pared delante de un sofá de cuero que tenía dos sillas reclinables en cada extremo. No había ni una mota de polvo a la vista o platos sin lavar; nada en absoluto que diera a entender que alguien vivía allí, y mucho menos un hombre. —Pensé que habías dicho que tu casa era una pocilga. Desapareció en una habitación, la cual supuse que era su dormitorio y regresó golpeando una tarjeta de regalo de Starbucks contra su palma. —No me gusta traer chicas a mi casa. Especialmente sin invitación. Se ponen todas curiosas, lo que tiende a acabar mal para mí.

Me eché a reír, a pesar de que interiormente sentía un poco de emoción por el hecho de que (a) yo era una chica, y (b) me encontraba en dicho lugar. —No puedo imaginar por qué. —¿Estoy sintiendo otra dosis de crítica? —No, no. Sólo estoy viendo por qué Kara se molesta tanto contigo. Hemos sido amigos tres días, y ya conozco a dos de tus chicas. Hizo un gesto hacia la puerta. —En primer lugar, no son mis chicas. Y en segundo lugar, ¿quién dijo que nosotros fuéramos amigos? —Me guiñó un ojo, girándose para cerrar la puerta detrás de mí. —Oh… no quise decir… —Es broma. —Sonrió—. Por supuesto que somos amigos. Sentí que mi estómago se apretaba con esas palabras. De acuerdo… amigos.

5 4 Preston me dejó en Liberty a los pocos minutos y me pidió que le diera la tarjeta de regalo a Kara. Me quedé en su camioneta un segundo más de lo debido, con ganas de aferrarme a su atención, e impedirle ir a ver a Meg, ya que inevitablemente terminarían en la casa de ella para hacer cosas que lograron que mi estómago se revolviera. Acaba de conocer a Preston y ya deseaba conocerlo mejor. Salí de la camioneta, me despedí, y desaparecí en el interior de Liberty, mi pecho sintiéndose pesado. Había sido un buen día. Divertido, justo como Preston prometió. Entonces, ¿por qué me sentía tan triste? Abrí la puerta de mi dormitorio, arrojé el bolso sobre mi cama y fui de inmediato hacia mi computadora, a sabiendas de que sólo había una cosa que me haría sentir mejor. Por extraño que pareciera, también me hacía sentir peor, pero de una manera diferente. En cierto modo culpable. Podía manejar ese sentimiento de culpa, ya que el peso sobre mi pecho nunca parecía levantarse. Lo que no podía manejar era la tristeza abrumadora. La forma en que me seguía a todas partes, observando todos mis movimientos, susurrando insultos en mi oído. No deberías estar riéndote, Olivia. Ni siquiera deberías estar viva. Aparté el pensamiento de mi mente y alcancé mis antidepresivos. No había tomado uno en meses, pero mi breve rato de felicidad era suficiente para que

deseara tomar la píldora mágica, cerrar los ojos, y dormir sin sentir por un tiempo. En su lugar, regresé la botella al cajón de mi escritorio y abrí un nuevo correo electrónico para Trisha. Era la mejor droga que tenía para aliviar el dolor.

Querida Trisha: Hoy hice algo que nunca pensé que haría. Fui a pescar. En un barco. Con una caña. Me parece una locura mientras lo escribo. Hay un chico, un chico pescador. Y él es el tipo de persona que quieres conocer, con el que quieres relacionarte. Quieres que sólo te mire a ti en lugar de las otras personas en la habitación. Quieres estar entre su público, ¿sabes? Apuesto que donde quiera que estés, te estás riendo de mí al leer esto. No te culpo.

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¿Dónde estás? ¿Estás sufriendo? ¿Eres feliz? ¿Ves al resto de nosotros por debajo de ti? Porque a veces te siento conmigo. Oigo tu voz en mi mente. Y es suficiente para que me dé la vuelta y examine a las masas de gente, buscándote. Pero nunca estás allí. Me gustaría que estuvieras. Desearía poder tomar tu lugar.

5 Bajé la cabeza mientras las palabras se asentaban. La verdad de ellas. Lo haría en este segundo si pudiera. Deslicé un dedo distraídamente sobre la delgada cicatriz que se encontraba a lo largo de mi muñeca izquierda, la única cicatriz que tenía que no fue provocada por el incendio. Me acordé de mi segundo viaje a la sala de emergencias, del miedo en los ojos de mamá. Agité mi cabeza para alejar el pensamiento y volví a mirar la pantalla, mi visión borrosa por la emoción.

Siempre pensé que el amor era romántico. Entre dos personas que comparten el mismo deseo por el otro. Pero ahora sé que el amor es más simple que eso. Es una conexión, una unión entre dos personas. Familia. Amantes. Amigos. Te amo, querida amiga. Siempre te amaré. Olive. Hice clic en enviar y me senté en mi silla del escritorio, secándome los ojos con la palma de mi mano. Me pregunté si alguna vez dejaría de llorar. Si alguna vez pensaría en esa noche y me sentiría en paz. No, nunca conocería la paz, porque la paz significaría que estaría bien con lo que había pasado, y nunca me permitiría estar bien.

Cerré los ojos y olí el nuevo aroma del auto M3 de Matt, un regalo de graduación anticipado de sus padres. No tenía idea que cuando me recogió esa noche sería su primera y última vez conduciendo el auto. Me imaginé que lo habría probado un poco más, explorando todos sus controles de lujo, pero en vez de eso, lo obligué a llevarnos directamente a la fiesta. Mis manos empezaron a temblar ante el recuerdo. Abrí el cajón del escritorio, buscando frenéticamente el frasco de pastillas. Respiré una vez para calmarme, luego otra vez, y apoyé la cabeza sobre mi escritorio, mi cuerpo destrozado por los sollozos. —Lo siento mucho —susurré. —¿Lo sientes por qué? Levanté bruscamente la cabeza para ver a Kara a unos pocos pasos de distancia de mí, sus cejas fruncidas en preocupación.

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—¿Estás bien? —preguntó. Abrí la boca para decir una mentira de por qué parecía un completo desastre, pero la cerré cuando se acercó y pasó un brazo alrededor de mi hombro. Al instante me tensé. Yo no era una persona de abrazos, sobre todo cuando me sentía molesta, pero algo en Kara, en la forma en que su voz siempre era amable y su rostro estaba siempre iluminado por la emoción, me hizo resistir el impulso de apartarla. No se parecía en nada a Trisha, lo que tal vez me hacía conectar con ella aún más. No quería reemplazar a Trisha. Pero sabía que necesitaba a alguien. Tal vez Kara podría ser ese alguien—. No tienes que hablar de ello —dijo después de un momento. Asentí contra su hombro mientras me abrazaba—. Pero si decides que quieres, estoy aquí. Luché para ocultar mi vergüenza, y agarré un pañuelo de mi escritorio. — Gracias. —De nada. —Me sostuvo la mirada durante un segundo, y luego empezó a hablar de su día. Quería abrazarla de nuevo. No todo el mundo se daba cuenta de que la distracción era la mejor medicina. —¿Se ha vuelto más fácil la distancia? —le pregunté después de unos minutos de ver a Kara comprobar repetidamente su teléfono mientras hablaba. Rara vez mencionaba a Ethan, como si hacerlo la lastimara físicamente, pero me daba cuenta cuando él se encontraba en su mente. Se quedaba mirando su teléfono o jugueteaba con él mientras yo hablaba. Se encogió de hombros y su rostro decayó. —A veces. Hay días en los que voy a clase, hablo con algún chico y pienso: ‚¿Qué demonios estás haciendo, Kara? ¡Estos son los mejores días de tu vida!‛. Pero luego hablo con él y es como… —

Suspiró profundamente—. Él me entiende, ¿sabes? ¿Qué pasa si nadie más me entiende? Me senté a su lado y apoyé mi hombro contra el suyo. —Eres más fácil de entender de lo que crees.

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Se rió. —Dice la persona con la que es más fácil estar en el planeta. Te juro, debes haber tenido mil amigos en tu casa. Por cierto, quería preguntarte si conocías a alguien de ese accidente. Me enteré por las noticias. Varios adolescentes murieron, ¿verdad? —Me miró, esperando una respuesta, pero ante la mención del accidente y la muerte de mis amigos, dejé de respirar, el aire atascándose en mis pulmones. Un montón de rostros circularon a través de mi mente. Recuerdos. Sonrisas. Risas. Pensé en Matt, Claire, en Trisha, y de pronto, mi piel empezó a sentir un hormigueo y estrellas aparecieron en las esquinas de mi visión. Traté de respirar, sólo un aliento, y me sentí caer en picada al suelo, perdiendo todo el control. Salté de la cama y busqué mi teléfono, murmurándole a Kara que tenía que hacer una llamada, luego corrí de la puerta a la escalera tan rápido como pude. Me dejé caer contra la pared fría, absorbiendo el silencio de la escalera abandonada, el pulso latiendo en mis oídos. En cualquier momento, alguien iba a salir por la puerta. No había ningún lugar a dónde ir, no había escapatoria, no había sitio para esconderse a llorar. Repentinamente me sentí atrapada, desesperada por un momento en el que pudiera respirar. Y me encontré de nuevo en este agujero oscuro de existencia que se había apoderado de mi mundo. ¿Cómo iba a sobrevivir aquí cuando no había ningún lugar para estar sola? ¿Cómo alguna vez iba a considerar esto un hogar? Mis manos temblaban mientras navegaba a través de mis contactos y marqué el único número que representaba alguna esperanza para mí. Después de un medio tono de llamada, una voz ronca respondió—: Rose Campbell. —¿Doctora Campbell? Soy Olivia Warren. —Hice una pausa. —Por supuesto, Olivia. Te recuerdo. ¿Qué puedo hacer por ti? Sentí que mi labio inferior temblaba mientras me preguntaba si había algo que pudiera hacer por mí. Pero en ese momento, me di cuenta que tenía que intentar dejarla ayudarme. No podía ser este caos de persona por más tiempo. — Sólo pensaba… me preguntaba, supongo… ¿tiene alguna cita disponible para hoy? Escuché mientras giraba su silla y luego pasaba unas páginas. Cerré los ojos mientras esperaba, sintiéndome al borde de otra crisis. —Querida, estoy… —Por favor. Sólo… por favor.

Rose exhaló lentamente, su voz suave. —¿Qué tal ahora? Asentí, aunque sabía que no podía verme y limpié las lágrimas de mis ojos. —Ahora es perfecto.

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10 Traducido por Alex Phai Corregido por *Andreina F*

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La puerta de la doctora Rose se hallaba entreabierta cuando entré en su oficina. El olor del humo del cigarrillo y una vela perfumada me saludó, mientras que algunas viejas canciones de Nueva Orleans, tipo blues, se reproducían en el fondo. Llamé suavemente a la puerta, y ella alzó la vista. —Justo a tiempo. Por favor, toma asiento. Hablaba sobre ti. Me acerqué al sofá de cuero y me senté a su lado. —¿Hablando acerca de mí? —Me la imaginé en el teléfono con mi madre, describiendo mi petición desesperada para esta reunión, y sentí mis mejillas arder—. Tenía la esperanza de que mi madre no supiera sobre esto. El rostro de Rose se arrugó con confusión y luego se rió. —Oh, querida. Me olvidé de comentarte de mi política en nuestra última reunión. No suelo discutir de los pacientes con los padres, a menos que haya una emergencia. Es el resultado de un diagnóstico confuso impregnado de una opinión que es rara vez la mía, y como la única terapeuta de esta práctica, no puedo tener eso. Así que cuando te dije que hablaba sobre ti, quise decir que hablaba con Doris. Negué con la cabeza, tratando de procesar lo que decía. —Así que… ¿nunca ha hablado con mis padres sobre lo que pasó? Los ojos grises de Rose me traspasaron. —He hablado con tu madre dos veces. Sé lo básico, sí, pero no sé lo que realmente ocurrió. Dudo incluso que ella sepa lo que realmente ocurrió. ¿Estoy en lo cierto? Me aclaré la garganta y me senté en el sofá, metiendo una pierna debajo de mí como lo hacía cada vez que trataba de procesar algo. Rose tenía razón. Nadie sabía lo que ocurrió, porque era la única que se encontraba allí, que sobrevivió. Me estremecí ante la idea y la miré con una nueva resolución. No quería ser la única que lo supiera, que llevaba esta carga. —Así que, ¿habla con Doris acerca de todos sus pacientes o soy especial?

Rose ladeó la cabeza. —Oh, no tengo ninguna duda de que eres especial. Pero suelo hablar tanto de ellos como sea necesario. Bajé los ojos hacia la alfombra tejida bajo el sofá. Era de mil tonos de verde y no encontré nada en su oficina que coincidiera. Me pregunté si la compró en el mercado o si uno de sus pacientes lo hizo. Tal vez ella lo hizo. —Entonces, ¿qué es lo que dice Doris de mí? Rose se inclinó, con los codos apoyados en las rodillas. —Que ya estás lista. Dudé. ¿Me encontraba lista? —Quiero estarlo. —La emoción se arremolinaba en mi pecho, y luché por frenarla. No quería empezar la sesión llorando. Eso vendría después. Por ahora, quería hablar con alguien que no me juzgara.

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—Está bien, entonces —dijo, recostándose en su silla—, sé que lo que pasó debió haber sido traumático. Horroroso, incluso. Lo puedo ver en tus ojos, las líneas de expresión profundas en tu cara cuando vienes aquí. Sé que debe ser difícil revivir esa noche, así que ¿por qué no empezamos con el día de los hechos? Cierra los ojos, relájate y háblame de ese día. No del incidente en sí. Sólo del día. Miré a Rose para encontrarla asintiendo, muy bien. Cerré los ojos, y como si entrara a través de una máquina del tiempo, ahí me hallaba yo, sintiendo la hierba húmeda filtrarse a través de mis sandalias mientras Matt y yo nos dirigíamos a su casa. Los padres de Parker se encontraban fuera de la ciudad por el fin de semana, y su casa ya estaba llena de gente. Matt abrió la puerta para mí y al instante, oí mi nombre desde la puerta trasera. Trisha. Apreté los dientes, sudor frío estallando en mi frente. Empecé a abrir los ojos y sentí la mano de Rose sobre la mía. —Está bien. Ahora estás a salvo. Estás aquí. Dime lo que recuerdas. —Recuerdo que el césped está húmedo. —Bien, continúa. Me aclaré la garganta, mis piernas temblando. —¿Olive? —Recuerdo la voz de Matt. Trataba de sonar más genial que todos los demás. Me molestaba. Me avergonzaba. —Mi voz se quebró ante la honestidad de mis palabras—. No quiero seguir con esto. Rose se me acercó más. —Bueno. Pero nunca sanarás hasta que puedas hablar sobre ello. Recuerda, es sólo sobre el día.

Incliné la cabeza y pasé la mano libre sobre mis ojos. Finalmente tragué saliva y asentí. —De acuerdo. —Cuando estés lista. Cerré los ojos y comencé a hablar, describiendo cada detalle tan pronto como lo recordaba. Matt se apoderó de mis caderas cuando entramos en la casa y besó mi nuca, pero ya me hallaba distraída por los gritos de Trisha desde el patio. Me alejé de él y fui a la puerta trasera para encontrarla en una mesa de ping-pong. Frente a ella se encontraban Alec Martin y River Hampton, ambos eran parte del equipo de lacrosse y parte de la corta lista de chicos con quien Trisha quería dormir. Ella me guiñó un ojo, el rímel de sus pestañas resaltaba el verde de sus ojos. Su cabello negro rizado fue recogido en una coleta alta porque odiaba la forma en que la humedad hacía esponjar su cabello.

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Agarré el borde del sofá, casi hiperventilando. Rose presionó una mano en mi espalda, estabilizándome. —Recuerda, estás a salvo aquí. Asentí. —Yo sólo… necesitaré un minuto. Nos sentamos en silencio mientras trataba de aclarar en mi mente la cara de Trisha, sonriente y feliz. Viva. —¿Quién es Trisha? —preguntó Rose. Bajé la cabeza de nuevo y apreté los ojos con fuerza, necesitaba otro momento, luego los abrí y miré hacia la oficina de Rose. El reloj de pared dio las doce y un pequeño pájaro azul salió disparado desde el centro del reloj. Cucú, cucú, sonó. —Era mi mejor amiga —le dije. —¿Y se encontraba contigo esa noche? Asentí, secando una lágrima huérfana de mi mejilla. —Jugábamos a poner la pelota de ping-pong dentro de los vasos de cerveza, con Alec y River. Soy muy buena. De todos modos, ella lo sabía, por lo que jugó y ganamos, luego se fue con River… y esa fue la última vez que la vi. —Me moví de atrás hacia adelante, para contener un sollozo—. Yo… —Negué con la cabeza, apagando mi voz. ¿Qué podía decir? ¿Que no pude decir adiós? ¿Que no llegué a decirle que era la mejor amiga en el mundo? ¿Que la amaba? Nada de eso importaba. Lo que importaba no era que no llegué a decir adiós, sino que no lo intenté. No volví. La dejé morir. Solté la mano de Rose y agarré mi cabeza, incapaz de mantener el control por más tiempo. Lloré en mis manos, el peso de los recuerdos aplastando cada

célula de mi cuerpo hasta que sentí como si no fuera nada en absoluto, solo culpa y dolor. —Vamos a dejarlo por hoy —dijo Rose, palmeando mi hombro—. Voy a tener algo para nuestra próxima sesión. Por ahora, trata de pensar sólo en lo que me has dicho en voz alta de esa noche. Nada más, ¿entiendes? Sólo la hierba húmeda en tus pies. ¿Te gustaría volver esta semana? Tragué el nudo en mi garganta y sequé mis lágrimas. —¿Eso quiere decir que crees que me puedes ayudar? Rose sonrió y envolvió su brazo alrededor de mis hombros, abrazándome. —Estás un poco arrugada en este momento, y entiendo que las arrugas se pueden llegar a sentir muy pesadas. Muy permanentes. Pero nunca he conocido un pliegue que el tiempo no pueda estirar. Estarás bien. Eso te lo puedo prometer. Sólo tienes que tener un poco de fe. La fe es la magia de las montañas.

6 2 Pensé en las palabras de Rose después de que salí de su oficina. La magia de las montañas. Las opiniones de los fantasmas. Cuanto más tiempo pasaba con ella, más ponía en duda la cordura de mi terapeuta. De alguna manera, eso me dio más confianza en su capacidad para ayudarme. Tendría que estar loca para arreglarme. Colgué el bolso —con el diseño de un mosaico color marrón oscuro que compré en el mercado—, cruzándola en mi cuerpo a través de mi hombro y empecé a caminar por la acera, deseando ser el tipo de chica que llevaba maquillaje. Sabía que mi cara mostraba cada pedacito de la catástrofe en que me convertí momentos antes. Me di cuenta por la forma en que mi piel todavía se estremecía y mis ojos ardían. Y por las miradas que recibí de la gente que pasaba, como si quisieran asegurarse de que me encontraba bien, pero tenían demasiado miedo de hablar. Demasiado miedo de lo que pudiera decir o hacer. Así que mantuve mi cabeza gacha y mis pensamientos en el interior, por eso no noté la camioneta que ralentizaba a mi lado y la ventana que era bajada, los suaves sonidos de Bob Marley fueron los captaron mi atención. Cuando levanté la vista, inmediatamente deseé no haberlo hecho. Preston se inclinó contra el volante, un pañuelo envuelto alrededor de su cabeza, gafas de sol azules cubrían sus ojos. Sus labios se curvaron en su clásica sonrisa. Abrió la boca, probablemente para decir algo inteligente, pero luego la

cerró completamente y ladeó la cabeza. No pude ver sus ojos, pero no tenía que hacerlo. Vagaban por mi cara, tomando cada detalle. Los ojos rojos. Nariz y mejillas hinchadas. Cabello que parecía como si un pájaro hubiera puesto su nido ahí. Me preguntaba si podría seguir caminando sin llegar a ser un tema de conversación entre él y Kara más tarde. Lo dudaba. —Uh… Hola. —Hola —contesté. ¿Qué otra cosa podía decir? Miró por encima del volante, como si ya no estuviera seguro de cómo hablar conmigo. —¿Puedo darte un aventón? —preguntó, enfocándose nuevamente en mí. —No. Estoy bien. Pero gracias.

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Empecé a caminar, cuando me llamó—: Olivia. Por favor. Déjeme darte un aventón. Contemplé lo que era peor: tomar el aventón en un incómodo silencio o rechazar su oferta, lo que me haría parecer loca, dado el estado de mi apariencia. Mirando hacia atrás, decidí que prefería lidiar con la incomodidad que encontrarme con al menos veinte personas más, todos mis potencialmente futuros compañeros de clase, durante mi caminata hasta llegar de regreso a Liberty. Abrí la puerta del lado del pasajero y entré, aliviada de que por lo menos llevaba el cabello suelto. Lo puse en mi hombro izquierdo para protegerme la cara, una cortina de mechones marrones y rubios, gracias a la insistencia de mamá de que tenía que resaltarlo antes de venir a la escuela. Esperaba continuar en silencio, cuando Preston dijo—: Estoy seguro de que lo que sea que ocurra va a estar bien. Mejor. O… —Soltó un suspiro—. Lo siento, soy terrible en toda la cosa reconfortante. —Está bien. —Me preguntaba si mi voz sonaba tan ronca como se sentía. —¿En serio? —Me echó un vistazo—. Porque no pareces bien. De todos modos, ¿por qué caminabas hasta aquí? Cerré los ojos. Miradas incómodas al azar habrían sido mucho mejor que esto. Abrí la boca para decir una mentira, pero me sentía cansada por la sesión con Rose, mi emociones crudas y demasiado accesibles para ser ignoradas. —Estaba viendo a mi terapeuta. —Me encogí mientras esperaba su respuesta. La mirada. La risa. El tono que me pondría en el estante de los locos. —¿Te ayuda? —preguntó después de un momento.

Pensé en toda mi terapia en los últimos cuatro meses. El Dr. Título-deHarvard Blackson, quien me hablaba como si tuviera diez años. El vestido suéter que llevaba la Dra. Allen, que pasó más tiempo discutiendo con su pronto-a-ser ex marido en el teléfono que escuchando mis problemas. Ni una sola vez me sentí mejor en cualquiera de las decenas de citas que tuve con los terapeutas. Pero Rose era diferente. —No lo sé —le respondí con honestidad—. Solía pensar que no tenían ningún valor. Pero esta, Rose, me hace pensar que podría ayudarme. Me da esperanza, y supongo eso es lo máximo que podemos pedir. —Tal vez, si la fe era la magia detrás de las montañas, entonces la esperanza eran los arroyos que conformaban sus valles. Pero luego me sentí tonta por pensar en tales tonterías. Preston asintió. —También he pensado en ver a alguien. Le di un vistazo. —¿Tú?

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Se rió. —Ya veo cómo será esto. —No, no quise decir eso. Pareces tan… Su rostro se puso serio. —¿Irresponsable? —Auto-actualizado. Como si nada pudiera molestarte. Es un poco intimidante —admití. Preston frunció los labios, y luego dijo—: Cuando era pequeño, mi padre solía decirnos a mi hermano y a mí que un hombre se define por la forma en que se comporta día a día. No por sus respuestas en los buenos o malos tiempos, cuando incluso el débil podía levantarse, sino por la forma en que se manejaba cuando pensaba que nadie prestaba atención. Pensé en sus palabras y lo que quería decir. —Eres bueno en eso. Tu padre estaría orgulloso. Se rió de nuevo, pero el sonido no poseía la espontaneidad de su risa. —Mi padre no sabe lo que significa la palabra orgulloso. Sólo conoce el juicio y la crítica. —Pero estás estudiando para ser médico. Eres propietario del lugar de almacenamiento. Trabajas. Pareces estar muy por encima de todos los que conozco. —Sí, bueno, esas cosas no son nada para mi papá. Mi abuelo tenía varios negocios en mi ciudad y se los dejó a mi padre, su único hijo, cuando murió, mi padre esperaba que mi hermano y yo nos uniéramos a la empresa familiar, así que cuando decidí que quería hacer otra cosa, me convertí en el hijo decepcionante. Compré el lugar de almacenamiento con un poco de la herencia de mi abuelo. Una inversión desperdiciada a los ojos de mi padre.

—Entonces, ¿por qué decidiste estudiar medicina en vez de unirte a la empresa familiar? Su humor se hizo notablemente más oscuro, y me di cuenta que su momento de revelación había terminado. Reveló todo lo que planeaba revelar. Me di cuenta de que debía ofrecer algo a cambio, un intercambio por la información que me dio, pero no me sentía preparada para hacer referencia a esa noche, en cualquier tipo de contexto. Especialmente, no con Preston Riggs. —¿Por qué vienes aquí en vez de estudiar en donde tus padres querían que lo hicieras? —preguntó Preston, sorprendiéndome—. Algo me dice que no es por la cultura. Miré fijamente hacia adelante, deseando, una vez más, nunca haber aceptado el aventón. —Vine aquí porque una amiga mía no pudo. Vine por ella.

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Asintió. —¿Es también la razón por la que ves a Rose? —Pude escuchar la duda en su voz. Sabía que no debía preguntar, pero su curiosidad había ganado. —¿Vas a responder a mi pregunta? —Ya sabía cuál sería su respuesta, lo cual fue lo único que me dio el valor para preguntarle. Si accedía a responder una pregunta por una pregunta, me vería obligada a sellar mi boca y mantener mis secretos. Pero eso no pasaría. Lo pude ver en su rostro. Sus secretos se hallaban tan fuertemente cerrados como los míos. —No —respondió—, pero no por la razón que estás pensando. Mi presencia aquí, estudiando medicina, no es… la razón… —Negó con la cabeza—. No es mi historia para contar. Llegamos a Liberty antes de que pudiera procesar lo que quería decir, pero una cosa quedó clara, Preston Riggs era mucho más complejo de lo que pensé originalmente.

11 Traducido por Jasiel Odair Corregido por Aimetz Volkov

—Olivia, es tu turno para leer.

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Miré a mi profesora de poesía, mis manos temblaban lo suficiente como para que el papel en mi mano hiciera ruido. Pasé la última semana recorriendo mis diarios, desesperada por encontrar algo que hablara de la emoción sin revelar el interior de mi corazón. Finalmente, seleccioné un poema y lo traje a mi sesión con Rose el día anterior, ávida de su opinión. Pero cuando terminé, me miró con esos ojos grises. No aplaudió ni dijo que hice un buen trabajo o incluso insinuó que disfrutó de la pieza. En cambio, se acercó, me abrazó, y luego me dijo que doblaría mis sesiones para la próxima semana. Me dirigí a la parte delantera de la clase, desplegué mi hoja arrugada, y miré hacia los estudiantes, tratando de no enfocarme en un solo par de ojos. Bajé la mirada a la hoja, las palabras escritas a lápiz, tantas marcas hechas y borrones en la hoja una vez blanca que ahora llevaba un toque de gris. Al igual que las palabras mismas. Abrí la boca y la cerré de nuevo, mirando a Lauren, nuestra profesora. — Vamos —dijo, tan insistente como siempre. Nos dijo que lo que fuera que entregáramos permanecería privado, por lo que leer algo mío en voz alta se sentía como si estuviera colocándome intencionadamente en el punto de mira. No era una exigencia leer nuestro propio trabajo, aunque varios de ellos ya lo habían hecho. Lo extraño era que quería decir estas cosas en voz alta. Decir todas las cosas que no pude decir a mis padres. La clase de poesía me daba esa libertad. Solo tenía que tener cuidado con cuáles poemas le daba a Lauren y cuales leía en clase. Algunos… algunos no debían ser pronunciados en voz alta. Bajé la mirada hacia el papel, aunque me sabía las palabras de memoria. Llegó un día, rápido y grande. El mundo cambió a través de los cálidos ojos.

Los gritos se acercaban… La casa, se estremeció. Las voces se hallaban cubiertas de ceniza. La casa, es ahí donde permanezco. Mi labio inferior tembló, así que apreté los dientes y volví a mi asiento sin levantar la vista. Lauren no dijo nada durante un largo rato, y luego me felicitó—: Maravillosa emoción, Olivia. Gracias por compartir. Normalmente sacaría a relucir los problemas en la obra de un estudiante. Pero en lugar de hacerlo con el mío, miró su reloj y dijo—: Terminemos con esa nota.

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Miré mi reloj. Todavía tenía diez minutos para el final de la clase, y nunca había terminado temprano. De repente, me preguntaba si había compartido mucho. Si di demasiado de mí misma. Supe la respuesta cuando me llamó y todos los demás empezaron a salir. Di un paso en frente de ella, mi cara tan clara como un día de verano en Westlake. Me negué a mostrar lo mucho que el poema me afectó. —¿Sí? Empezó a decir algo, pero se detuvo. —Olivia… si hay algo… si necesitas hablar con alguien. Hay personas a las que puedes contactar. Casi me reí. Mis padres buscaron a los mejores terapeutas del país para que me ayudaran. De alguna manera, no creía que un grupo de apoyo funcionara. Necesitaba mucho más que apoyo y conversación. Necesitaba un plan de tres pasos o algo así. Necesitaba a Rose Campbell. —Gracias —le contesté, porque eso era lo que mi madre quería que dijera—. Pero estoy bien. —Lo sé —dijo—. Pero estar bien no siempre es suficiente. Bajé la cabeza y cerré los ojos brevemente. Después de los pocos poemas que había entregado, no debería estar sorprendida de que me estuviera preguntando por el asesoramiento. Mi trabajo se enfrascaba en la depresión y la ira. —Ya estoy viendo a alguien —susurré, al fin. No me atreví a decirlo en voz más alta. No quería correr el riesgo de que alguien en el pasillo me escuchara. —¿Alguien? —Un terapeuta. Me consideró, con los ojos llenos de compasión. Esa era la peor parte de la gente que sabía que yo era de Westlake. Sabían lo que sucedió, incluso si no

estaban dispuestos a preguntar. —Bueno —dijo con una pequeña sonrisa—. Y me dejarás saber si puedo hacer algo para ayudar, ¿no? Asentí y me dirigí hacia la puerta, mientras ella decía—: ¿Y Olivia? —¿Sí? —No dejes de escribir. Sé que es duro, pero confía en mí, ayuda. Asentí otra vez y luego corrí hacia la puerta, sólo para encontrar a Taylor apoyado en la pared junto a la puerta, con un pie reclinado contra la pared y otro en el piso. Llevaba gafas con bordes rojos, una camiseta gris y vaqueros oscuros. Era la apariencia más normal que le había visto. Fingí una sonrisa cuando empecé a pasarlo, pero se apartó de la pared y agarró mi ritmo. —Así que… señorita Warren. Ya veo que eres una pequeña cosa oscura.

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No quería tener esta conversación. No con Lauren. Y ciertamente no con el muy-hermoso Taylor. ¿Por qué leí ese poema? —Supongo que todos lo somos a veces —le dije. —En realidad no. Suspiré y me volteé hacia él. —¿Necesitabas algo? —Sí, de hecho, lo hago. Almuerzo. Tú y yo vamos a hablar de tu lado oscuro. —Empecé a caminar, cuando agarró mi brazo, plantó una sonrisa suave en su cara—. Lo siento, eso no fue divertido. Sin embargo, quiero almorzar. ¿Estás libre? —No. —Sonreí ante su expresión de dolor. —Está bien, pero sé que con el tiempo cambiarás de opinión. —Eso es muy dudoso —le dije, pero seguía sonriendo mientras se alejaba. —¿Quién era ese? —preguntó una voz ronca por encima de mi hombro. Me giré para ver quién habló y casi me estrellé contra Preston. Di un paso hacia atrás. —¿Te pones tan cerca de todo el mundo? Esta es como la tercera vez que casi choco contigo. —Negué con la cabeza, aturdida—. Ese era un amigo mío de la clase. —Pensé que el término amigo era forzado, pero la descripción era más fácil que: oh, sólo un tipo que quiere explorar mi lado oscuro. Preston siguió mirando en dirección de Taylor. —Parece menos amigo y más como un chico que quiere entrar en tus pantalones.

Levanté las cejas rápidamente. La declaración era bastante cierta, pero no me gustaba la idea de Preston pensando que yo era una chica idiota que se enamoraba de tipos así. —Es inofensivo. Sus ojos se posaron en mí, todos grises y azules. Era embriagador. Como ver una infusión de tormenta sobre el océano. La emoción se desbordaba de sus ojos. Me pregunté si era incapaz de controlarlo, o si sabía que la emoción estaba allí y no le importaba. —Nadie es inofensivo —dijo. Por un largo momento, nos miramos el uno al otro, tratando de encontrar algo en el rostro del otro, y entonces alguien pasó corriendo junto a mí, chocándome con su bolso y sacándome del trance de Preston. —Tengo una clase. —Hice un gesto hacia las escaleras—. ¿Nos vemos por ahí? Asintió, después de un latido. —Podrías faltar.

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Miré alrededor, mis cejas levantadas en pregunta. —Mi dirijo al agua. Podrías venir… si quieres. —Sus ojos se movieron entre cada uno de los míos, estudiándome. Esperando. Pensé en mi próxima clase con el doctor Myers. Él nunca tomaba asistencia y por lo general colocaba un poco de adaptación cinematográfica de una novela. Estaba segura de que podría conseguir las apuntes de alguien. Pero nada de eso fue lo que me hizo pensarlo. Me conocía, y sabía que a pesar de todo, me encariñaba lentamente con Preston. No me pude responder el por qué o cómo ocurrió. Me gustaba estar cerca de él, lo fácil que se sentía, lo reconfortante. Nunca me hacía cuestionarme. Era sólo yo: Olive. Y fue entonces cuando me di cuenta de lo que me atraía. Desde este verano, me había separado en dos personas: Olivia, controlada y segura, y Olive, despreocupada y feliz. Mantuve lejos a Olive, pero cuanto más tiempo pasaba con Preston, más sentía que ella se filtraba, mirándome desde un armario cerrado, rogándome que la dejara ser una parte de mí de nuevo. Miré mi reloj, un rostro gigante de plata contra mi pequeña muñeca. La clase comenzó hace dos minutos, y odiaba llegar tarde. Mis ojos se dirigieron de nuevo a Preston. —¿Dónde está tu camioneta?

Me deslicé en el asiento del pasajero, agachándome bajo las puntas de dos cañas que se extendían desde el asiento trasero a la parte delantera. —Entonces, ¿a dónde vamos? Preston encendió el motor y me sonrió. —Pensé en hacer un poco de pesca en alta mar. Está un poco movido hoy, pero vas a estar bien. Me siento derecha. —¿Qué? —De repente, cuestioné la cordura de Preston. Un poco movido podría significar enormes olas para mí. Había sobrevivido a una experiencia cercana a la muerte una vez, y no me encontraba preparada para categorizarme como una chica de aventuras extremas por el momento. Abrí la boca para decirle que sólo me llevara a Liberty, cuando se echó a reír. —En serio. Deberías ver tu rostro. Habrías pensado que dije que íbamos a bucear con tiburones o algo.

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Dejé que mi pulso se calmara, y lo miré. —¿Así que no hay cosas de aguas profundas? Su sonrisa se ensanchó. —No. Me relajé en mi asiento y me giré, así lo enfrentaba a medias, la pierna izquierda debajo de mi derecha. —¿Has hecho práctica de buceo con tiburones? —Oh, sí, aunque no por elección. Tienden a ser atraídos por toda la sangre que sale en el agua cuando pescamos. Una vez, mi hermano y yo decidimos ir en esta inmersión nocturna. Nos preparamos por varios años y pensamos que éramos imbatibles. Así que nos sumergimos, y luego llegó este pez gigante del tamaño de una pared. Nunca había tenido miedo durante una inmersión, pero esa cosa se veía como si nos fuera a tragar enteros. Soy más inteligente ahora. Más seguro. — Sacudió sus hombros como si pudiera sentir la presencia de los peces, incluso ahora. Lo observé mientras se lanzaba de una historia a otra. Algunas de los buceos. Otros de pesca en alta mar. Cada historia era sobre algo horrible que ocurrió, algún encuentro casual o equipo defectuoso que podría haber dejado muertos o heridos. Durante todo este tiempo, esperaba oír algún comentario arrogante acerca de cómo sólo un experto podría sobrevivir a esas experiencias, pero la arrogancia nunca llegó. En cambio, habló de cada instancia con respeto, admitiendo su miedo, como si se inclinara ante el océano y sus criaturas, no al revés. —¿Tu papá nunca salía contigo y tu hermano?

La mandíbula de Preston se tensó. —Solía hacerlo cuando éramos más jóvenes. Él está enfocado en el trabajo ahora. Empecé a preguntar más cuando llegamos a Waterfront Park. Preston estacionó la camioneta y se dio la vuelta para agarrar las cañas, así podría salir sin tener que agacharme. Llevaba las dos cañas en una mano y cogió una pequeña caja de carnada en la otra, luego se dirigió hacia el muelle Vendue Wharf, el lugar más popular en el parque. Era el lugar al que me moría de ganas de ir desde mi llegada a Charleston. Me asomé por encima de Preston mientras caminábamos, curiosa por si alguna vez mencioné el muelle. Sus labios se levantaron en las esquinas, como si supiera exactamente lo que pensaba, pero no dijo ni una palabra. Cruzamos el muelle, empapándonos del limpio aroma salado del océano y los sonidos continuos de las gaviotas y las olas. Preston nos detuvo justo antes del final y me pasó una caña. —Aquí tienes.

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Lo miré fijamente, confundida. —¿Qué? —No me detengo por nimiedades. Si vas a pasar el rato conmigo, Pueblo Pequeño, vas a tener que pescar. Tomé la caña. —¿Tienes alguna idea de lo que acabas de decir? Sonrió. —No importa. Funcionó. Luché contra la urgencia de discutir y en su lugar, lo observé colocar el anzuelo por el borde del muelle. Seguí su ejemplo, recordando todo lo que me enseñó antes. Dejé que el agua engullera mi cuerda y luego, lentamente, comencé a relajarme. Por un momento, pescamos en silencio, el rostro de Preston concentrado en algo que no podía ver ni oír. —Así que… ¿sigues viendo a tu terapeuta? La pregunta me tomó por sorpresa, y vacilé, deseando poder decir que ya no veía a Rose, pero sabía que la mentira saldría muy superficial. Tomé una larga respiración y la solté. —La vi ayer. Una vez por semana, aunque me subirá las secciones. —¿Por qué? Suspiré. —Tenía que recitar este poema que escribí hace un tiempo en la clase de hoy. Estúpidamente decidí leérselo a Rose durante la sesión, y bueno, ya sabes el resto. —Por extraño que parezca, se sentía bien sacar la confesión de mi pecho.

Preston se rió. —Debe haber sido un infierno de poema. —Y así como así, la conversación fue cómoda de nuevo. Me encantaba eso de él. Cómo arreglaba incluso el momento más incómodo. —Supongo que sí —respondí, esperando para ver si preguntaría más, pero no lo hizo. —Sabes, apenas he atrapado un pez desde nuestro último viaje. Empecé a preguntarme si eres un amuleto de buena suerte o algo así. —¿Qué, a Meg no le gusta la pesca? Se volteó hacia mí. —¿Quién? Oh… no tengo idea. No la he visto en mucho tiempo. Sonreí. —¿Lo que significa que dejaste de responder sus llamadas y ahora Kara te odia?

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Se encogió de hombros. —Algo así. —Movió su muñeca un par de veces mientras enrollaba la cuerda, su concentración tan fuerte en lo que hacía que me preguntaba cómo manejaba una conversación. —¿Por qué haces eso? —Para que el anzuelo se vea real. Suspiré pesadamente. —No es eso. ¿Por qué dejas a estas chicas después de una semana? Preston dejó de enrollar su carrete e hizo un gesto hacia mi camiseta. —¿Por qué sólo usas camisetas de manga larga? Mierda. Sonrió. —Eso es lo que pensé. Todos tenemos razones de por qué hacemos las cosas, incluso si esas razones parecen una locura para los demás. —Hizo una pausa—. Y no las dejo después de una semana. —Está bien, diez días. —Oye, ahora. Mírate. —Mi sonrisa se ensanchó, y luego volvió a hablar sin mirarme—. Es difícil confiar en alguien cuando te han decepcionado antes, ¿sabes? Prefiero mantener el control, estar por delante de eso. Menos daño de esa manera. Me aclaré la garganta. Era la segunda vez que Preston me revelaba algo. Se merecía que le diera algo a cambio. Tragué saliva. —Mi mejor amiga murió en mayo. Otra vez dejó de enrollar y se giró hacia mí. —Lo siento. —Esperaba que preguntara más, cómo murió, por qué, pero en cambio se acercó un pequeño paso

hacia mí y me concentré de nuevo en el agua, ese paso era una forma de demostrar que le importaba, sin decir una palabra. Pocos entendían que sobrevivir a la muerte de un ser amado no requería palabras. Es necesario el apoyo, a menudo a un metro de distancia, un susurro para hacerle saber que están ahí en lugar de un abrazo. Preston entendía. Entendía muchas cosas. De repente, el viento azotaba a nuestro alrededor, tirando el cabello a mi cara y enviando un escalofrío a través de mi cuerpo. Miré hacia el cielo oscuro, las nubes color gris-oscuro que luchaban por dominar el blanco. Me recordó a la rapidez con que la tristeza podía controlar el estado de ánimo, el alma. — ¿Deberíamos irnos? Parece que est{ a punto de… —Y entonces, antes de que pudiera terminar la frase, el triste cielo se abrió y comenzó a arrojar frías lágrimas sobre nosotros. En cuestión de segundos, estábamos empapados.

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Preston inclinó la cabeza, permitiendo que la lluvia cubriera su rostro, y se rió profundamente, el tipo de sonido que esperabas cuando sucedía algo sorprendente. Algo mucho más sorprendente que estar de pie bajo la lluvia torrencial. —¿Qué demonios estás haciendo? —le grité por encima del estruendo de la lluvia. Me miró, con los ojos encendidos, la pista de la risa todavía escrita en su rostro. —Predijeron un día despejado. Es gracioso, ¿sabes? —Entonces algo cambió en sus ojos, como si recordara algo que estuvo tratando desesperadamente de encontrar—. A veces todo es sólo una suposición, Olivia. La vida. Nos movemos a través de ella, tenemos la intención, lo intentamos. Pero al final del día, como el tiempo, todo es sólo una suposición. No podemos permanecer en el interior durante todo el día, con miedo de la lluvia. Tenemos que vivir. Parpadeé para alejar las gotas que se deslizaban por mis pestañas. — ¿Entonces por qué no tener relaciones? —Tan pronto como las palabras salieron, quise fundirme en la tierra. El significado en eso, la cuestión más profunda, era demasiado. Me sujetó con sus ojos azul-océano. —Tal vez no ha habido nadie a quien valga la pena darle una oportunidad. —Su mirada cayó a mis labios, y de repente mi piel fría y húmeda se encendió. Cálida y segura. Mi cuerpo zumbaba con la necesidad de darle un beso, las palabras golpeaban mi mente una y otra vez: bésame, bésame. Pero entonces un rugido de un trueno sonó, seguido de un golpe seco de un relámpago sobre el océano. —Vamos. Va a empeorar. —Preston agarró las cañas de pescar y la caja de anzuelos, luego tomó mi mano, llevándome en una carrera hacia la camioneta.

Abrió la puerta para mí y entré, mi mente se sentía hecha un lío. Preston se deslizó a mi lado y sacudió su cabello, enviando gotas de agua por toda su camioneta y hacia mí. —¡Oye! —Extendí mis manos para protegerme—. Ya estoy empapada por aquí. —Oh, te gusta eso, ¿verdad? —dijo, inclinándose y sacudiendo su cabello hasta que estuve recubierta en agua. Lo aparté, riendo. —¡Gracias! Ahora tendré que ducharme durante dos horas en lugar de una para calentarme.

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Sus ojos se iluminaron con picardía, y pensé que diría algo coqueto, pero luego su mirada se posó en mi camiseta blanca de manga larga, tan húmeda que se había vuelto casi transparente. Mis mejillas se calentaron al darme cuenta de que podía ver mi sujetador, pero luego me di cuenta que no era donde miraba. Sus ojos se hallaban fijos en mi brazo izquierdo, en las gruesas cicatrices rojas que resaltaban bajo el color blanco. No me atreví a mirarlas. Sabía cómo eran, se veían más como carne molida que piel. Al igual que el maquillaje de Halloween, hecho para hacer que una persona pareciera aterradora. Eran asquerosas. Yo era asquerosa. Sentí una oleada de náuseas y las lágrimas pincharon mis ojos. ¿Qué podía decir? La verdad era demasiado horrible para revelarla. Extendí la mano derecha y cubrí mi bíceps izquierdo, donde se hallaba la peor parte de los daños, y miré hacia adelante. —¿Puedes llevarme de vuelta a Liberty? Preston puso la camioneta en marcha. —Claro. —Manejamos el resto del camino en silencio, sin apartar la mirada de la carretera, la mía luchando para permanecer libre de las lágrimas. No tenía idea de lo que él pensaba, si le daba asco o curiosidad o algo peor. Pero sí sabía una cosa: nunca volvería a usar una camiseta blanca.

12 Traducido por Mel Markham Corregido por Laurita PI

Querida Trisha:

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Hay días en los que me siento vacía por dentro, como un recipiente vacío que espera ser llenado. Miro fijamente mi reflejo en el espejo. Me pellizco el brazo. Escucho el pulso en mis oídos. Y espero por el momento en que pueda volver a sentir. Cada día estoy aterrorizada de que el vacío me consuma hasta que no sea nada, sólo un vacío. Y luego recuerdo que tú te has ido, y en lugar del vacío, me siento enferma y avergonzada. Nunca hay palabras suficientes para expresar cuánto lo lamento. Olive.

13 Traducido por Anty Corregido por Adriana Tate

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—Está decidido. Me voy a cambiar de carrera. Ya está listo. Renuncio. — Kara dejó caer la cabeza contra su libro de química y suspiró—. Quiero ser una psicóloga clínica. ¿Por qué necesito química? —se quejó. Nos encontrábamos sentadas en el pasillo en pijama un jueves por la noche, viendo como la mitad de las chicas en nuestro piso se preparaban para salir. Kara tenía un examen al día siguiente, y aunque técnicamente yo no tenía nada que hacer, sí necesitaba el tiempo de estudio adicional para un examen masivo de Civilización Occidental la semana siguiente. La verdad era que tomé todas las precauciones para evitar a Preston desde que le revelé accidentalmente mis cicatrices. Nos vimos sólo unas pocas veces de paso, él viniendo a recoger a Kara o en biología, donde fingí intenso interés en mis apuntes para evitar la conversación. Me sentí humillada más allá de la creencia, y la forma en que actuaba incómodo cada vez que me veía me demostró mi mayor temor: cualquiera que me viera sin camiseta correría en la dirección opuesta. La peor parte era que no lo culpaba. Aun así, esperaba que pudiera pasar por alto lo que vio, o al menos fingir que no le importaba. En cambio, me evitaba tanto como yo lo hacía. Suspiré ante el recuerdo y miré detenidamente a Kara. Ya llevábamos varias semanas en el semestre, y Kara pasó de la emoción por sus clases a tenerles terror más rápido de lo que podría tratar de identificar el problema. Dijo que quería ser una psicóloga clínica, pero odiaba todas sus clases. Seguramente eso debería ser una señal o algo. —¿Es sólo química? —le pregunté. —Y biología, aunque soy un poco mejor en biología. —Se pasó los dedos por el cabello y miró fijamente la pared vacía frente a nosotras en una profunda reflexión, luego se quejó en voz alta—: Lo que sea. Yo puedo hacer esto. No voy a

dejar que unas cuantas clases maten mi confianza. ¿Cierto? —Me miró, esperanzada. —Cierto. Por supuesto. Además, todavía tienes la mitad del semestre para dominar todo. Su ánimo decayó. —La mitad de un semestre. Dios, nunca voy a sobrevivir a esto. —Echó la cabeza hacia atrás contra la pared y luego se puso de pie, estirando los brazos de par en par—. Voy a llamar a Ethan realmente rápido. Ya regreso.

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Asentí y ella desapareció dentro de la habitación. Esperé hasta que se fue y saqué mi teléfono para comprobar si tenía mensajes de texto y correos electrónicos, secretamente con la esperanza de encontrar uno de cierto pescador, pero no tenía nada. Sabía que no debería querer a un chico que se desilusionara tan fácilmente, pero no podía evitarlo. Todo sobre Preston me atraía. Su fácil naturaleza. Su falsa arrogancia. La amabilidad que revelaba cuando pensaba que nadie lo observaba. Quería conocerlo. Realmente conocerlo. Y ahora… Kara salió y se sentó a mi lado, con la cara pálida, los labios fruncidos con fuerza. No podía decir si quería gritar o llorar. —¿Estás bien? Negó con la cabeza. —No… no lo sé. Quiz{s. Yo… no, él no podría. —Ve más despacio. ¿Qué pasó? Kara negó con la cabeza de nuevo y se giró hacia mí, con los ojos muy abiertos, como si tuviera miedo de decirlo. Como si decirlo lo haría realidad. —Kara, ¿qué pasa? —Llamé a Ethan y escuché a una chica en el fondo. Una chica. Quiero decir, podría ser cualquier cosa, ¿verdad? —Totalmente. Oh, no dejes que esto te moleste. Probablemente se encontraba allí con uno de sus compañeros de cuarto. Él tiene dos, ¿no? O podría haber sido una compañera de estudio o simplemente una amiga. O tal vez tenían una fiesta. Quién sabe. Podría ser cualquier cosa. —O podría estar follando a esta chica en este mismo segundo. Demonios, podría estar follando a muchas chicas. Oh, Dios mío. —Apretó los ojos con fuerza, y alcancé su mano. —Oye. No hagas esto. Es Ethan. Confías en él. Tú lo amas. Abrió los ojos y me miró fijamente, con lágrimas acumulándose en ellos. — Confío. Realmente lo hago. —Entonces eso es todo lo que importa. Tienes que confiar en él, Kara.

Asintió. —Lo sé. Esto es tan difícil. Nunca pensé que sería así de difícil. —¿Cuándo va a venir de nuevo? Sonrió, secándose las lágrimas que se derramaron. —El próximo fin de semana. —¡Ves! Todo está bien. Él va a estar aquí y te vas a olvidar de por qué te preocupas. Miró el teléfono en sus manos, asintiendo nuevamente. —Tienes razón. ¿Crees que debería volver a llamarlo? Me encogí de hombros. —Eso depende de por qué lo estás llamando. Si quieres hablar con él, seguro. Es tu novio. Deberías llamarlo siempre que lo desees. Si es para comprobar la cuestión de la chica, entonces no. Simplemente te va a volver loca si la oyes de nuevo.

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Soltó un suspiro y se apoyó contra la pared, dejando caer su teléfono a su lado. —No pensé que fuera a ser de esta manera. —¿Te refieres a Ethan? —No, a la universidad. Es difícil. Y estar en una relación a larga distancia sólo hace que sea más difícil. No sé qué hacer. Lo amo… Simplemente no estoy segura si lo amo lo suficiente como para sufrir cuatro años como este. —Bueno, no tienes que tomar esa decisión esta noche. Sólo espera, te sentirás mejor después de que lo veas. Flexionó las manos, luego apiló sus libros y apuntes. —Olvídate de esta mierda. Necesito un trago. —Entonces me miró detenidamente con su sonrisa de Kara-planificando-problemas—. Sé de una fiesta en esta misma calle. Podríamos caminar. Suspiré. —No lo sé. Tengo este… —Oh, no. Sé que tu examen no es hasta la próxima semana. Y sabes que ya has memorizado cada detalle. Es jueves por la noche. Vamos a salir. —Entrelazó los dedos debajo de su barbilla—. Por favor. —Está bien, pero no me voy a arreglar.

Veinte minutos después, Kara y yo subíamos las escaleras hasta el apartamento donde Rena le dijo que se celebraba la fiesta. La música salía a través de la puerta, y al instante me sentí retroceder a esa noche. Escuché la risa de Trisha en mi cabeza, sentí los brazos de Matt alrededor de mi cintura. De repente, mis rodillas empezaron a temblar. Sacudí la cabeza para tratar de despejar la sensación, pero allí estaba, aferrada a mi hombro, agobiándome. No había bebido alcohol desde esa noche, pero de repente ansiaba una bebida, desesperada por librarme de la culpa, aunque sólo fuera por una noche. Kara entró delante de mí y gritó casi de inmediato. Entré, esperando ver a Rena, y en su lugar me encontré a unos metros de Preston y una rubia de piernas largas que parecía que debería estar en la portada de la revista Marie Claire, no pasando el rato en una fiesta universitaria. Esa idea de la bebida se fue volviendo más y más atractiva.

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Los ojos de Preston aterrizaron en los míos y luego se alejaron rápidamente. Mis mejillas ardían mientras los pensamientos giraban en mi cabeza. ¿Se imaginaba mis cicatrices en ese instante? Kara corrió hacia Preston y lo abrazó, lo que provocó que la rubia la mirara con evidente molestia. Preston se apartó e hizo un gesto entre las chicas. —Kara, te presento a London. London, Kara. —Entonces sus ojos se fijaron en mí, a través de mí—. Y te presento a Olivia —dijo, las palabras bajas y profundas como si tuvieran un significado diferente. Mi corazón se aceleró mientras estudiaba su expresión, en busca de algo que me dijera lo que podría significar el decir mi nombre de tal manera, pero no encontré nada. Me decidí por la lástima y volví a mirar a Kara, que nos miraba con las cejas levantadas. —Así que, sí… Voy a buscar una cerveza. Sé que no… —También tomaré una. Lo que sea que vayas a tomar —interrumpí. Su rostro se iluminó. —¿En serio? ¿Vas a beber? —Le lancé una mirada, y ella retrocedió, con las manos en alto—. Está bien, entonces. Dos cervezas. ¿Alguien más? ¿No? Bueno. Vuelvo enseguida. Kara desapareció en el apartamento atestado de gente, y mis ojos y oídos empezaron a concentrarse en las cosas, cosas que no quería ver ni oír. Un juego con la mesa de ping-pong en la esquina. Pink Floyd a todo volumen en los altavoces. De repente, me sentí retroceder de un tirón a esa noche. Subí las escaleras para encontrar a Matt, dejando a Trisha atrás. Él se encontraba en la salón de entretenimiento de Parker, El mago de Oz reproduciéndose en silencio en el televisor gigante, Dark Side of the Moon de Pink Floyd contando una historia diferente a las palabras en la película. Media docena de nuestros compañeros de

clase se encontraban drogados en las butacas de cuero, delirando mientras la canción y la película se mezclaban hasta que fue como si estuvieran coreografiadas, una para la otra. Me senté en el regazo de Matt en el fondo del salón y me pasó el porro. Había fumado un montón de veces antes. Era cómodo, seguro. O eso fue lo que pensé. Tomé una calada, luego dos, y luego… —Entonces, ¿cómo conocen a Preston? Mi mirada se apartó de la mesa de ping-pong, las palabras sacándome del inicio de una pesadilla. —Disculpa, ¿qué? —Oye… ¿est{s bien? —Preston se acercó lentamente hacia mí, y di un paso atrás, con las manos temblando. —Sí, bien.

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Preston comenzó a preguntar más, cuando Kara se acercó con nuestras cervezas. Cogí un vaso de su mano, sin tomarme el tiempo para preguntar cuál podría ser el mío, y me lo bebí. Sólo por una noche, no quería sentir, ni pensar. Necesitaba olvidar. Por favor, Dios, ayúdame a olvidar. Aspiré una bocanada de aire mientras terminaba la cerveza, con la lengua hormigueante y helada. —¿Dónde está el barril? Las cejas de Preston se juntaron. —Pensé que no bebías. —No lo hago. —Me abrí camino más allá de él y de la multitud de gente, agradecida de que Pink Floyd fuera reemplazado con algo más optimista. Me dirigí a la fila de gente esperando para salir, asumiendo que el barril tenía que estar en el balcón. Una mano se aferró a mi muñeca, tirándome suavemente justo cuando me encontraba a punto de salir. Me di media vuelta, dispuesta a dejar que el asqueroso captor me tuviera, y miré directamente a los ojos de Preston, infinitos como el mar. Vaciló, considerándome, luego soltó mi muñeca y cogió un vaso al lado de la puerta. —También voy a tomar uno —dijo, haciéndose a un lado para que pudiera salir primero. Asentí sin decir nada y salí al balcón, preguntándome por qué me siguió. Preguntándome en qué pensaba. Tomó el vaso de mi mano y lentamente lo llenó de cerveza, y luego me lo dio. Esta vez, la necesidad de ahogar mis miedos y emociones desapareció, reemplazada por la comodidad y la calidez que siempre sentía a su alrededor. Bajé la mirada hacia el vaso y tomé un pequeño sorbo. —¿Por qué me evitas? —preguntó. Mis ojos se encontraron con los suyos. —No te estoy evitando. Tú me estás evitando.

Levantó las cejas y sus labios se curvaron. —Obviamente. Por eso te seguí hasta aquí afuera. Para evitarte. Pensé en las pocas veces que vi a Preston desde que vio mis cicatrices. ¿Era yo la que lo evitaba? —No estoy tratando de evitarte —le dije. —Bueno. ¿Entonces por qué estás tomando? Ni siquiera te gusta la cerveza. —No sabes eso. Podría encantarme. —¿Te encanta? —No. Dio un paso hacia mí. —Exactamente. Esta no eres tú. ¿Qué pasó? Negué con la cabeza. —¿Qué sabes tú de mí?

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—Sé lo suficiente para saber que quiero saber más. Levanté la mirada, pero entonces mi mirada se desvió a London, quien salía y se acercaba a nosotros. Me pasé la mano tímidamente por encima de mi cabello y tomé otro trago de mi cerveza. —Tienes compañía. —La señalé, y él se dio la vuelta, maldiciendo. —Oye, ¿a dónde fuiste? —preguntó mientras se paraba a su lado, uniendo su brazo con el suyo. Preston hizo un gesto hacia mí. —Simplemente hablábamos. ¿Qué pasa? — Escuché el rechazo en su tono, pero a London o bien no le importaba o había tomado demasiado como para darse cuenta. Se acercó más a él y le susurró al oído antes de besar su cuello. Cerré los ojos un instante, la calidez que sentí antes fue sustituida por hielo. —Voy a ir a buscar a Kara. Nos vemos. —Corrí hacia el interior, en busca de una habitación a otra, dispuesta a suplicarle a Kara que caminara conmigo de regreso a Liberty, cuando alguien gritó desde la sala de estar—: ¡Policías! Mierda. Miré alrededor frenéticamente por un lugar para dejar mi cerveza y luego me di cuenta que no tenía importancia. Se podía oler en mi aliento. Pero seguro que no te podían arrestar por oler solamente, ¿verdad? ¡Maldita sea! Gente empujaba más allá de mí, regresando a una de las habitaciones al final del pasillo para ocultarse, y luego una voz familiar me susurró al oído—: Ven conmigo. — Preston tomó mi vaso y lo dejó en el lavabo del baño mientras me llevaba a la habitación al final del pasillo. Más y más personas entraron en masa detrás de nosotros, empujando y riendo, luego alguien apagó la luz y la habitación se quedó

en silencio. Traté de reconocer a alguien en la oscuridad, pero no había nada, ni una sola luz para guiarme. Luego, alguien encendió un fósforo y mi cuerpo se estremeció, mis ojos se enfocaron en el movimiento del amarillo, el naranja y el rojo. —¡Apaga eso, idiota! —gritó alguien, y luego una vez más, nos quedamos en la oscuridad, pero el daño ya estaba hecho. Vi el fósforo en el fondo de mi mente, encendiendo el recuerdo, construyéndose, las llamas y el humo y los gritos. Traté de inhalar, traté de calmar mis manos temblorosas. Oh, Dios.

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—Shh, te tengo. —Preston puso sus manos en mis caderas y me atrajo hacia él, su cabeza junto a la mía, susurrando una y otra vez que todo iba a estar bien. Enterré mi cabeza en su pecho, sin saber qué más hacer, y apreté los ojos con fuerza, pero todo lo que podía oír era la voz de Trisha, sus gritos mientras yo salía a tropezones, y luego el horrible sonido de vigas rompiéndose mientras la casa sucumbía al fuego. Quería entrar de nuevo… debí haber entrado de nuevo. Abrí la boca para decir algo, pero no podía alejarme del recuerdo. Como si estuviera allí de nuevo, tosiendo por el humo, gritando mientras el fuego quemaba mi ropa, luego mi piel. Más tarde, en la sala de emergencias, tuvieron que cortar mi camisa para llegar a lo peor de mis quemaduras. No tenía ni idea de cómo salí de la casa. Recuerdo agarrar el porro de Matt, oler el humo, y luego la ráfaga de alivio cuando me dirigí afuera. Perdí a todos los que me importaban en una noche, en un sólo momento de debilidad. —Estás temblando. Asentí contra el pecho de Preston, y apretó sus brazos a mí alrededor, acercándome aún más. Sabía que lo que fuera que sospechaba de mí antes voló por la ventana en este loco acto, pero no podía hacer nada al respecto ahora. Lo necesitaba demasiado como para alejarme. Pasó las manos por mi espalda y luego las trasladó a mi cara, acunando mis mejillas mientras levantaba mi cabeza. Mi visión se ajustó a la oscuridad, y nuestros ojos se encontraron. El mundo desapareció a mí alrededor, todo pensamiento sustituido por Preston y su aseveración sin palabras de que todo iba a estar bien. En ese momento, se convirtió en mi salvavidas, evitando que me ahogara. Ayudándome a respirar de nuevo. Acercó la cabeza hacia la mía, con su aliento de menta cálido en mi cara. Me calmé, expectante, esperanzada, segura de que podría perderme en él si me lo permitiera. Pero entonces alguien abrió la puerta de la habitación y encendió la luz, anunciando que no había moros en la costa. Los policías se fueron.

Preston se alejó de mí y se pasó una mano por el cabello, exhalando lentamente mientras miraba alrededor, sus ojos en todo menos en mí. Consideré acercarme o correr fuera de la habitación. Ambas opciones se sentían igualmente correctas. Y fue entonces cuando me di cuenta de la persona que se encontraba a nuestra izquierda. London. Tenía los brazos cruzados sobre el pecho y la expresión de su rostro era una combinación de ira y decepción. Preston se enfocó. —Hola —dijo, tan tranquilo como siempre. Ella entrecerró los ojos. —Pensé que no salías con nadie. —No lo hago —dijo, sin apartar la mirada de ella. De repente mis mejillas se calentaron y mi interior se sentía hueco y débil. Él decía la verdad. No estábamos saliendo. No éramos nada. Entonces, ¿por qué sus palabras cortaban tan profundo?

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—Oye, ahí estás —dijo Kara, entrando en la habitación. Entrelazó su brazo con el mío—. Eso fue una locura. Quedé atrapada en el baño con unos fumadores. Te lo juro, voy a tener que bañarme en lejía para sacarme el olor. ¿Estás lista para irte? Asentí rápidamente. Demasiado rápido. —Síp. Lista. Se detuvo para mirarme, y negué con la cabeza sólo un poco. El código de chicas para ‚te diré luego”, pero por supuesto que no lo haría. Este era Preston, el mejor amigo de Kara, y no importaba lo que dijera, él siempre vendría primero. Tomaría su lado, lo defendería. No podía decirle nada. No podía decirle nada a nadie. Excepto a Rose. Me encogí ante la constatación de que mi terapeuta se convirtió en la única persona con la que podía hablar. —Está bien, entonces. Hasta luego, Pres —dijo, dándole un abrazo. Y entonces como una cobarde, la seguí fuera de la habitación sin mirar hacia atrás.

14 Traducido por vals <3 Corregido por Karool Shaw

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—Explícame esto lentamente —dijo Rose—. ¿Te gusta este chico, pero aun así corres como si él fuera alguna clase de leproso infectado durante los días de plaga? —Sacudió la cabeza—. ¿Me estoy perdiendo de algo? Explícamelo de nuevo. Suspiré fuertemente y enterré la cara en mis manos. Habían pasado cuatro días desde que escapé del apartamento con Kara, dejando a Preston atrás, aun así todo en lo que podía pensar era en ese momento, los dos rodeados de oscuridad, una carga eléctrica en el aire. Me sentí poderosa y vulnerable al mismo tiempo. Y ahora… —Tendrás que hacerlo mejor que gruñidos y fuertes suspiros de injusticia. Estás embarcada en la adultez. Nosotros usamos las palabras. —Rose tomó una larga calada de su cigarrillo y lo puso en el cenicero de marfil que guardaba en su escritorio, dándole un golpecito para sacudir el exceso de ceniza. Sus ojos conocedores me observaban, esperando. —Creo que preferiría hablar sobre el incendio que de mi desastrosa noche con Preston Riggs. —Puedo notarlo —dijo Rose, apuntándome—. Cada vez que dices su nombre, lo dices completo. Preston Riggs. Un experto podría decir que es sugerente. Como si lo estuvieses manteniendo bastante lejos de ti. Pero, por supuesto, no soy un experto. Salí de mis manos y miré a Rose. —¿Piensas que siento que él es demasiado bueno para mí? —¿No lo haces? —¡No! Él es… —Sacudí la cabeza—. Es el mejor amigo de Kara y lo conozco desde hace como un mes. Él es complicado. La última cosa que necesito.

—Ajá. —¿Qué? —Nada. Así que regresemos a esa noche. Tenía la impresión de que Rose averiguó algo acerca de mí a pesar de que no decidí revelárselo. Vacilé, mirándola con una ceja arqueada, pero no soltó nada. En su lugar, alcanzó detrás de su escritorio una silla y sacó una caja negra de recuerdos. La caja no era más larga que una caja de zapatos, su exterior brillaba bajo la centelleante luz de la oficina de Rose. Caminó hacia mí rápidamente y colocó la caja a mi lado, entonces se movió hacia la silla enfrente del sofá, su comportamiento era rígido de repente.

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Habíamos pasado las últimas sesiones trabajando en esa noche, minuto a minuto, recuerdo a recuerdo. Se sentía lento, doloroso, revivirlo de esta manera, pero Rose se negaba a hacerlo rápido. Decía que quería que me moviera en eso hasta que me sintiera cómoda. Hablé sobre jugar en la mesa de ping-pong por una sesión entera, lo que se sentía tan estúpido, pero al final, Rose tenía razón. Me sentía bien con ello. Por ese momento al menos. Miré la caja nuevamente. —¿Qué es eso? —pregunté. —Ah, ves, esa pregunta me dice que eres cautelosa. Algunas personas abrirían la caja para ver lo que hay dentro. Escoges preguntar. Es más seguro. Quiero que logres pasar la zona segura. Con esta caja… y con los nuevos amigos que conozcas, incluido EL Preston Riggs. Mis ojos parpadearon hacia los suyos. Luché contra la urgencia de repetir mi pregunta, pero algo me dijo que no me respondería eso o cualquier otra pregunta acerca del contexto de la caja. Si quería saber, debía confiar en ella y abrirla. Miré el largo reloj detrás de su escritorio, escuchando mientras hacía tic-tactic-tac más cerca del final de nuestra cita. Quedaban quince minutos más. El sonido en la calle era calmante para una temprana mañana y me pregunté si el reloj estaba malo y quizás era más tarde, lo que significaba que debía haberme perdido mi primera clase. —¿Qué hora es? Los ojos de Rose me perforaron. —Sabes qué hora es. Tragué duro, rehusándome a mirar la caja. El olor del cigarrillo de Rose golpeó mi nariz, duro y ardiente, y regresé al momento, mis ojos entrecerrados así podía verme tendida en el suelo del cuarto de Parker con Claire, cantando: Porque, porque, porque, porque, porque junto con Dorothy. Todo era tan hermoso. Forcé mis ojos a abrirse, reacios a ver lo que pasaba posteriormente. —¿Y si no quiero abrirla? —pregunté, mi voz apenas un susurro.

Rose se inclinó. —Entonces no lo haces. Hoy. Pero tu tarea es encontrar el coraje para abrirla. Puedes hacer esto, Olivia. Y cuando lo hagas, estarás bien en tu camino a la curación. Asentí, mis ojos de regreso al reloj. ¿Cómo solo habían pasado dos minutos? —De acuerdo, ahora volvamos a esa noche —dijo Rose, recostándose en su silla—. Estabas en la casa y te detuviste para hablar con Claire. Respiré. —Sí. Claire. —Vi su cara en mi mente, todo el humor y felicidad. Dios, ¿por qué no la abracé en ese momento? ¿Por qué no le dije que era más que solo la tercera en nuestro grupo, como había dicho que se sentía? Era el pegamento que mantenía al grupo unido cuando Trisha y yo peleábamos. Mayormente por Matt.

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Crucé las piernas debajo de mí y miré dentro de la oficina. —Claire quería ir a encontrar a Parker. Él andaba distante últimamente y temía que estuviese engañándola, aunque lo dudaba, y se lo dije. Le dije que era probable que estuviera en el piso de arriba con Matt, que viniera conmigo. —Caminamos alrededor de algunas parejas sentadas en las escaleras y fuimos al cuarto de Parker… —dije, continuando—, el olor de la marihuana me golpeó la nariz tan pronto como abrí la puerta. Una persona cuerda habría ido en otra dirección, pero yo era Olivia Warren y salía con Matt. Ahora, no puedo creer la estupidez de todo; era la reina y Matt era el rey. Me rehusé a dejar salir mis dudas sobre él, incluso con Trisha. Incluso cuando las drogas se volvieron más importantes que yo. —Parpadeé para mantenerme enfocada. —Así que, ¿te sentías insegura sobre Matt? —preguntó Rose. Suspiré. —No lo sé. Tal vez. Había estado con él por tanto tiempo y mis padres lo amaban. Para mí, no existía otra cosa… sólo Matt y Olivia. Rose asintió. —De acuerdo, entonces sigue. ¿Qué pasó después? —Bueno, Parker y Matt se hallaban en la parte de atrás del cuarto, fumando un porro. Nos llamaron con la mano, y recuerdo estar sentada en el regazo de Matt, orgullosa de ser su novia. Siempre estuve orgullosa de estar con él. Me gustaba lo que éramos, y la forma en que todas las demás chicas de la escuela me miraban como si desearan ser yo. De todos modos, Matt me entregó el porro y tomé dos caladas, luego tres y entonces todo se volvió confuso. Claire bailaba y cantaba, pero era como si estuviese bajo el agua. Como si en realidad no pudiera verla ni escucharla. Y entonces… —Mi cuerpo se sacudió mientras recordaba fumar, toser, sintiéndome segura de que moriría. Abrí la boca para decir más, pero no pude hablar. Todo lo que pude hacer fue sentarme ahí, temblando, mis ojos

cerrados tan fuerte que no me percaté que Rose estaba a mi lado, sus brazos rodeándome hasta que habló en mi oído. —Es suficiente por hoy, Olivia —dijo—. Respira. Aspiré una bocanada de aire, forcé a mis ojos a abrirse y me enfoqué con todas mis fuerzas en el pajarito que sobresalía del reloj de Rose, diciéndome que la sesión había terminado. Conté cada llamada que hizo y entonces lentamente mi respiración se volvió estable y mi pulso regresó a la normalidad. Rose alcanzó un pañuelo y me lo pasó. Ni siquiera me di cuenta que lloraba. —Gran trabajo hoy —dijo. Me levanté cuando estuve segura de que lograría mantenerme en pie sin caerme. Mis manos aún temblaban, pero me sentía mejor. Inhalé, y luego caminé hacia la puerta, cuando Rose me llamó.

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—Estás olvidando tu tarea. Me volteé para ver la caja que seguía sobre el sofá. —Tal vez podría… Caminó hacia mí con la caja. —Te la llevarás. E intentarás abrirla. Hice una mueca mientras la agarraba con una mano. —Bueno. Pero deberías saber que no me gustas mucho en este momento. Sonrió. —Vaya, y yo que pensaba que nos volvíamos amigas. Ten un buen día, Olivia. —Sí. Genial.

Cerré la puerta de Rose detrás de mí, la caja de recuerdos en mi mano como una maldición, quemando mi palma, hormigueando en mi antebrazo. Las sesiones como esta me hacían preguntar si me gustaba Rose o la odiaba. Caminaba por la acera cuando escuché la bocina de un auto desde mi izquierda. Miré, esperando encontrar dos conductores riéndose, pero en su lugar vi una camioneta negra estacionado en la calle justo al lado de la oficina de Rose. Miré la caja en mi mano, brillante y negra, y después la camioneta. ¿Cuáles eran las probabilidades? Dos brillantes y negros objetos llenos de amenazantes cosas que no me sentía lista para explorar.

Seguí caminando, esperando equivocarme sobre la camioneta —y su amenazante cosa— cuando Preston salió y trotó hacia mí. —Oye —dijo, sus ojos ocultos de nuevo por sus lentes de sol azules. En lugar de su usual bandana, usaba una gorra de béisbol y una camisa manga larga verde oscuro unida a unos desgastados y descoloridos pantalones. Su cabello marrón rojizo se curvaba por los bordes de la gorra, negándose a ser contenido. —Oye —respondí finalmente, dándome cuenta de que no solo lo observaba, me lo estaba comiendo con los ojos. Muy sutil, Olivia. Eché un vistazo detrás de él, a las ventanas de la oficina y consulta de Rose. Tenía la certeza de que ella se encontraba ahí, espiando por las cortinas, sonriendo de un modo que decía te-lodije. Rodé mis ojos y me enfoqué en Preston otra vez—. ¿Qué estás haciendo aquí?

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Metió las manos en sus bolsillos y se mordió el labio, mientras lo contemplaba, entonces dijo—: No sabía cuándo vendrías a verla, así que me imaginé que programarías tu cita para el lunes. Sacarlo del camino y todo eso. Es lo que yo haría. De cualquier manera, después del jueves… pensé que podrías…

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Liberé una lenta respiración. Dios, ¿podía esto ponerse peor? —Oh. Comencé a odiar el Mago de Oz después del incendio; la música, incluso la mención del título me producía un sudor frío. Pero de repente deseaba ser Dorothy y poder agarrar un par de zapatillas rubís que me llevaran lejos, muy lejos de Preston y este incómodo momento. —Te ves mejor hoy —dijo, asintiendo hacia mi cara, la cual imaginaba se veía de seis diferentes tonos de rojo en este punto. —Estoy bien. Mira… —¿Qué hay en la caja? Bajé la vista a la caja como si fuera veneno en mi mano. —Rose me dejó tarea. —Oh, ¿en serio? ¿Qué es? —No lo sé. Tengo miedo de mirar. —Cerré mis ojos lentamente, odiando la patética chica en la que me convertía frente a él, pero de alguna manera, con Preston no sentía esa natural urgencia de cubrir mis miedos e inseguridades. Podía ser yo misma a su alrededor, porque sabía que podía ver a través de las mentiras. Como si ya supiera que diría incluso antes de que pensara en mi respuesta. Preston tomó la caja de mi mano, poniéndola bajo su brazo. —Vamos. Te llevaré de vuelta a Liberty.

—¿Qué hay con London? —Las palabras salieron tan rápidamente que ni siquiera tuve tiempo de registrar lo que sugerían. Preston tartamudeó, claramente tomado por sorpresa. —¿Uh, qué pasa con ella? —Me arqueó una ceja, sus labios levantándose una fracción de centímetro. Pero eso era suficiente. Sabía que significaba la pregunta. ¡Maldición! —No lo sé. Parecía… incómoda. Ya sabes, el jueves. —Dios. No parecía borracho en la fiesta. Tal vez no recordaba lo que pasó. O tal vez no creía que la manera en la que estábamos, con sus palmas cubriendo mi cara y su cuerpo presionado contra el mío, fuera inusual o íntimo. —Oh, cierto. Ella está bien.

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Estreché los ojos. Parecía intencionalmente sospechoso, lo que significa que todavía hacía lo que sea que hiciera con las chicas. Sentí mi resolución fallar ante ese pensamiento y miré detrás de mí para ver a Rose levantando dos pulgares en mi dirección. Cerré mis ojos y sacudí la cabeza, derrotada. —Bueno. Me montaré en tu maldita camioneta. Preston sonrió y comenzó a responder, pero entonces su mirada se desvió hacia la oficina de Rose, sus cejas se alzaron. —¿Esa es tu terapeuta? Caminé a su alrededor hacia la camioneta. —Sí. —Me está saludando. Suspiré. Por supuesto que sí. Gracias, Rose. Si alguna vez vuelvo a hablarte, voy a convertirte en uno de esos fantasmas que tanto amas. —¿Nos vamos a ir o no? Me deslicé dentro de la camioneta, esperando mientras Preston se detenía fuera de su puerta para ver si Rose aún lo observaba. Levantó su mano y saludó, y yo enterré la cara en mis manos. Iba a necesitar una medicación más fuerte para sobrevivir esta humillación. Maldita Rose y sus intenciones. Sabía que solo quería que confiara en otras personas, que diera un paso fuera de mi ‚zona de seguridad,‛ pero íbamos a tener que hablar sobre sus métodos. Preston finalmente se deslizó a mi lado y me pasó la caja. —Esto es brillante. —¿Qué cosa? —La caja —dijo, asintiendo—. ¿Ya te has imaginado lo que hay adentro? —No. Pero estoy bastante segura que tiene que ver con algo que no quiero saber. —Me imaginé cosas de mi cuarto o pequeños objetos de cada uno de mis amigos o recortes de noticias que informaran sobre el incendio.

Miró la caja. —Apuesto a que está vacía. Ella parecía divertida. Tal vez está jugando contigo. —No soy tan afortunada. —Entonces, apuesto a que es… —Golpeteó sus largos dedos índices contra el volante, llamando mi atención, haciéndome recordar cómo se sentían contra mi piel—. Arañas falsas. —¿Qué? Ella no me daría una caja de arañas falsas. ¿Quién hace eso? Es estúpido. Se rió. —Está bien, entonces tú adivina. Sacudí la cabeza. —No lo sé. —Inténtalo. —No puedo. No lo sé.

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—Dios, deja de ser una niña y haz una maldita suposición.

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—¡Eres irritante! Y me ofendes. No estoy siendo una niña. —Entonces demuéstralo y adivina. Haz una buena. Sacudí la cabeza nuevamente, pero esta vez sonreí. —De acuerdo. Apuesto a que la caja está llena de gusanos, de esos blandos y pegajosos. —¿Qué tipo? Porque si estamos hablando de Strike King 1, entonces tal vez podría… —Fue por la caja y aparté su mano de un manotazo, riendo. —¡Oye! Encuentra tu propia caja loca. Agarró mi mano mientras golpeaba la suya, sus dedos deslizándose por mis nudillos, luego por la punta de mis dedos antes de liberarla. De repente, el aire en la camioneta se sentía espeso, el espacio entre nosotros era pequeño. Tragué duro, deseando poder preguntarle que ocurría entre nosotros, pero no sabía si quería escuchar la respuesta. Por ahora, me sentía a salvo en mi mundo soñado, donde podía imaginar a Preston queriéndome sin tener que arriesgar mi corazón. Sabía que eventualmente empezaría a salir de nuevo, sentir de nuevo, pero por ahora prefería jugar con un sueño. Lo cual creía era exactamente lo que Rose quiso decir con su estúpida zona segura.

Marca de carnadas para pesca.

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Llegamos a Liberty y dijimos adiós, todo el camino mi corazón saltó en mi pecho, rogándome que me quedara un poco más. No podía evitar la realidad. Podía fingir. Pero ya no podía negarme la verdad a mí misma. Me había enamorado de Preston Riggs.

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15 Traducido por CrisCras Corregido por Laurita PI

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La noche del viernes llegó después de una semana horrible, con tres exámenes y dos trabajos de investigación, los cuales me hicieron desear reconsiderar mi carrera. Me metí en el elevador en Liberty luego de mi última clase y descendí por el pasillo, contenta de ver la luz de mi dormitorio apagada, así podría tomar una muy merecida siesta. Abrí la puerta sólo para escuchar un grito seguido del roce de las sábanas en la cama de Kara. Mis ojos se dirigieron hacia allí, y luego también me encontré gritando, cerré mis ojos mientras me daba la vuelta. —¡Oh! ¡Lo siento! Kara y yo habíamos sido compañeras durante meses, pero me las arreglé para no verla accidentalmente desnuda… hasta ahora. Supongo que Ethan llegó un día antes. ¡Qué asco! Me apresuré a buscar el pomo de la puerta, mis ojos todavía cerrados, justo cuando Kara me dijo que me detuviera. —Est{ bien. Nosotros no… no es… ahora nos vestimos. —Oh, está bien. Simplemente iré a buscar algo de comer en el piso de abajo. Ustedes dos pueden… ya sabes, lo que sea que estuvieran haciendo. —Oh, Dios mío. Salí y empecé a caminar por el pasillo cuando Kara me llamó. Me di la vuelta lentamente, avergonzada y celosa a partes iguales. ¿Dónde se hallaba mi chico? En cambio, llegué a obsesionarme con un chico que se negaba a comprometerse. Brillante, Olive. Realmente brillante. —Uh, oye —dije—. Lo siento por eso. Pensé que él llegaba mañana. Una tímida sonrisa de felicidad se extendió por su rostro. —Sí, vino antes. Lo siento, debería haber puesto una señal o… no lo sé. Encontraremos un sistema. —Se rió—. Pero quería detenerte antes de que te marcharas. Planeamos ver una película más tarde. ¿Quieres venir? Me encantaría que llegaras a conocer mejor a Ethan. Tal vez podríamos comer antes o tomar un café después. Algo así.

Asentí, imaginando la incómoda conversación entre nosotros. Así que, yo soy Olivia. Te vi desnudo antes. Sí… bonito tatuaje el de tu espalda. ¿Era un águila? Oh, un cuervo. ¡Genial! —Suena divertido. ¿A qué hora?

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Tres horas más tarde, me encontré caminando hacia el cine para reunirme con Kara y Ethan. Lo había organizado para que Taylor se encontrara allí conmigo, esperando que no se tomara la película demasiado en serio. Tenía la sensación de que Taylor no se tomaba nada demasiado en serio, lo cual funcionaría bien para mí esta noche. Lo último que quería era ser la tercera rueda con una pareja que apenas se veía. Sólo podía imaginar las muestras de afecto en público que me vería obligada a soportar. Y sólo conocía a dos chicos: Taylor y Preston. No existía ninguna maldita posibilidad de que fuera a llamar a Preston. Rodeé la esquina hacia el cine y me detuve en seco. Acurrucados justo antes de la fila para los tickets se encontraban Kara y Ethan. Junto a ellos estaba Taylor, hablando tan animadamente como siempre. Y a su izquierda, viéndose tanto perfectos como enojados, se hallaban Preston y London. Tomé una respiración para calmar mis nervios y me obligué a seguir andando. Hice un repaso mental de mi vestuario: vaqueros negros, botas altas color camello, suéter largo. Me veía bien, pero ni de cerca tan increíble como London, que se veía como si hubiera salido de una sesión fotográfica para Lucky Brand Jeans. Gracias a Dios me las arreglé para ponerme brillo de labios. Iba a matar a Kara por hacerme esto. Sólo que no podía explicarle por qué tenía que matarla, lo cual arruinaba el propósito. ¡Maldición, maldición, maldición! Esto absolutamente requeriría una sesión con Rose. Taylor me vio primero y se separó de la multitud para ir a saludarme. — Vaya, hola, señorita Warren. Te ves increíble, como de costumbre. Espero que esto no fuera todo por mí. Sonreí. —Oh, ten por seguro que no lo es. Se rió. —Siempre tan enérgica. Me puedo imaginar cómo eres… —¡Olivia! —llamó Kara, interrumpiendo a Taylor. Mantuve mis ojos en Kara y Ethan, negándome a mirar a Preston, aunque sentía su mirada quemándome. —Hola, debes ser Ethan —dije, extendiendo la mano para estrechar la suya. Había visto muchas fotos de él, pero ninguna le hacía justicia. Transmitía una vibración de rockero-barra-surfista que parecía un

destacado contraste con la femenina personalidad de Kara. Me pregunté cómo terminaron juntos e hice una nota para preguntárselo una vez que nos fuéramos. —Lo siento. Perdón por lo de antes. —Sonrió y algo en su sonrisa hizo que ya me gustara. No era ostentoso. No era falso—. He oído mucho sobre ti de estos dos. —Señaló hacia Kara y Preston, y tuve que luchar para evitar que mi mandíbula cayera. De Kara lo esperaba, pero ¿de Preston?—. Siento como si ya te conociera. Diría que eres su persona favorita sobre la que hablar.

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London se aclaró la garganta y dio golpecitos con su bota contra el cemento, mostrando su molestar con el comentario, pero no dijo nada. Dejé que mi mirada se moviera hacia Preston, mi curiosidad a flor de piel, pero no reveló nada, como siempre. Empezaba a preguntarme si los momentos entre nosotros eran fruto de mi imaginación, breves retazos de un sueño en vez de realidad. ¿Cómo podría él estar ahí de pie, junto a London la modelo, viéndose como si ésta no fuera la cosa más incómoda del mundo? Volví a enfocarme en Ethan. —Bueno, no te creas ni una palabra. Soy terrible. Que es la razón por la que estoy haciendo que lleguemos tarde a la película. Deberíamos… —Hice un gesto hacia la fila de los tickets. —Ya compramos los tickets —dijo Preston, entregándome un papel. Su mano se deslizó sobre la mía mientras presionaba el ticket dentro de mi mano, e inmediatamente sentí mi corazón empezar a acelerarse. Esta iba a ser la segunda peor noche de mi vida. Podía sentirlo. Entramos en el cine lleno de gente y escaneamos las filas, buscando seis asientos vacíos juntos, pero rápidamente nos dimos cuenta que no iba a suceder. Kara señaló que ella y Ethan tomarían los dos asientos frente a un conjunto de cuatro en el medio y empezaron a dirigirse hacia allí antes de que nadie pudiera discutir. Di un paso al mismo tiempo que Taylor y sentí una mano retenerme, permitiendo que Taylor se deslizara en la fila primero. Eché un vistazo por encima de mi hombro, pero ya sabía quién me sostenía. Los ojos de Preston ardieron en los míos, llenos de exigencias no dichas. Si Taylor se encontraba sentado junto a mí, entonces él estaría sentado al otro lado. De repente hacía calor en el cine. Me senté entre Taylor y Preston, y miré fijamente hacia delante. Los créditos ya habían empezado, así que el cine se encontraba oscuro excepto por el parpadeo continuo de la pantalla. Coloqué las manos sobre mi regazo, nerviosismo y excitación luchando por tomar el control. Me encontraba sentada en un cine oscuro, a centímetros de Preston. El pensamiento hizo que mi interior se arremolinara con el dolor por tocarlo, sentir su calor. Pero entonces Taylor se agitó

a mi lado y London tosió, recordándome que no estábamos aquí juntos. Y en realidad, ¿a quién engañaba? Nunca seríamos sólo nosotros, juntos. Yo estaba demasiado jodida, y él se negaba a tener una relación de verdad. Y Kara siempre estaría allí, una pieza suelta entre nosotros. Además, no quería ser una de sus chicas —una London—, interesante un momento, lanzada a un lado al siguiente.

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—¿Estás bien? —susurró Preston. Miré e inmediatamente tomé una rápida respiración. Se había inclinado hacia mí, su cara tan cerca de la mía que podía oler el aroma limpio y picante de lo que sea que usara para bañarse. ¿Jabón? ¿Gel de ducha? ¿Delicioso brebaje para atraer hembras? Me las arreglé para asentir, mi cuerpo sin huesos y mi mente vacía. Lo miré directamente a los ojos, disfrutando del calor que irradiaba y deseando con todo lo que tenía que estuviera aquí conmigo en lugar de con ella. Preston pareció darse cuenta de lo que pensaba y se aclaró la garganta de forma ruidosa, apartando la mirada antes de que el momento atrajera más atención. Me volví lentamente hacia la pantalla, mi corazón era una presencia notable dentro de mi pecho, grueso, pesado y doloroso. Cerré los ojos e intenté recordar que no quería una relación, no quería que me importara, pero sabía que las palabras eran inútiles. Ya me importaba. —Oye —le susurré a Taylor—. ¿Puedo pasar por delante de ti? Voy a ir al baño antes de que la película esté muy avanzada. —Me estudió, como si viera a través de mi patética mentira, pero se enderezó en su asiento y me hizo señas para que me deslizara junto a él. Descendí por el pasillo y salí por la puerta, respirando profundamente tan pronto como llegué al vestíbulo. Miré a ambos lados de la zona llena de gente, buscando el baño de damas, y luego, sintiéndome más frustrada, salí por la puerta lateral, deseosa de espacio para poder pensar sin sentirme como si pudiera derrumbarme. Me apoyé contra la pared exterior del cine y cerré los ojos, cuando oí la puerta abrirse de golpe. Abrí los ojos, preparada para apartarme del camino de quien se estuviera marchando, y en cambio, observé a Preston acercarse. —No puedo hacer esto, Olivia. No puedo. Negué con la cabeza. —No sé de qué est{s… Hizo un gesto hacia mí. —Tú. Nosotros. Esto. Yo no hago esto. —La ira me inundó, y abrí la boca para gritar que yo tampoco hacía esto, cuando dio dos pasos hacia mí y susurró—: Pero no puedo respirar cuando estás alrededor. No puedo pensar. No puedo controlar mi mente y olvidar mi cuerpo. Soy inútil y débil, y odio esta versión de mí mismo. Y aun así… —Colocó una mano en mi cara y pasó su pulgar por mi mejilla cuidadosamente, su mirada se desvió hacia mis labios—. Nunca he deseado a nadie como te deseo.

El ruido a nuestro alrededor desapareció, las conversaciones de las personas pasando a nuestro lado, los autos en la calle. Todo lo que podía oír era el suave sonido de su respiración mientras me observaba, esperando por mi reacción. Pero no sabía qué decir. Acababa de decirme lo que ya sabía: no tenía relaciones. Así que ¿qué significaba eso para nosotros? Ya sufrí suficiente dolor para llenar toda una vida. No me permitiría ser herida otra vez. No podía. Cerré los ojos y sentí su respiración contra mi boca, sus labios rozando los míos mientras decía—: Dime que no quieres esto tan desesperadamente como yo. Cada terminación nerviosa de mi cuerpo cobró vida, instándome a avanzar, gritando: ¡Sí, sí, sí! Pero no podía hacerlo, no aquí, estando él con otra chica, conmigo tan perdida como siempre.

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Tragué con fuerza para recuperar cierta apariencia de control y me alejé, mis ojos en el suelo. —No tengo relaciones casuales. Mi corazón, es… —Negué con la cabeza, imaginando que nos involucrábamos, y luego el dolor de él marchándose. Verlo con otra chica. Me haría pedazos—. Lo siento. No puedo —dije, entonces volví al interior del cine, dejando a Preston y a mi corazón atrás.

16 Traducido por CamShaaw Corregido por Amélie.

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—Te estás convirtiendo en algo salido de una tragedia de Shakespeare. — Rose encendió su cigarrillo y me miró fijamente, su cuerpo relajado como si me dijera que me tomara el tiempo que quisiera, mientras que sus ojos exigían que me apresurara de una jodida vez. Entré en su oficina sin previo aviso justo un momento antes, sin cita programada, sin ninguna llamada telefónica para decir que tuve un contratiempo y necesitaba de su terapia. En cambio, irrumpí en su oficina y comencé a derramar todos los detalles de lo que sucedió la noche del sábado. Desde el momento incómodo cuando me senté al lado de Taylor, hasta cuando Preston se nos unió en el cine con London. Consideré pedirle a Taylor que me dejara pasar para sentarme en mi asiento original, pero sabía que eso crearía más problemas de los que resolvería. Así que me quedé en mi asiento, pretendiendo ver la película, mientras que todas las células, fibras y pelos de mi cuerpo se mantuvieron en sintonía con Preston y todos sus movimientos. En el momento en que la película terminó, me sentí físicamente enferma y me las arreglé para llegar a una excusa medio decente para regresar a mi dormitorio. Ahora, mentía de nuevo en el sofá de Rose con mi caja negra de los problemas descansando sobre mi estómago. Parecía una eternidad desde que entré en su oficina y la escuché hablar de sus fantasmas. —¿Cuál es tu segundo nombre, Rose? —pregunté, dándome cuenta que ella sabía seis veces más de mí de lo que yo de ella. Supuse que era el orden de las cosas con un terapeuta, pero Rose era diferente. Nuestra relación era diferente. Al menos, eso esperaba. Apagó el cigarrillo y tomó su lugar habitual en la silla junto al sofá. No se molestó con un lápiz o papel, o mi archivo, ni con su iPad. Tampoco sugirió avanzar o estar demasiado jodida para ayudar, y en su lugar me convirtió en una especie de entretenimiento.

—Grace. ¿Cuándo fue la última vez que le escribiste a Trisha? Ladeé la cabeza, pensando en ello. —Um… ¿Viernes? Asintió. —¿Qué? —Nada. ¿Has mirado dentro de la caja? —No. —Entonces, ¿por qué la traes? Consideré la pregunta. Mi primera respuesta fue que sabía que ella preguntaría acerca de eso, pero no era la verdad. La traje porque quería abrirla. No estaba segura de cuándo iba a encontrar el coraje para hacerlo realmente. Hasta ese momento, planeé intentarlo. —Sabes por qué.

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Asintió de nuevo. —No puedo ayudarte, Olive, si no estás dispuesta a intentarlo. Sabes eso. —Pensé que hablábamos de mi épica vida amorosa. —¿No lo ves? Son lo mismo. Me senté y me enfoqué en Rose. —No hay nada parecido en ellos. Vi cómo mis mejores amigos se carbonizaron. ¿Crees que es lo mismo mi patética obsesión con un chico que no puedo tener? —Pero a partir de todo lo que me has dicho, puedes tenerlo. Solo te niegas a intentarlo, a menos que puedas controlar los términos. Preston nunca va a dejar que lo controles todo. Lo que sea que haya pasado con él lo hace sentir tan desesperado por control como tú. Él no va a renunciar a eso. Así que si lo quieres, tienes que darte cuenta de que ninguno de ustedes alguna vez tendrá totalmente el control, deben compartirlo. Tienen que ir por ello. Y así es la vida, cariño. —Hizo una pausa para encender su cigarrillo, dio una larga calada, y luego lo puso en el cenicero—. Te he escuchado decirme todo lo que sabes acerca de ese chico. Y sólo he escuchado sobre Trisha una vez desde que has empezado a hablar de él. Ahora tú ni siquiera estás segura de cuándo fue la última vez que le escribiste. Yo lo llamo progreso. Tus cartas a Trisha, aunque buenas en teoría, no hacen más que bloquear tu culpabilidad. Pareces que te empapas en ello, en lugar de permitir que la culpa se disipe con cada palabra. Por lo general, solicito a mis pacientes escribir sobre sus sentimientos, pero tú no abordas tus sentimientos con Trisha, al menos no aquí, y sospecho que tampoco lo haces con tus correos electrónicos. ¿Estoy en lo cierto? Tomó otra larga calada de su cigarrillo, esperando que respondiera, pero no me atreví a admitir la verdad. Ella tenía razón. Acerca de todo eso.

—En su lugar, te disculpas una y otra vez —dijo Rose, su voz volviéndose suave—. Eso no es saludable. Nada de eso lo es. Pero ahora estás poniendo distancia entre esa culpa por el retraso de escribirle. Y de alguna manera, tu contacto con Preston, si deseas admitirlo o no, es el responsable del progreso. Ciertamente, no son las conversaciones que tú y yo tenemos. Si quieres sanar, tienes que darte cuenta de que tu pasado y tu presente van de la mano, uno no puede escapar del otro. Quiero ayudarte. Ha sido un largo tiempo desde que he estado tan desesperada por ayudar a un paciente mío. Pero hasta cierto punto, mis manos están atadas. Tú también tienes que quererlo. Parpadeé con fuerza, luchando por mantener las lágrimas a raya, pero fallando miserablemente. Abofeteé mi mano sobre mi mejilla. Abrí la boca para protestar, para decirle que estaba loca, que hacía mi mejor esfuerzo, y luego la cerré sin decir una palabra. Me concentré en mis manos, en las pequeñas cicatrices que eran casi imperceptibles, y luego alcé la vista. —¿Qué puedo hacer?

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Rose miró su reloj. —Nos vemos en el muelle mañana temprano. Trae helado y esa caja. —Sonrió ante mi ceja elevada—. El helado cura cualquier cosa. Confía en mí. —Me dio un pañuelo de papel antes de salir por la puerta. Agarré el mango y la miré. —¿Cuál es tu favorita? —¿Disculpa? —Gertrude o Doris. ¿Cuál es tu favorita? Inclinó la cabeza, pensando. —Doris. Gertrude era demasiado reservada. Nunca confío en una persona tímida. Sonreí. La respuesta fue tan Rose. —¿Qué sabor de helado te gusta? Su rostro se iluminó. —Arándanos. Sólo como de arándanos.

A la mañana siguiente, me dirigí hacia el muelle para encontrar a Rose, con el helado de arándanos en la mano a pesar de que eran apenas las ocho de la mañana. Sonrió amplio cuando me vio. Había llegado a amar la manera en que Rose sonreía; como Preston, su sonrisa le decía al mundo que entendía algo de la vida que el resto de nosotros todavía no captaba.

Le pasé el cono de arándanos. Tuve que ir a dos lugares para encontrarlo, pero no me podía imaginar aparecer sin ello. —Gracias, Olive. Eres oficialmente mi paciente favorita. —Miró la taza de café en mi mano—. ¿Sin helado para ti? Me eché a reír. —Soy una estudiante de primer año, Rose. Café antes del mediodía, helado después de las ocho. Es como una regla tácita. No sé cómo tú estás comiendo esa cosa tan temprano de todos modos. —Ah, mira, cuando llegas a mi edad, tu día comienza a las cuatro en un buen día. Así que para mí, es prácticamente la hora del almuerzo.

1 00

Echó a andar por el muelle. La luz de la mañana apenas comenzaba a cubrir el océano delante de nosotros, despertando todo. Las gaviotas planearon alrededor, en busca de pescado fresco y convocando a cada uno como viejas amigas. Había muy poca gente fuera tan temprano, sólo los corredores y las personas mayores que quizás, como Rose, habían comenzado su día muchas horas antes. Me apoyé en la barandilla de madera y miré por encima del agua. El viento era ligero a esta hora, las olas suaves. Me recordó lo increíble que era el mundo, lo inteligente que Dios debía ser para crearlo. ¿Cuando conoció la vida, incluso el agua y el aire, necesitó un momento para despertar, como el resto de nosotros? Quedaba sorprendida contantemente con este tipo de cosas. —¿Un bocado por tus pensamientos? —dijo Rose, extendiendo su cono. Me reí de nuevo. —Pensaba en lo increíble que es. —¿Qué? Hice señas alrededor. —Todo esto. Por ejemplo, ¿cómo es posible que Dios haya creado todo esto? Cuando piensas en ello, es difícil creer que no hay un Dios. ¿Cómo puede existir todo esto en tal perfecto estado de funcionamiento? —¿Así que eres religiosa? Incliné mi cabeza. Mis padres insistieron en la iglesia desde el primer día, pero tenía la sospecha de que tenía menos que ver con la fe y más que ver con nuestra imagen dentro de la comunidad. Los domingos eran cuando las mujeres mostraban su nueva joyería Cartier y los hombres se jactaban de sus últimas ofertas de negocio. Ni una sola vez escuché a alguien hablar realmente de Dios que no fuera un empleado o voluntario de la iglesia. —En realidad, no —dije finalmente—. Pero tengo aprecio por la religión. Creo que podría serlo. Es sólo que no sé mucho sobre ello. Como la Biblia, nunca la he leído. Ni siquiera conozco

todos los libros. ¿No es eso horrible? —Miré a Rose, esperando que me lanzara una tradicional mirada sureña de juicio. —¿Por qué sería horrible? Sólo conocemos lo que conocemos, Olive. El resto se aprende. Si quieres conocer a Dios, conócelo. Si no, no es una gran cosa. Me quedé muy sorprendida. Nunca oí hablar a alguien de su edad sugiriendo que creer y/o seguir a Dios era una opción. —Tal vez algún día. —Tal vez algún día —repitió—. Pero por hoy, me gustaría hablar de eso. — Señaló la caja negra metida bajo mi brazo. La saqué y la puse en la barandilla del muelle—. Bien. Te estoy dando dos opciones hoy. Opción uno: abrir la caja y echar un vistazo a su contenido. Juntas. Estaré aquí todo el tiempo. Puedes ver tanto o tan poco de ella como desees, siempre y cuando miremos algo. Opción dos: nos vamos por caminos separados. Mis ojos volaron a los suyos. —Rose…

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—Acostumbramos a permitirnos vivir cómodos en lo incómodo. Lo evitamos; lo colocamos en un armario sin usar y esperamos a que los ácaros del polvo se coman la basura. No puedo ser tu armario sin usar, Olivia. Tenemos que seguir adelante. De lo contrario, creo que es necesario que encuentres a alguien que pueda ayudarte a seguir adelante. Me concentré de nuevo en la caja y luego en Rose. —Pero tú me has ayudado. Es sólo que no… —Piensas que no estás lista, pero lo estás. Sólo tienes que confiar en ti misma. Asentí lentamente, puse mi café en la barandilla, y tomé la caja. Exhalé, esperando que un momento de seguridad me encontrara, pero después de una larga pausa, sabía que esperaba en vano. No había ninguna seguridad. Sólo había una oportunidad. Agarré la tapa y la quité, mirando dentro de la caja y directamente al perfecto rostro de mi amiga Claire. La foto había sido tomada en una fiesta en la piscina en Westlake Country Club. Celebrábamos el verano antes de nuestro último año. Claire y yo nos quedamos juntas en la foto, los brazos envueltos alrededor de la otra, los rostros radiantes de felicidad. Me quedé mirando la foto, tratando de encontrarme a mí misma en la persona que veía, pero no me podía ver, no la que era hoy. La Olivia en la foto era todo maquillaje, pelo liso y ropa de diseñador bien planchada. Esa chica no era yo. Me concentré de nuevo en Claire, y mi mano empezó a temblar al recordar mi último momento con ella.

Voy a estar en la habitación de Parker si me necesitas, me había dicho con un guiño. Me pregunté si fue allí donde murió, desmayada en su cama, sin darse cuenta del fuego hasta que fue demasiado tarde. Un estremecimiento me recorrió, y se me cayó la foto cuando me impactó. —No puedo… Esto es… Rose tomó mi mano. —Deja la foto y mírame. Me obligué a levantar la vista. —Somos tú y yo, Olive. Quiero que respires hondo y luego me cuentes sobre ella. Mis dientes castañeteaban, pero no tenía frío. Agarré la mano de Rose con más fuerza, esperando encontrar la fuerza en ella. —Puedes hacer esto.

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Tragué una vez, luego dos veces, deseando haber traído agua en lugar de café. —¿Qué quieres saber? Rose señaló la foto. —¿Quién es? —Sabes quién es. —Sí, pero no sé quién es ella en tus ojos. Quiero que me lo digas. Asentí. Rose y yo habíamos hablado de Claire, pero sólo superficialmente. La atención se enfocaba siempre en Trisha. Sentí una oleada de culpa al darme cuenta de eso. —Es Claire. Trisha y yo habíamos sido amigas desde siempre cuando la familia de Claire se trasladó a la ciudad, pero de inmediato se convirtió en una de nosotras. Ella no era Trisha, pero éramos cercanas. Éramos cercanas. —Bien, continúa. Rose me dirigió a un banco cercano y me ayudó a sentarme. —Ella y Parker estaban saliendo. Fue quien nos invitó a la fiesta. —¿Estás enojada con ella por eso? Mis ojos se dispararon hacia Rose. —No. —Negué con la cabeza rápidamente—. No, nunca la culparía. Nosotras hubiéramos terminado allí independientemente. Matt y Parker eran como Trisha y yo. Matt insistió en que fuera. —¿Así que culpas a Matt? Dudé, esquivando su mirada. —No, por supuesto que no —dije, pero mi voz no fue tan segura como con Claire—. Nunca los culpé. Ellos eran mis amigos.

Rose asintió lentamente. —Cierto. Entonces, si uno de ellos hubiera sobrevivido… Si Trisha hubiera sobrevivido, ¿te gustaría que se culpara a sí misma por vivir? —No, pero no es la misma cosa. —¿No lo es? Hiciste exactamente las mismas cosas que ellos hicieron esa noche, ¿no? —No respondí, así que continuó—: Es ridículo culparte por ir a una fiesta que planeaste ir. Y es ridículo pensar que Trisha se habría culpado por sobrevivir. —¿Qué estás diciendo? —pregunté, con mi frustración creciendo. —¿No lo ves? Ambos escenarios son una locura en tus ojos. Al igual que es una locura en los míos que tú te culpes por estar viva.

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Sentí el peso de sus palabras en mi corazón. —Pero no regresé —susurré—. No fue como si un bombero me hubiera rescatado y estuviera demasiado herida, o lo que sea. Salí de la casa por mi cuenta, me di la vuelta y los observé morir. —¿Lo hiciste? Porque esa no es la historia de tus registros hospitalarios. Tenías quemaduras de segundo y tercer grado en gran parte de tu cuerpo, y sangrabas profundamente. No podrías haber vuelto a esa casa. Olive, mírame. — Parpadeé mis lágrimas y levanté la mirada—. No podrías haber vuelto. —Se alejó de mí, tomó la foto y la colocó en mi regazo—. No podrías haber salvado a Claire. No podrías haber salvado a Matt. No podrías haber salvado a nadie. —Tomó mis hombros en sus manos, obligándome a mirarla—. No podrías haber salvado a Trisha. Me mordí el labio y cerré los ojos, buscando a través de mi memoria. Me recordé gateando sobre el suelo. ¿Cómo pude haber hecho eso si me encontraba tan herida como Rose afirmaba? —Pude caminar. —Tal vez. Pero no fueron tus piernas las que recibieron el mayor daño. Me froté el brazo izquierdo. Mamá me rogó que viera a un cirujano plástico, pero no podía soportar la idea de borrar lo que había ocurrido. Todos habían muerto. ¿Y qué? ¿Iba a borrar mis cicatrices y actuar como si nada hubiera pasado? Jamás. Pensé en pedirle que comprobara mi informe hospitalario. ¿Ayudaría? Probablemente no. Volví a tomar la foto de Claire. —Ella era increíble, ¿sabes? Cariñosa. El tipo de persona que yo quería ser. Ni una sola vez le dije lo mucho que la admiraba, y ahora no puedo. —Tal vez.

Miré de nuevo a Rose. —¿Qué quieres decir? Se encogió de hombros. —Digamos que hay fantasmas, como Doris y Gertrude. Tal vez Claire está aquí, mirándote en este mismo momento. Y si eso fuera posible, si estuviera aquí, ¿qué le dirías? Metí mi cabello detrás de las orejas, la sensación incómoda y expuesta. No podía hablar de esto, no a la intemperie cuando mi voz podía ser llevada por el viento, regalando mis pensamientos más profundos a algún peatón. —No lo sé. —Está bien. —Rose tomó la caja y empezó a alejarse—. Hemos terminado aquí. —Espera. ¿A dónde vas? —A casa —dijo por encima del hombro—. Te lo dije. Si no…

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Suspiré pesadamente. —Está bien. —Se dio la vuelta, esperando—. Me gustaría decirle que lo siento. —Dio un paso más cerca—. Le diría que ella era la inteligente de nuestro grupo. La ingeniosa. Le diría que todo el mundo dejaba de hablar cuando ella hablaba, como si sus palabras fueran la verdad y necesitáramos oírla. —Una lágrima se deslizó por la esquina de mi ojo, y la limpié—. Le diría que fue la amiga perfecta, y que lo siento si se sintió como la tercera, cuando realmente era la que nos mantuvo unidas. Rose envolvió su brazo alrededor de mis hombros. —Creo que si Claire estuviera aquí en este momento, ella te abrazaría y te diría que también fuiste una gran amiga. —¿En serio? —pregunté, las palabras apenas saliendo antes de que rompiera en sollozos. —En serio. —Rose me abrazó, apoyando la barbilla en mi cabeza mientras acariciaba mi espalda. Y por primera vez, no traté de ocultar mis lágrimas. Las dejé caer hasta que la culpa, el dolor y la tristeza en mi pecho se comenzaron a levantar. Hasta que, por fin, pude respirar de nuevo.

17 Traducido por Val_17 Corregido por Valentine Rose

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Entré en mi dormitorio veinte minutos más tarde para encontrar a Kara en el teléfono, sin duda, discutiendo con Ethan. Desde que él se fue el domingo, habían discutido casi todos los días, afirmando mi opinión de que las relaciones a larga distancia equivalían a un desastre, pero no dije nada. En su lugar, me arrastré a mi lado de la habitación y dejé caer mi bolso, esperando poder llegar a la ducha antes de que ella colgara el teléfono. Había estado llevando corrector a mis sesiones con Rose desde hace algunas semanas, así era capaz de cubrir la mayor parte de los daños de mi festival-dellanto. Pero mis ojos seguían hinchados e inyectados en sangre y, básicamente, parecía como si hubiera estado bebiendo en un bar o pasado la última hora llorando. Llegué al lado de mi cama para tomar una toalla fresca de la pila que mantenía allí y escuché a Kara soltar el teléfono sobre la cama. Mierda. —Irá a una de esas estúpidas fiestas para parejas de fraternidad. ¿Puedes creer eso? Y también es la cita de alguna chica. En serio podría escupir fuego en este momento, estoy tan enojada. —Me enderecé, con curiosidad de si podría mantener una conversación dándole la espalda—. ¿Olivia? Bueno, claramente no. Me giré, lista para lanzar mi consejo —el mismo consejo que siempre le daba, porque no había un buen consejo cuando se trataba de la complejidad de las relaciones— cuando su mirada se centró en mis ojos y se cubrió la boca con las manos. —Oh, Dios mío, ¿qué pasó? Me encogí de hombros. —Nada. Es sólo que hay viento hoy y me encontraba en el muelle. Ladeó la cabeza, frunciendo el ceño. —Sí, claro. Inténtalo de nuevo.

Abrí la boca. —¿Esto es sobre Preston y lo que sea que pasó la noche del sábado? Inhalé una respiración. ¿Él le había dicho? Seguramente no. No lo haría, no podía. —¿Qué quieres decir? —No lo sé. Dejaste la película. Luego él dejó la película. Y cuando le pregunté sobre ello más tarde, me dijo que me metiera en mis propios malditos asuntos, lo que equivale a Preston diciendo que algo le está molestando. Contemplé mis opciones. Podía admitir la parte loca, hablar sobre Rose y mis luchas. O podía abiertamente decirle que tenía sentimientos por Preston. Pero él era su mejor amigo. ¿Cómo reaccionaría?

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Kara se levantó y se acercó a mí, girándome por lo que estaba frente al espejo. —Así es como te ves. Solo para que lo sepas. —Miré fijamente mi rostro destrozado, vi la duda y la tristeza en mis ojos. Pensé que lo escondía mejor—. Entiendo si no quieres hablar sobre ello, pero me preocupo por ti, y te ves de este modo. No creo que me dejarías alejarme si luciera así. Suspiré profundamente y comencé con la verdad… y comprendí que casi podía decirle lo suficiente para tener una excusa razonable. No necesitaba saber cómo me sentía por Preston. Eso sólo complicaría las cosas, y habíamos establecido en la película que nunca habría un nosotros. —Perdí a mi mejor amiga justo antes de la graduación. Veo a un terapeuta para que me ayude, ya sabes, a lidiar con eso. Preston conducía por ahí un día cuando caminaba a casa, así es como lo supo. La película me trajo recuerdos, por lo que salí a caminar. Él salió para comprobarme, eso es todo. —Así que, ¿solo estabas con tu terapeuta? ¿Es por eso que has estado llorando? —No preguntó cómo murió Trisha o si yo estuve involucrada en el incidente. Era una de las cosas que más me gustaba de Kara. Nunca presionaba. Sospeché que era porque tenía su propio armario de secretos, pero yo, al igual que ella, nunca la presioné, así que no podía estar segura. Asentí. —Sí. Al parecer, no soy capaz de ver a Rose sin llorar. Es patético, en serio. —Me senté en mi cama y crucé las piernas, y Kara se sentó en la suya, imitando mi postura—. Suficiente de mi mierda dramática. Vamos a hablar de la tuya. Kara se rió. —Sí, se siente como mierda dramática después de lo que acabas de contarme. —Lo siento. No quise decirlo así.

—Lo sé. Es sólo… —Se encogió de hombros, apagándose—. No debería ser tan difícil. —Su mirada se posó en mí, y supe lo que iba a preguntar—. ¿Qué crees que debería hacer? Lo que realmente crees, no la mierda imparcial que normalmente escupes. ¿Qué piensas? Eres mi amiga más cercana, aparte de Preston. Confío en tu opinión. Solté un largo suspiro. ¿La cosa sobre expresar tu opinión? No podías retirarla una vez que lo decías. Pero Kara y yo nunca nos convertiríamos en el tipo de amigas que esperaba que fuéramos si no podía ser honesta con ella. —Estoy de acuerdo, no debería ser tan difícil, pero no estoy segura de que realmente sea tan difícil como lo haces ver. No me odies. Negó con la cabeza. —No. Creo que tienes razón. Parece que simplemente no puedo confiar en él allí. Estoy nerviosa y paranoica y tan malditamente celosa. Me consume.

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—Sí puedes, trata de no dejar que te consuma. Si él va a engañarte, entonces lo va a hacer. Preocuparte no cambiará ese hecho. Tienes que decidir si confías en él. Y si no lo haces, si en tu corazón realmente no lo haces, entonces creo que tienes tu respuesta. Kara suspiró, sus ojos llenos de tristeza ahora, y de inmediato deseé haber mantenido la boca cerrada. La mayoría del tiempo, ya sabíamos lo malo, la respuesta, el problema. No necesitábamos que otros nos lo dijeran. Sólo lo hacía empeorar. —Es solo que hemos estado juntos por tanto tiempo, hemos pasado por muchas cosas. —Sé cómo te sientes. ¿Fue tu único novio en la secundaria? —Pensé en Matt, cómo nuestros nombres siempre estuvieron unidos. Matt y Olive. Nunca uno solo. Solía molestarme hacia el final del último año, cómo cada vez que iba a alguna parte sin él, alguien preguntaba dónde se encontraba y por qué estaba sola. Como si no pudiera ser sólo yo, Olive, nunca más. Levanté la mirada, notando que Kara todavía tenía que responder. Me miraba, sus ojos llenos de algo diferente. Como si se debatiera en cuánto decir—. Lo siento… no era mi intención… —dije, pero no estaba segura de por qué me disculpaba con exactitud. —No, no es eso. Yo… no, Ethan no fue mi único novio en la secundaria. Tuve un novio serio antes de él, pero… bueno, solo digamos que no terminó bien. —Oh, lo siento. —Está bien. —Kara fue a su escritorio y comenzó a ordenar los papeles de la escuela que había tirado allí el día anterior. La miré, observándola mientras se mantenía ocupada para evitar mirarme. Había hecho la misma cosa mil veces cuando mi mamá o papá o una de mis hermanas me preguntaba sobre el incendio.

Conocía muy bien los signos de alguien cerrándose, apagando su mente, poco dispuesta a seguir hablando. Estiré mis brazos y me levanté. —Voy a tomar una ducha. ¿Quieres ir a comer algo después? El rostro de Kara se iluminó con alivio. —Claro. Me muero de hambre. Sonreí. —Está bien, dame diez minutos. —Fui al baño para ducharme y prepararme, pero no pude sacar el cambio de Kara de mi mente. La expresión de su rostro, tan lleno de culpa. Me pregunté qué había pasado con ese otro novio. Tal vez él la engañó. O tal vez ella lo hizo. Tal vez incluso con Ethan, lo que quizás explicaría sus problemas de confianza con él. Si ellos habían engañado a otras personas, ¿entonces qué le impediría engañarla? No estaba segura. Pero una cosa era evidente: había mucho más en mi compañera de cuarto de lo que aparentaba.

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18 Traducido por Sofía Belikov Corregido por Mel Markham

Querida Trisha:

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Hoy me di cuenta de que han pasado dos semanas desde que te escribí. Mi terapeuta dice que es un progreso, pero la verdad es que aún pienso en escribirte. He pensado en hacerlo cada uno de los pasados catorce días. Pero cada vez que abría el correo, ninguna palabra surgía, lo que me hizo llorar más veces de las que podía contar. ¿Qué significa el que no tenga nada que decir? Tengo miedo de que te esté olvidando, o peor, que esté permitiendo que suceda. Voy a través de los días, viva, y cada día, poco a poco, soy menos tu amiga, y más una extraña, Olive.

19 Traducido por Niki & Valentine Rose Corregido por florbarbero

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Llegué a la clase de biología medio segundo antes de que el doctor Carter llegara a la puerta para bloquearla. Me lanzó una mirada desaprobadora. —Qué amable de tu parte unírtenos, Olivia. Encuentra tu asiento. Me hallaba a punto de pasar los exámenes. Encontré mi fila y pasé junto a los otros estudiantes, haciendo caso omiso de las miradas descontentas de los que trataban de prepararse para el examen, y me dejé caer en el asiento junto a Preston. —Bien. No todo el mundo es lo suficientemente valiente como para cabrear al profesor el día del examen —susurró Preston con una sonrisa. —Cállate. —Malhumorada. Tú y Kara deben estar bebiendo la misma agua. Pasaron semanas desde nuestra charla fuera del cine. Al principio, nos ignoramos el uno al otro, pero luego, de alguna manera una tregua tácita se formó, y volvimos a ser como éramos antes de la revelación de nuestros sentimientos. No tenía idea de lo que Preston pensaba ahora, sólo sabía que era fácil para él dejar a un lado sus sentimientos, lo que sugería que tal vez nunca los tuvo en primer lugar. Sentí una punzada en mi pecho ante la idea. Aprendí a poner en un muro después del incendio. Sabía cómo fingir que todo se encontraba bien, así que con él, lo hice. Pero en mi interior, cada vez que lo veía o escuchaba su nombre, mi corazón se tensaba un poco, como si estuviera preparándose para sufrir. —¿Qué pasó con Kara? —susurré. Preston se inclinó hacia mí, con su mirada fija en el profesor Carter. —Se molestó porque me negué a ir con ella al viaje anual de nuestros padres a la cabaña. Cada otoño, nuestras familias se reúnen en la cabaña familiar. Ella no tiene

más remedio que ir, y si me niego, se queda sola. —Se estremeció—. Me siento mal… Nah. No lo hago. —Se rió, lo que provocó una aguda mirada de Carter. —¿Por qué no vas? —Saqué cuatro lápices de mi bolso y los miré, tratando de decidir cual se sentía más afortunado para el examen. —¿Qué demonios estás haciendo? —preguntó Preston. —¿Qué te parece que hago? Estoy decidiendo qué lápiz usar. Sacudió la cabeza y tomó el de color morado de mi mano. —Ya está. Utiliza ese. —Entonces me quitó el resto. —¡Oye! —Agarré los lápices, pero los puso lo más lejos de mi alcance posible. —Estoy haciendo esto por tu propio bien. El TOC es una enfermedad grave. Piensa en mí como tu terapeuta.

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Suspiré pesadamente. —Lo siento, el papel de terapeuta de Olivia ya está tomado. Se aclaró la garganta y apartó la mirada. —Oh... cierto. No quise decir… —Está bien. Pero de nuevo, ¿por qué no vas con Kara? Suena como que estás siendo molesto a propósito. —Sabes, suenas cada vez más como ella todos los días. Esto definitivamente no es una buena cosa para mí. —Lo que sea. Responde la pregunta. Apartó la vista de nuevo. —Es muy sencillo. No puedo irme todo un fin de semana. No hay nadie que pueda alimentar a mi gata. Levanté una ceja. —Estás tan lleno de mierda. Esa no es la razón. Los gatos prácticamente se cuidan solos. ¿Cuál es la verdadera razón? —Esa es la verdadera razón, doctora Warren. —Está bien, voy a alimentar a tu gata. Ahora puedes ir. Se dio la vuelta para mirarme, una pizca del Preston que estuvo conmigo fuera del cine asomándose. Su mirada se movió a través de mi cara, como si tratara de encontrar una respuesta a una pregunta que no hizo. Se concentró de nuevo en el doctor Carter, quien repartía los exámenes sólo unas cuantas filas delante de nosotros. —Vas a decirle a Kara que te ofreciste, ¿no es así? —Sabes que sí.

—Está bien. Pídele a Kara la llave de mi apartamento. Le di una copia el año pasado, todavía debe tenerla. Sonreí en silencio mientras el doctor Carter le entregaba los exámenes a nuestra fila. —¿De qué te ríes? —susurró Preston mientras me entregaba un examen. —¿Qué puedo decir? Me encanta ganar.

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Cerré la puerta del Mini Cooper de Kara y caminé al apartamento de Preston. Sabía que no se encontraba allí, pero aun así, no podía dejar de sentirme nerviosa y agitada. Kara y Preston se fueron la noche del viernes a la cabaña de sus padres, y yo pasé la mayor parte de la noche revisando las fotos de Preston en Facebook, perdiéndome en todos los lugares que visitó y las cosas que hizo. Rara vez publicaba una actualización, y cuando lo hacía, era a menudo acerca de otra persona. Un feliz cumpleaños o una felicitación. Me tomé mi tiempo de examinar cada foto, sin tener que preocuparme por Kara corriendo en la habitación y haciendo preguntas que no me hallaba preparada para responder. Era la primera vez que tenía la residencia para mí sola. Consideré escribirle a Trisha, sabiendo que tenía la libertad de llorar tan fuerte y tan largo como necesitara, pero por alguna razón, no quería recurrir a ella. No quería llorar. Sólo quería mirar las fotos de Preston y soñar con convertirme en una parte de ellas. Esperé hasta el último minuto en la noche del sábado para ir a ver a su gata. A pesar de que me ofrecí, no sabía cómo me sentiría una vez que entrara en su apartamento y oliera su aroma limpio y picante. Me acordé de la última vez que estuve allí, cómo todo el lugar olía a él, como si nunca nadie hubiera puesto un pie adentro. Pensé en su regla de no permitir nunca que una chica entrara en su apartamento y sentí una oleada de orgullo al saber que me confió su llave. Abrí la puerta, encendí la luz en su entrada, y comencé a llamar a la gata. Sólo que no vino. Me acerqué a los cuencos de agua y comida que había dejado de lado y llené cada uno, pero aun así, no hubo señales de la gata. El miedo golpeó mi pecho mientras las posibilidades pasaban por mi mente. Tal vez el propietario se acercó a rociar veneno para bichos o lo que sea que hacen los propietarios y de alguna manera ella escapó. Seguramente no. Esperaba que no. Respiré y me

mantuve atenta, con la esperanza de escuchar un maullido o un ronroneo o algo que hiciera alusión a que vivía. Nada. Me quedé mirando la puerta cerrada del dormitorio. Tal vez se quedó encerrada en su interior por accidente. Tomé el pomo de la puerta, pero lo solté de inmediato. No podía ir dentro de su dormitorio. Eso violaba todas las normas de privacidad en el planeta, sin embargo, no había ninguna señal de su gata. Comprobé en el sofá. En la despensa. Detrás de cada mesa y en cada esquina. Nada. No había señales del animal.

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Llegué a la puerta del dormitorio de nuevo. Tenía que estar adentro. No podía dejarla allí para morir de hambre. Giré la perilla y la abrí, esperando que una gata asustadiza saliera corriendo, pero eso no pasó. Me acomodé dentro de su habitación, simplemente planeando comprobar debajo de su cama, pero algo en su habitación me atrajo. La ropa de cama era una sencilla tela escocesa azul y marrón, las cortinas del mismo azul que la ropa de cama. La única cosa en la pared era una lobina negra por encima de su cama. Más allá de eso, no había fotos, ni decoraciones, ni nada… Me senté en el borde de su cama, permitiendo que el calor de la habitación se asentara sobre mí. Se sentía tan similar a Preston. Cerré los ojos y respiré su aroma. Inmediatamente, estuve de vuelta en el cine, sintiendo su cuerpo contra el mío, sus manos en mi rostro cuando me dijo que me quería. Respiré profundamente, disfrutando del aroma limpio, picante y masculino. Era tan real, como si él estuviera… —Veo que has encontrado mi habitación. Me levanté de un salto y me di la vuelta para encontrar a Preston de pie en la puerta, agarrando el marco por encima de sí. Llevaba vaqueros holgados, una desgastada camiseta y una sonrisa arrogante que hizo que mis mejillas ardieran por haber sido atrapada en su habitación. —Eh, oye. Sí. Buscaba a tu gata. No salió cuando la llamé, así que pensé que quiz{s… —¿Pensaste la encontrarías si te sentabas en mi cama? ¿Con los ojos cerrados? —Su sonrisa se ensanchó. —Yo… —¿Qué podría decir?—. Lo siento. No sé por qué… —Miré el reloj para darme algo que hacer aparte de nadar en mi humillación—. Es tarde, debo irme. —Comencé a caminar hacia la puerta cuando dio un paso hacia mí. —O… podrías quedarte. Levanté mis ojos hacia él. —¿Quedarme?

—Quedarte. —Dio otro paso hacia mí, todo Preston invadiendo mis sentidos, su olor, su calidez, la necesidad de sentir su tacto—. Podemos ver una película. Cualquier cosa que quieras. Bebí un café extra grande de camino a casa, así que tengo mucha energía. Miré mi reloj otra vez. Eran casi las once. —Tengo palomitas. —Otro paso—. Con mantequilla extra. ¿Qué sucedía? Hace apenas dos días, nos sentamos en la clase juntos y actuó como si no fuéramos nada en absoluto, y ahora… Levanté la mirada. Se encontraba tan cerca. Tan cerca que si me inclinaba un centímetro en su dirección, nos estaríamos tocando, y entonces perderíamos todo el control. Preston no tenía relaciones, pero ¿cuánto tiempo más podría resistirme a él?

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—¿Palomitas? —Con mantequilla. Me lamí los labios, y su mirada inmediatamente se deslizó a ellos, como si quisiera degustarlos por sí mismo. —Está bien. —Di un paso atrás antes de perder cada pedacito de mi amor propio—. ¿Dónde están las películas? Se movió a un lado e hizo un gesto hacia su sala de estar. —En el armario debajo del televisor. Encontrarás casi todo. Escoge lo que quieras. Voy a preparar las palomitas. Pasé por la puerta de su dormitorio y respiré profundamente. No sabía cuánto tiempo más podría hacer esto, pretender que no existía nada entre nosotros y actuar como si no me importara. Quería a Preston en todas las formas posibles. ¿Pero era eso suficiente? Rose decía que quería controlar las cosas, que no me hallaba dispuesta a simplemente saltar. ¿Podría demostrarle que se equivocaba? Abrí su gabinete de películas y me senté en el suelo, cruzando las piernas como si tuviera cinco años, y comencé a comprobar las películas. Se encontraba en lo cierto. Tenía todo tipo de películas. Fui a través de cada una de ellas dos veces, y finalmente tomé X-Men: Orígenes, una de mis favoritas. Abrí su reproductor de Blu-Ray y puse la película en el interior, luego agarré el control remoto y encendí la televisión, cambiando los canales hasta que cargara la película. Me di la vuelta para encontrar a Preston mirándome. —¿Qué?

Se encogió de hombros. —Nada, sólo que la mayoría me espera para arreglar todo. Es que… eres… diferente. —Nuestros ojos se encontraron, y me pregunté si veía en mis ojos lo que yo veía en los suyos: una batalla entre el deseo y el deseo de protegerse, proteger su corazón. ¿Es esto de lo que se trataba? ¿Tenía tanto miedo como yo? El sonido de las palomitas explotando llenó el silencio, mientras que el olor de la mantequilla saliendo de la cocina provocó que mi estómago gruñera. —Todavía tengo que ver a tu gata —dije, rompiendo el silencio.

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Preston se recostó contra el mostrador en su cocina, su mirada pasando por la habitación en busca de su gato. Levantó su brazo sobre su cabeza cuando se estiró, y su camiseta se levantó, exponiendo varios centímetros de su tonificado estómago. El calor me invadió en lo bajo de mi vientre, y de repente una noche diferente pasó por mi mente. Una noche sin películas o palomitas… o ropa. —Sí, se asusta con las personas —dijo—. Sólo hace poco dejó que Kara la sostuviera. —¿Dónde la conseguiste? —pregunté, esperando quitar esa imagen de mi mente. El microondas sonó y volvió a la cocina, abriendo los gabinetes y agarrando cosas, antes de voltearse con una fuente gigante llena de palomitas y dos botellas de agua. —Hace un año. Era una vagabunda rondando por los departamentos. Era una gatita pequeña. Unos idiotas de enfrente le tiraban perdigones. La encontré escondiéndose en las plantas. Sonreí. —¿Qué? —Nada. Es tierno que salvaras a un gatito de los chicos malos. —Sí, bueno, no eran tan malos cuando golpeé su puerta y les dije que si los veía tirarle otra cosa, iba a volar sus traseros. Ten tu agua. —Me tendió la botella y dejó las palomitas junto a mí en el sillón, antes de sentarse al otro lado—. ¿Qué veremos? —X-Men. Soy como una adicta a Marvel. Tomó unas palomitas. —¿Estás segura que eres de Westlake? Reí. —Oye, no todos somos tan malos. —Creo que subestimas cuan increíble eres. Y no por ser de Westlake. Nunca he conocido a nadie como tú.

Me volteé para mirarlo, completamente atónita por el cumplido, pero se rehusó a encontrar mi mirada. En su lugar, se dirigió a las luces y luego estuvimos en la oscuridad, el elenco en la televisión era la única luz en la habitación. Me sentí ultra mega consciente de su compañía, sus movimientos, sus respiraciones. Pensé en la primera vez que salimos con Matt, la emoción y los nervios, pero el recuerdo no era nada comparado con estar con Preston. Terminamos las palomitas, y situó la fuente en el suelo, liberando el espacio entre nosotros. De repente, cada pensamiento que tenía se centró en la distancia, aquellos centímetros, y cómo podría cerrar la distancia sin ser obvia. Alcancé mi botella de agua, mi mente en las palabras de Rose sobre la vida y el control. —Olivia… Lo miré, ignorando la épica pelea de Wolverine en la pantalla. Ignorando el sonido del pulso en mis oídos, de mi corazón. —¿Sí?

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Sus ojos recorrieron mi rostro, y supe lo qué se encontraba a punto de suceder. Pude ver la determinación en su rostro. Sentí el rápido cambio en el aire cuando la tensión entre nosotros chispeó. Se inclinó hacia mí, sus ojos nunca dejando los míos. —No voy a besarte —susurré. —No te pregunté. —Preston, no… Situó mi cabello detrás de mi oreja y se movió aún más cerca. —No puedo prometerte nada. No tengo nada que prometer, pero no quiere decir que no lo intentaré. Tragué, sintiendo las paredes a mí alrededor derrumbarse. —Déjame ser lo que necesitas. Me quedé sin respiración, la lucha desvaneciéndose con cada palabra dicha. ¿De qué tenía tanto miedo? Levanté mi mano, deslizando la punta de mis dedos sobre su rostro y su cabello. Por un breve momento, pensé en lo seguido que había soñado con tocar su cabello, y entonces su boca estuvo en la mía, y todo pensamiento murió, excepto él y yo y este momento. Sus labios tomaron el control, primero suave y con cuidado, luego lleno de urgencia y necesidad. Cada palabra tácita, cada oportunidad que no aprovechamos se reflejó en este beso. Preston me recostó en el sofá, su cuerpo cálido y apetecible. Mis dedos agarraron su cabello, acercándolo, y abandonó mis labios, besando un camino desde mi barbilla hasta mi cuello. Un suave gemido escapó de mis labios, y juntó

nuestras bocas en respuesta a mi deseo. Nuestros cuerpos se movieron juntos, nuestras ropas eran lo único que nos alejaban de llevar esto más lejos. Levanté su barbilla por lo que sus labios contactaron con los míos otra vez, el beso creciendo en un frenesí de pasión. Su mano se deslizó bajo el borde de mi camiseta, pasando por mi estómago, antes de encontrar mis pechos. Gimió con placer, y levanté mi mano para quitar su camiseta, impaciente de tocar su impecable pecho tonificado y su estómago. Preston quitó su camiseta y agarró la mía, sus intenciones claras cuando la realidad me sacó del placer y me arrojó a un mar de dolorosos pensamientos. Recordé mis cicatrices, y la expresión de Preston cuando las observó a través de mi camiseta en el muelle. Sacudí la cabeza, sintiendo que caía con profundidad en la tristeza. Me miró. —Podemos detenernos. —No.

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—Olivia, no tienes que… Mordí mi labio, obligándome a alejar el miedo, la tristeza y la culpa que invadía mi mente, y lo miré. —No quiero quitarme mi camiseta. —Está bien —susurró. —Y no quiero que me juzgues porque no quiero quitarme mi camiseta. —Está bien —repitió. Sentí su pecho latir contra mi pecho, con rapidez, seguridad y fuerza. Una parte de mí quería desaparecer, avergonzada y apenada por haberle mostrado a Preston Riggs lo loca que era. Pero otra parte, la parte más genial, sentía felicidad porque se quedó. Él sabía que me hallaba rota y marcada, y más que un poco loca, pero aun así, no huyó. Se quedó. Lo volví a acercar, abrumada por esta nueva información y las emociones que conllevaban; estrellé mis labios con los suyos, incapaz de permitirme huir. Su lengua recorrió la unión de mi boca y entró, poseyéndola. Me derretí contra él, saboreando la sensación de su cuerpo contra el mío, sus labios en mi mejilla, mi cuello… Oh, Dios. —¡Oh, Dios mío! Espera, ¿lo dije en voz alta? Preston se alejó, sus ojos viajando a la derecha. Seguí su mirada y me di cuenta, con horror, que yo no había gritado en lo absoluto. Kara lo hizo.

20 Traducido por Sofía Belikov Corregido por Michelle♡

Preston me soltó lentamente y se pasó una mano por el pelo. —Kar. Gracias por golpear.

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—¡Oh, Dios mío! —Sí… ya dijiste eso. Cerré los ojos con fuerza y me senté, sintiéndome más avergonzada de lo que había estado en mi vida. —Eh… No es… Es decir, nosotros no estamos… — El Oh, Dios mío era adecuado—. Yo sólo… —Sacudí la cabeza, sin saber qué podía decir para mejorar las cosas—. Yo… —Miré a Kara, cuyos ojos se encontraban en Preston, su expresión letal—. Te veré en Liberty. —Espera, te llevaré —dijo Preston. No podía mirarlo. —No, vine en el auto de Kara, así que sólo… —Señalé la puerta—. A menos que tú quieras usarlo, Kara. —Haré que él me lo lleve luego. Rena me trajo. Pensé que podrías estar aquí ya que no te encontrabas en el dormitorio, pero no pensé… en esto. Hice una mueca ante el filo en su voz. ¿Por qué parecía tan enojada? Sabía que era una sorpresa, eso es lo que habría esperado, ¿pero enojo? Abrí la boca para preguntarle al respecto, pero la tensión en el aire me forzó a cerrarla. Le di a Preston una última y fugaz mirada antes de caminar hacia la puerta. La cerré detrás de mí y me quedé allí, mi cabeza tan gacha que prácticamente se encontraba pegada a mi pecho. —¿Estás demente? —Pude oír a Kara gritarle a Preston a través de la puerta—. Ella es mi amiga, Preston. Mi amiga. No alguna chica con la que puedas follar e irte. No puedo creer que hicieras esto. Oí a Preston decir algo en respuesta, pero sonaba más controlado que Kara, su voz más baja.

—¿Qué importa eso? —respondió Kara. Más murmullos por parte de Preston. —¿Crees que me preocupo por eso? No es así. Porque terminará de la misma forma que siempre, y Olivia no es una chica cualquiera. Es mi compañera de cuarto. ¡Mi compañera de cuarto! E incluso más que eso, es mi amiga. La amiga m{s cercana que he hecho desde que llegué aquí, y ahora… —Se fue apagando, su voz temblando, y me aferré al pomo de la puerta, queriendo decirle que seguiría siendo su amiga sin importar qué sucediera. No me pondría loca ni llevaría nuestra amistad alrededor de Preston. No era de esa clase de chicas. Nunca sería así. Oí a Preston decirle algo, y luego ella respondió, su tono más suave. Solté el pomo y comencé a caminar hacia su auto. Se darían cuenta que aún no me iba si los faros no pasaban pronto.

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Conduje todo el camino hasta Liberty en silencio, aislándome. Con la radio apagada. El celular en vibración. Mis pensamientos ya eran lo suficientemente ruidosos por sí solos. No quería mirar mi teléfono como alguna patética chica, esperando y rezando para que Preston me llamara. Caminé pesadamente hasta mi habitación y me desplomé en la cama, apenas quitándome los zapatos, y luego deslizándome bajo las sábanas. Traté de aclarar mis pensamientos lo suficiente como para dormir. Eran casi las dos y treinta de la mañana. Necesitaba dormir. Justo cuando cerraba mis ojos, oí la puerta abrirse. —Olivia, ¿estás despierta? —susurró Kara. —No. —Se sentó al borde de mi cama, y le eché un vistazo—. Lo siento. —No, yo lo siento. No es mi asunto. Y lo entiendo, en serio. Es sólo que no quiero que salgas herida, y no quiero… Eres una buena amiga. No quiero… Me senté y la abracé. —Somos amigas. Nada de lo que haga Preston va a cambiar eso. Aparte, no estamos juntos. Para nada. No sé qué fue lo que sucedió esta noche, pero no va a pasar de nuevo. Sólo somos amigos. Me soltó y miró. —No lucían como si fueran sólo amigos. Mis mejillas se calentaron. —Sí, lo sé. Culpo a Wolverine. Soltó una carcajada. —¿Qué? —Estábamos viendo X-Men, y Wolverine apareció en la pantalla, y mi cuerpo sólo reaccionó. Es decir, es Wolverine.

Se rió de nuevo. —Eres tan rara, pero te quiero. Estoy feliz de que seas mi compañera. Y no me malentiendas. Quiero a Preston. Es mi mejor amigo, pero él no… —Lo sé. No tiene relaciones. —Lo sé, pero él… lo que sucedió… parece no poder superarlo. Levanté la mirada. —¿Qué sucedió? ¿Puedes contármelo? Se aclaró la garganta y apartó la mirada. —No es mi historia como para contarla.

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Incliné la cabeza ante sus palabras, preguntándome dónde las había oído, y luego lo recordé. Preston. Me dijo esas mismas palabras en su camioneta cuando hablábamos de su problema con las relaciones. Reproduje la conversación, buscando por la pieza que ayudaría a que todo tuviera sentido, pero sin encontrar nada. No es mi historia para contarla. ¿Entonces de quién era?

21 Traducido por Niki Corregido por Lizzy Avett’

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El lunes por la mañana me dirigí a la oficina de Rose, con la caja en una mano, un paquete de cigarrillos en la otra. Tuve la sensación de que tendría que ser sobornada. Especialmente una vez que le dijera lo que pasó la noche del sábado. Faltaban menos de dos semanas para las vacaciones de Acción de Gracias, y mis padres llamaron para decirme que pasarían las vacaciones en casa de mi hermana Cameron. Me invitaron a unirme, por supuesto, pero la idea de pasar las fiestas en torno a mis hermanas perfectas, que hacían exactamente lo que les decían, me dieron ganas de desaparecer en mi dormitorio y nunca volver a surgir. Pensé con nostalgia en el pavo que echaría de menos y suspiré. Oh, bueno. Empecé a subir por las escaleras a la oficina de Rose y me detuve en seco ante la vista de la persona sentada en la mecedora cerca de la puerta. Di un paso atrás, de repente en un terreno incómodo. —¿Qué haces aquí? Preston se levantó de la silla lentamente, como si supiera que estaba a punto de correr. Este era mi lugar, mi lugar seguro, y me quitaba eso con cada segundo que se quedaba allí. Llevaba una camiseta de franela arrugada y unos vaqueros que tenían por lo menos dos días de usados, con el pelo en su desorden normal. — Estaba preocupado por ti. —¿Así que decidiste venir a hablar con mi terapeuta? —Me sentí enojada, herida y traicionada. La única persona que me podía romper, hablando con la única persona en la que podía confiar para sanarme. En ese momento, la puerta se abrió y Rose salió. —¿Qué…? —¿Cómo pudiste? —le espeté. Se dirigió hacia mí, con los ojos moviéndose entre Preston y yo, entendiendo la situación. —Cálmate, Olive. —¿Olive? —preguntó Preston, mirando de Rose hacia mí.

Náuseas retumbaron en mis entrañas al oír el apodo saliendo de la boca de Preston. Mi pasado mezclándose dolorosamente con mi presente. Era antinatural. Era demasiado. Retrocedí hacia la acera. —No te vayas —dijo Preston—. Por favor. Sólo iba a preguntar si estabas bien, pero ni siquiera he entrado a la oficina. Sólo he estado aquí sentado, pensando… esperando. Ella no me ha dicho nada. Ni siquiera hemos hablado. Todavía puedes confiar en ella. Esto sigue siendo un lugar seguro para ti. No quise hacerlo… lo siento. —Miró a Rose—. Lo siento. —Y entonces bajó los escalones y me pasó, dejándome sola con Rose. Mi corazón golpeaba en mi pecho mientras la miraba. —¿Eso es cierto?

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Encendió el cigarrillo que estaba en su mano. —Piensas demasiado en ti misma. No podría explicar todo lo que hay de malo en ti ni aunque lo intentara. — Sonreí ante el insulto—. Eres mi paciente. Nunca comprometería tu confianza. No sabía que él se encontraba aquí, o le habría pedido amablemente que se retirara. —¿En serio? —Me acerqué hacia los escalones, anhelando la seguridad de su oficina. —Por supuesto. —Abrió la puerta y me hizo una seña para que entrara. Nos instalamos en su oficina, el dulce aroma del limón saludándome desde una nueva vela situada en su escritorio. —¿Nueva decoración? Sonrió. —Me han dicho que el limón es un olor feliz, así que estoy probándolo esta semana durante mis sesiones. —Vaciló, y luego agregó—: Ahora, ¿vas a decirme por qué se presentó aquí? Debes saberlo. Miré por sus grandes ventanas, viendo como el tráfico pasaba volando. — Creo que él piensa que lo estoy evitando. Sus llamadas y textos. —¿Y lo estás haciendo? La verdad era que no tenía intención de ignorar sus llamadas o los textos que siguieron. Me quedaba mirando su número, sin saber qué decir si respondía más allá del hola, y eso no era suficiente por ahora. Pensé en lo que diría todo el domingo, pero nada parecía funcionar en mi cabeza. Y entonces llegó el lunes, y decidí ir donde Rose, en busca de consejos sobre qué decir. Le conté todo esto, esperando que soltara uno de sus insultos que me mantenían en línea, excepto que se sentó en su silla y sacudió la cabeza. —¿Qué?

—Si no estás lista para seguir adelante, entonces está bien. Si tienes demasiado miedo de probar tu suerte en la vida, entonces está bien. Pero no arrastres a este chico si no estás lista para intentarlo. No es justo para él. Me reí sarcásticamente. —¿Has olvidado que él es el que se niega a tener una relación? —Sin embargo, está teniendo una contigo. —Abrí la boca para discutir, pero levantó la mano para detenerme—. Entiendo que tu experiencia con otros comenzaron con la amistad, pero eso no cambia el hecho de que tú y Preston han estado en una relación desde hace unos meses. Él se preocupa por ti. Está escrito en su rostro, y se merece que seas directa. Me puse de pie, cada vez más frustrada. —¡He sido sincera con él! Le dije que no puedo hacer esto, pero sigue…

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—¿Él sigue o tú lo haces? No eres completamente inocente aquí. He escuchado infinidad de veces el nombre de Preston en los últimos meses. No te ha obligado a tener sentimientos por él, y no es su culpa que te niegues a hacerles frente. Te escondes en tu zona de seguridad, y lo entiendo, pero es momento de que trates de vivir fuera de esa zona, Olive. Me detuve a mirarla, enojada y frustrada, pero sabía que tenía razón. Mantuve a Preston a un brazo de distancia durante todo el semestre, sin embargo, lo presioné y permití que las cosas aumentaran. Me senté en el sofá y comencé a tocar la caja de recuerdos suavemente. — Entonces, ¿qué hago? —Dime tú. ¿Qué es lo que quieres hacer? —Quiero a Preston. —¿Entonces por qué sigues aquí?

Salí corriendo de la oficina de Rose y marqué el número de Preston, pero no respondió. Revisé mi bolso, y por supuesto, todavía tenía el juego de llaves de Kara. Rápidamente le envié un mensaje para ver si podía tomar prestado su auto, y luego conduje hacia el apartamento de Preston, sin saber lo que iba a decir cuando llegara allí. Sólo sabía que no podía pasar ni un segundo más sin verlo.

Aparqué el auto y miré hacia su balcón. No había luces encendidas, ni sonidos al subir las escaleras. Me pregunté si había ido a clase o a desayunar o se fue a hacer alguna otra cosa normal de la mañana. Una parte de mí esperaba que hubiese salido, que tuviera la suerte de llamar a su puerta para no encontrar a nadie en casa. Pero esa parte era la Olivia débil, y ya no quería ser esa chica. Quería ser fuerte. Quería crecer, aprender y ser mejor, y de alguna manera sabía que el cambio en mí era a causa de Preston.

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Llamé a la puerta de su apartamento y esperé, atenta para escuchar cualquier movimiento. Durante varios segundos, no hubo nada, y me cuestioné si tendría que enfrentarme a este acto dos veces, pero luego escuché pasos acercándose. Vislumbré rápidamente las escaleras. Podría irme. Podría arriesgarme otro día. Me quedé allí, contemplando todas las razones por las que debería irme y todas las razones por las que debería quedarme, y entonces la puerta se abrió y estuvo de pie delante de mí con toda su gloria perfecta, la decisión tomada antes de que tuviera la oportunidad de correr. Preston abrió la puerta con un brazo extendido y tenso, el otro colgando a su lado. Mis ojos vagaron sobre él. Sobre su pelo mojado. Sus pantalones vaqueros sueltos y desgastados. Sobre su camiseta que cubría su cuerpo con tanta precisión que era como si estuviera hecha sólo para él. Y luego, finalmente, sus ojos, tan llenos de preocupación que me dejó sin aliento. —No debería haber ido donde Rose —dijo. Abrí la boca, pero la cerré de nuevo, silenciada por la sensación de que todo finalmente caía en su lugar. A Preston Riggs le importaba. Se preocupaba por mí. A pesar de las cicatrices. A pesar de la terapeuta. A pesar de cualquier miedo que existiera en su pasado. Le importaba. —No, yo lo siento —le dije—. Exageré. Preston me examinó. —¿Quieres entrar? Miré más allá de él hacia su apartamento. Entrar lo cambiaría todo. —Yo… no lo sé —le respondí con honestidad. —Está bien si no lo sabes. No tenemos que saberlo todo. Hoy no. Mis ojos se fijaron en los suyos. —¿Pero tú lo haces? ¿Lo sabes? —Sé que te quiero. Y por ahora, eso es todo lo que importa. Sus palabras se apoderaron de mí, ahogando mi miedo y dejando sólo un pensamiento detrás: él no se encontraba lo suficientemente cerca de mí. Avancé, envolviendo al mismo tiempo mis brazos alrededor de su cuello y aplastando mis labios contra los suyos. Preston se apoderó de mis caderas,

acercándome, y retrocedimos juntos. Cerró la puerta y luego se separó de mí, una sonrisa ladeada en su rostro. —No me esperaba esa reacción. —Me besó otra vez, mordiendo mi labio inferior—. Pero no me quejo. Así que… Sentí un nudo en mi corazón mientras la palabra y sus implicaciones rondaban entre nosotros, desgarrada entre el anhelo de oír lo que iba a decir a continuación y temiendo las palabras. Preston no tenía relaciones serias, y no quería que fuéramos una cosa pasajera. Fijé mis ojos en los suyos, y forcé una sonrisa juguetona en mi cara. —Por favor, dime que no tenemos que hacer la cosa de definiciones —le dije, aunque las palabras se sentían vacías para mis oídos. Preferiría no diseccionar lo que éramos. Todavía no. No cuando no sabía dónde se encontraba.

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Sus labios se curvaron de esa manera que amaba. —Absolutamente no — dijo, pero sus ojos dijeron algo más. Tal vez, como yo, quería que hubiera un verdadero nosotros. El pensamiento hizo que un enjambre de mariposas revoloteara a través de mi estómago. Nosotros. Sonreí. —Bien. —Apreté mis labios en su cuello, disfrutando de su sabor y olor, antes de asegurar suavemente mi boca sobre la suya y alejarme—. Entonces me tengo que ir. Nos vemos. —¿Qué? No puedes irte. Sonreí, disfrutando de la decepción en su rostro. —Oh, sí puedo. Tengo una clase en… —comprobé mi reloj—, veinte minutos. Se dirigió hacia mí, como un tigre al acecho. —Apuesto a que podría convencerte de quedarte. —Sus dedos corrieron por mi pelo, tirando suavemente los extremos para tirar de mi cabeza hacia atrás. Se acercó, sus labios a un suspiro de distancia, provocándome. Mi mente giraba por lo natural que se sentía estar así con él. Y luego pensé en Kara y su reacción al encontrarnos juntos, y me aparté. —Oh, no tendrías que trabajar muy duro. Pero tengo clases, y… Frunció las cejas. —¿Y qué? —Necesito hablar con Kara.

Fui a mis próximas dos clases, pero mi mente se hallaba en Kara y lo que diría. No tenía idea de qué había exactamente entre Preston y yo, y honestamente, no quería saberlo. Una definición, un título, sólo despertaría sentimientos de miedo para ambos, y por ahora, sólo quería disfrutar de estar con alguien nuevo. Le envié un mensaje a Kara para encontrarnos en Fresh Foods para el almuerzo y luego me dirigí allí, repitiendo una y otra vez en mi cabeza lo que diría cuando por fin la viera. Así que, ¿ya sabes lo que dije sobre Preston y yo siendo sólo amigos? Sí, bueno, somos… bueno, no lo sé, algo, y pensé que deberías saberlo. ¡Ugh! Cerré mis ojos ante lo estúpido que sonaba. No sabía lo que éramos. ¿Cómo iba a explicárselo a Kara?

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Suspiré profundamente mientras me aventuraba al interior, decidida a acabar de una vez con esto. Ella ya se hallaba sentada cuando llegué, sus libros desparramados y sus codos apoyados en la mesa. Parecía que no había dormido, y la culpa me dio un puñetazo en el estómago cuando me di cuenta que no tenía idea de lo que le pasaba. —Hola… —dije—. Luces… —Como la mierda. Lo sé. No pude dormir. Me senté frente a ella y agarré una de sus papas fritas. —Guau. Ni siquiera te escuché levantarte. Lo siento. ¿Estabas estudiando? Cerró los ojos con fuerza. —No, acechaba el Facebook y Twitter de Ethan. — Me echó un vistazo como si hubiera admitido haber robado un banco—. ¡Soy oficialmente la peor novia en el mundo, pero parece que no puedo evitarlo! Pensé en Preston y cómo le había dicho que éramos sólo amigos. Evidentemente, tampoco podía evitarlo. —Bueno, ¿qué buscabas? Suspiró mientras empujaba la comida en su bandeja. —Ha mencionado esta chica, Anna, un par de veces. Nunca es gran cosa, pero puedo decir por la forma en que habla de ella que le gusta. Tal vez no le gusta, pero aun así… —Kara… —¡Lo sé! Soy una perra. —Dejó caer la cabeza sobre la mesa. Tal vez ahora no era el mejor momento para sacar el tema de Preston. —No eres una perra —le dije—. Estás celosa. Bien, muy celosa. Supongo que no estoy viendo una razón para que lo estés. Ethan fue increíble cuando estuvo aquí.

—Es increíble. Y sus clases son una locura. Estudia ingeniería. Pero aun así, se toma el tiempo para llamar todos los días y preguntar cómo van mis clases. Es sólo que… —Kara, ¿puedo preguntarte algo sin que te enojes? Levantó la vista. —Sí. —¿Tú has pensado en engañarlo? ¿Por eso estás tan preocupada? Su rostro palideció, y tuve mi respuesta sin que tuviera que responder. — No lo haría. Pero está este tipo. Kalen. Es lindo, coqueto y tan increíblemente caliente. Nunca lo engañaría, pero… —Has pensado en ello. Regresó su cabeza a la mesa. —¿Ves? Una perra.

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—No, pero creo que deberías hablar con Ethan durante las vacaciones de Acción de Gracias y averiguar lo que quieres. Me miró. —Me olvidé por completo de las vacaciones. ¡Y son la próxima semana! Asentí. Kara parecía estar perdida en sus pensamientos, así que me levanté para conseguir comida, cuando me preguntó—: ¿Vas a casa para las vacaciones? —No, mis padres se van a San Francisco para pasar Acción de Gracias con mi hermana Cameron. Cameron era la mayor con veintiocho años, y luego Lily, mi otra hermana, tenía veinticuatro años. Cameron estudió Derecho en Harvard, antes de conocer a su esposo, Greg, y dar paso atrás mientras los niños eran pequeños. No la culpaba. Tres niños eran suficiente trabajo. Lily hacía su maestría en Yale después de estudiar en Oxford durante la mayor parte de su último año. No hacía falta decir que mis hermanas hacían exactamente lo que mis padres querían que hicieran, como si hubiera un procedimiento operativo estándar para la universidad y la vida adulta, y lo hubieran seguido al pie de la letra. Los ojos de Kara se iluminaron, llevándome de regreso al momento. — ¡Oh! Entonces debes ir a casa con nosotros. Mis padres se van fuera de la ciudad, también, así que me voy a quedar en la casa de Preston y celebrar Acción de Gracias allí. Ethan también viene. ¡Va a ser genial!

Cinco días con Preston. En su casa. Conocer a sus padres. Y Kara todavía no sabía nada de nosotros. De alguna manera, genial no era la palabra que tenía en mente. —Así que, Kara, sobre Preston… Me sonrió. —No te preocupes. No voy a decir nada acerca de ustedes dos conectando. Sé que fue sólo eso, una vez. Abrí la boca para decir que no fue sólo una vez, que éramos algo ahora, pero de alguna manera las palabras no salieron. —Mierda. Tengo que correr —dijo, poniéndose de pie—. Llegaré tarde a mi última clase. —Se detuvo para mirarme—. Lo siento, ¿ibas a decir algo más? —Um… no, estoy bien. Nos vemos más tarde.

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Agitó su mano en despedida, y la vi salir corriendo, mi mente dándole vueltas al hecho de que me senté con ella durante media hora y, sin embargo, no sabía nada de mí y Preston. Me dejé caer en mi silla, decidida a que la próxima vez que la viera, se lo diría… tenía que hacerlo.

22 Traducido por Dannygonzal & Verito Corregido por AriannysG

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Me paré junto a la camioneta de Preston, con mi maleta en la mano, mi mente aun reflexionaba en cómo podía ir a pasar las fiestas de Acción de Gracias en su casa. No podría ser una peor idea. Pero Kara sabía que no tenía planes. Él me abrió la puerta trasera después de que insistí en que Kara se sentara al frente. —Vas a venir. No aceptaré un no como respuesta. Miré la entrada de Liberty. Esperábamos que Kara apareciera. —Pero ella aún no lo sabe —susurré—. ¿No crees que sea un problema? ¿Un enorme y monstruoso problema? Se inclinó, sus labios rozando mi mejilla. —No me importa que lo sepa. Me aparté al ver a Kara saliendo apurada de Liberty, y luego estábamos todos amontonados en la camioneta de Preston, de camino a su casa. La incomodidad en la pequeña cabina era suficiente para hacerme querer gritar—: Estoy follando con tu mejor amigo. Está bien, quizá no follando. Pero creo que lo estoy pensando. De hecho, ¡es todo en lo que puedo pensar! —Ese era el por qué obligué a Kara ir en el asiento del pasajero a pesar de ir contra las reglas de Preston… y a pesar de sus miradas traviesas. No podía sentarme a su lado con Kara detrás de nosotros, sería capaz de ver nuestros movimientos. Sería insensato. Así que me relajé en el asiento trasero y escuché cómo Kara nos contaba sobre el viaje de sus padres a Jackson Hole durante las vacaciones y cómo ni siquiera la invitaron. Ya había conocido a los padres de Kara, pero no podía imaginar a los míos yéndose a un viaje en las vacaciones sin invitarme. Sabía que también tenía una hermana menor, entonces me pregunté si su hermana iría con ellos o también pasaría la festividad en casa de Preston.

Esta iba a ser mi primera semana sin ver a Rose desde que comenzó el semestre. Me di cuenta que la extrañaría, así que la llamé justo antes de irnos y me hizo prometerle que llevaría la caja negra de recuerdos conmigo. Sabía que se sentía desilusionada de que no nos hubiéramos preparado para ver otra foto o para hablar de lo que pasó después de la noche del incendio, pero tuve suficiente con todo lo de Preston y Kara. No podría manejar otro colapso. No en este momento. Sospechaba que me diría que evitaba el problema, y tendría razón. Rose siempre se encontraba en lo cierto, lo que quería decir que tenía que prepararme. La primera semana de regreso, me obligaría a remover la caja y mis recuerdos del incendio. —¿Olivia? Mi atención fue irrumpida desde la parte delantera del auto. —¿Sí? —No me di cuenta que me distraje.

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—Vamos a parar por un momento para ir al baño —dijo Kara—. Tengo que ir. ¿Necesitas ir? Mis ojos fueron a Preston, quien negó con la cabeza lentamente en el espejo retrovisor. —Mm, no. No, estoy bien. Preston se estacionó en una fila rápida diez minutos después, y Kara salió rápido para ir al baño, agarrar algunas bebidas y comida para todos. Me incliné tan pronto como se encontraba adentro, me preparé para preguntarle por qué no me dejó ir, cuando enredó sus dedos en mi cabello, sujetando mi cabeza y acercándome suavemente, sus labios en los míos antes de que pudiera completar mi pensamiento. Su lengua se deslizó dentro de mi boca, explorando y probando, como si estuviera saboreando algo raro y delicioso. Solté un pequeño gruñido, y el simple beso se volvió hambriento. Me acercó más, mi cuerpo completamente inclinado contra el apoyabrazos y el asiento del conductor. Quería perderme en el momento, olvidar dónde nos hallábamos y quién podría estar viendo, pero sabía que Kara se encontraba a segundos de regresar a la camioneta y no quería que nos atrapara así de nuevo. Con una loca cantidad de esfuerzo, me separé de él, sonriendo mientras besaba sus labios una vez más. —Esto se va a volver un problema. —Tú en el asiento de atrás es un problema. Esto… —Me besó otra vez—, nunca es un problema. —Kara regresará en cualquier momento. —Correcto. Así que recuérdame, ¿por qué no sabe sobre nosotros? Mi pulso pareció cambiar el ritmo en mi pecho. Nosotros. Volví a sonreír.

—Traté de decirle pero últimamente ha tenido problemas. No quería sacar el tema de Ethan, cuando no sabía si ellos lo habían discutido, pero entonces Preston agregó—: Sí, lo sé. Es todo de lo que habla. De Ethan y si la está engañando. —¿Crees que es verdad? —Demonios, no. Es Ethan. Él es muy bueno, pero Kara siempre ha sido del tipo celosa. Me recosté, pasé mis manos por mi ahora despeinado cabello, y pillé a Preston mirándome por el retrovisor. —¿Qué? Sacudió su cabeza. —Nada. Tú… —¿Qué?

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Esperaba que comenzara a darme un momento difícil por ser demasiado cuidadosa alrededor de Kara, pero simplemente dijo—: Eres hermosa. —Nuestras miradas se inmovilizaron y deseé más que nada que estuviéramos solos en su camioneta, sin preocupaciones o pensamientos excepto nosotros. Bajé la mirada. —Gracias. Tú no estás tan mal. —¿Quién no lo está? Mis ojos giraron con brusquedad hacia la puerta del lado del pasajero. Ni siquiera me di cuenta de que Kara regresó. —Eh, nada. —Bueno, ese baño era un desastre. Pero te conseguí esa agua de naranja con vitaminas que te gusta —dijo, pasándome la botella. —Oh, gracias. Eres la mejor. —Y… —Le sonrió a Preston—. Conseguí tu favorita. —Le entregó un refresco cítrico Mountain Dew y una bolsa de caramelos. Ni una sola vez lo vi comer o tomar algo de eso, lo cual demostraba lo poco que lo conocía. Preston golpeó su brazo con el codo. —Ves, sabía que debía traerte por una razón. Ella sonrió. —Está bien, entonces, ¿de qué hablaban mientras no estaba? —Nada —dijimos Preston y yo al mismo tiempo, luego él agregó con una sonrisa torcida—: En realidad, no hablamos en absoluto. Tuve que morder mi labio para evitar reír.

Llegamos a la casa junto al lago una hora después, y de inmediato sentí que me encontraba sobre una tierra llena de historia. La casa en sí era ciento por ciento sureña. Cuatro lados de ladrillo con largas columnas blancas que denotaban elegancia y una época más simple. No había otras casas visibles, incluso desde la entrada para autos podía sentir el olor terrenal del lago que parecía no terminar nunca.

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Mi mamá siempre le tuvo aversión a los lagos. Decía que parecían sucios y llenos de bacterias, así que nunca nos dejó a mis hermanas y a mí ir a uno de pequeñas. Aún recuerdo la primera vez que nadé en uno. Nos encontrábamos en un viaje de campamento, Trisha y Matt me desafiaron a sumergirme. Incluso cuando tenía diez años, mi mamá me infundió el miedo de que podría contraer alguna bacteria carnívora si nadaba en un lago, así que me negué. Finalmente, Matt me levantó y me lanzó. Una semana después, estuve más enferma de lo que jamás había estado en mi vida. Esa fue la primera y única vez que estuve en un lago. Pero en este momento era diferente, ya no dejaba que las reglas de mi madre se impusieran. Me encontraba con Preston. Y si me pedía que saltara al lago, si me decía que era seguro, sabía que saltaría. Confiaba mucho en él. La idea hizo que mi corazón diera un vuelco, y me volteé para mirarlo, solo para encontrarlo regresándome la mirada, con una pequeña sonrisa en su rostro. —Entonces, ¿qué piensas? —Creo que es impresionante. —Espera a ver el interior —dijo Kara, enganchando su brazo con el mío—. Entremos, te daré un recorrido. Miré hacia atrás a Preston, que sólo se encogió de hombros, así que seguí a Kara sobre los amplios escalones en la entrada y dentro de la casa. El olor a canela y manzanas calientes golpeó inmediatamente mi nariz, y tuve que evitar suspirar ruidosamente. Me recordó a cuando mi mamá solía cocinar, antes de que los quehaceres de toda la casa quedaran en manos de la señora de la limpieza, Corrine. Extrañaba esa versión de mi mamá. Como Kara prometió, el exterior de la casa de Preston no era nada comparado con el interior. Los pisos de madera de arce se extendían desde el vestíbulo en una enorme sala de estar, donde el fuego crepitaba como bienvenida. Dos conjuntos de escaleras, uno en la derecha, el otro en la izquierda, se curvaban

hacia el segundo piso. Pasamos dos puertas cerradas mientras bordeábamos la parte más lejana de la casa y luego un comedor con un arco en el recibidor a la derecha y un estudio con puertas francesas a la izquierda. La casa era hermosa en todos los sentidos, pero no se sentía como una casa moderna. Se sentía cómoda y acogedora, el tipo de casa que tenía más recuerdos que una bisabuela. Respiré el olor dulce de un buen asado y le sonreí a Kara. —Vaya. Ella asintió hacia la cocina. —Lo sé. El olor es increíble, ¿no? Huele así todo el tiempo. La señora Riggs siempre está cocinando. Su pavo es lo mejor que alguna vez comerás. —¿Es a Carebear a la que escucho allí? —Una mujer pequeña con cabello rubio, casi blanco, y arrugas alrededor de la boca, venía animada hacia el recibidor. Limpió sus manos en el delantal que decía: La Buena Cocina es Sureña, y luego estiró un brazo hacia Kara, abrazándola con fuerza—. ¡Te he extrañado!

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Sonreí. Evidentemente, Kara no era la única que terminaba cada frase con entusiasmo. La señora Riggs me miró con una gran sonrisa. —Y tú debes ser Olivia. Kara me dijo que te nos unirías. No podríamos estar más emocionados de tenerte. — Comencé a agradecerle, cuando Preston entró por la puerta principal, ella dejó salir un chillido y se apresuró hacia él—. ¡Oh, cariño! —dijo, abrazándolo, luego lo alejó, y su rostro cambió de feliz a enfadada más rápido de lo que pude parpadear—. Deberías estar avergonzado por no venir a casa más seguido. ¡Han pasado dos meses, Preston Reid! Hice una nota mental de su segundo nombre. Reid. Ese, al igual que Preston, le quedaba. —Sí, bueno, sabes que la universidad me mantiene ocupado —dijo él mientras apartaba la vista. —Una madre sabe cuándo su hijo le está mintiendo. Pero estaré tan feliz cuando termines. El doctor Brown se está volviendo viejo. El pueblo necesita un nuevo pediatra. Abrió su boca para responder, justo cuando una versión mayor de él entró por la puerta, la cara de Preston se iluminó. —¡Ahí estás! El hombre envolvió a Preston en un abrazo apretado. —¿En dónde demonios has estado, hermano? —le preguntó con una sonrisa—. Sabes que el viejo es un oso cuando no estás cerca. —También es un oso cuando estoy cerca.

—Dejen de hablar del viejo cuando no se encuentra aquí para defenderse. — Todos giraron la cabeza hacia la puerta abierta de la sala familiar, donde un hombre se hallaba de pie, mirándonos. Me pregunté cuánto tiempo había estado allí. Por la mirada en su rostro, un buen rato, pero entonces su rostro se dividió en una amplia sonrisa—. Ahí está la hija que desearía haber tenido. Kara sonrió. —Es bueno verlo, señor Riggs. —Kara, has estado en mi familia prácticamente desde que naciste, sabes que puedes llamarnos Clark y Joan. —Sí, señor Riggs —repitió Kara, expandiendo su sonrisa. El señor Riggs suspiró. —Algunas cosas nunca cambian. —Su mirada cayó en su hijo menor, las palabras llenas de insultos.

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La mandíbula de Preston se apretó, pero simplemente dijo—: Es bueno verte, papá. Él no respondió, en su lugar, su mirada cambió hacia mí, tomé una respiración, de repente sintiéndome como una intrusa. —Hemos escuchado mucho sobre ti, Olivia. Es un placer tenerte aquí. —Mi interior se relajó—. Si puedes creerlo, conocía muy bien a tu abuelo, aunque a tu padre solo cuando era joven. ¿Cómo está Richard? Todavía viaja mucho, por lo que he oído. —Él está bien. Y sí, señor. Coca-Cola lo mantiene ocupado. —Mi papá había sido el abogado principal de Coca-Cola desde que tenía memoria, lo que lo tenía viajando a todos lados. Su trabajo, aunque técnicamente en el departamento legal, se expandió a consultas, y se convirtió en un experto en prácticamente todo en la compañía. Siempre respeté lo que hacía, hasta que ese trabajo lo alejó cada vez más de casa y pasaba días, incluso semanas, sin verlo. El señor Riggs asintió como si supiera lo que pensaba. —Bueno, Joan tiene algunos bocadillos para ti después de que te instales. Kara, ¿puedes mostrarle la habitación de invitados a Olivia? Kara rió. —Sí, señor. Y con eso, Preston, Kara y yo subimos las escaleras lejos de la tensión entre él y su padre. Ella nos guió por el pasillo que daba a la parte de abajo, antes de detenerse ante dos puertas que se encontraban lado a lado. —Compartiremos esta habitación —dijo, abriendo la puerta derecha—. Y esa —Apuntó a la puerta de nuestra izquierda—, es de Preston. Mis ojos se quedaron en la puerta izquierda. Me pregunté si olía como su apartamento, si se sentía como estar envuelta en su esencia. Me detuve un segundo

muy largo y él caminó más allá de mí, pasando su mano por mi espalda y respirando en mi cabello. —Sabes, estoy dispuesto a compartir mi habitación si quieres dormir conmigo. Ante esta cercanía, me incliné, desesperada por sentir su calor contra mi cuerpo. Sus manos fueron a mis caderas, y luego Kara se dio la vuelta en la habitación de invitados y sus manos se alejaron. —¿Y bien? Entra. Puedes dejar tu bolso ahí. —Apuntó a la banca a los pies de la cama tamaño King que ella y yo compartiríamos—. Y el baño más cercano está pasillo abajo a la izquierda. Pasando la habitación de Preston.

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Me giré para mirarlo, y se encontraba en la puerta, su cadera apoyada en el marco. Tragué duro. Serían unos días insoportables. ¿Por qué todavía no se lo contaba a Kara? Ahora, estaba atrapada pretendiendo que no éramos nada, cuando todo lo que quería era envolver mis brazos a su alrededor y presionar mi… —¿Olivia? —Me giré para encontrar a Kara mirándome—. ¿Qué estás haciendo? Negué con la cabeza, completamente perdida. —Yo... uh... —Miré a Preston para verlo contener la risa—. Nada. ¿Por qué? —Te pregunté si querías ir a caminar al lago. Tienen una casa de botes increíble y una rampa de dos pisos. Es maravilloso a esta hora. —Oh, seguro, sí, eso suena genial. —Pasé las manos por mi cabello y respiré lentamente para calmar mi ritmo cardiaco. Sí, estos serían tres largos días. Preston nos dejó para arreglar nuestras cosas, e instantáneamente, deseé que volviera. La certeza que él exudaba fue reemplazada con un vacío duro. Sabía que nada bueno vendría por la manera en que lo necesitaba, pero no podía detenerme. Se encontraba ahí, incrustado en mi corazón… me gustara o no.

Los tres bajamos a la casa de botes para encontrarnos con Ethan y el hermano de Preston, Trent. Preston caminó junto a Kara, conmigo al otro lado, y me encontré deseando que pudiéramos cambiar de lugar. Necesitaba tocarlo. Kara vio a Ethan, quien debió haber llegado recién, antes que el resto nosotros y salió corriendo por la larga rampa.

—Parece que podrían desear un minuto a solas —dijo Preston—. ¿Quieres ayudarme con algo? —Su mirada se detuvo en mí, sus ojos diciendo más que sus palabras. —De acuerdo. Asintió hacia la pequeña casa a la derecha de la rampa. Desde aquí, se veía oscura y vacía, como si nadie hubiese estado ahí por años. Me pregunté si ese era el caso ahora que tanto Preston como Trent se hallaban fuera de la casa.

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Preston abrió la puerta y encendió la luz para mostrar un área común con una sensación de casa de campo, pisos de madera y murallas, con una chimenea y un ciervo gigante sobre la repisa de la chimenea. A la izquierda había una pequeña cocina y un bar, luego a la derecha un pasillo que llevaba a tres puertas cerradas. Comencé a preguntarle con qué necesitaba ayuda cuando lo sentí caminar tras de mí y ponerme contra su pecho. Sus manos agarraron mis caderas, acercándome. Tomé una lenta respiración, sintiendo que la urgencia me inundaba. Preston apartó el cabello de mi cuello y lentamente presionó sus labios en mi piel, llevando su lengua a mi oreja. —No puedo soportar tenerte alrededor y no tocarte. Me está volviendo loco. Me giré en sus brazos, nuestros rostros a una respiración de distancia. Sus ojos se movieron de mí a mis labios, y sentí mis latidos incrementándose. Sus manos bajaron por mi espalda mientras me acercaba más. Tensión radiaba en el aire, flotando a nuestro alrededor. Nunca había sido tan consciente de alguien en mi vida. Envolví mis brazos alrededor de su cuello y me puse de puntillas. — Bésame. Y luego sus labios estaban en los míos, arrasando mi boca con pasión y necesidad. Deslicé mi lengua en su boca, y gimió, el sonido tan varonil y lleno de deseo que hubiese hecho cualquier cosa que quisiera en ese momento. Puso sus brazos alrededor de mi espalda y me levantó, envolviendo mis piernas alrededor de su cintura mientras me llevaba al bar y me sentaba en el frío granito. Su boca dejó la mía, y gemí momentáneamente, hasta que comenzó a desabotonar mi camiseta, su cálido aliento en mi cuello mientras bajaba su boca a mi clavícula. Me miró mientras alcanzaba otro botón, asegurándose de que estuviera bien, pero no había cicatrices en mi pecho. Me sentía segura. Sintiendo mi aprobación, desabotonó otros dos botones, el calor quemando en sus ojos mientras veía mi sujetador de encaje negro. Comenzó a bajar su boca a mi cuello, cuando el sonido de alguien aclarándose la garganta nos regresó a la realidad.

Preston se apartó, rápidamente abotoné mi camiseta y salté del bar, mis mejillas ardiendo mientras veía a Tren parado frente a nosotros, con una gran sonrisa en su rostro. —Eh, siento interrumpir —dijo—, pero Kara y Ethan los están buscando. — Giró el pomo de las puertas francesas y salió, dejándonos solos. Dejé salir una respiración larga y lenta. —Yo… Preston me alcanzó, abrazándome. —No. —Presionó sus labios contra los míos, fuerte y seguro—. No digas que no debemos. Sí debemos. Tú lo sabes y yo lo sé. Esto… —hizo un gesto entre nosotros—, es demasiado correcto para estar mal. Sonreí lentamente. —Iba a decir que no quiero detenerme.

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Sostuvo mi mirada, la sorpresa escrita en su rostro. —Le diré ahora mismo. No puedo pasar tres días fingiendo que no te quiero, cuando cada fibra de mi cuerpo quiere estar cerca de ti. —No, déjame decirle. Yo solo… no podemos decirle aquí. ¿Y si se enoja? —¿Por qué le importaría? Aclaré mi garganta, recordando mi conversación con Kara. ¿Preston sabía que ella creía que él podría herirme? Respiré hondo. —Ella cree que tú podrías, ya sabes, herirme. —¿Yo? ¿Ella dijo eso? Pude ver el dolor destellar en su rostro. —No debí haber dicho eso. Creo que tiene miedo de que utilices tu regla de los diez días conmigo. Frunció el ceño con confusión, luego el entendimiento siguió. —Oh. —Se mordió el labio—. ¿Tienes miedo de que lo haga? Pensé en su pregunta por un momento antes de responder. —Un poquito. Preston pasó una mano por mi cabello. —Tú fuiste quien dijo: sin títulos, sin definiciones. —Lo hice. —Pero no era en serio, quería añadir. —¿Entonces de qué estás asustada? Cerré mis ojos, deseando más que nada tener más fuerza a su alrededor. ¿Pero cómo podía ser fuerte y fingir compostura, cuando él sabía que veía a una terapeuta? ¿Sabiendo que había visto mis cicatrices? —No quiero que esto dure por diez días o tres meses o lo que sea. No quiero… Levantó mi barbilla así me obligaba a mirarlo. —¿Qué?

—No quiero compartirte. —No has tenido que compartirme desde que nos conocimos. Traté de negarlo, traté de encontrar otra manera. Parecías tan cerrada, y no creí que estuvieras interesada, pero luego te encontré sentada en mi cama ese día, luciendo como si pertenecieras ahí, en mi mundo, y el resto ya no importó. El sonido de risas desde la rampa me recordó que necesitábamos salir de ahí, pero tenía que saber, tenía que preguntar. —¿Pero por qué no has tenido una relación? ¿Qué pasó? Preston dio un paso atrás, cerrándose. —No quiero hablar de eso ahora. —¿Entonces como sabré de verdad? Me consideró, esperando, luego dijo—: Mi novia de la secundaria tuvo un aborto. Sin contármelo.

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Instantáneamente, me sentí enferma. Esperaba que me dijera que lo habían engañado o que hubo un problema de infidelidades en su familia. No eso. — Entonces, la pediatría… —Ni siquiera sabía que estaba embarazada, ella era en quien más confiaba en el mundo, pero no confió en mí. Nunca tuve la oportunidad de decidir si me hallaba listo. Sé que fue una gran decisión para ella, pero también fue grande para mí. Era la decisión más importante de mi vida y no tuve la oportunidad de decidir. Entrelacé nuestros dedos. —Lo siento mucho. No debí haber preguntado. Creí… no sé qué creí, pero lo siento. —Me prometí que jamás estaría en una relación seria. Y no lo he hecho… hasta ahora. Mis ojos subieron hacia él. —Así que, no, no me tienes que compartir. Mientras me quieras, soy tuyo. Una sonrisa apareció en mi rostro, me acerqué para besarlo, justo cuando Ethan entró a la habitación. Apreté mis ojos. Mierda. —Eh, hola —dijo, una sonrisa en su voz—. Yo… Kara preguntó… Volveré por donde vine. —Cerró la puerta tras él, y apoyé mi cabeza en el pecho de Preston. —Malditamente perfecto —gruñí—. Ahora todos saben menos Kara. Va a verse como si estuviésemos escondiéndole algo. —No me importa ni una mierda lo que piense Kara. Levanté la vista. —¿Qué fue eso?

Alejó su mirada. —Nada. Me refiero a que sólo es mi amiga. Ella no dicta mi vida amorosa. Lo estudié, sintiendo algo más profundo, pero sin querer preguntar. ¿Kara había sido amiga de la novia de Preston? Me pregunté si ella lo sabía y se lo ocultó. Mierda, podía imaginar lo duro que eso había sido para su amistad. Asentí. —De acuerdo. Podemos decirle cuando sea. Está bien. —Bien. Entonces eso lo arregla. —Espera, ¿arregla qué? Preston me guió fuera de la casa y bajó la rampa a donde Trent y Ethan pescaban, y Kara seguía con su pie la música que sonaba a través del sistema de sonido exterior del muelle. Sonrió cuando me vio. —¡Hola! ¿Dónde estabas? Tenía miedo de que te hubieras perdido o algo.

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—Oh, no, sólo est{bamos… —Haciendo esto. —Preston me acercó y presionó sus labios en los míos, sosteniéndome con fuerza, así no podría alejarlo. Tropecé hacia atrás una vez que me soltó, dándole una mirada de muerte. —¿Qué? Dijiste que querías decirle. Ahora ella lo sabe —dijo con una sonrisa antes de unirse a los chicos. Mis mejillas ardieron mientras le daba un vistazo a Kara. —Bueno, sí. Est{bamos haciendo… eso. Sus ojos eran amplios y no pudo responder por un momento, luego se encogió de hombros. —Todo bien entonces. Ven a sentarte conmigo… —Le dio palmaditas al lugar junto a ella—, y dime exactamente cómo dejaste que ese tonto te ganara. Sonreí, amando más a Kara. Me senté junto a ella y dejé que mis piernas colgaran por el borde del muelle. —Él es un tonto, ¿verdad? —Puedo escucharlas, ¿saben? Nos reímos, y justo así, todo volvió a la normalidad.

23 Traducido por Miry GPE Corregido por Mire

Permanecimos en el muelle hasta que el cielo se oscureció, la puesta de sol se veía sobre los árboles, el aire era más frío y más fácil de respirar. Preston dejó su caña y se acercó a mí. —Tienes frío —dijo.

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Me encogí de hombros. —Estoy bien. Se quitó su camisa de franela, quedándose en nada más que una ajustada camiseta blanca, las líneas suaves y firmes de su pecho y abdominales expuestas a través de la fina tela. Hice mi mejor esfuerzo para no comérmelo con los ojos, pero fallé miserablemente. —Maldita sea, hombre, me haces quedar como un novio de mierda —gritó Ethan. La mirada de Preston permaneció en mí mientras me entregaba la camisa. La tomé y me la puse, inmediatamente mezclándome en su suavidad y su aroma. En Preston. Lo olí e inmediatamente sentí el calor inundándome, hundiéndose en mi estómago, deseando y queriendo regresar profundamente a mí interior. Mi mirada encontró la suya. ¿Sabía el efecto que tenía en mí? Sostuvimos nuestras miradas, me pregunté cómo sobreviviría durmiendo en la habitación al lado de la suya cuando quería estar en su cama. Parecía pensar lo mismo que yo, pero entonces, Kara se aclaró la garganta a mi lado, rompiendo nuestro trance. Preston se dirigió de nuevo hacia los chicos y ella me miró. —No lo vi comportarse de esa forma en mucho tiempo. Tal vez nunca… —Su voz se apagó y se quedó mirando el lago. —Oye —dije, golpeando levemente su pierna—. Esto no cambia nada, ¿sabes? Él aún es tu mejor amigo. Tú aún eres la mía. Me sonrió. —¿Soy tu mejor amiga?

—Bueno, hay un empate entre Rose y tú, pero ya que le pago por escucharme, diría que vas ganando. Kara envolvió su brazo a mí alrededor y me abrazó, acercándome a ella. — También eres mi mejor amiga. Tú y Preston. Así que, si pudieran tratar de no besarse en frente de mí, sería genial. Me reí, y Preston gritó—: No prometeré nada. Una campanilla sonó desde la casa, y volteé a todos lados. —¿Qué fue eso? Kara sonrió. —La cena está lista. La señora Riggs ha hecho sonar esa campana desde que éramos pequeños. Es su manera de llamarnos a comer. —Suena como si prácticamente vivías aquí. Asintió lentamente. —Lo hice. Crecimos juntos.

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Preston extendió una mano para ayudarme a ponerme de pie, luego me atrajo a él mientras me levantaba. Me besó en la sien y entrelazó sus dedos con los míos. —¿Lista para la mejor comida de tu vida? Caminamos hacia la casa, e inmediatamente mi estómago gruñó en apreciación. El olor de las sabrosas salsas y especias complejas llegó a mi nariz, y gemí con satisfacción. —Oh, Dios mío, eso huele increíble. Preston se inclinó hacia mi oído. —No seré capaz de contenerme si haces eso de nuevo. Sonreí, preparada para darle un suave beso justo cuando la señora Riggs entró apresuradamente en el comedor. Sus ojos se centraron en Preston y en mí, luego en nuestras manos unidas. Gritó—: ¡Lo sabía! ¡Lo sabía! —Mam{… —Suspiró. —Est{ bien, no diré nada. Pero… —gritó de nuevo—, esto es tan maravilloso. —Se acercó y me dio un abrazo antes de señalar hacia la mesa y decirnos a todos que nos sentáramos. Me moví incómodamente y miré a Kara en busca de apoyo, pero no encontró mi mirada. De pronto, cuestioné nuestra decisión de contárselo. Quizá debimos esperar. Preston se sentó a mi lado y le dio una palmadita a mi rodilla. — Mamá es así —susurró—. No te preocupes, no te hará sentir incómoda. —Está bien —dije, sonriendo. Miré de nuevo a Kara, esperando por algún indicio de que se hallaba bien, y la encontré con su atención en Ethan, quien reía por algo en su teléfono. Él escribió

un mensaje de texto y luego lo puso sobre la mesa, con una sonrisa aún en su rostro. La miré de nuevo, parecía que iba a llorar. Uh-oh, esto no era bueno. —Así que, ¿cómo es Georgia? —le pregunté a Ethan, con ganas de traerlo de nuevo al presente; y con la esperanza de que regresara a Kara. Estuve tan distraída por Preston y el cambio en nosotros que no noté si Kara y Ethan estaban bien. Parecían bien cuando llegamos, pero luego, en el muelle, Ethan se mantuvo pescando con los chicos, sin siquiera ir a hablar con ella ni una vez. —Es buena —dijo—. El programa es un poco abrumador, pero hice algunos buenos amigos, lo cual ayuda. Sin embargo, echo de menos a ésta señorita. Incluso he considerado transferirme. La cabeza de Kara se elevó rápidamente. —¿De verdad? —Por supuesto. No me gusta estar lejos de ti.

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—Aw. —Ella se inclinó para darle un beso, justo cuando el señor y la señora Riggs entraron a la habitación. —Sin besos en la mesa —dijo el señor Riggs, mirándolos. Su tono era duro, pero la expresión de su rostro decía que era solo medio en serio. Pusieron la comida en la mesa, la cual lucía como salida de una revista, luego nos zambullimos en la comida. —Entonces —dijo el señor Riggs después de varios minutos de comer—, ¿qué estudias en Charleston, Olivia? Habría pensado que a tu padre le gustaría que estuvieras en Columbia. Tomé un trago de agua. Podía hacer esto. Podía hablar de Columbia. — Estudio Literatura Comparativa. Espero volverme profesora. Y en realidad iba a ir a Columbia, pero decidí que quería estar más cerca, así que, en su lugar, elegí la Universidad de Charleston. Él asintió, y aunque sentí que quería preguntar más, no profundizó en el tema. —Estoy seguro que escuchaste hablar sobre la elección de carrera de Preston. Solté el aliento. No había ganador aquí. —Lo escuché. Creo que es maravilloso que quiera ayudar a los niños. Preston mantuvo sus ojos fijos en el plato, mientras que el resto de nosotros esperó la respuesta de su padre, pero fue Trent quien habló—: Estoy de acuerdo. Hubiera sido fácil para él unirse a la empresa familiar. Pero quiere hacer más. Admiro eso. —Preston miró a su hermano, claramente desconcertado, el señor Riggs abrió la boca para responder, cuando la señora Riggs elevó la voz. —Clark, podría necesitar tu ayuda con la tarta.

—Pero yo… —Cocina. Ahora. Sonreí un poco por lo rápido que el señor Riggs siguió las órdenes de su esposa, y luego, una vez que se fueron, me giré hacia Preston. —¿Estás bien? —Estoy listo para largarme ahora mismo de esta casa. —Solo un día más —dijo Trent—. Trata de mantener la boca cerrada por un día más. Por mamá. Preston asintió, soltando un largo suspiro. —Gracias por lo que dijiste. Incluso si fue solo para mantenerlo tranquilo. Te lo agradezco. —Lo dije en serio, hombre. Admiro lo que estás haciendo. Hacerle frente a papá. Crear tu propio asunto. Yo nunca podría hacer eso.

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Preston se encogió de hombros. —Sí, bueno, veremos cuánto tiempo soy capaz de mantenerme así. —Lo superará con el tiempo —dijo Trent. Y en ese momento, la señora Riggs volvió con el postre. Nos instalamos en una conversación más fácil durante el postre, y después de poco tiempo, se hizo tarde. El señor y la señora Riggs se fueron a la cama y Kara acompañó a Ethan a su auto. Empecé a subir las escaleras, con Preston detrás de mí, cuando tomó mi mano y besó mi palma. —La oferta sigue en pie si deseas quedarte en mi habitación. Pensé en sus padres en la planta baja. —No lo creo. A tu mamá le agrado en este momento. —Ella no lo sabrá. —Y Kara… —Kara es Kara. Ethan es un gran tipo. Además, él sabe que patearé su trasero si le hace daño. Me giré hacia él. —Eso es dulce. Se acercó. —Pregúntame lo que haría si alguien te hiciera daño. Pasé mi mano lentamente por el costado de su rostro, disfrutando de la sensación áspera de su rastrojo de la tarde-noche. —Me defenderías, ¿no? —Oh, sí. —Se inclinó, su cálido aliento contra mis labios—. No quiero que sientas dolor, nunca.

Mi mirada cayó. —No creo que pueda llegar a saber lo que se siente. El nunca sentir dolor. Preston tomó mi brazo izquierdo, e instintivamente lo alejé. —No tienes que esconderte de mí. Tragué saliva, confundida en qué decir a continuación. ¿Cómo explicarle que escondí mis cicatrices de mí misma tanto como lo hice de los demás? Odiaba mirarlas, la sensación de cuando accidentalmente las tocaba. Abrí la boca para contarle, cuando oí cerrarse la puerta principal y lo empujé suavemente hacia atrás. —Viene Kara. No quiero hacerla sentir incómoda. Asintió y se fue a su habitación, mirando una vez más hacia mí antes de entrar por la puerta. —La oferta permanece abierta. —Y después, la puerta se cerró detrás de él.

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Me dirigí a la habitación que compartía con Kara, desesperada por estar cerca de él de nuevo, pero sabiendo que Kara me necesitaba justo ahora. Me cambié, me puse mi camisola de dormir de manga larga y esperé a que entrara. Unos segundos pasaron, y luego la puerta se abrió con un crujido. —Oye —dije—. ¿Estás bien? Sacudió su cabeza y se sentó a mi lado en la cama. —Solo parece que nosotros ya no podemos conseguir estar en la misma p{gina. Él piensa… —Se interrumpió, pasándose una mano por su rostro—. Debería cambiarme. Me siento agotada. Me estiré para detenerla. —Kar, puedes hablar conmigo, lo sabes. Se enfocó de nuevo en mí, considerándolo. —¿Recuerdas cuando te dije que tenía un novio serio antes de Ethan? Bueno, Ethan me dijo esta noche que piensa que nunca he conseguido superarlo. —¿Y lo superaste? —Sí, absolutamente. Creo que sólo lo mencionó para acusarme de algo. Le pregunté sobre esa nueva amiga suya. La chica. Dudé. —Preston dijo que pensaba que Ethan era un gran tipo. Que no te haría daño. Incluso dijo que le patearía el trasero si lo hacía. Su mirada se elevó. —¿En serio? —Por supuesto. Es tu mejor amigo. No dejará que algún chico te haga daño. Asintió. —Cierto.

Kara y yo subimos a la cama, ella habló hasta después de medianoche, antes de finalmente decir que se sentía cansada y quedarse dormida. Esperé hasta que pude escuchar su respiración volverse lenta, luego cogí mis implementos para lavarme el rostro y mi cepillo de dientes, salí de la habitación silenciosamente y caminé por el pasillo hasta el cuarto de baño. Me tomé mi tiempo, sabiendo que después de que cerrara la puerta y caminara por el pasillo, tomaría una decisión. Sería una buena chica y pasaría de largo, subiría a mi cama y dormiría. O me detendría en la puerta de Preston, tocaría y abriría mi corazón para que lo tomara.

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Cerré la puerta del baño, diciéndome que me gustaría ir a la cama, pero luego escuché música reproducirse tranquilamente en la habitación de Preston. Me incliné más cerca de la puerta, escuchando la melodía áspera y lenta. Eso me hizo tan consciente de su presencia, que me quedé ahí, escuchando, insegura de qué hacer a continuación, y luego sin pensar, levanté mi mano hacia la puerta y golpeé sin dudar contra la madera, parte de mí rezando para que no respondiera, la otra parte rogándole que me dejara entrar. Un segundo pasó sin nada, y me alejé, decepcionada, cuando la puerta se abrió y entonces él estaba ahí en el umbral, vestido con nada más que pantalones de pijama. Mi mirada recorrió con avidez su pecho, sus abdominales definidos y, a continuación, el pequeño rastro de vello que apuntaba hacia abajo, como una flecha, tentándome con lo que se hallaba debajo. Obligué a mi mirada regresar a su rostro. —Hola —susurré, sin confiar que mi voz se mantuviera estable a todo volumen. Inclinó su cabeza, su mirada ardiendo contra la mía, y se inclinó para tomar mi mano. Me guió hacia dentro en silencio y cerró la puerta detrás de mí, su mirada recorría desde mis pechos hasta donde mi camisón terminaba en la parte superior de mis muslos. La tensión se encendió en la habitación poco iluminada. Nerviosa, tomé la oportunidad de escanear su habitación, cómoda porque se sentía que pertenecía a él. Desde el edredón oliva profundo, a la estantería de cerezo y al hecho de que no tenía una televisión. Me acerqué a la estantería para ver qué libros eran los más desgastados. —Pensé que dormías —dijo, colocándose detrás de mí. Dejé que mis dedos trazaran el lomo irregular de la novela El gran Gatsby. — Hablaba con Kara hasta que se durmió. —Oh, ¿sí? —Sí, Ethan le dijo que creía que aún tenía sentimientos por algún ex novio. ¿Crees que tiene razón?

Presionó su pecho solo un poco contra mi espalda y pasó las puntas de sus dedos sobre mis hombros y brazos. —Creo que preferiría no hablar de Kara en estos momentos. Me giré en sus brazos, nerviosa pero demasiado atraída como para permanecer inmóvil. —Entonces, ¿de qué quieres hablar? Se inclinó, acercándose. —Prefiero no hablar en lo absoluto. —Y luego su boca se cerró sobre la mía, sus manos se aferraron a mi espalda. Pasé mis dedos por su cabello, mi ritmo cardíaco se aceleró, mientras nos encaminaba hacia su cama. Me recostó y me miró—. Podemos parar. —No… No pares.

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Su mirada se dirigió a mis piernas desnudas, abiertas, esperando por él. Bajó sobre mí, su cuerpo pesado y firme contra mi suavidad, me aseguró en mi sitio, y luego todo pensamiento desapareció, reemplazado por la sensación de sus labios en mi boca, en mi cuello, en mi pecho, en mis senos. Dejé salir un gemido bajo, incapaz de detenerme, mientras pasaba su mano por mi estómago y la introdujo en la fina tela de mi ropa interior. Sus dedos provocaron la delicada carne de ahí, enviándome sobre el borde, desesperándome por sentirlo dentro de mí. Agarré su pantalón, lo deslicé hacia abajo al mismo tiempo que me quitaba las bragas. Tomó un condón de su mesa de noche, lo abrió, y a continuación estaba encima de mí de nuevo, su mirada en la mía mientras pasaba sus dedos por mi cabello. Me dirigió una última mirada cuestionadora, pero mi decisión fue tomada al momento en que entramos a su habitación. Presioné mis labios en los suyos en respuesta, y mientras me penetraba, todo en mí; toda la culpa, todo el dolor, toda la preocupación; disminuyeron por el brillo de ese momento. Me aferré a él como si fuera todo lo que tenía en el mundo. Como si fuera todo lo que necesitaba. Nunca me sentí tan completa. Mi cuerpo sucumbió a cada uno de sus movimientos, envolviéndose en sí mismo, hasta que lo único que podía sentir era mi necesidad y su movimiento, llevándonos a un espiral juntos, uno después de otro, tan increíblemente correcto, y luego, cuando ya no pude tomar más, una explosión recorrió todo mi cuerpo, cada terminación nerviosa chispeaba con satisfacción. Preston yacía a mi lado y me atrajo hacia él, colocando mi cabeza bajo su barbilla. Se encontraba completamente desnudo y yo aún tenía mi camisón, pero no parecía importarle. Él entendía por qué. Me entendía. Me dio un beso en la sien. —Gracias. Sonreí. —¿Por qué?

—Por arriesgarte conmigo. Por ser tú. Me acurruqué contra él, deseando poder dormir ahí, envuelta en sus brazos. —Gracias por ser digno del riesgo. Por ser tú.

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24 Traducido por Diana Corregido por LucindaMaddox

—Rose Campbell. —Rose, es Olive. —Cubrí mi celular con la mano y caminé hacia el muelle.

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Preston y yo nos quedamos acurrucados por otra media hora después de que habíamos tenido sexo, antes de que a regañadientes me dirigiera de regreso a mi habitación con Kara. Pasé la mayor parte de la noche dando vueltas y girando, incapaz de entrar en calor sin él a mi lado, finalmente, el sol se asomó a través de las persianas y salí de la cama, me vestí y caminé hasta el muelle, con mi celular en la mano. —Olive, hoy es día de Acción de Gracias. ¿Por qué me llamas? Miré hacia la casa. —Tenía que hablar con alguien, y bueno, tú eres mi alguien. —Diría que me siento halagada si no pensará que no es muy saludable de tu parte. Suspiré. —¿Vas a darme un sermón o puedo hablar aquí? No tengo todo el día. La escuché encendiendo un cigarrillo en el otro extremo. —Por favor, continúa. —Está bien, así que me acosté con Preston anoche —susurré, mirando alrededor otra vez para asegurarme que nadie había salido de casa sin que lo viera. Silencio. —Rose, ¿me escuchaste? —Por supuesto que te oí. Soy vieja, no sorda. ¿Terminaste de hablar o se me permite responder?

Rodé mis ojos. Claramente, las vacaciones no eran el mejor momento para llamarla. —Estoy esperando. —¿Has abierto la caja desde que te fuiste? —No, pero… —¿Has hablado sobre el incendio con Preston? —No, pero él… —Entonces, no tengo nada que decir. —¡Rose! —He cambiado de opinión. Tengo algo que decir. Por lo menos, le mostraste tus cicatrices. Puedo aceptar eso como un paso positivo. —Bueno, yo…

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Rose le dio una calada a su cigarrillo. —Por favor, dime que no lo hiciste. —Yo… —Olive, te espero en mi oficina mañana. A las nueve de la mañana. Trae la caja. —Y luego la línea se cortó. Suspiré pesadamente mientras me sentaba en el muelle y dejaba caer el teléfono en mi regazo, molestándome con Rose y conmigo misma. Puse mi cabeza en mis manos y cerré los ojos, intentando averiguar cómo pude arruinar nuestra primera vez juntos. ¿Por qué no podía sólo confiar en él para verme, verme realmente, sin alejarse? Sentí la presencia de alguien detrás de mí y miré alrededor para ver a Preston sosteniendo una taza de café extendida en mi dirección. Sonreí. —Hola. Parecía más inseguro. —Hola. Te ves… no lo sé. No como esperaba encontrarte esta mañana. Me levanté y agarré la taza en mis manos, mirando el caramelo líquido. Tomé un sorbo y sentí el calor del café, el gesto me inundó. —Es perfecto. ¿Cómo supiste cómo lo tomo? —Presto atención. Mi mirada regresó a la taza. —Siento que no pude, ya sabes, ser tan abierta como tú anoche. Frunció el ceño. —¿Qué? —La cosa sobre la ropa. No pude… bueno, ya sabes.

Preston tomó mi taza y la colocó en el muelle, luego me tiró hacia él y me abrazó fuertemente. —Fue perfecto. Entiendo y sé que cuando estés lista, me mostrarás. —Díselo a Rose. Se enojó conmigo. Sonrió. —Entonces, déjame aclarar esto. ¿Has llamado a tu terapeuta para decirle que anoche tuvimos sexo? —Yo… No. Por supuesto que no. —Mentira. Preston se rió. —Prométeme algo. —¿De acuerdo? Se inclinó y besó mis labios, luego mi mejilla, antes de descansar su frente contra la mía. —Cuando te canses de mí, déjame intentarlo antes de alejarte. Dame una oportunidad de convencerte para que te quedes.

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Apreté mis labios contra los suyos, sumergiéndome en las emociones del momento. Nunca me sentí así por nadie. La posibilidad de dejarlo, incluso el pensamiento, hizo doler mis entrañas. —Te lo prometo. Pero no voy a ninguna parte. —Espero que no.

El almuerzo de Acción de Gracias no tardó en llegar, después que todos estuvimos en torno a la mesa de nuevo, con los ojos cerrados mientras la señora Riggs daba la bendición, ella nos pidió que ofreciéramos nuestro agradecimiento. Sentí mis mejillas sonrojarse cuando los ojos de todos cayeron en mí, esperando escuchar de qué estaba agradecida. Miré alrededor de la mesa, pensando que me sentía agradecida por ese momento, pero no quise sonar cursi. Volví mi atención hacia Kara frente a mí. —Estoy agradecida por Kara y Preston. No podría pedir mejores amigos. Los quiero a ambos. —Tan pronto como las palabras salieron, me di cuenta del doble sentido en ellas, el profundo significado. No estaba segura si quería a Preston de esa manera todavía, aunque sabía que sentía sentimientos más fuertes por él de lo que nunca me había sentido por nadie. La señora Riggs me sonrió y sentí mis mejillas calentarse aún más. Me negué a mirar a Preston, incluso cuando empezó a dar las gracias.

—Estoy agradecido por la familia —dijo, y luego desvió sus ojos hacia mí—. Y por los comienzos. Nos amontonamos en la camioneta de Preston poco después del postre, Kara nuevamente en el asiento delantero ante mi insistencia. No quería que pensara que tomaba su lugar. No lo hacía. No dejaría que eso sucediera. La señora Riggs me abrazó mientras me iba. —Espero verte pronto de regreso. Sonreí. —Gracias. Me gustaría volver. Minutos más tarde, Preston se detuvo en la casa de unos amigos de secundaria de Kara para dejarla ahí el resto del fin de semana de Acción de Gracias.

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—¿Estás segura de que no quieres quedarte conmigo? —preguntó mientras agarraba su bolso. Sacudí mi cabeza. —Tengo una sesión con Rose mañana. Me dio un abrazo y se despidió de Preston, luego estuvimos solos en la camioneta. Durante tres horas. Sólo él y yo. Mi interior se calentó ante la idea. Me lo imaginaba solo en su apartamento y yo en mi dormitorio. Quería preguntarle si quería quedarse conmigo, pero no sabía lo que había planeado o por qué insistió en volver en lugar de quedarse con su familia. Llegamos a Liberty más rápido de lo esperado, la conversación fluyó sin problemas durante todo el viaje, y vacilé en la camioneta, sin querer dejarlo. Era una sensación extraña después de pasar meses pidiéndole que me dejara sola a todo el mundo que conocía. Me desabrochó el cinturón y lo miró. —Bueno, ¿supongo que te llamaré más tarde? Me estudió. —O… —¿O qué? —pregunté. —O podrías quédate conmigo esta noche. Puedo llevarte donde Rose en la mañana. Si quieres. —Actuó como si la oferta no fuera gran cosa. Simple. Pero no había nada simple en ello. No con la forma que me sentía por él. Lo contemplé. Hoy necesitaba mirar la caja. Sabía que Rose me obligaría mañana y debería estar preparada, pero la mirada de Preston, llena de cada pedacito de nostalgia que sentía dentro, me hizo cerrar la puerta. —¿Está seguro? No quiero entrometerme si tienes planes. Sus ojos se enfocaron en mí. —Estoy seguro. Quédate conmigo.

Un corto trayecto más tarde, estábamos en el apartamento de Preston, mis nervios despiertos, conscientes y cuestionando mi cordura. No era que Preston me pusiera nerviosa. Eran los sentimientos que evocaba lo que me ponía nerviosa, como yo estando parada en el borde de un acantilado, con vistas a las montañas Blue Ridge, decidiendo si voy a protegerme y retroceder o cerrar los ojos y saltar. Nos dirigimos dentro de su apartamento, dejé mi bolso en su sofá y alcanzó la lámpara sobre la mesa. Eran cerca de las nueve de la noche ahora, y me sentía cansada porque apenas había dormido anoche, sin embargo, sabía que esta noche tampoco dormiría. Anoche se sintió más urgente; esto era planeado, más lento. Tenía tiempo de sobra para dudar de mí y mis decisiones. —¿Tienes hambre? —preguntó Preston—. Puedo cocinar algo. Levanté las cejas. —¿Cocinas? La esquina de su boca se levantó. —Me gusta definirme como polifacético.

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—Está bien, vamos a ver cómo lo haces, chef. —Me deslicé hacia uno los taburetes en la barra del mostrador de la cocina mientras sacaba unos recipientes de los gabinetes y los ingredientes de su refrigerador. Empezó a picar y saltear, y en poco tiempo el apartamento olía como el de Gia, un familiar restaurante italiano en casa. Me pasó una ensalada con vinagreta casera. —¿Quieres algo de beber? Tengo agua o cerveza. Empecé a contestar cuando oímos un golpe en la puerta. Preston limpió sus manos sobre un paño de cocina, sus cejas levantadas. —Ahora vuelvo. Oí la puerta abrirse y luego una voz femenina, aunque no pude descifrar la conversación exacta. Mi estómago cayó ante en el sonido de su voz y preguntas atravesaron mi mente. Preguntas ridículas. El tipo de preguntas que Kara le preguntaba a Ethan todo el tiempo. Hablaron durante un minuto, luego cerró la puerta y regresó a la cocina. —Lo siento. —Está bien. —Era una vecina. —De acuerdo. Me miraba. —¿No vas a preguntar nada? —¿Cuándo vamos a comer? Ese olor está matando lentamente mi estómago. Sonrió y caminó alrededor de la barra hasta donde me hallaba sentada. — ¿No hay preguntas sobre la chica, entonces?

—No es asunto mío. —Es un poquito tu asunto, pero esta indiferencia me hace querer olvidar la cena. —Se inclinó y besó mi cuello—. Nunca conocí a una chica que no se preocupara por otras chicas. —No dije que no me importara. Acordamos sin definiciones. Entonces, dejo mi celosa boca cerrada. Sonrió. —Celos, ¿eh? —Se inclinó hasta que sus labios rozaron los míos—. No tienes ningún motivo para estar celosa. —Puso sus manos en ambos lados de mí contra el mostrador, su cuerpo moviéndose mientras arrastraba sus labios sobre mi mejilla y mi nuca—. Mmm, voy a tener que parar antes de quemar la cena. — Me sonrió mientras caminaba alrededor de la cocina. Comenzó a revolver la salsa, dándome la espalda—. Entonces, noté la caja asomándose en tu bolso. Miré por encima. No me di cuenta que sobresalía de la cremallera abierta. —

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Oh. —Pensé que tal vez… si quieres… podríamos hablar de ello. Desvié la mirada. No quería hablar de ello. Lo que quería hacer era caminar hacia esa bolsa y cerrar la cremallera, esconder la caja y todo lo que representaba. —¿Ya has mirado en su interior? Jugueteé con la cinta plateada en mi mano derecha, la pulsera de perlas en mi izquierda, haciendo todo que lo posible para evitar levantar la vista. —No lo has hecho, ¿no? Solté un lento suspiro. Me contó sobre el aborto. Confió en mí con la única cosa que lo había herido al máximo. Merecía verme intentarlo, eso era lo que Rose quiso decir esta mañana con lo de la ropa. Sabía eso porque me había quedado vestida durante el sexo, sólo le di un pedazo de mí, no todo de mí. Nunca le había dado todo. Y Preston merecía más que un pedazo. —Rose me hizo abrirla hace unas semanas. Está llena de fotos, creo. No sé, sólo he visto una. Preston se giró hacia mí. —¿De quién era la foto? Mantuve mi cabeza en alto aunque quería agacharla y desaparecer de este cuestionario. —Claire. Era una de mis mejores amigas. —¿Era? —Murió. Asintió. —Claro, lo siento. La mencionaste en el muelle.

Sacudí mi cabeza, sintiendo como mis emociones cobraban vida. Dolor. Y tristeza. Y culpa. Siempre la culpa. —No… esa fue Trisha. Yo hablaba de Trisha en el muelle. Trisha era mi mejor amiga. Mi verdadera mejor amiga. La única que sabía todo, que me amó incluso cuando estaba en mi peor momento. Ella… —Me detuve, dándome cuenta de que mi voz había comenzado a agrietarse y mis manos empezaron a temblar. Preston dejó el tazón que sostenía en su mano, pero no vino hacia mí. Me conocía muy bien para acercarse. Sabía que me gustaba la distancia cuando me sentía débil. —Has perdido a tus mejores amigas. Ni siquiera puedo imaginarlo. — Instintivamente me froté el brazo izquierdo y sus ojos se cerraron—. Maldita sea… te encontrabas con ellas cuando sucedió, ¿verdad?

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Mi labio inferior temblaba, traicionándome, pero no me permití mirar para otro lado. —Sí. —Mantuve mi mirada en él, mis ojos llenándose de lágrimas, todo mi cuerpo temblaba tan violentamente que me castañeaban los dientes como si estuviera en el frío. Preston me alcanzó en dos rápidas zancadas, sosteniéndome en sus brazos y me acunó en su regazo en el sofá. —Lo siento muchísimo. No debería haber preguntado. —Acarició mi cabello mientras lloraba, las primeras lágrimas de tristeza y de enojo. No podía hablar de ellas sin llorar. Habían pasado seis meses, y no podía ni siquiera hablar. Me sentía débil. Rose tenía razón. No avanzaba. Aun así, estaba de pie viendo como el carrusel de la vida daba vueltas y vueltas, pero no me encontraba dispuesta a subir. Me empujé hasta sentarme y arrastré las palmas de mis manos sobre mis ojos. —¿Harías algo por mí? Pasó sus dedos sobre mi espalda. —Cualquier cosa. La decisión fue tomada antes de ponerme de pie. Podía hacer esto. Yo era fuerte. Agarré su mano y lo levanté, haciendo señas para que viniera conmigo. Me siguió hasta su dormitorio y abrió la boca para decir algo, pero lo detuve con mi mano. —Tengo que hacer esto. Cerré las persianas y prendí la lámpara en su mesita de noche. No podía hacer esto en la iluminación completa. Tragué una vez más y luego apagué el interruptor principal. —¿Qué estás haciendo? —susurró. Me detuve frente a él y respiré hondo. —Estoy confiando en ti. No me falles. —Luego agarré el dobladillo de mi camiseta y la tiré sobre mi cabeza, dejándome delante de él en solamente vaqueros, un sujetador de color rosa y un cuerpo

destrozado con cicatrices. Algunas eran ligeras y simples, casi imperceptibles, pero nunca fueron las que trabajé en ocultar, que me hicieron llorar como una niña cada vez que tuve que tirar a la basura una camiseta favorita que revelaba el horror. Me encogí un poco, negándome a llorar—. Esta soy yo. La verdadera yo. —Bajé los ojos y comencé a contarle la historia que destruyó mi vida, sólo que esta vez me sentía separada de ello, de la historia, del incendio, en vez de consumirme—. Justo antes de la graduación, fui a una fiesta. La última fiesta antes de que todos dijéramos adiós. Todos mis amigos estaban allí. Todo el mundo que significaba algo para mí, fuera de mi familia, estaba allí. Y entonces comenzó un incendio en la casa, y así como así, se fueron todos. —Mi labio tembló cuando dije la última palabra, y Preston alcanzó mi mano. —Por lo tanto, ¿Claire y Trisha, tus mejores amigas…? —preguntó. Asentí. —Ambas murieron en el incendio.

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—¿Y tus cicatrices…? Tragué con fuerza. —Realmente no recuerdo mucho. Me dijeron que me quemé en mi esfuerzo por escapar de la casa. Recuerdo el humo y el sentir mi ropa y carne ardiendo, pero... —Tragué de nuevo, negándome a mirarlo mientras terminaba—. Estaba drogada, así que yo no… fui… —Las lágrimas se acumularon en mis ojos, y sacudí la cabeza—. De todos modos, esa es mi historia. Eso es lo que sucedió para hacerme tener este aspecto. —Extendí mi brazo y luego lo dejé caer de vuelta a mi lado, levanté mi mirada a la suya, buscando la repugnancia que debía estar sintiendo. Preston dio un paso hacia mí, sus ojos en los míos, y luego cayeron a la cintura de mis vaqueros, sus cejas se juntaron. Enganchó un dedo dentro de la pretina y lo bajó para revelar el tatuaje de una luna creciente que me había hecho cuando cumplí dieciocho años. Trisha eligió una libélula para ella. Claire, una flor. La mirada de Preston se elevó hacia la mía. —Eso es… —¿Qué? Se quitó su camisa, se dio la vuelta e inmediatamente, mis ojos se centraron en su espalda. Quedé boquiabierta. —¿Eso es…? —Situada en el centro, entre sus hombros, había una luna celta. Seguí las profundas líneas negras con los dedos. Era complejo, emocional. Hermoso—. Tu tatuaje es una luna. Se dio la vuelta. —Igual que el tuyo. —Eso es… —Lo sé —susurró, sus manos arrastrándose por mis brazos hasta mis manos—. No me importan tus cicatrices. Eres perfecta. Esto… —Recorrió otra vez

su mano por mi bíceps izquierdo, rozando suavemente la carne roja y púrpura deformada—, no cambia nada para mí. Lamento lo que has sufrido. El incendio. Perder a tus amigas. El dolor de todo. Pero puedes confiar en que no voy a huir. Levanté mi cabeza, mis ojos ardiendo con emoción. —Tienes una luna. —No pude pasar la ironía. El único tatuaje de Preston era de una media luna, igual que el mío. Tenía que significar algo. Desabrochó mis pantalones y bajó la cremallera, abriéndolos hasta conseguir una mejor vista de mi tatuaje. Era simple, solamente un contorno negro, nada tan elaborado como el suyo, pero me encantaba. Tal vez porque fue la primera cosa que hice sin el permiso de mis padres. O tal vez porque era lo último que Trisha y yo hicimos juntas antes del incendio. Antes de que se fuera, y convertirme en el desastre que era ahora.

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Preston trazó las líneas con la yema de su dedo, mientras yo trazaba el suyo, pero esta vez el movimiento fue diferente. Más lento. Más íntimo. Dio un paso más cerca y extendió sus dedos alrededor de mis caderas justo dentro de mis vaqueros. —Te he imaginado aquí miles de veces. Dentro de mi habitación. En mi cama. Pero esto es diferente. No sólo te deseo. —Su mirada se enfocó en mí, acercándome—. Te necesito. Yo nunca… —Se detuvo, pero sabía lo que iba a decir, porque había tenido el mismo pensamiento mil veces. Lo que sea que fuéramos, lo que ocurría, era diferente. Más profundo. Más puro. Era natural y correcto y fácil y de repente todos los pensamientos de comer fueron substituidos por un hambre más profunda, un hambre que no podía retrasarse. Todo lo que retuve desde la noche anterior explotó a la superficie, llevándose consigo toda mi moderación. Alcancé la hebilla de su cinturón, lo desabroché y luego sus vaqueros. Buscó en mi espalda y con una sola mano desabrochó mi sujetador. Lo dejé caer al suelo, luego me quité mis pantalones y bragas, y me quedé frente a él, completamente desnuda, totalmente expuesta, pero por una vez, no tenía miedo. Bajé sus vaqueros y sus bóxers, luego me dejé caer de rodillas, desesperada por hacerlo sentir tan satisfecho como me sentía en ese momento. —No tienes que… —dijo en voz baja, pero pude oír el deseo en su voz. —Déjame mostrarte lo que me haces. —Agarré su longitud y succioné profundamente en mi boca, saboreando su sabor salado. Gimió en voz alta, y chupé más profundo en respuesta, mi mano trabajando sucesivamente con mi boca y lengua, acariciando, lamiendo y deleitándome con cada sonido gutural que escapó de sus labios. Metió sus dedos en mi cabello y me apartó suavemente, sus ojos ardían. — Necesito estar dentro de ti. Ahora mismo. —Me levantó y me colocó en su cama,

tomándose un momento para permitir que su mirada se deslizara sobre mí como una caricia, y luego tomó un condón de su mesita de noche, se dejó caer sobre mí y empujó profundamente, causando que un grito de placer se me escapara. Empezó a moverse conmigo, su boca pasando de mis labios a mi cuello hasta mis pechos y espalda. Nunca en mi vida me sentí tan viva. Gemí en voz alta cuando empujó aún más profundo, mi voz incapaz de permanecer en silencio durante más tiempo. —Córrete para mí —me susurró al oído, las palabras, su voz y la sensación de él dentro de mí me enviaron al borde, hacia lo desconocido. Estrellas irrumpieron en mi visión y gemí, gritando su nombre una y otra vez, incapaz de silenciarme hasta que cada célula de mi cuerpo se había disparado con total y completa satisfacción.

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Me recosté sin vida contra sus almohadas, con los ojos cerrados, y cuando los abrí lo encontré apoyado en su codo observándome. Aparté sus mechones castaños de su sudoroso rostro, mi corazón lleno de emoción. Me mordí el labio y sacudí mi cabeza, luchando contra las lágrimas. —¿Qué ocurre? —preguntó, su voz llena de preocupación. Sacudí mi cabeza otra vez, mi voz gruesa por el esfuerzo de no llorar. — Creo que me estoy enamorando de ti. Preston bajó su frente hasta la mía y besó mis labios con suavidad. —Creo que ya estoy ahí.

25 Traducido por Mire Corregido por Miry GPE

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Era la primera vez que entraba sonriendo a la oficina de Rose, y ella se dio cuenta. Me miró por encima de sus lentes bifocales, su expresión cautelosa. —¿No hay pucheros? ¿No hay ninguna queja del peor día de tu vida? ¿Quién eres tú y qué has hecho con mi melodramática paciente? Sonreí a pesar de sus insultos. No podía dejar de sonreír. Y no me importaba. Le conté a Preston sobre el incendio. Le mostré mis cicatrices, y no huyó. Se quedó. Mi sonrisa se agrandó. Señaló hacia el sofá, y me senté con la caja a mi lado. Sabía lo que haríamos hoy, y mientras no me hallara segura de cómo lo iba a manejar, por lo menos sabía que tenía a alguien en quien apoyarme si la sesión me rompía. La comprensión me dio fuerza. —Así que… explícame —dijo mientras se sentaba en su sillón de cuero. —Le conté todo a Preston. Incluso le mostré mis cicatrices —le dije, satisfecha de mí misma. Rose sonrió. —Eso es maravilloso. Ese es un verdadero progreso, Olive. Verdadero progreso. Solo hablar de ello en voz alta realmente va a acelerar tu curación. ¿Quieres hablar de cómo se sintió cuando se las mostraste? Crucé las piernas, pensando en ese momento. Se sentía privado, como un momento especial para compartir entre nosotros. No quería echarlo a perder al repetirlo aquí en terapia. —No. —Negué hacia Rose y le indiqué la caja a mi lado— . Quiero abrir la caja. Estoy lista. Sus cejas se levantaron. —Está bien, entonces. Miremos la caja. Me senté y la coloqué en mi regazo. Le di una mirada más a Rose, quien asintió, y luego deslicé la tapa. Dentro había una foto de Matt. Saqué la foto de la caja, asegurándome de no mirar las otras, y la puse de nuevo a mi lado. Me quedé

mirando la foto. Podía decir por mi vestido y el arreglo, que esa fue tomada en nuestro baile de graduación, aunque no recordaba haber visto a alguien tomar la foto. Matt y yo nos encontrábamos bailando, pero nada sobre la foto parecía correcto. El rostro de Matt se hallaba alzado con una enorme sonrisa, sus ojos en alguien más allá de nosotros, pero no podía decir quién. Parecía como si estuviera hablando con ellos o riendo o algo así. Pero eso no fue lo que hizo que mi corazón doliera. Era yo. La falsa sonrisa en mi cara. La perfecta posición de mi mano en su hombro, como si pensara que otros nos veían y me encontrara más preocupada por aparentar felicidad, que ser realmente feliz. Y lo peor de todo era que disfrutaba mi vida. Me gustaba ser yo. La única verdad era que no era yo en absoluto. Nunca me di cuenta. —¿Dónde conseguiste esto? —le pregunté. —Tu madre, al igual que la foto de Claire.

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Negué con la cabeza. —Ella no se encontraba allí. ¿Cómo podría…? —Callé, recordando. Mamá se hallaba allí. Estuvo de acuerdo en el último minuto de ser uno de los padres chaperones, pero nunca le hablé mientras estuvo allí, nunca la miré. Pero claramente, me estuvo mirando. Me preguntaba si la hice sentir orgullosa o si vio lo que yo veía ahora, que no era nada más que un molde de lo que todo el mundo quería que fuera. Tal vez lo supo y por eso no discutió cuando me decidí por la Universidad de Charleston. Tal vez me vio más claramente de lo que me veía a mí misma. —¿Qué ves cuando miras esa foto? Levanté la mirada. —Veo a Matt. Se ve feliz. Asintió. —Lo hace. Pero, ¿qué hay de ti? Me encogí de hombros. —Estaba bien. Fue una gran noche —dije, pero esa no era la verdad. No quería hablar mal de Matt. Parecía mejor recordar a alguien en su mejor momento, no en el peor, y esa noche, sin duda, fue una de las peores de Matt. En los últimos seis meses de nuestro último año, Matt se interesó cada vez más en las drogas. Probando nuevas cosas. Probando sus límites. Y con cada nueva prueba, me presionaba a unirme. Nunca me importó fumar marihuana algunas veces o beber, pero no me gustaba la forma en que perdía el control cuando intentaba algo más fuerte. Empecé a rechazarlo una y otra vez, y luego con el tiempo, comencé a verlo con otras chicas. Chicas que se encontraban dispuestas a hacer todo lo que él quisiera. Después de todo, era Matt y todas las chicas de nuestra escuela querían estar con él. Esa noche, en el baile, caminé hacia el baño de chicas para encontrarlo con Parker, dos chicas y una bandeja llena de cocaína. Salí

furiosa, esperando que me siguiera, que le importara tanto como a mí lo de Matt y Olive, nuestra imagen, pero no lo hizo. En su lugar, Trisha y yo acabamos en la peor pelea que alguna vez tuvimos. No podía creer que aceptara que él me abandonara en el baile, pero lo que no comprendió fue que nunca me preocupé por Matt. No realmente. Solo me importaba lo que representábamos. —Olive. Alejé mis pensamientos. —Lo siento. Sólo… pensaba. —¿Acerca de...? —Que mentí antes. Se inclinó. —Está bien.

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—No fue una gran noche. Matt comenzó a utilizar drogas, y cuanto más usaba, menos teníamos en común él y yo. La noche del baile, se deshizo de mí para conseguir unas líneas de cocaína con Parker y un par de chicas al azar, lo que resultó en una gran pelea entre Trisha y yo cuando me negué a admitir lo que él hacía en realidad. Fue la peor pelea que tuvimos. —Me callé, recordando su cara mientras me gritaba, el dolor que sentí cuando me llamó patética. —¿Se encontraba drogado la noche del incendio? Me reí sarcásticamente. —Por supuesto que lo estaba. Esa era la última fiesta antes de la graduación. Los padres de Parker se hallaban fuera de la ciudad. La situación era perfecta. Ni siquiera pregunté lo que me daba —dije, más para mí que para Rose—. Nunca preguntaba. Probaba todo lo que caía en sus manos, y me dio un porro, y solo asumí que era hierba pura. Pero Matt nunca fumó buena hierba. Lo sabía bien. Lo sabía. ¿Por qué no dije que no? —Mi voz se quebró mientras los sollozos comenzaron a salir—. Lo odio. Rose se sentó a mi lado y me dio un pañuelo. —¿Por qué lo odias? —¡Porque arruinó todo! Estábamos bien, pero se drogó demasiado, y luego tuve que defenderlo, y después Trisha… Trisha, ella… —Negué, luchando por controlarme y no romperme de nuevo—. Si hubiera roto con él, no habríamos estado allí, Trisha, Claire y yo. Nos hubiéramos ido de compras o al cine o a hacer un centenar de otras cosas. En su lugar, él insistió en que fuéramos, y ahora... —Y ahora todos se han ido y tú te encuentras atrapada aquí, viva. ¿Estoy en lo cierto? Mi labio tembló. —A veces, reproduzco todo en mi cabeza, solo para ver si termina de forma diferente. Si hubiese ido a la fiesta incluso si rompía con Matt. —¿Irías?

Me encogí de hombros. —No lo sé. Quizás. Claire salía con Parker. Y Trisha quería hacer todo lo que se hace el último año. No creo que se hubiera perdido la última gran fiesta. —Así que, si hubieran ido a la fiesta, sin importar qué, entonces, ¿quién tiene la culpa? Bajé la cabeza. —Nadie. Rose palmeó mi pierna. —Cierto. Y ese ‚nadie‛ te incluye a ti, querida. Levanté la vista. No me di cuenta de la magnitud de mis palabras cuando las dije, y ahora, no podía conseguir sacarlas de mi mente. Nadie. Grietas muy pequeñas comenzaron a formarse en mi pared de culpa, liberando mis pulmones de la presión que permanecía bloqueándolos cada día y noche. —No tienes la culpa, Olive.

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No me atreví a responder, a permitir sentirme realmente inocente. Todavía no. Necesitaba pensar sin Rose mirándome. Se acercó a su escritorio y encendió un cigarrillo, estudiándome fijamente. —Queda una foto en tu caja. Estoy segura que puedes adivinar de quien es. Bajé los ojos a la caja, cada parte de mí deseando poder dar un paso lejos de esto. Sabía exactamente con quién me iba a encontrar en la caja: Trisha. Me volví hacia Rose, poniéndome frenética. —No estoy lista. No puedo. Solo… no todavía. Sus ojos se suavizaron. —No te preocupes. No haremos eso hoy, pero quería que lo supieras, para que cuando lo hagamos, tengas la fuerza para afrontarla —a ella— directamente.

Abrí la puerta de mi dormitorio, todavía pensando en mi sesión con Rose y cuán liberada me sentía. Todo se unía. Finalmente, empezaba a sentirme como yo otra vez. Una mejor versión de mí misma. Empujé la puerta, solo para sorprenderme. —Oh. Hola. —Preston y Kara se encontraban de pie en el centro de la habitación, y por la expresión en sus rostros, discutían. Preston dio un paso atrás, con las manos en sus caderas y la cabeza inclinada en evidente fastidio. Miré entre ellos—. ¿Debería...? —Hice un gesto

hacia fuera, sin saber si necesitaban un momento para terminar lo que sea que discutían, y luego la mirada de Preston se elevó hacia la mía, la tensión alrededor de sus ojos cambió de la ira a la preocupación. —Mierda. Te hizo abrir la caja. Dio un paso hacia mí, al mismo tiempo que Kara espetó—: Olivia, nosotros… —Ahora no —gruñó Preston, lanzándole una mirada tan fría que envió escalofríos por mi espalda. —¿Qué ocurre? —pregunté. Kara vaciló, sus ojos yendo de Preston a mí y luego de regreso. Se encogió de hombros. —Nada. Yo… decidí regresar un día antes y Preston se puso loco porque no le dije.

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Ladeé la cabeza. Reconocía una mentira mejor que nadie. Le había dicho mentiras a todo el mundo, incluso a mí misma, desde hace meses. Volví a mirar a Preston para verlo sacudir su cabeza, molesto. ¿Qué ocurrió? Kara cogió su bolso. —Iré a almorzar. —Y entonces se fue por la puerta sin decir una palabra más. Esperé hasta que estuviera por el pasillo, y luego me alejé de Preston para así poder verlo claramente. —Está bien, ¿qué demonios fue eso? Inhaló, como si necesitara el aliento para calmarse. —Nada. Solo necesita meterse en sus malditos asuntos y no en los míos. Me mordí el labio, esperando. Nunca vi a Preston tan enojado. Bajó su cabeza otra vez. —Lo siento. —No lo hagas. No sé lo que pasó, pero son amigos. Estoy segura que lo arreglarán. Solamente habla con ella. —No creo que esto es algo que podamos arreglar. —Su mirada me atravesó, y de pronto se me ocurrió qué, o más bien de quién, podrían haber discutido. Mis oídos comenzaron a zumbar mientras el silencio nos rodeaba, y una sensación de hundimiento se apoderó de mí. —Oye —dijo, acercándome, y presionó sus labios contra los míos—. No es nada. Lo prometo. —No suena como nada. —Ya sabes cómo es Kara. Es dramática. Estamos bien.

Dudé, sintiéndome segura que ocultaba algo, pero eran amigos desde siempre. Nosotros acabábamos de empezar lo que sea que hacíamos. Si quería mantener su pelea para sí, entonces, ¿quién era yo para discutir? Me relajé en su contra, esperando que la pelea no fuera más que una típica del tipo hermana-hermano. —De acuerdo. Preston pasó sus dedos por mi pelo. —Ahora cuéntame sobre tu sesión. ¿Estás bien? Pensé en la foto de Matt, las drogas, el fuego. No quería pensar más en eso, pero no quería seguir ocultándoselo a Preston. —Fue bien, creo. —Y luego me senté con Preston en mi cama y le conté todo, forzándome a salir de la zona segura. Forzándome a confiar que él no huiría.

1 63 Preston se fue poco después para hacer algunos mandados, y tomé una ducha, desesperada por lavar las lágrimas secas en mis mejillas y las fuertes emociones en mi corazón. Me encontraba agotada de contar tanto de mí, pero también aliviada. Me sentía mejor, como si un pequeño peso hubiera sido levantado de mis hombros. Sobreviví a la foto de Claire y todas las comprensiones sobre Matt, pero la foto final en la caja no iba a ser tan fácil de superar. Cuando salí del baño, oí el sonido clic-clic-clic al teclear mensajes y supe que Kara regresó. Cerré la puerta del baño, ya vestida con ropa limpia, y me senté en mi cama frente a la suya. No sabía si quería hablar, pero sabía que me hallaba más que dispuesta a escucharla si necesitaba una oreja. Colocó su teléfono a su lado y me miró. —Tuvimos una pelea. Nunca peleamos. No hemos peleado desde… —Sacudió su cabeza, como para despejarse—. Tuvimos una pelea. Asentí. —No es la gran cosa. Los amigos pelean. Lo hablarán y se sentirán mejor pronto. Su mirada cayó sobre sus manos en su regazo. —No lo sé. Esto... No lo sé. Eso fue lo que Preston dijo. Traté de no pensar en lo que ocurrió para causar su pelea, pero no pude evitar recordar la mirada que Preston me dio y la sensación de hundimiento que causó eso. ¿Su pelea fue sobre mí? —¿Te quedarás con él esta noche?

Me encogí de hombros, inquieta. —No lo sé. Realmente no hemos hablado de eso. —De verdad le gustas. Puedo notarlo. —También me gusta mucho. —Dudé—. Kara… ¿estás de acuerdo con esto? Quiero decir, pareces distante ahora. No quiero que nuestra amistad cambie. Sonrió, pero no llegó a sus ojos. —Lo sé. Y lo siento. Solo tengo muchas cosas en la mente. No eres tú. Lo prometo. —Se acercó y me abrazó, sentí el peso de mi pecho comenzar a levantarse—. Hay algo más importante, es el Viernes Negro. Vámonos de compras. Sonreí ampliamente. Me olvidé por completo de la fecha. —Ir de compras suena perfecto.

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26 Traducido por Dannygonzal Corregido por Daniela Agrafojo

Querida Trisha:

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No puedo mirar tu foto. Sé que está ahí. La siento dentro de la caja, como si estuviera mirándome, esperando que la levante. Pero tengo miedo. ¿Qué veré cuando finalmente encuentre el valor? ¿Te recordaré a ti y a nuestra amistad de la forma en que lo hago en este momento? ¿O veré algo más oscuro? ¿Me hará sentir peor? Tengo mucho miedo de despertar en la noche, poner la caja en mi regazo y decirme una y otra vez que la abra. De ser valiente. Y luego deslizarla de nuevo bajo mi cama y volver a acostarme, demasiado asustada para mirar. Tengo miedo de lo que veré de mí misma. Olive.

27 Traducido por Mary Corregido por Daniela Agrafojo

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El receso de navidad se vislumbrada a solo días de distancia, lo cual significaba que cada estudiante en el campus hacía lo mismo que yo: estudiaba para los exámenes finales. Ya había sobrevivido a tres exámenes, pero tenía dos más antes de poder llamarme oficialmente una sobreviviente de mi primer semestre de universidad. No podía creer que ya estuviera acabado. Hasta ahora mis notas se habían mantenido, y si me iba bien, tenía fuertes posibilidades de terminar este semestre con un 4.0 de promedio. El pensamiento me hizo sonreír. Estiré mis piernas sobre el regazo de Preston y mis brazos detrás de mí. Era cerca de la una de la mañana, y habíamos estado estudiando en su casa por las últimas tres horas. Pasó su mano justo por el interior de mis vaqueros, haciendo cosquillear mi piel, y luego cerró el libro en su regazo con su mano libre. —He terminado. Si esta mierda no se ha pegado a mi cerebro a estas alturas, nunca lo hará. Bajé la vista a mis notas y luego a la hora. Necesitaba algo de sueño. Saqué lentamente mis piernas de su regazo y dejé caer mi cuaderno en mi bolso. —Estoy demasiado cansada para regresar al dormitorio. ¿A qué hora es tu examen mañana? —Después del tuyo, pero puedo llevarte. No me importa. —No traje cambio de ropa ni pijama ni nada. —Te dejaré en Liberty a las ocho, así tienes tiempo de arreglarte antes del examen. Y puedes dormir con algo mío. O mejor aún, nada en absoluto. —Sonrió— . No voy a quejarme. Le devolví la sonrisa. —¿Es eso cierto?

Se dirigió hacia mí. —Oh, sí. —Puso sus manos en mis caderas y me atrajo hacia él, fijando su boca sobre la mía. De repente, me encontraba completamente despierta.

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Empujé mis dedos en su cabello, acercándolo. —Creo que es hora de ir a la cama —dijo, sus ojos ardiendo con necesidad. En un movimiento, bajó su boca de vuelta a la mía y me alzó, mis piernas rodeándolo mientras nos llevaba a su habitación. Nos tomamos nuestro tiempo desvistiéndonos el uno al otro y luego estábamos bajo las sábanas, piel con piel, sin nada entre nosotros. Preston besó gentilmente mis labios, luego mi cuello, y todo sobre el momento fue lento y puro. Me pregunté si esto era lo que se sentía hacer el amor. Sin pasión desenfrenada, solo simples emociones, simples toques, simples besos. Todo se hallaba en la mesa. Y sabía tan pronto como me deslicé encima de él y miré sus ojos que no había vuelta atrás. Cada latido de mi corazón, cada respiración y cada pensamiento le pertenecía. Abrió un condón, se lo puso, y luego se deslizó dentro de mí. Empezamos a movernos, nuestros ojos trabados, nuestros cuerpos entrelazados como uno. Me sentía vulnerable en cada manera. No había dicho aun esas dos palabras, pero colgaban ahí entre nosotros, flotando en el aire, recordándonos que estaríamos siempre atados el uno al otro. El amor tenía ese poder. Podías avanzar, podías amar de nuevo, pero nunca olvidarías. El corazón era demasiado sentimental para olvidar. Cerré los ojos cuando terminamos y me acosté encima suyo, envolviendo mis brazos a su alrededor. Alrededor de su cuerpo. Su pecho. Su cuello. No dijimos ni una palabra. No teníamos que hacerlo. Las palabras ya se encontraban allí.

Al día siguiente, entré en poesía como un zombi, habiendo estado despierta toda la noche. Sobreviví a mis exámenes de la mañana y ahora este era el único final que me quedaba. Lauren decidió hacer el final en un examen de dos partes. La segunda parte era un examen oral durante el periodo del examen, involucrando a toda la clase. Ella iba a leer unos de sus poemas favoritos leídos durante el semestre y los discutiríamos abiertamente. La nota se basaría en la participación y la forma en que apoyáramos nuestra interpretación individual.

Me senté junto a Taylor, quien sonrió abiertamente, como si el sol se hubiera alzado solo para él. —Claramente alguien perdió su vaso de café esta mañana —dijo. —Muy divertido. Su sonrisa se extendió. —¿Qué es lo que elegiste para tu ensayo? —‚La ruptura‛ de Leonie Adams. ¿Qué hay de ti? —Whitman, ‚Para ti‛. Reí. —Siempre escoges a Whitman. —Eso es porque es el mejor.

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Lauren entró por la puerta en ese momento. —Discutible como el mejor —le dijo a Taylor, guiñando en mi dirección—. ¿Estoy asumiendo que te fuiste con algo sin un pene? —preguntó. Le sonreí. Empecé a confiar en Lauren más y más durante el semestre. Por la forma en que nos permitía leer nuestro trabajo en clase sin sentirnos avergonzados. Porque nunca mencionaba el trabajo que le presentábamos, como si se tratara de una conversación privada sólo entre nosotras dos. Había empezado a usar esas asignaciones como otro significado de terapia, escribiendo en poesía todo lo que me rehusaba a decir en voz alta. —Lo hice —contesté—. Escogí a Leonie Adams. Sonrió. —Gran elección. Lauren continúo hacia el frente de la clase y Taylor se inclinó hacia mí. —Alguien va a conseguir una A. —Ya tengo una A —le dije con una sonrisa. Lauren nos pidió organizar nuestros pupitres en un círculo. Pasó copias de poemas grapados, todo el mundo tranquilo mientras circulaban alrededor del grupo. Agarré la pila, preparada para tomar uno y pasar el resto, cuando bajé la mirada y mi interior se congeló. El primer poema era uno mío, pero no era uno que hubiera leído en clase. Era uno que le había presentado a ella, uno que había confiado que quedaría en privado. Miré las palabras, mi garganta cerrándose. Nunca hubiera leído este poema en voz alta en clase, nunca habría permitido que alguien lo leyera adem{s de Lauren o Rose, y ahora… Alcé la mirada para encontrar a Luaren observando mi reacción. Sacudí mi cabeza, suplicando en silencio que escogiera algo más, pero solo asintió alentadoramente y se sentó al frente del círculo.

Bajé mis ojos mientras aclaraba su garganta y empezaba a recitar mi poema —mi dolor— para la clase. No hay palabras que permanezcan. Sin latidos del corazón. Sin vida dentro de esta alma perdida. ¿Qué hay de la esperanza? ¿De la bondad? No son más que un recuerdo. El tintineo de las copas, las risas, el ruido Son sonidos vacíos. Para esta alma, que también está vacía, Y ahora, nada quedará.

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Tragué y empecé a fruncir el ceño, mi cuerpo despojado y expuesto. Me recordaba a las quemaduras que tuve después de haber despertado en el hospital. La forma en que incluso los movimientos más pequeños traían dolor. No quería escuchar estas palabras. Me encontraba más allá de ellas. Estaba avanzando. —Comentarios —dijo Lauren, sus ojos parpadeando hacia los míos de nuevo, una pisca de disculpa en ellos, pero no me importaba. Era demasiado tarde para eso. Debió haber preguntado, y ahora mi momento más oscuro se encontraba frente a veinte extraños, listos para diseccionar como si fuera tan desechable como la hoja de papel en la que estaba impreso. Una chica junto a Lauren habló primero. —Creo que es sobre el rompimiento de una relación. Suena femenino. Como una chica cuyo corazón ha sido roto. Lauren asintió. —Bien. ¿Qué más? La clase empezó a hablar todos a la vez, y por un momento me sentí segura, como si tal vez ese momento siguiera siendo mío, un oscuro punto en mi pasado. Un momento de debilidad. Y luego un chico frente a mí habló, sus ojos en el papel. —No es sobre romance. O amor. Es sobre suicidio. Mis ojos ardieron mientras la palabra recorría el círculo, un silencio siguiendo su paso. Lauren asintió lentamente. Al menos tenía la decencia de no mirarme. Dejé caer mis manos en mi regazo debajo del escritorio y corrí un dedo sobre la pequeña cicatriz en mi muñeca derecha.

Nunca olvidaría la mirada en el rostro de mamá cuando me encontró, el miedo que permaneció en sus ojos por meses y meses después. No podía creer que Lauren usara este poema, ya que había innumerables piezas que había leído en el semestre. Pudo haber escogido alguno de ellos, no este. Lo escribí a comienzos de semestre, cuando fragmentos de esa chica perdida aún permanecían en mí. Escucharlo ahora me mostraba cuán lejos había llegado. Con Rose. Y con Preston. Sabía que no estaba completa, tal vez nunca lo estaría, pero había empezado a sanar.

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Traté de no escuchar mientras otros empezaban a repicar, ofreciendo opiniones y críticas. Quería lanzarme del cuarto o desaparecer o gritar al tope de mis pulmones para que dejaran de hablar sobre esas palabras. Este autor. Yo. Ira surgió a través de mí. ¿Por qué me había convertido en el poema en primer lugar? Me acostumbré demasiado con Lauren, confié demasiado. Finalmente, no pude soportarlo más. Me puse de pie y me dirigí hacia las puertas. A la mierda. Podría reprobarme si quería, pero no me sentaría allí y escucharía a la clase hablar sobre el momento más bajo de mi vida. Pasé a través de la puerta, me senté en la escalera, y enterré mi cabeza en mis manos, necesitando un momento para respirar. Escuché la puerta abrirse detrás mí y luego sentí una mano descansar en mi hombro. —¿Oye… est{s bien? Miré hacia Taylor. —Vas a fallar el examen. —Nos dejó salir justo después de que te fueras. Lamento que hiciera eso. No fue agradable. Aparté la mirada. —¿Fue tan obvio que era mío? —No —dijo—. No hasta que te fuiste. —No estoy loca, si eso es lo que te estás preguntando —dije, aunque no sabía por qué. No importaba lo que pensara Taylor. Se encogió de hombros. —Todos nos volvemos un poco locos algunas veces. Además, está en el pasado, ¿cierto? —Me estudió, y sabía que esta era su manera de comprobarme. Asegurándose de que no iba a herirme de nuevo. —Yo no… —Sacudí la cabeza—. Correcto. En el pasado. —Bien. —Taylor alcanzó mi mano y me ayudo a levantarme, salimos juntos, solo para encontrar a Preston esperando afuera. Su mirada se movió entre Taylor y yo, su ceja levantada. —Uh, hola —me dijo—. Iba a ver si querías almorzar.

Taylor me sonrió en conocimiento. —Te veré el próximo semestre, señorita Warren. Cuídate durante el receso. —Se inclinó para darme un abrazo, y luego nos dejó solos, Preston lo vio por un segundo demasiado largo antes de regresar su mirada a la mía. —¿Qué fue eso? Suspiré, sin querer llegar al poema o por qué lo había escrito. —Nada. Solo arruiné mi final. Eso es todo. —Tan pronto como las palabras salieron, me sentí culpable. No quería mentirle. Quería compartir todo con él, bueno o malo, pero esto era diferente. Preston besó mi mejilla y tomó mi mano con la suya. —¿Qué tal si te compro el almuerzo para hacerlo mejor? —De acuerdo, pero sobre el final…

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—¿Sí? Me detuve y levanté la vista hacia él, preparada para decirle sobre el poema y por qué me afectó tanto, pero no pude encontrar las palabras. Estábamos tan bien. No quería darle una razón para alejarse. Me aclaré la garganta y bajé la vista. —Era solo una pequeña parte de mi nota. Sonrió. —Bien. Vamos a comer entonces; estoy hambriento. —Está bien. —Le devolví la sonrisa, pero por dentro, mi corazón se sentía pesado. Una hora mala y ya me encontraba arrastrándome de regreso a mi zona de seguridad.

28 Traducido por Liillyana Corregido por Eli Mirced

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Me puse de pie fuera de Liberty, mis maletas en la mano, esperando el momento en que mis padres se detuvieran para que me llevaran a casa por Navidad. Me repetía todas las cosas que les diría. Mis clases. Mis calificaciones. Mis metas para los próximos tres años y medio. Conocía a papá, y él apreciaría una conversación acerca de las metas. Mamá querría hablar de Rose, con quien había estado de acuerdo en llamar una vez a la semana durante las próximas tres semanas de vacaciones de invierno. La verdadera pregunta era si mencionaría a Preston. El señor Riggs había conocido a mi padre, lo que significaba que había una posibilidad de que papá lo aprobaría, incluso ahora, pero ellos eran muy cercanos a los padres de Matt. Amaban a Matt. Más de lo que alguna vez lo amé. Preston y yo habíamos dicho adiós una hora antes de que él y Kara se fueran para ir a casa, y ya lo extrañaba. Su sonrisa. Su toque. Su olor. Contemplé pedirle que viniera a visitarme durante el descanso, pero era un viaje de tres horas, y no había decidido si se lo mencionaría a mis padres, luego llegó la hora y se había ido. Agarré mi celular, revisando el tiempo, luego hice clic en el nombre de Preston y escribí: Te extraño. Un minuto después, mi teléfono vibró y aparecieron las palabras: Te extraño más. Presioné mi teléfono en mi frente y suspiré. Tres semanas. Eso no era nada. Pero de alguna manera se sentía como una eternidad. Dejé mi celular en el bolsillo de mi chaqueta, justo cuando el Mercedes de mamá se detuvo, con papá al volante. Sonreí cuando mamá salió del auto y se dirigió hacia mí, con los brazos ya extendidos para un abrazo. Habían pasado meses desde que los vi, y había algo reconfortante en el hecho de que mamá todavía era mamá y papá todavía era papá.

Nos pusimos en marcha por el camino para Westlake, cada minuto más cómodo que el anterior. Escuché como mi madre me contó todo acerca de mis hermanas y sobrinos. Que llegarían en una semana y lo contentos que estarían de verme. Me sentía más vieja escuchando su charla, más como que yo era uno de ellos en lugar de ser la niña de la familia, rodeada de adultos. Finalmente, después de unos momentos, levanté la vista para encontrar que papá me miraba por el espejo retrovisor. —Te ves diferente —dijo—. Más feliz. ¿Estás feliz? La sinceridad de su voz me hizo reflexionar. —Lo estoy —le contesté, y por una vez era la verdad.

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Llegamos a nuestra casa horas más tarde, y me sentía radiante por la emoción a medida que nos detuvimos en el camino. Había visto mi casa decorada para Navidad un montón de veces, pero esta vez fue diferente. Las luces parpadeantes, el árbol de Navidad a través de las ventanas de la habitación familiar, todo en ella me recordó que tenía un hogar. Yo tenía un lugar. Nunca estuve sola. Sonreí cuando salí, tomando la mano extendida de mamá. —Es increíble. ¿Lo hizo Corrine? —¿Es a Olive a quien oigo? —llamó una voz desde el pórtico delantero. Me eché a correr por las escaleras y a los brazos siempre abiertos de Corrine. Mamá la contrató hace años para manejar las tareas domésticas diarias, pero se había vuelto más como una familia para nosotros a lo largo de los años. Su pelo oscuro ahora se hallaba salpicado de hebras grises y blancas, y su piel oliva tenía más arrugas de lo que recordaba, pero su sonrisa era la misma y su abrazo era tan cálido como siempre. La besé en la mejilla antes de alejarme. —Te he extrañado. —Y fue entonces cuando me di cuenta de por qué me había puesto tan cómoda con Rose rápidamente. Ella me recordaba a Corrine. Apretó mis mejillas entre sus palmas. —Y tú, niña. Te ves diferente. Mejor. Mamá envolvió su brazo a mí alrededor, haciendo señas para que entráramos. —Ella lo hace —dijo con una sonrisa. Entré, sintiendo el olor a sidra caliente y pasteles frescos, y pensé inmediatamente en Preston. En su casa el día de Acción de Gracias. Mi corazón se encogió ante la idea, y alcancé instintivamente mi teléfono, luego lo coloqué dentro de mi abrigo. No sería esa chica, llamando todo el tiempo, aferrándome a él como

si lo necesitara para respirar. Aunque hubo momentos en que se sentía como que era verdad. Levanté la vista para encontrar tanto a Corrine como a mamá mirándome. —¿Qué? Mamá se encogió de hombros, pero Corrine nunca fue una de ocultar sus pensamientos. —¿Quién es el chico? —preguntó. —Oh… nadie. Él es… no lo hay. Nadie. —Já, no suena como nadie. —Se rió—. Y te estás sonrojando. Sonreí. —Bueno, podría ser un chico. El rostro de mamá se iluminó. —¿Un chico? ¿Podemos conocerlo?

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Abrí la boca, pero no estaba segura de qué decir. Preston sabía sobre el incendio, pero no estaba segura si él sabía qué tan profundas eran mis cicatrices, lo mal que estuve. Por ahora, Preston sabía lo suficiente. —Déjenla en paz, señoras —dijo papá desde la sala de estar—. Ella es una adulta ahora. Tiene permitida su privacidad. Me di la vuelta, sorprendida por sus palabras. Papá nunca pensó en mí como algo más que el bebé de la familia. Y cuando rechacé Columbia, dijo que me comportaba como una niña, arruinando mi futuro. No sabía qué decir. Hizo un gesto para que me uniera a él en la sala de estar. —Háblame de las clases. ¿Cómo crees que terminarás? Pensé en mi retiro de poesía. No tenía ni idea de cómo impactaría en mi calificación. —Creo que lo hice bastante bien. Debería tener las calificaciones semestrales a finales de la próxima semana. —Eso es genial. —Y luego todos se encontraban a mí alrededor, escuchando acerca de mis clases, profesores y lo que esperaba hacer después de la graduación. Hablamos de programas de postgrado y programas de estudio en el extranjero y en poco tiempo era la hora de cenar. Me senté en la mesa del comedor y puse mi servilleta en el regazo. Me había resentido con las reglas formales en el comedor de mamá durante la mayor parte de mi vida, pero esta vez, sirvió como otra comodidad. No estaba allí para comer tranquilamente. Era parte activa de la conversación. Se sentía bien ser vista como una de ellos. Esperaba escuchar hablar sobre Columbia durante la conversación, pero ni una vez ninguno de los dos dijo una palabra. En su lugar, se centraron en

Charleston y en todo lo que tenía para ofrecer. Me encontré con una gran sonrisa para el final de la comida, orgullosa de que había elegido la Universidad de Charleston. Orgullosa de mí misma. Me preocupaba que mi negativa a volver a casa para visitar los hubiera asustado, que tal vez ponían un frente para garantizar que me quedaría, pero nunca pensé una vez que ellos me apoyarían. Ayudé a Corrine a limpiar la mesa y empecé a subir por las escaleras cuando papá me llamó. Me di la vuelta. —Papá, ¿me necesitas? Bajó la cabeza mientras caminaba hacia mí, con las manos metidas en los bolsillos como siempre. Me preguntaba si estaba a punto de conseguir un sermón, cuando levantó la vista, y dijo—: Me gustaría que te lleves el Land Rover. Necesitas un auto. Y siento que he hecho que sea más difícil de lo que necesitabas estar allí, pero suena como que lo estás haciendo sorprendentemente bien. Estamos muy orgullosos de ti, Olive.

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Me acerqué y le di un abrazo, tragando el nudo en la garganta. —Gracias. Entonces… ¿quieres jugar mañana? Arqueó una ceja. —¿Cuáles son las condiciones? Pensé por un segundo y luego sonreí. —El perdedor tiene que ayudar a mamá a envolver regalos. —¿Te das cuenta de que puedo ser viejo, pero sigo siendo el campeón de ping-pong de la familia Warren? Me eché a reír. —Es fácil ser el campeón cuando estás jugando con una niña de doce años. Suenas asustado. ¿Tienes miedo? Sonrió. —Voy a aceptar tu apuesta. El mejor de cinco. El ganador no corta ningún papel esta temporada. Le tendí la mano. —Trato. —Pero no me dio la mano. En cambio, me abrazó. —Te amo, Olive. Gracias por volver a casa. Sentí que mi garganta se cerraba por sus palabras, mis ojos ardiendo. — También te amo, papá. Subí a desempacar mis cosas, me alegró que mamá hubiera dejado mi habitación sin nada. No había fotos en marcos, ni anuarios a la vista, nada que pudiera correr directamente a mi memoria. Sin embargo, tan pronto como entré por la puerta, empecé a verme allí años antes. Claire, Trisha, y yo pintando nuestras uñas de los pies. Matt y yo en mi cama.

Cambiar la habitación no borraba esos recuerdos. Seguían allí. Eran tan reales como yo. Y eso estaba bien. Puse mis maletas en mi cama y empecé a desempaquetarlas, cuando mi teléfono sonó con un nuevo mensaje de texto. Agarré el teléfono y bajé la vista, sonriendo. Preston: Mi cama está fría. Ven a mantenerme caliente. Escribí: Ojalá pudiera, y presioné enviar, luego mi teléfono empezó a vibrar. —Hola —susurré. —Quería advertirte —dijo Preston—. Mi madre les ha contado a todos en el pueblo acerca de ti. Eres una celebridad aquí. Ellos te llaman La Olivia. Es terrible.

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Me tapé los ojos a pesar de que no podía verme. —Dime que estás bromeando. Se rió en voz baja. —Sólo parcialmente. A ella realmente le gustas. Me preguntó si ibas a venir a visitarnos durante las vacaciones. —¿En serio? —En serio. —Bueno, mi papá me regresó mi auto, así que podría ir. Pero no quiero interferir con tu tiempo familiar. —¿Te refieres a los debates constantes entre mi hermano y mi papá y luego las interrupciones de mi mamá para decirles que bajen la voz? Sí, iría a buscarte en este segundo si pensara que vendrías. Mi corazón se calentó, la sensación esparciéndose a través de mí, me quité los zapatos y me puse el pijama, deseando más que nada que él estuviera aquí conmigo. —Le dije a mi mamá acerca de ti. Bueno, algo así. Le dije que había un chico. —¿Un chico? Maldita sea, ni siquiera tengo un nombre —dijo, bromeando— . Y yo aquí llamándote La Olivia. —Confía en mí. A mis padres siempre es mejor darles pedazos de información. Se disminuye la posibilidad de locura. —¿Y tú crees que enloquecerían por mí? —¿Por ti? No. Creo que ellos te adorarán. Escuché su sonrisa a través del teléfono. —Bueno, ¿cómo no me adorarían?

Me eché a reír. —Eres tan arrogante. —Culpa de mi padre. Es un rasgo familiar. Hice una pausa. —Te extraño tanto. Preston se quedó en silencio, y luego suspiró. —Nunca he extrañado tanto a nadie. Cerré los ojos y bostecé, sintiéndome cansada. —Quiero ir a dormir. —Bueno. Te puedo dejar ir. Me metí bajo mis sábanas, tirando de mi edredón hasta la barbilla. —No quiero que lo hagas. Sólo estoy… estoy cansada. —Entonces me quedaré en el teléfono hasta que te duermas.

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Sonreí, mis párpados cada vez más pesados, negándose a permanecer abiertos. —¿Podrías hacer eso? —Haría cualquier cosa por ti.

29 Traducido por ElyCasdel Corregido por Victoria

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Una semana pasó así. Mis día con mi padres, mis noches al teléfono con Preston hasta que me quedaba dormida, seguido por sueños llenos de imágenes suyas. Para el momento en que llegaron mis hermanas, me sentía ansiosa por el deseo de verlo, pensé en llamar a Rose fuera de nuestro horario acordado, seguro algo debía estar mal conmigo. Nunca sentí tantas emociones confusas en mi vida, emoción cuando hablaba con él, nostalgia cuando colgábamos, agitación en mi estómago cuando pensaba en él. O bien estaba enamorada o había enloquecido. El teléfono sonó muchas veces antes de que finalmente me respondiera, un coro de locura venía del fondo. —Rose Campbell. —Rose, soy yo. ¿Rose? —grité sobre el ruido—. ¿Puedes escucharme? ¿Dónde estás? —Faltan dos días para Navidad, Olive. ¿Dónde crees que estoy? Estoy en el infierno con mi familia. ¿Puedes escuchar el ruido? —gritó sobre los chillidos del bebé. Sonreí. —Oh, bien, puedo dejarte ir si… —Cuelga ese teléfono y te voy a vetar de mi consulta. Me darás una excusa para alejarme un poco. Espera. —La escuché poner el teléfono en silencio y un momento después regresó—. Tengo cinco minutos antes de que mi ridícula nuera venga a buscarme. —No sabía que tenías un hijo, Rose. —Tengo dos hijos y dos horrorosas nueras. Uno pensaría que Dios me concedería un indulto con la primera, pero no. ¡La segunda es peor! Estallé en carcajadas. —Ah, sabes que las quieres. Puedo escucharlo en tu voz.

Suspiró. —Es verdad. Pero son un peligro para mi cordura, y sabes cuánto valoro mi mente. Ahora, dime, ¿cómo está Westlake? —Es… bonito —dije—. Mis padres realmente han sido de apoyo, lo que es inusual. —O tal vez siempre han sido de apoyo y recién ahora lo ves. Pensé en ello. —Tal vez. —¿Has visto la última foto? —No. tengo miedo de hacerlo aquí. Temo que mamá entrará y me verá llorando. No quiero que se preocupe, ¿sabes? —Déjame decirte algo, Olive. Es una madre. Preocuparnos es lo que hacemos. Puedes decir nada y se preocupará. Puedes decir todo y se preocupará. Tienes que afrontar esa foto en algún punto.

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—Ah, no lo sé, pero planeo patear y gritar. —Justo entonces mi puerta se abrió de par en par y mi sobrina menor, Everett, entró. Mi hermana mayor, Cameron, tenía tres hijos, todos con nombres locos. Brick, Talen, y Everett. Un niño y dos chicas, todos destinados a odiarla por nombres así de estúpidos, pero eran realmente adorables, especialmente Everett. Se acercó a mí y dejó caer un puñado de galletas con forma de peces dorados en mi cama. —Comparto —dijo. Me reí. —Puedo verlo. —Olive, cariño, me están llamando, y suena a que a ti también. Espero otra actualización justo después de las vacaciones y luego te veo otra vez en mi oficina el lunes cuando regreses. —Sí, señora. —Ah, ¿y Olive? —¿Sí? —Feliz Navidad. Espero que encuentres felicidad en estas festividades. Tragué. Sus palabras eran más conmovedoras que cualquier cosa que me dijo alguna vez. Conocía a Rose desde hace unos meses, y aunque me sentía cercana a ella, realmente nunca pensé que sintiera la misma cercanía conmigo hasta ese momento. —Gracias. Feliz Navidad. Recogí a Everett en mis brazos y miré las escaleras cuando mi teléfono empezó a sonar. Me giré y levanté la cabeza para poder leer el mensaje.

Preston: ¿Qué querrías para Navidad si pudieras tener cualquier cosa en el mundo? Pensé en su pregunta. En ese momento, ¿qué querría? Mi reacción inicial fue que Trisha estuviera viva. Que todos estuvieran vivos. Pero por una vez, me permití un deseo egoísta, algo sólo para mí, algo para celebrar mi vida ahora en el presente. La vida que vivía. Tecleé mi respuesta: A ti. Preston: Esperaba que dijeras eso.

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Y luego el timbre sonó. Miré mi teléfono, mi corazón se aceleró. Seguramente no. No podría. Faltaban dos días para Navidad. Me dije que era uno de los amigos de mamá o uno de los niños, pero no pude evitar correr por el pasillo y bajar las escaleras rápidamente, Everett riéndose en mis brazos todo el camino. Me detuve en el vestíbulo mientras mi mamá abría la puerta y luego él se hallaba ahí, mirándome con esos ojos oceánicos que mejorar todo mi mundo. Bajé a Everett, con lágrimas reuniéndose en mis ojos, me acerqué, luchando por contenerme de correr. Me estrellé contra sus brazos, y era como salir por aire. Todo lo que mi cuerpo necesitaba de pronto se encontraba justo frente a mí. —Lo siento por aparecerme así —dijo en mi cabello—. Pero no podía esperar otro día. No podía esperar otro segundo. Presioné mis labios en los suyos, sabiendo que mamá y probablemente el resto de la familia miraban, pero no me importaba. Necesitaba sentirlo, probarlo. Mamá se aclaró la garganta detrás de mí, y me alejé renuentemente. Cruzó los brazos con desaprobación, pero había una sonrisa en su rostro. —¿Supongo que él es el chico? Reí. —Sí, lo siento. Mamá, él es Preston. Preston estiró la mano, y luego mamá nos llevó adentro, alejándolo mientras lo guiaba directo a mi papá. Mis ojos se ampliaron mientras la sala familiar cayó en silencio. Papá se levantó, poniendo a Talen de nuevo en el sillón donde se encontraba sentado con ella. Sus ojos pasaron de mí a Preston. Me aclaré la garganta. —Papá, me gustaría presentarte a Preston Riggs. Preston estrechó la mano de papá. —Es un placer conocerlo, señor. —¿Riggs? Conozco a algunos Riggs. ¿De dónde eres, Preston? —Tucker. Papá asintió. —¿Estás relacionado con Roy y Carter Riggs?

—Lo estoy. Carter es mi papá. El comportamiento de papá pasó de sobreprotector a completamente fascinado déjame-planear-la-boda justo frente a mis ojos. —Oh, vaya, ¡es un gran placer conocerte! Conocí a tu familia cuando era un chico. Mi padre y tu abuelo, Roy, sirvieron juntos en la Marina. —Papá se detuvo, mientras recordaba algo—. Escuché que Roy murió. Era un buen hombre. ¿Ahora tu padre maneja el negocio? —Sí, señor. Él y mi hermano. Papá asintió. —¿Planeas unírteles cuando te gradúes? Se puso rígido. —Um, no, señor. De hecho, estoy estudiando medicina. La sonrisa de papá creció. —¿En serio? Eso es maravilloso. —Palmeó la espalda de Preston—. Justo iba a tomar un trago. ¿Te gustaría algo?

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Preston me miró sobre su hombro, pero simplemente me encogí de hombros con una sonrisa mientras papá lo alejaba. Me enfoqué de regreso a mi mamá. —Es amigo de mi compañera de cuarto, Kara, y tenemos biología juntos. —¿Está estudiando medicina? —dijo Cameron. —Sí. Bueno, su especialización es biología. Quiere ser pediatra. Mamá, Cameron y Lily liberaron simultáneos—: Awww. —Su padre es un hombre bastante estricto, por lo que he escuchado —dijo mamá—. ¿Lo conoces? —Sí. De hecho, pasamos el día de Acción de Gracias allá con Kara porque sus padres no se encontraban en la ciudad. Mamá de pronto parecía triste. —Debiste pasarlo con nosotros. No quería que celebraras con extraños. —No lo hice. Estuve con mis dos mejores amigos y la familia de Preston. Celebré con gente que me importa. —Miré su rostro inseguro y cuidadosamente agregué—: Además, tal vez el próximo año podamos pasarlo aquí. —Tan pronto como las palabras dejaron mi boca sabía que lo decía en serio. Ella sonrió. Y luego papá regresó con Preston. —Temo que necesito envolver algunos regalos —dijo papá de mala gana. Cameron se rió. —No debiste apostar contra Olive. Es natural en el pingpong. Lo sabes. Preston sonrió ante su nueva pieza de información. —¿Juegas?

—Un poco —dije. —Me gustaría verlo. Guie a Preston por las escaleras a nuestro cuarto de juegos, ansiosa de tenerlo a solas. Encendí la luz y me giré para agarrar las raquetas de ping-pong, pero me detuvo, acunando mi cara en sus manos y luego presionando sus labios gentilmente con los míos. Planeaba mantener el beso ligero, pero fui bombardeada con todas las emociones que sentía esos días que estuvimos separados así que empuñé su camiseta, y me presioné en su cuerpo, profundizando el beso. Él tomó el control de mis labios, lamiendo, probando y explorando como si nunca hubiera besado a una chica hasta ese momento. Se rió mientras se alejaba. —También es bueno verte. —¿Qué estás haciendo aquí? —pregunté, entrelazando mis dedos con los suyos.

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—Anoche, cuando colgamos el teléfono, no pude dormir. Terminé yendo a correr, me presioné hasta las tres de la mañana, pero aun así, no pude desgastarme lo suficiente para ir a dormir. Finalmente a las seis bajé y le dije a mamá que venía para acá. Negué con la cabeza. —¿No has dormido en toda la noche? Se encogió de hombros. —Dormir está sobrevalorado. Necesitaba estar aquí… contigo. Espero que no estés enojada. —¿Estás loco? —Envolví mis brazos alrededor de su cuello—. Este es el mejor regalo de Navidad. —Bueno, no estoy seguro de quedarme en Navidad. Mi mamá podría matarme, pero puedo quedarme esta noche si a tus padres no les importa. —¿Tú? ¿En mi casa? Esto va a ponerse interesante. —Ciertamente eso espero. No conduje todo el camino hasta aquí para nada —dijo, bromeando. Solté una carcajada. —Es bueno saber que tengo ese efecto en ti. Bajó su cabeza a mi cuello y trazó mi oído con su lengua. —Nunca te podrías imaginar el efecto que tienes en mí. Miré la base de las escaleras. —Sabes, mi familia está muy distraída ahora, y hay una habitación ahí atrás. —Miré por el pasillo detrás de nosotros—. Podríamos poner a prueba ese efecto que tengo en ti. Ya sabes, si quieres.

Preston miró las escaleras. —No estoy seguro de que sea una buena idea. Ahora le agrado a tu papá. Encontrarme en la cama contigo podría ponerlo de mal humor. Bajé la mirada y lo miré a través de mis pestañas. —Seré silenciosa — susurré, besando su oreja. Gruñó mientras se inclinaba hacia mí. —Eres malvada, ¿sabes eso? —Y luego aplastó su boca contra la mía, haciéndome olvidar todo y a todos excepto él y ese beso. Hasta que el sonido de alguien aclarándose la garganta desde las escaleras nos separó. Me volteé para ver a Corrine inclinada contra la pared, con una enorme sonrisa en el rostro. —Tu mamá dijo que te dijera que la cena estaría lista en veinte minutos. Parpadeé, con las mejillas ardiendo. —Ah, está bien.

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Su risa se expandió mientras regresaba por las escaleras. Tan pronto como escuchamos la puerta cerrarse, me recargué en el pecho de Preston, mi pulso acelerado por ser atrapada. —Podríamos dar un paseo luego de la cena. Me besó la mejilla. —¿Un paseo? Mis ojos encontraron los suyos. —Conozco algunos caminos desiertos. Sus labios se curvaron. —Estoy listo para un paseo. Negué con la cabeza, sonriendo mientras tomaba su mano. Preston y yo nos sentamos en nuestros lugares en el comedor, el resto de mi familia ya se encontraba en su lugar a excepción de mamá, quien ayudaba a Corrine a traer lo último de la comida. Los ojos de Corrine brillaron con diversión cuando encontró mi mirada. Ella y Rose definitivamente se parecían. Ambas eran completamente sinceras todo el tiempo. Era lindo, especialmente con la gente que solía estar en los alrededores de Westlake. Mamá tomó su lugar, y todos nos zambullimos en la comida. Acababa de alcanzar mi agua cuando mamá dijo—: Preston, espero que te puedas quedar con nosotros algunos días. —Odio interferir en su tiempo familiar, señora Warren —dijo, aunque ambos esperábamos que le pidiera quedarse. El chico tenía modales impecables. —Tonterías —respondió mamá—. No hemos visto a Olivia así de feliz desde antes del incendio. Nos preocupamos, especialmente con lo que pasó después.

—¿Después? —Preston miró de mamá a mí. Bajé mi vaso de agua sin tomar un trago, rehusándome a mirar a cualquiera. —Mam{… —dijo Cameron, negando con la cabeza. De pronto, todos los ojos se hallaban puestos en mí. —Lo siento. ¿Puedo…? —Alejé mi silla de la mesa con un chillido sonoro y salí, desesperada por respirar aire fresco. Inhalé una y otra vez, intentando tener mi mente y corazón controlados, pero no podía controlarlo.

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Y luego estuve de regreso allí, reviviéndolo todo. El recuerdo me golpeó en las entrañas. Matt dejó la habitación. Recordé verlo dejar la marihuana y decir que regresaría. Cerré los ojos, y cuando volví a abrirlos, el cuarto se encontraba lleno de humo. Así fue como empezó. Tenía que serlo. El porro. No fue apagado. Vi a Matt alejándose, y no hice nada para detenerlo. Me encontraba demasiado drogada para hacer algo. La culpa de saber que pude haberlo detenido, que pude haber regresado, me rompió las semanas después del incendio. Pensé que me ahogaría en mi dolor, y luego un día, se volvió demasiado. Me miraba en el espejo del baño, mirando mi cabello sin lavar y los círculos negros bajo mis ojos. No me parecía a mí, y ahí fue cuando me pregunté cómo sobreviviría alguna vez. Y luego la idea se me ocurrió: Tal vez no tenía que hacerlo. Acababa de cortar mi muñeca izquierda, cuando mamá entró, con un montón de toallas recién dobladas en la mano. Aún recordaba la vista de ellas cayendo al suelo mientras gritaba. Me senté en los escalones delanteros de mi casa y apoyé la cabeza en mis rodillas. Quería llorar, pero las lágrimas no llegaron. No había suficientes lágrimas para esto. Sentí un brazo envolverse en mis hombros y levanté la mirada para ver a Preston sentándose a mi lado. No lo escuché salir. —Hola —dijo, frotando mi brazo. Me aclaré la garganta y me senté. —Lo siento. —No, yo lo siento —dijo Preston—. No tienes que hablar sobre eso. —No, debería hacerlo. Es sólo que no me gusta hablarlo. —Ves a Rose por mucho más que sólo el incendio, ¿verdad? Asentí. —Sí. El incendio… y lo que me hice luego del incendio. —No podía encontrar su mirada llena de preguntas, así que continué—: Me encontraba… en un mal lugar. La culpa era demasiado pesada para respirar. Así que, un día, decidí que no quería intentarlo más.

Preston tomó mi mano izquierda, la giró, y trazó la delgada cicatriz en mi muñeca. —La noté hace semanas, pero pensé que era parte de las otras. — Suspiró—. Dime que ya lo superaste. Lo miré. —Nunca lo intentaría de nuevo. Ahora me doy cuenta de cuán egoísta fue, cómo solo pensé en mi dolor, no en lo que mi muerte le haría a mis padres. Me rodeó con un brazo. —Lo siento. —La cosa es que sólo pensaba en ello, recordando, y creo… quiero decir, no lo sé, pero creo que tal vez sé lo que causó el incendio. Y pude haberlo detenido. Me encontraba ahí. Miré a Matt dejar la marihuana, pero estaba demasiado drogada para hacer algo. Y luego la habitación se encontraba envuelta en humo y llamas… todo lo que pude hacer fue intentar sobrevivir. —Una pequeña lágrima se deslizó por la esquina de mi ojo, y Preston la alcanzó, limpiándola con su pulgar.

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Me acercó más a él. —Hablas con Rose del incendio, ¿verdad? Asentí. —¿Y confías en ella? —Sí. —¿Alguna vez te ha dicho que es tu culpa? —No, pero… —¿Alguna vez te ha dicho que pudiste detenerlo? ¿Que pudiste salvar a tus amigos? Bajé la cabeza. —No. Besó mi cabeza. —Es porque no hay nada que hubieses podido hacer. Tienes que intentar dejarlo ir. Tragué. —Es difícil. —Lo sé. Créeme, lo sé. Sequé otra lágrima perdida, recordando el dolor en sus ojos cuando me contó lo del aborto. —¿Alguna vez has vuelto a hablar con tu ex novia? Quiero decir, ¿la perdonaste por no contártelo? Su rostro se tensó. —Sí, hablo con ella —dijo, las palabras teñidas de algo que no pude identificar. Como arrepentimiento o culpa—. Pero nunca la perdonaré por hacer eso. E intento perdonarla. Creo que es todo lo que nos podemos pedir. Intentar.

Enterré la cabeza en su pecho. —Gracias —dije. —¿Por qué? —Por darme el valor para intentar.

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30 Traducido por Verito Corregido por Lizzy Avett’

Querida Trisha:

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Por primera vez, te escribo sin llorar, sin mis manos temblando, y sin un peso en el corazón. Sé que en algún nivel siempre me culparé a mí misma. Siempre me preguntaré “¿qué hubiera pasado si…?”, pero gracias a alguien que amo, estoy aprendiendo a tratar de perdonarme. Te quiero muchísimo, y sin importar qué, siempre te extrañaré. Olive.

31 Traducido por Sandry Corregido por Dannygonzal

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Llamé a la puerta del apartamento de Preston, con ganas de verlo. Habían pasado cuatro días desde que pasó la noche conmigo en Westlake, y aunque en un principio no tuvimos la oportunidad de estar juntos como esperábamos, me sentí más cerca de él que nunca antes. Fue como si al contarle sobre el incendio y mi incapacidad para hacerle frente, me liberé de la carga de ocultárselo, de mentir acerca de la razón de mi terapia. Me di cuenta de que confiaba en él, más de lo que había confiado en cualquier otra persona además de Trisha, y al comprender eso, me dieron ganas de decirle lo que me moría por decirle hace semanas. Que lo amaba. Lo amaba tan completamente que me dolía el corazón cuando no lo tenía cerca. Mi mente se sentía inquieta. Mi cuerpo se sentía frío. Lo necesitaba, y, por una vez, no tenía miedo. Estaba lista para intentarlo, y no sólo con él. Me resigné al hecho de que me sentía lista para abrir la caja. Para enfrentar a Trisha. Le dije a Rose que estaría en su oficina al día siguiente, con la caja en mi mano, y pude oír el orgullo en su voz cuando me dijo que no podía esperar para verme. Finalmente sentí que mi vida se ordenaba, convirtiéndose de nuevo en un sistema. Era feliz. Me sentía muy, muy feliz. Llamé a la puerta de Preston de nuevo, luego bajé la mirada para ver la puerta entreabierta. La empujé, y entré lentamente. —¿Hola? —Tienes que decírselo. Ahora mismo. Una sensación de malestar me golpeó, como un déjà vu. Era Kara. Me di cuenta por su voz, ¿pero de quién hablaba…? —Esto no tiene nada que ver contigo —escupió Preston—. Se lo diré cuando sea el momento adecuado. No voy a joder esto sólo para limpiar tu consciencia. —Esto no se trata de mi consciencia. Esto es sobre ella. ¿Cómo no puedes verlo? Si la quieres, si te preocupas por ella, ¡entonces tienes que decírselo!

Esta era la segunda vez que entraba y discutían, y esta vez sabía, sin ninguna duda, que hablaban de mí. Abandoné la entrada. —¿Decirme qué? —Me sentí vacía por dentro, como si todo el aire y la sangre hubieran sido succionados y no quedara nada, sólo la sensación de malestar. Kara empezó a avanzar. —Oh. Olivia, no pretendía… —¿Decirme qué? —dije con los dientes apretados. Preston rodeó a Kara, con los ojos muy abiertos, llenos de preocupación. — Mira, yo… ¿podemos sentarnos? No sabía… esta no es la forma… —¡¿Decirme qué?! Cerró los ojos, respiró hondo, y luego los volvió a abrir. —Kara era la novia —dijo, las palabras tan bajas que apenas pude oírlo.

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—¿Qué? ¿Ella…? —Mis ojos se dirigieron a Kara, quien de inmediato bajó la vista al piso—. ¿Quieres decir que ustedes dos estuvieron… juntos? Preston dio un paso hacia mí, pero retrocedí, deteniéndolo con mis manos. —No, no lo hagas. Necesito que me expliques esto. No lo entiendo. Pensé que sólo eran amigos. —Somos amigos —dijo—. Pero por algún tiempo, ella fue mi novia. Estábamos tan bien como amigos que nos dimos cuenta que también podríamos intentar tener citas, y entonces… —Y entonces quedé embarazada —terminó Kara—. Me asusté. Ni siquiera era una adulta, así que decidí abortar. —Me enteré por una de sus amigas —dijo Preston—. La chica se reía porque yo era fértil, y no tenía idea de lo que quería decir, y entonces recordé que a Kara no le había llegado su período. Cuando le pregunté, admitió todo, y terminamos. Llevé la mano hacia el mostrador para no perder el equilibrio. —Así que, ustedes dos tienen… son… Oh, Dios mío. —Di otro paso hacia atrás, luego otro. No podía soportarlo más. —No te vayas —rogó Preston—. Yo… —Me mentiste. —No, no lo hice. No lo haría. Sacudí la cabeza, las lágrimas llenaron mis ojos. —Nunca me dijiste que la chica era Kara. Todas esas veces que hablamos sobre ello. Ni una vez dijiste una palabra. Te pregunté en Navidad si aún hablabas con ella. ¡Eso fue hace sólo unos

días! Y aún así, no admitiste que la chica era Kara. ¿Cómo pudiste ocultarme algo así? —Olivia —comenzó Kara, pero no iba a escuchar sus excusas. No quería saber nada más de sus excusas. La miré. —Me advertiste que me mantuviera alejada de él. Supongo que ahora sé por qué. —Les di la espalda y me dirigí a la puerta, justo cuando Preston me alcanzó, dando un paso delante de mi camino. —Lo siento. Lo siento mucho. Pero esto no significa nada. Sólo somos amigos, nada más. Debí decírtelo antes, ahora lo sé, pero tenía miedo de lo que podrías pensar. Sólo… vamos a hablar de esto. Por favor… —Sus ojos se pusieron vidriosos, su voz ronca—. Te amo. Mi corazón se cerró, bloqueando sus palabras. —Es evidente que no lo suficiente.

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32 Traducido por Mel Markham Corregido por Jasiel Odair

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Conduje por treinta minutos después de dejar a Preston, mi mente era un lío disperso que no tenía ninguna esperanza de organizar. Preston y Kara estuvieron juntos una vez. Tuvieron sexo. Probablemente muchas veces. Me sentía enferma hasta la médula. Finalmente, conduje hacia el único lugar que quedaba en Charleston en el que aun confiaba. Corrí por la acera, subí los escalones hacia la oficina de Rose, y entré de golpe por la puerta, sólo para detenerme en seco, mi estómago dio un vuelco. Rose y Preston se encontraban de pie en la sala de espera, él hablando frenéticamente, mientras Rose le ordenaba que se fuera. La mirada de ambos cayó sobre mí, y él dio un paso para acercarse. — Esperaba que vinieras aquí. —¿Qué hace él aquí? —escupí hacia Rose, quien tan calmadamente como siempre encendió un cigarrillo, tomó una larga calada, y expulsó el humo. —Para que conste, le pedí que se fuera a menos que planeara convertirse en uno de mis pacientes. Pero extraoficialmente, Olive, creo que tienes que calmarte y escucharlo. —Estoy harta de escuchar. Escuché suficiente. Por favor, sólo haz que se vaya. Se supone que este sea mi espacio. Preston comenzó a venir hacia mí. —Lo siento. Por favor… —¡Vete! —grité, mi furia superando el dolor. —No —dijo, su voz volviéndose más fuerte—. Sólo tienes miedo. Sé que no te lo dije, ¡pero estuvimos juntos hace años! Esto no fue ayer. No te engañé. Entiendo que estés enojada, pero esto no es sobre Kara y yo. Me estás alejando porque tienes demasiado miedo como para involucrarte conmigo. Estás muerta de miedo de que si te abres, alguien morirá. Bueno, ¿adivina qué? ¡La gente muere,

Olivia! Todos mueren. Pero yo estoy aquí, justo ahora, y estoy completamente enamorado de ti. Te amo tanto que siento como si mi pecho fuera a explotar, y la idea de que te vayas hace que quiera tirarme al suelo y rogarte que te quedes. Si pensara que va a funcionar, me arrodillaría ahora mismo. —Dejó caer la cabeza y expulsó el aliento, su voz volviéndose temblorosa—. Me hiciste una promesa. Me prometiste que antes de irte, me darías la oportunidad de convencerte para que te quedaras. Dame esa oportunidad. —Sus ojos de enfocaron en mí, rogando, pero no podía permitirme escuchar. Si me permitía escucharlo, me derrumbaría, y mi corazón no podía manejar más dolor. —Rose… —Me giré hacia ella—. Necesito hablar contigo. En privado. Ella negó con la cabeza. —No voy a ser tu escape. Necesitas hablar. Necesitas enfrentar esto.

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—¡Tú no decides lo que necesito enfrentar! —grité—. Te pago para escuchar, no para juzgar, no para que me des órdenes, y seguro como el infierno no para que me digas cuando debería estar dolida. Rose me miró, con la mandíbula apretada. —No voy a ser tu escape. Eres más fuerte que esto. Mi cuerpo tembló con furia y frustración mientras miraba a Rose allí de pie, reticente a ayudarme. —No me lo dijo —susurré—. Confié en él, y no me lo dijo. Ella asintió. —Entiendo. Pero Preston tiene razón, esto no es sobre eso. —¿Él tiene razón? —Di un paso hacia atrás, las lágrimas corriendo por mi rostro—. Tú eres mi terapeuta, mi amiga. Se supone que me apoyes a mí. Rose caminó hacia mí. —Eso es lo que estoy haciendo. Di otro paso hacia atrás, la oficina que se había vuelto mi santuario ahora era una prisión, atándome a estas personas que de repente se sentían como extraños. Me aferré al pomo de la puerta, mis manos temblando tanto que no estaba segura de poder girarlo. —No te vayas —dijo Preston. Lo miré. —Me fui en el momento en que me mentiste. —¡Olivia, no vas a excluir esto! —gritó Rose. La miré entre lágrimas. —Gracias, pero ya no necesito tu opinión. Estás despedida.

Me senté en mi auto fuera de Liberty por una hora, las lágrimas, el dolor y la tristeza tomando el control. Pensé en lo que había dicho Preston, en las últimas palabras de Rose, pero en todo lo que podía concentrarme era en el hecho de que había pasado meses con estas dos personas, sólo para dejar que me decepcionaran. Tomé un pañuelo de mi bolso y me limpié la cara lo mejor que pude, antes de ir a mi dormitorio. No tenía idea qué planeaba hacer, pero sabía que ya no podía vivir allí, en la misma habitación que Kara, sabiendo que mintió, sabiendo que estuvo con Preston. Pensé en Ethan, acusándola de tener sentimientos por su ex novio en Acción de Gracias y casi estallé en lágrimas de nuevo. Por supuesto que todavía sentían cosas por el otro.

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Subí las escaleras, esperando evitar a las otras chicas de mi piso, y me escabullí en mi habitación, pero Kara ya se encontraba allí, esperando. Se puso de pie tan pronto como me vio. —Debería habértelo dicho. Pensé en hacerlo cientos de veces, pero… —No importa. No lo hiciste. —Pero ahora no somos nada, Olivia. Eso fue hace años. Me giré hacia ella. —¿Así que me estás diciendo que no tienes sentimientos por Preston? ¿Que ya no lo amas? —Su boca se abrió, pero no salieron palabras. Tuve mi respuesta—. Eso es lo que pensé. —¡No! No es de esa forma. Siempre voy a amarlo. Es mi mejor amigo. Él es el único que de verdad sabe lo que pasé. Él… —¡No quiero oír esto! —grité—. No quiero pensar en ustedes dos juntos. Por favor, sólo… —Mi labio inferior temblaba—. Por favor, déjame empacar en paz. —¿Empacar? No puedes… —Sacudió la cabeza—. Eres mi mejor amiga. — Las lágrimas corrían por su cara, y por un momento pensé en Trisha, en lo que me diría ahora. Una parte de mí se preguntaba si estaba siendo irracional, pero luego recordé mi conversación con Kara, la forma que habló de su ex novio y nunca, ni una vez, me dio un indicio de que era Preston, y la furia volvió a resurgir. Se sentía como parte de una broma cruel entre ellos. Me giré y comencé a llenar el bolso de viaje con mis cosas. —Me llevaré lo que pueda ahora. Volveré por el resto más tarde. Llamé a la oficina de viviendas de camino acá. Me transferirán a una nueva habitación la próxima semana.

—¿Una nueva habitación? Olivia, eso es una locura. Deberíamos hablar. Si tan sólo me escucharas… Me giré de golpe. —Sí te escuché. Por meses. Te escuché hablar de Ethan. De tus clases. De tus notas. Te apoyé. Hice todo lo que pude para ser una buena amiga. Y luego tú… él es… —Respiré con fuerza para evitar llorar de nuevo—. Lo que es una locura es que me haya quedado aquí por tanto tiempo. —¡Olivia, detente! —gritó Kara mientras atravesaba el umbral de la puerta, pero no me giré. Caminé por el corredor, desaparecí en el elevador, y me desplomé contra la pared, con el bolso firme contra el pecho. Nunca en mi vida me sentí más sola.

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33 Traducido por Val_17 Corregido por Niki

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—Creo que esa es la última —dijo Taylor, mientras traía una gran caja de Crate & Barrel. Otra entrega de mis padres. Me había mudado a mi nuevo apartamento en Charleston Haven hace dos semanas y había recibido innumerables entregas. El apartamento de dos dormitorios venía amueblado, pero no tenía vasos o platos o toallas, así que mamá hizo de su misión abastecer completamente mi lugar. No me preguntó por qué me estaba mudando o algo acerca de Preston, probablemente era el trabajo de mi papá, pero sabía que en algún momento tendría que responder esas preguntas. Por ahora, era demasiado doloroso para hablarlo. Rose llamó a mi celular exactamente tres veces durante las últimas dos semanas, dejando tres mensajes diferentes, comenzando con—: Estás siendo una cobarde. —Luego—: Deja de ser tan molesta. —Para finalmente—: Cuando cambies de opinión, estaré aquí. —Sabía que no había ninguna posibilidad de que cambiara de opinión, pero las palabras igual me hicieron llorar. Quería cambiar de opinión. Quería retirarlo todo y borrar lo que había sucedido. Pero no podía, y no era como si Kara y Preston hubieran intentado llamar de todos modos. —¿Dónde quieres esto? —dijo Taylor, dándole golpecitos a la caja. —Oh, lo siento. En el mostrador de la cocina está bien. Gracias por ayudarme. —Taylor y yo terminamos teniendo tres clases juntos este semestre, lo que significó que lo veía más a menudo que a alguien más, y luego, cuando descubrí que él también vivía en Charleston Haven, se convirtió en mi único amigo. Se encogió de hombros. —No es gran cosa. —Dudó—. No hemos hablado de ello, pero ¿qué pasó con ese otro tipo? Preston, ¿cierto?

Aparté la vista. Había evitado intencionalmente la conversación, lo cual era fácil con Taylor porque nunca hablábamos de nada serio. —Sí… ya no estamos juntos. Taylor asintió. —Me lo imaginé. Pero no te preocupes. Te daré otra semana para recuperarte antes de empezar a llenarte de preguntas. —Me lanzó su sonrisa torcida. —¿Toda una semana? —Le devolví la sonrisa—. Eso es impresionante. Echó un vistazo alrededor de mi apartamento. —Lo que es impresionante es la cantidad de paquetes que has recibido. Tus padres saben que esto es un apartamento universitario, ¿no? Miré las cajas sin abrir. —Mi mamá es un poco exagerada. —Está claro.

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Mi estómago gruñó, y miré el reloj. —Son casi la una. ¿Quieres almorzar? —¿Me está pidiendo una cita, señorita Warren? Rodé los ojos. —No en esta vida, pero te compraré el almuerzo. No podría haber subido todos estos paquetes hasta aquí sin ti. —Está bien, aceptaré tu oferta para el almuerzo, aunque no vas a comprarlo. ¿Qué hay de Jim ’N Nick’s? Podemos ver el juego. Levanté la mirada, recordando mi primer almuerzo allí con Kara, y Preston uniéndose a nosotras, y sentí una punzada en el pecho por el recuerdo. Suspiré, porque no quería dejar que ellos controlaran lo que hacía. —Jim ’N Nick’s ser{. Taylor y yo caminamos por la puerta del restaurante abarrotado. Las eliminatorias de la NFL estaban en todas las pantallas, el bar y cada una de las mesas se encontraban invadidos por los fans gritando por el juego. Me incliné más cerca de Taylor, así podría oírme. —¿Quieres que consiga una mesa mientras tú ordenas? Él asintió para que siguiera adelante. Le dije lo que quería y luego me exprimí entre la multitud hacia un lugar vacío en la parte trasera. Acababa de llegar a la mesa y poner mi bolso sobre ella, cuando eché un vistazo alrededor y mis ojos se clavaron en una cabina junto a la barra. No la había notado antes debido a toda la gente de pie, pero ahora la cabina y la pareja sentada en ella se encontraban justo en mi línea de visión. Preston tenía la cabeza gacha, las manos unidas sobre la mesa. Kara dijo algo, luego se inclinó y palmeó sus manos. Me mordí el labio. Por supuesto que estarían aquí. Esa era mi suerte. Cerré los ojos, debatiéndome entre irme y quedarme. No podía evitarlos para siempre.

—Oye, ¿qué estás mirando? —Taylor dejó nuestra bandeja de comida y se giró para ver lo que había llamado mi atención. En ese preciso momento, Preston miró, sus ojos bloqueando los de Taylor y luego cayeron en mí, donde se quedaron—. ¿Quieres irte? —dijo. Habían pasado dos semanas. ¿No debería doler menos? ¿No debería haber adquirido algo de resistencia? Tomó cada gramo de fuerza en mi cuerpo romper el contacto visual. —No. Estoy bien. —No te ves bien —dijo Taylor, mientras se sentaba y me pasaba mi comida—. Podemos llevarnos esto a tu apartamento. Ver el juego allí. Empecé a contestar, cuando una voz que reconocería en cualquier lugar, dijo—: ¿Cuándo conseguiste un apartamento?

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Tomé aliento con la esperanza de prepararme para el golpe que vendría cuando levantara la vista, pero no había manera de cubrir el dolor que sentía. Miré directo a los ojos de Preston, deseando haber hablado con él sin levantar la mirada. O mejor ignorarlo. El azul de sus irises era más oscuro de lo normal, como el color del océano cuando una tormenta se desataba. Él miró a Taylor, y cuando regresó su mirada a mí, pude ver la pregunta que no haría. Quería saber si había seguido adelante, pero no lo había hecho. No de él. —Me mudé a Charleston Haven hace unas semanas —dije, sobre todo porque no estaba segura de qué más decir. Agarré mi sándwich, aunque ya no tenía hambre. Taylor me estudió. —Oye, hombre, ¿por qué no le das un poco de espacio? Preston abrió la boca para responder, sus rasgos tensos, y me preocupó que fuera a empezar algo, pero luego se enfocó de vuelta en mí y negó con la cabeza. — Eso es todo lo que hay. Espacio. Y luego Kara estuvo detrás de él, tirándolo del brazo. —Vamos, Pres. No quiere vernos. Parpadeé, tratando de recordar por qué había estado tan enojada. En ese momento, todo en lo que podía pensar era en lo mucho que los extrañaba. La risa de Kara cuando estudiábamos después de la medianoche. Los brazos de Preston a mí alrededor mientras yacíamos en su cama. Levanté la mirada para verlos alejarse, y cada fibra de mi cuerpo gritaba por llamarlos. Podríamos resolver las cosas. Pero sabía que realmente no era posible. Algunas cosas no podían ser resueltas. —¿Te importaría decirme qué fue todo eso? —preguntó Taylor con la boca llena de comida—. Entiendo toda la cosa de la privacidad que tenemos en marcha,

pero viendo que probablemente vamos a pasar un montón de tiempo juntos este semestre, bien podríamos intentar ser sinceros. Suspiré pesadamente. —Me enteré que ellos solían salir. Como el uno con el otro, eran la súper pareja de la secundaria. Taylor asintió lentamente. —Está bien, ¿y qué? —¿Qué quieres decir? —Bueno, ¿cuál es el resto de la historia? ¿Los encontraste haciéndolo o algo así? Palidecí cuando esa imagen se apoderó de mi mente. —No, no los encontré haciéndolo. —Así que, ¿qué fue? Descubriste que salían. ¿Y qué? ¿Por qué es un problema?

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Abrí la boca, pero no salió ninguna palabra. ¿Por qué era un problema? — Bueno, no me lo dijeron. Me lo ocultaron. —Cierto. Y viendo tu reacción, diría que esa fue la manera más inteligente de actuar. —¿Estás diciendo que estuvo bien que me mintieran? —¿Te mintieron? ¿O sólo te lo ocultaron? —¿Hay alguna diferencia? Tomó un sorbo de su Coca-Cola. —Sí, creo que sí. No estoy diciendo que estuvo bien de algún modo. Solo digo que lo entiendo. No eres nada fácil, señorita Warren —dijo con una sonrisa—. No te lo dijeron porque sabían que enloquecerías, y no era información reciente. ¿A menos que creas que ellos siguen calientes el uno por el otro? Pero por la mirada de ese chico, diría que solo hay una chica que le gusta y seguro como el infierno que no es Kara. Miré por las ventanas del restaurante, viendo como la gente y los autos pasaban, permitiendo que las palabras de Taylor me inundaran. Sabían que enloquecerías. Y lo hice. Había hecho exactamente lo que ellos temían.

34 Traducido por Valentine Rose Corregido por SammyD

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Dejé mis llaves en el mostrador de la cocina y me acosté en el sofá, mi teléfono se sentía pesado en mi estómago. Pensé en llamar a Rose. Pensé en llamar a Kara. Pero, de algún modo, ni siquiera pude pensar en llamar a Preston. ¿Qué le diría? Aún no estaba segura de cómo me sentía, pero las palabras de Taylor se aferraban a mí, incapaces de irse. Saqué mi ordenador y fui a mi correo, preparada para enviarle un mensaje a Trisha, la única persona con la que quería hablar. La única persona que no podía responder. Pinché en mi bandeja de entrada, lista para ir a Redactar, cuando mis ojos se fijaron en mi último correo. En mi bandeja de entrada tenía una respuesta de Trisha. Me puse de pie con rapidez, pasando mis manos por mi rostro y cerrando mis ojos para asegurarme que no estuviera viendo cosas. Abrí el mensaje, insegura de qué esperar, pero lo que encontré no era un correo de Trisha. Era uno de su madre.

Querida Olivia: ¿Podrías venir a visitarme cuando estés en el pueblo, por favor? Hay algo que me gustaría compartir contigo. Con amor, Judy Owens. Volví a leer el mensaje, antes de levantarme del sofá, agarrar mis llaves y marcar su número mientras iba a mi Land Rover. Contestó en el segundo timbre. —¿Señora Owens? Soy Olivia. ¿Le parece si voy hoy?

Entré en el invernadero familiar para encontrar a una sonriente señora Owens, con un juego de té y un montón de papeles a su lado. Miré con curiosidad los papeles mientras la rodeaba para sentarme en el sofá frente a ella. —Hola, Olivia. He extrañado tenerte aquí. Ha pasado un largo tiempo. Mi mirada cayó cuando me di cuenta con vergüenza y culpa que no vine a ver a los Owens después de que Trisha murió, y ella era su única hija. Estuve tan absorta en mi propia pérdida que no me detuve en considerar que la suya era incluso más grande. —Lo siento. Debería haber venido.

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Con una sonrisa, hizo un gesto con la mano restándole importancia. —Lo entiendo. ¿Té? —Por favor. Mientras servía el té, mis ojos se dirigieron al montón de papeles otra vez. Eran correos electrónicos. Ladeé mi cabeza y mi mirada volvió a la señora Owens. —Esos son… Bajó la tetera y me miró. —Sí, son tuyos. Y lamento entrometerme. En realidad intenté detenerme después del primero, pero luego pasé más tiempo haciéndolo, y entonces mientras más leía, más me preocupaba. ¿Alguna vez has leído tus correos, Olivia? Sacudí mi cabeza. —No, señora. No lo he hecho. —¿Lo harías? Bajé la mirada al montón de correos. —Yo… —No en voz alta, por supuesto. Simplemente… lee uno. Dudé, pero la señora Owens ya había pasado por mucho. No quería ser una dificultad. Estiré la mano y tomé el que se hallaba en la cima, sosteniéndolo frente a mí. Comencé a leer mis palabras, mi boca abriéndose con cada devastadora línea. Tomé el siguiente correo sin preguntar, y luego el siguiente, y luego, antes de saberlo, tomé el último que le envié a Trisha. Donde le decía que quería intentarlo. Agrupé los correos en una ordenada pila, y me obligué a respirar. —¿Quieres saber a quién veo cuando leo estos correos? —preguntó ella—. Veo a una chica que no vive. Veo a una chica que ha dejado que su dolor la defina.

No quiero eso para ti. Trisha no lo querría para ti. Eras su mejor amiga. Nunca querría que sufrieras tanto. Aparté la mirada, segura que si seguía mirándola, lloraría. —Lo lamento por mis correos, señora Owens. Nunca pensé que usted podría leerlos. Pensé… bueno, honestamente, no estoy segura de lo que pensé. Cubrió su boca con una mano y asintió, las lágrimas brillando en sus ojos. — No lo lamentes. Pude sentir cuánto la amabas en esas cartas. Pero creo que es momento que ambas pongamos en el pasado lo que pasó. Siempre amaré a mi hija. Adoraré su recuerdo. Pero no puedo traerla de vuelta. Llorar por ella no va a traerla de vuelta. Me he dado cuenta de eso… y espero que tú también puedas darte cuenta. Tu dolor sólo te lastima. No cambia su destino. Sentí una lágrima caer por mi mejilla. —¿Cómo lo deja en el pasado?

2 01

Bajó su taza de té, acercándose para sentarse junto a mí y palmeó mi rodilla. —Viviendo, querida. Y aprovechando la vida. Cada día a la vez.

35 Traducido por MaJo Villa Corregido por GypsyPochi

2 02

Me senté en mi auto afuera del cementerio Westlake, tratando y fallando en encontrar el valor para salir. El día comenzaba a desvanecerse y el aire del invierno se volvió frío sin el sol para calentarlo. Puse el auto en marcha, resignándome al hecho de que la señora Owens se encontraba listo, pero tal vez yo no, cuando mi teléfono empezó a sonar. Bajé la vista para encontrar el número de mi mamá parpadeando. Esperé hasta que la llamada fue al buzón de voz, pero inmediatamente después empezó a sonar de nuevo. —¿Hola? —pregunté, preocupada de que algo malo le hubiera pasado a mi papá o a mis hermanas. —Gracias a Dios que contestaste. Hablé con Judy y me dijo que habías pasado por ahí. ¿Estás bien, cariño? Mi labio inferior tembló. No podía hablar. Sabía que en el momento en que lo hiciera estallaría en lágrimas. —¿Dónde estás? —Estoy en el cementerio —dije, las palabras sonaron ahogadas por mi esfuerzo para no llorar. Escuché que cubrió el teléfono y comenzó a recitar la dirección del cementerio. —Está bien. Solo quédate en el auto. Te enviaré ayuda. Pensé en mi papá saliendo del trabajo para venir a ayudarme con este desastre. —Por favor, no envíes a papá. Estoy bien. Solo necesito un momento. —No envié a tu padre. Envié a alguien mejor. Colgamos después de asegurarle que no saldría del auto hasta que su ayuda llegara. Esperé hasta que el sol empezó a ponerse tras los árboles y el día se oscureció más que cuando había luz, mi mente pensaba en Trisha y en lo que estaba por hacer. Oí un suave golpe en mi ventana y levanté la vista, esperando ver

a una de mis hermanas o a Corrine o inclusive al Pastor Grant, pero me encontré directamente con los ojos grises de Rose. Mi corazón se encogió al verla, y me mordí el labio para tratar de mantenerme estable. Abrí la puerta y salí del auto. La última vez que la vi, la despedí, y ahora se encontraba allí frente a mí, con un cigarrillo en la mano. —No pude fumar durante todo el viaje hasta aquí, así que tendrás que disculpar mi saludo. Algunas cosas deben venir primero. —Quitó las cenizas del final del cigarrillo y me miró de reojo. Sabía que esperaba a que dijera algo, pero ¿qué podía decir? Lo siento no parecía apropiado. —Rose, yo… —Negué, luchando por mantener mi voz firme—. Te decepcioné y lo siento.

2 03

Me sonrió. —Jamás podrás decepcionarme. ¿No sabes eso? —Me dio un abrazo—. Sólo tenías los cables cruzados, y en vez de tratar de ordenarlos, los cortaste limpiamente. Creí que sabía dónde te encontrabas en el camino, pero me equivoqué. Te presioné, y tal vez no estabas lista para que lo hiciera. Así que es mi culpa. —Envolvió su brazo a mí alrededor—. Bueno, creo que viniste aquí con un propósito. Asentí, incapaz de contener las lágrimas. —Vine a ver a Trisha. Me apretó un poco. —Me lo imaginé, por eso es que te traje un regalo. — Sacó una foto del bolsillo de su chaqueta y me la entregó—. Esta era la última foto en tu caja. Creo que estás lista para verla. Miré con cautela hacia la foto, esperando ver a Trisha, pero no era de ella. Era mía. Una foto de antes. Había sido tomada en el almuerzo del último año de la secundaria. El fotógrafo andaba tomando fotos al azar de los graduados para el anuario. En ella, me encontraba sola, sentada en una banca. No había nadie a mí alrededor. Nadie en el fondo. Miraba algo a mi derecha, y tenía una sonrisa gigante en mi rostro. Nunca me vi más feliz. —¿Qué mirabas? —preguntó Rose. Parpadeé con lágrimas frescas en mis ojos. —A Trisha. Fue la presidenta de la clase. Creo que nunca te dije eso. De todas formas, estaba practicando su discurso para la graduación, y recuerdo que pensé que me sentía muy orgullosa de que fuera mi amiga, tan afortunada por tenerla. Ojalá se lo hubiera dicho. Rose asintió. —¿Por qué no se lo dices ahora? —Me dirigió hacia la tumba de Trisha, y luego dio un paso hacia atrás para darme espacio. No había estado en su tumba desde que me fui de Westlake, pero sabía su ubicación de memoria.

Caminé hasta que me hallé en frente de ella y me arrodillé ante la lápida, leyendo la inscripción: Amada hija y amiga. Cerré mis ojos y presioné mi palma contra la piedra. —Trisha, soy yo… — dije—. A veces me pregunto qué es lo que dirías si estuvieras sobre mi tumba. Me imagino que estarías pintándote las uñas y preguntándome sobre el color, y actuando como si no estuviera muerta. Como si siguiera ahí, escuchándote. — Sonreí—. Quiero que sepas que fuiste más que una amiga para mí. Fuiste mi ejemplo, la persona que me ayudó a ver la manera correcta de ser y de hacer las cosas. —Hice una pausa, el peso de lo que iba a decir caía sobre mí. Abrí la boca, pero en lugar de palabras, un sollozo salió de mis labios, sacudiendo mi cuerpo y agobiando mi corazón. Papá siempre decía que había un tiempo para todo. Un momento perfecto. Y sabía que ese momento había llegado.

2 04

Apoyé mi cabeza contra la lápida y entonces me aparté, secando mis lágrimas con las mangas de mi chaqueta. —Nunca te dije adiós. Estábamos en el patio, y luego fui a buscar a Matt y nunca te dije adiós. Solo me fui. Te encontrabas tan preocupada por Matt y por las drogas que sabía que acabaríamos discutiendo, así que me escabullí. Y después nunca más te vi de nuevo. Ahora no puedo callar esos horribles ¿y si…?. ¿Y si me hubiera quedado contigo? ¿Y si no te hubiera convencido de ir? ¿Y si hubiera terminado con Matt semanas o incluso meses antes, cuando me rogaste que lo hiciera? Estás aquí, en vez de mí, y siempre me voy a culpar por eso. —Las lágrimas corrían por mi rostro, y no fui capaz de parar—. Pero me he dado cuenta de que a pesar de que jamás superaré tu muerte, tengo que decirte adiós en estos momentos. Tengo que dejarte ir. Miré la tumba a través de mis lágrimas, tratando de encontrar la fuerza para levantarme. Para alejarme. Sabía que en el momento en que lo hiciera, tendría que enfrentarme al hecho de que no volvería a ver a Trisha de nuevo. Una parte de mí se aferró a ella mientras pensaba que si luchaba lo suficientemente duro, de alguna forma volvería. Pero esa no era la realidad. La realidad era que se había ido, y yo seguía aquí. Ese era nuestro destino. Ahora, tenía que encontrar una manera de continuar con mi vida. Sentí una mano sobre mi hombro y levanté la vista para encontrar a Rose conmigo. Ni siquiera la oí acercarse. —No sé cómo alejarme —dije, con mi labio temblando. Ella ladeó la cabeza, y por primera vez, vi lágrimas en sus ojos. —Lo sé, pero no siempre tenemos que alejarnos de las cosas difíciles. Algunas veces, si tenemos suerte, hay personas dispuestas a cargarnos. —Miró detrás de mí, y me volteé para encontrarme con Preston ahí, con sus ojos perforando los míos.

—Yo te cargaré —dijo—. Siempre estaré a tu lado. Me puse de pie y dejé que me abrazara, rozando mi rostro contra su pecho, mis lágrimas empapando su chaqueta. Me sostuvo cerca y acarició mi cabello. — Tu mamá me llamó. No pude llegar lo suficientemente rápido. Lo siento mucho por todo. Pensé en decirte sobre Kara un millón de veces, pero fue hace tanto tiempo, y parecías tan asustada de confiar en mí. No quería darte una razón para que huyeras. Y después te perdí de todas formas porque me encontraba demasiado asustado para ser sincero contigo. Has sufrido tanto en tu vida… lamento haberme añadido a eso. Me aparté para poder verlo, todos mis sentimientos saliendo a la superficie. Culpa. Arrepentimiento. Felicidad. Amor. Amor.

2 05

Mis ojos se encontraron con los suyos, y supe, con certeza, que todo lo que necesitaba se hallaba de pie frente a mí. —Te amo —dije, mi voz temblando por la emoción—. He estado demasiado asustada de decirlo en voz alta, pero te amo. Demasiado. Y también lo siento. Fui irracional y egoísta y tantas otras cosas horribles, pero si pudieras tratar de amarme de nuevo, te prometo que no te dejaré. Una lenta sonrisa se deslizó por su rostro, iluminando la oscuridad en sus ojos. —¿Que trate? Jamás dejé de amarte. —Y entonces sus labios estuvieron sobre los míos, primero gentilmente y después con urgencia, cada pedacito de nostalgia y tristeza de las últimas semanas desaparecieron con ese simple beso. Me levantó, y envolví mis piernas a su alrededor, sintiéndome finalmente en paz. Siempre llevaría las cicatrices del incendio, pero ya no tenía miedo de la lluvia. Me sentía preparada para vivir.

Epílogo Traducido por Mel Markham Corregido por ElyCasdel

¡Bang, bang, bang, bang, bang! —¡Si no salen en este momento, voy a tirar la puerta! ¡Llegarán en cualquier momento!

2 06

Preston me sonrió en la cama y luego presionó los labios en mi cuello, dejando besos a lo largo de mi clavícula y por mi escote. —Tenemos tiempo. — Empujó las caderas contra las mías, haciendo que el calor se acumulara en mi vientre. Lo más lejos que llegamos fue a quitar mi camiseta antes de que Kara comenzara a golpear la puerta otra vez. Pasó medio semestre viviendo en Liberty con una compañera del infierno, antes de finalmente sucumbir a mi oferta de mudarse a mi departamento. Ethan y su nuevo compañero, Colt, tenían programado llegar en cualquier momento a ayudarla con el resto de las cajas, incluso aunque Preston y yo dijimos que podríamos cubrirlo. Creía que sólo quería una excusa para pedirle a Ethan que viniera, pero no le admitiría eso. —Sólo un segundo —grité, sabiendo que se encontraba a punto de golpear de nuevo si no respondíamos. Me volví a concentrar en Preston sobre mí—. Tenemos que salir —susurré. Volvió a mordisquearme el cuello. —¿Estás segura? —Puso la boca sobre la mía, luego pasó la lengua por mis labios, mientras sus manos deambulaban por mis pechos, por mi estómago, por… oh, Dios… —¡En serio, chicos! Preston se alejó. —¿Por qué estuviste de acuerdo en que volviera a mudarse? Sonreí. —Porque odia a su nueva compañera. Y porque la amamos. —Tú la amas —gruñó—. Yo te amo a ti. Y esto. —Me besó de nuevo, y comencé a ceder hasta que los golpes de Kara nos interrumpieron. Nuevamente.

Empujé a Preston. —Cálmate. Se irán pronto y podremos regresar a la posición. Se bajó de mí, sus labios curvándose. —¿Y qué posición sería esa? —Eso dependerá de lo bueno que seas con ellos. —Siempre soy bueno. Me volteé para ponerme la camiseta y arreglé mi cabello en una cola de caballo alta. —Conmigo. —Bueno, tú eres la única que importa. Sonreí mientras iba hacia la puerta. —Dos puntos. Abrí la puerta para encontrar a Kara del otro lado, claramente irritada.

2 07

—Al fin —gruñó—. De acuerdo, llegar{n en cualquier… —Antes de que pudiera terminar, oímos un golpe en la puerta. —De todas formas, ¿por qué estás tan nerviosa? —preguntó Preston—. Has estado alrededor de Ethan por años. A menos que sea su compañero. —La estudió—. Es el compañero, ¿no? —¿Qué? No, ni siquiera he conocido al tipo. Sólo hablé con él por teléfono y un par de veces por Facebook. Sonreí. —Correcto. —Abrí la puerta para encontrar a Ethan y luego lo que debería ser el chico más rudo que vi alguna vez. Usaba vaqueros negros y una camiseta negra apretada que envolvía sus gruesos bíceps tan apretadamente que parecía que estuviera pintada. Desde las mangas de la camiseta, remolinos de tinta de colores corrían por cada uno de sus brazos, los diseños tan intrincados que no podía distinguir ninguno de los tatuajes sin mirar fijamente. Su cabello rubio claro tenías destellos de castaño, haciendo difícil determinar de qué color era, entonces habló y me di cuenta lo que tenía a Kara tan nerviosa. Era australiano. No había ni una mujer americana viva que no se volviera loca por el acento australiano, pero eran como kriptonita para Kara. Me giré hacia ella y sonreí, haciéndole saber que sabía exactamente cuál era el problema y que planeaba hacerle pasar un infierno por ello más tarde. Los chicos entraron y cerré la puerta. Ethan besó a Kara en la mejilla, luego señaló entre nosotros. —Colt, conoce a Kara, Preston y Olivia. —Su mirada se detuvo en mí, sus cejas juntándose—. Maldición, chica, ¿qué te ocurrió?

Había comenzado a mostrar más y más mis cicatrices después de despedirme de Trisha. Sabía cómo lucían, pero ya no estaba dispuesta a esconderme. Lo intentaba. Abrí la boca para responder, cuando Preston y Kara gritaron para responderle a Ethan al mismo tiempo, y luego Colt dijo—: Creo que son salvajes. Te hace lucir dura. Caliente. Preston me tiró hacia él, los músculos en su mandíbula palpitando. —Sí, bueno, consíguete la tuya. Y tú —dijo, señalando a Ethan—, di de nuevo esa mierda y tendrás tus propias cicatrices para preocuparte. Ethan levantó las manos. —Lo siento, hombre, no quise ofender a nadie. Me encogí de hombros y miré a Kara, pero ella no me miraba. Sus ojos se encontraban en Colt. —Gracias por defenderla —dijo, su tono suave.

2 08

Él sonrió. —No había nada que defender. Kara le devolvió la sonrisa, sus ojos trabándose por un latido antes de que ambos apartaran la mirada. Ladeé la cabeza hacia Preston, quien me devolvió la misma mirada curiosa. No tenía idea de lo que podría llegar a pasar entre Kara y Ethan, si su relación podría soportar otro año separados o si terminarían, pero una cosa era clara: Colt iba a ser problemas para Kara. —Parece que es la última —dijo Ethan después de que trajéramos la última carga de la camioneta de Preston—. ¿Qué hay en la agenda ahora? Comprobé mi reloj. Era justo después de las cuatro. —¿Quieren cenar temprano e ir al centro para el Festival de Primavera de Música Improvisada? Colt levantó las cejas. —¿Festival de Música? Abrí la boca para responder, cuando Kara abrió la boca. —Sí, se supone que es increíble. Diez bandas en vivo, comida y bebidas. Deberíamos ir. Ya sabes… si quieres. —Sus ojos se trabaron de nuevo, y me encontré sonriendo a pesar de la urgencia de Preston para detenerme antes de que Ethan lo notara. Todos estuvieron de acuerdo con el nuevo plan, y nos tomamos nuestro tiempo caminando hacia la camioneta de Preston, disfrutando la brisa fresca de primavera y la belleza de Charleston Haven. Era el único complejo de departamentos que encontré que lucía como si perteneciera a Charleston y a ningún otro lugar: flores y árboles por todos lados, exteriores pintados de colores brillantes que rendían homenaje a Rainbow Row. Música y risas se oían de una piscina exterior mientras pasábamos, e imaginé largas horas junto a la piscina con mis amigos. Me detuve junto a la camioneta de Preston y le eché un vistazo al complejo, luego a mis amigos. Recordé mi primer día en la Universidad de

Charleston, cuán desanimada me sentía por venir aquí, y ahora, no había ningún otro lugar donde quisiera estar. Sonreí, permitiendo que el cálido sentimiento de alegría se asentara sobre mí. Finalmente me encontraba en casa.

2 09

Miles From Kara Kara Marcus está desesperada por olvidar el pasado y seguir adelante. Pero no puede escapar de sus decisiones —especialmente cuando se encuentra enamorándose.

2 10

Desde el primer día que entró en la iglesia Bautista del Sur en su infancia, dos verdades se enraizaron en la cabeza de Kara Marcus: el sexo antes del matrimonio es malo y el asesinato es un pecado. Y esa es la razón por la que no se perdona lo que hizo a los dieciséis años. Ahora, cuando el segundo semestre de primer año termina, Kara ha permanecido junto a su novio de la secundaria, Ethan. Pero, mientras parece que comienzan a separarse más cada día, Kara se da cuenta que tiene sentimientos por alguien más: el compañero de habitación de Ethan, Colt. De repente, el mundo claro de Kara comienza a salirse de foco, y está dividida entre lo que le dice su cabeza que está bien y lo que su corazón la presiona desesperadamente a hacer —incluso si eso significa cometer otro pecado indiscutible…

Sobre el autor Melissa vive en un pequeño suburbio Atlanta, GA, con su marido y su hija. Pretende que le gusta el yoga, cuando en realidad ama los zapatos, y no podría vivir sin café. Sus héroes escritores son grandes como Jane Austen y Madeleine L'Engle. Tiene un bachillerato en Ciencias de la Comunicación y una maestría en Comunicación Gráfica, ambos de la Universidad de Clemson. Sí, su sangre corre naranja.

2 11

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